Nació
en Barcelona, un 23 de Abril de 1824, en el seno de una
familia obrera, pues su padre se ganaba la vida trabajando
en la industria textil como tejedor. Se supone que
ya en los primeros años de la niñez apuntaría inteligencia
y afición al estudio, motivo por el cual sus padres le
ingresaron en el seminario a la edad de siete años.
Entonces, como hasta hace pocas décadas, la única manera
que tenían las gentes humildes de intentar que sus hijos
tuvieran estudios era intentando que los admitiesen en
los seminarios: latín y teología. Tras su paso por el
seminario, y a la edad de diecisiete años, Francisco Pí
y Margall accedió a la Universidad de Barcelona, donde
completó sus estudios de Filosofía, y a los veinticuatro
años había terminado la carrera de Derecho. Su acumulación
de saberes era ya entonces enorme, destacando sus profundos
conocimientos en temas tan dispares como la lógica y la
astronomía, la filosofía y la física y las matemáticas,
aparte del derecho y la filosofía. Además del latín y
el griego, leía directamente del francés, el inglés y
el italiano, y años más tarde, del alemán. Resaltan sus
biógrafos que el adolescente Pí y Margall se costeaba
los estudios y ayudaba a su familia dando clases particulares.
Se
afirma que ya en su primera juventud se daba a escribir
versos y obras de teatro, y en 1841, con 17 años, publicó
su primer libro. Se trataba del primer tomo, y el
único que se imprimió, de la obra La España Pintoresca;
este primer volumen escrito por Pí estaba dedicado a Cataluña.
Hay que suponer que también le tocaría vivir y padecer
las sublevaciones que tuvieron lugar en Barcelona a finales
de 1842 y en 1843, en las que la ciudad fue sañudamente
cañoneada desde la fortaleza de Montjuich y, posteriormente,
objeto de una dura y reiterada represión.
En
1847 se marchó a Madrid, quizás con la pretensión
de vivir de la literatura y desarrollar su pasión por
el Arte y la crítica artística. Empezó colaborando como
meritorio en el periódico artístico El Renacimiento.
Poco tiempo después, consiguió pasar al diario El Correo,
periódico político promovido por el asturiano Escosura.
En esta publicación le encargaron, ya con derecho a paga,
de la crítica teatral, lo que enseguida le proporcionó
cierta fama en los ambientes literarios madrileños. Pero
este periódico tuvo que dejar de publicarse poco después
y, según parece, el motivo fue la publicación del primer
artículo político de Pí y Margall. Son los tiempos de
la dictadura de Narváez.
Sin
trabajo y sin ingresos, consiguió un puesto en la
sucursal madrileña de una casa de banca catalana. Inició
entonces Pí un estudio a fondo de las operaciones bancarias
y bursátiles y de la economía en general, materia esta
última en la que, con el paso de los años, sería un consumado
especialista. En este empleo ya tuvo ocasión de probar
una de las virtudes que más le caracterizarían: la
honradez. Tiempo más tarde, recibió la proposición
de continuar la obra Recuerdos y Bellezas de España,
iniciada en 1839 por Pablo Piferrer y que estaba paralizada
desde la muerte de éste. Francisco Pí y Margall tomó el
relevo y concluyó el tomo segundo dedicado a Cataluña.
Durante los años 1849 a 1851 viajó en numerosas ocasiones
por Andalucía para estudiar los monumentos y obras de
arte de esa región. Fruto de esa ardua labor de investigación
fueron los tomos dedicados a Granada y Sevilla.
Como
consecuencia lógica de sus ideas y de su atracción por
el activismo político, Pí se afilió en 1849 al Partido
Democrático que acababa de ser fundado por los disidentes
de izquierda del partido progresista de Espartero. Confluyeron
en el nuevo partido junto con el democratismo radical,
el republicanismo conspirativo de las sociedades secretas
y el socialismo pre-internacionalista. Se unió, pues,
Pí a Nicolás María Rivero, que era diputado en Cortes,
a José Mª Orense, a Fernando Garrido y Sixto Cámara, a
Ordax Avecilla, que también era diputado…
En
1851 publicó su Historia de la Pintura, libro que le
iba a traer grandes complicaciones. Al hacer la crítica
de la pintura medieval, Pí y Margall incluyó en un apartado
una referencia al cristianismo con sus opiniones acerca
de la religión. Se encontró con el famoso con la Iglesia
hemos topado… Ocurrió, además, que como la publicación
era de lujo y coste elevado, el editor se había dirigido
a las personas acaudaladas y, entre ellas, a las altas
dignidades del clero. En fin, que, como es fácil de suponer,
llovieron sobre Pí y Margall más anatemas y excomuniones
que sobre Salman Rushdie. Se suspendió la publicación
en el primer tomo, que aún así se pudo distribuir y vender.
