Author: Alan

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA La represión franquista en Gijón.

    Los tres dirigentes de la CNT fusilados
    en Gijón

     

    Tres
    anarquistas de Gijón

    Alfredo Díaz González
    Marcelino Ovies Cabo
    José Tourman Alvarez

    Por
    Marcelino Laruelo Roa

     

    Anarquista
    es, por definición, el que no quiere ser oprimido
    y no quiere ser opresor, el que desea el máximo bienestar,
    la máxima libertad, el máximo desarrollo posible
    para
    todos los seres humanos.
    ERRICO MALATESTA


    Les dije que no podía admitir que unos señores
    con
    unos galones y desconocidos tuvieran toda clase de derechos
    sobre mí y que pudieran manipularme a su capricho,
    hasta
    reducirme en un autómata o, mejor dicho, a la nada.
    JOAN CATALÁ BALAÑÁ (guía de
    guerrilleros en el frente de Aragón)
    El eterno descontento. Memorias de un luchador por la Libertad


    Miremos hacia el porvenir. Y si atrás volvemos la
    vista,
    no olvidemos que en un rincón del mundo hay una losa
    de piedra, sin una flor, sin un recuerdo, y bajo ella una
    voz
    de ultratumba que grita: ¡Germinal! Es la voz a cuyo
    conjuro
    cambióse la faz de España y tembló
    el mundo.
    RICARDO MELLA

     

     

    Con
    Luis Quirós tuve también una amistad intensa,
    pero corta, porque cortos son los últimos años
    de la vida. ¡Cuántas veces me acuerdo ahora
    de él! ¡Cuántas veces me acuerdo de
    todos aquellos chavales de ochenta y tantos años
    que tuve la suerte de conocer!: Fermín, los dos Avelinos:
    Cadavieco y Cabricano, Ramonín, Libertad y Argentina…
    Con todos surgió el mismo sentimiento, que más
    que llamarlo amistad, diría que fue fraternidad.
    Porque cuando yo les pedí que me
    contaran lo que les había tocado vivir, y cuando
    ellos empezaron a hablar y a contar sus cosas, lo hicieron
    con aquella sencillez y aquella naturalidad suyas, de tal
    modo que inmediatamente se forjó entre nosotros,
    ya digo, esa fraternidad que une, que nos une de forma imperecedera.

    Fue Luis Quirós el que un día me dijo:
    —Marcelo, también en la galería de los
    condenados a muerte
    se puede cantar, y contar chistes, y reír…

    Eran así. Ninguno de ellos presumía de nada,
    ni exageraba,
    ni dramatizaba, sino, más bien, lo contrario. Yo
    creo que, a pesar
    de todo lo que pasaron, se consideraban unos tíos
    con suerte,
    pues habían podido vivir para contarlo. Y fue Luis
    Quirós el que
    llamó mi atención sobre un hecho, sobre un
    dato, en el que no
    había reparado. Un día, en casa, hablando
    de todo aquello, saltando
    de una historia a otra, surgió lo del 14 de Julio
    de 1938. El
    14 de Julio es la fiesta nacional en Francia y se conmemora
    la toma
    de la Bastilla y la Revolución. No solamente en Francia,
    sino
    también en el mundo. Fin y comienzo.

    —El 14 de Julio fusilaron a Alfredín el del
    Vidrio, a Tourman y
    a Marcelino Ovies. Todos dirigentes de la CNT. Para mí
    que fueron
    checados. —Me dijo Quirós.

    Tengo que aclarar lo de “checados”. Claro, viene
    de cheka,
    de la cheka soviética, el aparato represor por excelencia
    de los
    primeros tiempos de la revolución. Pero en el argot
    carcelario
    de entonces, “checados” equivalía a “paseados”.
    Es decir que
    los habían sacado de forma irregular de la cárcel
    y luego les habían
    pegado cuatro tiros. Sus cuerpos sin vida quedarían
    tirados
    en cualquier cuneta o a las puertas de un cementerio. Era
    corriente en el lenguaje de la época referirse a
    la cheka de Falange,
    aunque parezca tan contradictorio, cuando se hablaba
    de las detenciones irregulares, de los desaparecidos y de
    los
    “paseados”.

    Aquella tarde, dedicamos bastante tiempo a hablar de este
    asunto. Quirós me fue contando que los tres eran
    veteranos dirigentes
    de la CNT y que Alfredín, con el que había
    compartido
    celda, le había tomado bajo su protección
    en la cárcel del Coto.
    Alfredín el del Vidrio, que era como le conocía
    todo el mundo,
    estaba convencido, según me decía Quirós,
    de que le iban a
    canjear y que pronto estaría, libre, en Barcelona.
    Y en cuanto estuviese
    en Barcelona, le repetía y aseguraba a Quirós,
    lo primero
    que iba a hacer era empezar a remover Roma con Santiago
    para
    conseguir el canje de Luis Quirós, al que él
    llamaba también cariñosamente
    Luisín: un chavalín de 23 años condenado
    a pena
    de muerte por haber sido capitán del ejército
    republicano.

    —No te preocupes, Luisín: en cuanto llegue
    a Barcelona me
    pongo con lo tuyo. Estate tranquilo. —Le repetía
    a menudo.

    Así se consolaban y se daban ánimos los condenados
    a pena
    de muerte. ¿Pero cómo era que aquel hombre
    experimentado
    estaba tan seguro de que le iban a canjear por cualquier
    otro prisionero
    franquista? Porque la realidad decía que en Asturias
    canjes de prisioneros hubo muy pocos, si es que hubo alguno.
    ¿Acaso no tenían muchos altos dirigentes socialistas
    asturianos
    a sus mujeres en poder del general Aranda y en su poder
    siguieron
    durante toda la guerra?

    Quirós ya no recordaba bien los detalles, pero me
    contaba
    que, al parecer, cuando Alfredín Díaz estaba
    con un batallón de
    milicianos asturianos luchando en el frente de Vizcaya,
    hicieron
    unos cuantos prisioneros. Entre los prisioneros había
    un jefazo
    franquista, un coronel o teniente coronel, y lo querían
    fusilar allí
    mismo, sobre el terreno. Alfredín, que era el comisario
    político,
    intervino y logró apaciguar los ánimos y convencer
    a los más
    exaltados de que lo mejor era llevarle con los demás
    prisioneros
    a retaguardia y entregarle al mando de la brigada o de la
    división.

    El caso fue que, según creía recordar Quirós,
    aquel coronel
    había logrado salvar la vida gracias a la intervención
    de Al-
    fredín. Por eso, ahora que era la suya la que estaba
    en peligro,
    Alfredín el del Vidrio, por algún contacto
    o por alguna información,
    estaba seguro de que los familiares del coronel estaban
    moviendo en la zona franquista lo de su canje. Favor por
    favor y
    vida por vida. Hubo mucho de eso en las dos zonas. Y también
    de lo contrario.

    Aquella misma tarde, nada más marchar Luis Quirós,
    me puse
    a buscar en el ordenador los datos de los consejos de guerra
    de los tres. Encontré que, efectivamente, había
    algo raro, las fechas
    de los que habían ido en el mismo consejo de guerra
    y algún
    otro detalle no me casaban. Parecía que había
    algo extraño,
    pero de eso a poder afirmar que hubieran sido sacados de
    la
    cárcel de El Coto para ser “paseados”…
    Una cosa sí pude comprobar
    que era cierta: a los tres, y sólo a ellos tres,
    les habían fusilado
    aquel catorce de Julio de 1938: ¡qué casualidad!

    Corrió
    el tiempo, pasaron los años, y aunque no lo había
    olvidado,
    la verdad es que tampoco hice nada por tirar de aquel hilo.
    Son esos asuntos que uno tiene por ahí, pendientes,
    que a veces
    los movimientos mágicos que afectan a las pilas de
    papeles
    hacen aflorar y, otras veces, desaparecer; pero que siempre
    siguen
    pendientes. Bueno, algo sí que hice: escribí
    un artículo para
    la web de asturiasrepublicana.com. Y hace dos o tres años,
    cuando se acercaba el mes de Julio y, por tanto, otro aniversario
    más, se me ocurrió llamar por teléfono
    a mi amigo José Luis Iglesias,
    el de USO, y contarle la historia, lo que sabía.
    Le pedí que
    por qué no escribía algo en la prensa, un
    artículo reivindicando a
    aquellos tres sindicalistas, él, que tiene vara alta
    en los periódicos.
    La verdad es que lo que escribió le quedó
    muy bien, muy
    humano y sensible. Fueron muchos lectores, sin duda, los
    que
    se enteraron entonces de aquella otra página de la
    historia oculta.
    Recuerdo que Iglesias terminaba su artículo pidiendo
    al
    Ayuntamiento que se dieran los nombres de los tres anarquistas
    gijoneses a tres nuevas calles de la ciudad, ya que ellos
    habían
    dado sus vidas. Yo ahí, claro, discrepo de la buena
    fe y del optimismo
    de José Luis Iglesias: ¡al Ayuntamiento de
    Gijón!, eso es
    como pedir algo a una especie asociación de favores
    mutuos
    dominada por el sectarismo y los complejos aldeaniles. Morning
    singers y cafeteros que todos los días van con los
    de la feria y
    vienen con los del mercado. Y ahí está el
    propio callejero para
    comprobarlo, y los premios, y las condecoraciones, y los
    nombramientos…

    El año pasado también quise hacer algo cuando
    se acercaba
    otra vez la fecha del 14 de Julio: colocar una lápida
    con sus
    nombres en el paredón del cementerio de Ceares donde
    les fusilaron
    o alguna otra cosa. Pero se echó el tiempo encima
    y volvió
    a quedar pendiente, pendiente para 2008, año que
    tenía como
    acicate la cifra redonda del setenta aniversario del crimen.
    Al fin, me puse a ello con interés renovado y decisión
    firme.
    Pero, ¿por dónde empezar? ¿Dónde
    buscar datos e información
    de tres hombres que aunque hubieran sido dirigentes de la
    CNT
    gijonesa y asturiana, no dejaban de ser simples obreros?
    Y los
    obreros, la gente corriente, como bien se sabe, no tiene
    ni biógrafos
    ni hueco en las páginas de la historia. En cuanto
    mueren
    los que les conocieron, se acabó. Y ahora ya no tenía
    a Luis Quirós,
    ni a Fermín, ni a los Avelinos, ni a Ramonín
    para preguntarles.
    Lo único, lo que Ramonín Alvarez Palomo hubiera
    dejado escrito
    en sus libros, que tendría que volver a mirar. Ya
    le había
    preguntado una vez a Ramonín por ellos. Me había
    dicho que la
    familia de Tourman creía que seguía viviendo
    en París. ¿Viviría
    aún algún hijo o alguna hija de Tourman, o
    de Marcelino Ovies, o
    de Alfredo Díaz? Y si viviesen, ¿cómo
    localizarles? No es tarea
    fácil, ni aun recurriendo a esa gran ayuda que es
    internet. ¿Merecería
    la pena el esfuerzo? Porque los hijos es probable que pudieran
    tener cosas interesantes que contar de sus padres, pero
    los nietos… ¿Qué puede saber un nieto
    de un abuelo al que fusilaron
    en 1938 y al que ni siquiera conoció? Me ha pasado
    muchas
    veces el ir a entrevistar a familiares para que me contasen
    lo que supieran de las personas de las que yo estaba escribiendo,
    y terminar por ser yo el que les daba información
    a ellos. La
    mayoría de las veces, lo único que se saca
    en claro es una fotografía.
    No es poco, pero tampoco es mucho. De todas formas,
    siempre hay que intentarlo, aunque nada más que sea
    que para
    quedar uno más tranquilo.

    Me pareció que lo primero que había que hacer
    era retomar
    el hilo por donde lo había dejado diez años
    atrás: las causas de
    los consejos de guerra. Así que escribí al
    Tribunal Militar IV, en
    La Coruña, para pedir una nueva autorización
    para volver a consultarlas.
    Cuando la recibí, llamé al Archivo de Ferrol
    para ponerme
    de acuerdo con las fechas y cogí el montante y me
    fui para
    allá.

    (…)Este Archivo Militar Intermedio de Ferrol ocupa
    parte de las
    dependencias del cuartel de El Baluarte, en pleno centro
    de la
    ciudad. Es un recinto amurallado donde estuvo hasta no hace
    muchos años el famoso Regimiento de Artillería
    de Costa.
    No habían dado las nueve de la mañana, y ya
    estaba yo allí,
    a pie de obra.

    (…)Como ahora en el Archivo todo eran caras nuevas,
    medio en
    broma y medio en serio, me dio por decirles, a modo de presentación,
    que yo era el “padre” de aquel Archivo y que
    su nacimiento
    había sido “por mi culpa”. Y es que a
    la burocracia y a la administración,
    cuanto más les vaciles, mejor.
    Soltar allí lo de la “paternidad no deseada”
    fue una ocurrencia
    que tuve para romper el hielo con unas risas y mirar a ver
    si
    conseguía que me atendieran bien, que sí que
    lo hicieron: muy
    bien, con amabilidad y dándome toda clase de facilidades,
    que
    es como tiene que ser. Porque ya se sabe que como el archivero/
    a te ponga la proa, vale más marcharse y volver,
    no cuando
    decía Larra, sino un año después a
    ver si hay suerte y le pillas de
    baja o con unos moscosos.

    Pero lo de que el que esto escribe es “el padre”
    de ese Archivo
    no es, en el fondo, ni chiste ni broma. Porque cuando en
    España
    seguía vigente la ley del silencio de la transición/transacción
    y ni se había empezado a hablar ni se había
    acuñado eso
    de la Recuperación de la Memoria Histórica,
    y, ni mucho menos,
    se conocía a los que hoy son famosos por estar al
    frente de ese
    movimiento; ya había conseguido yo que un juez togado
    militar
    aprobara mi solicitud para consultar las causas de los consejos
    de guerra celebrados en Gijón tras la entrada de
    las tropas franquistas
    en Octubre de 1937. Creo que, muy probablemente, fue
    a la primera persona a la que se autorizó a realizar
    un investigación
    de este tipo. Conste que no sabía que me metía
    en el Mar
    de los Sargazos, que si no… Las causas de los consejos
    de guerra
    estaban en Oviedo, en el edificio de la antigua Capitanía,
    hoy,
    Delegación de Defensa. Ya conté en otra parte
    mis “luchas y
    aventuras” con coroneles y jueces del Registro Civil
    durante ese
    trabajo de investigación. Lo que si quiero decir
    ahora, como
    prueba de la paternidad invocada, es que desde el primer
    momento
    las fuerzas ocultas empezaron a maniobrar para que
    aquello no se volviera a repetir. Uno, que ya es algo perro
    y algo
    viejo, sabe que hay muchas maneras de prohibir sin decirlo
    y sin
    ponerlo en un cartel. Por ejemplo, apelando a la protección
    del
    derecho a la intimidad y al honor de las personas; por ejemplo,
    diciendo que algo está clasificado secreto y que
    todavía no ha
    sido oficialmente desclasificado; por ejemplo, ocultándolo
    en los
    índices… Hay muchas maneras. En este caso,
    optaron por poner
    tierra por medio. Con la disculpa de centralizarlo todo
    en un Archivo,
    se llevaron esa voluminosa documentación, fundamental
    para estudiar la historia contemporánea de nuestra
    región, pues
    a Ferrol. Está claro que si, en vez de en Ferrol,
    siguiera en Asturias,
    cualquiera que tuviera interés se podría acercar
    hasta Oviedo,
    hacer la consulta y volver a comer a casa. No es lo mismo
    ir a
    Oviedo que tener que ir hasta Ferrol. Y para uno de Valladolid
    o
    de Vizcaya, pues peor todavía.

    Cuando ya estaba en marcha lo de llevar este Archivo de
    Oviedo para Ferrol, Avelino Cadavieco, conocido durante
    la guerra
    como El Capitanín por ser el más joven con
    esa graduación,
    nos propuso a Avelino Cabricano, a Isaac Ortega y a mí
    convocar
    a todos los de la Asociación de Militares de la República
    y
    hacer un encierro de protesta en la Delegación de
    Defensa con
    sacos de dormir, colchonetas, comida y toda la pesca. Acabábamos
    de salir de una reunión con la consejera de Cultura
    del
    gobierno regional que presidía Marqués. Como
    los comandantes
    republicanos estaban lanzados, tuve que ser yo el que tirase
    para
    atrás, ¡que manda mecha! Y es que yo pensaba
    también en
    los infartos y en que igual palmaba alguien y… ¡vaya
    lío! Ahora
    tengo que reconocer que tenía razón Avelino
    Cadavieco: nos teníamos
    que haber encerrado en la Delegación de Defensa.
    También
    se la doy a Antón Saavedra que entonces me vaticinó
    que
    no serviría para nada la proposición no de
    ley que había aprobado
    el parlamento asturiano pidiendo que toda esa documentación
    no saliera de Asturias. Antes, había ido yo explicándoles,
    uno por uno, toda la cuestión a los del PSOE, a los
    de IU, a los
    del PAS… Todos de acuerdo. Pero un sábado de
    madrugada,
    los militares lo cargaron todo en unos camiones y se lo
    llevaron
    para Ferrol. Y allí sigue: ¡Visca Asturies!

    (…)Cuando tuve las causas de los tres cenetistas encima
    de la
    mesa, lo primero que hice fue mirar si tenían el
    preceptivo enterado
    del Cuartel General del Generalísimo; y, sí,
    lo tenían las
    tres. Hay que advertir que, en aquella época, para
    ejecutar una
    sentencia de pena de muerte, primero, la comunicaban a la
    oficina
    jurídica del Cuartel General de Franco, y se quedaba
    a la
    espera de recibir el enterado o la conmutación por
    la de reclusión
    perpetua. Por tanto, al figurar el enterado en la causa,
    no
    habían sido checados como me había dicho Luis
    Quirós y como
    habían estado creyendo los demás presos de
    la cárcel de El
    Coto. Pero algo raro sí que había, el enterado
    se había recibido
    telefónicamente, no por correo, y la firma del oficio
    comunicándoselo
    al juzgado militar tampoco era la habitual. ¿Quién
    sabe?
    Es como lo que conté antes del traslado del archivo
    militar de
    Oviedo a Ferrol: en ningún papel quedó constancia
    de que ese
    traslado se hizo para dificultar la consulta de la documentación
    y, sin embargo, fue el motivo principal y el desencadenante
    de
    la operación.

    Antes de entrar en harina, tengo que explicar un poco cómo
    era el proceso que terminaba con el fusilamiento de una
    persona.
    Si esa persona no estaba ya detenida, las actuaciones comenzaban
    con una denuncia o con una actuación de la Policía,
    la Guardia Civil, la Falange o quien fuese. En lo que a
    malos tratos
    y torturas se refiere, la gente de entonces consideraba
    que lo
    peor era que te detuviesen los de Falange; luego, la Guardia
    Civil
    y, lo menos malo, los de Asalto: ¡allá se irían
    todos por un igual!

    Una vez detenido, se le tomaba declaración y, dejando
    de lado lo
    de los malos tratos y los paseos, esa declaración
    se pasaba a
    uno de los juzgados militares. Pero si la persona había
    sido hecha
    prisionera por fuerzas militares, entonces era conducida
    ante
    una comisión clasificadora que agrupaba a los prisioneros
    de
    guerra en cuatro apartados: A, B, C y D. Los clasificados
    con las
    letras C y D permanecían detenidos a disposición
    de los juzgados
    militares. Los de las letras A y B eran, en su mayoría,
    destinados
    a batallones de trabajadores o enrolados en las filas del
    ejército franquista. Para los detenidos, el juez
    instructor pedía informes
    sobre cada uno de ellos a las fuerzas policiales y a los
    servicios de información de Falange, se tomaba declaración
    a
    los testigos y al propio encausado, y se hacía un
    auto-resumen.
    A continuación, intervenía el fiscal, se nombraba
    un defensor, se
    celebraba el consejo de guerra y se dictaba sentencia. El
    auditor
    de guerra daba su conformidad y se ejecutaba la sentencia
    excepto
    en lo referido a las penas de muerte. Como queda dicho,
    éstas no se llevaban a cabo hasta que llegaba el
    enterado del
    Cuartel General del Generalísimo. Lo corriente era
    que desde
    que el tribunal militar condenaba a alguien a pena de muerte
    hasta que le fusilaban, solían transcurrir unas tres
    o cuatro semanas.

    No siempre era así: los primeros consejos de guerra
    que celebraron
    en Gijón, en Noviembre de 1937, a los condenados
    a
    muerte los fusilaron al amanecer del día siguiente;
    supongo que
    tendrían necesidad de esa urgencia para aterrorizar
    a la población.

    En sentido opuesto, está el caso del médico
    gijonés Luis Alvargonzález,
    cuyo enterado llegó casi un año y medio después
    de que hubiera sido condenado a pena de muerte en un consejo
    de guerra. Luis Alvargonzález se libró del
    fusilamiento gracias a
    que alguien avisó a su hermano de la llegada del
    enterado y a
    éste le dio tiempo a mover resortes hasta conseguir
    la intervención
    en el último momento del conde Ciano, ministro de
    Asuntos
    Exteriores de Italia y yerno de Mussolini, ante Franco.
    Telefónicamente
    llegó a la comandancia militar de Gijón la
    orden de suspender
    la ejecución. Todo esto ya lo he contado con más
    detalle
    en el libro La Libertad es un bien muy preciado.

    Revisando con detenimiento las tres causas de los consejos
    de guerra pude averiguar que a José Tourman le hicieron
    prisionero
    cuando trataba de huir de Gijón a bordo del Mont-Seny
    la
    noche del veinte para el veintiuno de Octubre. Marcelino
    Ovies
    se había embarcado en el Gaviota, que también
    fue capturado
    por la flotilla nacionalista de bloqueo. Alfredo Díaz
    no quiso o no
    pudo huir por mar, y le debió de detener la guardia
    civil en su domicilio
    de la Travesía de la Salud, en Gijón, el 26
    de Noviembre
    de 1937. Se lo llevaron prisionero al cuartel de Los Campos.
    Mala
    suerte tuvieron los tres.

    El Mont-Seny, al que había subido Tourman en El Musel,
    fue
    apresado en alta mar por el minador nacionalista Júpiter.
    El Gaviota,
    en el que iba Marcelino Ovies, lo fue por el crucero Almirante
    Cervera. Junto con el resto de mercantes y pesqueros capturados,
    permanecieron retenidos hasta el amanecer a unas
    cinco millas al Norte del cabo Peñas, custodiados
    por dos bous
    artillados y la motonave Ciudad de Valencia. A primeras
    horas de
    la mañana se formó un convoy que partió
    rumbo a Ribadeo, a
    donde llegaron hacia las siete de la tarde. Los pesqueros
    y barcos
    de menor calado entraron en el puerto de Ribadeo, mientras
    que el Mont-Seny y otros cuatro mercantes más, abarrotados
    de
    gente, permanecieron fondeados hasta las once de la noche.
    A
    esa hora, se hicieron a la mar siguiendo las aguas del Ciudad
    de
    Valencia, pese a que empezaba a hacer mal tiempo y a recalar
    fuerte oleaje. En la tarde del 23 de Octubre arribaron a
    la ría de
    Ferrol, donde, sin dejarles desembarcar, se les repartió
    pan y la-
    tas de conserva. Parece mucho tiempo los dos días
    empleados
    en hacer la singladura desde Ribadeo hasta Ferrol, pero
    debieron
    de coger muy mal tiempo y eran barcos de poco andar. Al
    día siguiente, salieron para La Coruña, en
    cuyo puerto atracaron
    al atardecer.

    En La Coruña, comenzaron las tareas de clasificación
    y distribución
    de los prisioneros republicanos. Poco a poco empezaron
    a ser enviados, bien por mar, bien por carretera, a los
    campos
    de concentración habilitados en distintos pueblos
    de
    Galicia. Sabemos que Tourman fue conducido al campo de Muros,
    mientras que Marcelino Ovies lo fue al de Camposancos.
    Alfredo Díaz, después de que le detuvieran
    en su casa, le supongo
    pasándolas canutas en el cuartel de la Guardia Civil
    de
    Los Campos, donde, como me contó Fermín López
    de Vega, las
    cuadras de los caballos estaban llenas de gente quejándose
    de
    los palos que les habían dado.

    Tourman y Ovies prestaron declaración ante las respectivas
    Comisiones Clasificadoras de Prisioneros y Presentados (CCPP)
    el día tres y el día trece de Diciembre de
    1937. Respecto a Alfredo
    Díaz, no he visto el documento en el que debería
    figurar su
    declaración ante la guardia civil ni tampoco tengo
    la fecha en la
    que ingresó en la cárcel de El Coto; solamente
    pude averiguar
    que cuando el día 17 de Diciembre de 1937 se iniciaron
    las actuaciones
    por el juzgado militar instructor nº 7, ya llevaba
    tres semanas
    detenido.

    José Tourman declaró a la CCPP que al iniciarse
    la guerra se
    encontraba en París y que a primeros de Septiembre
    vino a Gijón
    a buscar a su mujer y a sus dos hijas que se encontraban
    accidentalmente
    en la misma. Las tres fueron evacuadas para Francia
    a finales de ese mes, no pudiendo hacerlo él por
    impedírselo
    las autoridades. También declaró que no realizó
    ninguna función
    ni ocupó ningún cargo. Y para que comprobasen
    lo dicho e informasen
    sobre él, propuso al cónsul de Francia en
    Gijón. Tourman
    conservaba la nacionalidad francesa, era “súditu”,
    pero los franquistas,
    como se sabe y a diferencia de las autoridades republi-
    canas, no se paraban mucho en esos detalles. No sé
    si en esas
    fechas sería de nuevo Paquet el cónsul, pero
    lo cierto es que en
    la causa no hay ningún otro documento en el que se
    cite o se tome
    declaración al cónsul de Francia en Gijón.
    Pero, claro, con
    los informes que llegaron de la policía, se clasificó
    a Tourman en
    el grupo “D” y se le catalogó como peligroso.
    Por lo tanto, fue
    puesto a disposición del Auditor de Guerra del 8º
    Cuerpo de
    Ejército y se le formó causa.

    Marcelino Ovies pasó por la CCPP de Camposancos y
    sus
    declaraciones quedaron recogidas en un acta que lleva el
    número
    de orden 756. Según sus afirmaciones, al estallar
    la guerra estaba
    trabajando y el comité local de la CNT le encargó
    del reparto
    del pan en el despacho central de la Cocina Económica,
    puesto en el que permaneció un año, aproximadamente.
    Luego,
    volvió a su trabajo en el taller de carpintería,
    donde permaneció
    hasta el momento de la desbandada general. Reconoció
    que
    pertenecía a la CNT desde 1916 y que había
    sido secretario y vocal
    de la misma. Propuso como personas que podían garantizarle
    a Cleominio Sánchez, dueño de la carpintería
    en la que trabajaba,
    y al arquitecto Manuel García. Marcelino Ovies fue
    clasificado dentro del grupo “C” y puesto también
    a disposición
    del aparato judicial militar.

    Respecto a Alfredo Díaz, que ya había sido
    trasladado desde
    el cuartel de la Guardia Civil de Los Campos a la cárcel
    de El
    Coto, el día 12 de Enero de 1938 prestaron declaración
    dos testigos.
    Se trataba del vecino de Somió Casiano Tuya, de 62
    años
    de edad, que era el encargado del almacén de botellas
    de La Industria,
    y de Avelino Carneado, compañero también de
    trabajo
    de Alfredo Díaz en la misma fábrica. De sus
    declaraciones no sale
    ninguna acusación concreta, solamente dicen que le
    conocían
    y que debía de ser dirigente de la CNT puesto que,
    según palabras
    de Casiano Tuya, “era de los que sabía explicarse
    bien”.

    Avelino Carneado añadió que Alfredo Díaz
    solamente pasó unas
    veces por la fábrica durante la guerra y que sabía
    que era amigo
    de Acracio Bartolomé. Acracio Bartolomé fue
    un destacado
    anarquista gijonés que dirigió durante la
    guerra el diario CNT en
    Asturias. Consiguió huir por mar a Francia y pasar
    a Cataluña.
    Tourman y Ovies saldrían de los campos de concentración
    de Muros y Camposancos en cualquiera de las numerosas expediciones
    de presos que se formaron a lo largo del mes de Diciembre.

    Por ferrocarril y escoltados por la guardia civil, harían
    noche en el penal de San Marcos, en León, para continuar
    viaje
    al día siguiente hacia Gijón. En la supersaturada
    cárcel de El Coto
    permanecerían durante la instrucción por el
    juez militar y hasta
    la celebración del consejo de guerra.

    Con fecha dos de Febrero de 1938, un informe de Orden Público,
    solicitado por el juez instructor militar, dice de Tourman
    que pertenecía a la FAI, que era uno de los anarquistas
    más peligrosos
    y que hacía años había tenido que marchar
    de España y
    refugiarse en París. También decía
    el informe que al iniciarse la
    guerra fue consejero de Industria en Asturias, permaneciendo
    en
    ese puesto hasta que le sustituyó Segundo Blanco.
    Este informe
    afirmaba que Tourman había sido secretario del Sindicato
    de la
    Construcción de la CNT y que había ocupado,
    no especifica
    cual, un alto cargo en el ejército. Un mes más
    tarde, el ocho de
    Marzo, el Servicio de Investigación de Falange envió
    un oficio en
    el que decía que carecían de cualquier información
    sobre el encausado.
    Se ve que los de Falange eran entonces jóvenes que
    ni
    habían vivido ni conocían las luchas sociales
    del Gijón anterior a
    la República y a la dictadura de Primo de Rivera.

    El día 24 de Marzo, Orden Público propuso
    al juez militar que
    se tomase declaración como testigo al agente de Investigación
    y
    Vigilancia, vecino de Gijón, Juan Sánchez
    Pérez. Este compareció
    unos días después, pero su declaración
    no aportó nada nuevo
    y todo lo que declaró fue, además, por referencias
    de otros.
    De Marcelino Ovies, Orden Público afirmaba que era
    un destacado
    y veterano dirigente de la CNT, que había sido
    secretario de la federación local de sindicatos y
    que había “estado
    detenido infinidad de veces”. Pero, y aquí
    viene otro detalle
    sorprendente, Orden Público afirmaba que “no
    encontraron per-
    sonas de solvencia para deponer en el sumario”. Es
    decir, que en
    plena vorágine de delaciones, chivateos y venganzas,
    no tenían
    a nadie que quisiera firmar una declaración acusatoria
    contra
    Marcelino Ovies. ¡Caramba! Y en ese mismo sentido
    figuran en
    la causa otros dos oficios de la Comisaría de Investigación
    y Vigilancia
    de Gijón, de fechas 27 de Enero y 9 de Febrero, en
    los
    que comunicaban al juez instructor que no habían
    podido averiguar
    nada de la actuación de Ovies durante “el dominio
    rojo” y
    que seguían sin encontrar personas para testificar,
    que vale tanto
    como decir para acusar.

    La Guardia Civil no se anduvo con medias tintas en el informe
    que elaboró sobre Alfredo Díaz, fechado el
    seis de Marzo de
    1938: “indeseable en todos los conceptos para la Nueva
    España”,
    y no se referían al periódico, claro, sino
    a la nación, al país.
    Los motivos de la indeseabilidad de Alfredo, según
    la Guardia
    Civil, no eran otros que su antigua militancia en la CNT,
    el haber
    sido presidente del sindicato del Vidrio, comisario político
    en
    Colunga y haber estado detenido por la Revolución
    de Octubre
    de 1934. El informe de Falange del día dieciocho
    del mismo
    mes, decía que Alfredo Díaz, se ve que a éste
    si le conocían y le
    tenían fichado, había estado preso hasta la
    amnistía de Febrero
    de 1936 y que, una vez en libertad, había hecho varios
    viajes a
    Barcelona como enlace de la CNT asturiana. El servicio de
    Información
    e Investigación de Falange también repetía
    que Alfredo
    Díaz había estado durante la guerra de comisario
    político en
    Colunga y proponían que el juez llamara a declarar
    como testigos
    a Cleominio Sánchez, de la Fábrica de Maderas,
    que ya
    aparece mencionado más arriba, y a José Valdés
    Patac, ingeniero
    director de la fábrica de vidrios La Industria. La
    declaración
    de Cleominio Sánchez no aportó nada, pues
    se limitó a repetir
    lo que había oído decir a otros: que Alfredo
    Díaz era un
    dirigente de la CNT y que durante la guerra no se supo nada
    de
    él. Otra cosa fue la declaración de Valdés
    Patac; en ella acusó a
    Alfredo Díaz de ser “un anarquista peligroso
    de alta escuela”, dirigente
    regional y que había tenido una actuación
    destacada en
    Octubre del 34. También dijo así mismo “que
    le supone (a Alfredo)
    inductor de la agresión a tiros que sufrió
    en 1933 por cuestiones
    sociales”. El director de la fábrica La Industria,
    que a saber
    dónde estaría escondido esos días,
    afirmó ante el juez
    militar que Alfredo Díaz había tomado parte
    activísima en la lucha
    desde el primer momento del “Glorioso Movimiento Nacional”,
    y que “le supone dirigente de grupo de los que atacaron
    los cuarteles”. Finalizó su testimonio afirmando
    que sabía que
    Alfredo Díaz había sido comisario político
    del pueblo de Colunga,
    consejero de la Industria del Vidrio y comisario político
    de
    batallón. Todo ello eran motivos más que sobrados
    para que José
    Valdés Patac considerase a Alfredo Díaz como
    otro “indeseable
    en todos los sentidos para la Nueva España”.
    Suposiciones
    que valían como pruebas.

    Alfredo Díaz, Alfredín el del Vidrio, ya había
    declarado ante el
    juez militar en el mes de Febrero de 1938. Encabezaban lo
    que
    se llamaba “declaración indagatoria del procesado”,
    sus señas
    de identidad y sus rasgos físicos: natural y vecino
    de Gijón, con
    domicilio en la Travesía de La Salud, número
    4, bajo, hijo de José
    y Ethelvina, de 32 años, casado y vidriero de profesión.
    Hay que
    señalar que en la misma calle en la que vivía
    Alfredín tenía su negocio
    de maderas Cleominio Sánchez, que aparece citado
    varias
    veces como testigo, y, además, casualidades de la
    vida, en
    esa carpintería era donde trabajaba Marcelino Ovies.

