Digo
barcos y voy a empezar hablando de aviones, porque se
puede decir que los mensajeros de la gran huida que
iba a tener lugar en Asturias llegaron a Francia, no
por mar, sino por aire. Se trataba de los pilotos, algún
mando de la aviación republicana y los asesores
soviéticos que, con los aviones disponibles,
consiguieron ganar el aeródromo francés
de Biarritz-Parme.
El
miércoles día 20 de Octubre, por la mañana,
debieron de despegar del aeropuerto de Carreño
cinco aviones. Según lo que he podido averiguar,
se trataba de un avión de observación
de fabricación checa con dos personas; tres cazas,
uno de los cuales era un “Mosca”,
llevando cada uno también dos personas, y un
“Farman” con otras seis personas
más. No está claro si el avión
de la compañía “Air Pyrinées”,
encargado de la línea de viajeros y del transporte
del correo entre Asturias y Francia, que era el que
normalmente utilizaban las autoridades asturianas y
los rusos cuando precisaban salir de Asturias, había
despegado el martes 19 por la tarde o el mismo miércoles
por la mañana. En el avión de “Air
Pyrinées”, a tenor de las informaciones
de la prensa francesa, llegaron a Biarritz un general
y tres oficiales rusos. Seguramente, estos asesores
rusos son los mismos a los que se refiere Ramón
Álvarez en su entrevista, cuando dice que acudieron
a despedirse de Belarmino Tomás y a ofrecerle
una plaza en el avión.
Hay
que recordar que los asesores militares soviéticos
tenían órdenes estrictas de su gobierno
de encontrarse siempre fuera del alcance de la artillería
enemiga, medida con la que se pretendía evitar
que en ningún caso pudieran ser hechos prisioneros.
Uno
de los cazas que salieron de Carreño, cuando
sobrevolaba ya la costa francesa, perdió contacto
con el resto al atravesar unos bancos de niebla y tuvo
que realizar un aterrizaje de emergencia en una playa
próxima a Capbretón. Iban en ese
avión los sargentos pilotos Miguel de Diego
y José Martínez, que salieron indemnes.
No así el avión, un modelo de marca inglesa
con motor de 450 HP, del que solamente se pudieron retirar
las ametralladoras antes de que fuera alcanzado por
las olas. Al día siguiente, pudo ser recuperado,
aunque con grandes daños, siendo transportado
en un camión al aeródromo de Biarritz-Parme.
Los jóvenes pilotos declararon que habían
recibido la orden de refugiarse en Francia a las 8h.
45m. de esa misma mañana, toda vez que, según
el jefe de la escuadrilla, en Gijón, las autoridades
ya no controlaban la situación, «desarrollándose
violentos combates en el interior de la ciudad entre
gubernamentales y anarquistas». Sin comentarios.
La
misma tarde del miércoles 20, el avión
de “Air Pyrinées” despegó
del aeródromo de Biarritz con destino a Gijón,
pero tuvo que regresar sin poder conseguirlo. Los mandos
rusos, en el momento de despedirse de Belarmino Tomás,
se habían comprometido a enviar tres aviones
para que pudiesen evacuar en ellos las principales autoridades
republicanas.
La
compañía aérea “Air Pyrinées”
se había creado al iniciarse la Guerra Civil
con aportaciones de capital del gobierno español,
del gobierno vasco y de los rusos, aunque parece ser
que eran estos últimos los que la controlaban
de una manera efectiva. Operaba desde
el aeródromo de Biarritz-Parme con pilotos y
aviones franceses, enlazando las capitales del Norte
republicano con el resto de la España gubernamental,
previa escala en Francia. Los pilotos eran los franceses
Dary, Lebeau, Laporte y Gally, que vivían con
sus familias en las proximidades del aeródromo. Los vuelos, además de todos los riesgos de la aviación
de aquella época, incluían los propios
de volar a zona de guerra, incluyendo la posibilidad
de ser derribado. Así ocurrió con el avión
de “Air Pyrinées” que el 8 de
Septiembre se dirigía a Gijón y fue derribado
por aparatos nacionalistas a la altura de Ribadesella,
pereciendo el piloto, el francés Abel Guidez,
y resultando herido el copiloto. Abel Guidez había
sido uno de los primeros pilotos voluntarios llegados
de diferentes países del mundo que formaron la
escuadrilla “España”, mandada por el
escritor francés, premio Goncourt, André
Malraux. Esta escuadrilla se encargó de la
defensa de los cielos de Madrid frente a los bombardeos
de la aviación legionaria alemana e italiana.
Al crearse la compañía “Air Pyrinées”,
Abel Guidez fue nombrado subdirector de la misma. Como
compensación por el riesgo, se decía que
los pilotos tenían asignado un sueldo mensual
de 50.000.- francos.
El
jueves 21, al día siguiente de su llegada, despegaban
del aeródromo de Biarritz-Parme los dos aviones
de caza y el de observación con destino a Barcelona,
vía Pau.
Ese
mismo jueves, hay otra noticia referente a la aviación
republicana del Norte; se trata del aterrizaje en
Cazaux, cerca de Arcachón, de un avión
procedente de Gijón, en el que viajaban el
piloto, un mecánico y un observador. Si no está
equivocada la fecha, este avión habría
despegado del campo de Carreño venticuatro horas
después que el resto y cuando ya la entrada de
las tropas nacionales en Gijón era inminente.
De
vuelta de las nubes al mar, a los barcos que huyen de
los últimos puertos republicanos de Asturias
y consiguen llegar a Francia, que es de lo que trata
este capítulo, he creído más conveniente,
para llevar un poco de orden, organizar el relato siguiendo
un criterio geográfico de Norte a Sur de la costa
Atlántica francesa. Es decir, que empiezo por
el puerto francés más septentrional al
que tengo constancia de que llegasen por vía
marítima refugiados de Asturias en esas fechas
de finales de Octubre del 37, y voy descendiendo hacia
el Sur, para finalizar en el más meridional de
ellos: San Juan de Luz.
En
cada puerto, menciono el nombre del buque o embarcación,
la fecha de su llegada, el número de evacuados
que traía a bordo y el puerto asturiano del que
procedía. Claro está, siempre y cuando
haya podido averiguarlo. En muchas ocasiones tendré
que limitarme a la parquedad descriptiva de «un
vapor» o «un pesquero» porque me ha
sido imposible averiguar más detalles.
Es
más que probable que falten algunas embarcaciones,
pero hay que darse cuenta que en la huida se utilizó
cualquier cosa que flotase, desde un mercante a una
draga, desde un bou a una lancha del abareque. Me viene
ahora a la memoria la historia que me contaron de un
pescador, creo que de Avilés, que salió
él solo en una lanchina de motor. Estuvo tres
o cuatro días navegando bien pegado a la costa.
Cuando veía algún barco de los nacionales,
paraba el motor y hacía como que estaba pescando.
Y así, poco a poco, pues consiguió llegar
a Francia. Lo más probable es que no quedara
reflejada en ninguna parte la entrada de una lancha
con un pescador. Y como este caso, tantos otros, por
no hablar de los que naufragaron o fueron hundidos y
nunca más se volvió a saber nada de ellos.
Una posibilidad de comprobación podría
haber sido por medio del asiento de cada buque o lancha
en el Registro de Buques de cada Capitanía Marítima,
pero en todos los que he visto, no hay referencia alguna
a la recuperación del buque o lancha por sus
propietarios en puerto francés al terminar la
guerra, pese a que todas estas embarcaciones que llegaron
a Francia quedaron retenidas, algunas embargadas por
los pescadores franceses que las recogieron en alta
mar, y no empezaron a ser devueltas hasta finales de
1939. En cualquier caso, tanto la fecha de llegada como
el número de evacuados debe entenderse como aproximado,
pues muchas veces no concuerdan las distintas fuentes
al ser cotejadas entre sí.
