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En
los sistemas de terror todo el mundo es sospechoso y todo sospechoso
es encarcelable. Si a esto añadimos el creciente número
de prisioneros de guerra, se comprenderá que en la España
nacionalista un rosario de cárceles, prisiones provisionales,
depósitos y campos de concentración cubría
su territorio.
Sobre
la vida de los prisioneros en campos de concentración y
cárceles, todos los testimonios coinciden en estas características:
hambre, hacinamiento, ausencia de higiene, enfermedades, malos
tratos y arbitrariedad.
Del
hambre que pasaban los presos, baste decir que aquel preso que
no recibía paquetes de comida de su familia y dinero para
suministrarse en el economato de la prisión, lo más
probable era que se terminase muriendo. En muchas cárceles
y campos, los asturianos se hicieron famosos por sus “comunas”.
En esas “comunas” lo que cada uno recibía de
la familia era equitativamente repartido entre todos los demás
compañeros.
Según
informes del coronel jefe de la Inspección de Campos de
Concentración, las delegaciones y campos habían
ahorrado de la asignación para alimentos de los prisioneros
las siguientes cantidades:
Santander,
año 1937.
Septiembre:
281.292,15 pts.
Octubre:
252.328,55 pts.
Noviembre:
141.697.- pts.
Asturias,
año 1937.
Noviembre:
35.050,40 pts. (Con unas existencias de carne en conserva por
valor de 98.000.- pts.)
Campo
de Concentración de San Marcos, León, año
1937.
De
Octubre a Diciembre: 101.445,75 pts.
Total
ahorrado en los campos dependientes de la Inspección:
1.002.843,66 pts. de economías.
Dado
en Burgos, el 31 de Diciembre de 1937 por el comandante de Intendencia.
VºBº el coronel Inspector. Conforme del Comisario de
Guerra. Esta cantidad se reintegra al Tesoro]
El
hacinamiento era extremo. Todas las personas con las que hablé
coinciden en la misma frase: “como sardinas en lata”.
En las celdas de la cárcel de El Coto, de unos dos por
tres metros, estaban catorce presos, y en las aglomeraciones,
todos los días se calculaba en centímetros el ancho
que podía ocupar cada preso.
La
falta de higiene era total: nada de duchas, solamente unos
retretes precarios, incapaces de sumir los detritus de aquella
masa humana; a veces, simples baldes que se retiraban una vez
al día. Plagas de chinches y piojos. El agua escaseaba
o llegaba a faltar totalmente. Su potabilidad era siempre más
que dudosa. En muchos casos, para empeorar las condiciones, se
daba la orden de que las ventanas permaneciesen cerradas y el
aire se hacía irrespirable.
El
hambre debilita las defensas del organismo humano. La ausencia
de higiene provoca brotes epidémicos y el hacinamiento
y la ausencia de ventilación favorecen el contagio.
Hubo
cárceles y campos de concentración en los que los
presos morían como moscas. No sé si habrían
planificado la eliminación de presos creando las condiciones
precisas para que enfermasen y se muriesen. Lo cierto es que
las condiciones de vida de los presos en las cárceles,
en los campos de concentración y en los batallones de trabajadores
dependían, sobre todo, del director o mando superior de
los mismos, también del capellán y, en menor medida,
de jefes y guardianes. El director de una cárcel o el jefe
de un campo de concentración podían permitir o no
que se robase, que se estraperlase con el presupuesto y con la
comida de los presos; podía imponer un régimen severo
y vengativo, u otro que beneficiase a los presos. Por eso en unos
sitios se comía mejor y en otros se morían de hambre;
en unos, las palizas eran frecuentes, y en otros, excepcionales.
Las
enfermedades fueron para muchos presos otras condenas de muerte
de las que, como si de una cruel repesca se tratase, no se pudieron
librar. Siempre rondó la muerte en las prisiones, siempre
el temor a los ruidos nocturnos, a que cualquier traslado pudiera
terminar en una cuneta o en la pared de cualquier cementerio.
Si la mortandad en las cárceles fue siempre muy elevada,
en el año 1941 y en algunas prisiones en particular
alcanzó cotas de exterminio.
En
Abril de 1937, las autoridades franquistas aprobaron una ley que
reconocía el derecho al trabajo de los prisioneros de guerra
y presos políticos. Se les pagaba dos pesetas diarias,
de las que se les retenía una con cincuenta céntimos;
si estaba casado legalmente y la familia residía en la
zona nacionalista, se le entregaba a la mujer dos pesetas diarias
y otra peseta más por cada hijo menor de quince años.
En
Julio de ese mismo año se creó la Inspección
de los Campos de Concentración para prisioneros, nombrándose
como jefe de la misma al coronel Luis de Martín Pinillos:
«(…)
Habida cuenta del gran número de los mismos (prisioneros
de guerra) que se iban acumulando a medida que nuestro Ejército
adelantaba en su carrera victoriosa, y habida cuenta también
de la índole especial de la guerra que mantenemos, diferente
en muchísimos aspectos de una guerra internacional y de
la mayor parte de las guerras civiles que han ensangrentado el
suelo de nuestra Patria y el de otras naciones, pues no se trata
en nuestro caso de dilucidar cruentamente una discordia meramente
política, pero en la que los bandos contendientes, por
lo demás, estén formados por hombres honrados que
profesan sus ideales de buena fe y que al luchar guardan el respeto
debido a la dignidad humana y a las leyes caballerescas de la
guerra, sino que desgraciadamente, en este caso de España,
frente al Ejército Nacional no se alza otro Ejército,
sino una horda de asesinos y forajidos y junto a ellos, y como
menos culpables, unos bellacos engañados por una propaganda
infame y no es eso lo peor, sino que junto a esas dos clases
de elementos, asesinos y bellacos, forman también, aunque
a la fuerza, buen número de hermanos nuestros, de nuestras
ideas y convicciones y que la desgracia los ha llevado a estar
entre los rojos al estallar el glorioso alzamiento nacional y
salvador de nuestra Patria y de la civilización cristiana.
Estas circunstancias complican extraordinariamente el problema
a resolver por la Inspección de prisioneros, pues el régimen
a aplicar a los mismos ha de ser distinto al que habría
que seguir en una guerra regular, internacional o civil. No
obstante y por disposición especial de nuestro magnánimo
Generalísimo, los prisioneros que no hubiesen realizado
crímenes y delitos comunes han de gozar de todas las garantías
del Convenio de Ginebra de 1929.»
La
Inspección de Campos de Concentración tenía
su sede en Burgos y estaba estructurada en cinco secciones: Personal;
Intendencia e Intervención; Sanidad y Farmacia; Trabajos
y Obras, y Justicia. Al frente de las mismas había
un jefe de Ingenieros, otro de Intendencia y otro de Sanidad;
un capitán de Estado Mayor de Infantería y otro
capitán de Farmacia; un teniente Auditor de 2ª y un
capellán. Aunque su misión, organización
y dependencia orgánica no habían sido definidas
en ninguna disposición oficial, “la fuerza incontrastable
de la realidad ha hecho que la Inspección dependa exclusivamente
del Cuartel General del Generalísimo”.
La
caída de Santander en poder del ejército nacionalista
en Agosto del treinta y siete trajo consigo la captura de unos
cincuenta mil prisioneros. Tan elevado número ocasionó
serias dificultades al mando nacionalista, de tal modo que el
coronel jefe de la Inspección de Campos, en la memoria
que envía en Mayo de 1938 al “Generalísimo”
y al general Dávila, considera uno de los mayores logros
de esa Inspección el haber conseguido solucionar el problema
de “alojar” y “alimentar” a aquella masa
enorme de prisioneros en pocas horas. Para ello, se crearon
en Santoña cuatro campos de concentración con un
total de 1.200 prisioneros; varios campos en Laredo para unos
9.000 prisioneros; otros más en Castro Urdiales que albergaban
a 10.000 prisioneros, y cuatro en Santander para un total de 12.000
prisioneros. Hay que suponer que el resto de prisioneros serían
trasladados a otros campos fuera de Cantabria. Para dirigir y
administrar todos estos nuevos campos de concentración,
se creó en Santander una delegación de la Inspección
de Campos, a cuyo frente se puso un teniente coronel y varios
jefes y oficiales. Posteriormente, se crearían otras delegaciones
en Asturias, Galicia, Bilbao, Zaragoza, Baleares, Cáceres
y Andalucía.
Para
llevar a cabo la clasificación de los prisioneros, los
generales de división o al mando de fuerza estaban autorizados
para constituir en las ciudades conquistadas y en el número
que considerasen oportuno las llamadas Comisiones Clasificadoras
de Prisioneros y Presentados. Cada una de estas Comisiones
estaba formada por un jefe del Ejército o de la Armada,
dos oficiales, uno de los cuales tenía que ser del cuerpo
Jurídico, y personal subalterno. Su misión consistía
en “proceder rápidamente, con amplitud y libertad
de procedimiento, a clasificar a los prisioneros y presentados
según su presunta o comprobada conducta o responsabilidad.”
Esta clasificación se hacía en cinco grupos, de
acuerdo con el supuesto mayor o menor grado de responsabilidad
política, militar, etc., del prisionero. Los clasificados
en el grupo “A” eran puestos en libertad o enviados
a la Caja de Recluta si estaban en edad militar. Los de los grupos
“A” dudosos y “B” eran enviados a campos
de concentración en expectativa de ser destinados a Batallones
de Trabajadores si su edad y estado de salud lo permitían.
Los de los grupos “C” y “D” quedaban a
disposición de las correspondientes autoridades judiciales.
Previamente, todas las actas de clasificación tenían
que ser remitidas a la Auditoría de Guerra correspondiente,
que podía aprobarlas u ordenar que se practicasen diligencias
escritas sobre todos aquellos casos en los que discrepara de la
clasificación propuesta por la Comisión.
A
finales de 1937, las cifras oficiales de prisioneros en poder
del ejército nacionalista eran las siguientes:
Grupo A:
58.972
Grupo A (dudosos): 15.753
Grupo B:
13.925
Grupo C:
9.483
Grupo D:
2.282
Pendientes clasificar: 6.407
Total:
106.822
Aunque
en la memoria de la Inspección de Campos de Mayo de 1938
se dice que el número de prisioneros pasaba de 160.000,
es difícil saber si esa respetable cifra era la cantidad
total de presos en la zona nacionalista o, como yo me inclino
a creer, no se incluía a los condenados en consejo de guerra
que cumplían condena en Pamplona, Burgos y Puerto de Santa
María, ni a los presos civiles encerrados en cárceles
dependientes de Instituciones Penitenciarias, en las “chekas”
de Falange, en comisarías y cuarteles de la policía
y Guardia Civil y en los calabozos de los Ayuntamientos. Por
esas mismas fechas, estuvo estudiándose un proyecto para
trasladar a la isla de Annobón, isla de diecisiete kilómetros
cuadrados situada en la Guinea Ecuatorial, a todos los presos
condenados a entre veinte y treinta años de cárcel,
y a los catalogados como inadaptables o peligrosos.
La
mayor parte de los prisioneros hechos en Asturias en 1937
fueron internados en campos de concentración y prisiones
provisionales situadas en la propia Asturias y en las regiones
vecinas. Ahí permanecieron hasta que fueron clasificados,
trasladándoseles después a la ciudades donde actuaban
los tribunales militares o a los batallones de Trabajadores.
He
aquí una relación de cárceles y campos de
concentración cuyo nombre y ubicación he podido
averiguar:
En
Asturias:
Campo
de Concentración de Celorio (Llanes).
Plaza
de Toros de Gijón.
Cárcel
de El Coto (Gijón).
Prisión
provisional de El Cerillero (Gijón).
Prisión
provisional de La Harinera (Gijón).
Cárcel
de Oviedo
Campo
de Concentración de La Cadellada (Oviedo).
Campo
de Concentración de Candás.
Campo
de Concentración de La Vidriera (Avilés)
Campo
de Concentración de Canero
Campo
de Concentración de Ortiguera
Campo
de Concentración de Andes (Navia)
Campo
de Concentración de Figueras (Castropol)
Además,
con una duración más efímera, también
se utilizaron las cárceles de partido judicial, cines,
escuelas y fábricas a lo largo y ancho de la región.
El
campo de concentración de Celorio desapareció en
Febrero del 38, trasladándose la Jefatura
a Avilés.
En
Galicia:
Campo
de Concentración de Ribadeo (Lugo)
Campo
de Concentración de Betanzos (La Coruña)
Campo
de Concentración de Cedeira (La Coruña)
Campo
de Concentración de Muros (La Coruña)
Campo
de Concentración de la Puebla del Caramiñal (La
Coruña)
Campo
de Concentración de Santiago (La Coruña)
Campo
de Concentración de Rianxo (Pontevedra)
Prisión
habilitada en el cuartel de Artillería de Figueirido (Pontevedra)
Campo
de Concentración del Lazareto de la isla de San Simón
(Pontevedra)
Campo
de Concentración de Camposancos (Pontevedra)
Campo
de Concentración del monasterio de Santa María de
Oya (Pontevedra)
Prisión
provisional de Celanova (Orense)
En
León:
Campo
de Concentración del Monasterio de San Marcos
Campo
de Concentración de Santa Ana
Campo
de Concentración de Santocildes (Astorga)
En
Cantabria:
Campo
de Concentración del seminario de Corbán
Prisión
provisional de La Tabacalera (Santander)
Prisión
provisional de Las Oblatas (Santander)
Campo
de Concentración de La Magdalena (Santander)
Penal
de El Dueso (Santoña)
Campo
de Concentración del Instituto Manzanedo (Santoña)
Campo
de Concentración del cuartel de Infantería (Santoña)
Campos
de Concentración (provisionales) de Laredo
Campos
de Concentración (provisionales) de Castro Urdiales
En
Vizcaya:
Prisión
de Larrínaga (Bilbao)
Prisión
provisional de Los Escolapios (Bilbao)
Prisión
provisional de El Carmelo (Bilbao)
Campo
de concentración de la Universidad Comercial de Deusto
Prisión
de mujeres de Amorebieta.
Campo
de Concentración de Orduña.
En
Guipúzcoa:
Prisión
de Mujeres de Saturrarán (Motrico).
Prisión
de Mujeres de Ondarreta.
En
Alava:
Campo
de Concentración del colegio convento de Murguía.
Campo
de Concentración de Nanclares de Oca.
En
Navarra:
Penal
del castillo de San Cristóbal.
Campo
de Concentración del Monasterio de Irache.
Campo
de Concentración de Estella.
En
Logroño:
Campo
de Concentración de la plaza de toros
En
Burgos:
Penal
de Burgos.
Campo
de Concentración de Miranda de Ebro.
Campo
de Concentración del Monasterio San Pedro de Cardeña
Campo
de Concentración de Lerma.
Campo
de Concentración de Aranda de Duero.
En
Valladolid:
Campo
de Concentración del Monasterio de la Santa Espina
Campo
de Concentración de Medina de Rioseco.
En
Zaragoza:
Campo
de Concentración de San Gregorio (en la antigua Academia
General Militar)
Campo
de Concentración de San Juan de Mozarrífar
En
Cáceres:
Campo
de Concentración de Los Arenales
Campo
de Concentración de la plaza de toros de Plasencia.
Cádiz:
Penal
del Puerto de Santa María.
Campo
de Concentración de la almadraba de Rota.
La
Inspección de Campos también creó su propia
red de hospitales para prisioneros. Estos hospitales estaba
situados en el colegio de los Sagrados Corazones, de Santander;
en el balneario de Liérganes, en el antiguo hospital militar
de Santoña y el hospital para infecciosos del lazareto
de Sanidad exterior de Maliaño, los cuatro en Cantabria;
y en Vizcaya, el hospital de la Universidad Comercial de Deusto
y el hospital del colegio de los Agustinos de Guernica. El número
total de camas era 2.285. La cantidad diaria asignada por cada
prisionero hospitalizado era de dos pesetas y quince céntimos,
cantidad que, según la propia Inspección de Campos,
exigía un verdadero esfuerzo para mantener “el excelente
régimen de comidas a que están sometidos los heridos
y enfermos”.
También
se estaban realizando obras para convertir en hospital para tuberculosos
el convento de Legarrea, en Oyarzun, mientras que a los prisioneros
dementes se les internaba en los manicomios de Santa Agueda y
Mondragón.
Seguramente
que debía de haber otros campos de concentración
en Andalucía, donde el número de presos, según
informes de los propios auditores militares, había alcanzado
niveles nunca vistos antes; y en Mallorca, y en las islas Canarias,
desde donde se pidieron barcos mercantes para utilizarlos como
prisiones flotantes ante la imposibilidad de encontrar locales
suficientes para tantos presos; y en Melilla y en Ceuta… Se
conoce la existencia de más campos de concentración
en Soria, en Talavera de la Reina y Córdoba.
La
falta de precisión en todo lo referido a prisioneros y
campos de concentración se debe a que buena parte de la
documentación existente en los archivos militares permanece
clasificada y no se permite que los investigadores la consulten,
y ello a pesar de que haya pasado ya con creces el plazo de cincuenta
años que marca la ley.
Lazareto
de la isla de San Simón, en la ría de Vigo, convertido
en campo de concentración.
Campo
de concentración de Rianxo (Pontevedra)
Presos
extranjeros en poder del ejército franquista el 31-9-38
por nacionalidades:
Estados
Unidos: 69
Francia: 55
Portugal:
54
Argentina:
41
Cuba: 41
Inglaterra:
39
Polonia: 30
Holanda:
21
Canadá
17
Yugoslavia:
14
Suecia: 14
Checoslovaquia:
13
Islandia:
12
Escocia: 12
Suiza: 11
Dinamarca:
8
Hungría:
7
Noruega:
5
Bélgica:
5
Grecia: 4
Chile:
4
Estonia:
3
Bulgaria:
3
Rusia: 2
Rumanía:
2
Méjico:
2
Perú:
2
Filipinas:
2
Turquía:
2
China:
1
Uruguay:
1
Puerto Rico:
1
Finlandia:
1
Letonia:
1
Sin
determinar:
88
TOTAL:
587
Algunos
campos de concentración tuvieron una vida corta y se iban
cerrando a medida que los prisioneros que albergaban eran sometidos
a consejos de guerra o destinados a Batallones de Trabajadores.