    Al comparecer ante el juez militar, Alfredo Díaz
    modificó la
    declaración que había hecho en el cuartel
    de la Guardia Civil de
    Los Campos. Le dijo al juez militar que cuando estalló
    la guerra
    o, por recordar el lenguaje franquista de la época,
    “al iniciarse el
    Glorioso Movimiento Nacional”, estaba de baja desde
    hacía tres
    meses a consecuencia de una fractura en la mano izquierda.
    Por
    ese motivo, afirmó, tampoco pudo intervenir en los
    ataques a los
    cuarteles de Gijón ni acaudillar ningún grupo
    de milicianos. Días
    después del 15 de Agosto de 1936, continuó
    diciendo Alfredín, a
    petición de algunos miembros de la CNT de Colunga,
    se trasladó
    allí con la finalidad de evitar que se sacaran y
    asesinaran los
    presos que había en la cárcel de la localidad,
    entre los que se
    encontraba Fermín Vigón. Todo apunta a que
    consiguió impedir
    que se volvieran a producir “sacas” en Colunga,
    pero, como solía
    ser habitual, lo que en la declaración indagatoria
    no figura es
    quién era este Fermín Vigón, comerciante
    de Colunga. Y tampoco
    se tomó la molestia el juez militar instructor de
    citarle a declarar.
    ¡Para qué!

    No hace falta ser muy perspicaz para relacionar a este Fermín
    Vigón con el coronel salvado de ser fusilado del
    que me hablaba
    Luis Quirós. (…) Fermín Vigón
    era hermano, nada más y nada menos, que
    del coronel Juan Vigón, que entonces era el jefe
    de Estado Mayor
    del Ejército del Norte nacionalista, que mandaba
    el general
    Fidel Dávila. Juan Antonio de Blas, en una de sus
    rondas de cafés
    matutinos a las que convida a todos los que le rodean, y
    por
    donde yo aparezco de vez en cuando, me había contado
    que en
    Septiembre de 1937, durante la ofensiva final sobre la Asturias
    republicana, el coronel Juan Vigón autorizó,
    o tuvo que autorizar,
    los bombardeos de la Legión Cóndor sobre el
    puerto de El Musel,
    sabiendo como sabía que su hermano Fermín
    había sido
    trasladado al barco-prisión Luis Caso de los Cobos,
    fondeado en
    aguas del puerto.

    El coronel Juan Vigón procedía del arma de
    Ingenieros y llegó
    a teniente general. Después de la guerra, fue ministro
    del Aire
    y director de la Escuela Superior del Ejército. Tenían
    otro hermano
    militar, Jorge Vigón, de Artillería, que se
    acogió a la ley Azaña
    y se retiró del ejército. Durante la guerra,
    luchó en las filas del
    ejército franquista. Llegó también
    al generalato y fue ministro de
    Obras Públicas ocho años. Escritor y periodista,
    recibió el premio
    Nacional de Periodismo en 1949 y el Nacional de Literatura
    al año siguiente.

    Buceando en el Mar de los Sargazos, pude comprobar que
    los fusilamientos o “paseos” que motivaron el
    traslado desde Gijón
    a Colunga de Alfredín el del Vidrio habían
    tenido lugar, al parecer,
    en la madrugada del día 15 de Agosto de 1936. Esa
    noche,
    salió de Colunga un autocar con unos veinte milicianos
    y
    ocho o nueve prisioneros, entre los que se citaba a Tomás
    Montoto y Félix Llaneza. Fueron conducidos ante las
    tapias del
    cementerio parroquial de Caravia la Baja y fusilados.

    Como profesional del vidrio que era, Alfredín dijo
    en su nueva
    declaración que estuvo al frente de esa sección
    en la consejería
    de Industria, y que cuando movilizaron su quinta, se incorporó
    al batallón nº 268 como comisario político
    de compañía.
    Más tarde, pasó destinado al batallón
    nº 232, en el que permaneció
    hasta el derrumbamiento del Frente Norte. Reconoció
    pertenecer
    a la CNT y haber sido presidente del sindicato del Vidrio,
    pero negó que hubiera sido presidente regional de
    la CNT
    y de la FAI porque dichos cargos ni siquiera existían.
    En esta
    comparecencia ante el juez militar, Alfredo Díaz
    quiso dejar
    constancia expresa de su rechazo personal y su oposición
    a los
    asesinatos que se cometieron en los primeros días
    de la guerra.
    Informó al juez militar que esa actitud suya la había
    hecho pública
    en una asamblea de la CNT que se celebró en el Salón
    Doré
    de Gijón, en la que pidió la destitución
    de los dirigentes comunistas
    que estaban al frente de Investigación y Vigilancia.
    En el
    mismo sentido y con la misma finalidad, Alfredín
    dijo que se había
    entrevistado con Belarmino Tomás y con Amador Fernández.
    Consecuencia de todo ello fueron algunas destituciones,
    el
    encarcelamiento de un agente de Investigación y Vigilancia,
    y
    que disminuyera de forma sensible el número de crímenes.
    Todo
    esto habría que enmarcarlo en la crisis política
    y el enfrentamiento
    con el Partido Comunista que se produjo en el seno del
    gobierno republicano de Asturias y León, enfrentamiento
    que,
    sino su origen, si su agravamiento, habría que buscarlo
    en el
    desarrollo y conclusión de la ofensiva militar sobre
    Oviedo en
    Octubre de 1936.

    José Tourman efectuó su declaración
    indagatoria ante el juez
    militar el día cuatro de Abril de 1938. No aportó
    grandes cosas y,
    en lo fundamental, repitió lo que ya había
    dicho ante la Comisión
    Clasificadora del campo de concentración de Muros:
    que era natural
    de Gijón, que tenía 49 años, que estaba
    casado con Consuelo
    García y que era ebanista. Tourman le contó
    al juez militar
    que en 1923 se tuvo que marchar para Francia por no encontrar
    trabajo en España, instalándose en París
    con su familia, y que regresaron
    a España en 1931, pero que a los dos o tres meses
    volvió
    él solo de nuevo a París. A mediados de Agosto
    de 1936,
    cuando la guerra cumplía su primer mes y se veía
    que iba para
    largo, Tourman, según la declaración, vino
    a Gijón para recoger
    a su familia y llevársela a Francia, pero él
    tuvo que quedarse y no
    pudo marchar con ellos “por no permitirlo el gobierno
    rojo”. Reconoció
    que durante dos meses fue consejero de Industria, hasta
    que le sustituyó Segundo Blanco por divergencias
    surgidas en el
    seno del Consejo de Asturias y León. Posteriormente,
    estuvo
    nueve meses enfermo y sin desempeñar cargo alguno,
    hasta
    que fue designado Secretario del Sindicato de la Construcción
    (de la CNT). Tourman negó haber ocupado puesto alguno
    en el
    ejército republicano.

    El juez militar citó como testigo en la causa de
    Tourman al
    ingeniero industrial Alfredo Avello Menéndez. Este
    ingeniero declaró
    que en los primeros días de la guerra había
    sido requerido
    por la radio y la prensa para que se presentara al Director
    General de Industrias y éste resultó ser José
    Tourman, que fue
    el que le ordenó reparar unas calderas. También
    afirmó que ese
    departamento fue el que se transformó luego en Consejería
    de
    Industria. Quitando eso, la declaración de Avello
    no añadió nada
    más de interés. Respecto a la actuación
    de Tourman al frente
    del Sindicato de la Construcción, Alfredo Avello
    propuso al
    juez que citara al arquitecto Manuel García, pues
    creía que era
    la persona que mejor podría informar. El arquitecto
    gijonés Manuel
    García Rodríguez compareció ante el
    juez militar al día siguiente,
    ocho de Abril, pero su declaración no aportó
    tampoco
    nada que no se supiera y su lectura resulta absolutamente
    intranscendente.
    No sé por qué, pero pensé yo que tal
    vez se tratase de un arquitecto
    de izquierdas, en aquella época, y corrí a
    preguntarle a
    Joaquín Aranda, al que, en temas de arquitectura
    en Asturias, yo
    llamo Joaquín Espasa. Enseguida me mandó un
    correo con todos
    los datos: Manuel García había nacido en Gijón
    en 1898, o
    sea, que tenía casi cuarenta años cuando ocurrió
    todo lo que
    aquí se cuenta, y murió en su ciudad natal
    en 1980. Cursó la carrera
    en Barcelona y se instaló en Gijón, con estudio
    al final del
    paseo de Begoña. Amigo del arquitecto Joaquín
    Ortiz, trabajaron
    juntos en algunos proyectos. Me señaló Aranda
    como obras destacadas
    de Manuel García en Gijón, entre otras, la
    Escuela de
    Peritos, de 1931; la iglesia de los Capuchinos, de 1934,
    y el edificio
    de la plazuela San Miguel, en la confluencia de Capua y
    Menéndez
    Valdés. Manuel García formó parte del
    Ayuntamiento
    franquista, recién finalizada la guerra, como delegado
    de Policía
    Urbana y, en 1943, fue primer teniente de alcalde. Fue también
    arquitecto municipal de Ribadesella y de Llanes. Así
    que ya se
    ve que muy de izquierdas no era.

    A Marcelino Ovies Cabo le tocó comparecer ante el
    juez militar
    el 19 de Abril. Se trataba de tomarle la declaración
    indagatoria.
    Días antes, los agentes de Investigación y
    Vigilancia de la
    plantilla de Gijón, Alejandro Cavia y Juan Sánchez,
    habían dirigido
    un oficio al juez para informarle que habían hecho
    “una información
    sobre este sujeto con todo interés, por tratarse
    de un
    sujeto con antecedentes significadísimos”,
    pero tenían que reconocer
    que sus investigaciones habían resultado estériles.

    Marcelino Ovies, por su parte, ratificó ante el juez
    militar la declaración
    que había hecho en el campo de concentración
    de
    Camposancos, pero puntualizó y añadió
    que se había afiliado a
    la CNT en 1931 y que había sido vocal del Sindicato
    de la Construcción.
    Reconoció haber estado quince días detenido
    después
    de la Revolución de 1934 y otros doce días
    en 1935; o sea,
    las típicas “quincenas” con que los gobernadores
    republicanos
    podían enchironar a cualquiera sin acusación
    ni apertura de
    procedimiento judicial alguno. Reiteró Ovies que
    durante la guerra
    había estado de encargado del reparto de pan y, luego,
    trabajando
    en su oficio de ebanista, construyendo muebles y de
    encargado de taller (en el del tan citado Cleominio Sánchez,
    en
    la calle la Salud).

    Hace ya algún tiempo, mi amigo Jaime Cinca me comentó
    que le había llamado la atención el elevado
    porcentaje de dirigentes
    de la CNT y de la FAI de Aragón y Cataluña
    que eran
    ebanistas. Más tarde, cuando vi los capítulos
    de la serie Vientos
    de Agua, del argentino Juan José Campanella, el protagonista,
    un asturiano que emigra o, más bien, escapa de la
    Asturias de
    antes de la guerra, y al que se nota una inclinación
    hacia las
    ideas anarquistas, también terminó trabajando
    como ebanista
    en su propio taller, allá, en Argentina. Un tema
    interesante para
    investigar: los oficios o profesiones de los dirigentes
    obreros españoles.

    La instrucción del proceso montado contra Alfredo
    Díaz
    avanzaba más deprisa. El juez instructor, alférez
    honorario del
    cuerpo jurídico militar, Antonio Nores Castro, del
    Juzgado Instructor
    nº 7, firmó el día veinticinco de Marzo
    de 1938 el auto-resumen
    con el que daba por concluida la investigación judicial
    y
    declaraba procesado a Alfredo. Este sumarísimo de
    urgencia llevaba
    el nº 1.915 y, además de la de Alfredo, se agrupaban
    las
    causas instruidas contra Rufino Menéndez Suárez,
    Valentín González
    García y Casimiro Costales Costales. No había
    ninguna relación
    entre ellos, pero los cuatro estaban acusados de “rebelión
    militar” y las actuaciones habían comenzado
    tres meses antes.
    En este auto-resumen, el juez instructor le metió
    a Alfredo todo:
    empezando con lo de “elemento destacado de la CNT
    y anarquista
    peligroso y de alta escuela”, y siguiendo con lo demás
    que ya conocemos.

    El consejo de guerra se celebró el jueves 31 de Marzo.
    Ese
    día, en Gijón, ante el Tribunal Militar o
    Consejo Permanente de
    Guerra nº 1, se celebraron tres consejos de guerra
    en los que
    comparecieron treinta y dos ciudadanos. Ese mismo día
    tuvo lugar
    en el salón de plenos del Ayuntamiento otro consejo
    de guerra;
    éste, para oficiales. Lo presidió el general
    de división Ambrosio
    Feijoo Pardiñas, y el acusado fue el alférez
    de Artillería de
    Costa Germán Riopedre López, que fue condenado
    a pena de
    muerte y ejecutado. Alfredo Díaz compareció
    ante los miembros
    del Tribunal Militar nº 1 en el segundo de los consejos
    de guerra
    de ese día. Junto a él, se sentaron en el
    banquillo otras once personas
    más, entre las que había una mujer, de cuarenta
    y nueve
    años, y su hija, de veintiuno. Durante el consejo
    de guerra, como
    era costumbre, no se practicó prueba alguna y el
    fiscal consideró
    las actuaciones de unos y otros como delitos de rebelión
    militar
    o auxilio a la rebelión, por lo que pidió
    cuatro penas de reclusión
    temporal en su grado mínimo, una en su grado medio
    y dos
    en su grado máximo. Para el resto de los procesados,
    el fiscal pidió
    la pena de muerte, y para el ugetista langreano Enrique
    Palicio
    Riera, la de garrote vil. El abogado defensor solicitó
    para Alfredo
    Díaz y Enrique Palicio la pena de reclusión
    perpetua, y
    para el resto, la libre absolución. Solamente Alfredo
    Díaz y Enrique
    Palicio hicieron uso de la palabra ante el tribunal militar:
    Alfredo,
    para reiterar su oposición a cualquier tipo de crimen,
    y Palicio,
    para proclamar su inocencia de los crímenes que se
    le
    imputaban. A continuación, el tribunal militar se
    reunió en sesión
    secreta para deliberar y dictar sentencia. Bueno, ya se
    sabe como
    eran y son estas cosas, mucha rigidez y envaramiento de
    cara
    a la galería, y luego, si abres la puerta, te encuentras
    con que
    se están tomando un blanco con un pincho de tortilla
    y ya tienen
    decidido quién vive y quién muere.

    En la sentencia, fueron condenados a pena de muerte Alfredo
    Díaz y Enrique Palicio; a quince años, Casimiro
    Costales, y el
    resto, absueltos a disposición del Delegado de Orden
    Público.
    Para más detalles, se puede consultar el cd-rom de
    La Libertad
    es un bien muy preciado. Firmaban la sentencia los conocidos
    miembros de este Tribunal Militar nº 1 que se paseó
    por toda España
    mandando gente al paredón. Lo presidía el
    comandante de
    Caballería Luis de Vicente Sasiain. Esta sentencia
    fue aprobada
    dos días más tarde por el auditor de guerra,
    Ulpiano Pereiro, que
    ordenó se comunicase a la Asesoría Jurídica
    del Cuartel General
    de S.E. el Generalísimo las penas de muerte impuestas,
    suspendiéndose
    la ejecución de las mismas hasta que se recibiera
    en la
    Auditoría de Guerra noticia del enterado o de su
    conmutación.

    Fernando Vázquez Méndez, alférez de
    artillería, fue el juez
    instructor del sumarísimo de urgencia nº 2.850
    contra José Tourman
    Alvarez, bajo la acusación de rebelión militar.
    La instrucción
    había comenzado el 10 de Enero de 1938. En el auto-resumen,
    fechado el once de Abril, el instructor recogió todas
    las “acusaciones”
    y añadió lo de que “se dice que desempeñó
    un alto cargo
    en el Estado Mayor del Ejército rojo”, pero
    tuvo que reconocer
    que no había podido comprobarlo. Con ello, declaró
    concluida la
    investigación y procesado a Tourman, y ordenó
    que las actuaciones
    pasasen al tribunal, que no era otro que el famoso y ya
    citado
    Tribunal Militar Permanente nº 1.

    El lunes 18 de Abril se celebraron en Gijón tres
    consejos de
    guerra que afectaron a veintisiete personas. En el tercero
    de
    ellos, junto a otros siete más, estaba sentado en
    el banquillo José
    Tourman. Tras el trámite de la celebración
    de la vista, en audiencia
    pública, y la consiguiente deliberación secreta,
    los
    miembros del tribunal militar firmaron cuatro condenas a
    pena de
    muerte, incluida la de Tourman, y otras cuatro a veinte
    años de
    prisión. Ninguna de las cuatro penas de muerte sería
    después
    conmutada por S.E. el Generalísimo.

    Los consejos de guerra se celebraban en el Instituto que
    fundara
    Jovellanos, en el salón de la planta baja que da
    a la calle de
    Begoña. No veo que nadie, ni del gobierno municipal
    del PSOEIU
    ni de la farándula cultural afín, se haya
    tomado la pequeña
    molestia de colocar una placa que recuerde los hechos que
    en
    ese salón se produjeron.

    A Marcelino Ovies Cabo le tocó como juez instructor
    el capitán
    honorario del cuerpo jurídico militar, Marcelino
    Piñel Miguel,
    adscrito al Juzgado Instructor nº 9. El sumarísimo
    de urgencia
    llevaba el nº 2.721, por “rebelión militar”,
    y había comenzado a
    instruirse el día siete de Enero de 1938. En el auto-resumen,
    fechado
    el veintiuno de Abril, el instructor tuvo que reconocer
    que
    no se había podido aclarar la actuación de
    Marcelino Ovies durante
    la guerra, o período rojo, como él escribía.
    No obstante, y
    como cabía esperar, le declaró procesado y
    pasó las actuaciones
    al tribunal. Marcelino Ovies fue en el primer consejo de
    guerra
    de los tres que se celebraron en Gijón el lunes veintisiete
    de
    Abril. Eran diez hombres y se dictaron tres condenas a pena
    de
    muerte y las tres serían ejecutadas; otras tres fueron
    a reclusión
    perpetua y las demás, a penas inferiores a veinte
    años, junto con
    una absolución. Como era norma, no se practicó
    prueba alguna
    y el abogado defensor, como buen y necesario comparsa, limitó
    su defensa a pedir la pena inferior para los procesados.
    Varios
    acusados tomaron la palabra al final del consejo de guerra
    para
    negar los “cargos”. Marcelino Ovies fue uno
    de ellos y lo hizo para
    rechazar que hubiera sido dirigente y que tampoco había
    desempeñado
    el cargo de secretario de los sindicatos únicos.
    Dictada
    la sentencia y aprobada por el auditor de guerra, se quedó
    a la espera para la ejecución de las penas de muerte
    de lo que
    acordase el Jefe del Estado, general Franco. Por los otros
    dos
    consejos de guerra celebrados ese mismo día en Gijón
    pasaron
    un total de diecinueve personas más.

    Así que ya tenemos a nuestros tres amigos anarquistas
    condenados
    a pena de muerte por “rebelión militar”
    con el agravante
    de “perversidad”. No fueron una excepción,
    sino la norma de cómo
    actuaba la autoproclamada justicia militar franquista. Esos
    jueces instructores, esos fiscales y esos tribunales militares
    permanentes
    fueron el cuerpo de ejército que más víctimas
    causó.

    Muchas más que las brigadas navarras, la legión
    y los moros
    juntos. Actuaron de forma implacable y sin compasión
    sobre un
    enemigo desarmado, y continuaron su sangrienta ofensiva
    mucho
    tiempo después de que la guerra en las trincheras
    hubiera
    acabado.

    Si la clase política de este país tuviera
    un poco más de decencia
    y de sentido de la justicia, ya debería de haber
    figurado
    en la constitución de 1979 un apartado en el que
    se revocasen
    todas las sentencias dictadas por esos tribunales militares
    permanentes.
    Pero ocurre que treinta años después, las
    Cortes que
    aprobaron la conocida como Ley de la Memoria Histórica,
    tampoco
    creyeron conveniente incluir en su articulado la anulación
    de la que fue la obra más criminal del franquismo.
    No sería por
    casualidad que presidiese la comisión encargada de
    elaborar el
    borrador, que tantos retrasos acumuló, la vicepresidenta
    Mª Teresa
    Fernández de la Vega, una arribista del PSOE y un
    bluff político,
    como se ha podido comprobar por los resultados que obtuvo
    en Valencia en las pasadas elecciones generales de 2008.
    Hija del que fuera Delegado Provincial de Sindicatos de
    Valencia,
    parece haber dedicado mucho más tiempo a acicalarse
    y
    presumir delante de las cámaras, que a contribuir
    a la elaboración
    de un texto que reparase de forma satisfactoria el enorme
    daño y el gran dolor causado por aquella asociación
    de matarifes
    revestidos de tribunales militares.

    Cuando revisé las fechas de los fusilamientos de
    los prisioneros
    que habían sido condenados a pena de muerte el mismo
    día
    que Alfredo Díaz, que José Tourman o que Marcelino
    Ovies,
    comprobé que a ninguno de ellos lo ejecutaron el
    catorce de Julio.
    Dicho de otra manera, ni Alfredo ni Tourman ni Ovies fueron
    ejecutados con los demás de su tanda. El día
    diez de Julio fusilaron
    en el paredón del cementerio de Ceares a treinta
    presos que
    habían sido condenados pena de muerte y para los
    que no hubo
    conmutación. Los piquetes de ejecución no
    volvieron a actuar
    hasta el día veinte del mismo mes. Y ese día,
    fueron treinta y dos
    los fusilados.

    En los nueve amaneceres silenciosos que siguieron, solamente
    el del día
    catorce vio rasgarse la quietud de las primeras horas de
    la mañana
    con la descarga de fusilería que acabó con
    la vida de los
    tres anarquistas: ¿Quién sería el ocurrente,
    de que mente retorcida
    saldría la idea de reservarles con vida para matarles
    juntos a
    los tres el día que en el mundo se conmemora el triunfo
    de la Revolución
    francesa, de la toma de la Bastilla; el día de la
    fiesta nacional
    de Francia, el día de la Libertad, de la Fraternidad
    y de la
    Igualdad?

    Me viene ahora a lo memoria lo que hicieron también
    en Salamanca
    con el único pastor protestante de la ciudad, Atilano
    Coco.
    Le detuvieron en los primeros días de la sublevación
    y, sin
    consejo de guerra ni nada, esperaron para fusilarle hasta
    el ocho
    de Diciembre de 1936, fecha en la que, como todo el mundo
    sabe,
    se celebra en España la Purísima Concepción,
    dogma católico
    que el protestantismo no acepta. Cuenta Luciano González
    Egido en su libro Agonizar en Salamanca, que Unamuno, en
    aquella jornada tan racista como, más tarde, famosa,
    del doce
    de Octubre de 1936, llevaba en el bolsillo de la chaqueta
    la carta
    que le había enviado la mujer del pastor anglicano
    solicitándole
    su intervención para salvar la amenazada vida de
    su marido.
    Creo que fue en los márgenes de esa carta donde Unamuno
    tomó
    las breves notas de su intervención en aquel acto
    que terminó
    enfrentándole a los del ¡abajo los intelectuales!
    y el ¡viva la
    muerte! No ocurrió en una aldea remota ni en un poblachón
    apartado, sino en la universitaria y capitalina Salamanca:
    ¡Qué
    gran idea, qué magnifica ocurrencia mandar fusilar
    el día de la
    Purísima al único pastor protestante de la
    ciudad!

    Setenta años después, el lunes 14 de Julio
    de 2008, repetí yo en Gijón
    aquel recorrido funeral que arrancó la vida a los
    tres anarquistas.
    A las seis de la mañana, que son las siete del horario
    de ahora
    que la conveniencia bruselense y el papanatismo madrileño
    nos
    imponen, estaba yo delante del antiguo cuartel de Asalto,
    en el
    edificio del Instituto creado por Jovellanos. Aquellos guardias
    de
    Asalto, tan flamenquillos con sus gorras ladeadas durante
    la Re-
    pública, estarían preparándose, hizo
    ahora setenta años, para
    subir con sus fusiles en aquellos coches que usaban, largos
    y
    descubiertos, con varias filas de asientos. El trago de
    coñac, el
    golpe de orujo o la copa apurada de cazalla recompondrían
    algo
    estómagos y espíritus. Enfilarían por
    la calle Jovellanos y
    recibirían el resplandor casi imperceptible de un
    sol que nacía
    del mar envuelto en nubes rojas, allá por donde la
    punta del
    Cervigón. Calle de Cabrales arriba, con las ruinas
    del cuartel de
    Simancas al fondo. Hoy, con la gran cruz de los vencedores.
    Segundo
    año triunfal, decía la propaganda franquista,
    pero en
    aquella lucha tan cercana para ellos, en los días
    de Julio y de
    Agosto de 1936 de aquel Gijón de combates y guerra,
    habían sido
    los anarquistas los vencedores. Nadie sabe en que irían
    pensando
    aquellos guardias de Asalto camino del crimen. Tal vez
    no pensasen en nada, medio adormilados por la hora, el traqueteo
    y la rutina.

    Abandoné el itinerario de los de Asalto y me dirigí
    hacia Los
    Campos, pues quise pasar por delante de donde estuvo el
    cuartel
    de la Guardia Civil:

    —¡Ay si estos árboles pudieran hablar!
    ¡Ay si estos árboles
    pudieran contar todo lo que vieron!
    Lo decía una señora que conocía mi
    abuela Rosarín. Los árboles
    eran los del parque del Continental, que daban frente al
    cuartel. Ya no hay árboles, ya no hay cuartel: ¡lástima
    de árboles!
    Pero es que aquí siempre hubo alcaldes y concejales
    y secretarios
    y arquitectos y empresarios dispuestos a tumbar árboles
    para levantar edificios y hacer sus negocios. Parque del
    Continental: a tus árboles que no pudieron hablar,
    tampoco les
    dejaron vivir.

    Los guardias civiles se subirían a sus vehículos
    y por Ramón
    y Cajal arriba en escasos minutos llegarían ante
    la puerta de la
    cárcel. Cárcel del Coto: ¡si tus paredes
    hubieran podido hablar!
    Bajé del coche y me puse a caminar por delante del
    que fuera
    pabellón de administración de la cárcel,
    que es el que se conserva
    y que en la actualidad se utiliza como edificio municipal
    de
    servicios para jubilados y mujeres. Le di la vuelta y volví
    a situarme
    frente a la puerta que entonces daba acceso a la cárcel.
    Se
    construyó esta cárcel de El Coto a comienzos
    del siglo XX según
    proyecto del arquitecto García de la Cruz. Fue inaugurada
    en
    1909 por militantes republicanos y de la CNT, ¿por
    quién si no?,
    detenidos por las huelgas de la que en Barcelona se conoció
    como
    Semana Trágica. Y por el apodado Pintarrueques, al
    que habían
    cogido robando botellas vacías… Que al que
    azotan es por
    pobre/de suerte, favor y trazas…

    Me contaba Fermín López de Vega que cuando
    empezaron a tirar la cárcel
    de El Coto, fue hasta allí para verlo con sus propios
    ojos y sacar
    unas fotos: él, que había estado preso, encerrado
    en una sus celdas,
    con veintipocos años, y que pasó meses y meses
    en la galería
    de los condenados a muerte. ¡Qué diría
    Fermín si supiera que
    hoy en día tenemos en España más cárceles
    y más presos que en 1940!
    Allí permanecí un tiempo, mirando para aquel
    edificio de tan
    siniestro pasado que se trataba de camuflar bajo los colorines
    de capas de pintura y nuevas dependencias. Un poco como
    hacen
    esos kapos de los campos de concentración nazis,
    que un día alguien
    descubre debajo de un perfecto disfraz de discretos y honorables
    ciudadanos de lejanos países.

    Amanecer del jueves 14 de Julio de 1938: tres hombres
    aguardaban en el rastrillo de la cárcel. Ese amanecer,
    cuando
    los presos con condena de pena de muerte sintieron el ruido
    de
    los cerrojos y los pasos de los guardias por la galería,
    se encogieron
    sus cuerpos y se agitó de forma salvaje el latir
    de sus corazones:
    ¿cómo era posible? Emilio Vera, otro preso
    como ellos,
    había estado sonriente durante el último recuento,
    y esa era la
    señal infalible que quería decir que esa noche
    podían dormir
    tranquilos. Por el destino que tenía en la cárcel,
    Vera sabía cuándo
    llegaban las relaciones con los nombres de los que iban
    a fusilar
    al día siguiente y cuándo no. Y todos los
    presos conocían la
    elemental mímica de la vida y la muerte: si en el
    último recuento
    estaba serio, es que al amanecer iba a haber saca, y si
    estaba
    sonriente, entonces era que no.

    Supe por Luis Quirós que ese día fatídico,
    una de las puertas
    que abrieron fue la de su celda. Un guardia de prisiones
    llamado
    Marqués, más conocido como “Bocanegra”,
    leyó un nombre de
    la ficha que tenía en la mano. Esta vez no llevaba
    un folio con la
    relación de los que iban a ser fusilados como era
    habitual:
    —José Germán Alvarez. —Nadie contestó.
    Tourman estaba
    durmiendo, tan tranquilo y tan ajeno a todo.
    Marqués volvió a mirar la ficha y corrigió
    el error:
    —José Tourman Alvarez. Y a continuación
    pronunció la palabra
    fatídica: ¡Vístase!

    Otros dos cerrojos de las puertas de otras dos celdas se
    descorrieron ese amanecer. Y los nombres de otros dos presos
    se oyeron pronunciar en la galería. Y en la penumbra
    de la celda,
    cuidando de no pisar a los compañeros, otros dos
    hombres se
    vistieron.

    Cuando Alfredín el del Vidrio pasó por delante
    de la puerta
    abierta de la celda de la que José Tourman iba a
    salir, dijo a media
    voz:
    —Luisín, no me olvido de lo tuyo.
    ¡Todavía creía el pobre Alfredín
    que le llevaban para un
    canje!

    Tres hombres esperaron en el local habilitado como capilla
    a
    que terminasen las formalidades burocráticas después
    de que
    hubieran rechazado las religiosas.

    ¿Se habrían despedido de sus compañeros
    de celda? ¿Cuáles
    serían las breves palabras que se pronunciaron? ¿Les
    daría
    tiempo a repartir sus escasas pertenencias, a cambiar una
    chaqueta
    más nueva por otra más vieja, a quitarse los
    zapatos y poner
    unas alpargatas rotas, a dejar el reloj y el anillo para
    que lo
    entregasen a la familia, a repartir el tabaco, a echar un
    último cigarrillo,
    a escribir una carta de despedida para que la sacasen
    camuflada entre las costuras de la ropa sucia? ¿Firmarían,
    como
    cuenta Fermín que hizo César, el hermano de
    Ramonín, en el
    pliego de la comunicación de la sentencia con un
    Viva la CNT,
    Viva la FAI y Vivan las Juventudes Libertarias? Tres hombres
    es-
    peraron. Quince guardias civiles y quince guardias de Asalto
    esperaron. Centenares de hombres, acurrucados en sus petates
    carcelarios, esperaron.

    Frente a la puerta de la cárcel, los guardias de
    los dos uniformes
    formarían corros y fumarían. Murmullo de conversaciones,
    golpes de las culatas en el suelo y ruido descompasado
    de botas. El director de la cárcel, el jefe de la
    fuerza, el juez instructor,
    el fraile, el médico militar, el oficial con la orden
    del comandante
    militar, todos se moverían con pulcritud burocrática
    para ultimar los detalles que completasen el envoltorio
    jurídico
    de los tres crímenes que se iban a cometer. Allí,
    en otra zona del
    rastrillo, los funcionarios de la cárcel les pondrían
    un alambre
    apretado en las muñecas de los tres anarquistas y
    les amarrarían,
    para mayor seguridad, brazo con brazo. A la puerta de la
    cárcel, dos filas de fusiles se formarían
    a la salida de los tres
    presos. Subirían al autobús y, como cuando
    sacan al santo de la
    iglesia, el arrancar de los motores sustituiría a
    la salva de voladores
    para anunciar al pueblo el inicio de la procesión.
    Uno de
    los piquetes se encargaba de la vigilancia y otro de la
    ejecución.
    Se turnaban día a día: ¿a quién
    les tocaría hoy fusilar, a los
    civiles o a los de Asalto?

    Por encima del tejado de una de las Casas Baratas vi asomar
    el primer rayo de sol. En el árbol junto al que estaba,
    frente a la
    puerta de la cárcel, se formó un jolgorio
    de gorriones. Eran las
    seis y media en mi reloj, una hora más en el del
    estado. Tal vez
    aquel día de Julio de 1938 estuviese nublado y todos
    los gorriones
    de la redonda hubieran huido al ver tanto fusil. Subí
    al coche
    y me fui al cementerio de Ceares. Ya estaban abiertas las
    puertas.
    Entré y caminé hacia el lugar de la ejecución:
    a mi izquierda,
    los grandes panteones, a mi derecha, viejas y humildes tumbas:
    ¿quién dijo que la muerte nos iguala? Llegué
    al final del camino
    principal y torcí a la izquierda para ir bordeando
    la fosa común
    donde están los restos de los fusilados por el franquismo.
    Hoy, que la propaganda de la conveniencia política
    agita el
    eslogan ese de la Recuperación de la Memoria Histórica,
    yo vuel-
    vo a recordar aquí a los que no interesa, a doña
    Rafaela y a aquellas
    mujeres que en plenos años cincuenta se enfrentaron
    a los
    designios de las autoridades franquistas. Fueron ellas las
    que,
    poniendo sus nombres y sus firmas, tirando de todos los
    hilos,
    pudieron impedir que los restos de los fusilados por el
    franquismo
    fueran aventados. Las que obligaron al Ayuntamiento a hacer
    lo que hoy es la fosa común. ¿Quién
    se acuerda de ellas? Yo, sí.
    Seguí caminando y llegué delante del muro
    de las ejecuciones,
    del paredón donde tantas y tantas balas reventaron
    piedras
    después de haber atravesado cuerpos. Flores de plástico
    viejas
    y lápidas con propaganda política. Se ve que
    nos puede lo chabolero.

