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  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Nació
    en Barcelona, un 23 de Abril de 1824, en el seno de una
    familia obrera, pues su padre se ganaba la vida trabajando
    en la industria textil como tejedor
    . Se supone que
    ya en los primeros años de la niñez apuntaría inteligencia
    y afición al estudio, motivo por el cual sus padres le
    ingresaron en el seminario a la edad de siete años
    .
    Entonces, como hasta hace pocas décadas, la única manera
    que tenían las gentes humildes de intentar que sus hijos
    tuvieran estudios era intentando que los admitiesen en
    los seminarios: latín y teología. Tras su paso por el
    seminario, y a la edad de diecisiete años, Francisco Pí
    y Margall accedió a la Universidad de Barcelona, donde
    completó sus estudios de Filosofía, y a los veinticuatro
    años había terminado la carrera de Derecho
    . Su acumulación
    de saberes era ya entonces enorme, destacando sus profundos
    conocimientos en temas tan dispares como la lógica y la
    astronomía, la filosofía y la física y las matemáticas,
    aparte del derecho y la filosofía. Además del latín y
    el griego, leía directamente del francés, el inglés y
    el italiano, y años más tarde, del alemán. Resaltan sus
    biógrafos que el adolescente Pí y Margall se costeaba
    los estudios y ayudaba a su familia dando clases particulares.

    Se
    afirma que ya en su primera juventud se daba a escribir
    versos y obras de teatro, y en 1841, con 17 años, publicó
    su primer libro.
    Se trataba del primer tomo, y el
    único que se imprimió, de la obra “La España Pintoresca”;
    este primer volumen escrito por Pí estaba dedicado a Cataluña.
    Hay que suponer que también le tocaría vivir y padecer
    las sublevaciones que tuvieron lugar en Barcelona a finales
    de 1842 y en 1843, en las que la ciudad fue sañudamente
    cañoneada desde la fortaleza de Montjuich y, posteriormente,
    objeto de una dura y reiterada represión.

    En
    1847 se marchó a Madrid,
    quizás con la pretensión
    de vivir de la literatura y desarrollar su pasión por
    el Arte y la crítica artística. Empezó colaborando como
    meritorio en el periódico artístico “El Renacimiento”.
    Poco tiempo después, consiguió pasar al diario “El Correo”,
    periódico político promovido por el asturiano Escosura.
    En esta publicación le encargaron, ya con derecho a paga,
    de la crítica teatral, lo que enseguida le proporcionó
    cierta fama en los ambientes literarios madrileños. Pero
    este periódico tuvo que dejar de publicarse poco después
    y, según parece, el motivo fue la publicación del primer
    artículo político de Pí y Margall. Son los tiempos de
    la dictadura de Narváez.

    Sin
    trabajo y sin ingresos,
    consiguió un puesto en la
    sucursal madrileña de una casa de banca catalana. Inició
    entonces Pí un estudio a fondo de las operaciones bancarias
    y bursátiles y de la economía en general, materia esta
    última en la que, con el paso de los años, sería un consumado
    especialista. En este empleo ya tuvo ocasión de probar
    una de las virtudes que más le caracterizarían: la
    honradez.
    Tiempo más tarde, recibió la proposición
    de continuar la obra “Recuerdos y Bellezas de España”,
    iniciada en 1839 por Pablo Piferrer y que estaba paralizada
    desde la muerte de éste. Francisco Pí y Margall tomó el
    relevo y concluyó el tomo segundo dedicado a Cataluña.
    Durante los años 1849 a 1851 viajó en numerosas ocasiones
    por Andalucía para estudiar los monumentos y obras de
    arte de esa región. Fruto de esa ardua labor de investigación
    fueron los tomos dedicados a Granada y Sevilla.

    Como
    consecuencia lógica de sus ideas y de su atracción por
    el activismo político, Pí se afilió en 1849 al Partido
    Democrático
    que acababa de ser fundado por los disidentes
    de izquierda del partido progresista de Espartero. Confluyeron
    en el nuevo partido junto con el democratismo radical,
    el republicanismo conspirativo de las sociedades secretas
    y el socialismo pre-internacionalista. Se unió, pues,
    Pí a Nicolás María Rivero, que era diputado en Cortes,
    a José Mª Orense, a Fernando Garrido y Sixto Cámara, a
    Ordax Avecilla, que también era diputado…

    En
    1851 publicó su “Historia de la Pintura”, libro que le
    iba a traer grandes complicaciones. Al hacer la crítica
    de la pintura medieval, Pí y Margall incluyó en un apartado
    una referencia al cristianismo con sus opiniones acerca
    de la religión. Se encontró con el famoso “con la Iglesia
    hemos topado…” Ocurrió, además, que como la publicación
    era de lujo y coste elevado, el editor se había dirigido
    a las personas acaudaladas y, entre ellas, a las altas
    dignidades del clero. En fin, que, como es fácil de suponer,
    llovieron sobre Pí y Margall más anatemas y excomuniones
    que sobre Salman Rushdie.
    Se suspendió la publicación
    en el primer tomo, que aún así se pudo distribuir y vender.
    Los obispos y arzobispos presionaron de tal manera sobre
    el gobierno que Bravo Murillo tuvo que ordenar la recogida
    de la obra. Pí y el editor se libraron de los tribunales
    porque la denuncia interpuesta no fue admitida por estar
    fuera de plazo. Por supuesto, Pí y Margall tuvo que abandonar
    la redacción de “Recuerdos y Bellezas de España” y renunciar
    a la publicación de todo el material que tenía preparado.
    Sus artículos en los periódicos tuvieron que aparecer
    con seudónimo y todos los rayos de la reacción cayeron
    otra vez sobre su cabeza cuando ese mismo año de 1851
    publicó sus “Estudios sobre la Edad Media”, obra que fue
    prohibida también por la iglesia católica española.

    Por
    esas mismas fechas inició su colaboración en la “Enciclopedia
    de Legislación y Jurisprudencia” con una serie de trabajos
    especializados. Recopiló y reseñó la obra de Juan P. de
    Mairena y escribió el prólogo para la colección Biblioteca
    de Autores Españoles de Rivadeneyra. En 1852 inició su
    obra titulada: “¿Qué es la economía política? ¿Qué debe
    ser?” No pudo concluirla porque el fiscal ordenó el
    secuestro de la primera entrega.

    En
    el agitado año de 1854, Pí era ya uno de los miembros
    más activos del Partido Democrático, formando en su ala
    izquierda, socializante y proletaria,
    que encabezaban
    Sixto Cámara y Fernando Garrido, frente al sector de los
    Orense y Rivero. Por eso, cuando estallaron los movimientos
    insurreccionales de ese año de 1854, que en cierta medida
    se pueden definir como meros ajustes de cuentas entre
    las facciones del régimen isabelino, Pí y Margall es
    el agitador, el revolucionario que trata de orientar y
    guiar al pueblo que defiende las barricadas de Madrid
    hacia la toma del poder.
    Publicó una hoja volandera,
    “El eco de la Revolución”, donde se  pide el armamento
    general del pueblo y la convocatoria de Cortes Constituyentes
    por sufragio universal que estableciesen la libertad de
    imprenta, la de conciencia, la de enseñanza, la de reunión,
    la de asociación…  Demasiado avanzado para la época,
    no puede sorprendernos que, a pesar de la derrota de los
    gubernamentales, Pí y Margall fuera detenido y permaneciera
    algún tiempo en prisión.

    Estamos
    en el bienio progresista del gobierno Espartero-O’Donnel,
    y el pueblo de Barcelona propone a Pí y Margall como candidato
    a diputado en las Constituyentes de ese año de 1854, mas
    no saldrá elegido. En la segunda vuelta, por pocos votos
    de diferencia, fue derrotado por el general Prim, miembro
    del partido Progresista.

    En
    1855 escribió una de sus obras más famosas: “La reacción
    y la revolución”. Solamente pudo publicar el primer tomo.

    El segundo, en el que Pí abordaba la cuestión religiosa,
    consideró el fiscal que debía de ser sometido a la censura
    eclesiástica antes de su publicación. Pí y Margall no
    aceptó semejante injerencia clerical ni la excepcionalidad
    jurídica que la amparaba,  por lo que dicho tomo no se
    pudo publicar. Ese mismo año editó la revista política
    y literaria La Razón, que contó con colaboradores tan
    importantes como Canalejas. Se publicó esta revista hasta
    el golpe de estado de O’Donnel del año siguiente, cuando
    Pí y Margall tuvo que retirarse a Vergara, de donde era
    natural su esposa, Petra Arsuaga.

    Durante
    el año de 1955 y hasta su marcha a Vergara, Pí y Margall
    había comenzado a dar lecciones de política y economía
    en una habitación de la calle Desengaño. La afluencia
    de jóvenes de todas clases, de obreros y de intelectuales
    se fue haciendo en poco tiempo tan numerosa que llenaban
    pasillos y escalera. En estas lecciones y en estas conferencias,
    hasta que el gobierno las prohibió, se empezó a formar
    el embrión del futuro partido republicano.

    Durante
    su estancia de diez meses en Vergara, retraído de todo
    activismo político, Pí y Margall envió numerosos artículos
    para el periódico El Museo Universal. Todos ellos tuvieron
    que ser publicados con seudónimo.

    En 
    Julio de 1857, Rivero le reclamó desde Madrid. Regresó
    Pí a la capital y entró de redactor en La Discusión,

    iniciando desde sus páginas grandes polémicas que no solo
    acrecentarían su renombre, sino que también influirían
    de forma notable en el devenir del Partido Democrático.
    La Discusión pasó entonces a ser objeto de encarnizada
    persecución por el aparato gubernamental. El radicalismo de
    Pí y, sobre todo, su apoyo a los derechos del trabajador
    y a sus incipientes asociaciones de defensa le llevó a
    entrar en polémica con destacados miembros de su propio
    partido
    , los llamados “individualistas”, que
    formaban lo que se podría denominar como el ala derecha.
    Finalmente, todo ello le obligó a abandonar la redacción
    de La Discusión, manteniendo sus colaboraciones en otras
    publicaciones como La América y la Revue des deux mondes,
    al mismo tiempo que seguía divulgando sus ideas políticas
    y económicas por medio de conferencias  en ateneos y casinos.

    Durante
    ese período, Pí aprovechó para obtener el doctorado, abrir
    bufete y ejercer como abogado, siempre en Madrid. Volcado
    totalmente en su labor profesional, su despacho adquirió
    pronto un renombre y una clientela que le permitieron
    sostenerse económicamente.

    En
    1864 volvió nuevamente a La Discusión; esta vez, como
    director.
    Terció personalmente en la nueva polémica
    que dividía las filas democráticas a propósito de si se
    podían considerar compatibles con la democracia o no las
    teorías socialistas. Frente a la postura de José Mª Orense
    que se negaba a admitir como demócratas a los socialistas,
    Pí promovió la conocida como “Declaración de los treinta”,
    en la que los treinta dirigentes del Partido Democrático
    que la firmaban declaraban que había que considerar como
    demócrata a cualquier persona que defendiera las libertades
    individuales, el sufragio universal y los demás principios
    que constituían el programa democrático, independientemente
    de las opiniones que tuviesen en materias filosóficas,
    económicas o sociales. A los seis meses, Pí cesaba como
    director.

    Estamos
    en 1866 y Pí y Margall, que ronda los cuarenta dos años
    de edad, va a conocer el exilio por motivos políticos.

    Los sucesivos fracasos de las insurrecciones promovidas
    por Prim para obligar a Isabel II a llamar al gobierno
    a los progresistas, culminaron en la sublevación del cuartel
    de San Gil y el fusilamiento de decenas de sargentos de
    ese cuartel. Narváez, desde el gobierno, desató la consiguiente
    represión generalizada. La mayoría de los demócratas y
    de los progresistas tuvieron que escapar a Francia para
    sentirse a salvo. En la noche del día dos de Agosto la
    policía asaltaba le vivienda de Pí y Margall. Afortunadamente,
    alguien le había avisado poco antes y tuvo tiempo para
    escapar y evitar su detención. Permaneció escondido unos
    días hasta que pudo iniciar la huida a Francia y llegar
    a París.

    En
    París, donde se habían refugiado la mayoría de los exiliados
    españoles, Francisco Pí y Margall consiguió sobrevivir
    gracias a las colaboraciones literarias en periódicos
    hispanoamericanos. Amplió sus conocimientos con cursos
    en La Sorbona e inició el estudio sistemático y la
    traducción al castellano de las principales obras de Proudhon.

    Generalmente se acepta que es en el “El principio federativo”,
    obra de este economista e ideólogo francés fallecido en1865,
    donde Pí encontró la base sobre la que construir y desarrollar
    su teoría federal con la que completar el proyecto republicano
    para España. Pero algunos especialistas afirman que las
    ideas básicas del federalismo pimargalliano ya aparecían
    bosquejadas en escritos y obras suyas cronológicamente
    anteriores a la de Proudhon.  Y fue en París donde Pí
    consiguió convencer a sus compañeros de partido y de exilio:
    Castelar , Garrido, Orense…, para que aceptasen los
    principios del republicanismo federal. Recordemos aquí
    que Emilio Castelar había sido condenado, en rebeldía,
    a garrote vil.

    Septiembre
    de 1868. El almirante Topete subleva a la Escuadra en
    Cádiz, Prim se incorpora desde Gibraltar y llegan para
    adherirse los generales confinados en Canarias. Las guarniciones
    se van sumando a la sublevación y Prim, a bordo de la
    fragata Zaragoza, va ganando para la revolución, una tras
    otra, todas las capitales costeras del litoral mediterráneo.
    Dimite el dictador González Bravo y la reina Isabel II
    nombra presidente del gobierno al general José Gutiérrez
    de la Concha. El ejército realista que manda el general
    Pavía es derrotado en la batalla del puente de Alcolea
    por las fuerzas a las órdenes del general Serrano. El
    30 de Septiembre Isabel II y su corte salen de San Sebastián
    y cruzan la frontera francesa.
    Sin embargo, Francisco
    Pí y Margall no regresó a España y prolongó voluntariamente
    su exilio parisino. Desconfiaba de los generales y pensaba
    que el nuevo régimen tampoco iba a acometer las reformas
    fundamentales que el país necesitaba. Sabía que la mayoría
    de los generales y almirantes triunfantes solamente pretendían
    sustituir en el trono a Isabel II por su hermana Luisa
    Fernanda, y en Pí fue siempre una constante en su actividad
    política la negativa a colaborar con los partidos monárquicos.
     

    El
    Gobierno provisional estableció las libertades fundamentales
    y el 18 de Diciembre, por primera vez en España, se
    celebraron unas elecciones municipales por sufragio universal,
    y en Enero, las de diputados a Cortes.

    El
    Partido Democrático se escindió en dos:
    Rivero, Martos
    y Becerra, partidarios de la colaboración con las otras
    fuerzas para la instauración de un monarquía democrática;
    y, por otro lado, los Orense, Castelar, García López,
    Pierrard y otros, resueltamente a favor del régimen republicano
    y federal. Pí y Margall, sin haber participado en la
    campaña electoral, fue uno de los 85 republicanos que
    obtuvo el acta de diputado.

    El
    8 de Febrero de 1869 tomó el tren en París de regreso
    a España. Participó activamente en los debates parlamentarios
    y se convirtió en uno de los elementos más destacados
    de minoría republicana.

    Cuatro
    meses más tarde, con 214 votos a favor y 55 en contra,
    se aprobó la constitución, democrática pero monárquica:
    ¡y a buscar por el mundo un rey para España!

    Los
    dirigentes republicanos, Pí y Margall entre ellos, viajaron
    por toda España pronunciando discursos contra la restauración
    monárquica y en pro de la república federal. En la
    primavera de 1869 se firmaron los pactos entre los comités
    federales de distintas provincias y regiones. Días después,
    Pí convocó a los representantes de esos pactos a la firma
    del gran pacto nacional,
    firma que tuvo lugar en Madrid
    el 30 de Junio. Prim trató en vano de atraer a los republicanos.

    Ofreció
    a Castelar y a Pí los ministerios de Fomento y Hacienda,
    pero no consiguió que los aceptasen.
    El gobierno veía
    en los republicanos al enemigo que se insurreccionaba
    por todas partes. Cuando se abrieron las Cortes el uno
    de Octubre, Pí y Margall, junto con Castelar, Orense y
    Figueras tomaron la palabra y no solamente no condenaron
    los levantamientos en provincias de sus correligionarios,
    sino que acusaron al gobierno de Prim de deslizarse hacia
    la dictadura. Finalizada su intervención, se levantaron
    y abandonaron el hemiciclo. Cuatro días después, el
    gobierno suspendía las garantías constitucionales. Los
    parapoliciales de “La Partida de la porra” se dedicaban
    a asesinar y apalear, a reventar mítines y a asaltar las
    redacciones de los periódicos opositores.


    y Margall asumió la dirección del partido al frente de
    un directorio y en circunstancias sumamente desfavorables.
    Tuvo que hacer frente a la escisión por la derecha de
    los republicanos unitarios que dirigía García Ruiz, y
    a la oposición de izquierdas, mayoritaria en las provincias.
    En este año de 1870, el gobierno de Prim ofreció el
    trono de España a las siguientes personas:
    Fernando
    de Portugal, Amadeo de Saboya, al duque de Génova, a distintos
    príncipes de Dinamarca, Noruega, Suecia y Rusia, a un
    príncipe de la casa Hohenzollern y al general Espartero.
    Había, además, otros candidatos de las facciones políticas
    disidentes o minoritarias: Carlos VII, Alfonso de Borbón
    y  los duques de Montpensier. El 16 de Noviembre votaron
    los diputados:
    191 a favor de Amadeo de Saboya, 60
    por la República federal, 27 por el duque de Montpensier,
    8 por el general Espartero, 2 por la República unitaria,
    2 por Alfonso de Borbón, 1 por la República y 1 por la
    duquesa de Montpensier; hubo 19 papeletas en blanco. El
    27 de Diciembre se produjo el atentado que le costó la
    vida Prim. Amadeo de Saboya llegó a Cartagena
    y tuvo
    que retrasar su entrada a Madrid para que no coincidiese
    su proclamación como rey con el funeral de Prim. En
    un teatro de Madrid se estrenaba la obra titulada: “Macarroni
    I”.

    Los
    dos años de reinado de Amadeo se caracterizaron por el
    creciente enfrentamiento político entre los dirigentes
    de las distintas fuerzas que habían promovido su acceso
    al trono.
    Corrupciones electorales y económicas, sublevaciones
    en provincias, un atentado, devaneos amorosos que se tienen
    que tapar con millones de pesetas extraídos ilegalmente
    del presupuesto, todo desembocó, con el plante de los
    artilleros que el gobierno no quiso tolerar haciendo de
    detonante, en la renuncia de Amadeo al trono. Son años
    difíciles para Pí y Margall. La situación política le
    coloca en una posición centrista dentro de un partido
    que por sus propias características no puede tener una
    dirección central y efectiva.
    Pí no aprueba las insurrecciones
    porque existe libertad política, pero suscribe sus demandas;
    defiende los derechos de las secciones de la Internacional
    obrera, pero las organizaciones obreras desconfían de
    él y le regatean su apoyo; mantiene sus diferencias con
    el sector “benevolente” de los Castelar y Orense, pero
    tiene que maniobrar para evitar que se deslicen más hacia
    la derecha… Y todo ello sin olvidar la cotidiana tarea
    en las Cortes de oposición a los gobiernos de Amadeo I.

    El
    11 de Febrero de 1873, oficial ya la renuncia de Amadeo
    al trono, las Cortes, sin un respeto escrupuloso del procedimiento
    constitucional, proclamaron la República.
    Al igual
    que sesenta años después, podría afirmarse que la República
    no la traen los republicanos sino las circunstancias y
    los manejos de los jefes de los partidos que antes habían
    colocado a Amadeo en el trono. El partido republicano
    federal estaba dividido y desmoralizado, falto de credibilidad.

    Seguían las quintas y los consumos, persistía el caciquismo
    electoral, no había mejorado la situación de los obreros
    y de los jornaleros… En el primer gobierno republicano
    presidido por el federal Estanislao Figueras, en el que
    hay cuatro ministros radicales que lo han sido también
    en la monarquía de Amadeo, Pí se encargó del ministerio
    de Gobernación.
    Si bien es cierto que en la primera
    reunión del gobierno propuso la celebración inmediata
    de elecciones municipales y a diputaciones provinciales,
    lo que no fue aceptado, también lo es que otra de sus
    primeras actuaciones fue telegrafiar a todos los gobernadores
    civiles pidiendo que disolviesen las juntas revolucionarias
    que se hubieran formado y ordenasen la reposición de 
    ayuntamientos y diputaciones.  Los republicanos federales
    además de divididos, estaban solos. Tenían enfrente a
    toda la derecha formada por los generales y dirigentes
    que habían provocado la revolución de Septiembre de 1868,
    y a los radicales, que también conspiraban con ellos;
    el ejército estaba indisciplinado, las milicias sin organizar,
    los carlistas en guerra, la economía en quiebra…
    El
    22 de marzo la Asamblea quedó disuelta según lo previsto,
    funcionando una comisión permanente hasta la celebración
    de las elecciones de diputados para Cortes Constituyentes
    previstas para el 15 de Mayo. Pero esa comisión permanente
    se dedicó a conspirar contra el gobierno y el 23 de
    Abril se produjo el intento de golpe de estado que encabezó
    el alcalde de Madrid. Como antes el de Martos, todo se
    desbarató gracias a la enérgica actuación de Francisco
    Pí y Margall, entonces presidente interino del gobierno,

    pues Figueras estaba profundamente afectado por la muerte
    de su mujer en esos días. Firmó Pí el decreto de disolución
    de esa comisión permanente y destituyó a Pavía, capitán
    general de Madrid. Las elecciones se celebraron con
    una limpieza nunca vista antes, gracias a la firme voluntad
    de Pí desde el ministerio de Gobernación para que así
    fuera.
    Sin embargo, no se pudo impedir la gran abstención,
    mayor del cincuenta por ciento, promovida por las fuerzas
    reaccionarias del país y acrecida con la guerra carlista.
    Los federales obtuvieron 343 actas, 20 los radicales,
    7 los conservadores y 3 los alfonsinos.