A
Douarnenez, puerto pesquero situado en la rada de Brest,
llegaron el viernes día 22, en las últimas
horas de la tarde, dos pesqueros con refugiados de Asturias:
“La Mensajera”, procedente de Avilés,
y el “Abascal”, que había salido
del puerto de El Musel. “La Mensajera”
llegó sobre las cinco y media de la tarde y traía
a bordo 78 personas, 12 de las cuales eran mujeres;
el resto, lo formaban en su mayoría milicianos.
“La Mensajera” fue conducida hasta Douarnenez
por el pesquero francés “Saint-François”,
patroneado por monsieur Guivarch, que había encontrado
al pesquero español en los alrededores de la
isla de Sein.
En
el “Abascal” venían un total de 66
personas y entre ellas, como ya se ha dicho, la práctica
totalidad del Consejo Soberano de Asturias y León,
con el presidente de dicho Consejo y diputado socialista,
Belarmino Tomás, a la cabeza. Acompañaban
a “Belarmo” en este viaje tan especial,
Maldonado, Segundo Blanco, Ramón Alvarez,
Rafael Fernández, Onofre García, Llamedo…
Antes
de ser autorizados a desembarcar por las autoridades
francesas, los milicianos fueron desarmados y las armas
requisadas por el servicio de Aduanas. Al conjunto de
los refugiados se les suministraron alimentos y, a continuación,
fueron conducidos a las dependencias de “L’Abri
du Marin”, donde pasaron la noche. Los dos diputados
en Cortes allí presentes, por órdenes
de la prefectura, fueron separados del grupo y conducidos
en un automóvil a un hotel. A la mañana
siguiente, por indicación del consulado español
más próximo y siguiendo instrucciones
de la embajada española en París, se enviaron
unos coches a recoger a las autoridades asturianas,
que partieron hacia la frontera con Cataluña.
Al mismo tiempo, se organizó la inmediata repatriación
por ferrocarril de los milicianos y del personal civil.
Unos
treinta kilómetros más al sur, cerca de
la península de Penmarch, un pesquero español
que llevaba a bordo un total de 118 milicianos huidos
de Asturias estaba a punto de naufragar.
A partir del viernes 22, la mar se había ido
encrespando hasta hacerse tempestuosa, mientras que
chubascos torrenciales con vientos racheados azotaban
la cubierta del pesquero, atestada de seres humanos.
Con las primeras horas del amanecer del sábado
día 23, la lancha francesa de salvamento
“León Defour”, estacionada en el
puerto de St. Pierre-Penmarch y patroneada por Thomas
Stéphan, zarpó en auxilio del pesquero
en apuros. También colaboraron
en el rescate muchos pescadores, destacándose
los patrones Michel Bougéon y Lucas Thomas.
A
pesar del riesgo y de las dificultades de la operación,
dado el mal estado de la mar y el elevado número
de personas que había a bordo del buque en peligro,
la lancha de la Sociedad Central de Salvamento de Naúfragos,
auxiliada por los pesqueros, consiguió poner
en tierra firme, sanos y salvos, a la totalidad de los
118 milicianos y refugiados que viajaban a bordo del
pesquero español, entre los que se encontraban
varios oficiales del ejército republicano. Una
vez en tierra, se les suministró comida caliente
y ropa seca, siendo conducidos, por orden de la prefectura,
al pueblo de Poulgoazec, cerca de Audierne. Tal vez
se tratase del pesquero “Huerta”, que habría
salido de Gijón.
En
la propia península de Penmarch, próximo,
por tanto, al lugar en el que se desarrollaron los dramáticos
acontecimientos antes relatados, se encuentra
un pequeño puertecito pesquero llamado Guilvinec.
A este puerto, y sin mayor contratiempo, arribó
el viernes 22 un pesquero del que lo único que
se sabe es que procedía de Asturias y traía
a bordo a 29 personas, entre ellas, dos oficiales republicanos.
En
Quimper, la capital departamental situada a orillas
del Odet, donde este río comienza a hacerse navegable,
se presentó el viernes, hacia las seis de la
tarde, el “Hermania”, que tal vez se trate,
más bien, del “Herminia”, un pesquero
de San Juan de la Arena que hacía pareja con
“La Mensajera”. Los franceses quedaron
sorprendidos por la audacia de los marinos asturianos
que, sin ayuda de ningún práctico, consiguieron
superar los peligros de la barra aprovechando la pleamar.
El “Herminia”, pesquero de 30 TM, había
salido de Avilés el miércoles 20, a las
nueve de la noche, y a pesar de que un barco nacionalista
le disparó tres cañonazos, consiguió
huir. A bordo viajaban un total de 26 personas, 14 de
las cuales pertenecían a la tripulación,
otras cuatro eran mujeres y el resto, milicianos. Uno
de los milicianos, que venía herido, fue conducido
al hospital. Por orden de la prefectura, la casa Pernez
sirvió inmediatamente un tentempié a los
refugiados, estableciéndose que las comidas las
hicieran a partir de entonces, y mientras permaneciesen
en la ciudad, en el restaurante Friand.
En
Lorient recalaron, en días sucesivos, varios
pesqueros que habían conseguido burlar el bloqueo
impuesto por los buques de guerra nacionales a los últimos
puertos republicanos del Norte. Los milicianos y
refugiados que ganaron Lorient en esos pesqueros, estuvieron
precedidos por la llegada, una semana antes, de unas
cuantas personalidades asturianas, las cuales habían
organizado, con previsora anticipación, su propia
y clandestina huida.
Fue
en la medianoche del jueves 14 de Octubre cuando recaló
en aguas de Lorient el gánguil “Somo”,
perteneciente a la Junta de Obras del Puerto de Avilés.
Había conseguido zarpar secretamente de la ría
avilesina llevando a bordo, junto a los 21 miembros
de la tripulación, medio centenar de personajes
asturianos, pertenecientes en su mayoría a los
tribunales de Justicia y a la Junta de Obras del Puerto
de Avilés.
Al
conocerse la huida, algunas organizaciones políticas,
como Izquierda Republicana y el PSOE,
publicaron en el diario “Avance”
notas en las que se daba el nombre de algunos de los
huidos y se anunciaba su expulsión. Hay que tener
en cuenta que por esas fechas el gobierno asturiano,
ante la gravedad de la situación militar, ordenaba
extremar las medidas de represión contra desertores
y derrotistas. Así, por ejemplo, se dictaron
disposiciones para que se fusilase sobre el terreno
a los mandos de las unidades militares que se retirasen
de sus posiciones sin haber perdido, al menos, la mitad
de sus efectivos; también podían resultar
detenidos los padres o la mujer de los milicianos a
los que se considerase desertores. Por otra parte, no
era menos cierto que la mayoría de los huidos,
de caer en manos de los nacionales, eran candidatos
seguros al paredón. Claro que en esa misma situación
se encontraban también varios miles de personas
más que seguían en sus puestos, tanto
en el frente como en la retaguardia.
Entre
los nombres que se dieron a conocer figuraban los de
Juan Pablo García (presidente del Tribunal Popular),
Santiago Blanco, Ramón González Ania,
José San Martín, Guzmán García,
Maximino Trincado, Fernando Trincado y Manuel Sisniega,
expulsados del PSOE; Justo Fernández Casero,
Luciano Cimadevilla López, José Antonio
Fernández Vega, Leandro Pubillones Soto, Juan
Fernández Lavandera, Manuel García Vidal,
Marcelino Rico, Manuel Arganza de la Uz, Renato Ozores,
Luis Martínez García, Francisco Acacio
Martínez García, expulsados de Izquierda
Republicana; y José Fernández Miranda,
del Comité Ejecutivo de Ias Juventudes de Izquierda
Republicana; David Arias, secretario de la JOP de Avilés,
Rogelio Iglesias Pola, depositario pagador de la JOP,
Nicanor González, capataz, y Severino García,
maquinista del remolcador “Plutón”.