Al mismo tiempo, se abrían otros nuevos en los territorios
que iban cayendo en poder del ejército nacionalista, de
manera especial con la conquista de Cataluña y, finalmente,
con la rendición del ejército republicano.
El
campo de concentración de San Juan de Mozarrífar,
en Zaragoza, se convirtió en centro distribuidor de
todos los prisioneros procedentes de los campos de concentración
instalados en Cataluña. Otro campo de concentración
famoso, el de Miranda de Ebro, tal vez el de mayores dimensiones
y mayor número de presos, estaba situado aprovechando las
instalaciones de una antigua fábrica de azúcar,
a la orilla del Ebro. Posteriormente fue ampliado con terrenos
pertenecientes a la S.A. de Sulfatos Españoles. Este
campo de concentración de Miranda debió de ser el
que más tiempo permaneció en funcionamiento. Albergó
primero a prisioneros de los frentes vascos, pasando, más
tarde, a funcionar también como centro distribuidor de
los prisioneros de la zona Norte destinados a Batallones de Trabajadores.
Durante la II Guerra Mundial, los extranjeros pertenecientes a
los países beligerantes, o que estuvieran indocumentados
o resultaran sospechosos, eran internados en este campo de concentración.
En 1943 había allí 3.500 prisioneros extranjeros,
a pesar de que su capacidad había quedado oficialmente
establecida en 2.600. La propia dirección del campo se
quejaba, además, de que todos los días les enviaban
un número creciente de prisioneros que no tenían
donde meter.
Uno
de los mayores problemas de los campos de concentración
en general, y del de Miranda de Ebro en particular, era el suministro
de agua potable a los prisioneros. En ese año de 1943,
según informes de las propias autoridades franquistas,
el campo de Miranda de Ebro contaba con una sola fuente de un
solo grifo para que los prisioneros pudieran coger agua para beber.
Los
prisioneros extranjeros se agrupaban por nacionalidades y tenían
un jefe de grupo que era el encargado de enlazar con el oficial
español. El trato que se les daba era el de soldados, formaban
para izar y arriar la bandera, y permanecían el resto del
día sin ninguna otra obligación. Las deplorables
condiciones de vida del campo de Miranda hicieron que en ese año
de 1943 los prisioneros organizaran diversas protestas y hasta
una huelga de hambre. Los representantes consulares solicitaron
a las autoridades españolas permiso para poder visitar
el campo y conocer así la situación real de sus
compatriotas, pero todos esos permisos fueron sistemáticamente
rechazados hasta que, un año después, con la realización
de ciertas mejoras en las instalaciones del campo de concentración
y una drástica disminución del número de
prisioneros, la situación mejoró ostensiblemente.
Se autorizaron entonces las visitas de los representantes diplomáticos,
los cuales, además, se encargaban de entregar a los prisioneros
de sus países respectivos alimentos, ropa y dinero.
A
principios de 1944, ante la evolución de la guerra en Europa
y en previsión de una gran avalancha de refugiados y evadidos,
el Estado Mayor franquista propuso que en las regiones militares
IV y V, Aragón y Cataluña, se buscasen emplazamientos
para nuevos campos de concentración. Se sabe de la
existencia de los de Jaca, Sabiñánigo y Boltaña;
los de Cervera, en Lérida, y Figueras en Gerona; los de
Vendrell y Sitges, Caldas de Malavella, Llano de Balaguer, Jaraba
y Alhama de Aragón. En Jaraba, Zaragoza, estuvieron internados
los oficiales pertenecientes a los ejércitos de los países
beligerantes. Entre los nuevos emplazamientos en los que se planeaba
construir campos de concentración, figuraba también
una antigua fábrica de papel situada a 3 kms. del pueblo
de La Riba, en la comarca de Valls-Montblanch; y otro en la zona
de La Almunia, próximo al pueblo de Calatorao.
Los
prisioneros hechos por las fuerzas franquistas al rendirse Asturias
en Octubre de 1937
Al
cesar la resistencia republicana en Asturias, el número
de prisioneros capturados por los nacionalistas fue muy elevado.
Los que fueron capturados por la Armada nacionalista en la mar,
a bordo de los mercantes y pesqueros en los que trataban de alcanzar
la costa atlántica francesa, se les condujo convoyados
hasta Ribadeo. Allí, a unos se les desembarcó
para internarlos en los campos de concentración de Figueras
y Ribadeo; otros, la mayoría, fueron trasladados
por mar a la base naval de Ferrol y al campo de concentración
de Camposancos. Días después, los que estaban
en Ferrol, en los mismos barcos en que se encontraban detenidos,
fueron trasladados a La Coruña, donde, una vez clasificados,
se les distribuyó por los campos de concentración
de Cedeira, Rianxo y Muros de San Pedro.
Según
las instrucciones dadas por el coronel jefe de la Inspección
de Campos, los prisioneros internados en ellos estaban militarizados
y sujetos al Código de Justicia Militar y a los convenios
de Ginebra. Al mismo tiempo, se redactó un reglamento
de régimen interior, en el que venían detallados
todos los aspectos de la vida en un campo de concentración.
Los prisioneros tenían que formar por la mañana,
para izar la bandera, y al anochecer, para arriarla, además
de otras llamadas a formación a lo largo del día.
Estaban también obligados a saludar brazo en alto, cantar
los himnos y dar los tres “vivas” de rigor. De la
labor religiosa entre los prisioneros se encargaba el clero castrense,
contando con sacerdotes todos los campos de concentración
y batallones de Trabajadores. Así mismo, la asistencia
a misa los domingos era obligatoria, concurriendo a ella los prisioneros
en formación.
Los
prisioneros capturados en Asturias que no habían intentado
huir por mar fueron internados en campos de concentración
provisionales como los instalados en Llanes, Celorio, en la Plaza
de Toros, en “La Harinera” y en el Cerillero, en Gijón;
en Candás, en “La Vidriera” de Avilés;
en “La Cadellada”, en Oviedo; en Luarca, en Ortiguera,
en Andes (Navia) y en Figueras. Todos estos campos, con un
total de unos treinta mil prisioneros, quedaron adscritos a la
recién creada delegación de Asturias de la Inspección
de Campos de Concentración. Además, en cada capital
de concejo de la parte de Asturias que había permanecido
en manos republicanas, se ordenó la presentación
de los mozos de las quintas que habían sido movilizadas
y, una vez concentrados, se les trasladó a depósitos
provisionales, como los que hubo en Infiesto, Pola de Siero, Grado
y otras partes. A su vez, la Falange, la Guardia Civil, la Guardia
de Asalto y la policía procedieron a detener y encarcelar
en sus respectivas dependencias a todo aquel que consideraban
sospechoso.
En
un telegrama del coronel jefe de la Inspección de Campos
de Concentración dirigido al Cuartel General del Generalísimo,
fechado el veintiocho de Febrero de 1938, se comunica que ya habían
sido trasladados fuera de Asturias todos los prisioneros de los
campos de concentración y evacuados a hospitales de prisioneros
los más de 700 heridos hospitalizados en la zona republicana
de Asturias. A los 387 heridos que estaban ingresados en los hospitales
de Gijón se les trasladó a Bilbao.
Este
Campo de Concentración se instaló en
la finca y edificios que habían sido propiedad
de los jesuítas. Situado a las orillas del
Miño, casi en su desembocadura, Camposancos
pertenece al municipio de La Guardia. La finca, rodeada
de altos muros, cuenta con grandes edificios separados
por amplios patios, que en su día fueron utilizados
como colegio y dormitorios del internado regentado
por la Compañía de Jesús.
Desde
las primeras semanas de la guerra, las autoridades
militares lo utilizaron como centre de reclusión
que se transformó a finales de 1937 en campo
de concentración. En él fueron internados
la mayoría de los prisioneros capturados en
alta mar al derrumbarse en Asturias el Frente Norte.
En
el informe citado de la Inspección de Campos
de Mayo de 1938 se dice de este de Camposancos lo
siguiente:
“Situación.-
Antiguo colegio convento de Jesuitas, situado en la
desembocadura del río Miño a dos kilómetros
del pueblo de La Guardia. Amplias naves dormitorios
y locales para oficinas y destacamento para custodia.
Excelente ventilación. Patio amplio y cocinas
al aire libre.
Comunicaciones.- Carretera de segundo orden a 20 kilómetros
de la general con enlace en Tuy.
Capacidad.- Para ochocientos sesenta y ocho hombres.
Agua de bebida.- Canalizada, excelente y abundante.
Retretes.- Bien instalados y suficientes para la capacidad
que se indica. Insuficientes para mayor número
de alojados.
Enfermería.- Bien instalada para treinta camas.
Resumen.- Buen campo para ochocientos sesenta y ocho
prisioneros. Actualmente se alojan en él mil
sesenta y seis.”
Fachada principal del colegio de los jesuitas de Camposancos
utilizado como campo de concentración durante
la guerra.
Plano de las instalaciones del Campo de Concentración
de Camposancos (Archivo Militar de Avila).
Según
relata Avelino Fernández Cabricano, que fue
teniente de milicias destinado en el Estado Mayor
del XIV Cuerpo de Ejército, serían entre
mil y dos mil los prisioneros que fueron trasbordados
al vapor nacionalista “Arichachu”, que los
condujo desde Ribadeo hasta Bayona, en Pontevedra.
Durante los cinco días que permanecieron a
bordo la tripulación, probablemente falangistas,
les tuvo sin comer ni beber. En Bayona, por falta
de calado, fueron trasbordados a lanchas y desembarcaron
en el muelle, donde les esperaban mujeres con cubos
de agua para beber. Se les dio un tanque de agua y
los soldados entregaron un bollo de pan y una lata
de sardinas a cada prisionero. De Bayona fueron conducidos
en camionetas hasta Camposancos. Hacinamiento, miseria
y piojos. La comida, berzas con patatas, no era escasa.
La guardia exterior la hacían soldados, probablemente
del reemplazo de 1929, y la interior, “falangistas”
reclutados entre la gente de los pueblos vecinos.
Los
prisioneros, todavía sin identificar, fueron
organizados por centurias al frente de las cuales
se puso a un responsable encargado del recuento. Formaban
dos o tres veces al día en el patio para efectuar
el recuento. A los pocos días empezó
a funcionar un “Comisión Clasificadora
de Prisioneros y Presentados” encargada de identificar
y clasificar a los prisioneros. Primero se tomó
declaración a los que acudían de forma
voluntaria, es decir, aquellos prisioneros que no
estaban comprometidos. A las tres semanas empezaron
a salir del Campo los prisioneros ya clasificados
que no habían prestado ningún servicio
de armas ni ocupado ningún puesto y habían
recibido los dos avales necesarios de las autoridades
de su lugar de residencia. Por esas fechas también
empezaron a llegar a Camposancos las primeras denuncias
y las primeras visitas de los “chekistas”
de la Falange y de la policía franquista.
Por
las declaraciones de unos prisioneros se iba identificando
a otros. A los prisioneros que tenían alguna
denuncia o se había descubierto los cargos
o puestos de responsabilidad que habían ocupado,
los llevaban a interrogar al denominado “pabellón
de la tortura”, para sacarles más información.
Luego, se formaban con ellos expediciones y eran conducidos
a Gijón o a Oviedo para ser sometidos a consejo
de guerra. Para finales de Diciembre de 1937 eran
muy pocos los prisioneros que aún no habían
prestado declaración. Hubo presos que consiguieron
escapar, la mayoría vistiéndose como
falangistas y aprovechando el cambio de guardia al
anochecer. Pocos fueron los que lograron evitar que
los detuvieran a los pocos días. Entre éstos,
Avelino recuerda el caso de dos tenientes de milicias,
uno de Lada, en Langreo, y el otro de Gijón,
que había estado destinado en “Carros
blindados”. Lograron evadirse y entraron a trabajar,
con identidad falsa, en las minas de Wolfran que se
explotaban en Galicia. Vivieron el resto de su vida
con esa identidad falsa que se habían inventado.
Otro caso distinto es el de Aurelio Bernaldo de Quirós,
responsable de una centuria de presos de la que en
un recuento se descubrió que faltaban cinco
prisioneros. Fue conducido al “Pabellón
de la tortura” y nunca más se volvió
a saber de él.
El
día nueve de Febrero de 1938 siete prisioneros
consiguieron huir del Campo de Concentración.
Lo sabemos por José Mª Alvarez que coincidió
con uno de los protagonistas de la fuga, José
Rodríguez, cumpliendo ambos condena en la prisión
de Figueirido. A las ocho de la noche de aquel nueve
de Febrero tres prisioneros vestidos de falangistas
consiguen salir por la puerta principal sin levantar
sospechas. Una hora más tarde otros cuatro
prisioneros escapan de la misma manera. Se separan
y huyen en distintas direcciones. José se une
a su padre, Casildo, que había salido en el
primer grupo, marchan por el monte con intención
de pasar a Portugal por la zona de Orense. En la tarde
del tercer día les descubre una partida de
falangistas. Se separan y consiguen evitar que los
cojan. Al día siguiente capturan a José.
No le fusilan sobre el terreno, sino que es conducido
a la cárcel de Tuy, donde ya están encerrados
otros tres compañeros de fuga. Permanece dos
días en la cárcel de Tuy y es interrogado
por la Guardia Civil. De regreso al Campo de Concentración
de Camposancos, se le encierra en el calabozo. Cuatro
días más tarde meten en el mismo calabozo
a un prisionero que trae grilletes en las piernas:
es Casildo, el padre de José. Unos meses más
tarde, el día ocho de Junio, en distintos consejos
de guerra, Casildo fue condenado a pena de muerte
y su hijo José a reclusión perpetua.
Casildo Rodríguez Alvarez, de 56 años,
casado, marinero, natural de Muros del Nalón
y vecino de San Juan de la Arena, era un viejo y destacado
militante socialista amigo de Indalecio Prieto. Había
participado en el alijo de armas del vapor “Turquesa”
y en la revolución de Octubre. Tras la victoria
del Frente Popular en las elecciones de Febrero de
1936 fue nombrado delegado gubernativo en La Arena,
y al producirse la sublevación fue elegido
presidente del Comité de Guerra que se formó
en dicho pueblo. Su hijo José, de 21 años,
que ya había participado en los preparativos
de la Revolución de Octubre, al estallar la
guerra se fue voluntario al frente, luchando en los
batallones “Somoza” y, más tarde”
en el “Pablo Iglesias”. A Casildo le fusilaron
el día dos de Julio de 1938.
Según
iban siendo identificados, los presos más comprometidos
eran trasladados a Gijón y Oviedo para ser
sometidos a un consejo de guerra. Al mismo tiempo,
prisioneros que estaban en Asturias eran trasladados
a Camposancos antes de ser enviados a batallones de
trabajadores. En Febrero de 1938 llegó al Campo
de Concentración de Camposancos una expedición
muy numerosa de prisioneros procedente de Oviedo.
Este sistema les pareció lento a las autoridades
franquistas, motivo por el que decidieron que el tribunal
militar permanente nº 1, presidido por el comandante
de Caballería Luis de Vicente Sasiaín,
que venía actuando en Gijón, se trasladó
a mediados del mes de Mayo al Campo de Concentración
de Camposancos para celebrar allí los consejos
de guerra. A primeros de Junio se empezaron a celebrar
consejos de guerra, entre tres y cuatro al día,
pasando veinte prisioneros de media por cada consejo
de guerra. No todos los condenados a pena de muerte
fueron ejecutados en el cementerio de La Guardia,
sino que fueron llevados en grupos y ejecutados en
otras partes de Galicia, tales como en el cuartel
de San Francisco, en Orense; en Celanova, en Vigo,
en Pontevedra y en San Simón. A finales de
1940 el Campo de Concentración de Camposancos
pasó a ser otra vez un centro de cumplimiento
de condena de presos sentenciados en consejo de guerra.
En
general, la gente del pueblo de La Guardia y de las
aldeas vecinas de Camposancos fue muy solidaria con
los presos. Pronto se establecieron acuerdos entre
mujeres de la zona y los presos para lavarles la ropa
semanalmente a cambio de una cantidad de dinero. A
partir de ahí, empezó a crecer una relación
de ayuda y solidaridad que iba desde la entrega de
comida a los presos para atenuar el hambre que pasaban,
hasta acoger en sus propias casas a las mujeres de
los prisioneros que acudían a visitarles desde
los lugares más remotos de España. Y
también hubo casos de prisioneros de guerra
que se terminaron casando con las mujeres que les
lavaban la ropa.
Quizás
una de las mejores muestras de esa solidaridad que
existió entre gran parte del pueblo gallego
y los prisioneros republicanos sea el monumento a
los fusilados en el cementerio de La Guardia. Estos
prisioneros que fueron condenados a pena de muerte
en los primeros consejos de guerra que se empezaron
a celebrar en el Campo de Concentración de
Camposancos, fueron fusilados contra las tapias del
cementerio y enterrados allí mismo en una fosa
común en lo que hasta entonces habían
sido terrenos de labranza. Espontáneamente,
la gente dejó de trabajar aquellas tierras,
nunca más se cultivó en ellas y la maleza
que allí creció fue el guardián
más eficaz contra las profanaciones. De vez
en cuando y a hurtadillas, algunas personas acudían
a depositar flores. Hubo intentos de levantar una
marmolería sobre esos terrenos, pero la propietaria
siempre se negó a todo trato expeculativo.
Hasta que a los pocos años de morir Franco,
Juan Noya se puso de acuerdo con el hijo de la propietaria
y compró un trozo de terreno de treinta metros
de largo por tres de ancho que ocupaba la fosa común.