    Reunidas
    las cortes constituyentes, el once de Junio, tras la huida
    a Francia de Estanislao Figueras y no sin fuerte tensión
    y encono entre la propia representación federal, fue
    elegido presidente de la República Francisco Pí y Margall
    tras no pocas peripecias. En su programa de gobierno figuraban
    las siguientes propuestas:
    restablecimiento de la
    disciplina en el ejército, suspensión temporal de las
    garantías constitucionales, separación de la Iglesia y
    el Estado, enseñanza gratuita y obligatoria, abolición
    de la esclavitud en Cuba (había sido aprobada su abolición
    en Puerto Rico, proyecto de ley elaborado en las Cortes
    de Amadeo), extensión de todas las libertades y derechos
    a las provincias de ultramar, jurados mixtos de trabajadores
    y empresarios, prohibición del trabajo de los niños menores
    de doce años, reducción de la jornada laboral a nueve
    horas, acceso de los jornaleros a la propiedad de la tierra…
    Es decir, un programa que en muchos aspectos quedaría
    pendiente y tendría que ser reformulado sesenta años después.

    En
    medio del creciente descontento popular, con la Hacienda
    española en una situación crítica; con una guerra en el
    Norte y otra en Cuba; con motines y sublevaciones por
    doquier: Vicálvaro, Aranjuez, Sagunto, Alcoy, Madrid…;
    dimisiones de ministros, minorías de diputados intransigentes
    que en su oposición al gobierno llegaron a abandonar el
    hemiciclo; con capitales de provincia y hasta regiones
    enteras que se declaraban independientes…; con la mayoría
    de las Cortes en contra, el 18 de Julio de 1873, Pí
    y Margall presentó la dimisión del gobierno de la nación.

    Un día antes se había presentado a las Cortes el proyecto
    de constitución federal.

    Sometida
    a votación la designación de presidente del gobierno,
    Francisco Pí y Margall obtuvo 93 votos, frente a los 119
    de Nicolás Salmerón.
    El nuevo presidente, abogado
    y catedrático de Filosofía de la Universidad Central,
    había formado parte del primer gobierno republicano al
    frente de la cartera de Gracia y Justicia. En el nuevo
    gobierno, Salmerón mantuvo en los tres ministerios clave:
    Guerra, Hacienda y Gobernación, a los tres ministros del
    presidido por Pí.  El 19 de Julio, ante el pleno de las
    Cortes, al que se habían reintegrado los diputados de
    la izquierda, expuso Salmerón su programa de gobierno.

    Tras su etapa como
    presidente y ministro de la gobernación, no solamente
    la honradez de Pí quedó fuera de toda duda, sino que se
    comprobó que apenas había gastado nada de los fondos secretos
    del ministerio. Siempre se negó a cobrar la cesantía que
    como ministro y presidente le correspondía.

    Salmerón,
    a su vez, presentó la dimisión el 5 de Septiembre por
    no querer autorizar la ejecución de ocho soldados condenados
    a pena de muerte.
    Le sucedió en la presidencia del
    ejecutivo Emilio Castelar, hasta entonces presidente de
    las Cortes. Castelar venció al otro candidato a la presidencia
    del gobierno, Pí y Margall, por 133 votos contra 67. Nicolás
    Salmerón fue, a su vez, elegido presidente de las Cortes.

    En
    la madrugada del día 3 de Enero de 1874 estaban las Cortes
    reunidas votando un nuevo presidente que sustituyera a
    Emilio Castelar. Dio entonces el golpe de estado del
    general Pavía, que en un primer momento ofreció la presidencia
    del gobierno al dimitido Castelar, que la rechazó sin
    contemplaciones.
    El general Pavía era partidario de
    los llamados republicanos unitarios y en Diciembre le
    había propuesto a Castelar que mantuviera suspendidas
    por tiempo indefinido las actividades de las Cortes. Formó
    gobierno el general Serrano. el Termidor al bonapartismo.

    Tras
    el golpe de Pavía, Pi y Margall tuvo que abandonar forzosamente
    la política activa. Dedicó su tiempo a preparar un libro
    en el que quedasen recogidas tanto su actuación política
    en el tiempo que duró el régimen republicano como sus
    ideas. Este libro recibiría el título de “La República
    de 1873” y sería prohibido por las autoridades.
    En
    Mayo de ese año de 1874, Pí y Margall fue víctima de un
    atentado en su propia casa, del que afortunadamente salió
    indemne. El autor fue un clérigo
    , el párroco del pueblo
    manchego de Poblete, que le disparó dos tiros de pistola
    y se suicidó acto seguido. Poco se sabe de la represión
    que siguió al golpe de Pavía y de la que tuvo lugar en
    los primeros años de la restauración. El propio Pí y Margall
    fue detenido y conducido a una prisión andaluza, donde
    permaneció no mucho tiempo.

    En
    esos años que siguieron a la entronización de Alfonso
    XII, Pí y Margall retornó a la profesión de abogado y
    sustituyó el imposible activismo político por el trabajo
    intelectual.
    Publicó la obra titulada “Joyas literarias”
    y, en 1876, ”Las Nacionalidades”, sin duda, su obra más
    famosa, en la que desarrolló todas sus ideas sobre el
    federalismo y el estado federal. En 1878 sacó a la luz
    los primeros capítulos de su “Historia general de América”.
    Otras obras suyas son: “La Federación”; “Las luchas de
    nuestros días”; “Primeros diálogos”; “Amadeo de Saboya”;
    “Estudios sobre la Edad Media” y “Observaciones sobre
    el carácter de D. Juan Tenorio”.

    Hasta
    1980 no empezaron a reorganizarse las fuerzas republicanas.
    Fue entonces cuando Pí fundó el partido republicano que
    llamará “federal pactista”,
    diferenciándolo del “republicano
    progresista” y del “federal orgánico”. El programa político
    del partido republicano federal elaborado por Pí fue aprobado,
    junto con el proyecto de constitución federal, en el congreso
    celebrado en Zaragoza en 1883.

    Elegido diputado
    a Cortes en 1886 por acumulación de votos en diferentes
    distritos electorales, Pí y Margall acudió pocas veces
    al Congreso y rara vez hizo uso de la palabra. En 1891
    fue elegido diputado por Barcelona y por Valencia, tomando
    el acta de Barcelona, siendo el jefe de la minoría republicana
    en el Congreso. Redactó el programa del partido federal
    que se aprobó en 1894. Lo acertado de su crítica a los gobiernos y
    al régimen y el cumplimiento de sus previsiones quedó
    patente en el conflicto con Cuba y la guerra con Estados
    Unidos. Pí y Margall fue el único en defender primero
    la autonomía y, más tarde, la independencia de Cuba, y
    se opuso resueltamente a la guerra con Estados Unidos.
    Su acertada labor
    quedó reconocida en las elecciones de 1899, donde salió
    diputado por dos distritos y fue el candidato que sacó
    mayor número de votos, volviendo a obtener el acta de
    diputado en las siguientes elecciones.

    A pesar de su avanzada
    edad, hizo numerosos viajes de propaganda política y,
    en 1890, fundó y dirigió el periódico “El Nuevo Régimen”,
    órgano oficial del partido federal, escribiendo artículos
    y ayudando a confeccionar cada uno de sus números. Con
    lucidez, tenacidad y coherencia se mantuvo en el activismo
    político hasta el último instante de su vida. Defendió
    su ideario republicano y federal contra viento y marea.
    Destacó como historiador, periodista, crítico de arte,
    filósofo y economista. Dio ejemplo de honradez y su vida
    privada estuvo marcada por la sencillez y discreción.

    Murió en su casa
    de Madrid, a las seis de la tarde del 29 de Noviembre
    de 1901. Tenía setenta y siete años.

    Francisco Pí y Margall
    fue el político español más importante del siglo XIX.

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

     


    En
    primer plano, las naves de la fábrica de conservas
    Portanet en las que se instaló el campo de
    concentración de Candás.

    Este
    campo de concentración se situó en las
    instalaciones de la antigua fábrica de Conservas
    de Portanet. Creado a primeros de Noviembre de 1937,
    se mantuvo operativo hasta el final de la guerra,
    cuando recibió contingentes de prisioneros
    de la región catalana y levantina. Así,
    por ejemplo, el día siete de Febrero de 1939
    salían del campo de concentración y
    centro de distribución de San Juan de Mozarrífar
    con destino al de Candás 849 presos procedentes
    de Cervera. Seis días más tarde, del
    mismo campo y también con destino al de Candás
    salían quinientos presos procedentes de Lérida.

    Prisioneros
    fallecidos en el campo de concentración de
    Candás.

    Nicolás
    Abad Santiago, natural de Cordovilla Nestal, Palencia,
    de 44 años, casado. Falleció en la enfermería
    del campo de concentración a las 7h de hoy
    (22-12-37) a consecuencia de enteritis tuberculosa.
    Certificado de Francisco Llorente, médico del
    campo de concentración de Candás. Enterrado
    en Candás.

    Jesús
    Novo García, natural de San Esteban, Oviedo,
    vecino de Candás, Carreño, de profesión
    desconocida, casado, 20 años?. Falleció
    en el campo de concentración a las 20h del
    2-1-38 a consecuencia de asistolía.

    José
    Alfonso Alonso, natural de Luarca, vecino de Candás,
    Carreño, de profesión desconocida, casado,
    de 48 años. Falleció en la enfermería
    del campo de concentración a las 16h del día
    de hoy (4-1-38) a consecuencia de asistolía

    José
    Costa de Jesús, natural de Portugal, vecino
    de Candás, Carreño, jornalero, casado,
    de 58 años. Falleció en la enfermería
    del campo de concentración a las 11h del día
    de hoy (9-1-38) a consecuencia de angina de pecho.

    Juan
    Costales Alonso, natural de Muros del Nalón,
    hijo de Joaquín y Rosaura, vecino de Candás,
    Carreño, labrador, de 59 años, casado.
    Falleció en la enfermería del campo
    de concentración a las 0,45h del 22-1-48 a
    consecuencia de coma urémico.

    Andrés
    Rodríguez Magdaleno, natural de León,
    hijo de Andrés e (Ilegible), ferroviario, de
    64 años, casado. Falleció en el campo
    de concentración a las 0,15h del día
    de ayer (8-2-38) a consecuencia de edema agudo de
    pulmón.

    José
    Gutiérrez Martínez, natural de Santa
    Eulalia, Oviedo, vecino de Candás, Carreño,
    labrador, 25 años. Falleció a las 13h
    de ayer (15-2-38) a consecuencia de insuficiencia
    aórtica reumática. Certificación
    del jefe médico del campo de concentración.
    Enterrado en Candás.

    Juan
    Solá Parés, natural de Santa Coloma
    de Farnés, Gerona, hijo de Hilario y Carmen,
    29 años, vecino de Candás, Carreño.
    Falleció a las 6h de hoy (15-2-39) a consecuencia
    de tuberculosis pulmonar. Certificación médica
    y orden del capitán jefe del campo de concentración.

    Gregorio
    Gracia García, natural de Los Tayos, Zaragoza,
    hijo de Esteban y Manuela, 36 años, casado,
    vecino de Candás. Falleció el 1-3-39
    de bronconeumonía. Oficio del capitán
    del campo de concentración.

    Angel
    Cano Candel, natural de Murcia, hijo de Sebastián
    y Engracia, soltero, vecino de Candás. Falleció
    a las 7h del día de ayer (5-3-39) a consecuencia
    de miocarditis. Oficio del capitán jefe del
    campo de concentración.

    Pedro
    Baquer Culí, natural de San Pedro de Torelló,
    Barcelona, hijo de Manuel y Concepción, 23
    años, soltero, vecino de Candás. Falleció
    a las 10h de hoy (8-3-39) a consecuencia de neumonía.
    Oficio del capitán jefe del campo de concentración.

    Miguel
    Po Vidal, natural de Piera, Barcelona, hijo de Jaime
    y Teresa, 50 años, casado, vecino de Candás.
    Falleció en el día de ayer (24-3-39)
    a consecuencia de miocarditis.Oficio del capitán
    jefe del campo de concentración.

    José Villaseca Baró, natural de Solsona,
    hijo de Juan y María, casado. Falleció
    a las 5h del día de hoy (22-4-39) a consecuencia
    de tuberculosis pulmonar. Certificación del
    médico del campo de concentración.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Aprovechando
    las instalaciones de un antiguo convento y de un lazareto
    se instaló en las primeras semanas de la guerra
    una especie de cárcel provisional para presos
    gubernativos que aún no habían sido
    encausados por la jurisdicción militar. En
    esta época muchos de los detenidos de San Simón
    fueron sacados por elementos de Falange, Guardia Civil
    y los llamados “cívicos”, y ejecutados
    en las cunetas de las carreteras y ante los muros
    de los cementerios. Según testimonios, el director
    de San Simón y de las prisiones de Pontevedra,
    Lago Búa, el médico forense Bustelo,
    fueron responsables, junto con el teniente Rodríguez
    de la Guardia Civil, de muchos “paseos”;
    también se dedicaron a detener a personas de
    derechas a las que luego ponían en libertad
    a cambio de importantes cantidades de dinero. Denunciados
    por una de esas personas de derechas, fueron condenados
    a muerte en consejo de guerra celebrado a puerta cerrada,
    y ejecutados por un piquete al mando, “casualmente”,
    de su compinche el teniente Rodríguez.

    Al
    derrumbarse el Frente Norte muchos prisioneros fueron
    conducidos a esta cárcel provisional en funciones
    de campo de concentración. Desde el puerto
    de Bilbao partió el barco prisión “Upo
    Mendi”, lleno de prisioneros, con la finalidad
    de integrarlo en el sistema concentracionario de San
    Simón. La falta de calado impidió que
    el “Upo Mendi” se acercara lo suficiente
    a la isla de San Simón, permaneciendo fondeado
    en aguas más profundas de la ría de
    Vigo. A San Simón fueron también conducidos
    desde el campo de concentración de Camposancos
    varios presos condenados a pena de muerte para ser
    ejecutados.

    Al
    finalizar la guerra se trató de convertir el
    Campo de Concentración de San Simón
    en un centro de reclusión para presos mayores
    de sesenta años de edad, trasladando a centenares
    de ellos desde todas partes de España.

    Relación
    de prisioneros que fueron condenados a pena de muerte
    en consejos de guerra celebrados en el campo de concentración
    de Camposancos y, posteriormente, trasladados a la
    isla de San Simón, donde fueron fusilados.

    Fermín
    García Alvarez. Condena: Pena de muerte. Fusilado:
    5-8-38.
    Natural de Carbonera, vecino de Santa Cruz del Sil,
    León, 42 años, casado (1 hijo), encargado
    de minas. Activista del PSOE; luego, del PCE; tomó
    parte en la Revolución del 34 y fue condenado
    a pena de muerte, que le fue conmutada, siendo amnistiado
    por el Frente Popular; al iniciarse el GMN, capitaneó
    un grupo que ofreció resistencia en su pueblo;
    capturado a bordo del “Gaviota”.
    Gregorio Mateos Maroto, “el Cepo”. Condena:
    Pena de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural de Nogués, Toledo, vecino de Nava,
    39 años, casado (2 hijos), industrial. Dirigente
    del PSOE; participó en la Revolución
    del 34; de los comités de Guerra y Abastos;
    presidente de la cooperativa; fue nombrado juez municipal;
    capturado cuando huía a bordo del “Gaviota”.
    José González Iglesias. Condena: Pena
    de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural de San Andrés de Linares, vecino de
    La Felguera, 36 años, casado (3 hijos), electricista.
    De la CNT; había participado en la Revolución
    del 34; al iniciarse el GMN, del Comité de
    Guerra; tomó parte en los ataques a los cuarteles
    de Gijón; capturado cuando huía a bordo
    del “San Juan de Nieva”.
    José Alvarez García. Condena: Pena de
    muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural y vecino de Gijón, 36 años,
    soltero, ajustador. De las JSU y de la UGT; de la
    Guardia Roja; participó en la Revolución
    del 34; al iniciarse el GMN, reclutó gente
    para atacar los cuarteles de Gijón; capturado
    en el “Mont Seny”.
    Isaías González Miguel. Condena: Pena
    de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural de Ezcaray, La Rioja, vecino de Olloniego,
    Oviedo, 29 años, soltero, minero. Del PSOE
    y de la UGT; había participado en la Revolución
    del 34 en el ataque al cuartel de la Guardia Civil
    de Olloniego; al iniciarse el GMN, formó parte
    de la expedición de obreros que salió
    por tren hacia Madrid; nombrado jefe de policía
    en Olloniego; policía secreta en Avilés;
    capturado en el “San Juan de Nieva”.
    Bernardino Fernández Velázquez. Condena:
    Pena de muerte. Fusilado: 5-8-38.
    Natural y vecino de Salas, 31 años, soltero,
    cerrajero. Dirigente del PSOE; había participado
    en la Revolución del 34; del Comité
    de Guerra; del Comité de Transportes; instructor
    de milicias; nombrado policía en Soto del Barco;
    capturado a bordo del “San Juan de Nieva”.
    Francisco Casal Sánchez. Condena: Pena de muerte.
    Fusilado: 5-8-38.
    Natural y vecino de La Felguera, 28 años, casado,
    metalúrgico. De las Juventudes Libertarias
    y de la CNT; había participado en la Revolución
    del 34; tomó parte en los ataques a los cuarteles
    de Gijón; del Comité de Guerra; nombrado
    agente de Investigación y Vigilancia.

  • Los Batallones de Trabajadores

     

     

    Los
    primeros batallones de Trabajadores que empezaron a funcionar
    en la zona nacionalista fueron destinados al frente de Madrid,
    afectos al Cuerpo de Ejército del Centro. Su residencia
    estaba fijada en Pinto, Yeles y Villaluenga, y eran empleados,
    sobre todo, en tareas de utilidad militar.
    Posteriormente,
    se crearían batallones, brigadas y equipos de trabajadores
    especializados: conductores, mecánicos, carniceros, panaderos…;
    al servicio directo del ejército nacionalista.

    El
    trabajo de los prisioneros se utilizó también en
    obras de carácter civil,
    tales como la explotación
    de minas, la repoblación forestal, la construcción
    de carreteras y otras obras públicas. A los primeros batallones
    de Trabajadores destinados a obras de carácter no militar
    se les encomendó la tarea de poner otra vez en explotación
    las minas de hierro de Vizcaya, que eran una de las principales
    fuentes de divisas de que disponía la zona nacionalista,
    y a desecar las marismas de Santoña.

    La
    Inspección de Campos de Concentración contaba con
    el asesoramiento de una comisión técnica, constituida
    por arquitectos e ingenieros de todas las especialidades, que
    se encargaba de informar todos los proyectos de empleo de batallones
    de Trabajadores que se recibían de los centros oficiales,
    decidiendo cuáles se llevarían a cabo y en qué
    orden.

    A
    los tres meses de la toma de Bilbao por las fuerzas nacionalistas,
    se dictaron las normas a que habían de ajustarse los trabajos
    de los prisioneros en las minas de Vizcaya. Formaban el denominado
    Batallón Minero un total de 612 prisioneros repartidos
    en tres Campos: La Arboleda, Galdames y Gallarta.
    Además
    de las divisas que generaba la exportación del mineral
    de hierro extraído de esas minas, el estado nacionalista
    se beneficiaba directamente de unas cincuenta mil pesetas, provenientes
    de la diferencia entre lo que le pagaban las empresas por cada
    minero y lo que la Inspección de Campos abonaba a los prisioneros.

    Las
    primeras obras públicas que se proyectaron para ser realizadas
    por batallones de Trabajadores fueron
    la carretera de Ciudad
    Rodrigo a Fuentes de Oñoro, para completar la de Francia
    a Portugal; la repoblación forestal de la Sierra de la
    Demanda; la doble vía de ferrocarril en el tramo Miranda-Alsasua,
    para completar la doble vía en la línea Madrid-Irún,
    y la modificación del trazado del ferrocarril de Irati
    en las inmediaciones de Pamplona. Ingenieros de la Inspección
    de Campos de Concentración realizaron un viaje a las Hurdes
    para estudiar la apertura de caminos, la repoblación forestal
    y la posible instalación de campos de concentración.

    Los
    presos gubernativos calificados como “levemente comprometidos”,
    de acuerdo con las instrucciones dadas por “S.E. el Generalísimo”
    pasaban a engrosar las filas de los batallones de Trabajadores
    junto con los prisioneros de guerra. Posteriormente, al entrar
    en vigor el sistema de “redención de penas por el
    trabajo”, gran número de presos de las cárceles
    se incorporaron también a los batallones de Trabajadores
    .

    Comunicado
    del Subsecretario del Ministerio de Justicia al general Subsecretario
    del Ministerio del Ejército, de fecha 19-11-1960.

    «(…)
    El destacamento penal de Coll de Narbó estaba constituido
    en el año de 1943 por penados que dependían de la
    Dirección General de Prisiones, la que los ponía
    a disposición del Servicio Militar de Puentes y Caminos
    de Cataluña a efectos de ejecución de las obras
    que allí se realizaban, organismo que más tarde
    se conocía con la denominación de Servicio Militar
    de Construcciones.» 

    Cada
    batallón de Trabajadores estaba compuesto por
    : un comandante,
    un capitán, cuatro tenientes, uno de los cuales tenía
    que ser médico; cinco alféreces, un brigada, veinte
    sargentos, cincuenta y dos cabos, un corneta, sesenta y ocho soldados
    y seiscientos prisioneros trabajadores. Los batallones de Trabajadores
    solían dividirse en compañías y destacamentos
    que se enviaban a destinos próximos entre sí
    .
    Los soldados, cabos, sargentos…, formaban la escolta que se
    encargaba de la vigilancia de los prisioneros. Además,
    a mediados de 1938 se creó un servicio especial y secreto
    de investigación en los batallones de Trabajadores que
    funcionaba bajo el esquema de veinte prisioneros confidentes por
    batallón
    . En sus informes, la Inspección de
    Campos de Concentración consideraba que la disciplina era
    excelente.

    En
    principio, los prisioneros que componían los batallones
    de Trabajadores eran de nacionalidad española y en edad
    comprendida en la de las quintas movilizadas. En cuanto a los
    prisioneros extranjeros, “que en menor número han
    sido capturados por las armas nacionales, o no trabajan o lo hacen
    en obras de retaguardia, exentas de fines militares, siguiendo
    en todo las normas estrictas del Convenio de Ginebra para prisioneros.”

    Decreto
    nº 281 que concede el derecho al trabajo a los prisioneros
    de guerra y presos no comunes. BOE 1-7-37.

    El
    victorioso y continuo avance de las fuerzas nacionales en la reconquista
    del territorio patrio, ha producido un aumento en el número
    de prisioneros y condenados, que la regulación de su destino
    y tratamiento se constituye en apremiante conveniencia.

