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  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

     


    En
    primer plano, las naves de la fábrica de conservas
    Portanet en las que se instaló el campo de
    concentración de Candás.

    Este
    campo de concentración se situó en las
    instalaciones de la antigua fábrica de Conservas
    de Portanet. Creado a primeros de Noviembre de 1937,
    se mantuvo operativo hasta el final de la guerra,
    cuando recibió contingentes de prisioneros
    de la región catalana y levantina. Así,
    por ejemplo, el día siete de Febrero de 1939
    salían del campo de concentración y
    centro de distribución de San Juan de Mozarrífar
    con destino al de Candás 849 presos procedentes
    de Cervera. Seis días más tarde, del
    mismo campo y también con destino al de Candás
    salían quinientos presos procedentes de Lérida.

    Prisioneros
    fallecidos en el campo de concentración de
    Candás.

    Nicolás
    Abad Santiago, natural de Cordovilla Nestal, Palencia,
    de 44 años, casado. Falleció en la enfermería
    del campo de concentración a las 7h de hoy
    (22-12-37) a consecuencia de enteritis tuberculosa.
    Certificado de Francisco Llorente, médico del
    campo de concentración de Candás. Enterrado
    en Candás.

    Jesús
    Novo García, natural de San Esteban, Oviedo,
    vecino de Candás, Carreño, de profesión
    desconocida, casado, 20 años?. Falleció
    en el campo de concentración a las 20h del
    2-1-38 a consecuencia de asistolía.

    José
    Alfonso Alonso, natural de Luarca, vecino de Candás,
    Carreño, de profesión desconocida, casado,
    de 48 años. Falleció en la enfermería
    del campo de concentración a las 16h del día
    de hoy (4-1-38) a consecuencia de asistolía

    José
    Costa de Jesús, natural de Portugal, vecino
    de Candás, Carreño, jornalero, casado,
    de 58 años. Falleció en la enfermería
    del campo de concentración a las 11h del día
    de hoy (9-1-38) a consecuencia de angina de pecho.

    Juan
    Costales Alonso, natural de Muros del Nalón,
    hijo de Joaquín y Rosaura, vecino de Candás,
    Carreño, labrador, de 59 años, casado.
    Falleció en la enfermería del campo
    de concentración a las 0,45h del 22-1-48 a
    consecuencia de coma urémico.

    Andrés
    Rodríguez Magdaleno, natural de León,
    hijo de Andrés e (Ilegible), ferroviario, de
    64 años, casado. Falleció en el campo
    de concentración a las 0,15h del día
    de ayer (8-2-38) a consecuencia de edema agudo de
    pulmón.

    José
    Gutiérrez Martínez, natural de Santa
    Eulalia, Oviedo, vecino de Candás, Carreño,
    labrador, 25 años. Falleció a las 13h
    de ayer (15-2-38) a consecuencia de insuficiencia
    aórtica reumática. Certificación
    del jefe médico del campo de concentración.
    Enterrado en Candás.

    Juan
    Solá Parés, natural de Santa Coloma
    de Farnés, Gerona, hijo de Hilario y Carmen,
    29 años, vecino de Candás, Carreño.
    Falleció a las 6h de hoy (15-2-39) a consecuencia
    de tuberculosis pulmonar. Certificación médica
    y orden del capitán jefe del campo de concentración.

    Gregorio
    Gracia García, natural de Los Tayos, Zaragoza,
    hijo de Esteban y Manuela, 36 años, casado,
    vecino de Candás. Falleció el 1-3-39
    de bronconeumonía. Oficio del capitán
    del campo de concentración.

    Angel
    Cano Candel, natural de Murcia, hijo de Sebastián
    y Engracia, soltero, vecino de Candás. Falleció
    a las 7h del día de ayer (5-3-39) a consecuencia
    de miocarditis. Oficio del capitán jefe del
    campo de concentración.

    Pedro
    Baquer Culí, natural de San Pedro de Torelló,
    Barcelona, hijo de Manuel y Concepción, 23
    años, soltero, vecino de Candás. Falleció
    a las 10h de hoy (8-3-39) a consecuencia de neumonía.
    Oficio del capitán jefe del campo de concentración.

    Miguel
    Po Vidal, natural de Piera, Barcelona, hijo de Jaime
    y Teresa, 50 años, casado, vecino de Candás.
    Falleció en el día de ayer (24-3-39)
    a consecuencia de miocarditis.Oficio del capitán
    jefe del campo de concentración.

    José Villaseca Baró, natural de Solsona,
    hijo de Juan y María, casado. Falleció
    a las 5h del día de hoy (22-4-39) a consecuencia
    de tuberculosis pulmonar. Certificación del
    médico del campo de concentración.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Aprovechando
    las instalaciones de un antiguo convento y de un lazareto
    se instaló en las primeras semanas de la guerra
    una especie de cárcel provisional para presos
    gubernativos que aún no habían sido
    encausados por la jurisdicción militar. En
    esta época muchos de los detenidos de San Simón
    fueron sacados por elementos de Falange, Guardia Civil
    y los llamados “cívicos”, y ejecutados
    en las cunetas de las carreteras y ante los muros
    de los cementerios. Según testimonios, el director
    de San Simón y de las prisiones de Pontevedra,
    Lago Búa, el médico forense Bustelo,
    fueron responsables, junto con el teniente Rodríguez
    de la Guardia Civil, de muchos “paseos”;
    también se dedicaron a detener a personas de
    derechas a las que luego ponían en libertad
    a cambio de importantes cantidades de dinero. Denunciados
    por una de esas personas de derechas, fueron condenados
    a muerte en consejo de guerra celebrado a puerta cerrada,
    y ejecutados por un piquete al mando, “casualmente”,
    de su compinche el teniente Rodríguez.

    Al
    derrumbarse el Frente Norte muchos prisioneros fueron
    conducidos a esta cárcel provisional en funciones
    de campo de concentración. Desde el puerto
    de Bilbao partió el barco prisión “Upo
    Mendi”, lleno de prisioneros, con la finalidad
    de integrarlo en el sistema concentracionario de San
    Simón. La falta de calado impidió que
    el “Upo Mendi” se acercara lo suficiente
    a la isla de San Simón, permaneciendo fondeado
    en aguas más profundas de la ría de
    Vigo. A San Simón fueron también conducidos
    desde el campo de concentración de Camposancos
    varios presos condenados a pena de muerte para ser
    ejecutados.

    Al
    finalizar la guerra se trató de convertir el
    Campo de Concentración de San Simón
    en un centro de reclusión para presos mayores
    de sesenta años de edad, trasladando a centenares
    de ellos desde todas partes de España.

    Relación
    de prisioneros que fueron condenados a pena de muerte
    en consejos de guerra celebrados en el campo de concentración
    de Camposancos y, posteriormente, trasladados a la
    isla de San Simón, donde fueron fusilados.

    Fermín
    García Alvarez. Condena: Pena de muerte. Fusilado:
    5-8-38.
    Natural de Carbonera, vecino de Santa Cruz del Sil,
    León, 42 años, casado (1 hijo), encargado
    de minas. Activista del PSOE; luego, del PCE; tomó
    parte en la Revolución del 34 y fue condenado
    a pena de muerte, que le fue conmutada, siendo amnistiado
    por el Frente Popular; al iniciarse el GMN, capitaneó
    un grupo que ofreció resistencia en su pueblo;
    capturado a bordo del “Gaviota”.
    Gregorio Mateos Maroto, “el Cepo”. Condena:
    Pena de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural de Nogués, Toledo, vecino de Nava,
    39 años, casado (2 hijos), industrial. Dirigente
    del PSOE; participó en la Revolución
    del 34; de los comités de Guerra y Abastos;
    presidente de la cooperativa; fue nombrado juez municipal;
    capturado cuando huía a bordo del “Gaviota”.
    José González Iglesias. Condena: Pena
    de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural de San Andrés de Linares, vecino de
    La Felguera, 36 años, casado (3 hijos), electricista.
    De la CNT; había participado en la Revolución
    del 34; al iniciarse el GMN, del Comité de
    Guerra; tomó parte en los ataques a los cuarteles
    de Gijón; capturado cuando huía a bordo
    del “San Juan de Nieva”.
    José Alvarez García. Condena: Pena de
    muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural y vecino de Gijón, 36 años,
    soltero, ajustador. De las JSU y de la UGT; de la
    Guardia Roja; participó en la Revolución
    del 34; al iniciarse el GMN, reclutó gente
    para atacar los cuarteles de Gijón; capturado
    en el “Mont Seny”.
    Isaías González Miguel. Condena: Pena
    de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural de Ezcaray, La Rioja, vecino de Olloniego,
    Oviedo, 29 años, soltero, minero. Del PSOE
    y de la UGT; había participado en la Revolución
    del 34 en el ataque al cuartel de la Guardia Civil
    de Olloniego; al iniciarse el GMN, formó parte
    de la expedición de obreros que salió
    por tren hacia Madrid; nombrado jefe de policía
    en Olloniego; policía secreta en Avilés;
    capturado en el “San Juan de Nieva”.
    Bernardino Fernández Velázquez. Condena:
    Pena de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural y vecino de Salas, 31 años, soltero,
    cerrajero. Dirigente del PSOE; había participado
    en la Revolución del 34; del Comité
    de Guerra; del Comité de Transportes; instructor
    de milicias; nombrado policía en Soto del Barco;
    capturado a bordo del “San Juan de Nieva”.
    Francisco Casal Sánchez. Condena: Pena de muerte.
    Fusilado: 5-8-38.
    Natural y vecino de La Felguera, 28 años, casado,
    metalúrgico. De las Juventudes Libertarias
    y de la CNT; había participado en la Revolución
    del 34; tomó parte en los ataques a los cuarteles
    de Gijón; del Comité de Guerra; nombrado
    agente de Investigación y Vigilancia.

  • Los Batallones de Trabajadores

     

     

    Los
    primeros batallones de Trabajadores que empezaron a funcionar
    en la zona nacionalista fueron destinados al frente de Madrid,
    afectos al Cuerpo de Ejército del Centro. Su residencia
    estaba fijada en Pinto, Yeles y Villaluenga, y eran empleados,
    sobre todo, en tareas de utilidad militar.
    Posteriormente,
    se crearían batallones, brigadas y equipos de trabajadores
    especializados: conductores, mecánicos, carniceros, panaderos…;
    al servicio directo del ejército nacionalista.

    El
    trabajo de los prisioneros se utilizó también en
    obras de carácter civil,
    tales como la explotación
    de minas, la repoblación forestal, la construcción
    de carreteras y otras obras públicas. A los primeros batallones
    de Trabajadores destinados a obras de carácter no militar
    se les encomendó la tarea de poner otra vez en explotación
    las minas de hierro de Vizcaya, que eran una de las principales
    fuentes de divisas de que disponía la zona nacionalista,
    y a desecar las marismas de Santoña.

    La
    Inspección de Campos de Concentración contaba con
    el asesoramiento de una comisión técnica, constituida
    por arquitectos e ingenieros de todas las especialidades, que
    se encargaba de informar todos los proyectos de empleo de batallones
    de Trabajadores que se recibían de los centros oficiales,
    decidiendo cuáles se llevarían a cabo y en qué
    orden.

    A
    los tres meses de la toma de Bilbao por las fuerzas nacionalistas,
    se dictaron las normas a que habían de ajustarse los trabajos
    de los prisioneros en las minas de Vizcaya. Formaban el denominado
    Batallón Minero un total de 612 prisioneros repartidos
    en tres Campos: La Arboleda, Galdames y Gallarta.
    Además
    de las divisas que generaba la exportación del mineral
    de hierro extraído de esas minas, el estado nacionalista
    se beneficiaba directamente de unas cincuenta mil pesetas, provenientes
    de la diferencia entre lo que le pagaban las empresas por cada
    minero y lo que la Inspección de Campos abonaba a los prisioneros.

    Las
    primeras obras públicas que se proyectaron para ser realizadas
    por batallones de Trabajadores fueron
    la carretera de Ciudad
    Rodrigo a Fuentes de Oñoro, para completar la de Francia
    a Portugal; la repoblación forestal de la Sierra de la
    Demanda; la doble vía de ferrocarril en el tramo Miranda-Alsasua,
    para completar la doble vía en la línea Madrid-Irún,
    y la modificación del trazado del ferrocarril de Irati
    en las inmediaciones de Pamplona. Ingenieros de la Inspección
    de Campos de Concentración realizaron un viaje a las Hurdes
    para estudiar la apertura de caminos, la repoblación forestal
    y la posible instalación de campos de concentración.

    Los
    presos gubernativos calificados como “levemente comprometidos”,
    de acuerdo con las instrucciones dadas por “S.E. el Generalísimo”
    pasaban a engrosar las filas de los batallones de Trabajadores
    junto con los prisioneros de guerra. Posteriormente, al entrar
    en vigor el sistema de “redención de penas por el
    trabajo”, gran número de presos de las cárceles
    se incorporaron también a los batallones de Trabajadores
    .

    Comunicado
    del Subsecretario del Ministerio de Justicia al general Subsecretario
    del Ministerio del Ejército, de fecha 19-11-1960.

    «(…)
    El destacamento penal de Coll de Narbó estaba constituido
    en el año de 1943 por penados que dependían de la
    Dirección General de Prisiones, la que los ponía
    a disposición del Servicio Militar de Puentes y Caminos
    de Cataluña a efectos de ejecución de las obras
    que allí se realizaban, organismo que más tarde
    se conocía con la denominación de Servicio Militar
    de Construcciones.» 

    Cada
    batallón de Trabajadores estaba compuesto por
    : un comandante,
    un capitán, cuatro tenientes, uno de los cuales tenía
    que ser médico; cinco alféreces, un brigada, veinte
    sargentos, cincuenta y dos cabos, un corneta, sesenta y ocho soldados
    y seiscientos prisioneros trabajadores. Los batallones de Trabajadores
    solían dividirse en compañías y destacamentos
    que se enviaban a destinos próximos entre sí
    .
    Los soldados, cabos, sargentos…, formaban la escolta que se
    encargaba de la vigilancia de los prisioneros. Además,
    a mediados de 1938 se creó un servicio especial y secreto
    de investigación en los batallones de Trabajadores que
    funcionaba bajo el esquema de veinte prisioneros confidentes por
    batallón
    . En sus informes, la Inspección de
    Campos de Concentración consideraba que la disciplina era
    excelente.

    En
    principio, los prisioneros que componían los batallones
    de Trabajadores eran de nacionalidad española y en edad
    comprendida en la de las quintas movilizadas. En cuanto a los
    prisioneros extranjeros, “que en menor número han
    sido capturados por las armas nacionales, o no trabajan o lo hacen
    en obras de retaguardia, exentas de fines militares, siguiendo
    en todo las normas estrictas del Convenio de Ginebra para prisioneros.”

    Decreto
    nº 281 que concede el derecho al trabajo a los prisioneros
    de guerra y presos no comunes. BOE 1-7-37.

    El
    victorioso y continuo avance de las fuerzas nacionales en la reconquista
    del territorio patrio, ha producido un aumento en el número
    de prisioneros y condenados, que la regulación de su destino
    y tratamiento se constituye en apremiante conveniencia.

    (…)
    Abstracción hecha de los prisioneros y presos sobre los
    que recaen acusaciones graves, cuyo régimen de custodia
    resulta incompatible con las concesiones que se proponen en el
    presente Decreto, existen otros, en número considerable,
    que sin una imputación específica capaz de modificar
    su situación de simples presos les hacen aptos para ser
    encauzados en un sistema de trabajos que representa una positiva
    ventaja.

    El
    derecho al trabajo, que tienen todos los españoles, como
    principio básico declarado en el punto quince del programa
    de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, no ha
    de ser regateado por el Nuevo Estado a los prisioneros y presos
    rojos.
    (…) La declaración del derecho al trabajo
    supone, o sea, que puedan sustentarse por su propio esfuerzo,
    que presten el auxilio debido a su familia y que no se constituyan
    en peso muerto sobre el erario público.

    (…)
    Artículo primero.- Se concede el derecho al trabajo
    a los prisioneros de guerra y presos
    por delitos no comunes
    en las circunstancias y bajo las condiciones que a continuación
    se establecen.

    Artículo
    segundo.- Aquellos prisioneros y presos podrán trabajar
    como peones, sin perjuicio de que por conveniencias del servicio
    puedan ser utilizados en otra clase de empleos o labores en atención
    a su edad, eficacia profesional o buen comportamiento, todo ello
    a juicio de sus respectivos jefes.



    Trabajadores en el Pozo Fondón de Duro Felguera.

    Artículo
    tercero.- Cobrarán en concepto de jornales, mientras
    trabajen como peones, la cantidad de dos pesetas al día,
    de las que se reservará una peseta con cincuenta céntimos
    para manutención del interesado, entregándosele
    los cincuenta céntimos restantes al terminar la semana.
    Este jornal será de cuatro pesetas diarias si el interesado
    tuviere mujer que viva en la zona nacional sin bienes propios
    o medios de vida y aumentado en una peseta más por cada
    hijo menor de quince años que viviere en la propia zona,
    sin que en ningún caso pueda exceder dicho salario del
    jornal medio de un bracero en la localidad. El exceso sobre las
    dos pesetas diarias que se señala como retribución
    ordinaria será entregado directamente a la familia del
    interesado.

    Cuando
    el prisionero preso trabaje en ocupación distinta de la
    de peón, será aumentado el jornal en la cantidad
    que se señale.

    Artículo
    cuarto.- Los presos y prisioneros de guerra tendrán
    la consideración de personal militarizado, debiendo vestir
    el uniforme que se designará y quedando sujetos, en su
    consecuencia, al Código de Justicia Militar y Convenio
    de Ginebra
    (…).

    El
    uniforme aprobado
    por el mando nacionalista para los prisioneros
    de los batallones de Trabajadores consistía en un gorro
    cilíndrico blanco, camisa blanca de tela fuerte con la
    letra “P” y el número del prisionero grabados
    en el pecho en tinta indeleble, pantalón caqui, alpargatas
    y dos mudas de ropa interior.

    En
    1938 se creó un patronato para la redención de penas
    por el trabajo.
    De este patronato dependía la coordinación
    de los trabajos a realizar por los prisioneros y la propuesta
    al gobierno de la condonación de días de cárcel
    en relación con los días trabajados. En todos los
    pueblos donde había familiares de presos se creaba una
    Junta local que integraban el alcalde, el párroco y un
    vocal designado por el Servicio de Prisiones.

    Este
    sistema de redención de penas por el trabajo no se puso
    en práctica hasta 1939 y alcanzó a una reducida
    minoría de presos por la incapacidad técnica, organizativa
    y logística del régimen para llevarla a cabo.

    En
    1943 funcionaban en Asturias los destacamentos penales de Ciaño,
    perteneciente a la empresa “Carbones Asturianos”,
    con 180 presos; Pozo Fondón, en Sama de Langreo, de la
    Duro Felguera y con 215 presos; Pozo San Mamés, en Sotrondio,
    de la misma empresa y con 175 presos. En Oviedo, trabajando para
    la Dirección General de Regiones Desvastadas, había
    800 presos.

    Orden
    del Ministro de Justicia franquista, Tomás Domínguez
    Arévalo,

    al
    Jefe del Servicio Nacional de Prisiones dictando normas regulando
    la concesión del trabajo a los reclusos. BOE 1-1-39.

    Ilmo.
    Sr.: El trabajo de los obreros reclusos ha de ajustarse estrictamente
    a lo dispuesto en la Orden Ministerial de 7 de octubre (…) este
    Ministerio, a propuesta del “Patronato Central para la redención
    de las penas por el trabajo”, se ha servido disponer:

    Primero.-
    Cuando se reclame del “Patronato Central para la redención
    de penas por el trabajo” mano de obra de trabajadores reclusos
    para obras del Estado, de las Diputaciones, de los Ayuntamientos
    o de particulares, tendrán en todo caso preferencia absoluta
    para ser colocados en dichas obras los reclusos que se hallen
    condenados a penas más leves.

    Segundo.-
    La regla que antecede sólo tendrá como excepción
    el caso en que en las obras se necesiten obreros especializados
    y se acredite de una manera fehaciente que en el Establecimiento
    no existen entre los condenados a penas inferiores obreros de
    la especialidad de que se trate.

    Tercero.-
    Los reclusos procesados no podrán ser utilizados como trabajadores
    con sujeción a las normas anteriores hasta que conste documentalmente
    en la Prisión por la petición fiscal la clase de
    pena que para ellos se solicite, y los detenidos no procesados
    sólo podrán trabajar cuando la autoridad que haya
    ordenado su detención haga constar su autorización
    para el trabajo, expresamente también por escrito.

    Cuarto.-
    Los llamados “destinos” en las Prisiones recaerán
    precisamente también en los reclusos condenados a penas
    más leves, quedando en todo caso prohibido, a partir de
    la publicación de esta orden, la utilización para
    el servicio interior de los Establecimientos de reclusos condenados
    a penas superiores a doce años y un día de reclusión
    temporal.

    Cualquier
    excepción que por algún motivo justificadísimo
    pueda establecerse a lo preceptuado en este número, ha
    de disponerse por orden escrita de la Jefatura del Servicio Nacional
    de Prisiones.

    Quinto.-
    Los directores de los Establecimientos Penales cuidarán,
    bajo su más estricta responsabilidad, del cumplimiento
    de esta disposición, bien entendido que cualquier denuncia
    que se produzca y compruebe de preferencias injustas y deliberadas
    en las colocaciones de obreros reclusos, o en el otorgamiento
    de destinos, será considerada como falta muy grave, con
    sujeción al vigente Reglamento de Prisiones de 14 de noviembre
    de 1930. (…)

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

     
    El entramado jurídico militar,
    con toda su parafernalia de auditorías, sumarios,
    tribunales militares, fiscales, consejos de guerra…,
    se limitó a cumplir con la misión que
    el plan militar elaborado por los generales sublevados
    les había asignado. No fueron mejores ni peores
    que el resto. Eran otro “Cuerpo de ejército”
    más que actuaba en la retaguardia, un brazo más
    del terror. Y no por ignorancia jurídica, sino
    con conocimiento pleno, pues la mayoría eran
    abogados o militares togados o ex jueces o ex fiscales
    o licenciados en derecho.
    Conocimientos
    no les faltaban, simplemente, carecían de la
    voluntad de “ser”, de la naturaleza del
    hombre “justo”. Leguleyos, siempre los hubo
    en abundancia en este país; hombres justos, mujeres
    justas…¡qué escasez!

    La
    España nacionalista se constituyó también
    como un “estado de derecho”.
    Sí,
    porque eso del “estado de derecho” es otro
    lugar común de nuestros días. Todos los
    estados modernos son “estados de derecho”,
    pues todos precisan de normas, de leyes, de disposiciones,
    para funcionar. El régimen político de
    un país podrá ser dictatorial, democrático,
    monárquico…; lo que sea, pero en todos ellos
    habrá un cuerpo legal que rija la vida del país.
    Hablar, pues, de “estado de derecho” para
    definir un sistema político es no decir nada,
    es utilizar un eufemismo para evitar denominar por su
    nombre a lo que hay.

    En
    fin, que como todo el mundo sabe, en Asturias la sublevación
    militar contra la II República la inició
    un coronel amparado en unos miles de hombres armados
    sujetos a su obediencia. Ese coronel escribió
    en un papel una serie de disposiciones por las que todo
    el poder en la región pasaba a sus manos y dictó
    una serie de normas: ese es el bando del coronel Aranda
    declarando el estado de guerra en Asturias. Días
    después, unos generales reunidos en Burgos extendieron
    la declaración del estado de guerra a toda España:
    “Ordeno y mando”; y para el que no obedezca
    o para el desafecto, Código de Justicia Militar
    y pena de muerte. Ese es el resumen.

    Boletín
    Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España.

    Burgos,
    4-9-1936. Decreto número 79.

    Se
    hace necesario en los actuales momentos, para mayor
    eficiencia del movimiento militar y ciudadano, que la
    norma en las actuaciones judiciales castrenses sea la
    rapidez, haciéndola compatible con las garantías
    procesales de los encartados; que se evite en lo posible
    el distraer del servicio de armas a los Jefes, Oficiales
    y clases para ocuparlos en la tramitación de
    dichos procedimientos y que, finalmente, se atienda
    a las conveniencias del servicio militar obviando la
    dificultad de comunicaciones.

    Por
    ello, como Presidente de la Junta de Defensa Nacional,
    y de acuerdo con ésta, vengo en decretar:

    Artículo
    primero. Todas las causas que conozcan las jurisdicciones
    de Guerra y Marina se instruirán por los trámites
    del juicio sumarísimo
    que se establecen en
    el título diecinueve, tratado tercero, del Código
    de Justicia Militar, y título diecisiete de la
    Ley de Enjuiciamiento Militar de la Marina de Guerra,
    con las modificaciones siguientes:

    A)
    No será preciso para ello que el reo sea sorprendido
    “in fraganti” ni que la pena a imponer sea
    la de muerte o perpetua. (…)

    Boletín
    Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España.

    Burgos,
    16-9-1936. Decreto número 108.

    (…)
    Artículo primero. Se declaran fuera de la
    ley todos los partidos y agrupaciones políticas
    o sociales que, desde la convocatoria de las elecciones
    celebradas en fecha 16 de Febrero del corriente año
    han integrado el llamado Frente Popular
    , así
    como cuantas organizaciones han tomado parte en la oposición
    hecha a las fuerzas que cooperan al movimiento nacional.

    Artículo
    segundo. Se decreta la incautación de cuantos
    bienes muebles, inmuebles, efectos y documentos pertenecieren
    a los referidos partidos o agrupaciones, pasando todos
    ellos a la propiedad del Estado.

    Artículo
    tercero. Los funcionarios públicos y los de empresas
    subvencionadas por el Estado, la provincia o el municipio,
    o concesionarias de servicios públicos, podrán
    ser corregidos, suspendidos y destituidos de los cargos
    que desempeñen cuando aconsejen tales medidas
    sus actuaciones antipatrióticas o contrarias
    al movimiento nacional.

    Artículo
    cuarto. Las correcciones y suspensiones a que se refiere
    el artículo anterior, serán acordadas
    por los jefes del centro en que preste sus servicios
    el funcionario y, en su defecto, por el superior jerárquico
    del corregido, y aquéllos, en su caso, previa
    la formación del oportuno expediente, propondrán
    la destitución a la autoridad, empresa o corporación
    a quien correspondiera hacer el nombramiento. (…)

    Así
    que a partir de Octubre de 1937 empiezan a funcionar
    en Gijón los tribunales militares y los consejos
    de guerra instaurados por los del “ordeno y mando”.

    No tengo tiempo, ni ganas, para entrar en más
    decretos, normas y demás literatura leguleyística.
    La realidad “legal”, “el horizonte
    penal”, que dicen ahora los cursis, lo que les
    esperaba a los vencidos, a los prisioneros era más
    o menos así:

    En
    los campos de concentración y en las prisiones
    provisionales se ponían en marcha las “Comisiones
    Clasificadoras de Prisioneros y Presentados” (CCPP).