    Por este mismo camino del cementerio pasó el cortejo.
    Allí
    estaría la zanja que todos los días había
    que alargar unos metros
    más. ¿Irían enteros los tres anarquistas?
    ¿Desfallecería alguno y
    le susurrarían palabras de consuelo los otros dos?
    Porque ya escribió
    el poeta que cuando se miran de frente los vertiginosos
    ojos blancos de la muerte… ¿Cantarían
    el A las barricadas y darían
    vivas a la CNT, a la FAI y a la Libertad?

    Les colocaron contra aquel paredón que hoy vemos
    lleno de
    grietas y agujeros. Formó el piquete frente a ellos
    y el alférez o el
    teniente fue dando las órdenes. Entraron las balas
    en las recámaras,
    los dedos se pegaron a los gatillos y quince caras tuertas
    buscaron un punto preciso en aquellos tres seres humanos:
    dos
    tiros a la cabeza y tres al corazón. ¿O sería
    al revés? Quince fogonazos
    y un trueno seco que se oiría en toda la ciudad.
    La advertencia
    de todas las mañanas al Gijón de la derrota.
    Y tres cuerpos
    sin vida se desplomaron y en silencio su sangre pintó
    en la tierra
    una última protesta. En la cárcel y en la
    ciudad se comprendió
    que aquel catorce de Julio los de la Bastilla habían
    vencido a París.
    No creo que hiciera falta el tiro de gracia. ¿Se
    lo daría el oficial
    por cumplir con la rutina como el fraile con sus oraciones?
    Regresó la fuerza a los camiones. Cesó el
    cura sus rezos.
    Certificó la muerte el médico militar. Después
    de que todos se
    hubieran ido, pasó un largo tiempo hasta que el silencio
    del lugar
    recuperó sus sonidos y rumores cotidianos. Entonces
    aparecieron
    unos hombres con trazas de labriegos que cargaron en una
    especie de angarillas y llevaron para la zanja los cuerpos
    de los
    que en vida habían sido Alfredo Díaz González,
    Marcelino Ovies
    Cabo y José Tourman Alvarez. Tres veteranos cenetistas,
    tres
    apreciados anarquistas de Gijón.

    Me podía haber molestado más, buscado, indagado,
    preguntado
    a unos y a otros, pero… Escribí a una hija
    de Marcelino
    Ovies que vive en Perpiñán: no recibí
    respuesta. Conseguí hablar
    con ella por teléfono y me dijo que no, que no me
    mandaba
    una foto de su padre. Yo tampoco insistí. Localicé
    por internet en
    Francia a un nieto de Tourman y nos cruzamos varios e-mails.
    No
    sé decir por qué, pero me dio la sensación
    de que no le hacían
    mucha gracia mis proyectos. Igual estoy equivocado, pero
    yo
    soy así. Me mandó unas fotos de Tourman que
    le pedí y una reproducción
    del pasaporte, pero como mi manera de ser es igualitarista,
    me dije: si no hay fotos de todos, no hay fotos de nadie.
    Llamé a la hija de Ramonín a la facultad,
    pero no la localicé, y no
    quise molestar a su viuda. Mandé un e-mail a la Fundación
    Anselmo
    Lorenzo y me enviaron lo que tenían: las reseñas
    que trae
    la Enciclopedia Histórica del Anarquismo Español.
    Tampoco sé
    si habrá mucho más, porque recuerdo que Ramonín
    Alvarez Palomo me contaba
    que durante la guerra, en el verano de 1937, mandó
    a un familiar
    para Francia en un barco que salió de El Musel. Llevaba
    dos maletas
    cargadas de documentación de la CNT que querían
    poner
    a salvo por si las cosas iban a peor. Ya en alta mar, un
    barco de
    guerra se acercó al mercante. El hombre creyó
    que era el Cervera
    y se pondría nervioso. Cogió las maletas y
    las tiró a la mar.
    Luego resultó que el barco de guerra era inglés…
    ¿Qué hice al final?, pues cogí los
    libros que Ramonín escribió
    sobre Quintanilla y sobre Mallada y me puse a buscar referencias
    que cotejé con los periódicos de la época.

    Natural y vecino de Gijón, Alfredo Díaz González,
    popularmente
    conocido como Alfredín el del Vidrio, tenía
    32 años, estaba
    casado y tenía varios hijos. Trabajaba en la fábrica
    de vidrios
    La Industria y estaba afiliado al sindicato del Vidrio de
    la CNT. La
    primera referencia de su actividad sindical que encontré
    estaba
    fechada a mediados de Mayo de 1931. Durante esos días,
    un
    mes después de la instauración de la II República,
    Alfredín y Angel
    González participaron en el pleno regional de la
    CNT de Asturias,
    León y Palencia en representación del Sindicato
    del Vidrio.
    Las sesiones del Pleno se celebraron en la Casa del Pueblo
    de Gijón y la sesión de apertura estuvo presidida
    por Segundo
    Blanco, secretario general de la CNT, que afirmó
    que la organización
    contaba con veinticinco mil afiliados en la región.

    El 28 de Febrero de 1932 se celebró otro Pleno regional
    de la
    CNT. En esta ocasión, junto con Alfredo Díaz,
    el Sindicato del Vidrio
    estuvo representado también por Andrés Expósito
    y justificaron
    tener en esos momentos 650 afiliados.

    A finales de Abril de ese mismo año, la prensa dio
    cuenta de
    la celebración de un mitin de la CNT en Cangas de
    Onís. Además
    de Alfredo Díaz, hicieron uso de la palabra Enrique
    Martínez,
    Agapito González y Emilio García. Este acto
    se enmarcaba
    dentro de una campaña de mítines que la CNT
    organizó en esas
    fechas por toda Asturias.

    En los últimos días de Septiembre de 1932,
    se celebró en
    León el III Congreso de la Confederación Regional
    del Trabajo
    de Asturias, León y Palencia. Por alguna razón
    que ignoro, tal
    vez por la dificultad del desplazamiento, el Sindicato del
    Vidrio y
    algunos otros sindicatos más no enviaron representación
    a ese
    congreso.

    Los días 17 y 18 de Septiembre de 1934, en vísperas
    de la
    Revolución de Octubre, se celebró en la Casa
    del Pueblo de la
    CNT, en Gijón, un pleno de la Regional de Asturias,
    León y Palencia.
    Fue entonces cuando se sometió a votación
    la integración
    o no en la Alianza Obrera. Se aprobó por 39 votos
    contra
    35 que la CNT formase parte de la misma. A continuación,
    se
    puso a votación la decisión de que la Alianza
    fuera con la UGT y
    el PSOE, o solamente con la UGT. Ganó la primera
    opción por
    20 votos contra 16. Ya se ve que la opinión estaba
    dividida casi
    a partes iguales. En la sesión del Pleno celebrada
    el día 18,
    Alfredo Díaz ocupó un puesto en la mesa por
    haber sido designado
    secretario de Actas. Más información sobre
    aspectos poco
    conocidos de la Revolución de Octubre está
    disponible en
    www.asturiasrepublicana.com/crirep.asp.

    Después de la Revolución de Octubre, Alfredo
    Díaz fue perseguido
    y, como tantos otros, tuvo que esconderse. La policía
    le
    acusaba de haber representado, junto con José María
    Martínez,
    a la CNT en el comité provincial de la Alianza Obrera.
    Según la
    policía, los dos fueron elegidos para esa representación
    en un
    congreso de delegados que se había celebrado en La
    Felguera
    pocos días antes del inicio de la Revolución.
    Los informes de la
    policía indicaban que en las primeras semanas que
    siguieron a
    la derrota revolucionaria, Alfredo Díaz se había
    ocultado en casa
    de una lechera en la parroquia gijonesa de Peñaferruz.
    Quizás
    por sentirse vigilado, abandonó este refugio para
    esconderse
    en una casa en Gijón, donde fue detenido en los primeros
    días de Enero de 1935. Aunque se le dio gran importancia
    a su
    detención, yo creo que no llegó a ser sometido
    a consejo de
    guerra ni condenado. Ya antes, durante la República,
    había estado
    detenido en varias ocasiones por orden de diferentes gobernadores
    civiles.

    Al estallar la guerra, aparte de lo que ya se contó
    páginas
    atrás, el once de Febrero de 1937 la prensa dio cuenta
    de un mitin
    que organizó el Sindicato Campesino de la CNT en
    Villaviciosa.
    Intervinieron en él Alfredo y el alcalde de Gijón,
    Avelino González
    Mallada. Pocos días después, Alfredo y Onofre
    García
    dieron una conferencia en el Ateneo Libertario de Ceares.

    Marcelino Ovies Cabo era natural de Avilés, pero
    llevaba muchos
    años viviendo en Gijón. Tenía 49 años
    cuando estaba detenido
    en Enero de 1938. Excedente de cupo del reemplazo de
    1909, se casó con María Luz García,
    con la que tuvo varios hijos.
    En Junio de 1912 ya se le menciona por estar metido de lleno
    en
    la lucha sindical y formar parte, como vocal, de la Comisión
    permanente
    de Huelga, encargada de solucionar el conflicto de los
    cargadores del puerto avilesino. Dos años más
    tarde, los periódicos
    recogieron su participación en un mitin en el que
    representó
    al Centro Sindicalista de Avilés. En ese mitin participó
    también
    Eleuterio Quintanilla, una de las grandes figuras que dio
    el sindicalismo
    confederal gijonés.

    La siguiente referencia de Marcelino Ovies que encontré
    era
    de 1928. Estaba ya asentado en Gijón y trabajaba
    de ebanista.
    Formaba parte de la directiva del Sindicato de la Madera,
    sindicato
    que estaba presidido entonces por Vicente García
    y del que
    era secretario general Horacio Argüelles, que tan renombrado
    sería años más tarde. Miembro de la
    Liga de Inquilinos de Gijón,
    tenía su domicilio en la calle Del Real y era también
    vocal nato de
    la Junta directiva de Cultura e Higiene del barrio de Ceares.
    Participó
    en el Pleno Regional de la CNT de Febrero de 1932 llevando
    la representación, junto con Consuelo Castaño,
    del Sindicato
    de Obreras del Hogar que, en Gijón, acreditó
    contar con noventa
    afiliadas.

    Como cualquier otro sindicalista que se hiciera destacar
    un
    poco, Marcelino Ovies fue encarcelado varias veces por orden
    de los gobernadores civiles que pasaron por Asturias. En
    Abril
    de 1934, el comité local de la CNT de Gijón
    organizó un mitin pro
    amnistía y contra el restablecimiento de la pena
    de muerte. Se
    celebró en la Casa del Pueblo. Lo novedoso de este
    mitin es que
    junto con los dirigentes confederales Avelino González
    Entrialgo,
    Horacio Argüelles, José María Martínez
    y el propio Ovies, que intervino
    en primer lugar, participó también en él
    e hizo uso de la
    palabra Juan Pablo Martínez, abogado y miembro de
    la UGT y
    del PSOE. Finalizado el acto, se envió un telegrama
    al presidente
    del gobierno en el que, en nombre de los quince mil trabajadores
    asistentes, se pedía la amnistía para los
    encarcelados y sentenciados
    por el movimiento del pasado mes de Diciembre y que no
    se restableciese la pena de muerte en España.

    Después de la revolución de Octubre, Marcelino
    Ovies estuvo
    detenido, pero poco tiempo. No se conoce cual fue su participación
    en la misma, pero parece que tampoco llegó a estar
    procesado.
    A finales de Junio de 1935, ante la sospecha de que se
    iba a declarar la huelga en Gijón, Marcelino Ovies
    y otros dirigentes
    de la CNT fueron detenidos en la madrugada del domingo
    y encarcelados por orden del gobernador civil.

    José Antonio Tourman nació en Gijón
    el 30 de Septiembre de
    1889. Su padre era un francés de la Lorraine que
    llegó a Gijón
    escapando probablemente de la guerra y de la represión.
    Como
    se sabe, durante las últimas décadas del siglo
    XIX y las primeras
    del XX el proceso industrializador que vivió Gijón
    atrajo a un numeroso
    contingente de emigrantes galos. En este sentido, quiero
    recordar aquí, por ejemplo, que a las hileras de
    casas construidas
    para los maestros de taller y oficiales de la fábrica
    de vidrios
    La Industria se le llamaba el callejón de los Franceses.
    Bueno,
    pues el padre de Tourman, que se llamaba Antonio, llegó
    a Gijón
    y se casó con una joven de la villa, Manuela Alvarez
    Valdés, de
    cuyo matrimonio sobrevivieron dos hijas y dos hijos. Aquí
    pasó el
    resto de su vida, hasta que en Marzo de 1928 le alcanzó
    la muerte
    con 75 años. Vivían entonces en El Natahoyo,
    en el número
    129 de Mariano Pola.

    En este punto, volví a releer y ver las fotos de
    los e-mail que
    me había enviado Freddy Gómez, el nieto de
    Tourman. En una
    de ellas me decía que estaba también Ramonín
    Alvarez Palomo.
    Lo había pasado por alto. Abro la foto en el ordenador
    y veo que
    están todos muy encorbatados y endomingados. Paso
    revista a
    las caras para ver si identifico a alguien: Tourman, me
    lo dijo su
    nieto, es el que está fumando; Ramonín está
    de pie en la segunda
    fila, justo detrás de Tourman. El tercero por la
    derecha es Nelín,
    Manuel Sánchez. (…)Debe de estar hecha en Francia,
    a
    donde habrían llegado huyendo de la represión
    de la Revolución
    de Octubre.

    Recuerdo ahora que Ramonín me contó que él
    era el secretario
    del Comité Revolucionario de Gijón en Octubre
    de 1934 y
    que, al fracasar la Revolución, huyó con Luis
    Meana, vicesecretario
    del Comité, a Rengos, en Cangas de Narcea, donde
    vivía
    una hermana de Meana. Allí estuvo hasta Marzo de
    1935. Luego,
    en Avilés, gracias al capitán de la marina
    mercante Santiago Cifuentes
    Díaz, fusilado más tarde por los franquistas
    junto a su hijo,
    pudo embarcar y llegar a Bilbao, de donde pasó a
    Francia,
    refugiándose en París hasta la amnistía
    del Frente Popular.

    (…) José Tourman, del que, con quince o dieciséis
    años edad, hay alguna referencia que le sitúa
    trabajando en la construcción y, posteriormente,
    en la Fábrica de Moreda. Resultó excluido
    del reemplazo de 1910, por lo que
    no hizo el servicio militar. Creo que para no perder la
    nacionalidad
    francesa, se presentó en Burdeos para inscribirse
    en el
    ejército francés, pero también resultó
    excluido. En 1915, José
    Tourman formó parte, en representación de
    las sociedades
    obreras, de los tribunales industriales encargados de dirimir
    los
    pleitos entre trabajadores y empresarios. Entre los demás
    miembros
    obreros de esos tribunales en Gijón cabe citar, en
    esas
    mismas fechas, a los socialistas Wenceslao Carrillo y Leoncio
    García Moriyón. En Mayo de 1918, Tourman firmó,
    como secretario
    del sindicato de albañiles El Progreso, una nota
    llamando al
    boicot a una obra que se realizaba en la calle Numa Guilhou,
    de
    Gijón. Ese mismo año se inició la reorganización
    del sindicato La
    Cantábrica, de los obreros portuarios, el cual tras
    las durísimas
    huelgas mantenidas en los primeros años del siglo
    XX, llevaba
    desde 1910 sin funcionar. Se nombró una directiva
    provisional,
    presidida por Generoso Laviada, y en ella estaba también
    Tourman
    como vicesecretario.

    En este sentido, me parece que tiene interés reproducir
    una
    nota publicada en El Noroeste, firmada por Tourman, en la
    que
    se llamaba a los trabajadores a afiliarse y a que asistiesen
    a una
    asamblea. Decía así:

    “Compañeros: Hace ocho años que esta
    Sociedad ha desaparecido
    de la vida activa por defender una causa justa, una
    causa noble, una causa santa: por defender a dos compañeros
    de la tiranía de un patrono. Hace ocho años
    que un puñado de
    luchadores conscientes vienen sufriendo un verdadero calvario,
    por no querer doblegarse a los caprichos de cuatro explotadores.
    Pues bien; hace ocho años, día por día,
    que ese puñado de
    luchadores no han perdido ni por un momento las esperanzas,
    a
    pesar de cuantos intentos han hecho; y, en repetidas ocasiones,
    al ver sus ensueños realizados, al ver desaparecer
    esa pesadilla
    que por espacio de tantos años no les abandonó
    un solo momento,
    y al ver desaparecer esa mal llamada plantilla patronal,
    compuesta por un puñado de individuos que, sin darse
    cuenta
    unos, y por instinto de maldad otros, nos están causando
    tanto
    daño a nosotros y a ellos mismos.

    Ahora bien, compañeros: reorganizada esta Sociedad
    de
    nuevo, y contando con el apoyo de la organización
    obrera de la
    localidad, federada con la Confederación Nacional
    del Trabajo y
    con la Federación de Obreros de la Navegación
    y Transportes
    de España, os invitamos a todos los que no lo hayáis
    hecho aún,
    a engrosar las filas de la misma, en la inteligencia de
    que, de no
    hacerlo en un plazo relativamente corto, habréis
    de lamentarlo,
    quizá cuando el mal no tenga remedio, pues es necesario
    que
    sepáis que, en un día no lejano, la labor
    que la organización
    obrera viene haciendo, dará beneficiosos resultados
    y La Cantábrica
    volverá a ser, no lo que fue, no, sino que se hará
    respetar
    de todos.

    Al mismo tiempo, se os convoca para que asistáis
    a una
    asamblea que se celebrará hoy domingo, a las diez
    de la mañana,
    para enteraros de asuntos de extraordinaria importancia
    y de
    última hora.”

    Miembro del Comité Pro-Presos de Gijón, que
    en algún momento
    llegó a presidir, Tourman colaboró en la organización
    de
    numerosos actos en solidaridad con los obreros detenidos
    y
    continuó con su actividad en La Cantábrica.
    A consecuencia de
    la represión que siguió a la huelga de transportes,
    con gran incidencia
    en la actividad portuaria gijonesa, Tourman fue detenido
    y conducido a la cárcel de Oviedo. Ya era un sindicalista
    destacado
    y, por lo tanto, merecedor de un castigo ejemplarizante.
    Ni
    siquiera el contar con el favor del influyente periódico
    El Noroeste,
    afín a las ideas reformistas de Melquiades Alvarez,
    en cuyas
    páginas se publicaban las constantes notas de denuncia
    que
    enviaban sus compañeros de la CNT, sirvió
    para impedir la injusta
    actuación gubernativa ni atenuar los rigores carcelarios.
    En la
    cárcel de Oviedo permaneció aislado e incomunicado,
    no obstante
    que no hubiera ni acusación ni proceso judicial abierto
    contra él. Luego, las autoridades, el gobernador
    civil, creyeron
    que Tourman podría ser considerado un desertor del
    ejército
    francés y que si lo entregaban al país vecino,
    le fusilarían. Caminando
    por la carretera, escoltado por la pareja de la guardia
    civil,
    de prisión en prisión, fue conducido hasta
    San Sebastián. Allí
    se comprobó que la acusación de deserción
    era falsa, pero en
    vez de ponerlo en libertad, le condujeron a Barcelona. José
    Tourman
    estaba casado con Consuelo García y tenía
    dos hijas. Para
    vivir, dependían del sueldo de Tourman, por lo que
    si estaba preso,
    no había ingresos: castigo completo.

    A finales de Junio de 1921, se celebró en el centro
    obrero de
    la CNT de Gijón, situado entonces en la calle Cabrales,
    el primer
    congreso nacional del Sindicato de Transportes Marítimos
    y Terrestres.
    Acudieron delegados de numerosas localidades españolas
    y se recibieron adhesiones de otras más. En la mesa
    presidencial
    de la sesión previa, dedicada a verificar los justificantes
    de los delegados, estaban los conocidos sindicalistas gijoneses
    Machargo y Tourman, que, en días sucesivos, desempeñaron
    el
    papel de secretarios en la mesa que dirigió las deliberaciones.
    Fueron diecisiete los puntos que se sometieron a debate
    agrupados
    en cinco ponencias. Este sindicato, al que no pertenecían
    los trabajadores de ferrocarriles, contaba en 1932 con 1.600
    afiliados
    en Gijón.

    En Septiembre de 1921, Tourman volvió a ser encarcelado
    por orden del gobernador civil. Se repitieron otra vez los
    mismos
    abusos y extralimitaciones y, de nuevo, El Noroeste acogió
    en
    sus páginas las protestas de los cenetistas. Preso
    e incomunicado,
    durante unos días nada se supo de él; hasta
    que el gobernador
    civil informó a los periodistas que había
    sido expulsado de
    España y entregado a las autoridades francesas. En
    respuesta a
    ese abuso tan grande, El Noroeste publicó en portada
    una editorial
    titulada: “Celo de buen Gobierno. Los conflictos sociales
    en
    Asturias.” En esa editorial se criticaba duramente
    al gobernador
    civil, un tal Novoa, del que se afirmaba que era incapaz
    de propiciar
    acuerdos que pusieran fin a huelgas prolongadas, como la
    de los 600 mineros de Teverga, la de los 2.000 trabajadores
    de
    la Duro Felguera o la de los panaderos de Sama. Decía
    el editorial
    que el gobernador civil, a pesar de la ruina económica
    y el
    hambre que provocaban esos conflictos, no era partidario
    de intervenir
    en los litigios entre capital y trabajo. Sin embargo, El
    Noroeste
    ponía de manifiesto y denunciaba el gran interés
    que había
    puesto ese mismo gobernador en desterrar “a ese infeliz
    obrero Tourman” por ser un sindicalista no grato.
    El editorialista
    tomó partido claramente y afirmó que Tourman
    ni era extranjero,
    por ser hijo de española y nacido en España,
    ni se podía justificar
    su expulsión, por lo que se trataba de un procedimiento
    indigno
    de una nación liberal. Terminaba la editorial diciendo
    que
    el tal Novoa, gobernador civil de Asturias, como era (y
    es) natural,
    seguía a lo suyo y no hacía ni caso de lo
    que se decía en El
    Noroeste, dirigido ya por Antonio L. Oliveros.

    La última referencia de José Tourman que pude
    encontrar estaba
    fechada en Mayo de 1923. Desempeñaba Tourman entonces
    el cargo de secretario general del Sindicato de la Construcción.
    A finales de ese mes, Fernando González Regueral,
    ex
    gobernador civil de Vizcaya, fue asesinado a tiros en León.
    En Bilbao
    ya había sufrido otro atentado que le costó
    la vida a uno de
    los hombres de la escolta. La policía sospechaba
    que los pistoleros
    habían huido hacia Asturias y procedió a hacer
    una redada
    entre los dirigentes de la CNT, incluido Tourman, a pesar
    de que
    todos ellos habían sido vistos en la ciudad el día
    del atentado.
    Exiliado en Francia, Tourman regresó a Gijón
    con la instauración
    de la II República. Parece ser que tenía algún
    contencioso
    pendiente con Marcelino Suárez, otro dirigente de
    la CNT gijonesa.
    En este sentido, se creó una comisión que
    se encargó de investigar
    y aclarar el asunto, pero cuyas conclusiones, si es que
    las hubo, las desconozco. Tourman debió de pasar
    poco más de
    una año en Gijón, antes de regresar de nuevo
    a París, porque
    cuando murió su madre, Manuela Alvarez, que falleció
    en Gijón,
    en Diciembre de 1932, a la edad de 67 años; su hijo,
    José Tourman
    figuraba en la esquela como asunte; es decir, que ya no
    vivía
    en Gijón.

    Al estallar la guerra en Julio de 1936, Tourman regresó
    a Gijón
    y fue nombrado Consejero de Industria del gobierno de Asturias
    y León. Ramón Alvarez Palomo dice que también
    desempeñó durante
    la guerra el cargo de delegado gobernativo en Langreo.
    El nieto de Tourman me envió una fotocopia del permiso
    de entrada
    en Francia a favor de José Tourman, su mujer e hijas.
    Había
    sido expedido por el cónsul en Gijón a primeros
    de Septiembre
    de 1937, en plena ofensiva nacionalista sobre Asturias.
    Sería entonces, y no en Agosto de 1936 como declaró
    al juez
    militar, cuando su mujer y sus dos hijas saldrían
    evacuadas,
    junto con miles de personas, en alguno de los barcos que
    tras
    conseguir forzar el bloqueo regresaban a Francia cargados
    de
    refugiados. José Tourman aguantó como los
    demás hasta el último
    momento: la noche del veinte al veintiuno de Octubre de
    1937. Embarcó entonces en el Mont Seny con la idea
    de llegar
    a Francia y pasar a Cataluña. Pero este barco fue
    capturado
    por la Marina nacionalista y todos los que iban a bordo,
    hechos
    prisioneros.

    (…)He escrito lo mejor que supe y pude sobre la vida
    de tres hombres del pueblo que lo dieron todo en la lucha
    por un mundo mejor, por una sociedad diferente. Tres hombres
    que, junto con tantos otros, protagonizaron un combate permanente
    por la Libertad y por la justicia social. Tres hombres que
    tuvieron que enfrentarse de forma continuada a una patronal
    que, en palabras de Oliveros, el que fuera director de El
    Noroeste,
    estaba ayuna de toda preparación intelectual moderna
    y
    con un lastre de ideas regresivas en el cerebro que le impedía
    asomarse a la realidad del mundo nuevo en marcha.
    Escribía Ricardo Mella en El Libertario, aquí,
    en Gijón, en
    1912, unas palabras que yo repito hoy con él, que
    hago mías por
    encontrarlas tan acertadas y adecuadas:

    “No somos devotos de las efemérides ni adoramos
    en los
    hombres, vivos o muertos. Los sucesos y los hombres pasan;
    las ideas quedan. Mirar al pasado, vivir de recuerdos, plañir
    por
    lo perdido es detenerse en el camino y sumirse en la inacción.
    Mirar hacia el porvenir y correr sin tregua tras él,
    es de hombres
    de acción y de pensamiento, reñidos con el
    nirvana contemplativo.
    Todos los días son buenos para tener presentes los
    asesinatos
    y las infamias gubernamentales, los latrocinios y las torturas
    del capitalismo. Cada minuto que pasa, se marca en el
    tiempo que corre con un hecho vandálico, con un dolor
    infinito
    de la multitud sufriente. Los mártires ignorados
    son millones.
    Las angustias que matan, incontables son.”

    Lo mismo que Mella entonces, también me pregunto
    yo hoy:
    ¿Adónde nos conduce la vesanía del
    capitalismo y del gubernamentalismo
    triunfantes, ensoberbecidos, sanguinarios y bárbaramente
    crueles?
    Y como él hace un siglo, afirmo de igual modo yo
    que todos
    los días son aquel 14 de Julio de 1938. Que no se
    puede aceptar
    pacientemente tanta explotación, injusticia, opresión,
    abuso, incompetencia
    e impunidad. Que hay que ser libre y rebelarse y
    luchar por la Libertad y por nuestros derechos de seres
    humanos,
    aquí, para todos y en todas partes.


     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Informe emitido por el Comité de célula
    del “Císcar” al Comité de Flota.

    Número de dotación 193. Su estado político
    es el siguiente:

    Dudosos: 3
    Gubernamental: 8
    Antifascistas: 43
    PNV: 15
    ANV: 7
    Izq. Republicana: 4
    PSOE: 2
    PCE: 85 + 3 simpatizantes
    JSU: 3
    FAI: 1
    Juvent. Libertarias: 1
    STV: 10 (varios militantes del PNV y ANV)
    UGT: 11 (varios militantes del PCE)
    CNT: 5 (algún militante del PCE)

    Al mismo tiempo, se están formando
    patrocinadas por el Partido las JSU y existe un grupo numerosísimo
    del SRI que le hacen recaudar cantidades superiores a 2.000
    pesetas.

    El estado antifascista de la dotación
    del buque es excelente quedando solamente grupos que, aunque
    disciplinados y cumplidores de las órdenes de los
    mandos, las acogen con censuras debido a la inseguridad
    tenida en el Estado Mayor y Mando.

    MANDO DEL BUQUE.- El comandante pertenece
    al P. Comunista; su relación con la dotación
    deja algo que desear, no simpatizando con ella;
    es cumplidor
    y hace cumplir las órdenes con disciplina, ignorando
    hasta que punto es competente en táctica naval.

    DELEGADO POLÍTICO.- No existe en el
    buque, aunque ficticiamente está ocupado ese puesto
    por el Sr. Noreña; por esa causa se han presentado
    y siguen presentándose problemas que al intentar
    resolverlos por los mandos y E. Mayor han dado pruebas de
    su falta de táctica política, originándose
    las discordias que se notan entre la dotación.

    ESTADO MAYOR.- La opinión que hay
    a bordo de este organismo es pésima,
    siendo de
    notar el deseo de la dotación de no estar inactiva,
    achacándose todo al E.M. y teniendo que sufrir al
    mismo tiempo los efectos de la mala opinión pública
    sin que una sola vez este Alto Mando salga en defensa ni
    aun lo amortigua; debiendo significarse si algún
    individuo de los que integran las dotaciones de los buques
    en el caso de necesitar apoyo o ventilar algo de este Mando,
    no es atendido debidamente.

    En lo que respecta al estado sanitario, sobresale
    la enfermedad venérea y la incapacidad o falta de
    voluntad del médico, quedando considerado en el grupo
    de dudosos.

    INFORME TÉCNICO.- Este buque, por
    haber sido entregado el 24 de Octubre del año 1936,
    su casco se puede considerar como nuevo en lo que respecta
    a su estado general,
    estando hoy sucio exteriormente
    (necesitando entrar en dique). Sus máquinas pueden
    entrar en el mismo estado de vida del buque, aunque con
    desgastes superiores a lo que le correspondía normalmente
    debido a la mala calidad de algunos materiales y excesivo
    trabajo efectuado por este buque en aguas de Levante. Sus
    características son: potencia, 44.000 caballos que
    dan un máximo de 35 millas, siendo de opinión
    de la parte técnica de la célula que recargando
    las seguridades de las calderas podría aumentar algo
    su velocidad. Este buque se entregó con muchas
    faltas en los cargos.

    ARTILLERÍA.- Esta reúne excelentes
    condiciones por ser nueva de construcción y de gran
    ángulo,
    observándose alguna deficiencia
    en su conjunto con la dirección de tiro por carecer
    el buque de ésta; no obstante, podría conseguirse
    subsanar algunas de estas deficiencias colocándole
    a la dirección auxiliar una red eléctrica
    que dé fuego a la vez a los cuatro cañones.
    Los cañones carecen de aro de demora, siendo necesario
    para mayor eficacia artillera la colocación de éstos.

    MUNICIONES.- En el cargo del buque en tiempo
    de paz corresponden 750 proyectiles de distinta clasificación,
    existiendo en tiempo de guerra un sobrecargo de 1.000. Actualmente
    tenemos a bordo 220 que en caso de un combate en un tiempo
    máximo de 5 minutos nos quedaríamos sin munición.

    En lo que respecta a estopines, se carece a bordo de un
    número necesario, debiendo tener en cuenta que al
    enviar municiones vengan éstas con estopines eléctricos.

    TORPEDOS.- Por ser los montajes de torpedos
    de nueva construcción, funcionan perfectamente,

    no obstante, carecemos de una dirección de tiro completa,
    por la cual el tiro de noche se podría (hacer) a
    la perfección, dando entonces la efectividad necesaria
    a los montajes, pues ahora, por tener que funcionar sin
    este mecanismo que, junto con una buena instalación
    eléctrica con unos buenos aparatos, nos daría
    mayor eficacia. De día ya no hay tanta dificultad,
    por lo tanto, podemos disparar los montajes individualmente
    sin restar eficacia al lanzamiento de torpedos.

    CARGAS DE PROFUNDIDAD.- Para un tiro perfecto
    de cargas contra submarinos tenemos una gran necesidad de
    dotar al barco de unos aparatos llamados “lanza cargas”
    ,
    los cuales, colocados en cada banda, pueden lanzar la carga
    a una distancia determinada, pues el “lanza cargas”
    de que disponemos tiene el inconveniente de que para que
    el lanzamiento resulte eficaz tiene que colocarse el barco
    muy cerca del submarino, lo cual es peligrosísimo
    para el buque.

    ELECTRICIDAD.- Falta este informe (se dará).

    MUY RESERVADO.- Datos después de la
    última operación del día 10.
    Han mejorado mucho las relaciones entre la dotación,
    comandante, 2º comandante y jefe de Estado Mayor (los
    rusos).

    Se han notado las deficiencias en la parte eléctrica
    en relación con el tiro de los cañones y en
    las guardias de vigilancia de cubierta, como también
    en la suciedad del casco. Se gastaron municiones de cañón,
    quedando muy poca de ella.

    Es de notar que en el buque hay muy poco material de
    repuesto, cosa que se nota en los trabajos de electricidad
    y de máquinas.

    A bordo, en El Musel, 12 de Agosto de 1937.

