El destacado periodista Javier
Bueno, director de Avance y
Claridad, fusilado en Madrid por el ejército franquista.
Javier
Bueno, un periodista de combate.
Por Marcelino Laruelo.
Muertes Paralelas. Gijón, 2004.
A
Javier Bueno le fusilaron en Madrid a las seis de la mañana
del día veintisiete de Septiembre de 1939, “Año
de la Victoria”, como estampaban los franquistas en
todos sus documentos oficiales. Tenía cuarenta y
ocho años de edad.
Javier
Bueno había seguido dirigiendo el diario madrileño
Claridad, órgano oficial de la UGT, hasta la entrada
de las tropas franquistas en la capital de España.
Luego, se refugió en la embajada de Panamá
a la espera de conseguir el asilo político. Pero
el gobierno de Franco, a diferencia del de la República
y al margen de los aspectos formales del Derecho Internacional,
hizo lo que no se habían atrevido a hacer ni “las
hordas rojas”: ocupó las embajadas y detuvo
a todos los que en ellas se habían asilado. Era algo
previsible y por eso fueron muy pocos los republicanos que
optaron por esa posibilidad para intentar escapar a la represión.
El día cuatro de Abril, la embajada de Panamá
en Madrid, cuyo gobierno aún no había reconocido
al régimen de Franco, fue ocupada y once españoles
que allí se habían refugiado fueron hechos
prisioneros. Uno de ellos era Javier Bueno.
Le
encarcelaron en la prisión de Porlier, situada
en la calle del mismo nombre, en el barrio de Salamanca.
Este antiguo colegio de los Calasancios ya había
funcionado como cárcel provisional republicana durante
la guerra, la principal de Madrid, y continuó siéndolo,
bajo dominio franquista, hasta 1944, dirigida por Amancio
Tomé. Javier Bueno permaneció en la 2ª
Galería hasta que fue identificado y sometido a consejo
de guerra. Condenado a pena de muerte, pasó a la
3ª Galería, donde estaban los condenados a la
pena máxima. Allí se encontraron con Javier
Bueno dos antiguos redactores de Avance durante la guerra.
Cabezas y Vega Pico formaban parte de la redacción
del periódico Redención, creado por Instituciones
Penitenciarias para informar y hacer propaganda
entre la población reclusa. Redención empezó
a funcionar en 1939 y estaba dirigido por José Mª
Sánchez de Muniain, antiguo secretario de Herrera
Oria, el periodista que llegó a cardenal, y que había
sido también redactor del periódico católico
El Debate, Redención alcanzó una gran difusión
en las cárceles. Sus primeros números se editaron
en Vitoria, donde también tenía su sede Instituciones
Penitenciarias, pero al poco tiempo de la ocupación
de Madrid por los franquistas, la redacción se trasladó
a un local en la propia cárcel de Porlier.
Javier
Bueno, que en los últimos días de la guerra
había apoyado desde Claridad las pretensiones del
Consejo de Defensa Nacional del coronel Casado para establecer
una paz negociada con los franquistas, prestó
su primera declaración como prisionero ante el juez
militar el día diecinueve de Julio de 1939. La causa
contra Javier Bueno, instruida por el procedimiento sumarísimo
de urgencia y con el número 33.582, la llevaba el
Juzgado Militar de Prensa desempeñado por Manuel
Gargallo. Este juzgado tenía sus dependencias en
el edificio número cuatro de la madrileña
Plaza del Callao. El profesor Luis Otero Carvajal,
en su obra “Ciencia y Cultura en Madrid. Siglo XX”,
sitúa en los años de entreguerras a Manuel
Gargallo como miembro de la tertulia literaria que en torno
a César González-Ruano y Jardiel Poncela se
reunía en el madrileño café Europeo.
En
su declaración ante el juez militar, que le interrogó
sobre “sus actividades de todo género a partir
de la fecha del dieciséis de Febrero de 1936”,
Javier Bueno declaró que en esa fecha estaba preso
en la cárcel de Oviedo por haber sido condenado en
consejo de Guerra por “los sucesos ocurridos en Asturias
en Octubre de 1934”. Al decretar la amnistía
el gobierno del Frente Popular y quedar en libertad, se
fue a Madrid, donde permaneció hasta primeros de
Junio de ese año, ocupado en resolver asuntos particulares.