    (…)
    Abstracción hecha de los prisioneros y presos sobre los
    que recaen acusaciones graves, cuyo régimen de custodia
    resulta incompatible con las concesiones que se proponen en el
    presente Decreto, existen otros, en número considerable,
    que sin una imputación específica capaz de modificar
    su situación de simples presos les hacen aptos para ser
    encauzados en un sistema de trabajos que representa una positiva
    ventaja.

    El
    derecho al trabajo, que tienen todos los españoles, como
    principio básico declarado en el punto quince del programa
    de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, no ha
    de ser regateado por el Nuevo Estado a los prisioneros y presos
    rojos.
    (…) La declaración del derecho al trabajo
    supone, o sea, que puedan sustentarse por su propio esfuerzo,
    que presten el auxilio debido a su familia y que no se constituyan
    en peso muerto sobre el erario público.

    (…)
    Artículo primero.- Se concede el derecho al trabajo
    a los prisioneros de guerra y presos
    por delitos no comunes
    en las circunstancias y bajo las condiciones que a continuación
    se establecen.

    Artículo
    segundo.- Aquellos prisioneros y presos podrán trabajar
    como peones, sin perjuicio de que por conveniencias del servicio
    puedan ser utilizados en otra clase de empleos o labores en atención
    a su edad, eficacia profesional o buen comportamiento, todo ello
    a juicio de sus respectivos jefes.



    Trabajadores en el Pozo Fondón de Duro Felguera.

    Artículo
    tercero.- Cobrarán en concepto de jornales, mientras
    trabajen como peones, la cantidad de dos pesetas al día,
    de las que se reservará una peseta con cincuenta céntimos
    para manutención del interesado, entregándosele
    los cincuenta céntimos restantes al terminar la semana.
    Este jornal será de cuatro pesetas diarias si el interesado
    tuviere mujer que viva en la zona nacional sin bienes propios
    o medios de vida y aumentado en una peseta más por cada
    hijo menor de quince años que viviere en la propia zona,
    sin que en ningún caso pueda exceder dicho salario del
    jornal medio de un bracero en la localidad. El exceso sobre las
    dos pesetas diarias que se señala como retribución
    ordinaria será entregado directamente a la familia del
    interesado.

    Cuando
    el prisionero preso trabaje en ocupación distinta de la
    de peón, será aumentado el jornal en la cantidad
    que se señale.

    Artículo
    cuarto.- Los presos y prisioneros de guerra tendrán
    la consideración de personal militarizado, debiendo vestir
    el uniforme que se designará y quedando sujetos, en su
    consecuencia, al Código de Justicia Militar y Convenio
    de Ginebra
    (…).

    El
    uniforme aprobado
    por el mando nacionalista para los prisioneros
    de los batallones de Trabajadores consistía en un gorro
    cilíndrico blanco, camisa blanca de tela fuerte con la
    letra “P” y el número del prisionero grabados
    en el pecho en tinta indeleble, pantalón caqui, alpargatas
    y dos mudas de ropa interior.

    En
    1938 se creó un patronato para la redención de penas
    por el trabajo.
    De este patronato dependía la coordinación
    de los trabajos a realizar por los prisioneros y la propuesta
    al gobierno de la condonación de días de cárcel
    en relación con los días trabajados. En todos los
    pueblos donde había familiares de presos se creaba una
    Junta local que integraban el alcalde, el párroco y un
    vocal designado por el Servicio de Prisiones.

    Este
    sistema de redención de penas por el trabajo no se puso
    en práctica hasta 1939 y alcanzó a una reducida
    minoría de presos por la incapacidad técnica, organizativa
    y logística del régimen para llevarla a cabo.

    En
    1943 funcionaban en Asturias los destacamentos penales de Ciaño,
    perteneciente a la empresa “Carbones Asturianos”,
    con 180 presos; Pozo Fondón, en Sama de Langreo, de la
    Duro Felguera y con 215 presos; Pozo San Mamés, en Sotrondio,
    de la misma empresa y con 175 presos. En Oviedo, trabajando para
    la Dirección General de Regiones Desvastadas, había
    800 presos.

    Orden
    del Ministro de Justicia franquista, Tomás Domínguez
    Arévalo,

    al
    Jefe del Servicio Nacional de Prisiones dictando normas regulando
    la concesión del trabajo a los reclusos. BOE 1-1-39.

    Ilmo.
    Sr.: El trabajo de los obreros reclusos ha de ajustarse estrictamente
    a lo dispuesto en la Orden Ministerial de 7 de octubre (…) este
    Ministerio, a propuesta del “Patronato Central para la redención
    de las penas por el trabajo”, se ha servido disponer:

    Primero.-
    Cuando se reclame del “Patronato Central para la redención
    de penas por el trabajo” mano de obra de trabajadores reclusos
    para obras del Estado, de las Diputaciones, de los Ayuntamientos
    o de particulares, tendrán en todo caso preferencia absoluta
    para ser colocados en dichas obras los reclusos que se hallen
    condenados a penas más leves.

    Segundo.-
    La regla que antecede sólo tendrá como excepción
    el caso en que en las obras se necesiten obreros especializados
    y se acredite de una manera fehaciente que en el Establecimiento
    no existen entre los condenados a penas inferiores obreros de
    la especialidad de que se trate.

    Tercero.-
    Los reclusos procesados no podrán ser utilizados como trabajadores
    con sujeción a las normas anteriores hasta que conste documentalmente
    en la Prisión por la petición fiscal la clase de
    pena que para ellos se solicite, y los detenidos no procesados
    sólo podrán trabajar cuando la autoridad que haya
    ordenado su detención haga constar su autorización
    para el trabajo, expresamente también por escrito.

    Cuarto.-
    Los llamados “destinos” en las Prisiones recaerán
    precisamente también en los reclusos condenados a penas
    más leves, quedando en todo caso prohibido, a partir de
    la publicación de esta orden, la utilización para
    el servicio interior de los Establecimientos de reclusos condenados
    a penas superiores a doce años y un día de reclusión
    temporal.

    Cualquier
    excepción que por algún motivo justificadísimo
    pueda establecerse a lo preceptuado en este número, ha
    de disponerse por orden escrita de la Jefatura del Servicio Nacional
    de Prisiones.

    Quinto.-
    Los directores de los Establecimientos Penales cuidarán,
    bajo su más estricta responsabilidad, del cumplimiento
    de esta disposición, bien entendido que cualquier denuncia
    que se produzca y compruebe de preferencias injustas y deliberadas
    en las colocaciones de obreros reclusos, o en el otorgamiento
    de destinos, será considerada como falta muy grave, con
    sujeción al vigente Reglamento de Prisiones de 14 de noviembre
    de 1930. (…)

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

     
    El entramado jurídico militar,
    con toda su parafernalia de auditorías, sumarios,
    tribunales militares, fiscales, consejos de guerra…,
    se limitó a cumplir con la misión que
    el plan militar elaborado por los generales sublevados
    les había asignado. No fueron mejores ni peores
    que el resto. Eran otro “Cuerpo de ejército”
    más que actuaba en la retaguardia, un brazo más
    del terror. Y no por ignorancia jurídica, sino
    con conocimiento pleno, pues la mayoría eran
    abogados o militares togados o ex jueces o ex fiscales
    o licenciados en derecho.
    Conocimientos
    no les faltaban, simplemente, carecían de la
    voluntad de “ser”, de la naturaleza del
    hombre “justo”. Leguleyos, siempre los hubo
    en abundancia en este país; hombres justos, mujeres
    justas…¡qué escasez!

    La
    España nacionalista se constituyó también
    como un “estado de derecho”.
    Sí,
    porque eso del “estado de derecho” es otro
    lugar común de nuestros días. Todos los
    estados modernos son “estados de derecho”,
    pues todos precisan de normas, de leyes, de disposiciones,
    para funcionar. El régimen político de
    un país podrá ser dictatorial, democrático,
    monárquico…; lo que sea, pero en todos ellos
    habrá un cuerpo legal que rija la vida del país.
    Hablar, pues, de “estado de derecho” para
    definir un sistema político es no decir nada,
    es utilizar un eufemismo para evitar denominar por su
    nombre a lo que hay.

    En
    fin, que como todo el mundo sabe, en Asturias la sublevación
    militar contra la II República la inició
    un coronel amparado en unos miles de hombres armados
    sujetos a su obediencia. Ese coronel escribió
    en un papel una serie de disposiciones por las que todo
    el poder en la región pasaba a sus manos y dictó
    una serie de normas: ese es el bando del coronel Aranda
    declarando el estado de guerra en Asturias. Días
    después, unos generales reunidos en Burgos extendieron
    la declaración del estado de guerra a toda España:
    “Ordeno y mando”; y para el que no obedezca
    o para el desafecto, Código de Justicia Militar
    y pena de muerte. Ese es el resumen.

    Boletín
    Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España.

    Burgos,
    4-9-1936. Decreto número 79.

    Se
    hace necesario en los actuales momentos, para mayor
    eficiencia del movimiento militar y ciudadano, que la
    norma en las actuaciones judiciales castrenses sea la
    rapidez, haciéndola compatible con las garantías
    procesales de los encartados; que se evite en lo posible
    el distraer del servicio de armas a los Jefes, Oficiales
    y clases para ocuparlos en la tramitación de
    dichos procedimientos y que, finalmente, se atienda
    a las conveniencias del servicio militar obviando la
    dificultad de comunicaciones.

    Por
    ello, como Presidente de la Junta de Defensa Nacional,
    y de acuerdo con ésta, vengo en decretar:

    Artículo
    primero. Todas las causas que conozcan las jurisdicciones
    de Guerra y Marina se instruirán por los trámites
    del juicio sumarísimo
    que se establecen en
    el título diecinueve, tratado tercero, del Código
    de Justicia Militar, y título diecisiete de la
    Ley de Enjuiciamiento Militar de la Marina de Guerra,
    con las modificaciones siguientes:

    A)
    No será preciso para ello que el reo sea sorprendido
    “in fraganti” ni que la pena a imponer sea
    la de muerte o perpetua. (…)

    Boletín
    Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España.

    Burgos,
    16-9-1936. Decreto número 108.

    (…)
    Artículo primero. Se declaran fuera de la
    ley todos los partidos y agrupaciones políticas
    o sociales que, desde la convocatoria de las elecciones
    celebradas en fecha 16 de Febrero del corriente año
    han integrado el llamado Frente Popular
    , así
    como cuantas organizaciones han tomado parte en la oposición
    hecha a las fuerzas que cooperan al movimiento nacional.

    Artículo
    segundo. Se decreta la incautación de cuantos
    bienes muebles, inmuebles, efectos y documentos pertenecieren
    a los referidos partidos o agrupaciones, pasando todos
    ellos a la propiedad del Estado.

    Artículo
    tercero. Los funcionarios públicos y los de empresas
    subvencionadas por el Estado, la provincia o el municipio,
    o concesionarias de servicios públicos, podrán
    ser corregidos, suspendidos y destituidos de los cargos
    que desempeñen cuando aconsejen tales medidas
    sus actuaciones antipatrióticas o contrarias
    al movimiento nacional.

    Artículo
    cuarto. Las correcciones y suspensiones a que se refiere
    el artículo anterior, serán acordadas
    por los jefes del centro en que preste sus servicios
    el funcionario y, en su defecto, por el superior jerárquico
    del corregido, y aquéllos, en su caso, previa
    la formación del oportuno expediente, propondrán
    la destitución a la autoridad, empresa o corporación
    a quien correspondiera hacer el nombramiento. (…)

    Así
    que a partir de Octubre de 1937 empiezan a funcionar
    en Gijón los tribunales militares y los consejos
    de guerra instaurados por los del “ordeno y mando”.

    No tengo tiempo, ni ganas, para entrar en más
    decretos, normas y demás literatura leguleyística.
    La realidad “legal”, “el horizonte
    penal”, que dicen ahora los cursis, lo que les
    esperaba a los vencidos, a los prisioneros era más
    o menos así:

    En
    los campos de concentración y en las prisiones
    provisionales se ponían en marcha las “Comisiones
    Clasificadoras de Prisioneros y Presentados” (CCPP).

    Además, antes y durante el proceso de clasificación,
    grupos de falangistas de cada pueblo o ciudad revistaban
    a los prisioneros y se llevaban a aquellos que identificaban
    y consideraban que merecían ser “paseados”.

    El resto de los prisioneros iban pasando a prestar declaración
    ante la CCPP correspondiente, y si de las pesquisas
    realizadas no se descubría ningún cargo,
    o sea, si el prisionero no tenía ninguna denuncia
    y no había prestado servicio de armas o lo había
    hecho como simple soldado con su quinta, entonces, era
    enviado, ya clasificado, a un campo de prisioneros a
    la espera de ser destinado a un batallón de Trabajadores.
    Si no se le descubría ningún cargo, los
    informes de la Guardia Civil y Falange eran favorables
    y el prisionero o, más bien, su familia conseguía
    dos avales de dos personajes representativos del nuevo
    régimen, tal que el cura del pueblo, el ricachón,
    el alcalde o el jefe de Falange, pues con esos dos
    avales era puesto en libertad.
    Ahora bien, si por
    la edad estaba comprendido entre las quintas movilizadas,
    se le enviaba al frente con el ejército nacionalista.
    Si sobre el prisionero surgía la más leve
    sospecha, la más mínima denuncia, entonces
    se iniciaban los trámites para que fuera sometido
    a un consejo de guerra.

    En
    la zona de Asturias ocupada por los sublevados, los
    tribunales militares desarrollaron su labor represiva
    en Oviedo y Luarca,
    principalmente, pero también
    fueron numerosos los consejos de guerra celebrados en
    Castropol, en Cangas de Narcea, en Tineo, en Pravia

    y, tras la caída de Santander, en Llanes.
    A partir de Noviembre del 37, el Tribunal Militar
    nº 3 actúa en Oviedo y el Tribunal Militar
    nº 1 inicia sus actuaciones en Gijón
    .
    Algún consejo de guerra, quizás por motivos
    ejemplarizantes, se celebró en Avilés,
    Sama, Mieres…

    Estos
    tribunales militares estaban formados por un presidente
    y cuatro vocales.
    Los consejos de guerra se celebraban
    por el procedimiento sumarísimo de urgencia.
    Junto con el tribunal, estaban presentes en el consejo
    de guerra un fiscal, el juez instructor y su secretario,
    y el abogado defensor y los acusados. La vista era
    pública y por cada consejo de guerra pasaban
    una media de diez acusados.
    Solamente en casos excepcionales,
    cuando la trascendencia política del acusado
    fuera muy grande, se celebraban consejos de guerra individuales.
    La duración media solía ser de una hora.
    Lo más frecuente era que los acusados no pertenecieran
    al mismo expediente policial, salvo en aquellos casos
    en que hubieran conseguido detener y procesar a la vez
    a, por ejemplo, los miembros de un comité de
    guerra de una localidad o a los dirigentes sindicales
    que gestionaban una fábrica.

    Una
    vez celebrado el consejo de guerra, el tribunal se reunía
    en sesión secreta para deliberar y dictar sentencia
    .
    Las sentencias eran adoptadas por unanimidad y rarísima
    era la vez en que algún miembro del tribunal
    quisiera dejar constancia de su discrepancia. Las sentencias
    dictadas eran sometidas al Auditor de Guerra para su
    aprobación. El Auditor de Guerra de Asturias
    tenía su residencia oficial en Gijón.

    Una vez aprobada la sentencia por el Auditor, el juez
    instructor procedía a notificarla a los condenados
    y a ordenar su cumplimiento, excepto en el caso de las
    penas de muerte. Las penas de muerte quedaban en
    suspenso y no se ejecutaban hasta que no se recibía
    el “enterado”, o la “conmutación”,
    de la Asesoría Jurídica del Cuartel General
    del Generalísimo.
    De este trámite
    queda el testimonio de Serrano Suñer,
    “el cuñadísimo”, entonces
    ministro de Gobernación, que cuenta como Franco
    recibía todos los días después
    de comer, a la hora del café, al coronel jurídico
    Martínez Fuset
    cargado de carpetas rebosantes
    de condenas de muerte que ponía a la firma del
    Caudillo.

    En
    Gijón, el Tribunal Militar Permanente de Asturias,
    nº 1, actuó hasta el día 17 de Mayo
    de 1938.
    Días después, ese Tribunal,
    presidido por el comandante Luis de Vicente Sasiain,
    se trasladó al campo de concentración
    de Camposancos, en el municipio pontevedrés de
    La Guardia, para continuar allí su labor contra
    los prisioneros asturianos.
    Le sustituyó
    en Gijón el Tribunal Militar Permanente de Asturias,
    nº 3.
    Este Tribunal, que actuaba también
    en Oviedo, se trasladaba todos los días por la
    tarde a Gijón. Los consejos de guerra se celebraban
    en el salón de actos del Instituto “Jovellanos”,

    a una media de tres o cuatro diarios, en sesiones de
    mañana y tarde. En ocasiones, también
    se utilizaron las dependencias del colegio “Santo
    Angel” y las de la Feria de Muestras. Para
    los consejos de guerra de oficiales generales se utilizó
    el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Gijón.

    Una
    vez que se normalizó la actuación procedimental
    de las auditorías y tribunales militares, el
    expediente de cada encartado se iniciaba con su declaración
    ante la CCPP, la Guardia Civil, policía de Asalto
    o Falange, o bien, por una denuncia que cualquiera presentaba
    contra él en la policía o en Falange.
    A continuación, el Auditor de Guerra designaba
    al juez instructor y éste nombraba a un secretario.

    Todas las actuaciones se hacían por diligencia
    y de todas ellas daba fe el secretario. Se llamaba a
    declarar a los testigos y, en la mayoría de los
    casos, el encartado hacía una segunda declaración
    ante el juez instructor y el secretario. Cada expediente
    tenía un número. Averiguar ese número
    era importantísimo para cualquier gestión
    que se quisiera hacer en favor del encausado, tanto
    antes como después de dictada sentencia. El juez
    instructor agrupaba diez, doce o veinte expedientes
    en un mismo sumario, redactaba entonces el “Auto
    resumen” y lo sometía a la consideración
    del Auditor de Guerra. Éste era el que decidía
    el procesamiento o no de los encartados, la continuación
    de las averiguaciones o la celebración del consejo
    de guerra sumarísimo de urgencia. Un día
    o dos antes de la celebración del consejo de
    guerra, los procesados elegían un abogado defensor
    de entre la media docena de defensores militares que
    actuaban en Gijón.

    El
    día del consejo de guerra, los encartados eran
    conducidos esposados y custodiados por la policía
    desde la cárcel a presencia del tribunal
    .
    En el consejo de guerra se leían los cargos,
    el fiscal pedía la pena para cada uno de los
    acusados, el defensor hacía una breve “defensa”
    y el tribunal se retiraba a deliberar. Durante la
    vista, no se solía practicar prueba alguna ni
    se llamaba a declarar a ningún testigo
    , y
    si alguno lo hacía, era siempre en pro de la
    acusación. La argumentación del abogado
    defensor iba dirigida, no a tratar de demostrar la falsedad
    o ausencia total de pruebas de la acusación,
    sino a poner de manifiesto la inconsciencia del acusado,
    su subordinación y cosas por el estilo, y a apelar
    a la benevolencia del tribunal; los defensores solían
    concluir solicitando que se impusiera la pena inferior
    a la solicitada por el fiscal, que casi siempre era
    la capital
    . Una vez celebrado el consejo de guerra,
    los procesados eran devueltos a la cárcel. Como
    los consejos de guerra se celebraban en audiencia pública,
    los familiares de los encartados aprovechaban para verlos
    e intentar acercárseles y darles un beso o un
    abrazo: todo dependía de la benevolencia o crueldad
    de los guardias que los custodiaban. A los dos o tres
    días, y una vez que el Auditor de Guerra hubiera
    aprobado la sentencia, se les notificaba ésta
    a los procesados.

    Los
    condenados a penas de años de cárcel,
    pasaban a cumplirlas, abonándoseles el tiempo
    que llevasen en prisión. Los condenados a pena
    de muerte, quedaban a la espera de lo que sobre ellos
    se resolviese en el “Cuartel General del Generalísimo”.

    Sus familiares, si es que los tenían, empezaban
    a hacer gestiones de todo tipo, a pedir favores a todo
    el mundo, tratando de conseguir el indulto: firmas de
    dirigentes derechistas, búsqueda de influencias,
    viajes a Salamanca o Burgos para tratar de entrevistarse
    con los gerifaltes de la sublevación, o con sus
    mujeres… En la mayoría de los casos, al mes
    y medio ya se había adoptado una resolución
    en un sentido u otro. Si la pena de muerte venía
    conmutada por la inmediata inferior de reclusión
    perpetua, se le comunicaba al preso, que, a veces, ya
    estaba enterado unas horas antes por los familiares.
    Pero a muchos presos no se les informó de
    que la pena de muerte había sido conmutada hasta
    transcurrido un año o más. Era otra estratagema
    del sistema de terror para tener sometidos a los presos
    y a sus familias, pendientes como estaban del señuelo
    del “indulto”.
    Al mismo tiempo, se les
    destruía psicológicamente haciéndoles
    vivir durante tanto tiempo la tensión de que
    cada amanecer fuera el último: el del su fusilamiento.

    Las
    penas de muerte se ejecutaban por fusilamiento y rara
    vez por agarrotamiento.
    Cuando el tribunal del consejo
    de guerra consideraba que la pena de muerte era poco
    castigo, solicitaba al Auditor que se ejecutase al reo
    con “garrote vil”. En Gijón, solamente
    se agarrotaron a tres o cuatro personas.

    Una
    vez recibido el “enterado” para la ejecución
    de las penas de muerte, el Comandante Militar de la
    plaza señalaba el lugar, día y hora, la
    composición del piquete de ejecución y
    otros pormenores.
    En la cárcel de El Coto,
    transcurridos los primeros meses, los presos sabían
    con antelación cuándo iba a haber fusilamientos,
    cuándo iba a haber “saca”, que era
    como se decía en el argot carcelario. La relación
    de los que iban a ser fusilados solía llegar
    a las oficinas de la prisión por la tarde. Según
    cuentan los supervivientes, la clave para saber si esa
    madrugada iba a haber “saca” o no era el
    semblante de un preso que trabajaba en la oficina: si
    en el transcurso del último recuento del día,
    sonreía, era que no había fusilamientos;
    si estaba serio, entonces, sí.

    A
    los que iban a ser ejecutados se les ponía en
    “capilla” en un lugar separado del resto.