Los obispos y arzobispos presionaron de tal manera sobre
el gobierno que Bravo Murillo tuvo que ordenar la recogida
de la obra. Pí y el editor se libraron de los tribunales
porque la denuncia interpuesta no fue admitida por estar
fuera de plazo. Por supuesto, Pí y Margall tuvo que abandonar
la redacción de Recuerdos y Bellezas de España y renunciar
a la publicación de todo el material que tenía preparado.
Sus artículos en los periódicos tuvieron que aparecer
con seudónimo y todos los rayos de la reacción cayeron
otra vez sobre su cabeza cuando ese mismo año de 1851
publicó sus Estudios sobre la Edad Media, obra que fue
prohibida también por la iglesia católica española.
Por
esas mismas fechas inició su colaboración en la Enciclopedia
de Legislación y Jurisprudencia con una serie de trabajos
especializados. Recopiló y reseñó la obra de Juan P. de
Mairena y escribió el prólogo para la colección Biblioteca
de Autores Españoles de Rivadeneyra. En 1852 inició su
obra titulada: ¿Qué es la economía política? ¿Qué debe
ser? No pudo concluirla porque el fiscal ordenó el
secuestro de la primera entrega.
En
el agitado año de 1854, Pí era ya uno de los miembros
más activos del Partido Democrático, formando en su ala
izquierda, socializante y proletaria, que encabezaban
Sixto Cámara y Fernando Garrido, frente al sector de los
Orense y Rivero. Por eso, cuando estallaron los movimientos
insurreccionales de ese año de 1854, que en cierta medida
se pueden definir como meros ajustes de cuentas entre
las facciones del régimen isabelino, Pí y Margall es
el agitador, el revolucionario que trata de orientar y
guiar al pueblo que defiende las barricadas de Madrid
hacia la toma del poder. Publicó una hoja volandera,
El eco de la Revolución, donde se pide el armamento
general del pueblo y la convocatoria de Cortes Constituyentes
por sufragio universal que estableciesen la libertad de
imprenta, la de conciencia, la de enseñanza, la de reunión,
la de asociación… Demasiado avanzado para la época,
no puede sorprendernos que, a pesar de la derrota de los
gubernamentales, Pí y Margall fuera detenido y permaneciera
algún tiempo en prisión.
Estamos
en el bienio progresista del gobierno Espartero-ODonnel,
y el pueblo de Barcelona propone a Pí y Margall como candidato
a diputado en las Constituyentes de ese año de 1854, mas
no saldrá elegido. En la segunda vuelta, por pocos votos
de diferencia, fue derrotado por el general Prim, miembro
del partido Progresista.
En
1855 escribió una de sus obras más famosas: La reacción
y la revolución. Solamente pudo publicar el primer tomo.
El segundo, en el que Pí abordaba la cuestión religiosa,
consideró el fiscal que debía de ser sometido a la censura
eclesiástica antes de su publicación. Pí y Margall no
aceptó semejante injerencia clerical ni la excepcionalidad
jurídica que la amparaba, por lo que dicho tomo no se
pudo publicar. Ese mismo año editó la revista política
y literaria La Razón, que contó con colaboradores tan
importantes como Canalejas. Se publicó esta revista hasta
el golpe de estado de ODonnel del año siguiente, cuando
Pí y Margall tuvo que retirarse a Vergara, de donde era
natural su esposa, Petra Arsuaga.