En esa fecha, regresó a Oviedo para preparar la salida
de nuevo del diario socialista Avance, lo que se logró
en Junio. Al sublevarse el coronel Aranda y ocupar sus tropas
Oviedo, pudo escapar junto con otras personas, permaneciendo
en los alrededores a la espera de cómo se desarrollasen
los acontecimientos. Cuando se inició el
cerco a la ciudad, se hizo con un fusil y participó
en el asedio como un miliciano más, sin ostentar
ninguna graduación o mando. Continuó como
tal hasta finales de Noviembre o primeros de Diciembre,
en que fue herido y tuvo que ser evacuado a Gijón.
Cuando le dieron de alta, no regresó al frente, pues
se le encomendó la dirección de Avance que
se había decidido publicar en Gijón, utilizando
para tal fin los talleres del periódico gijonés
El Comercio. Permaneció como director de
dicho periódico hasta el día anterior a la
entrada de las tropas franquistas en Gijón. Consiguió
escapar y llegar por mar a Francia para, vía Por-Bou,
pasar a Cataluña y, sin detenerse, dirigirse a Madrid.
Una vez en Madrid, se le ofreció, y aceptó,
el cargo de director del diario Claridad, el cual desempeñó
hasta el final de la guerra. Javier Bueno, también
afirmó en su declaración el no haber
estado afiliado a ningún partido político
y no haber desempañado cargos políticos o
sindicales, a excepción de la presidencia de la Asociación
de la Prensa de Madrid y de la Agrupación Profesional
de Periodistas. (Al contrario de lo que se afirma
en la wikipedia, no consta que Javier Bueno estuviera afiliado
al PSOE.)
En
posterior interrogatorio celebrado el día seis de
Agosto, Javier Bueno negó haber presidido, en las
primeras semanas de guerra y en el cerco de Oviedo, un comité
del que formaban parte Lorenzo Mulero, Silverio, Andrés
Roces, Víctor, Villa, Ibáñez, el capitán
Calleja y el sargento Garsaval. Este dato lo había
obtenido el juez instructor de un reportaje publicado en
aquellas fechas por la prensa republicana madrileña.
Así mismo, Javier Bueno rechazó la acusación
de haber penetrado en el cuartel de Asalto de Oviedo, el
día diecinueve de Julio de 1936, armado de un fusil
y “en compañía de un tal Taibo y otros
con intención de adueñarse del mismo”.
A preguntas del juez instructor, afirmó no haber
tenido nunca noticia, ni siquiera como rumor, de que se
hubiese pensado en él, y menos ofrecido, para el
cargo de Comisario General de Aviación. Aceptó
sin paliativos la responsabilidad que como director de los
periódicos Avance y Claridad le correspondía
por las editoriales y artículos sin firma publicados
durante el tiempo que los dirigió. Javier Bueno añadió
en su declaración que además de una conferencia
pronunciada por la radio con ocasión del cuarto aniversario
del Octubre asturiano, intervino otra vez por radio, al
día siguiente de constituirse el Consejo Nacional
de Defensa, para hacer pública su adhesión
al mismo.
El
consejo de guerra se celebró en Madrid el día
veintidós de Agosto, corriendo a cargo del Tribunal
Militar permanente nº 2. Presidía este tribunal
José Iglesias y eran vocales Agustín Martín,
Jesús Lozano y Manuel Pérez Povedano, actuando
como ponente César López Pericomi. No importaba
nada, Javier Bueno estaba sentenciado desde mucho antes
de que le hicieran prisionero. Así que este tribunal
terminó de envolver en el manto de la falsa juridicidad
aquella “sentencia” y le declaró responsable
de un delito de “adhesión a la rebelión”,
con las circunstancias agravantes de “perversidad”
y “trascendencia”, condenándole por ello
a la pena de muerte. Seis días más tarde,
el auditor de guerra culminaba el envoltorio jurídico
y con fecha veintidós de Septiembre desde el Cuartel
General del Generalísimo se remitía el preceptivo
“enterado”. La fecha para la ejecución
del crimen fue fijada para el día veintisiete.
Javier
Bueno había nacido en 1891 en ese mismo Madrid que
le vería caer bajo las balas del piquete de ejecución.
A lo largo de su vida, siempre fue reacio a hablar de su
familia, de su pasado, de su historia personal. Sabemos
que su madre se llamaba Soledad Bueno García y su
padre Francisco Bueno Collantes y tenían algún
parentesco entre sí. Soledad era actriz de teatro.