    El tiempo y condiciones de estancia en capilla variaban
    de una cárcel a otra, oscilando entre una o dos
    horas, o la noche entera. Todos los relatos coinciden
    en señalar la repugnante actuación que
    en esos tristes momentos tenían los representantes
    de la Iglesia Católica.
    Capellanes, sacerdotes,
    frailes, se lanzaban sobre aquellas pobres gentes que
    vivían sus últimas horas para que confesasen
    y comulgasen. La tenacidad, la presión y la intensidad
    con que llevaban a cabo su labor de “salvar almas”
    ofendería hoy hasta al más fanático
    de los católicos españoles. ¡Qué
    falta de respeto tan grande! ¡Qué ausencia
    de humildad, de conciencia, de humanidad…, de todo!
    Solamente los más serenos y concienciados tenían
    fuerzas todavía para enfrentarse a la clerigalla.
    ¡Qué placer y qué perversión
    escribir después a la viuda para comunicarle,
    junto con la noticia de la muerte del esposo, que “un
    consuelo, y no pequeño, la debe de quedar, y
    es que murió cristianamente, confesándose
    y comulgando…”! ¡Qué tíos
    más bestias!

    Orden
    del Ministro de Justicia franquista, Tomás Domínguez
    Arévalo, al Jefe del Servicio Nacional de Prisiones.
    BOE 6-10-38.

    Ilmo.
    Sr. : Disuelto desde 1931 el Cuerpo de Capellanes de
    Prisiones y declarados en situación de excedencia
    forzosa con percibo de dos tercios de su haber anual,
    los sacerdotes que lo componían, muchos de los
    cuales han desaparecido posteriormente, por distintas
    causas, se hace preciso organizar sobre nuevas bases
    la asistencia religiosa de los recluidos en los Establecimientos
    penitenciarios, misión que, si en todo tiempo
    representó un valioso factor de moralización
    del delincuente, ahora, ante las circunstancias nacionales,
    alcanza mayor trascendencia aún y requiere por
    eso mismo el más extremado celo sacerdotal en
    su desempeño. A tal fin, este Ministerio ha tenido
    a bien disponer:

    Primero.-
    La asistencia religiosa de las Prisiones, con la intensa
    labor de apostolado que la condición de los recluidos
    demanda, quedará bajo el patrocinio y dirección
    del Excmo. Sr. Obispo de cada Diócesis, dentro
    del territorio de la misma; correspondiendo al Prelado:

    a)
    Proponer a esa Jefatura del Servicio Nacional los Sacerdotes
    del Clero secular o regular, a quienes haya de confiarse
    el servicio religioso, a título de Capellanes
    provisionales en las Prisiones, individualizando la
    propuesta para cada una e indicando la gratificación
    que como estipendio deba percibir el designado, en cuantía
    proporcional a la cifra del contingente recluso a su
    cargo.

    b)
    Ejercer su alta vigilancia en cuanto al celo con que
    desempeñen su cometido espiritual los Capellanes
    de Prisiones de la Diócesis, para estimularlos
    al mejor y más desvelado cumplimiento de los
    deberes que les incumben.

    c)
    Proponer la remoción y sustitución de
    los Capellanes que, por razones o conveniencias de cualquier
    índole, a juicio del Prelado, lo merezcan.

    (…)
    Tercero.- Los Directores de los Establecimientos atenderán
    cuantas indicaciones se dignen hacerles los respectivos
    Prelados acerca de las necesidades del Culto en las
    Prisiones
    (…)

    Cuando
    se sabía que al día siguiente iba a haber
    fusilamientos, todos los presos condenados a pena de
    muerte pasaban la noche en una tensión fácil
    de imaginar. Así, un día y otro. La tenue
    luz del amanecer se acompañaba de los siniestros
    sonidos de los heraldos de la muerte: el runrún
    de los motores de las furgonetas que transportaban al
    piquete; los golpes de las botas y de las culatas de
    los fusiles contra el suelo de la entrada de la cárcel;
    cerrojos que se descorren, puertas que chirrían,
    pasos en la galería, la puerta de una celda que
    se abre y otra y otra…, y los pasos se detienen delante
    de la tuya (o pasan de largo), abren la puerta y la
    luz se enciende, cegadora, y pronuncian varios nombres
    y el tuyo (o el de otros compañeros) y una palabra
    seca: ¡vístanse!

    Es
    la muerte para unos y un día más para
    otros.

    Los
    condenados, tras pasar por “capilla”, eran
    conducidos al cementerio de Ceares. Los fusilaban hacia
    las ocho de la mañana, contra un paredón,
    y eran enterrados a escasos metros en una fosa común.
    Los familiares, si es que se llegaban a enterar, tenían
    prohibido recuperar el cadáver.

    Los
    piquetes eran dos: uno de ejecución y otro de
    vigilancia. Eran de la Guardia Civil y de la policía
    de Asalto, y se alternaban en ambas tareas.

    De
    los condenados a pena de muerte que fueron ejecutados
    a “garrote vil”, uno, debió de ser
    agarrotado en Santa Catalina; los otros, en el patio
    de la cárcel de El Coto. A una de estas ejecuciones
    a “garrote vil” que se hicieron en uno de
    los patios de la cárcel de El Coto fueron invitados
    a asistir hombres, mujeres y niños, permitiéndoseles
    entrar en la cárcel y contemplar tan sobrecogedor
    espectáculo.

    Al
    terminar la guerra, en Abril de 1939, se produjo un
    colapso en el sistema carcelario y en el funcionamiento
    de la jurisdicción militar, tan elevado era el
    número de prisioneros, y ello obligó a
    que se empezaran a aprobar reducciones de condena. Unos
    pocos salían y muchos más entraban.

    Decreto
    del Ministro del Ejército franquista, general
    José Enrique Varela Iglesias, creando, con carácter
    provisional, diversas Auditorías y una Fiscalía
    Jurídico Militar por cada una de ellas.

    La
    actual organización Regional de la Justicia Militar,
    responde a la lógica necesidad de centralizar
    en las Regiones tan importantes funciones y de no separar
    del mando militar el ejercicio de la Jurisdicción,
    que es uno de sus necesarios e imprescindibles atributos
    .
    Pero en los momentos presentes, en que se liquidan las
    responsabilidades, que en tan enorme volumen se han
    contraído durante el Glorioso Movimiento Nacional,
    esta centralización regional somete a las Autoridades
    Judiciales a un abrumador trabajo, incompatible con
    la necesidad de liquidar rápidamente este importante
    problema. Por ello, se impone la necesidad de aumentar
    el número de Auditorías
    en la medida
    que se estime necesaria y atribuir jurisdicción
    independiente a las Autoridades Militares subalternas
    de modo transitorio y entretanto subsista la necesidad
    que ahora se aprecia. (…)

    En
    virtud de este decreto se crearon las siguientes Auditorías:

    I
    Región Militar: en Aranjuez (para las provincias
    de Toledo y Cuenca); en Mérida (Ciudad Real,
    Cáceres y Badajoz).

    II
    Región Militar: en Córdoba (Córdoba
    y Jaén); en Granada (Granada, Málaga y
    Almería).

    III
    Región Militar: en Murcia (Murcia, Albacete y
    Alicante).

    IV
    Región Militar: en Gerona (Gerona y los partidos
    judiciales de Berga, Vich, Manresa, Tarrasa, Sabadell,
    Granollers, Arenys de Mar y Mataró de la provincia
    de Barcelona); en Tarragona (Tarragona y Lérida).

    V
    Región Militar: en Guadalajara.

    VI
    Región Militar: en Bilbao (Vizcaya, Santander
    y Guipúzcoa).

    VII
    Región Militar: “Auditoría de Asturias,
    para toda la provincia de Oviedo.”

    En
    ese mismo BOE aparecen los nombramientos del general
    de División honorario en situación de
    reserva, Carlos Guerra Zabala, como vocal del Consejo
    Supremo de Justicia Militar, y el del general de Brigada
    Arturo Cebrián Sevilla como secretario del mencionado
    Consejo.

    No
    sé si guardaría relación con lo
    dispuesto en el anterior decreto o no, pero lo cierto
    es que hay un momento en que en Gijón dejan de
    celebrarse consejos de guerra y pasan a Oviedo. En esa
    época, año 1939, se está “juzgando”,
    principalmente, a los asturianos o avecindados en la
    región que habían conseguido evacuar de
    Asturias, pero que fueron capturados en la zona republicana
    al finalizar la guerra. La mayoría de los consejos
    de guerra son ahora individuales. Tanto en Gijón
    como en Oviedo, los pelotones de fusilamiento seguían
    funcionando.

    En
    los años 1944 y 1945, viendo que la derrota de
    sus socios nazis y fascistas era ya irremisible, el
    régimen de Franco, atendiendo a la total falta
    de principios y al afán de permanencia en el
    poder que caracterizaba a sus miembros, inició
    el acomodo a la nueva situación internacional
    introduciendo algunas modificaciones legales en el entramado
    represivo.
    Entre ellas, se incluyeron nuevas normas
    de reducción de condena y de puesta en libertad
    condicional, lo que supuso, en la práctica, que
    la mayoría de los presos de la guerra salieran
    de la cárcel por esa época. Digo “salieran”
    en vez de “quedasen en libertad”, porque
    en España “libertad” no había,
    seguía estando prohibido ser libre. Y menos que
    nadie, los expresos, la totalidad de los cuales tenían
    que presentarse todas las semanas o cada quince días
    en el cuartel de la Guardia Civil y, además,
    eran vigilados y molestados constantemente. Muchos de
    ellos, por determinación de alcaldes, párrocos
    y comandantes de puesto de la Guardia Civil, fueron
    desterrados a otras provincias, lejos del pueblo en
    el que nacieron o vivían.
    El nueve de Octubre
    de 1945 se concedió por decreto el indulto para
    los condenados por rebelión militar que no habían
    sido fusilados.

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS


    El Vice-Imperio Ibero-Africano.

    Por
    Miguel de Unamuno.

    Hojas Libres, Abril de 1927.

    Don
    Alfonso XIII, el último Habsburgo coronado, se
    propuso, así que llegó a reinar en España,
    reparar el desastre de la Regencia, el de 1898,

    la pérdida de Cuba, de Puerto Rico y Filipinas.
    La de Filipinas se debió sobre todo al asesinato
    del noble tagalo Rizal. Con tal propósito
    preparaba –¡pobre Canalejas!- la conquista
    de Portugal y soñaba en la de Marruecos por guerra
    de Cruzada.
    Una vez declaró a su ministro,
    el Sr. Alcalá Zamora, que solo esperaba la mayor
    edad del desgraciado Príncipe de Asturias –ex
    futuro Alfonso XIV- para intentar establecer
    el poder personal, declarándose emperador y rey
    absoluto, y si le fracasaba, abdicar en su hijo.

    Con tales designios durante la gran guerra se mantuvo
    al lado de los Imperios centrales en espera de que,
    vencedores ellos –así lo creía él-
    le darían Gibraltar, todo Marruecos –Tánger
    incluido- y Portugal, quedándose Alemania con
    las colonias de éste. Y así se establecía
    lo que hemos llamado el Vice-Imperio Ibero-Africano.

    Siendo ministro
    de Estado el marqués de Lema, el rey, actuando
    anti-constitucionalmente de agente diplomático
    -¡se cree, el pobre, con dotes de tal!- le dijo
    que se iba a Londres a arreglar lo de Tánger.
    De Londres y de París, donde se detuvo luego,
    volvióse a España echando chispas. Habíanle
    deshauciado haciéndole ver que mal podía
    pretender un protectorado sobre Tánger, un Estado
    –no digamos nación porque la nación
    y el pueblo permanecían extraños a esos
    ensueños imperialistas y pretorianescos-, un
    Estado que no sabía pacificar el Rif, llevando
    una Cruzada contra todos los derechos de gentes y de
    humanidad. Entonces fue cuando el rey pidió al
    general Fernández Silvestre, mucho menos civilizado
    que los moros, que tomase Alhucemas para poder exigir
    Tánger.

    El Silvestre
    le prometió que el día de Santiago Matamoros
    ondearía en Axdir la bandera del rey.
    Y vino lo de Annual,
    debido más aun
    que a impericia militar o a cobardía, a que la
    campaña de Marruecos era impopular, inmoral e
    injusta. Y empezó el clamoreo pidiendo
    responsabilidades, no sólo militares, sino administrativas,
    por la sangría y el robo sueltos de Marruecos…
    Era la minoría socialista del Congreso la que
    llevaba en ello la voz cantante, como en pedir el abandono,
    por humanidad y por justicia, de Marruecos.

    Inmediatamente,
    los pretorianos y el rey se propusieron ahogar lo de
    las responsabilidades y eso, aunque el rey me dijo a
    mí mismo –y Romanones lo oyó- que
    sí, que había que exigir todas las responsabilidades
    y las de todos, “hasta las mías –añadió-
    si me alcanzasen”.

    A
    la vez, los pretorianos rapaces e inhumanos –su
    cabecilla el general M. Anido- se indignaban por el
    rescate de los cautivos de Annual y pedían el
    desquite como si se tratara de un duelo. Tal era el
    origen de la inquina contra el Sr. Alba,
    de
    quien el rey decía que quería entregar
    Marruecos a los colonialistas franceses. A lo que hay
    que agregar, que el Sr. Alba era el mejor enterado de
    las depredaciones y robos y chanchullos de los jefes
    pretorianos en Africa. Y así se preparó
    el golpe de estado del 13 de Septiembre de 1923.

    No lo preparó
    el botarate de Primo de Rivera, patente mentecato, lo
    que no quita que sea mal sujeto, henchido de ruines
    y rastreras intenciones y de pésima fe. Primo
    redactó el grotesco y soez manifiesto, el de
    la casta y la masculinidad y la invitación a
    la delación anónima y las calumnias. El
    pronunciamiento se dirigió desde San Sebastián,
    donde estaba el rey y el M. Anido al teléfono,
    en la sucursal del Credit Lyonnais. No lograron el rey
    y sus pretorianos coger al Sr. Alba para fusilarlo.
    Y se inauguró lo que llaman dictadura
    y es tiranía pretoriana con que se atropella
    más aún que a la Libertad a la Justicia.
    Los pistoleros asesinos entraron al servicio de Gobernación.
    Y así los bomberos dejaron de provocar incendios.
    Aunque no del todo.

    Y seguía
    lo de Tánger. El botarate de Primo, se fue a
    Marruecos a intentar una retirada, acaso para crear
    un conflicto con Francia, pero tuvo que retractarse
    y se entró en el convenio franco-español,
    para la toma de Alhucemas y la captura de Abd-el-Krim,
    que había de ser el desquite duelístico
    de lo de Annual
    y la prenda para exigir de
    nuevo Tánger. Ya el rey había
    calificado solemnemente, en un disparatado discursete
    ante el Papa, de Cruzada la operación de policía
    para establecer el protectorado civil en el Rif.
    Con
    la ayuda terrestre y marítima del ejército
    francés, se logró la modestísima
    toma de Alhucemas, a la que de una manera grotescamente
    cómica, se le quiso dar el alcance de un victoria
    épica. Mas el pueblo permaneció frío
    y el monumento conmemorativo de aquella acción,
    hubo que elevarlo dentro del Ministerio de la Guerra.
    A nadie engañó el simulacro. Ni
    se rindió Abd-el-Krim, sino algo más tarde,
    después de unas negociaciones y teniéndole
    que dar diez millones de pesetas. Y se rindió
    a los franceses,
    con la garantía de
    ser tratado como un jefe enemigo beligerante y no como
    un faccioso rebelde. El verdadero rebelde –rebelde
    a la civilidad y a la humanidad- había sido el
    general F. Silvestre. Aquella entrega del caudillo rifeño
    hirió en lo vivo a los duelistas matones del
    pretorianismo imperialista del Estado de Alfonso XIII
    –no quiero llamarle español.

    A todo esto
    en España, ni había Parlamento, ni corporaciones
    de sufragio popular, a pesar de que Don Alfonso prometía
    su restablecimiento por dos veces a Mr. Briand y a otros.
    Pero no veía el modo de evitar que se les pidiese
    cuentas a los pronunciados del 13 de Septiembre, a los
    tiranuelos de la dictadura y a él mismo. En
    13 de Septiembre de 1924, en el primer aniversario del
    garrotazo de Estado, el rey mismo le dijo a un amigo
    mío: “Esto pasará y se hará
    justicia a todos”. Es lo que el Sr. Sánchez
    Guerra pidió en Vitoria.
    Pero lo que
    no se quiere es justicia y para evitar que se haga justicia
    se mata la libertad. Porque sin libertad no se puede
    hacer justicia; ¡libertad de la Verdad!

    Por no haber
    Parlamento, ni autoridades populares de sufragio libre,
    por no ser España nación democrática
    y libre y constitucional, no pudo seguir en la Sociedad
    de Naciones. Y por eso mismo no puede reclamar el protectorado
    de Tánger. ¿Protectorado? ¿Y quién
    protegerá de los protectores a los protegidos?,
    de esos protectores que atropellan el derecho y la justicia
    y la dignidad y en España misma tratan a los
    ciudadanos como a siervos sin derechos, estableciendo
    el robo de Estado, como en las multas llamadas extralegales,
    y el asesinato de Estado como en lo de los primeros
    sucesos de Vera? No, los de la innoble y salvaje e inhumana
    Cruzada del Rif, no pueden pedir la regencia de Tánger.
    ¿O es que se quiere hacer de Tánger –lo
    que queda del ensoñado Vice-Imperio Ibero-Africano-
    un otro Principado de Mónaco, con Mr. Marquet
    de Gran Visir y en que alguna vez vaya a tallar, rodeado
    de sus caudillos bien alumbrados, el Príncipe
    mismo? ¡Que todo pudiera ser…!

    ¡No!
    Al pueblo español, al verdadero pueblo, le tiene
    sin cuidado lo de Tánger. Y a los que ven lejos
    y hondo les preocupa este aspecto de desquite duelístico
    mezclado con matonerías de timba. Y comprenden
    que la dignidad y la civilidad de España no pueden
    quedar bien si no queda mal la pretorianería.
    Como comprenden también que, si los ejércitos
    son para evitar guerras y no para provocarlas, no se
    puede hacer ni guerras ni guerrillas para los mercenarios
    del ejército y para ascensos y recompensas y
    obvenciones.

    En
    Hedaya, a diez de marzo de 1927.



     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    En
    recuerdo de Coll y Puig.


    Por F. Pi y Arsuaga.
    El Nuevo Régimen.
    Semanario republicano federal.
    Hemeroteca Municipal de Madrid


    Antonio María Coll y Puig era, según parece,
    asturiano. Creíasele de Santander porque en Santander
    vivió aún niño y en Santander recibió
    la educación y la cultura de que dio tan patentes
    muestras. Se dedicó de joven a la contabilidad, y
    contador de la Diputación provincial fue primero
    en Soria y después en el mismo Santander, donde lo
    era aún el día de su muerte.

    Su
    cargo, con ser oficial, no le ató nunca para defender
    y difundir sus ideas, siempre liberales: ayer, simplemente
    democráticas y republicanas, después, federalistas.
    Las defendió en la prensa y en las calles,

    que no le faltó nunca valor para concurrir a las
    revoluciones que aquí hubo desde el año 1854,
    en que se alzó O’Donnell. En todas prestó
    servicios y en ninguna trató de cobrarlos. Por oposición,
    y en tiempos conservadores, ganó las plazas de contador
    que tuvo.

    Lo
    que sus ideas le acarrearon fue serios disgustos. Vio con
    malos ojos una de las Diputaciones provinciales de Santander
    que fuese contador un federal, a quien no cabía doblegar
    ni con halagos ni con amenazas, y le acusó calumniosamente
    de faltas cometidas en el ejercicio de la contaduría,
    suspendiéndole de empleo y sueldo. Con ser la acusación
    completamente falsa, tuvo que luchar Coll bastante tiempo
    para la salvación de su honra y de su plaza. Habérselas
    con toda una Diputación bajo un gobierno enemigo,
    harto comprenderá el lector que había de ser
    difícil, sobre todo imperando ya en toda España
    el más vergonzoso caciquismo.

    Era
    hombre verdaderamente apto para la lucha nuestro amigo y
    correligionario. Bien claramente lo dio a conocer en su
    periódico La Voz Montañesa, que fundó
    del año 1872 al 1873 con Abelardo Unzueta y Ernesto
    Fernández, sostuvo del año 1874 al 1878 con
    Evaristo López Herrero, y continuó desde el
    año 1878 con sus solas fuerzas.
    A las denuncias
    y procesos fiscales que le trajeron ya multas, ya prisiones,
    según las leyes de imprenta en vigor, se añadieron
    persecuciones de muy distinta índole. Ya fueron contra
    él los más de los abogados santanderinos,
    ya el obispo Calvo, que le excomulgó en solemne forma
    ,
    ya Cobián, que tiene aún pendiente del Tribunal
    Supremo un recurso de casación contra una sentencia
    absolutoria.

    No
    se arredró nunca Coll, ni nunca se detuvo en la senda
    de la verdad y el progreso. Fustigó siempre a los
    malos gobiernos, combatió los proyectos de ley contrarios
    al interés públicos, defendió la democracia
    y el federalismo contra todos sus impugnadores, no perdonó
    medio de atajar el paso a la Iglesia, la conspiración
    eterna con el Estado y contra la libertad de pensamiento
    y la conciencia.

    Fue
    Coll en el partido federal un verdadero atleta. Dirigió
    el de Santander, y fue desde el año 1888 individuo
    del Consejo.
    Estuvo en casi todas las asambleas
    que celebramos, y en la de Zaragoza de 1883 contribuyó
    no poco a redactar y discutir el proyecto de Constitución
    y el de reformas sociales que allí se aprobó,
    proyectos con que contestamos a los que injustísimamente
    nos acusaban de no tener definido nuestro programa. Terció
    en todas las contiendas que dentro del partido se suscitaron,
    y en todas obró con energía, no vacilando
    en combatir a cuantos quisieron dividirlo, bien a impulsos
    de la ambición, bien movidos por rivalidades y celos.
    No se separó jamás un solo punto del buen
    camino.

    Desvivíase,
    además, Coll por los intereses de la provincia en
    que moraba. Años ha venía trabajando para
    que se construyera un ferrocarril directo de Santander a
    Madrid, y se redujese a diez o doce horas el trayecto entre
    las dos capitales.
    Calculaba, y calculaba bien,
    que por este medio había de mejorar considerablemente
    la afluencia de buques y mercancías al puerto de
    Santander, y aumentar, por consiguiente, la riqueza de la
    provincia; y no se cansaba de buscar medios de realizarlo.

    Tenía
    Coll 61 años, y habría podido prestar aún
    a la provincia y a la nación nuevos servicios. Es
    su muerte una sensible pérdida para cuantos quisiéramos
    ver regenerados por la federación y el trabajo nuestra
    abatida patria.