    Además, antes y durante el proceso de clasificación,
    grupos de falangistas de cada pueblo o ciudad revistaban
    a los prisioneros y se llevaban a aquellos que identificaban
    y consideraban que merecían ser “paseados”.

    El resto de los prisioneros iban pasando a prestar declaración
    ante la CCPP correspondiente, y si de las pesquisas
    realizadas no se descubría ningún cargo,
    o sea, si el prisionero no tenía ninguna denuncia
    y no había prestado servicio de armas o lo había
    hecho como simple soldado con su quinta, entonces, era
    enviado, ya clasificado, a un campo de prisioneros a
    la espera de ser destinado a un batallón de Trabajadores.
    Si no se le descubría ningún cargo, los
    informes de la Guardia Civil y Falange eran favorables
    y el prisionero o, más bien, su familia conseguía
    dos avales de dos personajes representativos del nuevo
    régimen, tal que el cura del pueblo, el ricachón,
    el alcalde o el jefe de Falange, pues con esos dos
    avales era puesto en libertad.
    Ahora bien, si por
    la edad estaba comprendido entre las quintas movilizadas,
    se le enviaba al frente con el ejército nacionalista.
    Si sobre el prisionero surgía la más leve
    sospecha, la más mínima denuncia, entonces
    se iniciaban los trámites para que fuera sometido
    a un consejo de guerra.

    En
    la zona de Asturias ocupada por los sublevados, los
    tribunales militares desarrollaron su labor represiva
    en Oviedo y Luarca,
    principalmente, pero también
    fueron numerosos los consejos de guerra celebrados en
    Castropol, en Cangas de Narcea, en Tineo, en Pravia

    y, tras la caída de Santander, en Llanes.
    A partir de Noviembre del 37, el Tribunal Militar
    nº 3 actúa en Oviedo y el Tribunal Militar
    nº 1 inicia sus actuaciones en Gijón
    .
    Algún consejo de guerra, quizás por motivos
    ejemplarizantes, se celebró en Avilés,
    Sama, Mieres…

    Estos
    tribunales militares estaban formados por un presidente
    y cuatro vocales.
    Los consejos de guerra se celebraban
    por el procedimiento sumarísimo de urgencia.
    Junto con el tribunal, estaban presentes en el consejo
    de guerra un fiscal, el juez instructor y su secretario,
    y el abogado defensor y los acusados. La vista era
    pública y por cada consejo de guerra pasaban
    una media de diez acusados.
    Solamente en casos excepcionales,
    cuando la trascendencia política del acusado
    fuera muy grande, se celebraban consejos de guerra individuales.
    La duración media solía ser de una hora.
    Lo más frecuente era que los acusados no pertenecieran
    al mismo expediente policial, salvo en aquellos casos
    en que hubieran conseguido detener y procesar a la vez
    a, por ejemplo, los miembros de un comité de
    guerra de una localidad o a los dirigentes sindicales
    que gestionaban una fábrica.

    Una
    vez celebrado el consejo de guerra, el tribunal se reunía
    en sesión secreta para deliberar y dictar sentencia
    .
    Las sentencias eran adoptadas por unanimidad y rarísima
    era la vez en que algún miembro del tribunal
    quisiera dejar constancia de su discrepancia. Las sentencias
    dictadas eran sometidas al Auditor de Guerra para su
    aprobación. El Auditor de Guerra de Asturias
    tenía su residencia oficial en Gijón.

    Una vez aprobada la sentencia por el Auditor, el juez
    instructor procedía a notificarla a los condenados
    y a ordenar su cumplimiento, excepto en el caso de las
    penas de muerte. Las penas de muerte quedaban en
    suspenso y no se ejecutaban hasta que no se recibía
    el “enterado”, o la “conmutación”,
    de la Asesoría Jurídica del Cuartel General
    del Generalísimo.
    De este trámite
    queda el testimonio de Serrano Suñer,
    “el cuñadísimo”, entonces
    ministro de Gobernación, que cuenta como Franco
    recibía todos los días después
    de comer, a la hora del café, al coronel jurídico
    Martínez Fuset
    cargado de carpetas rebosantes
    de condenas de muerte que ponía a la firma del
    Caudillo.

    En
    Gijón, el Tribunal Militar Permanente de Asturias,
    nº 1, actuó hasta el día 17 de Mayo
    de 1938.
    Días después, ese Tribunal,
    presidido por el comandante Luis de Vicente Sasiain,
    se trasladó al campo de concentración
    de Camposancos, en el municipio pontevedrés de
    La Guardia, para continuar allí su labor contra
    los prisioneros asturianos.
    Le sustituyó
    en Gijón el Tribunal Militar Permanente de Asturias,
    nº 3.
    Este Tribunal, que actuaba también
    en Oviedo, se trasladaba todos los días por la
    tarde a Gijón. Los consejos de guerra se celebraban
    en el salón de actos del Instituto “Jovellanos”,

    a una media de tres o cuatro diarios, en sesiones de
    mañana y tarde. En ocasiones, también
    se utilizaron las dependencias del colegio “Santo
    Angel” y las de la Feria de Muestras. Para
    los consejos de guerra de oficiales generales se utilizó
    el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Gijón.

    Una
    vez que se normalizó la actuación procedimental
    de las auditorías y tribunales militares, el
    expediente de cada encartado se iniciaba con su declaración
    ante la CCPP, la Guardia Civil, policía de Asalto
    o Falange, o bien, por una denuncia que cualquiera presentaba
    contra él en la policía o en Falange.
    A continuación, el Auditor de Guerra designaba
    al juez instructor y éste nombraba a un secretario.

    Todas las actuaciones se hacían por diligencia
    y de todas ellas daba fe el secretario. Se llamaba a
    declarar a los testigos y, en la mayoría de los
    casos, el encartado hacía una segunda declaración
    ante el juez instructor y el secretario. Cada expediente
    tenía un número. Averiguar ese número
    era importantísimo para cualquier gestión
    que se quisiera hacer en favor del encausado, tanto
    antes como después de dictada sentencia. El juez
    instructor agrupaba diez, doce o veinte expedientes
    en un mismo sumario, redactaba entonces el “Auto
    resumen” y lo sometía a la consideración
    del Auditor de Guerra. Éste era el que decidía
    el procesamiento o no de los encartados, la continuación
    de las averiguaciones o la celebración del consejo
    de guerra sumarísimo de urgencia. Un día
    o dos antes de la celebración del consejo de
    guerra, los procesados elegían un abogado defensor
    de entre la media docena de defensores militares que
    actuaban en Gijón.

    El
    día del consejo de guerra, los encartados eran
    conducidos esposados y custodiados por la policía
    desde la cárcel a presencia del tribunal
    .
    En el consejo de guerra se leían los cargos,
    el fiscal pedía la pena para cada uno de los
    acusados, el defensor hacía una breve “defensa”
    y el tribunal se retiraba a deliberar. Durante la
    vista, no se solía practicar prueba alguna ni
    se llamaba a declarar a ningún testigo
    , y
    si alguno lo hacía, era siempre en pro de la
    acusación. La argumentación del abogado
    defensor iba dirigida, no a tratar de demostrar la falsedad
    o ausencia total de pruebas de la acusación,
    sino a poner de manifiesto la inconsciencia del acusado,
    su subordinación y cosas por el estilo, y a apelar
    a la benevolencia del tribunal; los defensores solían
    concluir solicitando que se impusiera la pena inferior
    a la solicitada por el fiscal, que casi siempre era
    la capital
    . Una vez celebrado el consejo de guerra,
    los procesados eran devueltos a la cárcel. Como
    los consejos de guerra se celebraban en audiencia pública,
    los familiares de los encartados aprovechaban para verlos
    e intentar acercárseles y darles un beso o un
    abrazo: todo dependía de la benevolencia o crueldad
    de los guardias que los custodiaban. A los dos o tres
    días, y una vez que el Auditor de Guerra hubiera
    aprobado la sentencia, se les notificaba ésta
    a los procesados.

    Los
    condenados a penas de años de cárcel,
    pasaban a cumplirlas, abonándoseles el tiempo
    que llevasen en prisión. Los condenados a pena
    de muerte, quedaban a la espera de lo que sobre ellos
    se resolviese en el “Cuartel General del Generalísimo”.

    Sus familiares, si es que los tenían, empezaban
    a hacer gestiones de todo tipo, a pedir favores a todo
    el mundo, tratando de conseguir el indulto: firmas de
    dirigentes derechistas, búsqueda de influencias,
    viajes a Salamanca o Burgos para tratar de entrevistarse
    con los gerifaltes de la sublevación, o con sus
    mujeres… En la mayoría de los casos, al mes
    y medio ya se había adoptado una resolución
    en un sentido u otro. Si la pena de muerte venía
    conmutada por la inmediata inferior de reclusión
    perpetua, se le comunicaba al preso, que, a veces, ya
    estaba enterado unas horas antes por los familiares.
    Pero a muchos presos no se les informó de
    que la pena de muerte había sido conmutada hasta
    transcurrido un año o más. Era otra estratagema
    del sistema de terror para tener sometidos a los presos
    y a sus familias, pendientes como estaban del señuelo
    del “indulto”.
    Al mismo tiempo, se les
    destruía psicológicamente haciéndoles
    vivir durante tanto tiempo la tensión de que
    cada amanecer fuera el último: el del su fusilamiento.

    Las
    penas de muerte se ejecutaban por fusilamiento y rara
    vez por agarrotamiento.
    Cuando el tribunal del consejo
    de guerra consideraba que la pena de muerte era poco
    castigo, solicitaba al Auditor que se ejecutase al reo
    con “garrote vil”. En Gijón, solamente
    se agarrotaron a tres o cuatro personas.

    Una
    vez recibido el “enterado” para la ejecución
    de las penas de muerte, el Comandante Militar de la
    plaza señalaba el lugar, día y hora, la
    composición del piquete de ejecución y
    otros pormenores.
    En la cárcel de El Coto,
    transcurridos los primeros meses, los presos sabían
    con antelación cuándo iba a haber fusilamientos,
    cuándo iba a haber “saca”, que era
    como se decía en el argot carcelario. La relación
    de los que iban a ser fusilados solía llegar
    a las oficinas de la prisión por la tarde. Según
    cuentan los supervivientes, la clave para saber si esa
    madrugada iba a haber “saca” o no era el
    semblante de un preso que trabajaba en la oficina: si
    en el transcurso del último recuento del día,
    sonreía, era que no había fusilamientos;
    si estaba serio, entonces, sí.

    A
    los que iban a ser ejecutados se les ponía en
    “capilla” en un lugar separado del resto.

    El tiempo y condiciones de estancia en capilla variaban
    de una cárcel a otra, oscilando entre una o dos
    horas, o la noche entera. Todos los relatos coinciden
    en señalar la repugnante actuación que
    en esos tristes momentos tenían los representantes
    de la Iglesia Católica.
    Capellanes, sacerdotes,
    frailes, se lanzaban sobre aquellas pobres gentes que
    vivían sus últimas horas para que confesasen
    y comulgasen. La tenacidad, la presión y la intensidad
    con que llevaban a cabo su labor de “salvar almas”
    ofendería hoy hasta al más fanático
    de los católicos españoles. ¡Qué
    falta de respeto tan grande! ¡Qué ausencia
    de humildad, de conciencia, de humanidad…, de todo!
    Solamente los más serenos y concienciados tenían
    fuerzas todavía para enfrentarse a la clerigalla.
    ¡Qué placer y qué perversión
    escribir después a la viuda para comunicarle,
    junto con la noticia de la muerte del esposo, que “un
    consuelo, y no pequeño, la debe de quedar, y
    es que murió cristianamente, confesándose
    y comulgando…”! ¡Qué tíos
    más bestias!

    Orden
    del Ministro de Justicia franquista, Tomás Domínguez
    Arévalo, al Jefe del Servicio Nacional de Prisiones.
    BOE 6-10-38.

    Ilmo.
    Sr. : Disuelto desde 1931 el Cuerpo de Capellanes de
    Prisiones y declarados en situación de excedencia
    forzosa con percibo de dos tercios de su haber anual,
    los sacerdotes que lo componían, muchos de los
    cuales han desaparecido posteriormente, por distintas
    causas, se hace preciso organizar sobre nuevas bases
    la asistencia religiosa de los recluidos en los Establecimientos
    penitenciarios, misión que, si en todo tiempo
    representó un valioso factor de moralización
    del delincuente, ahora, ante las circunstancias nacionales,
    alcanza mayor trascendencia aún y requiere por
    eso mismo el más extremado celo sacerdotal en
    su desempeño. A tal fin, este Ministerio ha tenido
    a bien disponer:

    Primero.-
    La asistencia religiosa de las Prisiones, con la intensa
    labor de apostolado que la condición de los recluidos
    demanda, quedará bajo el patrocinio y dirección
    del Excmo. Sr. Obispo de cada Diócesis, dentro
    del territorio de la misma; correspondiendo al Prelado:

    a)
    Proponer a esa Jefatura del Servicio Nacional los Sacerdotes
    del Clero secular o regular, a quienes haya de confiarse
    el servicio religioso, a título de Capellanes
    provisionales en las Prisiones, individualizando la
    propuesta para cada una e indicando la gratificación
    que como estipendio deba percibir el designado, en cuantía
    proporcional a la cifra del contingente recluso a su
    cargo.

    b)
    Ejercer su alta vigilancia en cuanto al celo con que
    desempeñen su cometido espiritual los Capellanes
    de Prisiones de la Diócesis, para estimularlos
    al mejor y más desvelado cumplimiento de los
    deberes que les incumben.

    c)
    Proponer la remoción y sustitución de
    los Capellanes que, por razones o conveniencias de cualquier
    índole, a juicio del Prelado, lo merezcan.

    (…)
    Tercero.- Los Directores de los Establecimientos atenderán
    cuantas indicaciones se dignen hacerles los respectivos
    Prelados acerca de las necesidades del Culto en las
    Prisiones
    (…)

    Cuando
    se sabía que al día siguiente iba a haber
    fusilamientos, todos los presos condenados a pena de
    muerte pasaban la noche en una tensión fácil
    de imaginar. Así, un día y otro. La tenue
    luz del amanecer se acompañaba de los siniestros
    sonidos de los heraldos de la muerte: el runrún
    de los motores de las furgonetas que transportaban al
    piquete; los golpes de las botas y de las culatas de
    los fusiles contra el suelo de la entrada de la cárcel;
    cerrojos que se descorren, puertas que chirrían,
    pasos en la galería, la puerta de una celda que
    se abre y otra y otra…, y los pasos se detienen delante
    de la tuya (o pasan de largo), abren la puerta y la
    luz se enciende, cegadora, y pronuncian varios nombres
    y el tuyo (o el de otros compañeros) y una palabra
    seca: ¡vístanse!

    Es
    la muerte para unos y un día más para
    otros.

    Los
    condenados, tras pasar por “capilla”, eran
    conducidos al cementerio de Ceares. Los fusilaban hacia
    las ocho de la mañana, contra un paredón,
    y eran enterrados a escasos metros en una fosa común.
    Los familiares, si es que se llegaban a enterar, tenían
    prohibido recuperar el cadáver.

    Los
    piquetes eran dos: uno de ejecución y otro de
    vigilancia. Eran de la Guardia Civil y de la policía
    de Asalto, y se alternaban en ambas tareas.

    De
    los condenados a pena de muerte que fueron ejecutados
    a “garrote vil”, uno, debió de ser
    agarrotado en Santa Catalina; los otros, en el patio
    de la cárcel de El Coto. A una de estas ejecuciones
    a “garrote vil” que se hicieron en uno de
    los patios de la cárcel de El Coto fueron invitados
    a asistir hombres, mujeres y niños, permitiéndoseles
    entrar en la cárcel y contemplar tan sobrecogedor
    espectáculo.

    Al
    terminar la guerra, en Abril de 1939, se produjo un
    colapso en el sistema carcelario y en el funcionamiento
    de la jurisdicción militar, tan elevado era el
    número de prisioneros, y ello obligó a
    que se empezaran a aprobar reducciones de condena. Unos
    pocos salían y muchos más entraban.

    Decreto
    del Ministro del Ejército franquista, general
    José Enrique Varela Iglesias, creando, con carácter
    provisional, diversas Auditorías y una Fiscalía
    Jurídico Militar por cada una de ellas.

    La
    actual organización Regional de la Justicia Militar,
    responde a la lógica necesidad de centralizar
    en las Regiones tan importantes funciones y de no separar
    del mando militar el ejercicio de la Jurisdicción,
    que es uno de sus necesarios e imprescindibles atributos
    .
    Pero en los momentos presentes, en que se liquidan las
    responsabilidades, que en tan enorme volumen se han
    contraído durante el Glorioso Movimiento Nacional,
    esta centralización regional somete a las Autoridades
    Judiciales a un abrumador trabajo, incompatible con
    la necesidad de liquidar rápidamente este importante
    problema. Por ello, se impone la necesidad de aumentar
    el número de Auditorías
    en la medida
    que se estime necesaria y atribuir jurisdicción
    independiente a las Autoridades Militares subalternas
    de modo transitorio y entretanto subsista la necesidad
    que ahora se aprecia. (…)

    En
    virtud de este decreto se crearon las siguientes Auditorías:

    I
    Región Militar: en Aranjuez (para las provincias
    de Toledo y Cuenca); en Mérida (Ciudad Real,
    Cáceres y Badajoz).

    II
    Región Militar: en Córdoba (Córdoba
    y Jaén); en Granada (Granada, Málaga y
    Almería).

    III
    Región Militar: en Murcia (Murcia, Albacete y
    Alicante).

    IV
    Región Militar: en Gerona (Gerona y los partidos
    judiciales de Berga, Vich, Manresa, Tarrasa, Sabadell,
    Granollers, Arenys de Mar y Mataró de la provincia
    de Barcelona); en Tarragona (Tarragona y Lérida).

    V
    Región Militar: en Guadalajara.

    VI
    Región Militar: en Bilbao (Vizcaya, Santander
    y Guipúzcoa).

    VII
    Región Militar: “Auditoría de Asturias,
    para toda la provincia de Oviedo.”

    En
    ese mismo BOE aparecen los nombramientos del general
    de División honorario en situación de
    reserva, Carlos Guerra Zabala, como vocal del Consejo
    Supremo de Justicia Militar, y el del general de Brigada
    Arturo Cebrián Sevilla como secretario del mencionado
    Consejo.

    No
    sé si guardaría relación con lo
    dispuesto en el anterior decreto o no, pero lo cierto
    es que hay un momento en que en Gijón dejan de
    celebrarse consejos de guerra y pasan a Oviedo. En esa
    época, año 1939, se está “juzgando”,
    principalmente, a los asturianos o avecindados en la
    región que habían conseguido evacuar de
    Asturias, pero que fueron capturados en la zona republicana
    al finalizar la guerra. La mayoría de los consejos
    de guerra son ahora individuales. Tanto en Gijón
    como en Oviedo, los pelotones de fusilamiento seguían
    funcionando.

    En
    los años 1944 y 1945, viendo que la derrota de
    sus socios nazis y fascistas era ya irremisible, el
    régimen de Franco, atendiendo a la total falta
    de principios y al afán de permanencia en el
    poder que caracterizaba a sus miembros, inició
    el acomodo a la nueva situación internacional
    introduciendo algunas modificaciones legales en el entramado
    represivo.
    Entre ellas, se incluyeron nuevas normas
    de reducción de condena y de puesta en libertad
    condicional, lo que supuso, en la práctica, que
    la mayoría de los presos de la guerra salieran
    de la cárcel por esa época. Digo “salieran”
    en vez de “quedasen en libertad”, porque
    en España “libertad” no había,
    seguía estando prohibido ser libre. Y menos que
    nadie, los expresos, la totalidad de los cuales tenían
    que presentarse todas las semanas o cada quince días
    en el cuartel de la Guardia Civil y, además,
    eran vigilados y molestados constantemente. Muchos de
    ellos, por determinación de alcaldes, párrocos
    y comandantes de puesto de la Guardia Civil, fueron
    desterrados a otras provincias, lejos del pueblo en
    el que nacieron o vivían.
    El nueve de Octubre
    de 1945 se concedió por decreto el indulto para
    los condenados por rebelión militar que no habían
    sido fusilados.

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS


    El Vice-Imperio Ibero-Africano.

    Por
    Miguel de Unamuno.

    Hojas Libres, Abril de 1927.

    Don
    Alfonso XIII, el último Habsburgo coronado, se
    propuso, así que llegó a reinar en España,
    reparar el desastre de la Regencia, el de 1898,

    la pérdida de Cuba, de Puerto Rico y Filipinas.
    La de Filipinas se debió sobre todo al asesinato
    del noble tagalo Rizal. Con tal propósito
    preparaba –¡pobre Canalejas!- la conquista
    de Portugal y soñaba en la de Marruecos por guerra
    de Cruzada.
    Una vez declaró a su ministro,
    el Sr. Alcalá Zamora, que solo esperaba la mayor
    edad del desgraciado Príncipe de Asturias –ex
    futuro Alfonso XIV- para intentar establecer
    el poder personal, declarándose emperador y rey
    absoluto, y si le fracasaba, abdicar en su hijo.

    Con tales designios durante la gran guerra se mantuvo
    al lado de los Imperios centrales en espera de que,
    vencedores ellos –así lo creía él-
    le darían Gibraltar, todo Marruecos –Tánger
    incluido- y Portugal, quedándose Alemania con
    las colonias de éste. Y así se establecía
    lo que hemos llamado el Vice-Imperio Ibero-Africano.

    Siendo ministro
    de Estado el marqués de Lema, el rey, actuando
    anti-constitucionalmente de agente diplomático
    -¡se cree, el pobre, con dotes de tal!- le dijo
    que se iba a Londres a arreglar lo de Tánger.
    De Londres y de París, donde se detuvo luego,
    volvióse a España echando chispas. Habíanle
    deshauciado haciéndole ver que mal podía
    pretender un protectorado sobre Tánger, un Estado
    –no digamos nación porque la nación
    y el pueblo permanecían extraños a esos
    ensueños imperialistas y pretorianescos-, un
    Estado que no sabía pacificar el Rif, llevando
    una Cruzada contra todos los derechos de gentes y de
    humanidad. Entonces fue cuando el rey pidió al
    general Fernández Silvestre, mucho menos civilizado
    que los moros, que tomase Alhucemas para poder exigir
    Tánger.

    El Silvestre
    le prometió que el día de Santiago Matamoros
    ondearía en Axdir la bandera del rey.
    Y vino lo de Annual,
    debido más aun
    que a impericia militar o a cobardía, a que la
    campaña de Marruecos era impopular, inmoral e
    injusta. Y empezó el clamoreo pidiendo
    responsabilidades, no sólo militares, sino administrativas,
    por la sangría y el robo sueltos de Marruecos…
    Era la minoría socialista del Congreso la que
    llevaba en ello la voz cantante, como en pedir el abandono,
    por humanidad y por justicia, de Marruecos.

    Inmediatamente,
    los pretorianos y el rey se propusieron ahogar lo de
    las responsabilidades y eso, aunque el rey me dijo a
    mí mismo –y Romanones lo oyó- que
    sí, que había que exigir todas las responsabilidades
    y las de todos, “hasta las mías –añadió-
    si me alcanzasen”.

    A
    la vez, los pretorianos rapaces e inhumanos –su
    cabecilla el general M. Anido- se indignaban por el
    rescate de los cautivos de Annual y pedían el
    desquite como si se tratara de un duelo. Tal era el
    origen de la inquina contra el Sr. Alba,
    de
    quien el rey decía que quería entregar
    Marruecos a los colonialistas franceses. A lo que hay
    que agregar, que el Sr. Alba era el mejor enterado de
    las depredaciones y robos y chanchullos de los jefes
    pretorianos en Africa. Y así se preparó
    el golpe de estado del 13 de Septiembre de 1923.

    No lo preparó
    el botarate de Primo de Rivera, patente mentecato, lo
    que no quita que sea mal sujeto, henchido de ruines
    y rastreras intenciones y de pésima fe. Primo
    redactó el grotesco y soez manifiesto, el de
    la casta y la masculinidad y la invitación a
    la delación anónima y las calumnias. El
    pronunciamiento se dirigió desde San Sebastián,
    donde estaba el rey y el M. Anido al teléfono,
    en la sucursal del Credit Lyonnais. No lograron el rey
    y sus pretorianos coger al Sr. Alba para fusilarlo.
    Y se inauguró lo que llaman dictadura
    y es tiranía pretoriana con que se atropella
    más aún que a la Libertad a la Justicia.
    Los pistoleros asesinos entraron al servicio de Gobernación.
    Y así los bomberos dejaron de provocar incendios.
    Aunque no del todo.

    Y seguía
    lo de Tánger. El botarate de Primo, se fue a
    Marruecos a intentar una retirada, acaso para crear
    un conflicto con Francia, pero tuvo que retractarse
    y se entró en el convenio franco-español,
    para la toma de Alhucemas y la captura de Abd-el-Krim,
    que había de ser el desquite duelístico
    de lo de Annual
    y la prenda para exigir de
    nuevo Tánger. Ya el rey había
    calificado solemnemente, en un disparatado discursete
    ante el Papa, de Cruzada la operación de policía
    para establecer el protectorado civil en el Rif.
    Con
    la ayuda terrestre y marítima del ejército
    francés, se logró la modestísima
    toma de Alhucemas, a la que de una manera grotescamente
    cómica, se le quiso dar el alcance de un victoria
    épica. Mas el pueblo permaneció frío
    y el monumento conmemorativo de aquella acción,
    hubo que elevarlo dentro del Ministerio de la Guerra.
    A nadie engañó el simulacro. Ni
    se rindió Abd-el-Krim, sino algo más tarde,
    después de unas negociaciones y teniéndole
    que dar diez millones de pesetas. Y se rindió
    a los franceses,
    con la garantía de
    ser tratado como un jefe enemigo beligerante y no como
    un faccioso rebelde. El verdadero rebelde –rebelde
    a la civilidad y a la humanidad- había sido el
    general F. Silvestre. Aquella entrega del caudillo rifeño
    hirió en lo vivo a los duelistas matones del
    pretorianismo imperialista del Estado de Alfonso XIII
    –no quiero llamarle español.

    A todo esto
    en España, ni había Parlamento, ni corporaciones
    de sufragio popular, a pesar de que Don Alfonso prometía
    su restablecimiento por dos veces a Mr. Briand y a otros.
    Pero no veía el modo de evitar que se les pidiese
    cuentas a los pronunciados del 13 de Septiembre, a los
    tiranuelos de la dictadura y a él mismo. En
    13 de Septiembre de 1924, en el primer aniversario del
    garrotazo de Estado, el rey mismo le dijo a un amigo
    mío: “Esto pasará y se hará
    justicia a todos”. Es lo que el Sr. Sánchez
    Guerra pidió en Vitoria.
    Pero lo que
    no se quiere es justicia y para evitar que se haga justicia
    se mata la libertad. Porque sin libertad no se puede
    hacer justicia; ¡libertad de la Verdad!

