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  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Digo
    barcos y voy a empezar hablando de aviones, porque se
    puede decir que los mensajeros de la gran huida que
    iba a tener lugar en Asturias llegaron a Francia, no
    por mar, sino por aire. Se trataba de los pilotos, algún
    mando de la aviación republicana y los asesores
    soviéticos que, con los aviones disponibles,
    consiguieron ganar el aeródromo francés
    de Biarritz-Parme.

    El
    miércoles día 20 de Octubre, por la mañana,
    debieron de despegar del aeropuerto de Carreño
    cinco aviones. Según lo que he podido averiguar,
    se trataba de un avión de observación
    de fabricación checa con dos personas; tres cazas,
    uno de los cuales era un “Mosca”,
    llevando cada uno también dos personas, y un
    “Farman” con otras seis personas
    más. No está claro si el avión
    de la compañía “Air Pyrinées”,
    encargado de la línea de viajeros y del transporte
    del correo entre Asturias y Francia, que era el que
    normalmente utilizaban las autoridades asturianas y
    los rusos cuando precisaban salir de Asturias, había
    despegado el martes 19 por la tarde o el mismo miércoles
    por la mañana. En el avión de “Air
    Pyrinées”, a tenor de las informaciones
    de la prensa francesa, llegaron a Biarritz un general
    y tres oficiales rusos.
    Seguramente, estos asesores
    rusos son los mismos a los que se refiere Ramón
    Álvarez en su entrevista, cuando dice que acudieron
    a despedirse de Belarmino Tomás y a ofrecerle
    una plaza en el avión.

    Hay
    que recordar que los asesores militares soviéticos
    tenían órdenes estrictas de su gobierno
    de encontrarse siempre fuera del alcance de la artillería
    enemiga, medida con la que se pretendía evitar
    que en ningún caso pudieran ser hechos prisioneros.

    Uno
    de los cazas que salieron de Carreño, cuando
    sobrevolaba ya la costa francesa, perdió contacto
    con el resto al atravesar unos bancos de niebla y tuvo
    que realizar un aterrizaje de emergencia en una playa
    próxima a Capbretón. Iban en ese
    avión los sargentos pilotos Miguel de Diego
    y José Martínez
    , que salieron indemnes.
    No así el avión, un modelo de marca inglesa
    con motor de 450 HP, del que solamente se pudieron retirar
    las ametralladoras antes de que fuera alcanzado por
    las olas. Al día siguiente, pudo ser recuperado,
    aunque con grandes daños, siendo transportado
    en un camión al aeródromo de Biarritz-Parme.
    Los jóvenes pilotos declararon que habían
    recibido la orden de refugiarse en Francia a las 8h.
    45m. de esa misma mañana, toda vez que, según
    el jefe de la escuadrilla, en Gijón, las autoridades
    ya no controlaban la situación, «desarrollándose
    violentos combates en el interior de la ciudad entre
    gubernamentales y anarquistas». Sin comentarios.

    La
    misma tarde del miércoles 20, el avión
    de “Air Pyrinées” despegó
    del aeródromo de Biarritz con destino a Gijón,
    pero tuvo que regresar sin poder conseguirlo. Los mandos
    rusos, en el momento de despedirse de Belarmino Tomás,
    se habían comprometido a enviar tres aviones
    para que pudiesen evacuar en ellos las principales autoridades
    republicanas.

    La
    compañía aérea “Air Pyrinées”
    se había creado al iniciarse la Guerra Civil
    con aportaciones de capital del gobierno español,
    del gobierno vasco y de los rusos, aunque parece ser
    que eran estos últimos los que la controlaban
    de una manera efectiva.
    Operaba  desde
    el aeródromo de Biarritz-Parme con pilotos y
    aviones franceses, enlazando las capitales del Norte
    republicano con el resto de la España gubernamental,
    previa escala en Francia. Los pilotos eran los franceses
    Dary, Lebeau, Laporte y Gally, que vivían con
    sus familias en las proximidades del aeródromo.
    Los vuelos, además de todos los riesgos de la aviación
    de aquella época, incluían los propios
    de volar a zona de guerra, incluyendo la posibilidad
    de ser derribado. Así ocurrió con el avión
    de “Air Pyrinées” que el 8 de
    Septiembre se dirigía a Gijón y fue derribado
    por aparatos nacionalistas a la altura de Ribadesella,
    pereciendo el piloto, el francés Abel Guidez,
    y resultando herido el copiloto
    . Abel Guidez había
    sido uno de los primeros pilotos voluntarios llegados
    de diferentes países del mundo que formaron la
    escuadrilla “España”, mandada por el
    escritor francés, premio Goncourt, André
    Malraux
    . Esta escuadrilla se encargó de la
    defensa de los cielos de Madrid frente a los bombardeos
    de la aviación legionaria alemana e italiana.
    Al crearse la compañía “Air Pyrinées”,
    Abel Guidez fue nombrado subdirector de la misma. Como
    compensación por el riesgo, se decía que
    los pilotos tenían asignado un sueldo mensual
    de 50.000.- francos.

    El
    jueves 21, al día siguiente de su llegada, despegaban
    del aeródromo de Biarritz-Parme los dos aviones
    de caza y el de observación con destino a Barcelona,
    vía Pau.

    Ese
    mismo jueves, hay otra noticia referente a la aviación
    republicana del Norte; se trata del aterrizaje en
    Cazaux, cerca de Arcachón, de un avión
    procedente de Gijón
    , en el que viajaban el
    piloto, un mecánico y un observador. Si no está
    equivocada la fecha, este avión habría
    despegado del campo de Carreño venticuatro horas
    después que el resto y cuando ya la entrada de
    las tropas nacionales en Gijón era inminente.

    De
    vuelta de las nubes al mar, a los barcos que huyen de
    los últimos puertos republicanos de Asturias
    y consiguen llegar a Francia, que es de lo que trata
    este capítulo, he creído más conveniente,
    para llevar un poco de orden, organizar el relato siguiendo
    un criterio geográfico de Norte a Sur de la costa
    Atlántica francesa. Es decir, que empiezo por
    el puerto francés más septentrional al
    que tengo constancia de que llegasen por vía
    marítima refugiados de Asturias en esas fechas
    de finales de Octubre del 37, y voy descendiendo hacia
    el Sur, para finalizar en el más meridional de
    ellos: San Juan de Luz.

    En
    cada puerto, menciono el nombre del buque o embarcación,
    la fecha de su llegada, el número de evacuados
    que traía a bordo y el puerto asturiano del que
    procedía. Claro está, siempre y cuando
    haya podido averiguarlo. En muchas ocasiones tendré
    que limitarme a la parquedad descriptiva de «un
    vapor» o «un pesquero» porque me ha
    sido imposible averiguar más detalles.

    Es
    más que probable que falten algunas embarcaciones,
    pero hay que darse cuenta que en la huida se utilizó
    cualquier cosa que flotase, desde un mercante a una
    draga, desde un bou a una lancha del abareque. Me viene
    ahora a la memoria la historia que me contaron de un
    pescador, creo que de Avilés, que salió
    él solo en una lanchina de motor. Estuvo tres
    o cuatro días navegando bien pegado a la costa.
    Cuando veía algún barco de los nacionales,
    paraba el motor y hacía como que estaba pescando.
    Y así, poco a poco, pues consiguió llegar
    a Francia. Lo más probable es que no quedara
    reflejada en ninguna parte la entrada de una lancha
    con un pescador. Y como este caso, tantos otros, por
    no hablar de los que naufragaron o fueron hundidos y
    nunca más se volvió a saber nada de ellos.
    Una posibilidad de comprobación podría
    haber sido por medio del asiento de cada buque o lancha
    en el Registro de Buques de cada Capitanía Marítima,
    pero en todos los que he visto, no hay referencia alguna
    a la recuperación del buque o lancha por sus
    propietarios en puerto francés al terminar la
    guerra, pese a que todas estas embarcaciones que llegaron
    a Francia quedaron retenidas, algunas embargadas por
    los pescadores franceses que las recogieron en alta
    mar, y no empezaron a ser devueltas hasta finales de
    1939. En cualquier caso, tanto la fecha de llegada como
    el número de evacuados debe entenderse como aproximado,
    pues muchas veces no concuerdan las distintas fuentes
    al ser cotejadas entre sí.

    A
    Douarnenez, puerto pesquero situado en la rada de Brest,
    llegaron el viernes día 22, en las últimas
    horas de la tarde, dos pesqueros con refugiados de Asturias:
    “La Mensajera”, procedente de Avilés,
    y el “Abascal”, que había salido
    del puerto de El Musel
    . “La Mensajera”
    llegó sobre las cinco y media de la tarde y traía
    a bordo 78 personas, 12 de las cuales eran mujeres;
    el resto, lo formaban en su mayoría milicianos.
    “La Mensajera” fue conducida hasta Douarnenez
    por el pesquero francés “Saint-François”,
    patroneado por monsieur Guivarch, que había encontrado
    al pesquero español en los alrededores de la
    isla de Sein.

    En
    el “Abascal” venían un total de 66
    personas y entre ellas, como ya se ha dicho, la práctica
    totalidad del Consejo Soberano de Asturias y León,
    con el presidente de dicho Consejo y diputado socialista,
    Belarmino Tomás, a la cabeza. Acompañaban
    a “Belarmo” en este viaje tan especial,
    Maldonado, Segundo Blanco, Ramón Alvarez,
    Rafael Fernández, Onofre García, Llamedo

    Antes
    de ser autorizados a desembarcar por las autoridades
    francesas, los milicianos fueron desarmados y las armas
    requisadas por el servicio de Aduanas. Al conjunto de
    los refugiados se les suministraron alimentos y, a continuación,
    fueron conducidos a las dependencias de “L’Abri
    du Marin”, donde pasaron la noche. Los dos diputados
    en Cortes allí presentes, por órdenes
    de la prefectura, fueron separados del grupo y conducidos
    en un automóvil a un hotel. A la mañana
    siguiente, por indicación del consulado español
    más próximo y siguiendo instrucciones
    de la embajada española en París, se enviaron
    unos coches a recoger a las autoridades asturianas,
    que partieron hacia la frontera con Cataluña.
    Al mismo tiempo, se organizó la inmediata repatriación
    por ferrocarril de los milicianos y del personal civil.

    Unos
    treinta kilómetros más al sur, cerca de
    la península de Penmarch, un pesquero español
    que llevaba a bordo un total de 118 milicianos huidos
    de Asturias estaba a punto de naufragar.

    A partir del viernes 22, la mar se había ido
    encrespando hasta hacerse tempestuosa, mientras que
    chubascos torrenciales con vientos racheados azotaban
    la cubierta del pesquero, atestada de seres humanos.
    Con las primeras horas del amanecer del sábado
    día 23,  la lancha francesa de salvamento
    “León Defour”, estacionada en el
    puerto de St. Pierre-Penmarch y patroneada por Thomas
    Stéphan, zarpó en auxilio del pesquero
    en apuros.
    También colaboraron
    en el rescate muchos pescadores, destacándose
    los patrones Michel Bougéon y Lucas Thomas.

    A
    pesar del riesgo y de las dificultades de la operación,
    dado el mal estado de la mar y el elevado número
    de personas que había a bordo del buque en peligro,
    la lancha de la Sociedad Central de Salvamento de Naúfragos,
    auxiliada por los pesqueros, consiguió poner
    en tierra firme, sanos y salvos, a la totalidad de los
    118 milicianos y refugiados que viajaban a bordo del
    pesquero español, entre los que se encontraban
    varios oficiales del ejército republicano. Una
    vez en tierra, se les suministró comida caliente
    y ropa seca, siendo conducidos, por orden de la prefectura,
    al pueblo de Poulgoazec, cerca de Audierne. Tal vez
    se tratase del pesquero “Huerta”, que habría
    salido de Gijón.

    En
    la propia península de Penmarch, próximo,
    por tanto, al lugar en el que se desarrollaron los dramáticos
    acontecimientos antes relatados,  se encuentra
    un pequeño puertecito pesquero llamado Guilvinec.
    A este puerto, y sin mayor contratiempo, arribó
    el viernes 22 un pesquero del que lo único que
    se sabe es que procedía de Asturias y traía
    a bordo a 29 personas, entre ellas, dos oficiales republicanos.

    En
    Quimper, la capital departamental situada a orillas
    del Odet, donde este río comienza a hacerse navegable,
    se presentó el viernes, hacia las seis de la
    tarde, el “Hermania”, que tal vez se trate,
    más bien, del “Herminia”, un pesquero
    de San Juan de la Arena que hacía pareja con
    “La Mensajera”.
    Los franceses quedaron
    sorprendidos por la audacia de los marinos asturianos
    que, sin ayuda de ningún práctico, consiguieron
    superar los peligros de la barra aprovechando la pleamar.
    El “Herminia”, pesquero de 30 TM, había
    salido de Avilés el miércoles 20, a las
    nueve de la noche, y a pesar de que un barco nacionalista
    le disparó tres cañonazos, consiguió
    huir. A bordo viajaban un total de 26 personas, 14 de
    las cuales pertenecían a la tripulación,
    otras cuatro eran mujeres y el resto, milicianos. Uno
    de los milicianos, que venía herido, fue conducido
    al hospital. Por orden de la prefectura, la casa Pernez
    sirvió inmediatamente un tentempié a los
    refugiados, estableciéndose que las comidas las
    hicieran a partir de entonces, y mientras permaneciesen
    en la ciudad, en el restaurante Friand.

    En
    Lorient recalaron, en días sucesivos, varios
    pesqueros que habían conseguido burlar el bloqueo
    impuesto por los buques de guerra nacionales a los últimos
    puertos republicanos del Norte.
    Los milicianos y
    refugiados que ganaron Lorient en esos pesqueros, estuvieron
    precedidos por la llegada, una semana antes, de unas
    cuantas personalidades asturianas, las cuales habían
    organizado, con previsora anticipación, su propia
    y clandestina huida.

    Fue
    en la medianoche del jueves 14 de Octubre cuando recaló
    en aguas de Lorient el gánguil “Somo”,
    perteneciente a la Junta de Obras del Puerto de Avilés.

    Había conseguido zarpar secretamente de la ría
    avilesina llevando a bordo, junto a los 21 miembros
    de la tripulación, medio centenar de personajes
    asturianos, pertenecientes en su mayoría a los
    tribunales de Justicia y a la Junta de Obras del Puerto
    de Avilés.

    Al
    conocerse la huida, algunas organizaciones políticas,
    como Izquierda Republicana y el PSOE,
    publicaron en el diario “Avance”
    notas en las que se daba el nombre de algunos de los
    huidos y se anunciaba su expulsión. Hay que tener
    en cuenta que por esas fechas el gobierno asturiano,
    ante la gravedad de la situación militar, ordenaba
    extremar las medidas de represión contra desertores
    y derrotistas. Así, por ejemplo, se dictaron
    disposiciones para que se fusilase sobre el terreno
    a los mandos de las unidades militares que se retirasen
    de sus posiciones sin haber perdido, al menos, la mitad
    de sus efectivos; también podían resultar
    detenidos los padres o la mujer de los milicianos a
    los que se considerase desertores. Por otra parte, no
    era menos cierto que la mayoría de los huidos,
    de caer en manos de los nacionales, eran candidatos
    seguros al paredón. Claro que en esa misma situación
    se encontraban también varios miles de personas
    más que seguían en sus puestos, tanto
    en el frente como en la retaguardia.

    Entre
    los nombres que se dieron a conocer figuraban los de
    Juan Pablo García (presidente del Tribunal Popular),
    Santiago Blanco, Ramón González Ania,
    José San Martín, Guzmán García,
    Maximino Trincado, Fernando Trincado y Manuel Sisniega,
    expulsados del PSOE; Justo Fernández Casero,
    Luciano Cimadevilla López, José Antonio
    Fernández Vega, Leandro Pubillones Soto, Juan
    Fernández Lavandera, Manuel García Vidal,
    Marcelino Rico, Manuel Arganza de la Uz, Renato Ozores,
    Luis Martínez García, Francisco Acacio
    Martínez García, expulsados de Izquierda
    Republicana; y José Fernández Miranda,
    del Comité Ejecutivo de Ias Juventudes de Izquierda
    Republicana; David Arias, secretario de la JOP de Avilés,
    Rogelio Iglesias Pola, depositario pagador de la JOP,
    Nicanor González, capataz, y Severino García,
    maquinista del remolcador “Plutón”.
    Este remolcador, el “Plutón”,
    del servicio de la JOP de Avilés, sería
    uno de los barcos que, una semana más tarde,
    conseguiría ganar las riberas de la Garona cargado
    de refugiados. A bordo del “Somo”
    viajaban también el ex-gobernador de Málaga
    y la hija del capitán. La Ejecutiva de la Federación
    Socialista Asturiana hizo constar, así mismo,
    «su protesta ante el Gobierno de la República
    por haberse otorgado cargos en Valencia y otros lugares
    de la España leal a afiliados socialistas que
    abandonaron el Norte sin autorización de esta
    Federación Socialista y están, por consecuencia,
    pendientes de que su conducta sea juzgada.»

    El
    viernes día 22, a las 10h. 35m. de la mañana,
    entraba en el puerto de Lorient el pesquero “Palacio
    Valdés”,
    perteneciente a la flota de
    Ojeda. Había salido de Gijón el miércoles
    20, hacia las ocho de la noche, con el patrón,
    un miembro de la tripulación, 26 hombres y una
    mujer, figurando entre los milicianos un comandante
    y un capitán. Sobre el muelle se dispuso un importante
    servicio de orden a cargo de la gendarmería marítima
    y poco tiempo después llegaban al lugar el sub-prefecto
    de Lorient, Bousquet, el canciller del Consulado de
    España, Ramos, y el cónsul de España
    en Nantes, Aguilar. El sub-prefecto de Lorient se encargó
    de que se avituallara a los recién llegados,
    que habían hecho el viaje sin víveres
    a bordo. Desde el hospital “Bodélio”
    se les hizo llegar comida caliente. La mujer de cabellos
    rubios que venía a bordo, con aspecto de estar
    agotada por el viaje, fue autorizada a desembarcar,
    partiendo hacia la ciudad acompañada por el vice-cónsul
    Ramos.

    Toda
    la prensa francesa, sin excepción, se hizo eco
    de los incidentes que se produjeron al encontrarse los
    que venían en el “Palacio Valdés”
    con los del “Somo”. Una de las acusaciones
    lanzadas fue la de que los del “Somo”, se
    habían llevado con ellos cuatro millones de pesetas
    oro.

    Entre
    el viernes y el sábado llegaron a Lorient
    dos nuevos pesqueros con refugiados procedentes de Asturias.
    Uno era el “Toñín”

    que,  atracaba con 160 refugiados según
    la lista oficial; pero, en realidad, a bordo venían
    un total de 193 personas, entre ellas, 17 mujeres.

    Al
    poco de salir de Gijón, el “Toñín”
    fue capturado por el “Cervera”.
    Del
    “Cervera” pasaron al “Toñín”
    tres oficiales con una dotación de presa para
    identificar al pasaje, pero los del “Toñín”
    prepararon una estratagema escondiendo en lo más
    profundo de las bodegas a los militares y permaneciendo
    en la cubierta las mujeres y la gente mayor, haciendo
    creer, de esta manera, que eran simples civiles que
    huían aterrorizados de Gijón a causa de
    los bombardeos. Uno de ellos incluso subió al
    “Cervera” para acreditar su condición
    de “persona de orden”, mostrando para ello
    una serie de justificantes, por importe de varios miles
    de pesetas, de todas las mercancías de su comercio
    que le habían incautado los rojos. El mando del
    “Cervera” ordenó al “Toñín”
    dirigirse hacia el cabo Peñas, que era donde
    estaban concentrando los barcos apresados esa noche,
    custodiados por otros buques nacionalistas. Una vez
    reembarcados los tres oficiales y la dotación
    de presa en el “Cervera”, partió
    de nuevo, veloz e imponente, a la captura de más
    barcos. El “Toñín” mantuvo
    el rumbo ordenado durante unas horas, hasta que viéndose
    sólos en medio de la negrura de la noche y el
    mar, se decidieron a huir; así que, a todo vapor,
    arrumbaron al Norte y consiguieron escapar.

    Lo
    que pasaba realmente era que los barcos de guerra nacionalistas
    no daban abasto para perseguir, capturar y custodiar
    tantas y tantas embarcaciones de todas clases como esa
    noche surcaban la mar hacia Francia en aquella huida
    a la desesperada.

    Cuando
    el “Toñín” se encontraba,
    perdido el rumbo, a 20 millas al suroeste de Belle-Ile
    ,
    alcanzaron a divisar  un pesquero francés,
    que resultó ser el “Lucien-Thérèse”,
    hacia el que se dirigieron. El patrón del
    “Lucien-Thérèse” les entregó
    todos los víveres que tenía a bordo y
    les condujo hasta el puerto de Pallais, en Belle-Ile,

    donde recalaron para comprar pan. A continuación,
    el patrón francés tomó él
    mismo el timón del “Toñín”
    y puso rumbo a Lorient. Una vez en puerto y por orden
    de la Prefectura, fueron conducidos al “Fourneau
    Economique de Merville”, donde se les dio de comer.

    A
    bordo del “Toñín” iba el alcalde
    de Gijón, Avelino G. Mallada
    , a quien pertenece
    esta descripción, recogida por Ramón Alvarez,
    de sus compañeros de odisea:

    «Un
    marinero se pone al timón, unos metalúrgicos,
    a la máquina y caldera… Salimos de El Musel.
    ¿Qué gente somos? Tenientes coroneles,
    comandantes, médicos militares y civiles, delegados
    del Gobierno de Euzkadi, un periodista que por “radio”
    hizo mucho “de rabiar” a Queipo “la
    borracha”, 17 mujeres, oficiales del pueblo, milicianos,
    magistrados del Tribunal Popular, personalidades políticas,
    secretarios de departamentos del Consejo… Total, unos
    cincuenta “cabecillas” fusilables.»

    Además
    de Mallada, J.P. me facilita el dato de que a bordo
    del “Toñin” llegaron a Francia el
    diputado Carlos Martínez y los tenientes coroneles
    Ibarrola y Semprún, jefe de la 3ª División.

    Sin que se pueda precisar el barco, parece ser que 
    también arribaron al puerto de Lorient el
    diputado del PCE Manso
    y dos miembros
    del Consejo Soberano; casi con toda seguridad que uno
    de ellos era Ramonín Posada, consejero
    de Sanidad y cuñado de Mallada; el otro podría
    ser Ambou.

    El
    lunes día 25, a las seis de la tarde, partía
    del andén nº 3 de la estación de
    ferrocarril de Lorient un tren especial con destino
    a la frontera de Cataluña. Todos los vagones
    de ese tren estaban ocupados por los refugiados llegados
    días antes en el “Toñín”,
    el “581” y el “Mar del Medio”.
    En el momento de partir, los evacuados españoles
    cantaron la “Internacional” y la “Marsellesa”.


    El
    “Toñín”, costero de 160 TRB,
    atracando en Lorient con el alcalde de
    Gijón, Avelino G. Mallada y otras autoridades.
    (Mediatheque de Lorient)

    A
    Port Tudy, en la isla de Groix, situada frente a Lorient,
    arribó el sábado 23, a las seis y media
    de la mañana, el bou republicano armado “581”.

    Había salido de Gijón y entre dotación
    y algún refugiado, un total de 35 personas (o/f.76p.)
    habían completado el viaje. Una vez atracado
    a puerto, excepto uno que permaneció a bordo
    vigilando las armas, el resto desembarcó y estuvo
    paseando por el muelle, almorzando en el “Café
    du Port”. A las dos de la tarde, en un remolcador,
    llegó a la isla el sub-prefecto de Lorient, acompañado
    de las autoridades marítimas y de la gendarmería,
    para hacerse cargo de todas las armas y organizar la
    repatriación de los recién llegados.

    Cincuenta
    kilómetros al sur de Lorient, en una estrecha
    península que se adentra en la mar, como si las
    fuerzas telúricas del continente hubiesen querido
    terminar con la insularidad de la cercana Belle-Ile,
    se encuentra el pueblo de Quiberon, de cuyo muelle
    parte, precisamente, el transbordador que enlaza la
    isla con tierra firme. Félix Liquiniano, dirigente
    de la CNT de San Sebastián
    , que hizo toda
    la campaña del Norte, relata en el libro de los
    Jiménez de Aberásturi, “La guerra
    en Euzkadi”, la aventura de la huida de Asturias
    en el pesquero “Mar del Medio”. El
    pesquero iba abarrotado de gente, consiguiendo llegar
    todos, sanos y salvos, a este puerto francés.
    Cuando salieron de Avilés, tuvieron que
    esconderse en las bodegas y tumbarse sobre la cubierta
    para protegerse de las ametralladoras de los combatientes
    llegados del frente que, desesperados ante la falta
    de sitio en los barcos, amenazaban con disparar. A bordo
    del pequeño pesquero viajaban un total de 198
    personas, entre ellas, tres mujeres y un niño.
    Pasaron tres noches en la mar, la última, capeando
    un fuerte temporal delante de las costas francesas,
    sin carbón y teniendo que quemar en la caldera
    trozos de madera de la cubierta. El domingo por la mañana
    se presentaron frente a Quiberón y embarrancaron
    el barco, salvándose todos los que venían
    en él. Bajo la directa dirección de M.
    Robert, alcalde de Quiberon
    , fueron atendidos y
    recibieron los primeros socorros en la Cooperativa
    de Pescadores del Sud Morbihannais
    , sirviéndoseles
    a continuación una comida caliente en la cantina
    escolar.

    Tres
    pesqueros, con un total de 524 personas, arribaron a
    los muelles de Saint Nazaire sobre la once de la noche
    del viernes día 22.
    Estos pesqueros eran:
    el “Santa Teresa de Jesús”, el
    “Feliciano Fiejo” (sic) y el “Bayona”.

    Los tres habían recalado antes en la isla de
    Yeu, donde uno de ellos entró para taponar
    una vía agua. Tras denegarles las autoridades
    el permiso de atraque, y una vez hecha la reparación
    de emergencia, continuaron viaje hacia Saint Nazaire.

    El
    “Santa Teresa de Jesús”
    traía
    a bordo junto con los tres marineros de la dotación,
    31 milicianos, cuatro de los cuales venían heridos,
    dos mujeres y un niño. “La Santa”,
    como era conocida popularmente, había zarpado
    en las primeras horas de la noche del miércoles
    20 del Puerto de Luanco. También salieron
    de Luanco esa misma noche otros tres pesqueros más;
    uno, desapareció, los otros consiguieron llegar
    a Francia.

    El
    pesquero que aparece registrado con el nombre de “Feliciano
    Fiejo” es casi seguro que se trata del “Feliciano
    Álvarez Feijoo”,
    que formaba pareja
    con el “Nuevo Álvarez Feijoo”, ambos
    de la matrícula de Vigo. Estos dos pesqueros
    habían sido capturados un año antes, sobre
    las siete de la mañana del día once de
    Septiembre de 1936, por el submarino republicano
    “C-4”
    cuando se encontraban a unas 80
    millas al norte de cabo Villano, de regreso de los mares
    de Irlanda, donde habían estado faenando. Los
    dos pesqueros trataron de burlar al submarino, entonces
    el “C-4” cañoneó y hundió
    al “Nuevo Álvarez Feijoo”, y a continuación,
    el comandante del submarino ordenó al patrón
    del “Feliciano Álvarez Feijoo”, José
    Allú Martínez, patrón de cabotaje,
    que con las dos tripulaciones a bordo se dirigiese a
    Gijón. Embarcaron a bordo del submarino, en calidad
    de rehenes, el capitán que mandaba las dos parejas,
    que era el gijonés José Luis Marqués
    Álvarez, el patrón Enrique Armada y los
    maquinistas Francisco Armada y José Muñiz.
    Al día siguiente, el submarino entró en
    El Musel y el pesquero capturado quedó amarrado
    en el muelle de Liquerica, con la tripulación
    a bordo bajo vigilancia armada. Según la información
    del diario gijonés “La Prensa”, el
    pesquero apresado «llevaba a bordo gran cantidad
    de pescadilla, 250 merluzas y setenta cajas de otras
    clases de pescado, todo lo cual fue desembarcado y ahora
    servirá para el abastecimiento de la población
    gijonesa.»