     

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

    No
    se alarmen los católicos: ellos mejor que nadie
    saben que santo no quiere decir otra cosa sino “elegido”.
    Y estos masones elegidos aquí son hombres que
    han pasado a la Historia por alguna excelencia o virtud.

    Si
    vivieran los Papas o los Reyes que les han aplicado
    los adjetivos más crueles y repugnantes, no es
    difícil que se sintieran arrepentidos.

    El
    Menologio masónico pudiera haber sido mucho más
    extenso, porque he descartado a los que entregaron su
    nombre a la posteridad a causa del martirio sufrido
    y porque no me he propuesto dar a este libro carácter
    de diatriba o acusación contra quienes no tuvieron
    inconveniente en usar y abusar de ella contra la Francmasonería.
    Las injurias se castigan o se perdonan; la retorsión
    no es noble,

    Son
    los prohombres, no todos, de la Institución que
    han florecido durante los dos siglos últimos.
    ¿Podría la Iglesia formar, con referencia
    a igual período, un catálogo semejante?

    Abascal
    (José).-Alcalde de Madrid. 1830-1890.
    Abd-el-Kader.- 1807-1883.
    Aboud (Edmond).-Escritor francés. 1828-1885.
    Acuña (Rosario de).-Escritora y poetisa eminente.
    Adams (John).-Segundo Presidente de los EE. UU. 1735-1836.
    Adolfo Federico.-Rey de Suecia. 1710-1771.
    Alameda (Fray Cirilo).-Arzobispo de Toledo en el reinado
    de Isabel II.
    Alava (Miguel de).-General y diplomático español.
    1771-1880.
    Alaminos (Juan).-General español. 1813-1899.
    Albaida (Marqués de).-Político español.
    1803-1878.
    Alcalá Galiano (Antonio).-Escritor, político
    y diplomático español. 1789-1866.
    Alcalá-Zamora (Manuel).-Político y escritor.
    d 1881.
    Almodóvar (Conde de).-General español.
    1777-1854.
    Alvarez Guerra (Juan).-Escritor y político. 1789-1845.
    Alvarez Lorenzana (Juan). -Periodista y político.
    1819-1883.
    Alvarez Mendizábal (Juan).-1790-1853.
    Amadeo I de España.
    Anderson.-Pastor protestante. Londres. 1840-1878.

    Andrassy.-Historiador
    y político húngaro. 1823-1890.
    Anspachs.-Notabilísimo Burgomaestre de Bruselas.
    D 1857.
    Antillón (Isidro).-Político, abogado,
    escritor español. 1778-1814.
    Arago (D.).-Sabio Físico y Geógrafo francés.
    1786-1853.
    Arago (E.).-Sabio y político francés.
    1812-1896.
    Aranda (Conde de).-1718-1799.
    Arco Agüero.-General español del reinado
    de Isabel II.
    Arenas (Anselmo).-Ilustre Catedrático. N. 1844.

    Argenteau.-Belga. Arzobispo de Tyr. 1789-1879.
    Argüelles (Agustín) (“El Divino”).-1776-1844.

    Arriaga (Manuel).-Presidente de la República
    portuguesa.
    Astor.-Filántropo americano. 1763-1848.
    Atalayuelas (Marqués de las).-Político
    del reinado de Carlos IV.
    Atmeller (Narciso) -General español. 1820-1885.
    Auerbach -Gran escritor alemán. 1812-1882.
    Avalos (Simeón).-Arquitecto y Alcalde de Madrid.
    1829-1904.
    Ayguals de Izco.-Escritor español del siglo XIX.

    Azanza (Miguel José de).-Ministro y diplomático
    de Carlos IV.
    Azara (José N. de).-Embajador de España
    en Roma a principios del siglo XIX.
    Badía (Domingo).-Orientalista y viajero. 1766-1822.

    Bailly.-Astrónomo, literato y Alcalde de París.
    1736-1793.
    Balaguer (Víctor).-Literato y político
    español 1824-1901.
    Ballesteros (Juan Manuel).-Médico y escritor.
    1794-1869.
    Barcia (Roque).-Escritor y político. 1823-1885.
    Barrantes y Moscoso (Alonso M.).-Político y escritor.
    1800-1876.
    Bassols (Joaquín).-General español. 1797-1877.
    Batuecas (Martín de).-Ayudante de Wellington
    y escritor.
    Beaumarchais.- Gran poeta satírico francés.
    1732-1799.
    Becerra (M.).-Político y Matemático español
    1823-1896.
    Beránger (José).-Almirante español.
    1824-1907.
    Berliot.-Músico eminente. 1803-1869.
    Bernardotte.-General francés. Rey de Suecia 1763-1844.
    Blanc (Louis).-Diputado y escritor francés. 1811-1882.
    Blanc (Luis).-Politico y periodista español.
    1834-1887.
    Blasco Ibáñez (Vicente).-1867-1928.
    Blücher.-Uno de los héroes de Waterlóo.
    1742-1819.
    Blunschli.—Gran jurisconsulto y escritor. 1808-1881.
    Bolívar (Simón).-I783-1830.
    Bombarda (Dr. M.).-Estadista portugués.
    Bonaparte (Luis).-Rey de Holanda. 1778-1846.
    Borbón (Francisco de Paula de).-1794-1847.
    Borrego (Andrés) -Periodista español.
    1802-1891.
    Bourgeois (León).-Premio Nóbel.
    Braga (Theofilo).-Estadista portugués.
    Bretón (Tomás) -Gran músico español
    contemporáneo.
    Bríand (Arístides).-Político francés
    contemporáneo.
    Braud.-Presidente del Estado libre de Orange. 1823-1888.
    Buchnan.-Presidente de los EE. UU. 1791-1868.
    Bucher-Heller.-Presidente del Bureau Int. de la Paix.
    1868-1925.
    Buffon.-Naturalista y escritor. 1707-1788.
    Bürger.-Gran poeta alemán. 1748-1794.
    Bürgers.-Presidente del Estado libre de Orange.
    Burke.-Gran político inglés. 1729-1797.
    Busms.-Gran poeta escocés. 1759-1796.
    Byron (Lord).-1788-1824.
    Caballero (Fermín). – Escritor y político
    español. 1800-1876.
    Cabarrús (Conde de). -Hacendista español.
    1752-1810.
    Cabrera (Juan Bautista).-Obispo evangélico. N.
    1837.
    Cala (Ramón).-Escritor y político español.
    1828-1890.
    Calatrava (Ranión María) -Político
    y jurisconsulto. 1786-1876.
    Calderón Collantes (Fernando) -Político
    y jurisconsulto. 1811-1890.
    Calvo (Ricardo).-Gran actor español. 1844-1895.

    Calvo Asensio (P.).-Político, periodista y farmacéutico.
    1821-1863.
    Calvo de Rozas.-Corregidor de Zaragoza en 1808.
    Cámara (Sixto).-Político del siglo XIX.

    Cambacères.-Jurisconsulto. Autor del Código
    de Napoleón. 1753-1824.
    Cambrone.-Heroico General francés. 1770-1842.

    Campomanes (Conde de).-Diplomático, escritor
    y economista español. 1723-1803.
    Caning.-Gran político inglés. 1770-1827.
    Cano Manuel.-Magistrado y político. 1768-1836.
    Carlos Augusto.-Duque de Sajonia. 1757-1828.
    Carlos X.-Rey de Francia. 1757-1836.
    Carlos XV.-Rey de Suecia. 1826-1872.
    Carvajal (José).-Político y jurisconsulto.
    1834-1899.
    Casado del Alisal.-Pintor. 1832-1886.
    Castaños.-Heroico General español. 1758-1852.
    Castelar (Emilio).-1832-1899.
    Castro (Felipe).-Académico y escultor de Carlos
    III.
    Cavour (Conde de).-1810-1861.
    Cazzotte.-Escritor francés. 1720-1793.
    Cerralbo (Marqués de) -Diputado y Alcalde de
    Madrid en 1836.
    Claretie (J.) -Escritor francés. 1840-1916.
    Claudius (Math.).-Poeta alemán. 1740-1815.
    Clavé (José Antonio).-Músico, poeta
    y gran revolucionario. 1824-1874.
    Combes.-Presidente de la República francesa
    Concha (M. G., de la).-Heroico General español.
    1808-1874.
    Condillac.-Filósofo francés. 1715-1780.
    Condorcet.-Filósofo y matemático francés.
    1743-1794.
    Contreras (Juan).-General español. 1760-1826.
    Córdova.-General y Presidente del Gobierno. 1806-1886.
    Cortina (Manuel) -Eminente jurisconsulto. N. 1802.
    Couder (Jerónimo S.).-Magistrado. D. 1878.
    Cremieux.-Político francés. 1796-1880.
    Crispi.-Político italiano. 1819-1901.
    Cumberland (Duque de).-1721-1765.
    Cumberland (Ernesto Augusto).-Rey de Hanover. 1781-1851.
    Curros Enríquez (Manuel).-Gran poeta español.
    1851-1908.
    Chang-Kai-Sek.-Emperador de China.
    Chao (Eduardo).-Escritor y político. 1821-1887.
    Chartres (Duque de) -1747-1793.
    Chestersfield.-Gran político inglés. 1694-1773.
    Christian IX.-Rey de Dinamarca. 1818-1906
    Dabrosky.-Jesuita. 1753-1829.
    D’Alembert.-Filósofo y matemático francés.
    1717-1783.
    Danton.-1759-1794.
    Daoíz (Luis).-1767-1808.
    D’Arlincourt.-Escritor francés del siglo XVIII.
    David (J. L.).-Pintor de la Revolución francesa.
    1748-1825.
    Dawes.-Financiero americano. N. 1855.
    De Coster.-Gran literato belga. 1827-1879.
    Delgado (Pedro).-Gran actor español. 1824-1904.
    Delille.-Sacerdote y poeta francés. 1738-1813.
    Desaguilliers.-Físico inglés eminente.
    1691-1770.
    Descaces.-Ministro de Carlos X. 1760-1860.
    Desmoulins (C.). -Abogado y revolucionario. 1760-1794.
    Dewey.-Almirante americano. 1837-1917.
    Dewez.-Gran Médico belga. 1858-I929.
    Días de Benjumea (Nicolás).-Escritor.
    1829-1884.
    Días y Pérez (Nicolás).-Escritor.
    1841-1898.
    Díaz Quintero (Francisco) -Político y
    jurisconsulto. 1819-1878.
    Diderot.-Enciclopedista. 1713-1784.
    Disraeli.-Novelista y político. 1805-1881.
    Dombrowski.-Héroe de Polonia. 1755-1818.
    Dom Pedro I de Alcantara.-Emperador del Brasil. 1798-1834.
    Dos Reis (Cándido).-Almirante portugués.

    Doumer (Paul).-Presidente de la República francesa.
    1857-1932.
    Douwes-Dekker (Multatuli).-Gran escritor holandés.
    1820-1887.
    Ducommun.-Premio Nóbel.
    Dunant.-Premio Nóbel.
    Doyle (Arturo Conan).-1859-1930.
    Dulce (Domingo) -General español. 1808-1889.
    Eça de Queiroz.-Gran escritor portugués.
    Echegaray (José).-Político y literato.
    N. 1833.
    Eduardo VII.-Rey de Inglaterra. 1841-1910.
    Eiffel.-Gran Ingeniero francés. 1832-1923.
    Ensenada (Marqués de la).-Gran estadista español.
    1802-1881.
    Esperabé (Mamés).-Catedrático.
    1830-1906.
    Escosura (Patricio de la).-Político y literato.
    1807-1878.
    Espartero.-Regente del Reino. 1793-1879.
    Espoz y Mina.-Heroico General español. 1781-1836.
    Espronceda (José de) .-1810-1842.
    Estanislao I.-Rey de Polonia.
    Estanislao II.-Rey de Polonia.
    Fairbanks (Douglas>.
    Falk.-Politico holandés. 1777-1843.
    Fauchez.-Obispo francés. 1744-1793.
    Faure (Félix).-Presidente de la República
    francesa. 1809-1880.
    Favou.-Político suizo. 1843-1902.
    Favre.-Político francés. 1809-1880.
    Federico.-Príncipe de Gales y Rey de Inglaterra.
    1738-1820.
    Federico II de Prusia.-1712-I786.
    Federico Guillermo II.-Rey de Prusia. 1744-1840.
    Federico III.-Emperador de Alemania. 1831-1888.
    Federico Guillermo III.-Rey de Prusia. 1770-1840.
    Federico Guillermo IV.-Rey de Prusia. 1795-1861.
    Federico VIII.-Rey de Dinamarca. 1843-1912.
    Federico Guillermo Carlos.-Rey de Wurtenberg. 1754-1816.
    Fernández de Córdoba (Francisco) -General
    español. D. 1873.
    Fernández Elías (Clemente.)-Escritor y
    Catedrático. D. 1897.
    Ferrer Guardia (Francisco) .-D. 1909.
    Ferri.-Político francés. 1832-1893.
    Fessler.-Fraile capuchino alemán. 1756-1839.
    Fichte,-Filósofo alemán. 1762-1814.
    Figueras (Estanislao).-Presidente de la I República
    española.
    Flórez Estrada.-Economista español. 1770-1852.
    Floridablanca (Conde de) -1730-1808.
    Flourens.-Psicólogo francés. 1838-1871
    Ford.-Rey del automóvil.
    Forner (Juan Pablo).-Gran escritor. 1756-1797.
    Francillón.-Suizo, fundador de la fábrica
    Longines. 1834-1900.
    Francisco I.-Emperador de Austria. 1708-1765.
    Francklin (Benjamín).-1706-1790.
    Fried.-Escritor austriaco. Premio Nóbel.
    Furrer.-Primer Presidente de la Confederación
    suiza. 1805-1861.
    Galán (Fermín).-Héroe de la sublevación
    de Jaca.
    Gallardo (Bartolomé José).-Gran escritor
    español. 1776-1852.
    Gallego (Juan Nicasio).-Sacerdote, gran liberal y gran
    poeta. 1777-1853.
    Gálvez (Antonio, “Toñete”).-Héroe
    de la Revolución cantonal.
    Gambetta (León).-1838-1882.
    Garat.-Ministro de la Convención. 1749-1792.

    García Ruiz (Eugenio) -Abogado, político
    y periodista. 1819-1883.
    Garfield- Presidente de los EE. UU. 1831-1881.
    Garibaldi (Giussepe).-D. 1841.
    Garnier-Pagés.-Jefe de los republicanos franceses.
    1801-1841.
    Garrido (Fernando).-Escritor y político. 1834-1883.
    Gauthier (T.).-Escritor francés. 1811-1872.
    Gelpke.-Teólogo belga del siglo XIX.
    Genisson (V.).-Gran pintor belga. 1805-1860.
    Gey.-Político inglés contemporáneo.
    Gibbon.-Historiador inglés. 1737-1794.
    Glocester (Duque de).-1775-1834.
    Goethe.-1749-1832.
    Gómez Becerra . – Jurisconsulto y político
    español. 1771-1855.
    Gretry.-Gran músico belga. 1741-1813.
    Guillermo I.-Emperador de Alemania. 1797-1888.
    Guillermo II.-Rey de los Países Bajos. 1792-1849.
    Guillermo IV-Rey de Inglaterra. 1745-1770.
    Gustavo III.-Rey de Suecia. 1746-1792.
    Gustavo IV-Rey de Suecia. 1778-1837.
    Guyot (Ives).-Economista y sociólogo francés.
    1843-1927.
    Haakon IV.-Rey de Noruega.
    Habibullah Khan.-Soberano del Afganistán.
    Hahnenman.-Famoso homeópata. 1755-1843.
    Hankar.-Arquitecto belga. 1859-1901.
    Hansseas-Gran músico belga. 1802-1871.
    Harding.-Presidente de los EE. UU. 1865-1923.
    Haydn.-Músico. 1732-1809.
    Heesen.-Historiador alemán. 1760-1842.
    Helvetius-Filósofo francés. 1715-1771.
    Herculano (Alejandro).-Gran escritor portugués.
    Herder.-Filósófo y poeta alemán.
    1744-1803
    Heredia (J. M. de).-Poeta francés. 1842-1905.
    Heros (Martin de los).-Político español.
    1770-1859.
    Hobbes.-Filósofo inglés del siglo XVII.
    Hottinger.-Teólogo suizo. 1783-1860.
    Humbert.-Pintor suizo. 1819-1900.
    Humbold.-Viajero alemán. 1769-1850.
    Irving (H.).-Actor inglés. 1838-1905.
    Istúriz.-Politico español. 1790-1864.
    Jackson.-Presidente de los EE. UU. 1767-1845.
    Jenner.-Inventor de la vacuna. 1840-1913.
    Joffre.-Mariscal de Francia. 1852-1931.
    Jones.-AImirante norteamericano. 1747-1792.
    Jorge IV-Rey de Inglaterra. 1762-1830.
    Jorge V.-Rey de Hanover. 1819-1878.
    Jovellanos (Melchor Gaspar de).-1744-1810.
    Juárez.-Estadista norteamericano. 1806-1872.
    Kane.-Explorador del Polo. 1820-1857.
    Kant.-Filósofo. 1724-1804.
    Keller.-Escritor holandés. 1829-1899.
    Kennedy.-Autor dramático americano.
    Kipling (Ruyard).-Premio Nóbel.
    Kitchener.-General inglés. 1850-1915.
    Kleber.-General francés. 1758-1809.
    Klinger.-Poeta alemán del siglo XVIII.
    Klopstok.-Poeta alemán. 1724-1803.
    Koseinszko.-Héroe de Polonia. 1746-1817.
    Krabbe.-Pintor holandés. 1869-1932.
    Krausse.-Filósofo. 1781-1832.
    Lacy (Luis).-General español. 1775-1819.
    Lachenal.-Presidente de la Confederación suiza.
    1849-1918.
    Lafarga (Vicente).-Sacerdote y escritor. 1801-1882.
    Lafayette.-1757-1834.
    Lafontaine (Henri).-Premio Nóbel.
    Lagunero.-General español. 1828-1879.
    La Harpe.-Enciclopedista del siglo XVIII.
    Lamballe (Princesa de).-1749-1793.
    Landero.-Teólogo y político español.
    1784-1868.
    La Rochefoucauld.—Pensador francés. 1779-1863.
    Larra (Mariano José de, “Fígaro”).-1809-1837.
    Latorre (C.).-Gran actor español. 1799-1850.
    Lavater.-Médico y químico suizo. 1740-1826.
    Lavoisier.-Químico. 1743-1794.
    Layret.-Abogado español, mártir, como
    Ferrer, de sus ideas.
    Lefèbre.-Mariscal de Francia. 1755-1820.
    Legouvé.-Historiador francés. 1807-1903.
    Leopoldo I.-Rey de Bélgica. 1790-1865.
    Lessing.-Filósofo y poeta alemán. 1729-1781.
    Letamendi.-Médico y escritor español.
    1828-1897.
    Ligne (Príncipe de).-Mariscal de Francia y escritor.
    1737-1814.
    Lincoln.-Presidente de los EE. UU. 1809-1865.
    Lindberg.-Aviador americano.
    Lista (Alberto).-Sacerdote, poeta y pedagogo. 1789-1848.
    Liszt-Músico. 1811-1886.
    Littré.-Filósofo y filólogo francés.
    1801-1881.
    López (Joaquín M.ª).-Gran orador
    y político español. 1798-1855.
    López de Ayala (Angeles).-Escritora y poetisa
    española. 1858-1926.
    Löwe.-Músico alemán. 1796-1869.
    Llano y Persi.-Escritor y Alcalde de Madrid. 1826-1903.
    Llorente.-Secretario del Santo Oficio. 1756-1823.
    Lloyd (Harold).-Actor cinematográfico.
    Macanaz (Melchor de).-Político y escritor español.
    1670-1760.
    Macdonald.-Mariscal de Francia. 1765-1840.
    Machado (Antonio).-Escritor español.
    Machado (Bernardino).-Estadista portugués.
    Machado Santos.-Estadista portugués.
    Madoz (Pascual).-Político y escritor español.
    1806-1870.
    Magalhaes Lima.-Político y periodista portugués.
    Magnan.-Mariscal de Francia. 1791-1865.
    Máiquez (Isidoro).—-Gran actor español.
    1766-1820.
    Maisonave (E.).-Político y periodista. 1840-1890.
    Mac-Kinley.-Presidente de los EE. UU. 1843-1901.
    Malcampo.-Marino y político español. 1828-1880.
    Marchena (Abate).-Escritor y político. I768-I82I.
    Marschal.-Obispo de Kanín. 1732-1786.
    Martín (Juan, “El Empecinado”).-Guerrillero
    español. 1775-1825.
    Marina (A. M.).-Sacerdote, historiador. 1754-1833.
    Marmontel.-Literato francés. 1729-1796.
    Martínez de Robledo.-Presidente de los cinco
    Gremios Mayores de Madrid en tiempo de Carlos III.
    Martínez Villergas.-Escritor español.
    1817-1894.
    Martos (Cristino).-Abogado y político español.
    1830-1893.
    Massena.-Mariscal de Francia. 1758-1817.
    Maximiliano José I.-Rey de Baviera. 1756-1825.
    Mazzini-Gran político italiano. 1805-1872.
    Medina (Tristán).-Sacerdote cubano. 1824-1886.
    Meléndez Valdés.-Poeta español.
    1754-1817.
    Méndez (Catulle).-Escritor francés. 1841-1909.
    Méndez Núñez.-Héroe del
    Callao. 1824-1869.
    Méndez Vigo.-General español. 1790-1860.
    Merelo.-Político y escritor español. 1829-190I.
    Mestner.-Descubridor del magnetismo animal. 1733-1815.
    Meyerbeer.-Músico. 1791-1864.
    Miláns del Bosch.-Guerrillero español.
    1829-1889.
    Mina “el Joven”.-Guerrillero español.
    1779-1817.
    Mirabeau.-1749-1791.
    Mohamed Kan.-Soberano del Afganistán.
    Monet (C.).-Gran pintor francés.
    Monroë.-Presidente de los EE. UU. 1758-1831.
    Montemar (Francisco) -Político y escritor. 1825-1889.
    Montgolfier.-Inventor del globo aerostático.
    1740-1810.
    Montijo (Conde del).-Político del reinado de
    Fernando VII.
    Montesquieu.-Jurisconsulto y filósofo. 1689-1755.
    Monturiol (Narciso).-Inventor y marino español.
    1819-1885.
    Morayta (Miguel).-Catedrático, político
    y escritor.
    Moratín (Leandro F. de).-1760-1828.
    Moreau (J. Víctor).-General francés. 1743-1813.
    Moriones.-General español, héroe de las
    guerras civiles.
    Moreno Benítez.-Periodista y político
    español. 1822-1887.
    Moret (S.) -Político español. 1838-1913.