Juan Noya, natural de La Guardia, tuvo que pasar varios
años escondido durante la guerra porque los
falangistas le querían matar, consiguiendo
exiliarse en América y regresando a la muerte
de Franco. A continuación, se formó
una comisión presidida por Manuel Domínguez
Pacheco y se empezó a recabar la ayuda de los
familiares de los fusilados para levantar, de ayuntamientos
y sindicatos y asociaciones, hasta que se consiguió
levantar el monumento a las víctimas por suscripción
popular.
El día quince de Agosto de 1986, casi cuarenta
y ocho años después, y en presencia
de las viudas, hijos y otros familiares, Manuel Domínguez,
presidente de la Comisión Pro Fosa Común
pronuncia unas palabras en el acto de inauguración
de monumento a los prisioneros republicanos fusilados
en el cementerio de La Guardia.
Juan Noya y Manuel Domínguez colocan una corona
de laurel delante del monumento. También se
ofrendaron flores ante las tumbas de Angel y Antonio
Domínguez, Manuel Noya y Brasilino Alvarez,
republicanos guardeses asesinados.
Prisioneros
fallecidos en el Campo de Concentración de
Camposancos que aparecen inscritos en el Registro
Civil de La Guardia.
Cleominio
Muñiz Lorenzo. Falleció a las 21,30h
del 18-11-37 a consecuencia de disparo de fusil hecho
por un centinela del campo de concentración.
Natural de Avilés, hijo de Joaquín y
Manuela, 18 años.
Anastasio
Hernández Martín. Falleció a
las 19h del 8-12-37 a consecuencia de fiebres tifoideas.
Natural de Salamanca, vecino de Machichaco, Vizcaya,
hijo de Isidoro y Teresa, 21 años, soltero.
Maximino
Díez (¿Pérez?) Llorente. Falleció
a las 19h del 9-12-37 a consecuencia de colapso cardiaco.
Natural de Valencia de Don Juan, León, vecino
de Gijón, hijo de Servando y Marcela, 54 años,
casado.
Isidoro
Prieto Pola. Falleció a las 16h del 20-12-37
a consecuencia de A. firastático. Natural de
Mieres, hijo de Félix y Pilar, 28 años,
soltero.
Ramón
Llerandi Vallejo. Falleció a las 22h del 16-1-38
a consecuencia de neumonía. Natural de Villamayor,
Piloña, hijo de Ramón y Basilia, 21
años, soltero.
Inocencio
Cuena Estalayo. Falleció a las 18h del 7-3-38
a consecuencia de nefritis. Natural de Mudas, Palencia,
hijo de Francisco y María, 44 años.
Carlos
Fernández López. Falleció a las
15h del 8-3-38 a consecuencia de infección
intestinal. Natural y vecino de Gijón, hijo
de Santos y Carmen, 17 años, soltero.
Camilo
Alvarez Fernández. Falleció a las 22,45h
del 27-3-38 a consecuencia de uremia consecutiva (angina
gangrenosa). Natural de San Martín de Luiña,
Cudillero, 23 años, soltero, labrador.
Ovidio
Arango García. Falleció a las 20,35h
del 1-4-38 a consecuencia de laringitis tuberculosa
consecutiva a tuberculosis pulmonar. Natural de Los
Cabos, Pravia, hijo de Lucindo y Felisa, 38 años,
soltero, jornalero.
Vicente
Rodríguez González. Falleció
a las 20,45h del 5-4-38 a consecuencia de edema pulmonar
(bronconeumonía). Natural de La Cabaña,
hijo de Dimas y Encarnación, 19 años,
soltero.
Antonio
Leal Jiménez. Falleció a las 17,45h
del 17-8-38 a consecuencia de bronconeumonía
(gripe). Natural de Málaga, hijo de Antonio
y Araceli, 31 años, soltero.
Domingo
Carbonell Sabaté. Falleció a las 22h
del 8-2-39 a consecuencia de colapso cardiaco (gripe
cardiaca). Natural de Las Franquesas, Barcelona, hijo
de Pedro y Margarita, 20 años, soltero, labrador.
Isidro
Morlans Armengol. Falleció a las 2h del 16-2-39
a consecuencia de colapso cardiaco (gripe cardiaca).
Natural de Puig Gros, Lérida, hijo de José
y Cecilia, 40 años, labrador, casado.
José
Llenas Cruañas. Falleció a las 18h del
25-2-39 a consecuencia de meningitis bacilar (psicosis
mental). Natural de San Feliu de Guixols, Gerona,
hijo de Pedro y Agustina, 28 años, soltero,
escribiente.
Nicolás
Vives Monsán. Falleció a las 24h del
15-3-39 a consecuencia de insuficiencia cardiaca (uremia).
Natural de San Pol de Mar, Barcelona, hijo de Pedro
y María, 38 años, soltero, labrador.
Francisco
Pedreny Mestre. Falleció a la 1h del 16-3-39
a consecuencia de colapso cardiaco (nefritis). Natural
de La Figuera, Tarragona, hijo de José y Raimunda,
38 años, casado (3 hijos), chófer.
Pedro
Paituvi Giraut. Falleció a las 12h del 16-3-39
a consecuencia de colapso cardiaco (septicemia). Natural
de Barcelona, hijo de Vicente y Margarita, 26 años,
casado, jornalero.
Joaquín
Ruiz Durá. Falleció a las 21h del 22-3-39
a consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis tuberculosa).
Natural de Elche, Alicante, hijo de Francisco y Carmen,
19 años, soltero, labrador.
Salvador
Ortiga Torres. Falleció a las 9h del 24-3-39
a consecuencia de tuberculosis pulmonar (embolia cerebral).
Natural de Barcelona, hijo de Salvador y María,
28 años, soltero, jornalero.
Juan
Calaf Fusalba. Falleció a las 18,45h del 26-3-39
a consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis tuberculosa).
Natural de La Llacuna, Barcelona, hijo de José
y Dolores, 24 años, soltero, labrador.
Celestino
García Fornet. Falleció a las 6,40h
del 30-3-39 a consecuencia de asistolía (miocarditis).
Natural de Barcelona, hijo de José y Carmen,
62 años, casado, chófer.
Angel
Pérez Sabal. Falleció a las 12,45h del
31-3-39 a consecuencia de asistolía (asma cardiaca).
Natural de Benidorm, Alicante, hijo de Domingo y Antonia,
51 años, casado, carabinero.
Manuel
Morraja Buj. Falleció a las 6h del 6-4-39 a
consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis aguda).
Natural de Iglesuela del Cid, Teruel, hijo de Manuel
y Adelaida, 20 años, soltero, labrador.
Simón
Gubán Clou. Falleció a las 9,35h del
6-4-39 a consecuencia de neoplasia intestinal (caquesia).
Natural de Santa Coloma de Farnés, Gerona,
hijo de Pedro y María, 40 años, casado,
madreñero.
José
Borrull Canet. Falleció a las 15h del 6-4-39
a consecuencia de coma urémico (escleriosis
renal). Natural de Barcelona, hijo de Feliciano y
Ursula, 49 años, casado, comerciante.
Agustín
Salvador Marimón. Falleció a las 8,30h
del 11-4-39 a consecuencia de colapso cardiaco (tuberculosis
pulmonar). Natural de Omelles de Nagaya, Lérida,
hijo de Antonio y Antonia, 19 años, soltero,
labrador.
Antonio
Pérez Dueñas. Falleció a las
8h del 2-5-39 a consecuencia de tuberculosis pulmonar.
Natural de Ubeda, Jaén, hijo de Martín
y Ana Mª, 30 años, soltero, carpintero.
Jaime
Ribalta Rius. Falleció a las 9h del 2-5-39
a consecuencia de septicemia (edema pulmonar). Natural
de Guisona, Lérida, hijo de Juan y Teresa,
38 años, casado, labrador.
Benedicto
Pedreira Puentes. Falleció a las 21,55h del
6-5-39 a consecuencia de embolia gaseosa (antrax gangrenoso).
Natural de San Miguel de Oya, Vigo, hijo de Celestino
y Adelina, 23 años, soltero, músico.
Juan
Solé Sampé. Falleció a las 9,40h
del 12-5-39 a consecuencia de caquesia y colapso cardiaco
(tuberculosis pulmonar). Natural de Villalba, Tarragona,
hijo de Lorenzo y Josefa, 32 años, casado,
carpintero.
Rafael
Castelnou Caballé. Falleció a las 21,55h
del 6-5-39 a consecuencia de edema pulmonar (bronconeumonía).
Natural de Tivisa, Tarragona, hijo de Domingo y María,
29 años, soltero, labrador.
Guillermo
Ruiz Peña. Falleció a las 8,30h del
11-2-40 a consecuencia de tuberculosis pulmonar. Natural
de Arija, Burgos, hijo de Narciso y Leonor, 24 años,
soltero.
Anselmo
Gómez Guerra. Falleció a las 1h del
26-3-40 a consecuencia de colapso cardiaco (uremia).
Natural de Santa Cruz de Retamar, Toledo, hijo de
Restituto y Regina, 66 años.
Juan
Lafuente Utrilla. Falleció a las 7h del 1-4-40
a consecuencia de parálisis general progresiva
(lesión medular). Natural de Aguaviva de la
Vega, Soria, hijo de Pedro y Gregoria, 62 años,
viudo, empleado.
Antonio
Martínez Rivero. Falleció a las 10h
del 9-4-40 a consecuencia de asistolía (tuberculosis
pulmonar). Natural de Astillero, Cantabria, hijo de
Tomás y Lorenza, casado (3 hijos).
Regino
Rodríguez Tuñón. Falleció
a las 10,30h del 12-4-40 a consecuencia de caquesia
(tuberculosis pulmonar). Natural de Paradaseca, León,
hijo de Agustín y Concepción, 34 años,
casado, labrador.
Eugenio
Díez Castillo. Falleció a las 23h del
19-4-40 a consecuencia de insuficiencia cardiaca (tuberculosis
renal y pulmonar). Natural de Castillo, Cantabria,
hijo de Lorenzo y María, 29 años, casado,
labrador.
Santiago
Zaldívar Rodríguez. Falleció
a las 6h del 28-4-40 a consecuencia de asistolía
(bronquitis crónica). Natural de Santander,
hijo de Melquiades y Germana, 58 años, casado.
Felipe
Alba García. Falleció a las 18h del
29-4-40 a consecuencia de insuficiencia mitral (reumatismo
articular agudo). Natural de Porquerizas, León,
hijo de José y Constantina, 29 años,
soltero, labrador.
Tomás
Rodríguez Gómez. Falleció a las
14h del 16-4-40 a consecuencia de tuberculosis laríngea
(tuberculosis pulmonar). Natural de Reinosilla, Cantabria,
hijo de Casto y Simplicia, 24 años, soltero,
labrador.
Ramón
Uncilla González. Falleció a las 7h
del 29-6-40 a consecuencia de embolia (miocarditis
de origen reumático). Natural de Sestao, Vizcaya,
hijo de Epifanio y Carolina, 41 años, casado,
armero.
Mariano
Villegas García. Falleció a las 6h del
11-7-40 a consecuencia de pleuritis (de origen tuberculoso).
Natural de Sotillo, Guadalajara, 42 años, casado,
labrador.
Ricardo
Ruiz Sanz. Falleció a las 6h del 13-7-40 a
consecuencia de hemotipsis (tuberculosis pulmonar).
Natural de Oreña, Cantabria, hijo de Antonio
y Pilar, 28 años, casado, comerciante.
Juan
Bachero Safont. Falleció a las 3h del 11-8-40
a consecuencia de asistolía (nefritis urémica).
Natural de Alcora, Castellón de la Plana, hijo
de Juan y Paula, 39 años, casado, carnicero.
Lorenzo
Mingo Esteban. Falleció a las 11h del 17-8-40
a consecuencia de tuberculosis pulmonar. Natural de
La Bodera, Guadalajara, hijo de Narciso y Nicolasa,
41 años, casado, labrador.
Ciriaco
Hidalgo García. Falleció a las 22h del
24-9-40 a consecuencia de meningitis tuberculosa (tuberculosis
generalizada). Natural de Huermeces del Cerro, Guadalajara,
hijo de Fermín y Rosa, 24 años, soltero,
labrador.
Manuel
de la Rica Calderón. Falleció a las
7h del 28-9-40 a consecuencia de uremia (mal de Bright).
Natural de Guadalajara, hijo de José Mª
y Carmen, 68 años, soltero, maestro nacional.
José
Alfonso Varea. Falleció a las 8h del 21-10-40
a consecuencia de uremia (insuficiencia renal). Natural
de Valencia, hijo de José y María, 70
años, casado, albañil.
Antonio
Viejo Espino. Falleció a las 16h del 26-12-40
a consecuencia de debilidad senil (diabetes crónica).
Natural de Ahillones, Badajoz, hijo de Carlos y María,
52 años, casado, labrador.
Bartolomé
García Cetán. Falleció a las
4h del 5-1-41 a consecuencia de peritonitis (flemón
inguinal). Natural de Lupiana, Guadalajara, hijo de
Antonio y Segunda, 65 años, viudo (4 hijos),
albañil.
Relación
(probablemente incompleta) de prisiones
y
establecimientos penitenciarios
existentes en España en 1939
En
1939 había en las prisiones nacionales 45.999 hombres
y mujeres. Esta cifra se duplicó al año siguiente.
La consignación diaria para alimentación por
persona y día era de 1,15pts.
En
1939 se habilitaron como prisiones centrales un edificio
en Orduña y otro en Castuera. En 1940, las prisiones
habilitadas de Portacoeli y Monasterio del Puig (Valencia)
pasaron a funcionar como centrales. La prisión habilitada
de Amorebieta pasó a tener el carácter de
prisión central, lo mismo que la prisión habilitada
de Santa Isabel, en Santiago de Compostela. También
la prisión de partido de Gijón y la de Yeserías,
pasaron a funcionar como prisiones centrales.
En
1941 se elevó a la categoría de prisión
central la de Ventas (Madrid), dependiendo de ella la de
Claudio Coello y la de la Carrera de San Isidro (¿Madres
lactantes?).
La
prisión de partido de Almadén (Ciudad Real)
pasó a ser considerada prisión central; se
declaró prisión autónoma a la habilitada
en Santa Rita y como prisión central la de partido
de Talavera de la Reina.
En
1943 fueron suprimidas las prisiones centrales de Astorga,
Celanova, San Simón, Figueirido, Monasterio de Uclés,
la de mujeres de Palma de Mallorca, Tabacalera de Santander,
Totana, Valdenoceda, la de mujeres de Calzada de Oropesa,
reformatorio de Mujeres de Alcalá; así como
las de partido que funcionaban con el carácter de
habilitadas de San Vicente (Albacete), Elche, Novelda, Alcoy
y Orihuela (Alicante); Sto. Domingo de Mérida (Badajoz);
Tabacalera de Bilbao, la de mujeres de Ciudad Real; Betanzos
(La Coruña), La Campana (Granada), Santa Clara (Jaén),
la de mujeres de Astorga; Seminario Viejo, en Lérida;
Torrijos, en Madrid; Caravaca y Castillo de Caravaca (Murcia),
Abadía de Levanza (Palencia), La Puncha (Tarragona),
Habilitada nº 3 de Toledo y San Juan de Mozarrífar
en Zaragoza.
Albacete:
Prisión provincial. Prisión Central de Chinchilla.
Alicante:
Prisión de Elda. Reformatorio de Adultos. Monóvar.
Orihuela.
Almería:
Prisión provincial. Prisión de Canjayar.
Avila:
Prisión provincial. Dos prisiones habilitadas.
Badajoz:
Mérida. Fregenal de la Sierra.
Barcelona:
Prisión Provincial. Prisión de Misiones. Prisión
celular. Prisión de Pueblo Nuevo. Prisión
de San Elías. Prisión de Manresa. Prisión
de Mataró. Prisión de Tarrasa. Prisión
de Sabadell.
Bilbao
(Vizcaya): Prisión de El Carmelo (también
funcionaba como hospital). Prisión de Escolapios.
Prisión de Larrínaga. Prisión de Mujeres.
Prisión de Tabacalera. Prisión central de
Orduña. Prisión hospital de Amorebieta. Campo
penitenciario de Deusto. Prisión de Mujeres de Durango.
Burgos:
Prisión provincial. Prisión Central. Prisión
de Valdenoceda.
Cáceres:
Prisión provincial (vieja y nueva). Prisión
de Trujillo. Prisión de Plasencia.
Cádiz:
Prisión provincial. Prisión de Jerez de la
Frontera. Prisión Central del Puerto de Santa María.
Castellón:
Prisión provincial. Prisión de Benicarló.
Ciudad
Real: Prisión provincial. Prisión
de Manzanares. Prisión de Valdepeñas.
Córdoba:
Prisión provincial.
Coruña:
Prisión provincial. Prisión de Santiago.
Cuenca:
Prisión provincial. Prisión del Seminario.
Prisión de San Clemente. Prisión de Huete.
Prisión de Tarancón. Prisión de Belmonte.
Gerona:
Prisión provincial. Prisión de mujeres.
Granada:
Prisión provincial. Prisión de Baza.
Guadalajara:
Prisión de Pastrana. Prisión de Sigüenza.
Prisión de Molina de Aragón.
Huelva:
Prisión provincial.
Huesca:
Prisión provincial. Prisión de Barbastro.
Jaén:
Prisión provincial. Prisión habilitada de
San Andrés. Prisión de Santa Clara. Prisión
de La Carolina. Prisión de Linares. Prisión
de Úbeda. Prisión de Andujar. Prisión
de Martos.
Las
Palmas: Prisión provincial.
León:
Prisión provincial. Prisión Central de Astorga.
Lérida:
Prisión provincial. Prisión Habilitada. Prisión
de Seo de Urgel.