Protegido por su tío periodista, del mismo nombre
y apellido pero que escribía bajo el seudónimo
de Antonio Apeiztúa, el joven “Javierito”
Bueno entró hacia 1907 en la redacción de
“España Nueva”, el periódico fundado
por Rodrigo Soriano que tenía su sede en
la Plaza de Santa Ana, de Madrid, y donde tuvo como maestros,
aparte del propio Soriano, a Luis de Tapia, a Manolo Tovar
y a Blanco Soria. Soriano dictaba a Javier Bueno las editoriales
y los artículos de fondo, y así fue como en
poco tiempo se ganó la simpatía del director.
En seguida captó Javier Bueno el pensamiento y el
estilo de su protector y, poco a poco, pero cada vez en
más ocasiones, era él quien realmente redactaba
y Soriano el que corregía e introducía matices.
Se
dice que en 1909 Javier Bueno escribía ya en tres
diarios madrileños diferentes. Cuando Alejandro Lerroux
fundó en 1910 el periódico El Radical, Javier
Bueno fue uno de sus redactores. Escribía diariamente
sus famosas “Notas de un regocijado” y, más
tarde, una columna diaria que llevaría el expresivo
título de “Palabras de un salvaje”. Sea
como fuere, por unos artículos publicados en Junio
fue procesado y tuvo que exiliarse en París. Al subir
Canalejas al poder y decretar un indulto para los delitos
de prensa, Javier Bueno pudo regresar a Madrid. El día
veintitrés de Noviembre de 1910, no obstante, la
policía le detuvo en la redacción de El Imparcial
y le condujo a comisaría. Tras pasar por el Juzgado,
fue puesto en libertad al día siguiente. En 1917
fue condenado como autor de un disparo que provocó
lesiones a dos meses y un día de arresto mayor.
Al
fundar Nicolás María de Urgoiti el diario
El Sol en 1917, Félix Lorenzo, el popular “Helios”,
llamó a Javier Bueno y a otros miembros de la redacción
de España Nueva. Simultaneó entonces su trabajo
en este periódico y en “La Voz”, los
dos del mismo propietario. Años más
tarde, llegó a desempeñar el puesto de redactor-jefe
en La Voz, bajo la dirección de Enrique
Fajardo, más conocido por el seudónimo de
“Fabián Vidal”. Con la proclamación
de la II República en Abril de 1931 y por ciertos
cambios que se produjeron en la propiedad de la empresa
editora de los dos diarios, con sus consiguientes líos,
Javier Bueno dejó el periódico y pasó
a desempeñar el cargo de lo que hoy llamaríamos
“jefe de prensa” del Ministerio de Asuntos Exteriores,
entonces llamado de Estado, del que era titular, precisamente,
Alejandro Lerroux.
Javier
Bueno pertenecía a la Asociación de la Prensa
de Madrid desde 1915 pero se dio de baja en 1927, cuando
se creó la Agrupación Profesional de Periodistas,
de la que fue uno de sus fundadores. Formó parte
de su directiva en varias ocasiones y en Abril de 1932 sustituyó
a Galarza en la presidencia de la misma. Fue en Noviembre
de ese año cuando se aprobó el ingreso de
la Agrupación en la UGT, lo que motivó que
algunos de sus asociados se diesen de baja. Desde entonces
y hasta el final de la guerra, Javier Bueno fue el presidente
de dicha Agrupación a pesar de estar fuera de Madrid
la mayor parte de ese tiempo.
En
1933, Javier Bueno recibió el encargo de dirigir
el diario ugetista asturiano Avance, sustituyendo en ese
puesto al republicano Antonio Ortega. Le costó
trabajo aceptar y dejar Madrid, por eso, antes de tomar
una determinación, recorrió Asturias. Visitó
los centros fabriles y las minas, entró en las Casas
del Pueblo y los sindicatos, hasta empaparse totalmente
del ambiente proletario astur. Fue entonces cuando dio su
contestación afirmativa y definitiva: se vino para
Oviedo y trajo a su madre, Soledad Bueno, con él.
En 1934, el PSOE y la UGT estaban totalmente enfrentados
al gobierno republicano y éste les administraba la
misma “medicina” que en el bienio anterior se
suministró en grandes dosis a la CNT. Avance dejó
de ser un periódico socialdemócrata para convertirse
en socialrevolucinario. En esa campaña contra el
gobierno y la derechización del régimen republicano,
en Javier Bueno pasó a predominar su militancia ugetista
que se unió a su espíritu rebelde, y ambas
encontraron expresión en su pluma acerada y curtida.