    Por no haber
    Parlamento, ni autoridades populares de sufragio libre,
    por no ser España nación democrática
    y libre y constitucional, no pudo seguir en la Sociedad
    de Naciones. Y por eso mismo no puede reclamar el protectorado
    de Tánger. ¿Protectorado? ¿Y quién
    protegerá de los protectores a los protegidos?,
    de esos protectores que atropellan el derecho y la justicia
    y la dignidad y en España misma tratan a los
    ciudadanos como a siervos sin derechos, estableciendo
    el robo de Estado, como en las multas llamadas extralegales,
    y el asesinato de Estado como en lo de los primeros
    sucesos de Vera? No, los de la innoble y salvaje e inhumana
    Cruzada del Rif, no pueden pedir la regencia de Tánger.
    ¿O es que se quiere hacer de Tánger –lo
    que queda del ensoñado Vice-Imperio Ibero-Africano-
    un otro Principado de Mónaco, con Mr. Marquet
    de Gran Visir y en que alguna vez vaya a tallar, rodeado
    de sus caudillos bien alumbrados, el Príncipe
    mismo? ¡Que todo pudiera ser…!

    ¡No!
    Al pueblo español, al verdadero pueblo, le tiene
    sin cuidado lo de Tánger. Y a los que ven lejos
    y hondo les preocupa este aspecto de desquite duelístico
    mezclado con matonerías de timba. Y comprenden
    que la dignidad y la civilidad de España no pueden
    quedar bien si no queda mal la pretorianería.
    Como comprenden también que, si los ejércitos
    son para evitar guerras y no para provocarlas, no se
    puede hacer ni guerras ni guerrillas para los mercenarios
    del ejército y para ascensos y recompensas y
    obvenciones.

    En
    Hedaya, a diez de marzo de 1927.



     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    En
    recuerdo de Coll y Puig.


    Por F. Pi y Arsuaga.
    El Nuevo Régimen.
    Semanario republicano federal.
    Hemeroteca Municipal de Madrid


    Antonio María Coll y Puig era, según parece,
    asturiano. Creíasele de Santander porque en Santander
    vivió aún niño y en Santander recibió
    la educación y la cultura de que dio tan patentes
    muestras. Se dedicó de joven a la contabilidad, y
    contador de la Diputación provincial fue primero
    en Soria y después en el mismo Santander, donde lo
    era aún el día de su muerte.

    Su
    cargo, con ser oficial, no le ató nunca para defender
    y difundir sus ideas, siempre liberales: ayer, simplemente
    democráticas y republicanas, después, federalistas.
    Las defendió en la prensa y en las calles,

    que no le faltó nunca valor para concurrir a las
    revoluciones que aquí hubo desde el año 1854,
    en que se alzó O’Donnell. En todas prestó
    servicios y en ninguna trató de cobrarlos. Por oposición,
    y en tiempos conservadores, ganó las plazas de contador
    que tuvo.

    Lo
    que sus ideas le acarrearon fue serios disgustos. Vio con
    malos ojos una de las Diputaciones provinciales de Santander
    que fuese contador un federal, a quien no cabía doblegar
    ni con halagos ni con amenazas, y le acusó calumniosamente
    de faltas cometidas en el ejercicio de la contaduría,
    suspendiéndole de empleo y sueldo. Con ser la acusación
    completamente falsa, tuvo que luchar Coll bastante tiempo
    para la salvación de su honra y de su plaza. Habérselas
    con toda una Diputación bajo un gobierno enemigo,
    harto comprenderá el lector que había de ser
    difícil, sobre todo imperando ya en toda España
    el más vergonzoso caciquismo.

    Era
    hombre verdaderamente apto para la lucha nuestro amigo y
    correligionario. Bien claramente lo dio a conocer en su
    periódico La Voz Montañesa, que fundó
    del año 1872 al 1873 con Abelardo Unzueta y Ernesto
    Fernández, sostuvo del año 1874 al 1878 con
    Evaristo López Herrero, y continuó desde el
    año 1878 con sus solas fuerzas.
    A las denuncias
    y procesos fiscales que le trajeron ya multas, ya prisiones,
    según las leyes de imprenta en vigor, se añadieron
    persecuciones de muy distinta índole. Ya fueron contra
    él los más de los abogados santanderinos,
    ya el obispo Calvo, que le excomulgó en solemne forma
    ,
    ya Cobián, que tiene aún pendiente del Tribunal
    Supremo un recurso de casación contra una sentencia
    absolutoria.

    No
    se arredró nunca Coll, ni nunca se detuvo en la senda
    de la verdad y el progreso. Fustigó siempre a los
    malos gobiernos, combatió los proyectos de ley contrarios
    al interés públicos, defendió la democracia
    y el federalismo contra todos sus impugnadores, no perdonó
    medio de atajar el paso a la Iglesia, la conspiración
    eterna con el Estado y contra la libertad de pensamiento
    y la conciencia.

    Fue
    Coll en el partido federal un verdadero atleta. Dirigió
    el de Santander, y fue desde el año 1888 individuo
    del Consejo.
    Estuvo en casi todas las asambleas
    que celebramos, y en la de Zaragoza de 1883 contribuyó
    no poco a redactar y discutir el proyecto de Constitución
    y el de reformas sociales que allí se aprobó,
    proyectos con que contestamos a los que injustísimamente
    nos acusaban de no tener definido nuestro programa. Terció
    en todas las contiendas que dentro del partido se suscitaron,
    y en todas obró con energía, no vacilando
    en combatir a cuantos quisieron dividirlo, bien a impulsos
    de la ambición, bien movidos por rivalidades y celos.
    No se separó jamás un solo punto del buen
    camino.

    Desvivíase,
    además, Coll por los intereses de la provincia en
    que moraba. Años ha venía trabajando para
    que se construyera un ferrocarril directo de Santander a
    Madrid, y se redujese a diez o doce horas el trayecto entre
    las dos capitales.
    Calculaba, y calculaba bien,
    que por este medio había de mejorar considerablemente
    la afluencia de buques y mercancías al puerto de
    Santander, y aumentar, por consiguiente, la riqueza de la
    provincia; y no se cansaba de buscar medios de realizarlo.

    Tenía
    Coll 61 años, y habría podido prestar aún
    a la provincia y a la nación nuevos servicios. Es
    su muerte una sensible pérdida para cuantos quisiéramos
    ver regenerados por la federación y el trabajo nuestra
    abatida patria.

     

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

    No
    se alarmen los católicos: ellos mejor que nadie
    saben que santo no quiere decir otra cosa sino “elegido”.
    Y estos masones elegidos aquí son hombres que
    han pasado a la Historia por alguna excelencia o virtud.

    Si
    vivieran los Papas o los Reyes que les han aplicado
    los adjetivos más crueles y repugnantes, no es
    difícil que se sintieran arrepentidos.

    El
    Menologio masónico pudiera haber sido mucho más
    extenso, porque he descartado a los que entregaron su
    nombre a la posteridad a causa del martirio sufrido
    y porque no me he propuesto dar a este libro carácter
    de diatriba o acusación contra quienes no tuvieron
    inconveniente en usar y abusar de ella contra la Francmasonería.
    Las injurias se castigan o se perdonan; la retorsión
    no es noble,

    Son
    los prohombres, no todos, de la Institución que
    han florecido durante los dos siglos últimos.
    ¿Podría la Iglesia formar, con referencia
    a igual período, un catálogo semejante?

    Abascal
    (José).-Alcalde de Madrid. 1830-1890.
    Abd-el-Kader.- 1807-1883.
    Aboud (Edmond).-Escritor francés. 1828-1885.
    Acuña (Rosario de).-Escritora y poetisa eminente.
    Adams (John).-Segundo Presidente de los EE. UU. 1735-1836.
    Adolfo Federico.-Rey de Suecia. 1710-1771.
    Alameda (Fray Cirilo).-Arzobispo de Toledo en el reinado
    de Isabel II.
    Alava (Miguel de).-General y diplomático español.
    1771-1880.
    Alaminos (Juan).-General español. 1813-1899.
    Albaida (Marqués de).-Político español.
    1803-1878.
    Alcalá Galiano (Antonio).-Escritor, político
    y diplomático español. 1789-1866.
    Alcalá-Zamora (Manuel).-Político y escritor.
    d 1881.
    Almodóvar (Conde de).-General español.
    1777-1854.
    Alvarez Guerra (Juan).-Escritor y político. 1789-1845.
    Alvarez Lorenzana (Juan). -Periodista y político.
    1819-1883.
    Alvarez Mendizábal (Juan).-1790-1853.
    Amadeo I de España.
    Anderson.-Pastor protestante. Londres. 1840-1878.

    Andrassy.-Historiador
    y político húngaro. 1823-1890.
    Anspachs.-Notabilísimo Burgomaestre de Bruselas.
    D 1857.
    Antillón (Isidro).-Político, abogado,
    escritor español. 1778-1814.
    Arago (D.).-Sabio Físico y Geógrafo francés.
    1786-1853.
    Arago (E.).-Sabio y político francés.
    1812-1896.
    Aranda (Conde de).-1718-1799.
    Arco Agüero.-General español del reinado
    de Isabel II.
    Arenas (Anselmo).-Ilustre Catedrático. N. 1844.

    Argenteau.-Belga. Arzobispo de Tyr. 1789-1879.
    Argüelles (Agustín) (“El Divino”).-1776-1844.

    Arriaga (Manuel).-Presidente de la República
    portuguesa.
    Astor.-Filántropo americano. 1763-1848.
    Atalayuelas (Marqués de las).-Político
    del reinado de Carlos IV.
    Atmeller (Narciso) -General español. 1820-1885.
    Auerbach -Gran escritor alemán. 1812-1882.
    Avalos (Simeón).-Arquitecto y Alcalde de Madrid.
    1829-1904.
    Ayguals de Izco.-Escritor español del siglo XIX.

    Azanza (Miguel José de).-Ministro y diplomático
    de Carlos IV.
    Azara (José N. de).-Embajador de España
    en Roma a principios del siglo XIX.
    Badía (Domingo).-Orientalista y viajero. 1766-1822.

    Bailly.-Astrónomo, literato y Alcalde de París.
    1736-1793.
    Balaguer (Víctor).-Literato y político
    español 1824-1901.
    Ballesteros (Juan Manuel).-Médico y escritor.
    1794-1869.
    Barcia (Roque).-Escritor y político. 1823-1885.
    Barrantes y Moscoso (Alonso M.).-Político y escritor.
    1800-1876.
    Bassols (Joaquín).-General español. 1797-1877.
    Batuecas (Martín de).-Ayudante de Wellington
    y escritor.
    Beaumarchais.- Gran poeta satírico francés.
    1732-1799.
    Becerra (M.).-Político y Matemático español
    1823-1896.
    Beránger (José).-Almirante español.
    1824-1907.
    Berliot.-Músico eminente. 1803-1869.
    Bernardotte.-General francés. Rey de Suecia 1763-1844.
    Blanc (Louis).-Diputado y escritor francés. 1811-1882.
    Blanc (Luis).-Politico y periodista español.
    1834-1887.
    Blasco Ibáñez (Vicente).-1867-1928.
    Blücher.-Uno de los héroes de Waterlóo.
    1742-1819.
    Blunschli.—Gran jurisconsulto y escritor. 1808-1881.
    Bolívar (Simón).-I783-1830.
    Bombarda (Dr. M.).-Estadista portugués.
    Bonaparte (Luis).-Rey de Holanda. 1778-1846.
    Borbón (Francisco de Paula de).-1794-1847.
    Borrego (Andrés) -Periodista español.
    1802-1891.
    Bourgeois (León).-Premio Nóbel.
    Braga (Theofilo).-Estadista portugués.
    Bretón (Tomás) -Gran músico español
    contemporáneo.
    Bríand (Arístides).-Político francés
    contemporáneo.
    Braud.-Presidente del Estado libre de Orange. 1823-1888.
    Buchnan.-Presidente de los EE. UU. 1791-1868.
    Bucher-Heller.-Presidente del Bureau Int. de la Paix.
    1868-1925.
    Buffon.-Naturalista y escritor. 1707-1788.
    Bürger.-Gran poeta alemán. 1748-1794.
    Bürgers.-Presidente del Estado libre de Orange.
    Burke.-Gran político inglés. 1729-1797.
    Busms.-Gran poeta escocés. 1759-1796.
    Byron (Lord).-1788-1824.
    Caballero (Fermín). – Escritor y político
    español. 1800-1876.
    Cabarrús (Conde de). -Hacendista español.
    1752-1810.
    Cabrera (Juan Bautista).-Obispo evangélico. N.
    1837.
    Cala (Ramón).-Escritor y político español.
    1828-1890.
    Calatrava (Ranión María) -Político
    y jurisconsulto. 1786-1876.
    Calderón Collantes (Fernando) -Político
    y jurisconsulto. 1811-1890.
    Calvo (Ricardo).-Gran actor español. 1844-1895.

    Calvo Asensio (P.).-Político, periodista y farmacéutico.
    1821-1863.
    Calvo de Rozas.-Corregidor de Zaragoza en 1808.
    Cámara (Sixto).-Político del siglo XIX.

    Cambacères.-Jurisconsulto. Autor del Código
    de Napoleón. 1753-1824.
    Cambrone.-Heroico General francés. 1770-1842.

    Campomanes (Conde de).-Diplomático, escritor
    y economista español. 1723-1803.
    Caning.-Gran político inglés. 1770-1827.
    Cano Manuel.-Magistrado y político. 1768-1836.
    Carlos Augusto.-Duque de Sajonia. 1757-1828.
    Carlos X.-Rey de Francia. 1757-1836.
    Carlos XV.-Rey de Suecia. 1826-1872.
    Carvajal (José).-Político y jurisconsulto.
    1834-1899.
    Casado del Alisal.-Pintor. 1832-1886.
    Castaños.-Heroico General español. 1758-1852.
    Castelar (Emilio).-1832-1899.
    Castro (Felipe).-Académico y escultor de Carlos
    III.
    Cavour (Conde de).-1810-1861.
    Cazzotte.-Escritor francés. 1720-1793.
    Cerralbo (Marqués de) -Diputado y Alcalde de
    Madrid en 1836.
    Claretie (J.) -Escritor francés. 1840-1916.
    Claudius (Math.).-Poeta alemán. 1740-1815.
    Clavé (José Antonio).-Músico, poeta
    y gran revolucionario. 1824-1874.
    Combes.-Presidente de la República francesa
    Concha (M. G., de la).-Heroico General español.
    1808-1874.
    Condillac.-Filósofo francés. 1715-1780.
    Condorcet.-Filósofo y matemático francés.
    1743-1794.
    Contreras (Juan).-General español. 1760-1826.
    Córdova.-General y Presidente del Gobierno. 1806-1886.
    Cortina (Manuel) -Eminente jurisconsulto. N. 1802.
    Couder (Jerónimo S.).-Magistrado. D. 1878.
    Cremieux.-Político francés. 1796-1880.
    Crispi.-Político italiano. 1819-1901.
    Cumberland (Duque de).-1721-1765.
    Cumberland (Ernesto Augusto).-Rey de Hanover. 1781-1851.
    Curros Enríquez (Manuel).-Gran poeta español.
    1851-1908.
    Chang-Kai-Sek.-Emperador de China.
    Chao (Eduardo).-Escritor y político. 1821-1887.
    Chartres (Duque de) -1747-1793.
    Chestersfield.-Gran político inglés. 1694-1773.
    Christian IX.-Rey de Dinamarca. 1818-1906
    Dabrosky.-Jesuita. 1753-1829.
    D’Alembert.-Filósofo y matemático francés.
    1717-1783.
    Danton.-1759-1794.
    Daoíz (Luis).-1767-1808.
    D’Arlincourt.-Escritor francés del siglo XVIII.
    David (J. L.).-Pintor de la Revolución francesa.
    1748-1825.
    Dawes.-Financiero americano. N. 1855.
    De Coster.-Gran literato belga. 1827-1879.
    Delgado (Pedro).-Gran actor español. 1824-1904.
    Delille.-Sacerdote y poeta francés. 1738-1813.
    Desaguilliers.-Físico inglés eminente.
    1691-1770.
    Descaces.-Ministro de Carlos X. 1760-1860.
    Desmoulins (C.). -Abogado y revolucionario. 1760-1794.
    Dewey.-Almirante americano. 1837-1917.
    Dewez.-Gran Médico belga. 1858-I929.
    Días de Benjumea (Nicolás).-Escritor.
    1829-1884.
    Días y Pérez (Nicolás).-Escritor.
    1841-1898.
    Díaz Quintero (Francisco) -Político y
    jurisconsulto. 1819-1878.
    Diderot.-Enciclopedista. 1713-1784.
    Disraeli.-Novelista y político. 1805-1881.
    Dombrowski.-Héroe de Polonia. 1755-1818.
    Dom Pedro I de Alcantara.-Emperador del Brasil. 1798-1834.
    Dos Reis (Cándido).-Almirante portugués.

    Doumer (Paul).-Presidente de la República francesa.
    1857-1932.
    Douwes-Dekker (Multatuli).-Gran escritor holandés.
    1820-1887.
    Ducommun.-Premio Nóbel.
    Dunant.-Premio Nóbel.
    Doyle (Arturo Conan).-1859-1930.
    Dulce (Domingo) -General español. 1808-1889.
    Eça de Queiroz.-Gran escritor portugués.
    Echegaray (José).-Político y literato.
    N. 1833.
    Eduardo VII.-Rey de Inglaterra. 1841-1910.
    Eiffel.-Gran Ingeniero francés. 1832-1923.
    Ensenada (Marqués de la).-Gran estadista español.
    1802-1881.
    Esperabé (Mamés).-Catedrático.
    1830-1906.
    Escosura (Patricio de la).-Político y literato.
    1807-1878.
    Espartero.-Regente del Reino. 1793-1879.
    Espoz y Mina.-Heroico General español. 1781-1836.
    Espronceda (José de) .-1810-1842.
    Estanislao I.-Rey de Polonia.
    Estanislao II.-Rey de Polonia.
    Fairbanks (Douglas>.
    Falk.-Politico holandés. 1777-1843.
    Fauchez.-Obispo francés. 1744-1793.
    Faure (Félix).-Presidente de la República
    francesa. 1809-1880.
    Favou.-Político suizo. 1843-1902.
    Favre.-Político francés. 1809-1880.
    Federico.-Príncipe de Gales y Rey de Inglaterra.
    1738-1820.
    Federico II de Prusia.-1712-I786.
    Federico Guillermo II.-Rey de Prusia. 1744-1840.
    Federico III.-Emperador de Alemania. 1831-1888.
    Federico Guillermo III.-Rey de Prusia. 1770-1840.
    Federico Guillermo IV.-Rey de Prusia. 1795-1861.
    Federico VIII.-Rey de Dinamarca. 1843-1912.
    Federico Guillermo Carlos.-Rey de Wurtenberg. 1754-1816.
    Fernández de Córdoba (Francisco) -General
    español. D. 1873.
    Fernández Elías (Clemente.)-Escritor y
    Catedrático. D. 1897.
    Ferrer Guardia (Francisco) .-D. 1909.
    Ferri.-Político francés. 1832-1893.
    Fessler.-Fraile capuchino alemán. 1756-1839.
    Fichte,-Filósofo alemán. 1762-1814.
    Figueras (Estanislao).-Presidente de la I República
    española.
    Flórez Estrada.-Economista español. 1770-1852.
    Floridablanca (Conde de) -1730-1808.
    Flourens.-Psicólogo francés. 1838-1871
    Ford.-Rey del automóvil.
    Forner (Juan Pablo).-Gran escritor. 1756-1797.
    Francillón.-Suizo, fundador de la fábrica
    Longines. 1834-1900.
    Francisco I.-Emperador de Austria. 1708-1765.
    Francklin (Benjamín).-1706-1790.
    Fried.-Escritor austriaco. Premio Nóbel.
    Furrer.-Primer Presidente de la Confederación
    suiza. 1805-1861.
    Galán (Fermín).-Héroe de la sublevación
    de Jaca.
    Gallardo (Bartolomé José).-Gran escritor
    español. 1776-1852.
    Gallego (Juan Nicasio).-Sacerdote, gran liberal y gran
    poeta. 1777-1853.
    Gálvez (Antonio, “Toñete”).-Héroe
    de la Revolución cantonal.
    Gambetta (León).-1838-1882.
    Garat.-Ministro de la Convención. 1749-1792.

    García Ruiz (Eugenio) -Abogado, político
    y periodista. 1819-1883.
    Garfield- Presidente de los EE. UU. 1831-1881.
    Garibaldi (Giussepe).-D. 1841.
    Garnier-Pagés.-Jefe de los republicanos franceses.
    1801-1841.
    Garrido (Fernando).-Escritor y político. 1834-1883.
    Gauthier (T.).-Escritor francés. 1811-1872.
    Gelpke.-Teólogo belga del siglo XIX.
    Genisson (V.).-Gran pintor belga. 1805-1860.
    Gey.-Político inglés contemporáneo.
    Gibbon.-Historiador inglés. 1737-1794.
    Glocester (Duque de).-1775-1834.
    Goethe.-1749-1832.
    Gómez Becerra . – Jurisconsulto y político
    español. 1771-1855.
    Gretry.-Gran músico belga. 1741-1813.
    Guillermo I.-Emperador de Alemania. 1797-1888.
    Guillermo II.-Rey de los Países Bajos. 1792-1849.
    Guillermo IV-Rey de Inglaterra. 1745-1770.
    Gustavo III.-Rey de Suecia. 1746-1792.
    Gustavo IV-Rey de Suecia. 1778-1837.
    Guyot (Ives).-Economista y sociólogo francés.
    1843-1927.
    Haakon IV.-Rey de Noruega.
    Habibullah Khan.-Soberano del Afganistán.
    Hahnenman.-Famoso homeópata. 1755-1843.
    Hankar.-Arquitecto belga. 1859-1901.
    Hansseas-Gran músico belga. 1802-1871.
    Harding.-Presidente de los EE. UU. 1865-1923.
    Haydn.-Músico. 1732-1809.
    Heesen.-Historiador alemán. 1760-1842.
    Helvetius-Filósofo francés. 1715-1771.
    Herculano (Alejandro).-Gran escritor portugués.
    Herder.-Filósófo y poeta alemán.
    1744-1803
    Heredia (J. M. de).-Poeta francés. 1842-1905.
    Heros (Martin de los).-Político español.
    1770-1859.
    Hobbes.-Filósofo inglés del siglo XVII.
    Hottinger.-Teólogo suizo. 1783-1860.
    Humbert.-Pintor suizo. 1819-1900.
    Humbold.-Viajero alemán. 1769-1850.
    Irving (H.).-Actor inglés. 1838-1905.
    Istúriz.-Politico español. 1790-1864.
    Jackson.-Presidente de los EE. UU. 1767-1845.
    Jenner.-Inventor de la vacuna. 1840-1913.
    Joffre.-Mariscal de Francia. 1852-1931.
    Jones.-AImirante norteamericano. 1747-1792.
    Jorge IV-Rey de Inglaterra. 1762-1830.
    Jorge V.-Rey de Hanover. 1819-1878.
    Jovellanos (Melchor Gaspar de).-1744-1810.
    Juárez.-Estadista norteamericano. 1806-1872.
    Kane.-Explorador del Polo. 1820-1857.
    Kant.-Filósofo. 1724-1804.
    Keller.-Escritor holandés. 1829-1899.
    Kennedy.-Autor dramático americano.
    Kipling (Ruyard).-Premio Nóbel.
    Kitchener.-General inglés. 1850-1915.
    Kleber.-General francés. 1758-1809.
    Klinger.-Poeta alemán del siglo XVIII.
    Klopstok.-Poeta alemán. 1724-1803.
    Koseinszko.-Héroe de Polonia. 1746-1817.
    Krabbe.-Pintor holandés. 1869-1932.
    Krausse.-Filósofo. 1781-1832.
    Lacy (Luis).-General español. 1775-1819.
    Lachenal.-Presidente de la Confederación suiza.
    1849-1918.
    Lafarga (Vicente).-Sacerdote y escritor. 1801-1882.
    Lafayette.-1757-1834.
    Lafontaine (Henri).-Premio Nóbel.
    Lagunero.-General español. 1828-1879.
    La Harpe.-Enciclopedista del siglo XVIII.
    Lamballe (Princesa de).-1749-1793.
    Landero.-Teólogo y político español.
    1784-1868.
    La Rochefoucauld.—Pensador francés. 1779-1863.
    Larra (Mariano José de, “Fígaro”).-1809-1837.
    Latorre (C.).-Gran actor español. 1799-1850.
    Lavater.-Médico y químico suizo. 1740-1826.
    Lavoisier.-Químico. 1743-1794.
    Layret.-Abogado español, mártir, como
    Ferrer, de sus ideas.
    Lefèbre.-Mariscal de Francia. 1755-1820.
    Legouvé.-Historiador francés. 1807-1903.
    Leopoldo I.-Rey de Bélgica. 1790-1865.
    Lessing.-Filósofo y poeta alemán. 1729-1781.
    Letamendi.-Médico y escritor español.
    1828-1897.
    Ligne (Príncipe de).-Mariscal de Francia y escritor.
    1737-1814.
    Lincoln.-Presidente de los EE. UU. 1809-1865.
    Lindberg.-Aviador americano.
    Lista (Alberto).-Sacerdote, poeta y pedagogo. 1789-1848.
    Liszt-Músico. 1811-1886.
    Littré.-Filósofo y filólogo francés.
    1801-1881.
    López (Joaquín M.ª).-Gran orador
    y político español. 1798-1855.
    López de Ayala (Angeles).-Escritora y poetisa
    española. 1858-1926.
    Löwe.-Músico alemán. 1796-1869.
    Llano y Persi.-Escritor y Alcalde de Madrid. 1826-1903.
    Llorente.-Secretario del Santo Oficio. 1756-1823.
    Lloyd (Harold).-Actor cinematográfico.
    Macanaz (Melchor de).-Político y escritor español.
    1670-1760.
    Macdonald.-Mariscal de Francia. 1765-1840.
    Machado (Antonio).-Escritor español.
    Machado (Bernardino).-Estadista portugués.
    Machado Santos.-Estadista portugués.
    Madoz (Pascual).-Político y escritor español.
    1806-1870.
    Magalhaes Lima.-Político y periodista portugués.
    Magnan.-Mariscal de Francia. 1791-1865.
    Máiquez (Isidoro).—-Gran actor español.
    1766-1820.
    Maisonave (E.).-Político y periodista. 1840-1890.
    Mac-Kinley.-Presidente de los EE. UU. 1843-1901.
    Malcampo.-Marino y político español. 1828-1880.
    Marchena (Abate).-Escritor y político. I768-I82I.
    Marschal.-Obispo de Kanín. 1732-1786.
    Martín (Juan, “El Empecinado”).-Guerrillero
    español. 1775-1825.
    Marina (A. M.).-Sacerdote, historiador. 1754-1833.
    Marmontel.-Literato francés. 1729-1796.
    Martínez de Robledo.-Presidente de los cinco
    Gremios Mayores de Madrid en tiempo de Carlos III.
    Martínez Villergas.-Escritor español.
    1817-1894.
    Martos (Cristino).-Abogado y político español.
    1830-1893.
    Massena.-Mariscal de Francia. 1758-1817.
    Maximiliano José I.-Rey de Baviera. 1756-1825.
    Mazzini-Gran político italiano. 1805-1872.
    Medina (Tristán).-Sacerdote cubano. 1824-1886.
    Meléndez Valdés.-Poeta español.
    1754-1817.
    Méndez (Catulle).-Escritor francés. 1841-1909.
    Méndez Núñez.-Héroe del
    Callao. 1824-1869.
    Méndez Vigo.-General español. 1790-1860.
    Merelo.-Político y escritor español. 1829-190I.
    Mestner.-Descubridor del magnetismo animal. 1733-1815.
    Meyerbeer.-Músico. 1791-1864.
    Miláns del Bosch.-Guerrillero español.
    1829-1889.
    Mina “el Joven”.-Guerrillero español.
    1779-1817.
    Mirabeau.-1749-1791.
    Mohamed Kan.-Soberano del Afganistán.
    Monet (C.).-Gran pintor francés.
    Monroë.-Presidente de los EE. UU. 1758-1831.
    Montemar (Francisco) -Político y escritor. 1825-1889.
    Montgolfier.-Inventor del globo aerostático.
    1740-1810.
    Montijo (Conde del).-Político del reinado de
    Fernando VII.
    Montesquieu.-Jurisconsulto y filósofo. 1689-1755.
    Monturiol (Narciso).-Inventor y marino español.
    1819-1885.
    Morayta (Miguel).-Catedrático, político
    y escritor.
    Moratín (Leandro F. de).-1760-1828.
    Moreau (J. Víctor).-General francés. 1743-1813.
    Moriones.-General español, héroe de las
    guerras civiles.
    Moreno Benítez.-Periodista y político
    español. 1822-1887.
    Moret (S.) -Político español. 1838-1913.