Este remolcador, el “Plutón”,
del servicio de la JOP de Avilés, sería
uno de los barcos que, una semana más tarde,
conseguiría ganar las riberas de la Garona cargado
de refugiados. A bordo del “Somo”
viajaban también el ex-gobernador de Málaga
y la hija del capitán. La Ejecutiva de la Federación
Socialista Asturiana hizo constar, así mismo,
«su protesta ante el Gobierno de la República
por haberse otorgado cargos en Valencia y otros lugares
de la España leal a afiliados socialistas que
abandonaron el Norte sin autorización de esta
Federación Socialista y están, por consecuencia,
pendientes de que su conducta sea juzgada.»
El
viernes día 22, a las 10h. 35m. de la mañana,
entraba en el puerto de Lorient el pesquero “Palacio
Valdés”, perteneciente a la flota de
Ojeda. Había salido de Gijón el miércoles
20, hacia las ocho de la noche, con el patrón,
un miembro de la tripulación, 26 hombres y una
mujer, figurando entre los milicianos un comandante
y un capitán. Sobre el muelle se dispuso un importante
servicio de orden a cargo de la gendarmería marítima
y poco tiempo después llegaban al lugar el sub-prefecto
de Lorient, Bousquet, el canciller del Consulado de
España, Ramos, y el cónsul de España
en Nantes, Aguilar. El sub-prefecto de Lorient se encargó
de que se avituallara a los recién llegados,
que habían hecho el viaje sin víveres
a bordo. Desde el hospital “Bodélio”
se les hizo llegar comida caliente. La mujer de cabellos
rubios que venía a bordo, con aspecto de estar
agotada por el viaje, fue autorizada a desembarcar,
partiendo hacia la ciudad acompañada por el vice-cónsul
Ramos.
Toda
la prensa francesa, sin excepción, se hizo eco
de los incidentes que se produjeron al encontrarse los
que venían en el “Palacio Valdés”
con los del “Somo”. Una de las acusaciones
lanzadas fue la de que los del “Somo”, se
habían llevado con ellos cuatro millones de pesetas
oro.
Entre
el viernes y el sábado llegaron a Lorient
dos nuevos pesqueros con refugiados procedentes de Asturias.
Uno era el “Toñín”
que, atracaba con 160 refugiados según
la lista oficial; pero, en realidad, a bordo venían
un total de 193 personas, entre ellas, 17 mujeres.
Al
poco de salir de Gijón, el “Toñín”
fue capturado por el “Cervera”. Del
“Cervera” pasaron al “Toñín”
tres oficiales con una dotación de presa para
identificar al pasaje, pero los del “Toñín”
prepararon una estratagema escondiendo en lo más
profundo de las bodegas a los militares y permaneciendo
en la cubierta las mujeres y la gente mayor, haciendo
creer, de esta manera, que eran simples civiles que
huían aterrorizados de Gijón a causa de
los bombardeos. Uno de ellos incluso subió al
“Cervera” para acreditar su condición
de “persona de orden”, mostrando para ello
una serie de justificantes, por importe de varios miles
de pesetas, de todas las mercancías de su comercio
que le habían incautado los rojos. El mando del
“Cervera” ordenó al “Toñín”
dirigirse hacia el cabo Peñas, que era donde
estaban concentrando los barcos apresados esa noche,
custodiados por otros buques nacionalistas. Una vez
reembarcados los tres oficiales y la dotación
de presa en el “Cervera”, partió
de nuevo, veloz e imponente, a la captura de más
barcos. El “Toñín” mantuvo
el rumbo ordenado durante unas horas, hasta que viéndose
sólos en medio de la negrura de la noche y el
mar, se decidieron a huir; así que, a todo vapor,
arrumbaron al Norte y consiguieron escapar.
Lo
que pasaba realmente era que los barcos de guerra nacionalistas
no daban abasto para perseguir, capturar y custodiar
tantas y tantas embarcaciones de todas clases como esa
noche surcaban la mar hacia Francia en aquella huida
a la desesperada.
Cuando
el “Toñín” se encontraba,
perdido el rumbo, a 20 millas al suroeste de Belle-Ile,
alcanzaron a divisar un pesquero francés,
que resultó ser el “Lucien-Thérèse”,
hacia el que se dirigieron. El patrón del
“Lucien-Thérèse” les entregó
todos los víveres que tenía a bordo y
les condujo hasta el puerto de Pallais, en Belle-Ile,
donde recalaron para comprar pan. A continuación,
el patrón francés tomó él
mismo el timón del “Toñín”
y puso rumbo a Lorient. Una vez en puerto y por orden
de la Prefectura, fueron conducidos al “Fourneau
Economique de Merville”, donde se les dio de comer.
A
bordo del “Toñín” iba el alcalde
de Gijón, Avelino G. Mallada, a quien pertenece
esta descripción, recogida por Ramón Alvarez,
de sus compañeros de odisea:
«Un
marinero se pone al timón, unos metalúrgicos,
a la máquina y caldera… Salimos de El Musel.
¿Qué gente somos? Tenientes coroneles,
comandantes, médicos militares y civiles, delegados
del Gobierno de Euzkadi, un periodista que por “radio”
hizo mucho “de rabiar” a Queipo “la
borracha”, 17 mujeres, oficiales del pueblo, milicianos,
magistrados del Tribunal Popular, personalidades políticas,
secretarios de departamentos del Consejo… Total, unos
cincuenta “cabecillas” fusilables.»
Además
de Mallada, J.P. me facilita el dato de que a bordo
del “Toñin” llegaron a Francia el
diputado Carlos Martínez y los tenientes coroneles
Ibarrola y Semprún, jefe de la 3ª División.
Sin que se pueda precisar el barco, parece ser que
también arribaron al puerto de Lorient el
diputado del PCE Manso y dos miembros
del Consejo Soberano; casi con toda seguridad que uno
de ellos era Ramonín Posada, consejero
de Sanidad y cuñado de Mallada; el otro podría
ser Ambou.
El
lunes día 25, a las seis de la tarde, partía
del andén nº 3 de la estación de
ferrocarril de Lorient un tren especial con destino
a la frontera de Cataluña. Todos los vagones
de ese tren estaban ocupados por los refugiados llegados
días antes en el “Toñín”,
el “581” y el “Mar del Medio”.
En el momento de partir, los evacuados españoles
cantaron la “Internacional” y la “Marsellesa”.
El
Toñín, costero de 160 TRB,
atracando en Lorient con el alcalde de
Gijón, Avelino G. Mallada y otras autoridades.
(Mediatheque de Lorient)
A
Port Tudy, en la isla de Groix, situada frente a Lorient,
arribó el sábado 23, a las seis y media
de la mañana, el bou republicano armado “581”.
Había salido de Gijón y entre dotación
y algún refugiado, un total de 35 personas (o/f.76p.)
habían completado el viaje. Una vez atracado
a puerto, excepto uno que permaneció a bordo
vigilando las armas, el resto desembarcó y estuvo
paseando por el muelle, almorzando en el “Café
du Port”. A las dos de la tarde, en un remolcador,
llegó a la isla el sub-prefecto de Lorient, acompañado
de las autoridades marítimas y de la gendarmería,
para hacerse cargo de todas las armas y organizar la
repatriación de los recién llegados.
Cincuenta
kilómetros al sur de Lorient, en una estrecha
península que se adentra en la mar, como si las
fuerzas telúricas del continente hubiesen querido
terminar con la insularidad de la cercana Belle-Ile,
se encuentra el pueblo de Quiberon, de cuyo muelle
parte, precisamente, el transbordador que enlaza la
isla con tierra firme. Félix Liquiniano, dirigente
de la CNT de San Sebastián, que hizo toda
la campaña del Norte, relata en el libro de los
Jiménez de Aberásturi, “La guerra
en Euzkadi”, la aventura de la huida de Asturias
en el pesquero “Mar del Medio”. El
pesquero iba abarrotado de gente, consiguiendo llegar
todos, sanos y salvos, a este puerto francés.
Cuando salieron de Avilés, tuvieron que
esconderse en las bodegas y tumbarse sobre la cubierta
para protegerse de las ametralladoras de los combatientes
llegados del frente que, desesperados ante la falta
de sitio en los barcos, amenazaban con disparar. A bordo
del pequeño pesquero viajaban un total de 198
personas, entre ellas, tres mujeres y un niño.