Logroño:
Prisión provincial.
Lugo:
Prisión provincial.
Madrid:
Prisión provincial de Porlier. Prisión de
Atocha. Prisión de Barco. Prisión de Cisne.
Prisión de Comendadoras. Prisión Duque de
Sexto. Prisión Conde de Toreno. Prisión de
San Antón. Prisión de San Lorenzo. Prisión
de Santa Engracia. Prisión de Santa Rita. Prisión
de Torrijos. Prisión de Yeserías. Prisión
de Ventas (mujeres). Talleres Penitenciarios de Alcalá.
Málaga:
Prisión provincial.
Murcia:
Prisión provincial. Prisión de Cartagena.
Prisión de Cieza. Prisión de Mula. Prisión
de Totana. Prisión de Lorca.
Orense:
Prisión provincial. Prisión central de Celanova.
Oviedo:
Prisión provincial. Prisión de Gijón.
Palencia:
Prisión provincial. Prisión habilitada de
Palencia. Prisión de S. Isidoro de Dueñas.
Palma
de Mallorca: Prisión provincial. Prisión
habilitada de Estaciones. Prisión de Manacor.
Pamplona:
Prisión provincial. Prisión central de San
Cristóbal.
Pontevedra:
Prisión provincial. Prisión de Vigo. Prisión
central de Figueirido. Prisión Isla de San Simón.
Salamanca:
Prisión provincial. Prisión de Sancti Spiritus
(Ciudad Rodrigo).
San
Sebastián: Prisión provincial. Prisión
de Azpeitia. Prisión de Saturrarán (mujeres).
Santander:
Prisión provincial. Prisión de Salesianos.
Prisión de Oblatas (mujeres). Prisión central
del Dueso (Santoña). Prisión central de La
Tabacalera. Prisión nº 3 de Torrelavega (mujeres)
Santa
Cruz de Tenerife: Prisión provincial.
Segovia:
Prisión provincial. Hospital Asilo Penitenciario
de Segovia. Prisión central de Cuéllar.
Sevilla:
Prisión provincial.
Soria:
Prisión provincial.
Tarragona:
Prisión provincial. Prisión habilitada de
Tarragona. Prisión habilitada de Oblatas. Prisión
de Reus. Prisión Pilatos. Prisión La Puncha.
Teruel:
Prisión provincial.
Toledo:
Prisión provincial. Prisión de Orgaz. Prisión
central de Ocaña. Prisión de Talavera de la
Reina.
Valencia:
Prisión provincial. Prisión central de San
Miguel de los Reyes. Prisión Celular. Prisión
de Mujeres. Prisión de Santa Clara. Prisión
Porta Coeli. Prisión Monasterio del Puig.
Valladolid:
Prisión provincial.
Vitoria:
Prisión provincial. Prisión Paz. Prisión
Carmen. Prisión Seminario.
Zamora:
Prisión provincial.
Zaragoza:
Prisión provincial. Prisión (?) de San Juan
de Mozarrifar.
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OFICINA
DE DEFENSA DEL ANCIANO
El periódico “El Noroeste”, que se
titulaba como “diario democrático independiente”,
fue fundado en 1897 en Gijón por tres destacados
miembros del movimiento republicano. Contaba con una
de las mejores imprentas de la región, por lo que
el periódico en seguida destacó tanto por
la calidad de la impresión como de la información.
“El Noroeste” pasó a ser, andando
los años, el periódico de Melquiades Alvarez
y del reformismo en Asturias, hasta su desaparición
en 1936.
Por
puro azar, se revisaron todos los números de ese
periódico correspondientes al mes de Octubre de
1919. De ahí proceden los recortes de prensa,
seleccionados no tanto por su importancia, sino por su
posible interés para una mejor comprensión
de aquella época. Un año en el que Europa
acababa de salir de la “Primera Guerra Mundial”,
la Revolución rusa se batía en guerra civil
contra la reacción internacional y España
se agitaba en una profunda crisis social y económica,
antesala del desastre marroquí y de la dictadura
de Primo de Rivera.
Han
pasado ochenta y cuatro años y en la historia de
las luchas del proletariado español por la reducción
de la jornada, por la mejora de los salarios, por la seguridad
y la higiene en el puesto de trabajo, por la vivienda
y la enseñanza, y tantas otras cosas, se pueden
ver los logros y los avances, pero también los
retrocesos. Por ejemplo, ¿en cuántos sectores
de nuestra economía se trabajan en la actualidad
cincuenta o más horas semanales?
La
jornada laboral de siete horas
“El proletariado asturiano sale de esta ejemplar
lucha fortalecido en su personalidad y robustecido en
su crédito. Se ha conducido demostrando una visión
de la realidad, una sensatez y una disciplina admirables.
El Sindicato Minero Asturiano (SOMA-UGT) tiene en su magnifica
actuación social jornadas brillantes. La que acaba
de añadir a su ejecutoria supera en trascendencia
e importancia a las anteriores. (…) El minero de hoy,
comparado al de aquellos días en que el Sindicato
se constituye, es un minero redimido. La nueva jornada
de trabajo le coloca en relación de igualdad con
el minero inglés, que es el minero que marcha,
en capacitación y bienestar social, a la cabeza
de los del mundo.”
“La huelga minera ha transcurrido en el mayor orden.
Cesaron en sus ocupaciones cerca de treinta mil obreros.
La vida en toda la cuenca minera entró en una pasividad
absoluta. Sin embargo, no se registró un solo hecho
que interrumpiese la tranquilidad habitual ni que pusiese
inquietud alguna en los espíritus. Son esos los
trabajadores asturianos. Son los que en Agosto de 1917
fueron perseguidos como alimañas por una plutocracia
desbordada en sus pasiones y egoísmos, y que dio
ocasión a que el insigne demócrata don Melquiades
Alvarez dijese que el patriotismo sincero, abnegado y
consciente se había refugiado en los trabajadores.”
El clericalismo imperante: un entierro
“Anteayer falleció en El Llano la señora
doña Mercedes García Alvarez. Sus deudos
dispusieron enterrarla civilmente, cumpliendo así
la última voluntad de la finada, que se distinguió
en vida por su independencia de toda doctrina confesional.
El
señor cura párroco de Roces quiso oponerse
al acto civil, aduciendo derechos de carácter espiritual
completamente abolidos en las leyes y en el tiempo. Lo
más censurable de todo esto han sido las molestias
que dicho cura produjo a los familiares de la extinta
señora Alvarez, demandándolos ante el Juzgado
y amenazándolos con la exhumación del cadáver.
Claro está que el digno señor juez correspondiente
procedió con la rectitud debida, no permitiendo
el atentado que proyectaba el señor cura de Roces
contra la libertad de conciencia.
Nosotros,
que tenemos por norma el mayor respeto a los sentimientos
religiosos de cada uno, protestamos enérgicamente
de este nuevo caso de intolerancia, y esperamos que no
vuelva a suceder.
El
señor cura de Roces no debe olvidar, por lo menos,
que vive en pleno siglo XX.”
El clericalismo imperante: dos bodas
“Casamiento Civil. Lo efectuó el sábado
último nuestro querido amigo y consecuente socialista
Maximino Cuesta con la joven Dolores Argüelles, ambos
vecinos de la Hueria de Carrocera.
Aunque
parezca mentira, tuvieron los consortes que vencer grandes
dificultades para lograr ser unidos con arreglo a los
dictados de sus conciencias.
Después
del acto, se celebró una velada en el Centro Obrero
en honor de los contrayentes. Reciban nuestra felicitación.
La crónica continuaba así: “Según
hemos podido enterarnos, este matrimonio se efectuó
civilmente a causa de las intemperancias e intransigencias
del cura de Caldones.
El
novio, a pesar de sus ideas radicales, transigía
con que el matrimonio fuese canónico, y en lugar
de aprovechar esta transigencia, el párroco
se envalentonó, pretendiendo, sin duda, determinadas
humillaciones para celebrar el enlace ante el altar.
Y esto no sólo exasperó al novio, sino también
a las familias de los cónyuges y a casi todo el
vecindario de Caldones, que hoy aplaude sin reservas el
matrimonio civil efectuado ayer.
Malo,
muy malo para la causa clerical es lo ocurrido ayer ante
el Juzgado de Oriente. Fue el primer matrimonio civil
entre labradores y pudiera resultar que fuera también
el principio de un desfile por el despacho de los jueces
municipales.
Hay
pastores que espantan las ovejas en vez de atraerlas con
el cariño y el amor que predicó el Justo.”
El
incipiente movimiento feminista
“Continuando el curso de conferencias iniciado por
la Agrupación Femenina Anticlerical del Natahoyo
(barrio de Gijón), tendrá lugar hoy, a las
nueve de la noche, en el local del Comité Republicano,
una importante (conferencia) que correrá a cargo
del joven abogado don Mariano Merediz.
El
tema es: “Un paseo a través de la Historia”
La entrada será pública.”
El incipiente movimiento feminista: “La mujer
en el presente y el porvenir”
El doctor Loredo Aparicio, “empezó analizando
el problema del feminismo en Europa, tal como se halla
planteado después de la guerra, extendiéndose
más ampliamente en el yanqui, por más
práctico y en armonía con el carácter
de la mujer española, aun dominada por la educación
conventual y una serie de prejuicios ridículos,
si no fueran nocivos.
El
problema sexual, así como las influencias que la
mujer ejerce en los diversos ambientes (hogar, escuela,
cuartel, municipio), fueron tratados por el conferenciante
con bastante amplitud, encareciendo la necesidad de
que las mujeres en sus agrupaciones laboren, estudien
y trabajen para arrancar la igualdad de derechos y deberes
con respecto al marido y los hijos, dignificando el hogar
y la vida.
Finalmente,
y prescindiendo de otros interesantes puntos de vista
que la falta de espacio nos impide publicar, dio fin,
no sin fustigar duramente la mentirosa caridad oficial
burguesa, y poniendo ante los oyentes el símbolo
de Gijón, ciudad dominada por la colina del Coto
de San Nicolás, donde se asientan la Cárcel,
el Cuartel y el Convento.”
El incipiente movimiento feminista: el derecho al voto
Firmado con el seudónimo de Renana, se reproducen
algunos de los párrafos más destacados:
“(…) Para que la mujer pueda ejercer libremente
ese derecho, tiene antes que independizarse del confesionario.
Pues muy bien pudiera ocurrir que este sagrado lugar
donde las almas vierten sus errores, la absolución
fuera dada a cambio de una papeleta electoral.
Justificable
esta acción en el sacerdote, porque todos los medios
son buenos para defender las ideas de los prohombres reaccionarios.
Y
la mujer, amable y caritativa, ¿cómo iba
a negar este favor, al parecer insignificante, al confesor
que la absuelve y la perdona?
Sería
demasiado ingrata, y la ingratitud en las mujeres no suele
ser frecuente.
Esta
es la razón que aducen los partidos avanzados para
recibir con recelo esa ley, que dentro de su amplia libertad
ciudadana, oscilan sombras demasiado significativas.
La
mujer debe defender sus derechos civiles; pero antes que
nada, de su educación, de su vida emancipada dependerá
la libertad de pensar, haciéndose entonces acreedora
a ostentar su personalidad ciudadana.
Nosotras,
las mujeres que vemos la vida como una corriente ideológica
a la que nadie puede poner un dique que la paralice, defendemos
toda ley que tienda a favorecernos; pero estamos en el
deber de manifestar públicamente las consecuencias
que sobrevendrían cuando haya una mayoría
que habría de emplearla en contra de los fines
para que fue establecida.”
Con
este artículo se quiere rendir homenaje a las
mujeres que en Gijón fueron condenadas a pena
de muerte por los tribunales militares del ejército
franquista, tribunales que empezaron a funcionar en
esta ciudad tras la derrota de las fuerzas republicanas
en Octubre de 1937 y la consiguiente ocupación
total de Asturias.
Como
eran mujeres del pueblo, su biografía se limita
a los datos de filiación y a la reseña
acusatoria de los que las mandaron matar: sus familiares,
sus camaradas, sus amigos y vecinos, o los hijos de
sus familiares, camaradas…, o los nietos de sus…,
nos harán llegar más información.
Así lo pedimos y esperamos. Porque el pueblo
nunca ha perdido la memoria. Todos los que vivieron
y sufrieron la barbarie franquista no pueden olvidarla
jamás.
La
memoria solamente se pierde por enfermedad o, para
lo que aquí se trata, por conveniencia política.
Durante la dictadura franquista, en cada provincia
española ha habido un Pinochet y un Videla
con su cohorte de “milicos” y sus escuadrones
de la muerte. Transición/transacción:
¿cómo se iba a recordar a los cientos
de miles de víctimas del franquismo cuando
se estaban sentando a la misma mesa con los autores
y beneficiarios de aquel genocidio para negociar,
pactar y repartir el poder y sus prebendas en el continuismo
del nuevo/viejo régimen monárquico?
Cuando
un sistema político se impone en un país
de forma fraudulenta y se desarrolla en un ambiente
de oportunismo e hipocresía, necesita reescribir
la historia para adaptarla a sus conveniencias presentes.
Tarea difícil, porque para que la mentira triunfe
se requiere mucha inteligencia y pocos o ningún
testigo. Escasea la inteligencia tanto como abunda
la propaganda. Testigos, testimonios y pruebas quedan
muchos pese al paso del tiempo y a la labor depuradora
de los “viejos” censores, ahora al servicio
de la monarquía.
Anita
Orejas: ¿quién era Anita Orejas? Pues
Anita Orejas López era una chica de 23 años
y con sus 23 años la fusilaron contra las tapias
del cementerio de Ceares un amanecer de Noviembre
de 1937. Anita Orejas no fue ni una Agustina de
Aragón ni una Dolores Ibarruri, y aunque lo
hubiera sido; no comandó ningún batallón
ni practicó el espionaje o la delación,
y aunque lo hubiera hecho; no era maestra ni fue,
siquiera, miliciana, y aunque lo hubiera sido. Anita
Orejas era una chica de 23 años que vivía
en Gijón, al final de la calle de Ferrer y
Guardia, y trabajaba como empleada de hogar: ¡y
la fusilaron un nueve de Noviembre!
Durante
la guerra, Anita trabajó como enfermera en
alguno de los numerosos y atestados hospitales de
Gijón, y se afilió al Partido Socialista.
La detuvieron a los pocos días de la entrada
de las tropas franquistas en Gijón y se la
llevaron al cuartel de la Guardia Civil de Los Campos…
Oficialmente, en los legajos, la denuncia parte de
una mujer, dos años más joven que Anita,
que estaba casada con uno de los guardias civiles
de ese cuartel. El marido de la denunciante estuvo
prisionero durante todo el tiempo que duró
la guerra en el Norte por haberse unido a los sublevados.
Cumplía condena en el penal de El Dueso pero,
al producirse el avance nacionalista sobre Santander,
le evacuaron, junto a los demás presos, hacia
Asturias. A ese guardia civil y a otros muchos les
mataron luego en la playa de La Franca, no se sabe
si por intento de fuga, por orden superior o por simple
venganza.
No,
Anita ni estuvo allí ni sabía nada de
eso, pero aunque hubiera estado y aunque lo hubiera
sabido. A Anita la acusaban de haberla visto dentro
del cuartel de La Guardia Civil de Los Campos a los
tres días de que los guardias se hubieran rendido.
La denunciante decía que Anita llevaba pistola
al cinto y, al cuello, un pañuelo rojo. Admitía
Anita haber entrado en el cuartel, pero negaba lo
de la pistola y el pañuelo, pero aunque los
hubiera llevado. Esa mujer que la denunció,
la identificó después en una rueda de
presos: ¿cómo alguien puede recordar,
tras el paso de quince meses, la cara de una persona
que solamente vio unos instantes en medio del barullo
y desorden propios de la situación? Claro que
también pudiera suceder que la denunciante
conociese de antes y odiase a Anita por motivos que
nada tuviesen que ver ni con la guerra ni con la revolución,
o que la denunciante no hiciera más que obedecer
las instrucciones de una tercera persona… Pero,
aunque así fuera.
Porque
Anita Orejas, que tenía 23 años y se
había afiliado al Partido Socialista durante
la guerra, no era ni Agustina de Aragón ni
“La Pasionaria”, ni comandanta de batallón
ni miliciana, ni maestra de la ATEA ni dirigente sindical
ni concejala. Ni siquiera pertenecía a un comité
cualquiera. A Anita no se le ocupó ningún
pañuelo rojo ni, mucho menos, ninguna pistola;
y, además, tuvo “la suerte” de que
la susodicha denuncia cayese, no en manos de unos
“gatilleros” de Falange con ganas de darle
el “paseo”, sino que la denuncia siguió
el trámite oficial, con sus atestados redactados
en lenguaje policial y cumplimentados con las pólizas,
sellos y firmas pertinentes. Siguió con
suerte, Anita Orejas, porque su causa judicial no
le tocó a un chusquero llegado del frente,
sino que tuvo como juez instructor a un hombre de
leyes como Vicente Otero Goyanes, alférez Jurídico,
que auxiliado por su secretario, Manuel Martínez
de la Vega, dio cuerpo al que sería “sumarísimo
de urgencia nº 170”. La instrucción
del sumario, ¡qué duda cabe!, fue tan
imparcial como exhaustiva, y llevó al instructor
a concluir que los hechos aquí sucintamente
relatados eran constitutivos de un delito de rebelión
militar: ¡así lo afirmó y firmó
un señor alférez del cuerpo Jurídico
militar!
Fue el lunes, día ocho de Noviembre de 1937,
cuando comenzaron a celebrarse los consejos de guerra
sumarísimos de urgencia en Gijón, en
el salón de actos del Instituto Jovellanos:
¡La obra más importante y más
querida del ilustre y benéfico Gaspar Melchor
de Jovellanos convertida en albergue de falangistas
y policías de Asalto, en cárcel y centro
de tortura, en escenario de la suprema ignominia y
perversión humanas!