    Morillo.-General español del reinado de Fernando
    VII.
    Moyano (C.).-Pedagogo y Ministro de Isabel II.
    Mozart-Músico. 1756-1791.
    Muñoz Torrero.-Sacerdote y gran político
    español. 1761-1827.
    Murat.-Rey de Nápoles. 1767-1815.
    Muro (José).-Abogado y político español.
    1842-1914
    Munster.-Obispo de Copenhague. 1761-1830.
    Mustafá Kemal.-Gran político turco contemporáneo.
    Naquet.-Jurisconsulto y político francés.
    1834-1916.
    Notomb.-Gran político belga. 1805-1881.
    Navas (Conde de Ias).-Político español
    del pasado siglo.
    Nelson.-Héroe de Trafalgar. 1758-1805.
    Newton.-Físico y matemático. 1643-1727.
    Ney.-Mariscal de Francia. 1769-1815.
    Nouvilas.-General español. 1812-1880.
    Núñez de Arce.-Poeta y político.
    1834-1902
    O’Connell.-Patriota irlandés. 1775-1847.
    O’Donnell.-General español. 1760-1845.
    Oersted.-Gran físico danés. 1777-1851.
    O’Farril.-General español. 1754-1831.
    Olavide.-Gran escritor y político. 1725-1802.
    Oliver.-Historiador inglés. 1783-1867.
    Olózaga (Salustiano de).-Político español.
    1805-1873.
    Oneken.-Historiador alemán. 1838-1905.
    Oráa.-General español. 1788-1851.
    Orcasitas (Bernardo).-Alcalde de Madrid en el siglo
    pasado.
    Ordax Avecilla (José).-Periodista y político.
    1813-1856.
    Oreiro (Jacobo).-Ministro de la primera República.

    Orense (J. M., Marqués de Albaida).-Presidente
    de las Cortes de la I República.
    Oscar I.-Rey de Suecia y Noruega. 1799-1859.
    Oscar II.-Rey de Suecia.
    Osmán Pachá.-General turco. 1837-1900.
    Ostwald (W.).-Premio Nóbel.
    Pablo I de Rusia.
    Palacio (Manuel del).-Escritor. 1823-1906.
    Panzano y Aminall (Francisco).-Historiador.
    Peary.-Explorador del Polo. 1856-1920.
    Pécher.-Jurisconsulto belga. 1885-1926.
    Pedro III de Rusia.
    Pelletán (E.).-Ministro francés. 1813-1884.
    Peral (Isaac).-GIorioso marino e inventor español.
    1851-1895.
    Pérez del Alamo.-Revolucionario del siglo XIX.
    Petion.-Alcalde de París cuando la Revolución.
    1756-1793.
    Pi y Margall (Francisco).-Presidente de la I República.
    1824-1901.
    Pierrad (Blas).-General español. 1813-1872.
    Polo (Fr. Eusebio).-Agustino. 1719-1774.
    Polk.-Presidente de los EE. UU. 1795-1849.
    Pontejos (Marqués viudo de).-Gran Alcalde de
    Madrid. 1790-1840.
    Pope-Gran poeta inglés. 1688-1744.
    Porlier (E. D.).-Marino español. D. 1819.
    Preston.-Historiador inglés. 1742-1818.
    Pretorius.-Presidente de la primera República
    del Africa del Sur. 1818-1891.
    Prim (Juan).-Glorioso General español. 1814-1870.
    Proudhon.-Economista y filósofo. 1809-1865.
    Putshkin.-Poeta ruso. 1799-1837.
    Queintal (Anthero de).-Escritor portugués.
    Quinet (Ed.).-Poeta, historiador y filósofo francés.
    1803-1875.
    Quintana (M. J.).-Poeta español. 1777-1852.
    Ramos Calderón.-Político y periodista
    español. 1835-1904
    Reclus (Elíseo).-Escritor y geógrafo francés
    1830-1905.
    Renard.-Geólogo jesuita del siglo XIX.
    Retera.-Escritor holandés. 1858-1930.
    Reus y García (José).-Jurisconsulto y
    escritor. 1816-1883.
    Rey.-General boer. 1847-1914.
    Richet (Carlos).-Premio Nóbel.
    Richter.-Escritor alemán. 1766-1825.
    Riego (Rafael del) -General español. 1784-1823.
    Riquelme (José).-Actor español. 1865-1903.
    Rispa y Perpiñá.-Periodista y político
    de siglo XIX.
    Rivas (Duque de).-Poeta español. 1791-1857.
    Rivera (Nicolás María).-Político
    español. 1814-1878.
    Robert (Roberto).-Escritor español. 1827-1873.
    Rodil.-General español. 1789-1853.
    Rodríguez (Ventura).-Arquitecto español.
    1717-1785.
    Romea (Julián).-Actor y poeta español.
    1813-1868.
    Romero Girón.-Abogado y político. 1835-1900.
    Romero Ortiz.-Abogado y político. 1822-1884.
    Ros de Olano.-General español del siglo XIX.
    Ros (Vizconde de).-General español del sigo XIX.
    Roosevelt (Teodoro).-Presidente de los EE. UU. 1858-1919.
    Premio Nóbel.
    Rousseau (Juan Jacobo).-1712-1778.
    Rubio (Carlos).-Escritor español. 1832-1871.
    Rubio (Federico).-Eminente cirujano. 1827-1902.
    Ruckert.-Poeta alemán. 1788-1861.
    Ruchet.-Presidente de la Confederación suiza.
    1853-1912.
    Ruiz Zorrilla.-Político español. 1833-1895.
    Sagasta (Práxedes Mateo).-Político español.
    1827-1903.
    Salmerón (Francisco).-Político español.
    1822-1878.
    San Miguel (Evaristo).-General español y escritor.
    1785-1862.
    San Miguel (Santos).-General español de la Guerra
    de la Independencia.
    Santa Marta (Marqués de).-Prohombre republicano
    del siglo pasado.
    Sandoval (Marqués de).-Prohombre republicano
    del siglo pasado.
    Scott (Walter).-Gran literato inglés. 1771-1832.
    Schiller.-Poeta eminente. 1759-1805.
    Seoane (Mateo).-Gran Médico de principios del
    Siglo XIX.
    Serrano.-General español, Regente del Reino.
    1810-1885.
    Serrano Bedoya.-Ministro de Alfonso XII.
    Shakleton.-Explorador del Polo. 1874-1922.
    Sièyes (Abate).-Parlamentario de la Convención,
    escritor. 1748-1836.
    Silva (Carolina). -Escritora americana contemporánea.
    Simarro (Luis) -Médico eminente. 1851-1921.
    Simon (Jules).-Filósofo y estadista francés.
    1814-1896.
    Singer.-Político alemán. 1844-1911.
    Smith (Adam) -Economista inglés. 1723-1790.
    Sonora (Marqués de la).-Ministro de Carlos IV.

    Sorní (J. C.).-Ministro de la I República
    española.
    Soult.-Mariscal de Francia. 1769-1851.
    Spinoza.-Filósofo holandés del siglo XVII.
    Suchard.-Creador de las industrias de su nombre. 1838-1925.
    Sué (Eugenio).-Escritor francés. 1804-1857.
    Sut-Yat-Sen.-Emperador de China.
    Suworow.-Mariscal de Rusia. 1729-1800.
    Stael (Mad.).-Escritora francesa. 1766-1817.
    Stein.-Político alemán. 1757-1831.
    Sterul.-Escritor inglés. 1713-1768.
    Stressemann.-Politico alemán. 1878 – 1929. Premio
    Nóbel.
    Swiff.-Escritor inglés. 1607-1745.
    Taft.-Presidente de los RE. UU. 1857-1930.
    Tejado (Gabino).-Escritor español del siglo XIX.

    Terradas (Abdón) -Escritor y revolucionario del
    siglo XIX.
    Tewfik Pachá.-Kedir de Egipto. 1852-1892.
    Tilz.-Pintor belga. 1859-1932.
    Tirpitz.-Almirante alemán. 1849-1929.
    Topete.-Marino y político del siglo XIX.
    Toreno (Conde de).-Político, historiador. 1786-1843.
    Tornos (Cipriano R.).-Obispo evangélico del pasado
    siglo.
    Torres Amat (Félix).-Obispo de Astorga. D. 1850.
    Torrijos.-General español mártir de la
    libertad.
    Troelstra.-Estadista holandés. 1860-1930.
    Tschudy.-Historiador suizo. 1724-1769.
    Twain.-Escritor americano. 1835-1910.
    Urquijo (Marqués de).-Estadista del reinado de
    Fernando VII.
    Urquijo (L.).-Filósofo y hermano del anterior.
    Vadillo (Juan M.).-Ministro de Fernando VII.
    Valdés (Cayetano).-Marino y estadista español.
    1767-1835.
    Valladares (Gabino).-Teólogo, Obispo electo de
    Barcelona del siglo XIX.
    Van Campenhout.-Músico popular belga. 1779-1848.
    Van der Noot.-Político belga. 1750-1826.
    Van Halm.-Marino y militar español. D. 1858.
    Varela (Félix).-Canónigo de Madrid. D.
    1889.
    Vega (Ventura de la).-Escritor y político. 1807-1865.
    Velarde (Pedro).-Héroe del Dos de Mayo.
    Velbruk.-Obispo de Lieja. 1719-1884.
    Verhaegen.-Profesor belga. 1796-1862. Fundador de la
    Universidad Libre de Bruselas.
    Vernet.-Pintor francés. 1789-1863.
    Villacampa (Pedro).-General español del siglo
    XIX.
    Vincent (A.).-Gran Médico suizo. 1850-1906.
    Viennet (T. G.).-Literato francés. 1777-1868
    Volney.-Filósofo, orientalista, viajero. 1767-1820.
    Voltaire.-1694-1778.
    Vosmaer-Escritor holandés. 1860-1930.
    Voss.-Poeta alemán. 1751-1826.
    Wallace (Levis).-Escritor americano. 1827-1903.
    Wáshington.-1732-1799.
    Wellington (Duque de).-Insigne militar. 1769-1852.
    Wemer.-Poeta alemán. 1786-1823.
    Wesley.-Pastor metodista. 1703-1791.
    Wet.-General boer. 1854-1922.
    Wieland.-Poeta y filósofo alemán. 1733-1813.
    Willems.-Literato flamenco; 1793-1846.
    Wienner.-Jurisconsulto belga. 1851-1914.
    Wolf.-Filólogo y jurista alemán. 1759-1824.
    Wolsledy.-General inglés. 1833-1913.
    Yung.-Naturalista y escritor suizo. D. 1918.
    Zajón (Fr. Juan).-Benedictino, Catedrático
    de la Universidad de Barcelona.
    Zayas.-General español del siglo XIX.
    Zurbano (Martín).-Guerrillero español.
    1790-1845.


    Del libro: “La Francmasonería. Sus apologistas
    y sus detractores”.
    De Eduardo Barriobero y Herrán
    Madrid, 1935

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    En los últimos días de Agosto de 1937, mientras
    se desencadenaba en Aragón la ofensiva republicana
    de Belchite, se producen en el Frente Norte, tanto en
    el plano militar como en el político, una serie
    de acontencimientos de gran transcendencia e íntimamente
    relacionados entre sí. El detonante fue la caída
    de Santander el día 26 en manos de los nacionales.
    Lo de Santander fue un desastre militar superior al
    de Bilbao y solamente comparable al que tendría
    lugar en Asturias, pero sin la resistencia encarnizada
    que al avance de las fuerzas nacionales se opuso en esta
    última región.

    Miles y miles de milicianos fueron hechos prisioneros
    en los sucesivos copos que se produjeron durante las dos
    semanas que duró la ofensiva. Las pérdidas
    de material fueron igualmente cuantiosas, además,
    sin la posibilidad de sustitución. Ya se ha dicho
    antes que la táctica elegida por el Estado Mayor
    republicano y por la Junta Delegada del Gobierno en el
    Norte de España, presidida por el general Gámir
    Ulibarri, siendo gobernador civil de la provincia Roberto
    Alvarez, sobrino de Melquiades Alvarez, esa táctica
    de retirarse hacia Santander capital en vez de hacia Asturias
    fue lo que propició la magnitud del descalabro.

    Ante
    lo ya irremediable, la primera reacción fue
    la proclamación del Consejo Interprovincial de
    Asturias y León en Consejo Soberano
    , según
    decreto que apareció publicado el mismo día
    26 de Agosto en la prensa republicana asturiana, que creo
    que conviene reproducir íntegramente, dada su brevedad,
    por si pudiera servir de ilustración, de reflexión,
    de comparación, entre los razonamientos de aquella
    izquierda republicana y los “autonómicos”
    de nuestra época:

    Decreto

    «Quien
    repase en su memoria hechos históricos hallará
    la confirmación de que una ciudad sitiada asumió
    siempre la integridad de su responsabilidad. Dos encontradas
    corrientes coinciden en el punto de esta necesidad: una,
    la dificultad, cuando no la imposibilidad de consultar
    las decisiones con el supremo poder político del
    país; otra, la inaplazable urgencia de resolver
    minuto por minuto.

    Los
    medios actuales de ataque y defensa en la guerra imprimen
    a los movimientos tal rapidez, fuerzan hechos a tan larga
    distancia, que bien puede asimilarse el caso de una provincia
    o región sitiada hoy al caso de una ciudad y su
    contorno sitiada antaño.

    Caracteriza
    a una ciudad o región sitiada la desaparición
    de líneas divisorias entre lo civil y lo militar.
    Todo se funde en la estrechez de combatir por salvar la
    propia vida. No queda espacio detrás del frente
    para actividades propias de la paz. No hay frente militar
    y retaguardia civil: todo es frente.

    Siendo
    todo frente, siendo todo un conjunto indiferenciado, ese
    frente, ese conjunto, no puede ser más que civil.
    El poder civil invistió a los militares con una
    especialidad que reasume cuando lo estima pertinente.
    Otra interpretación es pretorianismo, el funesto
    pretorianismo causa de la actual desdicha de España.

    El
    Consejo Interprovincial de Asturias y León, por
    las razones expuestas, cree llegado el momento de asumir
    la plena responsabilidad del mando soberano en el territorio
    de su autoridad. Da por supuesto el asentimiento del Gobierno
    de la República; la República cuyo bien
    e integridad es el anhelo de todos.

    Adopta
    la resolución que sigue en plena serenidad, y dispuesto
    firmemente a imponer serenidad al que quiera perderla;
    seguro de contribuir a la indudable victoria sobre el
    fascismo en España.

    De
    conformidad con todo lo expuesto, el Consejo decreta:

    Artículo
    1º.– El Consejo Interprovincial de Asturias
    y León, a partir de la fecha y hora de este Decreto,
    se constituye en Consejo Soberano de gobierno de todo
    el territorio de su jurisdicción y a él
    quedan íntegramente sometidas todas las jurisdicciones
    y organismos civiles y militares que funcionan y funcionen
    en lo sucesivo dentro del referido territorio.

    Artículo
    2º.– El propio Consejo Soberano, a la vista
    de los acontecimientos favorables que se produzcan en
    el curso de la guerra, determinará el momento de
    despojarse de las funciones soberanas que hoy asume.

    Artículo
    3º.– De este Decreto se dará cuenta
    al Gobierno de la República para su convalidación;
    sin perjuicio de su absoluta vigencia, impuesta por imperio
    de las circunstancias, desde este mismo momento de su
    promulgación.

    Dado
    en Gijón, a veinticuatro horas del día veinticuatro
    de agosto de mil novecientos treinta y siete.»

    En
    el discurso pronunciado con este motivo por Belarmino
    Tomás, presidente del ahora Consejo soberano, se
    hizo un duro llamamiento a la disciplina como base indispensable
    para la victoria, y a él pertenecen estas palabras:
    «Ni en la trinchera ni en la ciudad, ni en el
    taller ni en el campo, ni en el hogar ni en la calle,
    toleraremos la más leve actitud divergente ni la
    más leve palabra disconforme. No habrá siquiera
    petición que consideremos respetuosa. Nadie tiene
    que pedir nada. Nadie tiene sino obedecer y callar.»

    Previamente,
    Belarmino Tomás se había referido a “las
    tempranas alegrías de la quinta columna”,
    a cuyos supuestos componentes había enviado este
    mensaje: «Imagínense los traidores qué
    complacencias habremos de tener con ellos cuando para
    los nuestros, para nuestros propios hermanos, nos vemos
    en la necesidad de anunciar las más severas determinaciones.»

    Consejo
    Soberano

    *
    Rafael Fernández (JSU) se ocupa también
    de Justicia y Orden Público de la que era titular
    Roca Albornoz (JSU).

    Al
    mismo tiempo, el Consejo Soberano, sin que desaparezcan
    las consejerías, acuerda funcionar por comisiones,
    creándose las siguientes:


    Comisión de Guerra, Industria y Fortificaciones;
    de la que forman parte Belarmino Tomás, los consejeros
    de Industria, Trabajo, Instrucción Pública
    y el Estado Mayor del Ejército de Asturias.


    Comisión de Abastecimiento, Transporte y Evacuación;
    integrada por los consejeros de Comercio, Obras Públicas,
    Pesca y Marina.


    Otra comisión para Sanidad y Asistencia Social;
    otra para Orden Público, Justicia, Propaganda y
    Comunicaciones, y otra de Economía, integrándose
    en cada una de ellas los consejeros del ramo.

    En
    la reestructuración del Ejército republicano,
    el coronel Prada, que en Santander mandaba el XIV Cuerpo
    de ejército, es nombrado jefe del Ejército
    de Asturias, y el capitán Fancisco Ciutat pasa
    a ser el jefe del Estado Mayor.
    El mando del reconstituido
    XIV Cuerpo de ejército, encargado de defender el
    frente oriental de Asturias, es asignado al teniente coronel
    Francisco Galán; el XVI Cuerpo de ejército,
    desplegado en el frente Sur, zona de León y puertos,
    lo manda el coronel Gallego Argües, y el XVII Cuerpo
    de ejército, en el frente occidental, queda al
    mando del coronel Linares Aranzabe. Son, en total, unos
    80.000 hombres con 45.000 fusiles, pocas armas automáticas
    y algo de artillería. Tras el desastre del Santander,
    la aviación republicana ha quedado reducida
    a dos escuadrillas de cazas, la mitad de los cuales son
    biplanos.

    Enfrente,
    tienen a las fuerzas del general Solchaga, que avanzan
    por el Este, y a las de Aranda, que presionan desde León.
    Son 110.000 hombres perfectamente armados y equipados,
    a los que hay que sumar los pertenecientes a unidades
    auxiliares de ingenieros, zapadores, etc. La superioridad
    aérea de la aviación de los nacionales con
    la Legión Cóndor es apabullante.

    En
    el mar, los republicanos siguen conservando sus dos destructores,
    los tres submarinos y el torpedero,
    más algunas
    unidades menores, pesqueros y lanchas habilitadas para
    el dragado de minas y la vigilancia costera. Los bous
    artillados de la desaparecida Marina Auxiliar de Euzkadi,
    “Bizcaia”, “Guipuzkoa”, “Gasteiz”,
    e “Iparreko Izarra”, permanecen solamente unos
    días en El Musel.

    En
    la Marina de los nacionales que opera en el Cantábrico,
    aparte del hundimiento del “España”,
    la única variación que se produce es la
    entrada en servicio de un nuevo minador, el “Vulcano”,
    mientras que el destructor “Velasco” continúa
    reparando en El Ferrol.

    En
    esos últimos días del mes de Agosto, el
    puerto de El Musel y el de Avilés fueron sometidos
    a duros bombardeos por la aviación de los nacionales,
    como si fuera un anuncio de todo lo que les venía
    encima, una vez ocupada la provincia de Santander. El
    bombardeo del día 28, en El Musel, fue especialmente
    intenso.
    Varios buques surtos en el puerto fueron
    alcanzados por las bombas y el petrolero Elcano, incendiado,
    tuvo que ser remolcado aguas afuera.

    Esos
    bombardeos traerían muchas consecuencias.
    En
    primer lugar, los bous “Bizcaia”, “Guipuzkoa”
    y “Gasteiz” aprovecharon la orden de salir con
    destino a Cabo Mayor para embarcar a militares y civiles
    allí embolsados y huyeron a Francia. Lo mismo hicieron
    los submarinos “C-2” y “C-4” que,
    pretextando averías, se refugiaron en puertos franceses.
    Sus comandantes, Ferrando Talayero y Las Heras, se pasaron
    a los nacionales y su intención era entregarles
    también los submarinos que mandaban. El destructor
    “José Luis Díez”, comandante García
    Presno, huyó al puerto inglés de Falmouth.
    El “Ipareko Izarra” aprovecharía su oportunidad
    diez días más tarde y también huiría
    a Francia. Así que a primeros de Septiembre, las
    Fuerzas Navales del Cantábrico quedaron reducidas,
    sin necesidad de que los buques de los nacionales disparasen
    un solo cañonazo, al submarino “C-6”,
    al destructor “Císcar” y al torpedero
    “Nº 3”. A todo esto hay que añadir
    que el jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    Valentín Fuentes, como carecía de medios
    para comunicar con los buques que estaban en la mar, tenía
    que ser el propio ministro, Prieto, quien le pusiese al
    corriente de la situación según se iban
    recibiendo en el Estado Mayor Central de la Marina los
    radios enviados por los comandantes de los buques.

    En
    los bombardeos de El Musel resultaron también alcanzados
    los mercantes ingleses “Hilde Moller”, “African
    Trader”, “Stanwood” y “Stanbridge”.

    Estos mercantes, según estaban a medio descargar
    y por lo tanto, sin poder evacuar población civil,
    partieron de El Musel con las tripulaciones aterrorizadas,
    con graves desperfectos y haciendo agua, para intentar
    ganar los puertos franceses y reparar las averías.

    Cuando
    huían de Santander en dirección a Asturias
    cargados de milicianos y civiles, los pesqueros “Vírgen
    de los Remedios” y “Constante Manuel”,
    otras lanchas y pesqueros sin identificar y el vapor “Aller”
    fueron capturados por los barcos de guerra de los nacionales.
    El mercante inglés “Bramhill” estuvo
    a punto de ser apresado frente al cabo Peñas por
    el bou artillado “J. Ignacio”, que le dispararó
    nueve cañonazos intimidatorios. El “Bramhill”
    se salvó del apresamiento por la valentía
    de su capitán y la providencial cercanía
    del destructor inglés “H-67”.

    Respecto
    a los bombardeos aéreos, el Consejo Soberano adoptó
    dos decisiones: trasladar a 500 presos de la cárcel
    del Coto y de “La Iglesiona” al mercante “Luis
    Caso de los Cobos”, situado en El Musel, y modificar
    el horario escolar, estableciéndolo en horas de
    7,30 a 9,30 de la noche.


    El “Luis Caso de los Cobos” fue convertido en
    prisión flotante.
    (Colec. Rubén)

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    La
    Libertad es un bien muy preciado

    María
    Teresa Menéndez Rugarcía



    La guerra vista por María Teresa Menéndez
    Rugarcía

    Yo
    nací en 1915, en Gijón, encima de la actual
    tienda de aparatos musicales que hay en Begoña,
    Musical Tommy, en el primer piso, que es todavía
    de mi hermana. El de al lado fue de Carantoña,
    nos lo compraron a nosotros, era de los abuelos, se le
    vendió a él y se trató mucho con
    mi hermana. Y mi hermana, como tiene un hijo paralítico
    y los vecinos no quisieron poner ascensor, se marchó
    a otro piso y ése lo alquiló a la academia
    de inglés de Trevor.

    Mis
    primeros recuerdos de la infancia están relacionados
    con los soldados que marchaban para la guerra de Africa.
    Desfilaban por la calle Covadonga, al costado de Begoña.
    Nos llamaban las muchachas para ir a verlos. Esa noche,
    mi padre no cenaba, su único hijo era muy pequeñito,
    pero marchaban a la guerra los hijos mayores de sus amigos,
    y mi madre, lo mismo, pero a mi padre, que se fueran a
    la guerra, lo hundía.

    Tuve una infancia feliz con unos padres
    y abuelos que, para mí, no tuvieron defectos. El
    dinero, que lo hubo, se gastó en cultura. Todos
    aprendimos a tocar el piano, y dibujo y pintura, con Nemesio
    Lavilla; él y Eulogio Llaneza entraban por casa
    como por la suya. Un día, en la finca de verano
    de los abuelos, revolvió toda la casa buscando
    a su alumna Juanita y la encontró en ropas menores
    en su habitación, vistiéndose.

    A los 17 años, empecé a trabajar
    en la academia,
    una academia de bachillerato
    que tenía por nombre los apellidos de la familia,
    no ningún santo. Se abrió el día
    que empezó la revolución de Octubre (en
    1934). Se estrenó el local, se bendijo y hubo la
    misa de principio de curso ese mismo día.

    Mi padre era muy sociable, había tratado con muchos
    obreros y le habían hecho quebrar una fábrica
    de vidrio (¿Vidriera del Llano, Cristales del Llano?).
    Mi padre fue gerente de Gijón Industrial. Cuando
    se casó, era gerente de Gijón Fabril. Le
    gustaba la cosa técnica y estudió muchísimo.
    Cuando heredó al abuelo, metieron mucho dinero,
    suyo y de la familia, en montar una fábrica suya,
    que empezó bien y acabó en quiebra completa
    a consecuencia de las huelgas del 17, del 18, del 20…

    Era de carácter muy liberal, de tal manera
    que los propios obreros de Gijón Fabril, siendo
    el patrón, lo nombraron presidente del Ateneo Obrero
    de La Calzada, y eso habla de su mentalidad abierta.