    Pues
    bien, a bordo de este mismo pesquero, un año
    y pico después, consiguieron llegar a Francia
    un total de 230 milicianos, una mujer y los siete marineros
    de la dotación
    . El anterior patrón
    de este barco y el maquinista José Martínez
    fueron sometidos en Gijón, tras la entrada de
    las tropas nacionales, a un consejo de guerra sumarísimo
    en el que se les impuso la condena de doce y veinte
    años, respectivamente, después de que
    el fiscal pidiera la pena de muerte para ambos.

    Del
    “Bayona”, un pesquero de casco hierro
    de Ojeda, gemelo del “Abascal”, con el que
    formaba pareja, no tengo más información
    que su llegada a Saint Nazaire con unas 250 personas
    a bordo.

    A
    las nueve de la mañana del domingo 24 alcanzó
    las aguas del puerto de Saint Nazaire el gánguil
    de la JOP de Avilés “Sabugo”.

    Había salido de la ría avilesina y a Saint
    Nazaire arribó procedente del puerto de Palais,
    en Belle-Ile, donde había recalado el sábado
    por la mañana. Traía a bordo 100 civiles,
    30 mujeres y 67 milicianos
    . Entre estos últimos,
    y junto con otros oficiales, se encontraba el mayor
    Esteban Errandonea, que tenía a su mando una
    división en Asturias
    . Las autoridades portuarias
    ordenaron al “Sabugo” dirigirse al muelle
    trasatlántico, donde, una vez atracado, fue,
    como en casos anteriores, puesto bajo custodia de la
    gendarmería e inspeccionado por personal de la
    Marina y del servicio de Aduanas, que recogieron y precintaron
    las armas encontradas a bordo. A las once de la mañana,
    las autoridades francesas enviaron al buque, para su
    reparto entre todo el personal de a bordo, pan, charcutería,
    queso, vino y café. Poco más de una hora
    después, los milicianos, en perfecta formación
    y bajo el mando del coronel Galán, se dirigieron
    a tomar un tren especial en el Boulevard Leferme, que
    partió a la una en punto con destino a Puigcerdá,
    en la frontera catalana, vía Burdeos y Toulouse.

    En
    la isla de Yeu
    , después de que no se permitiese
    atracar a los tres pesqueros antes mencionados, el
    sábado por la tarde lo hicieron otros dos que
    venían de Gijón. Se trataba de los pesqueros
    “Milagrosa” y “Campanal”, que
    llegaron con 304 milicianos, 15 mujeres y 5 niños
    en total
    . Tras las visitas de inspección
    y una vez requisadas todas las armas, los 31 heridos,
    las mujeres y los niños fueron conducidos al
    hospital.

    Miguel
    de Amilibia
    , diputado socialista del Frente Popular
    por San Sebastián, que estuvo presente en las
    evacuaciones de Bilbao y Santander, y que también
    le tocó vivir la de Asturias, cuenta, en el citado
    libro de los Jiménez Aberásturi, que a
    él le había sacado de Asturias Larrañaga
    en un pesquero que había custodiado un destacamento
    de carabineros. En ese pesquero, uno de los dos que
    llegaron a la isla de Yeu, venían junto con
    Larrañaga y Amilibia milicianos de los tres batallones
    de la brigada vasca que continuó operando en
    el frente de Asturias tras la rendición de Santoña,
    además del destacamento de carabineros que, como
    es lógico, también se embarcó a
    bordo
    .

    En
    el puerto de Sables d’Olonne entró el viernes
    día 23 un pesquero con un total de 70 personas,
    de las cuales 62 eran milicianos y los 8 restantes,
    mujeres.
    Este pesquero procedía del puerto
    de Luanco y no puede ser otro que “La
    Romana”.
    Como ya he contado, en las
    primeras horas de la noche del aquel miércoles
    20 de Octubre, zarparon de Luanco un total de cuatro
    pesqueros: “Adelina”, “Santa Teresa
    de Jesús”,  “Aurora” y
    “ Romana”. La “Adelina” y “Santa”
    iban tripuladas por marineros de Luanco y llevaban,
    sobre todo, civiles y milicianos de allí, del
    mismo Luanco; la “Adelina” arribó
    a Burdeos y la “Santa”, a Saint Nazaire.
    Sin embargo, del pesquero “Aurora”, del
    que se habían apoderado un grupo numeroso de
    milicianos que habían llegado al puerto de Luanco
    directamente del frente, nunca más nada se supo,
    suponiéndose que naufragó o fue hundido.

    Casi
    la mitad de los 62 milicianos que llegaron al puerto
    de Sables d’Olonne en la “Romana”
    venían heridos de diversa consideración.

    A falta de otro lugar, fueron conducidos al salón
    de baile del pueblo, donde recibieron las primeras atenciones
    sanitarias antes de ser evacuados hacia Cataluña
    o, en los casos más graves, trasladados en ambulancias
    a los hospitales de Nantes y La Rochelle.

    Fueron
    numerosos los barcos que procedentes de Asturias recalaron
    en aguas de la bahía rochelesa,
    siendo desviados,
    una vez autorizado el atraque, hacia la “môle
    trasatlantique”, un muelle de reciente construcción
    destinado a las escalas de los modernos y veloces transatlánticos
    que por entonces hacían la travesía del
    Atlántico Norte, entre Europa y Norteamérica,
    en menos de una semana. Este muelle estaba, y está,
    situado en La Pallice, a la entrada de la bahía,
    muy próximo al puente de peaje que salva el canal
    que separa la isla de Ré del continente
    .

    Precisamente
    a la isla de Ré llegó, según información
    que me facilita J.P., el “Goya” con un total
    de 500 evacuados.

    A
    lo largo de la tarde del viernes, arribaron al puerto
    de La Rochelle-La Pallice los costeros “Sancho
    Panza” y “Zuloaga”, un pesquero llamado
    “Norte” y otro vapor llamado “José
    Mª Trevilla”. Todos habían salido
    de Gijón en las últimas horas del miércoles
    20.
    El “Sancho Panza” partió
    del muelle de Fomento con 200 milicianos y un grupo
    numeroso de mujeres y niños que rondaba el medio
    centenar a bordo; según otros testimonios, en
    ese vapor no iba ninguna mujer, y si no había
    mujeres, pues tampoco habría niños. En
    el “Zuloaga” consiguieron hacer la travesía
    y ganar la costa francesa 287 milicianos y 168 civiles
    (otras fuentes, 450p.); del total de evacuados de este
    buque, unos 200 estaban heridos. Los pasajeros de los
    tres navíos fueron inmediatamente aprovisionados
    de pan y charcutería. El “Norte”,
    nada más desembarcar a 22 milicianos, alguno
    de ellos también herido, recogió en el
    puerto unos pilotos conocedores de aquellas costas y
    se hizo de nuevo a la mar en ayuda de un pesquero español
    señalado en apuros por el semáforo de
    la punta de las Ballenas, en la isla de Ré
    .
    En el “José Mª Trevilla” llegaron
    a Francia unos 700 evacuados.

    Hacia
    las diez de la noche del viernes, varios pescadores
    rocheleses comunicaron a las autoridades que acababan
    de conducir hasta la Tour de la Chaine varias lanchas
    de pesca que habían encontrado a la deriva en
    alta mar, con alrededor de un centenar de refugiados.

    El prefecto Giacobbi autorizó a desembarcar a
    los refugiados, que fueron conducidos a la sala de L’Oratoire,
    donde se les sirvió una comida caliente y pudieron
    acostarse a dormir. Quizás se tratase, entre
    otros, de dos pesqueros llamados “Ebro nº
    2” y “Ebro nº 3”, que llegaron
    a La Pallice con un centenar de refugiados cada uno.

    El
    sábado a mediodía, las autoridades rochelesas
    estimaban que habían desembarcado un total de
    1.800 refugiados de los doce barcos procedentes de Asturias
    .
    A todos se les había suministrado comida y bebida,
    mientras que el armamento que traían consigo
    fue reunido y depositado en el Arsenal con la ayuda
    de aduaneros, gendarmes y artificieros.

    El
    pesquero “Carreño”, que llevaba a
    bordo 80 milicianos, 4 mujeres y un niño (o/f
    117p.), se encontraba el viernes al mediodía
    sin víveres, falto de combustible y sin rumbo.
    Fue entonces cuando avistó a otro pesquero y
    aproó hacia él. Se trataba del rochelés
    “Les Baleines”, que se encontraba faenando
    a unas noventa millas de puerto. El pesquero “Les
    Baleines” suspendió la pesca y, después
    de recoger las artes, dio remolque al “Carreño”
    y lo condujo al puerto de La Pallice, donde llegaron
    sin novedad.
    Dos días después, el
    lunes 26, a petición de los armadores de “Les
    Baleines”, el “Carreño” fue
    embargado por las autoridades marítimas, quedando
    retenido en el puerto de La Pallice.

    También
    fue a parar a aguas de la rada de La Rochelle-La Pallice
    el pesquero “José-Elisa”, que el
    domingo 24, por la mañana, arribó con
    55 milicianos y 5 mujeres a bordo.

    Ese
    mismo domingo, cuando se dieron por  finalizadas
    las operaciones de desembarque de los vapores y pesqueros
    llegados hasta entonces a La Rochelle-La Pallice, tuvo
    lugar la repatriación del grueso de los milicianos,
    unos mil cien en total, quedando en la ciudad solamente
    los heridos más graves, que permanecían
    ingresados en el hospital Saint Louis. El viaje hasta
    Cerbère lo hicieron en dos trenes, que salieron
    de La Rochelle a las tres y a las cuatro de la tarde,
    respectivamente. Como se ve, las cifras oficiales sobre
    el número de evacuados tampoco coinciden.

    Un
    último contingente de refugiados procedentes
    de Asturias que llegó a aguas rochelesas, lo
    hizo a bordo de un crucero de la Royal Navy, el “Southampton”.
    En el “Southampton” estaba el contralmirante
    inglés que mandaba la patrulla naval británica
    encargada de vigilar el cumplimiento de los acuerdos
    del Comité de No Intervención, o de lo
    que quedaba de él, en el Cantábrico
    .
    En el momento de producirse el derrumbamiento del Frente
    Norte y la huida masiva por mar de las fuerzas republicanas,
    el “Southampton” se aguantó un tiempo
    fuera de las tres millas, frente a las costas asturianas
    junto a los dos destructores que le daban escolta. Después,
    dejó a los destructores que continuasen con la
    vigilancia y se dedicó a patrullar por el
    Cantábrico y el golfo de Vizcaya a la búsqueda
    de naúfragos, auxiliado eficazmente en esas tareas
    tan humanitarias por el pequeño hidroavión
    que llevaba a bordo.

    Cuando
    en la noche del martes 26 al miércoles 27 el
    “Southampton” fondeó en la bahía
    de La Rochelle, traía a bordo 280 milicianos,
    8 mujeres y 2 niños, recogidos todos ellos en
    alta mar y que, de no haber sido por el barco de guerra
    inglés, seguramente hubieran perecido. Estos
    naufragos se encontraban a bordo del pesquero de altura
    “Mary-Tere”, que con la máquina totalmente
    inutilizada, navegaba con un velamen de fortuna improvisado
    con los cobertores y trozos de lona de los “coys”
    que había a bordo.

    Los
    vigías del “Southampton” creyeron
    en un principio que se trataba de un pecio, de una especie
    de navío fantasma, porque no se veía a
    ningún ser humano a bordo. Fue necesario que
    el acorazado inglés mostrase el pabellón
    británico para que a bordo del “Mary-Tere”
    se viera aparecer una cabeza que al poco volvió
    a ocultarse.

    Transcurrieron
    unos segundos y, como por ensalmo, una masa asombrosa
    de gente afloró a la cubierta, abarrotándola
    y provocando un estruendo con sus exclamaciones de alegría.
    Había pasado lo de siempre, que los del “Mary-Tere”,
    al descubrir la columna de humo del crucero inglés,
    en lo primero que pensaron fue en el “Cervera”,
    así que corrieron a ocultarse en el interior
    del pesquero y allí permanecieron hasta que el
    marinero que vigilaba vio la bandera inglesa y lo anunció
    al resto de sus compañeros de odisea.

    Una
    vez a bordo del “Southampton”, se les dio
    a los náufragos una comida caliente, el primer
    alimento que probaban en cuatro días
    . Los
    milicianos fueron obligados a arrojar todas sus armas
    a la mar y antes de continuar rumbo hacia La Pallice,
    el “Mary-Tere” fue hundido a cañonazos.
    El “Mary-Tere” había sido militarizado
    y durante la guerra prestó servicios como patrullero.

    El
    “Southampton” arribó a la rada de
    la La Rochelle-La Pallice a las diez de la noche del
    mismo martes, pero los casi tres centenares de españoles
    permanecieron a bordo hasta la mañana siguiente.
    Los primeros en ser desembarcados fueron los heridos,
    las mujeres y los niños, hasta un total de 90
    personas, que fueron transbordadas al remolcador “Qui
    Vive” y conducidos a los muelles. El resto, antes
    de ser llevado a tierra, pasó al vapor inglés
    “Celerol”, a cuyo costado se encontraba
    abarloado el “Southampton” repostando combustible.

    Una
    vez todos en tierra, siguiendo las instrucciones de
    las autoridades de la Charente-Inferior, se les suministraron
    comidas calientes y los heridos graves, 7 en total,
    fueron ingresados en los hospitales; el resto subió
    a un tren especial que partió hacia la frontera
    con la España republicana poco después
    del mediodía.

    La
    prensa rochelesa, incluida la conservadora, hizo un
    reconocimiento expreso del buen comportamiento de los
    asturianos y de la ausencia de incidentes dignos de
    mención, pese a la insólita circunstancia
    de la afluencia masiva de combatientes extranjeros armados
    .
    Para el semanario “La Gazette d’Aunis”,
    «estos asturianos tienen bastante buena presencia.
    Acostumbrados desde hace meses a la escasez y las privaciones,
    sabían esperar pacientemente por los víveres
    que se les distribuían. No hay que olvidar
    que eran los mejores soldados al servicio de la España
    roja y que mostraron siempre un coraje delante del cual
    todo el mundo debería descubrirse.»

    En
    la costa occidental de la isla de Olerón naufragó
    otro pesquero que venía de Asturias cargado de
    milicianos y civiles. Se trataba del “San José”,
    que había salido de Avilés y, falto de
    combustible, terminó su viaje embarrancando en
    un lugar denominado “Les Hutte”, próximo
    a St. Denis de Olerón
    . En las primeras horas
    de la mañana del domingo 24, la marejada, con
    la pleamar, le hizo zozobrar y el centenar largo de
    personas que permanecían a bordo hubo de ganar
    la orilla en medio de un fuerte oleaje y con el agua,
    literalmente, llegándoles al cuello. No se sabe
    con exactitud el número de víctimas, pero
    las diferentes informaciones aparecidas en los periódicos
    de esas fechas hablaban de una veintena de desaparecidos.
    En los días siguientes, al menos siete cadáveres
    fueron recogidos a lo largo de la costa.

    La
    travesía del “San José” debió
    de ser espantosa.
    Salieron de Avilés a la
    aventura, sin ningún marinero a bordo y prácticamente
    sin víveres ni agua potable, y con el combustible
    escaso. Después de dos días de navegación,
    estuvieron otro vagando por la mar, sin rumbo, en medio
    de una fuerte tempestad y con dos cadáveres
    a bordo
    . Uno de ellos era el de una chica de unos
    dieciocho años que había caído
    a la mar a consecuencia del excesivo número de
    personas que abarrotaban la cubierta del pesquero. Cuando
    pudo ser recogida de las aguas, ya estaba muerta. El
    otro cadáver era de un hombre que, desesperado,
    se había suicidado pegándose un tiro.
    Un teniente de milicias enloqueció a consecuencia
    de los tensos momentos vividos a bordo
    y cuando
    se vio en tierra, lo primero que hizo fue correr a internarse
    en el bosque, donde permaneció oculto hasta que,
    un día más tarde, fue hallado por patrullas
    de la gendarmería y de gentes del lugar, tendido
    en el suelo y completamente extenuado, incapaz de articular
    una sola palabra. Este teniente fue enviado a la vecina
    Rochefort e ingresado en un hospital.

    El
    centenar de personas que consiguió llegar a tierra
    y sobrevivir al naufragio del “San José”
    fueron rápidamente socorridos en St. Denis, donde
    la población les dio albergue, comida y ropa
    seca,
    a la espera de que desde la sub-prefectura
    de Rochefort se tomasen las disposiciones adecuadas
    para pasarlos al continente. Siguiendo las instrucciones
    de la alcaldía, les condujeron a la colonia de
    vacaciones de la Abbaye de l’Ormeau, donde se
    les suministró la comida del mediodía.
    La inmesa mayoría de los naúfragos eran
    milicianos, pero se contaban también algunos
    civiles y tres mujeres con algunos niños. Hacia
    las tres de la tarde partían hacia Barcelona,
    vía Rochefort, en tres autobuses. Dejaban
    atrás cinco muertos que fueron enterrados en
    una fosa común, aparte de los cadáveres
    que irían apareciendo por la costa en los días
    siguientes.


    El
    costero “Sancho Panza”, de Suardíaz,
    de 200 TRB, zarpó de Gijón y arribó
    a La Rochelle. (C.M.A.)

    La
    flotilla más numerosa de barcos con refugiados
    huidos de Asturias en la tétrica noche del miércoles
    20 fue la que llegó a Burdeos.
    Bueno,
    a Burdeos propiamente dicho, no, que ya las autoridades
    francesas se encargaban de desviarlos antes hacia los
    tingladillos portuarios de los pequeños pueblos
    de la orilla izquierda de la Gironda,  próximos
    a la desembocadura. En general, mercantes y pesqueros,
    según llegaban, permanecían primero fondeados
    en Le Verdon y después,
    a tenor de las disponibilidades, iban siendo enviados
    hacia Pauillac, un pueblecito situado a unos
    treinta kilómetros del centro de Burdeos. En
    casos excepcionales, cuando el número de heridos
    a bordo era elevado, se autorizaba a los buques a subir
    hasta la zona de Bassens, donde estaba atracado el
    trasatlántico español “Habana”,
    el mismo que había participado en la evacuación
    de Bilbao y que ahora había sido reconvertido
    en barco-hospital.

    El
    adelantado de la evacuación en aguas de la gran
    ría bordelesa no fue, sin embargo, ni un pesquero
    ni un mercante, sino un antiguo velero motor llamado
    “Rubio”. El “Rubio” se encontraba
    cargando cajas de sidra champanada en la ría
    de Villaviciosa cuando fue asaltado por un grupo de
    milicianos en retirada
    y su patrón conminado,
    bajo la amenaza de las armas, a zarpar y poner rumbo
    a Francia. El “Rubio” llegó a la
    Gironda el jueves 21, y sobre las tres de la tarde fue
    autorizado a atracar en los pontones de Pauillac-Trompeloup.
    En esa embarcación consiguieron forzar el bloqueo
    y realizar sin contratiempos la singladura 124 milicianos
    y una miliciana (o/f 130p.). En el detalle de los aduaneros
    franceses en el que se consigna el armamento intervenido
    figuran 3 fusiles ametralladores, 2 metralletas, 50
    fusiles de guerra y otros 3 de caza, y 160 revólveres
    automáticos.

    El
    viernes 22, poco después del mediodía,
    atracaban escalonadamente en los muelles de madera de
    Pauillac-Trompeloup dos mercantes ingleses, otros dos
    españoles, un remolcador, tres pesqueros y dos
    motoras, todos con milicianos y civiles.
    Los dos
    mercantes ingleses eran el “Bramden”,
    con 250 evacuados
    , y el “Stangrove”;
    el “Stangrove” había zarpado de
    Gijón en la mañana del miércoles
    20 con 706 personas a bordo
    (o/f 600p.), en su mayoría
    mujeres, niños y hombres no combatientes que
    huían de la ciudad. Parte de la dotación
    del “Císcar” y del “C-6”
    evacuó de Gijón en este buque
    . Detenido
    y apresado en la mar por un bou armado nacionalista,
    ya hemos visto como solamente la dedicidida intervención
    del “Southampton” pudo impedir que
    fuese apresado e internado en un puerto nacionalista
    con su tripulación y pasaje. Los mercantes españoles
    eran los costeros “Cervantes” y “María
    Santiuste”; el “Cervantes” había
    salido de Gijón, con 291 personas (o/f 300p.)
    y en el “María Santiuste”, procedente
    también de Gijón, venían 639 evacuados
    (o/f 542p.; 650p), de ellos, 50 estaban heridos, 50
    eran mujeres y había 10 niños.

    El
    remolcador “Plutón”, de la JOP de
    Avilés, procedía del puerto de Gijón
    y traía a bordo 184 personas, entre ellas, parte
    de la tripulación del “Císcar”
    (o/f 220p).
    De los tres pesqueros, he podido averiguar
    que uno de ellos era el “Adelina”, que
    había salido de Luanco con 33 hombres, 3 mujeres
    y un muchacho;
    otro debía de ser el “Victoria”,
    que hacía de remolcador, procedente de Gijón,
    con 30 evacuados (o/f 13p.);
    el tercero podría
    ser el “Justiniano”, un pesquero gallego
    que hizo de dragaminas en las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    procedente de Gijón con 56 personas.
    Las
    motoras que se mencionan quizás fuesen la
    L-1, perteneciente a la Marina de Euzkadi y transferida
    en Agosto a las Fuerzas Navales del Cantábrico
    ,
    en Santander; se trataba en realidad de un pesquero
    de Motrico que, ya en Gijón, según me
    comunica J. P., fue el encargado de remolcar al submarino
    C-6 el 20-10-37 para hundirlo en alta mar. Esta motora
    llegó a Francia con 5 personas y patroneada por
    León Aguirregomezcoa Mancisidor, de Motrico
    .
    La otra motora podría ser la V-7 (ó
    17), que era una lancha guardapesca de la Marina Mercante
    que llegó a Pauillac, al parecer, con los fondos
    del EM de las Fuerzas Navales del Cantábrico.

    El
    mismo viernes 22, a la una de la tarde, llegaba a Le
    Verdon el torpedero gubernamental “Nº 3”
    que había salido del puerto de El Musel con Valentín
    Fuentes, jefe de la Marina; al coronel Prada, jefe del
    Ejército; sus respectivos estados mayores, y
    parte de la dirección del PCE a bordo. En total,
    venían 90 personas, de las que 38 pertenecían
    a la tripulación.
    El torpedero “Nº
    3” llegó a Le Verdon muy averiado y tuvo
    que ser remolcado hasta Pauillac por el torpedero francés
    “Vauquois”. Este torpedero “Nº
    3” terminaría sus días en Francia,
    donde fue desguazado.

    Hacia
    el mediodía del sábado, el pesquero “Alfredo”,
    procedente de Gijón (o/f. Avilés), arribaba
    a Royan con 215 milicianos y oficiales gubernamentales
    (o/f. 200p; 400p.), varios de ellos, heridos
    . Tras
    entrevistarse con las autoridades marítimas,
    partió de nuevo hacia Le Verdon, población
    situada en la otra orilla de la Garona, frente a Royán.

    Los
    vapores ingleses “Hillfern” y “Bramhill”,
    que habían fondeado el viernes en Le Verdon,
    fueron autorizados el sábado a remontar la Garona
    hasta los pontones de Pauillac. En el “Hillfern”
    llegaron  300 evacuados y en el “Bramhill”
    otras 598 personas.

    La
    noche del viernes al sábado se calcula que llegaron
    a Le Verdon una docena de pesqueros y vapores con refugiados
    procedentes de Asturias.
    Yo creo que, como media,
    en cada pesquero vendrían unas cien personas,
    milicianos en su inmesa mayoría, pero también
    mujeres, niños y hombres en edad no militar.
    Entre estos pesqueros se encontraban los llamados
    “San Félix”, “Fortunato”,
    “Manuela”, “Alonso” (o “Alfonso”),
    “Musel”, “María Elena”,
    “San José”, “Marona-L”
    y “Fontana”
    . Al mediodía
    del sábado se les dio la orden de remontar hacia
    los tinglados portuarios de Pauillac-Trompeloup, a donde
    llegaron en las primeras horas de la tarde, comenzando
    entonces a desembarcar todos los refugiados que traían
    a bordo. Solamente el “María Elena”,
    por el elevado número de heridos que traía,
    recibió autorización para subir aguas
    arriba, hasta Bassens, casi frente por frente de Burdeos,
    y transbordar los heridos al  buque hospital “Habana”.

    A
    bordo del “María Elena” llegó
    a Francia Javier Bueno, el director del periódico
    socialista “Avance”.
    El “María
    Elena” era un costero de casco de hierro de unas
    500 Tm., que el día 20 estaba atracado en el
    Muelle de Oriente de Gijón, frente a las tiendas
    que vendían lonas; debió de zarpar aprovechando
    la pleamar de la madrugada del 20 para el 21, que era
    a las 3h. 40m. Es muy probable que, dada la proximidad
    del palacio de Revillagigedo, donde entonces había
    un hospital militar, muchos de los heridos que allí
    se encontraban trataran de huir embarcándose
    en los pesqueros y vapores que se aprestaban a zarpar
    del Muelle. Según los últimos datos
    que me fueron facilitados por J. P., en el “María
    Elena” llegaron a Francia 1.800 personas (o/f.
    2.000 p.), de las cuales unas 800 venían heridas.

    El
    periodista y escritor Cabezas, que era uno de los redactores
    de “Avance” en esa época, cuenta
    en su libro sobre la guerra civil todos los avatares
    que les tocó vivir a él y al resto de
    la redacción del periódico socialista.
    Parece ser que en la mañana del miércoles
    20 habían mantenido una reunión con Javier
    Bueno, el director, para preparar la evacuación.
    Siguiendo las instrucciones recibidas, el director les
    citó a todos de nuevo a las siete de la tarde,
    en el local del periódico, para salir desde allí
    todos juntos en los coches hacia El Musel, donde embarcarían
    en el barco designado. ¿Sería éste
    el torpedero “Nº 3”? Cabezas no lo
    aclara, aunque lo sugiere. El caso es que cuando llegaron
    las siete de la tarde, el que no aparecía en
    la redacción era, precisamente, Javier Bueno,
    el director. Preocupados por la tardanza, uno de ellos
    fue a ver si le encontraba en casa y, efectivamente,
    allí estaba. Lo que había ocurrido era
    que, ante el temor de que los milicianos del frente
    se presentasen en Gijón, los del torpedero
    “Nº 3”
    adelantaron la hora de salida
    para las cuatro de la tarde y se fueron. Javier Bueno,
    aunque recibió el aviso, se negó a partir
    dejando al resto del personal del periódico en
    la estacada. No solamente eso, sino que también
    se preocupó de asegurarles una plaza en el “María
    Elena”, que estaba en el Muelle y tenía
    previsto zarpar de madrugada. Al enterarse el resto
    de la redacción, resolvieron no esperar más,
    sino partir inmediatamente a pie hacia El Musel y embarcar
    donde pudiesen. Por el camino tuvieron que abandonar
    a un compañero de redacción que era cojo
    y no podía seguirles el paso. Llegados a El Musel,
    el grupo consiguió meterse en el “Mont
    Seny”
    , un viejo carguero de casco de madera.
    Uno de ellos, el famoso Ovidio Gondi, cambió
    en el último minuto de bordo y se pasó
    a un pesquero. El resultado final fue que solamente
    consiguieron llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio
    Gondi. El “Mont Seny” fue capturado por
    los buques de la Armada de los nacionales y conducido
    a Ribadeo y después a Ferrol. Los
    prisioneros pasaron al campo de concentración
    de “Camposancos”, en la provincia
    de Pontevedra, a la espera de ser sometidos a consejos
    de guerra sumarísimos.

    Pero
    volviendo de nuevo a las aguas de la Gironda, en el
    pesquero “Alonso” llegaron 255 personas
    procedentes de Avilés; en el “Manuela”,
    254 de Gijón, y en el remolcador de la JOP de
    Gijón “Musel”, 40 evacuados. El “San
    José” era un dragaminas santanderino perteneciente
    a las Fuerzas Navales del Cantábrico, que hacía
    pareja con el “San Antonio”; había
    salido de Gijón patroneado por Antonio Suárez
    Barbazán y también consiguió ganar
    la costa francesa.