A
las diez de la mañana hacían su entrada
los miembros del Tribunal Permanente nº 1, que
preside el comandante de Caballería Luis de
Vicente Sasiaín, y se celebraba el primer consejo
de guerra: tres son los acusados: Constantino Valero,
Florentino Argós y José Luis Ferrer.
Audiencia pública. Se encarga de leer las acusaciones
el secretario del consejo, que es el joven abogado
gijonés Bonifacio Lorenzo Somonte. Actúa
de fiscal el alférez honorífico del
Cuerpo Jurídico Antonio Iglesias.
Apenas
una hora después, a las once y cuarto, se celebra
el segundo consejo de guerra. Lo forman el mismo tribunal,
secretario y fiscal. Los acusados son: Valentín
Sánchez Cuesta, Cipriano Carrera y Ana Orejas
López. El fiscal es tan breve como conciso
y pide la pena de muerte para los tres. El defensor,
teniente Luis Barreiro Paradela, al decir de las crónicas
periodísticas, “da comienzo a su brillante
informe considerando las bellezas de Asturias, grande
y digna, y después de intentar refutar los
cargos que el Ministerio Fiscal imputa a sus patrocinados,
solicita se les considere como autores de un delito
de auxilio y no de rebelión.” Se termina
la vista y el tribunal se reúne para dictar
sentencia.
Por
la tarde, a las cinco, otro consejo de guerra. Son
los acusados: Maximiliano Gómez Cobos, Raimundo
Alcorazo, Francisco Conde Calvete, José Costas
Costas, Facundo López Fernández, Luis
Subisaga, Juan Fernández Moreira, Manuel Marcos
Ezquer y Angel Cristóbal Aparicio. El fiscal
pidió la pena de muerte para todos.
Los
cristianos caballeros que componen el tribunal militar
nº 1, impregnados hasta el tuétano del
honor y demás virtudes militares, tuvieron
a bien dictar ese día catorce condenas a pena
de muerte y una a reclusión perpetua. En este
caso no hubo discriminación y fueron igualitarios,
así que a Anita Orejas también la condenaron
a pena de muerte.
Y
al día siguiente, al amanecer, un traqueteo
de motores por la calle Ramón y Cajal arriba.
Durante meses y meses, el metálico y fugaz
paso de esta caravana de la muerte anunciaba que el
día iba a nacer con fusilamientos. Los
piquetes de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto
se presentan ante la cárcel de El Coto a reclamar
a sus víctimas. Un piquete vigila y el otro
fusila. Un día matan unos y otro día,
otros. Que todos maten que así todos tendrán
porque callar. ¿O serían soldados los
que esos primeros días tuvieron que desempeñar
tan siniestra tarea?
Trece
hombres y una mujer cruzaron el rastrillo de la cárcel
de El Coto aquel nueve de Noviembre. Amarradas
las muñecas con alambres, les subieron a las
camionetas y la comitiva se puso en marcha: medio
kilómetro hasta el paredón del cementerio
de Ceares. No esperaron para ejecutarles ni las tres
o cuatro semanas que solía llevar el trámite
de la consulta y recepción del correspondiente
“enterado” del “Cuartel General del
Generalísimo”: ¡se conoce que tenían
prisa por derramar sangre de inocentes!
No
sabemos cómo se las arreglarían para
ponerles delante del paredón, si los tendrían
que dominar a culatazos y llevarlos a rastras o si
marcharían gallardamente dando “vivas”
a la República, si escupirían al piquete
o implorarían clemencia, si aceptarían
al sacerdote o maldecirían a Dios y a toda
la corte celestial… No sabemos si los fusilarían
de tres en tres o de cinco en cinco, ni si a Anita
la fusilarían sola por ser mujer o no. Nadie
de los que de allí regresaba hablaba de ello.
Solamente un fraile de los que asistían a los
fusilamientos dijo un día a unos presos de
El Coto: “dos tiros a la cabeza y tres al corazón”.
Así que ese nueve de Noviembre, setenta
disparos dieron los buenos días nacionalistas
a la villa de Gijón.
Y
allí quedaron los cuerpos formando montón
a la espera de que los enterradores los tirasen a
la zanja ya abierta: trece hombres y una mujer: Ana
Orejas López, a la que llamaban Anita porque
tenía 23 años y no había sido
ni Agustina de Aragón ni la Pasionaria, ni
miliciana ni nada de nada, pero a la que la Justicia
Militar del ejército franquista la hizo acreedora
a los cinco plomos reglamentarios que agujerearon
su cuerpo y pusieron fin a su corta vida.
Expediente procesal de Anita
Teresa
Santianes Giménez tenía 23 años,
como Anita, y también vivía en Gijón.
En el segundo consejo de guerra de los que se
celebraron el sábado día veinte de Noviembre,
los mismos que condenaron a Anita la sentenciaron
a ella a pena de muerte. No sabemos si acudiría
a presenciar la siniestra pantomima del consejo de
guerra o no, porque llevaba ingresada en el hospital
desde el día cinco. Quizás por ese motivo
no la fusilaron el nueve de Diciembre con los otros
siete hombres que habían sido condenados a
la máxima pena el mismo día que ella.
Esperaron a que le dieran de alta en el hospital
para poder meterla en la cárcel de El Coto
y fusilarla el día veintiuno de Diciembre junto
con otros cuatro hombres.
El
tribunal militar nº 1 seguía celebrando
consejos de guerra en Gijón. En uno de ellos,
el primero que se celebró en la mañana
del jueves día dos de Diciembre, compareció
Juana Alvarez Molina. Juana tenía cuarenta
años, estaba casada y era madre de siete hijos.
Los mayores habían estado luchando en el frente
como milicianos, los pequeños rondaban los
seis años. La detuvieron en su casa de
la calle Oriental, en La Calzada, el veinticinco de
Noviembre y la acusaron de participar en manifestaciones
y requisas. En realidad y como en tantos otros casos,
la tomaron a ella como rehén pensando que así
conseguirían que su marido, que era al que
realmente tenían interés en coger, abandonaría
el escondite donde estuviera oculto y se entregaría.
Como vieron que pasaban los días y el marido
no se entregaba, llevaron a Juana ante el tribunal
militar para que la condenase a pena de muerte, como
así fue. La fusilaron el día quince
de Diciembre junto a un chico llamado Felicísimo
García Casas, que tenía veinticuatro
años, era natural de un pueblo de León
y se había pasado a la zona republicana.
¿Cómo
se iba a entregar el marido de Juana, Luis Laruelo,
si había conseguido escapar a Francia en uno
de los últimos barcos que salieron de El Musel?
Pero a Luis Laruelo, obrero de la “Fábrica
de Sombreros” de La Calzada, afiliado al sindicato
“El Fieltro”, de la CNT, miembro del Comité
de Control que se incautó y dirigió
la producción de dicha fábrica durante
la guerra, le buscaban dos familias poderosas de Gijón:
los Paquet, propietarios de la empresa, y García
Rendueles, gerente de la misma. No lograron encontrarle,
mataron a su mujer. Mejor dicho, lo mandaron, mandaron
que se matase a su mujer. Y así se encontró
Juana, madre de siete hijos, camino del paredón
de Ceares. Cuenta la leyenda popular que al darse
cuenta Juana de a dónde la llevaban, se aferró
tan fuertemente a una de las barras del autobús
o furgoneta en que la llevaban que los guardias solamente
pudieron hacerla bajar después de cortarle
una mano con una bayoneta.
Confirmación de la pena de muerte de Juana
y Felicísimo
El
viernes día diez de Diciembre, tres mujeres
fueron condenadas a muerte. En el primer consejo de
guerra que se celebró ese día comparecieron,
junto con otros acusados, las hermanas María
y Ludivina Suarez Sala, naturales de Cenero y vecinas
de la parroquia gijonesa de Carbaínos. María,
de 18 años, fue condenada a pena de muerte
y Ludivina a reclusión perpetua.
En
el tercero de los consejos de guerra, otras dos hermanas,
Eladia y Aurora García Palacios vieron como
el tribunal militar les imponía sendas penas
de muerte. Eladia era maestra, tenía 33
años y estaba casada. Daba clases en un colegio
particular en el barrio de La Guía y pertenecía
a la sección local de FETE-UGT y a la ATEA.
En el mes de Septiembre de 1936 había sido
nombrada directora del Asilo Pola y del Patronato
San José. Su hermana Aurora, de 38 años
de edad, casada y sastra de profesión, pasaba
por ser su ayudante.
María
Suárez Sala, condenada a pena de muerte con
apenas dieciocho años de edad, despertó
un resto de humanidad en el auditor de guerra que
al supervisar la sentencia añadió a
la misma lo siguiente: “”Otrosí,
digo: La imprecisión de la fecha de los hechos
determinantes de agravación para la sentencia
para María Suárez Sala, y la circunstancia
de tener ésta, precisamente, dieciocho años,
inducen al Auditor que suscribe, a proponer la conmutación
de su pena por la inmediata inferior, estimando que
la dudosa aplicación del artículo 211
del Código de Justicia Militar, debe de favorecer
al reo.” El Auditor de Guerra (firmado y rubricado).
Así fue, el día cinco de Enero de 1938
llegaba la comunicación de la Asesoría
Jurídica del Cuartel General del Generalísimo
conmutándole la pena de muerte por la de reclusión
perpetua.
También
Aurora pudo esquivar a la muerte, pero para la que
no hubo conmiseración alguna fue para su hermana
Eladia, la maestra. ¡Cómo no iban a fusilar
a una mujer que era maestra, que había expulsado
a las monjas del Asilo Pola, que “realizó
una labor perniciosa y criminal en la población
escolar de niñas del Asilo, familiarizando
a las alumnas con las ideas de libertad y emancipación
humanas”; que “escarnecía a las autoridades
y órdenes religiosas”; que “inculcaba
a las niñas odio al fascismo, efectuaba lecturas
diarias de formas asquerosas y llevaba a las niñas
a actos políticos públicos en que ella
actuaba”! ¡Cómo no iban a fusilar
a Eladia, la maestra “incivil, inmoral y atea”,
si había organizado una expedición niñas
que partieron para Rusia y, además, escribía
artículos en “Avance”, gozaba “de
gran ascendiente en el Frente Popular” y había
llegado a tener amistad con la familia de Belarmino
Tomás! Lo raro es que no hubieran levantado
para ella un patíbulo delante del Ayuntamiento
y la hubieran matado a garrote vil, conformándose
como se conformaron con fusilarla un veintinueve de
Diciembre en compañía de cinco hombres.
Anita
Vázquez Barrancúa tenía 27 años
cuando la fusilaron el 16 de Febrero de 1938.
Vivía en Gijón pero había nacido
en Avilés y estaba soltera. En el primer consejo
de guerra de los cuatro que se celebraron el día
diecinueve de Enero, el tribunal militar dictó
contra ella la pena de muerte. La acusaron de pertenecer
al PCE y al Socorro Rojo Internacional, de haber sido
nombrada policía secreta y de haberse ido,
más tarde, como voluntaria al frente, enrolándose
como miliciana en el batallón “Máximo
Gorki”.
Había
nevado en Gijón y en ese frío y gris
amanecer del miércoles dieciséis de
Febrero treinta y una personas pintaron de rojo con
su sangre la nieve y la tierra del cementerio, sangre
roja que también brotaba por los cinco agujeros
del cuerpo sin vida de Anita Vázquez Barrancúa.
El
día anterior, el martes quince, otra mujer
fue pasada por las armas; ella y treinta hombres más.
Se llamaba Belarmina Suárez Muñiz,
tenía 29 años, estaba soltera y vivía
en Bocines, concejo de Gozón, donde había
nacido. La acusaron de pertenecer a la UGT y al SRI,
y de haber sido la jefa de la cárcel de mujeres
de Luanco.
A
Belarmina Suárez la condenó a pena de
muerte el tribunal militar en el tercer consejo de
guerra que se celebró el viernes día
veintiuno de Enero. En los dos consejos de guerra
que precedieron al suyo, otras dos mujeres sufrieron
idéntica condena. Las dos eran naturales y
vecinas de Avilés. Una de ellas se llamaba
Adela Suárez López, tenía
cincuenta años y estaba viuda; la otra, mucho
más joven, con tan solo veintiséis años,
se llamaba Luisa García del Valle y
estaba casada. A las dos les notificaron la conmutación
de la pena de muerte por la de reclusión perpetua
unas horas antes de que llevaran a fusilar a todos
los demás que habían sido condenados
el mismo día que ellas.
sentencia firmada por el Tribunal Militar nº
1
Diariamente
se celebraban consejos de guerra, tres o cuatro al
día de media. El miércoles nueve de
marzo, comparecieron como encausadas treinta y dos
personas a las que el tribunal militar endosó
catorce penas de muerte. Una de esas penas de muerte
le tocó una mujer de Colunga llamada Palmira
Irene García Cueto de la que solamente
sabemos que tenía treinta y cuatro años
y estaba viuda. Se la conmutaron por la de reclusión
perpetua el día veintiocho de Mayo, fecha
en que les tocó morir fusilados contra las
tapias de Ceares a treinta y cinco prisioneros.
La
semana siguiente, otras tres mujeres fueron condenadas
a la última pena. Una de ellas era la joven
Carmen Ríos Toral, de apenas veintidós
años, que era de Panes, y que fue sentenciada
en el primero de los consejos de guerra del martes
quince de Marzo. El tribunal dio por buena la acusación
del fiscal y del juez instructor, y consideró
probado que Carmen Ríos había pertenecido
a las JSU, había vestido como miliciana y portado
pistola, formado parte de la corporación municipal
de Peñamellera Baja como teniente de alcalde
y que se había encargado de la dirección
de un taller de costura, todo lo cual, a criterio
del tribunal, bien merecía que a Carmen Ríos
se le arrancase la vida. Afortunadamente para ella,
no fue así y el cinco de Mayo le notificaron
la conmutación por la pena inmediatamente inferior:
reclusión perpetua.
Celestina
López Mariño y Eulalia Arevalillo Tapias
recibieron la sentencia de muerte en sendos consejos
de guerra celebrados el jueves diecisiete. Celestina
era de Avilés, estaba casada y tenía
treinta y cuatro años, la misma edad de Eulalia,
que había quedado viuda y había nacido
en Bilbao, aunque vivía en Gijón. A
Celestina la acusaban de pertenecer al PCE y al SRI,
de haber estado en el frente como miliciana y, más
tarde, como enfermera y delegada del SRI en el “Hospital
nº 25” de Avilés. La acusación
contra Eulalia parecía más grave, pues
afirmaban que ella y su marido, del que no sabemos
se habría muerto en el frente o fusilado, habían
estado haciendo fuego de ametralladora contra el cuartel
del Simancas durante los días que duró
el asedio. El tribunal militar no se anduvo con
distingos y las condenó a las dos a pena de
muerte, que les fue conmutada con fecha seis de Mayo
de ese año.
Al
día siguiente le tocó pasar por el amargo
trance del consejo de guerra a una mujer de Avilés
llamada Antonia González Cuervo, de 51 años
de edad. No la condenaron a pena de muerte, sino a
reclusión perpetua. Pero, como si la hubieran
ejecutado, porque víctima de las penosas condiciones
de la prisión central de mujeres de Saturrarán,
término municipal de Motrico, en Guipúzcoa,
a donde había sido trasladada a cumplir condena,
falleció en la enfermería de la prisión
el quince de Octubre de ese mismo año. “Miocarditis”
es lo que figura como causa oficial de la defunción.
El
sábado veinticinco de Junio, Gijón se
despertó con las cotidianas descargas de los
máuseres reglamentarios. Sucesivas y espaciadas,
y a tenor de lo detallado por uno de los capellanes
de la cárcel de El Coto, ese día completarían
un total de ciento cinco disparos, más los
sueltos de la pistola del oficial que mandase el piquete,
los llamados tiros de gracia. Porque ese día
en que la ciudad aún estaba engalanada de celebrar
la festividad religiosa del Sagrado Corazón
de Jesús, incluidos misa y sermón
en la iglesia de los RR. PP. Jesuitas, a la que siguió
la correspondiente procesión por las principales
calles de la ciudad; ese día, todos, empezando
por los reverendos padres, seguidos por las respetables
“Siervas de Jesús” y demás
devota feligresía, todos oyeron la sonora
traca con que se llevaba a cabo el matutino ritual
del holocausto proletario: veintiún víctimas
sacrificadas para mayor gloria de la patria y la religión
verdadera. Veinte hombres y una mujer, una mujer llamada
Máxima Vallinas Fernández, que vivía
en Ribadesella aunque era natural de Villaviciosa,
que tenía cuarenta y dos años y estaba
viuda. Que no sabemos si tendría hijos o no,
pero que cabe pensar que sí los tuviera, unos
hijos que a partir de ese día quedaban huérfanos
de padre y madre…
Huérfanos
de padre y madre, sí, porque estamos viendo
en este breve listado del crimen que muchas de las
mujeres estaban viudas, sin que se pueda precisar
las causas que llevaron a sus maridos a la tumba.
Porque viuda estaba también Amelia Noriega
Martínez, que tenía 37 años y
era natural y vecina del pueblo llanisco de Vidiago.
A Amelia no la fusilaron, pero perdió la vida
igualmente en esa especie de campo de exterminio que
era la cárcel de Saturrarán. La
habían condenado a reclusión perpetua
en uno de los consejos de guerra del día nueve
de Julio. No llegó ni a cumplir un año
de condena, pues falleció en la citada cárcel
de mujeres el día ocho de Abril de 1939 a consecuencia
de “uremia”.
sentencia firmada por el Tribunal Militar nº
3
La
última mujer fusilada en Gijón fue Estefanía
Cueto Puertas, que fue pasada por las armas el día
29 de Agosto de 1939, llamado por los patrocinadores
del holocausto proletario “Año de la Victoria”,
victoria de la ignominia, el crimen y la venganza.