    Mi padre celebraba todos los años con sus amigos
    el aniversario de la República de Cuba, y eso le
    costó la única noche en su vida que durmió
    fuera de casa, porque la pasó en la cárcel.
    Estaban cenando no sé donde y dando vivas a la
    República (cubana), y Mauricio Morán, que
    era el comandante militar de la plaza en la época
    de Primo de Rivera, y que tenía a todo el mundo
    bajo sospecha, pues les cogieron a todos los de los vivas
    a la República y les metieron en la cárcel,
    y eso que mi padre no era político para nada. Al
    día siguiente, los soltaron; estaba Villa, el médico,
    y un montón de gente, toda conocida de Gijón.


    Mi padre empezó a trabajar en la casa Juliana,
    eran íntimos amigos y don Clodomiro lo quería
    como un hijo. Yo s
    eguí
    estudiando. Iba a la Universidad y tenía
    de profesor a Leopoldo Alas, el hijo de Clarín,
    el catedrático más pacifista que tuve.

    Era una chiquilla feliz. Cogía el autobús
    por la mañana para ir a clase, iba a la Universidad,
    y un día me preguntaron que por qué estudiaba
    tanto, y contesté que porque una mujer viene a
    la Universidad a estudiar o no viene. Eramos siete
    mujeres en la clase de Leopoldo Alas.
    Por la
    tarde, daba las clases en la academia y alguna alumna
    era mayor que yo. De las primeras que preparé,
    una entró de la primera en Telégrafos y
    otra en Hacienda.

    Pasó la Revolución de Octubre y
    la represión ponía los pelos de punta,

    sobremanera a mi padre que conocía a muchísima
    gente. El local de la academia lo asaltaron y lo deshicieron
    a balazos, y estaba recién inaugurado.

    La
    Guerra

    Una
    mañana, las muchachas vinieron corriendo: “¡señoritas,
    no salgan a la calle que hay un lío horroroso!”
    “¿Qué pasa?” “Pues que hay
    mucho barullo, dicen que los militares…” Fue el
    domingo. Mi padre y mi madre se miraron y dijeron: “¿vamos
    a misa o no vamos?” Mi madre pidió la opinión
    de todos para ponernos de acuerdo, pero fue mi padre quien
    lo decidió rotundamente: “vamos a misa”.
    Y en la misa de San Lorenzo debió de haber mucho
    barullo a la puerta porque fuimos a parar detrás
    del altar mayor. Ya había empezado el tiroteo.

    Teníamos
    a cinco muchachas, inmejorables personas, no hubo gente
    más adicta ni más buena ni que mejor se
    portara; trece meses sin cobrar una peseta de sueldo.
    Toda la vida comieron lo mismo que nosotros y, durante
    la guerra, comíamos todos juntos. Dos eran de mi
    abuelo; una, de la academia; una, de mi casa, y otra,
    una niñera que había venido de Madrid con
    los niños pequeñitos de una tía,
    como todos los años, a veranear. El matrimonio
    quedaba allí, recogiendo la casa y divirtiéndose
    un poco, y luego venía para acá. Así
    quedó partida esa familia. El era alemán.
    No nos atrevimos a ir a la finca de veraneo. No acabábamos
    de marchar para allá.

    Quemaron
    las iglesias… Fue la tercera vez que vi llorar a mi
    padre: la primera, cuando murió su madre; la segunda,
    cuando murió su suegra, y la tercera, el día
    que las campanas de San Lorenzo cayeron al suelo y sonaron.

    Debió de ser el domingo. Era toda una vida allí:
    los bautizos, la primera comunión, la catequesis…
    El veinte de Julio (de 1936), salió una compañía
    del Simancas. Ese libro pone con Juanito Rivas, pero yo
    creo que no. Juanito Rivas estaba aquí de vacaciones
    y es imposible que le dieran el mando, habieno allí
    muchos otros con mando. (¿Otro militar del Simancas?)
    Era viudo de una mora y tenía una niña morita
    preciosa. Nosotros teníamos la impresión
    de que había salido el viudo de la africana, pero
    no lo vimos. Empezaron en el cuartel de Asalto, que estaba
    en el antiguo Instituto Jovellanos, a repartir armas.
    Donde estuvo el cuartel de Asalto en Begoña, después
    de la guerra, era un convento de monjas Reparadoras, donde
    íbamos mucho a coser y hacer ropa para los pobres,
    pero cuando la Revolución de Octubre ya lo cerraron
    y tuvieron miedo. Fue cuando se metieron más con
    los conventos. Hubo que ir a buscar a mis hermanas a Oviedo,
    al internado, que estaban estudiando en la Universidad.
    Se marcharon los Agustinos, que estaban donde el mercado
    de San Agustín, porque todo ese terreno era de
    los Agustinos y de las Agustinas, con sus huertas y una
    iglesia en el medio, gente muy culta. Se sublevó
    la Guardia Civil y ahí se fueron unos primos míos
    que eran de Gil Robles. No tenía de Falange más
    que un primo y salvó la vida: fue a un batallón
    disciplinario, le tocaron todos los fregados, pero no
    le mataron, era dentista.

    Entonces,
    el cónsul de Cuba llamó a mi padre y le
    dijo: “mira, aquí se va a armar un fregado
    muy gordo, tú, ¿cuántos hijos varones
    tienes?”
    “Uno.” “Bueno, pues
    quiero hablar con tu hijo, que venga.” Mi hermano
    tenía dieciocho años y empezaba un curso
    de Medicina en Valladolid. Valladolid y Pontevedra tenían
    fama de muy falangistas. Y no porque en casa lo fomentaran,
    al contrario, que había una hostilidad hacia la
    violencia terrible, pero era un chico muy joven y por
    si acaso. El cónsul le llamó y le dijo:
    “¿tú juras sobre el Evangelio que no
    eres fascista ni recibes ninguna revista fascista, que
    nunca fuiste a ninguna reunión, que no eres muy
    amigo de ningún falangista y que no andas por ahí
    alborotando?” “No, -contestó mi hermano-
    nunca; bueno, amigo, puede ser que alguno, pero no amigo,
    conocido; yo solamente voy al catecismo de los niños
    de Tremañes.” “Bueno -dijo el cónsul-,
    entonces no corre prisa que te saquemos de aquí;
    te vas a llevar la documentación tuya de cubano,
    porque tú eres cubano.” Pasó meses
    y meses sin salir a la calle; en cuanto salía,
    iban a por él porque estaba en edad de quintas.
    Entonces, mi padre tenía que volver al consulado,
    pedir la documentación…, la presentaba y se lo
    llevaba para casa. Nosotras, sí salíamos,
    con los primos pequeñitos. Todos nosotros éramos
    cubanos porque eramos hijos de cubanos, de españoles
    nacidos en Cuba: mi padre y mi madre habían nacido
    en Cuba, pero eran hijos de españoles. Cuba
    se portó sensacional, sacó gente de aquí
    que no tenía nada que ver con Cuba;
    tuvo
    allí acogido al señor Valdés Hevia
    y alguien de su familia, porque habían estado primero
    en una finca de una tía mía, en Cabueñes.
    Era un capitalista ultra de derechas, buena persona, muy
    religioso, no era por el lado político, era por
    la beatería; era muy ayudante de su parroquia,
    salía a las procesiones con estandartes, era gente
    de bien, de buenas costumbres. En casa de mi tía
    no podía seguir porque la registraban, tenía
    cuatro hijos varones, dos de ellos de ir a los mítines
    de AP, los otros dos, completamente apolíticos;
    vive todavía el mayor de todos y otro murió
    hace poco, que era farmaceútico de la calle Menéndez
    Valdés, Angel Llanos, apolítico completamente.
    Entonces, detuvieron a los dos.

    En
    casa había una bandera enorme de Cuba. Mi casa
    la registraron doce veces
    y, sin embargo, al
    llegar a la puerta y ver la bandera de Cuba, el jefe de
    los milicianos decía: “¡Shiiiit, súbditos!”
    Podían revolverlo todo, se llevaron de todo, el
    aparato de cine de mi hermano, de todo lo que pudieron,
    menos la radio, porque la cocinera se sentaba encima de
    la radio, le ponía un trapo muy sucio y muy viejo
    y se ponía a pelar patatas, y a nadie se le ocurrió
    que estaba sentada encima de la radio. Todos eramos una
    piña, los ventitrés que allí vivíamos.
    Lo que no se llevaron fue a nadie, que por eso a nosotras
    no nos tocó ir a fregar. Todas mis compañeras
    de Acción Católica fueron a fregar todos
    los locales, escupían en el suelo y mandaban ir
    a fregar esto y lo otro. A mí me tocó ir
    por las aldeas a buscar comida, porque las cinco muchachas
    iban de expedición las cinco y no nos permitieron
    salir de casa a buscar nada. Eran de todas las aldeas
    de los contornos: una, de Peón, madre de los Castiellos,
    de Baldornón, de Fano, de Villaviciosa… Se portaron
    de maravilla, seguimos con el trato y una murió
    en la casa a los treinta y un años de haber entrado;
    otras, se casaron; otra, tuvo un tropezón y se
    marchó.
    Cuando
    se acabó la guerra y se empezó a normalizar
    esto, se les pagó el sueldo. Empezaron a pagar
    a los accionistas de la Hidroeléctrica, de Laviada
    y de todas esas industrias, de las que era accionista
    mi abuelo.

    Mi
    padre era fundador del Club de Regatas y de la Filarmónica,
    el número diecisiete, pero eso no daba nada. Bueno,
    pues mi padre fue a ver a Belarmino Tomás a ver
    qué pasaba con los dos chavales que tenía
    detenidos.
    Su padre, Manuel Llanos, médico,
    estaba medio loco, muy trastornado con el asunto. Belarmino
    Tomás le dijo que no quería a ésos,
    sino a los gallitos de los mítines, y entonces
    mi padre le dijo que a ver si a ésos los echaba
    a la calle y, efectivamente, los echó a la calle,
    pero los otros estaban escondidos y un día dieron
    con ellos. El último día, entrando ya las
    tropas de Franco, a uno de ellos, que se había
    pasado todo el tiempo insultando a los carceleros, le
    mataron a culatazos y, mientras, sus hermanos estaban
    bailando y bebiendo champán creyendo que quedaban
    liberados.

    Porque, claro, de qué idea va a ser una persona
    que despierta y viene la muchacha y te dice: nena, no
    salgas a la calle; hay tiros, mataron a tu compañero
    de bachillerato; a dos chicos que iban al catecismo con
    tu hermano, por el mero hecho de enseñar el catecismo
    a los niños de los barrios; al ingeniero jefe de
    Moreda, compañero de mis tíos; y a no sé
    cuántos más.

    Carbajal Villamandos, padre de un pretendiente que tuve
    yo durante ocho años, y al chico también
    los mataron los rojos; a mí no me gustaba, pero
    era un chico muy bueno, dio la vida por un cuñado
    que tenía muchos hijos, estaban escondidos e iban
    a registrar la casa y él se quedó para que
    su cuñado pudiera escapar por una ventana. Heroicidades
    hubo a patadas. Cuando me marché de España,
    no lo habían matado, estaba preso. Así que,
    de quién vas a ser, pues de los que van a venir
    a liberarnos, no teníamos otro camino, que nos
    liberaran de aquello que había caído como
    una tormenta. No sabíamos el origen, no sabíamos
    nada. La única persona que nos lo podía
    contar, no nos lo contó (el comandante Costell).

    Un comandante
    que había en Gijón, casado con una hija
    de Antón Alvargonzález, que había
    presentado a mis padres, abuelita llevaba mucha amistad
    con ese matrimonio porque una de sus hermanas era …;
    iban con ella todos los domingos a merendar, porque él
    estaba aquí como disponible forzoso con el mínimo
    de sueldo y su tío … Alvargonzález, le
    ofreció su casa, que estaba en la calle Jovellanos.
    Sus hijos fueron a nuestra academia y a ella la veíamos
    como si fuera de la familia; a él, no; porque era
    venido de fuera y era catalán. A su madre, le mataron
    este hijo y al otro hijo, que era guardia civil, (¿con?)
    los rojos, les fusilaron a los dos y se quedó sin
    hijos. Ese señor se fue voluntario al Simancas.
    Llamó por teléfono a un tío mío
    que era cirujano (Casimiro Rugarcía); había
    dormido en la misma cuna: su mujer y sus dos hijas, en
    la calle Corrida. Y le dijo: “oye, yo si voy al cuartel
    ahora, me detienen los de Asalto por el camino, pero si
    tú me llevas en tu coche, no.” Eso no se hace,
    de ninguna manera. Casimiro Rugarcía, lo llevó
    y eso fue un acto heroico, porque se jugó el pellejo.
    Cuando bajó del coche de mi tío en el cuartel
    de Simancas, los obreros dijeron: ¡Atiza, Casimiro
    Rugarcía con los facciosos! Ese militar
    es el de la historia del cuartel: Manuel Costell Salido,
    comandante de Infantería, ése es el verdadero
    jefe del cuartel.
    Mi tío Casimiro lo dejó
    allí y se volvió para el Hospital, que era
    donde estaba. Costell iba sin uniforme, con una gabardina.
    En el Hospital, al otro día, las monjas
    le dijeron: “don Casimiro, están preguntando
    por usted los milicianos.” Mi tío dijo: “no,
    si ya sé que me van a fusilar.”
    “No,
    no, -contestaron las monjas- mientras esté aquí
    dentro, no, pero usted no puede salir a su casa.”
    “¿Y qué hago con mi mujer?” “Pues
    llévela a casa de suegro, donde quiera.” Entonces,
    un médico muy izquierdista, que resultó
    ser una buenísima persona en la guerra, que se
    llamaba Honesto Suárez,
    que era oculista
    y se encargaba de la graduación de la vista para
    ir al frente o no, y que salvó a una cantidad de
    gente infinita diciendo que tenía lo que no tenía.
    Honesto Suárez, que era presidente del
    Tribunal Militar, se portó con él colosalmente
    y le dijo: “Mira, Casimiro, te voy a mandar de médico
    imprescindible, de cirujano, al frente de Mieres. Yo,
    lo siento, pero si no, aquí te matan.” Allí
    estuvo trece meses operando: 23.000 casos de vientre y
    cabeza, exclusivamente.

    A
    la primera persona que a mí me mataron que quería
    mucho, era un Bertrand, compañero de bachillerato,
    no sé si hijo del que fue alcalde.
    Desapareció,
    no encontraron el cuerpo; porque aquí, si desaparecía
    alguien, iban a La Piedrona del Hospital a buscar el cadáver.

    Guillermo Rionda fue el de la reforma urbana, era amigo
    de mi padre; tiró muchas casinas al fianal de la
    calle Corrida, hizo la plaza de el Parchís.

    No
    recuerdo más que al principio unos cuantos asesinatos,
    eran propietarios de minas, jefes de industrias, que se
    ve que el odio se fue acumulando, y los curas. Me mataron
    al profesor de latín. Mi reacción espontánea
    era que vengan los otros, es lo lógico.

    Quién quiera que sean, que vengan y arreglen esto.
    Pero cuando ya se estuvo poniendo más duro el ambiente,
    abrieron las iglesias y los teatros para que durmieran
    los niños que venían evacuados, muchedumbres,
    y era desolador verlos acurrucados en los teatros y de
    mala manera. Así fue como nos dimos cuenta de que
    había habido otra batalla que habían ganado
    los nacionales. La mañana aquella que llegaron
    los vascos, que debió de haber sido el ventinueve
    de Agosto de 1937, que yo tenía a mi profesora
    presa en el barco Caso de los Cobos. El cónsul
    de Cuba, Pena, llegó y dijo: “mira, esto es
    ya la última batalla, yo me marcho y os llevo a
    todos:
    a tí y a Herminia, a tus cuatro
    hijos, a tu suegro, que tiene 89 años, a tu hermano
    Casimiro y su mujer, que está en muy mala situación,
    porque está de jefe de Cirugía en Mieres
    y muy fichado por los rojos; que en el fregado último
    no garantizo nada y tienes hijas muy jóvenes; don
    Luis, yo me marcho, me voy, vengan conmigo, los llevo
    a Francia, a Bayona, y ustedes pueden ir con el tío
    Eugenio.” El tío Eugenio se comunicaba con
    nosotros por La Cruz Roja Internacional continuamente,
    y era director general de Industria en Zamora. Sacó
    el número uno de las oposiciones y llegaron a suspenderlas
    porque murió mi abuelo y para que pudiera venir
    al entierro.

    Papá
    al cónsul de Cuba, Peña, no lo conocía
    de antes y él siempre conocía a los cónsules
    de Cuba porque el día de la independencia lo iban
    a celebrar dando voces y gritando ¡viva la República!
    Nos criaron con una amor por Cuba que tuve siempre dos
    patrias, siempre.
    Entre la añoranza de
    ellos por Cuba, que vinieron ya mocitos, vienieron al
    acabarse la guerra… Mi abuelo paterno tenía entierro
    con honores de capitán general con mando en plaza
    por haber sido uno de los siete primeros voluntarios en
    la última batalla, y dijo que en el momento de
    ver arriar la bandera española y subir la norteamericana,
    que ya no lo soportaba más y que se marchaba. El
    abuelo materno creo que se había marchado un año
    antes. Siempre tuvieron la añoranza de Cuba y nosotros
    nacimos con un amor a Cuba enorme, y hasta que me muera
    tendré dos patrias. La música de Cuba se
    oía en mi casa siempre: guajiras, habaneras y todos
    eso, como se oían los pasodobles. Entonces, el
    cónsul llegó y nos llevó a todos,
    y a mí me parece que era el destructor nº
    233 de la Escuadra de La Florida. Yo marché el
    treinta o el treinta y uno de Agosto. A las ocho
    de la mañana, nos fuimos para la punta de Liquerica.
    Nos tuvimos que meter en el refugio que había en
    el espigón,
    que es hueco y era un refugio,
    porque andaban aviones por arriba sin parar, fue cuando
    hundieron el teatro Dindurra. Allí estuvimos acurrucados
    bastante rato porque el barco no llegaba. Ya teníamos
    miedo de tener que volvernos otra vez, porque ya empezaban
    a preguntar: “estos de dónde vienen y quiénes
    son”. Los carabineros estaban allí, vigilando.
    Por fin, llegó una motora. Yo llevaba la
    boca llena, llena de billetes, no podía hablar.

    Papá nos llenó la boca de billetes y no
    podía ni vomitar ni nada, y si nos hablaban decir:
    no sé, no sé. Nos metieron en una motora
    que iba llena, y el que fue alguna vez en una motora,
    sabe lo que es. Todo el mundo vomitando y nosotras teniendo
    que tragarnos los billetes, aunque los hubiera echado
    con un gusto, que bueno… El destructor nos esperaba
    a unas millas y ese trasbordo fue horroroso. Por fin,
    llegamos al “Kane”, 235 de la Escuadra de la
    Florida,
    que eso no se me olvidará nunca.
    Creo que ese barco hizo muchísimos viajes como
    éste. Embarcamos y salimos hacia alta mar. Lo primero
    que hicieron fue mirarnos detrás de las orejas
    para ver si teníamos piojos, y cuando vieron que
    no teníamos piojos, se tranquilizaron. ¿Quién
    se creerían que eran los españoles? No estábamos
    acostumbrados y dijimos a mamá: “pero qué
    pasa”; “pues que están mirando a ver
    si tenemos piojos.” Entonces, nos trajeron bocadillos
    de pan blanco, que fue lo que pedimos.

    Fueron
    muy amables. Se quedaron espantados al ver el pan que
    llevábamos, que era color chocolate y hecho con
    harina de lentejas, se quedaron pasmados porque era duro
    como una piedra. Y gracias que teníamos lentejas
    que llegaban de Méjico y de Rusia cuando el Cervera
    no nos visitaba, porque cuando estaba el Cervera temblabamos,
    porque no había nada que comer. Méjico se
    portó excepcional, mandando habas pequeñinas
    blancas…; pero hubo días que el Comité
    daba una saca cacahuetes para comer toda la semana, y
    otro día que te daban un cabo de vela y una caja
    de cerillas por persona.

    En
    el destructor iban cubanos, gente de aquí que conocíamos
    como cubanos, y unas chicas argentinas, que también
    las conocíamos de vista de aquí. Seríamos
    más de cincuenta. Había un marinero que
    sabía francés con el que hablé bastante.
    Nos teníamos que sentar en el suelo y las planchas
    de hierro abrasaban de calor, así que teníamos
    que coger agua con calderos y baldear para que se pudiera
    aguantar el calor, y volver a echar más agua. Teníamos
    que cuidar de cuatro niños que se delizaban y podían
    caer al mar porque en los destructores la borda está
    abierta; así pasamos toda la noche, sujetando a
    los cuatro primitos. Así que no pudo dormir nadie,
    ni un minuto.

    Nos
    habilitaron un servicio con unas tablas y un agujero en
    la misma cubierta. Dentro del destructor no nos dejaron
    pasar a nada. A mi madre, a mi abuelo y a la tía
    les dieron una tumbona como esas de la playa. Le dieron
    camarote a mi abuelo, que tenía noventa años,
    y a mi madre y a una tía; los demás hicimos
    el viaje tirados en cubierta. Durante todo el viaje vimos
    calderones, que yo no sabía lo que eran. Durante
    la noche vimos las luces de la costa, y nos dijo el marinero
    en francés que era Santander. Le dijimos al capitán
    del destroyer que por qué no nos dejaban bajar
    allí y nos dijo que no, que teníamos que
    desembarcar en puerto extranjero. A nosotros ya nos apetecía
    estar en España. Abuelito fue el que dijo: “Oye,
    hija, porqué no nos vamos a Cuba que ya conozco
    aquello tanto y tengo muy buenos amigos.” A abuelito
    le hubiera gustado volver a Cuba. Mi madre dijo que no,
    que aunque allí nos podíamos manejar todos
    porque teníamos estudios…, ningún hijo
    suyo iba a pasar lo que ella cuando salió de Cuba.

    En
    San Juan de Luz tampoco podía entrar el destructor,
    tenía que ser en Bayona. Entramos en Bayona. Mi
    padre se tuvo que ir a Burdeos con los cuatro niños
    apátridas,
    los hijos de mi tía
    Juanita, para hacer la documentación para entrar
    en España, y le dijeron que los hijos de mi tía
    de Madrid, hermana de mi madre, que eran pequeños,
    la mayor tenía catorce años, eran apátridas
    y que no les podían dejar pasar a España
    y que España los había declarado apátridas
    porque eran hijos de alemán tachado por Hitler,
    de origen judío; claro, se apellidaban Salomón.
    Mi padre los coacionó diciendo que entonces los
    dejaba allí a los cuatro niños en un hotel
    de primera hasta que acabe la guerra “y se hacen
    cargo de la manutención, yo ya buscaré una
    persona que se haga cargo de ellos”. Entonces el
    cónsul alemán cogió miedo a meterse
    en algún gasto y le dio los papeles. En Gijón,
    les había negado la ciudadanía un señor
    que había sido amigo de toda la vida de mis padres,
    que era el cónsul alemán en Gijón,
    que se llamaba Jaecnike. Las hijas tienen ahora esos hornos
    de alfarería, decoran loza. Ese señor tuvo
    el valor de decirle a mi padre que no salían de
    España porque eran apátridas. Mi padre le
    dijo que se pusiese como quisiera pero que iban a salir
    como cubanos.

    El padre de los niños era católico
    practicante desde los diecisiete años.

    Vino con su madre para aquí escapando de la guerra
    del catorce porque era lorenés, de una famila muy
    acaudalada e hijo de un rabino. Se dedicó a dar
    clases de alemán en Gijón y uno de sus alumnos
    fue el tío mío que llego a ser director
    de Industria, y entró en casa. Se terminó
    haciendo católico por nuestra casa. Se hizo cargo
    de él un fraile para enseñarle los temas
    y se hizo católico con venticinco o más
    años. Se casó con la hermana menor de mi
    madre. El salió con su mujer de Madrid por Valencia,
    como cubanos, para Francia. Mi tía, como cubana,
    entró en España y vino para Gijón,
    pero él aquí no podía entrar, en
    cuanto entraba, le detenía la policía porque
    Hitler había dicho que eran apátridas. Se
    quedó en Francia y como ya se barruntaba la guerra
    dijo que iba contra los alemanes, pero le dijeron que
    no, que no le podían coger, pero sí de intérprete.
    No conoció el odio, tenía un diario que
    era una maravilla. Era una mezcla de cristiano y judío,
    una de las personas de nivel moral más alto que
    he conocido. Durante el franquismo, viví muchos
    años de maestra en Barcelona, 17 años, y
    cuando el tío Roberto tenía que ir a allí
    por asuntos de negocios, mi marido lo tenía que
    avalar de que no realizaba ninguna actividad política.

    En Bayona, nos vacunaron a todos contra la viruela,
    menos a mi abuelo, que se negó,
    y mi madre
    les dijo en francés lo de a la vejez viruelas,
    y se echaron a reir y le dejaron pasar. En Francia estuvimos
    dos días en total. De Bayona, donde nos dejó
    el barco, fuimos a San Juan de Luz en tren, en tercera,
    y todos dijimos: como la primera de España. En
    San Juan de Luz ya econtramos amigos; estaba José
    Antonio García Sol, el de la finca…
    ,
    muy amigo de mi padre y de mis tíos; andaba a caballo
    detrás de mi tía, y mi abuelo dijo: “señoritos
    de a caballo, no, así que ya puedes ir mirando
    a otro”, y no la dejó andar con él.

    Se
    presentó un amigo de mi padre, muy amigo de la
    juventud, Ismael Figaredo, un ricacho, con el coche a
    buscarnos.
    Le dijo mi padre: “pero Ismael
    a quién crees que vienes a buscar.” Pues a
    Herminia y a tus cuatro hijos. “¡Que te crees
    tú eso!, somos trece.” “¡Caray,
    trece!; trece no me caben en el coche, Luis; bueno, pues
    me llevo a Herminia y a las chicas.” “No, no,
    no, -dijo mi padre-, tú no te llevas a nadie; mañana
    o pasado, cuando arregle los papeles, nos vamos todos
    juntos y ya nos veremos en San Sebastián.”