    El
    lunes 25, por la mañana, llegó a Le Verdon
    el mercante inglés “Stanleigh”, con
    19 refugiados recogidos en la mar frente a Asturias,
    refugiados que desembarcó en Pauillac.
    Los
    cuatro barcos ingleses que habían recalado en
    aguas bordelesas transportando evacuados asturianos,
    el “Hillfern”, el “Bramhill”,
    el “Stanleigh” y el “Stangrove”,
    después de desembarcarlos en Pauillac, remontaron
    hasta Bassens para aprovisionarse de combustible y avituallarse
    de víveres. Finalizadas esas operaciones, zarparon
    de nuevo hacia las costas españolas bajo dominio
    republicano, que eran ya las del litoral mediterráneo.

    La
    primera unidad de la improvisada flotilla de evacuación
    asturiana que hizo su aparición en aguas de la
    bahía de Arcachón, se había anticipado
    también a la huida general de Gijón y
    había salido de ese puerto un día antes,
    el 19, hacia las ocho de la noche. Se trataba de la
    lancha de “Salvamento de Náufragos”,
    que el jueves, a las doce y cuarto de la mañana
    ganaba el abrigo del puerto de Arcachón con 17
    personas a bordo, entre las cuales había una
    mujer, un hombre de 56 años y un chico de 16,
    perteneciendo los 14 restantes a la tripulación
    .
    En sus declaraciones manifestaron haber dejado la ciudad
    de Gijón envuelta en llamas a consecuencia de
    los bombardeos de la aviación y haber sido perseguidos
    por dos barcos nacionalistas hasta el límite
    de las aguas territoriales francesas.

    Una
    lancha de vigilancia costera llamada “Mitote”,
    que había zarpado de Gijón en la noche
    del 20 al 21, arribó al puerto de Arcachón
    a las 9 de la mañana del viernes. A excepción
    de dos refugiados civiles, las otras 38 personas que
    venían a bordo eran marinos de las Fuerzas Navales
    del Cantábrico,
    29 de los cuales, incluido
    algún oficial, pertenecían a la dotación
    del destructor “Císcar”, de
    donde habían sido recogidos al ser hundido éste
    por uno de los últimos bombardeos de la aviación
    nacionalista al puerto de El Musel. Hasta las diez y
    media de la noche no se les autorizó a desembarcar,
    siendo entonces instalados en un hangar situado en el
    número 6 de la Coste, en el cual pasaron la noche.
    Uno de los marinos, que venía herido, fue evacuado
    en una ambulancia al hospital Saint André de
    Burdeos. Según J. P. la lancha “Mitote”
    era la antigua “Sogalinda”, de la
    matrícula de Bilbao, que pertenecía a
    la condesa de Zubiría.

    En
    la mañana del sábado 23, atracaba en los
    muelles del puerto de Arcachón el remolcador
    “Gaditano”, de la J.O.P. de El Musel, con
    130 milicianos y 49 civiles. Entre los evacuados había
    4 oficiales, 23 militares y 61 guardias de Asalto.

    En
    los días siguientes, tres pesqueros franceses
    entrarían en Arcachón trayendo cada uno,
    a remolque, otro pesquero español con refugiados
    de Asturias.
    Las primeras noticias partieron de
    la Radio Marítima de Arcachón que recibió
    el domingo, a las ocho y media de la mañana,
    un primer mensaje del pesquero francés “Princesse
    Marie-José”
    , en el que comunicaba que
    había recogido un barco español a la deriva
    con refugiados a bordo, que carecía por completo
    de carbón, agua y víveres. Se trataba
    del pesquero “Aralarco-Mikel-Duna”, en
    el que venían un total de 49 personas
    . El
    “Princesse Marie-José” pertenecía
    a las Pêcheries Cameleyre y estaba mandado por
    el patrón Causac. A pesar del mal estado de la
    mar, los marineros franceses consiguieron embarcar a
    su bordo a la totalidad del pasaje y tripulación
    que venían en el pesquero español, y traer
    a éste a remolque hasta Arcachón, en cuyo
    puerto entraron el domingo con la marea de la tarde.

    En
    la tarde de ese mismo domingo 24 de Octubre, arribaba
    a Arcachón el pesquero francés “Le
    Soufleur”, con 36 refugiados a bordo y el pesquero
    “Nueva Balbina” a remolque.

    El
    “Aralarco-Mikel-Duna”, de Candás,
    y el “Nueva Balbina”, de Avilés,
    habían partido los dos en la noche del 21 de
    Bañugues
    ; el “Aralarco” traía
    a bordo 38 milicianos y 11 civiles; entre los militares
    había un oficial y diez milicianos que venían
    heridos, y entre los civiles, dos mujeres. En el “Nueva
    Balbina” venían 9 milicianos y 27 civiles.
    Una vez en el puerto, fueron desembarcados rápidamente,
    ya que estaban totalmente extenuados. Se les buscó
    alojamiento y se les suministraron alimentos y comidas
    calientes. Diez heridos graves fueron enviados en ambulancias
    hacia Burdeos; nueve de ellos ingresaron en el barco-hospital
    español “Habana” y el otro,
    en el hospital “Saint André”.

    El
    lunes, a las seis de la tarde, 73 refugiados partían
    de Arcachón en autocar hacia Burdeos, donde,
    por ferrocarril, continuarían viaje hacia Cerbère,
    en la frontera francesa con Cataluña.


    En
    el torpedero “Nº 3” llegó a Francia
    la cúpula militar del
    ejército de Asturias y otras personalidades.
    (Museo Naval. Madrid)

    Ese
    mismo lunes 25, a las ocho de la mañana, llegaba
    al puerto de Arcachón el pesquero francés
    “Alcyon” con otro pesquero español
    a remolque. El pesquero español aparece citado
    con el nombre de “Madalia de Cantas” (sic)
    que, procedente de Gijón y con 176 personas a
    bordo (o/f 170p.), fue encontrado en apuros al Oeste
    de La Coubre
    . No he podido encontrar en ningún
    registro o lista de buques ningún pesquero con
    ese nombre. Lo más probable es que haya un error
    y en realidad se trate del “Natalia”,
    de Candás
    , propiedad de Cipriano Cuervo.
    Los refugiados fueron conducidos a los muelles de madera
    de Eyrac, y después de las correspondientes visitas
    de las autoridades de Marina y de los servicios aduaneros,
    una vez requisado el armamento, fueron autorizados a
    desembarcar. Los autocares que les aguardaban les trasladaron
    hasta las antiguas instalaciones Chevillet, donde se
    les sirvió comida caliente y se les suministró
    ropa seca. Los ocho heridos que había entre ellos
    fueron atendidos de urgencia allí mismo, y a
    continuación, enviados en una ambulancia a un
    hospital de Burdeos. El resto de los refugiados fue,
    así mismo, conducido posteriormente a Burdeos
    para su repatriación por ferrocarril.

    J.
    P. me facilita la información de la llegada al
    puerto de Arcachón el viernes 22 de la motora
    “Loly” procedente de Gijón. Traía
    a bordo un total de 38 personas, 29 de las cuales eran
    marinos de la dotación del “Císcar”,
    encontrándose entre ellos el propio comandante
    del destructor, Antonio Castro Izaguirre, y uno de los
    oficiales, llamado Antonio Fernández. Resulta
    sorprendente que el comandante del “Císcar”
    no viajase en el torpedero “Nº 3” con
    el jefe de las Fuerzas Nacionales del Cantábrico.

    Por
    último, un pesquero procedente de Gijón
    llegó a San Juan de Luz a la una de la tarde
    con 25 hombres a bordo, uno de ellos casi un niño
    (o/f 38p).
    Habían empleado treinta y seis
    horas en realizar la travesía y, una vez desembarcados,
    se les suministraron alimentos y bebidas. Por la tarde,
    fueron conducidos al tren en el que partieron hacia
    Barcelona, vía Perpiñán.

    El
    lunes 25, a primeras horas de la mañana, surcaban
    las aguas de la rada de San Juan de Luz dos pesqueros
    procedentes de Avilés con un total de 223 milicianos
    a bordo (o/f 400p.).
    Los milicianos no fueron autorizados
    a desembarcar hasta que el armamento que portaban hubo
    sido requisado y precintado por las autoridades francesas.
    Las armas eran de una gran variedad y múltiple
    procedencia, las había incluso alemanas, y fueron
    depositadas en los almacenes de las Aduanas bajo la
    vigilancia de un destacamento de la Guardia Móvil.
    Los milicianos fueron reavituallados y los que precisaban
    atención médica fueron conducidos al dispensario
    de las Soeurs de la Charité, donde recibieron
    los cuidados necesarios. A continuación, fueron
    conducidos al Ayuntamiento, en cuyas inmediaciones se
    agolpó una gran muchedumbre. A las ocho y media
    de la tarde partieron por ferrocarril hacia Cerbére.

    Por
    otra parte, no quiero dejar de mencionar aquí
    dos referencias que tengo respecto a los barcos de la
    evacuación. La primera es que según una
    fuente, uno de los pesqueros que consiguió salir
    de Avilés y llegar a Francia, se llamaba “San
    Luis”,
    sin embargo, no he podido localizar
    el puerto francés al que arribó ni averiguar
    cuántas personas llevaba a bordo. La segunda,
    se refiere a la draga del puerto de Avilés llamada
    primero “Elshout”; durante la guerra,
    “Manolín Rodríguez”, en homenaje
    al primer miliciano de Avilés muerto, y después
    de la guerra, “Alvargonzález”, en
    recuerdo del que fuera ingeniero director de la JOP
    de Avilés, que había sido fusilado por
    los rojos. Se trataba de una draga de succión
    construida en Holanda en 1919, de casco de acero y 500
    Tm. de desplazamiento. Esa draga, la noche de la evacuación,
    intentaron sacarla de Avilés cargada de gente
    y sin marineros a bordo, embarrancando en la escollera,
    frente a La Maruca, donde terminó el viaje.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Participantes.–
    Por un lado, la Flota, la aviación, la artillería
    costera, y los mercantes republicanos; por otro, la Marina
    de los  nacionales; y por el otro, la Patrulla naval
    del “Control”, formada por buques de la Marina
    británica, y los barcos mercantes extranjeros,
    que en su inmensa mayoría eran de bandera inglesa.
    Los mercantes se subdividían en extranjeros o de
    una de las dos partes contendientes; los extranjeros se
    subdividían, a su vez, en pertenecientes a los
    27 países signatarios del “Acuerdo de la
    No Intervención” o no, y éstos, en
    británicos y no británicos. Tan complicado
    como la propia situación y momento.

    Normas.–
    Aunque los nacionales reivindicaban las seis millas, de
    hecho, todas las partes aceptaban como límite de
    las aguas territoriales las tres millas. Fuera de las
    tres millas, la flotilla británica protegía
    a los mercantes, excepto a los republicanos y a los de
    los sublevados; a su vez, los mercantes británicos
    estaban sujetos a una ley inglesa aprobada en Diciembre
    del 36 que les prohibía transportar armas a España
    ,
    por lo que en todo momento podían ser inspeccionados
    en alta mar por los buques de guerra de su país
    y, en caso de incumplimiento, ser conducidos a puerto
    inglés y sancionados. Es por esto por lo que la
    mayoría del transporte de armas hacia la República
    descansó sobre la propia flota mercante republicana
    o sobre barcos de países no signatarios del “Acuerdo
    de la No Intervención”, atraídos por
    los altos fletes que se pagaban. Dentro de las tres millas,
    todos los mercantes extranjeros navegaban por su cuenta
    y riesgo, pero antes de ser cañoneados, tenían
    que ser conminados a entregarse haciéndoles un
    disparo de advertencia por la proa al tiempo que se les
    ordenaba virar 90º y parar; si el mercante obedecía,
    se consideraba “buena presa” y era conducido
    con escolta hacia un puerto nacional; si se resistía,
    podía ser cañoneado hasta que se sometiera
    o hundiera, siempre, repito, que estuviera dentro de las
    tres millas.

    Uno
    de los puntos conflictivos era, precisamente, establecer
    hasta donde llegaban las tres millas y, sobre todo, verificar
    si el apresamiento se producía realmente dentro
    o fuera de ellas.

    El
    gobierno inglés llegó a tener situadas frente
    a Bilbao y Santander a una poderosa flotilla compuesta
    por dos acorazados y cuatro destructores, al mando de
    un almirante.
    Es de reseñar la presencia durante
    veinte días del “Hood”, un crucero
    de batalla de 42.000 toneladas y 31 nudos de velocidad,
    que con sus 8 cañones de 203 mm., pasaba por ser
    el buque de guerra más poderoso del mundo.

    En
    esas circustancias, lo normal era que un mercante inglés
    cargado de trigo, por ejemplo, llegase frente al puerto
    de destino y se mantuviese a diez millas de la costa esperando
    el momento propicio de entrar. Esta espera podía
    llegar a durar días, hasta que, bien por tener
    que ir a repostar o por tener que cumplir otras misiones,
    la vigilancia de los buques de guerra nacionalistas se
    atenuaba, momento en que el mercante aprovechaba para
    colarse a toda máquina y entrar en puerto.

    La
    Marina sublevada carecía del número de buques
    precisos para vigilar permanentemente una costa que se
    extendía desde Ondárroa hasta San Juan de
    la Arena, en la desembocadura del Nalón. Por eso,
    a medida que la ofensiva en el Frente Norte se iba desarrollando
    de manera favorable para los insurgentes, el trozo de
    costa a vigilar se iba haciendo más pequeño,
    las bases se situaban en lugares más próximos
    y el bloqueo se iba volviendo cada vez más intenso
    y efectivo
    .

    Las
    fuerzas republicanas protegían el tráfico
    manteniendo alejados con la artillería costera
    a los buques de guerra enemigos
    , acosándolos
    en determinadas ocasiones con la aviación y muy
    rara vez haciendo salir a combatir a los destructores
    que, por supuesto, jamás se arriesgarían
    frente al “Cervera”. Pero mientras se mantuviesen
    en existencia, aunque fuera sin salir de puerto, los submarinos
    y destructores republicanos eran una amenaza potencial
    que obligaba a los mandos navales de los nacionales a
    adoptar toda una serie de precauciones y reservas que
    mermaban efectividad y restaban posibilidades a la acción
    de sus navíos de guerra. Otra tarea fundamental,
    que sí que cumplieron las fuerzas navales republicanas,
    era la de mantener, con los pesqueros habilitados a tal
    fin, permanentemente limpios de minas los canales de acceso
    a los puertos. Según Marceliano F., El Musel estaba
    protegido por dos baterías, una emplazada en la
    Campa Torres y la otra en el cabo S. Lorenzo, en La Providencia.
    En la Campa Torres había dos cañones Krupp,
    del 10,5, de cureña; y en La Providencia dos del
    32. La batería de La Campa Torres entró
    en servicio en Mayo del 37. La artillería de costa
    estaba al mando del teniente coronel Flores.

    El
    tráfico mercante hacia los puertos republicanos
    del Norte se mantuvo hasta la caída de Bilbao a
    pesar de las dificultades propias de la guerra. Un nuevo
    asunto vendría a complicar aún más
    la situación y a incidir en el tráfico marítimo:
    se trataba de la evacuación de civiles no combatientes.

    Los bombardeos aéreos de pueblos y ciudades indefensas,
    de manera especial el de Guernica, provocaron tal temor
    entre la población de la zona republicana y tanta
    indignación en todo el mundo, no digamos ya en
    Francia e Inglaterra, que los “no intervencionistas”
    gobiernos de estos dos países se vieron obligados
    a ir bastante más allá de lo que eran sus
    deseos. Buques de las marinas de guerra francesa e inglesa
    iban a tener que proteger a los barcos republicanos y
    extranjeros, cargados con refugiados, en su ruta hasta
    puertos franceses o ingleses. La Marina de guerra francesa
    solamente aceptó proteger a los mercantes de su
    nacionalidad, mientras que la Royal Navy extendía
    su protección, fuera de las tres millas, también
    a los mercantes republicanos que desempeñaban esta
    labor humanitaria.

    La
    evacuación de mujeres, niños y civiles no
    combatientes era supervisada y controlada por la Cruz
    Roja y el cónsul inglés en Bilbao, Mr. Stevenson.

    El gobierno francés fletó para esta operación
    el paquebote “Meknès” y los mercantes
    “Montesquieu”, “Carimare”, “Château
    Margaux” y “Château Palmer”; para
    protegerlos, envió toda una escuadra, formada por
    los acorazados “Lorraine” y “Bretagne”,
    el crucero “Émile Bertin”, los contratorpederos
    “Le Terrible” y “Le Fatasque”
    y los avisos “Somme” y “Aisne”,
    a las órdenes del contralmirante Odendhal. Después
    de realizar un único viaje, en el que evacuaron
    a un total de 1.960 refugiados, el gobierno francés
    suspendió su participación en esta misión
    humanitaria y retiró todo su dispositivo naval,
    dejando solamente en esas aguas un torpedero y un aviso.
    Frente a ese giro radical del gobierno francés,
    tomó el relevo la naviera “France-Navigation”,
    auspiciada por el Partido Comunista francés y la
    Internacional comunista
    , que envía a
    los mercantes “Ploubazlanec”, “Trégastel”
    y “Perros-Guirec”. Los dirigentes comunistas
    franceses consiguieron arrancar al gobierno de Blum el
    compromiso de una mínima protección naval,
    realizada por el torpedero “Le Terrible” y
    los avisos “Épinal” y “Audacieuse”.
    Solamente consiguió entrar en Bilbao, antes de
    que esta ciudad cayera en manos de los nacionales, el
    “Ploubazlanec”, que regresó a Francia
    con refugiados. Estos y otros buques de “France-Navigation”
    realizaron después diversos viajes entre puertos
    franceses y los de Santander y Gijón, trayendo
    víveres y retornando con refugiados, resultando
    alguno de ellos capturado por la Marina de los nacionales. 

    El
    armador vasco De la Sota puso a disposición del
    gobierno vasco, para llevar a cabo la evacuación
    de civiles, al trasatlántico “Habana”,
    de 10.000 toneladas, y a su yate, el “Goizeco-Izarra”.

    Estos dos buques hicieron varios viajes hasta puertos
    franceses; el “Habana”, con unos cuatro mil
    refugiados por viaje, atracaba en el muelle de trasatlánticos
    del puerto de La Rochelle-La Pallice, y el “Goizeco-Izarra”,
    con unos quinientos, en el muelle de madera de Pauillac,
    próximo a Burdeos. El “Habana” rindió
    también un viaje al puerto inglés de Southampton
    con 4.000 niños vascos que fueron acogidos por
    diversas organizaciones británicas de ayuda a la
    infancia y de solidaridad con la España republicana;
    la mayor parte regresó, una vez acabada la guerra,
    en el verano de 1939, pero unos centenares se quedaron
    en Gran Bretaña. También participaron en
    esta operación de evacuación de población
    civil los mercantes republicanos “Galea”,
    “Cabo Corona” y “Zurriola”.

    La
    escuadra británica encargada de la vigilancia del
    “Control de la No Intervención” y de
    proteger fuera de las tres millas a los buques mercantes,
    incluidos los que evacuaban a la población civil,
    estaba formada por los acorazados “Royal Oak”,
    con el almirante Ramsey a bordo, y el “Resolution”,
    más una flotilla de destructores con cinco unidades
    permanentemente en la mar, entre los que se encontraban
    los siguientes: “Faulkner”, “Fearless”,
    “Firedrake”, “Forrester”, “Fortune”,
    “Foxhound”, “Fury” y “Kemperfelt”.

    Bilbao
    fue tomada por los nacionales el 19 de Junio de 1937.
    En los días precedentes, cuando ya el puerto se
    encontraba al alcance de los cañones enemigos,
    al éxodo terrestre vino a sumarse la huída
    de multitud de barcos y lanchas con destino a Santander;
    también se aprovechó la presencia de los
    últimos mercantes ingleses para conducir en ellos
    más evacuados con destino a Francia. El día
    16 de Junio, los destructores “J. L.Díez”
    y “Císcar” salieron de Bilbao con la
    misión oficial de proteger a unos mercantes cargados
    de refugiados, hasta entregarlos en aguas internacionales
    al amparo de la Marina británica, y después
    continuar viaje hacia Santander. La realidad fue que el
    “J. L. Díez” y el “Císcar”
    se dirigieron a buscar refugio en los puertos franceses
    de Le Verdon y La Pallice, respectivamente. Este hecho
    se produjo a las dos semanas de que las antiguas dotaciones
    de estos buques fueran sustituidas por otras vascas y
    enviadas al frente a fortificar y cubrir bajas.
    En
    el “Císcar” viajaban 116 refugiados
    “selectos”, podríamos decir, además
    del Jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    capitán de fragata Enrique Navarro Margati, el
    jefe de su Estado Mayor, capitán de corbeta Vicente
    Agulló, y otros destacados personajes. Navarro
    y Agulló huyeron del “Císcar”
    en un bote y desertaron. Lo mismo hicieron en Le Verdon
    el comandante del “J.L. Díez”, teniente
    de navío Evaristo López, al que acompañaron
    el capitán de Intendencia Raimundo Fidel Martínez,
    el capitán auditor Rafael Bermejo y el segundo
    maquinista Manuel Pardo. Hasta los comisarios políticos,
    del PNV, desertaron. Los submarinos, cuya eficacia se
    medía, no por las decenas de miles de toneladas
    hundidas, sino por el hecho más prosaico de lanzar
    o no lanzar un torpedo, partieron para Santander.

    Desde
    un punto de vista estrictamente naval, las consecuencias
    de la caída de Bilbao fueron las siguientes:

    la Marina de los nacionales iba a disponer de una base
    situada cincuenta y tantas millas más próxima
    a la costa enemiga; y que en seguida iría a contar
    con una infraestructura mucho mejor que la de Pasajes;
    por otra parte, se acortaba la costa republicana a vigilar,
    por lo que el bloqueo tenía, por fuerza, que volverse
    más intenso. Además, los nacionales incrementaron
    su flota con el bou artillado “Araba”, que
    se encontraba reparando en Bilbao, y que, una vez operativo,
    pasó a llamarse “Álava”.

    Paralelamente,
    el compromiso y la firmeza de los gobiernos francés
    y británico, y de sus respectivas autoridades de
    Marina, frente a los barcos de guerra nacionales, irían
    atenuándose a medida que la indignación
    de la opinión pública en ambos países
    se iba calmando. En los medios de comunicación
    se pasaría, en sucesivas matizaciones semánticas,
    de “los pobres vascos, tan católicos y respetuosos,
    masacrados por la aviación alemana”, “a
    las fuerzas gubernamentales de Santander” y a “los
    anarquistas de Belarmino Tomás”
    . Otro
    aspecto significativo es que, un mes y medio después
    de la entrada de los nacionales en Bilbao, los mercantes
    ingleses estaban de vuelta en ese puerto para reanudar
    las relaciones comerciales y continuar con las exportaciones
    de mineral de hierro y las importaciones de carbón
    inglés.

    Por
    lo que respecta a los republicanos, la pérdida
    de Bilbao resultó un golpe imposible de encajar,
    que, además, dejó sentenciada la guerra
    en el Norte y, por tanto, en el resto del país.
    Para sustituir a Navarro como jefe de las Fuerzas Navales
    del Cantábrico, se nombró al capitán
    de navío Valentín Fuentes López,
    que ya había desempeñado este cargo desde
    Noviembre del 36 hasta Marzo del 37. Valentín Fuentes,
    procedía de la base de Cartagena, en cuya jefatura
    había cesado después de que una explosión
    producida en el acorazado “Jaime I”, que se
    encontraba reparando, causara más de trescientos
    muertos. “Don Valentín”, como era conocido
    entre las autoridades civiles y militares, era un marino
    leal y competente; uno de los pocos oficiales del Cuerpo
    General que tras los días aciagos de Julio del
    36 había conservado el mando de su buque, el destructor
    “Lepanto”, llegando en su carrera, con la
    República, a ser contralmirante. Para jefe de la
    flotilla de los tres submarinos, el “C-2”,
    el “C-4” y el “C-6”, se nombró
    al ruso Burmistrov, pasando el “C-6” al mando
    de su compatriota Eguipko, que aunque no tengo noticia
    de que llegara a hundir ningún barco, sí
    que, por lo menos, mantuvo a su submarino en actividad
    hasta el último momento. Ambos alcanzarían
    el almirantazgo en la Marina soviética, y Eguipko
    desempeñaría en los años setenta
    el puesto de almirante-jefe de la base de Leningrado.

    Uno
    de los problemas fundamentales de las autoridades republicanas
    era, como ya he dicho, el relacionado con los refugiados
    procedentes de las zonas ocupadas: había que albergarles
    y alimentarles.
    Cada vez que los nacionales conquistaban
    nuevos territorios, se producían auténticos
    éxodos que no hacían sino agravar aún
    más la situación. Ésta ya era de
    por sí de penuria en todos los aspectos para la
    población habitual, así que es fácil
    de imaginar lo que ocurriría con la llegada de
    cien o doscientas mil personas más a cada ciudad.
    Los barcos que conseguían burlar el bloqueo y entrar
    con víveres no eran suficientes, y aunque se procurase
    que la mayoría hiciesen el viaje de vuelta a Francia
    con refugiados, tampoco bastaba para descongestionar las
    grandes ciudades. Según cuentan los que lo vivieron,
    después de la caída de Santander, en Gijón
    había tanta gente que se hacían hogueras
    para cocinar en la plazuela de San Miguel, se dormía
    en los portales y se defecaba en las calles.

    Los
    barcos de guerra ingleses continuaron dando escolta a
    los mercantes que salían de Santander con refugiados,
    pero la presión de la Escuadra de los nacionales
    iba en aumento y la protección de la artillería
    de costa y de la aviación eran más débiles
    que en Bilbao, así que los apresamientos empezaron
    a hacerse más frecuentes
    .

    El
    día 4 de Julio fue capturado el “Trégastel”,
    de la naviera “France-Navigation”, organizada
    por los comunistas franceses, que venía cargado
    de víveres para Santander. Ese día, se encontraban
    patrullando por esas aguas el “Resolution”
    con tres destructores, mientras que el mercante inglés
    “Latymer”, procedente de Amberes con carga
    general, esperaba en alta mar el momento de colarse en
    Santander, pese a que las autoridades navales británicas
    en la zona le trataban de disuadir y le recomendaban dirigirse
    a San Juan de Luz.

    Veamos
    ahora, como muestra de lo que solía ocurrir en
    estos casos, lo que fue la captura del “Trégastel”
    según quedó recogida en el parte de operaciones
    del “Cervera”:

    «A
    las 6h. 15m. se reconoció el vapor “Trégastel”,
    que navegaba con bandera del “Control” y dijo
    se dirigía a Santander.

    A
    9h. 20m. se vio a este mismo barco que navegaba a la altura
    de cabo de Ajo pegado a la costa. Me dirigí a su
    encuentro, y a 9h. 30m., encontrándome 5 millas
    al N. de dicho cabo y con el vapor francés enfilado
    con cabo Quintes y a una distancia de 7.500 mts., abrí
    el fuego, haciéndole 3 disparos de aviso por la
    proa al mismo tiempo que le izaba la señal de hacer
    rumbo al N.
    Cesé de disparar al observar que
    variaba el rumbo, que, de momento, fue al NW, en dirección
    a unos destructores ingleses a los cuales pedía
    auxilio. Estos, le pusieron la popa, alejándose.

    Me
    dirigí a su encuentro por si no distinguía
    mi señal, al mismo tiempo que la repetía
    por proyector. Como se le oyese pedir auxilio, primero
    al “Resolution” y luego a Lorient, demandando
    el envío urgente de un buque de guerra, y continuase
    haciendo rumbo NW, le mantuve izada la señal de
    rumbo N y en francés, por proyector, le comuniqué
    que hiciese rumbo N y que de no obedecer mis órdenes
    le echaría a pique. Como a pesar de esto, no obedecía,
    a las 9h. 55m. le hice un nuevo disparo de aviso por
    la proa.

    Seguidamente
    arrumbó al N y ordené al “Ciudad de
    Valencia” lo convoyase hasta cabo Villano, donde
    lo entregaría a los bous para internarlo en Bilbao.

