Author: Alan

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA.

    Marcelino
    Laruelo Roa

    Muertes
    Paralelas

    El destacado periodista Javier
    Bueno, director de Avance y
    Claridad, fusilado en Madrid por el ejército franquista.

     

    Javier
    Bueno, un periodista de combate.

     


    Por Marcelino Laruelo.
    Muertes Paralelas. Gijón, 2004.


    A
    Javier Bueno le fusilaron en Madrid a las seis de la mañana
    del día veintisiete de Septiembre de 1939, “Año
    de la Victoria”, como estampaban los franquistas en
    todos sus documentos oficiales. Tenía cuarenta y
    ocho años de edad.

    Javier
    Bueno había seguido dirigiendo el diario madrileño
    Claridad, órgano oficial de la UGT, hasta la entrada
    de las tropas franquistas en la capital de España.

    Luego, se refugió en la embajada de Panamá
    a la espera de conseguir el asilo político. Pero
    el gobierno de Franco, a diferencia del de la República
    y al margen de los aspectos formales del Derecho Internacional,
    hizo lo que no se habían atrevido a hacer ni “las
    hordas rojas”: ocupó las embajadas y detuvo
    a todos los que en ellas se habían asilado. Era algo
    previsible y por eso fueron muy pocos los republicanos que
    optaron por esa posibilidad para intentar escapar a la represión.
    El día cuatro de Abril, la embajada de Panamá
    en Madrid, cuyo gobierno aún no había reconocido
    al régimen de Franco, fue ocupada y once españoles
    que allí se habían refugiado fueron hechos
    prisioneros. Uno de ellos era Javier Bueno.

    Le
    encarcelaron en la prisión de Porlier,
    situada
    en la calle del mismo nombre, en el barrio de Salamanca.
    Este antiguo colegio de los Calasancios ya había
    funcionado como cárcel provisional republicana durante
    la guerra, la principal de Madrid, y continuó siéndolo,
    bajo dominio franquista, hasta 1944, dirigida por Amancio
    Tomé. Javier Bueno permaneció en la 2ª
    Galería hasta que fue identificado y sometido a consejo
    de guerra. Condenado a pena de muerte, pasó a la
    3ª Galería, donde estaban los condenados a la
    pena máxima. Allí se encontraron con Javier
    Bueno dos antiguos redactores de Avance durante la guerra.
    Cabezas y Vega Pico formaban parte de la redacción
    del periódico Redención, creado por Instituciones
    Penitenciarias
    para informar y hacer propaganda
    entre la población reclusa. Redención empezó
    a funcionar en 1939 y estaba dirigido por José Mª
    Sánchez de Muniain, antiguo secretario de Herrera
    Oria, el periodista que llegó a cardenal, y que había
    sido también redactor del periódico católico
    El Debate, Redención alcanzó una gran difusión
    en las cárceles. Sus primeros números se editaron
    en Vitoria, donde también tenía su sede Instituciones
    Penitenciarias, pero al poco tiempo de la ocupación
    de Madrid por los franquistas, la redacción se trasladó
    a un local en la propia cárcel de Porlier.

    Javier
    Bueno, que en los últimos días de la guerra
    había apoyado desde Claridad las pretensiones del
    Consejo de Defensa Nacional del coronel Casado para establecer
    una paz negociada con los franquistas
    , prestó
    su primera declaración como prisionero ante el juez
    militar el día diecinueve de Julio de 1939. La causa
    contra Javier Bueno, instruida por el procedimiento sumarísimo
    de urgencia y con el número 33.582, la llevaba el
    Juzgado Militar de Prensa desempeñado por Manuel
    Gargallo. Este juzgado tenía sus dependencias en
    el edificio número cuatro de la madrileña
    Plaza del Callao.
    El profesor Luis Otero Carvajal,
    en su obra “Ciencia y Cultura en Madrid. Siglo XX”,
    sitúa en los años de entreguerras a Manuel
    Gargallo como miembro de la tertulia literaria que en torno
    a César González-Ruano y Jardiel Poncela se
    reunía en el madrileño café Europeo.

    En
    su declaración ante el juez militar, que le interrogó
    sobre “sus actividades de todo género a partir
    de la fecha del dieciséis de Febrero de 1936”,
    Javier Bueno declaró que en esa fecha estaba preso
    en la cárcel de Oviedo por haber sido condenado en
    consejo de Guerra por “los sucesos ocurridos en Asturias
    en Octubre de 1934”. Al decretar la amnistía
    el gobierno del Frente Popular y quedar en libertad, se
    fue a Madrid, donde permaneció hasta primeros de
    Junio de ese año, ocupado en resolver asuntos particulares.
    En esa fecha, regresó a Oviedo para preparar la salida
    de nuevo del diario socialista Avance, lo que se logró
    en Junio. Al sublevarse el coronel Aranda y ocupar sus tropas
    Oviedo, pudo escapar junto con otras personas, permaneciendo
    en los alrededores a la espera de cómo se desarrollasen
    los acontecimientos. Cuando se inició el
    cerco a la ciudad, se hizo con un fusil y participó
    en el asedio como un miliciano más, sin ostentar
    ninguna graduación o mando. Continuó como
    tal hasta finales de Noviembre o primeros de Diciembre,
    en que fue herido y tuvo que ser evacuado a Gijón.
    Cuando le dieron de alta, no regresó al frente, pues
    se le encomendó la dirección de Avance que
    se había decidido publicar en Gijón, utilizando
    para tal fin los talleres del periódico gijonés
    El Comercio.
    Permaneció como director de
    dicho periódico hasta el día anterior a la
    entrada de las tropas franquistas en Gijón. Consiguió
    escapar y llegar por mar a Francia para, vía Por-Bou,
    pasar a Cataluña y, sin detenerse, dirigirse a Madrid.
    Una vez en Madrid, se le ofreció, y aceptó,
    el cargo de director del diario Claridad, el cual desempeñó
    hasta el final de la guerra. Javier Bueno, también
    afirmó en su declaración el no haber
    estado afiliado a ningún partido político
    y no haber desempañado cargos políticos o
    sindicales, a excepción de la presidencia de la Asociación
    de la Prensa de Madrid y de la Agrupación Profesional
    de Periodistas.
    (Al contrario de lo que se afirma
    en la wikipedia, no consta que Javier Bueno estuviera afiliado
    al PSOE.)

    En
    posterior interrogatorio celebrado el día seis de
    Agosto, Javier Bueno negó haber presidido, en las
    primeras semanas de guerra y en el cerco de Oviedo, un comité
    del que formaban parte Lorenzo Mulero, Silverio, Andrés
    Roces, Víctor, Villa, Ibáñez, el capitán
    Calleja y el sargento Garsaval. Este dato lo había
    obtenido el juez instructor de un reportaje publicado en
    aquellas fechas por la prensa republicana madrileña.
    Así mismo, Javier Bueno rechazó la acusación
    de haber penetrado en el cuartel de Asalto de Oviedo, el
    día diecinueve de Julio de 1936, armado de un fusil
    y “en compañía de un tal Taibo y otros
    con intención de adueñarse del mismo”.
    A preguntas del juez instructor, afirmó no haber
    tenido nunca noticia, ni siquiera como rumor, de que se
    hubiese pensado en él, y menos ofrecido, para el
    cargo de Comisario General de Aviación. Aceptó
    sin paliativos la responsabilidad que como director de los
    periódicos Avance y Claridad le correspondía
    por las editoriales y artículos sin firma publicados
    durante el tiempo que los dirigió. Javier Bueno añadió
    en su declaración que además de una conferencia
    pronunciada por la radio con ocasión del cuarto aniversario
    del Octubre asturiano, intervino otra vez por radio, al
    día siguiente de constituirse el Consejo Nacional
    de Defensa, para hacer pública su adhesión
    al mismo.

    El
    consejo de guerra se celebró en Madrid el día
    veintidós de Agosto, corriendo a cargo del Tribunal
    Militar permanente nº 2. Presidía este tribunal
    José Iglesias y eran vocales Agustín Martín,
    Jesús Lozano y Manuel Pérez Povedano, actuando
    como ponente César López Pericomi. No importaba
    nada, Javier Bueno estaba sentenciado desde mucho antes
    de que le hicieran prisionero. Así que este tribunal
    terminó de envolver en el manto de la falsa juridicidad
    aquella “sentencia” y le declaró responsable
    de un delito de “adhesión a la rebelión”,
    con las circunstancias agravantes de “perversidad”
    y “trascendencia”, condenándole por ello
    a la pena de muerte. Seis días más tarde,
    el auditor de guerra culminaba el envoltorio jurídico
    y con fecha veintidós de Septiembre desde el Cuartel
    General del Generalísimo se remitía el preceptivo
    “enterado”. La fecha para la ejecución
    del crimen fue fijada para el día veintisiete.

    Javier
    Bueno había nacido en 1891 en ese mismo Madrid que
    le vería caer bajo las balas del piquete de ejecución.
    A lo largo de su vida, siempre fue reacio a hablar de su
    familia, de su pasado, de su historia personal. Sabemos
    que su madre se llamaba Soledad Bueno García y su
    padre Francisco Bueno Collantes y tenían algún
    parentesco entre sí. Soledad era actriz de teatro.
    Protegido por su tío periodista, del mismo nombre
    y apellido pero que escribía bajo el seudónimo
    de Antonio Apeiztúa, el joven “Javierito”
    Bueno entró hacia 1907 en la redacción de
    “España Nueva”, el periódico fundado
    por Rodrigo Soriano
    que tenía su sede en
    la Plaza de Santa Ana, de Madrid, y donde tuvo como maestros,
    aparte del propio Soriano, a Luis de Tapia, a Manolo Tovar
    y a Blanco Soria. Soriano dictaba a Javier Bueno las editoriales
    y los artículos de fondo, y así fue como en
    poco tiempo se ganó la simpatía del director.
    En seguida captó Javier Bueno el pensamiento y el
    estilo de su protector y, poco a poco, pero cada vez en
    más ocasiones, era él quien realmente redactaba
    y Soriano el que corregía e introducía matices.

    Se
    dice que en 1909 Javier Bueno escribía ya en tres
    diarios madrileños diferentes. Cuando Alejandro Lerroux
    fundó en 1910 el periódico El Radical, Javier
    Bueno fue uno de sus redactores. Escribía diariamente
    sus famosas “Notas de un regocijado” y, más
    tarde, una columna diaria que llevaría el expresivo
    título de “Palabras de un salvaje”. Sea
    como fuere, por unos artículos publicados en Junio
    fue procesado y tuvo que exiliarse en París. Al subir
    Canalejas al poder y decretar un indulto para los delitos
    de prensa, Javier Bueno pudo regresar a Madrid. El día
    veintitrés de Noviembre de 1910, no obstante, la
    policía le detuvo en la redacción de El Imparcial
    y le condujo a comisaría. Tras pasar por el Juzgado,
    fue puesto en libertad al día siguiente. En 1917
    fue condenado como autor de un disparo que provocó
    lesiones a dos meses y un día de arresto mayor.

    Al
    fundar Nicolás María de Urgoiti el diario
    El Sol en 1917, Félix Lorenzo, el popular “Helios”,
    llamó a Javier Bueno y a otros miembros de la redacción
    de España Nueva. Simultaneó entonces su trabajo
    en este periódico y en “La Voz”, los
    dos del mismo propietario. Años más
    tarde, llegó a desempeñar el puesto de redactor-jefe
    en La Voz,
    bajo la dirección de Enrique
    Fajardo, más conocido por el seudónimo de
    “Fabián Vidal”. Con la proclamación
    de la II República en Abril de 1931 y por ciertos
    cambios que se produjeron en la propiedad de la empresa
    editora de los dos diarios, con sus consiguientes líos,
    Javier Bueno dejó el periódico y pasó
    a desempeñar el cargo de lo que hoy llamaríamos
    “jefe de prensa” del Ministerio de Asuntos Exteriores,
    entonces llamado de Estado, del que era titular, precisamente,
    Alejandro Lerroux.

    Javier
    Bueno pertenecía a la Asociación de la Prensa
    de Madrid desde 1915 pero se dio de baja en 1927, cuando
    se creó la Agrupación Profesional de Periodistas,
    de la que fue uno de sus fundadores. Formó parte
    de su directiva en varias ocasiones y en Abril de 1932 sustituyó
    a Galarza en la presidencia de la misma. Fue en Noviembre
    de ese año cuando se aprobó el ingreso de
    la Agrupación en la UGT, lo que motivó que
    algunos de sus asociados se diesen de baja. Desde entonces
    y hasta el final de la guerra, Javier Bueno fue el presidente
    de dicha Agrupación a pesar de estar fuera de Madrid
    la mayor parte de ese tiempo.

    En
    1933, Javier Bueno recibió el encargo de dirigir
    el diario ugetista asturiano Avance, sustituyendo en ese
    puesto al republicano Antonio Ortega.
    Le costó
    trabajo aceptar y dejar Madrid, por eso, antes de tomar
    una determinación, recorrió Asturias. Visitó
    los centros fabriles y las minas, entró en las Casas
    del Pueblo y los sindicatos, hasta empaparse totalmente
    del ambiente proletario astur. Fue entonces cuando dio su
    contestación afirmativa y definitiva: se vino para
    Oviedo y trajo a su madre, Soledad Bueno, con él.
    En 1934, el PSOE y la UGT estaban totalmente enfrentados
    al gobierno republicano y éste les administraba la
    misma “medicina” que en el bienio anterior se
    suministró en grandes dosis a la CNT. Avance dejó
    de ser un periódico socialdemócrata para convertirse
    en socialrevolucinario. En esa campaña contra el
    gobierno y la derechización del régimen republicano,
    en Javier Bueno pasó a predominar su militancia ugetista
    que se unió a su espíritu rebelde, y ambas
    encontraron expresión en su pluma acerada y curtida.

    El
    gobernador civil de Asturias, Marcelino Rico Rivas y su
    sucesor, Fernando Blanco Santamaría, lerrouxistas
    ambos, sometieron al diario socialista Avance a un acoso
    total.
    Veían en él y en su nuevo
    director el factor decisivo de la cohesión de las
    masas trabajadoras, por encima, incluso, de siglas y matices.
    Su tirada se duplicó y alcanzó los veinticinco
    mil ejemplares diarios. Posibilitado por la legislación
    represiva puesta en pie por el régimen republicano,
    y aprovechando la facilidad con que la autoridad gubernativa
    podía declarar los estados de alarma y emergencia,
    los gobernadores civiles cerraban, secuestraban y multaban
    al periódico socialista un día sí y
    otro también. Javier Bueno, su director, se salvó
    varias veces de ser procesado y encarcelado gracias a la
    estratagema de atribuir la autoría de los artículos
    denunciados a los diputados socialistas Teodomiro Menéndez,
    Veneranda Manzano y Amador Fernández, que gozaban
    de inmunidad parlamentaria. No obstante eso, y a consecuencia
    de lo pronunciado en un mitin en el teatro Campoamor, Javier
    Bueno fue procesado y condenado por un tribunal de Urgencia
    y pasó más de dos meses en la cárcel.
    Durante ese tiempo, más de una vez el gobernador
    le envió a algún miembro de la redacción
    de Avance para que le hiciera compañía forzosa.

    Javier
    Bueno salió de la cárcel de Oviedo ocho días
    antes de que estallara la Revolución de Octubre.
    Cuando ya se había declarado el estado de guerra
    por el gobernador civil, Blanco Santamaría, en la
    noche del cinco al seis de Octubre, sobre las doce y media,
    una patrulla de soldados del Regimiento de Infantería
    “Milán” nº 3 fue tiroteada en la
    calle Altamira, sin que se pudiera precisar si los disparos
    procedían de la Casa del Pueblo. Al menos dos hombres
    fueron vistos haciendo fuego desde el tejado del edificio
    colindante con la Casa del Pueblo. Atraída por el
    tiroteo, acudió al lugar una patrulla de
    guardias de Asalto que fueron los que entraron en la redacción
    de Avance y detuvieron a todos los presentes. Junto con
    Javier Bueno, se encontraban en esos momentos en la redacción
    los concejales del ayuntamiento de Oviedo, Jesús
    de la Vallina y Luis Oliveira, Adolfo Cadavieco, Vicente
    Bravo y otras cuatro personas más. Según el
    atestado, no se les ocupó ningún arma de fuego,
    haciéndose constar, de igual modo, que los precintos
    de la clausurada Casa del Pueblo, situada en el mismo edificio,
    estaban intactos. Los detenidos fueron conducidos a la comisaría.
    Esa misma noche, la sede de Avance y su maquinaria fueron
    incendiadas y destruidas por guardias de Asalto. Dos días
    después, los detenidos pasaron al cuartel de Santa
    Clara.