El
gobernador civil de Asturias, Marcelino Rico Rivas y su
sucesor, Fernando Blanco Santamaría, lerrouxistas
ambos, sometieron al diario socialista Avance a un acoso
total. Veían en él y en su nuevo
director el factor decisivo de la cohesión de las
masas trabajadoras, por encima, incluso, de siglas y matices.
Su tirada se duplicó y alcanzó los veinticinco
mil ejemplares diarios. Posibilitado por la legislación
represiva puesta en pie por el régimen republicano,
y aprovechando la facilidad con que la autoridad gubernativa
podía declarar los estados de alarma y emergencia,
los gobernadores civiles cerraban, secuestraban y multaban
al periódico socialista un día sí y
otro también. Javier Bueno, su director, se salvó
varias veces de ser procesado y encarcelado gracias a la
estratagema de atribuir la autoría de los artículos
denunciados a los diputados socialistas Teodomiro Menéndez,
Veneranda Manzano y Amador Fernández, que gozaban
de inmunidad parlamentaria. No obstante eso, y a consecuencia
de lo pronunciado en un mitin en el teatro Campoamor, Javier
Bueno fue procesado y condenado por un tribunal de Urgencia
y pasó más de dos meses en la cárcel.
Durante ese tiempo, más de una vez el gobernador
le envió a algún miembro de la redacción
de Avance para que le hiciera compañía forzosa.
Javier
Bueno salió de la cárcel de Oviedo ocho días
antes de que estallara la Revolución de Octubre.
Cuando ya se había declarado el estado de guerra
por el gobernador civil, Blanco Santamaría, en la
noche del cinco al seis de Octubre, sobre las doce y media,
una patrulla de soldados del Regimiento de Infantería
“Milán” nº 3 fue tiroteada en la
calle Altamira, sin que se pudiera precisar si los disparos
procedían de la Casa del Pueblo. Al menos dos hombres
fueron vistos haciendo fuego desde el tejado del edificio
colindante con la Casa del Pueblo. Atraída por el
tiroteo, acudió al lugar una patrulla de
guardias de Asalto que fueron los que entraron en la redacción
de Avance y detuvieron a todos los presentes. Junto con
Javier Bueno, se encontraban en esos momentos en la redacción
los concejales del ayuntamiento de Oviedo, Jesús
de la Vallina y Luis Oliveira, Adolfo Cadavieco, Vicente
Bravo y otras cuatro personas más. Según el
atestado, no se les ocupó ningún arma de fuego,
haciéndose constar, de igual modo, que los precintos
de la clausurada Casa del Pueblo, situada en el mismo edificio,
estaban intactos. Los detenidos fueron conducidos a la comisaría.
Esa misma noche, la sede de Avance y su maquinaria fueron
incendiadas y destruidas por guardias de Asalto. Dos días
después, los detenidos pasaron al cuartel de Santa
Clara.
No escapó Javier Bueno al sufrimiento de
las brutales torturas que se infligieron de forma generalizada
a los prisioneros. Lejos de amilanarse, presentó
denuncia por los malos tratos recibidos en el cuartel de
Santa Clara de manos de guardias de Asalto y en presencia
de un oficial “al que podría reconocer sin
duda”. La denuncia de Javier Bueno se extendía
a las coacciones de todo tipo de que fue objeto en la Cárcel
Modelo de Oviedo para obligarle a declarar en determinado
sentido. Tiempo después, una foto suya mostrando
las innegables huellas de haber sido torturado fue ampliamente
divulgada y se convirtió en el símbolo de
los cientos de denuncias contra la irregular actuación
de las fuerzas represoras del gobierno. El mismo gobierno
que, en base a un informe forense, denominó las huellas
dejadas por las torturas en el cuerpo de Javier Bueno como
“llagas furunculosas”. Ese término forense
fue rápidamente incorporado al “argot”
carcelario y desde entonces se utilizó para referirse
al estado en que ingresaban los detenidos: “fulanito
viene lleno de llagas furunculosas”. Todas las denuncias
por torturas se unieron a los informes elaborados por Fernando
de los Ríos y Gordón Ordás, así
como a la presentada ante el Fiscal de la República
por más de quinientos presos y encabezada por Bueno,
Arístides Llaneza, Barreiro, Juan Pablo García,
Antonio Llaneza y Wenceslao Roces. Nadie que hubiera vivido
aquella lucha y la brutal represión que le sucedió
podía seguir siendo después el mismo. ¡Y
poco podían imaginar entonces que aquello no era
nada comparado con lo que vendría después!