Durante
el año de 1955 y hasta su marcha a Vergara, Pí y Margall
había comenzado a dar lecciones de política y economía
en una habitación de la calle Desengaño. La afluencia
de jóvenes de todas clases, de obreros y de intelectuales
se fue haciendo en poco tiempo tan numerosa que llenaban
pasillos y escalera. En estas lecciones y en estas conferencias,
hasta que el gobierno las prohibió, se empezó a formar
el embrión del futuro partido republicano.
Durante
su estancia de diez meses en Vergara, retraído de todo
activismo político, Pí y Margall envió numerosos artículos
para el periódico El Museo Universal. Todos ellos tuvieron
que ser publicados con seudónimo.
En
Julio de 1857, Rivero le reclamó desde Madrid. Regresó
Pí a la capital y entró de redactor en La Discusión,
iniciando desde sus páginas grandes polémicas que no solo
acrecentarían su renombre, sino que también influirían
de forma notable en el devenir del Partido Democrático.
La Discusión pasó entonces a ser objeto de encarnizada
persecución por el aparato gubernamental. El radicalismo de
Pí y, sobre todo, su apoyo a los derechos del trabajador
y a sus incipientes asociaciones de defensa le llevó a
entrar en polémica con destacados miembros de su propio
partido, los llamados individualistas, que
formaban lo que se podría denominar como el ala derecha.
Finalmente, todo ello le obligó a abandonar la redacción
de La Discusión, manteniendo sus colaboraciones en otras
publicaciones como La América y la Revue des deux mondes,
al mismo tiempo que seguía divulgando sus ideas políticas
y económicas por medio de conferencias en ateneos y casinos.
Durante
ese período, Pí aprovechó para obtener el doctorado, abrir
bufete y ejercer como abogado, siempre en Madrid. Volcado
totalmente en su labor profesional, su despacho adquirió
pronto un renombre y una clientela que le permitieron
sostenerse económicamente.
En
1864 volvió nuevamente a La Discusión; esta vez, como
director. Terció personalmente en la nueva polémica
que dividía las filas democráticas a propósito de si se
podían considerar compatibles con la democracia o no las
teorías socialistas. Frente a la postura de José Mª Orense
que se negaba a admitir como demócratas a los socialistas,
Pí promovió la conocida como Declaración de los treinta,
en la que los treinta dirigentes del Partido Democrático
que la firmaban declaraban que había que considerar como
demócrata a cualquier persona que defendiera las libertades
individuales, el sufragio universal y los demás principios
que constituían el programa democrático, independientemente
de las opiniones que tuviesen en materias filosóficas,
económicas o sociales. A los seis meses, Pí cesaba como
director.
Estamos
en 1866 y Pí y Margall, que ronda los cuarenta dos años
de edad, va a conocer el exilio por motivos políticos.
Los sucesivos fracasos de las insurrecciones promovidas
por Prim para obligar a Isabel II a llamar al gobierno
a los progresistas, culminaron en la sublevación del cuartel
de San Gil y el fusilamiento de decenas de sargentos de
ese cuartel. Narváez, desde el gobierno, desató la consiguiente
represión generalizada. La mayoría de los demócratas y
de los progresistas tuvieron que escapar a Francia para
sentirse a salvo. En la noche del día dos de Agosto la
policía asaltaba le vivienda de Pí y Margall. Afortunadamente,
alguien le había avisado poco antes y tuvo tiempo para
escapar y evitar su detención. Permaneció escondido unos
días hasta que pudo iniciar la huida a Francia y llegar
a París.
En
París, donde se habían refugiado la mayoría de los exiliados
españoles, Francisco Pí y Margall consiguió sobrevivir
gracias a las colaboraciones literarias en periódicos
hispanoamericanos. Amplió sus conocimientos con cursos
en La Sorbona e inició el estudio sistemático y la
traducción al castellano de las principales obras de Proudhon.
Generalmente se acepta que es en el El principio federativo,
obra de este economista e ideólogo francés fallecido en1865,
donde Pí encontró la base sobre la que construir y desarrollar
su teoría federal con la que completar el proyecto republicano
para España. Pero algunos especialistas afirman que las
ideas básicas del federalismo pimargalliano ya aparecían
bosquejadas en escritos y obras suyas cronológicamente
anteriores a la de Proudhon. Y fue en París donde Pí
consiguió convencer a sus compañeros de partido y de exilio:
Castelar , Garrido, Orense…, para que aceptasen los
principios del republicanismo federal. Recordemos aquí
que Emilio Castelar había sido condenado, en rebeldía,
a garrote vil.