    No escapó Javier Bueno al sufrimiento de
    las brutales torturas que se infligieron de forma generalizada
    a los prisioneros. Lejos de amilanarse, presentó
    denuncia por los malos tratos recibidos en el cuartel de
    Santa Clara de manos de guardias de Asalto y en presencia
    de un oficial “al que podría reconocer sin
    duda”.
    La denuncia de Javier Bueno se extendía
    a las coacciones de todo tipo de que fue objeto en la Cárcel
    Modelo de Oviedo para obligarle a declarar en determinado
    sentido. Tiempo después, una foto suya mostrando
    las innegables huellas de haber sido torturado fue ampliamente
    divulgada y se convirtió en el símbolo de
    los cientos de denuncias contra la irregular actuación
    de las fuerzas represoras del gobierno. El mismo gobierno
    que, en base a un informe forense, denominó las huellas
    dejadas por las torturas en el cuerpo de Javier Bueno como
    “llagas furunculosas”. Ese término forense
    fue rápidamente incorporado al “argot”
    carcelario y desde entonces se utilizó para referirse
    al estado en que ingresaban los detenidos: “fulanito
    viene lleno de llagas furunculosas”. Todas las denuncias
    por torturas se unieron a los informes elaborados por Fernando
    de los Ríos y Gordón Ordás, así
    como a la presentada ante el Fiscal de la República
    por más de quinientos presos y encabezada por Bueno,
    Arístides Llaneza, Barreiro, Juan Pablo García,
    Antonio Llaneza y Wenceslao Roces. Nadie que hubiera vivido
    aquella lucha y la brutal represión que le sucedió
    podía seguir siendo después el mismo. ¡Y
    poco podían imaginar entonces que aquello no era
    nada comparado con lo que vendría después!

    Javier
    Bueno prestó declaración el día diecinueve
    de Octubre ante el tristemente famoso capitán de
    la Guardia Civil Nilo Tella Cantos, de la Comandancia de
    Oviedo, que estaba comisionado por el general jefe de la
    Columna de Operaciones para la práctica de las diligencias
    necesarias en averiguación de las responsabilidades
    por los sucesos revolucionarios. A mediados de Noviembre,
    se le trasladó a Madrid, a disposición del
    juez que instruía el sumario sobre el alijo de armas
    del vapor “Turquesa”. Toda vez que en las fechas
    en que se produjeron esos hechos Javier Bueno estaba en
    la cárcel de Oviedo cumpliendo la condena de dos
    meses antes citada, el juez no tuvo más remedio que
    revocar el auto de procesamiento y ordenar que se le devolviera
    a Asturias.

    De
    la cárcel de El Coto, de Gijón, pasó
    a la de Oviedo a finales de Marzo de 1935. Todavía
    habrían de transcurrir casi seis meses antes de que
    se celebrase el consejo de guerra. Y mientras Avance seguía
    clausurado, al igual que sindicatos, partidos de izquierda
    y las Casas del Pueblo, la iniciativa socialista trató
    de mantener un medio de comunicación afín
    en Asturias. Inspirados por Amador Fernández desde
    Francia y por Jesús de la Vallina desde Asturias,
    administrador y regente de Avance, aparecieron sucesivamente
    La Tarde, El Pueblo, República, Asturias y Adelante
    que se iban sustituyendo uno a otro a medida que los cerraban.
    En ellos colaboró Javier Bueno desde la cárcel,
    al igual que en Política, semanario de Izquierda
    Republicana dirigido por Luis Bello, y en el boletín
    Ayuda, órgano de la delegación en España
    del Socorro Rojo Internacional.

    El
    consejo de guerra se celebró en la sala de Justicia
    del cuartel de Pelayo, en Oviedo, el día veintiuno
    de Septiembre de 1935. El juez instructor de la causa nº
    1.242, en sus conclusiones, había pedido el procesamiento
    de Javier Bueno como autor de los delitos de inducción
    y excitación a la rebelión y otro de encubrimiento.
    Por su parte, el abogado defensor, el socialista Mariano
    Moreno Mateo, rechazaba que su defendido hubiera cometido
    delito alguno y, en cualquier caso, impugnaba la competencia
    de la jurisdicción de guerra, toda vez que los hechos
    eran anteriores a la declaración del estado de guerra.
    Formaban el tribunal el teniente coronel del Regimiento
    “Milán”, Lorenzo Tamayo Orellana, que
    presidía, y los capitanes Mariano Soura, Joaquín
    Segura, Gerardo Albornoz García del Busto, Manuel
    Capablanca y Fernando Puell. El vocal ponente fue el teniente
    auditor de 2ª Félix Fernández Tejedor
    y el fiscal, un teniente auditor de 3ª perteneciente
    a la VIII División cuyo nombre no constaba en autos.

    Antes
    de conocer la condena, merece la pena reseñar las
    palabras pronunciadas por Javier Bueno al finalizar el consejo
    de guerra, cuando al preguntarle el presidente del tribunal
    militar si tenía algo más que añadir,
    dijo, tal y como quedó registrado en el acta de la
    celebración del consejo de guerra, lo siguiente:
    “Que, sólo para precisar lo que ha
    dicho de la orientación de Avance que era dirigida
    por Editorial Obrera Asturiana, se pudiera entender que
    quisiera ampararse en ello para rehuir su responsabilidad,
    dice textualmente que Avance es él y que si hay delitos,
    son suyos. Que si el haber dicho que no pertenecía
    al Partido Socialista se interpreta o puede deducir que
    rompe con el socialismo y los socialistas y que no tenía
    solidaridad con ellos, dice que en todo estaba compenetrado
    con los postulados que el Partido Socialista sustentaba.”

    Actitudes semejantes fueron frecuentes en los consejos de
    guerra por la Revolución de Octubre, quizás
    porque el sentimiento imperante entre los detenidos fuera
    que se había perdido una batalla, pero que la lucha
    por la causa del proletariado continuaría adelante.

    El
    tribunal militar condenó a Javier Bueno a reclusión
    perpetua, interdicción civil durante la condena e
    inhabilitación absoluta. Además, en concepto
    de responsabilidad civil debería resarcir al Estado
    en la cantidad de setenta millones de pesetas, cantidad
    que equivalía al importe del crédito concedido
    para resarcir en parte los daños ocasionados por
    los combates. Recuérdese que estamos ante una persona
    que, escribiera lo que escribiese, ni pegó un tiro
    ni participó en la organización de los combates.

    Además,
    la sentencia de Javier Bueno incluía esta trascendente
    coletilla, pese a que el condenado en ella no ocupaba ni
    había ocupado puesto alguno de dirección ni
    en la UGT ni en el PSOE asturianos: “Y disolvemos
    todas las organizaciones sindicales afectas a la Unión
    General de Trabajadores que radiquen en esta provincia,
    así como también a las organizaciones políticas
    afectas al Partido Socialista Obrero que tengan su sede
    en el mismo territorio. Los bienes pertenecientes a las
    primeras tendrán el destino que marquen sus estatutos,
    y si no estuviera previsto pasarán a integrar el
    fondo nacional del paro. A los bienes propiedad de las segundas
    se les dará, con arreglo al art. 18 de la Ley de
    Asociaciones de 1887, el destino que dispongan las leyes
    civiles para el caso de disolución respecto a la
    propiedad colectiva.”

    Aunque
    al día siguiente del consejo de guerra, el abogado
    Mariano Moreno Mateo, que luego fue diputado socialista,
    presentó recurso ante el general Salcedo, jefe de
    la VIII División, éste no fue estimado por
    el auditor y la sentencia pasó a ser firme. También
    se iniciaron los trámites para el cobro de los setenta
    millones de la responsabilidad civil, pero efectuadas todas
    las comprobaciones y diligencias de embargo, se
    declaró a Javier Bueno insolvente y carente de bienes.

    Y en la cárcel de Oviedo hubiera continuado cumpliendo
    condena de no haberse producido la victoria electoral del
    Frente Popular en Febrero de 1936. Como se sabe, el mayor
    atractivo de esa coalición electoral era la amnistía
    que se anunciaba en su programa. Conocido el resultado de
    las elecciones, no esperaron los presos a que el decreto
    de amnistía para los delitos políticos apareciese
    publicado en la Gaceta: la presión de los familiares,
    camaradas y amigos en el exterior, entre los que se encontraba
    Dolores Ibarruri, diputada electa, y la de los presos en
    el interior, obligaron al director de la cárcel
    de Oviedo a ponerles en libertad el día veinte de
    Febrero. Javier Bueno fue subido a hombros y paseado triunfalmente
    por las calles de Oviedo.

    Anticipándose
    y acertando en la previsión de un próxima
    convocatoria de elecciones generales, Amador Fernández
    y la dirección ugetista y socialista asturiana exiliada
    en Francia, dio los pasos necesarios para que Avance, cuando
    pudiera salir de nuevo, fuera el periódico socialista
    del norte de España. El propio Amador Fernández,
    como máximo representante de la empresa “Editorial
    Obrera Asturiana”, propietaria de Avance, envió
    desde la localidad francesa de Dieppe, donde estaba refugiado,
    una carta a las autoridades civiles y militares asturianas
    denunciado la destrucción del periódico socialista
    y pidiendo la correspondiente indemnización. Ni que
    decir tiene que esa reclamación nunca fue tomada
    en consideración.

    Según
    Paco Ignacio Taibo, en “Historia General de Asturias”,
    gran parte del dinero procedente de la voladura de la cámara
    acorazada del Banco España en Oviedo, que se había
    sacado al extranjero, se envió de nuevo a Asturias
    para que por medio de testaferros y un constructor socialista
    se levantase la nueva sede de Avance en la ovetense calle
    Asturias.
    Paralelamente, Amador Fernández
    pudo adquirir la moderna maquinaria de un periódico
    socialista alemán que había sido clausurado
    por los hitlerianos. No obstante ello y el triunfo electoral
    del Frente Popular en Febrero de 1936, Avance no pudo salir
    a la calle hasta Junio. Unas semanas más tarde, la
    sublevación del coronel Aranda le silenciaría
    en Oviedo para siempre. Edificio y maquinaria serían
    utilizados por los falangistas para editar el periódico
    La Nueva España, cuyo primer número salió
    en Octubre de 1936.

    Como
    ya se ha dicho, al sublevarse Aranda, Javier Bueno tomó
    un fusil y, junto con su amigo y compañero de profesión
    y de cárcel Jesús Ibáñez, consiguió
    escapar de Oviedo. En la ofensiva sobre Oviedo de Octubre
    de 1936, en el frente de Abuli, resultó herido de
    un balazo que le atravesó el tobillo y le dejaría
    cojo para siempre. La inutilidad para la guerra le devolvería
    a la actividad periodística. Jesús Ibáñez
    fue secretario de González Peña y sería
    nombrado después comisario de Prensa del Norte de
    España. Años más tarde, ya en el exilio
    mexicano, sería uno de los dirigentes de la Agrupación
    de Socialistas Asturianos que volvería a editar Avance
    en Méjico. Por otra parte, el Consejero de Propaganda
    del Gobierno de Asturias y León, Antonio Ortega,
    cooptó para su departamento a varios miembros de
    la antigua redacción del diario socialista. En
    Oviedo había quedado la mujer de Javier Bueno, María
    Brasero; ella y las mujeres de otros dirigentes socialistas
    como Amador Fernández, Vallina, Belarmino Tomás,
    López Mulero y Oliveira fueron encarceladas por el
    coronel Aranda para poder utilizarlas como rehenes cuando
    fuera necesario. Es un tema poco conocido y sobre el que
    habría que investigar.

    Otra
    vez las incansables gestiones de Amador Fernández
    para que “su periódico” saliese de nuevo
    a la calle volvieron a dar, por fin, su fruto y Javier Bueno
    pasó a ocupar su puesto de director. Tras un acuerdo
    con el Sindicato de Artes Gráficas de la CNT, fue
    en Enero de 1937 cuando se pudo reanudar la publicación
    de Avance en Gijón, en la imprenta del diario El
    Comercio, que dejó de publicarse. Los cenetistas
    gijoneses se habían incautado de los tres periódicos
    que se editaban en la ciudad: El Comercio, La Prensa y El
    Noroeste. Hasta el comienzo del año 1937, salía
    diariamente a la calle un periódico, alternando la
    cabecera y repartiéndolo gratis entre la población.

    Javier
    Bueno permaneció dirigiendo Avance hasta la víspera
    de la entrada de las fuerzas nacionalistas en Gijón.
    Pese a las dificultades propias de la guerra, tales como
    la escasez de papel, la dificultad de las comunicaciones,
    la censura y la vetustez de la maquinaria, Avance mantenía
    una tirada de unos diez mil ejemplares. Hojeando hoy sus
    páginas, uno percibe una sensación de oficialidad
    y moderación, de órgano gubernamental; en
    este caso, en pro del Consejo de Asturias y León.
    Esos rasgos gubernamentales y unitarios quedaron particularmente
    patentes en la postura del diario ante los sucesos de Barcelona
    de Mayo de 1937 y las maniobras del PCE para expulsar a
    Largo Caballero de la presidencia del Gobierno.

    En
    las páginas del Avance de los meses de guerra están
    las crónicas de Cabezas, de Vega Pico, de Hernández,
    de Ovidio Gondi (González Díaz), y los cáusticos
    dibujos de Goico Aguirre (Faustino Goicoechea Aguirre).
    Las editoriales, la primera página y los titulares
    eran exclusiva de Javier Bueno. En línea
    con esa “gubernamentalidad” de Avance, hay quien
    atribuye a la inspiración de su director la redacción
    del decreto por el que el Consejo de Asturias se declaró
    “Soberano” a finales de Agosto de 1937.

    Cuando
    las fuerzas franquistas, en su avance por la costa, se encontraban
    a treinta kilómetros de Gijón, el Consejo
    Soberano de Asturias y León aprobó la evacuación
    por mar de milicianos y civiles. Según relata Juan
    Antonio Cabezas, redactor de Avance y autor del libro “Asturias,
    catorce meses de guerra civil” (en realidad, fueron
    quince), el veinte de Octubre de 1937 Javier Bueno estaba
    reunido por la mañana con los redactores cuando llegó
    un ordenanza del Consejo Soberano que le entregó
    un sobre. Dentro de ese sobre venían las instrucciones
    para que los periodistas de Avance junto con las autoridades
    civiles y militares embarcaran esa noche en El Musel en
    el “Torpedero nº 3”. Como se sabe, los
    últimos bombardeos de la aviación franquista
    habían ocasionado el hundimiento del destructor “Císcar”
    e inutilizado el submarino “C-6”. Javier Bueno
    les citó a todos sus compañeros de redacción
    otra vez a las siete de la tarde en el local del periódico
    para, desde allí, ir en coche todos juntos al puerto
    de El Musel, distante cinco kilómetros, y embarcar
    en el buque asignado.

    Al
    llegar la hora fijada, todos los redactores estaban ya en
    la sede de Avance menos Javier Bueno. Al ver que no acababa
    de llegar, le fueron a buscar a casa y…¡allí
    estaba! Algún representante de los medios gubernamentales
    había ido a informarle que la hora de la partida
    se adelantaba a las cinco de la tarde y Javier Bueno, ante
    la imposibilidad de avisar al resto de redactores, había
    renunciado a marchar. No sólo eso, sino que se había
    encargado de buscarles una plaza en el mercante de casco
    de hierro “María Elena”, que se encontraba
    en el muelle local y tenía previsto zarpar tan pronto
    como fuera pleamar, en las primeras horas de la madrugada.
    Al conocer estos pormenores, el resto de la redacción
    decidió no esperar más y partir inmediatamente
    para El Musel a pie. Una vez en el puerto, lograron embarcar
    en el “Mont Seny”, un viejo carguero de casco
    de madera. Uno de los redactores, el famoso Ovidio Gondi,
    en el último momento, cambió de barco y pasó
    a un pesquero. Al final, solamente consiguieron
    llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio Gondi.
    El
    “Mont Seny” fue capturado por el minador nacionalista
    “Júpiter” y todas las personas que iban
    a bordo, junto con las de los demás buques apresados,
    fueron conducidas a diferentes campos de concentración
    ubicados en Galicia.

    Una
    vez en Burdeos, Javier Bueno hizo como el resto de los miles
    de evacuados de Asturias llegados a Francia: se subió
    a un tren y regresó a la zona republicana de Cataluña.
    Y de Cataluña, directamente a Madrid. En Madrid,
    toda la prensa se volcó en felicitaciones y elogios
    hacia “su presidente”, y pocos días después
    recibía el encargo de dirigir Claridad.

    Claridad
    era desde finales de 1936 el portavoz oficial de la UGT

    y, por lo tanto, uno de los órganos más afines
    a Largo Caballero en su época de presidente del gobierno.
    Se había empezado a editar en Madrid después
    de la instauración de la II República y salía
    por la tarde. Tiraba sobre cincuenta mil ejemplares
    y estaba dirigido por Luis Araquistáin, al que se
    le consideraba como “el ideólogo” de
    Largo Caballero. Cuando Largo le nombró en Septiembre
    de 1936 embajador en Francia, fue Baraibar el designado
    para sustituirle al frente de Claridad, pero Baraibar se
    encontraba enfermo desde antes de iniciarse la contienda
    y terminó siendo evacuado a Levante cuando el cerco
    franquista se estrechó sobre Madrid. Un comité
    de redacción encabezado por Hernández Zancajo
    fue el que en realidad se hizo cargo de la dirección
    del periódico.

