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  • Asturias Republicana – DICTADURA FRANQUISTA.

    Sobre
    Cristino García (II).

     

    Por
    Gregorio Morán.

    Miseria y grandeza del PCE (1939-1985).

     


    Está
    firmada la sentencia. Carrillo ha cogido en sus manos la
    organización de Madrid, la más importante
    del interior; ya no es aquel grupo orientado por el dúo
    Monzón-Trilla,

    sin grandes acciones, aunque las pregonen, y con
    discretos contactos políticos. A Madrid ahora le
    ha sonado la hora de su liberación. Acaba de llegar
    José Vitini, en enero; Cristino García en
    abril. Cada uno, como el Cid, viene con algunos de los suyos,
    dispuestos a demostrar con un heroísmo sin igual
    y una ignorancia política absoluta, cómo hay
    que hacer las cosas para que se repita lo de Francia.

    EI
    gran Vitini, un antiguo oficial de Asalto durante la guerra
    civil,
    formado como luchador en la resistencia
    francesa, dura cuatro meses. Pone bombas en el diario pro-nazi
    Infomaciones y en la Delegación falangista de Prensa
    de la calle Montesquinza, pero su obra va a ser el asalto
    a un local de Falange en el barrio de Cuatro Caminos; el
    comando mata a dos falangistas de la clase de tropa, Martín
    Mora y Daniel Lara. Luego, algún atraco de poca monta
    y mal organizado que no sale a pedir de boca y la represión
    los diezma. En abril es ya un detenido que va para cadáver;
    heroico cadáver quizá, pero cadáver
    al fin y a la postre, mientras la organización del
    partido está esquilmada. No importa, en 1945 las
    cosechas de militantes se suceden.

    A
    Vitini le sustituye en la actividad guerrillera de la capital
    de España, otro asturiano, Cristino García.

    La continuidad política la sigue manteniendo Agustín
    Zoroa, que hace escasos viajes a Francia y que va a ser
    detenido en el terrible verano de 1945, casi al unísono
    que otros dos enviados al interior, Sebastián Zapirain
    y Santiago Álvarez, miembros del Comité Central.
    Zapirain dura en libertad, desde su entrada clandestina,
    poco más de un mes, y Álvarez apenas si llega
    al mes, el tiempo que tardó en buscar casa para dormir
    y contactar con el partido. Zapirain y Álvarez, no
    obstante, marcarán un hito en la historia del partido
    porque serán los dos primeros miembros de la dirección
    que consiguieron librarse del fusilamiento gracias a la
    solidaridad internacional. Caído Zoroa y con Zapirain
    y Álvarez en la cárcel, ya no habrá
    más Delegación del Comité Central en
    el interior.

    Cristino
    García, el sustituto de Vitini, alcanza Madrid a
    finales de abril. Llega con la aureola de su legendaria
    actividad en Francia,
    luchando en el Gard, en Lozere
    y Ardeche. Es el vencedor de la batalla de La Madeleine,
    con un balance de 1.500 prisioneros y 600 bajas al enemigo;
    es el liberador de Foix y el asaltante de la prisión
    de Nimes. Tiene cuando llega a Madrid, 31 años, es
    un veterano que ya luchó en el 34 y que hizo la guerra
    en el XIV de Guerrilleros. Conserva un inconfundible acento
    asturiano y el aspecto de minero batallador: alto, delgado,
    puro nervio. Apenas si durará seis meses, un récord
    para este hombre que no se arredra ante nada; realiza brillantes
    atracos, limpios, sin sangre y muy rentables; utiliza el
    desconocido “plástico” para volar el transformador
    eléctrico que da corriente a la fábrica Barreiros
    en la periferia madrileña Tiene un talento innegable
    de activista nato.

    Todos
    son éxitos y crea el “Grupo Especial”,

    seis hombres como él, dispuestos a todo. La afluencia
    de militantes, las ganas de pelea entre la gente es tal
    que se ve obligado a incorporar a más guerrilleros
    de los que puede controlar. El Grupo Especial se transforma
    en un estado mayor que no alcanza a orientar a cada partida
    de la guerrilla urbana. El ritmo de la actividad es imparable
    y todos están metidos en la vorágine sin tiempo
    para pensar que el enemigo algún día logrará
    detener a alguien del “estado mayor” y todo se
    vendrá abajo.

    Ese
    momento llegó días después de la aparición
    de un cadáver de mujer en la calle Amor de Dios.
    Una pobre prostituta que frecuenta un antro denominado El
    Brasero.
    La investigación policial les acerca
    a un cliente habitual de la casa, un derrochón que
    nadie sabe dónde de trabaja, se llama Francisco Carranque
    y no tiene nada que ver con esa muerte, pero sí tiene
    mucho que ver con las actividades guerrilleras. En el partido
    se le conoce por “Paquito” y es uno de los seis
    del Grupo Especial de Cristino García.

    “Paquito”
    va armado el día que le detienen, un 16 de octubre
    de 1945. El resto no es más que la sordidez de una
    historia de la época. Le ofrecen la libertad y pasaje
    para Argentina si lo cuenta todo y la policía, para
    hacerlo más verosímil, contacta con su hermana
    en Buenos Aires y le provisiona de la documentación
    precisa. Él no irá nunca a América,
    sino al paredón, y los demás, con él.

    El
    20 de octubre detienen a Cristino en la Plaza Mayor. Ha
    durado seis meses y no ha podido consumar su proyecto: sublevar
    a los presos políticos el 20 de noviembre,

    coincidiendo con la marcha falangista sobre la tumba de
    Jose Antonio Primo de Rivera en El Escorial. Sólo
    alcanzó a ver la primera parte: la fuga, en mayo,
    de 33 presos del campo de concentración de Valdemanco.

    Le
    fusilarán el 21 de febrero de 1946 con nueve de los
    suyos
    y el gobierno francés cerrará,
    por orden del general De Gaulle, la frontera francesa en
    su honor. Le concederán, a título póstumo,
    un año más tarde, la más alta condecoración:
    la Cruz de Guerra. Su detención arrastró la
    de casi todo el partido en el interior, que se renovará
    a las pocas semanas con un entusiasmo suicida, desbordante
    de satisfacción por el fin del franquismo, que se
    ve cerca. De veinte en veinte, grupos de activistas mantienen
    la llama sagrada de la fe con aquel tipo de actividad guerrillera
    entrecomillada, que apenas necesitaba de más gente
    para cumplir su único objetivo: desestabilizar y
    crear inseguridad en el régimen. Pretenderán
    debilitarle y sí demostrarán que se trata
    de un régimen débil, pero el terror individual
    le fortalecerá. Si el valor y el heroísmo
    que demostraron aquellos hombres que cruzaron la frontera
    para liberar España hay que escribirlo con letras
    de oro, la incompetencia política de quienes les
    mandaron debería esculpirse en piedra y ponérsela
    al cuello, de ronzal.

    La
    actividad guerrillera urbana, concentrada fundamentalmente
    en Madrid, donde se traen a los mejores hombres y que tuvo
    en el año 1945 su mayor derroche de capacidades y
    energías, no sólo fue una historia negra,
    donde se mezcla el heroísmo y el crimen político,
    sino que fue un error de incalculables consecuencias para
    la lucha antifranquista, para el Partido Comunista y para
    los aliados políticos de dentro y fuera de España.

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  • El destino de los prisioneros

     

     

    En
    los sistemas de terror todo el mundo es sospechoso y todo sospechoso
    es encarcelable.
    Si a esto añadimos el creciente número
    de prisioneros de guerra, se comprenderá que en la España
    nacionalista un rosario de cárceles, prisiones provisionales,
    depósitos y campos de concentración cubría
    su territorio.

    Sobre
    la vida de los prisioneros en campos de concentración y
    cárceles, todos los testimonios coinciden en estas características:
    hambre, hacinamiento, ausencia de higiene, enfermedades, malos
    tratos y arbitrariedad.

    Del
    hambre que pasaban los presos, baste decir que aquel preso que
    no recibía paquetes de comida de su familia y dinero para
    suministrarse en el economato de la prisión, lo más
    probable era que se terminase muriendo.
    En muchas cárceles
    y campos, los asturianos se hicieron famosos por sus “comunas”.
    En esas “comunas” lo que cada uno recibía de
    la familia era equitativamente repartido entre todos los demás
    compañeros.

    Según
    informes del coronel jefe de la Inspección de Campos de
    Concentración, las delegaciones y campos habían
    ahorrado de la asignación para alimentos de los prisioneros
    las siguientes cantidades:

    Santander,
    año 1937.

    Septiembre:    
    281.292,15 pts.

    Octubre:         
    252.328,55 pts.

    Noviembre:    
    141.697.-  pts.

    Asturias,
    año 1937.

    Noviembre:    
    35.050,40 pts. (Con unas existencias de carne en conserva por
    valor de 98.000.- pts.)

    Campo
    de Concentración de San Marcos, León, año
    1937.

    De
    Octubre a Diciembre: 101.445,75 pts.

    Total
    ahorrado en los campos dependientes de la Inspección:

               
    1.002.843,66 pts. de economías.

    Dado
    en Burgos, el 31 de Diciembre de 1937 por el comandante de Intendencia.
    VºBº el coronel Inspector. Conforme del Comisario de
    Guerra. Esta cantidad se reintegra al Tesoro]       

    El
    hacinamiento era extremo.
    Todas las personas con las que hablé
    coinciden en la misma frase: “como sardinas en lata”.
    En las celdas de la cárcel de El Coto, de unos dos por
    tres metros, estaban catorce presos, y en las aglomeraciones,
    todos los días se calculaba en centímetros el ancho
    que podía ocupar cada preso.

    La
    falta de higiene era total:
    nada de duchas, solamente unos
    retretes precarios, incapaces de sumir los detritus de aquella
    masa humana; a veces, simples baldes que se retiraban una vez
    al día. Plagas de chinches y piojos. El agua escaseaba
    o llegaba a faltar totalmente. Su potabilidad era siempre más
    que dudosa. En muchos casos, para empeorar las condiciones, se
    daba la orden de que las ventanas permaneciesen cerradas y el
    aire se hacía irrespirable.

    El
    hambre debilita las defensas del organismo humano. La ausencia
    de higiene provoca brotes epidémicos y el hacinamiento
    y la ausencia de ventilación favorecen el contagio.

    Hubo
    cárceles y campos de concentración en los que los
    presos morían como moscas. No sé si habrían
    planificado la eliminación de presos creando las condiciones
    precisas para que enfermasen y se muriesen.
    Lo cierto es que
    las condiciones de vida de los presos en las cárceles,
    en los campos de concentración y en los batallones de trabajadores
    dependían, sobre todo, del director o mando superior de
    los mismos, también del capellán y, en menor medida,
    de jefes y guardianes. El director de una cárcel o el jefe
    de un campo de concentración podían permitir o no
    que se robase, que se estraperlase con el presupuesto y con la
    comida de los presos; podía imponer un régimen severo
    y vengativo, u otro que beneficiase a los presos. Por eso en unos
    sitios se comía mejor y en otros se morían de hambre;
    en unos, las palizas eran frecuentes, y en otros, excepcionales.

    Las
    enfermedades fueron para muchos presos otras condenas de muerte
    de las que, como si de una cruel repesca se tratase, no se pudieron
    librar.
    Siempre rondó la muerte en las prisiones, siempre
    el temor a los ruidos nocturnos, a que cualquier traslado pudiera
    terminar en una cuneta o en la pared de cualquier cementerio.
    Si la mortandad en las cárceles fue siempre muy elevada,
    en el año 1941 y en algunas prisiones en particular
    alcanzó cotas de exterminio.

    En
    Abril de 1937, las autoridades franquistas aprobaron una ley que
    reconocía el derecho al trabajo de los prisioneros de guerra
    y presos políticos.
    Se les pagaba dos pesetas diarias,
    de las que se les retenía una con cincuenta céntimos;
    si estaba casado legalmente y la familia residía en la
    zona nacionalista, se le entregaba a la mujer dos pesetas diarias
    y otra peseta más por cada hijo menor de quince años.

    En
    Julio de ese mismo año se creó la Inspección
    de los Campos de Concentración para prisioneros, nombrándose
    como jefe de la misma al coronel Luis de Martín Pinillos:

    «(…)
    Habida cuenta del gran número de los mismos (prisioneros
    de guerra) que se iban acumulando a medida que nuestro Ejército
    adelantaba en su carrera victoriosa, y habida cuenta también
    de la índole especial de la guerra que mantenemos, diferente
    en muchísimos aspectos de una guerra internacional y de
    la mayor parte de las guerras civiles que han ensangrentado el
    suelo de nuestra Patria y el de otras naciones, pues no se trata
    en nuestro caso de dilucidar cruentamente una discordia meramente
    política, pero en la que los bandos contendientes, por
    lo demás, estén formados por hombres honrados que
    profesan sus ideales de buena fe y que al luchar guardan el respeto
    debido a la dignidad humana y a las leyes caballerescas de la
    guerra, sino que desgraciadamente, en este caso de España,
    frente al Ejército Nacional no se alza otro Ejército,
    sino una horda de asesinos y forajidos y junto a ellos, y como
    menos culpables, unos bellacos engañados por una propaganda
    infame
    y no es eso lo peor, sino que junto a esas dos clases
    de elementos, asesinos y bellacos, forman también, aunque
    a la fuerza, buen número de hermanos nuestros, de nuestras
    ideas y convicciones y que la desgracia los ha llevado a estar
    entre los rojos al estallar el glorioso alzamiento nacional y
    salvador de nuestra Patria y de la civilización cristiana.
    Estas circunstancias complican extraordinariamente el problema
    a resolver por la Inspección de prisioneros, pues el régimen
    a aplicar a los mismos ha de ser distinto al que habría
    que seguir en una guerra regular, internacional o civil. No
    obstante y por disposición especial de nuestro magnánimo
    Generalísimo, los prisioneros que no hubiesen realizado
    crímenes y delitos comunes han de gozar de todas las garantías
    del Convenio de Ginebra de 1929.»

    La
    Inspección de Campos de Concentración tenía
    su sede en Burgos y estaba estructurada en cinco secciones: Personal;
    Intendencia e Intervención; Sanidad y Farmacia; Trabajos
    y Obras, y Justicia.
    Al frente de las mismas había
    un jefe de Ingenieros, otro de Intendencia y otro de Sanidad;
    un capitán de Estado Mayor de Infantería y otro
    capitán de Farmacia; un teniente Auditor de 2ª y un
    capellán. Aunque su misión, organización
    y dependencia orgánica no habían sido definidas
    en ninguna disposición oficial, “la fuerza incontrastable
    de la realidad ha hecho que la Inspección dependa exclusivamente
    del Cuartel General del Generalísimo”.

    La
    caída de Santander en poder del ejército nacionalista
    en Agosto del treinta y siete trajo consigo la captura de unos
    cincuenta mil prisioneros.
    Tan elevado número ocasionó
    serias dificultades al mando nacionalista, de tal modo que el
    coronel jefe de la Inspección de Campos, en la memoria
    que envía en Mayo de 1938 al “Generalísimo”
    y al general Dávila, considera uno de los mayores logros
    de esa Inspección el haber conseguido solucionar el problema
    de “alojar” y “alimentar” a aquella masa
    enorme de prisioneros en pocas horas. Para ello, se crearon
    en Santoña cuatro campos de concentración con un
    total de 1.200 prisioneros; varios campos en Laredo para unos
    9.000 prisioneros; otros más en Castro Urdiales que albergaban
    a 10.000 prisioneros, y cuatro en Santander para un total de 12.000
    prisioneros.
    Hay que suponer que el resto de prisioneros serían
    trasladados a otros campos fuera de Cantabria. Para dirigir y
    administrar todos estos nuevos campos de concentración,
    se creó en Santander una delegación de la Inspección
    de Campos, a cuyo frente se puso un teniente coronel y varios
    jefes y oficiales. Posteriormente, se crearían otras delegaciones
    en Asturias, Galicia, Bilbao, Zaragoza, Baleares, Cáceres
    y Andalucía.