Javier
Bueno prestó declaración el día diecinueve
de Octubre ante el tristemente famoso capitán de
la Guardia Civil Nilo Tella Cantos, de la Comandancia de
Oviedo, que estaba comisionado por el general jefe de la
Columna de Operaciones para la práctica de las diligencias
necesarias en averiguación de las responsabilidades
por los sucesos revolucionarios. A mediados de Noviembre,
se le trasladó a Madrid, a disposición del
juez que instruía el sumario sobre el alijo de armas
del vapor “Turquesa”. Toda vez que en las fechas
en que se produjeron esos hechos Javier Bueno estaba en
la cárcel de Oviedo cumpliendo la condena de dos
meses antes citada, el juez no tuvo más remedio que
revocar el auto de procesamiento y ordenar que se le devolviera
a Asturias.
De
la cárcel de El Coto, de Gijón, pasó
a la de Oviedo a finales de Marzo de 1935. Todavía
habrían de transcurrir casi seis meses antes de que
se celebrase el consejo de guerra. Y mientras Avance seguía
clausurado, al igual que sindicatos, partidos de izquierda
y las Casas del Pueblo, la iniciativa socialista trató
de mantener un medio de comunicación afín
en Asturias. Inspirados por Amador Fernández desde
Francia y por Jesús de la Vallina desde Asturias,
administrador y regente de Avance, aparecieron sucesivamente
La Tarde, El Pueblo, República, Asturias y Adelante
que se iban sustituyendo uno a otro a medida que los cerraban.
En ellos colaboró Javier Bueno desde la cárcel,
al igual que en Política, semanario de Izquierda
Republicana dirigido por Luis Bello, y en el boletín
Ayuda, órgano de la delegación en España
del Socorro Rojo Internacional.
El
consejo de guerra se celebró en la sala de Justicia
del cuartel de Pelayo, en Oviedo, el día veintiuno
de Septiembre de 1935. El juez instructor de la causa nº
1.242, en sus conclusiones, había pedido el procesamiento
de Javier Bueno como autor de los delitos de inducción
y excitación a la rebelión y otro de encubrimiento.
Por su parte, el abogado defensor, el socialista Mariano
Moreno Mateo, rechazaba que su defendido hubiera cometido
delito alguno y, en cualquier caso, impugnaba la competencia
de la jurisdicción de guerra, toda vez que los hechos
eran anteriores a la declaración del estado de guerra.
Formaban el tribunal el teniente coronel del Regimiento
“Milán”, Lorenzo Tamayo Orellana, que
presidía, y los capitanes Mariano Soura, Joaquín
Segura, Gerardo Albornoz García del Busto, Manuel
Capablanca y Fernando Puell. El vocal ponente fue el teniente
auditor de 2ª Félix Fernández Tejedor
y el fiscal, un teniente auditor de 3ª perteneciente
a la VIII División cuyo nombre no constaba en autos.
Antes
de conocer la condena, merece la pena reseñar las
palabras pronunciadas por Javier Bueno al finalizar el consejo
de guerra, cuando al preguntarle el presidente del tribunal
militar si tenía algo más que añadir,
dijo, tal y como quedó registrado en el acta de la
celebración del consejo de guerra, lo siguiente:
“Que, sólo para precisar lo que ha
dicho de la orientación de Avance que era dirigida
por Editorial Obrera Asturiana, se pudiera entender que
quisiera ampararse en ello para rehuir su responsabilidad,
dice textualmente que Avance es él y que si hay delitos,
son suyos. Que si el haber dicho que no pertenecía
al Partido Socialista se interpreta o puede deducir que
rompe con el socialismo y los socialistas y que no tenía
solidaridad con ellos, dice que en todo estaba compenetrado
con los postulados que el Partido Socialista sustentaba.”
Actitudes semejantes fueron frecuentes en los consejos de
guerra por la Revolución de Octubre, quizás
porque el sentimiento imperante entre los detenidos fuera
que se había perdido una batalla, pero que la lucha
por la causa del proletariado continuaría adelante.
El
tribunal militar condenó a Javier Bueno a reclusión
perpetua, interdicción civil durante la condena e
inhabilitación absoluta. Además, en concepto
de responsabilidad civil debería resarcir al Estado
en la cantidad de setenta millones de pesetas, cantidad
que equivalía al importe del crédito concedido
para resarcir en parte los daños ocasionados por
los combates. Recuérdese que estamos ante una persona
que, escribiera lo que escribiese, ni pegó un tiro
ni participó en la organización de los combates.