A Estefanía Cueto la sentenciaron a la última
pena en un consejo de guerra celebrado en Oviedo el
día tres de Marzo: casi seis meses la tuvieron
encerrada en los corredores de la muerte esperando
oír pronunciar su nombre cada amanecer. Natural
de Nueva de Llanes, tenía 40 años, estaba
soltera, era modista y vivía en Sotrondio.
Pertenecía al PCE y decían de ella que
había participado en la Revolución de
Octubre del 34 y que había conseguido huir
y exiliarse en Rusia, de donde regresó en Febrero
de 1936, tras la victoria electoral del Frente Popular.
También afirmaban los que la condenaron a morir
que durante la guerra había sido una de las
principales dirigentes comunistas y que había
desempeñado la dirección de talleres
de costura en Sotrondio, en Nueva y Posada de Llanes,
y en Pola de Siero: ¡grave crimen el de saber
coser!
El
día que la fusilaron se contaron quince cuerpos
en el montón, uno de ellos el de la que en
vida se conoció por Estefanía Cueto
Puertas, modista de profesión.
Pero no puede cerrarse esta relación sin
mencionar a las mujeres que fueron “paseadas”,
que fueron asesinadas directamente, sin los consabidos
preámbulos de la juridicidad inversa. No
las podremos citar todas, pero sí a algunas,
aunque sea sin su nombre y apellidos, que desconocemos;
como la que figura inscrita en los libros de defunciones
del Registro Civil el día ocho de Noviembre
de 1937 de este tenor: “una mujer, de unos 45
años, ignorándose sus señas,
morena, delgada, viste abrigo negro con tres costuras
transversales en las mangas, calza medias grises…”
“Falleció en la carretera Gijón-Avilés
por disparos de arma de fuego, según resulta
de la diligencia de autopsia…” Como los cadáveres
de esas mujeres sin identificar que aparecen flotando
en la mar. O como Consuelo Hevia Prendes, de
25 años, natural y vecina de Albandi, en Carreño,
viuda de Marcelo Alvarez Rodríguez, que había
muerto luchando en el frente, con dos hijas de dos
y cuatro años, a la que los gatilleros de Falange
de Carreño mataron de dos tiros delante de
la puerta de su casa en la madrugada del día
doce de diciembre de 1937. Y como tantas otras cuyo
asesinato figura enmascarado por la socorrida apelación
a una “hemorragia interna”, “fractura
del cráneo” y cosas similares.
Y
sin olvidar a estas tres mujeres que fallecieron en
prisión: Cándida Mayor Noriega, Elena
Villar Cué y Sabina Alvarez Díez. Sabina,
con sus setenta y seis años, vivía hasta
que fue detenida en La Calzada y falleció en
la cárcel de El Coto el diecinueve de Noviembre
de 1939. Elena, natural y vecina de Celorio, en Llanes,
de sesenta y nueve años de edad, murió
en dicha cárcel el diecinueve de Julio de 1938.
Cándida, de setenta y cuatro años, vecina
de Ceceda, prisionera en la cárcel de Infiesto,
falleció el veintiuno de Octubre de 1939.
Tampoco
se puede dejar de citar a las ciento dieciséis
mujeres y cincuenta y seis niños fallecidos
dentro de los muros de la cárcel de Saturrarán,
relacionados en otro apartado de esta web, de los
cuales treinta y cinco mujeres y siete niños
figuran como naturales de Asturias.
Siniestra
suma y sigue que jamás se completará,
no por pérdida de memoria de ninguna clase,
sino por la comodidad y la conveniencia de los
que con su simple firma en un ayuntamiento o en un
ministerio, pudieron, y pueden, establecer los mecanismos
y los medios para conocer la verdad con exactitud
y certeza; para que las víctimas del holocausto
franquista salgan de su eterna reclusión en
la memoria familiar y pasen a ocupar el lugar que
merecen en la historia de la nación y puedan
recibir el homenaje público a su memoria y
el tributo a su honor que hace más de veinticinco
años que se les adeuda.
Antonio
Azarola Gresillón, el contralmirante y ex ministro de
Marina fusilado en Ferrol.
Por Marcelino Laruelo.
Muertes Paralelas. Gijón, 2004.
Capítulo
III
Una vida dedicada a la Marina española
En Febrero de 2011, se celebró el acto oficial
por el que se dedicaba al contralmirante Azarola
una plaza en Ferrol, situada entre el Parador y el
edificio de Capitanía. Estuvieron presentes el alcalde
de Ferrol, concejales, representantes políticos y
culturales,
y descendientes del contralmirante. No asistió ningún
representante de la Armada ni del Ejército.
No he podido averiguar de dónde le vino la afición
por el mar. Porque Antonio Azarola y Gresillón había
nacido tierra adentro, en la villa navarra de Tafalla, a
la vera del Cidacos, que es río de poca agua. Fue
el día dieciocho de Noviembre de 1874, hijo
de José María Azarola, médico, y de
Leonor Gresillón. El matrimonio ya tenía otros
dos hijos varones: José María y Emilio, nacidos
también en Tafalla. Leonor figura como nacida en
París, mientras que José Azarola era natural
del pueblo guipuzcoano de Ormáiztegui. Este pueblo,
enclavado en la comarca del Goyerri, a unos cincuenta kilómetros
de San Sebastián, destacó como un centro de
actividad industrial muy importante durante la construcción
del ferrocarril del Norte, actividad industrial que se mantiene
en nuestros días, en especial, en la construcción
de autobuses. En Ormáiztegui había nacido
también Zumalacárregui, el famoso general
carlista.
La
familia Azarola Gresillón emigró a Uruguay,
donde ya se habían asentado otros familiares de la
rama Azarola, probablemente hermanos del padre. Algunos
descendientes del contralmirante sitúan en este viaje
transatlántico el origen de su pasión por
la mar. Sea como fuere, Antonio Azarola ingresó
a los dieciséis años como aspirante en la
Escuela Naval. Cursó los estudios correspondientes,
estuvo embarcado en la fragata “Asturias” y
al finalizar el año 1893 fue nombrado guardiamarina.
Como
guardiamarina, estuvo unos meses embarcado en el crucero
“Reina Regente” y en el “Alfonso XII”,
de donde pasó a la corbeta “Nautilus”.
Era el año 1894. De haber salido guardiamarina un
curso más tarde, quizás no estaría
yo ahora escribiendo de Azarola: el crucero “Reina
Regente”, el mejor buque de la Marina española
en aquel entonces, se hundió en aguas del Estrecho
el diez de Marzo de 1895 en medio de un fortísimo
temporal. El “Reina Regente” había sido
construido en Inglaterra en 1887, tenía un desplazamiento
de 4.725 toneladas y alcanzaba los veinte nudos de velocidad.
En el momento de producirse el naufragio era su comandante
Francisco Sanz de Andino y componían la dotación
372 marinos y cuarenta aprendices de Artillería:
no hubo supervivientes.
Azarola
había embarcado en la corbeta “Nautilus”
en septiembre de 1894 y en ella permaneció casi dos
años. La “Nautilus” era un antiguo mercante
de vela construido en Glagow en 1866 y llamado “Carrick
Castle”. En 1886 fue adquirido por España y
transformado en corbeta para dedicarla a escuela práctica
de guardiamarinas. Aparejada como clipper y bajo el mando
del capitán de fragata Fernando Villaamil, natural
de Serantes, en el asturiano concejo de Castropol, realizó
un viaje de circunnavegación, zarpando de Ferrol
el treinta de Noviembre de 1892 y regresando a dicho puerto
el once de Agosto de 1894. La “Nautilus” continuó
utilizándose como buque escuela para guardiamarinas
hasta que en 1925 fue reemplazada por el “Juan Sebastián
Elcano”. A bordo de la “Nautilus”, Azarola
cruzó el Atlántico en viaje de ida desde Santa
Cruz de Tenerife hasta Puerto Rico. Después de navegar
por aquellas aguas, descendieron hasta Montevideo, a donde
arribaron el día uno de Febrero de 1896. En Montevideo,
le aguardaban sus hermanos y tíos, el clan de los
Azarola, tan sobresaliente en la vida cultural, científica
y universitaria uruguaya. Y también saldría
a recibirle el recuerdo de los días felices de la
infancia.
De
regreso a España, en Julio de ese año, desembarcó
de la “Nautilus” y pasó a formar parte
de la dotación de la fragata “Almansa”
durante un período de seis meses. El dieciocho de
enero de 1897 ascendió a alférez de navío
y pasó al “Infanta Mª Teresa”, crucero
protegido de siete mil toneladas, a bordo del cual permaneció
durante casi siete meses, hasta que en Noviembre regresó
a la “Nautilus” y con ella zarpó de Cádiz
el día siete con rumbo a Río de Janeiro. Allí
recibieron el nuevo año, haciéndose a la mar
poco después con rumbo al Cabo de Buena Esperanza.
De regreso a España, hicieron escala en la isla de
Santa Elena y las Madeira, y el veintisiete de Mayo fondeaban
en Cádiz. No participó Azarola en la desastrosa
guerra con Estados Unidos, pues permaneció en La
Carraca, a bordo de la “Nautilus” todo el verano
del 98.
A
comienzos de 1899, inició un crucero por el Mediterráneo
con escalas en Argel, Túnez, Malta, Alejandría
y Corfú; y de regreso, en Nápoles, Civita
Vechia, Tolón, Barcelona y Cartagena, donde fondearon
el dieciséis de Julio. En Septiembre de ese año,
Azarola desembarcó de la “Nautilus” y
pasó a la Brigada Torpedista de Cádiz, donde
permaneció por espacio de tres meses.
Los
seis primeros meses del 1900 los pasó de permiso
y el uno de Julio se incorporó a su nuevo
destino como ayudante del contralmirante Ricardo Fernández
Gutiérrez de Celis. Contaba Azarola con veinticinco
años y puede que haya sido este puesto el de mayor
trascendencia en el devenir de su vida personal. Permaneció
con el contralmirante tres meses y medio, y en Octubre,
de nuevo a la “Nautilus”, en la que pasó
un período de ocho meses, durante el cual hizo otro
viaje de instrucción hasta Río de Janeiro.
En Marzo de ese año de 1901, después de una
escala en Fort de France, en la Martinica, atracaban en
los muelles de la Base Naval de Ferrol. Poco tiempo después,
desembarcó de la “Nautilus” y pasó
destinado al “Temerario”, que tenía su
base en el puerto de Pasajes y con el que navegó
por aguas del Cantábrico y de las rías gallegas.
Permaneció
Azarola en el “Temerario” hasta Febrero del
año siguiente, en que de nuevo fue nombrado ayudante
del contralmirante Ricardo Fernández, en cuyo destino
permaneció hasta Abril de 1903, fecha en que pasó
a la situación de excedente forzoso. El día
treinta y uno de Julio, en la capilla de la Capitanía
General de la Base de Ferrol se celebró la boda del
alférez de navío Antonio Azarola y Gresillón
con Carmen Fernández García, hija del contralmirante
Ricardo Fernández Gutiérrez de Celis y de
Dolores García Zúñiga, ambos naturales
de Cuba. Contaban los novios con veintiocho años
de edad. Casi dos años permaneció Azarola
en esa situación de excedencia, regresando de nuevo
al puesto de ayudante personal del citado contralmirante,
ahora su suegro, en Febrero de 1905.
Un
año después, Antonio Azarola recibió
el ascenso a teniente de navío, y en Agosto empezó
como alumno un curso de Electricidad y Torpedos a bordo
del “Lepanto”, que duró nueve meses.
Del “Lepanto” pasó a la “Cataluña”,
donde permaneció tres meses. Durante un tiempo, desempeñó
nuevos destinos de ayudante del Jefe de la Jurisdicción
Central de Marina, en Madrid, que se alternaron con períodos
de excedencia forzosa y una estadía de nueve meses
en la Estación Torpedista de Cartagena.
El
trece de Mayo de 1910, embarcó en el acorazado “Pelayo”,
donde permaneció un año aproximadamente. Al
cabo de ese período, desembarcó con una licencia
para asuntos particulares por unos meses. En Agosto, pasó
a desempeñar el puesto de ayudante personal de un
vicealmirante y en Septiembre del año siguiente,
1912, fue destinado como auxiliar a la Sección de
Campaña en el Ministerio de Marina. Semanas más
tarde, embarcó en el cañonero de primera clase
“Infanta Isabel”, estacionado en Canarias, con
el que navegó por aguas del archipiélago y
de la costa africana.
A
finales de Noviembre de 1913 fue nombrado segundo comandante
del cañonero “Lauria”, con base en Cartagena,
partiendo para Alhucemas y haciendo crucero por la costa
norte de Africa. En Marzo, pasó destinado al Estado
Mayor Central, en Madrid, donde permaneció mes y
medio, embarcando a finales de Abril en el cañonero
“Vasco Núñez de Balboa” como segundo
comandante. Durante los meses de verano y otoño,
el cañonero realizó una campaña de
operaciones oceanográficas en aguas de Baleares,
Málaga y Cádiz, bajo la dirección de
personal del Instituto Español de Oceanografía.
En
el mes de Junio de 1915, Azarola fue nombrado comandante
del torpedero “Nº 42”, al mando del cual
permaneció hasta recibir la orden de desarme del
buque en Octubre de ese mismo año. Pasó entonces
destinado a la Comisión Inspectora, en Cartagena,
a la espera de que le concediesen el mando de otro torpedero.
Sería éste el “Nº 12”, que
fue entregado oficialmente a la Marina el día 21
de Enero de 1916, tomando entonces Azarola el mando del
mismo y realizando las pruebas de mar. Sin perder el mando
del torpedero, fue nombrado profesor de Electricidad
para un curso de cinco meses de duración destinado
a guardiamarinas de segundo año, curso que se dio
a bordo del “Carlos V”. Al mando del torpedero
“Nº 12” zarpó para Cádiz
y Ferrol, realizando ejercicios por aguas de Galicia y quedando
incorporado a la Escuadra. A bordo del acorazado “España”,
Azarola dio también una serie de conferencias a los
guardiamarinas.
En
1917 formó parte de una comisión de oficiales
que, invitada por el gobierno alemán, viajó
a dicho país y permaneció allí un mes.
En Agostó ascendió a capitán de corbeta
y cesó en el mando del torpedero. Como profesor,
siguió con las clases en el “Carlos V”
y navegando con el “España”, donde se
ocupaba de dar clases prácticas a los guardiamarinas.
Permaneció en la misma situación durante 1919
y el tres de Diciembre de ese año recibió
el nombramiento de jefe de la Estación Torpedista
de Cádiz. En este nuevo destino estaría
hasta Agosto del año siguiente.
Azarola
fue nombrado tercer comandante del “Reina Regente”,
crucero protegido de segunda clase que había sido
botado en 1906 y que recibió el mismo nombre que
el desaparecido en el Estrecho en 1895. En Septiembre, partió
con dicho buque para otro crucero transatlántico
que le llevaría hasta las remotas islas Malvinas,
con escalas en Las Palmas, Cabo Verde, Río de Janeiro,
Montevideo, Buenos Aires, Punta Arenas y Puerto Stanley.
El regreso lo hicieron hacia Bahía Blanca y Río
de Janeiro, donde pasaron el cambio de año. Cruzaron
el océano sin novedad y el día uno de Febrero
fondearon en La Carraca. Desembarcó Azarola del “Reina
Regente” para hacer un cursillo de tiro naval en Marín,
de tres meses de duración, finalizado el cual, partió
con el acorazado “España” hacia Inglaterra.
A finales de Noviembre, Azarola viajó a París
para realizar los estudios de Radiotelegrafía en
la Escuela Superior de Electricidad. Finalizado el curso
el 28 de Junio del año siguiente, 1922, y con el
título de ingeniero radiotelegrafista en
el bolsillo, aprovechó ese verano para hacer un viaje
de prácticas por Europa.
De
regreso en España y ascendido a capitán de
fragata, en Septiembre se le nombró jefe del 4º
Negociado, “Electricidad”, de la 2ª Sección
del Estado Mayor Central. En el desempeño
de ese puesto pasó todo el año de 1923 y parte
del de 1924. A ese cargo tuvo que añadir el de jefe
del 2º Negociado en la sección de “Material”,
compaginando ambos con la pertenencia a la sección
de “Información”.
El
once de Mayo de 1925, Azarola fue nombrado subdirector de
la Escuela Naval Militar, por lo que cesó
en los anteriores destinos en el Estado Mayor, reteniendo
la vocalía en la Junta Técnica e Inspectora
de Radiocomunicaciones.
El
24 de Septiembre de 1926 pasó destinado al acorazado
“Jaime I” como segundo comandante, puesto en
el que permaneció hasta Julio del año siguiente,
en que se hizo cargo en el puerto de Barcelona del mando
del moderno destructor “Velasco”. El “Velasco”
había sido construido en Cartagena y botado recientemente,
pertenecía a la misma serie que el “Alsedo”
y el “Lazaga”, y desplazaba 1.164 toneladas.
Dos semanas más tarde, Azarola partió con
el “Velasco” para realizar un crucero de dos
meses por el Mediterráneo. Visitaron Mahón,
Ajaccio, Palermo, Atrax (puerto próximo a Atenas),
Hydra, Spezia, Constantinopla, Costanza, Varna, Rodas, Famagusta,
Chipre, Jaifa, Palestina, Alejandría, Malta, Túnez,
Bizerta y Argel. El día dieciocho de Septiembre fondeaban
en Cartagena. Durante este viaje, Azarola fue condecorado
por las autoridades de Grecia y Túnez.