    Para
    llevar a cabo la clasificación de los prisioneros, los
    generales de división o al mando de fuerza estaban autorizados
    para constituir en las ciudades conquistadas y en el número
    que considerasen oportuno las llamadas Comisiones Clasificadoras
    de Prisioneros y Presentados
    . Cada una de estas Comisiones
    estaba formada por un jefe del Ejército o de la Armada,
    dos oficiales, uno de los cuales tenía que ser del cuerpo
    Jurídico, y personal subalterno. Su misión consistía
    en “proceder rápidamente, con amplitud y libertad
    de procedimiento, a clasificar a los prisioneros y presentados
    según su presunta o comprobada conducta o responsabilidad.”
    Esta clasificación se hacía en cinco grupos, de
    acuerdo con el supuesto mayor o menor grado de responsabilidad
    política, militar, etc., del prisionero. Los clasificados
    en el grupo “A” eran puestos en libertad o enviados
    a la Caja de Recluta si estaban en edad militar. Los de los grupos
    “A” dudosos y “B” eran enviados a campos
    de concentración en expectativa de ser destinados a Batallones
    de Trabajadores si su edad y estado de salud lo permitían.
    Los de los grupos “C” y “D” quedaban a
    disposición de las correspondientes autoridades judiciales.
    Previamente, todas las actas de clasificación tenían
    que ser remitidas a la Auditoría de Guerra correspondiente,
    que podía aprobarlas u ordenar que se practicasen diligencias
    escritas sobre todos aquellos casos en los que discrepara de la
    clasificación propuesta por la Comisión.

    A
    finales de 1937, las cifras oficiales de prisioneros en poder
    del ejército nacionalista eran las siguientes:

               
    Grupo A:                   
    58.972

               
    Grupo A (dudosos):   15.753

               
    Grupo B:                   
    13.925

               
    Grupo C:                  
      9.483

               
    Grupo D:                  
      2.282

               
    Pendientes clasificar:    6.407

               
    Total:                       
    106.822

    Aunque
    en la memoria de la Inspección de Campos de Mayo de 1938
    se dice que el número de prisioneros pasaba de 160.000,
    es difícil saber
    si esa respetable cifra era la cantidad
    total de presos en la zona nacionalista o, como yo me inclino
    a creer, no se incluía a los condenados en consejo de guerra
    que cumplían condena en Pamplona, Burgos y Puerto de Santa
    María, ni a los presos civiles encerrados en cárceles
    dependientes de Instituciones Penitenciarias, en las “chekas”
    de Falange, en comisarías y cuarteles de la policía
    y Guardia Civil y en los calabozos de los Ayuntamientos. Por
    esas mismas fechas, estuvo estudiándose un proyecto para
    trasladar a la isla de Annobón, isla de diecisiete kilómetros
    cuadrados situada en la Guinea Ecuatorial, a todos los presos
    condenados a entre veinte y treinta años de cárcel,
    y a los catalogados como inadaptables o peligrosos
    .  

    La
    mayor parte de los prisioneros hechos en Asturias en 1937

    fueron internados en campos de concentración y prisiones
    provisionales situadas en la propia Asturias y en las regiones
    vecinas. Ahí permanecieron hasta que fueron clasificados,
    trasladándoseles después a la ciudades donde actuaban
    los tribunales militares o a los batallones de Trabajadores.

    He
    aquí una relación de cárceles y campos de
    concentración cuyo nombre y ubicación he podido
    averiguar:

    En
    Asturias:

    Campo
    de Concentración de Celorio (Llanes).

    Plaza
    de Toros de Gijón.

    Cárcel
    de El Coto (Gijón).

    Prisión
    provisional de El Cerillero (Gijón).

    Prisión
    provisional de La Harinera (Gijón).

    Cárcel
    de Oviedo

    Campo
    de Concentración de La Cadellada (Oviedo).

    Campo
    de Concentración de Candás.

    Campo
    de Concentración de La Vidriera (Avilés)

    Campo
    de Concentración de Canero

    Campo
    de Concentración de Ortiguera

    Campo
    de Concentración de Andes (Navia)

    Campo
    de Concentración de Figueras (Castropol)

    Además,
    con una duración más efímera, también
    se utilizaron las cárceles de partido judicial, cines,
    escuelas y fábricas a lo largo y ancho de la región.

    El
    campo de concentración de Celorio desapareció en
    Febrero del 38, trasladándose la
    Jefatura
    a Avilés.

    En
    Galicia:

    Campo
    de Concentración de Ribadeo (Lugo)

    Campo
    de Concentración de Betanzos (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de Cedeira (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de Muros (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de la Puebla del Caramiñal (La
    Coruña)

    Campo
    de Concentración de Santiago (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de Rianxo (Pontevedra)

    Prisión
    habilitada en el cuartel de Artillería de Figueirido (Pontevedra)

    Campo
    de Concentración del Lazareto de la isla de San Simón
    (Pontevedra)

    Campo
    de Concentración de Camposancos (Pontevedra)

    Campo
    de Concentración del monasterio de Santa María de
    Oya (Pontevedra)

    Prisión
    provisional de Celanova (Orense)

    En
    León:

    Campo
    de Concentración del Monasterio de San Marcos

    Campo
    de Concentración de Santa Ana

    Campo
    de Concentración de Santocildes (Astorga)

    En
    Cantabria:

    Campo
    de Concentración del seminario de Corbán

    Prisión
    provisional de La Tabacalera (Santander)

    Prisión
    provisional de Las Oblatas (Santander)

    Campo
    de Concentración de La Magdalena (Santander)

    Penal
    de El Dueso (Santoña)

    Campo
    de Concentración del Instituto Manzanedo (Santoña)

    Campo
    de Concentración del cuartel de Infantería (Santoña)

    Campos
    de Concentración (provisionales) de Laredo

    Campos
    de Concentración (provisionales) de Castro Urdiales

    En
    Vizcaya:

    Prisión
    de Larrínaga (Bilbao)

    Prisión
    provisional de Los Escolapios (Bilbao)

    Prisión
    provisional de El Carmelo (Bilbao)

    Campo
    de concentración de la Universidad Comercial de Deusto

    Prisión
    de mujeres de Amorebieta.

    Campo
    de Concentración de Orduña.

    En
    Guipúzcoa:

    Prisión
    de Mujeres de Saturrarán (Motrico).

    Prisión
    de Mujeres de Ondarreta.

    En
    Alava:

    Campo
    de Concentración del colegio convento de Murguía.

    Campo
    de Concentración de Nanclares de Oca.

    En
    Navarra:

    Penal
    del castillo de San Cristóbal.

    Campo
    de Concentración del Monasterio de Irache.

    Campo
    de Concentración de Estella.

    En
    Logroño:

    Campo
    de Concentración de la plaza de toros

    En
    Burgos:

    Penal
    de Burgos.

    Campo
    de Concentración de Miranda de Ebro.

    Campo
    de Concentración del Monasterio San Pedro de Cardeña

    Campo
    de Concentración de Lerma.

    Campo
    de Concentración de Aranda de Duero.

    En
    Valladolid:

    Campo
    de Concentración del Monasterio de la Santa Espina

    Campo
    de Concentración de Medina de Rioseco.

    En
    Zaragoza:

    Campo
    de Concentración de San Gregorio (en la antigua Academia
    General Militar)

    Campo
    de Concentración de San Juan de Mozarrífar

    En
    Cáceres:

    Campo
    de Concentración de Los Arenales

    Campo
    de Concentración de la plaza de toros de Plasencia.

    Cádiz:

    Penal
    del Puerto de Santa María.

    Campo
    de Concentración de la almadraba de Rota.

    La
    Inspección de Campos también creó su propia
    red de hospitales para prisioneros.
    Estos hospitales estaba
    situados en el colegio de los Sagrados Corazones, de Santander;
    en el balneario de Liérganes, en el antiguo hospital militar
    de Santoña y el hospital para infecciosos del lazareto
    de Sanidad exterior de Maliaño, los cuatro en Cantabria;
    y en Vizcaya, el hospital de la Universidad Comercial de Deusto
    y el hospital del colegio de los Agustinos de Guernica. El número
    total de camas era 2.285. La cantidad diaria asignada por cada
    prisionero hospitalizado era de dos pesetas y quince céntimos,
    cantidad que, según la propia Inspección de Campos,
    exigía un verdadero esfuerzo para mantener “el excelente
    régimen de comidas a que están sometidos los heridos
    y enfermos”.

    También
    se estaban realizando obras para convertir en hospital para tuberculosos
    el convento de Legarrea, en Oyarzun, mientras que a los prisioneros
    dementes se les internaba en los manicomios de Santa Agueda y
    Mondragón.

    Seguramente
    que debía de haber otros campos de concentración
    en Andalucía, donde el número de presos, según
    informes de los propios auditores militares, había alcanzado
    niveles nunca vistos antes; y en Mallorca, y en las islas Canarias,
    desde donde se pidieron barcos mercantes para utilizarlos como
    prisiones flotantes ante la imposibilidad de encontrar locales
    suficientes para tantos presos; y en Melilla y en Ceuta… Se
    conoce la existencia de más campos de concentración
    en Soria, en Talavera de la Reina y Córdoba.

    La
    falta de precisión en todo lo referido a prisioneros y
    campos de concentración se debe a que buena parte de la
    documentación existente en los archivos militares permanece
    clasificada y no se permite que los investigadores la consulten,
    y ello a pesar de que haya pasado ya con creces el plazo de cincuenta
    años que marca la ley.



    Lazareto
    de la isla de San Simón, en la ría de Vigo, convertido

    en campo de concentración.



    Campo
    de concentración de Rianxo (Pontevedra)

    Presos
    extranjeros en poder del ejército franquista el 31-9-38
    por nacionalidades:

    Estados
    Unidos:         69
    Francia:                     55
    Portugal:                   
    54
    Argentina:                  
    41

    Cuba:                         41
    Inglaterra:                  
    39
    Polonia:                      30       

    Holanda:                    
    21
    Canadá                    
      17       
    Yugoslavia:                
    14
    Suecia:                       14       
    Checoslovaquia:         
    13
    Islandia:                     
    12       
    Escocia:                     12
    Suiza:                         11       

    Dinamarca:                  
    8
    Hungría:                       
    7       
    Noruega:                      
    5
    Bélgica:           
               
    5       
    Grecia:                         4
    Chile:  
                            4       

    Estonia:           
               3
    Bulgaria:         
               
    3       
    Rusia:                          2
    Rumanía:        
               
    2
    Méjico:          
               
     2
    Perú:   
                           2       

    Filipinas:                    
     2
    Turquía:         
                
     2       
    China:                        
     1
    Uruguay:        
               
     1       
    Puerto Rico:               
     1
    Finlandia:       
               
     1
    Letonia:          
               
     1

    Sin
    determinar:           
    88       

    TOTAL:        
    587

    Algunos
    campos de concentración tuvieron una vida corta y se iban
    cerrando a medida que los prisioneros que albergaban eran sometidos
    a consejos de guerra o destinados a Batallones de Trabajadores.
    Al mismo tiempo, se abrían otros nuevos en los territorios
    que iban cayendo en poder del ejército nacionalista, de
    manera especial con la conquista de Cataluña y, finalmente,
    con la rendición del ejército republicano.

    El
    campo de concentración de San Juan de Mozarrífar,
    en Zaragoza,
    se convirtió en centro distribuidor de
    todos los prisioneros procedentes de los campos de concentración
    instalados en Cataluña. Otro campo de concentración
    famoso, el de Miranda de Ebro, tal vez el de mayores dimensiones
    y mayor número de presos, estaba situado aprovechando las
    instalaciones de una antigua fábrica de azúcar,
    a la orilla del Ebro. Posteriormente fue ampliado con terrenos
    pertenecientes a la S.A. de Sulfatos Españoles.
    Este
    campo de concentración de Miranda debió de ser el
    que más tiempo permaneció en funcionamiento. Albergó
    primero a prisioneros de los frentes vascos, pasando, más
    tarde, a funcionar también como centro distribuidor de
    los prisioneros de la zona Norte destinados a Batallones de Trabajadores.
    Durante la II Guerra Mundial, los extranjeros pertenecientes a
    los países beligerantes, o que estuvieran indocumentados
    o resultaran sospechosos, eran internados en este campo de concentración.
    En 1943 había allí 3.500 prisioneros extranjeros,
    a pesar de que su capacidad había quedado oficialmente
    establecida en 2.600. La propia dirección del campo se
    quejaba, además, de que todos los días les enviaban
    un número creciente de prisioneros que no tenían
    donde meter.

    Uno
    de los mayores problemas de los campos de concentración
    en general, y del de Miranda de Ebro en particular, era el suministro
    de agua potable a los prisioneros.
    En ese año de 1943,
    según informes de las propias autoridades franquistas,
    el campo de Miranda de Ebro contaba con una sola fuente de un
    solo grifo para que los prisioneros pudieran coger agua para beber.

    Los
    prisioneros extranjeros se agrupaban por nacionalidades y tenían
    un jefe de grupo que era el encargado de enlazar con el oficial
    español. El trato que se les daba era el de soldados, formaban
    para izar y arriar la bandera, y permanecían el resto del
    día sin ninguna otra obligación. Las deplorables
    condiciones de vida del campo de Miranda hicieron que en ese año
    de 1943 los prisioneros organizaran diversas protestas y hasta
    una huelga de hambre.
    Los representantes consulares solicitaron
    a las autoridades españolas permiso para poder visitar
    el campo y conocer así la situación real de sus
    compatriotas, pero todos esos permisos fueron sistemáticamente
    rechazados hasta que, un año después, con la realización
    de ciertas mejoras en las instalaciones del campo de concentración
    y una drástica disminución del número de
    prisioneros, la situación mejoró ostensiblemente.
    Se autorizaron entonces las visitas de los representantes diplomáticos,
    los cuales, además, se encargaban de entregar a los prisioneros
    de sus países respectivos alimentos, ropa y dinero.

    A
    principios de 1944, ante la evolución de la guerra en Europa
    y en previsión de una gran avalancha de refugiados y evadidos,
    el Estado Mayor franquista propuso que en las regiones militares
    IV y V, Aragón y Cataluña, se buscasen emplazamientos
    para nuevos campos de concentración.
    Se sabe de la
    existencia de los de Jaca, Sabiñánigo y Boltaña;
    los de Cervera, en Lérida, y Figueras en Gerona; los de
    Vendrell y Sitges, Caldas de Malavella, Llano de Balaguer, Jaraba
    y Alhama de Aragón. En Jaraba, Zaragoza, estuvieron internados
    los oficiales pertenecientes a los ejércitos de los países
    beligerantes. Entre los nuevos emplazamientos en los que se planeaba
    construir campos de concentración, figuraba también
    una antigua fábrica de papel situada a 3 kms. del pueblo
    de La Riba, en la comarca de Valls-Montblanch; y otro en la zona
    de La Almunia, próximo al pueblo de Calatorao.

    Los
    prisioneros hechos por las fuerzas franquistas al rendirse Asturias
    en Octubre de 1937

    Al
    cesar la resistencia republicana en Asturias, el número
    de prisioneros capturados por los nacionalistas fue muy elevado.
    Los que fueron capturados por la Armada nacionalista en la mar,
    a bordo de los mercantes y pesqueros en los que trataban de alcanzar
    la costa atlántica francesa, se les condujo convoyados
    hasta Ribadeo.
    Allí, a unos se les desembarcó
    para internarlos en los campos de concentración de Figueras
    y Ribadeo
    ; otros, la mayoría, fueron trasladados
    por mar a la base naval de Ferrol y al campo de concentración
    de Camposancos
    . Días después, los que estaban
    en Ferrol, en los mismos barcos en que se encontraban detenidos,
    fueron trasladados a La Coruña, donde, una vez clasificados,
    se les distribuyó por los campos de concentración
    de Cedeira, Rianxo y Muros de San Pedro
    .