Pasaron tres noches en la mar, la última, capeando
un fuerte temporal delante de las costas francesas,
sin carbón y teniendo que quemar en la caldera
trozos de madera de la cubierta. El domingo por la mañana
se presentaron frente a Quiberón y embarrancaron
el barco, salvándose todos los que venían
en él. Bajo la directa dirección de M.
Robert, alcalde de Quiberon, fueron atendidos y
recibieron los primeros socorros en la Cooperativa
de Pescadores del Sud Morbihannais, sirviéndoseles
a continuación una comida caliente en la cantina
escolar.
Tres
pesqueros, con un total de 524 personas, arribaron a
los muelles de Saint Nazaire sobre la once de la noche
del viernes día 22. Estos pesqueros eran:
el “Santa Teresa de Jesús”, el
“Feliciano Fiejo” (sic) y el “Bayona”.
Los tres habían recalado antes en la isla de
Yeu, donde uno de ellos entró para taponar
una vía agua. Tras denegarles las autoridades
el permiso de atraque, y una vez hecha la reparación
de emergencia, continuaron viaje hacia Saint Nazaire.
El
“Santa Teresa de Jesús” traía
a bordo junto con los tres marineros de la dotación,
31 milicianos, cuatro de los cuales venían heridos,
dos mujeres y un niño. “La Santa”,
como era conocida popularmente, había zarpado
en las primeras horas de la noche del miércoles
20 del Puerto de Luanco. También salieron
de Luanco esa misma noche otros tres pesqueros más;
uno, desapareció, los otros consiguieron llegar
a Francia.
El
pesquero que aparece registrado con el nombre de “Feliciano
Fiejo” es casi seguro que se trata del “Feliciano
Álvarez Feijoo”, que formaba pareja
con el “Nuevo Álvarez Feijoo”, ambos
de la matrícula de Vigo. Estos dos pesqueros
habían sido capturados un año antes, sobre
las siete de la mañana del día once de
Septiembre de 1936, por el submarino republicano
“C-4” cuando se encontraban a unas 80
millas al norte de cabo Villano, de regreso de los mares
de Irlanda, donde habían estado faenando. Los
dos pesqueros trataron de burlar al submarino, entonces
el “C-4” cañoneó y hundió
al “Nuevo Álvarez Feijoo”, y a continuación,
el comandante del submarino ordenó al patrón
del “Feliciano Álvarez Feijoo”, José
Allú Martínez, patrón de cabotaje,
que con las dos tripulaciones a bordo se dirigiese a
Gijón. Embarcaron a bordo del submarino, en calidad
de rehenes, el capitán que mandaba las dos parejas,
que era el gijonés José Luis Marqués
Álvarez, el patrón Enrique Armada y los
maquinistas Francisco Armada y José Muñiz.
Al día siguiente, el submarino entró en
El Musel y el pesquero capturado quedó amarrado
en el muelle de Liquerica, con la tripulación
a bordo bajo vigilancia armada. Según la información
del diario gijonés “La Prensa”, el
pesquero apresado «llevaba a bordo gran cantidad
de pescadilla, 250 merluzas y setenta cajas de otras
clases de pescado, todo lo cual fue desembarcado y ahora
servirá para el abastecimiento de la población
gijonesa.»
Pues
bien, a bordo de este mismo pesquero, un año
y pico después, consiguieron llegar a Francia
un total de 230 milicianos, una mujer y los siete marineros
de la dotación. El anterior patrón
de este barco y el maquinista José Martínez
fueron sometidos en Gijón, tras la entrada de
las tropas nacionales, a un consejo de guerra sumarísimo
en el que se les impuso la condena de doce y veinte
años, respectivamente, después de que
el fiscal pidiera la pena de muerte para ambos.
Del
“Bayona”, un pesquero de casco hierro
de Ojeda, gemelo del “Abascal”, con el que
formaba pareja, no tengo más información
que su llegada a Saint Nazaire con unas 250 personas
a bordo.
A
las nueve de la mañana del domingo 24 alcanzó
las aguas del puerto de Saint Nazaire el gánguil
de la JOP de Avilés “Sabugo”.
Había salido de la ría avilesina y a Saint
Nazaire arribó procedente del puerto de Palais,
en Belle-Ile, donde había recalado el sábado
por la mañana. Traía a bordo 100 civiles,
30 mujeres y 67 milicianos. Entre estos últimos,
y junto con otros oficiales, se encontraba el mayor
Esteban Errandonea, que tenía a su mando una
división en Asturias. Las autoridades portuarias
ordenaron al “Sabugo” dirigirse al muelle
trasatlántico, donde, una vez atracado, fue,
como en casos anteriores, puesto bajo custodia de la
gendarmería e inspeccionado por personal de la
Marina y del servicio de Aduanas, que recogieron y precintaron
las armas encontradas a bordo. A las once de la mañana,
las autoridades francesas enviaron al buque, para su
reparto entre todo el personal de a bordo, pan, charcutería,
queso, vino y café. Poco más de una hora
después, los milicianos, en perfecta formación
y bajo el mando del coronel Galán, se dirigieron
a tomar un tren especial en el Boulevard Leferme, que
partió a la una en punto con destino a Puigcerdá,
en la frontera catalana, vía Burdeos y Toulouse.
En
la isla de Yeu, después de que no se permitiese
atracar a los tres pesqueros antes mencionados, el
sábado por la tarde lo hicieron otros dos que
venían de Gijón. Se trataba de los pesqueros
“Milagrosa” y “Campanal”, que
llegaron con 304 milicianos, 15 mujeres y 5 niños
en total. Tras las visitas de inspección
y una vez requisadas todas las armas, los 31 heridos,
las mujeres y los niños fueron conducidos al
hospital.
Miguel
de Amilibia, diputado socialista del Frente Popular
por San Sebastián, que estuvo presente en las
evacuaciones de Bilbao y Santander, y que también
le tocó vivir la de Asturias, cuenta, en el citado
libro de los Jiménez Aberásturi, que a
él le había sacado de Asturias Larrañaga
en un pesquero que había custodiado un destacamento
de carabineros. En ese pesquero, uno de los dos que
llegaron a la isla de Yeu, venían junto con
Larrañaga y Amilibia milicianos de los tres batallones
de la brigada vasca que continuó operando en
el frente de Asturias tras la rendición de Santoña,
además del destacamento de carabineros que, como
es lógico, también se embarcó a
bordo.
En
el puerto de Sables d’Olonne entró el viernes
día 23 un pesquero con un total de 70 personas,
de las cuales 62 eran milicianos y los 8 restantes,
mujeres. Este pesquero procedía del puerto
de Luanco y no puede ser otro que “La
Romana”. Como ya he contado, en las
primeras horas de la noche del aquel miércoles
20 de Octubre, zarparon de Luanco un total de cuatro
pesqueros: “Adelina”, “Santa Teresa
de Jesús”, “Aurora” y
“ Romana”. La “Adelina” y “Santa”
iban tripuladas por marineros de Luanco y llevaban,
sobre todo, civiles y milicianos de allí, del
mismo Luanco; la “Adelina” arribó
a Burdeos y la “Santa”, a Saint Nazaire.
Sin embargo, del pesquero “Aurora”, del
que se habían apoderado un grupo numeroso de
milicianos que habían llegado al puerto de Luanco
directamente del frente, nunca más nada se supo,
suponiéndose que naufragó o fue hundido.
Casi
la mitad de los 62 milicianos que llegaron al puerto
de Sables d’Olonne en la “Romana”
venían heridos de diversa consideración.
A falta de otro lugar, fueron conducidos al salón
de baile del pueblo, donde recibieron las primeras atenciones
sanitarias antes de ser evacuados hacia Cataluña
o, en los casos más graves, trasladados en ambulancias
a los hospitales de Nantes y La Rochelle.