Septiembre
de 1868. El almirante Topete subleva a la Escuadra en
Cádiz, Prim se incorpora desde Gibraltar y llegan para
adherirse los generales confinados en Canarias. Las guarniciones
se van sumando a la sublevación y Prim, a bordo de la
fragata Zaragoza, va ganando para la revolución, una tras
otra, todas las capitales costeras del litoral mediterráneo.
Dimite el dictador González Bravo y la reina Isabel II
nombra presidente del gobierno al general José Gutiérrez
de la Concha. El ejército realista que manda el general
Pavía es derrotado en la batalla del puente de Alcolea
por las fuerzas a las órdenes del general Serrano. El
30 de Septiembre Isabel II y su corte salen de San Sebastián
y cruzan la frontera francesa.Sin embargo, Francisco
Pí y Margall no regresó a España y prolongó voluntariamente
su exilio parisino. Desconfiaba de los generales y pensaba
que el nuevo régimen tampoco iba a acometer las reformas
fundamentales que el país necesitaba. Sabía que la mayoría
de los generales y almirantes triunfantes solamente pretendían
sustituir en el trono a Isabel II por su hermana Luisa
Fernanda, y en Pí fue siempre una constante en su actividad
política la negativa a colaborar con los partidos monárquicos.
El
Gobierno provisional estableció las libertades fundamentales
y el 18 de Diciembre, por primera vez en España, se
celebraron unas elecciones municipales por sufragio universal,
y en Enero, las de diputados a Cortes.
El
Partido Democrático se escindió en dos: Rivero, Martos
y Becerra, partidarios de la colaboración con las otras
fuerzas para la instauración de un monarquía democrática;
y, por otro lado, los Orense, Castelar, García López,
Pierrard y otros, resueltamente a favor del régimen republicano
y federal. Pí y Margall, sin haber participado en la
campaña electoral, fue uno de los 85 republicanos que
obtuvo el acta de diputado.
El
8 de Febrero de 1869 tomó el tren en París de regreso
a España. Participó activamente en los debates parlamentarios
y se convirtió en uno de los elementos más destacados
de minoría republicana.
Cuatro
meses más tarde, con 214 votos a favor y 55 en contra,
se aprobó la constitución, democrática pero monárquica:
¡y a buscar por el mundo un rey para España!
Los
dirigentes republicanos, Pí y Margall entre ellos, viajaron
por toda España pronunciando discursos contra la restauración
monárquica y en pro de la república federal. En la
primavera de 1869 se firmaron los pactos entre los comités
federales de distintas provincias y regiones. Días después,
Pí convocó a los representantes de esos pactos a la firma
del gran pacto nacional, firma que tuvo lugar en Madrid
el 30 de Junio. Prim trató en vano de atraer a los republicanos.
Ofreció
a Castelar y a Pí los ministerios de Fomento y Hacienda,
pero no consiguió que los aceptasen. El gobierno veía
en los republicanos al enemigo que se insurreccionaba
por todas partes. Cuando se abrieron las Cortes el uno
de Octubre, Pí y Margall, junto con Castelar, Orense y
Figueras tomaron la palabra y no solamente no condenaron
los levantamientos en provincias de sus correligionarios,
sino que acusaron al gobierno de Prim de deslizarse hacia
la dictadura. Finalizada su intervención, se levantaron
y abandonaron el hemiciclo. Cuatro días después, el
gobierno suspendía las garantías constitucionales. Los
parapoliciales de La Partida de la porra se dedicaban
a asesinar y apalear, a reventar mítines y a asaltar las
redacciones de los periódicos opositores.
Pí
y Margall asumió la dirección del partido al frente de
un directorio y en circunstancias sumamente desfavorables.
Tuvo que hacer frente a la escisión por la derecha de
los republicanos unitarios que dirigía García Ruiz, y
a la oposición de izquierdas, mayoritaria en las provincias.