Además,
la sentencia de Javier Bueno incluía esta trascendente
coletilla, pese a que el condenado en ella no ocupaba ni
había ocupado puesto alguno de dirección ni
en la UGT ni en el PSOE asturianos: “Y disolvemos
todas las organizaciones sindicales afectas a la Unión
General de Trabajadores que radiquen en esta provincia,
así como también a las organizaciones políticas
afectas al Partido Socialista Obrero que tengan su sede
en el mismo territorio. Los bienes pertenecientes a las
primeras tendrán el destino que marquen sus estatutos,
y si no estuviera previsto pasarán a integrar el
fondo nacional del paro. A los bienes propiedad de las segundas
se les dará, con arreglo al art. 18 de la Ley de
Asociaciones de 1887, el destino que dispongan las leyes
civiles para el caso de disolución respecto a la
propiedad colectiva.”
Aunque
al día siguiente del consejo de guerra, el abogado
Mariano Moreno Mateo, que luego fue diputado socialista,
presentó recurso ante el general Salcedo, jefe de
la VIII División, éste no fue estimado por
el auditor y la sentencia pasó a ser firme. También
se iniciaron los trámites para el cobro de los setenta
millones de la responsabilidad civil, pero efectuadas todas
las comprobaciones y diligencias de embargo, se
declaró a Javier Bueno insolvente y carente de bienes.
Y en la cárcel de Oviedo hubiera continuado cumpliendo
condena de no haberse producido la victoria electoral del
Frente Popular en Febrero de 1936. Como se sabe, el mayor
atractivo de esa coalición electoral era la amnistía
que se anunciaba en su programa. Conocido el resultado de
las elecciones, no esperaron los presos a que el decreto
de amnistía para los delitos políticos apareciese
publicado en la Gaceta: la presión de los familiares,
camaradas y amigos en el exterior, entre los que se encontraba
Dolores Ibarruri, diputada electa, y la de los presos en
el interior, obligaron al director de la cárcel
de Oviedo a ponerles en libertad el día veinte de
Febrero. Javier Bueno fue subido a hombros y paseado triunfalmente
por las calles de Oviedo.
Anticipándose
y acertando en la previsión de un próxima
convocatoria de elecciones generales, Amador Fernández
y la dirección ugetista y socialista asturiana exiliada
en Francia, dio los pasos necesarios para que Avance, cuando
pudiera salir de nuevo, fuera el periódico socialista
del norte de España. El propio Amador Fernández,
como máximo representante de la empresa “Editorial
Obrera Asturiana”, propietaria de Avance, envió
desde la localidad francesa de Dieppe, donde estaba refugiado,
una carta a las autoridades civiles y militares asturianas
denunciado la destrucción del periódico socialista
y pidiendo la correspondiente indemnización. Ni que
decir tiene que esa reclamación nunca fue tomada
en consideración.
Según
Paco Ignacio Taibo, en “Historia General de Asturias”,
gran parte del dinero procedente de la voladura de la cámara
acorazada del Banco España en Oviedo, que se había
sacado al extranjero, se envió de nuevo a Asturias
para que por medio de testaferros y un constructor socialista
se levantase la nueva sede de Avance en la ovetense calle
Asturias. Paralelamente, Amador Fernández
pudo adquirir la moderna maquinaria de un periódico
socialista alemán que había sido clausurado
por los hitlerianos. No obstante ello y el triunfo electoral
del Frente Popular en Febrero de 1936, Avance no pudo salir
a la calle hasta Junio. Unas semanas más tarde, la
sublevación del coronel Aranda le silenciaría
en Oviedo para siempre. Edificio y maquinaria serían
utilizados por los falangistas para editar el periódico
La Nueva España, cuyo primer número salió
en Octubre de 1936.
Como
ya se ha dicho, al sublevarse Aranda, Javier Bueno tomó
un fusil y, junto con su amigo y compañero de profesión
y de cárcel Jesús Ibáñez, consiguió
escapar de Oviedo. En la ofensiva sobre Oviedo de Octubre
de 1936, en el frente de Abuli, resultó herido de
un balazo que le atravesó el tobillo y le dejaría
cojo para siempre. La inutilidad para la guerra le devolvería
a la actividad periodística. Jesús Ibáñez
fue secretario de González Peña y sería
nombrado después comisario de Prensa del Norte de
España. Años más tarde, ya en el exilio
mexicano, sería uno de los dirigentes de la Agrupación
de Socialistas Asturianos que volvería a editar Avance
en Méjico. Por otra parte, el Consejero de Propaganda
del Gobierno de Asturias y León, Antonio Ortega,
cooptó para su departamento a varios miembros de
la antigua redacción del diario socialista. En
Oviedo había quedado la mujer de Javier Bueno, María
Brasero; ella y las mujeres de otros dirigentes socialistas
como Amador Fernández, Vallina, Belarmino Tomás,
López Mulero y Oliveira fueron encarceladas por el
coronel Aranda para poder utilizarlas como rehenes cuando
fuera necesario. Es un tema poco conocido y sobre el que
habría que investigar.