    Como
    continuase llamando con estación de chispa, entorpeciendo
    las comunicaciones por radio, le ordené no la utilizara,
    lo cual obedeció seguidamente. A las 10h. 40m.
    se vieron dos aviones rojos que se dirigían al
    “Ciudad de Valencia”. Me dirigí nuevamente
    a su encuentro para apoyarlo. Dicho buque hizo 6 disparos
    sobre los aviones que se alejaron. Al pasar cerca de este
    buque, les hice 6 disparos de 101,6 mm. que fueron suficientes
    para mantenerlos alejados.

    El
    torpedero “Nº 7” comunicó que
    le habían atacado sin consecuencias. A las 13h.
    30m. volvió a aparecer otro avión enemigo
    sobre el que se hicieron 9 disparos del 101,6 mm., alejándose
    en dirección a Santander.

    A
    mediodía, al pasar cerca del acorazado “Resolution”,
    me comunicó lo siguiente: «El barco inglés
    Latymer se va.»

    Se
    le contestó: «Muchas gracias.»

    Desde
    la llegada a estas aguas de ese barco, el acorazado inglés
    le había aconsejado dirigirse a San Juan de Luz,
    según pudo desprenderse de radios sorprendidos.

    A
    14h. transmití el siguiente despacho al comandante
    del “Resolution”:

    «Cervera”
    a “Resolution”: Si no hay inconveniente, le
    agredeceré me diga el nombre de los dos destructores
    ingleses que estaban más cerca del barco francés
    que apresé.»

    «Resolution”
    a “Cervera”: “HMS Kemperfelt”
    y “HMS Boadicer”.»

    Se
    le dieron las gracias y a 21h. 40m. se sorprendió
    un radio cruzado entre el “Resolution” y el
    “Medusa”, en el que el primero daba cuenta
    de que un barco francés había sido capturado
    dentro de las aguas jurisdiccionales por un barco nacionalista.

    A
    las 17h. el “Ciudad de Palma” hizo entrega
    a un bou frente a cabo Villano del vapor apresado “Trégastel”.
    Según me comunicó, momentos antes de llegar
    a dicho cabo, el capitán del vapor le rogaba le
    dejase continuar a San Juan de Luz.

    El
    “Galerna” apresó un pesquero que se
    dirigía a Bermeo y le ordené quedarse con
    el patrón y dejarle continuar viaje. Este pesquero
    es el “Boladura”.»

    Por
    esas mismas fechas de primeros de Julio del 37, un comando
    nacionalista capturó el petrolero republicano “Campoamor”,
    cargado con 10.000 TM de gasolina
    , que se encontraba
    en un puerto francés a la espera de poder entrar
    en un puerto republicano del Norte, conduciéndolo
    a Pasajes.

    El
    cinco de Julio, el bou artillado “Galerna”
    apresó al pesquero francés “Liberté”,
    que transportaba un cargamento de azúcar y
    harina con destino a los mineros de la empresa belga “Solvay”
    en Santander. A pesar de ser atacado por la aviación
    republicana, el “Galerna” condujo a su presa
    a Bilbao.

    El
    día 9, es el “Cervera” el que apresa
    al mercante inglés “Gordonia” en aguas

    territoriales, haciéndole dos disparos de advertencia
    y enviándole órdenes por proyector. El mercante
    pareció someterse y obedecer, pero cuando se encontraba
    fuera de las aguas jurisdiccionales, el comandante
    del “Resolution”, capitán de navío
    Sturdee, lo tomó bajo su protección. El
    “Gordonia”,
    con un destructor inglés
    por cada banda y el “Resolution” por la popa,
    arrumbó al Norte, donde se reunieron con el acorazado
    “Royal Oak”, almirante Ramsey a bordo, que
    llegaba a estas aguas en esos momentos. El comandante
    del “Cervera”, capitán de navío
    Moreu, envió un mensaje expresando su protesta
    por habérsele hurtado la presa, al mismo tiempo
    que anunciaba que pondría el hecho en conocimiento
    de sus superiores. Por la noche, el almirante Ramsey envió
    por proyector al comandante del “Cervera”
    el siguiente mensaje de disculpa:

    «Deseo
    expresar vd. en nombre de mi Gobierno su sentimiento por
    el mal entendido entre el “Resolution” y vd.
    esta mañana. Propietarios del “Gordonia”
    han ordenado a su capitán que no entre en Santander.
    Almirante “Royal Oak”.»

    La
    respuesta del comandante del “Cervera” fue
    esta:

    «Agradezco
    sus explicaciones que lamento no poder aceptar mientras
    no se me entregue vapor “Gordonia”, capturado
    legalmente dentro aguas jurisdiccionales a la vista de
    sus destructores.»

    Un
    destructor norteamericano, el “Kane”, estuvo
    durante bastantes semanas navegando por las aguas del
    Cantábrico
    , probablemente en misión
    informativa para su Gobierno, pero también evacuando
    súbditos extranjeros. Concretamente, el 20 de
    Agosto fondeó frente a Gijón,
    fuera
    de las tres millas, para embarcar a un centenar de súbditos
    cubanos y a dos ciudadanos belgas.

    El
    día 14, frente a Santander, resultó apresado
    por el “Cervera” el vapor inglés “Morton”,
    que venía en lastre a por refugiados. El “Morton”
    llevaba cinco días aguantándose en alta
    mar, entre las diez y las quince millas, esperando la
    ocasión para colarse en el puerto. A las seis
    de la mañana, cuando el “Cervera” comprobó
    que el “Morton” se encontraba dentro de las
    tres millas, le hizo tres disparos por la proa y el mercante
    se entregó.
    En esos mismos instantes salía
    de Santander el también inglés “Stanhill”,
    cargado de refugiados, al que el “Cervera”
    consideró igualmente capturado por encontrarse
    próximo al “Morton” en el momento de
    desencadenarse los acontecimientos. El capitán
    del “Stanhill”, sin embargo, no obedeció
    las órdenes del “Cervera” y con un
    destructor inglés por una banda y el acorazado
    de la misma nacionalidad por la proa, continuó
    navegando al Norte, no sin la correspondiente protesta
    del comandante del “Cervera”. El “Cervera”
    entregó después el “Morton”
    al “Galerna”, que lo condujo a Bilbao.

    Cuando
    el “Cervera” capturó al “Morton”
    se encontraba a unos 8.000 metros de distancia de este
    mercante y a unos 14.000 metros de la costa, pese a lo
    cual fue hostilizado con varios cañonazos de las
    baterías costeras situadas en cabo Ajo y en cabo
    Mayor. Los buques de guerra nacionales, como es natural,
    rehuían la proximidad de las baterías costeras
    y no solían acercarse a más de seis millas
    de la costa, lo que, como se ve, no les impedía
    apresar mercantes. El problema de los republicanos,
    aparte la debilidad de la aviación y la inoperancia
    de la Flota, era el pequeño número de baterías
    costeras de que disponían y, sobre todo, la permanente
    escasez de proyectiles, que obligaba a reservarlos para
    las distancias cortas.

    Tres
    días después, el minador “Júpiter”,
    de patrulla frente a Gijón, apresaba al “Candlestone
    Castle”, no pudiendo evitar, pese a cañonearlo,
    que el “Sarastone” entrara en El Musel.

    El “Candlestone Castle” y el “Kellwyn”
    , de pabellón británico como los anteriores,
    habían salido el día uno de Julio de Santander
    hacia Francia con refugiados, protegidos por dos destructores
    y un acorazado ingleses. Después de ese viaje,
    ambos barcos llevaban varios días esperando para
    entrar en Santander, dirigiéndose a Gijón
    ante la imposibilidad de hacerlo en aquel puerto. El “Candlestone
    Castle” procedía de Burdeos y el “Sarastone”,
    también en lastre, había salido de Saint
    Nazaire. El “Candlestone Castle” fue conducido
    al Ferrol por el crucero auxiliar “Ciudad de Palma”.

    Mas
    todos estos incidentes no eran suficientes para interrumpir
    el tráfico mercante.
    Los fletes que se pagaban
    eran muy elevados y los riesgos, que eran de apresamiento
    y rara vez de hundimiento, salvo durante los bombardeos
    aéreos de los puertos, no desanimaban a los armadores.
    Por otra parte, los barcos nacionales no podían
    estar en todas partes a la vez, pese a que el “Cervera”,
    con sus 34 nudos, tuviera una velocidad tres o cuatro
    veces superior a la de cualquier mercante. Tenían
    que relevarse en las zonas de vigilancia asignadas a cada
    buque de guerra, ir a puerto a repostar y avituallarse,
    conducir a los barcos apresados, patrullar a la busca
    de los submarinos…; así que los capitanes de
    los mercantes ingleses se tiraban días esperando
    su oportunidad para entrar en puerto, mientras por el
    TSH recibían un torrente de mensajes de apremio
    que les enviaban sus armadores. Era lo que le pasaba al
    capitán del mercante inglés “Marion
    Moller”, cargado de automóviles y manteniéndose
    en alta mar a la espera de poder entrar en El Musel. El
    capitán radiaba este mensaje de respuesta al representante
    del armador en Santander que resumía claramente
    la situación:

    «Esperando
    frente a Gijón, pero barco rebelde, esperando por
    mí.»

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

    En
    defensa del anarquismo (II).

     

    Por
    Ricardo Mella.

    Biblioteca de Tierra y Libertad.

    Calle Cadena, nº 39, 2º Barcelona
    Precio: 15 céntimos. Año 1919.
    Imprenta Germinal. Rda. de S. Pablo, 36
    Barcelona.

     

     

    La falta
    de paralelismo entre los dos modos del progreso humano
    hémosla atribuido al privilegio económico
    y a la dominación política. Y, en efecto,
    la permanencia de una organización de clases
    ha hecho que los beneficios inmensos de la mecánica
    moderna sean nulos para la mayoría de los hombres,
    reduciendo a (…) condiciones tan mezquinas, que
    en la lucha por la vida, el obrero se ha convertido
    en la más despreciable de las mercancías
    por su baratura y su fácil sustitución.

    Si la máquina no ha lanzado de golpe a la miseria
    a millares de hombres, hace en cambio cada día
    menos necesario el concurso del jornalero, y al (…)
    elimina también un no despreciable número
    de brazos que va a engrosar las nutridas filas del ejército
    del hambre.

    El capitalista halla fácil rendimiento
    a sus dineros en la potencia multiplicadora de la máquina,
    al paso que el trabajador es cada vez menos indispensable.

    Al contrario, su labor se deprecia continuamente, sustituyéndola
    a veces con la labor femenil y la de los niños.
    Así, aunque la máquina multiplica o por
    lo menos puede multiplicar prodigiosamente los productos,
    este progreso resulta inútil para el obrero porque
    dada la depreciación de los jornales y la continua
    paralización de brazos, cada vez le es menos
    fácil obtener dichos productos en el mercado.
    No de otro modo se explica el terrible espectáculo
    del hambre al lado de los mismos almacenes atestados
    de mercancías, que malviven y se cierran frecuentemente
    por falta de ventas.

    El obrero, no sólo sufre estos perjuicios ocasionados
    por el progreso mecánico, sino también
    sus derivados. Para él son cuentos maravillosos
    todos nuestros adelantos científicos; la educación
    moral y artística y sus (…) indeclinables,
    poco menos que nada. Y como la clase media no se cuida
    gran cosa tampoco de las modernas conquistas, sobre
    todo si no le son inmediatamente útiles, resulta
    que el tremendo avance de la ciencia en su más
    amplio significado sólo beneficia a unos cuantos
    dilettandi, y cuya influencia en la vida social es,
    por tanto, poco menos que nula.

    ¿Hubiera prevalecido esta enorme diferencia en
    los beneficios si el estado de castas no estuviese mantenido
    por un estado de fuerza? La dominación política
    es como el complemento del privilegio económico
    y recíprocamente. La dominación
    política tiene a su cargo no sólo la subordinación
    presente, sino también la continua transmisión
    de los hábitos de obediencia. La bayoneta y el
    fusil no le bastan, y dispone de la escuela, de la iglesia,
    del circo y de la taberna, de la prensa, del libro y
    del teatro. Todo conspira a un mismo fin.

    Normalmente la labor es sencilla, tranquila. Se reduce
    a asediar continuamente las facultades más hermosas
    de la personalidad, hasta anularlas o adormecerlas;
    si por acaso la normalidad se perturba, entonces la
    pólvora hace su oficio y las cárceles
    se abren para una multitud desamparada, y se levanta
    el patíbulo para el sedicioso que salió
    o pensó en salir a la calle en defensa de su
    sueño, de su utopía querida, utopía
    tras la que ha caminado y camina la humanidad sin rendirse
    (…) a la engañadora evidencia de la enseñanza
    oficial.
    Así, debido a esta compenetración del
    privilegio económico y el dominio político,
    obsérvase en el (…) social, de una parte, una
    pequeña minoría en posesión de
    todos los derechos y de todos los elementos, constituyendo
    por sí y para sí el organismo propiamente
    dicho de la sociedad
    , y de otra, una enorme
    masa de esclavos que carece de todo: derechos políticos,
    personalidad social, instrumentos de trabajo, riqueza,
    instrucción, arte y ciencia.

    De hecho, sólo han cambiado los términos
    de la apariencia. Nuestro mundo moderno es continuación
    fiel de aquel mundo antiguo tan fieramente combatido
    por los ascendientes, por los generadores de nuestra
    actual burguesía.

    Todo en la vida material ha cambiado prodigiosamente.
    En la vida social, merced al hecho señalado,
    vivimos todavía para alimentar, recrear y conservar
    a una casta de hombres que tiene de su parte una sola
    cosa: el dinero.


  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Discurso
    pronunciado por Francisco Largo Caballero
    en el teatro-cine Pardiñas de Madrid
    el 17 de Octubre de 1937 (I).


    Francisco Largo Caballero (Madrid, 1869; París, 1946)
    Vicepresidente
    de la UGT (1908-1918) y secretario general (1918-1938).
    Diputado
    en Cortes en 1918. Ministro de Trabajo (1931-1933). Presidente

    del Gobierno y ministro de la Guerra (Sep. 1936-Mayo 1937).

    Tras ser forzado a dimitir, se inició el acoso para
    echarle de la
    Secretaría General de la UGT. Se le privó
    de los periódicos afines y tras
    este discurso de Madrid, no se le autorizó ninguno
    más y llegó a estar
    bajo arresto domiciliario. Exiliado en Francia, fue hecho
    prisionero
    por la policía de Petain y conducido a un campo de
    concentración nazi,
    donde permaneció hasta que fue libertado por el ejército
    ruso. http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Largo_Caballero
    http://www.ugt.es/fflc/

    El discurso del cine Pardiñas fue retransmitido en
    directo a otros cinco cines
    madrileños que, a pesar de ser los de mayor aforo,
    se llenaron a rebosar,
    instalándose altavoces en la calle para la gente
    que no había podido entrar.
    Texto del folleto: La U.G.T y la Guerra. Editorial Meabe,
    Valencia 1937.
    Archivo General de la Guerra Civil, Salamanca.

     

    TRABAJADORES:

    Sean
    mis primeras palabras, de salutación a todos los
    combatientes que luchan en España contra el fascismo
    y por la independencia de nuestro país, y un recuerdo
    de gran emoción para todos aquellos que han caído
    luchando por la misma causa. Este saludo y este recuerdo
    debemos dedicarlos todos a estos hombres, que combaten,
    como he dicho, por nuestra independencia, libres de muchos
    prejuicios y de muchas miserias humanas.

    Os
    ruego que, a pesar de la multitud que aquí hay y
    de la incomodidad que tendréis todos por esta misma
    circunstancia, tengáis un poquito de paciencia. Yo
    procuraré tenerla también.

    Ya
    hacia tiempo que no me ponía en comunicación,
    en reuniones públicas, con la clase trabajadora.
    Tengo que recordar, aunque sea incidentalmente, que la última
    campaña de propaganda que yo hice, fué la
    campaña electoral, con la cual se contribuyó
    grandemente al triunfo de las izquierdas frente al fascismo,
    que ya se estaba incubando en nuestro país. Recuerdo
    bien que en aquella campaña de propaganda eran tres
    o cuatro los puntos principales de que yo trataba: primero,
    la amnistía para todos aquellos hombres que estaban
    en las cárceles con motivo de los sucesos de octubre;
    segundo, un llamamiento a las mujeres españolas para
    que cooperasen al triunfo de las izquierdas; tercero, un
    llamamiento a los camaradas de la C.N.T. para que en aquella
    ocasión, dando de lado a ciertas actitudes que habían
    tenido hasta entonces, cooperasen al triunfo, y
    cuarto, que, a pesar de que en las candidaturas había
    muchas personas indeseables, los electores no mirasen las
    personas, sino las candidaturas. Así lo hicieron
    y por eso se triunfó.

    Desde
    entonces han sucedido muchas cosas. Después, sabéis
    que se constituyó el Gobierno presidido por mí.
    Yo tuve interés en que ese Gobierno estuviera
    constituido por todos los elementos que luchaban en las
    trincheras.
    Me parece que nadie podrá negar
    el propósito de dar de lado muchos rozamientos, muchas
    cuestiones que había entre nosotros. Cuando
    constituí ese Gobierno, lo realicé con el
    interés de ganar la guerra. No hice exclusión
    de ninguno de los elementos que tenían hombres luchando
    en las trincheras: estaban en él las tendencias del
    Partido Socialista, los comunistas, los vascos, los catalanes,
    los republicanos, y, por fin, se logró que la C.N.T.
    hiciese un acto más de abnegación y entrase
    en el Gobierno, con lo cual se completó todo el cuadro
    antifascista dentro de aquel Gabinete.

    EXPLICACION
    DE UN SILENCIO

    No
    os voy a referir ahora lo que ese Gobierno hizo. Lo reservo
    para otras conferencias, con lo cual contestaré a
    aquella campaña de injurias y de calumnias que quien
    es hoy todavía ministro de Instrucción pública
    tuvo el descaro de iniciar en un acto público.

    Muchos se habrán dicho: ¿cómo Largo
    Caballero no contestó a esas infamias? Ahora lo digo
    con franqueza: no porque no tenga qué contestar,
    sino porque para mí, por encima de esas miserias,
    estaba el ganar la guerra (muy bien; grandes aplausos),
    y no quería ir a la tribuna pública
    porque con ello podía, sin querer, contribuir a algo
    que pudiera perjudicar la marcha de la guerra.

    Unas veces, por la situación internacional. Era preciso
    que España saliera del pleito de la Sociedad de Naciones,
    para que jamás se pueda decir que ninguno de nosotros
    habíamos contribuido con nuestra palabra a que España
    no logre en Ginebra lo que tenía derecho a conseguir.
    Otras veces, por si se estaban haciendo operaciones en tal
    o cual frente, también callamos, para procurar que
    a esos frentes no llegase el eco de lo que se manifestase
    y que pudiera desmoralizar a los combatientes y perjudicar
    a la guerra. Os aseguro que uno de los mayores sacrificios
    que he hecho en mi vida ha sido guardar silencio durante
    estos cinco meses. Pero no me pesa, porque aunque los calumniadores
    y los difamadores hayan hincado sus uñas y sus dientes
    en mi persona, tengo la tranquilidad de conciencia de que
    mi silencio ha contribuido al bien de España y al
    bien de la guerra. (Muy bien; prolongados aplausos.)

    EL
    POR QUE DE UNA CAMPAÑA

    Se
    dirá: ¿qué es lo que ha ocurrido aquí
    para que contra aquél a quien antes consideraban
    todos como un hombre representativo de la clase trabajadora
    se haya hecho esa campaña difamadora? ¿Es
    que Largo Caballero ha cambiado de ideología? ¿Es
    que Largo Caballero ha hecho traición? (Voces: ¡No!)
    Eso digo yo: que no. ¡Ah! Entonces, ¿por
    qué se ha hecho esa campaña? ¿Sabéis
    por qué? Porque Largo Caballero no ha querido ser
    agente de ciertos elementos que estaban en nuestro país
    y porque ha defendido la soberanía nacional en el
    orden militar, en el orden político y en el orden
    social. (Aplausos.) Y cuando esos elementos comprendieron,
    bien tarde por cierto, que Largo Caballero no podía
    ser un agente de ellos, entonces, con una nueva consigna,
    se emprendió la campaña contra mí.

    Yo
    afirmo aquí que hasta poco antes de iniciarse la
    campaña se me ofrecía todo cuanto hay que
    ofrecer a un hombre que pueda tener ambiciones y vanidades.
    Yo podía ser el jefe del Partido Socialista Unificado;
    yo podía ser el hombre político de España;
    no me faltarían apoyos de todos los elementos que
    me hablaban. Pero había de ser a condición
    de que yo hiciera la política que ellos quisieran.
    Y yo dije: de ninguna manera. (Clamorosa ovación.)

    Decía yo que tarde me conocieron. Podían haber
    comprendido desde el primer momento que Largo Caballero
    no tiene ni temperamento ni madera de traidor para nadie.
    Me negué rotundamente, hasta el extremo de que en
    alguna ocasión, en mi despacho de la Presidencia
    del Consejo de Ministros, tuve escenas violentísimas
    con personas representativas de algún país,
    que tenían el deber de tener más discreción
    y no la tenían, y yo les dije, delante de algún
    agente suyo, que por cierto desempeñaba entonces
    cartera de ministro, que Largo Caballero no toleraba ingerencias
    de ninguna clase en nuestra vida interior, en nuestra política
    nacional. (Aprobación; aplausos.)
    Estas
    escenas violentas, que, como digo; tuvieron testigo que
    no sería capaz de negarlo, fueron el comienzo de
    la campaña en contra mía. La iniciaron contra
    Largo Caballero, pero viendo que esa campaña personal
    no les daba resultado, porque había muchos trabajadores
    que no comprendían cómo se podía hacer
    eso, mudaron de consigna y fueron contra la Ejecutiva
    de la Unión General, pero al ir contra la Ejecutiva
    de la Unión General, contra quien iban principalmente
    era contra Largo Caballero.
    Ahora os explicaré
    lo ocurrido en la Unión para que veáis la
    injusticia, las falsedades y las maniobras de toda clase
    que se han producido para llegar a la situación en
    que estamos.

    LA
    VERDAD DE LO SUCEDIDO

    ¿Por
    qué me he decidido a empezar a hablar? Este
    acto es el primero de la serie que pienso dar (aprobación)
    para enterar a España de la verdad de lo sucedido,
    y para que España comprenda quiénes son los
    que contribuyen con sus campañas a empeorar nuestra
    situación en todos los órdenes.
    Yo
    vengo a hablar aquí porque creo que no habrá
    ya nadie que pueda achacar a lo que yo manifieste en este
    acto lo ocurrido en Ginebra, que tenga el cinismo de decir
    que soy el responsable de lo sucedido allí. Creo
    que tampoco perjudico en estos momentos a la acción
    militar. Todos sabemos en qué situación estamos;
    aunque no nos lo digan claramente, aunque nos lo oculten,
    el que más y el que menos la sabemos.

    Además,
    camaradas, yo vengo aquí a hablar porque veo que
    nuestro Partido Socialista y nuestra U.G.T. están
    en peligro, y quiero contribuir a salvar a este partido
    y a salvar a la U.G.T. de España. Lo que
    se pretende, para servir ciertos intereses políticos,
    es provocar la disidencia en el Partido Socialista y en
    la U.G.T.
    Pero yo lo he dicho y lo repito: Largo
    Caballero no provoca la disidencia en el Partido ni en la
    Unión General. El que quiera, que la provoque. Es
    decir: ya la han provocado, ya la han producido. ¡Largo
    Caballero, no!

    ¿Qué
    es lo que ha sucedido en la U.G.T. de España? Os
    lo voy a contar con la mayor brevedad posible. El
    origen de esta campaña contra la Unión arranca
    de la crisis política de mayo, crisis que yo tengo
    que declarar aquí que la considero como la más
    vergonzosa de cuantas he conocido en la Historia de España.
    Incluso con la monarquía, no he conocido yo una crisis
    que pueda sonrojar tanto como ésta a cualquier buen
    español.
    Aunque no entre ahora en muchos
    detalles, que ya lo haré en otra ocasión,
    debo manifestaros que esta crisis se provocó
    por los representantes del partido comunista en el Gobierno.

    El día anterior al planteamiento de la crisis, algunos
    periódicos madrileños anunciaban ya acontecimientos
    políticos como resultado de aquel Consejo. En
    él, la representación comunista produjo el
    escándalo, pidiendo un cambio de política
    en la guerra y un cambio de política en el orden
    público.
    Ese era el pretexto, porque en
    lo que se refiere a Guerra, el partido comunista sabía,
    como yo, lo que ocurría, porque tenía representación
    en el Consejo Superior de Guerra. Y en la cuestión
    de orden público respecto a Cataluña, nosotros,
    como Gobierno central, no teníamos ninguna jurisdicción.

    Fué
    un pretexto. En aquella reunión se me pidió
    a mí que el Gobierno disolviese una organización
    política disidente del partido comunista.

    Yo, que he sido perseguido con las organizaciones a las
    cuales he pertenecido y pertenezco, por los elementos reaccionarios
    de nuestro país, manifesté que, gubernativamente,
    no disolvía ninguna organización política
    ni sindical; que yo no había ido al Gobierno a servir
    intereses políticos de ninguna de las fracciones
    que en él había; que aquél que tuviera
    que denunciar hechos, que lo hiciese y los Tribunales serían
    los que interviniesen y disolvieran o no la organización,
    pero que Largo Caballero, como presidente del Consejo
    de ministros, no disolvería ninguna de esas organizaciones…
    (Grandes aplausos que impiden oír el final de la
    frase.)

    Y
    antes de terminar el Consejo de Ministros, en vista de que
    no recibían satisfacción los proponentes,
    como si estuvieran en un Comité de pueblo o en un
    Casino, con la mayor irresponsabilidad, se levantaron
    los ministros comunistas y abandonaron el Consejo.

    En el acto, antes de levantarse, yo hice unas manifestaciones,
    y las manifestaciones fueron que me parecía un crimen
    que en aquellos momentos se plantease una cuestión
    política. Si eso se hubiera hecho pasados
    unos días, no tendría tanta trascendencia,
    pero en aquellos momentos yo lo consideraba como un crimen.

    El
    hecho es que se marcharon y que yo tuve que dar conocimiento
    del asunto a quien debía hacerlo. Lo hice por la
    noche, y aquél a quien yo di cuenta me pidió,
    dada la importancia del asunto, unas horas para reflexionar.
    Y fui llamado al día siguiente, para decirme
    que la crisis no se plantease en aquel momento, puesto que
    había entre manos unas operaciones que pudieran hacer
    cambiar la faz de la guerra en España,
    y
    que había que hacer esas operaciones antes de producirse
    la crisis. Hechas las operaciones, podía plantearse.
    Me sometí, y dije: «no tengo inconveniente;
    la crisis, por mi parte, queda aplazada unos días;
    se van a hacer las operaciones y veremos lo que resulta».
    ¡Ah! Pero por la tarde me encuentro con que
    se presentan los ministros socialistas en mi despacho, y
    estos correligionarios fueron a comunicarme que la Ejecutiva
    Nacional del Partido había acordado que dimitiesen
    todos los ministros socialistas.
    Cuando yo oí
    esto, comprendí la jugada, y dije: «bueno,
    señores, pues ya daré conocimiento a quien
    tengo que darlo». Y, naturalmente, aquella decisión,
    no mía, sino de alguien que estaba por encima de
    mí en aquel momento, de aplazar la crisis
    para hacer unas operaciones, la impidió el Partido
    Socialista, por conducto de su Ejecutiva, poniéndose
    incluso frente a los deseos de aquél que deseaba
    que se aplazara la crisis.

    Tuve
    que dar cuenta del nuevo hecho, porque si del Gobierno se
    marchaban los socialistas y los comunistas, no era posible
    aplazar la crisis. Existía, además, un gran
    interés por precipitarla, porque una de las cosas
    que me dijeron esos dos socialistas, fué que habían
    acordado dimitir y, además, que me rogaban resolviese
    la crisis con urgencia. Es decir, uno de los objetivos
    de la crisis —¡que tenía varios!—
    era impedir esas operaciones a que antes hacía yo
    referencia. Y, efectivamente, esas operaciones no se realizaron.