    Morillo.-General español del reinado de Fernando
    VII.
    Moyano (C.).-Pedagogo y Ministro de Isabel II.
    Mozart-Músico. 1756-1791.
    Muñoz Torrero.-Sacerdote y gran político
    español. 1761-1827.
    Murat.-Rey de Nápoles. 1767-1815.
    Muro (José).-Abogado y político español.
    1842-1914
    Munster.-Obispo de Copenhague. 1761-1830.
    Mustafá Kemal.-Gran político turco contemporáneo.
    Naquet.-Jurisconsulto y político francés.
    1834-1916.
    Notomb.-Gran político belga. 1805-1881.
    Navas (Conde de Ias).-Político español
    del pasado siglo.
    Nelson.-Héroe de Trafalgar. 1758-1805.
    Newton.-Físico y matemático. 1643-1727.
    Ney.-Mariscal de Francia. 1769-1815.
    Nouvilas.-General español. 1812-1880.
    Núñez de Arce.-Poeta y político.
    1834-1902
    O’Connell.-Patriota irlandés. 1775-1847.
    O’Donnell.-General español. 1760-1845.
    Oersted.-Gran físico danés. 1777-1851.
    O’Farril.-General español. 1754-1831.
    Olavide.-Gran escritor y político. 1725-1802.
    Oliver.-Historiador inglés. 1783-1867.
    Olózaga (Salustiano de).-Político español.
    1805-1873.
    Oneken.-Historiador alemán. 1838-1905.
    Oráa.-General español. 1788-1851.
    Orcasitas (Bernardo).-Alcalde de Madrid en el siglo
    pasado.
    Ordax Avecilla (José).-Periodista y político.
    1813-1856.
    Oreiro (Jacobo).-Ministro de la primera República.

    Orense (J. M., Marqués de Albaida).-Presidente
    de las Cortes de la I República.
    Oscar I.-Rey de Suecia y Noruega. 1799-1859.
    Oscar II.-Rey de Suecia.
    Osmán Pachá.-General turco. 1837-1900.
    Ostwald (W.).-Premio Nóbel.
    Pablo I de Rusia.
    Palacio (Manuel del).-Escritor. 1823-1906.
    Panzano y Aminall (Francisco).-Historiador.
    Peary.-Explorador del Polo. 1856-1920.
    Pécher.-Jurisconsulto belga. 1885-1926.
    Pedro III de Rusia.
    Pelletán (E.).-Ministro francés. 1813-1884.
    Peral (Isaac).-GIorioso marino e inventor español.
    1851-1895.
    Pérez del Alamo.-Revolucionario del siglo XIX.
    Petion.-Alcalde de París cuando la Revolución.
    1756-1793.
    Pi y Margall (Francisco).-Presidente de la I República.
    1824-1901.
    Pierrad (Blas).-General español. 1813-1872.
    Polo (Fr. Eusebio).-Agustino. 1719-1774.
    Polk.-Presidente de los EE. UU. 1795-1849.
    Pontejos (Marqués viudo de).-Gran Alcalde de
    Madrid. 1790-1840.
    Pope-Gran poeta inglés. 1688-1744.
    Porlier (E. D.).-Marino español. D. 1819.
    Preston.-Historiador inglés. 1742-1818.
    Pretorius.-Presidente de la primera República
    del Africa del Sur. 1818-1891.
    Prim (Juan).-Glorioso General español. 1814-1870.
    Proudhon.-Economista y filósofo. 1809-1865.
    Putshkin.-Poeta ruso. 1799-1837.
    Queintal (Anthero de).-Escritor portugués.
    Quinet (Ed.).-Poeta, historiador y filósofo francés.
    1803-1875.
    Quintana (M. J.).-Poeta español. 1777-1852.
    Ramos Calderón.-Político y periodista
    español. 1835-1904
    Reclus (Elíseo).-Escritor y geógrafo francés
    1830-1905.
    Renard.-Geólogo jesuita del siglo XIX.
    Retera.-Escritor holandés. 1858-1930.
    Reus y García (José).-Jurisconsulto y
    escritor. 1816-1883.
    Rey.-General boer. 1847-1914.
    Richet (Carlos).-Premio Nóbel.
    Richter.-Escritor alemán. 1766-1825.
    Riego (Rafael del) -General español. 1784-1823.
    Riquelme (José).-Actor español. 1865-1903.
    Rispa y Perpiñá.-Periodista y político
    de siglo XIX.
    Rivas (Duque de).-Poeta español. 1791-1857.
    Rivera (Nicolás María).-Político
    español. 1814-1878.
    Robert (Roberto).-Escritor español. 1827-1873.
    Rodil.-General español. 1789-1853.
    Rodríguez (Ventura).-Arquitecto español.
    1717-1785.
    Romea (Julián).-Actor y poeta español.
    1813-1868.
    Romero Girón.-Abogado y político. 1835-1900.
    Romero Ortiz.-Abogado y político. 1822-1884.
    Ros de Olano.-General español del siglo XIX.
    Ros (Vizconde de).-General español del sigo XIX.
    Roosevelt (Teodoro).-Presidente de los EE. UU. 1858-1919.
    Premio Nóbel.
    Rousseau (Juan Jacobo).-1712-1778.
    Rubio (Carlos).-Escritor español. 1832-1871.
    Rubio (Federico).-Eminente cirujano. 1827-1902.
    Ruckert.-Poeta alemán. 1788-1861.
    Ruchet.-Presidente de la Confederación suiza.
    1853-1912.
    Ruiz Zorrilla.-Político español. 1833-1895.
    Sagasta (Práxedes Mateo).-Político español.
    1827-1903.
    Salmerón (Francisco).-Político español.
    1822-1878.
    San Miguel (Evaristo).-General español y escritor.
    1785-1862.
    San Miguel (Santos).-General español de la Guerra
    de la Independencia.
    Santa Marta (Marqués de).-Prohombre republicano
    del siglo pasado.
    Sandoval (Marqués de).-Prohombre republicano
    del siglo pasado.
    Scott (Walter).-Gran literato inglés. 1771-1832.
    Schiller.-Poeta eminente. 1759-1805.
    Seoane (Mateo).-Gran Médico de principios del
    Siglo XIX.
    Serrano.-General español, Regente del Reino.
    1810-1885.
    Serrano Bedoya.-Ministro de Alfonso XII.
    Shakleton.-Explorador del Polo. 1874-1922.
    Sièyes (Abate).-Parlamentario de la Convención,
    escritor. 1748-1836.
    Silva (Carolina). -Escritora americana contemporánea.
    Simarro (Luis) -Médico eminente. 1851-1921.
    Simon (Jules).-Filósofo y estadista francés.
    1814-1896.
    Singer.-Político alemán. 1844-1911.
    Smith (Adam) -Economista inglés. 1723-1790.
    Sonora (Marqués de la).-Ministro de Carlos IV.

    Sorní (J. C.).-Ministro de la I República
    española.
    Soult.-Mariscal de Francia. 1769-1851.
    Spinoza.-Filósofo holandés del siglo XVII.
    Suchard.-Creador de las industrias de su nombre. 1838-1925.
    Sué (Eugenio).-Escritor francés. 1804-1857.
    Sut-Yat-Sen.-Emperador de China.
    Suworow.-Mariscal de Rusia. 1729-1800.
    Stael (Mad.).-Escritora francesa. 1766-1817.
    Stein.-Político alemán. 1757-1831.
    Sterul.-Escritor inglés. 1713-1768.
    Stressemann.-Politico alemán. 1878 – 1929. Premio
    Nóbel.
    Swiff.-Escritor inglés. 1607-1745.
    Taft.-Presidente de los RE. UU. 1857-1930.
    Tejado (Gabino).-Escritor español del siglo XIX.

    Terradas (Abdón) -Escritor y revolucionario del
    siglo XIX.
    Tewfik Pachá.-Kedir de Egipto. 1852-1892.
    Tilz.-Pintor belga. 1859-1932.
    Tirpitz.-Almirante alemán. 1849-1929.
    Topete.-Marino y político del siglo XIX.
    Toreno (Conde de).-Político, historiador. 1786-1843.
    Tornos (Cipriano R.).-Obispo evangélico del pasado
    siglo.
    Torres Amat (Félix).-Obispo de Astorga. D. 1850.
    Torrijos.-General español mártir de la
    libertad.
    Troelstra.-Estadista holandés. 1860-1930.
    Tschudy.-Historiador suizo. 1724-1769.
    Twain.-Escritor americano. 1835-1910.
    Urquijo (Marqués de).-Estadista del reinado de
    Fernando VII.
    Urquijo (L.).-Filósofo y hermano del anterior.
    Vadillo (Juan M.).-Ministro de Fernando VII.
    Valdés (Cayetano).-Marino y estadista español.
    1767-1835.
    Valladares (Gabino).-Teólogo, Obispo electo de
    Barcelona del siglo XIX.
    Van Campenhout.-Músico popular belga. 1779-1848.
    Van der Noot.-Político belga. 1750-1826.
    Van Halm.-Marino y militar español. D. 1858.
    Varela (Félix).-Canónigo de Madrid. D.
    1889.
    Vega (Ventura de la).-Escritor y político. 1807-1865.
    Velarde (Pedro).-Héroe del Dos de Mayo.
    Velbruk.-Obispo de Lieja. 1719-1884.
    Verhaegen.-Profesor belga. 1796-1862. Fundador de la
    Universidad Libre de Bruselas.
    Vernet.-Pintor francés. 1789-1863.
    Villacampa (Pedro).-General español del siglo
    XIX.
    Vincent (A.).-Gran Médico suizo. 1850-1906.
    Viennet (T. G.).-Literato francés. 1777-1868
    Volney.-Filósofo, orientalista, viajero. 1767-1820.
    Voltaire.-1694-1778.
    Vosmaer-Escritor holandés. 1860-1930.
    Voss.-Poeta alemán. 1751-1826.
    Wallace (Levis).-Escritor americano. 1827-1903.
    Wáshington.-1732-1799.
    Wellington (Duque de).-Insigne militar. 1769-1852.
    Wemer.-Poeta alemán. 1786-1823.
    Wesley.-Pastor metodista. 1703-1791.
    Wet.-General boer. 1854-1922.
    Wieland.-Poeta y filósofo alemán. 1733-1813.
    Willems.-Literato flamenco; 1793-1846.
    Wienner.-Jurisconsulto belga. 1851-1914.
    Wolf.-Filólogo y jurista alemán. 1759-1824.
    Wolsledy.-General inglés. 1833-1913.
    Yung.-Naturalista y escritor suizo. D. 1918.
    Zajón (Fr. Juan).-Benedictino, Catedrático
    de la Universidad de Barcelona.
    Zayas.-General español del siglo XIX.
    Zurbano (Martín).-Guerrillero español.
    1790-1845.


    Del libro: “La Francmasonería. Sus apologistas
    y sus detractores”.
    De Eduardo Barriobero y Herrán
    Madrid, 1935

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    En los últimos días de Agosto de 1937, mientras
    se desencadenaba en Aragón la ofensiva republicana
    de Belchite, se producen en el Frente Norte, tanto en
    el plano militar como en el político, una serie
    de acontencimientos de gran transcendencia e íntimamente
    relacionados entre sí. El detonante fue la caída
    de Santander el día 26 en manos de los nacionales.
    Lo de Santander fue un desastre militar superior al
    de Bilbao y solamente comparable al que tendría
    lugar en Asturias, pero sin la resistencia encarnizada
    que al avance de las fuerzas nacionales se opuso en esta
    última región.

    Miles y miles de milicianos fueron hechos prisioneros
    en los sucesivos copos que se produjeron durante las dos
    semanas que duró la ofensiva. Las pérdidas
    de material fueron igualmente cuantiosas, además,
    sin la posibilidad de sustitución. Ya se ha dicho
    antes que la táctica elegida por el Estado Mayor
    republicano y por la Junta Delegada del Gobierno en el
    Norte de España, presidida por el general Gámir
    Ulibarri, siendo gobernador civil de la provincia Roberto
    Alvarez, sobrino de Melquiades Alvarez, esa táctica
    de retirarse hacia Santander capital en vez de hacia Asturias
    fue lo que propició la magnitud del descalabro.

    Ante
    lo ya irremediable, la primera reacción fue
    la proclamación del Consejo Interprovincial de
    Asturias y León en Consejo Soberano
    , según
    decreto que apareció publicado el mismo día
    26 de Agosto en la prensa republicana asturiana, que creo
    que conviene reproducir íntegramente, dada su brevedad,
    por si pudiera servir de ilustración, de reflexión,
    de comparación, entre los razonamientos de aquella
    izquierda republicana y los “autonómicos”
    de nuestra época:

    Decreto

    «Quien
    repase en su memoria hechos históricos hallará
    la confirmación de que una ciudad sitiada asumió
    siempre la integridad de su responsabilidad. Dos encontradas
    corrientes coinciden en el punto de esta necesidad: una,
    la dificultad, cuando no la imposibilidad de consultar
    las decisiones con el supremo poder político del
    país; otra, la inaplazable urgencia de resolver
    minuto por minuto.

    Los
    medios actuales de ataque y defensa en la guerra imprimen
    a los movimientos tal rapidez, fuerzan hechos a tan larga
    distancia, que bien puede asimilarse el caso de una provincia
    o región sitiada hoy al caso de una ciudad y su
    contorno sitiada antaño.

    Caracteriza
    a una ciudad o región sitiada la desaparición
    de líneas divisorias entre lo civil y lo militar.
    Todo se funde en la estrechez de combatir por salvar la
    propia vida. No queda espacio detrás del frente
    para actividades propias de la paz. No hay frente militar
    y retaguardia civil: todo es frente.

    Siendo
    todo frente, siendo todo un conjunto indiferenciado, ese
    frente, ese conjunto, no puede ser más que civil.
    El poder civil invistió a los militares con una
    especialidad que reasume cuando lo estima pertinente.
    Otra interpretación es pretorianismo, el funesto
    pretorianismo causa de la actual desdicha de España.

    El
    Consejo Interprovincial de Asturias y León, por
    las razones expuestas, cree llegado el momento de asumir
    la plena responsabilidad del mando soberano en el territorio
    de su autoridad. Da por supuesto el asentimiento del Gobierno
    de la República; la República cuyo bien
    e integridad es el anhelo de todos.

    Adopta
    la resolución que sigue en plena serenidad, y dispuesto
    firmemente a imponer serenidad al que quiera perderla;
    seguro de contribuir a la indudable victoria sobre el
    fascismo en España.

    De
    conformidad con todo lo expuesto, el Consejo decreta:

    Artículo
    1º.– El Consejo Interprovincial de Asturias
    y León, a partir de la fecha y hora de este Decreto,
    se constituye en Consejo Soberano de gobierno de todo
    el territorio de su jurisdicción y a él
    quedan íntegramente sometidas todas las jurisdicciones
    y organismos civiles y militares que funcionan y funcionen
    en lo sucesivo dentro del referido territorio.

    Artículo
    2º.– El propio Consejo Soberano, a la vista
    de los acontecimientos favorables que se produzcan en
    el curso de la guerra, determinará el momento de
    despojarse de las funciones soberanas que hoy asume.

    Artículo
    3º.– De este Decreto se dará cuenta
    al Gobierno de la República para su convalidación;
    sin perjuicio de su absoluta vigencia, impuesta por imperio
    de las circunstancias, desde este mismo momento de su
    promulgación.

    Dado
    en Gijón, a veinticuatro horas del día veinticuatro
    de agosto de mil novecientos treinta y siete.»

    En
    el discurso pronunciado con este motivo por Belarmino
    Tomás, presidente del ahora Consejo soberano, se
    hizo un duro llamamiento a la disciplina como base indispensable
    para la victoria, y a él pertenecen estas palabras:
    «Ni en la trinchera ni en la ciudad, ni en el
    taller ni en el campo, ni en el hogar ni en la calle,
    toleraremos la más leve actitud divergente ni la
    más leve palabra disconforme. No habrá siquiera
    petición que consideremos respetuosa. Nadie tiene
    que pedir nada. Nadie tiene sino obedecer y callar.»

    Previamente,
    Belarmino Tomás se había referido a “las
    tempranas alegrías de la quinta columna”,
    a cuyos supuestos componentes había enviado este
    mensaje: «Imagínense los traidores qué
    complacencias habremos de tener con ellos cuando para
    los nuestros, para nuestros propios hermanos, nos vemos
    en la necesidad de anunciar las más severas determinaciones.»

    Consejo
    Soberano

    *
    Rafael Fernández (JSU) se ocupa también
    de Justicia y Orden Público de la que era titular
    Roca Albornoz (JSU).

    Al
    mismo tiempo, el Consejo Soberano, sin que desaparezcan
    las consejerías, acuerda funcionar por comisiones,
    creándose las siguientes:


    Comisión de Guerra, Industria y Fortificaciones;
    de la que forman parte Belarmino Tomás, los consejeros
    de Industria, Trabajo, Instrucción Pública
    y el Estado Mayor del Ejército de Asturias.


    Comisión de Abastecimiento, Transporte y Evacuación;
    integrada por los consejeros de Comercio, Obras Públicas,
    Pesca y Marina.


    Otra comisión para Sanidad y Asistencia Social;
    otra para Orden Público, Justicia, Propaganda y
    Comunicaciones, y otra de Economía, integrándose
    en cada una de ellas los consejeros del ramo.

    En
    la reestructuración del Ejército republicano,
    el coronel Prada, que en Santander mandaba el XIV Cuerpo
    de ejército, es nombrado jefe del Ejército
    de Asturias, y el capitán Fancisco Ciutat pasa
    a ser el jefe del Estado Mayor.
    El mando del reconstituido
    XIV Cuerpo de ejército, encargado de defender el
    frente oriental de Asturias, es asignado al teniente coronel
    Francisco Galán; el XVI Cuerpo de ejército,
    desplegado en el frente Sur, zona de León y puertos,
    lo manda el coronel Gallego Argües, y el XVII Cuerpo
    de ejército, en el frente occidental, queda al
    mando del coronel Linares Aranzabe. Son, en total, unos
    80.000 hombres con 45.000 fusiles, pocas armas automáticas
    y algo de artillería. Tras el desastre del Santander,
    la aviación republicana ha quedado reducida
    a dos escuadrillas de cazas, la mitad de los cuales son
    biplanos.

    Enfrente,
    tienen a las fuerzas del general Solchaga, que avanzan
    por el Este, y a las de Aranda, que presionan desde León.
    Son 110.000 hombres perfectamente armados y equipados,
    a los que hay que sumar los pertenecientes a unidades
    auxiliares de ingenieros, zapadores, etc. La superioridad
    aérea de la aviación de los nacionales con
    la Legión Cóndor es apabullante.

    En
    el mar, los republicanos siguen conservando sus dos destructores,
    los tres submarinos y el torpedero,
    más algunas
    unidades menores, pesqueros y lanchas habilitadas para
    el dragado de minas y la vigilancia costera. Los bous
    artillados de la desaparecida Marina Auxiliar de Euzkadi,
    “Bizcaia”, “Guipuzkoa”, “Gasteiz”,
    e “Iparreko Izarra”, permanecen solamente unos
    días en El Musel.

    En
    la Marina de los nacionales que opera en el Cantábrico,
    aparte del hundimiento del “España”,
    la única variación que se produce es la
    entrada en servicio de un nuevo minador, el “Vulcano”,
    mientras que el destructor “Velasco” continúa
    reparando en El Ferrol.

    En
    esos últimos días del mes de Agosto, el
    puerto de El Musel y el de Avilés fueron sometidos
    a duros bombardeos por la aviación de los nacionales,
    como si fuera un anuncio de todo lo que les venía
    encima, una vez ocupada la provincia de Santander. El
    bombardeo del día 28, en El Musel, fue especialmente
    intenso.
    Varios buques surtos en el puerto fueron
    alcanzados por las bombas y el petrolero Elcano, incendiado,
    tuvo que ser remolcado aguas afuera.

    Esos
    bombardeos traerían muchas consecuencias.
    En
    primer lugar, los bous “Bizcaia”, “Guipuzkoa”
    y “Gasteiz” aprovecharon la orden de salir con
    destino a Cabo Mayor para embarcar a militares y civiles
    allí embolsados y huyeron a Francia. Lo mismo hicieron
    los submarinos “C-2” y “C-4” que,
    pretextando averías, se refugiaron en puertos franceses.
    Sus comandantes, Ferrando Talayero y Las Heras, se pasaron
    a los nacionales y su intención era entregarles
    también los submarinos que mandaban. El destructor
    “José Luis Díez”, comandante García
    Presno, huyó al puerto inglés de Falmouth.
    El “Ipareko Izarra” aprovecharía su oportunidad
    diez días más tarde y también huiría
    a Francia. Así que a primeros de Septiembre, las
    Fuerzas Navales del Cantábrico quedaron reducidas,
    sin necesidad de que los buques de los nacionales disparasen
    un solo cañonazo, al submarino “C-6”,
    al destructor “Císcar” y al torpedero
    “Nº 3”. A todo esto hay que añadir
    que el jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    Valentín Fuentes, como carecía de medios
    para comunicar con los buques que estaban en la mar, tenía
    que ser el propio ministro, Prieto, quien le pusiese al
    corriente de la situación según se iban
    recibiendo en el Estado Mayor Central de la Marina los
    radios enviados por los comandantes de los buques.

    En
    los bombardeos de El Musel resultaron también alcanzados
    los mercantes ingleses “Hilde Moller”, “African
    Trader”, “Stanwood” y “Stanbridge”.

    Estos mercantes, según estaban a medio descargar
    y por lo tanto, sin poder evacuar población civil,
    partieron de El Musel con las tripulaciones aterrorizadas,
    con graves desperfectos y haciendo agua, para intentar
    ganar los puertos franceses y reparar las averías.

    Cuando
    huían de Santander en dirección a Asturias
    cargados de milicianos y civiles, los pesqueros “Vírgen
    de los Remedios” y “Constante Manuel”,
    otras lanchas y pesqueros sin identificar y el vapor “Aller”
    fueron capturados por los barcos de guerra de los nacionales.
    El mercante inglés “Bramhill” estuvo
    a punto de ser apresado frente al cabo Peñas por
    el bou artillado “J. Ignacio”, que le dispararó
    nueve cañonazos intimidatorios. El “Bramhill”
    se salvó del apresamiento por la valentía
    de su capitán y la providencial cercanía
    del destructor inglés “H-67”.