El
día tres de Mayo de 1928 zarpó con el “Velasco”
de Cartagena hacia las rías gallegas, con escalas
en Ceuta y Cádiz. Permaneció en esas aguas
hasta mediados de Julio, fecha en que recibió la
orden de realizar un crucero por el canal de la Mancha y
el golfo de Vizcaya con escalas en los puertos británicos
de Plymouth, Portland y Portsmouth, y en los franceses de
Cherburgo, Brest y Lorient. El último día
de Agosto estaba de regreso en Ferrol. A finales de Septiembre,
volvió con el “Velasco” para Cartagena
y el 17 de Noviembre entregó el mando del destructor
y pasó a ocupar el destino de Ayudante Mayor del
Arsenal de Cartagena.
En
1929 ascendió a capitán de navío y
a mediados de Febrero recibió el nombramiento de
Jefe del Estado Mayor del Departamento Marítimo de
Cartagena. Azarola acababa de cumplir los cincuenta
y cuatro años de edad. Asistió en Marín
a un curso de conferencias sobre guerra naval y el resto
del año lo pasó en Cartagena desempeñando
su puesto de Jefe de E.M.
El
23 de Julio de 1930 tomó posesión en Ferrol
del mando del acorazado “Alfonso XIII”,
gemelo del “España” y del “Jaime
I”, y pasó los meses de Agosto y Septiembre
navegando por el Cantábrico y de maniobras por aguas
gallegas. El resto del año, por aguas de Cartagena
y del Estrecho.
En
1931, estuvo navegando por aguas de Cartagena y Baleares,
con escalas en Tarragona y Valencia. Presenció en
Cartagena la proclamación de la República
el 14 de Abril y la salida del rey Alfonso XIII para el
exilio a bordo del crucero “Príncipe Alfonso”.
El día diecinueve de ese mismo mes, zarpó
de Cartagena rumbo a Vigo, donde fondeó tres días
más tarde; y de Vigo para Bilbao. Tres días
estuvo el acorazado en el Abra bilbaína, regresando
a Ferrol, donde quedó atracado el resto del mes de
Mayo. Azarola cesó como comandante del acorazado
y el día treinta de Junio tomó el
mando en Cartagena de la flotilla de destructores, izando
su insignia a bordo del “Sánchez Barcáiztegui”,
navegando y realizando maniobras por aguas de Cartagena
y Baleares.
1932
le trajo el ascenso al almirantazgo, nombrándole
el gobierno contralmirante y eligiéndole el ministro
de Marina, Francisco Giral para desempeñar el cargo
de subsecretario del Ministerio, cargo del que
tomó posesión el día 18 de Abril. Azarola
permaneció en ese puesto, a pesar de los cambios
de ministros, hasta el mes de noviembre de 1933 en que cesó
y pasó a la situación de disponible forzoso.
Siendo subsecretario del Ministerio de Marina, le fue concedido
por las autoridades francesas el título de “comendador
de la Legión de Honor”.
La
mayor parte del año 1934 la pasó en esa situación
de disponible forzoso, pero el gobierno no le había
olvidado y el día tres de Noviembre se hizo público
su nombramiento como 2º Jefe de la Base Naval
de Ferrol y jefe de su Arsenal. Azarola sustituía
en ese puesto al también contralmirante Indalecio
Núñez, que pasó a desempeñar
interinamente la Jefatura de la Base. El nombramiento de
ambos apareció publicado en el Diario Oficial de
la Marina de fecha siete de Noviembre de 1934. Azarola
estuvo en ese puesto hasta que Portela Valladares, el 31
de Diciembre de 1935, le llamó para que se hiciera
cargo del Ministerio de Marina. A ese gobierno,
el jefe del Estado y presidente de la República,
Niceto Alcalá Zamora, le había señalado
una única misión: la de convocar elecciones
y garantizar la limpieza de las mismas. Azarola
nombró jefe de su secretaría particular a
su hermano Emilio, ingeniero de Caminos, que había
sido diputado radical-socialista por Navarra en las Constituyentes
de 1931. La Secretaría Técnica la encargó
al capitán de corbeta Lucio Villegas y como subsecretario
del ministerio designó al contralmirante Juan Muñoz
Delgado. Por decreto de fecha seis de Enero, Azarola nombró
Jefe interino del Arsenal de Ferrol y presidente de la Comisión
Inspectora del mismo, además de continuar como comandante
de quilla de los cruceros en construcción “Canarias”
y “Baleares”, al capitán de navío
Francisco Moreno. De ahí su exclamación: “¡Pero
usted también, don Francisco!” pronunciada
al comprobar con asombro que Francisco Moreno estaba profundamente
comprometido con la sublevación militar
El
mes que Azarola estuvo al frente del Ministerio de Marina
consiguió sacar adelante, con la aprobación
unánime de la Diputación Permanente de las
Cortes, la construcción de dos destructores tipo
“Antequera”, dos cañoneros, semejantes
a los que se estaban construyendo para Méjico, cuatro
barcazas y dos petroleras para el transporte de combustible
y munición, y tres remolcadores. Con este plan no
se trataba solamente de continuar mejorando la Marina, sino
también evitar el cierre de los astilleros de Ferrol
y Cartagena, con la consiguiente pérdida
del puesto de trabajo por unos doce mil obreros especializados
en la construcción naval. La situación era
tan apurada, que cuando se aprobó ese programa de
construcciones navales, las asociaciones obreras y el pueblo
todo de Ferrol se volcaron en elogios y agradecimientos
al ministro de Marina.
El
programa aprobado establecía que los destructores
y los cañoneros, por un importe de cincuenta y cinco
millones de pesetas, se construirían en dos años
en los astilleros de Cartagena y Ferrol por asignación
directa. Mientras que las cuatro barcazas de 200 TM sin
motor, las dos petroleras de 400 TM con motor y los tres
remolcadores, uno de 1.200 HP y dos de 750 HP de potencia,
por un importe global de más de seis millones de
pesetas, saldrían a concurso entre los astilleros
españoles.
Tras
las elecciones de Febrero que dieron el triunfo al Frente
Popular, José Giral Pereira sucedió a Antonio
Azarola al frente del Ministerio de Marina. Giral
confeccionó un nuevo equipo para que le asistiese
en el desempeño de las distintas funciones del ministerio:
de la Subsecretaría se encargó el general
de brigada de Artillería de la Armada, Francisco
Matz Sánchez; en la Secretaría Técnica
puso al capitán de fragata Fernando Navarro Capdevila
y al teniente de navío Pedro Prado Mendizábal;
al frente de la Secretaría particular, a Horacio
Gómez Ibáñez, y de ayudantes personales,
al teniente de navío Julio Castro Cardús y
al comandante de Infantería de Marina Ambrosio Ristori.
El
veintiuno de Febrero, Giral firmó el decreto por
el que se reintegraba al contralmirante Azarola a su destino
como 2º Jefe de la Base Naval Principal de Ferrol,
jefe de su Arsenal Militar y presidente de la Comisión
Inspectora. Durante algún tiempo, Azarola
desempeñó la jefatura de la Base al ausentarse
por enfermedad el vicealmirante Calvar. Y el marino que
en Madrid tanto empeño había puesto para que
los obreros de la Constructora no se quedaran sin trabajo,
siguió desde su puesto preeminente en la Base colaborando
en la mejora de la ciudad departamental, proyectando obras
que ayudasen a mitigar el paro obrero, como la nueva traída
de aguas que se planeaba construir. La clase obrera
y sus organizaciones sindicales, el alcalde socialista Santamaría,
antiguo oficial de calderería en el astillero de
la Constructora, el resto de la corporación municipal
y de las organizaciones ciudadanas sentían hacia
Azarola una mezcla de agradecimiento, admiración
y respeto que la mayoría de los mandos militares
no podían ni comprender ni admitir: por eso le fusilaron.
Nació
en Barcelona, un 23 de Abril de 1824, en el seno de una
familia obrera, pues su padre se ganaba la vida trabajando
en la industria textil como tejedor. Se supone que
ya en los primeros años de la niñez apuntaría inteligencia
y afición al estudio, motivo por el cual sus padres le
ingresaron en el seminario a la edad de siete años.
Entonces, como hasta hace pocas décadas, la única manera
que tenían las gentes humildes de intentar que sus hijos
tuvieran estudios era intentando que los admitiesen en
los seminarios: latín y teología. Tras su paso por el
seminario, y a la edad de diecisiete años, Francisco Pí
y Margall accedió a la Universidad de Barcelona, donde
completó sus estudios de Filosofía, y a los veinticuatro
años había terminado la carrera de Derecho. Su acumulación
de saberes era ya entonces enorme, destacando sus profundos
conocimientos en temas tan dispares como la lógica y la
astronomía, la filosofía y la física y las matemáticas,
aparte del derecho y la filosofía. Además del latín y
el griego, leía directamente del francés, el inglés y
el italiano, y años más tarde, del alemán. Resaltan sus
biógrafos que el adolescente Pí y Margall se costeaba
los estudios y ayudaba a su familia dando clases particulares.
Se
afirma que ya en su primera juventud se daba a escribir
versos y obras de teatro, y en 1841, con 17 años, publicó
su primer libro. Se trataba del primer tomo, y el
único que se imprimió, de la obra La España Pintoresca;
este primer volumen escrito por Pí estaba dedicado a Cataluña.
Hay que suponer que también le tocaría vivir y padecer
las sublevaciones que tuvieron lugar en Barcelona a finales
de 1842 y en 1843, en las que la ciudad fue sañudamente
cañoneada desde la fortaleza de Montjuich y, posteriormente,
objeto de una dura y reiterada represión.
En
1847 se marchó a Madrid, quizás con la pretensión
de vivir de la literatura y desarrollar su pasión por
el Arte y la crítica artística. Empezó colaborando como
meritorio en el periódico artístico El Renacimiento.
Poco tiempo después, consiguió pasar al diario El Correo,
periódico político promovido por el asturiano Escosura.
En esta publicación le encargaron, ya con derecho a paga,
de la crítica teatral, lo que enseguida le proporcionó
cierta fama en los ambientes literarios madrileños. Pero
este periódico tuvo que dejar de publicarse poco después
y, según parece, el motivo fue la publicación del primer
artículo político de Pí y Margall. Son los tiempos de
la dictadura de Narváez.
Sin
trabajo y sin ingresos, consiguió un puesto en la
sucursal madrileña de una casa de banca catalana. Inició
entonces Pí un estudio a fondo de las operaciones bancarias
y bursátiles y de la economía en general, materia esta
última en la que, con el paso de los años, sería un consumado
especialista. En este empleo ya tuvo ocasión de probar
una de las virtudes que más le caracterizarían: la
honradez. Tiempo más tarde, recibió la proposición
de continuar la obra Recuerdos y Bellezas de España,
iniciada en 1839 por Pablo Piferrer y que estaba paralizada
desde la muerte de éste. Francisco Pí y Margall tomó el
relevo y concluyó el tomo segundo dedicado a Cataluña.
Durante los años 1849 a 1851 viajó en numerosas ocasiones
por Andalucía para estudiar los monumentos y obras de
arte de esa región. Fruto de esa ardua labor de investigación
fueron los tomos dedicados a Granada y Sevilla.
Como
consecuencia lógica de sus ideas y de su atracción por
el activismo político, Pí se afilió en 1849 al Partido
Democrático que acababa de ser fundado por los disidentes
de izquierda del partido progresista de Espartero. Confluyeron
en el nuevo partido junto con el democratismo radical,
el republicanismo conspirativo de las sociedades secretas
y el socialismo pre-internacionalista. Se unió, pues,
Pí a Nicolás María Rivero, que era diputado en Cortes,
a José Mª Orense, a Fernando Garrido y Sixto Cámara, a
Ordax Avecilla, que también era diputado…
En
1851 publicó su Historia de la Pintura, libro que le
iba a traer grandes complicaciones. Al hacer la crítica
de la pintura medieval, Pí y Margall incluyó en un apartado
una referencia al cristianismo con sus opiniones acerca
de la religión. Se encontró con el famoso con la Iglesia
hemos topado… Ocurrió, además, que como la publicación
era de lujo y coste elevado, el editor se había dirigido
a las personas acaudaladas y, entre ellas, a las altas
dignidades del clero. En fin, que, como es fácil de suponer,
llovieron sobre Pí y Margall más anatemas y excomuniones
que sobre Salman Rushdie. Se suspendió la publicación
en el primer tomo, que aún así se pudo distribuir y vender.
Los obispos y arzobispos presionaron de tal manera sobre
el gobierno que Bravo Murillo tuvo que ordenar la recogida
de la obra. Pí y el editor se libraron de los tribunales
porque la denuncia interpuesta no fue admitida por estar
fuera de plazo. Por supuesto, Pí y Margall tuvo que abandonar
la redacción de Recuerdos y Bellezas de España y renunciar
a la publicación de todo el material que tenía preparado.
Sus artículos en los periódicos tuvieron que aparecer
con seudónimo y todos los rayos de la reacción cayeron
otra vez sobre su cabeza cuando ese mismo año de 1851
publicó sus Estudios sobre la Edad Media, obra que fue
prohibida también por la iglesia católica española.
Por
esas mismas fechas inició su colaboración en la Enciclopedia
de Legislación y Jurisprudencia con una serie de trabajos
especializados. Recopiló y reseñó la obra de Juan P. de
Mairena y escribió el prólogo para la colección Biblioteca
de Autores Españoles de Rivadeneyra. En 1852 inició su
obra titulada: ¿Qué es la economía política? ¿Qué debe
ser? No pudo concluirla porque el fiscal ordenó el
secuestro de la primera entrega.
En
el agitado año de 1854, Pí era ya uno de los miembros
más activos del Partido Democrático, formando en su ala
izquierda, socializante y proletaria, que encabezaban
Sixto Cámara y Fernando Garrido, frente al sector de los
Orense y Rivero. Por eso, cuando estallaron los movimientos
insurreccionales de ese año de 1854, que en cierta medida
se pueden definir como meros ajustes de cuentas entre
las facciones del régimen isabelino, Pí y Margall es
el agitador, el revolucionario que trata de orientar y
guiar al pueblo que defiende las barricadas de Madrid
hacia la toma del poder. Publicó una hoja volandera,
El eco de la Revolución, donde se pide el armamento
general del pueblo y la convocatoria de Cortes Constituyentes
por sufragio universal que estableciesen la libertad de
imprenta, la de conciencia, la de enseñanza, la de reunión,
la de asociación… Demasiado avanzado para la época,
no puede sorprendernos que, a pesar de la derrota de los
gubernamentales, Pí y Margall fuera detenido y permaneciera
algún tiempo en prisión.
Estamos
en el bienio progresista del gobierno Espartero-ODonnel,
y el pueblo de Barcelona propone a Pí y Margall como candidato
a diputado en las Constituyentes de ese año de 1854, mas
no saldrá elegido. En la segunda vuelta, por pocos votos
de diferencia, fue derrotado por el general Prim, miembro
del partido Progresista.
En
1855 escribió una de sus obras más famosas: La reacción
y la revolución. Solamente pudo publicar el primer tomo.
El segundo, en el que Pí abordaba la cuestión religiosa,
consideró el fiscal que debía de ser sometido a la censura
eclesiástica antes de su publicación. Pí y Margall no
aceptó semejante injerencia clerical ni la excepcionalidad
jurídica que la amparaba, por lo que dicho tomo no se
pudo publicar. Ese mismo año editó la revista política
y literaria La Razón, que contó con colaboradores tan
importantes como Canalejas. Se publicó esta revista hasta
el golpe de estado de ODonnel del año siguiente, cuando
Pí y Margall tuvo que retirarse a Vergara, de donde era
natural su esposa, Petra Arsuaga.
Durante
el año de 1955 y hasta su marcha a Vergara, Pí y Margall
había comenzado a dar lecciones de política y economía
en una habitación de la calle Desengaño. La afluencia
de jóvenes de todas clases, de obreros y de intelectuales
se fue haciendo en poco tiempo tan numerosa que llenaban
pasillos y escalera. En estas lecciones y en estas conferencias,
hasta que el gobierno las prohibió, se empezó a formar
el embrión del futuro partido republicano.
Durante
su estancia de diez meses en Vergara, retraído de todo
activismo político, Pí y Margall envió numerosos artículos
para el periódico El Museo Universal. Todos ellos tuvieron
que ser publicados con seudónimo.
En
Julio de 1857, Rivero le reclamó desde Madrid. Regresó
Pí a la capital y entró de redactor en La Discusión,
iniciando desde sus páginas grandes polémicas que no solo
acrecentarían su renombre, sino que también influirían
de forma notable en el devenir del Partido Democrático.
La Discusión pasó entonces a ser objeto de encarnizada
persecución por el aparato gubernamental. El radicalismo de
Pí y, sobre todo, su apoyo a los derechos del trabajador
y a sus incipientes asociaciones de defensa le llevó a
entrar en polémica con destacados miembros de su propio
partido, los llamados individualistas, que
formaban lo que se podría denominar como el ala derecha.
Finalmente, todo ello le obligó a abandonar la redacción
de La Discusión, manteniendo sus colaboraciones en otras
publicaciones como La América y la Revue des deux mondes,
al mismo tiempo que seguía divulgando sus ideas políticas
y económicas por medio de conferencias en ateneos y casinos.
Durante
ese período, Pí aprovechó para obtener el doctorado, abrir
bufete y ejercer como abogado, siempre en Madrid. Volcado
totalmente en su labor profesional, su despacho adquirió
pronto un renombre y una clientela que le permitieron
sostenerse económicamente.
En
1864 volvió nuevamente a La Discusión; esta vez, como
director. Terció personalmente en la nueva polémica
que dividía las filas democráticas a propósito de si se
podían considerar compatibles con la democracia o no las
teorías socialistas. Frente a la postura de José Mª Orense
que se negaba a admitir como demócratas a los socialistas,
Pí promovió la conocida como Declaración de los treinta,
en la que los treinta dirigentes del Partido Democrático
que la firmaban declaraban que había que considerar como
demócrata a cualquier persona que defendiera las libertades
individuales, el sufragio universal y los demás principios
que constituían el programa democrático, independientemente
de las opiniones que tuviesen en materias filosóficas,
económicas o sociales. A los seis meses, Pí cesaba como
director.