    Yo no sé el resultado que habrían podido tener,
    pero sí puedo echar la responsabilidad de todo esto
    a quienes las impidieron, porque si esas operaciones se
    hubiesen realizado, acaso España estaría en
    otras condiciones en el terreno de la guerra. (Muy bien.)

    De
    esta manera se produce la crisis. Después, me encargaron
    otra vez, tras unas consultas, de formar nuevamente Gobierno.
    Yo hablé con todos, absolutamente todos, y, como
    siempre —porque a estas triquiñuelas de política
    burguesa en seguida nos adaptamos—, todos dieron buenas
    palabras, todo el mundo se ofrecía, pero en cuanto
    salían del despacho del jefe del Gobierno se ponían
    de acuerdo para poner toda clase de inconvenientes. Recuerdo
    bien que una de las condiciones que a mí me ponía
    el partido comunista para colaborar en el Gobierno que estaba
    encargado nuevamente de formar, era que yo no fuese ministro
    de la Guerra.
    Yo les objetaba: «¿qué
    fundamento tenéis para esto?» «Que el
    Ministerio de la Guerra y la Presidencia es muchísimo
    trabajo (risas), y no conviene que tengas tanto trabajo»
    (más risas.) Yo les dije que no me parecía
    un fundamento verdadero y sólido, porque quien tenía
    que examinar eso no eran ellos; era yo. Agradecía
    íntimamente el buen deseo (siguen las risas), la
    buena voluntad que tenían de quererme descargar del
    trabajo que sobre mí pesaba… Pero no era eso; era
    algo de lo otro que os decía antes. Si hoy
    no puedo entrar en detalles, ya lo haré en otro momento.

    EN
    EL MINISTERIO DE LA GUERRA

    Yo,
    en Guerra, tuve que comenzar a ponerme, como vulgarmente
    se dice, en pie para impedir muchos abusos que se estaban
    cometiendo. Entre ellos, me encontré un día
    con que los socialistas en quienes había depositado
    mi confianza, en el Comisariado de Guerra, habían
    permitido que se nombrasen a espaldas mías, y con
    documentación firmada por quien no lo podía
    hacer, más de mil Comisarios. (Sensación;
    aplausos.)
    Habían nombrado más de
    mil Comisarios, y los habían nombrado poniendo la
    firma en los nombramientos quien no tenía derecho,
    legalmente, para hacerlo, porque el único que lo
    podía hacer era yo. Y cuando llamé a aquellas
    personas de confianza, correligionarios nuestros, y les
    dije que cómo habían hecho eso, me contestaron
    que creían que lo podían hacer. Dio
    la casualidad de que la inmensa mayoría de los Comisarios
    de guerra que habían nombrado así eran comunistas.
    (Muy bien; muy bien; aplausos.)

    Me
    encontré con más. Me encontré con que
    en el Comisariado de Guerra, a espaldas mías, se
    había hecho un pequeño «straperlo».
    Me encontré con que se habían hecho unas asimilaciones
    a generales de brigada y generales de división, para
    algunos correligionarios, con 22.000 y con 16.000 pesetas.
    (Una voz: ¡Granujas!) Cuando yo les llamé,
    también, para decirles: «bueno, ¿y cómo
    han hecho ustedes esto a espaldas mías?», me
    respondieron: «¡Ah! Creíamos que usted
    estaba enterado y que usted…». «Pero, ¿qué
    voy a estar yo enterado de que ustedes se han nombrado generales
    de división y de brigada para cobrar?» (Risas.)
    Además, mensualmente, disponían de más
    de 200.000 pesetas para propaganda, para periódicos,
    para tal cual otra cosa. Así me explicaba yo, mejor
    dicho, me expliqué después, cómo había
    tanto dinero para hacer la propaganda comunista en España.
    (Formidable ovación.)

    De
    ahí el por qué yo publiqué una disposición
    anulando todos los nombramientos de Comisarios y ordenando
    que el que quisiera continuar siéndolo me lo pidiera
    a mí, para yo revalidar su nombramiento. (Muy bien.)
    Y ya recordaréis todos la campaña que se hizo
    contra mí con este motivo, diciendo que yo quería
    deshacer el Comisariado.
    No. Yo he entendido siempre,
    cuando publiqué la disposición creando el
    Comisariado y después, que éste haría
    una gran labor, que había de tener un gran trabajo
    en el Ejército, si cumplía con su deber. Pero
    no creía yo ni podía pensar que el Comisariado
    sirviera para hacer un Ejército de partido. ¡Eso,
    no! (Aprobación; grandes aplausos.)

    Todo
    esto fué haciendo ambiente. Se produjo la crisis,
    y cuando llega la consulta a la Ejecutiva de la Unión,
    para dar un ministro pone condiciones. Yo, amistosamente,
    fraternalmente, tengo que decir que al poner aquellas condiciones
    se cometió, a mi entender, un error, error de detalle.
    Yo sé los buenos propósitos de la Comisión
    Ejecutiva al proceder así. La Ejecutiva vio que se
    había producido una crisis algo oscura, por maniobras.
    No estaba bien enterada, y la Ejecutiva al decir: «nosotros
    no damos ministros si no es para un Gobierno Largo Caballero»,
    expresaba, no que fuera ministro Largo Caballero. Es
    de advertir que los comunistas querían que yo continuase
    de presidente del Consejo, pero no de ministro de la Guerra.
    La verdad, yo dije: «ponerme de espantajo para que
    ellos pudieran hacer desde Guerra lo que les diera la gana,
    ¡ah!, no, no y no. (Aprobación.)

    Yo,
    socialista internacional, tengo amor a mi país; lo
    tengo a mi pueblo, que es éste, Madrid; lo tengo
    a España porque soy español, que no es incompatible
    con ser internacionalista, ni mucho menos.
    Y yo,
    delante de quien debía decirlo, manifesté
    en una reunión: «no puedo dejar de ser ministro
    de la Guerra por varias razones: primera, porque yo no he
    hecho motivos para que se me eche del Ministerio de la Guerra,
    y segunda, porque creo que, como español, tengo la
    obligación de defender al Ejército español
    y conducirle en forma que pueda conseguir el triunfo».
    (Muy bien; grandes aplausos.)

    CONTRA
    LA EJECUTIVA DE LA U.G.T.

    Pero
    no creáis que estas arrogancias de españolismo
    quedan impunes en algunas ocasiones, y en aquélla
    no quedó. Realizaron lo que todos sabemos. Pues bien,
    la Ejecutiva de la Unión, dijo: «no».
    Pero lo dijo por ese motivo, no porque fuera Largo Caballero
    ministro, pues últimamente no tenía por qué
    decirlo, porque Largo Caballero, si hubiera querido, hubiera
    sido presidente del Consejo de Ministros, hubiera continuado
    siendo jefe del Gobierno. Yo no iba allí por ser
    jefe del Gobierno. Yo iba a cumplir un deber: aquél
    que estaba cumpliendo en Guerra. Lo que ocurría
    era que yo estorbaba en Guerra.

    Esta era la cuestión. Y desde aquel momento
    empezó la campaña contra la Ejecutiva, pidiendo
    la reunión del Comité Nacional.
    Yo
    todavía no me había reintegrado al cargo de
    secretario. Y, efectivamente, se celebró Comité
    Nacional y la inmensa mayoría de las Federaciones
    que celebraron ese Comité Nacional estaban fuera
    de los Estatutos. Todos eran muy amantes de la Unión
    y de la disciplina; del U.H.P. y de todas esas cosas, pero
    no se acordaban de cumplir con la Unión General en
    lo que se refiere a cotizaciones.
    ¡No los
    cotizantes! No los obreros pertenecientes a las Secciones,
    que ésos pagaban; no. Los que no pagaban
    eran los Comités, que no sabemos lo que harían
    con el dinero. (Aprobación; aplausos.)
    Porque,
    últimamente, cuando hay una Federación que
    no recauda cotizaciones, no tiene más que decirlo,
    y si no tiene asociados, no paga por nadie o paga por los
    que sean. Pero, no; había Federaciones que
    no pagaban una cotización desde el primer trimestre
    del año 33; había algunas que debían
    cuatro y cinco años.

    LA
    REUNIÓN DEL COMITÉ NACIONAL

    Se
    celebró, sin embargo, el Comité Nacional,
    porque en la Unión ha habido siempre mucha tolerancia
    en eso, y aquellos amigos, abusando de esa tolerancia, llegaron
    allí, tomaron acuerdos, y no solamente tomaron acuerdos,
    sino que inmediatamente comenzaron una campaña en
    la Prensa contra la Ejecutiva, diciendo: ya lo veis; hemos
    desautorizado a la Ejecutiva. La habían desautorizado
    unos individuos, o unos compañeros, que decían
    representar a organizaciones que se hallaban en aquella
    situación. Pero el caso es que se celebró
    la reunión y que continuó la campaña
    contra la Ejecutiva.

    LA U.G.T. Y LA GUERRA

    La
    Unión General ha sido uno de los organismos que durante
    la guerra ha cumplido mejor su misión. Recuérdese
    bien que, cuando empezó la guerra, nosotros
    organizamos en la calle de Fuencarral una oficina de información
    al Gobierno.
    No quisiera yo que lo tomaseis a exageración,
    pero si queréis, si tenéis medios, preguntad
    al que era jefe del Gobierno entonces, y él puede
    deciros de dónde recibía el Ministerio de
    la Guerra, las informaciones exactas sobre la situación
    militar en España. (Una voz: ¡De Fuencarral,
    93!) ¡De Fuencarral, 93! (Aplausos.) Y entonces
    se dio el caso de que en el Ministerio de la Guerra no había
    más referencias verídicas que las de Fuencarral,
    93,
    porque no tenían medios de informarse
    ni por los alcaldes ni por los gobernadores, porque todo
    estaba trastornado. Lo único que existía
    y tenía conexión con nosotros eran las organizaciones
    obreras de la Unión, y por medio de esas organizaciones
    obreras, en todos los pueblos, sabíamos la situación
    militar del enemigo y la nuestra, y se la decíamos
    al Gobierno para ayudarle a ganar la guerra. (Muy bien.)

    Después,
    la Unión General ha realizado una labor permanente
    hasta que el Gobierno se marchó de Madrid. No voy
    a hablar de eso. (Risas.) No, no. (Más risas; una
    voz: ¡Que hable!) No puede ser hoy. Todos lo sabéis.
    Cada
    cosa en su momento. Salió el Gobierno de Madrid y
    tuvo que salir la Unión General. Voy a aprovechar
    la ocasión, por si hay aquí compañeros
    que interpretaron entonces mal las cosas, para decir que,
    al marcharse el Gobierno de Madrid y salir organizaciones,
    lo lógico es que fueran las nacionales las que salieran.
    Porque esos Comités Nacionales no representaban sólo
    a Madrid, sino que representaban a todos los obreros, y
    tenían que irse a sitios donde pudieran estar en
    relación con sus representados. Ahora bien; los locales,
    el Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, o la Federación
    local de Madrid, o la Agrupación Socialista Madrileña,
    todo lo que fuera local, debía quedarse aquí.
    Todo lo nacional, fuera de Madrid, para cumplir sus deberes
    con los demás afiliados y con los de Madrid.

    LA
    U. G. T. EN EL EXTRANJERO

    Y
    salió también la Unión General, pero,
    inmediatamente, en vista de la marcha de la guerra, comprendió
    que había que realizar una intensa labor en favor
    de España y en favor de nuestra guerra. ¿Quién
    ha movido a las Internacionales, lo mismo la socialista
    que la sindical, más que la U. G. T. de España?
    Todas las reuniones que se han celebrado, todo el apoyo
    internacional por parte de la clase trabajadora organizada,
    ¿quién lo ha hecho más que la Unión?

    Han ido otros organismos políticos que se llaman
    también obreros y no los ha hecho nadie caso. A la
    Unión ha sido solamente a la que se le ha hecho caso,
    porque la Unión ha sabido ganarse un prestigio internacional
    que no tienen muchos, ni lo podrán tener. (Aprobación.)
    Y la Unión General provocó la reunión
    de Londres para apoyar al Gobierno, y luego la de París.

    Todos
    sabéis que hubo un movimiento de la clase trabajadora
    en el extranjero, favorable a nosotros; que, por cierto,
    se atenuó luego, no por culpa nuestra, sino por errores
    políticos que se cometían en España.
    Poco después de la crisis, hubo un momento en que
    corrieron rumores más allá de las fronteras,
    según los cuales se hacía aquí tal
    política de persecución contra elementos discrepantes.
    Todos sabéis que ha habido casos verdaderamente desgraciados,
    que aún no se han esclarecido, de personas hechas
    desaparecer por elementos que no son el Gobierno, y que
    han constituido un Estado dentro de otro Estado. Esto ha
    trascendido, compañeros, hasta el extremo de que
    han venido a España representantes de las Internacionales,
    a averiguar expresamente qué había de verdad
    en ello, y a nosotros, personalmente, se nos ha dicho: «desde
    que esto ha ocurrido, nosotros no podemos levantar el entusiasmo
    en el extranjero, entre nuestros compañeros, porque
    sospechan que aquí quienes dominan y quienes influyen
    son los elementos —lo dicen claramente— comunistas,
    y todo el mundo se pregunta si van a ayudar a España
    para que luego sean los comunistas quienes rijan los destinos
    de España».
    ¡Eso han venido
    a preguntarnos! Y no os extrañe. Una de las cosas
    que yo he censurado eran esos excesos que, a juicio mío,
    se cometen; por ejemplo, que hubiese mandos militares de
    gran importancia que asistiesen a congresos comunistas,
    a desfiles en honor de comunistas. De todo ello se sacaban
    fotografías que se publicaban en los periódicos,
    y esos periódicos iban a Londres, iban a París,
    iban a otras partes, y cuando allí veían que
    los jefes del Ejército, en gran número y de
    gran influencia, asistían a esos actos, decían:
    «¡entonces, es verdad que allí lo que
    domina e influye es el comunismo!» Esto nos perjudicaba
    mucho, muchísimo.

     

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    (Según lo relata Josefa García Segret
    en
    su libro “Abajo las dictaduras”.)

    Saturrarán,
    Febrero de 1938.

    «Vallecito
    risueño y encantador, cuya cara azotada por todos
    los vientos, dulcifica en brisa suave los sinsabores
    y amarguras que anidan en los pechos. Alivia el presente
    con sus risas de sol inundadas de luz y alimenta nuestras
    esperanzas con aureolas de color, que el deseo espera
    plasmar en ansiosa realidad.

    Este
    pequeño valle, de forma triangular, sin más
    salida que el mar o la entrada de la prisión,
    es de un conjunto hermosísimo, que cautiva la
    vista donde quiera que ésta se pose.

    Constituimos
    la población penal unas mil setecientas presas
    políticas a causa de la guerra civil que se desarrolla
    en España.

    Hállanse
    los edificios al fondo de unas elevadas lomas, matizadas
    de distintos verdes que hermosean las pequeñas
    vistas que desde el interior, por las ventanas, podemos
    apreciar. Forman estas lomas como un cinturón
    que sólo permite ver un limitado horizonte. Cortando
    la loma que se eleva al Oeste, pasa una carretera bordeando
    la costa en todo su contorno. Por los senderos que surcan
    las lomas, ascendiendo en forma de serpentina, vemos
    como patrullan los soldados al ir a relevar las guardias.

    Los
    pabellones que sirven de prisión están
    separados unos de otros y algunos a distancia de más
    de doscientos metros. Están edificados a distintos
    lados de un riachuelo, que es nuestra delicia cada vez
    que bajamos a lavar nuestras ropas; metiéndose
    muchas con los pies en las corredizas aguas, lo cual
    ocurre una vez cada semana. Pero nuestra satisfacción
    sería que nos dejaran llegar a la playa, para
    poder disfrutar del fuerte oleaje que bate en las negras
    rocas, besando la arena cada vez que las olas se deshacen
    en rizada y blanca espuma. Como quiera que no tenemos
    esa grata satisfacción, nos contentamos con el
    deseo, y algunas con darse unas chapuzaduras de pies
    en este riachuelo, cuyas aguas, claras cuando nadie
    lava y nunca cristalinas, vemos correr a juntarse con
    el mar. Digo nunca cristalinas porque era el desagüe
    de los “wáteres” y las defecaciones
    corrían arrastradas por las aguas y a veces las
    lentejas se veían flotando.

    (…)
    Contrasta este hermoso y risueño panorama con
    el rígido vivir, que en el interior de los edificios
    se practica; dolor sobre dolor, no amontona nunca más
    que rencor.

    (…)
    Los edificios que nos sirven de prisión son cinco,
    aparte las casitas en que viven el director, el portero
    y los soldados que nos dan guardia. Estos edificios,
    que hoy puede decirse están en ruina, se hallan
    al fondo de las lomas y debieron estar dedicados a balneario,
    por la excelente situación que ocupan, aunque
    sus aguas llamadas potables son de pésimos resultados,
    pues destrozan nuestro pobre organismo, que constantemente
    se ve atacado de las fiebres tíficas. Tampoco
    sería de extrañar que estas casonas, que
    hoy sirven de prisión siendo mansión de
    dolor, hayan sido dedicadas, cuando alguna regia persona
    veraneaba en San Sebastián, a ciertas recepciones
    de carácter un tanto licenciosas. Lo que sí
    puede decirse con certeza es que antes de la guerra
    estaba dedicado a seminario.



    Saturrarán, situado entre Motrico y Ondárroa,
    antes había sido
    balneario y seminario.(Colec. Zubicaray)

    El
    clima es húmedo y frío, debido a que están
    edificados estos edificios en la misma playa; pertenece
    al Ayuntamiento de Montrico y está en el límite
    de Guipúzcoa y Vizcaya. Sus terrenos son fértiles,
    a juzgar por el verdor que los hermosea. Se cosecha
    la patata, las legumbres, algo de trigo, poco maíz;
    pero la mayor abundancia que se nota la produce el Cantábrico
    con su rica pesca.»

    La
    vida cotidiana en el penal

    «Días
    y días que se hacen meses… sin noticias.

    Los
    “gavilanes” rapiñan mis misivas.

    Hay
    que andar al salto con direcciones fingidas.

    Hambres,
    miserias, latrocinios rodean nuestras tristes vidas.

    (…)
    Un conjunto revuelto en efervescencia de todas las clases
    sociales; desde lo más elevado en sentir hasta
    lo más bajo en denigrar, con amplia escala de
    intelectualidad y crecido número de analfabetismo;
    con adolescentes desde los dieciséis años
    y respetables abuelas hasta los ochenta; sin contar
    la cantidad de inocentes parvulitos (los hijos pequeños
    de las presas)
    que, como los mayores, sufren, pobrecillos,
    las consecuencias de una incomprendida maldad humana.

    Sujetas
    a una disciplina férrea, tan férrea en
    Saturrarán, cuya superiora, sor María
    Aranzazu -conocida entre nosotras por la “Pantera
    blanca”- sólo satisfacía sus entrañas
    con castigos glaciales; la más ligera ondulación
    en la disciplina acarreaba un castigo, que podía
    llamarse ejemplar.
    Había que ceñirse,
    pues, a la disciplina si no se quería ir a parar
    a los sótanos, lugar de tortura e inundados por
    el río, siempre que la crueldad lo requería.
    Testigo experimental fue mi amiga Dolores Valdés
    (de Mieres, Asturias), que “navegó”
    milagrosamente durante más de media hora en el
    agua, que ya le llegaba al estómago, estando
    encerrada en un calabozo del sótano por haber
    escrito lo que a la sedición militar se refería
    y juzgar a la perfección en hermosos versos la
    imperfección de la religión llevada a
    la práctica, con actos antihumanos, que con las
    reclusas las monjas hacían. Y gracias al juez
    instructor, que se la llevó inmediatamente a
    San Sebastián, dándose perfecta cuenta
    de lo que ocurría, con pretexto de juzgarla,
    pudo así salvar la vida.

    Penal
    disciplinario era éste, porque la superiora de
    las carceleras (eran monjas mercedarias), con sus castigos,
    así lo hacía;
    cogida infraganti con
    un gesto cualquiera (en el comedor todas nos reuníamos
    a la hora de la comida), una sonrisa, una simple mirada,
    que la creyeran significativa, era lo suficiente para
    privarte de lo que más te dolía; eso si
    no eras llevada a la celda de castigo por la monja que
    te cogía; a ella se iba por lo más insignificante,
    por una seña a la repartidora del agua, o por,
    simplemente, mirar hacia ella mientras echaba el precioso
    líquido en el recipiente que de vaso nos servía.»

    Testimonio
    de Leonor Ruipérez  Cristóbal
    (de
    las memorias inéditas tituladas “Relato
    de mi vida”)

    Cuenta
    Leonor Ruipérez en su libro que al llegar a Saturrarán
    las monjas mercedarias les quitaron todos los paquetes
    que llevaban. Se encontraron con que en la cárcel
    no había bancos ni asientos ni camastros, por
    lo que tenían que comer en el suelo y dormir
    sobre una manta y taparse con otra. Así, durante
    días, hasta que llegaron los petates de cada
    una. La escasa dieta alimenticia era la siguiente: para
    el desayuno, una sopa de ajo, prácticamente sin
    grasa, o cuatro higos de no muy buena calidad o una
    pastilla de chocolate de una clase tan mala que Leonor
    confiesa no haber visto nunca antes; una barra de pan
    integral para todo el día; para comer, unas patatas
    que, a veces, iban acompañadas de unos garbanzos;
    la cena, lentejas, con tal cantidad de bichos que no
    eran capaces de comerlas. Pasaron mucho hambre. Además,
    tenían prohibido recibir paquetes alimenticios
    del exterior. Hasta transcurridos cinco meses no se
    inauguró el economato de la cárcel que,
    además, estaba muy poco surtido.

    (Leonor
    Ruipérez y su hermana Encarna, naturales de Peñaranda,
    Salamanca, maestras las dos, fueron condenadas en consejo
    de guerra por “auxilio a la rebelión”
    a nueve años de prisión)

    Autorización
    del Ministro de Justicia franquista,

    Tomás
    Domínguez Arévalo,

    al
    Jefe del Servicio Nacional de Prisiones. BOE 5-9-38.

    Ilmo.
    Sr. : Atento este Ministerio a intensificar los valores
    morales que actúan en las Prisiones
    , y, recogiendo
    el fruto de una dilatada y muy favorable experiencia,
    ha tenido a bien disponer:

    Primero.-
    Que se autorice a V.I. para celebrar contratos con las
    distintas Comunidades de Religiosas -Hijas de la Caridad,
    Mercedarias de la Caridad, Oblatas, etc.,- que puedan
    prestar asistencia en los Establecimientos de reclusión,
    en cuyos convenios se encomiende a las respectivas Comunidades:

    a)
    El régimen y los servicios de las prisiones de
    mujeres.

    b)
    La administración y contabilidad de las mismas
    Prisiones, facultándose a la respectiva Superiora
    para la percepción de libramientos y la rendición
    de cuentas.

    c)
    Los servicios de Cocina y Despensa, con intervención
    directa en la adquisición de los géneros
    para el racionado y en las mismas cuentas justificativas
    de las mismas; de Enfermería, Lavadero y Almacenes
    de Vestuario y utensilios, en las prisiones de hombres.

    Segundo.-
    Que todos los contratos que se establezcan se ajusten
    al proyecto aprobado con esta fecha por este Ministerio
    como modelo, en el que se determinan los derechos y
    obligaciones de las partes contratantes. (…)

    «El
    bullicio en el departamento a las horas de expansión
    era de franca alegría, unas y otras formando
    corro (mientras la monja no aparecía) con las
    de más simpatía, batíamos el cobre
    que era una maravilla. Cada agrupación, a las
    horas del recreo, se divertía lo mejor que podía;
    la belleza del concepto y la gracia en el estilo atraen
    adornos que algunas poseían, y ello daba lugar
    a diversiones honestas, muy distraídas, que con
    toda el alma aplaudíamos, con nuestras risas
    medio asfixiadas para que no trascendieran detrás
    de la mirilla; jugábamos al parchís, contábamos
    novelas, chistes ocurridos en la vida de alguna, en
    los viajes; además de que las profesoras dedicábamos
    ciertas horas a la enseñanza. En fin, distraíamos
    el hambre y entreteníamos la imaginación
    de la mejor forma posible. No, no decaía ni
    un instante la moral, ni aún en los momentos
    trágicos de las pérdidas en la guerra,
    nacional o mundial
    ; no nos veían las monjas
    con caras largas; gesto enérgico e impávido,
    figurando entretenidas, mientras la campana del penal
    de Saturrarán volteaba, celebrando las cogidas
    (las conquistas de nuevas capitales republicanas por
    los nacionales); o las monjas de Palma entraban fiscalizando
    nuestras fisonomías.

    Y
    aquí me trae el recuerdo la primera impresión
    que recibí, a mi llegada al penal de Saturrarán,
    al hallarme ante una monja, alta, doble de figura y
    nada fea, que sin más preámbulos, al llegar
    a la celda, empezó a registrar mi cuerpo, palpándolo
    y luego ahuecando los vestidos, mirando el seno con
    ansia investigadora. Tal acto me produjo la impresión
    de encontrarme ante una de esas mujeres del hampa, de
    esas mujeres de mal vivir, que se disfrazan para cometer
    actos de gangsterismo. Instintivamente, sentí
    repulsión, repulsión cuyo reflejo abarcaba
    a todo lo que aquella mujer representaba, porque aquella
    monja no hizo más que cumplir con una misión
    que le había sido encomendada por su superiora.
    Baja misión, por cierto, que en cualquier mujer
    repugna, pero en una monja, por favor, en una monja
    es prostituir la moral que Cristo vino al mundo a predicar.



    Edificios de Saturrarán convertidos en penal
    de mujeres.
    (Colec. Zubicaray)

    Pero,
    ¿qué os importa a vosotros la moral? Vuestra
    moral consiste en taparos con unos sayones: en mirar,
    con la máxima negligencia, como se revolcaba
    la honestidad de las reclusas en la grosera impudicia
    al realizar estos actos ineludibles de necesidades perentorias,
    desalojando lo que en el vientre estorba, unas en presencia
    de otras, a veces ante todas las de un departamento
    en cola. Despreocupación sin límites la
    vuestra, que tácitamente aprobaba tal desacato
    a la decencia. En querer exacerbar la carnalidad de
    aquel hacinamiento de mujeres encerradas, obligando
    a escuchar aquellas pláticas, en la capilla,
    que estomagaban. En acibarar el dolor de los que vosotros
    llamáis enemigos, porque no hagan lo que vosotros
    deseáis. En hacer el alijo de los suministros
    que os entregaban para sustento de las cautivas, cociéndoles
    luego un poco de vitualla en calderadas, bazofia, que
    al pobre estómago sumergía en baño
    maría.

    Cuántas,
    cuántas vidas arrancasteis a la existencia con
    vuestra piratería. Cuánto dolor selló
    la muerte en el abandono de las enfermerías;
    si hasta la leche que les pertenecía la vendíais
    en el economato a las que más dinero tenían.
    Crimen, crimen execrable es el que habéis hecho
    con tanta superchería.

    Moderaos,
    católicos, moderaos en vuestras ambiciones y…,
    ganaréis más, porque esas monjas en sus
    conventos estarían mucho mejor que esgrimiendo
    tanta inmundicia lacerante en una guerra civil, que
    vosotros mismos levantasteis…

    Claro
    que hubo ya en los primeros tiempos quien, por falta
    de civismo, fundándose en que había que
    distraerse más, infiltró la corriente
    de hacer teatro, ofreciéndose para la preparación
    y dirección del mismo, y era de ver entonces
    la monstruosa profanación del ideal con brillantes
    veladas teatrales, presididas por las autoridades civiles
    y militares del fascio, y a las cuales, invitadas, concurrían
    los representantes extranjeros, haciéndose cantidad
    de fotografías, en las que aparecía la
    “población penal”, cual si viviendo
    estuviera en el más espléndido edén
    de las delicias.
    Falsa cortina de flameante propaganda
    fascista,
    en la que la negación idealista
    de una y la inconsciencia de otras se envolvía,
    tapando de esa forma la “cremación de dolor”
    que en los penales se derretía.

    Mujeres,
    flor de juventud, de lozanía y de madurez, que
    rendisteis en el más completo abandono sin el
    aliento de un cariño, sin el consuelo de un corazón
    fraterno, vuestro último suspiro en las negras
    y frías losas de un presidio, sudario de vuestro
    lento sufrir; yo os dedico la esencia del libre pensamiento
    en recuerdo de vuestro padecer.»

