En
defensa del anarquismo (II).
Por
Ricardo Mella.
Biblioteca de Tierra y Libertad.
Calle Cadena, nº 39, 2º Barcelona
Precio: 15 céntimos. Año 1919.
Imprenta Germinal. Rda. de S. Pablo, 36
Barcelona.
La falta
de paralelismo entre los dos modos del progreso humano
hémosla atribuido al privilegio económico
y a la dominación política. Y, en efecto,
la permanencia de una organización de clases
ha hecho que los beneficios inmensos de la mecánica
moderna sean nulos para la mayoría de los hombres,
reduciendo a (…) condiciones tan mezquinas, que
en la lucha por la vida, el obrero se ha convertido
en la más despreciable de las mercancías
por su baratura y su fácil sustitución.
Si la máquina no ha lanzado de golpe a la miseria
a millares de hombres, hace en cambio cada día
menos necesario el concurso del jornalero, y al (…)
elimina también un no despreciable número
de brazos que va a engrosar las nutridas filas del ejército
del hambre.
El capitalista halla fácil rendimiento
a sus dineros en la potencia multiplicadora de la máquina,
al paso que el trabajador es cada vez menos indispensable.
Al contrario, su labor se deprecia continuamente, sustituyéndola
a veces con la labor femenil y la de los niños.
Así, aunque la máquina multiplica o por
lo menos puede multiplicar prodigiosamente los productos,
este progreso resulta inútil para el obrero porque
dada la depreciación de los jornales y la continua
paralización de brazos, cada vez le es menos
fácil obtener dichos productos en el mercado.
No de otro modo se explica el terrible espectáculo
del hambre al lado de los mismos almacenes atestados
de mercancías, que malviven y se cierran frecuentemente
por falta de ventas.
El obrero, no sólo sufre estos perjuicios ocasionados
por el progreso mecánico, sino también
sus derivados. Para él son cuentos maravillosos
todos nuestros adelantos científicos; la educación
moral y artística y sus (…) indeclinables,
poco menos que nada. Y como la clase media no se cuida
gran cosa tampoco de las modernas conquistas, sobre
todo si no le son inmediatamente útiles, resulta
que el tremendo avance de la ciencia en su más
amplio significado sólo beneficia a unos cuantos
dilettandi, y cuya influencia en la vida social es,
por tanto, poco menos que nula.
¿Hubiera prevalecido esta enorme diferencia en
los beneficios si el estado de castas no estuviese mantenido
por un estado de fuerza? La dominación política
es como el complemento del privilegio económico
y recíprocamente. La dominación
política tiene a su cargo no sólo la subordinación
presente, sino también la continua transmisión
de los hábitos de obediencia. La bayoneta y el
fusil no le bastan, y dispone de la escuela, de la iglesia,
del circo y de la taberna, de la prensa, del libro y
del teatro. Todo conspira a un mismo fin.
Normalmente la labor es sencilla, tranquila. Se reduce
a asediar continuamente las facultades más hermosas
de la personalidad, hasta anularlas o adormecerlas;
si por acaso la normalidad se perturba, entonces la
pólvora hace su oficio y las cárceles
se abren para una multitud desamparada, y se levanta
el patíbulo para el sedicioso que salió
o pensó en salir a la calle en defensa de su
sueño, de su utopía querida, utopía
tras la que ha caminado y camina la humanidad sin rendirse
(…) a la engañadora evidencia de la enseñanza
oficial.
Así, debido a esta compenetración del
privilegio económico y el dominio político,
obsérvase en el (…) social, de una parte, una
pequeña minoría en posesión de
todos los derechos y de todos los elementos, constituyendo
por sí y para sí el organismo propiamente
dicho de la sociedad, y de otra, una enorme
masa de esclavos que carece de todo: derechos políticos,
personalidad social, instrumentos de trabajo, riqueza,
instrucción, arte y ciencia.
De hecho, sólo han cambiado los términos
de la apariencia. Nuestro mundo moderno es continuación
fiel de aquel mundo antiguo tan fieramente combatido
por los ascendientes, por los generadores de nuestra
actual burguesía.
Todo en la vida material ha cambiado prodigiosamente.
En la vida social, merced al hecho señalado,
vivimos todavía para alimentar, recrear y conservar
a una casta de hombres que tiene de su parte una sola
cosa: el dinero.
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