    Según
    las instrucciones dadas por el coronel jefe de la Inspección
    de Campos, los prisioneros internados en ellos estaban militarizados
    y sujetos al Código de Justicia Militar y a los convenios
    de Ginebra.
    Al mismo tiempo, se redactó un reglamento
    de régimen interior, en el que venían detallados
    todos los aspectos de la vida en un campo de concentración.
    Los prisioneros tenían que formar por la mañana,
    para izar la bandera, y al anochecer, para arriarla, además
    de otras llamadas a formación a lo largo del día.
    Estaban también obligados a saludar brazo en alto, cantar
    los himnos y dar los tres “vivas” de rigor. De la
    labor religiosa entre los prisioneros se encargaba el clero castrense,
    contando con sacerdotes todos los campos de concentración
    y batallones de Trabajadores. Así mismo, la asistencia
    a misa los domingos era obligatoria, concurriendo a ella los prisioneros
    en formación.

    Los
    prisioneros capturados en Asturias que no habían intentado
    huir por mar fueron internados en campos de concentración
    provisionales como los instalados en Llanes, Celorio, en la Plaza
    de Toros, en “La Harinera” y en el Cerillero, en Gijón;
    en Candás, en “La Vidriera” de Avilés;
    en “La Cadellada”, en Oviedo; en Luarca, en Ortiguera,
    en Andes (Navia) y en Figueras.
    Todos estos campos, con un
    total de unos treinta mil prisioneros, quedaron adscritos a la
    recién creada delegación de Asturias de la Inspección
    de Campos de Concentración. Además, en cada capital
    de concejo de la parte de Asturias que había permanecido
    en manos republicanas, se ordenó la presentación
    de los mozos de las quintas que habían sido movilizadas
    y, una vez concentrados, se les trasladó a depósitos
    provisionales, como los que hubo en Infiesto, Pola de Siero, Grado
    y otras partes. A su vez, la Falange, la Guardia Civil, la Guardia
    de Asalto y la policía procedieron a detener y encarcelar
    en sus respectivas dependencias a todo aquel que consideraban
    sospechoso.

    En
    un telegrama del coronel jefe de la Inspección de Campos
    de Concentración dirigido al Cuartel General del Generalísimo,
    fechado el veintiocho de Febrero de 1938, se comunica que ya habían
    sido trasladados fuera de Asturias todos los prisioneros de los
    campos de concentración y evacuados a hospitales de prisioneros
    los más de 700 heridos hospitalizados en la zona republicana
    de Asturias. A los 387 heridos que estaban ingresados en los hospitales
    de Gijón se les trasladó a Bilbao.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

     

    Este
    Campo de Concentración se instaló en
    la finca y edificios que habían sido propiedad
    de los jesuítas. Situado a las orillas del
    Miño, casi en su desembocadura, Camposancos
    pertenece al municipio de La Guardia. La finca, rodeada
    de altos muros, cuenta con grandes edificios separados
    por amplios patios, que en su día fueron utilizados
    como colegio y dormitorios del internado regentado
    por la Compañía de Jesús.

    Desde
    las primeras semanas de la guerra, las autoridades
    militares lo utilizaron como centre de reclusión
    que se transformó a finales de 1937 en campo
    de concentración. En él fueron internados
    la mayoría de los prisioneros capturados en
    alta mar al derrumbarse en Asturias el Frente Norte.

    En
    el informe citado de la Inspección de Campos
    de Mayo de 1938 se dice de este de Camposancos lo
    siguiente:

    “Situación.-
    Antiguo colegio convento de Jesuitas, situado en la
    desembocadura del río Miño a dos kilómetros
    del pueblo de La Guardia. Amplias naves dormitorios
    y locales para oficinas y destacamento para custodia.
    Excelente ventilación. Patio amplio y cocinas
    al aire libre.
    Comunicaciones.- Carretera de segundo orden a 20 kilómetros
    de la general con enlace en Tuy.
    Capacidad.- Para ochocientos sesenta y ocho hombres.
    Agua de bebida.- Canalizada, excelente y abundante.
    Retretes.- Bien instalados y suficientes para la capacidad
    que se indica. Insuficientes para mayor número
    de alojados.
    Enfermería.- Bien instalada para treinta camas.
    Resumen.- Buen campo para ochocientos sesenta y ocho
    prisioneros. Actualmente se alojan en él mil
    sesenta y seis.”



    Fachada principal del colegio de los jesuitas de Camposancos
    utilizado como campo de concentración durante
    la guerra.



    Plano de las instalaciones del Campo de Concentración
    de Camposancos (Archivo Militar de Avila).

    Según
    relata Avelino Fernández Cabricano, que fue
    teniente de milicias destinado en el Estado Mayor
    del XIV Cuerpo de Ejército, serían entre
    mil y dos mil los prisioneros que fueron trasbordados
    al vapor nacionalista “Arichachu”, que los
    condujo desde Ribadeo hasta Bayona, en Pontevedra.
    Durante los cinco días que permanecieron a
    bordo la tripulación, probablemente falangistas,
    les tuvo sin comer ni beber. En Bayona, por falta
    de calado, fueron trasbordados a lanchas y desembarcaron
    en el muelle, donde les esperaban mujeres con cubos
    de agua para beber. Se les dio un tanque de agua y
    los soldados entregaron un bollo de pan y una lata
    de sardinas a cada prisionero. De Bayona fueron conducidos
    en camionetas hasta Camposancos. Hacinamiento, miseria
    y piojos. La comida, berzas con patatas, no era escasa.
    La guardia exterior la hacían soldados, probablemente
    del reemplazo de 1929, y la interior, “falangistas”
    reclutados entre la gente de los pueblos vecinos.

    Los
    prisioneros, todavía sin identificar, fueron
    organizados por centurias al frente de las cuales
    se puso a un responsable encargado del recuento. Formaban
    dos o tres veces al día en el patio para efectuar
    el recuento. A los pocos días empezó
    a funcionar un “Comisión Clasificadora
    de Prisioneros y Presentados” encargada de identificar
    y clasificar a los prisioneros. Primero se tomó
    declaración a los que acudían de forma
    voluntaria, es decir, aquellos prisioneros que no
    estaban comprometidos. A las tres semanas empezaron
    a salir del Campo los prisioneros ya clasificados
    que no habían prestado ningún servicio
    de armas ni ocupado ningún puesto y habían
    recibido los dos avales necesarios de las autoridades
    de su lugar de residencia. Por esas fechas también
    empezaron a llegar a Camposancos las primeras denuncias
    y las primeras visitas de los “chekistas”
    de la Falange y de la policía franquista.

    Por
    las declaraciones de unos prisioneros se iba identificando
    a otros. A los prisioneros que tenían alguna
    denuncia o se había descubierto los cargos
    o puestos de responsabilidad que habían ocupado,
    los llevaban a interrogar al denominado “pabellón
    de la tortura”, para sacarles más información.
    Luego, se formaban con ellos expediciones y eran conducidos
    a Gijón o a Oviedo para ser sometidos a consejo
    de guerra. Para finales de Diciembre de 1937 eran
    muy pocos los prisioneros que aún no habían
    prestado declaración. Hubo presos que consiguieron
    escapar, la mayoría vistiéndose como
    falangistas y aprovechando el cambio de guardia al
    anochecer. Pocos fueron los que lograron evitar que
    los detuvieran a los pocos días. Entre éstos,
    Avelino recuerda el caso de dos tenientes de milicias,
    uno de Lada, en Langreo, y el otro de Gijón,
    que había estado destinado en “Carros
    blindados”. Lograron evadirse y entraron a trabajar,
    con identidad falsa, en las minas de Wolfran que se
    explotaban en Galicia. Vivieron el resto de su vida
    con esa identidad falsa que se habían inventado.
    Otro caso distinto es el de Aurelio Bernaldo de Quirós,
    responsable de una centuria de presos de la que en
    un recuento se descubrió que faltaban cinco
    prisioneros. Fue conducido al “Pabellón
    de la tortura” y nunca más se volvió
    a saber de él.

    El
    día nueve de Febrero de 1938 siete prisioneros
    consiguieron huir del Campo de Concentración.
    Lo sabemos por José Mª Alvarez que coincidió
    con uno de los protagonistas de la fuga, José
    Rodríguez, cumpliendo ambos condena en la prisión
    de Figueirido. A las ocho de la noche de aquel nueve
    de Febrero tres prisioneros vestidos de falangistas
    consiguen salir por la puerta principal sin levantar
    sospechas. Una hora más tarde otros cuatro
    prisioneros escapan de la misma manera. Se separan
    y huyen en distintas direcciones. José se une
    a su padre, Casildo, que había salido en el
    primer grupo, marchan por el monte con intención
    de pasar a Portugal por la zona de Orense. En la tarde
    del tercer día les descubre una partida de
    falangistas. Se separan y consiguen evitar que los
    cojan. Al día siguiente capturan a José.
    No le fusilan sobre el terreno, sino que es conducido
    a la cárcel de Tuy, donde ya están encerrados
    otros tres compañeros de fuga. Permanece dos
    días en la cárcel de Tuy y es interrogado
    por la Guardia Civil. De regreso al Campo de Concentración
    de Camposancos, se le encierra en el calabozo. Cuatro
    días más tarde meten en el mismo calabozo
    a un prisionero que trae grilletes en las piernas:
    es Casildo, el padre de José. Unos meses más
    tarde, el día ocho de Junio, en distintos consejos
    de guerra, Casildo fue condenado a pena de muerte
    y su hijo José a reclusión perpetua.
    Casildo Rodríguez Alvarez, de 56 años,
    casado, marinero, natural de Muros del Nalón
    y vecino de San Juan de la Arena, era un viejo y destacado
    militante socialista amigo de Indalecio Prieto. Había
    participado en el alijo de armas del vapor “Turquesa”
    y en la revolución de Octubre. Tras la victoria
    del Frente Popular en las elecciones de Febrero de
    1936 fue nombrado delegado gubernativo en La Arena,
    y al producirse la sublevación fue elegido
    presidente del Comité de Guerra que se formó
    en dicho pueblo. Su hijo José, de 21 años,
    que ya había participado en los preparativos
    de la Revolución de Octubre, al estallar la
    guerra se fue voluntario al frente, luchando en los
    batallones “Somoza” y, más tarde”
    en el “Pablo Iglesias”. A Casildo le fusilaron
    el día dos de Julio de 1938.

    Según
    iban siendo identificados, los presos más comprometidos
    eran trasladados a Gijón y Oviedo para ser
    sometidos a un consejo de guerra. Al mismo tiempo,
    prisioneros que estaban en Asturias eran trasladados
    a Camposancos antes de ser enviados a batallones de
    trabajadores. En Febrero de 1938 llegó al Campo
    de Concentración de Camposancos una expedición
    muy numerosa de prisioneros procedente de Oviedo.
    Este sistema les pareció lento a las autoridades
    franquistas, motivo por el que decidieron que el tribunal
    militar permanente nº 1, presidido por el comandante
    de Caballería Luis de Vicente Sasiaín,
    que venía actuando en Gijón, se trasladó
    a mediados del mes de Mayo al Campo de Concentración
    de Camposancos para celebrar allí los consejos
    de guerra. A primeros de Junio se empezaron a celebrar
    consejos de guerra, entre tres y cuatro al día,
    pasando veinte prisioneros de media por cada consejo
    de guerra. No todos los condenados a pena de muerte
    fueron ejecutados en el cementerio de La Guardia,
    sino que fueron llevados en grupos y ejecutados en
    otras partes de Galicia, tales como en el cuartel
    de San Francisco, en Orense; en Celanova, en Vigo,
    en Pontevedra y en San Simón. A finales de
    1940 el Campo de Concentración de Camposancos
    pasó a ser otra vez un centro de cumplimiento
    de condena de presos sentenciados en consejo de guerra.

    En
    general, la gente del pueblo de La Guardia y de las
    aldeas vecinas de Camposancos fue muy solidaria con
    los presos. Pronto se establecieron acuerdos entre
    mujeres de la zona y los presos para lavarles la ropa
    semanalmente a cambio de una cantidad de dinero. A
    partir de ahí, empezó a crecer una relación
    de ayuda y solidaridad que iba desde la entrega de
    comida a los presos para atenuar el hambre que pasaban,
    hasta acoger en sus propias casas a las mujeres de
    los prisioneros que acudían a visitarles desde
    los lugares más remotos de España. Y
    también hubo casos de prisioneros de guerra
    que se terminaron casando con las mujeres que les
    lavaban la ropa.

    Quizás
    una de las mejores muestras de esa solidaridad que
    existió entre gran parte del pueblo gallego
    y los prisioneros republicanos sea el monumento a
    los fusilados en el cementerio de La Guardia. Estos
    prisioneros que fueron condenados a pena de muerte
    en los primeros consejos de guerra que se empezaron
    a celebrar en el Campo de Concentración de
    Camposancos, fueron fusilados contra las tapias del
    cementerio y enterrados allí mismo en una fosa
    común en lo que hasta entonces habían
    sido terrenos de labranza. Espontáneamente,
    la gente dejó de trabajar aquellas tierras,
    nunca más se cultivó en ellas y la maleza
    que allí creció fue el guardián
    más eficaz contra las profanaciones. De vez
    en cuando y a hurtadillas, algunas personas acudían
    a depositar flores. Hubo intentos de levantar una
    marmolería sobre esos terrenos, pero la propietaria
    siempre se negó a todo trato expeculativo.
    Hasta que a los pocos años de morir Franco,
    Juan Noya se puso de acuerdo con el hijo de la propietaria
    y compró un trozo de terreno de treinta metros
    de largo por tres de ancho que ocupaba la fosa común.
    Juan Noya, natural de La Guardia, tuvo que pasar varios
    años escondido durante la guerra porque los
    falangistas le querían matar, consiguiendo
    exiliarse en América y regresando a la muerte
    de Franco. A continuación, se formó
    una comisión presidida por Manuel Domínguez
    Pacheco y se empezó a recabar la ayuda de los
    familiares de los fusilados para levantar, de ayuntamientos
    y sindicatos y asociaciones, hasta que se consiguió
    levantar el monumento a las víctimas por suscripción
    popular.


    El día quince de Agosto de 1986, casi cuarenta
    y ocho años después, y en presencia
    de las viudas, hijos y otros familiares, Manuel Domínguez,
    presidente de la Comisión Pro Fosa Común
    pronuncia unas palabras en el acto de inauguración
    de monumento a los prisioneros republicanos fusilados
    en el cementerio de La Guardia.



    Juan Noya y Manuel Domínguez colocan una corona
    de laurel delante del monumento. También se
    ofrendaron flores ante las tumbas de Angel y Antonio
    Domínguez, Manuel Noya y Brasilino Alvarez,
    republicanos guardeses asesinados.


    Prisioneros
    fallecidos en el Campo de Concentración de
    Camposancos que aparecen inscritos en el
    Registro
    Civil de La Guardia.

    Cleominio
    Muñiz Lorenzo. Falleció a las 21,30h
    del 18-11-37 a consecuencia de disparo de fusil hecho
    por un centinela del campo de concentración.
    Natural de Avilés, hijo de Joaquín y
    Manuela, 18 años.

    Anastasio
    Hernández Martín. Falleció a
    las 19h del 8-12-37 a consecuencia de fiebres tifoideas.
    Natural de Salamanca, vecino de Machichaco, Vizcaya,
    hijo de Isidoro y Teresa, 21 años, soltero.

    Maximino
    Díez (¿Pérez?) Llorente. Falleció
    a las 19h del 9-12-37 a consecuencia de colapso cardiaco.
    Natural de Valencia de Don Juan, León, vecino
    de Gijón, hijo de Servando y Marcela, 54 años,
    casado.

    Isidoro
    Prieto Pola. Falleció a las 16h del 20-12-37
    a consecuencia de A. firastático. Natural de
    Mieres, hijo de Félix y Pilar, 28 años,
    soltero.

    Ramón
    Llerandi Vallejo. Falleció a las 22h del 16-1-38
    a consecuencia de neumonía. Natural de Villamayor,
    Piloña, hijo de Ramón y Basilia, 21
    años, soltero.

    Inocencio
    Cuena Estalayo. Falleció a las 18h del 7-3-38
    a consecuencia de nefritis. Natural de Mudas, Palencia,
    hijo de Francisco y María, 44 años.

    Carlos
    Fernández López. Falleció a las
    15h del 8-3-38 a consecuencia de infección
    intestinal. Natural y vecino de Gijón, hijo
    de Santos y Carmen, 17 años, soltero.