Fueron
numerosos los barcos que procedentes de Asturias recalaron
en aguas de la bahía rochelesa, siendo desviados,
una vez autorizado el atraque, hacia la “môle
trasatlantique”, un muelle de reciente construcción
destinado a las escalas de los modernos y veloces transatlánticos
que por entonces hacían la travesía del
Atlántico Norte, entre Europa y Norteamérica,
en menos de una semana. Este muelle estaba, y está,
situado en La Pallice, a la entrada de la bahía,
muy próximo al puente de peaje que salva el canal
que separa la isla de Ré del continente.
Precisamente
a la isla de Ré llegó, según información
que me facilita J.P., el “Goya” con un total
de 500 evacuados.
A
lo largo de la tarde del viernes, arribaron al puerto
de La Rochelle-La Pallice los costeros “Sancho
Panza” y “Zuloaga”, un pesquero llamado
“Norte” y otro vapor llamado “José
Mª Trevilla”. Todos habían salido
de Gijón en las últimas horas del miércoles
20. El “Sancho Panza” partió
del muelle de Fomento con 200 milicianos y un grupo
numeroso de mujeres y niños que rondaba el medio
centenar a bordo; según otros testimonios, en
ese vapor no iba ninguna mujer, y si no había
mujeres, pues tampoco habría niños. En
el “Zuloaga” consiguieron hacer la travesía
y ganar la costa francesa 287 milicianos y 168 civiles
(otras fuentes, 450p.); del total de evacuados de este
buque, unos 200 estaban heridos. Los pasajeros de los
tres navíos fueron inmediatamente aprovisionados
de pan y charcutería. El “Norte”,
nada más desembarcar a 22 milicianos, alguno
de ellos también herido, recogió en el
puerto unos pilotos conocedores de aquellas costas y
se hizo de nuevo a la mar en ayuda de un pesquero español
señalado en apuros por el semáforo de
la punta de las Ballenas, en la isla de Ré.
En el “José Mª Trevilla” llegaron
a Francia unos 700 evacuados.
Hacia
las diez de la noche del viernes, varios pescadores
rocheleses comunicaron a las autoridades que acababan
de conducir hasta la Tour de la Chaine varias lanchas
de pesca que habían encontrado a la deriva en
alta mar, con alrededor de un centenar de refugiados.
El prefecto Giacobbi autorizó a desembarcar a
los refugiados, que fueron conducidos a la sala de L’Oratoire,
donde se les sirvió una comida caliente y pudieron
acostarse a dormir. Quizás se tratase, entre
otros, de dos pesqueros llamados “Ebro nº
2” y “Ebro nº 3”, que llegaron
a La Pallice con un centenar de refugiados cada uno.
El
sábado a mediodía, las autoridades rochelesas
estimaban que habían desembarcado un total de
1.800 refugiados de los doce barcos procedentes de Asturias.
A todos se les había suministrado comida y bebida,
mientras que el armamento que traían consigo
fue reunido y depositado en el Arsenal con la ayuda
de aduaneros, gendarmes y artificieros.
El
pesquero “Carreño”, que llevaba a
bordo 80 milicianos, 4 mujeres y un niño (o/f
117p.), se encontraba el viernes al mediodía
sin víveres, falto de combustible y sin rumbo.
Fue entonces cuando avistó a otro pesquero y
aproó hacia él. Se trataba del rochelés
“Les Baleines”, que se encontraba faenando
a unas noventa millas de puerto. El pesquero “Les
Baleines” suspendió la pesca y, después
de recoger las artes, dio remolque al “Carreño”
y lo condujo al puerto de La Pallice, donde llegaron
sin novedad. Dos días después, el
lunes 26, a petición de los armadores de “Les
Baleines”, el “Carreño” fue
embargado por las autoridades marítimas, quedando
retenido en el puerto de La Pallice.
También
fue a parar a aguas de la rada de La Rochelle-La Pallice
el pesquero “José-Elisa”, que el
domingo 24, por la mañana, arribó con
55 milicianos y 5 mujeres a bordo.
Ese
mismo domingo, cuando se dieron por finalizadas
las operaciones de desembarque de los vapores y pesqueros
llegados hasta entonces a La Rochelle-La Pallice, tuvo
lugar la repatriación del grueso de los milicianos,
unos mil cien en total, quedando en la ciudad solamente
los heridos más graves, que permanecían
ingresados en el hospital Saint Louis. El viaje hasta
Cerbère lo hicieron en dos trenes, que salieron
de La Rochelle a las tres y a las cuatro de la tarde,
respectivamente. Como se ve, las cifras oficiales sobre
el número de evacuados tampoco coinciden.
Un
último contingente de refugiados procedentes
de Asturias que llegó a aguas rochelesas, lo
hizo a bordo de un crucero de la Royal Navy, el “Southampton”.
En el “Southampton” estaba el contralmirante
inglés que mandaba la patrulla naval británica
encargada de vigilar el cumplimiento de los acuerdos
del Comité de No Intervención, o de lo
que quedaba de él, en el Cantábrico.
En el momento de producirse el derrumbamiento del Frente
Norte y la huida masiva por mar de las fuerzas republicanas,
el “Southampton” se aguantó un tiempo
fuera de las tres millas, frente a las costas asturianas
junto a los dos destructores que le daban escolta. Después,
dejó a los destructores que continuasen con la
vigilancia y se dedicó a patrullar por el
Cantábrico y el golfo de Vizcaya a la búsqueda
de naúfragos, auxiliado eficazmente en esas tareas
tan humanitarias por el pequeño hidroavión
que llevaba a bordo.
Cuando
en la noche del martes 26 al miércoles 27 el
“Southampton” fondeó en la bahía
de La Rochelle, traía a bordo 280 milicianos,
8 mujeres y 2 niños, recogidos todos ellos en
alta mar y que, de no haber sido por el barco de guerra
inglés, seguramente hubieran perecido. Estos
naufragos se encontraban a bordo del pesquero de altura
“Mary-Tere”, que con la máquina totalmente
inutilizada, navegaba con un velamen de fortuna improvisado
con los cobertores y trozos de lona de los “coys”
que había a bordo.
Los
vigías del “Southampton” creyeron
en un principio que se trataba de un pecio, de una especie
de navío fantasma, porque no se veía a
ningún ser humano a bordo. Fue necesario que
el acorazado inglés mostrase el pabellón
británico para que a bordo del “Mary-Tere”
se viera aparecer una cabeza que al poco volvió
a ocultarse.
Transcurrieron
unos segundos y, como por ensalmo, una masa asombrosa
de gente afloró a la cubierta, abarrotándola
y provocando un estruendo con sus exclamaciones de alegría.
Había pasado lo de siempre, que los del “Mary-Tere”,
al descubrir la columna de humo del crucero inglés,
en lo primero que pensaron fue en el “Cervera”,
así que corrieron a ocultarse en el interior
del pesquero y allí permanecieron hasta que el
marinero que vigilaba vio la bandera inglesa y lo anunció
al resto de sus compañeros de odisea.
Una
vez a bordo del “Southampton”, se les dio
a los náufragos una comida caliente, el primer
alimento que probaban en cuatro días. Los
milicianos fueron obligados a arrojar todas sus armas
a la mar y antes de continuar rumbo hacia La Pallice,
el “Mary-Tere” fue hundido a cañonazos.
El “Mary-Tere” había sido militarizado
y durante la guerra prestó servicios como patrullero.
El
“Southampton” arribó a la rada de
la La Rochelle-La Pallice a las diez de la noche del
mismo martes, pero los casi tres centenares de españoles
permanecieron a bordo hasta la mañana siguiente.
Los primeros en ser desembarcados fueron los heridos,
las mujeres y los niños, hasta un total de 90
personas, que fueron transbordadas al remolcador “Qui
Vive” y conducidos a los muelles. El resto, antes
de ser llevado a tierra, pasó al vapor inglés
“Celerol”, a cuyo costado se encontraba
abarloado el “Southampton” repostando combustible.