    Todo
    cambió cuando el conglomerado stalinista forzó
    la dimisión de Largo Caballero de la presidencia
    del gobierno tras los sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona
    y la resistencia de Largo a plegarse a los planes comunistas.
    Una vez nombrado el socialista Juan Negrín presidente,
    el acoso contra Largo Caballero continuó hasta desposeerle,
    poco a poco, de todos sus resortes de influencia política.
    Uno de los primeros en caer fue, precisamente, Claridad
    que bajo la dirección de Rodríguez Mendieta
    y Amaro del Rosal, en seguida plegó velas y se sometió
    a los designios de la política de Negrín.
    En esa misma línea oficialista y gubernamental
    continuaría Claridad bajo la dirección de
    Javier Bueno, aunque los especialistas en el tema dejen
    a salvo la independencia personal de Bueno.
    El
    asturiano Amaro del Rosal, miembro de la Comisión
    Ejecutiva nacional de la UGT en Octubre de 1934, terminaría
    militando en las filas comunistas y es probable que en esas
    fechas de estuviera ya en su órbita de influencia.

    En
    Septiembre de 1938 la Ejecutiva de la UGT declaró
    a Claridad su órgano oficial con Javier Bueno como
    director que, por esas fechas, desempeñaba también
    la corresponsalía madrileña de El Socialista,
    cuya edición pasó a realizarse en Barcelona.
    Además, Javier Bueno continuaba presidiendo la Agrupación
    Profesional de Periodistas. Pero aquella “independencia”
    mencionada antes no tardaría mucho en entrar en colisión
    con el afán de control monopolizador del PCE, tanto
    desde el gobierno como fuera de él. En Claridad surgió
    un nuevo foco de resistencia a esa política, Javier
    Bueno se identificó con ella y en los primeros días
    de 1939 presentó su dimisión irrevocable.
    La intervención de Amaro del Rosal y de la propia
    Ejecutiva de la UGT lograron que Javier Bueno reconsiderase
    su decisión y que dos semanas después se volviera
    a hacer cargo de Claridad. Sin embargo, un mes y medio más
    tarde, como todos los directores de los periódicos
    de Madrid, excepto, claro está, el de Mundo Obrero,
    y en contra del sentir de la dirección de la UGT,
    Javier Bueno apoyaría el golpe del coronel Casado,
    aunque sin renunciar a su idea de continuar la guerra hasta
    que la República obtuviese un compromiso de paz justa
    y de salvaguardia de la independencia y la libertad nacional.

    No
    hubo paz ni, mucho menos, justicia. “Derrotado y cautivo
    el ejército rojo”, la guerra se continuó
    por otros medios: los consejos de guerra y los pelotones
    de fusilamiento: ante uno de ellos se quebró para
    siempre la vida de un periodista libre, genial y combativo
    llamado Javier Bueno.



     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Por Valeriano Orobón Fernández

    Publicado en el diario La Tierra, Enero de 1934.

    (Hemeroteca Mpal. de Madrid)

    Hemos llegado al aspecto más delicado del problema. Lo primero que conviene dejar sentado es que ninguna de las bases doctrinales específicas de cada movimiento pueden servir de plataforma a la unidad. La conjunción buscada es una imposición táctica de circunstancias excepcionales a las cuales hay que sacrificar particularismos teóricos inflexibles. Si cada tendencia se empeñare en mantener su propia declaración de principios como molde obligado de la alianza, ésta sería prácticamente imposible. Hay que buscar, pues, un terreno neutral para el pacto. Cierto que este terreno ha de ser tan firme que pueda resistir sin resquebrajarse el peso y las consecuencias de la unidad.

     

    El acuerdo de carácter táctico es el que ofrece menos dificultades, ya que todos los sectores coinciden en apreciar la gravedad de las actuales circunstancias, y sólo habría que discutir y concretar detalles de modo y oportunidad.

     

    Donde surgen escollos no tan fáciles de orillar es en la orientación a seguir después del hecho anecdótico. Largo Caballero habla de “la conquista íntegra del poder público”; los comunistas quieren la implantación de la “dictadura del proletariado”, y los anarcosindicalistas aspiran a instaurar el “comunismo libertario”, utilizando como células esenciales el municipio rural y la organización obrera industrial. Aquí los términos difieren bastante entre sí, siendo de notar que mientras socialistas y comunistas resumen su programa en consignas exclusivamente tácticas, representadas por las figuras políticas “poder público” y “dictaduras”, los anarcosindicalistas ofrecen en el suyo un sistema social peculiar y completo.

     

    De estos tres puntos de vista hay que quitar todo lo que mutuamente tengan de refractario e incompatible. Sólo así se podrá hallar la necesaria línea de convergencia, de cuyo logro y mantenimiento depende el triunfo permanente y ascendente de una revolución proletaria.

     

    Desde luego, hay que desechar las fórmulas “conquista del poder público” y “dictadura del proletariado”, por ser características demasiado parciales y enunciados insuficientes del contenido práctico de una revolución social. El proletariado español desconfía hoy mucho, y con razón, de los simples trueques de poderes. Después de la experiencia de 1931, exige que el fruto de su lucha se traduzca en transformaciones más tangibles, positivas y profundas.

     

    Democracia obrera revolucionaria.

     

    Puesto que en el fondo, y según reconocimiento explícito de sus principales teóricos, también los socialistas y comunistas aspiran, como última etapa de su desarrollo, a un régimen de convivencia sin clases ni Estado, una de las bases de la alianza deberá estipular el avance en este sentido hasta donde sea posible. Es decir, que con el nuevo orden social no han de crearse órganos coercitivos a la ligera y por el capricho de ajustarse al recetario artificioso de una tendencia, sino sólo los resortes estrictamente indispensables para el encauzamiento eficaz de la labor revolucionaria. Todo el engranaje gubernamental y represivo del viejo sistema debe desaparecer sin dejar raíz. Para aplastar al enemigo de clase no se precisa implantar una dictadura crónica, sino usar adecuadamente de la “violencia revolucionaria” que preconizaba Bakunin para el período de transición.

     

    El burocratismo y el bonapartismo, amenazas latentes de toda revolución, se evitan poniendo la revolución en manos del pueblo laborioso, suscitando la emulación de las grande multitudes para defenderla y fecundarla.

     

    Comoquiera que ninguna de las tendencias puede considerar defendible la tesis oligárquica de gobernar por encima de la voluntad de las masas proletarias, es lógico suponer que todas ellas han de mostrarse dispuestas a servir y acatar dicha voluntad como instancia suprema con lo cual desembocamos en una fórmula que creemos aceptable para todos: la democracia obrera revolucionaria. Esta base corresponde aproximadamente a la que en Baviera tuvo la República de los consejos obreros en 1919, en la cual, hasta el socialdemócrata Noske la ahogó en sangre, fue posible la colaboración de socialistas de izquierda, Ernst Toller; comunistas, como Eugen Levine, y anarquistas, como Landauer y Mühsen. La democracia obrera revolucionaria es una gestión social directa del proletariado, un freno seguro contra las dictaduras de partido y una garantía para el desarrollo de las fuerzas y empresas de la revolución .

     

    En las actuales previsiones teóricas de los partidos socialista y comunista se está concediendo una importancia excesiva al papel del instrumento político en el proceso revolucionario. Resulta curiosa esta actitud de los partidarios oficiales del materialismo histórico, que debieran ver en la influenciación de la economía la piedra de toque de toda transformación social efectiva. Nosotros, a pesar del mote de utópicos que se nos suele adjudicar, creemos que el afianzamiento de la revolución depende, sobre todo, de la articulación rápida y racional de su economía. De ahí que nos parezca insuficiente una simple consigna de orden político para abarcar los problemas fundamentales de una revolución. Lo que hay que enfocar como esencial es la socialización de los medios de producción y la formidable labor de acoplamiento y organización que comporta el levantamiento de una economía de nueva planta. Y esto no puede ser obra de un poder político central, sino de las entidades sindicales y comunales, que, como representación inmediata y directa de los productores, son en sus respectivas zonas los pilares naturales del orden nuevo. Interesa recalcar de antemano que, aun subordinándose a un plan general técnico, la dirección de las funciones económicas, tanto en el orden local como en el nacional, corresponde a las colectividades obreras de las respectivas especialidades. Así, la revolución descansará sobre una red de células vivientes e idóneas, que impulsarán con entusiasmo y competencia la construcción del socialismo integral.

     

    Líneas directrices.

     

    Sería demasiado pretencioso querer prever y examinar una por una las muchas cuestiones que en el curso de una revolución han de surgir, y arbitrar para todas ellas soluciones apriorísticas. Lo que más importa es fijar desde ahora las líneas directrices de orden general que pueden servir de plataforma a la alianza, y de norma combativa y constructiva a las fuerzas unidas. A nuestro juicio, deben destacarse los siguientes puntos:

    Primero. Acuerdo sobre un plan táctico inequívocamente revolucionario, que excluyendo en absoluto toda política de colaboración con el régimen burgués, tienda a derribar éste con una rapidez no limitada más que por exigencias de carácter estratégico.

    Segundo. Aceptación de la democracia obrera revolucionaria, es decir, de la voluntad mayoritaria del proletariado, como común denominador y factor determinante del nuevo orden de cosas.

    Tercero. Socialización inmediata de los elementos de producción, transporte, conmutación, alojamiento y finanza; reintegro de los parados al proceso productivo; orientación de la economía en el sentido de intensificar el rendimiento y elevar todo lo posible el nivel de vida del pueblo trabajador; implantación de un sistema de distribución rigurosamente equitativo; los productos dejan de ser mercancías para convertirse en bienes sociales; el trabajo es, en lo sucesivo, una actividad abierta a todo el mundo y de la emanan todos los derechos.

    Cuarto. Las organizaciones municipales e industriales, federadas por ramas de actividad y confederas nacionalmente, cuidarán del mantenimiento del principio de unidad en la estructuración de la economía.

    Quinto. Todo órgano ejecutivo necesario para atender a otras actividades que las económicas estará controlado y será elegible y revocable por el pueblo. Estas bases son mucho más que una consigna. Representan un programa, que recoge sintéticamente las realizaciones susceptibles de dar médula social a una revolución. Además de ser un cartel expresivo de las aspiraciones esenciales del movimiento obrero, constituyen un punto de coincidencia en lo fundamental para todas las tendencias.

     

    De cualquier manera, con éstas o con otras bases, consideramos necesario establecer un acuerdo previo sobre los primeros pasos de la revolución. Con el compromiso solemne, claro está, de respetarlo íntegramente. Porque si para derrotar a un régimen enemigo es indispensable la unión de las fuerzas proletarias, lo es mucho más para asegurar el fruto del triunfo revolucionario y vencer las dificultades que puedan acumularse en el período inicial. La ruptura de hostilidades entre las diferentes tendencias en este período pondría en serio peligro la vida de la revolución. En interés de la clase trabajadora hay que hacer imposible tal eventualidad.

     

    Palabras finales.

     

    Cuanto queda dicho escandalizará acaso a los aficionados a cabalgar sobre purismos teóricos. Quizá se nos tache de herejes por no pagar tributo a rigideces dogmáticas en boga. No nos importa. Al emitir nuestra opinión sobre el importantísimo problema de la unidad hemos sido sinceros con nosotros mismos. Hemos visto la realidad sin las gafas ahumadas de preocupaciones y convencionalismos doctrinales. Se trata de una revolución y no de una discusión doctoral sobre tal o cual principio. Los principios no deben ser mandamientos de la ley, sino fórmulas ágiles para captar y moldear la realidad.

     

    ¿Garantiza nuestra plataforma de alianza el comunismo libertario integral para el día siguiente de la revolución? Evidentemente, no. Pero lo que sí garantiza es la derrota del capitalismo y su soporte político, el fascismo; lo que sí garantiza es un régimen de democracia proletaria sin explotación ni privilegios de clase y con una gran puerta de acceso a la sociedad plenamente libertaria. Todo esto nos parece más positivo que la metafísica pura y las teorías de monopolio y milagrerismo revolucionario.

     

    La franqueza no es delito.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    La toma de la posición de Santa Quiteria
    Informe urgente al Comisario General de Guerra

    Es de absoluta necesidad tomar medidas rápidamente
    después de lo ocurrido ayer en la toma de Santa
    Quiteria (Sector de Tardienta), gravísimo a juicio
    de este Comisario, por lo que lógica y necesariamente
    ha de reflejarse en la moral de nuestras fuerzas.

    En operación admirable, se había
    iniciado la toma de Santa Quiteria, fortificada y artillada
    extraordinariamente por los facciosos,
    que percatados
    del gran valor estratégico de esta posición
    y en el espacio de varios meses, se dedicaron a hacerla
    casi inexpugnable.

    Se desarrollaba la operación victoriosamente,
    hasta el punto de haber caído en nuestro poder
    la famosa ermita que da nombre al cerro, así como
    abundante material de guerra (cañones, ametralladoras,
    fusiles y prisioneros).

    Ya casi finalizada la operación, dispuestos nuestros
    hombres a consolidar y fortificar nuestras nuevas líneas,
    la aviación facciosa hizo su aparición.
    Un reducido número de aparatos, cazas casi todos
    ellos, se colocó encima de nuestras fuerzas, a
    las que ametralló terriblemente por espacio de
    más de TRES HORAS. Bajas y más bajas, hasta
    sobrepasar con mucho el millar.

    A las llamadas apremiantes de las fuerzas leales en acción
    no se respondió con el envío de nuestros
    aparatos. Impunemente la aviación enemiga deshizo
    nuestro núcleo atacante que, sin defensa, cayó
    bajo el fuego de las ametralladoras de los cazas enemigos,
    sin dejarnos un solo hombre.

    Entre el millar muy corrido de víctimas
    han muerto dos de los mejores hombres de la División
    “Luis Jubert”, Manuel Martínez y Antonio
    Izquierdo, Comisario Político el primero y Teniente
    de Artillería el segundo, que mandaban las fuerzas
    que de esta División había desplazado a
    ese Sector
    en refuerzo de las que operaban por
    la parte de Tardienta-Huesca, precisamente para la operación
    sobre “Santa Quiteria”, que se realizó
    brillantísimamente con inigualable arrojo y con
    el final trágico que tengo el gran dolor de dar
    cuenta a ese Comisariado General.

    Más de un millar de bajas, más la
    pérdida de las posiciones tan difícil y
    magníficamente conquistadas, debido a la impunidad
    con que pudo desenvolverse la aviación enemiga.

    Ni un solo aparato leal se le opuso. Fueron inútiles
    todas las apelaciones hechas
    para que acudiesen
    nuestros cazas, que a las cinco de la tarde, hora en que
    la aviación facciosa nos hacía esa horrorosa
    carnicería, evolucionaban sobre nuestra retaguardia,
    mientras por espacio de más de tres horas eran
    ametrallados nuestros hombres, deshechas materialmente
    nuestras columnas.

    Preveo consecuencias gravísimas, que entiendo tengo
    obligación de advertir al Comisariado General.
    Lo sucedido ha indignado justamente hasta el máximo
    a las Divisiones “Luis Jubert”, “Durruti”
    y “Ascaso”, que sospechan en esto maniobras
    de tipo político contra ellas.
    Y además,
    la desmoralización de nuestras fuerzas ante el
    golpe durísimo recibido y ante el abandono por
    parte de nuestra aviación.

    He estado en contacto con los jefes de la División
    “Luis Jubert” y están francamente indignados
    y consternados a la vez, y me temo la adopción
    por su parte de medidas extremas que redundarían
    en consecuencias graves.

    Entiendo es apremiante la toma de disposiciones, en relación
    con nuestra aviación, de manera urgente, para salir
    del paso de la gravedad que las reseñadas circunstancias
    han producido y pueden seguir produciendo.

    Esta noche se reunen los jefes de las Divisiones “Luis
    Jubert”, “Durruti” y “Ascaso”.
    Sospecho que de esta reunión pueda derivarse consecuencias
    graves en perjuicio de los frentes de guerra.

    Siempre atento a cuanto pueda suceder, seguiré
    informando al respecto.

    Caspe,
    14 de Abril de 1937.
    El Comisario Inspector de Guerra.
    R. García Melero. (Rubricado).


  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    El destino trágico de los prohombres de la republica.

    Antonio Azarola Gresillón, el contralmirante y ex ministro de Marina fusilado en Ferrol.