En este año de 1870, el gobierno de Prim ofreció el
trono de España a las siguientes personas: Fernando
de Portugal, Amadeo de Saboya, al duque de Génova, a distintos
príncipes de Dinamarca, Noruega, Suecia y Rusia, a un
príncipe de la casa Hohenzollern y al general Espartero.
Había, además, otros candidatos de las facciones políticas
disidentes o minoritarias: Carlos VII, Alfonso de Borbón
y los duques de Montpensier. El 16 de Noviembre votaron
los diputados:191 a favor de Amadeo de Saboya, 60
por la República federal, 27 por el duque de Montpensier,
8 por el general Espartero, 2 por la República unitaria,
2 por Alfonso de Borbón, 1 por la República y 1 por la
duquesa de Montpensier; hubo 19 papeletas en blanco. El
27 de Diciembre se produjo el atentado que le costó la
vida Prim. Amadeo de Saboya llegó a Cartagena y tuvo
que retrasar su entrada a Madrid para que no coincidiese
su proclamación como rey con el funeral de Prim. En
un teatro de Madrid se estrenaba la obra titulada: Macarroni
I.
Los
dos años de reinado de Amadeo se caracterizaron por el
creciente enfrentamiento político entre los dirigentes
de las distintas fuerzas que habían promovido su acceso
al trono. Corrupciones electorales y económicas, sublevaciones
en provincias, un atentado, devaneos amorosos que se tienen
que tapar con millones de pesetas extraídos ilegalmente
del presupuesto, todo desembocó, con el plante de los
artilleros que el gobierno no quiso tolerar haciendo de
detonante, en la renuncia de Amadeo al trono. Son años
difíciles para Pí y Margall. La situación política le
coloca en una posición centrista dentro de un partido
que por sus propias características no puede tener una
dirección central y efectiva. Pí no aprueba las insurrecciones
porque existe libertad política, pero suscribe sus demandas;
defiende los derechos de las secciones de la Internacional
obrera, pero las organizaciones obreras desconfían de
él y le regatean su apoyo; mantiene sus diferencias con
el sector benevolente de los Castelar y Orense, pero
tiene que maniobrar para evitar que se deslicen más hacia
la derecha… Y todo ello sin olvidar la cotidiana tarea
en las Cortes de oposición a los gobiernos de Amadeo I.
El
11 de Febrero de 1873, oficial ya la renuncia de Amadeo
al trono, las Cortes, sin un respeto escrupuloso del procedimiento
constitucional, proclamaron la República.Al igual
que sesenta años después, podría afirmarse que la República
no la traen los republicanos sino las circunstancias y
los manejos de los jefes de los partidos que antes habían
colocado a Amadeo en el trono. El partido republicano
federal estaba dividido y desmoralizado, falto de credibilidad.
Seguían las quintas y los consumos, persistía el caciquismo
electoral, no había mejorado la situación de los obreros
y de los jornaleros… En el primer gobierno republicano
presidido por el federal Estanislao Figueras, en el que
hay cuatro ministros radicales que lo han sido también
en la monarquía de Amadeo, Pí se encargó del ministerio
de Gobernación. Si bien es cierto que en la primera
reunión del gobierno propuso la celebración inmediata
de elecciones municipales y a diputaciones provinciales,
lo que no fue aceptado, también lo es que otra de sus
primeras actuaciones fue telegrafiar a todos los gobernadores
civiles pidiendo que disolviesen las juntas revolucionarias
que se hubieran formado y ordenasen la reposición de
ayuntamientos y diputaciones. Los republicanos federales
además de divididos, estaban solos. Tenían enfrente a
toda la derecha formada por los generales y dirigentes
que habían provocado la revolución de Septiembre de 1868,
y a los radicales, que también conspiraban con ellos;
el ejército estaba indisciplinado, las milicias sin organizar,
los carlistas en guerra, la economía en quiebra…El
22 de marzo la Asamblea quedó disuelta según lo previsto,
funcionando una comisión permanente hasta la celebración
de las elecciones de diputados para Cortes Constituyentes
previstas para el 15 de Mayo. Pero esa comisión permanente
se dedicó a conspirar contra el gobierno y el 23 de
Abril se produjo el intento de golpe de estado que encabezó
el alcalde de Madrid. Como antes el de Martos, todo se
desbarató gracias a la enérgica actuación de Francisco
Pí y Margall, entonces presidente interino del gobierno,
pues Figueras estaba profundamente afectado por la muerte
de su mujer en esos días. Firmó Pí el decreto de disolución
de esa comisión permanente y destituyó a Pavía, capitán
general de Madrid. Las elecciones se celebraron con
una limpieza nunca vista antes, gracias a la firme voluntad
de Pí desde el ministerio de Gobernación para que así
fuera.Sin embargo, no se pudo impedir la gran abstención,
mayor del cincuenta por ciento, promovida por las fuerzas
reaccionarias del país y acrecida con la guerra carlista.