    Respecto
    a los bombardeos aéreos, el Consejo Soberano adoptó
    dos decisiones: trasladar a 500 presos de la cárcel
    del Coto y de “La Iglesiona” al mercante “Luis
    Caso de los Cobos”, situado en El Musel, y modificar
    el horario escolar, estableciéndolo en horas de
    7,30 a 9,30 de la noche.


    El “Luis Caso de los Cobos” fue convertido en
    prisión flotante.
    (Colec. Rubén)

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    La
    Libertad es un bien muy preciado

    María
    Teresa Menéndez Rugarcía



    La guerra vista por María Teresa Menéndez
    Rugarcía

    Yo
    nací en 1915, en Gijón, encima de la actual
    tienda de aparatos musicales que hay en Begoña,
    Musical Tommy, en el primer piso, que es todavía
    de mi hermana. El de al lado fue de Carantoña,
    nos lo compraron a nosotros, era de los abuelos, se le
    vendió a él y se trató mucho con
    mi hermana. Y mi hermana, como tiene un hijo paralítico
    y los vecinos no quisieron poner ascensor, se marchó
    a otro piso y ése lo alquiló a la academia
    de inglés de Trevor.

    Mis
    primeros recuerdos de la infancia están relacionados
    con los soldados que marchaban para la guerra de Africa.
    Desfilaban por la calle Covadonga, al costado de Begoña.
    Nos llamaban las muchachas para ir a verlos. Esa noche,
    mi padre no cenaba, su único hijo era muy pequeñito,
    pero marchaban a la guerra los hijos mayores de sus amigos,
    y mi madre, lo mismo, pero a mi padre, que se fueran a
    la guerra, lo hundía.

    Tuve una infancia feliz con unos padres
    y abuelos que, para mí, no tuvieron defectos. El
    dinero, que lo hubo, se gastó en cultura. Todos
    aprendimos a tocar el piano, y dibujo y pintura, con Nemesio
    Lavilla; él y Eulogio Llaneza entraban por casa
    como por la suya. Un día, en la finca de verano
    de los abuelos, revolvió toda la casa buscando
    a su alumna Juanita y la encontró en ropas menores
    en su habitación, vistiéndose.

    A los 17 años, empecé a trabajar
    en la academia,
    una academia de bachillerato
    que tenía por nombre los apellidos de la familia,
    no ningún santo. Se abrió el día
    que empezó la revolución de Octubre (en
    1934). Se estrenó el local, se bendijo y hubo la
    misa de principio de curso ese mismo día.

    Mi padre era muy sociable, había tratado con muchos
    obreros y le habían hecho quebrar una fábrica
    de vidrio (¿Vidriera del Llano, Cristales del Llano?).
    Mi padre fue gerente de Gijón Industrial. Cuando
    se casó, era gerente de Gijón Fabril. Le
    gustaba la cosa técnica y estudió muchísimo.
    Cuando heredó al abuelo, metieron mucho dinero,
    suyo y de la familia, en montar una fábrica suya,
    que empezó bien y acabó en quiebra completa
    a consecuencia de las huelgas del 17, del 18, del 20…

    Era de carácter muy liberal, de tal manera
    que los propios obreros de Gijón Fabril, siendo
    el patrón, lo nombraron presidente del Ateneo Obrero
    de La Calzada, y eso habla de su mentalidad abierta.

    Mi padre celebraba todos los años con sus amigos
    el aniversario de la República de Cuba, y eso le
    costó la única noche en su vida que durmió
    fuera de casa, porque la pasó en la cárcel.
    Estaban cenando no sé donde y dando vivas a la
    República (cubana), y Mauricio Morán, que
    era el comandante militar de la plaza en la época
    de Primo de Rivera, y que tenía a todo el mundo
    bajo sospecha, pues les cogieron a todos los de los vivas
    a la República y les metieron en la cárcel,
    y eso que mi padre no era político para nada. Al
    día siguiente, los soltaron; estaba Villa, el médico,
    y un montón de gente, toda conocida de Gijón.


    Mi padre empezó a trabajar en la casa Juliana,
    eran íntimos amigos y don Clodomiro lo quería
    como un hijo. Yo s
    eguí
    estudiando. Iba a la Universidad y tenía
    de profesor a Leopoldo Alas, el hijo de Clarín,
    el catedrático más pacifista que tuve.

    Era una chiquilla feliz. Cogía el autobús
    por la mañana para ir a clase, iba a la Universidad,
    y un día me preguntaron que por qué estudiaba
    tanto, y contesté que porque una mujer viene a
    la Universidad a estudiar o no viene. Eramos siete
    mujeres en la clase de Leopoldo Alas.
    Por la
    tarde, daba las clases en la academia y alguna alumna
    era mayor que yo. De las primeras que preparé,
    una entró de la primera en Telégrafos y
    otra en Hacienda.

    Pasó la Revolución de Octubre y
    la represión ponía los pelos de punta,

    sobremanera a mi padre que conocía a muchísima
    gente. El local de la academia lo asaltaron y lo deshicieron
    a balazos, y estaba recién inaugurado.

    La
    Guerra

    Una
    mañana, las muchachas vinieron corriendo: “¡señoritas,
    no salgan a la calle que hay un lío horroroso!”
    “¿Qué pasa?” “Pues que hay
    mucho barullo, dicen que los militares…” Fue el
    domingo. Mi padre y mi madre se miraron y dijeron: “¿vamos
    a misa o no vamos?” Mi madre pidió la opinión
    de todos para ponernos de acuerdo, pero fue mi padre quien
    lo decidió rotundamente: “vamos a misa”.
    Y en la misa de San Lorenzo debió de haber mucho
    barullo a la puerta porque fuimos a parar detrás
    del altar mayor. Ya había empezado el tiroteo.

    Teníamos
    a cinco muchachas, inmejorables personas, no hubo gente
    más adicta ni más buena ni que mejor se
    portara; trece meses sin cobrar una peseta de sueldo.
    Toda la vida comieron lo mismo que nosotros y, durante
    la guerra, comíamos todos juntos. Dos eran de mi
    abuelo; una, de la academia; una, de mi casa, y otra,
    una niñera que había venido de Madrid con
    los niños pequeñitos de una tía,
    como todos los años, a veranear. El matrimonio
    quedaba allí, recogiendo la casa y divirtiéndose
    un poco, y luego venía para acá. Así
    quedó partida esa familia. El era alemán.
    No nos atrevimos a ir a la finca de veraneo. No acabábamos
    de marchar para allá.

    Quemaron
    las iglesias… Fue la tercera vez que vi llorar a mi
    padre: la primera, cuando murió su madre; la segunda,
    cuando murió su suegra, y la tercera, el día
    que las campanas de San Lorenzo cayeron al suelo y sonaron.

    Debió de ser el domingo. Era toda una vida allí:
    los bautizos, la primera comunión, la catequesis…
    El veinte de Julio (de 1936), salió una compañía
    del Simancas. Ese libro pone con Juanito Rivas, pero yo
    creo que no. Juanito Rivas estaba aquí de vacaciones
    y es imposible que le dieran el mando, habieno allí
    muchos otros con mando. (¿Otro militar del Simancas?)
    Era viudo de una mora y tenía una niña morita
    preciosa. Nosotros teníamos la impresión
    de que había salido el viudo de la africana, pero
    no lo vimos. Empezaron en el cuartel de Asalto, que estaba
    en el antiguo Instituto Jovellanos, a repartir armas.
    Donde estuvo el cuartel de Asalto en Begoña, después
    de la guerra, era un convento de monjas Reparadoras, donde
    íbamos mucho a coser y hacer ropa para los pobres,
    pero cuando la Revolución de Octubre ya lo cerraron
    y tuvieron miedo. Fue cuando se metieron más con
    los conventos. Hubo que ir a buscar a mis hermanas a Oviedo,
    al internado, que estaban estudiando en la Universidad.
    Se marcharon los Agustinos, que estaban donde el mercado
    de San Agustín, porque todo ese terreno era de
    los Agustinos y de las Agustinas, con sus huertas y una
    iglesia en el medio, gente muy culta. Se sublevó
    la Guardia Civil y ahí se fueron unos primos míos
    que eran de Gil Robles. No tenía de Falange más
    que un primo y salvó la vida: fue a un batallón
    disciplinario, le tocaron todos los fregados, pero no
    le mataron, era dentista.

    Entonces,
    el cónsul de Cuba llamó a mi padre y le
    dijo: “mira, aquí se va a armar un fregado
    muy gordo, tú, ¿cuántos hijos varones
    tienes?”
    “Uno.” “Bueno, pues
    quiero hablar con tu hijo, que venga.” Mi hermano
    tenía dieciocho años y empezaba un curso
    de Medicina en Valladolid. Valladolid y Pontevedra tenían
    fama de muy falangistas. Y no porque en casa lo fomentaran,
    al contrario, que había una hostilidad hacia la
    violencia terrible, pero era un chico muy joven y por
    si acaso. El cónsul le llamó y le dijo:
    “¿tú juras sobre el Evangelio que no
    eres fascista ni recibes ninguna revista fascista, que
    nunca fuiste a ninguna reunión, que no eres muy
    amigo de ningún falangista y que no andas por ahí
    alborotando?” “No, -contestó mi hermano-
    nunca; bueno, amigo, puede ser que alguno, pero no amigo,
    conocido; yo solamente voy al catecismo de los niños
    de Tremañes.” “Bueno -dijo el cónsul-,
    entonces no corre prisa que te saquemos de aquí;
    te vas a llevar la documentación tuya de cubano,
    porque tú eres cubano.” Pasó meses
    y meses sin salir a la calle; en cuanto salía,
    iban a por él porque estaba en edad de quintas.
    Entonces, mi padre tenía que volver al consulado,
    pedir la documentación…, la presentaba y se lo
    llevaba para casa. Nosotras, sí salíamos,
    con los primos pequeñitos. Todos nosotros éramos
    cubanos porque eramos hijos de cubanos, de españoles
    nacidos en Cuba: mi padre y mi madre habían nacido
    en Cuba, pero eran hijos de españoles. Cuba
    se portó sensacional, sacó gente de aquí
    que no tenía nada que ver con Cuba;
    tuvo
    allí acogido al señor Valdés Hevia
    y alguien de su familia, porque habían estado primero
    en una finca de una tía mía, en Cabueñes.
    Era un capitalista ultra de derechas, buena persona, muy
    religioso, no era por el lado político, era por
    la beatería; era muy ayudante de su parroquia,
    salía a las procesiones con estandartes, era gente
    de bien, de buenas costumbres. En casa de mi tía
    no podía seguir porque la registraban, tenía
    cuatro hijos varones, dos de ellos de ir a los mítines
    de AP, los otros dos, completamente apolíticos;
    vive todavía el mayor de todos y otro murió
    hace poco, que era farmaceútico de la calle Menéndez
    Valdés, Angel Llanos, apolítico completamente.
    Entonces, detuvieron a los dos.

    En
    casa había una bandera enorme de Cuba. Mi casa
    la registraron doce veces
    y, sin embargo, al
    llegar a la puerta y ver la bandera de Cuba, el jefe de
    los milicianos decía: “¡Shiiiit, súbditos!”
    Podían revolverlo todo, se llevaron de todo, el
    aparato de cine de mi hermano, de todo lo que pudieron,
    menos la radio, porque la cocinera se sentaba encima de
    la radio, le ponía un trapo muy sucio y muy viejo
    y se ponía a pelar patatas, y a nadie se le ocurrió
    que estaba sentada encima de la radio. Todos eramos una
    piña, los ventitrés que allí vivíamos.
    Lo que no se llevaron fue a nadie, que por eso a nosotras
    no nos tocó ir a fregar. Todas mis compañeras
    de Acción Católica fueron a fregar todos
    los locales, escupían en el suelo y mandaban ir
    a fregar esto y lo otro. A mí me tocó ir
    por las aldeas a buscar comida, porque las cinco muchachas
    iban de expedición las cinco y no nos permitieron
    salir de casa a buscar nada. Eran de todas las aldeas
    de los contornos: una, de Peón, madre de los Castiellos,
    de Baldornón, de Fano, de Villaviciosa… Se portaron
    de maravilla, seguimos con el trato y una murió
    en la casa a los treinta y un años de haber entrado;
    otras, se casaron; otra, tuvo un tropezón y se
    marchó.
    Cuando
    se acabó la guerra y se empezó a normalizar
    esto, se les pagó el sueldo. Empezaron a pagar
    a los accionistas de la Hidroeléctrica, de Laviada
    y de todas esas industrias, de las que era accionista
    mi abuelo.

    Mi
    padre era fundador del Club de Regatas y de la Filarmónica,
    el número diecisiete, pero eso no daba nada. Bueno,
    pues mi padre fue a ver a Belarmino Tomás a ver
    qué pasaba con los dos chavales que tenía
    detenidos.
    Su padre, Manuel Llanos, médico,
    estaba medio loco, muy trastornado con el asunto. Belarmino
    Tomás le dijo que no quería a ésos,
    sino a los gallitos de los mítines, y entonces
    mi padre le dijo que a ver si a ésos los echaba
    a la calle y, efectivamente, los echó a la calle,
    pero los otros estaban escondidos y un día dieron
    con ellos. El último día, entrando ya las
    tropas de Franco, a uno de ellos, que se había
    pasado todo el tiempo insultando a los carceleros, le
    mataron a culatazos y, mientras, sus hermanos estaban
    bailando y bebiendo champán creyendo que quedaban
    liberados.

    Porque, claro, de qué idea va a ser una persona
    que despierta y viene la muchacha y te dice: nena, no
    salgas a la calle; hay tiros, mataron a tu compañero
    de bachillerato; a dos chicos que iban al catecismo con
    tu hermano, por el mero hecho de enseñar el catecismo
    a los niños de los barrios; al ingeniero jefe de
    Moreda, compañero de mis tíos; y a no sé
    cuántos más.

    Carbajal Villamandos, padre de un pretendiente que tuve
    yo durante ocho años, y al chico también
    los mataron los rojos; a mí no me gustaba, pero
    era un chico muy bueno, dio la vida por un cuñado
    que tenía muchos hijos, estaban escondidos e iban
    a registrar la casa y él se quedó para que
    su cuñado pudiera escapar por una ventana. Heroicidades
    hubo a patadas. Cuando me marché de España,
    no lo habían matado, estaba preso. Así que,
    de quién vas a ser, pues de los que van a venir
    a liberarnos, no teníamos otro camino, que nos
    liberaran de aquello que había caído como
    una tormenta. No sabíamos el origen, no sabíamos
    nada. La única persona que nos lo podía
    contar, no nos lo contó (el comandante Costell).

    Un comandante
    que había en Gijón, casado con una hija
    de Antón Alvargonzález, que había
    presentado a mis padres, abuelita llevaba mucha amistad
    con ese matrimonio porque una de sus hermanas era …;
    iban con ella todos los domingos a merendar, porque él
    estaba aquí como disponible forzoso con el mínimo
    de sueldo y su tío … Alvargonzález, le
    ofreció su casa, que estaba en la calle Jovellanos.
    Sus hijos fueron a nuestra academia y a ella la veíamos
    como si fuera de la familia; a él, no; porque era
    venido de fuera y era catalán. A su madre, le mataron
    este hijo y al otro hijo, que era guardia civil, (¿con?)
    los rojos, les fusilaron a los dos y se quedó sin
    hijos. Ese señor se fue voluntario al Simancas.
    Llamó por teléfono a un tío mío
    que era cirujano (Casimiro Rugarcía); había
    dormido en la misma cuna: su mujer y sus dos hijas, en
    la calle Corrida. Y le dijo: “oye, yo si voy al cuartel
    ahora, me detienen los de Asalto por el camino, pero si
    tú me llevas en tu coche, no.” Eso no se hace,
    de ninguna manera. Casimiro Rugarcía, lo llevó
    y eso fue un acto heroico, porque se jugó el pellejo.
    Cuando bajó del coche de mi tío en el cuartel
    de Simancas, los obreros dijeron: ¡Atiza, Casimiro
    Rugarcía con los facciosos! Ese militar
    es el de la historia del cuartel: Manuel Costell Salido,
    comandante de Infantería, ése es el verdadero
    jefe del cuartel.
    Mi tío Casimiro lo dejó
    allí y se volvió para el Hospital, que era
    donde estaba. Costell iba sin uniforme, con una gabardina.
    En el Hospital, al otro día, las monjas
    le dijeron: “don Casimiro, están preguntando
    por usted los milicianos.” Mi tío dijo: “no,
    si ya sé que me van a fusilar.”
    “No,
    no, -contestaron las monjas- mientras esté aquí
    dentro, no, pero usted no puede salir a su casa.”
    “¿Y qué hago con mi mujer?” “Pues
    llévela a casa de suegro, donde quiera.” Entonces,
    un médico muy izquierdista, que resultó
    ser una buenísima persona en la guerra, que se
    llamaba Honesto Suárez,
    que era oculista
    y se encargaba de la graduación de la vista para
    ir al frente o no, y que salvó a una cantidad de
    gente infinita diciendo que tenía lo que no tenía.
    Honesto Suárez, que era presidente del
    Tribunal Militar, se portó con él colosalmente
    y le dijo: “Mira, Casimiro, te voy a mandar de médico
    imprescindible, de cirujano, al frente de Mieres. Yo,
    lo siento, pero si no, aquí te matan.” Allí
    estuvo trece meses operando: 23.000 casos de vientre y
    cabeza, exclusivamente.

    A
    la primera persona que a mí me mataron que quería
    mucho, era un Bertrand, compañero de bachillerato,
    no sé si hijo del que fue alcalde.
    Desapareció,
    no encontraron el cuerpo; porque aquí, si desaparecía
    alguien, iban a La Piedrona del Hospital a buscar el cadáver.

    Guillermo Rionda fue el de la reforma urbana, era amigo
    de mi padre; tiró muchas casinas al fianal de la
    calle Corrida, hizo la plaza de el Parchís.

    No
    recuerdo más que al principio unos cuantos asesinatos,
    eran propietarios de minas, jefes de industrias, que se
    ve que el odio se fue acumulando, y los curas. Me mataron
    al profesor de latín. Mi reacción espontánea
    era que vengan los otros, es lo lógico.

    Quién quiera que sean, que vengan y arreglen esto.
    Pero cuando ya se estuvo poniendo más duro el ambiente,
    abrieron las iglesias y los teatros para que durmieran
    los niños que venían evacuados, muchedumbres,
    y era desolador verlos acurrucados en los teatros y de
    mala manera. Así fue como nos dimos cuenta de que
    había habido otra batalla que habían ganado
    los nacionales. La mañana aquella que llegaron
    los vascos, que debió de haber sido el ventinueve
    de Agosto de 1937, que yo tenía a mi profesora
    presa en el barco Caso de los Cobos. El cónsul
    de Cuba, Pena, llegó y dijo: “mira, esto es
    ya la última batalla, yo me marcho y os llevo a
    todos:
    a tí y a Herminia, a tus cuatro
    hijos, a tu suegro, que tiene 89 años, a tu hermano
    Casimiro y su mujer, que está en muy mala situación,
    porque está de jefe de Cirugía en Mieres
    y muy fichado por los rojos; que en el fregado último
    no garantizo nada y tienes hijas muy jóvenes; don
    Luis, yo me marcho, me voy, vengan conmigo, los llevo
    a Francia, a Bayona, y ustedes pueden ir con el tío
    Eugenio.” El tío Eugenio se comunicaba con
    nosotros por La Cruz Roja Internacional continuamente,
    y era director general de Industria en Zamora. Sacó
    el número uno de las oposiciones y llegaron a suspenderlas
    porque murió mi abuelo y para que pudiera venir
    al entierro.

    Papá
    al cónsul de Cuba, Peña, no lo conocía
    de antes y él siempre conocía a los cónsules
    de Cuba porque el día de la independencia lo iban
    a celebrar dando voces y gritando ¡viva la República!
    Nos criaron con una amor por Cuba que tuve siempre dos
    patrias, siempre.
    Entre la añoranza de
    ellos por Cuba, que vinieron ya mocitos, vienieron al
    acabarse la guerra… Mi abuelo paterno tenía entierro
    con honores de capitán general con mando en plaza
    por haber sido uno de los siete primeros voluntarios en
    la última batalla, y dijo que en el momento de
    ver arriar la bandera española y subir la norteamericana,
    que ya no lo soportaba más y que se marchaba. El
    abuelo materno creo que se había marchado un año
    antes. Siempre tuvieron la añoranza de Cuba y nosotros
    nacimos con un amor a Cuba enorme, y hasta que me muera
    tendré dos patrias. La música de Cuba se
    oía en mi casa siempre: guajiras, habaneras y todos
    eso, como se oían los pasodobles. Entonces, el
    cónsul llegó y nos llevó a todos,
    y a mí me parece que era el destructor nº
    233 de la Escuadra de La Florida. Yo marché el
    treinta o el treinta y uno de Agosto. A las ocho
    de la mañana, nos fuimos para la punta de Liquerica.
    Nos tuvimos que meter en el refugio que había en
    el espigón,
    que es hueco y era un refugio,
    porque andaban aviones por arriba sin parar, fue cuando
    hundieron el teatro Dindurra. Allí estuvimos acurrucados
    bastante rato porque el barco no llegaba. Ya teníamos
    miedo de tener que volvernos otra vez, porque ya empezaban
    a preguntar: “estos de dónde vienen y quiénes
    son”. Los carabineros estaban allí, vigilando.
    Por fin, llegó una motora. Yo llevaba la
    boca llena, llena de billetes, no podía hablar.

    Papá nos llenó la boca de billetes y no
    podía ni vomitar ni nada, y si nos hablaban decir:
    no sé, no sé. Nos metieron en una motora
    que iba llena, y el que fue alguna vez en una motora,
    sabe lo que es. Todo el mundo vomitando y nosotras teniendo
    que tragarnos los billetes, aunque los hubiera echado
    con un gusto, que bueno… El destructor nos esperaba
    a unas millas y ese trasbordo fue horroroso. Por fin,
    llegamos al “Kane”, 235 de la Escuadra de la
    Florida,
    que eso no se me olvidará nunca.
    Creo que ese barco hizo muchísimos viajes como
    éste. Embarcamos y salimos hacia alta mar. Lo primero
    que hicieron fue mirarnos detrás de las orejas
    para ver si teníamos piojos, y cuando vieron que
    no teníamos piojos, se tranquilizaron. ¿Quién
    se creerían que eran los españoles? No estábamos
    acostumbrados y dijimos a mamá: “pero qué
    pasa”; “pues que están mirando a ver
    si tenemos piojos.” Entonces, nos trajeron bocadillos
    de pan blanco, que fue lo que pedimos.