    Al contralmirante Antonio Azarola y Gresillón le pasaron por las armas en el cuartel de Dolores de la Base Naval de Ferrol a las seis de la mañana del día de Agosto de 1936. Los nuevos amos de la Base y de Galicia entera organizaron la ejecución con gran pompa y aparato. Al dramático acto había que revestirlo con el boato de un auto de fe. El reo no era un heterodoxo, sino un católico fervoroso que llevaba en la mano un crucifijo. Y era también un marino de carácter que no quiso colaborar con sus martirizadores, sino manifestarles su profundo desprecio…

     

    El jefe de la Base Naval, vicealmirante Indalecio Núñez, había recibido a las seis de la mañana una llamada telefónica del gobernador civil de La Coruña para comunicarle que probablemente se declararía la huelga general…

     

    Como recalcará el contralmirante Azarola, la normalidad en Ferrol era total y nadie se había quejado de ninguna falta de disciplina en las dotaciones de la Marina…

     

    A esas reuniones ni se le invitó ni acudió el contralmirante Azarola que, como se sabe, era el segundo jefe de la Base y jefe de su Arsenal. Azarola tuvo noticia de que se estaba celebrando dicha reunión y dos veces llamó por teléfono al vicealmirante Núñez…

     

    La reunión entre Azarola y el comandante López Uriarte debió de ser muy bronca…

     

    el “Cervera” tenía orden, radiada desde Madrid, para disparar sus cañones, incluso los de grueso calibre, contra las dependencias donde se hubieran hecho fuertes los insurrectos…

     

    El procedimiento contra Azarola lo inició el coronel auditor José García Rendueles, jefe de la Auditoría de la Base Naval Principal de Ferrol…

     

    El general Morales declaró que había oído las palabras citadas anteriormente en la junta de jefes que se celebró en la Base Naval…

     

    Era fiscal de la Base Naval Luciano Conde Pumpido, coronel auditor, que años más tarde formó parte del primer Tribunal Supremo de Guerra y Marina del franquismo…

     

    Como guardiamarina, estuvo unos meses embarcado en el crucero “Reina Regente” y en el “Alfonso XII”, de donde pasó a la corbeta “Nautilus”…

     

     

    Juan Sandalio Sánchez Ferragut, el comandante del crucero “Almirante Cervera”.

     

    Al capitán de navío Sánchez Ferragut le fusilaron en el Arsenal de Ferrol, en el lugar conocido como la Punta del Martillo, a las seis de la tarde del día de Septiembre de 1936. Era el comandante del crucero “Almirante Cervera” cuando se produjo la sublevación en la Base y le fusilaron como le podían haber condecorado con la “Laureada de San Fernando” o la “Militar individual”. Las verdaderas razones por las que le dieron plomo en vez de medallas…

     

    Al comandante del “Cervera” también le preocupaba la actitud del contralmirante Azarola y el que no hubiera asistido siquiera a la reunión. Así que cuando caminaba de regreso al crucero decidió hacerle una visita…

     

    Con el buque ocupado por gente del pueblo y la marinería de la dotación que confraternizaba con ellos y les entregaba armas…

     

    Un ardid de guerra iba a ser el que inclinase definitivamente la balanza del lado de los sublevados…

     

    Al verse desde el acorazado “España” la bandera blanca izada en el “Cervera”, mediante señales se preguntó por el motivo de tal decisión…

     

    El teniente de navío Luis Sánchez Pinzón fue condenado a pena de muerte…

     

    El vicealmirante Indalecio Núñez, al dirigirse al presidente la Junta de Defensa Nacional para comunicarle la sentencia del consejo de guerra…

     

    El gobernador, su mujer, dos generales y un coronel.

     

    Sucedió en La Coruña: los rebeldes fusilaron al gobernador civil, Francisco Pérez Carballo el día veinticinco de Julio de 1936, solamente tenía veinticinco años de edad. Unos días más tarde, a mediados de Agosto, su mujer, Juana Capdevielle, apareció muerta en una cuneta del municipio de Rábade, provincia de Lugo, probablemente después de ser violada y torturada. El general jefe de la VIII División, que comprendía Galicia y León, Enrique Salcedo Molinuevo, y el general jefe de la 15ª Brigada, Rogelio Caridad Pita, fueron fusilados en el castillo de San Felipe de la ría del Ferrol el de Noviembre de 1936.

     

    En La Coruña, el germen de la sublevación militar prendió en un grupo de jefes y oficiales que asqueaban de la República y no podían soportar que el Frente Popular hubiera ganado las elecciones…

     

    se supo de un intento de ocupar el edificio del Gobierno Civil por fuerzas de la Guardia Civil de la Comandancia de La Coruña…

     

    El general Salcedo ya estaba al tanto de todo ello por haberle informado el gobierno y el propio general Caminero…

     

    El general Caridad Pita y su ayudante, el comandante Goizueta, hacia las siete de la mañana de ese lunes veinte, se dirigieron a hacer una ronda de visitas a las instalaciones y acuartelamientos militares…

     

    Isidro Liarte Lausín, gobernador civil de Asturias diez días de Julio de 1936

     

    Por orden del comandante militar de la plaza de Oviedo, coronel Eduardo Recás, y en cumplimiento de la sentencia de pena de muerte impuesta en consejo de guerra, el que había sido gobernador civil de la provincia, Isidro Liarte Lausín, fue pasado por las armas a las cuatro de la tarde del día de Diciembre de 1936…

     

    Desde un balcón del edificio, el alcalde de Oviedo, el socialista López Mulero, improvisó un discurso…

     

    Peña se presentó en el despacho del gobernador sobre las dos de la madrugada y le comunicó a Liarte que Prieto, desde el ministerio de la Guerra, ordenaba…

     

    El gobierno, en Madrid, supo que Aranda iba a traicionarles y telegrafió al Gobierno Civil de Oviedo el domingo diecinueve ordenando la detención del coronel…

     

    El comandante Ros, con un grupo de guardias y medio centenar de paisanos armados se retiró a otras dependencias del cuartel…

     

    Leopoldo Alas Argüelles: el rector de la Universidad de Oviedo en el paredón.

     

    Con las últimas luces de la tarde de aquel sábado de Febrero, el alférez médico José Alvarez Cofiño procedió a reconocer el cuerpo ensangrentado y aún caliente que yacía en el suelo de uno de los patios de la cárcel de Oviedo. Mero trámite. Acribillado a balazos, estaba muerto y bien muerto.

     

    Sólo de Universidad Columbia y Nueva York han solicitado ochenta y un profesores conmutación pena Alas…

     

    Allí permaneció junto a tantos otros, más que como prisionero, como rehén del coronel Aranda…

     

    ¡Ya tenían el papel que valía la vida de un hombre justo y cabal! ¡Podía comenzar la representación de la farsa jurídico militar que conduciría al trágico final del fusilamiento!

     

    Antonio Aranda Mata, aprobaba la sentencia dictada y daba orden de que se comunicase telegráficamente a la Secretaría de Guerra del Estado…

     

    El joven Leopoldo obtuvo su licenciatura en Derecho el año 1904 con premio extraordinario…

     

    Separado voluntariamente del activismo político, Leopoldo Alas se dedicó con todas sus fuerzas a las tareas docentes de la cátedra y…

     

    Arturo Alvarez-Buylla y Godino, artillero, aviador y Alto Comisario interino del Protectorado de Marruecos.

     

    Ceuta, Marzo de 1937: eran poco más de las ocho y media de la mañana cuando la descarga de los doce fusiles del piquete de Regulares proclamó a los cuatro puntos cardinales que Arturo Alvarez-Buylla había sido fusilado. La pompa con que se adornó la ejecución quiso dejar bien claro que no se trataba de un fusilamiento más de los que cotidianamente se producían en la fortaleza de El Hacho. Las tropas del Batallón “Serrallo” nº 8…

     

    Fue el coronel Buruaga, uno de los cabecillas del movimiento insurgente, el que le detuvo, pistola en mano…

     

    A mediados de Julio, efectuó desde Granada varios vuelos a Albacete y Cuenca. Volvió a ser citado como distinguido y en Septiembre se le nombró jefe de los talleres de la Base de Getafe y de la 5ª Escuadrilla de Caza…

     

    Alvarez-Buylla renunció a huir por vía aérea a Portugal, tal y como hicieron el resto de los oficiales que habían participado en la intentona…

     

    Vice-presidente de la Comisión encargada del estudio del Año Polar. En los actos e investigaciones de este segundo “Año Polar”, que se desarrollaron entre 1932/33, participaron más de cuarenta naciones…

     

    Entre los vuelos que realizó durante el año 1935 figuraron dos de gran altitud, en los que alcanzó los 6.500 y los 6.800 metros…

     

    Las maniobras militares que se celebraron en la zona de Ketama, permitieron a los oficiales y jefes ampliar sus contactos…

     

    Alvarez-Buylla pidió que localizaran y mandaran venir inmediatamente a su despacho al comandante De la Puente y al delegado de Asuntos Indígenas…

     

    Pidió que lo primero de todo tratara de ponerse en contacto con el aeródromo de Larache para averiguar qué había sido del general Gómez Morato…

     

    Graciano Antuña: el líder minero y diputado socialista fusilado en Luarca

     

    A las cinco de la mañana del día de Mayo de 1937, Graciano Antuña Alvarez fue fusilado delante de las tapias del cementerio de Luarca. Socialista y diputado en Cortes por Asturias tras resultar elegido en Febrero del año anterior en la lista del Frente Popular…

     

    Pero no pudo escapar de Oviedo como el resto de los dirigentes de los partidos de izquierdas…

     

    Ese mismo día fue conducido a la cárcel de Oviedo y en dicha cárcel permanecería hasta finales de…

     

    En Luarca, el juez militar Santaló volvió a tomar declaración a Graciano Antuña…

     

    Graciano fue designado segundo teniente de alcalde, detrás de Severino Calleja González…

     

    Graciano Antuña y Bonifacio Martín fueron los dos representantes del socialismo asturiano que se encargarían de llevar las negociaciones con la CNT para…

     

    Pero estaba en Oviedo junto a sus electores en los momentos de mayor peligro, y ello le costó la vida.

     

    José Franco Mussió, el coronel que no siguió a Aranda.

     

    Noviembre de 1937, antes de que amaneciera, el coronel de Artillería José Franco Mussió, director de la Fábrica de Cañones de Trubia, fue fusilado junto a otros siete oficiales en un campo próximo al estadio de fútbol de Oviedo, en la zona de Los Catalanes. Tal vez ignorase que su hijo…

     

    Consejo Soberano de Asturias y León decidió la evacuación por mar de milicianos y civiles, y todas las autoridades, incluidas las militares, huyeron en los barcos para tratar de alcanzar las costas francesas, el coronel Franco Mussió se quedó…

     

    El coronel Franco Mussió estuvo en Oviedo y al mediodía se entrevistó con el coronel Aranda…

     

    De regreso a Trubia, a las cuatro y media de la tarde le vino a ver el brigada de la Guardia Civil Cesáreo Iglesias…

     

    Las piezas de artillería de montaña no pudieron ser utilizadas contra Oviedo hasta que llegaron unos obturadores de Barcelona y otros del…

     

    En Marzo de 1937 el PCE de Asturias lanzó una operación para adueñarse de la Fábrica de Trubia. El diputado comunista Juan José Manso del Abad…

     

    Aunque las fábricas estaban regidas por comités de la UGT y la CNT, el coronel Franco Mussió aprovechó la orden de militarización de las consideradas estratégicas para implantar las jerarquías militares al personal…

     

    A las seis y media de la tarde, el coronel Franco Mussió confirmaba la rendición de la Asturias republicana ante el coronel nacionalista…

     

    El auditor de guerra Ulpiano Pereiro ofició al jefe del Ejército del Norte, general Fidel Dávila, proponiendo…

     

    Higinio Carrocera, el anarquista condecorado con la Medalla de la Libertad

     

    El día de Mayo de 1938, los nacionalistas fusilaron en el cementerio de Oviedo a treinta personas. Entre ellas se encontraba Higinio Carrocera, “el héroe del Mazucu”, condecorado con la Medalla de la Libertad, máxima distinción de la República. Tenía…

     

    Se decidieron por el campanario de la iglesia y desde allí, con su fuego certero, impidieron que los guardias civiles pudieran…

     

    Estuvo en todos los duros combates que se produjeron esos días en la zona de Malleza y resultó herido…

     

    Jefe de grupo, primero, y luego capitán, fue ascendido a comandante de milicias al mando del mencionado Batallón…

     

    Después de los duros combates de la Sierra del Cuera, donde se encuentra El Mazucu y Peñasblancas, y pese a la feroz resistencia…

     

    Confundido entre los demás prisioneros, Higinio Carrocera era uno más en el campo de concentración de…

     

    Contó con poco más de un día para leer los catorce sumarios y elaborar la defensa…

     

    El Tribunal Militar Permanente nº 3, presidido por Manuel Herbella Zobel, del que también formaban parte…

     

    Higinio Carrocera se formó personal y sindicalmente en la fábrica de la Duro y en el histórico centro social La Justicia, de…

     

    De la factoría de la Duro Felguera salieron los primeros camiones blindados que entraron en Oviedo luciendo las siglas FAI, CNT y UHP pintadas en blanco…

     

    No había peritos calígrafos en Asturias en aquellas fechas, así que la autoridad militar designó para ejercer como tales a dos maestros nacionales…

     

    José Gállego: el comandante republicano que hizo frente a los sublevados en Gijón

     

    Al comandante José Gállego Aragües le fusilaron a las seis de la mañana del día de Mayo de 1938 en las tapias del cementerio de Vistalegre, en Bilbao. El gobierno republicano le había ascendido a coronel y le había dado el mando de una división, pero él seguía sintiéndose comandante por antigüedad y porque, como había dicho: “en la lucha entre españoles no cabe hablar de victorias”…

     

    El comandante Gállego redactó un escrito de nueve folios dirigido al general jefe del Ejército del Norte, que lo era Fidel Dávila…

     

    Es posible que se hiciera alguna gestión encaminada al canje. Téngase en cuenta que el comandante Gállego contaba con el aprecio de varios dirigentes asturianos de la CNT…

     

    Su primer destino al mando de esas fuerzas fue en la aldea de Sidi Asmar el Gaitón, desempeñando a lo largo de ese año igual cargo en Yumaa el Tolba y Muley Buselhan…

     

    Al iniciarse el año de 1935, el capitán Gállego estaba desempeñando de nuevo el mando accidental del batallón por ausencia de su comandante. A finales de Abril, marchó para La Marañosa a realizar un curso de guerra química…

     

    Participó en las negociaciones entabladas con los guardias civiles del cuartel de Los Campos para que…

     

    Eduardo Barriobero y Herrán, el abogado de la CNT.

     

    A Eduardo Barriobero le fusilaron los franquistas el día de Febrero de 1939 en el tristemente célebre Campo de la Bota de Barcelona. Dicen que fue el primero de las…

     

    Eduardo Barriobero no era anarquista, pero tenía el carnet nº 5 de la CNT de Madrid…

     

    Celebrados los juicios, Eduardo Barriobero, que junto con el también abogado Ramón Alvarez García, se había encargado de la defensa de los obreros encartados en los mismos, publicó en Septiembre de 1912 en las páginas de El Libertario gijonés…

     

    Barriobero visitó a Emilio Castelar. Su admiración por el republicano posibilista tal vez viniese de aquellos veranos de la infancia…

     

    Barriobero defendió públicamente desde las páginas de El País, diario republicano fundado por Antonio Catena, al famoso José Nakens, republicano de siempre…

     

    Tampoco se puede dejar de destacar en este apartado la cualidad de erudito cervantista de Eduardo Barriobero, patentizada en sus obras…

     

    Contó en sus páginas con importantes colaboradores de los que pueden citarse a Eugenio Noel, Emilio Carrere, Ramiro de Maeztu, Ciges Aparicio, Anselmo Lorenzo, Alomar, Silverio Lanza, Villaespesa, Luis Bonafoux, Enrique Barea, Alejandro Ver o Alfredo Calderón…

     

    Sirvo a la República, porque me parece más progresiva hacia el anarquismo que la monarquía…

     

    Eduardo Barriobero formaba parte de la candidatura que la Coalición republicano-socialista presentaba en Madrid…

     

    El concejal del grupo socialista del ayuntamiento de Entrena, Manuel Rodríguez Rodríguez promovió y consiguió que la corporación aprobase…

     

    •  Atropellos cometidos en Sabadell por los germanófilos.

    •  Conveniencia de emancipar a los carteros de la obligación de subir escaleras.

    •  Médico socialista detenido en Elche.

    •  Concesión de un indulto en conmemoración de la paz…

     

    Estos acudieron entonces a Madrid y encontraron a dos abogados dispuestos: uno era Serrano Batanero, el otro, Eduardo Barriobero.