    Algunas
    relaciones de presas trasladadas desde la cárcel
    del Coto de Gijón a Saturrarán.

    Eloína Suárez Peón

    Alejandrina Zaragoza Pérez

    Amor Gutiérrez López

    Azucena Fernández García

    Rosa Castaño Con

    Julia Cuesta Rendueles

    Angeles Casanueva González

    Mª Luisa Casanueva González

    Concepción González Madera

    Josefa Casanueva González

    Palmira Carriles Estrada

    Mª Luisa Garnelo Menéndez

    Isabel Colina Bueno

    María Menéndez Rodríguez

    Mercedes Alvarez Alvarez

    Emilia López Arango

    Lidia Carpintero Gutiérrez

    Inocencia Molledo Fernández

    Marina Muñiz Rodríguez

    Encarnación González Collado

    María Pinín García

    Rosa González Martínez

    Trinidad Gutiérrez Suárez

    Elena Alonso Prieto

    Emilia Sevares Acebal

    Felisa Alvarez García

    Milagros Cuevas Alvarez

    Funcisla Rodríguez García

    Remedios Campillo Noriega

    María Fernández Díaz

    Elvira García Gutiérrez

    Elicia Suárez Cueto

    Angelina García Alvarez

    Amelia Noriega Martínez

    Paulina Alvarez González

    Consuelo González Menéndez

    Sagrario Merodio Hoyos

    Adela Suárez López

    Palmira Irene García Cueto

    Amparo Alonso Heres

    Leonides Granda García

    Marina González García

    Generosa González Díaz

    Concepción Pidal Noriega

    Natividad Díaz Alonso

    Josefa Graña Aparicio

    Maruja Alonso Rodríguez

    Rafaela Rodríguez González

    Marina Alvarez Alvarez

    Petra González Cuadrado

    Concepción Díaz Fernández

    Margarita Pérez Argüelles

    Antonia Díaz Díaz

    Balbina Teleñas Méndez

    Matilde Atichati Morón

    Rosa González Suco

    Silvina García López

    Mª Teresa Llanos González

    Hortensia Amodia Rubio

    Josefa Argüelles Fernández

    Belarmina González Lastra

    Aveliana González Suárez

    Remedios Villamor Solís

    Ascensión Domínguez Barrera

    Olvido Alvarez García

    Ernestina Fernández Suárez

    Adamina Meré Argüelles

    Elvira Lobo Díaz

    Esperanza Díaz Rodríguez

    Leonides Iglesias Inclán

    Zulima Iglesias Inclán

    Nieves Suárez García

    Marina Iglesias Fernández

    Rosa Sánchez Mier

    Josefa Fernández Pérez

    Ana Mª Palacios Pérez

    Vicenta Alvarez Picorell

    TOTAL.: 67

     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Emilio
    Castelar y el golpe de Pavía.
    Por Eduardo Barriobero


    Emilio Castelar y el golpe de Pavía


    Por Eduardo Barriobero

     

    La
    cuestión religiosa puso a Castelar en discordia con
    Salmerón; para solucionar esta discordia hubiera
    sido preciso aplazar por medio de un decreto la reunión
    de las Cortes. Propusiéronselo a Castelar, y replicó,
    indignadísimo, que su honor le impedía hasta
    escuchar la frase “golpe de Estado”.
    Fue, pues, a las Cortes en la fecha de antemano fijada,
    de 2 de enero de 1874. Como hasta él habían
    llegado ciertos rumores, llamó antes a su
    despacho al capitán general de Madrid, señor
    Pavía, para darle cuenta de que se aseguraba en todas
    partes que intentaba sublevarse contra las Constituyentes.
    Como Pavía lo negara, Castelar le exigió palabra
    de honor, y Pavía la dio, añadiendo que él
    “jamás, jamás se sublevaría mientras
    ejerciera un mando”.
    La circunstancia de
    haber sido ayudante de Prim, haber estado siempre en excelentes
    relaciones con los republicanos y desempeñado cargos
    de importancia con los gobiernos de Salmerón y Pi,
    abonaban la palabra de honor.
    Al abrirse aquella sesión memorable se comenzó
    a discutir la conducta del Gobierno mediante algunas proposiciones
    presentadas por diferentes grupos de diputados. Durante
    el debate pronunció Castelar un notabilísimo
    discurso, al que puso fin con estas palabras: “El
    partido republicano tiene que transformarse en dos grandes
    partidos: en un partido de acción progresivo, muy
    progresivo, a quien le parezcan estrechas y mezquinas nuestras
    ideas, y otro partido pacífico, nada de dictatorial,
    nada de autoritario, nada de arbitrario; legal, muy legal;
    demócrata, muy demócrata; pero con grandes
    instintos de consolidación y conservación.
    Mi política es la natural, y podréis maldecirla,
    no sustituirla, porque ante la guerra no hay más
    política que la guerra.”
    Se votó. Castelar fue derrotado por 120 votos
    contra 100; los demás se abstuvieron. Entregó
    a la Mesa la dimisión del Gobierno, y fue aceptada.

    Se acordó nombrar un nuevo Gobierno, y para que los
    diputados concertaran sus candidaturas, se suspendió
    la sesión por menos de dos horas.
    Terminada la votación, cuando comenzaba el escrutinio,
    Salmerón, que presidía la Cámara, llegó
    presuroso a su sitial; pero para continuar la narración
    conviene ceder la palabra al Diario de Sesiones.
    “Presidente: Señores diputados: Hace
    pocos momentos que he recibido un recado u orden del capitán
    general, creo que debe ser ex capitán general de
    Madrid, por medio de dos ayudantes, para decir que se desalojara
    el local en un término perentorio.
    (Varias
    voces: Nunca. Nunca.) Orden, señores diputados: la
    calma y la serenidad es lo que corresponde a ánimos
    fuertes en circunstancias como ésta; para que desalojara
    el local en un término perentorio, o de lo contrario
    lo ocupará a viva fuerza. Yo creo que es lo primero,
    y lo que de todo punto procede. (El tumulto que se levantó
    en el salón interrumpió al señor presidente.
    Se oye decir: Esto es ofensivo a la dignidad de la Asamblea.)
    Señores diputados: sírvanse oír la
    voz… (Continúa el tumulto.) Orden, señores
    diputados. (Mucha calma, mucha calma, se grita por algunos.)
    Yo recomiendo a los señores diputados la calma y
    la serenidad… (Continúa la agitación.
    El señor Chao: ¡Esto es una cobardía
    miserable!) Señores diputados: vuelvo a recomendar
    la calma y la serenidad.
    El gobierno presidido por el ilustre patricio don Emilio
    Castelar, es todavía Gobierno, y sus disposiciones
    habrá adoptado ya. Entre tanto, yo creo que debemos
    de seguir en sesión permanente, y seremos fuertes
    para resistir hasta que nos desalojen por la fuerza, dando
    un espectáculo que, aun cuando no sepan apreciarlo
    en lo que vale, aquellos que sólo pueden conseguir
    el triunfo por ciertos medios, las generaciones futuras
    sepan que los que éramos adversarios, ahora todos
    hemos estado unidos para defender la República. (Varios
    señores diputados: ¡Todos, todos! Un señor
    diputado: ¡Viva la Soberanía Nacional! ¡Viva
    la República! ¡Viva la Asamblea! Estos vivas
    fueron contestados por todos los lados de la Cámara.)
    No esperaba yo menos, señores diputados. Ahora seremos
    todos unos. (Varios señores diputados: ¡Todos!
    ¡Todos! Se han borrado en este momento todas las diferencias
    que nos separaban, hasta tanto no quede reintegrada esta
    Cámara en la representación de la Soberanía
    Nacional (Muy bien.), y que se le podrá arrancar
    por la fuerza de las bayonetas, pero no se le arrancará
    el derecho que tiene.
    El señor presidente del Poder Ejecutivo, señor
    Castelar: Pido la palabra.
    El señor presidente: la tiene S.S.
    El señor Castelar: Yo siento no participar de la
    opinión de S.S. respecto al escrutinio, porque yo
    creo que el escrutinio debe continuar como si no sucediera
    nada fuera de esta Cámara. Puesto que aquí
    tenemos libertad de acción, continuemos el escrutinio,
    sin que por eso el presidente del Poder Ejecutivo tenga
    que rehuir ninguna responsabilidad. Yo he reorganizado el
    Ejército, pero lo he reorganizado, no para que se
    volviera contra la legalidad, sino para que la mantuviera.
    (Aplausos.) Y, señores diputados, no puedo hacer
    otra cosa que morir el primero con vosotros. (¡Bravo!
    ¡Bravo!)
    El señor Benot: ¿Hay armas? Vengan.
    Nos defenderemos.

    El señor presidente: Señores diputados: inútil
    sería nuestra defensa y empeoraríamos nuestra
    causa. (Un señor diputado: no se puede empeorar.)
    Digo que nosotros nos defenderemos con aquellas armas que
    son las más poderosas en estos momentos: las de nuestro
    derecho, las de nuestra dignidad y las de nuestra resignación
    para recibir semejantes ataques.
    El señor Castelar: Pero una cosa hay que hacer…
    (Un señor diputado: que se dé un voto de confianza
    al Ministerio que ha dimitido.) De ninguna manera; aunque
    la Cámara lo votara, este Gobierno no puede ser Gobierno,
    para que no se dijera nunca que había sido impuesto
    por el temor de las armas a una Asamblea Soberana. Lo
    que está pasando me inhabilita a mí perpetuamente
    para el Poder.
    (Un señor diputado: ¡No,
    que te creemos leal!) Así es, señores diputados,
    que a mí me toca demostrar que yo no podía
    tener alguna parte en esto. Aquí, con vosotros,
    los que esperéis, moriré y moriremos todos.

    El señor Benot: Morir, no; vencer.
    El señor Chao: Me atrevo a hacer una declaración
    y una petición a la Cámara y al señor
    presidente del Poder Ejecutivo, y es que, si lo tiene a
    bien, expida un decreto declarando fuera de la ley
    al general Pavía y otro decreto sujetándole
    a un Consejo de guerra, y si es necesario desligándole
    del deber de la obediencia al soldado.

    Recibida con aplauso unánime la propuesta, el ministro
    de la Guerra escribió en el acto el decreto indicado,
    y cuando varios diputados solicitaban ser ellos quienes
    hicieran entrega de él a Pavía, dijo:
    El señor Calvo: La Guardia Civil entra en
    el edificio preguntando a los porteros la dirección
    de este salón y diciendo que se desaloje de orden
    del capitán general.

    El señor Benítez de Lugo: Que entre, y todo
    el mundo a sus asientos.
    El señor Presidente: Ruego a los señores diputados
    que se sirvan ocupar sus asientos y que sólo esté
    en pie aquel que haya de hacer uso de la palabra.
    El señor Benítez de Lugo: Pedí la palabra
    para rogar a los señores diputados de la izquierda
    y del centro que han votado conmigo, yo que no puedo ser
    sospechoso, porque he consumido un turno en contra de la
    política de Castelar, que en este momento la Cámara
    entera dé un voto de confianza al señor Castelar.
    (Muchos señores diputados: ¡Por unanimidad!)
    El señor Castelar: Ya no tendría fuerza y
    no me obedecerían.
    El señor Presidente: Ruego a los señores diputados
    que ocupen sus asientos. No tenemos más remedio que
    sucumbir a la fuerza; pero ocupando cada cual su puesto.
    Vienen aquí y nos desalojan. ¿Acuerdan los
    señores diputados que debemos resistir? ¿Nos
    dejamos matar en nuestros asientos?
    (Varios señores diputados: Sí, sí,
    todos.)
    El señor Castelar: Señor presidente, ya estoy
    en mi puesto y nadie me arrancará de él. Yo
    declaro que me quedo aquí y que aquí moriré.
    Un señor diputado: ¡Ya entra la fuerza en el
    salón!
    (Penetra en el salón tropa armada.)
    Varios señores diputados: ¡Soldados! ¡Viva
    la República Federal! ¡Viva la Asamblea Soberana!

    (Otros señores diputados apostrofan a los soldados,
    que se repliegan a la galería, y allí se oyen
    algunos disparos, quedando terminada la sesión en
    el acto.)
    Eran las siete y media de la mañana.”
    Hasta aquí el relato del Diario de Sesiones. El
    concienzudo historiador don Miguel Morayta, que fue además,
    como diputado, testigo presencial
    de aquellos sucesos,
    añade que varios de sus colegas lucharon cuerpo a
    cuerpo con la fuerza armada, y envueltos por ella salieron
    muchos a los pasillos.
    Salmerón, cuando ya la Cámara había
    sido violada por la planta de muchos soldados, abandonó
    la presidencia, y Castelar, firme en su banco, derramando
    lágrimas de dolor y rodeado por diez o doce amigos
    suyos, cuando ya todos los escaños y el hemiciclo
    se encontraban del todo desalojados, empujado por aquéllos
    salió del Congreso, sin que le hicieran víctima
    de ninguna grosería.
    Se sabe que rodeaba el Palacio de las Leyes una
    fuerza de dos mil hombres; en el recinto penetraron como
    unos doscientos, y más de treinta balas quedaron
    incrustadas en las paredes.

    “El general Pavía –comenta el
    señor Morayta- faltó, como caballero, a la
    palabra dada a Castelar; como militar, cometió uno
    de los delitos más horrendos registrados en la Historia,
    y como político, dio pruebas de increíble
    cortedad de inteligencia,
    pues creyó servir
    a la Patria, impidiendo la vuelta de los intransigentes
    y que su resolución no interrumpiría la marcha
    ordenada de la República, y así, cuando ya
    el Congreso quedó desalojado, envió
    un ayudante en busca de Castelar para pedirle que continuara
    en el Poder,
    habiéndole admirado la respuesta
    merecida, pero desvergonzadísima, que Castelar dio
    a dicho ayudante cuando le encontró en el Prado,
    cerca de la Fuente de Neptuno.
    Para levantar una barrera infranqueable entre los vencedores
    y los vencidos, Castelar dijo aquel mismo día en
    los periódicos: “De la demagogia me
    separa mi conciencia; de la situación que acaban
    de levantar las bayonetas, mi conciencia y mi honra.”


  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA.

    Marcelino
    Laruelo Roa

    Muertes
    Paralelas

    El destacado periodista Javier
    Bueno, director de Avance y
    Claridad, fusilado en Madrid por el ejército franquista.

     

    Javier
    Bueno, un periodista de combate.

     


    Por Marcelino Laruelo.
    Muertes Paralelas. Gijón, 2004.


    A
    Javier Bueno le fusilaron en Madrid a las seis de la mañana
    del día veintisiete de Septiembre de 1939, “Año
    de la Victoria”, como estampaban los franquistas en
    todos sus documentos oficiales. Tenía cuarenta y
    ocho años de edad.

    Javier
    Bueno había seguido dirigiendo el diario madrileño
    Claridad, órgano oficial de la UGT, hasta la entrada
    de las tropas franquistas en la capital de España.

    Luego, se refugió en la embajada de Panamá
    a la espera de conseguir el asilo político. Pero
    el gobierno de Franco, a diferencia del de la República
    y al margen de los aspectos formales del Derecho Internacional,
    hizo lo que no se habían atrevido a hacer ni “las
    hordas rojas”: ocupó las embajadas y detuvo
    a todos los que en ellas se habían asilado. Era algo
    previsible y por eso fueron muy pocos los republicanos que
    optaron por esa posibilidad para intentar escapar a la represión.
    El día cuatro de Abril, la embajada de Panamá
    en Madrid, cuyo gobierno aún no había reconocido
    al régimen de Franco, fue ocupada y once españoles
    que allí se habían refugiado fueron hechos
    prisioneros. Uno de ellos era Javier Bueno.

    Le
    encarcelaron en la prisión de Porlier,
    situada
    en la calle del mismo nombre, en el barrio de Salamanca.
    Este antiguo colegio de los Calasancios ya había
    funcionado como cárcel provisional republicana durante
    la guerra, la principal de Madrid, y continuó siéndolo,
    bajo dominio franquista, hasta 1944, dirigida por Amancio
    Tomé. Javier Bueno permaneció en la 2ª
    Galería hasta que fue identificado y sometido a consejo
    de guerra. Condenado a pena de muerte, pasó a la
    3ª Galería, donde estaban los condenados a la
    pena máxima. Allí se encontraron con Javier
    Bueno dos antiguos redactores de Avance durante la guerra.
    Cabezas y Vega Pico formaban parte de la redacción
    del periódico Redención, creado por Instituciones
    Penitenciarias
    para informar y hacer propaganda
    entre la población reclusa. Redención empezó
    a funcionar en 1939 y estaba dirigido por José Mª
    Sánchez de Muniain, antiguo secretario de Herrera
    Oria, el periodista que llegó a cardenal, y que había
    sido también redactor del periódico católico
    El Debate, Redención alcanzó una gran difusión
    en las cárceles. Sus primeros números se editaron
    en Vitoria, donde también tenía su sede Instituciones
    Penitenciarias, pero al poco tiempo de la ocupación
    de Madrid por los franquistas, la redacción se trasladó
    a un local en la propia cárcel de Porlier.

    Javier
    Bueno, que en los últimos días de la guerra
    había apoyado desde Claridad las pretensiones del
    Consejo de Defensa Nacional del coronel Casado para establecer
    una paz negociada con los franquistas
    , prestó
    su primera declaración como prisionero ante el juez
    militar el día diecinueve de Julio de 1939. La causa
    contra Javier Bueno, instruida por el procedimiento sumarísimo
    de urgencia y con el número 33.582, la llevaba el
    Juzgado Militar de Prensa desempeñado por Manuel
    Gargallo. Este juzgado tenía sus dependencias en
    el edificio número cuatro de la madrileña
    Plaza del Callao.
    El profesor Luis Otero Carvajal,
    en su obra “Ciencia y Cultura en Madrid. Siglo XX”,
    sitúa en los años de entreguerras a Manuel
    Gargallo como miembro de la tertulia literaria que en torno
    a César González-Ruano y Jardiel Poncela se
    reunía en el madrileño café Europeo.

    En
    su declaración ante el juez militar, que le interrogó
    sobre “sus actividades de todo género a partir
    de la fecha del dieciséis de Febrero de 1936”,
    Javier Bueno declaró que en esa fecha estaba preso
    en la cárcel de Oviedo por haber sido condenado en
    consejo de Guerra por “los sucesos ocurridos en Asturias
    en Octubre de 1934”. Al decretar la amnistía
    el gobierno del Frente Popular y quedar en libertad, se
    fue a Madrid, donde permaneció hasta primeros de
    Junio de ese año, ocupado en resolver asuntos particulares.
    En esa fecha, regresó a Oviedo para preparar la salida
    de nuevo del diario socialista Avance, lo que se logró
    en Junio. Al sublevarse el coronel Aranda y ocupar sus tropas
    Oviedo, pudo escapar junto con otras personas, permaneciendo
    en los alrededores a la espera de cómo se desarrollasen
    los acontecimientos. Cuando se inició el
    cerco a la ciudad, se hizo con un fusil y participó
    en el asedio como un miliciano más, sin ostentar
    ninguna graduación o mando. Continuó como
    tal hasta finales de Noviembre o primeros de Diciembre,
    en que fue herido y tuvo que ser evacuado a Gijón.
    Cuando le dieron de alta, no regresó al frente, pues
    se le encomendó la dirección de Avance que
    se había decidido publicar en Gijón, utilizando
    para tal fin los talleres del periódico gijonés
    El Comercio.
    Permaneció como director de
    dicho periódico hasta el día anterior a la
    entrada de las tropas franquistas en Gijón. Consiguió
    escapar y llegar por mar a Francia para, vía Por-Bou,
    pasar a Cataluña y, sin detenerse, dirigirse a Madrid.
    Una vez en Madrid, se le ofreció, y aceptó,
    el cargo de director del diario Claridad, el cual desempeñó
    hasta el final de la guerra. Javier Bueno, también
    afirmó en su declaración el no haber
    estado afiliado a ningún partido político
    y no haber desempañado cargos políticos o
    sindicales, a excepción de la presidencia de la Asociación
    de la Prensa de Madrid y de la Agrupación Profesional
    de Periodistas.
    (Al contrario de lo que se afirma
    en la wikipedia, no consta que Javier Bueno estuviera afiliado
    al PSOE.)

    En
    posterior interrogatorio celebrado el día seis de
    Agosto, Javier Bueno negó haber presidido, en las
    primeras semanas de guerra y en el cerco de Oviedo, un comité
    del que formaban parte Lorenzo Mulero, Silverio, Andrés
    Roces, Víctor, Villa, Ibáñez, el capitán
    Calleja y el sargento Garsaval. Este dato lo había
    obtenido el juez instructor de un reportaje publicado en
    aquellas fechas por la prensa republicana madrileña.
    Así mismo, Javier Bueno rechazó la acusación
    de haber penetrado en el cuartel de Asalto de Oviedo, el
    día diecinueve de Julio de 1936, armado de un fusil
    y “en compañía de un tal Taibo y otros
    con intención de adueñarse del mismo”.
    A preguntas del juez instructor, afirmó no haber
    tenido nunca noticia, ni siquiera como rumor, de que se
    hubiese pensado en él, y menos ofrecido, para el
    cargo de Comisario General de Aviación. Aceptó
    sin paliativos la responsabilidad que como director de los
    periódicos Avance y Claridad le correspondía
    por las editoriales y artículos sin firma publicados
    durante el tiempo que los dirigió. Javier Bueno añadió
    en su declaración que además de una conferencia
    pronunciada por la radio con ocasión del cuarto aniversario
    del Octubre asturiano, intervino otra vez por radio, al
    día siguiente de constituirse el Consejo Nacional
    de Defensa, para hacer pública su adhesión
    al mismo.

    El
    consejo de guerra se celebró en Madrid el día
    veintidós de Agosto, corriendo a cargo del Tribunal
    Militar permanente nº 2. Presidía este tribunal
    José Iglesias y eran vocales Agustín Martín,
    Jesús Lozano y Manuel Pérez Povedano, actuando
    como ponente César López Pericomi. No importaba
    nada, Javier Bueno estaba sentenciado desde mucho antes
    de que le hicieran prisionero. Así que este tribunal
    terminó de envolver en el manto de la falsa juridicidad
    aquella “sentencia” y le declaró responsable
    de un delito de “adhesión a la rebelión”,
    con las circunstancias agravantes de “perversidad”
    y “trascendencia”, condenándole por ello
    a la pena de muerte. Seis días más tarde,
    el auditor de guerra culminaba el envoltorio jurídico
    y con fecha veintidós de Septiembre desde el Cuartel
    General del Generalísimo se remitía el preceptivo
    “enterado”. La fecha para la ejecución
    del crimen fue fijada para el día veintisiete.

    Javier
    Bueno había nacido en 1891 en ese mismo Madrid que
    le vería caer bajo las balas del piquete de ejecución.
    A lo largo de su vida, siempre fue reacio a hablar de su
    familia, de su pasado, de su historia personal. Sabemos
    que su madre se llamaba Soledad Bueno García y su
    padre Francisco Bueno Collantes y tenían algún
    parentesco entre sí. Soledad era actriz de teatro.
    Protegido por su tío periodista, del mismo nombre
    y apellido pero que escribía bajo el seudónimo
    de Antonio Apeiztúa, el joven “Javierito”
    Bueno entró hacia 1907 en la redacción de
    “España Nueva”, el periódico fundado
    por Rodrigo Soriano
    que tenía su sede en
    la Plaza de Santa Ana, de Madrid, y donde tuvo como maestros,
    aparte del propio Soriano, a Luis de Tapia, a Manolo Tovar
    y a Blanco Soria. Soriano dictaba a Javier Bueno las editoriales
    y los artículos de fondo, y así fue como en
    poco tiempo se ganó la simpatía del director.
    En seguida captó Javier Bueno el pensamiento y el
    estilo de su protector y, poco a poco, pero cada vez en
    más ocasiones, era él quien realmente redactaba
    y Soriano el que corregía e introducía matices.

    Se
    dice que en 1909 Javier Bueno escribía ya en tres
    diarios madrileños diferentes. Cuando Alejandro Lerroux
    fundó en 1910 el periódico El Radical, Javier
    Bueno fue uno de sus redactores. Escribía diariamente
    sus famosas “Notas de un regocijado” y, más
    tarde, una columna diaria que llevaría el expresivo
    título de “Palabras de un salvaje”. Sea
    como fuere, por unos artículos publicados en Junio
    fue procesado y tuvo que exiliarse en París. Al subir
    Canalejas al poder y decretar un indulto para los delitos
    de prensa, Javier Bueno pudo regresar a Madrid. El día
    veintitrés de Noviembre de 1910, no obstante, la
    policía le detuvo en la redacción de El Imparcial
    y le condujo a comisaría. Tras pasar por el Juzgado,
    fue puesto en libertad al día siguiente. En 1917
    fue condenado como autor de un disparo que provocó
    lesiones a dos meses y un día de arresto mayor.

    Al
    fundar Nicolás María de Urgoiti el diario
    El Sol en 1917, Félix Lorenzo, el popular “Helios”,
    llamó a Javier Bueno y a otros miembros de la redacción
    de España Nueva. Simultaneó entonces su trabajo
    en este periódico y en “La Voz”, los
    dos del mismo propietario. Años más
    tarde, llegó a desempeñar el puesto de redactor-jefe
    en La Voz,
    bajo la dirección de Enrique
    Fajardo, más conocido por el seudónimo de
    “Fabián Vidal”. Con la proclamación
    de la II República en Abril de 1931 y por ciertos
    cambios que se produjeron en la propiedad de la empresa
    editora de los dos diarios, con sus consiguientes líos,
    Javier Bueno dejó el periódico y pasó
    a desempeñar el cargo de lo que hoy llamaríamos
    “jefe de prensa” del Ministerio de Asuntos Exteriores,
    entonces llamado de Estado, del que era titular, precisamente,
    Alejandro Lerroux.

    Javier
    Bueno pertenecía a la Asociación de la Prensa
    de Madrid desde 1915 pero se dio de baja en 1927, cuando
    se creó la Agrupación Profesional de Periodistas,
    de la que fue uno de sus fundadores. Formó parte
    de su directiva en varias ocasiones y en Abril de 1932 sustituyó
    a Galarza en la presidencia de la misma. Fue en Noviembre
    de ese año cuando se aprobó el ingreso de
    la Agrupación en la UGT, lo que motivó que
    algunos de sus asociados se diesen de baja. Desde entonces
    y hasta el final de la guerra, Javier Bueno fue el presidente
    de dicha Agrupación a pesar de estar fuera de Madrid
    la mayor parte de ese tiempo.

    En
    1933, Javier Bueno recibió el encargo de dirigir
    el diario ugetista asturiano Avance, sustituyendo en ese
    puesto al republicano Antonio Ortega.
    Le costó
    trabajo aceptar y dejar Madrid, por eso, antes de tomar
    una determinación, recorrió Asturias. Visitó
    los centros fabriles y las minas, entró en las Casas
    del Pueblo y los sindicatos, hasta empaparse totalmente
    del ambiente proletario astur. Fue entonces cuando dio su
    contestación afirmativa y definitiva: se vino para
    Oviedo y trajo a su madre, Soledad Bueno, con él.
    En 1934, el PSOE y la UGT estaban totalmente enfrentados
    al gobierno republicano y éste les administraba la
    misma “medicina” que en el bienio anterior se
    suministró en grandes dosis a la CNT. Avance dejó
    de ser un periódico socialdemócrata para convertirse
    en socialrevolucinario. En esa campaña contra el
    gobierno y la derechización del régimen republicano,
    en Javier Bueno pasó a predominar su militancia ugetista
    que se unió a su espíritu rebelde, y ambas
    encontraron expresión en su pluma acerada y curtida.