    Mandos del “Císcar” y adscripción
    política:

    Comandante, Juan Antonio Castro Izaguirre.
    PCE
    2º Comandante, José R. Martínez García.
    Gubernamental
    Oficial, Rafael Menchaca Ugalde. PCE
    Id. Enrique Bilbao Bilbao. PSOE-UGT
    Id. Antonio Fernández Santos. PCE-UGT
    Capitán médico, José Monmeu Ferrer.
    (Desconfianza)
    2º Maquinista, Adolfo Babio Arroyo. Antifascista
    3º Maquinista, Feliciano Vila Otero. Id.
    Id. Nicanor Lanao Cusi. PCE
    Id. Jesús Gil Palero. Antifascista
    Id. Basilio Manivesa del Río. PCE
    Id. Ramón Laboríe Solano. PCE
    Id. Manuel Fernández Rosado. Antifascista
    2º Mqnista. Naval, Justo del Río Goiriena. UGT
    Id. Id. Juan M. Ordorica González PNV-UGT
    Auxiliar Máquinas, Rafael López Pineda. Gubernamental
    Id. Id. José Barros Castro. Id.
    Id. Id. Guillermo Mera Cid. Id.
    Auxiliar 1º Naval, Manuel Saavedra Basoa. Id.
    Id. 2º Id. Juan Buhigas Bas. Id.
    Id. Artillería, Manuel Ruiz Vázquez. PCE
    Aux. Electr. y Torp. Pedro Acosta Rivera. (Desconfianza)
    Id. Id. Id. José Campoy Ureña. Gubernamental
    Auxiliar Torpedos, Juan F. Tornell Gómez Antifascista
    Id. Oficinas, José Mª Irusta Mendieta. PNV-STV
    Id. Sanidad, Anastasio Arbe Oleagoitia. STV
    Id. Radio, Francisco López Estrella. Antifascista
    Id. 2º C.A.S.T. Isidoro Ojaos Gálvez. PCE

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Grupo
    de prisioneras de Saturrarán con alguno de
    sus hijos en Septiembre de 1942 (Archivo de E. Piñero).

    Prisioneras de Saturrarán con seis de las monjas
    guardianas en Septiembre de 1942 (Archivo de E. Piñero).

    Hijos de las prisioneras con algunas monjas guardianas
    en Septiembre de 1942 (Archivo de E. Piñero).



    Puerta de entrada a la prisión
    .
    La comunidad de

    la prisión celebra la fiesta del Corpus y las
    reclusas son obligadas a ir a la pro cesión.



    “Pabellón Celular” o celdas de
    castigo.

    En el eran internadas las prisioneras que llegaban
    en espediciones, permanecian en el su tiempo reglamentario,
    para despues pasar a los pabellones. Durante su permanencia
    en él mismo, eran sometidas a ferrea disciplina
    y la falta mas insignificante era castigada con crueldad
    en los sotanos, dándoles como único
    alimento “pan y agua”.



    Pabellón nº 6 Salas y Comedores
    La procesión a su paso por el pabellón
    nº 6. En una de sus salas se hallaba la compañera
    “Rusa” que al mando de una “Brigada
    Internacional” vino a España y fue hecha
    prisionera en los frentes de Guadalajara. En un consejo
    de Guerra sumarísimo fué condenada a
    muerte, conmutándole la pena, por la de reclusión
    perpetua. En la primera expedición salio desterrada
    a las Islas Canarias.


    Pabellón de las Ancianas
    El número de “Ancianas” era muy
    elevado en Saturrarán, con edades de 60 a 80
    años. Con condenas de 30 años y reclusión
    perpetua. Fue admirable el temple de estas “Heroicas
    Mujeres”. La dura disciplina no quebranto su
    idela.


    Pabellón nº 8. Talleres – Capilla –
    Enfermería

    En el Pabellón nº 8 habia 6 grandes salas.
    Uno de sus pisos lo ocupaban las “Madres”,
    mujeres que habian tenidos sus hijos detro de la prisión.
    En la enfermería de Saturrarán nacio
    una niña hija de una valerosa miliciana “Asturiana”.



    Misa de Campaña el día de la “Merced”
    El personal penitenciario celebra la fiesta de la
    “Patrona de los Cautivos”.

    Cuadro Artístico de Saturrarán.

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    En las últimas horas del día veinte de
    Octubre de 1937, los requetés de las brigadas
    Navarras que mandaba el general Solchaga habían
    sobrepasado ligeramente Villaviciosa en su avance hacia
    Gijón. Ese mismo día, el gobierno de Asturias
    y León, reunido bajo al presidencia de Belarmino
    Tomás, acordó por unanimidad ordenar la
    evacuación por mar.
    Se cursaron las órdenes para que el mayor número posible
    de fuerzas del ejército republicano del Norte,
    así como funcionarios y miembros de los partidos
    y sindicatos del Frente Popular, se dirigiesen al anochecer
    hacia los puertos de la zona de costa comprendida entre
    Gijón y Avilés para embarcar con rumbo
    a Francia. Así mismo, se dieron instrucciones
    para la destrucción de todas las industrias estratégicas
    y de guerra, medios de transporte y documentación
    de interés.

    A
    las cinco de la tarde de ese veinte de Octubre, partían
    del puerto de El Musel a bordo del “Torpedero
    nº 3” la cúpula militar y algunos
    dirigentes políticos. Horas más tarde,
    Belarmino Tomás y la casi totalidad de los miembros
    del gobierno de Asturias y León, junto con otras
    personas, zarpaban de ese mismo puerto en el pesquero
    “Abascal”.
    Ambos buques conseguirían
    arribar a puertos franceses sin novedad. Otras sesenta
    embarcaciones de todo tipo también lograrían
    alcanzar las costas francesas del Atlántico.
    En su mayoría, eran pequeños pesqueros
    que iban abarrotados de milicianos y civiles. Otros
    barcos y lanchas, en un total aproximado de veintiséis,
    fueron apresados por la Marina nacionalista que bloqueaba
    la costa. Los avatares de unos y otros han sido relatados
    con detalle en el mencionado libro “Asturias,
    Octubre del 37: ¡El “Cervera” a la
    vista!”

    Mas
    en la zona republicana de Asturias no llegó a
    producirse un vacío de poder. Ausentes las autoridades
    políticas y militares, recayó el mando
    en el coronel de Artillería Franco Mussió.

    Este coronel era el director de la Fábrica de
    Trubia cuando se inició la sublevación
    militar en Africa. Mientras el coronel Aranda se sumaba
    a la sublevación y conseguía dominar Oviedo,
    el coronel Franco se mantuvo leal y la Fábrica
    de Cañones de Trubia estuvo funcionando al servicio
    de las fuerzas republicanas hasta el útlimo día.
    A pesar de disponer de una orden de embarque, el coronel
    Franco se negó a hacerlo y asumió su responsabilidad.
    Hay un gran paralelismo entre la actitud de este coronel
    y la que un año y medio más tarde mantendría
    en similares circunstancias el general republicano Antonio
    Escobar. El destino de ambos sería idéntico:
    el pelotón de fusilamiento.



    El coronel Franco Mussió

    Las
    tareas que se marca el coronel Franco Mussió
    son elementales y limitadas: mantenimiento del orden,
    evitando que se produzcan víctimas, y tratar
    de que a última hora no se cometan desmanes ni
    destrucciones. Le auxilian en su misión los comandantes
    Bertrand y Espiñeira, los capitanes Revilla y
    Bonet, el teniente Alau y otros
    . Una de las primeras
    medidas que toma es ordenar a los batallones que estaban
    en Gijón que se dirigiesen hacia Avilés
    para evitar cualquier intento de resistencia a la entrada
    nacionalista en la ciudad. No da la orden de destrucción
    de fábricas y minas, retrasándola y sustituyéndola
    en algunos casos por la de “inutilización
    temporal”, lo que contribuye a crear confusión
    y a que, en último término, no se lleve
    a cabo. Ordena la puesta en libertad de los presos,
    entregándoseles algunas armas para que contribuyan
    al mantenimiento del orden hasta la entrada de las tropas
    nacionalistas. Envía al encuentro de las columnas
    que avanzan desde Villaviciosa al capitán Altuna
    junto con un aviador alemán que estaba preso
    en Gijón para que atestiguara lo que estaba sucediendo.

    En los tejados de las casas se colocan banderas blancas
    y se mantienen funcionando los servicios indispensables
    de la ciudad y de las fábricas. Por último,
    el coronel Franco Mussió dio la orden de rendición
    a los frentes.

    A
    las once y media de la mañana del día
    21, el dirigente de la Falange de Avilés, Márquez,
    estableció contacto por radio desde Gijón
    con el Estado Mayor del VIII Cuerpo de Ejército
    nacionalista.
    A partir del mediodía, varias
    escuadrillas de aparatos nacionalistas sobrevolaron
    reiteradamente Gijón a baja altura. A las tres
    y media de la tarde, un grupo de oficiales franquistas,
    acompañados de requetés, se entrevistó
    con los mandos republicanos. La ciudad está ya
    en manos de la “quinta columna”, es decir,
    de derechistas que hasta entonces estaban presos o escondidos,
    y de gentes que cambian de chaqueta, a los que se suman
    los que empiezan a hacer méritos para congraciarse
    con los que van a ser los nuevos amos de la situación.

    La
    IV Brigada de Navarra entró en Gijón por
    Somió sin disparar un solo tiro.
    El cronista
    oficial de las operaciones del ejército de Franco,
    que firmaba bajo el seudónimo de El Tebib Arrumi,
    lo contaba de esta manera:

    «(…)La
    Cuarta Brigada de Navarra, que es la que más
    cerca se hallaba de Gijón, emprendió la
    marcha a las ocho de la mañana, y en sólo
    cinco horas cubrió los 36 kilómetros que
    la separaban. Treinta y seis, porque estaban volados
    varios puentes y fue preciso hacer un largo rodeo por
    caminos apartados. El avance fue tan veloz que a las
    cinco de la tarde los requetés se hallaban en
    “El Puentín”.

    Fui
    invitado por el general jefe de las Brigadas a entrar
    en Gijón. Hicimos la entrada junto con Camilo
    Alonso, precedidos por los carros de asalto.
    Gijón
    no nos esperaba tan pronto, y no bien comenzaron a entrar
    las primeras fuerzas, el entusiasmo se desbordó…»

    A
    las seis de la tarde, el coronel Franco hacía
    entrega del mando de toda la Asturias republicana al
    coronel Camilo Alonso, jefe de la IV Brigada de Navarra.

    Se había mantenido el orden durante veinticuatro
    horas, no se habían cometido asesinatos ni desmanes
    de ningún género y tampoco se llevaron
    a cabo las destrucciones planeadas.

    El
    coronel de Artillería José Franco Mussió
    fue sometido a un consejo de guerra de oficiales generales
    que se celebró en Oviedo el día ocho de
    Noviembre de 1937. Junto a él, se sentaron en
    el banquillo otros jefes y oficiales de Artillería
    destinados en la Fábrica de Cañones de
    Trubia. Acusados de traición, fueron condenados
    a pena de muerte y ejecutados cinco días después
    en un campo próximo al “Stádium”
    (Los Catalanes).

    Para
    el resto de la población comenzaba también
    la represión. Los presos y la “quinta columna”,
    antes aún de la entrada de las Brigadas Navarras,
    habían empezado ya con los ajustes de cuentas,
    las detenciones, los apaleamientos, los asesinatos…

    Autoridades
    nacionalistas

    -Gobernador
    Militar de Asturias: General Rafael Latorre Roca.

    -Gobernador
    Civil: Gerardo Caballero.

    –      
    ”           
    ”  Octubre-38: José Ceano Vivas-Sabau
    (coronel de Infantería)

    -Delegado
    Orden Público de Gijón:  Capitán
    de la Guardia Civil José Alonso

    Martínez
    de Celada. Interino: tte G. C Castor Ramos

    -20-3-38
    Nuevo obispo: Manuel Arce Ochotorena

    -Primer
    alcalde interino: Alberto Menéndez Setién
    (estuvo preso hasta la entrada de los nacionales).

    -Delegado
    de Orden Público: Pedro Martínez García.

    -Subdelegado
    de Orden Público: Agustín Tato.

    -Capitán
    Policía Armada: José G. Parreño.

    -Alférez
    de la 42 compañía de Asalto: Fernando
    Rubio de la Riva,

    -Comandante
    militar (Nov.-37): Teniente coronel Eloy Soto Menlle.

    -11-11-37
    Toma posesión sustituyendo al coronel Gerardo
    Mayoral.


    Tte. coronel Cte. Militar de Gijón Javier Soto
    Reguera (o Rivera)

    -3-6-38
    Nuevo Cte. Militar de Gijón: Manuel Tuero Castro,
    coronel del Regimiento de

    Simancas
    (estuvo en defensa Alcazar de Toledo)

    -Comandante
    Militar interino, teniente coronel de Caballería
    Martín Uzquiano.

    -19-7-39
    Delegado Prov. de Justicia y Derecho, Silva Melero

    -Nueva
    Gestora Municipal (8-11-37):

            
    Alcalde:                      
    Paulino Vigón Cortés

            
    Interior y Ceremonial:    Julio Gavito
    Arroyo

            
    Beneficencia/Sanidad:   Avelino González
    Fernández

            
    Cultura:                       
    Antonio Fernández Cobo

            
    Hacienda:                    
    Julián García Cifuentes

             
    Abastos:                     
    Manuel Fernández Sánchez

             
    Luz, Agua y Alcant.:      Oscar
    de la Riera Acebal

             
    Policía Rural:               
    Julio Paquet Cangas

             
    Policía Urbana:             
    Manuel García Manso

    -19-7-39
    Comisario-jefe de la Comisaría Investigación
    y Vigilancia, Juan Sánchez Pérez.

    -Subdelegado
    de Hacienda: R. D. de Lastra, 19-7-39, Altolaguirre.

    -19-7-39
    Aduana, Carlos Rúa Figueroa.

    -Jefe
    Servicios de Intendencia: Comandante Ignacio Sanguesa

    -Jefe
    Local FET y de las JONS: Roberto Paraja. Antes 19-7-39,
    Rodríguez Navia.

    -Delegado
    Local de Prensa y Propaganda: T. Martín Escobar

    -Jefe
    Local del SEU: Guillermo Rodríguez Quirós;
    sede: Cabrales, 49

    -Jefe
    Milicias Flechas, Guillermo Rocha

    – 
    ”        ”      
    Cadetes, Carlos Méndez Cuervo

    -Jefe
    de Centuria: José Manuel Risueño

    -Subdelegado
    del  Llano de FET de JONS: José Luis Moro

    -Delegado
    de Tremañes de   ”     
    ”     ”   
    : Angel González

    Andrés
    Escandón Guardado, jefe de Falange de Luanco.

    Personal
    de servicio el 17-11-37 en la cárcel de El Coto:

    Oficial
    Antonio Valle, inspector de Servicios y Oficina.

    Oficial
    Francisco Fernández, Cocina y Enfermería.

    Guardias:
    José Piñera (Oficina), Angel Casielles
    (diligencias), Alfredo M. Fano (Rastrillo), Higinio
    Marqués (1ª Gal.), Manuel González
    (2ª Gal.), Ovidio Castro (3ª Gal.), Carlos
    Vallina (4ª Gal.).

    Auxiliares:
    Ernesto Linaje, Fco. Sáinz, Luis García,
    Ramón Eufemiano Soto, Emilio Martín Foyaca,
    José Quintela, Fco. Martínez, Tomás
    Carro, Amador Fdez., Pedro Murcia, Ramón Cuervo,
    Benito Fernández, Corsino Menéndez, Manuel
    García, Constantino Vázquez, Fco. Díaz.

    -Directores
    de la cárcel de El Coto:

    Conrado
    Sabugo Collantes,

    Santos
    Ibáñez

    Eduardo
    de Carantoña y Gullón

    Rafael
    Avila Guzmán

    Consejo
    de Guerra. Tribunal Permanente nº 1

    Presidente:
    Comandante Caballería Luis de Vicente

    Fiscal:
    Alférez honorífico del Cuerpo Jurídico
    Antonio Iglesias

    Secretario
    del Consejo: Bonifacio Lorenzo Somonte

    Defensor:
    Capitán Infantería Amable Cerviño

         
    ”        Teniente
    Luis Barreiro Paradela

    Consejo
    de Guerra sumarísimo de oficiales generales.

    Presidente:

    General
    de División, Ambrosio Feijoo Pardiñas.

    Vocales:

    Coronel
    de la Guardia Civil, Pedro Romero.

    Coronel
    de la Guardia Civil, Emilio Cortés.

    Coronel
    de la Guardia Civil, Miguel Arredonda.

    Teniente
    coronel de Artillería, José Mª Fernández
    Ladreda.

    Teniente
    coronel de Caballería, Martín Uzquiano.

    Vocal
    Ponente:

    Brigada
    auditor, Hernán Martín Barbadillo.

    Fiscal:

    Teniente
    auditor, Joaquín Otero Goyanes.

    Defensor:

    Capitán
    de Artillería de Costa, Darío Pérez
    López.

    Otro
    tribunal de oficiales.

    Tribunal:

    Presidente:
    general de División, Ambrosio Feijoo Pardiñas

    Vocales:

       
    Coronel de Infantería Emilio Cortés Reyes

       
    Coronel de Infantería, Alfonso Velayos Valenziaga.

     
      Coronel de Infantería, Miguel Arredonda
    Lorza

       
    Coronel de Artillería, Ginés Montel Martínez.

       
    Teniente coronel de Infantería, César
    Mateos Rivera

    Vocales
    suplentes:

       
    Teniente coronel de Inválidos, Eladio Amigó.

    Vocal
    Ponente:

       
    Auditor de Brigada, Hernán Martín Barbadillo.

    Fiscal:

       
    Teniente Auditor de primera, Joaquín Otero Goyanes.

    Defensor:

       
    Alférez provisional de Infantería, Elías
    González Castaño.

    Otro
    tribunal de oficiales:

    Tribunal:

    Presidente:

    General
    de brigada Angel García Benítez.

    Vocales:

    Coronel
    de Infantería Adolfo Velayos Valenciaga.

    Coronel
    de Infantería José Voyer Méndez.

    Teniente
    coronel de Infantería César Español
    Núñez. 

    Teniente
    coronel de Infantería José Rodríguez
    Abella.

    Teniente
    coronel de Caballería Martín Uzquiano
    Leonard.

    Vocales
    suplentes:

    Coronel
    de Infantería Cecilio Arias Fariña.

    Teniente
    coronel de Infantería Antonio Gómez Iglesias.

    Vocal
    ponente:

    Auditor
    de Brigada Hernán Martín de Barbadillo
    Paúl.

    Fiscal
    Jurídico Militar de la Región:

    Teniente
    auditor de primera Joaquín Otero Goyanes.

    Defensores:

    Capitán
    de Asalto José González Díaz Parreño.

    Capitán
    de Artillería López.

    Capitán
    de Intendencia, Rodríguez Vega.

    Victor
    Manuel Morán Prendes, alférez jurídico
    de los juzgados militares nº 4; 5 y 6

    Alejandro
    Harguindey Salmonte, teniente juez instructor.

    Julio García Rosado, capitán
    honorífico jurídico.

    Miralles,
    Ambrosio Iglesias y Daniel Apilánez Albaina;
    vocal ponente, Valentín Silva.

    16-5-38
    (Lunes)

    SE
    SUSPENDEN LOS CONSEJOS DE GUERRA

    POR
    TRASLADARSE EL TRIBUNAL

    AL
    CAMPO DE CONCENTRACIÓN

    DE
    CAMPOSANCOS (PONTEVEDRA)

    27-5-38

    Presidente:
    Manuel Herbella Zobel

    Vocales:
    Andrés Gutiérrez García, Valentín
    Méndez, Manuel Armesto, Eugenio … Saiz.

    El
    12-12-39, formaban el tribunal del consejo de guerra
    permanente de Oviedo:

    Presidente:
    Eleuterio Velasco Joaquín

    Vocal
    ponente: Valentín Silva Melero.

    Juzgados
    de Gijón.

    Juez:
    Juan Olano de la Torre; secretario: Agustín Eleno
    Luengo.

    Antonio Solares Cabal, juez municipal accidental
    del distrito de Oriente.

    Antonio Pizarro Carrión, secretario.

    Consejo Supremo de Justicia Militar.
    Diciembre de 1941.

    Presidente: R. Del Portal.

    Consejeros: Valdés Cabanilles, Conde
    Pumpido, Topete Urrutia y F. De la Mora.

    Niños
    menores de 15 años naturales de Gijón
    fallecidos por enfermedad en esta ciudad.

    Del
    22-10-37 al 22-11-37                       Comparación
    tiempos normales (1935)

    (Primer
    mes de ocupación nacionalista)           
    Del 21-10-35 al 21-11-35

    Distrito
    de Oriente:               
    55                       
    Distrito de Oriente:                      
    10

    Distrito
    de Occidente:           37                       
    Distrito de Occidente:                  
      8

    Comparación
    con el mes anterior (último del gobierno republicano)

    Del
    20-9-37 al 20-10-37

    Distrito
    de Oriente:               
    26

    Distrito
    de Occidente:           22

    José
    Enrique Llera Iglesias: “Dentro del mal, los que
    estábamos en la Plaza de Toros teníamos
    cierta seguridad.”


    José Enrique Llera en 1942

    (Texto
    extraído de las memorias manuscritas inéditas
    tituladas: “Prisionero del odio”)

    «Pertenecía
    como soldado al Batallón “Asturias”
    nº 218 que mandaba Tano “el de Olloniego”,
    uno de los comandantes que aguantó en el frente
    hasta el último momento y no abandonó
    a sus tropas como otros. Veníamos retrocediendo
    del frente de Arriondas.

    Un
    grupo de cuatro amigos nos teníamos marcada una
    meta: llegar a Gijón antes de la rendición
    a ver si podíamos coger un barco con el que llegar
    a Francia, pasar de nuevo a España por la frontera
    de Cataluña, incorporarnos al ejército
    de la República y seguir luchando.
    Después
    de mil peripecias y al cabo de dos días, alimentándonos
    con manzanas y castañas, llegamos a Gijón
    la noche del diecinueve o el veinte de Octubre.

    En
    Gijón, el espectáculo era dantesco, con
    el gran resplandor de los depósitos de gasolina
    de la CAMPSA incendiados iluminando a la ciudad en tinieblas.
    Por las calles había personal civil y soldados
    por miles. Unos, con la ilusión de embarcar;
    otros, que se marchaban para los pueblos de los alrededores
    y, otros más, a esconderse donde buenamente pudiesen.

    Había una psicosis general de miedo a la represión;
    era como un presentimiento que, fatalmente, se cumplió.
    Fueron muchos los miles que, unos por las “chekas”
    de Falange y otros en consejos de guerra sumarísimos,
    perdieron la vida.

    A
    la entrada de Gijón nos dividimos en dos grupos.
    Dos compañeros de Mieres, de los que nunca más
    volví a saber nada, se dirigieron directamente
    para El Muelle, mientras que el otro y yo nos fuimos
    para su casa. Gran alegría llevó su madre
    al verle llegar. Nos dio de cenar y, mientras cenábamos,
    teníamos los pies metidos en agua caliente con
    sal, lo cual, como estaban llenos de llagas de tanto
    caminar, nos sirvió de gran alivio.

    Cuando
    nos dispusimos a partir, la madre, llorando y suplicando,
    se plantó en la puerta y consiguió convencer
    a su hijo para que se quedara. Marché, pues,
    solo; desde Ceares en dirección al Muelle. Había
    guerreras y gorras militares tiradas por doquier
    .
    Los urinarios que había en el Paseo de Begoña
    estaban atiborrados de ellas.

    Una
    vez en El Muelle, me puse en una larga cola que había
    para subir al “María Elena”,
    un barco del gobierno de Euzkadi que llevaba varios
    meses en el puerto. Faltarían unas veinte personas
    para llegarme el turno para embarcar, cuando se formó
    un tiroteo. En medio de un gran desconcierto, todo el
    mundo echó a correr, y yo me refugié en
    un portal. Cuando renació la calma y volví
    a la zona de embarque, el “María Elena”
    ya había levado anclas, retirado la pasarela,
    y, poco a poco, se alejaba del muelle, iniciando una
    singladura que le llevaría a su meta. Años
    después, supe que este barco, sobrecargado como
    estaba y con una gran vía de agua en una de sus
    bodegas, logró llegar a Francia, hundiéndose
    pocas horas después en el puerto de Burdeos.

    El
    cansancio era enorme, pero, no obstante, me uní
    a un grupo y partimos caminando hacia El Musel, a ver
    si en este puerto teníamos mejor suerte, pues
    nuestra obsesión era marcharnos a toda costa.
    Mas tampoco allí nos acompañaría
    la fortuna, y ya no hubo forma alguna de embarcar. Agotados
    como estábamos, regresamos a Gijón. Llegamos
    de madrugada, nos sentamos en un portal y nos quedamos
    dormidos. Cuando despertamos era ya de día. Por
    las calles se empezaban a ver grupos armados que por
    la pinta que tenían -unos, con la barba muy crecida,
    y otros, muy pálidos- pensé, y acerté,
    que eran de la “quinta columna” o “emboscados”,
    que así se solía llamar a esta clase de
    elementos.

    En
    vista de lo difícil que se nos ponían
    las cosas, optamos por separarnos y cada uno tiró
    por un lado; además, todos éramos de diferentes
    pueblos de la provincia. Deambulé por Gijón
    de un lado para otro, sin saber qué hacer ni
    a dónde ir. El estómago pedía comida
    y, para engañarle, bebí un vaso de agua
    que me dieron en una casa. Esa noche dormí en
    un agujero entre los escombros de una casa medio destruida.

    Al
    día siguiente, desperté temprano: el hambre
    es mala compañía para dormir. Me dispuse
    a salir de Gijón porque, pensé, manzanas,
    por lo menos, las encontraría. Aquel año
    hubo una de las mayores cosechas de manzana que se conocieron
    en Asturias.

    Cerca
    del puente del río Piles, por la carretera de
    Somió, a ambos lados de la carretera y con un
    estandarte y una bandera al frente, vi dos interminables
    filas de soldados que se dirigían a la ciudad:
    comenzaban a llegar a Gijón las primeras tropas
    de ocupación. Tuve miedo de cruzarme con ellas,
    di media vuelta, y otra vez a deambular por las calles.
    En las aceras de la calle Corrida, junto a la Telefónica,
    se agolpaba la gente. Fui a ver qué ocurría
    y eran las tropas que desfilaban por la principal arteria
    de la villa. A mi lado estaba un muchacho de diecisiete
    años, evadido de Oviedo, que había sido
    soldado del Batallón “Sangre de Octubre”.
    Estaba desmoralizado, como todos: “Ahora -me decía-,
    ¿cómo me presento yo en Oviedo?”
    “¿Y cómo me presento yo en Colunga?”,
    le contesté yo. Porque aunque uno no hubiese
    hecho mal alguno, parecía que se presentía
    el futuro, y el horizonte se veía muy negro.

    En
    la calle Corrida, atravesada de un lado a otro de la
    calle, había una monumental pancarta con el famoso
    eslogan de “¡No pasarán!” Los
    soldados, al pasar desfilando por debajo de ella, unos,
    sonreían, y otros hacían gestos de burla.
    Un sargento, mirando muy serio para la acera, dijo en
    voz alta: “¡Ya estamos pasando!, ¿qué
    nos vais a hacer?” Esto fue para mí ya
    la primera humillación.

    Más
    tarde, anunciaron por unos altavoces que en Los Campos
    se iba a servir comida fría a los miles de milicianos
    que había por las calles. La “fame”
    pudo más que el amor propio, me dirigí
    allí y me puse en la larguísima cola.
    Por fin, me llegó el turno y me dieron lo que
    a todo el mundo: un panecillo, una lata de sardinas
    y dos onzas de chocolate. Todavía no habían
    comenzado las detenciones ni represión alguna.
    Tiempo después, comprendí que lo hacían
    para que nos confiásemos y, después, la
    redada fuese más fructífera, como así
    fue.

    Me
    senté a comer en el suelo y a unos metros vi
    a mi amigo y vecino Enrique Granda. Hacía meses
    que no nos veíamos y el encuentro nos alegró
    mucho. Hablamos largo y tendido de nuestro común
    problema: el regreso a casa. Optamos por coger el toro
    por los cuernos y decidimos partir para Colunga.

    A
    la salida de Gijón, nos encontramos con un guardia
    civil de Colunga que había pasado la guerra defendiendo
    Oviedo.

    -¡Hola!,
    ¡hola! -Nos dijo al vernos-. ¡Vaya parejina!,
    ¿a dónde vais?

    -Pa
    casa -contestamos-.

    -Bueno,
    bueno. En Colunga os quiero yo ver.

    Y
    el guardia civil siguió camino adelante.

    Con
    este precedente, a punto estuvimos de dar la vuelta.
    Pero más que el temor a lo que nos pudiera ocurrir
    podía el ansia de saber algo de nuestras familias.
    Junto a Colunga había un campo de aviación
    y éste y la villa habían sufrido durísimos
    bombardeos de los “Junkers” nazis, y tanto
    mi amigo como yo, hacía tiempo que no sabíamos
    nada de la familia.

    En
    Somió, nos cruzamos con una larguísima
    fila de soldados de Infantería que se dirigían
    a Gijón con sus carros, camiones y mulos. Ocupaban
    toda la calzada y nosotros, cabizbajos y sin apenas
    mirarlos, caminábamos por la cuneta. De repente,
    un teniente nos llama la atención y nos dice:

    -¡Oigan,
    a la bandera se le saluda!

    -¿Con
    qué mano, con la derecha o con la izquierda?
    -Pregunté yo-.

    No
    sé cómo se me ocurrió, pero me
    salió espontáneo.

    -¡Qué
    cínico! ¡Con la derecha! ¡Así!
    -Exclamó el teniente, al mismo tiempo que levantaba
    el brazo extendido y hacía el saludo fascista.

    -¡Qué
    creen ustedes, que están todavía entre
    los rojos! -Añadió.

    Total,
    que levantamos el brazo y seguimos caminando. Pero era
    tal la cantidad de banderas y estandartes que portaban
    que teníamos que ir prácticamente caminando
    con el brazo en alto. Algunos se reían y nos
    llamaban “rojos” e “hijos de puta”.
    Tragando bilis, nos metimos por la primera “caleya”
    que vimos y en una pomarada llenamos la barriga y los
    macutos. Luego, nos tumbamos detrás de una “sebe”
    a esperar pacientemente a que pasara la columna.

    Continuamos
    rumbo a La Providencia y un “Junker”, seguramente
    de reconocimiento, pasó a cincuenta metros por
    encima de nuestras cabezas. Nos tiramos al suelo y nos
    quedamos inmóviles. Se le veían perfectamente
    los tubos de las ametralladoras y al nazi que iba detrás
    de ellas.

    Al
    llegar a Quintueles, salimos a la carretera, y ahí
    terminó nuestro viaje y nuestra libertad. Unos
    soldados de las Brigadas Navarras que estaban jugando
    al fútbol nos llamaron y nos preguntaron si llevábamos
    pase. Al responder negativamente, nos dicen que nos
    lo dará el alférez y un soldado nos manda
    acompañarle hasta una casa situada en el comienzo
    de la bajada al puente de Arroes. Había allí
    una docena de milicianos en fila y, según llamaba
    un soldado que estaba en la puerta, iban entrando de
    uno en uno.

    Me
    puse algo nervioso y pedí permiso para ir a hacer
    mis necesidades. Como nos habían dicho que tuviéramos
    la cartera preparada, aproveché para romper el
    carnet de la CNT y el certificado de las Fuerzas Aéreas
    del Norte de España, en el que figuraba como
    aprobado para hacer el curso de piloto.

    Para
    lo de piloto nos habían reunido en Santander
    hacia el diez de Junio del treinta y siete a unos quinientos
    jóvenes de entre dieciocho y veintidós
    años. La mitad iríamos a Francia y la
    otra mitad a Rusia, a hacer un curso de una duración
    de seis meses, al cabo de los cuales y con sesenta horas
    de vuelo se salía de la academia como sargento
    piloto y te incorporabas a las Fuerzas Aéreas
    de la República. El viaje lo íbamos a
    hacer en el trasatlántico francés “Lafayette”,
    que ya estaba anclado en el puerto. La ofensiva fascista
    sobre Reinosa echó por tierra todos esos planes.

    Me
    llamaron y entregué al alférez de las
    Brigadas Navarras la cartera con algunas fotos, documentos
    sin importancia y “belarminos”, los billetes
    de banco del Consejo de Asturias y León. Tenía
    también cuarenta y ocho pesetas en monedas de
    plata, y esas no las entregué. Me pasaron a la
    parte posterior de la casa, un patio y un gallinero
    bastante amplios, que estaban repletos de camaradas
    de distintos batallones. Al oscurecer, nos sacaron a
    la carretera y nos llevaron formados a un lagar, a unos
    cien metros, donde nos encerraron. Por la noche, nos
    llamaron y nos devolvieron las carteras, sin que en
    la mía notara falta alguna.

    Al
    día siguiente, como no nos daban nada de comer,
    pedimos permiso al soldado de guardia y cogimos manzanas
    de una pomarada que había frente al lagar. Por
    la tarde, uno de los soldados se puso a escribir una
    carta y nos preguntó cómo se llamaba aquel
    pueblo. Charlamos un rato con él y le contamos
    el tiempo que llevábamos comiendo sólo
    manzanas, y la “tristeza” que nuestros estómagos
    tenían. Nos llevó con él a la casa
    que hacía de cuartel, sacó de su mochila
    dos chuscos bastante duros y dos latas de conserva y
    nos los dio. Lo devoramos todo sin pestañear,
    y el pan nos sabía igual que recién cocido.

    Todos
    estos soldados de las Brigadas Navarras, en la parte
    izquierda de la guerrera, a la altura del corazón,
    llevaban prendida una medalla del “Corazón
    de Jesús” con esta inscripción:
    “¡Detente bala!” Esto demuestra el
    fanatismo que por aquellos tiempos tenían estas
    tropas.

    Llevábamos
    ya dos días encerrados en el lagar y seguían
    sin darnos de comer, por lo que nos teníamos
    que arreglar con las manzanas de la pomarada próxima.
    Continuaban llegando más milicianos, seríamos
    más de cien, y el lagar era insuficiente para
    acogernos y no había espacio ni para poder sentarse.
    Entonces, nos sacaron, nos formaron en columna de tres
    y con fuerte escolta emprendimos el regreso a Gijón.