    Encontramos en San Juan de Luz, en el mismo hotel,
    un caseron del siglo XVII, a Gerardo Diego Cendolla, el
    catedrático y poeta.
    Había llegado
    a Gijón muy pinturero y muy joven a la cátedra
    de Gramántica del Instituto Jovellanos. Saludó
    a mi madre y nos dijo que quería entrar en España.
    “Y nosotros también, estamos arreglando papeles.”
    “Y yo, cómo haré, porque no tengo ningún
    aval”. le preguntó Gerardo Diego. Mi madre
    le dijo que nosotros no éramos aval, pues íbamos
    avalados por Ismael Figaredo. Gerardo Diego, entonces,
    nos pidió si podríamos ir a hablar con un
    tío de él que era organista de los Jesuitas.
    Nosotras dijimos que sí. Nos pidió que le
    dijéramos a su tío que él era de
    la derecha, muy religioso. Gerardo Diego era de
    izquierdas;
    por ejemplo: con ocasión de
    examinarme yo con él, yo llevaba colgada la cruz
    de la primera comunión, y me dijo: “para que
    trae ahí ese amuleto”, y me dejó tan
    fría que no le supe contestar. Era terrible, le
    gustaba meter miedo y asustar a los alumnos; era francamente
    de izquierda y, luego, se volvió arrebatado
    del régimen de Franco.
    Estaba casado con
    una francesa ya entonces, y la francesa vino aquí
    a trabajar y tuvieron una hija. Gerardo Diego no encontraba
    quién le avalase. Le preguntaban qué era,
    decía que catedrático y le contestaban que
    nada, que todos los catedráticos de la última
    hornada eran rojos. Nos preguntó a quién
    conocíamos en San Sebastián y le dijimos
    que al padre Elorriaga: “¡Oh!, mi tío
    es organista de los jesuitas.”

    Cuando
    vimos al tío de Gerardo Diego, era una estampa
    de la edad media, todo vestido de negro, con una cosa
    blanca aquí arriba y una chapela imponente. Lo
    fuimos a saludar. “¿En nombre de quién?”,
    nos preguntó. “Del padre Elorriaga”,
    le dijimos. “¡Aaaah!, garantizadísimas
    las señoritas, pueden sentarse.”

    Hablaba con un vocabulario de la edad media, creo que
    hasta nos trató de vos. “¿Qué
    les trae por aquí?”, nos preguntó.
    “Bueno, es que tiene usted un sobrino, hijo de una
    prima, y no puede pasar a España, no tiene dinero,
    no puede pasar porque nadie le avala”, le contestamos.
    “¿Y es de espíritu cristiano?, ¿ustedes
    saben si es de meditación diaria?, ¿ustedes
    están seguras de que…” Bueno, las preguntas
    fueron de juerga, y nosotras, todas muy seriecitas, “sí,
    sí, de meditación diaria, sí, señor,
    sí.” “¿Y es muy amigo de los jesuitas?”
    “Sí, sí, sí, muy amigo del padre
    Elorriaga”; todo mentira, seguro que no los podía
    ver; pero así pudo pasar a España, gracias
    a nosotras. Mi madre dijo, mira, es una buena persona,
    da igual que sea lo que sea, quiere ir y tiene derecho
    a estar allí trabajando, no hay lugar a nada, qué
    derecha ni qué izquierda ni qué narices.
    Le dijimos que era de velo, de roquete, de sobrepelliz
    y de todo lo que hiciera falta, y el hombre entusiasmado.
    Todo lo que había allí, era raro y anacrónico,
    hasta tenía un espejo tapado con una sábana
    negra, que antiguamente se hacía eso cuando había
    algún luto en la familia; era una persona fúnebre
    y muy antiguo, muy antiguo.

    Cuando llegamos a Irún, pasamos por el puente de
    Santiago. Lo primero que encontramos fue un miliciano
    con el uniforme unificado, como con el que yo hice el
    servicio social, o sea, uniforme de Falange y gorra de
    requeté. El miliciano ese fue el que nos dijo que
    nos teníamos que afiliar a un partido, a uno de
    los dos; pero mi hermana mayor, que tenía mucho
    desparpajo, dijo que no, que no, que había un decreto
    de unificación, un solo partido; pero el miliciano
    le contestó que eso eran cuentos, que allí
    andaban todos a la greña.

    En
    el hotel de San Sebastián, nos fueron a buscar
    unas señoritas de Gijón que llevaban allí
    mucho tiempo, para que fueramos a arreglar el altar de
    las monjas Reparadoras. Nosotras que no, que nunca habíamos
    arreglado altares; ellas que sí, que era fácil.
    Terminamos yendo las tres hermanas. Era en la iglesia
    de Santa María del Coro. Allí vinieron las
    de la Virgen de la Paloma y las de la Virgen del Coro
    a decirnos que allí no podíamos poner el
    cuadro de la Vírgen. Primero es la de la Paloma;
    no, señor, primero es la del Coro… ¡Claro,
    como todas son el ocho de Septiembre! Se pelearon todas
    y nosotras dijimos que para casa y que hicieran lo que
    quisieran.

    En San Sebastián estuvimos cinco o seis días,
    combinando con los bancos a ver quién prestaba
    su dinero, a ver si íbamos a Zamora a un hotel
    o alquilábamos un piso. El dinero que llevábamos
    de aquí valía, ya lo había conseguido
    mi padre aquí, en Gijón, del Banco España,
    gracias a Entrialgo que era un alto empleado del Banco
    de España, una persona muy de bares, amigo de todo
    el mundo y sin opinión política aparente,
    y lo recibieron los rojos y los nacionales.

    Llegamos
    a Zamora reclamados por el hermano de mi madre, Eugenio
    Rugarcía González Chavez, que era jefe de
    Industria en Zamora.
    Nos dijo que no abriéramos
    la boca, que no podíamos hablar de nada porque
    estaban “paseando”, allí se decía
    “paseando”, nosotros nunca lo habíamos
    oído; aquí se decía: “fueron
    a por fulano y le pegaron cuatro tiros”. Allí,
    sacaban a la gente de la cárcel y “paseaban”
    por la noche a la gente y aparecía por las cunetas,
    y que se decía que los “paseadores” eran
    todos de Falange.

    Mi
    tío tenía treinta y ocho años, se
    iba a casar, y puede que llevara cuatro o cinco en Zamora.
    En Zamora estuvimos dos meses. En La Coruña estuvieron
    mi padre, que ya estaba muy enfermo, mi hermano y el tío
    médico y su mujer. Esperaron en La Coruña
    a que se apaciguara el panorama de Asturias, porque algún
    rumor les había llegado. Mi padre no nos decía
    ni pío cuando se enteraba de fusilamientos, no
    sabíamos nada, estuvimos meses y meses en la luna
    de Valencia; no sabía que aquí, en El Cerillero,
    fusilaban gente, y creo que fusilaron. Tenía una
    amiga, Hartasánchez Alvargonzález, que esa
    familia se marchó también amparados por
    el cónsul cubano y se fueron a Valladolid; me decía
    que por la mañana, cuando iba a misa, los “paseados”
    estaban muertos, tirados por las cunetas. El obispo de
    Zamora, que es el que menciona el hijo de Sénder
    en su libro Sucedió en Zamora, tengo el dolor de
    decir que fue el que vino a casarme a mí, sin saber
    yo sus ideas; mi amiga monja dice que era completamente
    inclinado a Hitler.

    En Zamora estuvimos aprendiendo el “Cara al Sol”,
    porque nosotros éramos contrarios a la violencia,
    incluida la de la Falange; éramos, más bien
    de Gil Robles, la democracia cristiana y todo eso. Operaron
    a mi padre, se puso gravísimo, cogió un
    infección renal, no había antibióticos.
    El ventiuno de Octubre ya vino muy mal para Galicia, pero
    como venía con su cuñado, que era médico,
    su mujer y mi hermana, nosotras quedamos a esperar, teníamos
    a nuestro cargo cuatro niños. Volvimos a abrir
    la academia en cuanto entraron los nacionales. Tuvimos
    que cambiar el local, porque el primer local, que estaba
    en la calle Cabrales, esquina a Dindurra, que era un chalé
    de la familia Suárez, estaba destrozado. Entonces,
    alquilamos un chalé, tambien con jardín,
    en la calle 17 de Agosto, que la tiraron hace dos años,
    construyeron un rascacielos y abrieron para Pryca; era
    de una familia Fresno, que inicialmente en la guerra mataron
    a tres hermanos el mismo día, y creo que los tiraron
    por algún sitio de mala manera; lo único
    que tenían era que eran rezadores, de iglesia en
    iglesia, tradicionalistas, soñando con don Carlos;
    yo conocí mucho a las hermanas que fueron las que
    nos alquilaron el chalet.

    En
    Zamora, estuvimo en el hotel Suizo, que era donde vivía
    mi tío y era el mejor hotel que había; la
    dueña del hotel daba por teléfono las órdenes
    a Millán Astray,
    que eso lo he visto yo:
    “general, qué hace que no da órdenes
    de salir a la calle a celebrar la entrada en tal pueblo”;
    en Colunga, Villaviciosa…; daba ella las órdenes;
    era hija de uno que había sido general cuando los
    carlistas, de la última guerra carlista, Moriones.
    En cuanto llegamos al hotel, las camareras nos dijeron:
    “señoritas, que no las coja por la
    escalera el general Millán Astray; porque las coge
    por los brazos y las obliga a besarle en la cara una herida
    que tiene y diciendo: soy España, bésame”.

    Una noche, el general Millán Astray quiso detener
    a los italianos. El comedor estaba lleno de oficiales
    italianos de las Flechas Negras. Parece ser que la mujer
    de un oficial italiano se tropezó en las escaleras
    con Millán Astray, que la cogió y le dijo
    lo de bésame, que soy España; la mujer gritó;
    su marido, el oficial italiano, fue para allá y
    parece ser que le dio de bofetadas en la escalera. Quería
    detenerlo; la señora Moriones decía que
    no podía ser, que era italiano y que no podía
    haber líos entre España e Italia, y fue
    la que lo arregló. En el comedor solía estar
    un falangista que era un fantoche, presumía de
    escandalizar comiéndose una buena chuleta en viernes
    de vigilia; nos dijo que se iba a enterar él quiénes
    éramos nosotros, que habíamos venido de
    Asturias; cuando se enteró que eramos familia del
    jefe de Industria y que su hija daba clase de piano con
    la novia de mi tío, entonces ya todo fueron amabilidades,
    ya no éramos dinamiteras…

    Estuvimos en Zamora mes y medio, y como lo del hotel era
    un dineral, mi madre buscó una casa para alquilar.
    Alquilamos un chalet muy pequeñito que
    era de la viuda de un cartero que le habían fusilado
    al marido los nacionales
    porque decía
    que pasaba correspondencia al otro lado; había
    quedado con una hija y nos la alquiló menos una
    habitación para dormir ella y la hija. Fue donde
    conocimos más de trato al obispo, que tenía
    una sobrina casada con un primo segundo de mi madre. Nos
    llamaba para ver si queríamos jugar con el al tresillo,
    pero no fui porque me daba reparo. No sabía que
    era tan falangista. Luego vino para Asturias y seguimos
    el trato. Traté mucho a los canónigos de
    Covadonga, porque siempre fui a pasar días allí;
    y siempre me preguntaban cómo era el obispo que
    había conocido en Zamora, querían saber.
    Mi padre salió para La Coruña con su cuñado
    y mi hermano el ventiuno de Octubre, y estuvo allí
    quince días. Cuando estuvieron en Gijón,
    nos avisaron. A mediados de Noviembre diluviaba.

    Don
    está ahora Musical Tommy, había una fábrica
    de monos, que primero había sido fábrica
    de boinas vascas,
    cuando yo tenía cuatro
    o cinco años; dejaron de fabricarlas cuando se
    dejaron de usar aquí. Era de Luis Alvarez Entrialgo.
    Primero había estado ahí Basurto, Manolo
    y Luis Basurto. Los Basurto decían a mi padre,
    cuando tenía la fábrica de vidrio del Llano:
    “don Luis, usted nos está haciendo a nosotros
    millonarios y usted no va a juntar ni un millón
    por culpa de los líos de los obreros”. Y papá
    decía: “pues va a ser verdad”; y fue
    verdad. Le compraban vidrio plano, que era lo que fabricaba;
    luego, hizo botellas, y luego, vinieron las huelgas que
    fue lo que le hizo suspender pagos.

    La
    tela para los monos la traían del País Vasco
    y siguió vendiendo monos durante toda la guerra
    y ganando dinerales. Juntaron una millonada de belarminos

    y cuando ya vieron que iban a entrar las tropas nacionales,
    compraron muebles y pusieron la casa nueva, gastaron todos
    los belarminos y se plantaron en Zamora disparados. Seguramente
    que como combayaban tanto con unos y con otros, tuvieron
    un poco de miedo. Eran muy buena gente. Fueron los que
    nos contaron los que habían matado aquí:
    Villa, el médico, una gran persona, muy generoso
    con la gente pobre; lo fusilaron aquí después
    de caer Santander. El ventiséis de Agosto le mandamos
    nosotros un carrete de hilo verde a la profesora que estaba
    presa en el barco para que supiera que Santander ya estaba
    con los nacionales; era la consigna, no podíamos
    hablar con ella, pero sí mandarle comida.

    Antes
    de la guerra, en el verdadero Teatro Jovellanos, que era
    del Ayuntamiento, era donde se celebraban los conciertos
    de la Filarmónica. Se puede decir que era el único
    espectáculo al que íbamos habitualmente,
    mi hermano, desde los siete años. Entonces, cuando
    llegaba un intérprete de pro: recuerdo a Rubinstein,
    a Iturbe, a Shawuer, a Querol… Desfilaban por aquí
    los primeros artístas del mundo. Si no se podían
    pagar tres al mes, se pagaban dos o uno. A la hora de
    tocar las campanas del Sagrado Corazón, que tocaban
    un cuarto de hora entero, el artista cruzaba los brazos
    delante del piano y esperaba que acabaran las campanas.
    No sé si exagero con lo del cuarto de hora… eran
    las campanas eléctricas, se tocaba un botón
    y ¡hala!, ¡hala!, un ruido ensordecedor. Nos
    decía que cómo era posible eso. Son los
    jesuitas y tanto poder tenían.

    La
    madre de los Castiello venía de Peón a recoger
    la ropa para lavar; la llevaba en un saco y la traía
    a la semana siguiente. Es de la gente más buena
    que he conocido yo.
    Un día le preguntó
    a mi madre si uno de sus hijos no podría venir
    a estudiar a la Fundación Revillagigedo porque
    quería ser mecánico. Mi madre se lo arregló
    porque tenía allí un sobrino, Manuel Llanos
    Menéndez, que era perito industrial, que fue el
    que hizo y conservó el plano inclinado del Langreo;
    Revillagigedo eran los jesuitas. Uno de los hijos se hizo
    de los sindicatos y se lo contó a mi madre. Los
    nacionales fuera a buscarle a casa: se llevaron al abuelo
    viejo, a la madre, quisieron violar a las hijas, tuvieron
    que escapar, se esparcieron todos; habían tenido
    guardado al cura todo el tiempo; cuando se liberó
    esto, para ellos vino el infierno; el cura hizo lo que
    pudo y no pudo nada. Ella venía continuamente a
    vernos y a decirnos lo que estaba pasando. Se marcharon
    a los montes y yo ya no supe más. Pero muchos años
    más tarde, yo fui a dar a Galicia casada y un marido
    de una sobrina era militar y de la Guardia Civil; y un
    día la cocinera dijo, “¡uy! el señorito
    de casa si que gana dinero, porque recibe un sobre de
    la soldada y otro sobre de los servicios especiales de
    los fugados por los montes de Asturias y León;
    le pagaban entonces doce mil pesetas más.

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Digo
    barcos y voy a empezar hablando de aviones, porque se
    puede decir que los mensajeros de la gran huida que
    iba a tener lugar en Asturias llegaron a Francia, no
    por mar, sino por aire. Se trataba de los pilotos, algún
    mando de la aviación republicana y los asesores
    soviéticos que, con los aviones disponibles,
    consiguieron ganar el aeródromo francés
    de Biarritz-Parme.

    El
    miércoles día 20 de Octubre, por la mañana,
    debieron de despegar del aeropuerto de Carreño
    cinco aviones. Según lo que he podido averiguar,
    se trataba de un avión de observación
    de fabricación checa con dos personas; tres cazas,
    uno de los cuales era un “Mosca”,
    llevando cada uno también dos personas, y un
    “Farman” con otras seis personas
    más. No está claro si el avión
    de la compañía “Air Pyrinées”,
    encargado de la línea de viajeros y del transporte
    del correo entre Asturias y Francia, que era el que
    normalmente utilizaban las autoridades asturianas y
    los rusos cuando precisaban salir de Asturias, había
    despegado el martes 19 por la tarde o el mismo miércoles
    por la mañana. En el avión de “Air
    Pyrinées”, a tenor de las informaciones
    de la prensa francesa, llegaron a Biarritz un general
    y tres oficiales rusos.
    Seguramente, estos asesores
    rusos son los mismos a los que se refiere Ramón
    Álvarez en su entrevista, cuando dice que acudieron
    a despedirse de Belarmino Tomás y a ofrecerle
    una plaza en el avión.

    Hay
    que recordar que los asesores militares soviéticos
    tenían órdenes estrictas de su gobierno
    de encontrarse siempre fuera del alcance de la artillería
    enemiga, medida con la que se pretendía evitar
    que en ningún caso pudieran ser hechos prisioneros.

    Uno
    de los cazas que salieron de Carreño, cuando
    sobrevolaba ya la costa francesa, perdió contacto
    con el resto al atravesar unos bancos de niebla y tuvo
    que realizar un aterrizaje de emergencia en una playa
    próxima a Capbretón. Iban en ese
    avión los sargentos pilotos Miguel de Diego
    y José Martínez
    , que salieron indemnes.
    No así el avión, un modelo de marca inglesa
    con motor de 450 HP, del que solamente se pudieron retirar
    las ametralladoras antes de que fuera alcanzado por
    las olas. Al día siguiente, pudo ser recuperado,
    aunque con grandes daños, siendo transportado
    en un camión al aeródromo de Biarritz-Parme.
    Los jóvenes pilotos declararon que habían
    recibido la orden de refugiarse en Francia a las 8h.
    45m. de esa misma mañana, toda vez que, según
    el jefe de la escuadrilla, en Gijón, las autoridades
    ya no controlaban la situación, «desarrollándose
    violentos combates en el interior de la ciudad entre
    gubernamentales y anarquistas». Sin comentarios.

    La
    misma tarde del miércoles 20, el avión
    de “Air Pyrinées” despegó
    del aeródromo de Biarritz con destino a Gijón,
    pero tuvo que regresar sin poder conseguirlo. Los mandos
    rusos, en el momento de despedirse de Belarmino Tomás,
    se habían comprometido a enviar tres aviones
    para que pudiesen evacuar en ellos las principales autoridades
    republicanas.

    La
    compañía aérea “Air Pyrinées”
    se había creado al iniciarse la Guerra Civil
    con aportaciones de capital del gobierno español,
    del gobierno vasco y de los rusos, aunque parece ser
    que eran estos últimos los que la controlaban
    de una manera efectiva.
    Operaba  desde
    el aeródromo de Biarritz-Parme con pilotos y
    aviones franceses, enlazando las capitales del Norte
    republicano con el resto de la España gubernamental,
    previa escala en Francia. Los pilotos eran los franceses
    Dary, Lebeau, Laporte y Gally, que vivían con
    sus familias en las proximidades del aeródromo.
    Los vuelos, además de todos los riesgos de la aviación
    de aquella época, incluían los propios
    de volar a zona de guerra, incluyendo la posibilidad
    de ser derribado. Así ocurrió con el avión
    de “Air Pyrinées” que el 8 de
    Septiembre se dirigía a Gijón y fue derribado
    por aparatos nacionalistas a la altura de Ribadesella,
    pereciendo el piloto, el francés Abel Guidez,
    y resultando herido el copiloto
    . Abel Guidez había
    sido uno de los primeros pilotos voluntarios llegados
    de diferentes países del mundo que formaron la
    escuadrilla “España”, mandada por el
    escritor francés, premio Goncourt, André
    Malraux
    . Esta escuadrilla se encargó de la
    defensa de los cielos de Madrid frente a los bombardeos
    de la aviación legionaria alemana e italiana.
    Al crearse la compañía “Air Pyrinées”,
    Abel Guidez fue nombrado subdirector de la misma. Como
    compensación por el riesgo, se decía que
    los pilotos tenían asignado un sueldo mensual
    de 50.000.- francos.

    El
    jueves 21, al día siguiente de su llegada, despegaban
    del aeródromo de Biarritz-Parme los dos aviones
    de caza y el de observación con destino a Barcelona,
    vía Pau.

    Ese
    mismo jueves, hay otra noticia referente a la aviación
    republicana del Norte; se trata del aterrizaje en
    Cazaux, cerca de Arcachón, de un avión
    procedente de Gijón
    , en el que viajaban el
    piloto, un mecánico y un observador. Si no está
    equivocada la fecha, este avión habría
    despegado del campo de Carreño venticuatro horas
    después que el resto y cuando ya la entrada de
    las tropas nacionales en Gijón era inminente.

    De
    vuelta de las nubes al mar, a los barcos que huyen de
    los últimos puertos republicanos de Asturias
    y consiguen llegar a Francia, que es de lo que trata
    este capítulo, he creído más conveniente,
    para llevar un poco de orden, organizar el relato siguiendo
    un criterio geográfico de Norte a Sur de la costa
    Atlántica francesa. Es decir, que empiezo por
    el puerto francés más septentrional al
    que tengo constancia de que llegasen por vía
    marítima refugiados de Asturias en esas fechas
    de finales de Octubre del 37, y voy descendiendo hacia
    el Sur, para finalizar en el más meridional de
    ellos: San Juan de Luz.

    En
    cada puerto, menciono el nombre del buque o embarcación,
    la fecha de su llegada, el número de evacuados
    que traía a bordo y el puerto asturiano del que
    procedía. Claro está, siempre y cuando
    haya podido averiguarlo. En muchas ocasiones tendré
    que limitarme a la parquedad descriptiva de «un
    vapor» o «un pesquero» porque me ha
    sido imposible averiguar más detalles.

    Es
    más que probable que falten algunas embarcaciones,
    pero hay que darse cuenta que en la huida se utilizó
    cualquier cosa que flotase, desde un mercante a una
    draga, desde un bou a una lancha del abareque. Me viene
    ahora a la memoria la historia que me contaron de un
    pescador, creo que de Avilés, que salió
    él solo en una lanchina de motor. Estuvo tres
    o cuatro días navegando bien pegado a la costa.
    Cuando veía algún barco de los nacionales,
    paraba el motor y hacía como que estaba pescando.
    Y así, poco a poco, pues consiguió llegar
    a Francia. Lo más probable es que no quedara
    reflejada en ninguna parte la entrada de una lancha
    con un pescador. Y como este caso, tantos otros, por
    no hablar de los que naufragaron o fueron hundidos y
    nunca más se volvió a saber nada de ellos.
    Una posibilidad de comprobación podría
    haber sido por medio del asiento de cada buque o lancha
    en el Registro de Buques de cada Capitanía Marítima,
    pero en todos los que he visto, no hay referencia alguna
    a la recuperación del buque o lancha por sus
    propietarios en puerto francés al terminar la
    guerra, pese a que todas estas embarcaciones que llegaron
    a Francia quedaron retenidas, algunas embargadas por
    los pescadores franceses que las recogieron en alta
    mar, y no empezaron a ser devueltas hasta finales de
    1939. En cualquier caso, tanto la fecha de llegada como
    el número de evacuados debe entenderse como aproximado,
    pues muchas veces no concuerdan las distintas fuentes
    al ser cotejadas entre sí.

    A
    Douarnenez, puerto pesquero situado en la rada de Brest,
    llegaron el viernes día 22, en las últimas
    horas de la tarde, dos pesqueros con refugiados de Asturias:
    “La Mensajera”, procedente de Avilés,
    y el “Abascal”, que había salido
    del puerto de El Musel
    . “La Mensajera”
    llegó sobre las cinco y media de la tarde y traía
    a bordo 78 personas, 12 de las cuales eran mujeres;
    el resto, lo formaban en su mayoría milicianos.
    “La Mensajera” fue conducida hasta Douarnenez
    por el pesquero francés “Saint-François”,
    patroneado por monsieur Guivarch, que había encontrado
    al pesquero español en los alrededores de la
    isla de Sein.

    En
    el “Abascal” venían un total de 66
    personas y entre ellas, como ya se ha dicho, la práctica
    totalidad del Consejo Soberano de Asturias y León,
    con el presidente de dicho Consejo y diputado socialista,
    Belarmino Tomás, a la cabeza. Acompañaban
    a “Belarmo” en este viaje tan especial,
    Maldonado, Segundo Blanco, Ramón Alvarez,
    Rafael Fernández, Onofre García, Llamedo

    Antes
    de ser autorizados a desembarcar por las autoridades
    francesas, los milicianos fueron desarmados y las armas
    requisadas por el servicio de Aduanas. Al conjunto de
    los refugiados se les suministraron alimentos y, a continuación,
    fueron conducidos a las dependencias de “L’Abri
    du Marin”, donde pasaron la noche. Los dos diputados
    en Cortes allí presentes, por órdenes
    de la prefectura, fueron separados del grupo y conducidos
    en un automóvil a un hotel. A la mañana
    siguiente, por indicación del consulado español
    más próximo y siguiendo instrucciones
    de la embajada española en París, se enviaron
    unos coches a recoger a las autoridades asturianas,
    que partieron hacia la frontera con Cataluña.
    Al mismo tiempo, se organizó la inmediata repatriación
    por ferrocarril de los milicianos y del personal civil.

    Unos
    treinta kilómetros más al sur, cerca de
    la península de Penmarch, un pesquero español
    que llevaba a bordo un total de 118 milicianos huidos
    de Asturias estaba a punto de naufragar.

    A partir del viernes 22, la mar se había ido
    encrespando hasta hacerse tempestuosa, mientras que
    chubascos torrenciales con vientos racheados azotaban
    la cubierta del pesquero, atestada de seres humanos.
    Con las primeras horas del amanecer del sábado
    día 23,  la lancha francesa de salvamento
    “León Defour”, estacionada en el
    puerto de St. Pierre-Penmarch y patroneada por Thomas
    Stéphan, zarpó en auxilio del pesquero
    en apuros.
    También colaboraron
    en el rescate muchos pescadores, destacándose
    los patrones Michel Bougéon y Lucas Thomas.

    A
    pesar del riesgo y de las dificultades de la operación,
    dado el mal estado de la mar y el elevado número
    de personas que había a bordo del buque en peligro,
    la lancha de la Sociedad Central de Salvamento de Naúfragos,
    auxiliada por los pesqueros, consiguió poner
    en tierra firme, sanos y salvos, a la totalidad de los
    118 milicianos y refugiados que viajaban a bordo del
    pesquero español, entre los que se encontraban
    varios oficiales del ejército republicano. Una
    vez en tierra, se les suministró comida caliente
    y ropa seca, siendo conducidos, por orden de la prefectura,
    al pueblo de Poulgoazec, cerca de Audierne. Tal vez
    se tratase del pesquero “Huerta”, que habría
    salido de Gijón.

    En
    la propia península de Penmarch, próximo,
    por tanto, al lugar en el que se desarrollaron los dramáticos
    acontecimientos antes relatados,  se encuentra
    un pequeño puertecito pesquero llamado Guilvinec.
    A este puerto, y sin mayor contratiempo, arribó
    el viernes 22 un pesquero del que lo único que
    se sabe es que procedía de Asturias y traía
    a bordo a 29 personas, entre ellas, dos oficiales republicanos.