Estamos
en 1866 y Pí y Margall, que ronda los cuarenta dos años
de edad, va a conocer el exilio por motivos políticos.
Los sucesivos fracasos de las insurrecciones promovidas
por Prim para obligar a Isabel II a llamar al gobierno
a los progresistas, culminaron en la sublevación del cuartel
de San Gil y el fusilamiento de decenas de sargentos de
ese cuartel. Narváez, desde el gobierno, desató la consiguiente
represión generalizada. La mayoría de los demócratas y
de los progresistas tuvieron que escapar a Francia para
sentirse a salvo. En la noche del día dos de Agosto la
policía asaltaba le vivienda de Pí y Margall. Afortunadamente,
alguien le había avisado poco antes y tuvo tiempo para
escapar y evitar su detención. Permaneció escondido unos
días hasta que pudo iniciar la huida a Francia y llegar
a París.
En
París, donde se habían refugiado la mayoría de los exiliados
españoles, Francisco Pí y Margall consiguió sobrevivir
gracias a las colaboraciones literarias en periódicos
hispanoamericanos. Amplió sus conocimientos con cursos
en La Sorbona e inició el estudio sistemático y la
traducción al castellano de las principales obras de Proudhon.
Generalmente se acepta que es en el El principio federativo,
obra de este economista e ideólogo francés fallecido en1865,
donde Pí encontró la base sobre la que construir y desarrollar
su teoría federal con la que completar el proyecto republicano
para España. Pero algunos especialistas afirman que las
ideas básicas del federalismo pimargalliano ya aparecían
bosquejadas en escritos y obras suyas cronológicamente
anteriores a la de Proudhon. Y fue en París donde Pí
consiguió convencer a sus compañeros de partido y de exilio:
Castelar , Garrido, Orense…, para que aceptasen los
principios del republicanismo federal. Recordemos aquí
que Emilio Castelar había sido condenado, en rebeldía,
a garrote vil.
Septiembre
de 1868. El almirante Topete subleva a la Escuadra en
Cádiz, Prim se incorpora desde Gibraltar y llegan para
adherirse los generales confinados en Canarias. Las guarniciones
se van sumando a la sublevación y Prim, a bordo de la
fragata Zaragoza, va ganando para la revolución, una tras
otra, todas las capitales costeras del litoral mediterráneo.
Dimite el dictador González Bravo y la reina Isabel II
nombra presidente del gobierno al general José Gutiérrez
de la Concha. El ejército realista que manda el general
Pavía es derrotado en la batalla del puente de Alcolea
por las fuerzas a las órdenes del general Serrano. El
30 de Septiembre Isabel II y su corte salen de San Sebastián
y cruzan la frontera francesa.Sin embargo, Francisco
Pí y Margall no regresó a España y prolongó voluntariamente
su exilio parisino. Desconfiaba de los generales y pensaba
que el nuevo régimen tampoco iba a acometer las reformas
fundamentales que el país necesitaba. Sabía que la mayoría
de los generales y almirantes triunfantes solamente pretendían
sustituir en el trono a Isabel II por su hermana Luisa
Fernanda, y en Pí fue siempre una constante en su actividad
política la negativa a colaborar con los partidos monárquicos.
El
Gobierno provisional estableció las libertades fundamentales
y el 18 de Diciembre, por primera vez en España, se
celebraron unas elecciones municipales por sufragio universal,
y en Enero, las de diputados a Cortes.
El
Partido Democrático se escindió en dos: Rivero, Martos
y Becerra, partidarios de la colaboración con las otras
fuerzas para la instauración de un monarquía democrática;
y, por otro lado, los Orense, Castelar, García López,
Pierrard y otros, resueltamente a favor del régimen republicano
y federal. Pí y Margall, sin haber participado en la
campaña electoral, fue uno de los 85 republicanos que
obtuvo el acta de diputado.
El
8 de Febrero de 1869 tomó el tren en París de regreso
a España. Participó activamente en los debates parlamentarios
y se convirtió en uno de los elementos más destacados
de minoría republicana.
Cuatro
meses más tarde, con 214 votos a favor y 55 en contra,
se aprobó la constitución, democrática pero monárquica:
¡y a buscar por el mundo un rey para España!
Los
dirigentes republicanos, Pí y Margall entre ellos, viajaron
por toda España pronunciando discursos contra la restauración
monárquica y en pro de la república federal. En la
primavera de 1869 se firmaron los pactos entre los comités
federales de distintas provincias y regiones. Días después,
Pí convocó a los representantes de esos pactos a la firma
del gran pacto nacional, firma que tuvo lugar en Madrid
el 30 de Junio. Prim trató en vano de atraer a los republicanos.
Ofreció
a Castelar y a Pí los ministerios de Fomento y Hacienda,
pero no consiguió que los aceptasen. El gobierno veía
en los republicanos al enemigo que se insurreccionaba
por todas partes. Cuando se abrieron las Cortes el uno
de Octubre, Pí y Margall, junto con Castelar, Orense y
Figueras tomaron la palabra y no solamente no condenaron
los levantamientos en provincias de sus correligionarios,
sino que acusaron al gobierno de Prim de deslizarse hacia
la dictadura. Finalizada su intervención, se levantaron
y abandonaron el hemiciclo. Cuatro días después, el
gobierno suspendía las garantías constitucionales. Los
parapoliciales de La Partida de la porra se dedicaban
a asesinar y apalear, a reventar mítines y a asaltar las
redacciones de los periódicos opositores.
Pí
y Margall asumió la dirección del partido al frente de
un directorio y en circunstancias sumamente desfavorables.
Tuvo que hacer frente a la escisión por la derecha de
los republicanos unitarios que dirigía García Ruiz, y
a la oposición de izquierdas, mayoritaria en las provincias.
En este año de 1870, el gobierno de Prim ofreció el
trono de España a las siguientes personas: Fernando
de Portugal, Amadeo de Saboya, al duque de Génova, a distintos
príncipes de Dinamarca, Noruega, Suecia y Rusia, a un
príncipe de la casa Hohenzollern y al general Espartero.
Había, además, otros candidatos de las facciones políticas
disidentes o minoritarias: Carlos VII, Alfonso de Borbón
y los duques de Montpensier. El 16 de Noviembre votaron
los diputados:191 a favor de Amadeo de Saboya, 60
por la República federal, 27 por el duque de Montpensier,
8 por el general Espartero, 2 por la República unitaria,
2 por Alfonso de Borbón, 1 por la República y 1 por la
duquesa de Montpensier; hubo 19 papeletas en blanco. El
27 de Diciembre se produjo el atentado que le costó la
vida Prim. Amadeo de Saboya llegó a Cartagena y tuvo
que retrasar su entrada a Madrid para que no coincidiese
su proclamación como rey con el funeral de Prim. En
un teatro de Madrid se estrenaba la obra titulada: Macarroni
I.
Los
dos años de reinado de Amadeo se caracterizaron por el
creciente enfrentamiento político entre los dirigentes
de las distintas fuerzas que habían promovido su acceso
al trono. Corrupciones electorales y económicas, sublevaciones
en provincias, un atentado, devaneos amorosos que se tienen
que tapar con millones de pesetas extraídos ilegalmente
del presupuesto, todo desembocó, con el plante de los
artilleros que el gobierno no quiso tolerar haciendo de
detonante, en la renuncia de Amadeo al trono. Son años
difíciles para Pí y Margall. La situación política le
coloca en una posición centrista dentro de un partido
que por sus propias características no puede tener una
dirección central y efectiva. Pí no aprueba las insurrecciones
porque existe libertad política, pero suscribe sus demandas;
defiende los derechos de las secciones de la Internacional
obrera, pero las organizaciones obreras desconfían de
él y le regatean su apoyo; mantiene sus diferencias con
el sector benevolente de los Castelar y Orense, pero
tiene que maniobrar para evitar que se deslicen más hacia
la derecha… Y todo ello sin olvidar la cotidiana tarea
en las Cortes de oposición a los gobiernos de Amadeo I.
El
11 de Febrero de 1873, oficial ya la renuncia de Amadeo
al trono, las Cortes, sin un respeto escrupuloso del procedimiento
constitucional, proclamaron la República.Al igual
que sesenta años después, podría afirmarse que la República
no la traen los republicanos sino las circunstancias y
los manejos de los jefes de los partidos que antes habían
colocado a Amadeo en el trono. El partido republicano
federal estaba dividido y desmoralizado, falto de credibilidad.
Seguían las quintas y los consumos, persistía el caciquismo
electoral, no había mejorado la situación de los obreros
y de los jornaleros… En el primer gobierno republicano
presidido por el federal Estanislao Figueras, en el que
hay cuatro ministros radicales que lo han sido también
en la monarquía de Amadeo, Pí se encargó del ministerio
de Gobernación. Si bien es cierto que en la primera
reunión del gobierno propuso la celebración inmediata
de elecciones municipales y a diputaciones provinciales,
lo que no fue aceptado, también lo es que otra de sus
primeras actuaciones fue telegrafiar a todos los gobernadores
civiles pidiendo que disolviesen las juntas revolucionarias
que se hubieran formado y ordenasen la reposición de
ayuntamientos y diputaciones. Los republicanos federales
además de divididos, estaban solos. Tenían enfrente a
toda la derecha formada por los generales y dirigentes
que habían provocado la revolución de Septiembre de 1868,
y a los radicales, que también conspiraban con ellos;
el ejército estaba indisciplinado, las milicias sin organizar,
los carlistas en guerra, la economía en quiebra…El
22 de marzo la Asamblea quedó disuelta según lo previsto,
funcionando una comisión permanente hasta la celebración
de las elecciones de diputados para Cortes Constituyentes
previstas para el 15 de Mayo. Pero esa comisión permanente
se dedicó a conspirar contra el gobierno y el 23 de
Abril se produjo el intento de golpe de estado que encabezó
el alcalde de Madrid. Como antes el de Martos, todo se
desbarató gracias a la enérgica actuación de Francisco
Pí y Margall, entonces presidente interino del gobierno,
pues Figueras estaba profundamente afectado por la muerte
de su mujer en esos días. Firmó Pí el decreto de disolución
de esa comisión permanente y destituyó a Pavía, capitán
general de Madrid. Las elecciones se celebraron con
una limpieza nunca vista antes, gracias a la firme voluntad
de Pí desde el ministerio de Gobernación para que así
fuera.Sin embargo, no se pudo impedir la gran abstención,
mayor del cincuenta por ciento, promovida por las fuerzas
reaccionarias del país y acrecida con la guerra carlista.
Los federales obtuvieron 343 actas, 20 los radicales,
7 los conservadores y 3 los alfonsinos.
Reunidas
las cortes constituyentes, el once de Junio, tras la huida
a Francia de Estanislao Figueras y no sin fuerte tensión
y encono entre la propia representación federal, fue
elegido presidente de la República Francisco Pí y Margall
tras no pocas peripecias. En su programa de gobierno figuraban
las siguientes propuestas: restablecimiento de la
disciplina en el ejército, suspensión temporal de las
garantías constitucionales, separación de la Iglesia y
el Estado, enseñanza gratuita y obligatoria, abolición
de la esclavitud en Cuba (había sido aprobada su abolición
en Puerto Rico, proyecto de ley elaborado en las Cortes
de Amadeo), extensión de todas las libertades y derechos
a las provincias de ultramar, jurados mixtos de trabajadores
y empresarios, prohibición del trabajo de los niños menores
de doce años, reducción de la jornada laboral a nueve
horas, acceso de los jornaleros a la propiedad de la tierra…
Es decir, un programa que en muchos aspectos quedaría
pendiente y tendría que ser reformulado sesenta años después.
En
medio del creciente descontento popular, con la Hacienda
española en una situación crítica; con una guerra en el
Norte y otra en Cuba; con motines y sublevaciones por
doquier: Vicálvaro, Aranjuez, Sagunto, Alcoy, Madrid…;
dimisiones de ministros, minorías de diputados intransigentes
que en su oposición al gobierno llegaron a abandonar el
hemiciclo; con capitales de provincia y hasta regiones
enteras que se declaraban independientes…; con la mayoría
de las Cortes en contra, el 18 de Julio de 1873, Pí
y Margall presentó la dimisión del gobierno de la nación.
Un día antes se había presentado a las Cortes el proyecto
de constitución federal.
Sometida
a votación la designación de presidente del gobierno,
Francisco Pí y Margall obtuvo 93 votos, frente a los 119
de Nicolás Salmerón. El nuevo presidente, abogado
y catedrático de Filosofía de la Universidad Central,
había formado parte del primer gobierno republicano al
frente de la cartera de Gracia y Justicia. En el nuevo
gobierno, Salmerón mantuvo en los tres ministerios clave:
Guerra, Hacienda y Gobernación, a los tres ministros del
presidido por Pí. El 19 de Julio, ante el pleno de las
Cortes, al que se habían reintegrado los diputados de
la izquierda, expuso Salmerón su programa de gobierno.
Tras su etapa como
presidente y ministro de la gobernación, no solamente
la honradez de Pí quedó fuera de toda duda, sino que se
comprobó que apenas había gastado nada de los fondos secretos
del ministerio. Siempre se negó a cobrar la cesantía que
como ministro y presidente le correspondía.
Salmerón,
a su vez, presentó la dimisión el 5 de Septiembre por
no querer autorizar la ejecución de ocho soldados condenados
a pena de muerte. Le sucedió en la presidencia del
ejecutivo Emilio Castelar, hasta entonces presidente de
las Cortes. Castelar venció al otro candidato a la presidencia
del gobierno, Pí y Margall, por 133 votos contra 67. Nicolás
Salmerón fue, a su vez, elegido presidente de las Cortes.
En
la madrugada del día 3 de Enero de 1874 estaban las Cortes
reunidas votando un nuevo presidente que sustituyera a
Emilio Castelar. Dio entonces el golpe de estado del
general Pavía, que en un primer momento ofreció la presidencia
del gobierno al dimitido Castelar, que la rechazó sin
contemplaciones. El general Pavía era partidario de
los llamados republicanos unitarios y en Diciembre le
había propuesto a Castelar que mantuviera suspendidas
por tiempo indefinido las actividades de las Cortes. Formó
gobierno el general Serrano. el Termidor al bonapartismo.
Tras
el golpe de Pavía, Pi y Margall tuvo que abandonar forzosamente
la política activa. Dedicó su tiempo a preparar un libro
en el que quedasen recogidas tanto su actuación política
en el tiempo que duró el régimen republicano como sus
ideas. Este libro recibiría el título de La República
de 1873 y sería prohibido por las autoridades.En
Mayo de ese año de 1874, Pí y Margall fue víctima de un
atentado en su propia casa, del que afortunadamente salió
indemne. El autor fue un clérigo, el párroco del pueblo
manchego de Poblete, que le disparó dos tiros de pistola
y se suicidó acto seguido. Poco se sabe de la represión
que siguió al golpe de Pavía y de la que tuvo lugar en
los primeros años de la restauración. El propio Pí y Margall
fue detenido y conducido a una prisión andaluza, donde
permaneció no mucho tiempo.
En
esos años que siguieron a la entronización de Alfonso
XII, Pí y Margall retornó a la profesión de abogado y
sustituyó el imposible activismo político por el trabajo
intelectual.Publicó la obra titulada Joyas literarias
y, en 1876, Las Nacionalidades, sin duda, su obra más
famosa, en la que desarrolló todas sus ideas sobre el
federalismo y el estado federal. En 1878 sacó a la luz
los primeros capítulos de su Historia general de América.
Otras obras suyas son: La Federación; Las luchas de
nuestros días; Primeros diálogos; Amadeo de Saboya;
Estudios sobre la Edad Media y Observaciones sobre
el carácter de D. Juan Tenorio.
Hasta
1980 no empezaron a reorganizarse las fuerzas republicanas.
Fue entonces cuando Pí fundó el partido republicano que
llamará federal pactista,diferenciándolo del republicano
progresista y del federal orgánico. El programa político
del partido republicano federal elaborado por Pí fue aprobado,
junto con el proyecto de constitución federal, en el congreso
celebrado en Zaragoza en 1883.
Elegido diputado
a Cortes en 1886 por acumulación de votos en diferentes
distritos electorales, Pí y Margall acudió pocas veces
al Congreso y rara vez hizo uso de la palabra. En 1891
fue elegido diputado por Barcelona y por Valencia, tomando
el acta de Barcelona, siendo el jefe de la minoría republicana
en el Congreso. Redactó el programa del partido federal
que se aprobó en 1894. Lo acertado de su crítica a los gobiernos y
al régimen y el cumplimiento de sus previsiones quedó
patente en el conflicto con Cuba y la guerra con Estados
Unidos. Pí y Margall fue el único en defender primero
la autonomía y, más tarde, la independencia de Cuba, y
se opuso resueltamente a la guerra con Estados Unidos. Su acertada labor
quedó reconocida en las elecciones de 1899, donde salió
diputado por dos distritos y fue el candidato que sacó
mayor número de votos, volviendo a obtener el acta de
diputado en las siguientes elecciones.
A pesar de su avanzada
edad, hizo numerosos viajes de propaganda política y,
en 1890, fundó y dirigió el periódico El Nuevo Régimen,
órgano oficial del partido federal, escribiendo artículos
y ayudando a confeccionar cada uno de sus números. Con
lucidez, tenacidad y coherencia se mantuvo en el activismo
político hasta el último instante de su vida. Defendió
su ideario republicano y federal contra viento y marea.
Destacó como historiador, periodista, crítico de arte,
filósofo y economista. Dio ejemplo de honradez y su vida
privada estuvo marcada por la sencillez y discreción.
Murió en su casa
de Madrid, a las seis de la tarde del 29 de Noviembre
de 1901. Tenía setenta y siete años.
Francisco Pí y Margall
fue el político español más importante del siglo XIX.