     

    Al digno hermano Eduardo Barriobero Herrán (Alcibíades) el grado de Maestro Simbólico, tercero del Rito Escocés ant.: y acep.: y como obr.: activo de la Resp.: Log.: La Catoniana nº 2…

     

    El Ateneo Obrero de Gijón, por su parte, había invitado a Marcelino Domingo a venir a Gijón a pronunciar una conferencia…

     

    El Partido Federal que presidía Eduardo Barriobero fue la primera organización política en exigir al Gobierno Provisional desde la prensa…

     

    Barriobero iba a destacar como una de las pocas voces que desde la izquierda criticaban y denunciaban los abusos de los gubernamentales, abusos que iban desde los malos tratos a los detenidos en las comisarías, a la conducta despótica de los gobernadores civiles…

     

    Eduardo Barriobero, que había defendido que la elección de presidente de la República se hiciera por sufragio universal directo en vez de por compromisarios, tampoco se mostró partidario de la candidatura de Alcalá-Zamora y propuso…

     

    Barriobero recordó al público gijonés que los gobiernos republicanos parecían hasta entonces empeñados en cumplir con la definición que de la acción de gobernar había dado Helvetius a Montesquieu: “Arte sutil de pasar el dinero de los bolsillos de los gobernados al de los gobernantes.”…

     

    En los primeros momentos de la sublevación, cuando el resultado de la lucha era incierto, Angel Samblancat, al frente de un grupo de milicianos, se había hecho cargo del Palacio de Justicia de Barcelona…

     

    En representación de la CNT y de la FAI estaban José Batlle y Antonio Devesa, ejerciendo este último de…

     

    Al cenetista García Oliver, antiguo miembro del grupo “Los Solidarios”, con Durruti, los Ascaso y compañía, pues este García Oliver, dieciséis años atrás, lo había defendido Barriobero en un juicio…

     

    ¿Es creíble que la detención de dirigentes de la CNT, como Devesa y Batlle, pasase también desapercibida a la dirección de la CNT y al director del periódico anarquista Solidaridad Obrera, editado en Barcelona? ¿Es posible que cuando, según Toryho, ya se sabía, en Noviembre y Diciembre, que Eduardo Barriobero estaba enfermo y hospitalizado, nadie pensase en evacuarle a Francia, o a la región levantina…

     

    Javier Bueno Bueno, un periodista de combate.

     

    A Javier Bueno le fusilaron en Madrid a las seis de la mañana del día de Septiembre de 1939, “Año de la Victoria”, como estampaban los franquistas en todos…

     

    Allí se encontraron con Javier Bueno dos antiguos redactores de Avance durante la guerra. Cabezas y Vega Pico formaban parte de la…

     

    Se hizo con un fusil y participó en el asedio como un miliciano más…

     

    En la redacción de “España Nueva”, el periódico fundado por Rodrigo Soriano que tenía su sede en la Plaza de Santa Ana…

     

    Javier Bueno recibió el encargo de dirigir el diario ugetista asturiano Avance, fundado en…

     

    La estratagema de atribuir la autoría de los artículos denunciados a los diputados socialistas Teodomiro Menéndez, Veneranda Manzano y Amador Fernández…

     

    Encabezada por Bueno, Arístides Llaneza, Barreiro, Juan Pablo García, Antonio Llaneza y Wenceslao Roces…

     

    El consejo de guerra se celebró en la sala de Justicia del cuartel de Pelayo, en Oviedo, el día veintiuno…

     

    Dice textualmente que Avance es él y que si hay delitos, son suyos…

     

    El abogado Mariano Moreno Mateo, que luego fue diputado socialista, presentó recurso ante…

     

    Ir en coche todos juntos al puerto de El Musel, distante cinco kilómetros, y embarcar en el buque asignado…

     

    Claridad era desde finales de 1936 el portavoz oficial de la UGT y, por lo tanto, uno de los órganos más afines a Largo Caballero…

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Crítica
    republicana a la II República

    Las
    torturas de Octubre (III).
    Informe
    de Fernando de los Ríos

    La
    represión de la Revolución de Octubre

    Informe
    de Fernando de los Ríos sobre el viaje
    realizado
    a Asturias para visitar al ex subsecretario y diputado

    Teodomiro Menéndez, arrojado desde una galería

    al patio de la cárcel de Oviedo.


    El domingo 30 de diciembre (de 1934), en el correo expreso
    de Asturias, a las diez y veinte de la noche, acompañado
    por el Dr. Negrín y de Ruiz Lecina
    , salí
    para Asturias, con el fin de ver a Teodomiro Menéndez,
    a quien creíamos hallar en estado semiagónico,
    a juzgar por las noticias de la Prensa relativas a su
    intento de suicidio.
    Llegados a Asturias en la mañana del 31 y hechas
    las oportunas diligencias, fuimos a ver a la esposa
    de Teodomiro, enferma del corazón
    , y a
    la que hallamos sumamente deprimida y atribulada. De allí
    nos trasladamos al Hospital Provincial, donde está
    encamado Teodomiro. La orden que el oficial de guardia
    (oficial del Tercio, como todas las fuerzas que vigilan
    el Hospital), hubo de comunicarnos imposibilitaba nuestro
    acceso. Sólo se permitía subir a los familiares.
    No obstante, insistimos para que hiciera presente a quien
    correspondiera nuestra calidad y nuestro deseo de ver
    al enfermo. Se nos comunicó que debíamos
    obtener el permiso del juez militar. Fuimos al sitio donde
    éste se hallaba, y como ya hubiera salido, volvimos
    al Hospital, donde, tras larga espera, se nos autorizó
    para subir. Al pasar conducidos por el oficial de guardia
    por una de las salas donde hay un grupo numeroso de presos
    hospitalizados, nos saludaron éstos con muestras
    de afecto. Llegamos a la sala donde estaba Teodomiro,
    y como nos hubieran dicho que se hallaba en período
    comatoso, fuimos impresionados de modo favorable, porque
    inmediatamente que nos divisó nos reconoció.

    Al acercarnos a él, se me abrazó, estuvo
    besándome y me dijo: “¿traéis
    alguna misión?”, a lo que hube de responderle
    que sí: la de darle un abrazo, la de expresarle
    nuestro cariño y nuestra adhesión, y, además,
    la de comunicarle que tuviera la seguridad de que no había
    de pasarle nada. Sonrió, e inmediatamente comenzó
    a divagar y perder la coordinación, diciendo cosas
    incongruentes. Su color terroso hacía suponer a
    los doctores que existía una hemorragia interna,
    que era imposible prever si podía o no
    vivir veinticuatro horas.
    Para no obligarle a
    hacer un esfuerzo de concentración y un derroche
    de energía perjudicial, nos retiramos. Al salir,
    y ya en el patio, los reclusos enfermos nos saludaron
    levantando el puño a través de las rejas.

    Volvimos a comer al hotel y, terminada la comida, y después
    de haber recibido a varias personas, a la hija de nuestro
    compañero Bonifacio Martín y haber hablado
    asimismo con el compañero Vallina, a quien entregué
    1.250 pesetas en nombre del Comité pro-presos,
    nos fuimos a la cárcel.

    La impresión que hubo de causarnos
    ésta, desde el comienzo de la visita, fue
    siniestra, angustiosa,
    por los tonos de aguafuerte
    que revestía. En efecto, desde el primer momento
    hube de notar que el alma de la prisión
    era un capitán de la Guardia Civil llamado don
    Nilo Tello.
    A su vez, parejas de la Guardia Civil
    entraban y salían de la prisión, que es
    lóbrega y pequeña, y en el hueco central
    estaban guardias de Asalto con carabina.
    El primer grupo con quien hablé lo formaban
    el director de nuestro diario Avance, Javier Bueno, y
    los llamados del alijo de armas.
    No estaban todos,
    pero sí siete u ocho. La conversación fue
    extensa. Aparte de lo que yo juzgué conveniente
    decirles para que supieran cuán íntimamente
    nos afectaba el dolor terrible que estaban sufriendo por
    la persecución de que les hacían objeto
    y los suplicios a que estaban sometidos, así como
    de unas palabras que juzgué de mi deber pronunciar,
    haciéndoles saber que el sacrificio de
    ellos no era un sacrificio inútil para la historia
    social española, sino antes lo contrario, lleno
    de gérmenes de fecundidad,
    contáronme
    lo que otras Comisiones que inmediatamente
    después hubimos de recibir –el hijo
    de Llaneza, algunos presos de Turón, muchachos
    de la Juventud, Comisión de mujeres, catedrático
    Wenceslao Roces-, confirmaron.
    La siniestra
    magnitud de los hechos que me relataron se pueden centrar
    en torno a esta denominación: tormento del potro,
    tormento del “trimotor”, tormento del “tubo
    de la risa”, y paso a la “sala del orfeón”
    o de los conciertos.
    El primero consiste en atar
    una barra por debajo de las corvas, atando a ella, a su
    vez, los brazos. Este tormento ha llegado en ocasiones
    a hacerse por el propio comandante Doval,
    metiendo la mano por debajo y estrangulando los órganos
    de la virilidad. En este sentido se me refería
    el caso concreto, con el nombre, de uno a quien le fueron
    quemados esos mismos órganos para que dijera lo
    que se le exigía. El segundo tormento, el del trimotor,
    consiste en colgarles por los brazos de una polea, dejándoles
    suspensos en el aire y, a fuerza de vergajazos, mecerles
    en el aire. El tercero consiste en pasar por una fila
    de guardias, que van descargando golpes de fusil, unos
    sobre las espaldas, otros, sobre los pies, y algunos sobre
    la cabeza inclusive. Por último, la llamada “sala
    del orfeón” tiene un campo indefinido de
    pruebas de tormentos: por eso la llaman sala del orfeón,
    porque todo el mundo “canta”. Hospitalizado
    está a quien le aplicaron ascuas ardiendo a las
    plantas de los pies para que llegara a declarar. Otro
    con quien se cometió igual ferocidad en sus órganos
    sexuales; se le produjo un supuración de ano, y
    como le echaron en una celda como si fuera un pudridero,
    sin llamar a los médicos, pocos días después
    había muerto.

    En la cárcel, el libro de asientos del
    botiquín es un documento precioso
    , en
    el que se podrán hallar las indicaciones de las
    veces que se ha necesitado acudir en socorro de las víctimas,
    y se podrá comprobar cómo luego éstas
    no han sido objeto de cuidado médico, sino que
    se les abandona, determinando la muerte de muchos de ellos.
    Es especialmente horroroso lo acontecido con uno
    de los muchachos procesados por los sucesos sangrientos
    de Turón.
    Como le preguntara el juez:
    “¿De modo que mataste?”, contestaba:
    -“Matamos”. –“¿De modo
    que tu confiesas que asesinaste?” –“No
    asesinamos”. Pues bien: la semana pasada se presentó
    en la cárcel la familia de una de las víctimas
    de los sucesos de Turón y pasó a una habitación,
    adonde fue llamado este muchacho, que tendrá unos
    veinte años. Es un chico de una expresión
    de dulzura grande, de belleza varonil, y, una vez que
    estuvo dentro, compareció la familia antes citada
    con un guardia civil. El guardia comenzó a abofetearle,
    a darle patadas, hasta que cayó al suelo, y entonces
    le entregó a la familia de la víctima, para
    que hicieran con el lo que quisieran. La familia se puso
    sobre su cuerpo a pisotearlo, hasta que una enorme bocanada
    de sangre les manchó los vestidos a las mujeres
    que le pisoteaban. Como quedase completamente sin conocimiento,
    le echaron un poco de agua en la cara y pudo levantarse.
    Al levantarse, de nuevo el guardia civil otra vez le sometió
    a las vejaciones de las bofetadas y patadas, y otra vez
    el preso cayó al suelo, y nuevamente fue pisoteado
    por la familia. El muchacho, perfectamente entero mientras
    nos refería esto, cuando yo hube de abrazarle,
    conmovido, y preguntarle si quería algo de mí,
    si podría yo hacer algo, me contestó que
    nada, pero prorrumpió en unos sollozos contenidos
    que a todos nos produjo una impresión profundamente
    patética. Dicen que este pobre muchacho serán
    dentro de poco fusilado.
    En la prisión hay aproximadamente 1.100
    presos, siendo sólo capaz para 250. Ni siquiera
    el servicio de las comidas está regularizado.

    Hay ocasiones en que los presos almuerzan a las once de
    la mañana y comen a las tres de la madrugada. No
    se han normalizado los turnos, de suerte que cada cual
    pudiera adaptar su organismo a un régimen, el que
    fuera, pero un régimen. Los presos están
    todos en sus celdas sin salir a pasear, sin que en los
    tres meses transcurridos hayan visto un rayo de sol ni
    hayan sido llevados un solo minuto a un patio.

    De aquí que haya un estado de cierta anormalidad
    psicológica en todos los presos y una excitación
    nerviosa.
    El espíritu de todos ellos, hombres y mujeres,
    es impresionante, por la energía excepcional que
    acreditan y por el sentimiento de justicia que continúan
    considerando fue el alma del movimiento, así como
    la manifestación coincidente de todos ellos del
    tono humanitario que el tuvo el movimiento en general
    en Asturias.

    Ya de noche, salimos de la prisión y fuimos de
    nuevo a ver a la mujer de Teodomiro. Presentes algunas
    personas, la mujer de Ramón González
    Peña,
    caso de serenidad verdaderamente
    emocionante, hubo de referir cómo al ser llamada
    a declarar dónde estaba su marido y decir que lo
    ignoraba, fue abofeteada. Otro señor
    allí presente (su nombre no viene al caso), nos
    refirió lo acontecido a una mujer, cuyo nombre
    conozco, con dos hijas. Una de ellas murió
    al pie de una ametralladora, con un heroísmo excepcional.
    Cuando ya la tropa se echaba encima y a ella se le habían
    concluido las municiones, se desgarró el corpiño,
    les llamó cobardes, les dijo que disparasen sobre
    ella, ya que eran asesinos del pueblo, y, efectivamente,
    fue muerta. Otra hermana, que no se había mezclado
    en nada, fue llevada presa a la cárcel de Oviedo,
    y en el patio la dejaron absolutamente desnuda, y un oficial
    la maltrató de palabra y obra
    , escarneciendo
    su cuerpo a latigazos. Y como ella, encolerizada, le dijera:
    “¿No os da vergüenza hacer esto con
    una mujer, maltratar a una mujer?”, el oficial,
    cual si hubiera sufrido un choque nervioso, se acercó
    a ella y, en tono por completo diferente, le dijo: “mujer,
    si no te hemos pegado.” Ella de nuevo le dijo: “¿Pero
    me va usted a negar que me acaba de cruzar el cuerpo con
    la fusta?” Y como el oficial –no recuerdo
    si era del Ejército o de la Guardia Civil- hubiera
    sufrido una crisis de conciencia, se negó a que
    se apoderará de un pañuelo lleno de sangre
    en el que ella reconocía el pañuelo de su
    hermana, porque podía comprometerle. Ahora está
    en libertad, hoy levanta los puños, juzgando que
    no tiene en la vida otra misión que la de vengar
    una muerte y una afrenta.
    A las nueve de la noche salimos de Oviedo para Astorga.
    Me detuve en León con Ruiz Lecina. Era pasada la
    una y media de la madrugada de la noche del 31 de diciembre.
    Nos fuimos a descansar unas horas al Hotel París.
    Nos levantamos a las siete y media, y a las ocho tomábamos
    un taxi para Astorga. En medio de una niebla densa y fría
    que nos dificultaba la marcha, llegamos a Astorga,
    al cuartel de Santocildes, donde había aproximadamente
    unos 1.030 presos, todos ellos procedentes del movimiento
    y pertenecientes a la zona leonesa y algunos a la asturiana.

    Comoquiera que se hubiese recibido la orden de no permitir
    la visita a los presos más que los domingos, fue
    necesario hacer una gestión. Durante una
    hora conversamos con un jefe del Ejército que figuró
    en la columna del general Bosch
    , que operó
    en Asturias, y fue, por tanto, de los que estuvieron copados
    durante cinco días por las fuerzas revolucionarias.
    De 600 hombres que componían las tropas
    que llevaba el general Bosch, tuvieron 300 bajas, y durante
    dos días estuvieron sin comestibles ni municiones.