    En
    Quimper, la capital departamental situada a orillas
    del Odet, donde este río comienza a hacerse navegable,
    se presentó el viernes, hacia las seis de la
    tarde, el “Hermania”, que tal vez se trate,
    más bien, del “Herminia”, un pesquero
    de San Juan de la Arena que hacía pareja con
    “La Mensajera”.
    Los franceses quedaron
    sorprendidos por la audacia de los marinos asturianos
    que, sin ayuda de ningún práctico, consiguieron
    superar los peligros de la barra aprovechando la pleamar.
    El “Herminia”, pesquero de 30 TM, había
    salido de Avilés el miércoles 20, a las
    nueve de la noche, y a pesar de que un barco nacionalista
    le disparó tres cañonazos, consiguió
    huir. A bordo viajaban un total de 26 personas, 14 de
    las cuales pertenecían a la tripulación,
    otras cuatro eran mujeres y el resto, milicianos. Uno
    de los milicianos, que venía herido, fue conducido
    al hospital. Por orden de la prefectura, la casa Pernez
    sirvió inmediatamente un tentempié a los
    refugiados, estableciéndose que las comidas las
    hicieran a partir de entonces, y mientras permaneciesen
    en la ciudad, en el restaurante Friand.

    En
    Lorient recalaron, en días sucesivos, varios
    pesqueros que habían conseguido burlar el bloqueo
    impuesto por los buques de guerra nacionales a los últimos
    puertos republicanos del Norte.
    Los milicianos y
    refugiados que ganaron Lorient en esos pesqueros, estuvieron
    precedidos por la llegada, una semana antes, de unas
    cuantas personalidades asturianas, las cuales habían
    organizado, con previsora anticipación, su propia
    y clandestina huida.

    Fue
    en la medianoche del jueves 14 de Octubre cuando recaló
    en aguas de Lorient el gánguil “Somo”,
    perteneciente a la Junta de Obras del Puerto de Avilés.

    Había conseguido zarpar secretamente de la ría
    avilesina llevando a bordo, junto a los 21 miembros
    de la tripulación, medio centenar de personajes
    asturianos, pertenecientes en su mayoría a los
    tribunales de Justicia y a la Junta de Obras del Puerto
    de Avilés.

    Al
    conocerse la huida, algunas organizaciones políticas,
    como Izquierda Republicana y el PSOE,
    publicaron en el diario “Avance”
    notas en las que se daba el nombre de algunos de los
    huidos y se anunciaba su expulsión. Hay que tener
    en cuenta que por esas fechas el gobierno asturiano,
    ante la gravedad de la situación militar, ordenaba
    extremar las medidas de represión contra desertores
    y derrotistas. Así, por ejemplo, se dictaron
    disposiciones para que se fusilase sobre el terreno
    a los mandos de las unidades militares que se retirasen
    de sus posiciones sin haber perdido, al menos, la mitad
    de sus efectivos; también podían resultar
    detenidos los padres o la mujer de los milicianos a
    los que se considerase desertores. Por otra parte, no
    era menos cierto que la mayoría de los huidos,
    de caer en manos de los nacionales, eran candidatos
    seguros al paredón. Claro que en esa misma situación
    se encontraban también varios miles de personas
    más que seguían en sus puestos, tanto
    en el frente como en la retaguardia.

    Entre
    los nombres que se dieron a conocer figuraban los de
    Juan Pablo García (presidente del Tribunal Popular),
    Santiago Blanco, Ramón González Ania,
    José San Martín, Guzmán García,
    Maximino Trincado, Fernando Trincado y Manuel Sisniega,
    expulsados del PSOE; Justo Fernández Casero,
    Luciano Cimadevilla López, José Antonio
    Fernández Vega, Leandro Pubillones Soto, Juan
    Fernández Lavandera, Manuel García Vidal,
    Marcelino Rico, Manuel Arganza de la Uz, Renato Ozores,
    Luis Martínez García, Francisco Acacio
    Martínez García, expulsados de Izquierda
    Republicana; y José Fernández Miranda,
    del Comité Ejecutivo de Ias Juventudes de Izquierda
    Republicana; David Arias, secretario de la JOP de Avilés,
    Rogelio Iglesias Pola, depositario pagador de la JOP,
    Nicanor González, capataz, y Severino García,
    maquinista del remolcador “Plutón”.
    Este remolcador, el “Plutón”,
    del servicio de la JOP de Avilés, sería
    uno de los barcos que, una semana más tarde,
    conseguiría ganar las riberas de la Garona cargado
    de refugiados. A bordo del “Somo”
    viajaban también el ex-gobernador de Málaga
    y la hija del capitán. La Ejecutiva de la Federación
    Socialista Asturiana hizo constar, así mismo,
    «su protesta ante el Gobierno de la República
    por haberse otorgado cargos en Valencia y otros lugares
    de la España leal a afiliados socialistas que
    abandonaron el Norte sin autorización de esta
    Federación Socialista y están, por consecuencia,
    pendientes de que su conducta sea juzgada.»

    El
    viernes día 22, a las 10h. 35m. de la mañana,
    entraba en el puerto de Lorient el pesquero “Palacio
    Valdés”,
    perteneciente a la flota de
    Ojeda. Había salido de Gijón el miércoles
    20, hacia las ocho de la noche, con el patrón,
    un miembro de la tripulación, 26 hombres y una
    mujer, figurando entre los milicianos un comandante
    y un capitán. Sobre el muelle se dispuso un importante
    servicio de orden a cargo de la gendarmería marítima
    y poco tiempo después llegaban al lugar el sub-prefecto
    de Lorient, Bousquet, el canciller del Consulado de
    España, Ramos, y el cónsul de España
    en Nantes, Aguilar. El sub-prefecto de Lorient se encargó
    de que se avituallara a los recién llegados,
    que habían hecho el viaje sin víveres
    a bordo. Desde el hospital “Bodélio”
    se les hizo llegar comida caliente. La mujer de cabellos
    rubios que venía a bordo, con aspecto de estar
    agotada por el viaje, fue autorizada a desembarcar,
    partiendo hacia la ciudad acompañada por el vice-cónsul
    Ramos.

    Toda
    la prensa francesa, sin excepción, se hizo eco
    de los incidentes que se produjeron al encontrarse los
    que venían en el “Palacio Valdés”
    con los del “Somo”. Una de las acusaciones
    lanzadas fue la de que los del “Somo”, se
    habían llevado con ellos cuatro millones de pesetas
    oro.

    Entre
    el viernes y el sábado llegaron a Lorient
    dos nuevos pesqueros con refugiados procedentes de Asturias.
    Uno era el “Toñín”

    que,  atracaba con 160 refugiados según
    la lista oficial; pero, en realidad, a bordo venían
    un total de 193 personas, entre ellas, 17 mujeres.

    Al
    poco de salir de Gijón, el “Toñín”
    fue capturado por el “Cervera”.
    Del
    “Cervera” pasaron al “Toñín”
    tres oficiales con una dotación de presa para
    identificar al pasaje, pero los del “Toñín”
    prepararon una estratagema escondiendo en lo más
    profundo de las bodegas a los militares y permaneciendo
    en la cubierta las mujeres y la gente mayor, haciendo
    creer, de esta manera, que eran simples civiles que
    huían aterrorizados de Gijón a causa de
    los bombardeos. Uno de ellos incluso subió al
    “Cervera” para acreditar su condición
    de “persona de orden”, mostrando para ello
    una serie de justificantes, por importe de varios miles
    de pesetas, de todas las mercancías de su comercio
    que le habían incautado los rojos. El mando del
    “Cervera” ordenó al “Toñín”
    dirigirse hacia el cabo Peñas, que era donde
    estaban concentrando los barcos apresados esa noche,
    custodiados por otros buques nacionalistas. Una vez
    reembarcados los tres oficiales y la dotación
    de presa en el “Cervera”, partió
    de nuevo, veloz e imponente, a la captura de más
    barcos. El “Toñín” mantuvo
    el rumbo ordenado durante unas horas, hasta que viéndose
    sólos en medio de la negrura de la noche y el
    mar, se decidieron a huir; así que, a todo vapor,
    arrumbaron al Norte y consiguieron escapar.

    Lo
    que pasaba realmente era que los barcos de guerra nacionalistas
    no daban abasto para perseguir, capturar y custodiar
    tantas y tantas embarcaciones de todas clases como esa
    noche surcaban la mar hacia Francia en aquella huida
    a la desesperada.

    Cuando
    el “Toñín” se encontraba,
    perdido el rumbo, a 20 millas al suroeste de Belle-Ile
    ,
    alcanzaron a divisar  un pesquero francés,
    que resultó ser el “Lucien-Thérèse”,
    hacia el que se dirigieron. El patrón del
    “Lucien-Thérèse” les entregó
    todos los víveres que tenía a bordo y
    les condujo hasta el puerto de Pallais, en Belle-Ile,

    donde recalaron para comprar pan. A continuación,
    el patrón francés tomó él
    mismo el timón del “Toñín”
    y puso rumbo a Lorient. Una vez en puerto y por orden
    de la Prefectura, fueron conducidos al “Fourneau
    Economique de Merville”, donde se les dio de comer.

    A
    bordo del “Toñín” iba el alcalde
    de Gijón, Avelino G. Mallada
    , a quien pertenece
    esta descripción, recogida por Ramón Alvarez,
    de sus compañeros de odisea:

    «Un
    marinero se pone al timón, unos metalúrgicos,
    a la máquina y caldera… Salimos de El Musel.
    ¿Qué gente somos? Tenientes coroneles,
    comandantes, médicos militares y civiles, delegados
    del Gobierno de Euzkadi, un periodista que por “radio”
    hizo mucho “de rabiar” a Queipo “la
    borracha”, 17 mujeres, oficiales del pueblo, milicianos,
    magistrados del Tribunal Popular, personalidades políticas,
    secretarios de departamentos del Consejo… Total, unos
    cincuenta “cabecillas” fusilables.»

    Además
    de Mallada, J.P. me facilita el dato de que a bordo
    del “Toñin” llegaron a Francia el
    diputado Carlos Martínez y los tenientes coroneles
    Ibarrola y Semprún, jefe de la 3ª División.

    Sin que se pueda precisar el barco, parece ser que 
    también arribaron al puerto de Lorient el
    diputado del PCE Manso
    y dos miembros
    del Consejo Soberano; casi con toda seguridad que uno
    de ellos era Ramonín Posada, consejero
    de Sanidad y cuñado de Mallada; el otro podría
    ser Ambou.

    El
    lunes día 25, a las seis de la tarde, partía
    del andén nº 3 de la estación de
    ferrocarril de Lorient un tren especial con destino
    a la frontera de Cataluña. Todos los vagones
    de ese tren estaban ocupados por los refugiados llegados
    días antes en el “Toñín”,
    el “581” y el “Mar del Medio”.
    En el momento de partir, los evacuados españoles
    cantaron la “Internacional” y la “Marsellesa”.


    El
    “Toñín”, costero de 160 TRB,
    atracando en Lorient con el alcalde de
    Gijón, Avelino G. Mallada y otras autoridades.
    (Mediatheque de Lorient)

    A
    Port Tudy, en la isla de Groix, situada frente a Lorient,
    arribó el sábado 23, a las seis y media
    de la mañana, el bou republicano armado “581”.

    Había salido de Gijón y entre dotación
    y algún refugiado, un total de 35 personas (o/f.76p.)
    habían completado el viaje. Una vez atracado
    a puerto, excepto uno que permaneció a bordo
    vigilando las armas, el resto desembarcó y estuvo
    paseando por el muelle, almorzando en el “Café
    du Port”. A las dos de la tarde, en un remolcador,
    llegó a la isla el sub-prefecto de Lorient, acompañado
    de las autoridades marítimas y de la gendarmería,
    para hacerse cargo de todas las armas y organizar la
    repatriación de los recién llegados.

    Cincuenta
    kilómetros al sur de Lorient, en una estrecha
    península que se adentra en la mar, como si las
    fuerzas telúricas del continente hubiesen querido
    terminar con la insularidad de la cercana Belle-Ile,
    se encuentra el pueblo de Quiberon, de cuyo muelle
    parte, precisamente, el transbordador que enlaza la
    isla con tierra firme. Félix Liquiniano, dirigente
    de la CNT de San Sebastián
    , que hizo toda
    la campaña del Norte, relata en el libro de los
    Jiménez de Aberásturi, “La guerra
    en Euzkadi”, la aventura de la huida de Asturias
    en el pesquero “Mar del Medio”. El
    pesquero iba abarrotado de gente, consiguiendo llegar
    todos, sanos y salvos, a este puerto francés.
    Cuando salieron de Avilés, tuvieron que
    esconderse en las bodegas y tumbarse sobre la cubierta
    para protegerse de las ametralladoras de los combatientes
    llegados del frente que, desesperados ante la falta
    de sitio en los barcos, amenazaban con disparar. A bordo
    del pequeño pesquero viajaban un total de 198
    personas, entre ellas, tres mujeres y un niño.
    Pasaron tres noches en la mar, la última, capeando
    un fuerte temporal delante de las costas francesas,
    sin carbón y teniendo que quemar en la caldera
    trozos de madera de la cubierta. El domingo por la mañana
    se presentaron frente a Quiberón y embarrancaron
    el barco, salvándose todos los que venían
    en él. Bajo la directa dirección de M.
    Robert, alcalde de Quiberon
    , fueron atendidos y
    recibieron los primeros socorros en la Cooperativa
    de Pescadores del Sud Morbihannais
    , sirviéndoseles
    a continuación una comida caliente en la cantina
    escolar.

    Tres
    pesqueros, con un total de 524 personas, arribaron a
    los muelles de Saint Nazaire sobre la once de la noche
    del viernes día 22.
    Estos pesqueros eran:
    el “Santa Teresa de Jesús”, el
    “Feliciano Fiejo” (sic) y el “Bayona”.

    Los tres habían recalado antes en la isla de
    Yeu, donde uno de ellos entró para taponar
    una vía agua. Tras denegarles las autoridades
    el permiso de atraque, y una vez hecha la reparación
    de emergencia, continuaron viaje hacia Saint Nazaire.

    El
    “Santa Teresa de Jesús”
    traía
    a bordo junto con los tres marineros de la dotación,
    31 milicianos, cuatro de los cuales venían heridos,
    dos mujeres y un niño. “La Santa”,
    como era conocida popularmente, había zarpado
    en las primeras horas de la noche del miércoles
    20 del Puerto de Luanco. También salieron
    de Luanco esa misma noche otros tres pesqueros más;
    uno, desapareció, los otros consiguieron llegar
    a Francia.

    El
    pesquero que aparece registrado con el nombre de “Feliciano
    Fiejo” es casi seguro que se trata del “Feliciano
    Álvarez Feijoo”,
    que formaba pareja
    con el “Nuevo Álvarez Feijoo”, ambos
    de la matrícula de Vigo. Estos dos pesqueros
    habían sido capturados un año antes, sobre
    las siete de la mañana del día once de
    Septiembre de 1936, por el submarino republicano
    “C-4”
    cuando se encontraban a unas 80
    millas al norte de cabo Villano, de regreso de los mares
    de Irlanda, donde habían estado faenando. Los
    dos pesqueros trataron de burlar al submarino, entonces
    el “C-4” cañoneó y hundió
    al “Nuevo Álvarez Feijoo”, y a continuación,
    el comandante del submarino ordenó al patrón
    del “Feliciano Álvarez Feijoo”, José
    Allú Martínez, patrón de cabotaje,
    que con las dos tripulaciones a bordo se dirigiese a
    Gijón. Embarcaron a bordo del submarino, en calidad
    de rehenes, el capitán que mandaba las dos parejas,
    que era el gijonés José Luis Marqués
    Álvarez, el patrón Enrique Armada y los
    maquinistas Francisco Armada y José Muñiz.
    Al día siguiente, el submarino entró en
    El Musel y el pesquero capturado quedó amarrado
    en el muelle de Liquerica, con la tripulación
    a bordo bajo vigilancia armada. Según la información
    del diario gijonés “La Prensa”, el
    pesquero apresado «llevaba a bordo gran cantidad
    de pescadilla, 250 merluzas y setenta cajas de otras
    clases de pescado, todo lo cual fue desembarcado y ahora
    servirá para el abastecimiento de la población
    gijonesa.»

    Pues
    bien, a bordo de este mismo pesquero, un año
    y pico después, consiguieron llegar a Francia
    un total de 230 milicianos, una mujer y los siete marineros
    de la dotación
    . El anterior patrón
    de este barco y el maquinista José Martínez
    fueron sometidos en Gijón, tras la entrada de
    las tropas nacionales, a un consejo de guerra sumarísimo
    en el que se les impuso la condena de doce y veinte
    años, respectivamente, después de que
    el fiscal pidiera la pena de muerte para ambos.

    Del
    “Bayona”, un pesquero de casco hierro
    de Ojeda, gemelo del “Abascal”, con el que
    formaba pareja, no tengo más información
    que su llegada a Saint Nazaire con unas 250 personas
    a bordo.

    A
    las nueve de la mañana del domingo 24 alcanzó
    las aguas del puerto de Saint Nazaire el gánguil
    de la JOP de Avilés “Sabugo”.

    Había salido de la ría avilesina y a Saint
    Nazaire arribó procedente del puerto de Palais,
    en Belle-Ile, donde había recalado el sábado
    por la mañana. Traía a bordo 100 civiles,
    30 mujeres y 67 milicianos
    . Entre estos últimos,
    y junto con otros oficiales, se encontraba el mayor
    Esteban Errandonea, que tenía a su mando una
    división en Asturias
    . Las autoridades portuarias
    ordenaron al “Sabugo” dirigirse al muelle
    trasatlántico, donde, una vez atracado, fue,
    como en casos anteriores, puesto bajo custodia de la
    gendarmería e inspeccionado por personal de la
    Marina y del servicio de Aduanas, que recogieron y precintaron
    las armas encontradas a bordo. A las once de la mañana,
    las autoridades francesas enviaron al buque, para su
    reparto entre todo el personal de a bordo, pan, charcutería,
    queso, vino y café. Poco más de una hora
    después, los milicianos, en perfecta formación
    y bajo el mando del coronel Galán, se dirigieron
    a tomar un tren especial en el Boulevard Leferme, que
    partió a la una en punto con destino a Puigcerdá,
    en la frontera catalana, vía Burdeos y Toulouse.

    En
    la isla de Yeu
    , después de que no se permitiese
    atracar a los tres pesqueros antes mencionados, el
    sábado por la tarde lo hicieron otros dos que
    venían de Gijón. Se trataba de los pesqueros
    “Milagrosa” y “Campanal”, que
    llegaron con 304 milicianos, 15 mujeres y 5 niños
    en total
    . Tras las visitas de inspección
    y una vez requisadas todas las armas, los 31 heridos,
    las mujeres y los niños fueron conducidos al
    hospital.

    Miguel
    de Amilibia
    , diputado socialista del Frente Popular
    por San Sebastián, que estuvo presente en las
    evacuaciones de Bilbao y Santander, y que también
    le tocó vivir la de Asturias, cuenta, en el citado
    libro de los Jiménez Aberásturi, que a
    él le había sacado de Asturias Larrañaga
    en un pesquero que había custodiado un destacamento
    de carabineros. En ese pesquero, uno de los dos que
    llegaron a la isla de Yeu, venían junto con
    Larrañaga y Amilibia milicianos de los tres batallones
    de la brigada vasca que continuó operando en
    el frente de Asturias tras la rendición de Santoña,
    además del destacamento de carabineros que, como
    es lógico, también se embarcó a
    bordo
    .

    En
    el puerto de Sables d’Olonne entró el viernes
    día 23 un pesquero con un total de 70 personas,
    de las cuales 62 eran milicianos y los 8 restantes,
    mujeres.
    Este pesquero procedía del puerto
    de Luanco y no puede ser otro que “La
    Romana”.
    Como ya he contado, en las
    primeras horas de la noche del aquel miércoles
    20 de Octubre, zarparon de Luanco un total de cuatro
    pesqueros: “Adelina”, “Santa Teresa
    de Jesús”,  “Aurora” y
    “ Romana”. La “Adelina” y “Santa”
    iban tripuladas por marineros de Luanco y llevaban,
    sobre todo, civiles y milicianos de allí, del
    mismo Luanco; la “Adelina” arribó
    a Burdeos y la “Santa”, a Saint Nazaire.
    Sin embargo, del pesquero “Aurora”, del
    que se habían apoderado un grupo numeroso de
    milicianos que habían llegado al puerto de Luanco
    directamente del frente, nunca más nada se supo,
    suponiéndose que naufragó o fue hundido.

    Casi
    la mitad de los 62 milicianos que llegaron al puerto
    de Sables d’Olonne en la “Romana”
    venían heridos de diversa consideración.

    A falta de otro lugar, fueron conducidos al salón
    de baile del pueblo, donde recibieron las primeras atenciones
    sanitarias antes de ser evacuados hacia Cataluña
    o, en los casos más graves, trasladados en ambulancias
    a los hospitales de Nantes y La Rochelle.

    Fueron
    numerosos los barcos que procedentes de Asturias recalaron
    en aguas de la bahía rochelesa,
    siendo desviados,
    una vez autorizado el atraque, hacia la “môle
    trasatlantique”, un muelle de reciente construcción
    destinado a las escalas de los modernos y veloces transatlánticos
    que por entonces hacían la travesía del
    Atlántico Norte, entre Europa y Norteamérica,
    en menos de una semana. Este muelle estaba, y está,
    situado en La Pallice, a la entrada de la bahía,
    muy próximo al puente de peaje que salva el canal
    que separa la isla de Ré del continente
    .

    Precisamente
    a la isla de Ré llegó, según información
    que me facilita J.P., el “Goya” con un total
    de 500 evacuados.

    A
    lo largo de la tarde del viernes, arribaron al puerto
    de La Rochelle-La Pallice los costeros “Sancho
    Panza” y “Zuloaga”, un pesquero llamado
    “Norte” y otro vapor llamado “José
    Mª Trevilla”. Todos habían salido
    de Gijón en las últimas horas del miércoles
    20.
    El “Sancho Panza” partió
    del muelle de Fomento con 200 milicianos y un grupo
    numeroso de mujeres y niños que rondaba el medio
    centenar a bordo; según otros testimonios, en
    ese vapor no iba ninguna mujer, y si no había
    mujeres, pues tampoco habría niños. En
    el “Zuloaga” consiguieron hacer la travesía
    y ganar la costa francesa 287 milicianos y 168 civiles
    (otras fuentes, 450p.); del total de evacuados de este
    buque, unos 200 estaban heridos. Los pasajeros de los
    tres navíos fueron inmediatamente aprovisionados
    de pan y charcutería. El “Norte”,
    nada más desembarcar a 22 milicianos, alguno
    de ellos también herido, recogió en el
    puerto unos pilotos conocedores de aquellas costas y
    se hizo de nuevo a la mar en ayuda de un pesquero español
    señalado en apuros por el semáforo de
    la punta de las Ballenas, en la isla de Ré
    .
    En el “José Mª Trevilla” llegaron
    a Francia unos 700 evacuados.

    Hacia
    las diez de la noche del viernes, varios pescadores
    rocheleses comunicaron a las autoridades que acababan
    de conducir hasta la Tour de la Chaine varias lanchas
    de pesca que habían encontrado a la deriva en
    alta mar, con alrededor de un centenar de refugiados.

    El prefecto Giacobbi autorizó a desembarcar a
    los refugiados, que fueron conducidos a la sala de L’Oratoire,
    donde se les sirvió una comida caliente y pudieron
    acostarse a dormir. Quizás se tratase, entre
    otros, de dos pesqueros llamados “Ebro nº
    2” y “Ebro nº 3”, que llegaron
    a La Pallice con un centenar de refugiados cada uno.

    El
    sábado a mediodía, las autoridades rochelesas
    estimaban que habían desembarcado un total de
    1.800 refugiados de los doce barcos procedentes de Asturias
    .
    A todos se les había suministrado comida y bebida,
    mientras que el armamento que traían consigo
    fue reunido y depositado en el Arsenal con la ayuda
    de aduaneros, gendarmes y artificieros.

    El
    pesquero “Carreño”, que llevaba a
    bordo 80 milicianos, 4 mujeres y un niño (o/f
    117p.), se encontraba el viernes al mediodía
    sin víveres, falto de combustible y sin rumbo.
    Fue entonces cuando avistó a otro pesquero y
    aproó hacia él. Se trataba del rochelés
    “Les Baleines”, que se encontraba faenando
    a unas noventa millas de puerto. El pesquero “Les
    Baleines” suspendió la pesca y, después
    de recoger las artes, dio remolque al “Carreño”
    y lo condujo al puerto de La Pallice, donde llegaron
    sin novedad.
    Dos días después, el
    lunes 26, a petición de los armadores de “Les
    Baleines”, el “Carreño” fue
    embargado por las autoridades marítimas, quedando
    retenido en el puerto de La Pallice.

    También
    fue a parar a aguas de la rada de La Rochelle-La Pallice
    el pesquero “José-Elisa”, que el
    domingo 24, por la mañana, arribó con
    55 milicianos y 5 mujeres a bordo.

    Ese
    mismo domingo, cuando se dieron por  finalizadas
    las operaciones de desembarque de los vapores y pesqueros
    llegados hasta entonces a La Rochelle-La Pallice, tuvo
    lugar la repatriación del grueso de los milicianos,
    unos mil cien en total, quedando en la ciudad solamente
    los heridos más graves, que permanecían
    ingresados en el hospital Saint Louis. El viaje hasta
    Cerbère lo hicieron en dos trenes, que salieron
    de La Rochelle a las tres y a las cuatro de la tarde,
    respectivamente. Como se ve, las cifras oficiales sobre
    el número de evacuados tampoco coinciden.

    Un
    último contingente de refugiados procedentes
    de Asturias que llegó a aguas rochelesas, lo
    hizo a bordo de un crucero de la Royal Navy, el “Southampton”.
    En el “Southampton” estaba el contralmirante
    inglés que mandaba la patrulla naval británica
    encargada de vigilar el cumplimiento de los acuerdos
    del Comité de No Intervención, o de lo
    que quedaba de él, en el Cantábrico
    .
    En el momento de producirse el derrumbamiento del Frente
    Norte y la huida masiva por mar de las fuerzas republicanas,
    el “Southampton” se aguantó un tiempo
    fuera de las tres millas, frente a las costas asturianas
    junto a los dos destructores que le daban escolta. Después,
    dejó a los destructores que continuasen con la
    vigilancia y se dedicó a patrullar por el
    Cantábrico y el golfo de Vizcaya a la búsqueda
    de naúfragos, auxiliado eficazmente en esas tareas
    tan humanitarias por el pequeño hidroavión
    que llevaba a bordo.

    Cuando
    en la noche del martes 26 al miércoles 27 el
    “Southampton” fondeó en la bahía
    de La Rochelle, traía a bordo 280 milicianos,
    8 mujeres y 2 niños, recogidos todos ellos en
    alta mar y que, de no haber sido por el barco de guerra
    inglés, seguramente hubieran perecido. Estos
    naufragos se encontraban a bordo del pesquero de altura
    “Mary-Tere”, que con la máquina totalmente
    inutilizada, navegaba con un velamen de fortuna improvisado
    con los cobertores y trozos de lona de los “coys”
    que había a bordo.