Una
vez todos en tierra, siguiendo las instrucciones de
las autoridades de la Charente-Inferior, se les suministraron
comidas calientes y los heridos graves, 7 en total,
fueron ingresados en los hospitales; el resto subió
a un tren especial que partió hacia la frontera
con la España republicana poco después
del mediodía.
La
prensa rochelesa, incluida la conservadora, hizo un
reconocimiento expreso del buen comportamiento de los
asturianos y de la ausencia de incidentes dignos de
mención, pese a la insólita circunstancia
de la afluencia masiva de combatientes extranjeros armados.
Para el semanario “La Gazette d’Aunis”,
«estos asturianos tienen bastante buena presencia.
Acostumbrados desde hace meses a la escasez y las privaciones,
sabían esperar pacientemente por los víveres
que se les distribuían. No hay que olvidar
que eran los mejores soldados al servicio de la España
roja y que mostraron siempre un coraje delante del cual
todo el mundo debería descubrirse.»
En
la costa occidental de la isla de Olerón naufragó
otro pesquero que venía de Asturias cargado de
milicianos y civiles. Se trataba del “San José”,
que había salido de Avilés y, falto de
combustible, terminó su viaje embarrancando en
un lugar denominado “Les Hutte”, próximo
a St. Denis de Olerón. En las primeras horas
de la mañana del domingo 24, la marejada, con
la pleamar, le hizo zozobrar y el centenar largo de
personas que permanecían a bordo hubo de ganar
la orilla en medio de un fuerte oleaje y con el agua,
literalmente, llegándoles al cuello. No se sabe
con exactitud el número de víctimas, pero
las diferentes informaciones aparecidas en los periódicos
de esas fechas hablaban de una veintena de desaparecidos.
En los días siguientes, al menos siete cadáveres
fueron recogidos a lo largo de la costa.
La
travesía del “San José” debió
de ser espantosa. Salieron de Avilés a la
aventura, sin ningún marinero a bordo y prácticamente
sin víveres ni agua potable, y con el combustible
escaso. Después de dos días de navegación,
estuvieron otro vagando por la mar, sin rumbo, en medio
de una fuerte tempestad y con dos cadáveres
a bordo. Uno de ellos era el de una chica de unos
dieciocho años que había caído
a la mar a consecuencia del excesivo número de
personas que abarrotaban la cubierta del pesquero. Cuando
pudo ser recogida de las aguas, ya estaba muerta. El
otro cadáver era de un hombre que, desesperado,
se había suicidado pegándose un tiro.
Un teniente de milicias enloqueció a consecuencia
de los tensos momentos vividos a bordo y cuando
se vio en tierra, lo primero que hizo fue correr a internarse
en el bosque, donde permaneció oculto hasta que,
un día más tarde, fue hallado por patrullas
de la gendarmería y de gentes del lugar, tendido
en el suelo y completamente extenuado, incapaz de articular
una sola palabra. Este teniente fue enviado a la vecina
Rochefort e ingresado en un hospital.
El
centenar de personas que consiguió llegar a tierra
y sobrevivir al naufragio del “San José”
fueron rápidamente socorridos en St. Denis, donde
la población les dio albergue, comida y ropa
seca, a la espera de que desde la sub-prefectura
de Rochefort se tomasen las disposiciones adecuadas
para pasarlos al continente. Siguiendo las instrucciones
de la alcaldía, les condujeron a la colonia de
vacaciones de la Abbaye de l’Ormeau, donde se
les suministró la comida del mediodía.
La inmesa mayoría de los naúfragos eran
milicianos, pero se contaban también algunos
civiles y tres mujeres con algunos niños. Hacia
las tres de la tarde partían hacia Barcelona,
vía Rochefort, en tres autobuses. Dejaban
atrás cinco muertos que fueron enterrados en
una fosa común, aparte de los cadáveres
que irían apareciendo por la costa en los días
siguientes.
El
costero Sancho Panza, de Suardíaz,
de 200 TRB, zarpó de Gijón y arribó
a La Rochelle. (C.M.A.)
La
flotilla más numerosa de barcos con refugiados
huidos de Asturias en la tétrica noche del miércoles
20 fue la que llegó a Burdeos. Bueno,
a Burdeos propiamente dicho, no, que ya las autoridades
francesas se encargaban de desviarlos antes hacia los
tingladillos portuarios de los pequeños pueblos
de la orilla izquierda de la Gironda, próximos
a la desembocadura. En general, mercantes y pesqueros,
según llegaban, permanecían primero fondeados
en Le Verdon y después,
a tenor de las disponibilidades, iban siendo enviados
hacia Pauillac, un pueblecito situado a unos
treinta kilómetros del centro de Burdeos. En
casos excepcionales, cuando el número de heridos
a bordo era elevado, se autorizaba a los buques a subir
hasta la zona de Bassens, donde estaba atracado el
trasatlántico español “Habana”,
el mismo que había participado en la evacuación
de Bilbao y que ahora había sido reconvertido
en barco-hospital.
El
adelantado de la evacuación en aguas de la gran
ría bordelesa no fue, sin embargo, ni un pesquero
ni un mercante, sino un antiguo velero motor llamado
“Rubio”. El “Rubio” se encontraba
cargando cajas de sidra champanada en la ría
de Villaviciosa cuando fue asaltado por un grupo de
milicianos en retirada y su patrón conminado,
bajo la amenaza de las armas, a zarpar y poner rumbo
a Francia. El “Rubio” llegó a la
Gironda el jueves 21, y sobre las tres de la tarde fue
autorizado a atracar en los pontones de Pauillac-Trompeloup.
En esa embarcación consiguieron forzar el bloqueo
y realizar sin contratiempos la singladura 124 milicianos
y una miliciana (o/f 130p.). En el detalle de los aduaneros
franceses en el que se consigna el armamento intervenido
figuran 3 fusiles ametralladores, 2 metralletas, 50
fusiles de guerra y otros 3 de caza, y 160 revólveres
automáticos.
El
viernes 22, poco después del mediodía,
atracaban escalonadamente en los muelles de madera de
Pauillac-Trompeloup dos mercantes ingleses, otros dos
españoles, un remolcador, tres pesqueros y dos
motoras, todos con milicianos y civiles. Los dos
mercantes ingleses eran el “Bramden”,
con 250 evacuados, y el “Stangrove”;
el “Stangrove” había zarpado de
Gijón en la mañana del miércoles
20 con 706 personas a bordo (o/f 600p.), en su mayoría
mujeres, niños y hombres no combatientes que
huían de la ciudad. Parte de la dotación
del “Císcar” y del “C-6”
evacuó de Gijón en este buque. Detenido
y apresado en la mar por un bou armado nacionalista,
ya hemos visto como solamente la dedicidida intervención
del “Southampton” pudo impedir que
fuese apresado e internado en un puerto nacionalista
con su tripulación y pasaje. Los mercantes españoles
eran los costeros “Cervantes” y “María
Santiuste”; el “Cervantes” había
salido de Gijón, con 291 personas (o/f 300p.)
y en el “María Santiuste”, procedente
también de Gijón, venían 639 evacuados
(o/f 542p.; 650p), de ellos, 50 estaban heridos, 50
eran mujeres y había 10 niños.
El
remolcador “Plutón”, de la JOP de
Avilés, procedía del puerto de Gijón
y traía a bordo 184 personas, entre ellas, parte
de la tripulación del “Císcar”
(o/f 220p). De los tres pesqueros, he podido averiguar
que uno de ellos era el “Adelina”, que
había salido de Luanco con 33 hombres, 3 mujeres
y un muchacho; otro debía de ser el “Victoria”,
que hacía de remolcador, procedente de Gijón,
con 30 evacuados (o/f 13p.); el tercero podría
ser el “Justiniano”, un pesquero gallego
que hizo de dragaminas en las Fuerzas Navales del Cantábrico,
procedente de Gijón con 56 personas. Las
motoras que se mencionan quizás fuesen la
L-1, perteneciente a la Marina de Euzkadi y transferida
en Agosto a las Fuerzas Navales del Cantábrico,
en Santander; se trataba en realidad de un pesquero
de Motrico que, ya en Gijón, según me
comunica J. P., fue el encargado de remolcar al submarino
C-6 el 20-10-37 para hundirlo en alta mar. Esta motora
llegó a Francia con 5 personas y patroneada por
León Aguirregomezcoa Mancisidor, de Motrico.