    Me refería dicho jefe, con una admiración
    que no recataba, cómo los revolucionarios incluso
    habían llegado a inventar máquinas para
    el lanzamiento de bombas, máquinas que utilizaban
    con tal precisión, que ponían la bomba allí
    donde fijaban el objetivo; dándose el caso de que
    en la casa donde él estaba le metieron tres bombas,
    que determinaron el que, de treinta y tres hombres que
    había, veintidós quedaran fuera de combate.
    Asimismo expresaba su asombro y admiración por
    el que juzgaba él como director del movimiento
    allí. Me lo describía: hombre arrogante,
    alto, bien vestido, más bien grueso, el cual salía,
    daba unas órdenes e inmediatamente todas las coronas
    de las montañas se movían con disciplina,
    táctica de la que él estaba maravillado.
    Por último, me refería el episodio de un
    muchacho retirado por ellos y herido grave, al cual se
    acercó viéndole moribundo, por si quería
    algo, dándole un poco de Jerez. Momentos antes
    de expirar, el herido levantó el brazo y, en saludo
    socialista, cerró el puño delante de ellos.
    Me decía el jefe aludido: “Yo sentí
    escalofríos.”
    También me dijo que la situación
    de los presos en Astorga era horrible; que de los mil
    treinta y tantos hombres, habría treinta o cuarenta
    lo más que tuvieran colchones de paja; los demás
    estaban durmiendo sobre paja. La paja, desde luego, me
    dijo que estaba infectada de parásitos de todas
    clases.
    Así se había comunicado
    al Ministerio de Justicia, de donde habían prometido
    que iría un equipo sanitario para desinfectar todo
    aquello, y enviarían trescientos o cuatrocientos
    petates, pero llevaban tres meses y no había llegado
    el equipo ni se habían recibido los petates.
    Recibida al fin la orden para que pudiéramos pasar
    a ver los presos, pasamos por un patio magnífico,
    de dimensiones tan grandes como la Plaza Mayor, y subimos
    al sitio en donde habían de aparecer nuestros compañeros.
    Eramos los primeros, de igual suerte que Asturias,
    que de Madrid habíamos ido a visitar a los presos.

    Como en Asturias, nos mostraron su gratitud emocionados
    por el acto de compañerismo, y a nuestro
    compañero Nistal entregué 1.250 pesetas
    en nombre del Comité pro-presos, para ayuda de
    los que más necesitados estuvieran.
    Llenos
    de todo número de parásitos, con residuos
    de comida, a veces incluso con residuos de excremento,
    los presos no tienen para dormir más que montones
    de paja. La inmensa mayoría no tiene manta, y sólo
    existen quince o veinte jergones de paja. En los
    tres meses, ni una sola vez han sido sacados al patio,
    tan espléndido, ni a las galerías, donde
    pudieran airearse.
    Adúcese como razón
    en el cuartel-prisión que no hay bastante personal
    de vigilancia. Como en la cárcel de Oviedo, también
    en ésta se baja constantemente a los presos a cuartos
    donde se les somete a todo género de malos tratos.
    Tienen las galerías ventanas, y como cierto día
    uno de los presos se asomara a una de ellas, fue muerto
    de un balazo.
    Los presos que son puestos en libertad por los
    jueces, cuando van a sus pueblos, la Guardia Civil los
    lleva al cuartel, les da una paliza horrible y de nuevo
    los llevan a la cárcel, a pesar de estar judicialmente
    libertados.
    Con un abrazo a cada uno de ellos,
    e impresionadísimos, como no podía ser menos,
    al ver a nuestro amigo Nistal y los otros vivir en un
    ambiente de primitivismo y miseria como nunca creímos
    podía existir, salimos de Astorga para tomar el
    tren de Madrid, que pasaba por León a las doce
    y media, y llegar a Madrid a las ocho de la noche de ayer,
    1º de enero.

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

     

    El
    último discurso de Jean Jaurés.

     

    Pronunciado
    en Vaise, en las afueras
    de Lyon, el 25 de Julio de 1914.
    Recogido de Le Mouvement ouvrier
    pendant la guerre, de A. Rosmer.
    Marxist.org

    Ciudadanos:

    Quiero
    deciros esta noche que nunca hemos estado, que nunca
    desde hace cuarenta años Europa ha estado en
    una situación más amenazante y más
    trágica que esta en que nos encontramos en el
    momento en que tengo la responsabilidad de dirigiros
    la palabra.
    ¡Ah! ciudadanos, no quiero
    forzar los colores oscuros del cuadro, no quiero decir
    que la ruptura diplomática de la que hemos tenido
    noticia hace una media hora, entre Austria y Serbia,
    signifique necesariamente que la guerra entre Austria
    y Serbia va a estallar y tampoco digo que si la guerra
    estallase entre Serbia y Austria el conflicto se extenderá
    necesariamente al resto de Europa, pero
    digo que tenemos contra nosotros, contra la paz, contra
    la vida de los hombres en el momento actual, unas previsiones
    terribles y contra los cuales será necesario
    que los proletarios de Europa hagan todos los esfuerzos
    de solidaridad suprema de que sean capaces.

    Ciudadanos,
    la nota que Austria ha dirigido a Serbia esta llena
    de amenazas y si Austria invade el territorio eslavo,
    si los germanos, si la raza germánica de Austria
    hace violencia a estos serbios, que son una parte del
    mundo eslavo y por los que los eslavos de Rusia demuestran
    una simpatía profunda, hay que temer
    y prever que Rusia entrará en el conflicto, y
    si Rusia interviene para defender Serbia, Austria, teniendo
    delante de ella dos adversarios, Serbia y Rusia, invocará
    el tratado de alianza que la une con Alemania y Alemania
    ha hecho saber que se solidarizará con Austria.

    Y si el conflicto no permaneciera entre Austria y Serbia,
    si Rusia se mezclara, Austria vería a Alemania
    tomar posición a su lado en los campos de batalla.
    Pero entonces, ya no será solamente el tratado
    de alianza entre Austria y Alemania el que entrará
    en juego, sino que será también
    el tratado secreto, cuyas cláusulas esenciales
    se conocen, que vinculan a Rusia y Francia, y Rusia
    dirá a Francia:

    “Tengo
    contra mi dos adversarios, Alemania y Austria, tengo
    derecho a invocar el tratado que nos vincula, es necesario
    que Francia venga a ocupar un lugar a mi lado.”

    En este momento, quizá estemos en vísperas
    del día en que Austria vaya a lanzarse sobre
    los serbios, y entonces Austria y Alemania al arrojarse
    sobre los serbios y los rusos, será Europa en
    llamas, será el mundo ardiendo.

    En un momento
    tan grave, tan lleno de peligros para todos nosotros,
    para todas las patrias. Y no quiero entretenerme
    buscando detenidamente las responsabilidades. Nosotros
    tenemos las nuestras, Moutet lo dijo y yo certifico
    ante la Historia que las habíamos previsto, que
    las habíamos anunciado; porque cuando dijimos
    que penetrar por la fuerza, por las armas, en Marruecos
    era abrir la era de las ambiciones, de las codicias
    y conflictos, se nos denunció como malos franceses
    y éramos nosotros quienes nos preocupábamos
    de Francia.

    ¡Esta
    es, desgraciadamente nuestra parte de responsabilidad!,
    y se concreta, si quieren tomar en consideración
    a Bosnia y Hercegovina que es el motivo de la lucha
    entre Austria y Serbia, y que nosotros, los
    franceses, cuando Austria se anexionaba Bosnia y Hercegovina,
    nosotros no teníamos derecho ni el medio de hacerle
    la menor reprimenda, porque estábamos haciendo
    lo mismo en Marruecos
    y teníamos necesidad
    de que nos perdonasen nuestro propio pecado perdonando
    nosotros los pecados de los demás.

    Y entonces
    nuestro ministro de Asuntos Exteriores decía
    a Austria:

    “Vos
    pasamos lo de Bosnia y Hercegovina, a condición
    de que vosotros nos paséis lo de Marruecos”
    y difundíamos nuestras ofertas de penitencia
    de potencia en potencia, de nación en nación,
    y decíamos a Italia: “Podéis
    ir a Tripolitania, puesto que nosotros estamos en Marruecos,
    puedes robar en el otro extremo de la calle, puesto
    que yo he robado en la otra parte.”

    Cada
    pueblo aparece a través de las calles de Europa
    con su pequeña antorcha en la mano y ahora tenemos
    el incendio.
    ¡Y bien, ciudadanos!, tenemos
    nuestra parte de responsabilidad, pero no oculta la
    responsabilidad de los otros y nosotros tenemos
    el derecho y el deber de denunciar, por una parte, la
    cazurrería y la brutalidad de la diplomacia alemana,
    y, por otra parte, la duplicidad de la diplomacia rusa.

    Los rusos que van quizá a tomar partido por los
    serbios contra Austria y que van a decir “Mi corazón
    de gran pueblo eslavo no soporta que se haga violencia
    al pequeño pueblo eslavo de Serbia. “Sí,
    ¿pero quién fue el que golpeó a
    Serbia en el corazón? Cuando Rusia intervino
    en los Balcanes, en 1877, y cuando creó una Bulgaria,
    digamos independiente, con el pensamiento de poner la
    mano sobre ella, dijo a Austria: “Déjame
    hacer y te confiaré la administración
    de Bosnia y Hercegovina.”
    La administración,
    ustedes comprenden lo que eso quiere decir, entre diplomáticos,
    y desde el día en que Austria-Hungría
    recibieron la orden de administrar Bosnia y Hercegovina,
    sólo tuvo un pensamiento, que fue el de administrarlas
    lo mejor posible para los intereses austrohúgaros.”

    En
    la entrevista que el ministro de Asuntos Exteriores
    ruso tuvo con el ministro de Asuntos Exteriores de Austria,
    Rusia le dijo a Austria: “Te autorizaré
    a anexionarte Bosnia y Hercegovina a condición
    de que me permitas establecer una salida sobre el Mar
    Negro, cerca de Constantinopla.”
    El Sr.
    D’Ærenthal hizo una señal que Rusia
    interpretó como un sí, y ella autorizó
    a Austria a tomar Bosnia y Hercegovina; luego, cuando
    Bosnia y Hercegovina estaban ya en los bolsillos de
    Austria, dijo a Austria: “Ahora es mi turno en
    el Mar Negro.” “¿Qué? ¿Qué
    es lo que os dije? ¡Nada de nada!”, y desde
    entonces viene el conflicto entre Rusia y Austria, entre
    el Sr. Iswolsky, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia,
    y el Sr. D’Ærenthal, ministro de Asuntos
    Exteriores de Austria; pero Rusia había sido
    el cómplice de Austria al entregar a los eslavos
    de Bosnia y Hercegovina a Austria-Hungría y de
    haber herido el corazón de los eslavos de Serbia.
    Es lo que la compromete en las vías donde se
    mueve ahora.

    Si
    desde hace treinta años, si desde que Austria
    tiene la administración de Bosnia y Hercegovina,
    hubiera hecho el bien a estos pueblos, no habría
    hoy dificultades en Europa; pero la clerical Austria
    tiranizaba Bosnia y Hercegovina; quiso convertirla por
    fuerza al catolicismo; y al perseguirla en sus creencias,
    levantó el descontento de estos pueblos.

    La
    política colonial de Francia, la política
    hipócrita de Rusia y la voluntad brutal de Austria
    contribuyeron a crear el estado de cosas tan horrible
    en el que estamos. Europa se debate en medio de una
    pesadilla.

    ¡Y
    bien, ciudadanos!, en la oscuridad que nos rodea, en
    la incertidumbre profunda en la que estamos sobre lo
    que será el mañana, no quiero pronunciar
    ninguna palabra temeraria, espero todavía
    a pesar de todo que a causa mismo de la enormidad del
    desastre que nos amenaza, en el último minuto,
    los gobiernos se contendrán y no tendremos que
    estremecernos de horror pensando en el cataclismo que
    implicaría hoy para los hombres una guerra europea.

    Ustedes vieron
    la guerra de los Balcanes; un ejército casi entero
    sucumbió en el campo de batalla o en las camas
    de hospitales, un ejército formado por trescientos
    mil hombres, que yacen en la tierra de los campos de
    batalla, en las zanjas de los caminos o en las camas
    de hospitales infectados por el tifus cien mil hombres
    de los trescientos mil.

    Hay
    que pensar lo que sería un desastre semejante
    para Europa: no sería ya, como en los Balcanes,
    un ejército de trescientos mil de hombres, sino
    cuatro, cinco y seis ejércitos de dos millones
    de hombres. ¡Qué masacre, qué ruinas,
    qué barbarie!
    Y es por esta razón,
    cuando la nube de la tormenta ya está sobre nosotros,
    por lo que todavía quiero esperar que no se consumará
    el crimen. Ciudadanos, si estalla la tempestad,
    todos, nosotros los socialistas, tendremos la preocupación
    de salvarnos lo más pronto posible del crimen
    que los dirigentes habrán cometido.

    Esperemos, si nos queda algo, si nos quedan unas horas,
    para redoblar los esfuerzos para prevenir la catástrofe.
    Ya, en el Vorwaerts, nuestros camaradas socialistas
    de Alemania se levantan con indignación contra
    la nota de Austria y creo que nuestra oficina socialista
    internacional ha sido convocada.

    Sea
    lo que fuere, ciudadanos, y digo estas cosas con una
    especie de desesperación, no hay ya, en el momento
    en que nos amenazan de asesinato y de salvajadas, más
    que una oportunidad para el mantenimiento de la paz
    y la salvación de la civilización, y es
    que el proletariado una todas sus fuerzas que cuentan
    con un gran número hermanos: franceses, ingleses,
    alemanes, italianos, rusos, y que pidamos a estos millares
    de hombres que se unan para que el latido unánime
    de sus corazones aleje la horrible pesadilla.

    Me daría
    vergüenza de mí mismo, ciudadanos, si hubiera
    entre vosotros uno sólo que pudiera creer que
    pretendo utilizar en favor de una victoria electoral,
    tan valiosa como pueda ser, el drama de los acontecimientos.
    Pero tengo derecho a deciros que es nuestro
    deber, el de todos vosotros, no desperdiciar una sóla
    ocasión de poner de manifiesto que estáis
    con este partido socialista internacional que representa
    en estos momentos, bajo la tormenta, la única
    promesa de una posibilidad de paz o del restablecimiento
    de la paz.

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA.

    Marcelino
    Laruelo Roa

    Muertes
    Paralelas

    El diputado socialista y
    dirigente minero de la UGT Graciano Antuña
    fue fusilado en Luarca por el ejército franquista.


    Por Marcelino Laruelo.
    Muertes Paralelas. Gijón, 2004.


    A las cinco de la mañana del día trece
    de Mayo de 1937, Graciano Antuña Alvarez fue fusilado
    delante de las tapias del cementerio de Luarca. Socialista
    y diputado en Cortes por Asturias tras resultar elegido
    en Febrero del año anterior en la lista del Frente
    Popular, Graciano Antuña había desempeñado
    el cargo de secretario general del Sindicato de Obreros
    Mineros (SOMA-UGT) en los meses previos a la Revolución
    de Octubre de 1934.

    A
    Graciano Antuña le detuvieron en Oviedo al día
    siguiente de sublevarse las fuerzas del coronel Aranda.
    Había participado en las reuniones que tuvieron lugar
    en el Gobierno Civil entre las autoridades civiles, militares
    y dirigentes del Frente Popular tras conocerse las primeras
    noticias del inicio del levantamiento militar en el Marruecos
    español.
    Colaboró en la organización
    de la expedición de trabajadores que salió
    de Oviedo en dirección a Madrid y en la formación
    de grupos de autodefensa obrera. Se le vio en el edificio
    del diario socialista Avance, en la calle Asturias, donde
    también tenía su sede la dirección
    socialista y el Sindicato Minero. No se sabe exactamente
    por qué, pero no pudo escapar de Oviedo como el resto
    de los dirigentes de los partidos de izquierdas. Según
    sus propias declaraciones, el domingo por la tarde, se marchó
    del Gobierno Civil y se fue a dar “un paseo por la
    carretera de Buenavista acompañado de otro individuo,
    y al regresar, se tropezó con Villanueva, el cual
    le dijo que le acompañara a su casa para tomar un
    café, pues ya se habían enterado que la fuerza
    del Ejército había salido a la calle…”
    En casa de ese Villanueva se refugió Graciano Antuña
    y ahí le detuvieron al día siguiente.

    La
    versión que dio el comandante Gerardo Caballero fue
    la siguiente: “una vez verificado el levantamiento
    militar en esta plaza y llegado a los dirigentes socialistas
    la noticia de la ocupación del cuartel de Asalto
    por las fuerzas del Ejército nacional, le entró
    el desánimo al procesado y aconsejó a la muchedumbre
    estacionada por las inmediaciones del edificio anteriormente
    mencionado (de Avance), a la que poco antes organizaba y
    enardecía, que se marchasen cuanto antes, que iban
    a ser carne de cañón y que su resistencia
    era inútil. Preocupado por estas cosas, sin duda
    por la situación de la familia, o anonadado, probablemente,
    por el golpe recibido con el levantamiento de la guarnición,
    no tuvo tiempo de reaccionar para escaparse con los demás
    compañeros o cuando lo intentó debió
    de ser tarde ya…”

    Algunos
    protagonistas, como Ramón Alvarez Palomo y Avelino
    González Entrialgo, cenetistas los dos, dejaron escrito
    lo que les dijo el propio Antuña en las primeras
    horas de la tarde del domingo diecinueve, cuando se cruzaron
    con él en el Gobierno Civil: “nos reafirma
    su confianza en Aranda, llegando a decirnos que no hay motivos
    para ser tan suspicaces y desconfiados. El, confiado y seguro,
    se retiraba a descansar unas horas…”
    Ahí
    se apunta un motivo: ¿dormir un poco después
    de día y medio de tensión? Otro, tal vez fuese
    el fallo en la cita de seguridad que el Comité provincial
    del Frente Popular había establecido para esa tarde
    en un domicilio particular de Oviedo. Según Alvarez
    Palomo, solamente acudieron los delegados de la CNT y la
    FAI y el comunista Ambou: “Al anochecer, después
    de inútil y angustiosa espera, se abandonó
    toda esperanza de reunión.”