    El
    gobernador civil de Asturias, Marcelino Rico Rivas y su
    sucesor, Fernando Blanco Santamaría, lerrouxistas
    ambos, sometieron al diario socialista Avance a un acoso
    total.
    Veían en él y en su nuevo
    director el factor decisivo de la cohesión de las
    masas trabajadoras, por encima, incluso, de siglas y matices.
    Su tirada se duplicó y alcanzó los veinticinco
    mil ejemplares diarios. Posibilitado por la legislación
    represiva puesta en pie por el régimen republicano,
    y aprovechando la facilidad con que la autoridad gubernativa
    podía declarar los estados de alarma y emergencia,
    los gobernadores civiles cerraban, secuestraban y multaban
    al periódico socialista un día sí y
    otro también. Javier Bueno, su director, se salvó
    varias veces de ser procesado y encarcelado gracias a la
    estratagema de atribuir la autoría de los artículos
    denunciados a los diputados socialistas Teodomiro Menéndez,
    Veneranda Manzano y Amador Fernández, que gozaban
    de inmunidad parlamentaria. No obstante eso, y a consecuencia
    de lo pronunciado en un mitin en el teatro Campoamor, Javier
    Bueno fue procesado y condenado por un tribunal de Urgencia
    y pasó más de dos meses en la cárcel.
    Durante ese tiempo, más de una vez el gobernador
    le envió a algún miembro de la redacción
    de Avance para que le hiciera compañía forzosa.

    Javier
    Bueno salió de la cárcel de Oviedo ocho días
    antes de que estallara la Revolución de Octubre.
    Cuando ya se había declarado el estado de guerra
    por el gobernador civil, Blanco Santamaría, en la
    noche del cinco al seis de Octubre, sobre las doce y media,
    una patrulla de soldados del Regimiento de Infantería
    “Milán” nº 3 fue tiroteada en la
    calle Altamira, sin que se pudiera precisar si los disparos
    procedían de la Casa del Pueblo. Al menos dos hombres
    fueron vistos haciendo fuego desde el tejado del edificio
    colindante con la Casa del Pueblo. Atraída por el
    tiroteo, acudió al lugar una patrulla de
    guardias de Asalto que fueron los que entraron en la redacción
    de Avance y detuvieron a todos los presentes. Junto con
    Javier Bueno, se encontraban en esos momentos en la redacción
    los concejales del ayuntamiento de Oviedo, Jesús
    de la Vallina y Luis Oliveira, Adolfo Cadavieco, Vicente
    Bravo y otras cuatro personas más. Según el
    atestado, no se les ocupó ningún arma de fuego,
    haciéndose constar, de igual modo, que los precintos
    de la clausurada Casa del Pueblo, situada en el mismo edificio,
    estaban intactos. Los detenidos fueron conducidos a la comisaría.
    Esa misma noche, la sede de Avance y su maquinaria fueron
    incendiadas y destruidas por guardias de Asalto. Dos días
    después, los detenidos pasaron al cuartel de Santa
    Clara.


    No escapó Javier Bueno al sufrimiento de
    las brutales torturas que se infligieron de forma generalizada
    a los prisioneros. Lejos de amilanarse, presentó
    denuncia por los malos tratos recibidos en el cuartel de
    Santa Clara de manos de guardias de Asalto y en presencia
    de un oficial “al que podría reconocer sin
    duda”.
    La denuncia de Javier Bueno se extendía
    a las coacciones de todo tipo de que fue objeto en la Cárcel
    Modelo de Oviedo para obligarle a declarar en determinado
    sentido. Tiempo después, una foto suya mostrando
    las innegables huellas de haber sido torturado fue ampliamente
    divulgada y se convirtió en el símbolo de
    los cientos de denuncias contra la irregular actuación
    de las fuerzas represoras del gobierno. El mismo gobierno
    que, en base a un informe forense, denominó las huellas
    dejadas por las torturas en el cuerpo de Javier Bueno como
    “llagas furunculosas”. Ese término forense
    fue rápidamente incorporado al “argot”
    carcelario y desde entonces se utilizó para referirse
    al estado en que ingresaban los detenidos: “fulanito
    viene lleno de llagas furunculosas”. Todas las denuncias
    por torturas se unieron a los informes elaborados por Fernando
    de los Ríos y Gordón Ordás, así
    como a la presentada ante el Fiscal de la República
    por más de quinientos presos y encabezada por Bueno,
    Arístides Llaneza, Barreiro, Juan Pablo García,
    Antonio Llaneza y Wenceslao Roces. Nadie que hubiera vivido
    aquella lucha y la brutal represión que le sucedió
    podía seguir siendo después el mismo. ¡Y
    poco podían imaginar entonces que aquello no era
    nada comparado con lo que vendría después!

    Javier
    Bueno prestó declaración el día diecinueve
    de Octubre ante el tristemente famoso capitán de
    la Guardia Civil Nilo Tella Cantos, de la Comandancia de
    Oviedo, que estaba comisionado por el general jefe de la
    Columna de Operaciones para la práctica de las diligencias
    necesarias en averiguación de las responsabilidades
    por los sucesos revolucionarios. A mediados de Noviembre,
    se le trasladó a Madrid, a disposición del
    juez que instruía el sumario sobre el alijo de armas
    del vapor “Turquesa”. Toda vez que en las fechas
    en que se produjeron esos hechos Javier Bueno estaba en
    la cárcel de Oviedo cumpliendo la condena de dos
    meses antes citada, el juez no tuvo más remedio que
    revocar el auto de procesamiento y ordenar que se le devolviera
    a Asturias.

    De
    la cárcel de El Coto, de Gijón, pasó
    a la de Oviedo a finales de Marzo de 1935. Todavía
    habrían de transcurrir casi seis meses antes de que
    se celebrase el consejo de guerra. Y mientras Avance seguía
    clausurado, al igual que sindicatos, partidos de izquierda
    y las Casas del Pueblo, la iniciativa socialista trató
    de mantener un medio de comunicación afín
    en Asturias. Inspirados por Amador Fernández desde
    Francia y por Jesús de la Vallina desde Asturias,
    administrador y regente de Avance, aparecieron sucesivamente
    La Tarde, El Pueblo, República, Asturias y Adelante
    que se iban sustituyendo uno a otro a medida que los cerraban.
    En ellos colaboró Javier Bueno desde la cárcel,
    al igual que en Política, semanario de Izquierda
    Republicana dirigido por Luis Bello, y en el boletín
    Ayuda, órgano de la delegación en España
    del Socorro Rojo Internacional.

    El
    consejo de guerra se celebró en la sala de Justicia
    del cuartel de Pelayo, en Oviedo, el día veintiuno
    de Septiembre de 1935. El juez instructor de la causa nº
    1.242, en sus conclusiones, había pedido el procesamiento
    de Javier Bueno como autor de los delitos de inducción
    y excitación a la rebelión y otro de encubrimiento.
    Por su parte, el abogado defensor, el socialista Mariano
    Moreno Mateo, rechazaba que su defendido hubiera cometido
    delito alguno y, en cualquier caso, impugnaba la competencia
    de la jurisdicción de guerra, toda vez que los hechos
    eran anteriores a la declaración del estado de guerra.
    Formaban el tribunal el teniente coronel del Regimiento
    “Milán”, Lorenzo Tamayo Orellana, que
    presidía, y los capitanes Mariano Soura, Joaquín
    Segura, Gerardo Albornoz García del Busto, Manuel
    Capablanca y Fernando Puell. El vocal ponente fue el teniente
    auditor de 2ª Félix Fernández Tejedor
    y el fiscal, un teniente auditor de 3ª perteneciente
    a la VIII División cuyo nombre no constaba en autos.

    Antes
    de conocer la condena, merece la pena reseñar las
    palabras pronunciadas por Javier Bueno al finalizar el consejo
    de guerra, cuando al preguntarle el presidente del tribunal
    militar si tenía algo más que añadir,
    dijo, tal y como quedó registrado en el acta de la
    celebración del consejo de guerra, lo siguiente:
    “Que, sólo para precisar lo que ha
    dicho de la orientación de Avance que era dirigida
    por Editorial Obrera Asturiana, se pudiera entender que
    quisiera ampararse en ello para rehuir su responsabilidad,
    dice textualmente que Avance es él y que si hay delitos,
    son suyos. Que si el haber dicho que no pertenecía
    al Partido Socialista se interpreta o puede deducir que
    rompe con el socialismo y los socialistas y que no tenía
    solidaridad con ellos, dice que en todo estaba compenetrado
    con los postulados que el Partido Socialista sustentaba.”

    Actitudes semejantes fueron frecuentes en los consejos de
    guerra por la Revolución de Octubre, quizás
    porque el sentimiento imperante entre los detenidos fuera
    que se había perdido una batalla, pero que la lucha
    por la causa del proletariado continuaría adelante.

    El
    tribunal militar condenó a Javier Bueno a reclusión
    perpetua, interdicción civil durante la condena e
    inhabilitación absoluta. Además, en concepto
    de responsabilidad civil debería resarcir al Estado
    en la cantidad de setenta millones de pesetas, cantidad
    que equivalía al importe del crédito concedido
    para resarcir en parte los daños ocasionados por
    los combates. Recuérdese que estamos ante una persona
    que, escribiera lo que escribiese, ni pegó un tiro
    ni participó en la organización de los combates.

    Además,
    la sentencia de Javier Bueno incluía esta trascendente
    coletilla, pese a que el condenado en ella no ocupaba ni
    había ocupado puesto alguno de dirección ni
    en la UGT ni en el PSOE asturianos: “Y disolvemos
    todas las organizaciones sindicales afectas a la Unión
    General de Trabajadores que radiquen en esta provincia,
    así como también a las organizaciones políticas
    afectas al Partido Socialista Obrero que tengan su sede
    en el mismo territorio. Los bienes pertenecientes a las
    primeras tendrán el destino que marquen sus estatutos,
    y si no estuviera previsto pasarán a integrar el
    fondo nacional del paro. A los bienes propiedad de las segundas
    se les dará, con arreglo al art. 18 de la Ley de
    Asociaciones de 1887, el destino que dispongan las leyes
    civiles para el caso de disolución respecto a la
    propiedad colectiva.”

    Aunque
    al día siguiente del consejo de guerra, el abogado
    Mariano Moreno Mateo, que luego fue diputado socialista,
    presentó recurso ante el general Salcedo, jefe de
    la VIII División, éste no fue estimado por
    el auditor y la sentencia pasó a ser firme. También
    se iniciaron los trámites para el cobro de los setenta
    millones de la responsabilidad civil, pero efectuadas todas
    las comprobaciones y diligencias de embargo, se
    declaró a Javier Bueno insolvente y carente de bienes.

    Y en la cárcel de Oviedo hubiera continuado cumpliendo
    condena de no haberse producido la victoria electoral del
    Frente Popular en Febrero de 1936. Como se sabe, el mayor
    atractivo de esa coalición electoral era la amnistía
    que se anunciaba en su programa. Conocido el resultado de
    las elecciones, no esperaron los presos a que el decreto
    de amnistía para los delitos políticos apareciese
    publicado en la Gaceta: la presión de los familiares,
    camaradas y amigos en el exterior, entre los que se encontraba
    Dolores Ibarruri, diputada electa, y la de los presos en
    el interior, obligaron al director de la cárcel
    de Oviedo a ponerles en libertad el día veinte de
    Febrero. Javier Bueno fue subido a hombros y paseado triunfalmente
    por las calles de Oviedo.

    Anticipándose
    y acertando en la previsión de un próxima
    convocatoria de elecciones generales, Amador Fernández
    y la dirección ugetista y socialista asturiana exiliada
    en Francia, dio los pasos necesarios para que Avance, cuando
    pudiera salir de nuevo, fuera el periódico socialista
    del norte de España. El propio Amador Fernández,
    como máximo representante de la empresa “Editorial
    Obrera Asturiana”, propietaria de Avance, envió
    desde la localidad francesa de Dieppe, donde estaba refugiado,
    una carta a las autoridades civiles y militares asturianas
    denunciado la destrucción del periódico socialista
    y pidiendo la correspondiente indemnización. Ni que
    decir tiene que esa reclamación nunca fue tomada
    en consideración.

    Según
    Paco Ignacio Taibo, en “Historia General de Asturias”,
    gran parte del dinero procedente de la voladura de la cámara
    acorazada del Banco España en Oviedo, que se había
    sacado al extranjero, se envió de nuevo a Asturias
    para que por medio de testaferros y un constructor socialista
    se levantase la nueva sede de Avance en la ovetense calle
    Asturias.
    Paralelamente, Amador Fernández
    pudo adquirir la moderna maquinaria de un periódico
    socialista alemán que había sido clausurado
    por los hitlerianos. No obstante ello y el triunfo electoral
    del Frente Popular en Febrero de 1936, Avance no pudo salir
    a la calle hasta Junio. Unas semanas más tarde, la
    sublevación del coronel Aranda le silenciaría
    en Oviedo para siempre. Edificio y maquinaria serían
    utilizados por los falangistas para editar el periódico
    La Nueva España, cuyo primer número salió
    en Octubre de 1936.

    Como
    ya se ha dicho, al sublevarse Aranda, Javier Bueno tomó
    un fusil y, junto con su amigo y compañero de profesión
    y de cárcel Jesús Ibáñez, consiguió
    escapar de Oviedo. En la ofensiva sobre Oviedo de Octubre
    de 1936, en el frente de Abuli, resultó herido de
    un balazo que le atravesó el tobillo y le dejaría
    cojo para siempre. La inutilidad para la guerra le devolvería
    a la actividad periodística. Jesús Ibáñez
    fue secretario de González Peña y sería
    nombrado después comisario de Prensa del Norte de
    España. Años más tarde, ya en el exilio
    mexicano, sería uno de los dirigentes de la Agrupación
    de Socialistas Asturianos que volvería a editar Avance
    en Méjico. Por otra parte, el Consejero de Propaganda
    del Gobierno de Asturias y León, Antonio Ortega,
    cooptó para su departamento a varios miembros de
    la antigua redacción del diario socialista. En
    Oviedo había quedado la mujer de Javier Bueno, María
    Brasero; ella y las mujeres de otros dirigentes socialistas
    como Amador Fernández, Vallina, Belarmino Tomás,
    López Mulero y Oliveira fueron encarceladas por el
    coronel Aranda para poder utilizarlas como rehenes cuando
    fuera necesario. Es un tema poco conocido y sobre el que
    habría que investigar.

    Otra
    vez las incansables gestiones de Amador Fernández
    para que “su periódico” saliese de nuevo
    a la calle volvieron a dar, por fin, su fruto y Javier Bueno
    pasó a ocupar su puesto de director. Tras un acuerdo
    con el Sindicato de Artes Gráficas de la CNT, fue
    en Enero de 1937 cuando se pudo reanudar la publicación
    de Avance en Gijón, en la imprenta del diario El
    Comercio, que dejó de publicarse. Los cenetistas
    gijoneses se habían incautado de los tres periódicos
    que se editaban en la ciudad: El Comercio, La Prensa y El
    Noroeste. Hasta el comienzo del año 1937, salía
    diariamente a la calle un periódico, alternando la
    cabecera y repartiéndolo gratis entre la población.

    Javier
    Bueno permaneció dirigiendo Avance hasta la víspera
    de la entrada de las fuerzas nacionalistas en Gijón.
    Pese a las dificultades propias de la guerra, tales como
    la escasez de papel, la dificultad de las comunicaciones,
    la censura y la vetustez de la maquinaria, Avance mantenía
    una tirada de unos diez mil ejemplares. Hojeando hoy sus
    páginas, uno percibe una sensación de oficialidad
    y moderación, de órgano gubernamental; en
    este caso, en pro del Consejo de Asturias y León.
    Esos rasgos gubernamentales y unitarios quedaron particularmente
    patentes en la postura del diario ante los sucesos de Barcelona
    de Mayo de 1937 y las maniobras del PCE para expulsar a
    Largo Caballero de la presidencia del Gobierno.

    En
    las páginas del Avance de los meses de guerra están
    las crónicas de Cabezas, de Vega Pico, de Hernández,
    de Ovidio Gondi (González Díaz), y los cáusticos
    dibujos de Goico Aguirre (Faustino Goicoechea Aguirre).
    Las editoriales, la primera página y los titulares
    eran exclusiva de Javier Bueno. En línea
    con esa “gubernamentalidad” de Avance, hay quien
    atribuye a la inspiración de su director la redacción
    del decreto por el que el Consejo de Asturias se declaró
    “Soberano” a finales de Agosto de 1937.

    Cuando
    las fuerzas franquistas, en su avance por la costa, se encontraban
    a treinta kilómetros de Gijón, el Consejo
    Soberano de Asturias y León aprobó la evacuación
    por mar de milicianos y civiles. Según relata Juan
    Antonio Cabezas, redactor de Avance y autor del libro “Asturias,
    catorce meses de guerra civil” (en realidad, fueron
    quince), el veinte de Octubre de 1937 Javier Bueno estaba
    reunido por la mañana con los redactores cuando llegó
    un ordenanza del Consejo Soberano que le entregó
    un sobre. Dentro de ese sobre venían las instrucciones
    para que los periodistas de Avance junto con las autoridades
    civiles y militares embarcaran esa noche en El Musel en
    el “Torpedero nº 3”. Como se sabe, los
    últimos bombardeos de la aviación franquista
    habían ocasionado el hundimiento del destructor “Císcar”
    e inutilizado el submarino “C-6”. Javier Bueno
    les citó a todos sus compañeros de redacción
    otra vez a las siete de la tarde en el local del periódico
    para, desde allí, ir en coche todos juntos al puerto
    de El Musel, distante cinco kilómetros, y embarcar
    en el buque asignado.

    Al
    llegar la hora fijada, todos los redactores estaban ya en
    la sede de Avance menos Javier Bueno. Al ver que no acababa
    de llegar, le fueron a buscar a casa y…¡allí
    estaba! Algún representante de los medios gubernamentales
    había ido a informarle que la hora de la partida
    se adelantaba a las cinco de la tarde y Javier Bueno, ante
    la imposibilidad de avisar al resto de redactores, había
    renunciado a marchar. No sólo eso, sino que se había
    encargado de buscarles una plaza en el mercante de casco
    de hierro “María Elena”, que se encontraba
    en el muelle local y tenía previsto zarpar tan pronto
    como fuera pleamar, en las primeras horas de la madrugada.
    Al conocer estos pormenores, el resto de la redacción
    decidió no esperar más y partir inmediatamente
    para El Musel a pie. Una vez en el puerto, lograron embarcar
    en el “Mont Seny”, un viejo carguero de casco
    de madera. Uno de los redactores, el famoso Ovidio Gondi,
    en el último momento, cambió de barco y pasó
    a un pesquero. Al final, solamente consiguieron
    llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio Gondi.
    El
    “Mont Seny” fue capturado por el minador nacionalista
    “Júpiter” y todas las personas que iban
    a bordo, junto con las de los demás buques apresados,
    fueron conducidas a diferentes campos de concentración
    ubicados en Galicia.

    Una
    vez en Burdeos, Javier Bueno hizo como el resto de los miles
    de evacuados de Asturias llegados a Francia: se subió
    a un tren y regresó a la zona republicana de Cataluña.
    Y de Cataluña, directamente a Madrid. En Madrid,
    toda la prensa se volcó en felicitaciones y elogios
    hacia “su presidente”, y pocos días después
    recibía el encargo de dirigir Claridad.

    Claridad
    era desde finales de 1936 el portavoz oficial de la UGT

    y, por lo tanto, uno de los órganos más afines
    a Largo Caballero en su época de presidente del gobierno.
    Se había empezado a editar en Madrid después
    de la instauración de la II República y salía
    por la tarde. Tiraba sobre cincuenta mil ejemplares
    y estaba dirigido por Luis Araquistáin, al que se
    le consideraba como “el ideólogo” de
    Largo Caballero. Cuando Largo le nombró en Septiembre
    de 1936 embajador en Francia, fue Baraibar el designado
    para sustituirle al frente de Claridad, pero Baraibar se
    encontraba enfermo desde antes de iniciarse la contienda
    y terminó siendo evacuado a Levante cuando el cerco
    franquista se estrechó sobre Madrid. Un comité
    de redacción encabezado por Hernández Zancajo
    fue el que en realidad se hizo cargo de la dirección
    del periódico.

    Todo
    cambió cuando el conglomerado stalinista forzó
    la dimisión de Largo Caballero de la presidencia
    del gobierno tras los sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona
    y la resistencia de Largo a plegarse a los planes comunistas.
    Una vez nombrado el socialista Juan Negrín presidente,
    el acoso contra Largo Caballero continuó hasta desposeerle,
    poco a poco, de todos sus resortes de influencia política.
    Uno de los primeros en caer fue, precisamente, Claridad
    que bajo la dirección de Rodríguez Mendieta
    y Amaro del Rosal, en seguida plegó velas y se sometió
    a los designios de la política de Negrín.
    En esa misma línea oficialista y gubernamental
    continuaría Claridad bajo la dirección de
    Javier Bueno, aunque los especialistas en el tema dejen
    a salvo la independencia personal de Bueno.
    El
    asturiano Amaro del Rosal, miembro de la Comisión
    Ejecutiva nacional de la UGT en Octubre de 1934, terminaría
    militando en las filas comunistas y es probable que en esas
    fechas de estuviera ya en su órbita de influencia.

    En
    Septiembre de 1938 la Ejecutiva de la UGT declaró
    a Claridad su órgano oficial con Javier Bueno como
    director que, por esas fechas, desempeñaba también
    la corresponsalía madrileña de El Socialista,
    cuya edición pasó a realizarse en Barcelona.
    Además, Javier Bueno continuaba presidiendo la Agrupación
    Profesional de Periodistas. Pero aquella “independencia”
    mencionada antes no tardaría mucho en entrar en colisión
    con el afán de control monopolizador del PCE, tanto
    desde el gobierno como fuera de él. En Claridad surgió
    un nuevo foco de resistencia a esa política, Javier
    Bueno se identificó con ella y en los primeros días
    de 1939 presentó su dimisión irrevocable.
    La intervención de Amaro del Rosal y de la propia
    Ejecutiva de la UGT lograron que Javier Bueno reconsiderase
    su decisión y que dos semanas después se volviera
    a hacer cargo de Claridad. Sin embargo, un mes y medio más
    tarde, como todos los directores de los periódicos
    de Madrid, excepto, claro está, el de Mundo Obrero,
    y en contra del sentir de la dirección de la UGT,
    Javier Bueno apoyaría el golpe del coronel Casado,
    aunque sin renunciar a su idea de continuar la guerra hasta
    que la República obtuviese un compromiso de paz justa
    y de salvaguardia de la independencia y la libertad nacional.

    No
    hubo paz ni, mucho menos, justicia. “Derrotado y cautivo
    el ejército rojo”, la guerra se continuó
    por otros medios: los consejos de guerra y los pelotones
    de fusilamiento: ante uno de ellos se quebró para
    siempre la vida de un periodista libre, genial y combativo
    llamado Javier Bueno.



     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Por Valeriano Orobón Fernández

    Publicado en el diario La Tierra, Enero de 1934.

    (Hemeroteca Mpal. de Madrid)

    Hemos llegado al aspecto más delicado del problema. Lo primero que conviene dejar sentado es que ninguna de las bases doctrinales específicas de cada movimiento pueden servir de plataforma a la unidad. La conjunción buscada es una imposición táctica de circunstancias excepcionales a las cuales hay que sacrificar particularismos teóricos inflexibles. Si cada tendencia se empeñare en mantener su propia declaración de principios como molde obligado de la alianza, ésta sería prácticamente imposible. Hay que buscar, pues, un terreno neutral para el pacto. Cierto que este terreno ha de ser tan firme que pueda resistir sin resquebrajarse el peso y las consecuencias de la unidad.

     

    El acuerdo de carácter táctico es el que ofrece menos dificultades, ya que todos los sectores coinciden en apreciar la gravedad de las actuales circunstancias, y sólo habría que discutir y concretar detalles de modo y oportunidad.

     

    Donde surgen escollos no tan fáciles de orillar es en la orientación a seguir después del hecho anecdótico. Largo Caballero habla de “la conquista íntegra del poder público”; los comunistas quieren la implantación de la “dictadura del proletariado”, y los anarcosindicalistas aspiran a instaurar el “comunismo libertario”, utilizando como células esenciales el municipio rural y la organización obrera industrial. Aquí los términos difieren bastante entre sí, siendo de notar que mientras socialistas y comunistas resumen su programa en consignas exclusivamente tácticas, representadas por las figuras políticas “poder público” y “dictaduras”, los anarcosindicalistas ofrecen en el suyo un sistema social peculiar y completo.

     

    De estos tres puntos de vista hay que quitar todo lo que mutuamente tengan de refractario e incompatible. Sólo así se podrá hallar la necesaria línea de convergencia, de cuyo logro y mantenimiento depende el triunfo permanente y ascendente de una revolución proletaria.

     

    Desde luego, hay que desechar las fórmulas “conquista del poder público” y “dictadura del proletariado”, por ser características demasiado parciales y enunciados insuficientes del contenido práctico de una revolución social. El proletariado español desconfía hoy mucho, y con razón, de los simples trueques de poderes. Después de la experiencia de 1931, exige que el fruto de su lucha se traduzca en transformaciones más tangibles, positivas y profundas.

     

    Democracia obrera revolucionaria.

     

    Puesto que en el fondo, y según reconocimiento explícito de sus principales teóricos, también los socialistas y comunistas aspiran, como última etapa de su desarrollo, a un régimen de convivencia sin clases ni Estado, una de las bases de la alianza deberá estipular el avance en este sentido hasta donde sea posible. Es decir, que con el nuevo orden social no han de crearse órganos coercitivos a la ligera y por el capricho de ajustarse al recetario artificioso de una tendencia, sino sólo los resortes estrictamente indispensables para el encauzamiento eficaz de la labor revolucionaria. Todo el engranaje gubernamental y represivo del viejo sistema debe desaparecer sin dejar raíz. Para aplastar al enemigo de clase no se precisa implantar una dictadura crónica, sino usar adecuadamente de la “violencia revolucionaria” que preconizaba Bakunin para el período de transición.

     

    El burocratismo y el bonapartismo, amenazas latentes de toda revolución, se evitan poniendo la revolución en manos del pueblo laborioso, suscitando la emulación de las grande multitudes para defenderla y fecundarla.

     

    Comoquiera que ninguna de las tendencias puede considerar defendible la tesis oligárquica de gobernar por encima de la voluntad de las masas proletarias, es lógico suponer que todas ellas han de mostrarse dispuestas a servir y acatar dicha voluntad como instancia suprema con lo cual desembocamos en una fórmula que creemos aceptable para todos: la democracia obrera revolucionaria. Esta base corresponde aproximadamente a la que en Baviera tuvo la República de los consejos obreros en 1919, en la cual, hasta el socialdemócrata Noske la ahogó en sangre, fue posible la colaboración de socialistas de izquierda, Ernst Toller; comunistas, como Eugen Levine, y anarquistas, como Landauer y Mühsen. La democracia obrera revolucionaria es una gestión social directa del proletariado, un freno seguro contra las dictaduras de partido y una garantía para el desarrollo de las fuerzas y empresas de la revolución .

     

    En las actuales previsiones teóricas de los partidos socialista y comunista se está concediendo una importancia excesiva al papel del instrumento político en el proceso revolucionario. Resulta curiosa esta actitud de los partidarios oficiales del materialismo histórico, que debieran ver en la influenciación de la economía la piedra de toque de toda transformación social efectiva. Nosotros, a pesar del mote de utópicos que se nos suele adjudicar, creemos que el afianzamiento de la revolución depende, sobre todo, de la articulación rápida y racional de su economía. De ahí que nos parezca insuficiente una simple consigna de orden político para abarcar los problemas fundamentales de una revolución. Lo que hay que enfocar como esencial es la socialización de los medios de producción y la formidable labor de acoplamiento y organización que comporta el levantamiento de una economía de nueva planta. Y esto no puede ser obra de un poder político central, sino de las entidades sindicales y comunales, que, como representación inmediata y directa de los productores, son en sus respectivas zonas los pilares naturales del orden nuevo. Interesa recalcar de antemano que, aun subordinándose a un plan general técnico, la dirección de las funciones económicas, tanto en el orden local como en el nacional, corresponde a las colectividades obreras de las respectivas especialidades. Así, la revolución descansará sobre una red de células vivientes e idóneas, que impulsarán con entusiasmo y competencia la construcción del socialismo integral.

     

    Líneas directrices.