    Camilo
    Alvarez Fernández. Falleció a las 22,45h
    del 27-3-38 a consecuencia de uremia consecutiva (angina
    gangrenosa). Natural de San Martín de Luiña,
    Cudillero, 23 años, soltero, labrador.

    Ovidio
    Arango García. Falleció a las 20,35h
    del 1-4-38 a consecuencia de laringitis tuberculosa
    consecutiva a tuberculosis pulmonar. Natural de Los
    Cabos, Pravia, hijo de Lucindo y Felisa, 38 años,
    soltero, jornalero.

    Vicente
    Rodríguez González. Falleció
    a las 20,45h del 5-4-38 a consecuencia de edema pulmonar
    (bronconeumonía). Natural de La Cabaña,
    hijo de Dimas y Encarnación, 19 años,
    soltero.

    Antonio
    Leal Jiménez. Falleció a las 17,45h
    del 17-8-38 a consecuencia de bronconeumonía
    (gripe). Natural de Málaga, hijo de Antonio
    y Araceli, 31 años, soltero.

    Domingo
    Carbonell Sabaté. Falleció a las 22h
    del 8-2-39 a consecuencia de colapso cardiaco (gripe
    cardiaca). Natural de Las Franquesas, Barcelona, hijo
    de Pedro y Margarita, 20 años, soltero, labrador.

    Isidro
    Morlans Armengol. Falleció a las 2h del 16-2-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (gripe cardiaca).
    Natural de Puig Gros, Lérida, hijo de José
    y Cecilia, 40 años, labrador, casado.

    José
    Llenas Cruañas. Falleció a las 18h del
    25-2-39 a consecuencia de meningitis bacilar (psicosis
    mental). Natural de San Feliu de Guixols, Gerona,
    hijo de Pedro y Agustina, 28 años, soltero,
    escribiente.

    Nicolás
    Vives Monsán. Falleció a las 24h del
    15-3-39 a consecuencia de insuficiencia cardiaca (uremia).
    Natural de San Pol de Mar, Barcelona, hijo de Pedro
    y María, 38 años, soltero, labrador.

    Francisco
    Pedreny Mestre. Falleció a la 1h del 16-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (nefritis). Natural
    de La Figuera, Tarragona, hijo de José y Raimunda,
    38 años, casado (3 hijos), chófer.

    Pedro
    Paituvi Giraut. Falleció a las 12h del 16-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (septicemia). Natural
    de Barcelona, hijo de Vicente y Margarita, 26 años,
    casado, jornalero.

    Joaquín
    Ruiz Durá. Falleció a las 21h del 22-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis tuberculosa).
    Natural de Elche, Alicante, hijo de Francisco y Carmen,
    19 años, soltero, labrador.

    Salvador
    Ortiga Torres. Falleció a las 9h del 24-3-39
    a consecuencia de tuberculosis pulmonar (embolia cerebral).
    Natural de Barcelona, hijo de Salvador y María,
    28 años, soltero, jornalero.

    Juan
    Calaf Fusalba. Falleció a las 18,45h del 26-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis tuberculosa).
    Natural de La Llacuna, Barcelona, hijo de José
    y Dolores, 24 años, soltero, labrador.

    Celestino
    García Fornet. Falleció a las 6,40h
    del 30-3-39 a consecuencia de asistolía (miocarditis).
    Natural de Barcelona, hijo de José y Carmen,
    62 años, casado, chófer.

    Angel
    Pérez Sabal. Falleció a las 12,45h del
    31-3-39 a consecuencia de asistolía (asma cardiaca).
    Natural de Benidorm, Alicante, hijo de Domingo y Antonia,
    51 años, casado, carabinero.

    Manuel
    Morraja Buj. Falleció a las 6h del 6-4-39 a
    consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis aguda).
    Natural de Iglesuela del Cid, Teruel, hijo de Manuel
    y Adelaida, 20 años, soltero, labrador.

    Simón
    Gubán Clou. Falleció a las 9,35h del
    6-4-39 a consecuencia de neoplasia intestinal (caquesia).
    Natural de Santa Coloma de Farnés, Gerona,
    hijo de Pedro y María, 40 años, casado,
    madreñero.

    José
    Borrull Canet. Falleció a las 15h del 6-4-39
    a consecuencia de coma urémico (escleriosis
    renal). Natural de Barcelona, hijo de Feliciano y
    Ursula, 49 años, casado, comerciante.

    Agustín
    Salvador Marimón. Falleció a las 8,30h
    del 11-4-39 a consecuencia de colapso cardiaco (tuberculosis
    pulmonar). Natural de Omelles de Nagaya, Lérida,
    hijo de Antonio y Antonia, 19 años, soltero,
    labrador.

    Antonio
    Pérez Dueñas. Falleció a las
    8h del 2-5-39 a consecuencia de tuberculosis pulmonar.
    Natural de Ubeda, Jaén, hijo de Martín
    y Ana Mª, 30 años, soltero, carpintero.

    Jaime
    Ribalta Rius. Falleció a las 9h del 2-5-39
    a consecuencia de septicemia (edema pulmonar). Natural
    de Guisona, Lérida, hijo de Juan y Teresa,
    38 años, casado, labrador.

    Benedicto
    Pedreira Puentes. Falleció a las 21,55h del
    6-5-39 a consecuencia de embolia gaseosa (antrax gangrenoso).
    Natural de San Miguel de Oya, Vigo, hijo de Celestino
    y Adelina, 23 años, soltero, músico.

    Juan
    Solé Sampé. Falleció a las 9,40h
    del 12-5-39 a consecuencia de caquesia y colapso cardiaco
    (tuberculosis pulmonar). Natural de Villalba, Tarragona,
    hijo de Lorenzo y Josefa, 32 años, casado,
    carpintero.

    Rafael
    Castelnou Caballé. Falleció a las 21,55h
    del 6-5-39 a consecuencia de edema pulmonar (bronconeumonía).
    Natural de Tivisa, Tarragona, hijo de Domingo y María,
    29 años, soltero, labrador.

    Guillermo
    Ruiz Peña. Falleció a las 8,30h del
    11-2-40 a consecuencia de tuberculosis pulmonar. Natural
    de Arija, Burgos, hijo de Narciso y Leonor, 24 años,
    soltero.

    Anselmo
    Gómez Guerra. Falleció a las 1h del
    26-3-40 a consecuencia de colapso cardiaco (uremia).
    Natural de Santa Cruz de Retamar, Toledo, hijo de
    Restituto y Regina, 66 años.

    Juan
    Lafuente Utrilla. Falleció a las 7h del 1-4-40
    a consecuencia de parálisis general progresiva
    (lesión medular). Natural de Aguaviva de la
    Vega, Soria, hijo de Pedro y Gregoria, 62 años,
    viudo, empleado.

    Antonio
    Martínez Rivero. Falleció a las 10h
    del 9-4-40 a consecuencia de asistolía (tuberculosis
    pulmonar). Natural de Astillero, Cantabria, hijo de
    Tomás y Lorenza, casado (3 hijos).

    Regino
    Rodríguez Tuñón. Falleció
    a las 10,30h del 12-4-40 a consecuencia de caquesia
    (tuberculosis pulmonar). Natural de Paradaseca, León,
    hijo de Agustín y Concepción, 34 años,
    casado, labrador.

    Eugenio
    Díez Castillo. Falleció a las 23h del
    19-4-40 a consecuencia de insuficiencia cardiaca (tuberculosis
    renal y pulmonar). Natural de Castillo, Cantabria,
    hijo de Lorenzo y María, 29 años, casado,
    labrador.

    Santiago
    Zaldívar Rodríguez. Falleció
    a las 6h del 28-4-40 a consecuencia de asistolía
    (bronquitis crónica). Natural de Santander,
    hijo de Melquiades y Germana, 58 años, casado.

    Felipe
    Alba García. Falleció a las 18h del
    29-4-40 a consecuencia de insuficiencia mitral (reumatismo
    articular agudo). Natural de Porquerizas, León,
    hijo de José y Constantina, 29 años,
    soltero, labrador.

    Tomás
    Rodríguez Gómez. Falleció a las
    14h del 16-4-40 a consecuencia de tuberculosis laríngea
    (tuberculosis pulmonar). Natural de Reinosilla, Cantabria,
    hijo de Casto y Simplicia, 24 años, soltero,
    labrador.

    Ramón
    Uncilla González. Falleció a las 7h
    del 29-6-40 a consecuencia de embolia (miocarditis
    de origen reumático). Natural de Sestao, Vizcaya,
    hijo de Epifanio y Carolina, 41 años, casado,
    armero.

    Mariano
    Villegas García. Falleció a las 6h del
    11-7-40 a consecuencia de pleuritis (de origen tuberculoso).
    Natural de Sotillo, Guadalajara, 42 años, casado,
    labrador.

    Ricardo
    Ruiz Sanz. Falleció a las 6h del 13-7-40 a
    consecuencia de hemotipsis (tuberculosis pulmonar).
    Natural de Oreña, Cantabria, hijo de Antonio
    y Pilar, 28 años, casado, comerciante.

    Juan
    Bachero Safont. Falleció a las 3h del 11-8-40
    a consecuencia de asistolía (nefritis urémica).
    Natural de Alcora, Castellón de la Plana, hijo
    de Juan y Paula, 39 años, casado, carnicero.

    Lorenzo
    Mingo Esteban. Falleció a las 11h del 17-8-40
    a consecuencia de tuberculosis pulmonar. Natural de
    La Bodera, Guadalajara, hijo de Narciso y Nicolasa,
    41 años, casado, labrador.

    Ciriaco
    Hidalgo García. Falleció a las 22h del
    24-9-40 a consecuencia de meningitis tuberculosa (tuberculosis
    generalizada). Natural de Huermeces del Cerro, Guadalajara,
    hijo de Fermín y Rosa, 24 años, soltero,
    labrador.

    Manuel
    de la Rica Calderón. Falleció a las
    7h del 28-9-40 a consecuencia de uremia (mal de Bright).
    Natural de Guadalajara, hijo de José Mª
    y Carmen, 68 años, soltero, maestro nacional.

    José
    Alfonso Varea. Falleció a las 8h del 21-10-40
    a consecuencia de uremia (insuficiencia renal). Natural
    de Valencia, hijo de José y María, 70
    años, casado, albañil.

    Antonio
    Viejo Espino. Falleció a las 16h del 26-12-40
    a consecuencia de debilidad senil (diabetes crónica).
    Natural de Ahillones, Badajoz, hijo de Carlos y María,
    52 años, casado, labrador.

    Bartolomé
    García Cetán. Falleció a las
    4h del 5-1-41 a consecuencia de peritonitis (flemón
    inguinal). Natural de Lupiana, Guadalajara, hijo de
    Antonio y Segunda, 65 años, viudo (4 hijos),
    albañil.

     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Relación
    (probablemente incompleta) de prisiones
    y
    establecimientos penitenciarios
    existentes en España en 1939

     

    En
    1939 había en las prisiones nacionales 45.999 hombres
    y mujeres. Esta cifra se duplicó al año siguiente.
    La consignación diaria para alimentación por
    persona y día era de 1,15pts.

    En
    1939 se habilitaron como prisiones centrales un edificio
    en Orduña y otro en Castuera. En 1940, las prisiones
    habilitadas de Portacoeli y Monasterio del Puig (Valencia)
    pasaron a funcionar como centrales. La prisión habilitada
    de Amorebieta pasó a tener el carácter de
    prisión central, lo mismo que la prisión habilitada
    de Santa Isabel, en Santiago de Compostela. También
    la prisión de partido de Gijón y la de Yeserías,
    pasaron a funcionar como prisiones centrales.

    En
    1941 se elevó a la categoría de prisión
    central la de Ventas (Madrid), dependiendo de ella la de
    Claudio Coello y la de la Carrera de San Isidro (¿Madres
    lactantes?).

    La
    prisión de partido de Almadén (Ciudad Real)
    pasó a ser considerada prisión central; se
    declaró prisión autónoma a la habilitada
    en Santa Rita y como prisión central la de partido
    de Talavera de la Reina.

    En
    1943 fueron suprimidas las prisiones centrales de Astorga,
    Celanova, San Simón, Figueirido, Monasterio de Uclés,
    la de mujeres de Palma de Mallorca, Tabacalera de Santander,
    Totana, Valdenoceda, la de mujeres de Calzada de Oropesa,
    reformatorio de Mujeres de Alcalá; así como
    las de partido que funcionaban con el carácter de
    habilitadas de San Vicente (Albacete), Elche, Novelda, Alcoy
    y Orihuela (Alicante); Sto. Domingo de Mérida (Badajoz);
    Tabacalera de Bilbao, la de mujeres de Ciudad Real; Betanzos
    (La Coruña), La Campana (Granada), Santa Clara (Jaén),
    la de mujeres de Astorga; Seminario Viejo, en Lérida;
    Torrijos, en Madrid; Caravaca y Castillo de Caravaca (Murcia),
    Abadía de Levanza (Palencia), La Puncha (Tarragona),
    Habilitada nº 3 de Toledo y San Juan de Mozarrífar
    en Zaragoza.

    Albacete:
    Prisión provincial. Prisión Central de Chinchilla.

    Alicante:
    Prisión de Elda. Reformatorio de Adultos. Monóvar.
    Orihuela.

    Almería:
    Prisión provincial. Prisión de Canjayar.

    Avila:
    Prisión provincial. Dos prisiones habilitadas.

    Badajoz:
    Mérida. Fregenal de la Sierra.

    Barcelona:
    Prisión Provincial. Prisión de Misiones. Prisión
    celular. Prisión de Pueblo Nuevo. Prisión
    de San Elías. Prisión de Manresa. Prisión
    de Mataró. Prisión de Tarrasa. Prisión
    de Sabadell.

    Bilbao
    (Vizcaya):
    Prisión de El Carmelo (también
    funcionaba como hospital). Prisión de Escolapios.
    Prisión de Larrínaga. Prisión de Mujeres.
    Prisión de Tabacalera. Prisión central de
    Orduña. Prisión hospital de Amorebieta. Campo
    penitenciario de Deusto. Prisión de Mujeres de Durango.

    Burgos:
    Prisión provincial. Prisión Central. Prisión
    de Valdenoceda.

    Cáceres:
    Prisión provincial (vieja y nueva). Prisión
    de Trujillo. Prisión de Plasencia.

    Cádiz:
    Prisión provincial. Prisión de Jerez de la
    Frontera. Prisión Central del Puerto de Santa María.

    Castellón:
    Prisión provincial. Prisión de Benicarló.

    Ciudad
    Real:
    Prisión provincial. Prisión
    de Manzanares. Prisión de Valdepeñas.

    Córdoba:
    Prisión provincial.

    Coruña:
    Prisión provincial. Prisión de Santiago.

    Cuenca:
    Prisión provincial. Prisión del Seminario.
    Prisión de San Clemente. Prisión de Huete.
    Prisión de Tarancón. Prisión de Belmonte.

    Gerona:
    Prisión provincial. Prisión de mujeres.

    Granada:
    Prisión provincial. Prisión de Baza.

    Guadalajara:
    Prisión de Pastrana. Prisión de Sigüenza.
    Prisión de Molina de Aragón.

    Huelva:
    Prisión provincial.

    Huesca:
    Prisión provincial. Prisión de Barbastro.

    Jaén:
    Prisión provincial. Prisión habilitada de
    San Andrés. Prisión de Santa Clara. Prisión
    de La Carolina. Prisión de Linares. Prisión
    de Úbeda. Prisión de Andujar. Prisión
    de Martos.

    Las
    Palmas:
    Prisión provincial.

    León:
    Prisión provincial. Prisión Central de Astorga.

    Lérida:
    Prisión provincial. Prisión Habilitada. Prisión
    de Seo de Urgel.

    Logroño:
    Prisión provincial.

    Lugo:
    Prisión provincial.

    Madrid:
    Prisión provincial de Porlier. Prisión de
    Atocha. Prisión de Barco. Prisión de Cisne.
    Prisión de Comendadoras. Prisión Duque de
    Sexto. Prisión Conde de Toreno. Prisión de
    San Antón. Prisión de San Lorenzo. Prisión
    de Santa Engracia. Prisión de Santa Rita. Prisión
    de Torrijos. Prisión de Yeserías. Prisión
    de Ventas (mujeres). Talleres Penitenciarios de Alcalá.