Los federales obtuvieron 343 actas, 20 los radicales,
7 los conservadores y 3 los alfonsinos.
Reunidas
las cortes constituyentes, el once de Junio, tras la huida
a Francia de Estanislao Figueras y no sin fuerte tensión
y encono entre la propia representación federal, fue
elegido presidente de la República Francisco Pí y Margall
tras no pocas peripecias. En su programa de gobierno figuraban
las siguientes propuestas: restablecimiento de la
disciplina en el ejército, suspensión temporal de las
garantías constitucionales, separación de la Iglesia y
el Estado, enseñanza gratuita y obligatoria, abolición
de la esclavitud en Cuba (había sido aprobada su abolición
en Puerto Rico, proyecto de ley elaborado en las Cortes
de Amadeo), extensión de todas las libertades y derechos
a las provincias de ultramar, jurados mixtos de trabajadores
y empresarios, prohibición del trabajo de los niños menores
de doce años, reducción de la jornada laboral a nueve
horas, acceso de los jornaleros a la propiedad de la tierra…
Es decir, un programa que en muchos aspectos quedaría
pendiente y tendría que ser reformulado sesenta años después.
En
medio del creciente descontento popular, con la Hacienda
española en una situación crítica; con una guerra en el
Norte y otra en Cuba; con motines y sublevaciones por
doquier: Vicálvaro, Aranjuez, Sagunto, Alcoy, Madrid…;
dimisiones de ministros, minorías de diputados intransigentes
que en su oposición al gobierno llegaron a abandonar el
hemiciclo; con capitales de provincia y hasta regiones
enteras que se declaraban independientes…; con la mayoría
de las Cortes en contra, el 18 de Julio de 1873, Pí
y Margall presentó la dimisión del gobierno de la nación.
Un día antes se había presentado a las Cortes el proyecto
de constitución federal.
Sometida
a votación la designación de presidente del gobierno,
Francisco Pí y Margall obtuvo 93 votos, frente a los 119
de Nicolás Salmerón. El nuevo presidente, abogado
y catedrático de Filosofía de la Universidad Central,
había formado parte del primer gobierno republicano al
frente de la cartera de Gracia y Justicia. En el nuevo
gobierno, Salmerón mantuvo en los tres ministerios clave:
Guerra, Hacienda y Gobernación, a los tres ministros del
presidido por Pí. El 19 de Julio, ante el pleno de las
Cortes, al que se habían reintegrado los diputados de
la izquierda, expuso Salmerón su programa de gobierno.
Tras su etapa como
presidente y ministro de la gobernación, no solamente
la honradez de Pí quedó fuera de toda duda, sino que se
comprobó que apenas había gastado nada de los fondos secretos
del ministerio. Siempre se negó a cobrar la cesantía que
como ministro y presidente le correspondía.
Salmerón,
a su vez, presentó la dimisión el 5 de Septiembre por
no querer autorizar la ejecución de ocho soldados condenados
a pena de muerte. Le sucedió en la presidencia del
ejecutivo Emilio Castelar, hasta entonces presidente de
las Cortes. Castelar venció al otro candidato a la presidencia
del gobierno, Pí y Margall, por 133 votos contra 67. Nicolás
Salmerón fue, a su vez, elegido presidente de las Cortes.