    Antonio
    Masip me cuenta esta otra versión que le dio el histórico
    dirigente socialista asturiano Juan Pablo García.
    Según éste, “Antuña, en la noche
    del domingo diecinueve de Julio, cuando estaba a la altura
    de la cuesta del cementerio, antes de llegar a San Esteban
    de las Cruces, dio media vuelta y regresó a Oviedo”.
    Juan Pablo pone en boca de Antuña estas palabras:
    “No quiero ser un exiliado. No vuelvo al exilio. Lo
    pasé muy mal en Dieppe.”

    Natural
    de Ciaño-Santa Ana, en la cuenca minera del Nalón,
    municipio de San Martín del Rey Aurelio, Graciano
    Antuña, junto con su mujer e hija, vivía últimamente
    en Oviedo, en la Fonda de Angelín Fierros, en la
    calle Posada Herrera.
    Al tener conocimiento de
    que el coronel Aranda se había sublevado y dominaba
    la ciudad, buscó refugio en una casa de la calle
    Matemático Pedrayes, habitada por el citado Villanueva.
    Gerardo Caballero, comandante de Infantería que fue
    nombrado por Aranda delegado de Orden Público, dijo
    que al recibir una denuncia de que habían visto a
    Graciano Antuña esconderse en esa calle, ordenó
    a una patrulla de Seguridad que procediera a registrar la
    zona hasta encontrarlo y detenerlo. Pudiera ser hasta que
    el propio Caballero hubiera sido el que viera y reconociera
    a Graciano Antuña, pues vivía muy cerca de
    la casa donde detuvieron a Antuña. La patrulla que
    llevó a cabo los registros y practicó la detención
    estaba formada por un cabo y cuatro guardias. El cabo, llamado
    Alfredo González, moriría defendiendo la posición
    nacionalista de La Loma del Canto durante la ofensiva republicana
    de Octubre del 36.

    Al
    ver que dicha fuerza se dirigía a la casa en la que
    estaba refugiado y que picaban a la puerta, el propio Graciano
    Antuña acudió a abrirles y, según la
    versión policial, trató de ocultarse detrás
    de la misma puerta. Descubierto y encañonado con
    el mosquetón por uno de los guardias, Antuña
    agarró fuertemente el cañón y en el
    forcejeo, siempre según esa versión policial,
    se hirió en las manos con el punto mira. A esas heridas
    se atribuyeron las manchas de sangre de la camisa que llevaba
    puesta y que Graciano Antuña, días después,
    intentó sacar de la cárcel mezclada con el
    resto de la ropa sucia. Oculta entre la ropa iba también
    una nota para su mujer en la que le pedía que conservara
    la camisa tal cual estaba, seguramente pensando en utilizarla
    como prueba de torturas más adelante, pero esa nota
    fue descubierta al registrar el paquete en la cárcel
    de Oviedo. La versión que en la causa judicial da
    Antuña de estos mismos hechos es muy parecida: pasó
    la noche del día diecinueve de Julio en casa del
    señor Villanueva. En la mañana del veinte,
    fue la mujer de Villanueva la que le dijo que los guardias
    andaban registrando las casas colindantes. Suponiendo Antuña
    que era a él a quien buscaban, bajó al portal,
    abrió la puerta y salió a la calle: “se
    encontró con dos guardias que, apuntando con el fusil
    y poniendo el cañón en el pecho del declarante,
    le echaron el alto; como esta actitud de los guardias le
    hiciera temer fuesen a dispararle, se cogió con las
    manos a los cañones para separarlos, diciendo al
    mismo tiempo que no le matasen, momento en el cual, con
    el punto de mira de uno de los fusiles se hizo una pequeña
    herida en una mano, siendo conducido inmediatamente al Gobierno
    Civil.”

    Una
    vez en el Gobierno Civil, le introdujeron en el despacho
    del comisario de policía, que lo era Arcadio Cano.
    Afirma el comandante Caballero que debido a los reiterados
    temores que expresaba el detenido a ser “paseado”,
    “tuvo que bajar personalmente a calmarle y darle las
    seguridades debidas”. Ese mismo día fue conducido
    a la cárcel de Oviedo y en dicha cárcel permanecería
    hasta finales de Marzo de 1937. El y otros como él,
    hombres y mujeres, eran los rehenes del coronel Aranda:
    los mantuvieron vivos mientras creyeron que les podrían
    ser de utilidad, pero cuando vieron que ya no los necesitaban,
    los fueron entregando a la trituradora de la “justicia
    militar” franquista para eliminarlos. Hay quien afirma,
    incluso, que Graciano Antuña estuvo a punto de ser
    canjeado por el jefe de Falange, Jose Antonio Primo de Rivera,
    preso en Alicante y que fue ejecutado, finalmente, en Noviembre
    de 1936.

    La
    trituradora, para Graciano Antuña, se puso en marcha
    el once de Febrero de 1937: el auditor de guerra Juan Villavicencio
    ofició ese día, con número de orden
    1.228, al juez instructor del juzgado militar nº 1
    de la plaza, que lo era el alférez de Infantería
    Manuel Martínez Cardeñoso. En el escrito se
    le ordenaba que iniciase los procedimientos contra el prisionero
    Graciano Antuña Alvarez. Su tramitación, dio
    lugar a que en el sumario de la causa figuren las declaraciones
    de diferentes testigos, destacando la del propio Gerardo
    Caballero Olabézar, delegado de Orden Público.
    Quedaron recogidas, además, la del teniente de la
    Guardia Civil Juan Serra Planells, nombrado por Caballero
    subdelegado interventor de servicios en la cárcel
    de Oviedo; la de los seis guardias de Asalto que participaron
    en la detención y la de un ayudante de minas que
    había estado preso, por orden del Comité Revolucionario,
    en la cárcel de Pola de Laviana durante la Revolución
    de Octubre de 1934. En todas esas declaraciones no se aportan
    datos de mayor interés que los aquí ya transcritos.

    Cinco
    días más tarde, el dieciséis de Febrero,
    el juez instructor tomó declaración a Graciano
    Antuña. Es también de poco interés
    y en ella, después de reconocer la pertenencia al
    PSOE y a la UGT desde 1925, Antuña trató de
    resaltar el carácter moderado de su ideología
    política y lo poco determinante de sus actuaciones,
    todo ello buscando la autoexculpación, quizás
    sin darse cuenta de que ya estaba condenado de antemano.

    Al
    cabo de poco más de un mes, el veintitrés
    de Marzo, el coronel comandante militar de Oviedo, cumplimentando
    el radiograma del general jefe de la Octava División,
    ordenó al juez instructor el traslado a Luarca de
    Graciano Antuña para ser puesto a disposición
    del teniente auditor honorífico Carlos Humberto Santaló
    Ponte, juez militar de la columna de operaciones en Asturias.
    Junto con el prisionero se remitieron las diligencias sumariales
    instruidas hasta ese momento y que conformaban la causa
    número 302/37.

    En
    Luarca, el juez militar Santaló volvió a tomar
    declaración a Graciano Antuña. Este, por su
    parte, se limitó a ratificarse en lo que ya tenía
    declarado y a negar las implicaciones que se le hacían
    como organizador de los grupos que formaron la expedición
    que partió hacia Madrid a luchar contra los sublevados
    y otras acusaciones similares. El único dato novedoso
    que aparece en este interrogatorio es el que se da a entender
    cuando el juez militar le preguntó “si no es,
    así mismo, más cierto que al iniciarse el
    movimiento revolucionario marxista dirigió cartas
    firmadas por él a las distintas organizaciones obreras
    de Asturias y norte de Galicia ordenándoles que resistiesen
    por todos los medios posibles el avance del Ejército
    nacional, llevando a cabo voladuras de puentes y cortes
    de carretera al objeto de impedir el paso de las fuerzas
    del Ejército”. Graciano Antuña rechazó
    de plano tal acusación, porque, efectivamente, detenido
    desde la mañana del día veinte de Julio, difícilmente
    podría haber enviado cartas a ningún sitio.
    Lo que sí se sabe y, probablemente el juez
    militar ignoraba, es que en los primeros días que
    siguieron a la sublevación militar, el Comité
    de Sama de Langreo, que presidía Belarmino Tomás,
    dio orden de que un camión con milicianos partiera
    para recorrer toda la zona occidental de Asturias e informar
    de cual era la situación real en la misma. Llegaron
    por la costa hasta Ribadeo y regresaron por el interior.
    Es muy probable que el jefe de esa patrulla de milicianos
    llevase algunas instrucciones para los dirigentes de las
    organizaciones obreras de las diferentes localidades por
    donde pasaron.

    Ahondando
    en esa acusación, el juez militar pidió que
    con la máxima urgencia se interrogase al ex capitán
    de Carabineros, Rafael Pérez Alexandre, que cumplía
    condena de reclusión perpetua en la cárcel
    de Lugo, y “manifieste si el sujeto hoy huido, César
    Margolles, vecino de Ribadeo, le leyó íntegro
    el contenido de una carta del destacado socialista Graciano
    Antuña Alvarez, ordenándole a las organizaciones
    rojas de Ribadeo destruir puentes y vías férreas
    y cortar comunicaciones, carta firmada de puño y
    letra por Graciano Antuña, con lo demás que
    sepa del asunto.” Rafael Pérez Alexandre declaró
    que no había visto la carta y que desconocía
    todo lo referido a la misma. No obstante, el juez instructor,
    en su informe, no tuvo inconveniente en afirmar que Graciano
    Antuña era reo “confeso de rebelión
    y de pertenecer a la élite de los rebeldes”;
    en otro párrafo escribía que “la real
    politik de la penología (¡!), la defensa social
    que está por encima de las leyes escritas, no precisaría
    sino de este nombre (Graciano Antuña) para declarar
    al procesado enemigo de la cosociedad de sentimientos y
    sentimentalismos humanos (¡!) y para descargar sobre
    él aquella medida de eliminación necesaria
    al bien de la comunidad.” (¡!)

    Enviada
    la causa a La Coruña, el fiscal, entre otras cosas,
    afirmó en su escrito que las organizaciones obreras
    extremistas estaban preparando una revolución comunista
    que estallaría en Agosto “con el único
    objeto de instaurar una dictadura proletaria, que ingresando
    a España en la Unión de Repúblicas
    Socialistas Soviéticas, obteniéndola por servidora
    fiel para sus manejos, coadyuvase con Rusia al universal
    desconcierto, móvil y suprema aspiración de
    todos los partidos disolventes.” Así
    que “rebelión militar” con el “agravante
    de perversidad” y pena de muerte…

    Por
    orden del comandante militar de la plaza de Luarca, José
    Cosío Magdalena, el consejo de guerra sumarísimo
    contra Graciano Antuña se celebró el día
    veintitrés de Marzo en la sala del Juzgado de Instrucción
    de la localidad. Dio comienzo a las diez de la mañana
    y el tribunal, presidido por el teniente coronel de Infantería
    José Rodríguez Abella, lo completaban los
    siguientes vocales: capitán de Farmacia Francisco
    Soler de Dios, capitán de Carabineros Luis García
    Canales, capitán de la Guardia Civil Pablo González
    Anguiano, capitán de Carabineros Manuel Mato Arenal
    y capitán de Artillería Luis de Micheo. Figuraban
    como vocales suplentes los capitanes de Artillería
    e Infantería, Horacio López Vallina y Darío
    González Sante, que también estuvieron presentes
    en la vista. El vocal ponente y el juez instructor fueron
    los ya citados, tenientes auditores de segunda, Juan de
    Villavicencio Pereira y Carlos Humberto Santaló Ponte.
    Actuó de fiscal el alférez del cuerpo Jurídico
    José Mª García Rodríguez, mientras
    que de la defensa del acusado se encargó el teniente
    de Infantería Natalio Alcalá Cerviño.

    El
    desarrollo de este consejo de guerra ocupó toda la
    mañana, a pesar de que no se practicó prueba
    testifical alguna. Fiscal y abogado defensor se limitaron
    a leer sus respectivos informes y a pedir para el acusado,
    el fiscal, la pena de muerte, y el defensor, “a suplicar
    la absolución de su patrocinado por no ser responsable
    del delito que se le imputa”. Al preguntar el presidente
    del tribunal a Graciano Antuña si tenía algo
    que alegar en su defensa, éste, tal y como quedó
    redactado en el acta del consejo de guerra, “manifiesta
    que en su actuación como diputado socialista siempre
    fue moderado, que siempre trató de evitar huelgas
    y sabotajes, hasta el extremo que tiene peligrando su vida,
    que estuvo en el extranjero y a su regreso en Febrero último
    actuó siempre con tendencia conservadora, que su
    actuación los días 17 y 18 de Julio pasado
    no tuvo intervención alguna, solamente el día
    19 aconsejó a los obreros se retirasen a sus casas,
    pues ellos tenían la culpa de haberse sublevado el
    Ejército y, por consiguiente, nada se podía
    hacer.” Ese mismo día, el consejo de guerra
    dictó la sentencia de pena de muerte, sentencia que
    se cumpliría veinte días más tarde,
    el trece de Mayo.

    Tenía
    treinta y cuatro años cuando le fusilaron: si hubiera
    vivido más tiempo, tal vez Graciano Antuña
    hubiera llegado a ser el líder de los socialistas
    asturianos, el sucesor de Ramón González Peña.

    Guerra y dictadura nos dejan una biografía estrecha:
    nacido, como ya se ha dicho, en Ciaño, el 25 de Julio
    de 1902, hijo de Nicolás y Celestina, entró
    a trabajar en la mina y alcanzó la categoría
    de mecánico. Graciano se afilió a la organización
    socialista que lideraba Llaneza y que era la preponderante
    en la comarca. Según Aurelio Martín Nájera,
    en su obra “El grupo parlamentario socialista”,
    Graciano Antuña desempeñó el cargo
    de secretario de la Federación provincial de las
    Juventudes Socialistas. En las elecciones municipales de
    Abril de 1931 que trajeron la República, salió
    elegido concejal del Ayuntamiento de San Martín del
    Rey Aurelio. Reunida la nueva corporación el día
    dieciséis y elegido por votación el nuevo
    alcalde, José Fernández Flórez, Graciano
    fue designado segundo teniente de alcalde, detrás
    de Severino Calleja González, por quince votos a
    favor, cuatro en blanco y uno nulo. Sus primeras intervenciones,
    en ese mismo pleno municipal, fueron para proponer que los
    concejales en las sesiones municipales se tratasen entre
    sí de “ciudadanos” en lugar de “señores”
    y para que se suprimiesen del salón de sesiones todos
    los símbolos monárquicos. Ambas mociones fueron
    aprobadas.


    En Octubre de 1933, Graciano Antuña fue elegido en
    votación para formar parte de la candidatura socialista
    a las elecciones a Cortes que se celebrarían un mes
    después. En esa ocasión, fueron las derechas
    las que ganaron las elecciones y Graciano Antuña
    se quedó sin el acta de diputado, obteniendo los
    socialistas dos escaños por las minorías.

    Tenemos
    a Graciano Antuña de secretario general del Sindicato
    de Obreros Mineros de Asturias (SOMA-UGT) y directivo de
    la Federación Estatal de la Minería y de la
    Federación Socialista Asturiana; candidato a diputado
    en Cortes por Asturias en 1933 y diputado electo por el
    Frente Popular en Febrero de 1936… Sería, sin embargo,
    en la preparación y desarrollo de la Revolución
    de Octubre donde desempeñaría el papel más
    importante de su acortada vida.

    Graciano
    Antuña y Bonifacio Martín fueron los dos representantes
    del socialismo asturiano que se encargarían de llevar
    las negociaciones con la CNT para la formación de
    la Alianza Obrera en Asturias.
    Estos contactos
    comenzaron a mediados de Marzo de 1934 y culminaron con
    la firma del Pacto de Alianza Obrera el día 31 de
    ese mismo mes en Gijón. Estamparon su firma en el
    documento: Bonifacio Martín, por la UGT; Graciano
    Antuña, por la Federación Socialista Asturiana;
    y José María Martínez, Horacio Argüelles
    y Avelino González Entrialgo por la CNT. Posteriormente,
    no pocas de las reuniones de la Alianza Obrera se celebrarían
    en el propio despacho de Antuña en la sede socialista
    de Oviedo. Iniciada la Revolución, Graciano Antuña
    y Francisco Martínez Dutor serían los principales
    dirigentes revolucionarios de las operaciones para la toma
    de Oviedo y, posteriormente, para el repliegue y dispersión
    de los milicianos que participaron en la lucha. En esa ocasión,
    Antuña tuvo la suerte de poder escapar a la represión
    y conseguir huir al extranjero. Como tantos otros asturianos
    exiliados después de la Revolución de Octubre
    de 1934, Graciano Antuña estuvo refugiado en Francia,
    Rusia y Bélgica, y no regresó a España
    hasta la victoria electoral del Frente Popular en Febrero
    de 1936.