    Málaga:
    Prisión provincial.

    Murcia:
    Prisión provincial. Prisión de Cartagena.
    Prisión de Cieza. Prisión de Mula. Prisión
    de Totana. Prisión de Lorca.

    Orense:
    Prisión provincial. Prisión central de Celanova.

    Oviedo:
    Prisión provincial. Prisión de Gijón.

    Palencia:
    Prisión provincial. Prisión habilitada de
    Palencia. Prisión de S. Isidoro de Dueñas.

    Palma
    de Mallorca:
    Prisión provincial. Prisión
    habilitada de Estaciones. Prisión de Manacor.

    Pamplona:
    Prisión provincial. Prisión central de San
    Cristóbal.

    Pontevedra:
    Prisión provincial. Prisión de Vigo. Prisión
    central de Figueirido. Prisión Isla de San Simón.

    Salamanca:
    Prisión provincial. Prisión de Sancti Spiritus
    (Ciudad Rodrigo).

    San
    Sebastián:
    Prisión provincial. Prisión
    de Azpeitia. Prisión de Saturrarán (mujeres).

    Santander:
    Prisión provincial. Prisión de Salesianos.
    Prisión de Oblatas (mujeres). Prisión central
    del Dueso (Santoña). Prisión central de La
    Tabacalera. Prisión nº 3 de Torrelavega (mujeres)

    Santa
    Cruz de Tenerife:
    Prisión provincial.

    Segovia:
    Prisión provincial. Hospital Asilo Penitenciario
    de Segovia. Prisión central de Cuéllar.

    Sevilla:
    Prisión provincial.

    Soria:
    Prisión provincial.

    Tarragona:
    Prisión provincial. Prisión habilitada de
    Tarragona. Prisión habilitada de Oblatas. Prisión
    de Reus. Prisión Pilatos. Prisión La Puncha.

    Teruel:
    Prisión provincial.

    Toledo:
    Prisión provincial. Prisión de Orgaz. Prisión
    central de Ocaña. Prisión de Talavera de la
    Reina.

    Valencia:
    Prisión provincial. Prisión central de San
    Miguel de los Reyes. Prisión Celular. Prisión
    de Mujeres. Prisión de Santa Clara. Prisión
    Porta Coeli. Prisión Monasterio del Puig.

    Valladolid:
    Prisión provincial.

    Vitoria:
    Prisión provincial. Prisión Paz. Prisión
    Carmen. Prisión Seminario.

    Zamora:
    Prisión provincial.

    Zaragoza:
    Prisión provincial. Prisión (?) de San Juan
    de Mozarrifar.

  • Asturias Republicana

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    Primera República |  
    Entre Repúblicas
    | 
    Segunda
    República 

    Crítica Republicana a la II República |
    |Dictadura
    franquista
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    |asturiasemanal.es|

    OFICINA
    DE DEFENSA DEL ANCIANO

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS


    El periódico “El Noroeste”, que se
    titulaba como “diario democrático independiente”,
    fue fundado en 1897 en Gijón por tres destacados
    miembros del movimiento republicano.
    Contaba con una
    de las mejores imprentas de la región, por lo que
    el periódico en seguida destacó tanto por
    la calidad de la impresión como de la información.
    “El Noroeste” pasó a ser, andando
    los años, el periódico de Melquiades Alvarez
    y del reformismo en Asturias, hasta su desaparición
    en 1936.

    Por
    puro azar, se revisaron todos los números de ese
    periódico correspondientes al mes de Octubre de
    1919.
    De ahí proceden los recortes de prensa,
    seleccionados no tanto por su importancia, sino por su
    posible interés para una mejor comprensión
    de aquella época. Un año en el que Europa
    acababa de salir de la “Primera Guerra Mundial”,
    la Revolución rusa se batía en guerra civil
    contra la reacción internacional y España
    se agitaba en una profunda crisis social y económica,
    antesala del desastre marroquí y de la dictadura
    de Primo de Rivera.

    Han
    pasado ochenta y cuatro años y en la historia de
    las luchas del proletariado español por la reducción
    de la jornada, por la mejora de los salarios, por la seguridad
    y la higiene en el puesto de trabajo, por la vivienda
    y la enseñanza, y tantas otras cosas, se pueden
    ver los logros y los avances, pero también los
    retrocesos. Por ejemplo, ¿en cuántos sectores
    de nuestra economía se trabajan en la actualidad
    cincuenta o más horas semanales?

    La
    jornada laboral de siete horas



    “El proletariado asturiano sale de esta ejemplar
    lucha fortalecido en su personalidad y robustecido en
    su crédito. Se ha conducido demostrando una visión
    de la realidad, una sensatez y una disciplina admirables.
    El Sindicato Minero Asturiano (SOMA-UGT) tiene en su magnifica
    actuación social jornadas brillantes. La que acaba
    de añadir a su ejecutoria supera en trascendencia
    e importancia a las anteriores. (…) El minero de hoy,
    comparado al de aquellos días en que el Sindicato
    se constituye, es un minero redimido. La nueva jornada
    de trabajo le coloca en relación de igualdad con
    el minero inglés, que es el minero que marcha,
    en capacitación y bienestar social, a la cabeza
    de los del mundo.”



    “La huelga minera ha transcurrido en el mayor orden.
    Cesaron en sus ocupaciones cerca de treinta mil obreros.
    La vida en toda la cuenca minera entró en una pasividad
    absoluta. Sin embargo, no se registró un solo hecho
    que interrumpiese la tranquilidad habitual ni que pusiese
    inquietud alguna en los espíritus. Son esos los
    trabajadores asturianos. Son los que en Agosto de 1917
    fueron perseguidos como alimañas por una plutocracia
    desbordada en sus pasiones y egoísmos, y que dio
    ocasión a que el insigne demócrata don Melquiades
    Alvarez dijese que el patriotismo sincero, abnegado y
    consciente se había refugiado en los trabajadores.”


    El clericalismo imperante: un entierro



    “Anteayer falleció en El Llano la señora
    doña Mercedes García Alvarez. Sus deudos
    dispusieron enterrarla civilmente, cumpliendo así
    la última voluntad de la finada, que se distinguió
    en vida por su independencia de toda doctrina confesional.

    El
    señor cura párroco de Roces quiso oponerse
    al acto civil, aduciendo derechos de carácter espiritual
    completamente abolidos en las leyes y en el tiempo. Lo
    más censurable de todo esto han sido las molestias
    que dicho cura produjo a los familiares de la extinta
    señora Alvarez, demandándolos ante el Juzgado
    y amenazándolos con la exhumación del cadáver.
    Claro está que el digno señor juez correspondiente
    procedió con la rectitud debida, no permitiendo
    el atentado que proyectaba el señor cura de Roces
    contra la libertad de conciencia.

    Nosotros,
    que tenemos por norma el mayor respeto a los sentimientos
    religiosos de cada uno, protestamos enérgicamente
    de este nuevo caso de intolerancia, y esperamos que no
    vuelva a suceder.

    El
    señor cura de Roces no debe olvidar, por lo menos,
    que vive en pleno siglo XX.”


    El clericalismo imperante: dos bodas



    Casamiento Civil. Lo efectuó el sábado
    último nuestro querido amigo y consecuente socialista
    Maximino Cuesta con la joven Dolores Argüelles, ambos
    vecinos de la Hueria de Carrocera.

    Aunque
    parezca mentira, tuvieron los consortes que vencer grandes
    dificultades para lograr ser unidos con arreglo a los
    dictados de sus conciencias.

    Después
    del acto, se celebró una velada en el Centro Obrero
    en honor de los contrayentes. Reciban nuestra felicitación.



    La crónica continuaba así: “Según
    hemos podido enterarnos, este matrimonio se efectuó
    civilmente a causa de las intemperancias e intransigencias
    del cura de Caldones.

    El
    novio, a pesar de sus ideas radicales, transigía
    con que el matrimonio fuese canónico, y en lugar
    de aprovechar esta transigencia, el párroco
    se envalentonó, pretendiendo, sin duda, determinadas
    humillaciones para celebrar el enlace ante el altar.

    Y esto no sólo exasperó al novio, sino también
    a las familias de los cónyuges y a casi todo el
    vecindario de Caldones, que hoy aplaude sin reservas el
    matrimonio civil efectuado ayer.

    Malo,
    muy malo para la causa clerical es lo ocurrido ayer ante
    el Juzgado de Oriente. Fue el primer matrimonio civil
    entre labradores y pudiera resultar que fuera también
    el principio de un desfile por el despacho de los jueces
    municipales.

    Hay
    pastores que espantan las ovejas en vez de atraerlas con
    el cariño y el amor que predicó el Justo.”

    El
    incipiente movimiento feminista



    “Continuando el curso de conferencias iniciado por
    la Agrupación Femenina Anticlerical del Natahoyo
    (barrio de Gijón), tendrá lugar hoy, a las
    nueve de la noche, en el local del Comité Republicano,
    una importante (conferencia) que correrá a cargo
    del joven abogado don Mariano Merediz.

    El
    tema es: “Un paseo a través de la Historia”
    La entrada será pública.”


    El incipiente movimiento feminista: “La mujer
    en el presente y el porvenir”


    El doctor Loredo Aparicio, “empezó analizando
    el problema del feminismo en Europa, tal como se halla
    planteado después de la guerra, extendiéndose
    más ampliamente en el yanqui,
    por más
    práctico y en armonía con el carácter
    de la mujer española, aun dominada por la educación
    conventual y una serie de prejuicios ridículos,
    si no fueran nocivos.

    El
    problema sexual, así como las influencias que la
    mujer ejerce en los diversos ambientes (hogar, escuela,
    cuartel, municipio), fueron tratados por el conferenciante
    con bastante amplitud, encareciendo la necesidad de
    que las mujeres en sus agrupaciones laboren, estudien
    y trabajen para arrancar la igualdad de derechos y deberes
    con respecto al marido y los hijos, dignificando el hogar
    y la vida.

    Finalmente,
    y prescindiendo de otros interesantes puntos de vista
    que la falta de espacio nos impide publicar, dio fin,
    no sin fustigar duramente la mentirosa caridad oficial
    burguesa, y poniendo ante los oyentes el símbolo
    de Gijón, ciudad dominada por la colina del Coto
    de San Nicolás, donde se asientan la Cárcel,
    el Cuartel y el Convento.”


    El incipiente movimiento feminista: el derecho al voto



    Firmado con el seudónimo de Renana, se reproducen
    algunos de los párrafos más destacados:
    “(…) Para que la mujer pueda ejercer libremente
    ese derecho, tiene antes que independizarse del confesionario.
    Pues muy bien pudiera ocurrir que este sagrado lugar
    donde las almas vierten sus errores, la absolución
    fuera dada a cambio de una papeleta electoral.

    Justificable
    esta acción en el sacerdote, porque todos los medios
    son buenos para defender las ideas de los prohombres reaccionarios.

    Y
    la mujer, amable y caritativa, ¿cómo iba
    a negar este favor, al parecer insignificante, al confesor
    que la absuelve y la perdona?

    Sería
    demasiado ingrata, y la ingratitud en las mujeres no suele
    ser frecuente.

    Esta
    es la razón que aducen los partidos avanzados para
    recibir con recelo esa ley, que dentro de su amplia libertad
    ciudadana, oscilan sombras demasiado significativas.

    La
    mujer debe defender sus derechos civiles; pero antes que
    nada, de su educación, de su vida emancipada dependerá
    la libertad de pensar, haciéndose entonces acreedora
    a ostentar su personalidad ciudadana.

    Nosotras,
    las mujeres que vemos la vida como una corriente ideológica
    a la que nadie puede poner un dique que la paralice, defendemos
    toda ley que tienda a favorecernos; pero estamos en el
    deber de manifestar públicamente las consecuencias
    que sobrevendrían cuando haya una mayoría
    que habría de emplearla en contra de los fines
    para que fue establecida.”

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Con
    este artículo se quiere rendir homenaje a las
    mujeres que en Gijón fueron condenadas a pena
    de muerte por los tribunales militares del ejército
    franquista, tribunales que empezaron a funcionar en
    esta ciudad tras la derrota de las fuerzas republicanas
    en Octubre de 1937 y la consiguiente ocupación
    total de Asturias.

    Como
    eran mujeres del pueblo, su biografía se limita
    a los datos de filiación y a la reseña
    acusatoria de los que las mandaron matar: sus familiares,
    sus camaradas, sus amigos y vecinos, o los hijos de
    sus familiares, camaradas…, o los nietos de sus…,
    nos harán llegar más información.
    Así lo pedimos y esperamos. Porque el pueblo
    nunca ha perdido la memoria. Todos los que vivieron
    y sufrieron la barbarie franquista no pueden olvidarla
    jamás.

    La
    memoria solamente se pierde por enfermedad o, para
    lo que aquí se trata, por conveniencia política.
    Durante la dictadura franquista, en cada provincia
    española ha habido un Pinochet y un Videla

    con su cohorte de “milicos” y sus escuadrones
    de la muerte. Transición/transacción:
    ¿cómo se iba a recordar a los cientos
    de miles de víctimas del franquismo cuando
    se estaban sentando a la misma mesa con los autores
    y beneficiarios de aquel genocidio para negociar,
    pactar y repartir el poder y sus prebendas en el continuismo
    del nuevo/viejo régimen monárquico?

    Cuando
    un sistema político se impone en un país
    de forma fraudulenta y se desarrolla en un ambiente
    de oportunismo e hipocresía, necesita reescribir
    la historia para adaptarla a sus conveniencias presentes.

    Tarea difícil, porque para que la mentira triunfe
    se requiere mucha inteligencia y pocos o ningún
    testigo. Escasea la inteligencia tanto como abunda
    la propaganda. Testigos, testimonios y pruebas quedan
    muchos pese al paso del tiempo y a la labor depuradora
    de los “viejos” censores, ahora al servicio
    de la monarquía.

    Anita
    Orejas: ¿quién era Anita Orejas? Pues
    Anita Orejas López era una chica de 23 años
    y con sus 23 años la fusilaron contra las tapias
    del cementerio de Ceares un amanecer de Noviembre
    de 1937
    . Anita Orejas no fue ni una Agustina de
    Aragón ni una Dolores Ibarruri, y aunque lo
    hubiera sido; no comandó ningún batallón
    ni practicó el espionaje o la delación,
    y aunque lo hubiera hecho; no era maestra ni fue,
    siquiera, miliciana, y aunque lo hubiera sido. Anita
    Orejas era una chica de 23 años que vivía
    en Gijón, al final de la calle de Ferrer y
    Guardia, y trabajaba como empleada de hogar: ¡y
    la fusilaron un nueve de Noviembre!

    Durante
    la guerra, Anita trabajó como enfermera en
    alguno de los numerosos y atestados hospitales de
    Gijón, y se afilió al Partido Socialista.
    La detuvieron a los pocos días de la entrada
    de las tropas franquistas en Gijón y se la
    llevaron al cuartel de la Guardia Civil de Los Campos…
    Oficialmente, en los legajos, la denuncia parte de
    una mujer, dos años más joven que Anita,
    que estaba casada con uno de los guardias civiles
    de ese cuartel. El marido de la denunciante estuvo
    prisionero durante todo el tiempo que duró
    la guerra en el Norte por haberse unido a los sublevados.
    Cumplía condena en el penal de El Dueso pero,
    al producirse el avance nacionalista sobre Santander,
    le evacuaron, junto a los demás presos, hacia
    Asturias. A ese guardia civil y a otros muchos les
    mataron luego en la playa de La Franca, no se sabe
    si por intento de fuga, por orden superior o por simple
    venganza.