    Los
    vigías del “Southampton” creyeron
    en un principio que se trataba de un pecio, de una especie
    de navío fantasma, porque no se veía a
    ningún ser humano a bordo. Fue necesario que
    el acorazado inglés mostrase el pabellón
    británico para que a bordo del “Mary-Tere”
    se viera aparecer una cabeza que al poco volvió
    a ocultarse.

    Transcurrieron
    unos segundos y, como por ensalmo, una masa asombrosa
    de gente afloró a la cubierta, abarrotándola
    y provocando un estruendo con sus exclamaciones de alegría.
    Había pasado lo de siempre, que los del “Mary-Tere”,
    al descubrir la columna de humo del crucero inglés,
    en lo primero que pensaron fue en el “Cervera”,
    así que corrieron a ocultarse en el interior
    del pesquero y allí permanecieron hasta que el
    marinero que vigilaba vio la bandera inglesa y lo anunció
    al resto de sus compañeros de odisea.

    Una
    vez a bordo del “Southampton”, se les dio
    a los náufragos una comida caliente, el primer
    alimento que probaban en cuatro días
    . Los
    milicianos fueron obligados a arrojar todas sus armas
    a la mar y antes de continuar rumbo hacia La Pallice,
    el “Mary-Tere” fue hundido a cañonazos.
    El “Mary-Tere” había sido militarizado
    y durante la guerra prestó servicios como patrullero.

    El
    “Southampton” arribó a la rada de
    la La Rochelle-La Pallice a las diez de la noche del
    mismo martes, pero los casi tres centenares de españoles
    permanecieron a bordo hasta la mañana siguiente.
    Los primeros en ser desembarcados fueron los heridos,
    las mujeres y los niños, hasta un total de 90
    personas, que fueron transbordadas al remolcador “Qui
    Vive” y conducidos a los muelles. El resto, antes
    de ser llevado a tierra, pasó al vapor inglés
    “Celerol”, a cuyo costado se encontraba
    abarloado el “Southampton” repostando combustible.

    Una
    vez todos en tierra, siguiendo las instrucciones de
    las autoridades de la Charente-Inferior, se les suministraron
    comidas calientes y los heridos graves, 7 en total,
    fueron ingresados en los hospitales; el resto subió
    a un tren especial que partió hacia la frontera
    con la España republicana poco después
    del mediodía.

    La
    prensa rochelesa, incluida la conservadora, hizo un
    reconocimiento expreso del buen comportamiento de los
    asturianos y de la ausencia de incidentes dignos de
    mención, pese a la insólita circunstancia
    de la afluencia masiva de combatientes extranjeros armados
    .
    Para el semanario “La Gazette d’Aunis”,
    «estos asturianos tienen bastante buena presencia.
    Acostumbrados desde hace meses a la escasez y las privaciones,
    sabían esperar pacientemente por los víveres
    que se les distribuían. No hay que olvidar
    que eran los mejores soldados al servicio de la España
    roja y que mostraron siempre un coraje delante del cual
    todo el mundo debería descubrirse.»

    En
    la costa occidental de la isla de Olerón naufragó
    otro pesquero que venía de Asturias cargado de
    milicianos y civiles. Se trataba del “San José”,
    que había salido de Avilés y, falto de
    combustible, terminó su viaje embarrancando en
    un lugar denominado “Les Hutte”, próximo
    a St. Denis de Olerón
    . En las primeras horas
    de la mañana del domingo 24, la marejada, con
    la pleamar, le hizo zozobrar y el centenar largo de
    personas que permanecían a bordo hubo de ganar
    la orilla en medio de un fuerte oleaje y con el agua,
    literalmente, llegándoles al cuello. No se sabe
    con exactitud el número de víctimas, pero
    las diferentes informaciones aparecidas en los periódicos
    de esas fechas hablaban de una veintena de desaparecidos.
    En los días siguientes, al menos siete cadáveres
    fueron recogidos a lo largo de la costa.

    La
    travesía del “San José” debió
    de ser espantosa.
    Salieron de Avilés a la
    aventura, sin ningún marinero a bordo y prácticamente
    sin víveres ni agua potable, y con el combustible
    escaso. Después de dos días de navegación,
    estuvieron otro vagando por la mar, sin rumbo, en medio
    de una fuerte tempestad y con dos cadáveres
    a bordo
    . Uno de ellos era el de una chica de unos
    dieciocho años que había caído
    a la mar a consecuencia del excesivo número de
    personas que abarrotaban la cubierta del pesquero. Cuando
    pudo ser recogida de las aguas, ya estaba muerta. El
    otro cadáver era de un hombre que, desesperado,
    se había suicidado pegándose un tiro.
    Un teniente de milicias enloqueció a consecuencia
    de los tensos momentos vividos a bordo
    y cuando
    se vio en tierra, lo primero que hizo fue correr a internarse
    en el bosque, donde permaneció oculto hasta que,
    un día más tarde, fue hallado por patrullas
    de la gendarmería y de gentes del lugar, tendido
    en el suelo y completamente extenuado, incapaz de articular
    una sola palabra. Este teniente fue enviado a la vecina
    Rochefort e ingresado en un hospital.

    El
    centenar de personas que consiguió llegar a tierra
    y sobrevivir al naufragio del “San José”
    fueron rápidamente socorridos en St. Denis, donde
    la población les dio albergue, comida y ropa
    seca,
    a la espera de que desde la sub-prefectura
    de Rochefort se tomasen las disposiciones adecuadas
    para pasarlos al continente. Siguiendo las instrucciones
    de la alcaldía, les condujeron a la colonia de
    vacaciones de la Abbaye de l’Ormeau, donde se
    les suministró la comida del mediodía.
    La inmesa mayoría de los naúfragos eran
    milicianos, pero se contaban también algunos
    civiles y tres mujeres con algunos niños. Hacia
    las tres de la tarde partían hacia Barcelona,
    vía Rochefort, en tres autobuses. Dejaban
    atrás cinco muertos que fueron enterrados en
    una fosa común, aparte de los cadáveres
    que irían apareciendo por la costa en los días
    siguientes.


    El
    costero “Sancho Panza”, de Suardíaz,
    de 200 TRB, zarpó de Gijón y arribó
    a La Rochelle. (C.M.A.)

    La
    flotilla más numerosa de barcos con refugiados
    huidos de Asturias en la tétrica noche del miércoles
    20 fue la que llegó a Burdeos.
    Bueno,
    a Burdeos propiamente dicho, no, que ya las autoridades
    francesas se encargaban de desviarlos antes hacia los
    tingladillos portuarios de los pequeños pueblos
    de la orilla izquierda de la Gironda,  próximos
    a la desembocadura. En general, mercantes y pesqueros,
    según llegaban, permanecían primero fondeados
    en Le Verdon y después,
    a tenor de las disponibilidades, iban siendo enviados
    hacia Pauillac, un pueblecito situado a unos
    treinta kilómetros del centro de Burdeos. En
    casos excepcionales, cuando el número de heridos
    a bordo era elevado, se autorizaba a los buques a subir
    hasta la zona de Bassens, donde estaba atracado el
    trasatlántico español “Habana”,
    el mismo que había participado en la evacuación
    de Bilbao y que ahora había sido reconvertido
    en barco-hospital.

    El
    adelantado de la evacuación en aguas de la gran
    ría bordelesa no fue, sin embargo, ni un pesquero
    ni un mercante, sino un antiguo velero motor llamado
    “Rubio”. El “Rubio” se encontraba
    cargando cajas de sidra champanada en la ría
    de Villaviciosa cuando fue asaltado por un grupo de
    milicianos en retirada
    y su patrón conminado,
    bajo la amenaza de las armas, a zarpar y poner rumbo
    a Francia. El “Rubio” llegó a la
    Gironda el jueves 21, y sobre las tres de la tarde fue
    autorizado a atracar en los pontones de Pauillac-Trompeloup.
    En esa embarcación consiguieron forzar el bloqueo
    y realizar sin contratiempos la singladura 124 milicianos
    y una miliciana (o/f 130p.). En el detalle de los aduaneros
    franceses en el que se consigna el armamento intervenido
    figuran 3 fusiles ametralladores, 2 metralletas, 50
    fusiles de guerra y otros 3 de caza, y 160 revólveres
    automáticos.

    El
    viernes 22, poco después del mediodía,
    atracaban escalonadamente en los muelles de madera de
    Pauillac-Trompeloup dos mercantes ingleses, otros dos
    españoles, un remolcador, tres pesqueros y dos
    motoras, todos con milicianos y civiles.
    Los dos
    mercantes ingleses eran el “Bramden”,
    con 250 evacuados
    , y el “Stangrove”;
    el “Stangrove” había zarpado de
    Gijón en la mañana del miércoles
    20 con 706 personas a bordo
    (o/f 600p.), en su mayoría
    mujeres, niños y hombres no combatientes que
    huían de la ciudad. Parte de la dotación
    del “Císcar” y del “C-6”
    evacuó de Gijón en este buque
    . Detenido
    y apresado en la mar por un bou armado nacionalista,
    ya hemos visto como solamente la dedicidida intervención
    del “Southampton” pudo impedir que
    fuese apresado e internado en un puerto nacionalista
    con su tripulación y pasaje. Los mercantes españoles
    eran los costeros “Cervantes” y “María
    Santiuste”; el “Cervantes” había
    salido de Gijón, con 291 personas (o/f 300p.)
    y en el “María Santiuste”, procedente
    también de Gijón, venían 639 evacuados
    (o/f 542p.; 650p), de ellos, 50 estaban heridos, 50
    eran mujeres y había 10 niños.

    El
    remolcador “Plutón”, de la JOP de
    Avilés, procedía del puerto de Gijón
    y traía a bordo 184 personas, entre ellas, parte
    de la tripulación del “Císcar”
    (o/f 220p).
    De los tres pesqueros, he podido averiguar
    que uno de ellos era el “Adelina”, que
    había salido de Luanco con 33 hombres, 3 mujeres
    y un muchacho;
    otro debía de ser el “Victoria”,
    que hacía de remolcador, procedente de Gijón,
    con 30 evacuados (o/f 13p.);
    el tercero podría
    ser el “Justiniano”, un pesquero gallego
    que hizo de dragaminas en las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    procedente de Gijón con 56 personas.
    Las
    motoras que se mencionan quizás fuesen la
    L-1, perteneciente a la Marina de Euzkadi y transferida
    en Agosto a las Fuerzas Navales del Cantábrico
    ,
    en Santander; se trataba en realidad de un pesquero
    de Motrico que, ya en Gijón, según me
    comunica J. P., fue el encargado de remolcar al submarino
    C-6 el 20-10-37 para hundirlo en alta mar. Esta motora
    llegó a Francia con 5 personas y patroneada por
    León Aguirregomezcoa Mancisidor, de Motrico
    .
    La otra motora podría ser la V-7 (ó
    17), que era una lancha guardapesca de la Marina Mercante
    que llegó a Pauillac, al parecer, con los fondos
    del EM de las Fuerzas Navales del Cantábrico.

    El
    mismo viernes 22, a la una de la tarde, llegaba a Le
    Verdon el torpedero gubernamental “Nº 3”
    que había salido del puerto de El Musel con Valentín
    Fuentes, jefe de la Marina; al coronel Prada, jefe del
    Ejército; sus respectivos estados mayores, y
    parte de la dirección del PCE a bordo. En total,
    venían 90 personas, de las que 38 pertenecían
    a la tripulación.
    El torpedero “Nº
    3” llegó a Le Verdon muy averiado y tuvo
    que ser remolcado hasta Pauillac por el torpedero francés
    “Vauquois”. Este torpedero “Nº
    3” terminaría sus días en Francia,
    donde fue desguazado.

    Hacia
    el mediodía del sábado, el pesquero “Alfredo”,
    procedente de Gijón (o/f. Avilés), arribaba
    a Royan con 215 milicianos y oficiales gubernamentales
    (o/f. 200p; 400p.), varios de ellos, heridos
    . Tras
    entrevistarse con las autoridades marítimas,
    partió de nuevo hacia Le Verdon, población
    situada en la otra orilla de la Garona, frente a Royán.

    Los
    vapores ingleses “Hillfern” y “Bramhill”,
    que habían fondeado el viernes en Le Verdon,
    fueron autorizados el sábado a remontar la Garona
    hasta los pontones de Pauillac. En el “Hillfern”
    llegaron  300 evacuados y en el “Bramhill”
    otras 598 personas.

    La
    noche del viernes al sábado se calcula que llegaron
    a Le Verdon una docena de pesqueros y vapores con refugiados
    procedentes de Asturias.
    Yo creo que, como media,
    en cada pesquero vendrían unas cien personas,
    milicianos en su inmesa mayoría, pero también
    mujeres, niños y hombres en edad no militar.
    Entre estos pesqueros se encontraban los llamados
    “San Félix”, “Fortunato”,
    “Manuela”, “Alonso” (o “Alfonso”),
    “Musel”, “María Elena”,
    “San José”, “Marona-L”
    y “Fontana”
    . Al mediodía
    del sábado se les dio la orden de remontar hacia
    los tinglados portuarios de Pauillac-Trompeloup, a donde
    llegaron en las primeras horas de la tarde, comenzando
    entonces a desembarcar todos los refugiados que traían
    a bordo. Solamente el “María Elena”,
    por el elevado número de heridos que traía,
    recibió autorización para subir aguas
    arriba, hasta Bassens, casi frente por frente de Burdeos,
    y transbordar los heridos al  buque hospital “Habana”.

    A
    bordo del “María Elena” llegó
    a Francia Javier Bueno, el director del periódico
    socialista “Avance”.
    El “María
    Elena” era un costero de casco de hierro de unas
    500 Tm., que el día 20 estaba atracado en el
    Muelle de Oriente de Gijón, frente a las tiendas
    que vendían lonas; debió de zarpar aprovechando
    la pleamar de la madrugada del 20 para el 21, que era
    a las 3h. 40m. Es muy probable que, dada la proximidad
    del palacio de Revillagigedo, donde entonces había
    un hospital militar, muchos de los heridos que allí
    se encontraban trataran de huir embarcándose
    en los pesqueros y vapores que se aprestaban a zarpar
    del Muelle. Según los últimos datos
    que me fueron facilitados por J. P., en el “María
    Elena” llegaron a Francia 1.800 personas (o/f.
    2.000 p.), de las cuales unas 800 venían heridas.

    El
    periodista y escritor Cabezas, que era uno de los redactores
    de “Avance” en esa época, cuenta
    en su libro sobre la guerra civil todos los avatares
    que les tocó vivir a él y al resto de
    la redacción del periódico socialista.
    Parece ser que en la mañana del miércoles
    20 habían mantenido una reunión con Javier
    Bueno, el director, para preparar la evacuación.
    Siguiendo las instrucciones recibidas, el director les
    citó a todos de nuevo a las siete de la tarde,
    en el local del periódico, para salir desde allí
    todos juntos en los coches hacia El Musel, donde embarcarían
    en el barco designado. ¿Sería éste
    el torpedero “Nº 3”? Cabezas no lo
    aclara, aunque lo sugiere. El caso es que cuando llegaron
    las siete de la tarde, el que no aparecía en
    la redacción era, precisamente, Javier Bueno,
    el director. Preocupados por la tardanza, uno de ellos
    fue a ver si le encontraba en casa y, efectivamente,
    allí estaba. Lo que había ocurrido era
    que, ante el temor de que los milicianos del frente
    se presentasen en Gijón, los del torpedero
    “Nº 3”
    adelantaron la hora de salida
    para las cuatro de la tarde y se fueron. Javier Bueno,
    aunque recibió el aviso, se negó a partir
    dejando al resto del personal del periódico en
    la estacada. No solamente eso, sino que también
    se preocupó de asegurarles una plaza en el “María
    Elena”, que estaba en el Muelle y tenía
    previsto zarpar de madrugada. Al enterarse el resto
    de la redacción, resolvieron no esperar más,
    sino partir inmediatamente a pie hacia El Musel y embarcar
    donde pudiesen. Por el camino tuvieron que abandonar
    a un compañero de redacción que era cojo
    y no podía seguirles el paso. Llegados a El Musel,
    el grupo consiguió meterse en el “Mont
    Seny”
    , un viejo carguero de casco de madera.
    Uno de ellos, el famoso Ovidio Gondi, cambió
    en el último minuto de bordo y se pasó
    a un pesquero. El resultado final fue que solamente
    consiguieron llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio
    Gondi. El “Mont Seny” fue capturado por
    los buques de la Armada de los nacionales y conducido
    a Ribadeo y después a Ferrol. Los
    prisioneros pasaron al campo de concentración
    de “Camposancos”, en la provincia
    de Pontevedra, a la espera de ser sometidos a consejos
    de guerra sumarísimos.

    Pero
    volviendo de nuevo a las aguas de la Gironda, en el
    pesquero “Alonso” llegaron 255 personas
    procedentes de Avilés; en el “Manuela”,
    254 de Gijón, y en el remolcador de la JOP de
    Gijón “Musel”, 40 evacuados. El “San
    José” era un dragaminas santanderino perteneciente
    a las Fuerzas Navales del Cantábrico, que hacía
    pareja con el “San Antonio”; había
    salido de Gijón patroneado por Antonio Suárez
    Barbazán y también consiguió ganar
    la costa francesa.

    El
    lunes 25, por la mañana, llegó a Le Verdon
    el mercante inglés “Stanleigh”, con
    19 refugiados recogidos en la mar frente a Asturias,
    refugiados que desembarcó en Pauillac.
    Los
    cuatro barcos ingleses que habían recalado en
    aguas bordelesas transportando evacuados asturianos,
    el “Hillfern”, el “Bramhill”,
    el “Stanleigh” y el “Stangrove”,
    después de desembarcarlos en Pauillac, remontaron
    hasta Bassens para aprovisionarse de combustible y avituallarse
    de víveres. Finalizadas esas operaciones, zarparon
    de nuevo hacia las costas españolas bajo dominio
    republicano, que eran ya las del litoral mediterráneo.

    La
    primera unidad de la improvisada flotilla de evacuación
    asturiana que hizo su aparición en aguas de la
    bahía de Arcachón, se había anticipado
    también a la huida general de Gijón y
    había salido de ese puerto un día antes,
    el 19, hacia las ocho de la noche. Se trataba de la
    lancha de “Salvamento de Náufragos”,
    que el jueves, a las doce y cuarto de la mañana
    ganaba el abrigo del puerto de Arcachón con 17
    personas a bordo, entre las cuales había una
    mujer, un hombre de 56 años y un chico de 16,
    perteneciendo los 14 restantes a la tripulación
    .
    En sus declaraciones manifestaron haber dejado la ciudad
    de Gijón envuelta en llamas a consecuencia de
    los bombardeos de la aviación y haber sido perseguidos
    por dos barcos nacionalistas hasta el límite
    de las aguas territoriales francesas.

    Una
    lancha de vigilancia costera llamada “Mitote”,
    que había zarpado de Gijón en la noche
    del 20 al 21, arribó al puerto de Arcachón
    a las 9 de la mañana del viernes. A excepción
    de dos refugiados civiles, las otras 38 personas que
    venían a bordo eran marinos de las Fuerzas Navales
    del Cantábrico,
    29 de los cuales, incluido
    algún oficial, pertenecían a la dotación
    del destructor “Císcar”, de
    donde habían sido recogidos al ser hundido éste
    por uno de los últimos bombardeos de la aviación
    nacionalista al puerto de El Musel. Hasta las diez y
    media de la noche no se les autorizó a desembarcar,
    siendo entonces instalados en un hangar situado en el
    número 6 de la Coste, en el cual pasaron la noche.
    Uno de los marinos, que venía herido, fue evacuado
    en una ambulancia al hospital Saint André de
    Burdeos. Según J. P. la lancha “Mitote”
    era la antigua “Sogalinda”, de la
    matrícula de Bilbao, que pertenecía a
    la condesa de Zubiría.

    En
    la mañana del sábado 23, atracaba en los
    muelles del puerto de Arcachón el remolcador
    “Gaditano”, de la J.O.P. de El Musel, con
    130 milicianos y 49 civiles. Entre los evacuados había
    4 oficiales, 23 militares y 61 guardias de Asalto.

    En
    los días siguientes, tres pesqueros franceses
    entrarían en Arcachón trayendo cada uno,
    a remolque, otro pesquero español con refugiados
    de Asturias.
    Las primeras noticias partieron de
    la Radio Marítima de Arcachón que recibió
    el domingo, a las ocho y media de la mañana,
    un primer mensaje del pesquero francés “Princesse
    Marie-José”
    , en el que comunicaba que
    había recogido un barco español a la deriva
    con refugiados a bordo, que carecía por completo
    de carbón, agua y víveres. Se trataba
    del pesquero “Aralarco-Mikel-Duna”, en
    el que venían un total de 49 personas
    . El
    “Princesse Marie-José” pertenecía
    a las Pêcheries Cameleyre y estaba mandado por
    el patrón Causac. A pesar del mal estado de la
    mar, los marineros franceses consiguieron embarcar a
    su bordo a la totalidad del pasaje y tripulación
    que venían en el pesquero español, y traer
    a éste a remolque hasta Arcachón, en cuyo
    puerto entraron el domingo con la marea de la tarde.

    En
    la tarde de ese mismo domingo 24 de Octubre, arribaba
    a Arcachón el pesquero francés “Le
    Soufleur”, con 36 refugiados a bordo y el pesquero
    “Nueva Balbina” a remolque.

    El
    “Aralarco-Mikel-Duna”, de Candás,
    y el “Nueva Balbina”, de Avilés,
    habían partido los dos en la noche del 21 de
    Bañugues
    ; el “Aralarco” traía
    a bordo 38 milicianos y 11 civiles; entre los militares
    había un oficial y diez milicianos que venían
    heridos, y entre los civiles, dos mujeres. En el “Nueva
    Balbina” venían 9 milicianos y 27 civiles.
    Una vez en el puerto, fueron desembarcados rápidamente,
    ya que estaban totalmente extenuados. Se les buscó
    alojamiento y se les suministraron alimentos y comidas
    calientes. Diez heridos graves fueron enviados en ambulancias
    hacia Burdeos; nueve de ellos ingresaron en el barco-hospital
    español “Habana” y el otro,
    en el hospital “Saint André”.

    El
    lunes, a las seis de la tarde, 73 refugiados partían
    de Arcachón en autocar hacia Burdeos, donde,
    por ferrocarril, continuarían viaje hacia Cerbère,
    en la frontera francesa con Cataluña.


    En
    el torpedero “Nº 3” llegó a Francia
    la cúpula militar del
    ejército de Asturias y otras personalidades.
    (Museo Naval. Madrid)

    Ese
    mismo lunes 25, a las ocho de la mañana, llegaba
    al puerto de Arcachón el pesquero francés
    “Alcyon” con otro pesquero español
    a remolque. El pesquero español aparece citado
    con el nombre de “Madalia de Cantas” (sic)
    que, procedente de Gijón y con 176 personas a
    bordo (o/f 170p.), fue encontrado en apuros al Oeste
    de La Coubre
    . No he podido encontrar en ningún
    registro o lista de buques ningún pesquero con
    ese nombre. Lo más probable es que haya un error
    y en realidad se trate del “Natalia”,
    de Candás
    , propiedad de Cipriano Cuervo.
    Los refugiados fueron conducidos a los muelles de madera
    de Eyrac, y después de las correspondientes visitas
    de las autoridades de Marina y de los servicios aduaneros,
    una vez requisado el armamento, fueron autorizados a
    desembarcar. Los autocares que les aguardaban les trasladaron
    hasta las antiguas instalaciones Chevillet, donde se
    les sirvió comida caliente y se les suministró
    ropa seca. Los ocho heridos que había entre ellos
    fueron atendidos de urgencia allí mismo, y a
    continuación, enviados en una ambulancia a un
    hospital de Burdeos. El resto de los refugiados fue,
    así mismo, conducido posteriormente a Burdeos
    para su repatriación por ferrocarril.

    J.
    P. me facilita la información de la llegada al
    puerto de Arcachón el viernes 22 de la motora
    “Loly” procedente de Gijón. Traía
    a bordo un total de 38 personas, 29 de las cuales eran
    marinos de la dotación del “Císcar”,
    encontrándose entre ellos el propio comandante
    del destructor, Antonio Castro Izaguirre, y uno de los
    oficiales, llamado Antonio Fernández. Resulta
    sorprendente que el comandante del “Císcar”
    no viajase en el torpedero “Nº 3” con
    el jefe de las Fuerzas Nacionales del Cantábrico.

    Por
    último, un pesquero procedente de Gijón
    llegó a San Juan de Luz a la una de la tarde
    con 25 hombres a bordo, uno de ellos casi un niño
    (o/f 38p).
    Habían empleado treinta y seis
    horas en realizar la travesía y, una vez desembarcados,
    se les suministraron alimentos y bebidas. Por la tarde,
    fueron conducidos al tren en el que partieron hacia
    Barcelona, vía Perpiñán.

    El
    lunes 25, a primeras horas de la mañana, surcaban
    las aguas de la rada de San Juan de Luz dos pesqueros
    procedentes de Avilés con un total de 223 milicianos
    a bordo (o/f 400p.).
    Los milicianos no fueron autorizados
    a desembarcar hasta que el armamento que portaban hubo
    sido requisado y precintado por las autoridades francesas.
    Las armas eran de una gran variedad y múltiple
    procedencia, las había incluso alemanas, y fueron
    depositadas en los almacenes de las Aduanas bajo la
    vigilancia de un destacamento de la Guardia Móvil.
    Los milicianos fueron reavituallados y los que precisaban
    atención médica fueron conducidos al dispensario
    de las Soeurs de la Charité, donde recibieron
    los cuidados necesarios. A continuación, fueron
    conducidos al Ayuntamiento, en cuyas inmediaciones se
    agolpó una gran muchedumbre. A las ocho y media
    de la tarde partieron por ferrocarril hacia Cerbére.

    Por
    otra parte, no quiero dejar de mencionar aquí
    dos referencias que tengo respecto a los barcos de la
    evacuación. La primera es que según una
    fuente, uno de los pesqueros que consiguió salir
    de Avilés y llegar a Francia, se llamaba “San
    Luis”,
    sin embargo, no he podido localizar
    el puerto francés al que arribó ni averiguar
    cuántas personas llevaba a bordo. La segunda,
    se refiere a la draga del puerto de Avilés llamada
    primero “Elshout”; durante la guerra,
    “Manolín Rodríguez”, en homenaje
    al primer miliciano de Avilés muerto, y después
    de la guerra, “Alvargonzález”, en
    recuerdo del que fuera ingeniero director de la JOP
    de Avilés, que había sido fusilado por
    los rojos. Se trataba de una draga de succión
    construida en Holanda en 1919, de casco de acero y 500
    Tm. de desplazamiento. Esa draga, la noche de la evacuación,
    intentaron sacarla de Avilés cargada de gente
    y sin marineros a bordo, embarrancando en la escollera,
    frente a La Maruca, donde terminó el viaje.