    Nos
    llevaron a la Plaza de Toros, donde había miles
    de camaradas en la misma situación que nosotros.
    También había prisioneros en El Cerillero,
    La Iglesiona, El Coto, Falange y en las cuadras del
    cuartel de la Guardia Civil de Los Campos. Por las noches,
    sentíamos tiros y ráfagas de ametralladora
    y creíamos que eran partisanos: ¡qué
    equivocados estábamos! Los disparos eran en la
    playa, en La Providencia o en el cementerio de Ceares,
    lugares preferidos por las “chekas” (de
    Falange) para efectuar sus asesinatos. De La Iglesiona,
    por camiones sacaban a los prisioneros para asesinarles
    en Ceares. La brutal, salvaje y ensañada represión
    sobre el vencido comenzaba así en Gijón.

    Dentro
    del mal, los que estábamos en la Plaza de Toros
    teníamos cierta seguridad. Dos o tres veces que
    fueron los de las “chekas” a sacar presos
    y los militares que estaban de guardia los despacharon
    de mala manera.
    Una de las veces, en pleno día,
    un teniente les llamó asesinos y les dijo que
    si no se marchaban inmediatamente ordenaba a sus soldados
    hacer fuego sobre ellos. Estos hechos ocurrieron en
    la calle, frente a la entrada principal de la Plaza.
    Lo vimos todos los que estábamos paseando por
    la parte interior de la verja, porque hasta por la noche
    no nos cerraban dentro de la Plaza. Dormíamos
    en el suelo, sobre unas tablas y, para combatir el frío,
    encendíamos fogatas con la madera de la propia
    Plaza.

    Al
    lado mío, había un grupo de gallegos,
    los cuales, bien ignorantes estarían de la situación,
    hacía poco tiempo que se habían pasado
    a nuestras filas por el frente de San Esteban de Pravia.
    Esos tenían un verdadero problema, pues, supongo,
    más tarde el juez les juzgaría como desertores.

    Después
    de llevar siete días a base de manzanas, al día
    siguiente de llegar a la Plaza de Toros comenzaron a
    darnos de comer. También empezaron los palos.
    Irrumpían dentro de la plaza los guardias de
    Asalto y al grito de: “¡A formar!”,
    comenzaban a dar patadas, hostias y culatazos. En quince
    días que duró mi estancia en la Plaza,
    solamente me cazaron una vez que estaba sentado, pues,
    de pie, corría más que ellos. Me dieron
    un culatazo en el pecho que me tiró de espaldas.
    Me levanté como si tuviera un resorte y emulando
    al mejor velocista llegué a la formación.
    Tuve dolores en el pecho y un renegrón que me
    duró más de un mes. Esto fue al principio,
    porque, luego, ya pusimos “guardias” en
    las puertas que nos avisaban cuando venían los
    de Asalto y echábamos a correr de un lado para
    otro. En honor a la verdad, debo decir que los militares
    encargados de nuestra vigilancia, durante mi estancia
    en la Plaza, no pegaron a nadie. Eran siempre los de
    Asalto, claro que alguna autorización presentarían
    para que los dejaran pasar.

    Un
    día, nos pusieron tropas de Regulares, moros,
    de guardia; pero al día siguiente los retiraron
    y volvieron los soldados españoles.

    Desde
    la verja, vi pasar por la calle a un soldado que era
    de Gobiendes y al que conocía. Le llamé,
    hablé con él y por su mediación
    pude mandar aviso a mi madre, que me vino a ver y me
    trajo castañas cocidas, nueces y chocolate, que
    no sé de dónde lo habría sacado
    la pobre; y también una manta. Le pregunté
    por mi hermano y me dijo que hacía más
    de un mes que nada sabía de él.

    Bastante
    tiempo después, por su propia boca, pude conocer
    la odisea de mi hermano, desde que le hicieron prisionero
    en El Mazuco hasta terminar yendo a dar a un Batallón
    Disciplinario en el Campo de Gibraltar. Merece la pena
    dejar un momento mis memorias para contar cómo
    hicieron prisionero a mi hermano. Luego, quien esto
    lea que saque sus conclusiones sobre los motivos que
    tuvieron los autodenominados “cruzados”
    para traer a los enemigos de la cruz a ayudarles.

    “Estábamos
    -cuenta mi hermano- en pleno combate en la Sierra del
    Mazuco, cuando sentimos gritar a nuestras espaldas:
    “¡alto, paisa!, ¡alto, paisa!”
    Nos coparon, pensé. Miro tras de mí y
    veo a un numeroso grupo de moros. Los teníamos
    a nuestras espaldas apuntándonos y con las bayonetas
    caladas. Nosotros seríamos unos cincuenta. Levantamos
    los brazos y se acercaron a nosotros y empezaron a cachear
    a la gente. Lo quitaban todo: botas, carteras, relojes,
    chaquetas de cuero, todo. Y luego los asesinaban hundiéndoles
    la bayoneta. Me llegó el turno; me estaba quitando
    las botas y no acertaba. El moro, bayoneta en ristre,
    me metía prisa. Yo no podía más,
    viendo la muerte en las manos de aquel asesino. Me acordé
    de mi hija que, con poco más de un año,
    se quedaba huérfana. Me hice por mí las
    necesidades, pues en esos momentos los valientes no
    existen. Como en el cine, la salvación llegó
    en los últimos segundos: la mía y la de
    dieciséis compañeros más. Apareció
    un alférez español de Regulares que, fusta
    en mano y hablando en árabe muy indignado, empezó
    a repartir fustazos a diestro y siniestro. De esta forma
    se terminó la matanza. Nos puso una escolta de
    soldados españoles y nos bajaron para Llanes.”
    Y así terminó mi hermano su relato.

    [En
    un panegírico dedicado a J.E. Casariego y escrito
    por varios autores, un artículo de Juan A. Cabezas,
    titulado: “J.E. Casariego: un asturiano leal,
    humanista y humanitario”; y en el se dice lo siguiente:
    “(…)Siempre demostró Casariego la fidelidad
    a sus ideas, pero jamás utilizó la venganza
    y la crueldad con sus enemigos. Se hizo notorio su comportamiento
    con un grupo de prisioneros “rojos”, capturados
    por su unidad en los combates de la asturiana Sierra
    de Cuera, en el concejo de Llanes. Como sabía
    que iban a ser fusilados, los llevó a “tierra
    de nadie”, ordenó al piquete que disparasen
    al aire varias ráfagas de fusil ametrallador
    y mandó a los prisioneros (jóvenes bisoños
    de las últimas quintas movilizadas por los republicanos)
    que huyesen por el monte. Con aquel fingido “fusilamiento”,
    salvó el capitán Casariego una veintena
    vidas.”

    La
    pregunta que surge inmediatamente es si todavía
    tras más de un año de guerra seguía
    siendo la norma en el ejército nacionalista fusilar
    a los prisioneros. En caso afirmativo, entonces los
    moros no hacían sino lo que veían hacer…]

    Entre
    otros, estaba en la Plaza de Toros un tal Rendueles,
    que en el año treinta y seis era portero de fútbol
    del Sporting. Era muy simpático y un tanto alocado.
    Todos los días llegaba gente preguntando, unos,
    por sus familiares; otros, indagando en plan policiaco
    si estaba determinada persona para, luego, reclamarla.
    Como éramos varios miles y todavía no
    nos habían hecho filiación alguna, cuando
    venían a preguntar por alguien, el oficial de
    guardia acudía a Rendueles y éste se subía
    a un destartalado camión que estaba junto a la
    verja y pedía silencio; contaba un par de chistes
    y nombraba a la persona reclamada. Esta, según
    viera quién preguntaba por ella, lo cual era
    fácil de averiguar, pues el oficial la acompañaba,
    se presentaba o no.

    Al
    lado de la Plaza de Toros estaba el chalet de Víctor
    Salas y lo habilitaron para oficinas. Un día,
    pidieron voluntarios para hacer la filiación
    de vascos y montañeses, y, entre otros, salimos
    Granda y yo. La filiación o ficha constaba de:
    nombre y apellidos, edad, pueblo del que eras natural,
    partido político al que pertenecías, si
    habías ido voluntario al frente o por la quinta,
    graduación, si te habías entregado o te
    habían hecho prisionero, con armas o sin ellas
    y de qué clase. Ese trabajo duró cinco
    días, durante los cuales podíamos comer
    en la cocina y repetir las veces que quisiéramos.

    Otro
    día, a la hora de la comida, se presentó
    un equipo de cine alemán y nos estuvo filmando
    durante media hora. Ese día nos habían
    dado rancho extraordinario y postre, y un kilo de pan
    blanco por persona. Se ve que la propaganda la tenían
    bien organizada.

    Llevaríamos
    quince días en la Plaza, cuando un día
    de principios de Noviembre llegan los de Asalto en tromba
    y dando leña a todo el mundo como siempre. Pero
    esta vez mandan que los asturianos formásemos
    dentro de la Plaza. Creíamos que era una formación
    más, pero, no sé por dónde se supo,
    pronto circuló el rumor de que nos marchábamos.
    Formar a más de mil personas con edades que iban
    de los dieciséis a los sesenta años y
    con los de Asalto repartiendo leña origina confusión
    y lleva su tiempo. Rápidamente, me fui al lugar
    en el que acampaba, cogí una manta, el macuto
    con ropa, la maquinilla de afeitar, el plato y la cuchara,
    y volví a la formación, que aún
    tardó en terminar de hacerse. Igual que yo hicieron
    otros, y acertamos, pues una vez formados nos sacaron
    de la Plaza. Me quedó allí otra manta
    y casi toda la comida que me había llevado mi
    madre, todo lo cual di a los gallegos.

    A
    la salida de la Plaza, una chica, llorando, gritó:
    “¡Adiós, padre! ¿Dónde
    te llevan?” Y al mismo tiempo trató de
    darle un abrazo. Un guardia de Asalto le pegó
    una bofetada, la cogió bruscamente por un brazo
    y gritando: “¡Hala, roja, tú también!”,
    la metió en la formación. La llevó
    hasta El Muelle y allí la mandó marchar.

    Fuimos
    caminando por Marqués de San Esteban, sin saber
    si el destino era la Estación del Norte o El
    Musel. Sería El Musel. Entre mi amigo Granda
    y yo, como buenamente pudimos, llevamos casi en volandas
    a un señor, ya mayor, de Caravia Alta, el cual
    estaba enfermo y muy reumático, por lo que apenas
    si podía andar. Tiempo después, a este
    mismo señor lo trajeron de vuelta del campo de
    concentración para Gijón y le fusilaron.

    En
    La Calzada, próxima a Cuatro Caminos, había
    una fuente al lado de la calle. Varios prisioneros se
    acercaron a ella para saciar su sed y, al momento, fueron
    maltratados por los guardias con toda clase de golpes,
    patadas y bofetadas. Uno de ellos estaba bebiendo por
    un plato, lo que le impidió ver acercarse al
    guardia que, de un culatazo, le metió el plato
    por la boca y le partió tres dientes.

    En
    El Musel, nos embarcaron en un viejo carguero: el “Alfonso
    Senra”. Este barco había estado primero
    cruzando el Estrecho trayendo moros para España
    y estaba lleno de piojos. Nada más sentarte en
    el suelo o apoyarte en cualquier lado, te llenabas de
    ellos. El barco tenía cuatro bodegas de dos pisos
    cada una: dos a proa y dos a popa. Una vez en las bodegas,
    los guardias de Asalto nos dieron una última
    despedida a base de golpes para que bajásemos
    a la bodega inferior. Ya nunca más los tuvimos
    de guardianes. A bordo, les relevaron falangistas. Partimos
    inmediatamente sin saber a dónde nos llevaban,
    hasta que nos vimos anclados en el puerto de La Coruña,
    frente a la Banca Pastor.»

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

     

    El
    14 de abril de 1931, hace ahora 70 años, las
    calles de las principales ciudades de España
    se veían inundadas por un tremolar de banderas
    tricolores que celebraban la proclamación de
    la Segunda República, y trece días más
    tarde el Gobierno Provisional promulgaba un decreto
    que determinaba en su artículo 1º la adopción
    como bandera nacional de la formada “por tres bandas
    horizontales de igual ancho, siendo la roja la superior,
    amarilla la central y morada oscura la inferior”,
    una disposición ratificada posteriormente por
    la nueva Constitución.
    Con estas disposiciones
    se rompía una tradición bicolor que contaba
    ya con casi siglo y medio de existencia.

    La
    bandera que la nueva República adoptaba como
    propia era la misma que numerosos grupos republicanos
    -aunque no todos- habían venido usando como
    alternativa a la enseña rojigualda, identificada
    por ellos con la monarquía,
    y por tanto representaba
    una idea de cambio radical en el sistema de gobierno
    del país. Su disposición en tres franjas
    de distinto color estaba probablemente influenciada
    por la tríada jacobina de ” Libertad, Igualdad,
    Fraternidad “
    que los revolucionarios franceses
    habían extendido por toda Europa, pero la característica
    más llamativa de la nueva enseña era la
    introducción del color morado.

    Este
    color era justificada en el Decreto por ser el “que
    la tradición admite por insignia de una región
    ilustre, nervio de la nacionalidad”, dando con
    ello acogida y validez a una tradición que, a
    pesar de haber sido refutada por prestigiosos investigadores,
    había conseguido arraigar en las más diversas
    capas de la sociedad española: la tradición,
    leyenda o mito -como queramos llamarlo- del pendón
    morado de Castilla.

    Ya
    en 1869, tras el derrocamiento de Isabel II y en medio
    de las convulsiones políticas que condujeron
    a la proclamación de la I República, una
    comisión del Ayuntamiento popular de Madrid presentó
    una proposición a las Cortes Constituyentes para
    que adoptasen por bandera nacional la tricolor de faja
    morada, propuesta que fue rechazada, por lo que la roja
    y gualda siguió siendo la bandera representativa
    incluso durante el efímero periodo republicano.

    Dicha
    proposición defendía el color morado como
    propio de Castilla por la presencia del mismo en numerosos
    emblemas y enseñas relacionados de una u otra
    forma con el antiguo reino, y sobre todo sostenía
    que de ese color había sido el pendón
    que los comuneros habían alzado en su rebelión
    contra Carlos V.
    En este sentido se hacía
    eco de una extendida visión de la revuelta comunera
    como una rebelión popular y democrática,
    que defendía las libertades castellanas frente
    al carácter centralizador y autoritario de la
    idea imperial de Carlos V. Por tanto, los comuneros
    habrían sido los precursores de todos los movimientos
    progresistas de España, desde los liberales de
    Riego a los federalistas. Sin embargo, y aparte de que
    los estudios más serios han desmontado esta imagen
    romántica, en ningún documento comunero
    de los conservados aparece alusión alguna al
    supuesto pendón morado,
    constando sin embargo
    que en la batalla de Villalar (1521) se distinguieron
    de sus enemigos mediante cruces rojas, mientras que
    los imperiales las usaron blancas. Luego, hasta donde
    sabemos, si hubo un color distintivo comunero fue el
    rojo de sus cruces.

    Parece
    que el origen del malentendido se remonta al bienio
    constitucional abierto en 1821 con el pronunciamiento
    de Riego contra el absolutismo de Fernando VII, cuando
    surgieron las discordias en el seno de los liberales
    entre moderados y exaltados. Entre estos últimos
    fue muy activa una sociedad secreta -con una considerable
    presencia en Sevilla- conocida como Los Comuneros (probablemente
    por la razón antes apuntada), que usaban una
    bandera morada con un castillo.
    La radicalidad de
    sus posturas y lo llamativo de sus actitudes, con extravagantes
    pruebas de iniciación y ceremonias copiadas de
    la masonería, debió dar lugar a una identificación
    entre la causa revolucionaria y el color morado que
    ellos exhibían no sólo en sus banderas,
    sino también como distintivo personal, además
    de contribuir a la relación entre este color
    y el nombre de comuneros y, por extensión, de
    Castilla. Una prueba de lo primero es el hecho de
    que la bandera que en 1831 bordara en Granada Mariana
    Pineda para ser usada en un levantamiento liberal, y
    que le costó la ejecución, tuviera ese
    color.

    De
    esta forma el morado comenzó a ser utilizado
    junto con los dos colores históricos en algunos
    ambientes republicanos, especialmente en los de tendencia
    federalista,
    ya que consideraban que el rojo y el
    amarillo, aparte de su identificación con la
    monarquía, sólo representaba a una parte
    de los pueblos integrantes de España, los vinculados
    con la antigua Corona de Aragón, por lo que el
    otro gran pueblo hispánico, el castellano, debía
    estar presente en la bandera mediante el color que,
    según la tradición, le era propio. Así,
    en tiempos próximos a la Revolución de
    1868 la faja tricolor fue adoptada como distintivo de
    los concejales del Ayuntamiento madrileño, y
    de ahí la referida propuesta.

    Por
    lo tanto, desde el punto de vista político la
    bandera tricolor representó durante la mayor
    parte del siglo XIX la idea de un cambio radical que
    trajese a España un régimen republicano
    en el que los distintos pueblos de España estuviesen
    representados equitativamente.

    Pero
    como veremos en la segunda parte, no eran sólo
    las ansias de cambio las que hicieron popular al color
    morado.

    LA
    TRICOLOR. BREVE HISTORIA DE LA BANDERA REPUBLICANA
    (2ª parte)


    En el artículo anterior veíamos cómo
    la inclusión del color morado en la bandera republicana
    estaba influida por la creencia en el “pendón
    morado de Castilla”, y cómo dicho color
    había adquirido una significación revolucionaria.

    Sin
    embargo, en otros ambientes de signo totalmente opuesto
    también arraigó esta tradición.
    Lo más significativo probablemente sea el que
    en 1833, cuando se produce la proclamación de
    Isabel II, se adopta un estandarte real morado, lo que
    reflejaba tanto un recuerdo del controvertido “pendón”
    como el apoyo de los liberales a la reina niña
    frente a los carlistas.

    Este
    fenómeno confluye con otro que se produce en
    el ámbito militar, y que parece arrancar del
    Regimiento de Infantería de Castilla, actualmente
    denominado Inmemorial del Rey y considerado como el
    más antiguo del Ejército español,
    que adoptó uniforme morado en 1693, al parecer
    en recuerdo de haber tenido origen en unas tropas reclutadas
    por un obispo castellano en tiempos de Fernando III,
    lo que determinaría el color eclesiástico
    morado que fue su distintivo.
    Por ello fue conocido
    vulgarmente como Tercio de Morados, y de esta
    forma, el nombre de Castilla y el color morado se reunieron
    en las aspiraciones de antigüedad, y por lo tanto,
    de precedencia y privilegios, de una unidad militar
    que, dado su prestigio, despertó deseos de emulación
    entre otras unidades. Así, el Regimiento de Reales
    Guardias de Infantería Española obtiene
    desde su creación en 1703 el color morado para
    su bandera principal o coronela, en lugar de la blanca
    reglamentaria. El Regimiento de Castilla quiere también
    recuperar un color que considera propio, y solicitará
    repetidas veces el morado para su bandera, hasta que
    le es concedido en 1830, siendo imitado en los años
    posteriores por otros cuerpos y unidades. Cuando además,
    la propia monarquía adopta este color para su
    principal enseña, el estandarte, se refuerza
    en estas unidades el deseo de mostrar su vínculo
    con dicha institución mediante la exhibición
    del morado en sus banderas.

    Pero
    quizá en el origen de todas estas historias subyazca
    una simple confusión cromática. Por una
    parte, la confusión terminológica entre
    púrpura, que en castellano designa a un tinte
    de un color rojo intenso, y que en realidad equivaldría
    a encarnado o carmesí, y el termino heráldico
    homónimo que se representa mediante el color
    morado,
    lo que habría dado lugar a que enseñas
    que en su origen eran rojas, al ser descritas como “púrpuras”
    acabasen siendo representadas como moradas. Esto es
    bastante evidente en un ámbito paralelo, en el
    caso de la figura del león que aparece en el
    escudo de España, y que siendo descrito durante
    siglos como “púrpura” era representado
    como de color rojo, y sólo a principios del siglo
    XIX empezó a ser pintado de púrpura heráldico,
    es decir, de morado. Por otra parte, es un hecho demostrado
    que la acción del tiempo puede hacer que los
    tintes rojos se oscurezcan hasta adoptar una tonalidad
    violácea,
    lo que se ha comprobado al examinar
    algunas banderas identificadas como “Pendón
    de Castilla”, y que al ser sometidas a un detallado
    análisis han resultado ser rojas. Y tampoco
    hay que olvidar la amplia presencia del color morado
    en el ámbito religioso,
    desde vestiduras
    a ornamentos y estandartes, lo que sin duda debió
    influir en la aceptación de dicho color en un
    país de tan arraigada religiosidad.

    De
    este modo, en vísperas del advenimiento de la
    Segunda República se producía la gran
    paradoja de que los republicanos como innovadores, y
    amplios sectores militares como inmovilistas, coincidían
    en considerar el color morado como representativo de
    Castilla.

    Por
    ello, debe admitirse que en 1931 el color morado contaba
    con una tradición, no por infundada menos valiosa,
    que si no justificaba al menos hacía comprensible
    su inclusión en una enseña que pretendía
    simbolizar la pluralidad de los pueblos de España,
    desde un espíritu a la vez rupturista y respetuoso
    con el pasado.
    Sin embargo, cabe preguntarse si
    la decisión del nuevo régimen de adoptar
    la tricolor no fue un error que contribuyó a
    enajenar las voluntades de todos aquellos que consideraban
    a la bandera rojigualda como el verdadero símbolo
    de España, y no de la monarquía, sectores
    de la población cuya aceptación de la
    Segunda República se podría haber ganado
    conservando, como hizo la Primera, y como cuarenta y
    cinco años después hizo la Transición,
    los colores del paño y cambiando simplemente
    el escudo.

    Con
    respecto al escudo, y para finalizar con una nota local,
    quisiera decir a título de curiosidad que uno
    de los pocos ejemplares que se conservan del escudo
    republicano con la corona mural se encuentra en la comisaría
    de la Policía Nacional de Alcalá. Después
    de setenta años, se trata de un auténtico
    testigo de nuestra agitada historia.


  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Discurso
    pronunciado por Francisco Largo Caballero
    en el teatro-cine Pardiñas de Madrid
    el 17 de Octubre de 1937 (II).

     

    ADVERTENCIA
    AL GOBIERNO

    Cumpliendo
    un deber de lealtad para con el Gobierno, nosotros enviamos
    una comunicación al presidente del Consejo de Ministros.
    En esa comunicación, que tengo aquí, le advertíamos
    de lo que estaba ocurriendo y le decíamos que nos
    parecía que la política interior había
    que cambiarla para no perder las simpatías que teníamos
    en el extranjero. Publicamos nosotros una nota oficiosa,
    en la que hacíamos constar que nos dirigíamos
    al Gobierno, y ¿sabéis las consecuencias que
    tuvo? Os las voy a decir. Pues las consecuencias fueron
    éstas: publicada esa nota oficiosa, apareció
    en un artículo en «Frente Rojo, en el que,
    entre otras lindezas que nos dirigía a la Ejecutiva
    de la Unión, estaban éstas: «Y todo
    esto en el momento actual, cuando, como hemos dicho, es
    más necesario que nunca el apoyo incondicional al
    Gobierno de todos los antifascistas y la unidad del proletariado
    y del pueblo en general. ¿A quién representan
    los que hacen esta campaña? No representan a nadie,
    a ninguna organización: constituyen un grupo aislado,
    que actúa contra la voluntad de las masas y contra
    las decisiones expresas de los organismos sindicales. ¿A
    quién sirven? No pueden servir ni sirven al pueblo;
    no pueden servir ni sirven a la causa antifascista; no pueden
    servir ni sirven a la lucha contra el invasor ni contra
    las bandas de criminales que han asolado nuestra tierra.
    No son amigos ni servidores de la unidad: son enemigos del
    pueblo, son elementos fracasados y despechados que ponen
    sus rencores por encima de los sagrados intereses del pueblo
    y de su lucha heroica.»

    LA
    U. G. T. Y EL PARTIDO SOCIALISTA

    Pues
    bien; los mismos que nos decían estas lindezas en
    su periódico, a las veinticuatro horas nos enviaban
    una carta, firmada por ellos y por la Ejecutiva Nacional
    del Partido Socialista, invitándonos a tomar parte
    en una reunión.
    Naturalmente, la Ejecutiva,
    manando sangre todavía -pudiéramos decir-
    estas ofensas, contestó diciendo, no lo que ellos
    afirman, sino lo siguiente: «Si en el citado acto
    no tomase parte el partido comunista, la U. G. T., sin duda
    de ninguna clase, estaría representada en el mismo».
    Es decir, que nosotros no hemos reñido, ni hemos
    querido romper las relaciones con el Partido Socialista.
    En esta carta le decíamos que, si no estuviera
    representado el partido comunista, iríamos con el
    Partido Socialista, pero que, como estaba el comunista,
    no podíamos acudir.
    ¿Qué hacíamos
    con esto nosotros? En primer lugar, responder a una tradición,
    y esta tradición es que, cuando se ofende de esa
    forma a una organización o a las personas que la
    representan, por propia dignidad y por dignidad
    de la organización, no se puede ir con ellos a la
    tribuna, al día siguiente de habernos llamado facciosos
    y traidores, como si no hubiera pasado nada.
    ¿Dónde
    están la decencia social y societaria de la gente,
    y qué querían de nosotros? ¿Que nos
    viesen al lado de los mismos que nos habían dicho
    todas esas cosas? Por dignidad, no ya personal, sino de
    la propia organización, dijimos: «¡no
    vamos a ese acto y no iremos a ninguno a que ellos vayan,
    mientras no rectifiquen!».

    ¿Qué
    hacíamos con eso? Pues cumplir acuerdos de nuestro
    Partido. Nosotros, además de Ejecutiva de la Unión,
    además de representar a la Unión, somos socialistas,
    y el Partido Socialista tiene acordado lo siguiente: «Sobre
    los difamadores del Partido.- En tanto los elementos republicanos
    y anarquistas difamen al Partido Socialista o a algunos
    de sus afiliados, las colectividades del mismo no celebrarán
    ningún mitin en unión de aquéllos».
    No hacíamos, pues, más que cumplir este acuerdo.

    EL
    ACTO DE ARTES BLANCAS DE MADRID

    Ocurrió
    en Madrid un caso muy lamentable, pero que, cuando se quiere
    mantener la disciplina dentro de una organización,
    no hay más remedio que afrontar. Posteriormente a
    asa invitación, recibimos otra para venir a Madrid
    a hablar en un mitin que iba a celebrar Artes Blancas y
    en el que habían de intervenir los comunistas. A
    Artes Blancas le mandamos el artículo íntegro
    que he leído, y le dijimos: «no podemos ir
    por esta razón». Insistieron; insistimos nosotros,
    y dijimos: «no vamos». Sin embargo,
    se celebró el acto, y el compañero Henche,
    en vez de haber guardado silencio y resolver el problema
    dentro de nuestra Unión General, exigiendo responsabilidades,
    si las había, en un Comité Nacional, acudió
    a la plaza pública y censuró a la Ejecutiva
    por este acuerdo, con lo cual contribuyó a la difamación,
    a la calumnia y a la injuria que estaban haciendo todos
    los demás elementos. (Muy bien.)
    Entonces
    nosotros, no por animosidad con Artes Blancas —¡eso
    no se puede decir!—, sino simplemente para imponer
    la disciplina dentro de nuestra organización, dijimos:
    «¿la organización se solidariza con
    el acto de su secretario?» Contestó que sí,
    y la suspendimos de derechos. La cuestión quedaba
    a resolver en el Comité Nacional; allí diríamos
    el por qué, nos contestarían y veríamos
    si había habido buena voluntad, si no había
    habido mala intención. Ya lo examinaríamos.
    Pero no se puede venir a la plaza pública a ventilar
    esos pleitos. Lo que nosotros hicimos es lo que siempre
    se ha hecho en la organización, absolutamente siempre.

    LA
    AYUDA AL GOBIERNO

    Entre
    las acusaciones que se hacen contra la Unión General
    está la de que no ayuda al Gobierno. A eso tenemos
    que decir —ya lo decimos en otro sitio— que
    es una inexactitud. ¡Que nos presenten un caso, un
    solo caso, en que el Gobierno haya pedido apoyo a la Unión
    General y no se le haya prestado! De nuestras Federaciones,
    la de Metalúrgicos es una de las que más contribuyen
    en favor del Gobierno, de éste o del que esté,
    produciendo material de guerra; la de Agricultores es una
    de las Federaciones que también contribuyen mucho,
    porque habréis visto, por ejemplo, que cuando se
    puso la tasa a los comestibles, fué la Federación
    de Agricultores la primera, que llamó la atención
    a sus compañeros para que se cumpliesen los acuerdos
    del Gobierno, aunque tengamos nuestras reservas. Porque
    una cosa es que se cumplan ciertas órdenes, y otra
    que se esté o no conforme, en absoluto. Nosotros
    hemos de decir, en este caso concreto, que jamás
    hemos visto en ninguna parte del mundo ley económica
    alguna que autorice a creer que se baja el precio de las
    subsistencias por decreto. Es un error, pero de todos modos
    hay que cumplirlo, se debe cumplir.
    Otra acusación que se ha hecho contra nosotros es
    la de que, cuando el presidente de la República pronunció
    su discurso —me parece que fué en la conmemoración
    del aniversario del movimiento— la U. G. T. de España
    no acudió, habiendo sido invitada al acto. Lo
    declaramos aquí solemnemente: la U. G. T. no fué
    invitada, y como no fué invitada no tuvo por qué
    concurrir, a pesar de que se haya dicho aquí, en
    Madrid, lo contrario. ¡No fué invitada! El
    que fué invitado fui yo, y recibí la invitación
    al día siguiente. (Grandes risas.)
    Conste
    que no me pesó, porque para mí habría
    sido de una gran violencia personal, no el oír al
    presidente de la República, no; pero sí estar
    al lado de personas que no hacía mucho me habían
    injuriado y me habían calumniado. Conste, pues, que
    la U. G. T. no fué invitada a aquel acto.

    EL
    PACTO CON LA C. N. T.

    Otra
    de las campañas, compañeros, que se ha hecho,
    ha sido con motivo del pacto de no agresión —para
    hablar en términos diplomáticos—, que
    ha suscrito la Unión General con la Confederación.
    Indudablemente, en todas esas campañas ha presidido
    siempre la mala fe, porque recordaréis que cuando
    se hizo público el pacto, lo primero que se dijo
    es que no tenía ninguna importancia, porque en él
    no se hablaba nada de la ayuda que había de prestar
    al Gobierno en la guerra, y, por consiguiente, que debía
    haberse hecho un pacto de distinta naturaleza. Y cuando
    se convencieron de que lo que sostenían era una torpeza,
    porque, además de haberse firmado el pacto, se estaba
    en relaciones con la Confederación para hacer un
    programa común de guerra y elevarlo al Comité
    Nacional —que eso dijimos a los compañeros
    de la Confederación— para que lo aprobase,
    y luego ir a la tribuna pública a propagarlo; cuando
    vieron eso dijeron: «no, es que ese pacto, a pesar
    de ser simplemente de no agresión, no lo debía
    haber hecho la Ejecutiva; lo debía haber hecho el
    Comité Nacional». ¿Qué fundamento
    hay para ello? Yo voy a exponer algunos antecedentes sobre
    la cuestión.

    En
    primer lugar, en nuestros estatutos se determina (articulo
    primero, punto octavo), entre los deberes que tiene la Unión,
    lo siguiente: «Unificar la acción del proletariado,
    con el propósito de crear las fuerzas de emancipación
    integral de la clase obrera, preparándolas para que,
    de acuerdo con el principio de que los instrumentos de trabajo
    pertenecen de derecho al trabajador, puedan asumir la dirección
    de la producción, el transporte y la distribución
    e intercambio de la riqueza social.» En primer lugar,
    ya en los estatutos se impone la obligación de unificar
    la acción del proletariado, y eso cumplíamos
    nosotros, pero, además, aquí tengo
    yo el pacto que hicimos con la Confederación el año
    20 —la Ejecutiva, no el Comité Nacional—,
    firmado, por la U. G. T., por Francisco Largo Caballero,
    Francisco Núñez Tomás, Manuel Cordero,
    Luis Fernández, Juan de los Toyos y Lucio Martínez
    Gil, y, por la C. N. T., por Salvador Seguí, Salvador
    Quemades y Evelio Boal. Posteriormente, se nombró
    una comisión compuesta por los compañeros
    Besteiro, Saborit y Caballero, para que fueran por Cataluña
    a propagar y difundir el pacto.
    De suerte que ya
    tenemos el antecedente de que una Comisión Ejecutiva
    había hecho un pacto, que fué aprobado por
    el Congreso de la U. G. T. de España. Pero no es
    solamente eso; es que la Comisión Ejecutiva
    de la Unión General, antes de reintegrarme yo al
    cargo de secretario, hizo otro pacto con la Confederación,
    el 26 de noviembre de 1936, firmado por los compañeros
    siguientes: José Díaz Alor, vicepresidente;
    Pascual Tomás, vicesecretario; Felipe Pretel, tesorero,
    y Carlos Hernández, Manuel Lois, Mariano Muñoz,
    Amaro del Rosal y Ricardo Zabalza, vocales, por la U. G.
    T.; y Mariano R. Vázquez, secretario; Macario Royo,
    de Aragón; Claro J. Sendón, de Levante; Manuel
    Sáez. de Cataluña; Manuel Arnil, del Centro,
    y Avelino Entrialgo, de Asturias, por la C. N T.