    No,
    Anita ni estuvo allí ni sabía nada de
    eso, pero aunque hubiera estado y aunque lo hubiera
    sabido. A Anita la acusaban de haberla visto dentro
    del cuartel de La Guardia Civil de Los Campos a los
    tres días de que los guardias se hubieran rendido.
    La denunciante decía que Anita llevaba pistola
    al cinto y, al cuello, un pañuelo rojo. Admitía
    Anita haber entrado en el cuartel, pero negaba lo
    de la pistola y el pañuelo, pero aunque los
    hubiera llevado. Esa mujer que la denunció,
    la identificó después en una rueda de
    presos: ¿cómo alguien puede recordar,
    tras el paso de quince meses, la cara de una persona
    que solamente vio unos instantes en medio del barullo
    y desorden propios de la situación? Claro que
    también pudiera suceder que la denunciante
    conociese de antes y odiase a Anita por motivos que
    nada tuviesen que ver ni con la guerra ni con la revolución,
    o que la denunciante no hiciera más que obedecer
    las instrucciones de una tercera persona… Pero,
    aunque así fuera.

    Porque
    Anita Orejas, que tenía 23 años y se
    había afiliado al Partido Socialista durante
    la guerra, no era ni Agustina de Aragón ni
    “La Pasionaria”, ni comandanta de batallón
    ni miliciana, ni maestra de la ATEA ni dirigente sindical
    ni concejala. Ni siquiera pertenecía a un comité
    cualquiera.
    A Anita no se le ocupó ningún
    pañuelo rojo ni, mucho menos, ninguna pistola;
    y, además, tuvo “la suerte” de que
    la susodicha denuncia cayese, no en manos de unos
    “gatilleros” de Falange con ganas de darle
    el “paseo”, sino que la denuncia siguió
    el trámite oficial, con sus atestados redactados
    en lenguaje policial y cumplimentados con las pólizas,
    sellos y firmas pertinentes.
    Siguió con
    suerte, Anita Orejas, porque su causa judicial no
    le tocó a un chusquero llegado del frente,
    sino que tuvo como juez instructor a un hombre de
    leyes como Vicente Otero Goyanes, alférez Jurídico,
    que auxiliado por su secretario, Manuel Martínez
    de la Vega, dio cuerpo al que sería “sumarísimo
    de urgencia nº 170”. La instrucción
    del sumario, ¡qué duda cabe!, fue tan
    imparcial como exhaustiva, y llevó al instructor
    a concluir que los hechos aquí sucintamente
    relatados eran constitutivos de un delito de rebelión
    militar: ¡así lo afirmó y firmó
    un señor alférez del cuerpo Jurídico
    militar!


    Fue el lunes, día ocho de Noviembre de 1937,
    cuando comenzaron a celebrarse los consejos de guerra
    sumarísimos de urgencia en Gijón, en
    el salón de actos del Instituto Jovellanos:
    ¡La obra más importante y más
    querida del ilustre y benéfico Gaspar Melchor
    de Jovellanos convertida en albergue de falangistas
    y policías de Asalto, en cárcel y centro
    de tortura, en escenario de la suprema ignominia y
    perversión humanas!

    A
    las diez de la mañana hacían su entrada
    los miembros del Tribunal Permanente nº 1, que
    preside el comandante de Caballería Luis de
    Vicente Sasiaín, y se celebraba el primer consejo
    de guerra: tres son los acusados: Constantino Valero,
    Florentino Argós y José Luis Ferrer.
    Audiencia pública. Se encarga de leer las acusaciones
    el secretario del consejo, que es el joven abogado
    gijonés Bonifacio Lorenzo Somonte. Actúa
    de fiscal el alférez honorífico del
    Cuerpo Jurídico Antonio Iglesias.

    Apenas
    una hora después, a las once y cuarto, se celebra
    el segundo consejo de guerra. Lo forman el mismo tribunal,
    secretario y fiscal. Los acusados son: Valentín
    Sánchez Cuesta, Cipriano Carrera y Ana Orejas
    López. El fiscal es tan breve como conciso
    y pide la pena de muerte para los tres.
    El defensor,
    teniente Luis Barreiro Paradela, al decir de las crónicas
    periodísticas, “da comienzo a su brillante
    informe considerando las bellezas de Asturias, grande
    y digna, y después de intentar refutar los
    cargos que el Ministerio Fiscal imputa a sus patrocinados,
    solicita se les considere como autores de un delito
    de auxilio y no de rebelión.” Se termina
    la vista y el tribunal se reúne para dictar
    sentencia.

    Por
    la tarde, a las cinco, otro consejo de guerra. Son
    los acusados: Maximiliano Gómez Cobos, Raimundo
    Alcorazo, Francisco Conde Calvete, José Costas
    Costas, Facundo López Fernández, Luis
    Subisaga, Juan Fernández Moreira, Manuel Marcos
    Ezquer y Angel Cristóbal Aparicio. El fiscal
    pidió la pena de muerte para todos.

    Los
    cristianos caballeros que componen el tribunal militar
    nº 1, impregnados hasta el tuétano del
    honor y demás virtudes militares, tuvieron
    a bien dictar ese día catorce condenas a pena
    de muerte y una a reclusión perpetua. En este
    caso no hubo discriminación y fueron igualitarios,
    así que a Anita Orejas también la condenaron
    a pena de muerte.

    Y
    al día siguiente, al amanecer, un traqueteo
    de motores por la calle Ramón y Cajal arriba.
    Durante meses y meses, el metálico y fugaz
    paso de esta caravana de la muerte anunciaba que el
    día iba a nacer con fusilamientos.
    Los
    piquetes de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto
    se presentan ante la cárcel de El Coto a reclamar
    a sus víctimas. Un piquete vigila y el otro
    fusila. Un día matan unos y otro día,
    otros. Que todos maten que así todos tendrán
    porque callar. ¿O serían soldados los
    que esos primeros días tuvieron que desempeñar
    tan siniestra tarea?

    Trece
    hombres y una mujer cruzaron el rastrillo de la cárcel
    de El Coto aquel nueve de Noviembre.
    Amarradas
    las muñecas con alambres, les subieron a las
    camionetas y la comitiva se puso en marcha: medio
    kilómetro hasta el paredón del cementerio
    de Ceares. No esperaron para ejecutarles ni las tres
    o cuatro semanas que solía llevar el trámite
    de la consulta y recepción del correspondiente
    “enterado” del “Cuartel General del
    Generalísimo”: ¡se conoce que tenían
    prisa por derramar sangre de inocentes!

    No
    sabemos cómo se las arreglarían para
    ponerles delante del paredón, si los tendrían
    que dominar a culatazos y llevarlos a rastras o si
    marcharían gallardamente dando “vivas”
    a la República, si escupirían al piquete
    o implorarían clemencia, si aceptarían
    al sacerdote o maldecirían a Dios y a toda
    la corte celestial… No sabemos si los fusilarían
    de tres en tres o de cinco en cinco, ni si a Anita
    la fusilarían sola por ser mujer o no. Nadie
    de los que de allí regresaba hablaba de ello.
    Solamente un fraile de los que asistían a los
    fusilamientos dijo un día a unos presos de
    El Coto: “dos tiros a la cabeza y tres al corazón”.
    Así que ese nueve de Noviembre, setenta
    disparos dieron los buenos días nacionalistas
    a la villa de Gijón.

    Y
    allí quedaron los cuerpos formando montón
    a la espera de que los enterradores los tirasen a
    la zanja ya abierta: trece hombres y una mujer: Ana
    Orejas López, a la que llamaban Anita porque
    tenía 23 años y no había sido
    ni Agustina de Aragón ni la Pasionaria, ni
    miliciana ni nada de nada, pero a la que la Justicia
    Militar del ejército franquista la hizo acreedora
    a los cinco plomos reglamentarios que agujerearon
    su cuerpo y pusieron fin a su corta vida.


    Expediente procesal de Anita

    Teresa
    Santianes Giménez tenía 23 años,
    como Anita, y también vivía en Gijón.
    En el segundo consejo de guerra de los que se
    celebraron el sábado día veinte de Noviembre,
    los mismos que condenaron a Anita la sentenciaron
    a ella a pena de muerte. No sabemos si acudiría
    a presenciar la siniestra pantomima del consejo de
    guerra o no, porque llevaba ingresada en el hospital
    desde el día cinco. Quizás por ese motivo
    no la fusilaron el nueve de Diciembre con los otros
    siete hombres que habían sido condenados a
    la máxima pena el mismo día que ella.
    Esperaron a que le dieran de alta en el hospital
    para poder meterla en la cárcel de El Coto
    y fusilarla el día veintiuno de Diciembre junto
    con otros cuatro hombres.

    El
    tribunal militar nº 1 seguía celebrando
    consejos de guerra en Gijón. En uno de ellos,
    el primero que se celebró en la mañana
    del jueves día dos de Diciembre, compareció
    Juana Alvarez Molina. Juana tenía cuarenta
    años, estaba casada y era madre de siete hijos.
    Los mayores habían estado luchando en el frente
    como milicianos, los pequeños rondaban los
    seis años.
    La detuvieron en su casa de
    la calle Oriental, en La Calzada, el veinticinco de
    Noviembre y la acusaron de participar en manifestaciones
    y requisas. En realidad y como en tantos otros casos,
    la tomaron a ella como rehén pensando que así
    conseguirían que su marido, que era al que
    realmente tenían interés en coger, abandonaría
    el escondite donde estuviera oculto y se entregaría.
    Como vieron que pasaban los días y el marido
    no se entregaba, llevaron a Juana ante el tribunal
    militar para que la condenase a pena de muerte, como
    así fue. La fusilaron el día quince
    de Diciembre junto a un chico llamado Felicísimo
    García Casas, que tenía veinticuatro
    años, era natural de un pueblo de León
    y se había pasado a la zona republicana.

    ¿Cómo
    se iba a entregar el marido de Juana, Luis Laruelo,
    si había conseguido escapar a Francia en uno
    de los últimos barcos que salieron de El Musel?
    Pero a Luis Laruelo, obrero de la “Fábrica
    de Sombreros” de La Calzada, afiliado al sindicato
    “El Fieltro”, de la CNT, miembro del Comité
    de Control que se incautó y dirigió
    la producción de dicha fábrica durante
    la guerra, le buscaban dos familias poderosas de Gijón:
    los Paquet, propietarios de la empresa, y García
    Rendueles, gerente de la misma. No lograron encontrarle,
    mataron a su mujer. Mejor dicho, lo mandaron, mandaron
    que se matase a su mujer
    . Y así se encontró
    Juana, madre de siete hijos, camino del paredón
    de Ceares. Cuenta la leyenda popular que al darse
    cuenta Juana de a dónde la llevaban, se aferró
    tan fuertemente a una de las barras del autobús
    o furgoneta en que la llevaban que los guardias solamente
    pudieron hacerla bajar después de cortarle
    una mano con una bayoneta.


    Confirmación de la pena de muerte de Juana
    y Felicísimo

    El
    viernes día diez de Diciembre, tres mujeres
    fueron condenadas a muerte. En el primer consejo de
    guerra que se celebró ese día comparecieron,
    junto con otros acusados, las hermanas María
    y Ludivina Suarez Sala, naturales de Cenero y vecinas
    de la parroquia gijonesa de Carbaínos. María,
    de 18 años, fue condenada a pena de muerte
    y Ludivina a reclusión perpetua.

    En
    el tercero de los consejos de guerra, otras dos hermanas,
    Eladia y Aurora García Palacios vieron como
    el tribunal militar les imponía sendas penas
    de muerte.
    Eladia era maestra, tenía 33
    años y estaba casada. Daba clases en un colegio
    particular en el barrio de La Guía y pertenecía
    a la sección local de FETE-UGT y a la ATEA.
    En el mes de Septiembre de 1936 había sido
    nombrada directora del Asilo Pola y del Patronato
    San José. Su hermana Aurora, de 38 años
    de edad, casada y sastra de profesión, pasaba
    por ser su ayudante.

    María
    Suárez Sala, condenada a pena de muerte con
    apenas dieciocho años de edad, despertó
    un resto de humanidad en el auditor de guerra
    que
    al supervisar la sentencia añadió a
    la misma lo siguiente: “”Otrosí,
    digo: La imprecisión de la fecha de los hechos
    determinantes de agravación para la sentencia
    para María Suárez Sala, y la circunstancia
    de tener ésta, precisamente, dieciocho años,
    inducen al Auditor que suscribe, a proponer la conmutación
    de su pena por la inmediata inferior, estimando que
    la dudosa aplicación del artículo 211
    del Código de Justicia Militar, debe de favorecer
    al reo.” El Auditor de Guerra (firmado y rubricado).
    Así fue, el día cinco de Enero de 1938
    llegaba la comunicación de la Asesoría
    Jurídica del Cuartel General del Generalísimo
    conmutándole la pena de muerte por la de reclusión
    perpetua.

    También
    Aurora pudo esquivar a la muerte, pero para la que
    no hubo conmiseración alguna fue para su hermana
    Eladia, la maestra. ¡Cómo no iban a fusilar
    a una mujer que era maestra, que había expulsado
    a las monjas del Asilo Pola, que “realizó
    una labor perniciosa y criminal en la población
    escolar de niñas del Asilo, familiarizando
    a las alumnas con las ideas de libertad y emancipación
    humanas”; que “escarnecía a las autoridades
    y órdenes religiosas”; que “inculcaba
    a las niñas odio al fascismo, efectuaba lecturas
    diarias de formas asquerosas y llevaba a las niñas
    a actos políticos públicos en que ella
    actuaba”! ¡Cómo no iban a fusilar
    a Eladia, la maestra “incivil, inmoral y atea”,
    si había organizado una expedición niñas
    que partieron para Rusia y, además, escribía
    artículos en “Avance”, gozaba “de
    gran ascendiente en el Frente Popular” y había
    llegado a tener amistad con la familia de Belarmino
    Tomás! Lo raro es que no hubieran levantado
    para ella un patíbulo delante del Ayuntamiento
    y la hubieran matado a garrote vil, conformándose
    como se conformaron con fusilarla un veintinueve de
    Diciembre en compañía de cinco hombres.

    Anita
    Vázquez Barrancúa tenía 27 años
    cuando la fusilaron el 16 de Febrero de 1938.

    Vivía en Gijón pero había nacido
    en Avilés y estaba soltera. En el primer consejo
    de guerra de los cuatro que se celebraron el día
    diecinueve de Enero, el tribunal militar dictó
    contra ella la pena de muerte. La acusaron de pertenecer
    al PCE y al Socorro Rojo Internacional, de haber sido
    nombrada policía secreta y de haberse ido,
    más tarde, como voluntaria al frente, enrolándose
    como miliciana en el batallón “Máximo
    Gorki”.

    Había
    nevado en Gijón y en ese frío y gris
    amanecer del miércoles dieciséis de
    Febrero treinta y una personas pintaron de rojo con
    su sangre la nieve y la tierra del cementerio, sangre
    roja que también brotaba por los cinco agujeros
    del cuerpo sin vida de Anita Vázquez Barrancúa.

    El
    día anterior, el martes quince, otra mujer
    fue pasada por las armas; ella y treinta hombres más.
    Se llamaba Belarmina Suárez Muñiz,

    tenía 29 años, estaba soltera y vivía
    en Bocines, concejo de Gozón, donde había
    nacido. La acusaron de pertenecer a la UGT y al SRI,
    y de haber sido la jefa de la cárcel de mujeres
    de Luanco.

    A
    Belarmina Suárez la condenó a pena de
    muerte el tribunal militar en el tercer consejo de
    guerra que se celebró el viernes día
    veintiuno de Enero. En los dos consejos de guerra
    que precedieron al suyo, otras dos mujeres sufrieron
    idéntica condena. Las dos eran naturales y
    vecinas de Avilés.
    Una de ellas se llamaba
    Adela Suárez López, tenía
    cincuenta años y estaba viuda; la otra, mucho
    más joven, con tan solo veintiséis años,
    se llamaba Luisa García del Valle y
    estaba casada. A las dos les notificaron la conmutación
    de la pena de muerte por la de reclusión perpetua
    unas horas antes de que llevaran a fusilar a todos
    los demás que habían sido condenados
    el mismo día que ellas.


    sentencia firmada por el Tribunal Militar nº
    1

    Diariamente
    se celebraban consejos de guerra, tres o cuatro al
    día de media. El miércoles nueve de
    marzo, comparecieron como encausadas treinta y dos
    personas a las que el tribunal militar endosó
    catorce penas de muerte. Una de esas penas de muerte
    le tocó una mujer de Colunga llamada Palmira
    Irene García Cueto
    de la que solamente
    sabemos que tenía treinta y cuatro años
    y estaba viuda. Se la conmutaron por la de reclusión
    perpetua
    el día veintiocho de Mayo, fecha
    en que les tocó morir fusilados contra las
    tapias de Ceares a treinta y cinco prisioneros.