    Ese
    triunfo del Frente Popular supuso para Antuña no
    solamente la amnistía, sino también el acta
    de diputado en Cortes por Asturias. Procesado y declarado
    en rebeldía en la causa del asalto a la sucursal
    del Banco de España en Oviedo, junto con otros quince
    dirigentes más de la Alianza Obrera, esta causa fue
    finalmente sobreseída por el auditor de guerra en
    Marzo de 1936, al tener que aplicar la amnistía otorgada
    por decreto del gobierno el día veintiuno del mes
    anterior. Durante el tiempo que fue diputado no consta que
    realizara ninguna intervención en el hemiciclo ni
    que formara parte de ninguna comisión, pero estaba
    en Oviedo junto a sus electores en los momentos de mayor
    peligro, y ello le costó la vida.

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS


    Cómo entraron en España los folletos

    de Blasco Ibáñez.


    Por Vicente Marco Miranda.


    Apenas
    regresé de París me ocupé activamente
    en buscar los medios para introducir en España
    los cien mil ejemplares de Una nación secuestrada.

    Llevaba cartas de Blasco Ibáñez para amigos
    de Valencia que podrían ayudarme en la empresa,
    y con ellos hablé. Me expusieron las dificultades
    que tal empeño ofrecía; pero uno de ellos,
    don Vicente Ferrer Peset, ex diputado a Cortes,
    ya fallecido, prometió realizar los trabajos
    necesarios. Otros aportaron dinero con que atender a
    los gastos. A ellos contribuyó últimamente
    el propio Blasco Ibáñez.

    Ferrer
    Peset me explicó su proyecto. Se trataba de depositar
    la mercancía en Cette, meterla en unos toneles,
    llamados bordelesas, y transportarla en un barco a Valencia.
    Así lo comuniqué a París y los
    folletos fueron facturados a la citada ciudad francesa
    y depositados en un almacén de vinos, propiedad
    de un comerciante francés. Lo dispuso así
    un médico notable de Cette, de grandes simpatías
    en la población.

    Pasaba
    el tiempo y no había manera de conseguir nuestro
    objetivo.
    Cuando ya todo parecía resuelto
    favorablemente, surgían nuevas dificultades.
    Blasco Ibáñez, con la natural impaciencia,
    me apremiaba por medio de Esplá.
    Yo, a mi vez, apremiaba a Ferrer Peset, que había
    estado en Cette y volvía desalentado. En París
    vio a Blasco y le expuso los inconvenientes, casi insuperables,
    con que tropezaba. Era indispensable un barco cuyo capitán,
    cuando menos, se decidiera a admitir la carga. De otro
    modo, nos amenazaba el peligro de que fuese descubierta.

    Abandoné,
    por fin, aquel procedimiento y busqué a un hombre
    decidido, práctico en el contrabando, para exponerle
    el plan que en París acariciara Blasco Ibáñez.
    Le pareció realizable y así se lo comuniqué
    al ilustre novelista.

    A
    poco vino a verme aquel hombre para comunicarme que
    teníamos a nuestra disposición una barca
    de vela de las que hacen la travesía de Valencia
    a Mallorca. Su dueño y patrón se encargaba
    de cargar los folletos en Cette y llevarlos a una playa
    próxima a Valencia.
    La descarga debía
    realizarse de noche y mediante los necesarios hombres
    que, llevando sendos bultos, los depositasen en una
    casa aislada en el monte. Los gastos ascendían
    a unas quince mil pesetas
    , sin contar los que
    había de ocasionar el reparto de folletos por
    toda España.

    Acepté,
    sin embargo, el ofrecimiento, y me dediqué a
    buscar el dinero necesario. No era cosa fácil
    hallar en unos días tan crecida cantidad, y,
    por otra parte, me pareció que no debía
    pedírsela a Blasco, que había gastado
    ya mucho más en la impresión del folleto,
    que debía repartirse gratis. Cuando ya casi triunfaba
    en mi empeño, contando con promesas de dinero,
    ocurrió que la barca, después
    de esperar unos días en el puerto de Valencia,
    había tenido que salir para las Baleares. ¡Nueva
    desilusión!

    Entre tanto, en España habían
    entrado ya folletos,
    aunque en escaso número,
    y las autoridades vigilaban con mayor celo. Blasco,
    para despistarlas, había dicho que unos aeroplanos
    volarían por toda la Península y la llenarían
    de papel.
    Echóse a volar la fantasía
    de las gentes y cada día aseguraban que los aeroplanos
    habían volado en un punto de la nación.
    Tan pronto se les veía en Burgos como en San
    Sebastián o Coruña. ¡Y la carga
    dormía en el almacén de Cette!

    Se
    organizó un servicio desde Orán y alguna
    de nuestras plazas de Marruecos y de allí venían
    a Valencia y Alicante algunos envíos. Blasco
    Ibáñez redoblaba sus excitaciones, mientras
    pasaba yo los naturales apuros al verme caído
    en el ridículo o poco menos.

    Por
    fin, encontré los ansiados medios. Ya teníamos
    barcos y buenos amigos que me ayudasen.
    Sin
    embargo, era necesario cambiar los envases. No servían
    las bordelesas, pues pareció mejor utilizar grandes
    bocoyes. Había que rellenar de papel las curvas,
    de suerte que el centro quedara libre, para transportarlos
    como vacíos. El peso de los bocoyes, de los de
    mayor tamaño, bien podía admitir unos
    kilos más de papel sin que suscitara sospechas.
    Acepté el plan y salí para París
    y Cette con mi buen amigo José Miralles,
    muy entendido en las artes de la carpintería.

    En
    París expusimos nuestro proyecto a Esplá,
    que nos proporcionó cartas de identidad para
    los amigos de Cette, y desde esta población escribí
    a Blasco Ibáñez, que se hallaba en la
    Costa Azul. ¡Llegaba la hora!

    Entramos
    en París por la mañana y salimos por la
    tarde, con gran desconsuelo de Miralles, que nunca había
    visitado la capital de Francia y apenas si pudo ver
    algunas calles, con la rápida visión de
    quien las recorre en automóvil. Pero no había
    que perder una hora, que harto tiempo habíamos
    gastado, mientras en España esperaban el folleto
    con el ansia natural.

    Ya
    en Cette, Miralles examinó los bocoyes y aconsejó
    lo que con ellos había que hacer para acondicionar
    el papel debidamente. Aun hubo que hacer otro viaje
    para ultimar los trabajos. La carga había
    de ser desembarcada en el puerto de Alicante, y allá
    fui para ponerme de acuerdo con los excelentes amigos
    a quienes se debió principalmente el buen éxito
    de la aventura.
    Próxima la llegada del
    barco, esperé su paso por Valencia, puerto en
    el que había de realizar operaciones de carga
    y descarga. Se trataba de vigilar lo que ocurriera para
    comunicar a Alicante el resultado, favorable o adverso,
    pues desde algunos días antes las autoridades
    del puerto registraban todos los buques.

    No
    se libró de ello el nuestro. Llegó por
    la noche y a bordo subieron los carabineros, policía
    y autoridades de Marina. El registro fue minucioso.

    Tuve la impresión de que de Cette había
    llegado alguna denuncia. Acaso se sospechó al
    cargar los bocoyes. Mis temores aumentaron al saber
    que las autoridades pretendían que fuesen descargadas
    todas las mercancías del buque. El capitán
    se negó, alegando, con razón, que las
    mercancías destinadas a Alicante allí
    debían ser descargadas, y si se sospechaba de
    ellas bastaba con avisar a las autoridades de aquella
    capital.

    Llegó
    el barco y a nadie se le ocurrió practicar registros.
    Entre los amigos necesarios para la recepción
    del contrabando se hallaba un obrero que había
    de dirigir la descarga de los bocoyes y su traslado
    a los carros que los transportaran a un gran almacén
    de vinos. Colgando estaba de la grúa
    el primer bulto, cuando se rompió la cadena y
    el bocoy cayó desde una regular altura.

    Creían que se había desencuadernado e
    iba a vomitar folletos en presencia de carabineros,
    empleados de Aduanas y otros funcionarios; pero no ocurrió
    así, aunque llegó a romperse la madera
    del fondo, pero no de modo que la mercancía quedara
    al descubierto. Nos decían aquellos amigos que
    difícilmente ocurre un caso semejante: el de
    romperse la cadena de las grúas.

    Más
    tarde se hizo otra expedición.
    Los folletos,
    que apilados formaban un montón muy respetable,
    fueron depositados en gran número de cajones,
    en los que pegamos elegantes etiquetas, impresas al
    efecto. Unas llevaban la dirección con nombres
    supuestos. Otras, el contenido del cajón: botellas
    de tinta, objetos de ferretería, de cristal,
    con el «frágil» consiguiente. Todas
    indicaban la procedencia, como si fueran de paso para
    Alicante. Procedían de Ibiza, Barcelona, Valencia,
    etc. Y el tren se las llevó a Madrid, Barcelona,
    Coruña, Zaragoza, Valladolid, Valencia y otras
    capitales. Desde algunas fueron reexpedidas a otros
    puntos, y casi el mismo día apareció España
    inundada de folletos. Sólo una caja fue descubierta
    en Vigo, porque por error no fue a retirarla quien poseía
    el talón.

    En
    Madrid y Barcelona fueron repartidos más de veinte
    mil ejemplares y diez mil en Valencia. En esta ciudad
    se había hecho unos días antes una tirada
    de cuatro o cinco mil. En ella intervinieron Sígfrido
    Blasco, Just, Senén Pons y otros amigos.

    El
    segundo folleto, Lo que ha de ser la República
    española,
    que apareció algún
    tiempo después, no vino de París. Blasco
    decidió que se hiciese en España, vistas
    las dificultades que ofreció la entrada del otro.
    Se encargó de ello Sígfrido Blasco, hijo
    del insigne novelista y actual director y propietario
    de El Pueblo, ese diario glorioso, fundado por aquel
    gran valenciano. Dirigía entonces el
    periódico Félix Azzati
    , el amigo
    inolvidable, y allí se hizo la tirada. Ayudaron
    a Sígfrido en la distribución Just, Pons
    y otros amigos de Valencia y otros puntos de la provincia
    y el resto de España.

    Sígfrido
    Blasco, joven decidido, que heredó de su padre,
    entre otras cualidades, su ímpetu y sus entusiasmos
    por la República, fue perseguido, como lo fuera
    más adelante. A don Pedro Fernández,
    ex alcalde de Requena
    , hombre de tantos arrestos
    como simpatía, se le detuvo y encerró
    en la cárcel del partido, como supuesto autor
    del reparto de folletos en aquel distrito. En infecto
    calabozo pasó no poco tiempo y fue puesto en
    libertad, sin proceso alguno.



     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA


    La muerte de Sixto Cámara y
    la salvación de Fernando Garrido.

    Por
    Francisco Pi y Margall

    Organizado, entretanto, poderosamente el partido
    democrático, gran número de sus miembros formaban
    parte, a la vez, de una especie de sociedad secreta, semejante
    ai carbonarismo italiano y cuyo principal fin era trabajar
    por el triunfo de la República, como paso a mayores
    progresos político-sociales,
    y a este efecto
    conspiraba de continuo, concentrando elementos revolucionarios,
    intentando sublevaciones, queriendo sobornar guarniciones
    y no siendo, en realidad, más que juguete de unos
    cuantos vividores o de la misma policía, que instigaba
    a urdir conjuras para tener el placer de descubrirlas.

    Uno de estos cándidos revolucionarios, hombre,
    por otra parte, de gran cultura, prestigio y acrisolada
    honradez, Sixto Cámara, que a la sazón se
    hallaba en Portugal, pasó la frontera el 8 de Julio
    de 1859 y, según aseguran, en la noche del 9 al 10
    conferenció en Olivenza con los sargentos del batallón
    provincial de Badajoz con quienes estaba de acuerdo para
    una sublevación.
    Había ésta
    de tener como base el alzamiento de la guarnición
    de aquella plaza fronteriza; a la que seguirían las
    de Badajoz, Sevilla, Málaga y demás de Andalucía.
    Contra la opinión de los que sostenían la
    poca oportunidad del movimiento intentado y sin apenas recatarse
    de la policía, permaneció Cámara en
    Olivenza, mientras el Gobierno, enterado oportunamente de
    sus proyectos, lo mandaba prender desde Badajoz. Supo a
    tiempo Cámara la orden de prisión dictada
    contra él, y en lugar de buscar asilo seguro en la
    misma, población, se empeñó en salir
    de Olivenza a las 11 de la mañana en compañía
    de un joven demócrata llamado Moreno Ruíz.

    El día era horriblemente caluroso, y ni Cámara,
    ni Moreno conocían el camino de Portugal, a donde
    pretendían dirigirse, pues aunque el de la carretera
    lo sabían, no podían aventurarse a marchar
    por ella, expuestos como estaban a ser detenidos en el acto.
    Así caminaron por entre matorrales, rastrojos y trochas
    con un sol abrasador, y atormentados por la sed. Arrojóse
    sediento Sixto Cámara a beber agua de una ciénaga
    que por su malaventura encontró en el camino. En
    vano quiso su compañero detenerle. A los
    pocos momentos, se sintió Cámara enfermo y
    presa de mortales angustias.
    Desesperado su joven
    acompañante al ver en tan mal estado a su amigo y
    jefe, se dio a buscar un asilo en donde atender y cuidar
    de él. Por fin, logró divisar una
    miserable casucha, a la que fue trasladado ya en gravísimo
    estado el pobre Cámara. A los pocos momentos de llegar
    a su mísero albergue, expiró Cámara,
    presa de horribles dolores.

    Trató, desconsolado, Moreno Ruíz, de continuar
    su camino a Portugal, pero Ios dueños del ventorro
    o casucha no se lo consintieron, alegando que podían
    acusarles de ser los autores de la muerte del revolucionario.
    Entonces Moreno Ruíz declaró quién
    era el muerto. Apresuráronse entonces aquellos hombres
    a dar parte a las autoridades de Badajoz. Moreno
    Ruíz fue conducido á Badajoz, y después
    de un juicio sumarísimo, condenado a muerte en garrote
    vil;
    pero no habiendo en el lugar de la ejecución
    más que un solo aparato de suplicio y siendo varios
    los condenados, entre ellos un pobre cordonero, cuyo único
    delito era el haber llevado una carta de Badajoz a Olivenza,
    fueron uno por uno ejecutados, tocándole el último
    turno al desgraciado Moreno Ruíz, que así
    presenció el suplicio de sus compañeros.

    Como hemos dicho, la conspiración urdida por Cámara
    tenía ramificaciones
    en varias partes, y por los documentos encontrados en las
    ropas de Cámara y por
    los registros practicados en casa del desgraciado joven
    Moreno Ruíz, se vino a
    deducir dónde y quiénes eran los que conspiraban.
    Realizó el Gobierno muchas
    detenciones y condenó a muerte a un sargento
    de artillería, de guarnición
    en Sevilla, que resultaba gravemente comprometido. Se le
    ofreció la vida si delataba a sus principales cómplices,
    y él descubrió a Fernando Garrido, escritor
    y ardiente republicano, como el instigador del movimiento
    en la capital andaluza.

    Preso Garrido, hubiera sido seguramente condenado
    a muerte en garrote vil a no mediar una para él venturosa
    circunstancia.
    Los oficiales del cuerpo de artillería,
    a que pertenecía el sargento condenado, tomaron muy
    a mal su delación y le aconsejaron que rectificara
    lo dicho en la primera ocasión que se le presentara.

    Llevado Garrido ante el tribunal pidió se le carease
    con su delator, y arrepentido
    éste por las insinuaciones de los oficiales del cuerpo,
    declaró que ni de vista conocía a Garrido.
    Esto salvó la vida a aquel escritor ilustre
    y consecuente republicano, que al referirse en su Historia
    del último Borbón de España, al suceso
    anotado, confirma
    en parte a lo dicho en los siguientes
    términos: «Yo fui arrancado de mi casa y conducido
    a Sevilla, donde tuve el disgusto horrible de ver dar garrote
    a mi delator, que no se atrevió a sostener su denuncia,
    desconociéndome en la rueda de presos.»

    Sin embargo, y a pesar de lo dicho por Garrido, un escritor
    contemporáneo afirma que el sargento murió
    fusilado y no en garrote vil. Pero sea de ello lo que quiera,
    con ésta y otras ejecuciones confirmó
    O’Donnell su fama de sanguinario.