La otra motora podría ser la V-7 (ó
17), que era una lancha guardapesca de la Marina Mercante
que llegó a Pauillac, al parecer, con los fondos
del EM de las Fuerzas Navales del Cantábrico.
El
mismo viernes 22, a la una de la tarde, llegaba a Le
Verdon el torpedero gubernamental “Nº 3”
que había salido del puerto de El Musel con Valentín
Fuentes, jefe de la Marina; al coronel Prada, jefe del
Ejército; sus respectivos estados mayores, y
parte de la dirección del PCE a bordo. En total,
venían 90 personas, de las que 38 pertenecían
a la tripulación. El torpedero “Nº
3” llegó a Le Verdon muy averiado y tuvo
que ser remolcado hasta Pauillac por el torpedero francés
“Vauquois”. Este torpedero “Nº
3” terminaría sus días en Francia,
donde fue desguazado.
Hacia
el mediodía del sábado, el pesquero “Alfredo”,
procedente de Gijón (o/f. Avilés), arribaba
a Royan con 215 milicianos y oficiales gubernamentales
(o/f. 200p; 400p.), varios de ellos, heridos. Tras
entrevistarse con las autoridades marítimas,
partió de nuevo hacia Le Verdon, población
situada en la otra orilla de la Garona, frente a Royán.
Los
vapores ingleses “Hillfern” y “Bramhill”,
que habían fondeado el viernes en Le Verdon,
fueron autorizados el sábado a remontar la Garona
hasta los pontones de Pauillac. En el “Hillfern”
llegaron 300 evacuados y en el “Bramhill”
otras 598 personas.
La
noche del viernes al sábado se calcula que llegaron
a Le Verdon una docena de pesqueros y vapores con refugiados
procedentes de Asturias. Yo creo que, como media,
en cada pesquero vendrían unas cien personas,
milicianos en su inmesa mayoría, pero también
mujeres, niños y hombres en edad no militar.
Entre estos pesqueros se encontraban los llamados
“San Félix”, “Fortunato”,
“Manuela”, “Alonso” (o “Alfonso”),
“Musel”, “María Elena”,
“San José”, “Marona-L”
y “Fontana”. Al mediodía
del sábado se les dio la orden de remontar hacia
los tinglados portuarios de Pauillac-Trompeloup, a donde
llegaron en las primeras horas de la tarde, comenzando
entonces a desembarcar todos los refugiados que traían
a bordo. Solamente el “María Elena”,
por el elevado número de heridos que traía,
recibió autorización para subir aguas
arriba, hasta Bassens, casi frente por frente de Burdeos,
y transbordar los heridos al buque hospital “Habana”.
A
bordo del “María Elena” llegó
a Francia Javier Bueno, el director del periódico
socialista “Avance”. El “María
Elena” era un costero de casco de hierro de unas
500 Tm., que el día 20 estaba atracado en el
Muelle de Oriente de Gijón, frente a las tiendas
que vendían lonas; debió de zarpar aprovechando
la pleamar de la madrugada del 20 para el 21, que era
a las 3h. 40m. Es muy probable que, dada la proximidad
del palacio de Revillagigedo, donde entonces había
un hospital militar, muchos de los heridos que allí
se encontraban trataran de huir embarcándose
en los pesqueros y vapores que se aprestaban a zarpar
del Muelle. Según los últimos datos
que me fueron facilitados por J. P., en el “María
Elena” llegaron a Francia 1.800 personas (o/f.
2.000 p.), de las cuales unas 800 venían heridas.
El
periodista y escritor Cabezas, que era uno de los redactores
de “Avance” en esa época, cuenta
en su libro sobre la guerra civil todos los avatares
que les tocó vivir a él y al resto de
la redacción del periódico socialista.
Parece ser que en la mañana del miércoles
20 habían mantenido una reunión con Javier
Bueno, el director, para preparar la evacuación.
Siguiendo las instrucciones recibidas, el director les
citó a todos de nuevo a las siete de la tarde,
en el local del periódico, para salir desde allí
todos juntos en los coches hacia El Musel, donde embarcarían
en el barco designado. ¿Sería éste
el torpedero “Nº 3”? Cabezas no lo
aclara, aunque lo sugiere. El caso es que cuando llegaron
las siete de la tarde, el que no aparecía en
la redacción era, precisamente, Javier Bueno,
el director. Preocupados por la tardanza, uno de ellos
fue a ver si le encontraba en casa y, efectivamente,
allí estaba. Lo que había ocurrido era
que, ante el temor de que los milicianos del frente
se presentasen en Gijón, los del torpedero
“Nº 3” adelantaron la hora de salida
para las cuatro de la tarde y se fueron. Javier Bueno,
aunque recibió el aviso, se negó a partir
dejando al resto del personal del periódico en
la estacada. No solamente eso, sino que también
se preocupó de asegurarles una plaza en el “María
Elena”, que estaba en el Muelle y tenía
previsto zarpar de madrugada. Al enterarse el resto
de la redacción, resolvieron no esperar más,
sino partir inmediatamente a pie hacia El Musel y embarcar
donde pudiesen. Por el camino tuvieron que abandonar
a un compañero de redacción que era cojo
y no podía seguirles el paso. Llegados a El Musel,
el grupo consiguió meterse en el “Mont
Seny”, un viejo carguero de casco de madera.
Uno de ellos, el famoso Ovidio Gondi, cambió
en el último minuto de bordo y se pasó
a un pesquero. El resultado final fue que solamente
consiguieron llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio
Gondi. El “Mont Seny” fue capturado por
los buques de la Armada de los nacionales y conducido
a Ribadeo y después a Ferrol. Los
prisioneros pasaron al campo de concentración
de “Camposancos”, en la provincia
de Pontevedra, a la espera de ser sometidos a consejos
de guerra sumarísimos.
Pero
volviendo de nuevo a las aguas de la Gironda, en el
pesquero “Alonso” llegaron 255 personas
procedentes de Avilés; en el “Manuela”,
254 de Gijón, y en el remolcador de la JOP de
Gijón “Musel”, 40 evacuados. El “San
José” era un dragaminas santanderino perteneciente
a las Fuerzas Navales del Cantábrico, que hacía
pareja con el “San Antonio”; había
salido de Gijón patroneado por Antonio Suárez
Barbazán y también consiguió ganar
la costa francesa.
El
lunes 25, por la mañana, llegó a Le Verdon
el mercante inglés “Stanleigh”, con
19 refugiados recogidos en la mar frente a Asturias,
refugiados que desembarcó en Pauillac. Los
cuatro barcos ingleses que habían recalado en
aguas bordelesas transportando evacuados asturianos,
el “Hillfern”, el “Bramhill”,
el “Stanleigh” y el “Stangrove”,
después de desembarcarlos en Pauillac, remontaron
hasta Bassens para aprovisionarse de combustible y avituallarse
de víveres. Finalizadas esas operaciones, zarparon
de nuevo hacia las costas españolas bajo dominio
republicano, que eran ya las del litoral mediterráneo.
La
primera unidad de la improvisada flotilla de evacuación
asturiana que hizo su aparición en aguas de la
bahía de Arcachón, se había anticipado
también a la huida general de Gijón y
había salido de ese puerto un día antes,
el 19, hacia las ocho de la noche. Se trataba de la
lancha de “Salvamento de Náufragos”,
que el jueves, a las doce y cuarto de la mañana
ganaba el abrigo del puerto de Arcachón con 17
personas a bordo, entre las cuales había una
mujer, un hombre de 56 años y un chico de 16,
perteneciendo los 14 restantes a la tripulación.
En sus declaraciones manifestaron haber dejado la ciudad
de Gijón envuelta en llamas a consecuencia de
los bombardeos de la aviación y haber sido perseguidos
por dos barcos nacionalistas hasta el límite
de las aguas territoriales francesas.