Otra
vez las incansables gestiones de Amador Fernández
para que “su periódico” saliese de nuevo
a la calle volvieron a dar, por fin, su fruto y Javier Bueno
pasó a ocupar su puesto de director. Tras un acuerdo
con el Sindicato de Artes Gráficas de la CNT, fue
en Enero de 1937 cuando se pudo reanudar la publicación
de Avance en Gijón, en la imprenta del diario El
Comercio, que dejó de publicarse. Los cenetistas
gijoneses se habían incautado de los tres periódicos
que se editaban en la ciudad: El Comercio, La Prensa y El
Noroeste. Hasta el comienzo del año 1937, salía
diariamente a la calle un periódico, alternando la
cabecera y repartiéndolo gratis entre la población.
Javier
Bueno permaneció dirigiendo Avance hasta la víspera
de la entrada de las fuerzas nacionalistas en Gijón.
Pese a las dificultades propias de la guerra, tales como
la escasez de papel, la dificultad de las comunicaciones,
la censura y la vetustez de la maquinaria, Avance mantenía
una tirada de unos diez mil ejemplares. Hojeando hoy sus
páginas, uno percibe una sensación de oficialidad
y moderación, de órgano gubernamental; en
este caso, en pro del Consejo de Asturias y León.
Esos rasgos gubernamentales y unitarios quedaron particularmente
patentes en la postura del diario ante los sucesos de Barcelona
de Mayo de 1937 y las maniobras del PCE para expulsar a
Largo Caballero de la presidencia del Gobierno.
En
las páginas del Avance de los meses de guerra están
las crónicas de Cabezas, de Vega Pico, de Hernández,
de Ovidio Gondi (González Díaz), y los cáusticos
dibujos de Goico Aguirre (Faustino Goicoechea Aguirre).
Las editoriales, la primera página y los titulares
eran exclusiva de Javier Bueno. En línea
con esa “gubernamentalidad” de Avance, hay quien
atribuye a la inspiración de su director la redacción
del decreto por el que el Consejo de Asturias se declaró
“Soberano” a finales de Agosto de 1937.
Cuando
las fuerzas franquistas, en su avance por la costa, se encontraban
a treinta kilómetros de Gijón, el Consejo
Soberano de Asturias y León aprobó la evacuación
por mar de milicianos y civiles. Según relata Juan
Antonio Cabezas, redactor de Avance y autor del libro “Asturias,
catorce meses de guerra civil” (en realidad, fueron
quince), el veinte de Octubre de 1937 Javier Bueno estaba
reunido por la mañana con los redactores cuando llegó
un ordenanza del Consejo Soberano que le entregó
un sobre. Dentro de ese sobre venían las instrucciones
para que los periodistas de Avance junto con las autoridades
civiles y militares embarcaran esa noche en El Musel en
el “Torpedero nº 3”. Como se sabe, los
últimos bombardeos de la aviación franquista
habían ocasionado el hundimiento del destructor “Císcar”
e inutilizado el submarino “C-6”. Javier Bueno
les citó a todos sus compañeros de redacción
otra vez a las siete de la tarde en el local del periódico
para, desde allí, ir en coche todos juntos al puerto
de El Musel, distante cinco kilómetros, y embarcar
en el buque asignado.
Al
llegar la hora fijada, todos los redactores estaban ya en
la sede de Avance menos Javier Bueno. Al ver que no acababa
de llegar, le fueron a buscar a casa y…¡allí
estaba! Algún representante de los medios gubernamentales
había ido a informarle que la hora de la partida
se adelantaba a las cinco de la tarde y Javier Bueno, ante
la imposibilidad de avisar al resto de redactores, había
renunciado a marchar. No sólo eso, sino que se había
encargado de buscarles una plaza en el mercante de casco
de hierro “María Elena”, que se encontraba
en el muelle local y tenía previsto zarpar tan pronto
como fuera pleamar, en las primeras horas de la madrugada.