     

    Sería demasiado pretencioso querer prever y examinar una por una las muchas cuestiones que en el curso de una revolución han de surgir, y arbitrar para todas ellas soluciones apriorísticas. Lo que más importa es fijar desde ahora las líneas directrices de orden general que pueden servir de plataforma a la alianza, y de norma combativa y constructiva a las fuerzas unidas. A nuestro juicio, deben destacarse los siguientes puntos:

    Primero. Acuerdo sobre un plan táctico inequívocamente revolucionario, que excluyendo en absoluto toda política de colaboración con el régimen burgués, tienda a derribar éste con una rapidez no limitada más que por exigencias de carácter estratégico.

    Segundo. Aceptación de la democracia obrera revolucionaria, es decir, de la voluntad mayoritaria del proletariado, como común denominador y factor determinante del nuevo orden de cosas.

    Tercero. Socialización inmediata de los elementos de producción, transporte, conmutación, alojamiento y finanza; reintegro de los parados al proceso productivo; orientación de la economía en el sentido de intensificar el rendimiento y elevar todo lo posible el nivel de vida del pueblo trabajador; implantación de un sistema de distribución rigurosamente equitativo; los productos dejan de ser mercancías para convertirse en bienes sociales; el trabajo es, en lo sucesivo, una actividad abierta a todo el mundo y de la emanan todos los derechos.

    Cuarto. Las organizaciones municipales e industriales, federadas por ramas de actividad y confederas nacionalmente, cuidarán del mantenimiento del principio de unidad en la estructuración de la economía.

    Quinto. Todo órgano ejecutivo necesario para atender a otras actividades que las económicas estará controlado y será elegible y revocable por el pueblo. Estas bases son mucho más que una consigna. Representan un programa, que recoge sintéticamente las realizaciones susceptibles de dar médula social a una revolución. Además de ser un cartel expresivo de las aspiraciones esenciales del movimiento obrero, constituyen un punto de coincidencia en lo fundamental para todas las tendencias.

     

    De cualquier manera, con éstas o con otras bases, consideramos necesario establecer un acuerdo previo sobre los primeros pasos de la revolución. Con el compromiso solemne, claro está, de respetarlo íntegramente. Porque si para derrotar a un régimen enemigo es indispensable la unión de las fuerzas proletarias, lo es mucho más para asegurar el fruto del triunfo revolucionario y vencer las dificultades que puedan acumularse en el período inicial. La ruptura de hostilidades entre las diferentes tendencias en este período pondría en serio peligro la vida de la revolución. En interés de la clase trabajadora hay que hacer imposible tal eventualidad.

     

    Palabras finales.

     

    Cuanto queda dicho escandalizará acaso a los aficionados a cabalgar sobre purismos teóricos. Quizá se nos tache de herejes por no pagar tributo a rigideces dogmáticas en boga. No nos importa. Al emitir nuestra opinión sobre el importantísimo problema de la unidad hemos sido sinceros con nosotros mismos. Hemos visto la realidad sin las gafas ahumadas de preocupaciones y convencionalismos doctrinales. Se trata de una revolución y no de una discusión doctoral sobre tal o cual principio. Los principios no deben ser mandamientos de la ley, sino fórmulas ágiles para captar y moldear la realidad.

     

    ¿Garantiza nuestra plataforma de alianza el comunismo libertario integral para el día siguiente de la revolución? Evidentemente, no. Pero lo que sí garantiza es la derrota del capitalismo y su soporte político, el fascismo; lo que sí garantiza es un régimen de democracia proletaria sin explotación ni privilegios de clase y con una gran puerta de acceso a la sociedad plenamente libertaria. Todo esto nos parece más positivo que la metafísica pura y las teorías de monopolio y milagrerismo revolucionario.

     

    La franqueza no es delito.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    La toma de la posición de Santa Quiteria
    Informe urgente al Comisario General de Guerra

    Es de absoluta necesidad tomar medidas rápidamente
    después de lo ocurrido ayer en la toma de Santa
    Quiteria (Sector de Tardienta), gravísimo a juicio
    de este Comisario, por lo que lógica y necesariamente
    ha de reflejarse en la moral de nuestras fuerzas.

    En operación admirable, se había
    iniciado la toma de Santa Quiteria, fortificada y artillada
    extraordinariamente por los facciosos,
    que percatados
    del gran valor estratégico de esta posición
    y en el espacio de varios meses, se dedicaron a hacerla
    casi inexpugnable.

    Se desarrollaba la operación victoriosamente,
    hasta el punto de haber caído en nuestro poder
    la famosa ermita que da nombre al cerro, así como
    abundante material de guerra (cañones, ametralladoras,
    fusiles y prisioneros).

    Ya casi finalizada la operación, dispuestos nuestros
    hombres a consolidar y fortificar nuestras nuevas líneas,
    la aviación facciosa hizo su aparición.
    Un reducido número de aparatos, cazas casi todos
    ellos, se colocó encima de nuestras fuerzas, a
    las que ametralló terriblemente por espacio de
    más de TRES HORAS. Bajas y más bajas, hasta
    sobrepasar con mucho el millar.

    A las llamadas apremiantes de las fuerzas leales en acción
    no se respondió con el envío de nuestros
    aparatos. Impunemente la aviación enemiga deshizo
    nuestro núcleo atacante que, sin defensa, cayó
    bajo el fuego de las ametralladoras de los cazas enemigos,
    sin dejarnos un solo hombre.

    Entre el millar muy corrido de víctimas
    han muerto dos de los mejores hombres de la División
    “Luis Jubert”, Manuel Martínez y Antonio
    Izquierdo, Comisario Político el primero y Teniente
    de Artillería el segundo, que mandaban las fuerzas
    que de esta División había desplazado a
    ese Sector
    en refuerzo de las que operaban por
    la parte de Tardienta-Huesca, precisamente para la operación
    sobre “Santa Quiteria”, que se realizó
    brillantísimamente con inigualable arrojo y con
    el final trágico que tengo el gran dolor de dar
    cuenta a ese Comisariado General.

    Más de un millar de bajas, más la
    pérdida de las posiciones tan difícil y
    magníficamente conquistadas, debido a la impunidad
    con que pudo desenvolverse la aviación enemiga.

    Ni un solo aparato leal se le opuso. Fueron inútiles
    todas las apelaciones hechas
    para que acudiesen
    nuestros cazas, que a las cinco de la tarde, hora en que
    la aviación facciosa nos hacía esa horrorosa
    carnicería, evolucionaban sobre nuestra retaguardia,
    mientras por espacio de más de tres horas eran
    ametrallados nuestros hombres, deshechas materialmente
    nuestras columnas.

    Preveo consecuencias gravísimas, que entiendo tengo
    obligación de advertir al Comisariado General.
    Lo sucedido ha indignado justamente hasta el máximo
    a las Divisiones “Luis Jubert”, “Durruti”
    y “Ascaso”, que sospechan en esto maniobras
    de tipo político contra ellas.
    Y además,
    la desmoralización de nuestras fuerzas ante el
    golpe durísimo recibido y ante el abandono por
    parte de nuestra aviación.

    He estado en contacto con los jefes de la División
    “Luis Jubert” y están francamente indignados
    y consternados a la vez, y me temo la adopción
    por su parte de medidas extremas que redundarían
    en consecuencias graves.

    Entiendo es apremiante la toma de disposiciones, en relación
    con nuestra aviación, de manera urgente, para salir
    del paso de la gravedad que las reseñadas circunstancias
    han producido y pueden seguir produciendo.

    Esta noche se reunen los jefes de las Divisiones “Luis
    Jubert”, “Durruti” y “Ascaso”.
    Sospecho que de esta reunión pueda derivarse consecuencias
    graves en perjuicio de los frentes de guerra.

    Siempre atento a cuanto pueda suceder, seguiré
    informando al respecto.

    Caspe,
    14 de Abril de 1937.
    El Comisario Inspector de Guerra.
    R. García Melero. (Rubricado).


  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    El destino trágico de los prohombres de la republica.

    Antonio Azarola Gresillón, el contralmirante y ex ministro de Marina fusilado en Ferrol.

    Al contralmirante Antonio Azarola y Gresillón le pasaron por las armas en el cuartel de Dolores de la Base Naval de Ferrol a las seis de la mañana del día de Agosto de 1936. Los nuevos amos de la Base y de Galicia entera organizaron la ejecución con gran pompa y aparato. Al dramático acto había que revestirlo con el boato de un auto de fe. El reo no era un heterodoxo, sino un católico fervoroso que llevaba en la mano un crucifijo. Y era también un marino de carácter que no quiso colaborar con sus martirizadores, sino manifestarles su profundo desprecio…

     

    El jefe de la Base Naval, vicealmirante Indalecio Núñez, había recibido a las seis de la mañana una llamada telefónica del gobernador civil de La Coruña para comunicarle que probablemente se declararía la huelga general…

     

    Como recalcará el contralmirante Azarola, la normalidad en Ferrol era total y nadie se había quejado de ninguna falta de disciplina en las dotaciones de la Marina…

     

    A esas reuniones ni se le invitó ni acudió el contralmirante Azarola que, como se sabe, era el segundo jefe de la Base y jefe de su Arsenal. Azarola tuvo noticia de que se estaba celebrando dicha reunión y dos veces llamó por teléfono al vicealmirante Núñez…

     

    La reunión entre Azarola y el comandante López Uriarte debió de ser muy bronca…

     

    el “Cervera” tenía orden, radiada desde Madrid, para disparar sus cañones, incluso los de grueso calibre, contra las dependencias donde se hubieran hecho fuertes los insurrectos…

     

    El procedimiento contra Azarola lo inició el coronel auditor José García Rendueles, jefe de la Auditoría de la Base Naval Principal de Ferrol…

     

    El general Morales declaró que había oído las palabras citadas anteriormente en la junta de jefes que se celebró en la Base Naval…

     

    Era fiscal de la Base Naval Luciano Conde Pumpido, coronel auditor, que años más tarde formó parte del primer Tribunal Supremo de Guerra y Marina del franquismo…

     

    Como guardiamarina, estuvo unos meses embarcado en el crucero “Reina Regente” y en el “Alfonso XII”, de donde pasó a la corbeta “Nautilus”…

     

     

    Juan Sandalio Sánchez Ferragut, el comandante del crucero “Almirante Cervera”.

     

    Al capitán de navío Sánchez Ferragut le fusilaron en el Arsenal de Ferrol, en el lugar conocido como la Punta del Martillo, a las seis de la tarde del día de Septiembre de 1936. Era el comandante del crucero “Almirante Cervera” cuando se produjo la sublevación en la Base y le fusilaron como le podían haber condecorado con la “Laureada de San Fernando” o la “Militar individual”. Las verdaderas razones por las que le dieron plomo en vez de medallas…

     

    Al comandante del “Cervera” también le preocupaba la actitud del contralmirante Azarola y el que no hubiera asistido siquiera a la reunión. Así que cuando caminaba de regreso al crucero decidió hacerle una visita…

     

    Con el buque ocupado por gente del pueblo y la marinería de la dotación que confraternizaba con ellos y les entregaba armas…

     

    Un ardid de guerra iba a ser el que inclinase definitivamente la balanza del lado de los sublevados…

     

    Al verse desde el acorazado “España” la bandera blanca izada en el “Cervera”, mediante señales se preguntó por el motivo de tal decisión…

     

    El teniente de navío Luis Sánchez Pinzón fue condenado a pena de muerte…

     

    El vicealmirante Indalecio Núñez, al dirigirse al presidente la Junta de Defensa Nacional para comunicarle la sentencia del consejo de guerra…

     

    El gobernador, su mujer, dos generales y un coronel.

     

    Sucedió en La Coruña: los rebeldes fusilaron al gobernador civil, Francisco Pérez Carballo el día veinticinco de Julio de 1936, solamente tenía veinticinco años de edad. Unos días más tarde, a mediados de Agosto, su mujer, Juana Capdevielle, apareció muerta en una cuneta del municipio de Rábade, provincia de Lugo, probablemente después de ser violada y torturada. El general jefe de la VIII División, que comprendía Galicia y León, Enrique Salcedo Molinuevo, y el general jefe de la 15ª Brigada, Rogelio Caridad Pita, fueron fusilados en el castillo de San Felipe de la ría del Ferrol el de Noviembre de 1936.

     

    En La Coruña, el germen de la sublevación militar prendió en un grupo de jefes y oficiales que asqueaban de la República y no podían soportar que el Frente Popular hubiera ganado las elecciones…

     

    se supo de un intento de ocupar el edificio del Gobierno Civil por fuerzas de la Guardia Civil de la Comandancia de La Coruña…

     

    El general Salcedo ya estaba al tanto de todo ello por haberle informado el gobierno y el propio general Caminero…

     

    El general Caridad Pita y su ayudante, el comandante Goizueta, hacia las siete de la mañana de ese lunes veinte, se dirigieron a hacer una ronda de visitas a las instalaciones y acuartelamientos militares…

     

    Isidro Liarte Lausín, gobernador civil de Asturias diez días de Julio de 1936

     

    Por orden del comandante militar de la plaza de Oviedo, coronel Eduardo Recás, y en cumplimiento de la sentencia de pena de muerte impuesta en consejo de guerra, el que había sido gobernador civil de la provincia, Isidro Liarte Lausín, fue pasado por las armas a las cuatro de la tarde del día de Diciembre de 1936…

     

    Desde un balcón del edificio, el alcalde de Oviedo, el socialista López Mulero, improvisó un discurso…

     

    Peña se presentó en el despacho del gobernador sobre las dos de la madrugada y le comunicó a Liarte que Prieto, desde el ministerio de la Guerra, ordenaba…

     

    El gobierno, en Madrid, supo que Aranda iba a traicionarles y telegrafió al Gobierno Civil de Oviedo el domingo diecinueve ordenando la detención del coronel…

     

    El comandante Ros, con un grupo de guardias y medio centenar de paisanos armados se retiró a otras dependencias del cuartel…

     

    Leopoldo Alas Argüelles: el rector de la Universidad de Oviedo en el paredón.

     

    Con las últimas luces de la tarde de aquel sábado de Febrero, el alférez médico José Alvarez Cofiño procedió a reconocer el cuerpo ensangrentado y aún caliente que yacía en el suelo de uno de los patios de la cárcel de Oviedo. Mero trámite. Acribillado a balazos, estaba muerto y bien muerto.

     

    Sólo de Universidad Columbia y Nueva York han solicitado ochenta y un profesores conmutación pena Alas…

     

    Allí permaneció junto a tantos otros, más que como prisionero, como rehén del coronel Aranda…

     

    ¡Ya tenían el papel que valía la vida de un hombre justo y cabal! ¡Podía comenzar la representación de la farsa jurídico militar que conduciría al trágico final del fusilamiento!

     

    Antonio Aranda Mata, aprobaba la sentencia dictada y daba orden de que se comunicase telegráficamente a la Secretaría de Guerra del Estado…

     

    El joven Leopoldo obtuvo su licenciatura en Derecho el año 1904 con premio extraordinario…

     

    Separado voluntariamente del activismo político, Leopoldo Alas se dedicó con todas sus fuerzas a las tareas docentes de la cátedra y…

     

    Arturo Alvarez-Buylla y Godino, artillero, aviador y Alto Comisario interino del Protectorado de Marruecos.

     

    Ceuta, Marzo de 1937: eran poco más de las ocho y media de la mañana cuando la descarga de los doce fusiles del piquete de Regulares proclamó a los cuatro puntos cardinales que Arturo Alvarez-Buylla había sido fusilado. La pompa con que se adornó la ejecución quiso dejar bien claro que no se trataba de un fusilamiento más de los que cotidianamente se producían en la fortaleza de El Hacho. Las tropas del Batallón “Serrallo” nº 8…

     

    Fue el coronel Buruaga, uno de los cabecillas del movimiento insurgente, el que le detuvo, pistola en mano…

     

    A mediados de Julio, efectuó desde Granada varios vuelos a Albacete y Cuenca. Volvió a ser citado como distinguido y en Septiembre se le nombró jefe de los talleres de la Base de Getafe y de la 5ª Escuadrilla de Caza…

     

    Alvarez-Buylla renunció a huir por vía aérea a Portugal, tal y como hicieron el resto de los oficiales que habían participado en la intentona…

     

    Vice-presidente de la Comisión encargada del estudio del Año Polar. En los actos e investigaciones de este segundo “Año Polar”, que se desarrollaron entre 1932/33, participaron más de cuarenta naciones…

     

    Entre los vuelos que realizó durante el año 1935 figuraron dos de gran altitud, en los que alcanzó los 6.500 y los 6.800 metros…

     

    Las maniobras militares que se celebraron en la zona de Ketama, permitieron a los oficiales y jefes ampliar sus contactos…

     

    Alvarez-Buylla pidió que localizaran y mandaran venir inmediatamente a su despacho al comandante De la Puente y al delegado de Asuntos Indígenas…

     

    Pidió que lo primero de todo tratara de ponerse en contacto con el aeródromo de Larache para averiguar qué había sido del general Gómez Morato…

     

    Graciano Antuña: el líder minero y diputado socialista fusilado en Luarca

     

    A las cinco de la mañana del día de Mayo de 1937, Graciano Antuña Alvarez fue fusilado delante de las tapias del cementerio de Luarca. Socialista y diputado en Cortes por Asturias tras resultar elegido en Febrero del año anterior en la lista del Frente Popular…

     

    Pero no pudo escapar de Oviedo como el resto de los dirigentes de los partidos de izquierdas…

     

    Ese mismo día fue conducido a la cárcel de Oviedo y en dicha cárcel permanecería hasta finales de…

     

    En Luarca, el juez militar Santaló volvió a tomar declaración a Graciano Antuña…

     

    Graciano fue designado segundo teniente de alcalde, detrás de Severino Calleja González…

     

    Graciano Antuña y Bonifacio Martín fueron los dos representantes del socialismo asturiano que se encargarían de llevar las negociaciones con la CNT para…

     

    Pero estaba en Oviedo junto a sus electores en los momentos de mayor peligro, y ello le costó la vida.

     

    José Franco Mussió, el coronel que no siguió a Aranda.

     

    Noviembre de 1937, antes de que amaneciera, el coronel de Artillería José Franco Mussió, director de la Fábrica de Cañones de Trubia, fue fusilado junto a otros siete oficiales en un campo próximo al estadio de fútbol de Oviedo, en la zona de Los Catalanes. Tal vez ignorase que su hijo…

     

    Consejo Soberano de Asturias y León decidió la evacuación por mar de milicianos y civiles, y todas las autoridades, incluidas las militares, huyeron en los barcos para tratar de alcanzar las costas francesas, el coronel Franco Mussió se quedó…

     

    El coronel Franco Mussió estuvo en Oviedo y al mediodía se entrevistó con el coronel Aranda…

     

    De regreso a Trubia, a las cuatro y media de la tarde le vino a ver el brigada de la Guardia Civil Cesáreo Iglesias…

     

    Las piezas de artillería de montaña no pudieron ser utilizadas contra Oviedo hasta que llegaron unos obturadores de Barcelona y otros del…

     

    En Marzo de 1937 el PCE de Asturias lanzó una operación para adueñarse de la Fábrica de Trubia. El diputado comunista Juan José Manso del Abad…

     

    Aunque las fábricas estaban regidas por comités de la UGT y la CNT, el coronel Franco Mussió aprovechó la orden de militarización de las consideradas estratégicas para implantar las jerarquías militares al personal…

     

    A las seis y media de la tarde, el coronel Franco Mussió confirmaba la rendición de la Asturias republicana ante el coronel nacionalista…

     

    El auditor de guerra Ulpiano Pereiro ofició al jefe del Ejército del Norte, general Fidel Dávila, proponiendo…

     

    Higinio Carrocera, el anarquista condecorado con la Medalla de la Libertad

     

    El día de Mayo de 1938, los nacionalistas fusilaron en el cementerio de Oviedo a treinta personas. Entre ellas se encontraba Higinio Carrocera, “el héroe del Mazucu”, condecorado con la Medalla de la Libertad, máxima distinción de la República. Tenía…

     

    Se decidieron por el campanario de la iglesia y desde allí, con su fuego certero, impidieron que los guardias civiles pudieran…

     

    Estuvo en todos los duros combates que se produjeron esos días en la zona de Malleza y resultó herido…

     

    Jefe de grupo, primero, y luego capitán, fue ascendido a comandante de milicias al mando del mencionado Batallón…

     

    Después de los duros combates de la Sierra del Cuera, donde se encuentra El Mazucu y Peñasblancas, y pese a la feroz resistencia…

     

    Confundido entre los demás prisioneros, Higinio Carrocera era uno más en el campo de concentración de…

     

    Contó con poco más de un día para leer los catorce sumarios y elaborar la defensa…

     

    El Tribunal Militar Permanente nº 3, presidido por Manuel Herbella Zobel, del que también formaban parte…

     

    Higinio Carrocera se formó personal y sindicalmente en la fábrica de la Duro y en el histórico centro social La Justicia, de…

     

    De la factoría de la Duro Felguera salieron los primeros camiones blindados que entraron en Oviedo luciendo las siglas FAI, CNT y UHP pintadas en blanco…

     

    No había peritos calígrafos en Asturias en aquellas fechas, así que la autoridad militar designó para ejercer como tales a dos maestros nacionales…

     

    José Gállego: el comandante republicano que hizo frente a los sublevados en Gijón

     

    Al comandante José Gállego Aragües le fusilaron a las seis de la mañana del día de Mayo de 1938 en las tapias del cementerio de Vistalegre, en Bilbao. El gobierno republicano le había ascendido a coronel y le había dado el mando de una división, pero él seguía sintiéndose comandante por antigüedad y porque, como había dicho: “en la lucha entre españoles no cabe hablar de victorias”…

     

    El comandante Gállego redactó un escrito de nueve folios dirigido al general jefe del Ejército del Norte, que lo era Fidel Dávila…

     

    Es posible que se hiciera alguna gestión encaminada al canje. Téngase en cuenta que el comandante Gállego contaba con el aprecio de varios dirigentes asturianos de la CNT…

     

    Su primer destino al mando de esas fuerzas fue en la aldea de Sidi Asmar el Gaitón, desempeñando a lo largo de ese año igual cargo en Yumaa el Tolba y Muley Buselhan…

     

    Al iniciarse el año de 1935, el capitán Gállego estaba desempeñando de nuevo el mando accidental del batallón por ausencia de su comandante. A finales de Abril, marchó para La Marañosa a realizar un curso de guerra química…

     

    Participó en las negociaciones entabladas con los guardias civiles del cuartel de Los Campos para que…

     

    Eduardo Barriobero y Herrán, el abogado de la CNT.

     

    A Eduardo Barriobero le fusilaron los franquistas el día de Febrero de 1939 en el tristemente célebre Campo de la Bota de Barcelona. Dicen que fue el primero de las…

     

    Eduardo Barriobero no era anarquista, pero tenía el carnet nº 5 de la CNT de Madrid…

     

    Celebrados los juicios, Eduardo Barriobero, que junto con el también abogado Ramón Alvarez García, se había encargado de la defensa de los obreros encartados en los mismos, publicó en Septiembre de 1912 en las páginas de El Libertario gijonés…

     

    Barriobero visitó a Emilio Castelar. Su admiración por el republicano posibilista tal vez viniese de aquellos veranos de la infancia…

     

    Barriobero defendió públicamente desde las páginas de El País, diario republicano fundado por Antonio Catena, al famoso José Nakens, republicano de siempre…

     

    Tampoco se puede dejar de destacar en este apartado la cualidad de erudito cervantista de Eduardo Barriobero, patentizada en sus obras…

     

    Contó en sus páginas con importantes colaboradores de los que pueden citarse a Eugenio Noel, Emilio Carrere, Ramiro de Maeztu, Ciges Aparicio, Anselmo Lorenzo, Alomar, Silverio Lanza, Villaespesa, Luis Bonafoux, Enrique Barea, Alejandro Ver o Alfredo Calderón…

     

    Sirvo a la República, porque me parece más progresiva hacia el anarquismo que la monarquía…

     

    Eduardo Barriobero formaba parte de la candidatura que la Coalición republicano-socialista presentaba en Madrid…

     

    El concejal del grupo socialista del ayuntamiento de Entrena, Manuel Rodríguez Rodríguez promovió y consiguió que la corporación aprobase…

     

    •  Atropellos cometidos en Sabadell por los germanófilos.

    •  Conveniencia de emancipar a los carteros de la obligación de subir escaleras.

    •  Médico socialista detenido en Elche.

    •  Concesión de un indulto en conmemoración de la paz…

     

    Estos acudieron entonces a Madrid y encontraron a dos abogados dispuestos: uno era Serrano Batanero, el otro, Eduardo Barriobero.

     

    Al digno hermano Eduardo Barriobero Herrán (Alcibíades) el grado de Maestro Simbólico, tercero del Rito Escocés ant.: y acep.: y como obr.: activo de la Resp.: Log.: La Catoniana nº 2…

     

    El Ateneo Obrero de Gijón, por su parte, había invitado a Marcelino Domingo a venir a Gijón a pronunciar una conferencia…

     

    El Partido Federal que presidía Eduardo Barriobero fue la primera organización política en exigir al Gobierno Provisional desde la prensa…

     

    Barriobero iba a destacar como una de las pocas voces que desde la izquierda criticaban y denunciaban los abusos de los gubernamentales, abusos que iban desde los malos tratos a los detenidos en las comisarías, a la conducta despótica de los gobernadores civiles…

     

    Eduardo Barriobero, que había defendido que la elección de presidente de la República se hiciera por sufragio universal directo en vez de por compromisarios, tampoco se mostró partidario de la candidatura de Alcalá-Zamora y propuso…

     

    Barriobero recordó al público gijonés que los gobiernos republicanos parecían hasta entonces empeñados en cumplir con la definición que de la acción de gobernar había dado Helvetius a Montesquieu: “Arte sutil de pasar el dinero de los bolsillos de los gobernados al de los gobernantes.”…

     

    En los primeros momentos de la sublevación, cuando el resultado de la lucha era incierto, Angel Samblancat, al frente de un grupo de milicianos, se había hecho cargo del Palacio de Justicia de Barcelona…

     

    En representación de la CNT y de la FAI estaban José Batlle y Antonio Devesa, ejerciendo este último de…

     

    Al cenetista García Oliver, antiguo miembro del grupo “Los Solidarios”, con Durruti, los Ascaso y compañía, pues este García Oliver, dieciséis años atrás, lo había defendido Barriobero en un juicio…

     

    ¿Es creíble que la detención de dirigentes de la CNT, como Devesa y Batlle, pasase también desapercibida a la dirección de la CNT y al director del periódico anarquista Solidaridad Obrera, editado en Barcelona? ¿Es posible que cuando, según Toryho, ya se sabía, en Noviembre y Diciembre, que Eduardo Barriobero estaba enfermo y hospitalizado, nadie pensase en evacuarle a Francia, o a la región levantina…

     

    Javier Bueno Bueno, un periodista de combate.

     

    A Javier Bueno le fusilaron en Madrid a las seis de la mañana del día de Septiembre de 1939, “Año de la Victoria”, como estampaban los franquistas en todos…

     

    Allí se encontraron con Javier Bueno dos antiguos redactores de Avance durante la guerra. Cabezas y Vega Pico formaban parte de la…

     

    Se hizo con un fusil y participó en el asedio como un miliciano más…

     

    En la redacción de “España Nueva”, el periódico fundado por Rodrigo Soriano que tenía su sede en la Plaza de Santa Ana…

     

    Javier Bueno recibió el encargo de dirigir el diario ugetista asturiano Avance, fundado en…

     

    La estratagema de atribuir la autoría de los artículos denunciados a los diputados socialistas Teodomiro Menéndez, Veneranda Manzano y Amador Fernández…

     

    Encabezada por Bueno, Arístides Llaneza, Barreiro, Juan Pablo García, Antonio Llaneza y Wenceslao Roces…

     

    El consejo de guerra se celebró en la sala de Justicia del cuartel de Pelayo, en Oviedo, el día veintiuno…

     

    Dice textualmente que Avance es él y que si hay delitos, son suyos…

     

    El abogado Mariano Moreno Mateo, que luego fue diputado socialista, presentó recurso ante…

     

    Ir en coche todos juntos al puerto de El Musel, distante cinco kilómetros, y embarcar en el buque asignado…

     

    Claridad era desde finales de 1936 el portavoz oficial de la UGT y, por lo tanto, uno de los órganos más afines a Largo Caballero…