Una
lancha de vigilancia costera llamada “Mitote”,
que había zarpado de Gijón en la noche
del 20 al 21, arribó al puerto de Arcachón
a las 9 de la mañana del viernes. A excepción
de dos refugiados civiles, las otras 38 personas que
venían a bordo eran marinos de las Fuerzas Navales
del Cantábrico, 29 de los cuales, incluido
algún oficial, pertenecían a la dotación
del destructor “Císcar”, de
donde habían sido recogidos al ser hundido éste
por uno de los últimos bombardeos de la aviación
nacionalista al puerto de El Musel. Hasta las diez y
media de la noche no se les autorizó a desembarcar,
siendo entonces instalados en un hangar situado en el
número 6 de la Coste, en el cual pasaron la noche.
Uno de los marinos, que venía herido, fue evacuado
en una ambulancia al hospital Saint André de
Burdeos. Según J. P. la lancha “Mitote”
era la antigua “Sogalinda”, de la
matrícula de Bilbao, que pertenecía a
la condesa de Zubiría.
En
la mañana del sábado 23, atracaba en los
muelles del puerto de Arcachón el remolcador
“Gaditano”, de la J.O.P. de El Musel, con
130 milicianos y 49 civiles. Entre los evacuados había
4 oficiales, 23 militares y 61 guardias de Asalto.
En
los días siguientes, tres pesqueros franceses
entrarían en Arcachón trayendo cada uno,
a remolque, otro pesquero español con refugiados
de Asturias. Las primeras noticias partieron de
la Radio Marítima de Arcachón que recibió
el domingo, a las ocho y media de la mañana,
un primer mensaje del pesquero francés “Princesse
Marie-José”, en el que comunicaba que
había recogido un barco español a la deriva
con refugiados a bordo, que carecía por completo
de carbón, agua y víveres. Se trataba
del pesquero “Aralarco-Mikel-Duna”, en
el que venían un total de 49 personas. El
“Princesse Marie-José” pertenecía
a las Pêcheries Cameleyre y estaba mandado por
el patrón Causac. A pesar del mal estado de la
mar, los marineros franceses consiguieron embarcar a
su bordo a la totalidad del pasaje y tripulación
que venían en el pesquero español, y traer
a éste a remolque hasta Arcachón, en cuyo
puerto entraron el domingo con la marea de la tarde.
En
la tarde de ese mismo domingo 24 de Octubre, arribaba
a Arcachón el pesquero francés “Le
Soufleur”, con 36 refugiados a bordo y el pesquero
“Nueva Balbina” a remolque.
El
“Aralarco-Mikel-Duna”, de Candás,
y el “Nueva Balbina”, de Avilés,
habían partido los dos en la noche del 21 de
Bañugues; el “Aralarco” traía
a bordo 38 milicianos y 11 civiles; entre los militares
había un oficial y diez milicianos que venían
heridos, y entre los civiles, dos mujeres. En el “Nueva
Balbina” venían 9 milicianos y 27 civiles.
Una vez en el puerto, fueron desembarcados rápidamente,
ya que estaban totalmente extenuados. Se les buscó
alojamiento y se les suministraron alimentos y comidas
calientes. Diez heridos graves fueron enviados en ambulancias
hacia Burdeos; nueve de ellos ingresaron en el barco-hospital
español “Habana” y el otro,
en el hospital “Saint André”.
El
lunes, a las seis de la tarde, 73 refugiados partían
de Arcachón en autocar hacia Burdeos, donde,
por ferrocarril, continuarían viaje hacia Cerbère,
en la frontera francesa con Cataluña.
En
el torpedero Nº 3 llegó a Francia
la cúpula militar del
ejército de Asturias y otras personalidades.
(Museo Naval. Madrid)
Ese
mismo lunes 25, a las ocho de la mañana, llegaba
al puerto de Arcachón el pesquero francés
“Alcyon” con otro pesquero español
a remolque. El pesquero español aparece citado
con el nombre de “Madalia de Cantas” (sic)
que, procedente de Gijón y con 176 personas a
bordo (o/f 170p.), fue encontrado en apuros al Oeste
de La Coubre. No he podido encontrar en ningún
registro o lista de buques ningún pesquero con
ese nombre. Lo más probable es que haya un error
y en realidad se trate del “Natalia”,
de Candás, propiedad de Cipriano Cuervo.
Los refugiados fueron conducidos a los muelles de madera
de Eyrac, y después de las correspondientes visitas
de las autoridades de Marina y de los servicios aduaneros,
una vez requisado el armamento, fueron autorizados a
desembarcar. Los autocares que les aguardaban les trasladaron
hasta las antiguas instalaciones Chevillet, donde se
les sirvió comida caliente y se les suministró
ropa seca. Los ocho heridos que había entre ellos
fueron atendidos de urgencia allí mismo, y a
continuación, enviados en una ambulancia a un
hospital de Burdeos. El resto de los refugiados fue,
así mismo, conducido posteriormente a Burdeos
para su repatriación por ferrocarril.
J.
P. me facilita la información de la llegada al
puerto de Arcachón el viernes 22 de la motora
“Loly” procedente de Gijón. Traía
a bordo un total de 38 personas, 29 de las cuales eran
marinos de la dotación del “Císcar”,
encontrándose entre ellos el propio comandante
del destructor, Antonio Castro Izaguirre, y uno de los
oficiales, llamado Antonio Fernández. Resulta
sorprendente que el comandante del “Císcar”
no viajase en el torpedero “Nº 3” con
el jefe de las Fuerzas Nacionales del Cantábrico.
Por
último, un pesquero procedente de Gijón
llegó a San Juan de Luz a la una de la tarde
con 25 hombres a bordo, uno de ellos casi un niño
(o/f 38p). Habían empleado treinta y seis
horas en realizar la travesía y, una vez desembarcados,
se les suministraron alimentos y bebidas. Por la tarde,
fueron conducidos al tren en el que partieron hacia
Barcelona, vía Perpiñán.
El
lunes 25, a primeras horas de la mañana, surcaban
las aguas de la rada de San Juan de Luz dos pesqueros
procedentes de Avilés con un total de 223 milicianos
a bordo (o/f 400p.). Los milicianos no fueron autorizados
a desembarcar hasta que el armamento que portaban hubo
sido requisado y precintado por las autoridades francesas.
Las armas eran de una gran variedad y múltiple
procedencia, las había incluso alemanas, y fueron
depositadas en los almacenes de las Aduanas bajo la
vigilancia de un destacamento de la Guardia Móvil.
Los milicianos fueron reavituallados y los que precisaban
atención médica fueron conducidos al dispensario
de las Soeurs de la Charité, donde recibieron
los cuidados necesarios. A continuación, fueron
conducidos al Ayuntamiento, en cuyas inmediaciones se
agolpó una gran muchedumbre. A las ocho y media
de la tarde partieron por ferrocarril hacia Cerbére.
Por
otra parte, no quiero dejar de mencionar aquí
dos referencias que tengo respecto a los barcos de la
evacuación. La primera es que según una
fuente, uno de los pesqueros que consiguió salir
de Avilés y llegar a Francia, se llamaba “San
Luis”, sin embargo, no he podido localizar
el puerto francés al que arribó ni averiguar
cuántas personas llevaba a bordo. La segunda,
se refiere a la draga del puerto de Avilés llamada
primero “Elshout”; durante la guerra,
“Manolín Rodríguez”, en homenaje
al primer miliciano de Avilés muerto, y después
de la guerra, “Alvargonzález”, en
recuerdo del que fuera ingeniero director de la JOP
de Avilés, que había sido fusilado por
los rojos. Se trataba de una draga de succión
construida en Holanda en 1919, de casco de acero y 500
Tm. de desplazamiento. Esa draga, la noche de la evacuación,
intentaron sacarla de Avilés cargada de gente
y sin marineros a bordo, embarrancando en la escollera,
frente a La Maruca, donde terminó el viaje.