    La
    semana siguiente, otras tres mujeres fueron condenadas
    a la última pena. Una de ellas era la joven
    Carmen Ríos Toral, de apenas veintidós
    años, que era de Panes
    , y que fue sentenciada
    en el primero de los consejos de guerra del martes
    quince de Marzo. El tribunal dio por buena la acusación
    del fiscal y del juez instructor, y consideró
    probado que Carmen Ríos había pertenecido
    a las JSU, había vestido como miliciana y portado
    pistola, formado parte de la corporación municipal
    de Peñamellera Baja como teniente de alcalde
    y que se había encargado de la dirección
    de un taller de costura, todo lo cual, a criterio
    del tribunal, bien merecía que a Carmen Ríos
    se le arrancase la vida. Afortunadamente para ella,
    no fue así y el cinco de Mayo le notificaron
    la conmutación por la pena inmediatamente inferior:
    reclusión perpetua.

    Celestina
    López Mariño y Eulalia Arevalillo Tapias
    recibieron la sentencia de muerte en sendos consejos
    de guerra celebrados el jueves diecisiete.
    Celestina
    era de Avilés, estaba casada y tenía
    treinta y cuatro años, la misma edad de Eulalia,
    que había quedado viuda y había nacido
    en Bilbao, aunque vivía en Gijón. A
    Celestina la acusaban de pertenecer al PCE y al SRI,
    de haber estado en el frente como miliciana y, más
    tarde, como enfermera y delegada del SRI en el “Hospital
    nº 25” de Avilés. La acusación
    contra Eulalia parecía más grave, pues
    afirmaban que ella y su marido, del que no sabemos
    se habría muerto en el frente o fusilado, habían
    estado haciendo fuego de ametralladora contra el cuartel
    del Simancas durante los días que duró
    el asedio. El tribunal militar no se anduvo con
    distingos y las condenó a las dos a pena de
    muerte, que les fue conmutada con fecha seis de Mayo
    de ese año.

    Al
    día siguiente le tocó pasar por el amargo
    trance del consejo de guerra a una mujer de Avilés
    llamada Antonia González Cuervo, de 51 años
    de edad. No la condenaron a pena de muerte, sino a
    reclusión perpetua. Pero, como si la hubieran
    ejecutado, porque víctima de las penosas condiciones
    de la prisión central de mujeres de Saturrarán,
    término municipal de Motrico, en Guipúzcoa,
    a donde había sido trasladada a cumplir condena,
    falleció en la enfermería de la prisión
    el quince de Octubre de ese mismo año. “Miocarditis”
    es lo que figura como causa oficial de la defunción.

    El
    sábado veinticinco de Junio, Gijón se
    despertó con las cotidianas descargas de los
    máuseres reglamentarios.
    Sucesivas y espaciadas,
    y a tenor de lo detallado por uno de los capellanes
    de la cárcel de El Coto, ese día completarían
    un total de ciento cinco disparos, más los
    sueltos de la pistola del oficial que mandase el piquete,
    los llamados tiros de gracia. Porque ese día
    en que la ciudad aún estaba engalanada de celebrar
    la festividad religiosa del Sagrado Corazón
    de Jesús,
    incluidos misa y sermón
    en la iglesia de los RR. PP. Jesuitas, a la que siguió
    la correspondiente procesión por las principales
    calles de la ciudad; ese día, todos, empezando
    por los reverendos padres, seguidos por las respetables
    “Siervas de Jesús” y demás
    devota feligresía, todos oyeron la sonora
    traca con que se llevaba a cabo el matutino ritual
    del holocausto proletario: veintiún víctimas
    sacrificadas para mayor gloria de la patria y la religión
    verdadera. Veinte hombres y una mujer, una mujer llamada
    Máxima Vallinas Fernández,
    que vivía
    en Ribadesella aunque era natural de Villaviciosa,
    que tenía cuarenta y dos años y estaba
    viuda. Que no sabemos si tendría hijos o no,
    pero que cabe pensar que sí los tuviera, unos
    hijos que a partir de ese día quedaban huérfanos
    de padre y madre…

    Huérfanos
    de padre y madre, sí, porque estamos viendo
    en este breve listado del crimen que muchas de las
    mujeres estaban viudas, sin que se pueda precisar
    las causas que llevaron a sus maridos a la tumba.
    Porque viuda estaba también Amelia Noriega
    Martínez, que tenía 37 años y
    era natural y vecina del pueblo llanisco de Vidiago.
    A Amelia no la fusilaron, pero perdió la vida
    igualmente en esa especie de campo de exterminio que
    era la cárcel de Saturrarán.
    La
    habían condenado a reclusión perpetua
    en uno de los consejos de guerra del día nueve
    de Julio. No llegó ni a cumplir un año
    de condena, pues falleció en la citada cárcel
    de mujeres el día ocho de Abril de 1939 a consecuencia
    de “uremia”.


    sentencia firmada por el Tribunal Militar nº
    3

    La
    última mujer fusilada en Gijón fue Estefanía
    Cueto Puertas, que fue pasada por las armas el día
    29 de Agosto de 1939, llamado por los patrocinadores
    del holocausto proletario “Año de la Victoria”,
    victoria de la ignominia, el crimen y la venganza
    .
    A Estefanía Cueto la sentenciaron a la última
    pena en un consejo de guerra celebrado en Oviedo el
    día tres de Marzo: casi seis meses la tuvieron
    encerrada en los corredores de la muerte esperando
    oír pronunciar su nombre cada amanecer.
    Natural
    de Nueva de Llanes, tenía 40 años, estaba
    soltera, era modista y vivía en Sotrondio.
    Pertenecía al PCE y decían de ella que
    había participado en la Revolución de
    Octubre del 34 y que había conseguido huir
    y exiliarse en Rusia, de donde regresó en Febrero
    de 1936, tras la victoria electoral del Frente Popular.
    También afirmaban los que la condenaron a morir
    que durante la guerra había sido una de las
    principales dirigentes comunistas y que había
    desempeñado la dirección de talleres
    de costura en Sotrondio, en Nueva y Posada de Llanes,
    y en Pola de Siero: ¡grave crimen el de saber
    coser!

    El
    día que la fusilaron se contaron quince cuerpos
    en el montón, uno de ellos el de la que en
    vida se conoció por Estefanía Cueto
    Puertas, modista de profesión.

    Pero no puede cerrarse esta relación sin
    mencionar a las mujeres que fueron “paseadas”,
    que fueron asesinadas directamente, sin los consabidos
    preámbulos de la juridicidad inversa.
    No
    las podremos citar todas, pero sí a algunas,
    aunque sea sin su nombre y apellidos, que desconocemos;
    como la que figura inscrita en los libros de defunciones
    del Registro Civil el día ocho de Noviembre
    de 1937 de este tenor: “una mujer, de unos 45
    años, ignorándose sus señas,
    morena, delgada, viste abrigo negro con tres costuras
    transversales en las mangas, calza medias grises…”
    “Falleció en la carretera Gijón-Avilés
    por disparos de arma de fuego, según resulta
    de la diligencia de autopsia…” Como los cadáveres
    de esas mujeres sin identificar que aparecen flotando
    en la mar. O como Consuelo Hevia Prendes, de
    25 años, natural y vecina de Albandi, en Carreño,
    viuda de Marcelo Alvarez Rodríguez, que había
    muerto luchando en el frente, con dos hijas de dos
    y cuatro años, a la que los gatilleros de Falange
    de Carreño mataron de dos tiros delante de
    la puerta de su casa en la madrugada del día
    doce de diciembre de 1937. Y como tantas otras cuyo
    asesinato figura enmascarado por la socorrida apelación
    a una “hemorragia interna”, “fractura
    del cráneo” y cosas similares.

    Y
    sin olvidar a estas tres mujeres que fallecieron en
    prisión: Cándida Mayor Noriega, Elena
    Villar Cué y Sabina Alvarez Díez.
    Sabina,
    con sus setenta y seis años, vivía hasta
    que fue detenida en La Calzada y falleció en
    la cárcel de El Coto el diecinueve de Noviembre
    de 1939. Elena, natural y vecina de Celorio, en Llanes,
    de sesenta y nueve años de edad, murió
    en dicha cárcel el diecinueve de Julio de 1938.
    Cándida, de setenta y cuatro años, vecina
    de Ceceda, prisionera en la cárcel de Infiesto,
    falleció el veintiuno de Octubre de 1939.

    Tampoco
    se puede dejar de citar a las ciento dieciséis
    mujeres y cincuenta y seis niños fallecidos
    dentro de los muros de la cárcel de Saturrarán,
    relacionados en otro apartado de esta web, de los
    cuales treinta y cinco mujeres y siete niños
    figuran como naturales de Asturias.

    Siniestra
    suma y sigue que jamás se completará,
    no por pérdida de memoria de ninguna clase,
    sino por la comodidad y la conveniencia
    de los
    que con su simple firma en un ayuntamiento o en un
    ministerio, pudieron, y pueden, establecer los mecanismos
    y los medios para conocer la verdad con exactitud
    y certeza; para que las víctimas del holocausto
    franquista salgan de su eterna reclusión en
    la memoria familiar y pasen a ocupar el lugar que
    merecen en la historia de la nación y puedan
    recibir el homenaje público a su memoria y
    el tributo a su honor que hace más de veinticinco
    años que se les adeuda.

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA. Muertes Paralelas Azarola.

    Marcelino
    Laruelo Roa

    Muertes
    Paralelas

    Al almirante Azarola la lealtad
    al gobierno republicano le costó la vida.

     

    Antonio
    Azarola Gresillón, el contralmirante y ex ministro de
    Marina fusilado en Ferrol.

     


    Por Marcelino Laruelo.
    Muertes Paralelas. Gijón, 2004.

     

    Capítulo
    III
    Una vida dedicada a la Marina española


    En Febrero de 2011, se celebró el acto oficial
    por el que se dedicaba al contralmirante Azarola
    una plaza en Ferrol, situada entre el Parador y el
    edificio de Capitanía. Estuvieron presentes el alcalde
    de Ferrol, concejales, representantes políticos y
    culturales,
    y descendientes del contralmirante. No asistió ningún
    representante de la Armada ni del Ejército.


    No he podido averiguar de dónde le vino la afición
    por el mar. Porque Antonio Azarola y Gresillón había
    nacido tierra adentro, en la villa navarra de Tafalla, a
    la vera del Cidacos, que es río de poca agua. Fue
    el día dieciocho de Noviembre de 1874,
    hijo
    de José María Azarola, médico, y de
    Leonor Gresillón. El matrimonio ya tenía otros
    dos hijos varones: José María y Emilio, nacidos
    también en Tafalla. Leonor figura como nacida en
    París, mientras que José Azarola era natural
    del pueblo guipuzcoano de Ormáiztegui. Este pueblo,
    enclavado en la comarca del Goyerri, a unos cincuenta kilómetros
    de San Sebastián, destacó como un centro de
    actividad industrial muy importante durante la construcción
    del ferrocarril del Norte, actividad industrial que se mantiene
    en nuestros días, en especial, en la construcción
    de autobuses. En Ormáiztegui había nacido
    también Zumalacárregui, el famoso general
    carlista.

    La
    familia Azarola Gresillón emigró a Uruguay,

    donde ya se habían asentado otros familiares de la
    rama Azarola, probablemente hermanos del padre. Algunos
    descendientes del contralmirante sitúan en este viaje
    transatlántico el origen de su pasión por
    la mar. Sea como fuere, Antonio Azarola ingresó
    a los dieciséis años como aspirante en la
    Escuela Naval. Cursó los estudios correspondientes,
    estuvo embarcado en la fragata “Asturias” y
    al finalizar el año 1893 fue nombrado guardiamarina.

    Como
    guardiamarina, estuvo unos meses embarcado en el crucero
    “Reina Regente” y en el “Alfonso XII”,
    de donde pasó a la corbeta “Nautilus”.
    Era el año 1894. De haber salido guardiamarina un
    curso más tarde, quizás no estaría
    yo ahora escribiendo de Azarola: el crucero “Reina
    Regente”, el mejor buque de la Marina española
    en aquel entonces, se hundió en aguas del Estrecho
    el diez de Marzo de 1895 en medio de un fortísimo
    temporal. El “Reina Regente” había sido
    construido en Inglaterra en 1887, tenía un desplazamiento
    de 4.725 toneladas y alcanzaba los veinte nudos de velocidad.
    En el momento de producirse el naufragio era su comandante
    Francisco Sanz de Andino y componían la dotación
    372 marinos y cuarenta aprendices de Artillería:
    no hubo supervivientes.

    Azarola
    había embarcado en la corbeta “Nautilus”
    en septiembre de 1894 y en ella permaneció casi dos
    años. La “Nautilus” era un antiguo mercante
    de vela construido en Glagow en 1866 y llamado “Carrick
    Castle”. En 1886 fue adquirido por España y
    transformado en corbeta para dedicarla a escuela práctica
    de guardiamarinas. Aparejada como clipper y bajo el mando
    del capitán de fragata Fernando Villaamil, natural
    de Serantes, en el asturiano concejo de Castropol, realizó
    un viaje de circunnavegación, zarpando de Ferrol
    el treinta de Noviembre de 1892 y regresando a dicho puerto
    el once de Agosto de 1894. La “Nautilus” continuó
    utilizándose como buque escuela para guardiamarinas
    hasta que en 1925 fue reemplazada por el “Juan Sebastián
    Elcano”. A bordo de la “Nautilus”, Azarola
    cruzó el Atlántico en viaje de ida desde Santa
    Cruz de Tenerife hasta Puerto Rico. Después de navegar
    por aquellas aguas, descendieron hasta Montevideo, a donde
    arribaron el día uno de Febrero de 1896. En Montevideo,
    le aguardaban sus hermanos y tíos, el clan de los
    Azarola, tan sobresaliente en la vida cultural, científica
    y universitaria uruguaya. Y también saldría
    a recibirle el recuerdo de los días felices de la
    infancia.

    De
    regreso a España, en Julio de ese año, desembarcó
    de la “Nautilus” y pasó a formar parte
    de la dotación de la fragata “Almansa”
    durante un período de seis meses. El dieciocho de
    enero de 1897 ascendió a alférez de navío
    y pasó al “Infanta Mª Teresa”, crucero
    protegido de siete mil toneladas, a bordo del cual permaneció
    durante casi siete meses, hasta que en Noviembre regresó
    a la “Nautilus” y con ella zarpó de Cádiz
    el día siete con rumbo a Río de Janeiro. Allí
    recibieron el nuevo año, haciéndose a la mar
    poco después con rumbo al Cabo de Buena Esperanza.
    De regreso a España, hicieron escala en la isla de
    Santa Elena y las Madeira, y el veintisiete de Mayo fondeaban
    en Cádiz. No participó Azarola en la desastrosa
    guerra con Estados Unidos, pues permaneció en La
    Carraca, a bordo de la “Nautilus” todo el verano
    del 98.

    A
    comienzos de 1899, inició un crucero por el Mediterráneo
    con escalas en Argel, Túnez, Malta, Alejandría
    y Corfú; y de regreso, en Nápoles, Civita
    Vechia, Tolón, Barcelona y Cartagena, donde fondearon
    el dieciséis de Julio. En Septiembre de ese año,
    Azarola desembarcó de la “Nautilus” y
    pasó a la Brigada Torpedista de Cádiz, donde
    permaneció por espacio de tres meses.