    Fueron
    muy amables. Se quedaron espantados al ver el pan que
    llevábamos, que era color chocolate y hecho con
    harina de lentejas, se quedaron pasmados porque era duro
    como una piedra. Y gracias que teníamos lentejas
    que llegaban de Méjico y de Rusia cuando el Cervera
    no nos visitaba, porque cuando estaba el Cervera temblabamos,
    porque no había nada que comer. Méjico se
    portó excepcional, mandando habas pequeñinas
    blancas…; pero hubo días que el Comité
    daba una saca cacahuetes para comer toda la semana, y
    otro día que te daban un cabo de vela y una caja
    de cerillas por persona.

    En
    el destructor iban cubanos, gente de aquí que conocíamos
    como cubanos, y unas chicas argentinas, que también
    las conocíamos de vista de aquí. Seríamos
    más de cincuenta. Había un marinero que
    sabía francés con el que hablé bastante.
    Nos teníamos que sentar en el suelo y las planchas
    de hierro abrasaban de calor, así que teníamos
    que coger agua con calderos y baldear para que se pudiera
    aguantar el calor, y volver a echar más agua. Teníamos
    que cuidar de cuatro niños que se delizaban y podían
    caer al mar porque en los destructores la borda está
    abierta; así pasamos toda la noche, sujetando a
    los cuatro primitos. Así que no pudo dormir nadie,
    ni un minuto.

    Nos
    habilitaron un servicio con unas tablas y un agujero en
    la misma cubierta. Dentro del destructor no nos dejaron
    pasar a nada. A mi madre, a mi abuelo y a la tía
    les dieron una tumbona como esas de la playa. Le dieron
    camarote a mi abuelo, que tenía noventa años,
    y a mi madre y a una tía; los demás hicimos
    el viaje tirados en cubierta. Durante todo el viaje vimos
    calderones, que yo no sabía lo que eran. Durante
    la noche vimos las luces de la costa, y nos dijo el marinero
    en francés que era Santander. Le dijimos al capitán
    del destroyer que por qué no nos dejaban bajar
    allí y nos dijo que no, que teníamos que
    desembarcar en puerto extranjero. A nosotros ya nos apetecía
    estar en España. Abuelito fue el que dijo: “Oye,
    hija, porqué no nos vamos a Cuba que ya conozco
    aquello tanto y tengo muy buenos amigos.” A abuelito
    le hubiera gustado volver a Cuba. Mi madre dijo que no,
    que aunque allí nos podíamos manejar todos
    porque teníamos estudios…, ningún hijo
    suyo iba a pasar lo que ella cuando salió de Cuba.

    En
    San Juan de Luz tampoco podía entrar el destructor,
    tenía que ser en Bayona. Entramos en Bayona. Mi
    padre se tuvo que ir a Burdeos con los cuatro niños
    apátridas,
    los hijos de mi tía
    Juanita, para hacer la documentación para entrar
    en España, y le dijeron que los hijos de mi tía
    de Madrid, hermana de mi madre, que eran pequeños,
    la mayor tenía catorce años, eran apátridas
    y que no les podían dejar pasar a España
    y que España los había declarado apátridas
    porque eran hijos de alemán tachado por Hitler,
    de origen judío; claro, se apellidaban Salomón.
    Mi padre los coacionó diciendo que entonces los
    dejaba allí a los cuatro niños en un hotel
    de primera hasta que acabe la guerra “y se hacen
    cargo de la manutención, yo ya buscaré una
    persona que se haga cargo de ellos”. Entonces el
    cónsul alemán cogió miedo a meterse
    en algún gasto y le dio los papeles. En Gijón,
    les había negado la ciudadanía un señor
    que había sido amigo de toda la vida de mis padres,
    que era el cónsul alemán en Gijón,
    que se llamaba Jaecnike. Las hijas tienen ahora esos hornos
    de alfarería, decoran loza. Ese señor tuvo
    el valor de decirle a mi padre que no salían de
    España porque eran apátridas. Mi padre le
    dijo que se pusiese como quisiera pero que iban a salir
    como cubanos.

    El padre de los niños era católico
    practicante desde los diecisiete años.

    Vino con su madre para aquí escapando de la guerra
    del catorce porque era lorenés, de una famila muy
    acaudalada e hijo de un rabino. Se dedicó a dar
    clases de alemán en Gijón y uno de sus alumnos
    fue el tío mío que llego a ser director
    de Industria, y entró en casa. Se terminó
    haciendo católico por nuestra casa. Se hizo cargo
    de él un fraile para enseñarle los temas
    y se hizo católico con venticinco o más
    años. Se casó con la hermana menor de mi
    madre. El salió con su mujer de Madrid por Valencia,
    como cubanos, para Francia. Mi tía, como cubana,
    entró en España y vino para Gijón,
    pero él aquí no podía entrar, en
    cuanto entraba, le detenía la policía porque
    Hitler había dicho que eran apátridas. Se
    quedó en Francia y como ya se barruntaba la guerra
    dijo que iba contra los alemanes, pero le dijeron que
    no, que no le podían coger, pero sí de intérprete.
    No conoció el odio, tenía un diario que
    era una maravilla. Era una mezcla de cristiano y judío,
    una de las personas de nivel moral más alto que
    he conocido. Durante el franquismo, viví muchos
    años de maestra en Barcelona, 17 años, y
    cuando el tío Roberto tenía que ir a allí
    por asuntos de negocios, mi marido lo tenía que
    avalar de que no realizaba ninguna actividad política.

    En Bayona, nos vacunaron a todos contra la viruela,
    menos a mi abuelo, que se negó,
    y mi madre
    les dijo en francés lo de a la vejez viruelas,
    y se echaron a reir y le dejaron pasar. En Francia estuvimos
    dos días en total. De Bayona, donde nos dejó
    el barco, fuimos a San Juan de Luz en tren, en tercera,
    y todos dijimos: como la primera de España. En
    San Juan de Luz ya econtramos amigos; estaba José
    Antonio García Sol, el de la finca…
    ,
    muy amigo de mi padre y de mis tíos; andaba a caballo
    detrás de mi tía, y mi abuelo dijo: “señoritos
    de a caballo, no, así que ya puedes ir mirando
    a otro”, y no la dejó andar con él.

    Se
    presentó un amigo de mi padre, muy amigo de la
    juventud, Ismael Figaredo, un ricacho, con el coche a
    buscarnos.
    Le dijo mi padre: “pero Ismael
    a quién crees que vienes a buscar.” Pues a
    Herminia y a tus cuatro hijos. “¡Que te crees
    tú eso!, somos trece.” “¡Caray,
    trece!; trece no me caben en el coche, Luis; bueno, pues
    me llevo a Herminia y a las chicas.” “No, no,
    no, -dijo mi padre-, tú no te llevas a nadie; mañana
    o pasado, cuando arregle los papeles, nos vamos todos
    juntos y ya nos veremos en San Sebastián.”

    Encontramos en San Juan de Luz, en el mismo hotel,
    un caseron del siglo XVII, a Gerardo Diego Cendolla, el
    catedrático y poeta.
    Había llegado
    a Gijón muy pinturero y muy joven a la cátedra
    de Gramántica del Instituto Jovellanos. Saludó
    a mi madre y nos dijo que quería entrar en España.
    “Y nosotros también, estamos arreglando papeles.”
    “Y yo, cómo haré, porque no tengo ningún
    aval”. le preguntó Gerardo Diego. Mi madre
    le dijo que nosotros no éramos aval, pues íbamos
    avalados por Ismael Figaredo. Gerardo Diego, entonces,
    nos pidió si podríamos ir a hablar con un
    tío de él que era organista de los Jesuitas.
    Nosotras dijimos que sí. Nos pidió que le
    dijéramos a su tío que él era de
    la derecha, muy religioso. Gerardo Diego era de
    izquierdas;
    por ejemplo: con ocasión de
    examinarme yo con él, yo llevaba colgada la cruz
    de la primera comunión, y me dijo: “para que
    trae ahí ese amuleto”, y me dejó tan
    fría que no le supe contestar. Era terrible, le
    gustaba meter miedo y asustar a los alumnos; era francamente
    de izquierda y, luego, se volvió arrebatado
    del régimen de Franco.
    Estaba casado con
    una francesa ya entonces, y la francesa vino aquí
    a trabajar y tuvieron una hija. Gerardo Diego no encontraba
    quién le avalase. Le preguntaban qué era,
    decía que catedrático y le contestaban que
    nada, que todos los catedráticos de la última
    hornada eran rojos. Nos preguntó a quién
    conocíamos en San Sebastián y le dijimos
    que al padre Elorriaga: “¡Oh!, mi tío
    es organista de los jesuitas.”

    Cuando
    vimos al tío de Gerardo Diego, era una estampa
    de la edad media, todo vestido de negro, con una cosa
    blanca aquí arriba y una chapela imponente. Lo
    fuimos a saludar. “¿En nombre de quién?”,
    nos preguntó. “Del padre Elorriaga”,
    le dijimos. “¡Aaaah!, garantizadísimas
    las señoritas, pueden sentarse.”

    Hablaba con un vocabulario de la edad media, creo que
    hasta nos trató de vos. “¿Qué
    les trae por aquí?”, nos preguntó.
    “Bueno, es que tiene usted un sobrino, hijo de una
    prima, y no puede pasar a España, no tiene dinero,
    no puede pasar porque nadie le avala”, le contestamos.
    “¿Y es de espíritu cristiano?, ¿ustedes
    saben si es de meditación diaria?, ¿ustedes
    están seguras de que…” Bueno, las preguntas
    fueron de juerga, y nosotras, todas muy seriecitas, “sí,
    sí, de meditación diaria, sí, señor,
    sí.” “¿Y es muy amigo de los jesuitas?”
    “Sí, sí, sí, muy amigo del padre
    Elorriaga”; todo mentira, seguro que no los podía
    ver; pero así pudo pasar a España, gracias
    a nosotras. Mi madre dijo, mira, es una buena persona,
    da igual que sea lo que sea, quiere ir y tiene derecho
    a estar allí trabajando, no hay lugar a nada, qué
    derecha ni qué izquierda ni qué narices.
    Le dijimos que era de velo, de roquete, de sobrepelliz
    y de todo lo que hiciera falta, y el hombre entusiasmado.
    Todo lo que había allí, era raro y anacrónico,
    hasta tenía un espejo tapado con una sábana
    negra, que antiguamente se hacía eso cuando había
    algún luto en la familia; era una persona fúnebre
    y muy antiguo, muy antiguo.

    Cuando llegamos a Irún, pasamos por el puente de
    Santiago. Lo primero que encontramos fue un miliciano
    con el uniforme unificado, como con el que yo hice el
    servicio social, o sea, uniforme de Falange y gorra de
    requeté. El miliciano ese fue el que nos dijo que
    nos teníamos que afiliar a un partido, a uno de
    los dos; pero mi hermana mayor, que tenía mucho
    desparpajo, dijo que no, que no, que había un decreto
    de unificación, un solo partido; pero el miliciano
    le contestó que eso eran cuentos, que allí
    andaban todos a la greña.

    En
    el hotel de San Sebastián, nos fueron a buscar
    unas señoritas de Gijón que llevaban allí
    mucho tiempo, para que fueramos a arreglar el altar de
    las monjas Reparadoras. Nosotras que no, que nunca habíamos
    arreglado altares; ellas que sí, que era fácil.
    Terminamos yendo las tres hermanas. Era en la iglesia
    de Santa María del Coro. Allí vinieron las
    de la Virgen de la Paloma y las de la Virgen del Coro
    a decirnos que allí no podíamos poner el
    cuadro de la Vírgen. Primero es la de la Paloma;
    no, señor, primero es la del Coro… ¡Claro,
    como todas son el ocho de Septiembre! Se pelearon todas
    y nosotras dijimos que para casa y que hicieran lo que
    quisieran.

    En San Sebastián estuvimos cinco o seis días,
    combinando con los bancos a ver quién prestaba
    su dinero, a ver si íbamos a Zamora a un hotel
    o alquilábamos un piso. El dinero que llevábamos
    de aquí valía, ya lo había conseguido
    mi padre aquí, en Gijón, del Banco España,
    gracias a Entrialgo que era un alto empleado del Banco
    de España, una persona muy de bares, amigo de todo
    el mundo y sin opinión política aparente,
    y lo recibieron los rojos y los nacionales.

    Llegamos
    a Zamora reclamados por el hermano de mi madre, Eugenio
    Rugarcía González Chavez, que era jefe de
    Industria en Zamora.
    Nos dijo que no abriéramos
    la boca, que no podíamos hablar de nada porque
    estaban “paseando”, allí se decía
    “paseando”, nosotros nunca lo habíamos
    oído; aquí se decía: “fueron
    a por fulano y le pegaron cuatro tiros”. Allí,
    sacaban a la gente de la cárcel y “paseaban”
    por la noche a la gente y aparecía por las cunetas,
    y que se decía que los “paseadores” eran
    todos de Falange.

    Mi
    tío tenía treinta y ocho años, se
    iba a casar, y puede que llevara cuatro o cinco en Zamora.
    En Zamora estuvimos dos meses. En La Coruña estuvieron
    mi padre, que ya estaba muy enfermo, mi hermano y el tío
    médico y su mujer. Esperaron en La Coruña
    a que se apaciguara el panorama de Asturias, porque algún
    rumor les había llegado. Mi padre no nos decía
    ni pío cuando se enteraba de fusilamientos, no
    sabíamos nada, estuvimos meses y meses en la luna
    de Valencia; no sabía que aquí, en El Cerillero,
    fusilaban gente, y creo que fusilaron. Tenía una
    amiga, Hartasánchez Alvargonzález, que esa
    familia se marchó también amparados por
    el cónsul cubano y se fueron a Valladolid; me decía
    que por la mañana, cuando iba a misa, los “paseados”
    estaban muertos, tirados por las cunetas. El obispo de
    Zamora, que es el que menciona el hijo de Sénder
    en su libro Sucedió en Zamora, tengo el dolor de
    decir que fue el que vino a casarme a mí, sin saber
    yo sus ideas; mi amiga monja dice que era completamente
    inclinado a Hitler.

    En Zamora estuvimos aprendiendo el “Cara al Sol”,
    porque nosotros éramos contrarios a la violencia,
    incluida la de la Falange; éramos, más bien
    de Gil Robles, la democracia cristiana y todo eso. Operaron
    a mi padre, se puso gravísimo, cogió un
    infección renal, no había antibióticos.
    El ventiuno de Octubre ya vino muy mal para Galicia, pero
    como venía con su cuñado, que era médico,
    su mujer y mi hermana, nosotras quedamos a esperar, teníamos
    a nuestro cargo cuatro niños. Volvimos a abrir
    la academia en cuanto entraron los nacionales. Tuvimos
    que cambiar el local, porque el primer local, que estaba
    en la calle Cabrales, esquina a Dindurra, que era un chalé
    de la familia Suárez, estaba destrozado. Entonces,
    alquilamos un chalé, tambien con jardín,
    en la calle 17 de Agosto, que la tiraron hace dos años,
    construyeron un rascacielos y abrieron para Pryca; era
    de una familia Fresno, que inicialmente en la guerra mataron
    a tres hermanos el mismo día, y creo que los tiraron
    por algún sitio de mala manera; lo único
    que tenían era que eran rezadores, de iglesia en
    iglesia, tradicionalistas, soñando con don Carlos;
    yo conocí mucho a las hermanas que fueron las que
    nos alquilaron el chalet.

    En
    Zamora, estuvimo en el hotel Suizo, que era donde vivía
    mi tío y era el mejor hotel que había; la
    dueña del hotel daba por teléfono las órdenes
    a Millán Astray,
    que eso lo he visto yo:
    “general, qué hace que no da órdenes
    de salir a la calle a celebrar la entrada en tal pueblo”;
    en Colunga, Villaviciosa…; daba ella las órdenes;
    era hija de uno que había sido general cuando los
    carlistas, de la última guerra carlista, Moriones.
    En cuanto llegamos al hotel, las camareras nos dijeron:
    “señoritas, que no las coja por la
    escalera el general Millán Astray; porque las coge
    por los brazos y las obliga a besarle en la cara una herida
    que tiene y diciendo: soy España, bésame”.

    Una noche, el general Millán Astray quiso detener
    a los italianos. El comedor estaba lleno de oficiales
    italianos de las Flechas Negras. Parece ser que la mujer
    de un oficial italiano se tropezó en las escaleras
    con Millán Astray, que la cogió y le dijo
    lo de bésame, que soy España; la mujer gritó;
    su marido, el oficial italiano, fue para allá y
    parece ser que le dio de bofetadas en la escalera. Quería
    detenerlo; la señora Moriones decía que
    no podía ser, que era italiano y que no podía
    haber líos entre España e Italia, y fue
    la que lo arregló. En el comedor solía estar
    un falangista que era un fantoche, presumía de
    escandalizar comiéndose una buena chuleta en viernes
    de vigilia; nos dijo que se iba a enterar él quiénes
    éramos nosotros, que habíamos venido de
    Asturias; cuando se enteró que eramos familia del
    jefe de Industria y que su hija daba clase de piano con
    la novia de mi tío, entonces ya todo fueron amabilidades,
    ya no éramos dinamiteras…

    Estuvimos en Zamora mes y medio, y como lo del hotel era
    un dineral, mi madre buscó una casa para alquilar.
    Alquilamos un chalet muy pequeñito que
    era de la viuda de un cartero que le habían fusilado
    al marido los nacionales
    porque decía
    que pasaba correspondencia al otro lado; había
    quedado con una hija y nos la alquiló menos una
    habitación para dormir ella y la hija. Fue donde
    conocimos más de trato al obispo, que tenía
    una sobrina casada con un primo segundo de mi madre. Nos
    llamaba para ver si queríamos jugar con el al tresillo,
    pero no fui porque me daba reparo. No sabía que
    era tan falangista. Luego vino para Asturias y seguimos
    el trato. Traté mucho a los canónigos de
    Covadonga, porque siempre fui a pasar días allí;
    y siempre me preguntaban cómo era el obispo que
    había conocido en Zamora, querían saber.
    Mi padre salió para La Coruña con su cuñado
    y mi hermano el ventiuno de Octubre, y estuvo allí
    quince días. Cuando estuvieron en Gijón,
    nos avisaron. A mediados de Noviembre diluviaba.

    Don
    está ahora Musical Tommy, había una fábrica
    de monos, que primero había sido fábrica
    de boinas vascas,
    cuando yo tenía cuatro
    o cinco años; dejaron de fabricarlas cuando se
    dejaron de usar aquí. Era de Luis Alvarez Entrialgo.
    Primero había estado ahí Basurto, Manolo
    y Luis Basurto. Los Basurto decían a mi padre,
    cuando tenía la fábrica de vidrio del Llano:
    “don Luis, usted nos está haciendo a nosotros
    millonarios y usted no va a juntar ni un millón
    por culpa de los líos de los obreros”. Y papá
    decía: “pues va a ser verdad”; y fue
    verdad. Le compraban vidrio plano, que era lo que fabricaba;
    luego, hizo botellas, y luego, vinieron las huelgas que
    fue lo que le hizo suspender pagos.

    La
    tela para los monos la traían del País Vasco
    y siguió vendiendo monos durante toda la guerra
    y ganando dinerales. Juntaron una millonada de belarminos

    y cuando ya vieron que iban a entrar las tropas nacionales,
    compraron muebles y pusieron la casa nueva, gastaron todos
    los belarminos y se plantaron en Zamora disparados. Seguramente
    que como combayaban tanto con unos y con otros, tuvieron
    un poco de miedo. Eran muy buena gente. Fueron los que
    nos contaron los que habían matado aquí:
    Villa, el médico, una gran persona, muy generoso
    con la gente pobre; lo fusilaron aquí después
    de caer Santander. El ventiséis de Agosto le mandamos
    nosotros un carrete de hilo verde a la profesora que estaba
    presa en el barco para que supiera que Santander ya estaba
    con los nacionales; era la consigna, no podíamos
    hablar con ella, pero sí mandarle comida.

    Antes
    de la guerra, en el verdadero Teatro Jovellanos, que era
    del Ayuntamiento, era donde se celebraban los conciertos
    de la Filarmónica. Se puede decir que era el único
    espectáculo al que íbamos habitualmente,
    mi hermano, desde los siete años. Entonces, cuando
    llegaba un intérprete de pro: recuerdo a Rubinstein,
    a Iturbe, a Shawuer, a Querol… Desfilaban por aquí
    los primeros artístas del mundo. Si no se podían
    pagar tres al mes, se pagaban dos o uno. A la hora de
    tocar las campanas del Sagrado Corazón, que tocaban
    un cuarto de hora entero, el artista cruzaba los brazos
    delante del piano y esperaba que acabaran las campanas.
    No sé si exagero con lo del cuarto de hora… eran
    las campanas eléctricas, se tocaba un botón
    y ¡hala!, ¡hala!, un ruido ensordecedor. Nos
    decía que cómo era posible eso. Son los
    jesuitas y tanto poder tenían.

    La
    madre de los Castiello venía de Peón a recoger
    la ropa para lavar; la llevaba en un saco y la traía
    a la semana siguiente. Es de la gente más buena
    que he conocido yo.
    Un día le preguntó
    a mi madre si uno de sus hijos no podría venir
    a estudiar a la Fundación Revillagigedo porque
    quería ser mecánico. Mi madre se lo arregló
    porque tenía allí un sobrino, Manuel Llanos
    Menéndez, que era perito industrial, que fue el
    que hizo y conservó el plano inclinado del Langreo;
    Revillagigedo eran los jesuitas. Uno de los hijos se hizo
    de los sindicatos y se lo contó a mi madre. Los
    nacionales fuera a buscarle a casa: se llevaron al abuelo
    viejo, a la madre, quisieron violar a las hijas, tuvieron
    que escapar, se esparcieron todos; habían tenido
    guardado al cura todo el tiempo; cuando se liberó
    esto, para ellos vino el infierno; el cura hizo lo que
    pudo y no pudo nada. Ella venía continuamente a
    vernos y a decirnos lo que estaba pasando. Se marcharon
    a los montes y yo ya no supe más. Pero muchos años
    más tarde, yo fui a dar a Galicia casada y un marido
    de una sobrina era militar y de la Guardia Civil; y un
    día la cocinera dijo, “¡uy! el señorito
    de casa si que gana dinero, porque recibe un sobre de
    la soldada y otro sobre de los servicios especiales de
    los fugados por los montes de Asturias y León;
    le pagaban entonces doce mil pesetas más.