En
la madrugada del día 3 de Enero de 1874 estaban las Cortes
reunidas votando un nuevo presidente que sustituyera a
Emilio Castelar. Dio entonces el golpe de estado del
general Pavía, que en un primer momento ofreció la presidencia
del gobierno al dimitido Castelar, que la rechazó sin
contemplaciones. El general Pavía era partidario de
los llamados republicanos unitarios y en Diciembre le
había propuesto a Castelar que mantuviera suspendidas
por tiempo indefinido las actividades de las Cortes. Formó
gobierno el general Serrano. el Termidor al bonapartismo.
Tras
el golpe de Pavía, Pi y Margall tuvo que abandonar forzosamente
la política activa. Dedicó su tiempo a preparar un libro
en el que quedasen recogidas tanto su actuación política
en el tiempo que duró el régimen republicano como sus
ideas. Este libro recibiría el título de La República
de 1873 y sería prohibido por las autoridades.En
Mayo de ese año de 1874, Pí y Margall fue víctima de un
atentado en su propia casa, del que afortunadamente salió
indemne. El autor fue un clérigo, el párroco del pueblo
manchego de Poblete, que le disparó dos tiros de pistola
y se suicidó acto seguido. Poco se sabe de la represión
que siguió al golpe de Pavía y de la que tuvo lugar en
los primeros años de la restauración. El propio Pí y Margall
fue detenido y conducido a una prisión andaluza, donde
permaneció no mucho tiempo.
En
esos años que siguieron a la entronización de Alfonso
XII, Pí y Margall retornó a la profesión de abogado y
sustituyó el imposible activismo político por el trabajo
intelectual.Publicó la obra titulada Joyas literarias
y, en 1876, Las Nacionalidades, sin duda, su obra más
famosa, en la que desarrolló todas sus ideas sobre el
federalismo y el estado federal. En 1878 sacó a la luz
los primeros capítulos de su Historia general de América.
Otras obras suyas son: La Federación; Las luchas de
nuestros días; Primeros diálogos; Amadeo de Saboya;
Estudios sobre la Edad Media y Observaciones sobre
el carácter de D. Juan Tenorio.
Hasta
1980 no empezaron a reorganizarse las fuerzas republicanas.
Fue entonces cuando Pí fundó el partido republicano que
llamará federal pactista,diferenciándolo del republicano
progresista y del federal orgánico. El programa político
del partido republicano federal elaborado por Pí fue aprobado,
junto con el proyecto de constitución federal, en el congreso
celebrado en Zaragoza en 1883.
Elegido diputado
a Cortes en 1886 por acumulación de votos en diferentes
distritos electorales, Pí y Margall acudió pocas veces
al Congreso y rara vez hizo uso de la palabra. En 1891
fue elegido diputado por Barcelona y por Valencia, tomando
el acta de Barcelona, siendo el jefe de la minoría republicana
en el Congreso. Redactó el programa del partido federal
que se aprobó en 1894. Lo acertado de su crítica a los gobiernos y
al régimen y el cumplimiento de sus previsiones quedó
patente en el conflicto con Cuba y la guerra con Estados
Unidos. Pí y Margall fue el único en defender primero
la autonomía y, más tarde, la independencia de Cuba, y
se opuso resueltamente a la guerra con Estados Unidos. Su acertada labor
quedó reconocida en las elecciones de 1899, donde salió
diputado por dos distritos y fue el candidato que sacó
mayor número de votos, volviendo a obtener el acta de
diputado en las siguientes elecciones.
A pesar de su avanzada
edad, hizo numerosos viajes de propaganda política y,
en 1890, fundó y dirigió el periódico El Nuevo Régimen,
órgano oficial del partido federal, escribiendo artículos
y ayudando a confeccionar cada uno de sus números. Con
lucidez, tenacidad y coherencia se mantuvo en el activismo
político hasta el último instante de su vida. Defendió
su ideario republicano y federal contra viento y marea.
Destacó como historiador, periodista, crítico de arte,
filósofo y economista. Dio ejemplo de honradez y su vida
privada estuvo marcada por la sencillez y discreción.
Murió en su casa
de Madrid, a las seis de la tarde del 29 de Noviembre
de 1901. Tenía setenta y siete años.
Francisco Pí y Margall
fue el político español más importante del siglo XIX.