    Los
    seis primeros meses del 1900 los pasó de permiso
    y el uno de Julio se incorporó a su nuevo
    destino como ayudante del contralmirante Ricardo Fernández
    Gutiérrez de Celis. Contaba Azarola con veinticinco
    años y puede que haya sido este puesto el de mayor
    trascendencia en el devenir de su vida personal.
    Permaneció
    con el contralmirante tres meses y medio, y en Octubre,
    de nuevo a la “Nautilus”, en la que pasó
    un período de ocho meses, durante el cual hizo otro
    viaje de instrucción hasta Río de Janeiro.
    En Marzo de ese año de 1901, después de una
    escala en Fort de France, en la Martinica, atracaban en
    los muelles de la Base Naval de Ferrol. Poco tiempo después,
    desembarcó de la “Nautilus” y pasó
    destinado al “Temerario”, que tenía su
    base en el puerto de Pasajes y con el que navegó
    por aguas del Cantábrico y de las rías gallegas.

    Permaneció
    Azarola en el “Temerario” hasta Febrero del
    año siguiente, en que de nuevo fue nombrado ayudante
    del contralmirante Ricardo Fernández, en cuyo destino
    permaneció hasta Abril de 1903, fecha en que pasó
    a la situación de excedente forzoso. El día
    treinta y uno de Julio, en la capilla de la Capitanía
    General de la Base de Ferrol se celebró la boda del
    alférez de navío Antonio Azarola y Gresillón
    con Carmen Fernández García, hija del contralmirante
    Ricardo Fernández Gutiérrez de Celis y de
    Dolores García Zúñiga, ambos naturales
    de Cuba.
    Contaban los novios con veintiocho años
    de edad. Casi dos años permaneció Azarola
    en esa situación de excedencia, regresando de nuevo
    al puesto de ayudante personal del citado contralmirante,
    ahora su suegro, en Febrero de 1905.

    Un
    año después, Antonio Azarola recibió
    el ascenso a teniente de navío, y en Agosto empezó
    como alumno un curso de Electricidad y Torpedos a bordo
    del “Lepanto”, que duró nueve meses.
    Del “Lepanto” pasó a la “Cataluña”,
    donde permaneció tres meses. Durante un tiempo, desempeñó
    nuevos destinos de ayudante del Jefe de la Jurisdicción
    Central de Marina, en Madrid, que se alternaron con períodos
    de excedencia forzosa y una estadía de nueve meses
    en la Estación Torpedista de Cartagena.

    El
    trece de Mayo de 1910, embarcó en el acorazado “Pelayo”,
    donde permaneció un año aproximadamente. Al
    cabo de ese período, desembarcó con una licencia
    para asuntos particulares por unos meses. En Agosto, pasó
    a desempeñar el puesto de ayudante personal de un
    vicealmirante y en Septiembre del año siguiente,
    1912, fue destinado como auxiliar a la Sección de
    Campaña en el Ministerio de Marina. Semanas más
    tarde, embarcó en el cañonero de primera clase
    “Infanta Isabel”, estacionado en Canarias, con
    el que navegó por aguas del archipiélago y
    de la costa africana.

    A
    finales de Noviembre de 1913 fue nombrado segundo comandante
    del cañonero “Lauria”, con base en Cartagena,
    partiendo para Alhucemas y haciendo crucero por la costa
    norte de Africa. En Marzo, pasó destinado al Estado
    Mayor Central, en Madrid, donde permaneció mes y
    medio, embarcando a finales de Abril en el cañonero
    “Vasco Núñez de Balboa” como segundo
    comandante. Durante los meses de verano y otoño,
    el cañonero realizó una campaña de
    operaciones oceanográficas en aguas de Baleares,
    Málaga y Cádiz, bajo la dirección de
    personal del Instituto Español de Oceanografía.

    En
    el mes de Junio de 1915, Azarola fue nombrado comandante
    del torpedero “Nº 42”, al mando del cual
    permaneció hasta recibir la orden de desarme del
    buque en Octubre de ese mismo año. Pasó entonces
    destinado a la Comisión Inspectora, en Cartagena,
    a la espera de que le concediesen el mando de otro torpedero.
    Sería éste el “Nº 12”, que
    fue entregado oficialmente a la Marina el día 21
    de Enero de 1916, tomando entonces Azarola el mando del
    mismo y realizando las pruebas de mar. Sin perder el mando
    del torpedero, fue nombrado profesor de Electricidad
    para un curso de cinco meses de duración destinado
    a guardiamarinas de segundo año, curso que se dio
    a bordo del “Carlos V”. Al mando del torpedero
    “Nº 12” zarpó para Cádiz
    y Ferrol, realizando ejercicios por aguas de Galicia y quedando
    incorporado a la Escuadra. A bordo del acorazado “España”,
    Azarola dio también una serie de conferencias a los
    guardiamarinas.

    En
    1917 formó parte de una comisión de oficiales
    que, invitada por el gobierno alemán, viajó
    a dicho país y permaneció allí un mes.
    En Agostó ascendió a capitán de corbeta
    y cesó en el mando del torpedero. Como profesor,
    siguió con las clases en el “Carlos V”
    y navegando con el “España”, donde se
    ocupaba de dar clases prácticas a los guardiamarinas.
    Permaneció en la misma situación durante 1919
    y el tres de Diciembre de ese año recibió
    el nombramiento de jefe de la Estación Torpedista
    de Cádiz.
    En este nuevo destino estaría
    hasta Agosto del año siguiente.

    Azarola
    fue nombrado tercer comandante del “Reina Regente”,
    crucero protegido de segunda clase que había sido
    botado en 1906 y que recibió el mismo nombre que
    el desaparecido en el Estrecho en 1895. En Septiembre, partió
    con dicho buque para otro crucero transatlántico
    que le llevaría hasta las remotas islas Malvinas,
    con escalas en Las Palmas, Cabo Verde, Río de Janeiro,
    Montevideo, Buenos Aires, Punta Arenas y Puerto Stanley.
    El regreso lo hicieron hacia Bahía Blanca y Río
    de Janeiro, donde pasaron el cambio de año. Cruzaron
    el océano sin novedad y el día uno de Febrero
    fondearon en La Carraca. Desembarcó Azarola del “Reina
    Regente” para hacer un cursillo de tiro naval en Marín,
    de tres meses de duración, finalizado el cual, partió
    con el acorazado “España” hacia Inglaterra.
    A finales de Noviembre, Azarola viajó a París
    para realizar los estudios de Radiotelegrafía en
    la Escuela Superior de Electricidad. Finalizado el curso
    el 28 de Junio del año siguiente, 1922, y con el
    título de ingeniero radiotelegrafista
    en
    el bolsillo, aprovechó ese verano para hacer un viaje
    de prácticas por Europa.

    De
    regreso en España y ascendido a capitán de
    fragata, en Septiembre se le nombró jefe del 4º
    Negociado, “Electricidad”, de la 2ª Sección
    del Estado Mayor Central.
    En el desempeño
    de ese puesto pasó todo el año de 1923 y parte
    del de 1924. A ese cargo tuvo que añadir el de jefe
    del 2º Negociado en la sección de “Material”,
    compaginando ambos con la pertenencia a la sección
    de “Información”.

    El
    once de Mayo de 1925, Azarola fue nombrado subdirector de
    la Escuela Naval Militar,
    por lo que cesó
    en los anteriores destinos en el Estado Mayor, reteniendo
    la vocalía en la Junta Técnica e Inspectora
    de Radiocomunicaciones.

    El
    24 de Septiembre de 1926 pasó destinado al acorazado
    “Jaime I” como segundo comandante, puesto en
    el que permaneció hasta Julio del año siguiente,
    en que se hizo cargo en el puerto de Barcelona del mando
    del moderno destructor “Velasco”. El “Velasco”
    había sido construido en Cartagena y botado recientemente,
    pertenecía a la misma serie que el “Alsedo”
    y el “Lazaga”, y desplazaba 1.164 toneladas.
    Dos semanas más tarde, Azarola partió con
    el “Velasco” para realizar un crucero de dos
    meses por el Mediterráneo. Visitaron Mahón,
    Ajaccio, Palermo, Atrax (puerto próximo a Atenas),
    Hydra, Spezia, Constantinopla, Costanza, Varna, Rodas, Famagusta,
    Chipre, Jaifa, Palestina, Alejandría, Malta, Túnez,
    Bizerta y Argel. El día dieciocho de Septiembre fondeaban
    en Cartagena. Durante este viaje, Azarola fue condecorado
    por las autoridades de Grecia y Túnez.

    El
    día tres de Mayo de 1928 zarpó con el “Velasco”
    de Cartagena hacia las rías gallegas, con escalas
    en Ceuta y Cádiz. Permaneció en esas aguas
    hasta mediados de Julio, fecha en que recibió la
    orden de realizar un crucero por el canal de la Mancha y
    el golfo de Vizcaya con escalas en los puertos británicos
    de Plymouth, Portland y Portsmouth, y en los franceses de
    Cherburgo, Brest y Lorient. El último día
    de Agosto estaba de regreso en Ferrol. A finales de Septiembre,
    volvió con el “Velasco” para Cartagena
    y el 17 de Noviembre entregó el mando del destructor
    y pasó a ocupar el destino de Ayudante Mayor del
    Arsenal de Cartagena.

    En
    1929 ascendió a capitán de navío y
    a mediados de Febrero recibió el nombramiento de
    Jefe del Estado Mayor del Departamento Marítimo de
    Cartagena.
    Azarola acababa de cumplir los cincuenta
    y cuatro años de edad. Asistió en Marín
    a un curso de conferencias sobre guerra naval y el resto
    del año lo pasó en Cartagena desempeñando
    su puesto de Jefe de E.M.

    El
    23 de Julio de 1930 tomó posesión en Ferrol
    del mando del acorazado “Alfonso XIII”,

    gemelo del “España” y del “Jaime
    I”, y pasó los meses de Agosto y Septiembre
    navegando por el Cantábrico y de maniobras por aguas
    gallegas. El resto del año, por aguas de Cartagena
    y del Estrecho.

    En
    1931, estuvo navegando por aguas de Cartagena y Baleares,
    con escalas en Tarragona y Valencia. Presenció en
    Cartagena la proclamación de la República
    el 14 de Abril y la salida del rey Alfonso XIII para el
    exilio a bordo del crucero “Príncipe Alfonso”.
    El día diecinueve de ese mismo mes, zarpó
    de Cartagena rumbo a Vigo, donde fondeó tres días
    más tarde; y de Vigo para Bilbao. Tres días
    estuvo el acorazado en el Abra bilbaína, regresando
    a Ferrol, donde quedó atracado el resto del mes de
    Mayo. Azarola cesó como comandante del acorazado
    y el día treinta de Junio tomó el
    mando en Cartagena de la flotilla de destructores, izando
    su insignia a bordo del “Sánchez Barcáiztegui”
    ,
    navegando y realizando maniobras por aguas de Cartagena
    y Baleares.

    1932
    le trajo el ascenso al almirantazgo, nombrándole
    el gobierno contralmirante y eligiéndole el ministro
    de Marina, Francisco Giral para desempeñar el cargo
    de subsecretario del Ministerio,
    cargo del que
    tomó posesión el día 18 de Abril. Azarola
    permaneció en ese puesto, a pesar de los cambios
    de ministros, hasta el mes de noviembre de 1933 en que cesó
    y pasó a la situación de disponible forzoso.
    Siendo subsecretario del Ministerio de Marina, le fue concedido
    por las autoridades francesas el título de “comendador
    de la Legión de Honor”.

    La
    mayor parte del año 1934 la pasó en esa situación
    de disponible forzoso, pero el gobierno no le había
    olvidado y el día tres de Noviembre se hizo público
    su nombramiento como 2º Jefe de la Base Naval
    de Ferrol y jefe de su Arsenal.
    Azarola sustituía
    en ese puesto al también contralmirante Indalecio
    Núñez, que pasó a desempeñar
    interinamente la Jefatura de la Base. El nombramiento de
    ambos apareció publicado en el Diario Oficial de
    la Marina de fecha siete de Noviembre de 1934. Azarola
    estuvo en ese puesto hasta que Portela Valladares, el 31
    de Diciembre de 1935, le llamó para que se hiciera
    cargo del Ministerio de Marina.
    A ese gobierno,
    el jefe del Estado y presidente de la República,
    Niceto Alcalá Zamora, le había señalado
    una única misión: la de convocar elecciones
    y garantizar la limpieza de las mismas. Azarola
    nombró jefe de su secretaría particular a
    su hermano Emilio, ingeniero de Caminos, que había
    sido diputado radical-socialista por Navarra en las Constituyentes
    de 1931. La Secretaría Técnica la encargó
    al capitán de corbeta Lucio Villegas y como subsecretario
    del ministerio designó al contralmirante Juan Muñoz
    Delgado. Por decreto de fecha seis de Enero, Azarola nombró
    Jefe interino del Arsenal de Ferrol y presidente de la Comisión
    Inspectora del mismo, además de continuar como comandante
    de quilla de los cruceros en construcción “Canarias”
    y “Baleares”, al capitán de navío
    Francisco Moreno. De ahí su exclamación: “¡Pero
    usted también, don Francisco!” pronunciada
    al comprobar con asombro que Francisco Moreno estaba profundamente
    comprometido con la sublevación militar

    El
    mes que Azarola estuvo al frente del Ministerio de Marina
    consiguió sacar adelante, con la aprobación
    unánime de la Diputación Permanente de las
    Cortes, la construcción de dos destructores tipo
    “Antequera”, dos cañoneros, semejantes
    a los que se estaban construyendo para Méjico, cuatro
    barcazas y dos petroleras para el transporte de combustible
    y munición, y tres remolcadores. Con este plan no
    se trataba solamente de continuar mejorando la Marina, sino
    también evitar el cierre de los astilleros de Ferrol
    y Cartagena,
    con la consiguiente pérdida
    del puesto de trabajo por unos doce mil obreros especializados
    en la construcción naval. La situación era
    tan apurada, que cuando se aprobó ese programa de
    construcciones navales, las asociaciones obreras y el pueblo
    todo de Ferrol se volcaron en elogios y agradecimientos
    al ministro de Marina.

    El
    programa aprobado establecía que los destructores
    y los cañoneros, por un importe de cincuenta y cinco
    millones de pesetas, se construirían en dos años
    en los astilleros de Cartagena y Ferrol por asignación
    directa. Mientras que las cuatro barcazas de 200 TM sin
    motor, las dos petroleras de 400 TM con motor y los tres
    remolcadores, uno de 1.200 HP y dos de 750 HP de potencia,
    por un importe global de más de seis millones de
    pesetas, saldrían a concurso entre los astilleros
    españoles.

    Tras
    las elecciones de Febrero que dieron el triunfo al Frente
    Popular, José Giral Pereira sucedió a Antonio
    Azarola al frente del Ministerio de Marina.
    Giral
    confeccionó un nuevo equipo para que le asistiese
    en el desempeño de las distintas funciones del ministerio:
    de la Subsecretaría se encargó el general
    de brigada de Artillería de la Armada, Francisco
    Matz Sánchez; en la Secretaría Técnica
    puso al capitán de fragata Fernando Navarro Capdevila
    y al teniente de navío Pedro Prado Mendizábal;
    al frente de la Secretaría particular, a Horacio
    Gómez Ibáñez, y de ayudantes personales,
    al teniente de navío Julio Castro Cardús y
    al comandante de Infantería de Marina Ambrosio Ristori.

    El
    veintiuno de Febrero, Giral firmó el decreto por
    el que se reintegraba al contralmirante Azarola a su destino
    como 2º Jefe de la Base Naval Principal de Ferrol,
    jefe de su Arsenal Militar y presidente de la Comisión
    Inspectora.
    Durante algún tiempo, Azarola
    desempeñó la jefatura de la Base al ausentarse
    por enfermedad el vicealmirante Calvar. Y el marino que
    en Madrid tanto empeño había puesto para que
    los obreros de la Constructora no se quedaran sin trabajo,
    siguió desde su puesto preeminente en la Base colaborando
    en la mejora de la ciudad departamental, proyectando obras
    que ayudasen a mitigar el paro obrero, como la nueva traída
    de aguas que se planeaba construir. La clase obrera
    y sus organizaciones sindicales, el alcalde socialista Santamaría,
    antiguo oficial de calderería en el astillero de
    la Constructora, el resto de la corporación municipal
    y de las organizaciones ciudadanas sentían hacia
    Azarola una mezcla de agradecimiento, admiración
    y respeto que la mayoría de los mandos militares
    no podían ni comprender ni admitir: por eso le fusilaron.

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