Al conocer estos pormenores, el resto de la redacción
decidió no esperar más y partir inmediatamente
para El Musel a pie. Una vez en el puerto, lograron embarcar
en el “Mont Seny”, un viejo carguero de casco
de madera. Uno de los redactores, el famoso Ovidio Gondi,
en el último momento, cambió de barco y pasó
a un pesquero. Al final, solamente consiguieron
llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio Gondi. El
“Mont Seny” fue capturado por el minador nacionalista
“Júpiter” y todas las personas que iban
a bordo, junto con las de los demás buques apresados,
fueron conducidas a diferentes campos de concentración
ubicados en Galicia.
Una
vez en Burdeos, Javier Bueno hizo como el resto de los miles
de evacuados de Asturias llegados a Francia: se subió
a un tren y regresó a la zona republicana de Cataluña.
Y de Cataluña, directamente a Madrid. En Madrid,
toda la prensa se volcó en felicitaciones y elogios
hacia “su presidente”, y pocos días después
recibía el encargo de dirigir Claridad.
Claridad
era desde finales de 1936 el portavoz oficial de la UGT
y, por lo tanto, uno de los órganos más afines
a Largo Caballero en su época de presidente del gobierno.
Se había empezado a editar en Madrid después
de la instauración de la II República y salía
por la tarde. Tiraba sobre cincuenta mil ejemplares
y estaba dirigido por Luis Araquistáin, al que se
le consideraba como “el ideólogo” de
Largo Caballero. Cuando Largo le nombró en Septiembre
de 1936 embajador en Francia, fue Baraibar el designado
para sustituirle al frente de Claridad, pero Baraibar se
encontraba enfermo desde antes de iniciarse la contienda
y terminó siendo evacuado a Levante cuando el cerco
franquista se estrechó sobre Madrid. Un comité
de redacción encabezado por Hernández Zancajo
fue el que en realidad se hizo cargo de la dirección
del periódico.
Todo
cambió cuando el conglomerado stalinista forzó
la dimisión de Largo Caballero de la presidencia
del gobierno tras los sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona
y la resistencia de Largo a plegarse a los planes comunistas.
Una vez nombrado el socialista Juan Negrín presidente,
el acoso contra Largo Caballero continuó hasta desposeerle,
poco a poco, de todos sus resortes de influencia política.
Uno de los primeros en caer fue, precisamente, Claridad
que bajo la dirección de Rodríguez Mendieta
y Amaro del Rosal, en seguida plegó velas y se sometió
a los designios de la política de Negrín.
En esa misma línea oficialista y gubernamental
continuaría Claridad bajo la dirección de
Javier Bueno, aunque los especialistas en el tema dejen
a salvo la independencia personal de Bueno. El
asturiano Amaro del Rosal, miembro de la Comisión
Ejecutiva nacional de la UGT en Octubre de 1934, terminaría
militando en las filas comunistas y es probable que en esas
fechas de estuviera ya en su órbita de influencia.
En
Septiembre de 1938 la Ejecutiva de la UGT declaró
a Claridad su órgano oficial con Javier Bueno como
director que, por esas fechas, desempeñaba también
la corresponsalía madrileña de El Socialista,
cuya edición pasó a realizarse en Barcelona.
Además, Javier Bueno continuaba presidiendo la Agrupación
Profesional de Periodistas. Pero aquella “independencia”
mencionada antes no tardaría mucho en entrar en colisión
con el afán de control monopolizador del PCE, tanto
desde el gobierno como fuera de él. En Claridad surgió
un nuevo foco de resistencia a esa política, Javier
Bueno se identificó con ella y en los primeros días
de 1939 presentó su dimisión irrevocable.
La intervención de Amaro del Rosal y de la propia
Ejecutiva de la UGT lograron que Javier Bueno reconsiderase
su decisión y que dos semanas después se volviera
a hacer cargo de Claridad. Sin embargo, un mes y medio más
tarde, como todos los directores de los periódicos
de Madrid, excepto, claro está, el de Mundo Obrero,
y en contra del sentir de la dirección de la UGT,
Javier Bueno apoyaría el golpe del coronel Casado,
aunque sin renunciar a su idea de continuar la guerra hasta
que la República obtuviese un compromiso de paz justa
y de salvaguardia de la independencia y la libertad nacional.
No
hubo paz ni, mucho menos, justicia. “Derrotado y cautivo
el ejército rojo”, la guerra se continuó
por otros medios: los consejos de guerra y los pelotones
de fusilamiento: ante uno de ellos se quebró para
siempre la vida de un periodista libre, genial y combativo
llamado Javier Bueno.
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