    ¿Qué decía este pacto? Pues lo mismo
    que el que hicimos nosotros, sólo que el nuestro
    estaba articulado. Decía: «Reunidas
    las representaciones del Comité Nacional de la Confederación
    Nacional del Trabajo y la Comisión Ejecutiva de la
    Unión General de Trabajadores de España para
    determinar conjuntamente el criterio que les merece los
    diversos problemas que la clase obrera tiene planteados,
    señalando a la vez las normas que estiman indispensables
    establecer para llegar a la solución inmediata de
    los mismos, acuerdan, unánimemente, dirigirse a todas
    las organizaciones que representan para exigir de todas
    y cada una de ellas la máxima cordialidad en sus
    relaciones, garantizándose mutuamente el derecho
    de cada obrero a sindicarse en aquella organización
    que mejor sepa interpretar sus sentimientos y sus Ideales
    y respetándose también el derecho de cada
    sindicato a orientar su actuación como corresponda
    a sus postulados clasistas».
    Es decir, que
    ya la Ejecutiva, en noviembre, había hecho un pacto.
    El del 20 de noviembre lo aprobaban y nadie dijo nada; pero
    en cuanto se hace el nuevo pacto y está Largo Caballero
    otra vez en la secretaría de la Unión, ya
    no parece bien, es un disparate, y debía haberse
    reservado al Comité Nacional, etc., etc…. ¡Eso
    no es justo! Y por si esto fuera poco, hay que tener presente
    que los elementos disidentes de la Unión han tomado,
    en una de sus primeras reuniones, el acuerdo de dirigirse
    a la Confederación para hacer un pacto con ella.
    ¡Es decir, que ellos pueden hacer pactos, pero nosotros
    no! Esta es la cuestión.

    AL
    ASALTO DE LA U. G. T.

    Y
    la campaña contra la Ejecutiva continúa, pidiendo
    otra vez reunión del Comité Nacional. Y cuando
    vienen a pedir la reunión, observamos que, entre
    los que la piden, hay muchos que dicen representar a Federaciones
    que no pagan; otras que no han ingresado todavía
    en la Unión, como la de Tabaqueros y Correos Urbanos,
    y otra, como Azucareros, que no sabemos siquiera dónde
    tiene su domicilio. Vienen a pedir una reunión
    de Comité Nacional para juzgar a la Comisión
    Ejecutiva, y observamos que el propósito que llevan
    es asaltar la Unión, apoderarse de los cargos de
    la directiva de la Unión.
    Nosotros, cumpliendo
    un deber elemental, porque ese es el encargo principal que
    tenemos, decimos que la Unión no la entregamos. En
    primer lugar, el que os está hablando fue elegido,
    por unanimidad, en un Congreso, a pesar de las diferencias
    de tendencias que había en él.
    Y
    los demás compañeros de la Ejecutiva fueron
    elegidos por un Comité Nacional ante el que presentó
    su dimisión la Ejecutiva de entonces. No es que se
    la echara, sino que dimitió, y el Comité Nacional
    tuvo que elegir otra Comisión Ejecutiva. Allí
    estaban todo el Comité Nacional y la Ejecutiva, y
    todos esos elementos, cumpliendo los acuerdos que tomaron,
    lo hicieron, no como ahora, que se han reunido… (Una voz:
    ¡En la escalera!) Esa es otra cuestión que
    ya trataremos. (Risas.)
    ¿Qué fundamento temamos nosotros para suponer
    que el propósito de todos esos organismos, de todos
    esos compañeros que decían representar a Federaciones,
    era asaltar los puestos e la Ejecutiva, y con ello dar satisfacción
    a los elementos comunistas, que ya pretendieron antes introducir
    en la Ejecutiva representaciones suyas y no se les permitió?
    Lo voy a explicar en pocas palabras: por la conducta que
    estaban siguiendo y la que habían seguido en otras
    organizaciones socialistas.

    LAS FEDERACIONES PROVINCIALES SOCIALISTAS

    Aquí
    tengo los documentos demostrativos de que las Federaciones
    Provinciales de Valencia, Alicante, Castellón, Toledo,
    Albacete, Ciudad Real, Jaén, Cuenca, Almería,
    Badajoz, Córdoba, Aragón…, es decir, toda
    la España leal, las organizaciones socialistas (tengo
    las actas con los nombres y apellidos de las personas que
    asistieron) se reunieron en Valencia y dijeron: «la
    Ejecutiva del Partido no funciona; vamos a requerirla a
    que funcione y como hay elementos que están en el
    extranjero, por tener allí cargos y no pueden acudir
    a la Ejecutiva, vamos a pedirle a esta Ejecutiva que se
    complete con otros elementos representantes de estas organizaciones».

    A estas Federaciones, primero se las recibe y se les dice:
    «ese documento que traéis firmado no tiene
    valor alguno, porque puede ser algo de simple carácter
    personal; tenéis que traer un documento que acredite
    que estáis autorizados para hacer esto». Los
    compañeros prometen llevarlo, van a sus Federaciones,
    se reúnen, recogen el documento sellado y firmado,
    lo presentan y les dicen: «no, no; eso tampoco tiene
    bastante valor; es preciso que los afiliados intervengan
    en ello». Pensaron estos compañeros
    (y lo digo sumariamente, porque no me puedo entretener en
    muchos detalles) en celebrar congresos, para que éstos
    les autorizasen de una manera expresa, pero entonces se
    prohibió la celebración de los congresos,
    y se fué por los pueblos afirmando que los que celebrasen
    congresos serían expulsados del partido. ¡No
    los permiten! ¿Qué hacen? Un día se
    presenta en el local de la Federación Socialista
    de Valencia el Gobernador civil, que es el presidente de
    la Agrupación Socialista, con unos cuantos carabineros
    y guardias de Asalto, y dice: «Aquí traemos
    un documento de la Ejecutiva Nacional por el que nos autoriza
    a hacernos cargo de la Federación Provincial de Valencia».

    Aducen los compañeros de Valencia: «¡Pero
    si hemos sido nombrados por un Congreso!», y les contestan:
    «¡Ah!, no importa; aquí tenemos la autorización
    del Comité, y, por consiguiente, nos la entregan
    ustedes». Y nuestros compañeros, por no buscar
    quimera, entregan los cargos y levantan un acta en la que
    hacen constar su protesta por la coacción que significa
    el que hayan ido allí carabineros y guardias de Asalto
    a desposeerles de sus cargos, conferidos por un Congreso.
    El hecho es que entran carabineros y guardias de Asalto,
    les quitan los cargos y les echan. Es decir: que el Poder
    público se usa para estos menesteres, con la vergüenza,
    que no se habrá visto en ninguna parte, de que muchos
    de los carabineros y guardias de Asalto que fueron a realizar
    este acto tan bochornoso dentro de nuestro Partido, que
    si Iglesias volviera al mundo y se enterara se hubiera muerto
    de vergüenza (muy bien; muy bien), están afiliados
    al Partido Socialista. (Aplausos.)
    Es decir, que
    los socialistas, unos de uniforme y otros de paisano, porque
    son autoridades, van a desposeer a unos compañeros,
    como he dicho, de sus cargos. Así se apodera la Agrupación
    de Valencia de la Federación Provincial, no permitiendo
    los Congresos en ninguna parte, y a quienes intentan celebrarlos
    se les amenaza con expulsarles del Partido.

    Aquella
    misma noche, inmediatamente, fueron al periódico
    «Adelante», que era el órgano oficial
    de la Federación Provincial de Valencia. Se presentan,
    también, con un policía, vestidos, naturalmente,
    de paisano, pero con el carácter de autoridades,
    con el propósito de apoderarse del periódico.

    Las personas que estaban al frente de él, dicen:
    «Nosotros no entregamos el periódico de esta
    manera; queremos levantar acta de lo que se haga».
    Y, efectivamente, se levanta un acta, y en esta acta notarial
    se dice lo siguiente: «Y exhibe la documentación
    que a continuación se transcribe: Hay un timbre en
    seco del Ministerio de la Gobernación. En contestación
    a su oficio de fecha de hoy, en, el que solicita se le garantice
    el ejercicio de su derecho a tomar posesión del diario
    «Adelante», órgano del Partido Socialista
    Obrero, cuya publicación solicitó y obtuvo
    su Presidente, según se comprueba por los antecedentes
    que me remite el Gobernador civil de la provincia, participo
    a usted que puede tomar posesión inmediatamente de
    la Redacción, Administración y demás
    servicios del mencionado diario, poniendo a su disposición
    la fuerza que en ejercicio de su derecho necesite».
    Firmado, naturalmente, por el ministro de la Gobernación,
    compañero Zugazagoitia. De esta manera es como se
    desposesiona primero al Comité Provincial de la Federación
    Socialista Valenciana, y se apoderan después del
    periódico. Cuando la Unión General ve este
    proceder, ¿tiene nada de particular que sospeche
    que lo que se quiere hacer con ella es cosa parecida?

    Y decide: «¡de ninguna manera entregamos la
    organización, y a aquéllos que han pedido
    reunión del Comité Nacional sin derecho a
    estar en él, los damos de baja por falta de pago,
    y damos de baja a las Federaciones!». Pero inmediatamente
    nos dirigimos a las Secciones, diciéndoles que como
    ellas no son responsables, a ellas no las damos de baja
    y pueden seguir cotizando, no para constituir nuevas Federaciones,
    no, sino para que la U.G.T. quedase íntegra, y que
    en todo caso desaparecieran los Comités, que en su
    mayor parte son nidos de caciques dentro de la organización.
    (Fuertes aplausos.)

    NUEVAS
    ARTIMAÑAS VIEJAS

    Se
    dice—ya lo esperábamos nosotros: en seguida
    se busca arteramente la parte sentimental—: «¡Han
    dado de baja a los mineros de Asturias!». No; a los
    mineros de Asturias no les hemos dado de baja, porque las
    Secciones de Mineros continúan en la U.G.T. de España;
    a los que hemos dado de baja ha sido a los que, diciendo
    que son el Comité de la Federación, desde
    el año 33 no han hecho caso de la Federación,
    como lo podemos probar con documentos que tenemos en nuestro
    archivo; que tenían y tienen abandonada esa Federación
    y que están pagando directamente las Secciones de
    Mineros a la U.G.T. ¡No a los mineros! Y, en último
    caso, que no se esgriman sentimentalismos de esa naturaleza;
    cuando se ama a los heroicos mineros, si es verdad, no se
    está aquí de agente… (Muy bien; muy bien;
    grandes aplausos que impiden oír el final del párrafo;
    los concurrentes al acto, puestos en pie, tributan a Largo
    Caballero una formidable ovación.) Si es verdad que
    a esos héroes de Asturias se les ama de corazón,
    como se dice, no es sirviendo de testaferro para dividir
    nuestras organizaciones políticas y sindicales como
    se les ayuda; es allí donde hay que estar. (Se reproduce
    la ovación.)

    Y,
    naturalmente, la campaña contra la Comisión
    Ejecutiva continúa. Todos los periódicos—caso
    insólito en España—, entran en ella;

    sólo hay un periódico en Valencia, entre los
    de cierta circulación, periódico de la noche,
    que se ocupa de defender a la Comisión Ejecutiva,
    pero todo aquello que pueda significar defensa de
    esta Ejecutiva es tachado por la censura…
    (Una
    voz: Eso hace el Gobernador de Madrid.) ¡Es
    que los que hablan contra los controles no dejan de controlar
    periódicos y de controlar todo lo demás, para
    su servicio! Pues la Ejecutiva de la Unión General
    se encuentra sin periódicos para defenderse, ni en
    Madrid ni en otras partes, salvo ese periódico que
    he dicho antes. (Una voz: ¡No importa! ¡La defendemos
    nosotros!)
    ¡Ahí ¡Ese es el error
    de ellos! Yo no sé cómo no han escarmentado
    viendo lo ocurrido a los elementos burgueses enemigos nuestros,
    que nos persiguieron como si fuéramos perros rabiosos,
    y, sin embargo, hemos salido adelante y nos hemos defendido.
    (Aprobación; aplausos.) Esa lección debiera
    serles suficiente, porque, por mucho que nos persigan, y
    por mucho que nos quieran ahogar con la Prensa y con persecuciones,
    no triunfarán porque no tienen razón,
    y, además, porque los que luchan, podrán tardar
    un poco más o un poco menos en poder hacer frente,
    teniendo en cuenta lo que antes decía, pero están
    dispuestos a defender la Unión General hasta el último
    extremo. ¡Hasta el último extremo! (Aplausos.)

    LA
    REUNIÓN EN LA ESCALERA

    Sigue
    la campaña de Prensa, y ahora se reúnen otros
    elementos a los dados de baja por falta de pago, y vuelven
    a pedir la reunión del Comité Nacional. Nosotros
    les decimos: «no hay inconveniente». Cuando
    fueron a visitarnos se lo dijimos: «estamos dispuestos
    a celebrar Comité Nacional, pero tenéis que
    traer aquí un documento de vuestra Federación,
    acreditativo de que, efectivamente, la representáis,
    y que desean la reunión del Comité Nacional».
    Estos amigos consideraron que eso no era necesario, pero
    nos ofrecieron hacerlo. Aquí tengo la carta en la
    que nos prometen mandar el documento. Les estamos aguardando,
    porque el documento no llega, y en vez de mandarlo lo que
    hacen es convocar a una reunión del Comité
    Nacional ellos mismos. Y esta reunión la convocan
    en el mismo local social de la U.G.T. Pero no solamente
    hacen eso, sino que nos mandan una carta diciéndonos
    que les preparemos el salón y todos los documentos,
    porque han convocado al Comité Nacional. (Risas.)
    Entonces, la Ejecutiva de la Unión, dice: «¡no
    se celebra ese Comité Nacional aquí!»;
    y les manda una carta manifestándoles: «Os
    hemos dicho que si presentáis los documentos se celebra
    Comité Nacional, y si no los presentáis no
    se celebra; por consiguiente, ese Comité Nacional
    que anunciáis no lo autorizamos, porque no es legal,
    no se convoca con arreglo a los Estatutos y no lo permitimos».

    Pues
    bien; a pesar de eso, el día 1.° de octubre,
    fecha en que se abría el Parlamento, el día
    que tenía el Gobierno que dar cuenta de la crisis,
    deciden ir allí a celebrar sesión. Y nosotros
    decidimos no abrir la puerta a nadie. Y se estuvieron en
    la escalera, de dos horas a dos horas y media. (Grandes
    risas.)
    Indudablemente creyeron que iban a poder
    hacer en la Unión lo que hicieron en los otros sitios,
    y que porque fuese la policía, porque fuesen autoridades,
    podrían entrar y hacer lo que les diera la gana.
    Nosotros, dijimos: «aquí no entra ni la policía»
    ,
    y, efectivamente, no entró la policía; los
    agentes iban diciendo: «aquí se celebra una
    reunión», y yo les replicaba: «no, señores,
    la prueba de que aquí no se celebra ninguna reunión
    es que estos señores están en la escalera».
    (Grandes risas.) Y, cuando se convencieron de que no podían
    entrar dentro del local para celebrar la reunión
    que querían, se marcharon y se reunieron en otra
    parte. Naturalmente que nosotros hemos dicho y seguimos
    diciendo que ese Comité que han nombrado ellos y
    esa reunión que han convocado no son legales, no
    están ajustados a los Estatutos, y, por consiguiente,
    no los reconocemos como tal Ejecutiva, ni mucho menos.
    Pero lo grave, compañeros, es que estos amigos
    están favorecidos por el Gobierno y por la Ejecutiva
    del Partido.
    Habréis leído —no
    sé si lo habrán permitido en Madrid; lo dudo—
    que a la Ejecutiva legítima de la Unión
    General se le secuestra toda la correspondencia en Correos.
    Ninguna carta que vaya a nombre de la Unión General
    se nos entrega.
    Hemos hecho reclamaciones y parece
    que el presidente del Consejo de Ministros ha dicho que
    se le dé a la otra Ejecutiva, pero en Correos saben
    la responsabilidad que hacer eso puede significar, y han
    decidido, según noticias, detenerla allí.
    Por consiguiente, sabed todos que las cartas que vayan a
    la Unión General no llegan a nuestro poder; si queréis
    que llegue alguna carta, tenéis que dirigirla a nombre
    propio, a nombre mío, por ejemplo: Francisco Largo
    Caballero, diputado a Cortes. Entonces, sí llegarán.
    Pero si va a nombre de la Unión, no.

    Y
    vamos al Banco, pero como hoy a los que hay que temer, más
    que nada, no es a los banqueros, sino a los bancarios (risas),
    ya habían dado orden para que no se nos abonase nada
    de la cuenta corriente.
    Y también están
    detenidos los cheques. Pero estos individuos que no se atrevieron
    a entrar en el local de la U.G.T. en Valencia (según
    manifestaciones que uno ha hecho en Madrid, porque tienen
    noción de la responsabilidad y no quieren cometer
    ningún acto que pueda provocar una colisión
    entre nosotros), han tenido el valor heroico de ir a la
    calle de Fuencarral, 93, donde sólo hay una compañera
    mecanógrafa, y apoderarse del local. ¡Podían
    haber vuelto a la calle de Luis Vives, a Valencia, y no
    venir donde está una muchacha, que, naturalmente,
    ¡qué iba a hacer!, si se presentan allí
    diciendo: «esto es de nosotros». Y se han llevado
    carnets, se han llevado fotografías, y se han llevado
    el dinero; se lo han llevado todo. Los que han venido aquí
    y han hecho esa heroicidad han sido los compañeros
    Edmundo Domínguez y Amaro del Rosal. Naturalmente
    que esto que han hecho en la calle de Fuencarral, 93, no
    nos da frío ni calor, porque nosotros continuaremos
    luchando para defender la Unión General, y tenemos
    la confianza de que cuanto han hecho no les servirá
    de nada, absolutamente de nada.

    Pero
    el hecho es que el Gobierno les ayuda,
    hasta el
    extremo, compañeros, de que, habiéndose dirigido
    el Gobierno a la U.G.T., en carta que tengo aquí,
    para que nombrase un compañero que la representara
    en la Junta de Instrucción Premilitar, en esa carta
    nos decía que su opinión era que designáramos
    a un camarada, que se llama Fermín Corredor. Siempre,
    la U.G.T. ha procurado con todos los Gobiernos, monárquicos
    y republicanos, que cuando había que nombrar a un
    camarada para un cargo en algún Ministerio u organización,
    fuera la Unión quien lo designase, no el Gobierno.
    Esta costumbre la han respetado todos los Gobiernos, unos
    a regañadientes y otros de buena voluntad, y tenían
    que ser ciertos elementos socialistas los que estuvieran
    en el Gobierno para que impusiesen el nombramiento de un
    cama-rada. Pero nosotros, siguiendo la tradición,
    en vez de nombrar al que se nos decía, designamos
    a otro compañero, y lo comunicamos al Ministerio
    de Defensa Nacional, mejor dicho, al subsecretario de Defensa
    Nacional. Pues bien; el otro día nos encontramos
    con una nota oficiosa de esa llamada Comisión Ejecutiva,
    que se constituyó como hemos referido antes, en la
    que dice que, a instancia del Ministerio de Defensa Nacional,
    nombran a un compañero para ese cargo. Es decir que
    ese ministro, o el subsecretario de Guerra, además
    de la comunicación que nos mandó a nosotros,
    la envió también a los otros. Y los otros
    nombran, no a éste que decía el Gobierno que
    iba a nombrar, sino a otro, y luego nos mandan a nosotros
    una carta diciendo que como era de libre elección
    del Gobierno, han nombrado a fulano de tal, que es justamente
    el que habían propuesto los otros. (Risas.)

    Es
    decir, que el Gobierno está en estos momentos ayudándoles
    y, además del Gobierno, les ayuda la Ejecutiva Nacional
    del Partido. Esta ha suscrito un documento, firmado por
    su Comité de Enlace, donde se combate a la verdadera
    Comisión .Ejecutiva de la Unión General, y
    dice que la única legal y verdadera que hay en nuestra
    organización es la otra Ejecutiva. Y no solamente
    hacen eso, sino que han hecho una circular en la que se
    recomienda á las Agrupaciones que reconozcan a la
    otra Ejecutiva. Es decir, que la Ejecutiva del Partido Socialista,
    concretamente su presidente, que es, además, presidente
    de esa Ejecutiva que se ha nombrado, es quien aconseja a
    las Agrupaciones que le reconozcan a él, porque no
    hay más tía Javiera que él. (Grandes
    risas y aplausos.) No hay ni el pudor ni el decoro que debe
    haber para dejar firmar eso al vicepresidente.

    No sé el caso que le habrán hecho las Agrupaciones,
    porque si son pertenecientes a las Federaciones que persiguieron,
    y a las que no dejaron ni reunirse, figuraos el caso que
    van a hacerles. ¡No digo que no haya alguna! Lo grave
    es que sea la Ejecutiva del Partido la que alimente esa
    disidencia dentro de la U.G.T. de España. Esto es
    lo grave, y que eso lo haga el presidente del Partido, presidente
    aparente, porque todavía no nos han dado cuenta de
    cómo se hizo aquella célebre elección
    que todos recordaréis; pero, en fin, el mismo presidente
    del Partido, que es presidente de esa Comisión Ejecutiva
    de la escalera… (Más risas.)


     

     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    No
    se quién era el que decía, muy acertadamente, que los
    aniversarios y conmemoraciones estaban muy bien para pasarle
    el polvo a éste o aquel personaje de la historia…, y
    devolverle  al desván del olvido al día siguiente.

    Por
    sugerencia del amigo Prendes Quirós, he preparado unos
    folios sobre un republicano de Gijón: Tomás Zarracina
    Rodríguez. Nuestro modestísimo propósito no era otro que
    recordar a este republicano ejemplar, precisamente, en
    la cena que el Círculo Republicano Gijonés celebra este
    once de Febrero de 1999 para conmemorar aquel otro once
    de Febrero, el de 1873, en que los diputados proclamaban
    la República por 258 votos contra 32.

    Recordar
    a un republicano ejemplar y, también, incitar a que otros
    exciten el celo edilicio para que el mármol que desde
    hace más de cien años perpetúa el nombre y la memoria
    de Tomás Zarracina en la casa en la que vivió, no perezca
    ante la voraz e insensible piqueta del urbanismo feroz.
    Pues aunque ni reyes ni regentes, ni dictadores primos
    ni dictadores francos, ni bombas de avión ni cañonazos
    de barco, nada ni nadie, durante más de un siglo, le puso
    la mano encima, el peligro acecha y para la ignorancia
    no hay descanso.  En días recientes, hemos tenido que
    sufrir el oprobio de ver como ígnaras manos cubrían con
    una gruesa capa de pintura la lápida de Tomás Zarracina.
    Y ha tenido que ser, precisamente, en esta época, cuando
    la palabra “cultura” llena todas las bocas y,
    también, muchas carteras: vienen, llegan, la cubren de
    mierda, que ese es el color que le han dado, y unos se
    van y otros se quedan, todos, tan campantes. Así que si
    antes decía, medio en broma, que los aniversarios servían
    para “quitar el polvo”, en este caso veremos
    a ver si sirve para “quitar la pintura”. Se
    va a necesitar de espátula y disolvente en abundancia.  

    Hasta
    no hace mucho, el nombre de Tomás Zarracina era para mí
    el de una calle, una fábrica y poco más.
    Y también
    un recuerdo vago de un comentario escuchado a los abuelos,
    ¿o quizás fue una lectura?; no lo sé. Se refería a unos
    hechos que habían acontecido cuando el movimiento obrero
    estaba en sus albores. Iba a celebrarse un Primero de
    Mayo según la costumbre de la época: manifestación a la
    salida de las fábricas, seguida de charlas y conferencias
    en los centros obreros. Pero, inevitablemente, la prensa
    publicaba unos días antes la orden del gobernador de la
    provincia que, siguiendo instrucciones del gobierno, prohibía
    toda clase de actos y concentraciones obreras ese día.
    Hubo, sin embargo, uno que no pudo impedir: en una
    panadería de Gijón, ese día tan señalado, ya que no la
    Libertad, al menos el Pan se repartió gratis a los necesitados.
    Era la panadería de Tomás Zarracina. Pero, ¿quién era
    ese hombre?

    Tomás
    Zarracina: propietario e industrial

    El
    que no sabe y quiere saber, no le queda más remedio que
    buscar, preguntar, leer… Eso he hecho: he preguntado
    a los amigos y he buscado en los libros, las hemerotecas
    y los archivos. En el Archivo Municipal encontré nota
    sumaria de su bautismo: “Tomás Zarracina Rodríguez,
    hijo de Francisco y Mª del Carmen, 18 de Septiembre de
    1832.”
    Quiere decirse que había nacido en Gijón
    alrededor de esa fecha.

    Mi
    amigo Agapito González, con la celeridad y precisión que
    le caracterizan, me hizo saber que Tomás Zarracina estaba
    casado con Agapita Menéndez, natural también de Gijón,
    con la que, al menos, tuvo tres hijos: Francisco, nacido
    el catorce de Octubre de 1859; Mª del Carmen, nacida el
    cinco de Septiembre de 1865; y Antonio, que ve la primera
    luz el once de Febrero de 1867. Así mismo, me comunica
    que Tomás Zarracina era propietario de numerosas fincas
    y variadas industrias. Casi con total certeza, era de
    su propiedad la manzana de edificios delimitada por las
    actuales calles de Begoña, Costanilla de la Fuente Vieja,
    Moros y la propia Tomás Zarracina, antes llamada del Teatro.
    Esta calle del Teatro recibía ese nombre por discurrir
    por detrás del primigenio “Teatro Jovellanos”
    que, como se sabe, nada tenía que ver con el actual, que,
    por otra parte, toda la vida se llamó “Teatro Dindurra”
    por haber sido Dindurra el que lo construyó. En esa manzana
    de edificios y solares tenía Zarracina su domicilio y
    algunas de sus industrias. Poseía la panadería “La
    Constancia”, todo un nombre, situada en las calle
    de Enrique III.  Abarcaban también sus negocios el almacenamiento
    y obtención de harinas, la fabricación de chocolates y
    la elaboración de sidra champanada.

    Teniendo
    ya escrito este bosquejo sobre Tomás Zarracina, mi buen
    amigo Arturo Muñiz, entusiasta y eminente bibliófilo asturianista,
    me facilitó una extensa información sobre las actividades
    industriales y mercantiles del inquieto y activo gijonés.
    Surge, sin embargo, una nueva duda, pues mientras no aparece
    reseña alguna de una panadería con el nombre de “La
    Constancia”, si la hay con el de “La Esperanza”:
    ¿cambio de nombre o confusión?

    En
    el libro “Asturias Industrial”, de Fuertes Arias,
    hijo de Fuertes Acevedo, aparece reseñada la entidad “Viuda
    e Hijos de Zarracina”, dedicada a la fabricación
    de sidra champanada, y que con el nombre de “La Asturiana”,
    había sido fundada por Tomás Zarracina en 1857 (1853?).
    Estaba situada en Somió y era una de las más importantes
    de la provincia. Daba empleo a venticinco trabajadores,
    de los cuales quince eran mujeres, y la producción ascendía
    480.000 litros, exportándose gran parte de la misma a
    la América Latina. En el libro “Gijón y la Exposición
    de 1899” se precisa que constaba de doce lagares
    y que por no haberse registrado a tiempo el nombre de
    “La Asturiana”, lo perdió su propietario, motivo
    por el cual tuvo que pasar a llevar el apellido del mismo.
    La fábrica de harinas “La Caridad” había sido
    fundada por Zarracina en 1890 y estaba situada en el barrio
    del Tejedor, con una extensión de cinco mil metros cuadrados.
    Constaban las instalaciones de un edificio de tres plantas
    destinado a fábrica; almacenes para trigos, harinas y
    residuos; almacén general de efectos; instalación de la
    máquina motriz, consistente ésta en una turbina de vapor
    Breguet (sistema Laval) de 100HP, y cuadras, cocheras
    y oficinas. Se podían producir hasta 18.000 Kgs. diarios
    de harina y daba empleo a cuarenta y cinco obreros. La
    fábrica de chocolates “La Industria”, fundada
    en 1877, estaba situada en la calle del Teatro y en ella
    trabajaban doce obreros, alcanzando la producción los
    150.000 Kgs. anuales de chocolates variados. la sierra
    mecánica de maderas, que entró en funcionamiento en 1875
    y estaba situada junto a la anterior, trasla-dándose posteriormente
    a la carretera de Villaviciosa, y su principal actividad
    era la elaboración de cajonería para envases. La panadería
    mecánica “La Esperanza” fue fundada por Tomás
    Zarracina en 1863 y era una de las más importantes de
    Asturias, pues la elaboración diaria de pan era de unos
    5.000 Kgs. y empleaba a treinta trabajadores.También presidió
    Tomás Zarracina durante algún tiempo la sociedad promotora
    del balneario de “Las Carolinas”, situado en
    la playa de San Lorenzo.     

    ¿Y
    cómo un mediano propietario e industrial de una recóndita
    villa de España y en pleno siglo XIX podía ser republicano?

    Tomás
    Zarracina: concejal republicano de la I República

    En
    España, cuando el país ya no aguanta más, los reyes se
    marchan y viene la República que trae la Libertad. Isabel
    II se fue; se marchó también Amadeo de Saboya y llegó
    la I República un once de Febrero de 1873.
    El día trece
    de ese mismo mes y año, aquí, en Gijón, según consta en
    el Libro de Actas del Ayuntamiento de Gijón que se conserva
    en el Archivo Municipal, se recibió en el Ayuntamiento
    un telegrama del Gobernador de la provincia en el que
    se comunicaba la renuncia del rey y que las Cortes, constituidas
    en Asamblea Soberana, habían proclamado la República.
    Se personaron por la tarde en el Ayuntamiento los señores
    Pérez Carreño, Guilmain y Menéndez Acebal, los cuales
    hicieron presente al alcalde, José Domínguez Gil, que
    traían órdenes verbales del Gobenador para que la Corporación
    dimitiese y resignase el mando en el diputado provincial
    Alejandro Blanco. Entre el alcalde y el gobernador se
    cruzaron varios telegramas que denotaban la confusión
    propia del momento. Finalmente, con la garantía del diputado
    Alejandro Blanco de contribuir al mantenimiento del orden,
    “el Ayuntamiento, en atención a las circunstancias
    y en su deseo de que la tranquilidad y el sosiego público
    no lleguen a turbarse, quizá con el pretexto de su permanencia
    al frente de la adiministración municipal, acordó por
    unanimidad hacer renuncia desde luego del cargo, con tanta
    más razón, cuanto que veía rebajada su dignidad como Corporación
    local por haber dispuesto el Gobernador la entrega de
    armas a la fuerza ciudadana sin su intervención.”
    Efectivamente, se habían enviado doscientas armas que,
    como posteriormente se comprobaría, no estaban en muy
    buen estado.

    Se
    trasladó a Oviedo una comisión municipal, y el Gobernador
    (¿Angel de F. Valmori?) oídas las consideraciones que
    los representantes de la Corporación gijonesa exponen
    como fundamento de su dimisión, acepta ésta y nombra,
    para reemplazarlos provisionalmente a las siguientes personas:
    Segundo G. Prada, José Palacio, Francisco Alvarez, Francisco
    Pérez Carreño, Eduardo Guilmain, Policarpo Boluna, Eusebio
    Menéndez, Arsenio Buznego, Justo del Castillo, Casiano
    García, Antonio Erdocea, Vicente Valdés, Francisco Castañón,
    Eladio Carreño, Apolinar Acebal, Francisco Díaz, Francisco
    Castro, Antonio Suárez, Restituto Buylla, Manuel Cerra,
    Tomás Zarracina, Manuel Rodríguez (de Tremañes), Manuel
    Rozada, Ramón de la Rubiera y Alejandro Blanco y Jove
    Huergo. Total: venticinco.

    De
    nuevo en Gijón, concurren al día siguiente, catorce de
    Febrero, en las Cosistoriales la Corporación dimisionaria
    y los antes mencionados, leyéndose la resolución del Gobernador
    de la provincia. Los concejales salientes abandonan el
    local y la nueva Corporación queda presidida por el de
    más edad, que resulta ser Alejandro Blanco y Jove Huergo.
    Procediéndose a continuación a celebrar las respectivas
    votaciones para el nombramiento de alcalde, tenientes
    de alcalde y síndicos, resultando elegidos por unanimidad
    los siguientes:

     

    Alcalde
    1º Presidente, Alejandro Blanco.

    1er.
    Teniente Eladio Carreño.


          id.        Restituto A. Buylla.

    3º      
    id.        Francisco Pérez Carreño.

    4º      
    id.        Francisco Díaz

    5º      
    id.        Segundo G. Prada.

    Síndico         
    Apolinar Menénez Acebal.

        
    id.   supl.   Eduardo Guilmain

    El
    alcalde presidente dio las gracias por la honra que le
    habían dispensado nombrándole para dicho cargo, proclamó
    y dio posesión a los anteriormente mencionados de los
    suyos respectivos y, por último, se adoptó el acuerdo
    de que las sesiones ordinarias se celebrasen los sábados
    de cada semana a las siete de la noche, dándose con ello
    por terminada esta sesión inaugural, de la cual levantó
    acta certificada el secretario del Ayuntamiento.

    Un
    día después, se volvió a reunir la Corporación para nombrar
    a los alcaldes de barrio, treinta y uno en total. Se eligieron
    también los miembros de la Corporación que integrarían
    las diferentes comisiones permanentes, que eran las siguientes:
    Policía urbana y festejos; Hacienda, presupuestos y arbitrios;
    Alumbrado y serenos; Instrucción pública; Cárcel y presos
    pobres; Obras públicas, caminos y arbolado; Montes y terrenos
    comunales; Milicia voluntaria; Intervención de fondos.
    No se va a hacer aquí un resumen de cada sesión municipal,
    pero si interesa destacar dos cosas: la primera, las comunicaciones
    que envían ofreciendo sus servicios a la nueva Corporación 
    los cónsules de Francia, Alemania e Italia; el Comandante
    de Marina, los administradores de la Aduana y Fábrica
    de Tabacos, y el director del Instituto “Jovellanos”.
    El otro aspecto a señalar es la ausencia de Tomás Zarracina;
    no sólo no figura en ninguna de las anteriores comisiones
    municipales, sino que tampoco consta que asista a las
    reuniones ordinarias de la Corporación.

    En
    el movimiento republicano gijonés debía de haber las lógicas
    discrepancias que no tardarían en aflorar. Por otra parte,
    ser entonces concejal o alcalde no era, al contrario de
    lo que ahora sucede, ningún chollo. Se iba al Ayuntamiento,
    como a la política, por un ideal, a servir a la ciudad
    y a la nación, y no con la idea de “servirse de”
    para propio beneficio. Vease, si no, lo que ocurrió en
    el Ayuntamiento de Gijón al mes y medio de tomar posesión
    aquella primera Corporación republicana. Pues ocurrió
    que en sesión extraordinaria celebrada el día ventiséis
    de Marzo de aquel año de 1873, presidida por el primer
    teniente de alcalde, Eladio Carreño, se dio cuenta de
    cuatro comunicaciones recibidas. La primera de ellas iba
    firmada por Alejandro Blanco, alcalde de Gijón hasta ese
    momento, y decía así:

         

     “No
    reconociendo como demócrata ningún poder ni corporación
    que no esté nombrado por sufragio universal, y únicamente
    prescindiría de aquel requisito por circunstancias extraordinarias
    y por el tiempo indispensable, bajo cuya base he aceptado
    el formar parte de esta Corporación municipal; viendo
    que a pesar de haber transcurrido tiempo suficiente para
    la elección, ésta se prorroga indefinidamente, poniendo
    al Ayuntamiento en una situación ilegal, sin que pueda
    dar fuerza ni hacer ejecutivos sus acuerdos en asuntos
    económicos, ni por consiguiente formar sus correspondientes
    presupuestos, renuncio desde este día al cargo de concejal
    y, por lo tanto, al de Alcalde 1º Presidente de la Corporación,
    que únicamente acepté mientras aquella pudiera constituirse
    con arreglo a la ley. Espero, pues, que V. se haga cargo
    desde luego de la Alcaldía y en su día disponga se dé
    cuenta de mi renuncia al Ayuntamiento para los efectos
    procedentes. Gijón, 24 de Marzo de 1873. Salud y fraternidad.
    Alejandro Blanco. Sr. 1er. Teniente de Alcalde.”

    En
    parecidos términos se expresan otros tres concejales que
    también dimiten el cargo. Aunque no está entre ellos Tomás
    Zarracina, lo cierto es que éste sigue sin acudir a las
    sesiones de la Corporación. Cabría atribuir esa actitud
    a otros motivos que no fueran políticos, y así pudiera
    ser, pero hechos que veremos posteriormente parecen corroborar
    la tesis del desacuerdo político como causa y explicación
    de aquella ausencia.

    El
    día siete de Junio de 1873, estando a punto de levantarse
    la sesión en las Consistoriales, se recibe el siguiente
    telegrama:

    “El
    Gobernador al Alcalde. El Ministro de la Gobernación en
    telegrama de hoy me dice lo siguiente. Las Cortes están
    constituidas. Inmediatamente después de haber aceptado
    la dimisión del poder ejecutivo, han aprobado por aclamación
    y casi por unanimidad que la república federal es la forma
    de gobierno de la Nación española. Mañana se hará la votación
    definitiva y nominal de esta proposición. Circúlese y
    publíquese.”

    Continúa
    el acta municipal relatando que “el Ayuntamiento
    oyó con satisfacción tan importante noticia, y el Sr.
    Boluna dio un “viva la República federal” que
    fue contestado con entusiasmo por el Ayuntamiento y público
    que ocupaba el salón.” A continuación, el Ayuntamiento
    de Gijón acordó dirigir al Presidente de la Asamblea Nacional
    un telegrama con estos términos:

    “El
    Presidente del Ayuntamiento de Gijón al Presidente de
    la Asamblea Nacional. Recibida con inmenso júbilo la satisfactoria
    noticia de haberse proclamado la república federal por
    la Asamblea. Este Ayuntamiento, en sesión pública hizo
    igual proclamación y acordó por unanimidad felicitar a
    la Asamblea por tan importante solución”.

    Y
    llegamos al venticuatro de Agosto. Ese día, bajo la presidencia
    del alcalde saliente, Eladio Carreño, se da lectura a
    la lista de los concejales electos. Es aquí cuando
    de nuevo aparece el nombre de Tomás Zarracina, y lo hace,
    precisamente, encabezando esa lista de concejales que
    no han sido nombrados por ningún gobernador, sino elegidos
    en votación.
    Forman la lista de nuevos concejales
    los siguientes nombres: Tomás Zarracina, Manuel de la
    Cerra, Segundo González Prada, Policarpo Boluna, Eduardo
    Guilmain, Apolinar Menéndez Acebal, Casiano García, Eusebio
    Menéndez, Antonio Suárez, José Palacio, Leonardo Menéndez
    Tuya, José Corral, Arsenio Buznego, José González Coto,
    Manuel Rodríguez, Juan A. Gómez, Benigno Quirós, Antonio
    García, Francisco Caicoya, Calixto Meré, Marcelino Villamil,
    Manuel Muñiz, Jacinto Menéndez, Manuel Alvarez Ramos y
    Francisco Lavandera. Preside interinamente la Corporación
    el concejal que más votos obtuvo, que lo fue José González.

    En
    otra reunión de la Corporación electa, Tomás Zarracina
    es nombrado primer teniente de Alcalde
    y pasa a formar
    parte de las siguientes comisiones municipales: Policía
    urbana; Presupuestos, cuentas y arbitrios; Cárcel y presos
    pobres; Voluntarios de la República; Conservación y limpia
    del puerto.

    Tomás
    Zarracina y la sublevación militar

    contra
    la I República

    Del
    mismo modo que se dice que “la alegría dura poco
    en casa del pobre”, pienso yo que también se podría
    haber acuñado esta otra frase: “la Libertad dura
    poco en España”. Efectivamente, el general Pavía
    mete a los caballos en el edificio de Las Cortes y pone
    fin a la I República antes de que hubiera trascurrido
    un año desde su instauración: ¡qué poco dura la alegría
    y la Libertad en casa del español pobre! Algo parecido
    pensarían los concejales republicanos gijoneses, pues
    aunque algunos de ellos no fueran pobres, económicamente
    hablando, si que todos eran en aquel momento “unos
    pobres concejales republicanos”, republicanos ya
    sin República.

    Un
    siete de Enero de 1874, los concejales gijoneses acuden
    a la convocatoria de una sesión extraordinaria. Y va
    a tocarle presidir tan triste reunión, precisamente, a
    nuestro hombre, Tomás Zarracina, en su calidad de primer
    teniente de alcalde. Se abre la sesión, se lee y aprueba
    el acta de la anterior y, a continuación, Tomás Zarracina
    procede a leer varios telegramas en los que se da cuenta
    del atentado cometido contra la Asamblea Nacional y de
    la formación de un nuevo gobierno presidido por el duque
    de La Torre,
    así como otro telegrama en el que el
    Gobernador militar de la provincia pregunta al Ayuntamiento
    si éste está conforme con la política que representa el
    nuevo gobierno. Respecto a esto último, “el Ayuntamiento,
    unánimemente, acordó no estar conforme con dicho Gobierno
    y, por lo tanto, hacer, desde luego, dimisión de su cargo,
    participándolo así al Gobernador de la provincia para
    que designe la persona que haya de hacerse cargo de la
    Alcaldía y, hasta tanto, continuar en las Consitoriales
    todos los Sres. Concejales para atender a la conservación
    del orden, por el término de cuatro días. Así mismo, y
    en vista de haberse declarado la provincia en estado de
    sitio, y de la orden para desarmar al Batallón de Voluntarios
    de la República, de esta villa, se acordó que una Comisión
    de Concejales reciba las armas, munición y equipo que
    los voluntarios vayan presentando…”

    Venticuatro
    horas más tarde, el Comandante militar de Gijón convoca
    en el Ayuntamiento al alcalde en funciones, Tomás Zarracina,
    y a las siguientes personas: Nemesio Sanz Crespo, Víctor
    Menéndez Morán, Eustaquio García, José Domínguez Gil,
    Bernardo de la Rionda, José Díaz Pérez, Victoriano García
    de la Cruz, Francisco Díaz, Maximino de la Sala, Rafael
    García Cuesta, Evaristo del Valle, Florencio Valdés, Francisco
    Roces y Casimiro Velasco. Están también presentes algunos
    concejales y la reunión la preside el Comandante militar
    de la plaza, el cual da lectura a un telegrama del
    Gobernador militar de la provincia que comunica haber
    admitido la dimisión de la Corporación y nombrado para
    reemplazarla a las personas mencionadas anteriormente,
    siendo el Comandante militar el encargado de darles posesión
    ,
    procediendo después ellos a la elección de los cargos
    municipales y completando el número de concejales con
    personas de las parroquias rurales.

    A
    pesar de la presión a que son sometidos por parte de las
    autoridades militares, los señores Sanz Crespo, Menéndez
    Morán, Domínguez Gil, Rionda Roces y Velasco se negaron
    a aceptar el cargo aduciendo motivos de salud o el tener
    muchas ocupaciones; mientras que el resto fundamentó su
    negativa en que “ni el nombramiento estaba dentro
    de las prescripciones legales ni creían al Sr. Gobernador
    militar de la provincia con facultades para obligarles
    a aceptar cargos de elección popular, pues parecía natural
    que fueran llamados a formar la Corporación municipal
    los Concejales que cesaron el 11 de Febrero de 1873, elegidos
    todos por sufragio universal.”

    El
    Comandante militar de la plaza, que presidía la reunión,
    suspendió la misma durante una hora para poder consultar
    con su superior. Transcurrida la misma, se reanudó nuevamente
    aquella, manifestando el Comandante militar que el Gobernador
    “no admitía ninguna de las excusas expuestas por
    los nombrados y suplicaba en nombre del Gobierno que todos
    admitiesen el cargo y se posesionaran del Ayuntamiento
    para velar por los intereses locales y atender a la conservación
    del orden público.” En vista de los cual, y expresando
    su protesta, aceptaron todos menos Maximino de la Sala,
    que mantuvo su negativa y abandonó la reunión. A continuación,
    presididos por el de más edad, Bernardo de la Rionda,
    y una vez constituido el Ayuntamiento, se procedió a la
    elección de los cargos municipales. Por unanimidad, fue
    elegido alcalde  José Domínguez Gil, y del mismo modo
    los cinco tenientes de alcalde y el síndico.

    Un
    año después, en la sesión ordinaria del Ayuntamiento de
    Gijón que tiene lugar el día dos de Enero de 1875, bajo
    la presidencia de José Suárez Hevia, 2º teniente de Alcalde,
    se da lectura al siguiente telegrama del Gobernador de
    la provincia, recibido dos días antes:

    “Gobernador,
    Alcaldes. Proclamado por los Ejércitos del Norte y Centro
    D. Alfonso XII Rey de España, y secundado por las guarniciones
    de las demás provincias, ha dimitido el Ministerio presidido
    por el Sr. Sagasta, nombrándose otro regencial bajo la
    presidencia del Sr. Cánovas del Castillo. En Madrid inmenso
    júbilo, y en esta capital se ha recibido tan notable acontecimiento,
    llevado a cabo con tanta unanimidad y sin colisión alguna,
    con muchísima satisfacción. Hágalo V. también público
    en ésa.”

    En
    Gijón, nada más recibirse dicho telegrama y antes de reunirse
    la corporación, el alcalde en funciones había dado órden
    de que se comunicase al vecindario lanzando cohetes y
    colocando colgaduras en el balcón del Ayuntamiento.

    Muerte
    de Tomás Zarracina

    Tomás
    Zarracina fallecía en Madrid el trece de Diciembre de
    1898. De ese largo período de casi venticinco años que
    va desde su dimisión de los cargos municipales hasta su
    muerte, nada o muy poco he podido averiguar. Por el libro
    de Carmen Maurenza: “Historia de la imprenta en Asturias”,
    sabemos que un año antes de su desaparición, Tomás
    Zarracina todavía tenía “humor” para fundar
    junto con Vicente Innerarity y Felipe Valdés un diario
    republicano que en poco tiempo, y durante muchos años,
    sería el diario más importante de la región: “El
    Noroeste”.

    Comenzó
    tirarse este periódico el día once de Febrero de 1897
    en una máquina rotoplana de la moderna imprenta que los
    mencionados socios instalaron en el número uno de la calle
    Covadonga de Gijón. Será en las páginas de “El Noroeste”,
    y a propósito de la muerte del que fuera uno de sus fundadores,
    donde de más cosas de su vida nos podremos enterar.

    Muere
    Tomás Zarracina en Madrid, y todo parece indicar que se
    había trasladado a la capital en compañía de su mujer…
    ¿para tratar de encontrar algún remedio médico, quirúrgico
    tal vez, a alguna grave enfermedad que ya padeciese? No
    hay certeza, pero hay indicios. Un día antes del desenlace
    definitivo, llegaban a la capital en el tren correo de
    Gijón su hija Carmina con su marido, Alfredo Santos; les
    acompañaba el médico de la familia, Wenceslao Vigil. Y
    el día catorce de Diciembre, “El Noroeste” da
    la triste noticia a los asturianos
    y, sobre todo,
    a los gijoneses, incrustando en su portada una sentida
    necrológica de la que entresaco los siguientes párrafos:

    “A
    él debe Gijón varias de sus ricas industrias y muchas
    de las mejoras que ostenta. Ni cansancio en el trabajo
    ni temores en las empresas ni desmayos en su fe inquebrantablemente
    republicana sintió jamás el Sr. Zarracina. Por su constancia,
    por su laboriosidad, por su desprendimiento, por todas
    las nobles cualidades que en él resplandecían, puede decirse
    que había encarnado en sí el tipo de esa generación que
    va extinguiéndose después de dar a España y a la Libertad
    días de gloria.

    No
    tenía rencores más que para la opresión y la injusticia.
    Cuando a sus oídos llegaban los ecos de las lamentaciones
    que las iniquidades del caciquismo arrancaba a las víctimas,
    sublevábase todo su ser y parecía como que su noble semblante
    se iluminaba repentinamente.

    (…)
    Callemos nosotros y hablen los innumerables necesitados
    que a él acudieron y que jamás de su lado salieron sin
    obtener algún alivio a sus necesidades; hablen los numerosos
    dependientes que durante muchos años estuvieron con él
    en contacto y que nunca vieron en D. Tomás al patrono
    avariento, sino al cariñoso amigo y generoso protector;
    hablen todos los vecinos de Gijón, que vieron siempre
    en nuestro llorado amigo lo que efectivamente era: un
    gijonés entusiasta, un convecino honrado, un republicano
    consecuente, un generoso filántropo. ¡Qué triste es ver
    como mueren los buenos!

    Por
    eso le lloran todos sin excepción; que las distancias
    del político borrábalas la simpatía del íntegro ciudadano.”

    El
    jueves quince, “El Noroeste” dedicaba toda su
    primera página a la esquela de Tomás Zarracina Rodríguez.
    De la esquela obtenemos estos nuevos datos: que al fallecer
    tenía sesenta y seis años, que solamente le quedaba una
    hija, Carmen, y que no tenía nietos, por lo que podemos
    suponer que sus otros hijos varones habrían muerto antes
    de llegar a la edad adulta o matrimoniar, porque tampoco
    se menciona ninguna “hija política”. En la esquela
    se convoca a sus “conocidos y amigos” para que
    concurran al día siguiente, a las dos y media de la tarde,
    a la estación del Ferrocarril del Norte, desde donde el
    cadáver será conducido al cementerio general. Aunque el
    funeral queda para el día después al del entierro, la
    esquela lleva cruz; por lo tanto, nada se se puede afirmar
    sobre sus creencias religiosas o ausencia de las mismas,
    pero tal vez no sea aventurado suponer que Tomás Zarracina,
    siendo creyente, no era hombre de iglesia.

    En
    una segunda nota necrológica que “El Noroeste”
    publica en las páginas interiores de ese mismo jueves
    quince, se encuentra una nueva información sobre un aspecto
    de la vida de Tomás Zarracina que hasta ahora desconocíamos:
    “Los buques nacionales surtos en el puerto, rindieron
    también su tributo de cariño al antiguo piloto de la Marina
    mercante izando bandera a media asta.” Y más adelante,
    la misma nota continúa: “La Junta local de Fusión
    Republicana y el Comité Federal acudirán en representación
    de sus partidos respectivos a la Estación del Norte para
    acompañar el cadáver, más no por esto dejan de invitar,
    sino que lo hacen por nuestro conducto, a los republicanos
    todos de Gijón…”

    Es
    decir, que, en primer lugar, Tomás Zarracina, como
    la mayoría de los jóvenes de las familias pudientes gijonesas
    de la época, había estudiado Náutica en el Instituto de
    Náutica y Mineralogía que fundara Jovellanos
    ; estudiar
    entonces Náutica en Gijón debía de ser algo así como ahora
    hacer Derecho o Empresariales, solamente que restringido
    a los chicos de veinte familias. En segundo lugar, queda
    claro que Tomás Zarracina era miembro de las mencionadas
    organizaciones políticas.

    Llega
    el día del entierro y, según se puede leer en la crónica
    de “El Noroeste”, en los andenes de la Estación
    del Norte ya no se podía dar un paso debido a la multitud
    que allí se había reunido desde una hora y media antes
    de iniciarse la conducción del cadáver al cementerio.

    La
    tarde del día anterior, en Madrid, donde Tomás Zarracina
    apenas si era conocido, en el traslado del cadáver desde
    el Hotel Inglés hasta la Estación del Norte, se había
    formado un cortejo de más de ciento cincuenta coches.
    Al carruaje fúnebre le seguieron a pie numerosas representaciones
    de la colonia asturiana y del partido republicano. Presidieron
    el duelo Alfredo Santos, yerno del fallecido; Calixto
    Rodríguez, sobrino; Rafael María de Labra y el acaudalado
    propietario Indalecio Fernández; se señala la asistencia
    de Salmerón, Azcárate, Sardá, Baselga, Morayta, Amós Salvador,
    conde de Revillagigedo, Villamil y Pérez de Ayala, entre
    otros. En Mieres, esperaban al tren gran cantidad de correligionarios
    y amigos. En Oviedo, aún se incrementó el número de personas
    que aguardaban en la estación el paso del tren, al que
    subió una representación del partido republicano para
    acompañar los restos de Tomás Zarracina hasta el cementerio.
    Formaban parte de ella Indalecio Corugedo, José González
    Alegre, Arturo Buylla, Marcelino Pedregal, Indalecio y
    Antonio Corugedo (hijos), Arcadio Ríos, Aurelio Alonso,
    Perfecto Rodríguez y Bonifacio Gutiérrez; no pudiendo
    desplazarse hasta Gijón Adolfo Buylla, Aniceto Sela, Adolfo
    Posada y Melquíades Alvarez. En Oviedo se depositaron
    en el furgón tres coronas de flores, que fueron a sumarse
    a las diez de Madrid y Mieres.

    A
    la una y media de la tarde llegaba el tren con su fúnebre
    carga a la Estación del Norte de Gijón. El cadáver de
    Tomás Zarracina se depositó en una de las salas, transformada
    en improvisada capilla ardiente. Llegan  más flores y
    coronas, hasta sumar un total de veintitrés. Para lo que
    aquí nos interesa, y aparte de las de la familia, conviene
    recoger las inscriciones de las cintas de algunas de esas
    coronas por la información que de ello trasciende: “Eladio
    Carreño y familia, a su íntimo y cariñoso amigo Tomás
    Zarracina”; “Viuda e hijos de Pérez Conde, a
    su inolvidable amigo”; “A D. Tomás Zarracina
    los republicanos de Oviedo”; “El partido de
    Fusión republicana (de Gijón) a su querido miembro D.
    Tomás Zarracina”; “la Juventud Radical (de Gijón)
    a don Tomás Zarracina”; “A su inolvidable D.
    Tomás, sus dependientes”; “Los panaderos, a
    su principal D. Tomás Zarracina”; “A D. Tomás
    Zarracina, los operarios de su fábrica de chocolates”;
    “Los operarios de sidra, a su principal D. Tomás
    Zarracina”; “Los operarios de la fábrica de
    harinas, a su principal”; “Los operarios de
    la fábrica de sierra, a su principal D. Tomás Zarracina”;
    “Nicasio García a su querido D. Tomás”; “El
    Noroeste, a su fundador D. Tomás Zarracina”.

    La
    comitiva hizo su recorrido hacia el cementerio de Ceares
    por las calles de Marqués de San Esteban, Pedro Duro,
    Numa Guilhou, Carmen, Libertad, Langreo y Teatro, donde
    se rezó un responso delante de la casa del finado, continuando
    por Begoña, Paseo de Alfonso XII y carretera de Ceares.
    Una vez en el cementerio, una multitud de personas desfiló
    ante el cadáver de Tomás Zarracina en postrer despedida.

    El
    sábado, se celebró el funeral en la iglesia de San Pedro
    por ser la de mayor capacidad. Se reunieron más de tres
    mil personas que una vez finalizada la ceremonia religiosa,
    que duró dos horas, se dirigieron por las calles de Gijón,
    formando dos filas interminables hasta la casa en la que
    vivía Tomás Zarracina en la calle del Teatro.

    Pero
    lo más significativo fue el incidente que se produjo en
    la celebración del funeral. Lo cuenta así la crónica de
    “El Noroeste”:

    “El
    hecho es tan insólito que, a no haberlo visto, jamás lo
    hubiéramos creído, conocida como nos es la ilustración
    del párroco de S. Pedro. Sin duda, un exceso de puritanismo
    les cegó a él y al sacristán mayor de esa parroquia; porque
    queriendo o sin quererlo, ayer se arrojó del templo a
    El Noroeste, a los republicanos de Oviedo y Gijón y a
    la Juventud radical.

    A
    tanto equivale, el haber prohibido que se colocasen en
    el catafalco las coronas que nuestra empresa y las agrupaciones
    dichas dedicaron a D. Tomás Zarracina. Republicano fue
    éste toda su vida y no se desdeñó de ser uno de los fundadores
    de El Noroeste. Si tan mala cosa es ser republicano
    y tener relación con este diario, ¿cómo tantos sacerdotes
    acudieron presurosos a entonar salmos por el alma del
    finado?

    En
    el clero de Gijón no se ha visto hasta ayer intolerancia
    tan soberanamente ridícula.
    Ningún precedente la abonaba,
    porque no ha mucho que hemos visto en esa misma iglesia
    coronas del círculo conservador y de otras agrupaciones
    políticas.

    Ello
    es que aún habiendo entre los republicanos hombres de
    sentimientos acaso más, mucho más sinceramente cristianos
    que muchos que fundan toda su religión en hipócritas exterioridades,
    ayer fueron indirectamente arrojados de la iglesia de
    San Pedro. La lección fue dura; y a la dignidad herida
    toca aprovecharla.”

    Como
    consecuencia de ese incidente, las agrupaciones gijonesas
    de Fusión Republicana y de la Juventud Radical repartieron
    entre el pueblo sendos manifiestos denunciando los hechos
    ocurridos en el funeral de Tomás Zarracina. Estos manifiestos
    fueron publicados en días sucesivos, previa mutilación
    por la censura oficial, en el diario “El Noroeste”.

    Una
    calle y una lápida en recuerdo

    de
    Tomás Zarracina

    El
    día diecisiete de Diciembre, cuatro días después de su
    muerte, el concejal Manuel Menéndez Menéndez propuso a
    la Corporación que presidía Francisco Prendes Pando, reunida
    en sesión ordinaria, que se diese a una calle de la ciudad
    el nombre de Tomás Zarracina. La propuesta, aprobada por
    unanimidad, quedó recogida en libro de actas de esta manera:

    “Hizo
    uso después de la palabra el Sr. Menéndez Menéndez manifestando
    que Gijón y su Ayuntamiento supieron demostrar el aprecio
    y estimación de aquellos de sus hijos que por medio del
    trabajo han contribuido al desarrollo y riqueza de la
    población, dando su nombre a una calle como recuerdo permanente
    de dicha estimación y aprecio; que, desgraciadamente,
    ha fallecido en estos días uno de esos hombres que con
    sus iniciativas y trabajo ha logrado elevar la importancia
    industrial de Gijón a un grado muy alto, por lo cual merecía
    el agradecimiento de todo el pueblo; y concluyó proponiendo
    se diese el nombre de D. Tomás Zarracina a la calle en
    donde vivió este distinguido hijo de Gijón, que es a quien
    se refería anteriormente. El Ilustre Ayuntamiento acordó
    por unanimidad y aclamación aprobar lo propuesto por el
    Sr. Menéndez y Menéndez y que conste en el acta del día
    el sentimiento con que la Corporación se enteró de tan
    triste noticia.”

    Desde
    entonces, la calle del Teatro, donde vivió y tuvo algunas
    de sus industrias Tomás Zarracina, pasó a llevar su nombre.
    Y no deja de sorprender que durante la dictadura franquista
    lo siguiera conservando, máxime teniendo en esa calle
    su sede la Falange gijonesa.

    Para
    otro once de Febrero, pero de 1900, los republicanos gijoneses
    de Fusión Republicana convocaron a todo el pueblo de Gijón
    a la inauguración de una lápida “dedicada al que
    fue entusiasta defensor de los ideales republicanos, don
    Tomás Zarracina.”
    Como era costumbre en aquella
    época, en la que no existían ni subvenciones ni subvencionariado,
    los gastos de construcción de la lápida y de su colocación
    fueron costeados mediante suscripción popular abierta
    en la Imprenta de El Noroeste y en otros periódicos. El
    dinero sobrante de dicha suscripción se repartió, posteriormente,
    a partes iguales entre la Institución Filantrópica y el
    Hospital de Caridad.

    Estaba
    previsto que los actos se iniciasen con una concentración
    a las diez y media de la mañana en la Estación del Norte,
    pues el día once era domingo. Desde allí, y una vez que
    llegasen las comitivas republicanas de Oviedo y otros
    pueblos de la provincia, se partiría hacia la casa de
    la familia de Tomás Zarracina para proceder a la inauguración
    de la mencionada lápida. Así mismo, en el patio del Instituto
    “Jovellanos” se repartirían 300 libras de pan
    a los pobres.

    Para
    conmemorar el 27º aniversario de la proclamación de la
    República, ese mismo día se celebraría un banquete en
    el restaurante “Petit Boullon”, presidido por
    Melquiades Alvarez, mientras que, por su parte, “El
    Noroeste” tiraba un número extraordinario en el que
    aparecían artículos de Pi y Margall, Gumersindo de Azcárate,
    Rafael María de Labra, Estévanez, Adolfo Buylla, Rafael
    Altamira, A. Sela, Adolfo Posada y otros.

    No
    pudieron tener los republicanos su fiesta en paz. El Gobernador,
    cumpliendo órdenes del Ministerio de la Gobernación, ordenó
    que se concentrasen en Gijón numerosos efectivos de la
    Guardia Civil, a pie y a caballo, al mando de un teniente
    coronel que traía orden de impedir toda celebración pública
    que el pueblo quiera tributar a la memoria de Tomás Zarracina.
    El
    día anterior a los actos, por la noche, el jefe de la
    Guardia Civil solicitó al alcalde que enviase operarios
    para arrancar la lápida de la fachada. Accedió a ello
    el Alcalde y los operarios se presentaronn en la casa
    de los Zarracina con escaleras y herramientas. Solamente
    la intervención decidida del portero de la finca, Robustiano
    Rodríguez pudo impedir el atropello. Robustiano adviertió
    serena, pero firmemente, que al primero que tocase la
    lápida le costaba la vida.
    Tan resuelto le vieron,
    que los empleados del municipio optaron por retirarse
    sin intentar llevar a cabo las órdenes que traían.

    Llega
    el domingo, y la Estación del Norte, lugar de reunión
    con las distintas comisiones que vienen por tren, y la
    calle de Los Moros están tomadas por la Guardia Civil,
    que impide que se formen grupos. Ante tan lamentable situación,
    los dirigentes republicanos, reunidos en la casa de los
    Zarracina, acuerdan enviar un telegrama a Pi y Margall,
    Azcárate y demás diputados de la minoría republicana en
    Las Cortes denunciando lo ocurrido y pidiendo se interpele
    al Gobierno sobre ello. Y al público que, impaciente,
    deambula por las calles próximas al mencionado domicilio
    se le convoca para un mitin de protesta que se celebrará
    a las tres de la tarde en el Casino Federal. Tras este
    mitin, que se cerraría con una intervención de Melquiades
    Alvarez, se celebró una velada en el citado Casino Federal,
    iniciándose la misma con la interpretación por la orquesta
    de “La Marsellesa”. Concluiría la jornada con
    la lectura de este escrito de un histórico del republicanismo
    español, Nicolás Estévanez:

    “A
    los federales de Gijón y a todos los de Asturias

    Pena
    me causa la imposibilidad de celebrar con ustedes la fiesta
    anual del partido. A medida que se aleja la fecha memorable,
    se entibia el entusiasmo con que antes festejábamos la
    conmemo-ración; y por lo mismo son acreedores a sentidos
    plácemes los republicanos que todavía la celebran.

    En
    la villa de Gijón no se ha extinguido la fe republicana;
    en ella se mantiene vivo el sacro fuego, y es uno de los
    más potentes focos de la Federación y de la Libertad.
    Comparte Gijón con Alicante y Va-lencia, Talavera y Tarragona,
    Figueras y otras ciudades, la gloria de ser esperanza
    de la Democracia, de la República, de la Federación.

    No
    vaciléis un instante, federalistas de Asturias; mantened
    el fuego sagrado un día y otro día, un año y otro, que
    en el federalismo está la mayor garantía de la República
    y sin él será infecundo todo intento de regeneración.

    ¡La
    regeneración…. ¿Por qué se habla tanto de ella sin que
    aparezca por ninguna parte? Se habla de ella porque la
    Patria lo exige, lo reclama, lo necesita como fundamento
    esencial de su existencia. Y no aparece por ninguna parte
    porque se la busca donde no puede encontrarse, en decrépitas
    instituciones, en estúpidas rutinas, en entes depravados.
    ¿Cómo han de regenerar a la infeliz España seres degenerados,
    leyes corruptoras y clases corrompidas?

    Luchad,
    luchemos todos sin tregua por la Federación y la República.”

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    La
    caída de Asturias en poder de las tropas franquistas
    en Octubre de 1937 supuso un incremento muy notable
    en el ya elevado número de mujeres prisioneras que
    había en la España nacionalista.
    Saturadas
    desde los primeros días de la sublevación militar
    las secciones para mujeres de las prisiones centrales
    y de partido, se habilitaron como cárceles para mujeres
    antiguos conventos, chalets y hasta pisos. No fue
    suficiente. Ese es el motivo de que por Orden del
    día 29 de Diciembre de 1937  se estableciese una nueva
    prisión de mujeres en Saturrarán.

    Saturrarán está situada entre Motrico, concejo al que
    pertenece, y Ondárroa, equidistante de ambas poco
    más de un kilómetro, en el mismo linde entre las provincias
    de Guipúzcoa y Vizcaya.
    En esta playa o sucesión de playas, desemboca un arroyo
    en cuyos márgenes se levantaron en el siglo XIX una
    serie de edificios destinados a balneario y a residencia
    de verano para los seminaristas del Seminario de Vitoria.
    Durante la guerra fue utilizada algún tiempo como
    cuartel general del PNV.

    La documentación sobre las cárceles y campos de concentración
    del franquismo referida a los años de guerra y posguerra
    es muy escasa.
    Gran parte ha sido destruida
    durante los años que siguieron a la muerte del dictador
    o ha desaparecido. Muchos documentos están sin clasificar,
    embalados en cajas en los archivos de las prisiones
    centrales que han ido recibiendo la documentación
    de las cárceles que se iban cerrando. Hay una gran
    resistencia por parte de las autoridades militares
    y civiles a facilitar el acceso a la documentación
    referida a la represión durante el franquismo. Para
    conocer lo relativo a la vida en este penal de mujeres
    de Saturrarán he recurrido a las memorias anuales
    de los años de guerra y posguerra elaboradas por Dirección
    General de Instituciones Penitenciarias, a los libros:
    “Abajo las dictaduras”, de Josefa García Segret, y
    al de Leonor Ruipérez Cristóbal, “Relato de mi vida”,
    ambas maestras y prisioneras; al reportaje de J. S.
    Erauskin sobre la cárcel de Saturrarán, publicado
    en el diario “Egin”; al programa de la televisión
    de Cataluña titulado: Els nens perduts del franquisme”,
    y a los libros de defunciones del Registro Civil de
    Montrico. Las fotografías, junto con alguna otra información,
    pertenecen al archivo del Sr. Zubikaray. 

    Las primeras presas comenzaron a llegar en Enero de
    1938 y se encontraron con los edificios desnudos,
    desprovistos de cualquier clase de mobiliario, teniendo
    que comer y dormir en el suelo.
    En un primer
    momento, la mayoría de las reclusas  procedían de
    la mitad norte de España, pero al finalizar la guerra
    en 1939, se aplicó la orden de que las presas fueran
    internadas en los lugares más alejados de su lugar
    de nacimiento o residencia. Muchas de ellas fueron
    trasladadas a la cárcel de Mallorca, mientras que
    su lugar lo ocupaban prisioneras procedentes de Almería,
    Levante y La Mancha. La capacidad establecida oficialmente
    era para 700 presas, pero la población penal real
    osciló entre las mil quinientas y las dos mil presas.
    Muchas de ellas estaban embarazadas o traían consigo
    a sus hijos de meses o pocos años de edad.

    Bajo la dirección de un funcionario de prisiones, del
    régimen interior de la cárcel se encargaban monjas
    mercedarias y de la vigilancia exterior soldados y
    guardias civiles. Rodeada de escarpadas laderas, lindante
    con el mar y con un acceso angosto, las posibilidades
    de evasión eran prácticamente nulas. Aunque se afirma
    que una mujer logró huir por el cauce del arroyo arriba.

    Las monjas eran crueles con las prisioneras. Al frente
    de ellas estaba Sor María Aranzazu, conocida entre
    las presas como “La Pantera Blanca”.

    Muchas monjas eran invertidas sexuales y se aprovechaban
    de las presas o lo intentaban. La alimentación era
    pésima y muy escasa. Las monjas robaban del presupuesto
    de la comida, “straperlaban” con los alimentos y robaban
    de los paquetes que los familiares enviaban a las
    presas con ropa y comida. Parte del producto de esos
    latrocinios era luego puesto a la venta en el economato
    de la cárcel, donde solamente podía ser adquirido
    por las presas más pudientes. La correspondencia era
    sistemáticamente censurada y en muchos casos secuestrada,
    manteniendo incomunicadas a las presas con sus familiares.

    Con misa diaria y conferencias a cargo de jesuitas,
    las cosas más nimias e inocentes daban lugar a castigos.
    Las presas castigadas eran conducidas a las celdas
    de castigo y sometidas a una dieta de pan y agua.
    Estas celdas de castigo estaban situadas en sótanos
    bajo el nivel de las aguas del arroyo, lo que provocaba
    que se inundasen, permaneciendo las presas durante
    horas o días con el agua por encima de la rodilla.
    En los últimos años de existencia de la cárcel estas
    celdas fueron clausuradas.

    En aplicación de la disposición franquista de redención
    de penas por el trabajo, se sabe que funcionaron en
    Saturrarán varios talleres.
    En uno de ellos
    se daba ocupación a cincuenta reclusas que fabricaban
    bolsas de papel, agendas y  objetos de escritorio
    por encargo de la casa Berásetegui, de San Sebastián.
    Otras sesenta penadas realizaban trabajos para los
    talleres Egaña, de Motrico. Las clases de alfabetización
    corrían a cargo de veinte presas que tenían el título
    de maestras, figurando 350 alumnas en el primer año
    y alcanzando el número de 700 en años sucesivos.

    Diferentes vistas en distintas épocas del
    conjunto de edificios situados en la playa de Saturrarán
    que fueron utilizados como prisión de mujeres


     

    Defunciones
    en la prisión central de Saturrarán

    Esta
    lista de defunciones de mujeres y niños de la prisión
    de Saturrarán fue elaborada después de consultar los
    libros correspondientes del Registro Civil del Juzgado
    de Paz de Motrico, Partido Judicial de Vergara. Esos
    libros fueron revisados desde el año 1937 hasta el
    14 de Septiembre de 1946. Todos los enterramientos
    tuvieron lugar en el cementerio de Motrico.

    El
    total de fallecimientos es el siguiente:

    Mujeres……..116

    Niños………… 
    56

    Total………….172

    De
    entre las mujeres fallecidas, al menos 35 eran naturales
    de Asturias al igual que siete de los niños muertos.

    Todas
    estas cifras no pueden ser consideradas definitivas
    pero sí bastante aproximadas. Es posible que algunas
    presas y niños fueran conducidas a hospitales o prisiones-hospital,
    por ejemplo, a Amorebieta, y allí fallecieran y fueran
    enterradas. Los libros de defunciones del Registro
    Civil de Ondárroa no fueron consultados y pudiera
    ser que algunos enterramientos se hubieran efectuado
    en el cementerio de esa localidad. Es poco probable
    que se efectuasen enterramientos clandestinos, salvo
    que se tratase de ocultar la mortandad debida a alguna
    epidemia.

    Desconozco
    a partir de qué edad se separaba a los niños de sus
    madres presas, pero sé que se formó alguna expedición
    de niños que partió de Saturrarán. Supongo que el
    destino de esos niños serían los hospicios. Más tarde,
    unos serían entregados a su familia natural, otros
    a familias de adopción y otros se criarían en los
    citados centros. Fueron numerosos los casos de niños
    de la prisión de Saturrarán que fueron recogidos y
    criados por familias de Ondárroa.

    Se
    advierte que debido a la no siempre comprensible caligrafía
    de las inscripciones puede haber errores al transcribir
    los apellidos y lugares de nacimiento. No figuran
    en los asientos de defunción la vecindad anterior
    al ingreso en prisión.

    Defunciones.

    Libro
    nº 17

    Folio
    nº 6 Marcelina Felgueroso Rodríguez, natural de Langreo,
    46 años, casada. El 14-4-38 por pleuresía.

    F
    8 María Martín Gimeno, natural de Azuara, Zaragoza,
    71 años, viuda. El 16-4-38 por enterocolitis aguda.

    F
    16 Dionisia Chérvoles Ortega, natural de Ventosa,
    Soria, 56 años, casada. El 6-5-38 por insuficiencia
    mitral.

    F
    17 Antonia Cuartero Fitesa, natural de Pila, Zaragoza,
    viuda.  El 7-5-38 por senectud.

    F
    23 Felicidad González Peláez, natural de Campiello,
    Asturias, 63 años. El 24-6-38 de gastroenteritis.

    F
    24 Felicidad Yánez Fernández, natural de Sama, Asturias,
    27 años. El 21-6-38 de bronquitis.

    F
    31 Lucrecia Martínez Salas, natural de Campillos,
    Asturias, 22 años. El 23-7-38 por fiebres tifoideas.

    F
    32 Mª Mercedes Amuedo Bouzón, 5 meses, hija de Florinda
    Bouzón Bouzón. El 23-7-38 por bronconeumonía.

    F
    34 Mª Concepción Arrago Alvarez, natural de Grado,
    20 años. El 26-7-38 por fiebres tifoideas.

    F
    35 Etelvina Martínez Salas, natural de Campillos,
    Asturias, 23 años. El 26-7-38 por fiebres tifoideas.

    F
    37 María Fernández Gutiérrez, natural de Pola de Lena,
    Asturias, 40 años, casada. El 28-7-38 por fiebres
    tifoideas.

    F
    42 Bienvenida Aguirrezabala Esnaola, natural de Tolosa,
    22 años, soltera. El 28-8-38 por fiebres tifoideas.

    F
    43 Carmen Ríos Tarral, natural de Panes, Asturias,
    22 años, soltera. El 28-8-38 por fiebres tifoideas.

    F
    45 Rosario Alonso San Miguel, natural de Puente Villareuble,
    León, 41 años, soltera. El 13-9-38 de cáncer de estómago.

    F
    48 Josefa Alvarez Coalla, natural de Pravia, Asturias,
    54 años, casada. El 22-9-38 de tuberculosis.

    F
    51 Clara Valdés González, natural y vecina de Oviedo,
    Asturias, de 77 años, viuda. El 14-10-38 por senectud.

    F
    52 Antonia González Cuervo, natural de La Peral, Asturias,
    53 años, casada. El 15-10-38 por miocarditis.

    F
    54 Primitiva Marañón González, natural de Lerma, Burgos,
    40 años, casada. El 4-11-38 por cáncer de matriz.

    F
    57 Josefa Peruyero Ortiz, natural de Villamayor?,
    Asturias, 21 años, soltera. El 15-11-38 por tuberculosis.

    F
    58 Mercedes López Gabela, natural de Peranzanes, León,
    18 años, viuda. El 18-11-38 por peritonitis.

    F
    59 Isabel Díaz Fernández, (nacida en Saturrarán) 3
    meses, hija de Carmen Fernández y Rodrigo Díaz. El
    25-11-38 por bronquitis capilar.

    F
    60 Jesusa Ríos Terán, natural de Santa Cruz de Igaña,
    Cantabria, 54 años, viuda. El 27-11-38 por septicemia.

    F
    61 Celsa García Arbesú, natural de Santa Marina de
    Siero, Asturias, 18 años, soltera. El 28-11-38 por
    hemorragia intestinal.

    F
    62 Marina Iglesias Fernández, natural de Castrillón,
    Asturias, 19 años, soltera. El 29-11-38 por septicemia.

    F
    63 Mª Pilar Baltasara García González, (nacida en
    Saturrarán, 5 meses, hija de Pilar González y Pedro
    García. El 2-12-38 a consecuencia de bronquitis capilar.

    F
    68 Agapita González Fernández, natural de Carbayín
    Alto, Asturias, 18 años, soltera. El 21-12-38 por
    tuberculosis pulmonar.

    Año
    1939 (mismo libro)

    F
    5 Mª Soledad Manzano García, natural de Oviedo, Asturias,
    10 meses, hija de María García y Laudelino Manzano.
    El 17-2-39 por bronquitis.

    F
    7 Emelina Muñiz González, natural de Lillo, León,
    24 años, soltera. El 28-2-39 por septicemia.

    F
    8 Angel Palacios Vélez, natural de Santander, de 10
    meses, hijo de Angeles Palacio Vélez. El 7-3-39 por
    bronconeumonía.

    F
    13 Socorro González Alonso, Soto de Lorío, Asturias,
    21 años, soltera. El 25-3-39 por tuberculosis intestinal.

    F
    16 Amelia Noriega Martínez, natural de Vidiago, Asturias,
    37 años, viuda. El 8-4-39 por uremia.

    F
    30 Carmiña Pico Rodríguez, natural de Pino, Lugo,
    2 años, hija de María Pico Rodríguez. El 23-6-39 por
    bronquitis.

    F
    31 Concepción Lario Sancho, natural de Torrecilla
    de Alcañiz, Teruel, 58 años, viuda. El 6-7-39 por
    insuficiencia cardíaca.

    F
    34 Visitación Portilla Abascal, natural de Güemes,
    Cantabria, 29 años, soltera. El 17-7-39 por pleuritis.

    F
    35 Alfonso Sánchez Alvarez, natural de Bejar, Salamanca,
    de 2 años y 6 meses, hijo de Alfonso y Segunda. El
    9-8-39 por gastritis.

    F
    38 Eulogia Rozas Rodríguez, natural de Gijón, Asturias,
    25 años, casada con Mariano Cimadevilla (1 hija: Mª
    Begoña). El 24-8-39 por tuberculosis.

    F
    41 Emilia Fernández Alvarez, natural de León, 1 año,
    hija de Margarita Fernández. El 7-9-39 por gastroenteritis.

    F
    45 Asunción García Amaldo, natural de Oviedo?, Asturias,
    13 meses, hija de Rosario Amaldo. El 24-9-39 por raquitismo.

    F
    50 Adela García Alonso, natural de La Peral, Avilés,
    Asturias, 38 años, casada. El 29-10-39 por… embolia?

    F
    51 Alejandrina Zaragoza Zaragoza, natural de Cangas
    de Onís, 25 años, soltera. El 29-10-39 por tuberculosis.

    F
    59 María García Díaz, natural de Ciaño, Langreo, Asturias,
    41 años, casada. El 7-12-39 por escleriosis cardiaca.

    F
    63 Belardina Murillo Arias, natural de Oviedo, Asturias,
    35 años, casada. El 30-12-39 por perforación intestinal.

    Año
    1940

    F
    1 Rufina Calvo Incógnito, natural de Lomba de Cabera?,
    León, de 54 años, viuda. El 10-1-40 por (ilegible)

    F
    2 Mª Elena Casanueva González, natural de Colunga,
    24 años, casada. El 12-1-40 por tuberculosis.

    F
    17 María García Urquía, natural de San Sebastián,
    Guipúzcoa, de 56 años, viuda. El 25-3-40 por nefritis.

    F
    19 Martina Iglesias Molinero, natural de Ciudad Rodrigo,
    Salamanca, de 32 años, casada. El 25-3-40 por congestión
    cerebral.

    F
    20 Elena Díaz Sánchez, natural (ilegible) Málaga,
    de 10 meses, hija de Alegría y José. El 26-3-40 por
    raquitismo.

    F
    33 Eloína Solís Cañón, natural de Casares, León, 60
    años, viuda. El 5-5-40 por nefritis.

    F
    34 Balbina Fanjul Quintana, natural de Oviedo, Asturias,
    de 31 años, viuda. El 2-5-40 por colitis.

    F
    35 Encarnación Fernández González, natural de Ciaño,
    Langreo, Asturias, 51 años, viuda. El 5-5-40 por insuficiencia
    cardiaca.

    F
    40 Pabla Cerezuela Mateo, natural de Castelseras?,
    Teruel, 61 años, soltera. El 9-6-40 por insuficiencia
    cardiaca.

    F
    41 Margarita Muñiz Suárez, natural de Serín, Gijón,
    Asturias, 24 años, soltera. El 12-6-40 por pulmonía.

    F
    43 Juan Jesús García, natural de Bilbao, 5 meses,
    hijo de Antonia García y Juan Arteaga. El 26-6-40
    por meningitis.

    F
    44 Josefa Alvarez Villa, natural de Oviedo, Asturias,
    2 años, hija de Amadora Villa y Angel Alvarez. El
    28-6-40 por meningitis.

    F
    46 María González Corzo, natural de Oviedo, Asturias,
    de 24 años, casada. El 2-7-40 por trastornos gástricos.

    F
    52 Julia Hernández Ramos, natural de Seseña, Toledo,
    60 años, casada. El 13-7-40 por ataque cerebral.

    F
    53 Dolores Garrido Campos, natural de Madrid, 10 meses,
    hija de Francisca y Salvador. El 16-7-40 por raquitismo.

    F
    54 Mª Angeles Cañamares Sanz, natural de Madrid, 8
    meses, hija de Andrea y Daniel. El 16-7-40 por bronquitis.

    F
    55 Concepción Muñoz López, natural de Jaén, 16 meses,
    hija de Rita Muñoz López. El 16-7-40 por raquitismo.

    F
    56 Benigna Fernández Fernández, natural de (ilegible),
    Asturias, 64 años, casada. El 16-7-40 por colitis
    crónica.

    F
    57 Tomás Luis López Paz, natural de Madrid, de 1 mes,
    hijo de Nicolasa y Mariano. El 16-7-40 por (no se
    detalla)

    F
    58 Miguel Ruiz Incierte, natural de Las Arenas, Vizcaya,
    2 años y 6 meses, hijo de Mª Luisa y Miguel. El 24-7-40
    por (ilegible).

    F
    59 Emilia Lizcano Casado, natural de Abenófar, Ciudad
    Real, 2 años, hija de Amparo y Manuel. El 24-7-40
    por (ilegible).

    F
    60 Isabel López Martín, natural de Bilbao, 8 meses,
    hija de Vicenta y Vicente. El 24-7-40 por (no se detalla).

    F
    61 Simona Conté Mur, natural de Angüez?, Huesca, 57
    años, casada. El 26-7-40 por colitis.

    F
    62 Mª Teresa Martínez, natural de León, 10 meses,
    hija de Modesta Martínez. El 29-7-40 por bronquitis.

    F
    64 Mª Sol Muñiz Alonso, natural de Oviedo, Asturias,
    24 meses, hija de Olga y Ramón. El 29-7-40 por gastritis.

    F
    64? Mª González Atienza, natural de Veneroso, Jaén,
    60 años, casada. El 30-7-40 por insuficiencia cardiaca.

    F
    65 María López Deamo?, natural de Bilbao, 2 meses,
    hija de Rogelia y Vicente. El 31-7-40 por raquitismo.

    F
    66 Eduardo Dago Martínez, natural de Gijón, Asturias,
    1 año y 9 meses, hijo de María y Fernando. El 1-8-40
    por (sin detallar).

    F
    67 Antonio Espinos Prat natural de Barcelona, 5 meses,
    hijo de Rosa y Francisco. El 6-8-40 por (sin detallar)

    LIBRO
    18

    F
    1 Aurora Gallegos Riera, natural de Barcelona, 10
    meses, hija de Horacio y Carmen. El 7-8-40 por (sin
    detallar)

    F
    2 Antonio Fernández Fernández, natural de Almagro,
    8 meses, hijo de Pilar y Antonio. El 7-8-40 por (sin
    detallar)

    F
    3 Ramón Pí Pages, natural de Barcelona, 6 meses, hijo
    de Aurora Pí. El 9-8-40 por difteria.

    F
    4 Valentín Duque Margán, natural de Motrico, 1 año
    y 1 mes, hijo de Tiburcio y Petra. El 10-8-40 por
    (sin detallar).

    F
    5 Pedro Hernández Higueras, natural de Monga, Barcelona,
    2 años, hijo de María y Pedro. El 11-8-40 por (sin
    detallar)

    F
    6 Mª Teresa Chao Fernández, natural de Madrid, 7 meses,
    hija de Teresa y Antonio. El 11-8-40 por (sin detallar).

    F
    7 Bartolomé Sánchez Sánchez, natural de Reus, 1 año
    y 2 meses, hijo de Isabel y Juan. El 10-8-40 por (sin
    detallar).

    F
    8 Dolores Albarrayán? Suárez, natural de Vélez Rubio,
    Almería, 1 año y 6 meses, hija de Encarna y Miguel.
    El 11-8-40 por (sin detallar).

    F
    9 Maruja Fernández Sierra, natural de Oviedo, Asturias,
    1 año y 2 meses, hija de Guadalupe Fdez. Sierra. El
    12-8-40 por (sin detallar).

    F
    10 Pedro Espinosa Muriana, natural de Carchelejo,
    1 año y 5 meses, hijo de Rosa y Juan Antonio. El 13-8-40
    por (sin detallar).

    F
    11 Eladio González Fernández, natural de Saturrarán,
    2 años, hijo de Amelia González Fernández. El 14-8-40
    por (sin detallar).

    F
    13 Ramón Miñán Fernández, natural de Pontevedra?,
    8 meses, hijo de Emilia y Daniel. El 15-8-40 por atropsia.

    F
    14 Mª Paula Jiménez García, natural de Aranjuez, 1
    año y 1 mes, hija de Angeles y Miguel. El 18-8-40
    por (sin detallar).

    F
    15 Agustín Lenda? Barbado, 1 año y diez meses, hijo
    de Etelvina? Y Serafín. El 18-8-40 por (sin detallar).

    F
    17 Julián Zamoro Romero, natural de Amenáfar, Ciudad
    Real, 4 meses, hijo de Carmen y Julián. El 19-8-40
    por (sin detallar).

    F
    18 Francisca Fajardo Moreno, natural de Chinchilla,
    8 meses, hija de Esperanza y Francisco. El 19-8-40
    por (sin detallar).

    F
    19 Vicenta Gómez Fernández, natural de Lillo?, Toledo,
    8 meses, hija de Sebastiana y Jesús. El 22-8-40 por
    (sin detallar).

    F
    20 Josefina García Pastor, natural de Mula, Murcia,
    11 meses, hija de Lucía y Antonio. El 28-8-40 por
    colitis.

    F
    21 Emma Rivas Gorridi, natural de Gijón, Asturias,
    2 años y 2 meses, hija de Adela y Eduardo. El 30-8-40
    por colitis.

    F
    22 Antonio Martínez Illera, natural de Madrid, 1 año
    y 3 meses, hijo de Concepción y José. El 7-9-40 por
    afección cerebral.

    F
    28 Miguel Martín Atienza, natural de Madrid, 1 año, 
    hijo de Poletiria? Martín Atienza. El 28-9-40 por
    bronconeumonía.

    F
    35 Manolo Mínguez, natural de León, 2 años y 6 meses,
    hijo de Patrocinio Mínguez. El 28-10-40 por bronconeumonía.

    F
    41 Gloria Bezanilla Bárcena, natural de Santa Cruz
    de Bezana, Cantabria, 29 años, casada. El 15-12-40
    por (sin detallar)

    F
    49 Emilia Muñiz González, natural de Puebla de Lillo,
    León, 23 años, soltera. El 28-2-39 (¡ojo! Inscripción
    repetida)

    AÑO
    1941


    Julio Romero Santos, natural de Chinchilla?, 6 meses,
    hijo de Eufemia y Luis. El 1-1-41 por colitis.


    54 Julia Cabezas (2º ilegible), natural de (ilegible),
    2 años y 9 meses, hija de Rosa Cabezas. El 11-1-41
    por bronconeumonía.

    F
    55 Justa Pérez (2º ilegible), natural de Vera de (ilegible),
    Cuenca, 63 años, viuda. El 12-1-41 por bronquitis.

    F
    56 Evencia Cachón Román, natural de Valverde, Zamora,
    55 años, viuda. El 14-1-41 por cáncer.

    F
    58 Dolores Fernández Avello, natural de Trevías, Asturias,
    61 años, viuda. El 14-1-41 por bronquitis.

    F
    66 Mercedes Vidal Solís, natural de Madrid, 1 año
    y 4 meses, hija de Mercedes y Lorenzo. El 9-2-41 por
    hidroencefalía.

    F
    68 Marta? Soriano Marchán, natural de Adenojar, 1
    año y 9 meses, hija de Julia y Teófilo. El 20-2-41
    por bronconeumonía.

    F
    69 Generosa González Díaz, natural de Bañugues, Asturias,
    49 años, casada. El 21-2-41 por (sin detallar).

    F
    70 Mª Carmen Rodríguez Galera, natural de Manzanares,
    Ciudad Real, 1 año y 1 mes, hija de Clarita? y Rafael.
    El 22-2-41 por catarro intestinal.

    F
    74 Marcelo Muñoz Carramolino, natural de Alcázar de
    San Juan, 1 año y 2 meses, hijo de Carmen y Marcelo.
    El 1-3-41 por bronquitis.

    F
    78 Rosalía Gómez Carballo?, natural de Laguna de Castuera?,
    61 años, casada.  El 11-3-41 por nefritis.

    F
    83 Valentina Tomás Vicente, natural de San Esteban
    de (ilegible), Soria, 60 años, casada. El 28-4-41
    por infarto cerebral.

    F
    85 Moraima Cuervo Prieto, natural de Gijón, Asturias,
    edad (ilegible), viuda. El 2-5-41 por colitis.

    F
    89 Herminia Rey Acebedo, natural de Lugo, 26 años,
    soltera. El 21-5-41 por tuberculosis pulmonar.

    F
    89 Isabel Peña Ortuño?, natural de Bechuer, Jaca,
    Huesca, 67 años. El 30-5-41 por (ilegible) cardiaca.

    F
    93 Pilar Leal Serrano, natural de Inielca?, Cuenca,
    de 50 años, casada. El 10-6-41 por (ilegible) cardiaca.

    F
    95 Fernando Agarreche Fenareña?, 1 año y 5 meses,
    hijo de Antonia y José. El 18-7-41 por enterocolitis.

    F
    98 Felicidad Blanco Fernández, natural de Almansa?,
    León, 38 años, casada. El 20-7-41 por (sin detallar).

    F
    102 María Baella Palau, natural de Lérida, 50 años,
    viuda. El 31-7-41 por nefritis.

    F
    115 María Barbero Moya, natural de Cardeñate?, Cuenca,
    64 años, casada. El 19-9-41 por crisis? Cardiaca.

    F
    119 Juana Herrera Gómez, natural de Jodar, Jaén, 
    de 42 años, casada. El 24-10-41 por bronquitis.

    F
    120 Apolonia Valero Castelblanco, natural de Salvacañeta?,
    Cuenca, de 56 años, casada. El 28-10-41 por colitis.

    F
    122 Juana Aguilera Illana, natural de Burgos, de 65
    años, viuda. El 10-11-41 por pulmonía.

    F
    124 Luisa Lucas Calle, natural de Aranjuez, Madrid,
    de 62 años, casada. El 13-11-41 por pulmonía.

    F
    127 Ana Márquez Domínguez, natural de Rete?, Málaga,
    46 años, viuda. El 27-11-41 por obstrucción intestinal.

    AÑO
    1942

    F
    2 Elisa Ugena Ruiz, natural de Madrid, 76 años, casada.
    El 12-1-42 por arterioesclerosis.

    F
    8 Adelaida Romero Rayo, natural de Siruela, Badajoz,
    casada. El 30-1-42 por (sin detallar).

    F
    15 Gregoria Lorenzo Serrano, natural de (ilegible),
    Cuenca, de 44 años, casada. El 3-3-42 por (sin detallar).

    F
    16 Antonia Figueres Pavón, natural de Madrid, 6 meses,
    hija de María y Roque. El 4-3-42 por (sin detallar).

    F
    17 Teresa Gallo Moruno, natural de (ilegible) , de
    56 años, viuda. El 6-l3-42 por encefalía.

    F
    21 Francisca Márquez Pérez, natural de Alicante?,
    de 24 años, casada. El 3-4-42 por tuberculosis.

    F
    25 Dorotea Loriz Ortiz, natural de La Naja?, Huelva,
    de 65 años. El 1-5-42 por hiperheloidia?.

    F
    26 Aurora Hernández Lendúez, natural de Jaén, 27 años,
    viuda. El 3-5-42 por tuberculosis.

    F
    27 Ana Josefa Rueda Pacheco, natural de Abertura,
    Cáceres, de 65 años, casada. El 7-5-42 por peritonitis.

    F
    28 Donata Marrón Andrés?, natural de Burgos, de 52
    años, casada. El 12-5-42 por (sin determinar)

    F
    29 Valentina Jiménez García, natural de Cáceres, de
    31 años, casada. El 13-5-42 por (sin determinar).

    F
    30 Pilar González Castro, natural de Lugo, de 34 años,
    casada. El 14-5-42 por insuficiencia del corazón.

    F
    38 Fernanda de la Morena y de la Morena, natural de
    Villamayor de Calatrava, Ciudad Real, de 70 años,
    casada. El 13-6-42 por celema.

    F
    39 Balbina Meruelo Concha, natural de Camargo, Cantabria,
    de 56 años, casada. El 16-6-42 por colitis.

    F
    40 María Sancho Magro, natural de Atienza, Guadalajara,
    de 21 años, casada. El 20-6-42 por tuberculosis pulmonar.

    F
    41 Francisco Andrés Cantón, natural de Bilbao, de
    2 años y 2 meses, hijo de Bárbara y Luis.  El 20-6-42
    por sífilis.

    F
    45 Ricarda Cencenada? Casanova, natural de Urda?,
    Guipúzcoa, de 38 años, casada. El 4-7-42 por obstrucción
    intestinal.

    F
    46 María Romero Juenero?, natural de Arnaga?, de 59
    años, casada. El 12-7-42 por insuficiencia cardiaca.

    F
    48 Milagrosa Gafo López, natural de Fíos?, Asturias,
    de 28 años, soltera. El 31-7-42 por tuberculosis.

    F
    55 Dorotea Mansilla Espinosa, natural de Casas de
    Don Pedro, Badajoz, de 50 años, viuda. El 5-9-42 por
    insuficiencia cardiaca.

    F
    56 María Fabián Plaza, natural de Badajoz, de 53 años,
    viuda. El 8-9-42 por insuficiencia cardiaca.

    F
    58 Ana Flores Flores, natural de Chocavo?, Almería,
    de 54 años, viuda. El 17-9-42 por insuficiencia cardiaca.

    F
    60 Catalina de Ontoca? Mansilla, natural de Montefrío,
    Granada, de 85 años, casada. El 6-10-42 por insuficiencia
    cardiaca.

    F
    61 Francisca Garrido Sobrino, natural de Galabosa?,
    Ciudad Real, de 61 años, viuda. El 11-10-42 por insuficiencia
    cardiaca.

    F
    64 Elisa Pavedo Rufo, natural de Madrid, de 34 años,
    casada. El 29-10-42 por obstrucción intestinal.

    F
    66 Sofía Rodríguez Esteban, natural de?, de 59 años,
    casada. El 8-11-42 por edema.

    F
    67 María Moya Morales, natural de Granada, de 58 años,
    casada. El 12-11-42 por (sin especificar).

    F
    68 Aurelia Pastur Sanz, natural de Badajoz, de 59
    años, viuda. El 6-12-42.

    F
    71 Carmen Pulido Noguera, natural de Salobreña?, Granada,
    de 33 años, viuda. El 18-12-42 por (sin especificar)

    F
    72 Josefa Caballero Chafé, natural de Cuenca, de 38
    años, viuda. El 16-12-42.

    F
    73 Isabel Jiménez Sánchez, natural de Cáceres, de
    26 años, soltera. El 16-12-42.

    F
    74 Marina Silva Mier, natural de Ribadesella, Asturias,
    de 26 años, soltera. El 23-12-42 por tuberculosis
    pulmonar.

    F
    76 Lorenza Toledano Arenas, natural de Burgos, de
    30 años, soltera. El 29-12-42 por tuberculosis pulmonar.

    AÑO
    1943

    F
    4 Soledad Barba Martínez, natural de Sexto, Albacete,
    de 64 años, viuda. El 26-1-43 por uremia.

    F
    6 Romana Pareira Montero, natural de Villalobas, Toledo,
    de 54 años, viuda. El 31-1-43 por tuberculosis pulmonar.

    F
    10 Abundia Villamayor Castillo, natural de Madridejos,
    Toledo, de 60 años, viuda. El 3-3-43 por colitis.

    F
    11 María Gachón Olmo, natural de Badajoz, de 61 años,
    casada. El 5-3-43 por (sin detallar).

    F
    12 María Hidalgo Izquierdo, natural de Los Corrales,
    Sevilla, de 54 años, viuda. El 5-3-43 por (sin detallar).

    F
    14 Mª Josefa Rubio Cáceres, natural de Belmoso?, Córdoba,
    de 27 años, soltera. El 24-3-43 por tuberculosis pulmonar.

    F
    26 Prudencia Castillo Jarabo, natural de Guadalajara,
    de 56 años, casada. El 19-6-43 por reumatismo agudo.

    F
    31 María Renau Manens?, natural de Ayora, Castellón,
    de 42 años, casada. El 7-8-43 por tuberculosis pulmonar.

    F
    33 Anselma Fernández Farpón, natural de Oviedo, Asturias,
    de 32 años, soltera. El 10-8-43 por tuberculosis pulmonar.

    F
    34 Casilda Frutal Rubias, natural de Lugo, de 31 años,
    soltera. El 20-8-43 por tuberculosis pulmonar.

    F
    37 Claudia Molina Begara, natural de Jaén, de 50?
    años, casada. El 12-9-43 por tuberculosis pulmonar.

    F
    38 Vicenta Devis Marcia, natural de (ilegible), Castellón,
    de 18 años, soltera. El 18-9-43 por tuberculosis pulmonar.

    F
    39 Manuela Sánchez Osli?, natural de San Vicente de
    la Barquera, Cantabria, de 40 años, casada El 24-9-43
    por insuficiencia mitral.

    F
    41 Ramira Veguera Vázquez, natural de Sequeiro?, Asturias,
    de 33 años, soltera. El 12-10-43 por bronquitis.

    F
    44 Pilar Mayoral Blázquez, natural de Badajoz, de
    20 años, soltera. El 2-11-43 por tuberculosis pulmonar.

    AÑO
    1944

    F
    3 Juana Hidalgo Morales?, natural de Meco?, Madrid,
    de 44 años, viuda. El 12-1-44 por nefritis.

    F
    8 Mercedes Jiménez Aguilar, natural de Mancha Real,
    Jaén, de 39 años, casada. El 6-2-44 por bronconeumonía.

    F
    9 Sabina Aja Gómez, natural de Liérganes, Cantabria,
    de 49 años. El 14-2-44 por congestión cerebral.

    F
    17 Angel López Solano, natural de Santander, de 1
    año y 6 meses, hijo de Leonor? Y Ramón. El 6-4-44
    por (sin especificar).

    F
    22 Angeles Bragado del Río, natural de Fuentesa…?,
    Zamora, de 38 años. El 10-5-44 por nefritis.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Crítica
    republicana a la II República

    Las
    torturas de Octubre (VI).
    Denuncia presentada por Julio Alvarez del Vayo (3ª
    parte).

    La
    represión de la Revolución de Octubre

    Denuncia
    presentada ante el presidente del Gobierno y el
    fiscal de la República por Julio Alvarez del Vayo
    (3ª parte).


    Excelentísimo señor: Estamos absolutamente
    seguros de que los casos aquí recogidos
    sólo representan un fragmento muy reducido de la
    terrible realidad
    . Los que exponen son solamente
    los presos de la Cárcel de Oviedo, y en Asturias
    funcionan actualmente muchas prisiones más, cuyos
    reclusos podrían también aportar, sin duda,
    elementos de juicio de un gran valor. Una investigación
    en los libros de entrada y curas de los hospitales y enfermerías
    arrojaría también, tal vez, mucha luz, aunque
    en la mayoría de los casos no se prestase asistencia
    médica a los maltratados o se hiciese sin dar al
    tratamiento estado oficial.

    El
    deber que creemos haber cumplido, serenamente, sin pasión,
    es un triste deber. Estamos persuadidos de que la justicia
    de la República, que tiene en V.E. un representante
    tan elevado, cumplirá también con el suyo.

    Viva
    V.E. muchos años. Cárcel Modelo de Oviedo,
    a 24 de enero de 1935.

    Juan Pablo García.- Arístides Llaneza.-
    Francisco Caramés.- Javier Bueno.- Antonio Llaneza.-
    Laureano Prado.- Pedro Monroy.- Juan Antonio Suárez.-
    Crescente Fernández.- Constantino Villa.- Jovino
    García.- Silverio Castañón,- W. Roces.-
    José Barreiro.- Simón Díaz.- Julio
    Noval.- Camilo Alvarez Paredes.- Juan Fernández.-
    Sixto Menéndez.- Enrique Larraceleta.- Gerardo
    Alvarez.- José Fernández.- Celso Martínez.-
    Laureano Alvarez.- Valentín Sastre.- Domingo García.-
    Jesús Martínez.- Juan Matos.- Amador Fernández.-
    Gerardo García.- Arturo Gaspar.- Faustino Díaz.-
    G. García.- V. Truneda.- Manuel López.-
    Antonio Dosal.- José Olea.- Enrique Palacios.-
    Severino Rodríguez.- Enrique Baragaño.-
    Constantino Castañera.- Nicolás Suárez.-
    Raimundo Rodríguez.- Plácido Camellón.-
    Ricardo Castro.- Manuel Camporro.- Emilio Peña.-
    Damián Alonso.- Eduardo Bloncado.- Benjamín
    Alvarez.- Alfredo Terente.- Antonio Acebal.- Manuel Vega.-
    Luis González.- Emilio Palacios.- Paulino Martínez.-
    José Alvarez.- Luciano Díaz.- Manuel Soto.-
    Francisco García.- Manuel Iglesias.- Pedro Fernández.-
    Alfredo González.- Manuel Suárez.-José
    Mª Blanco.- Jovino Fernández.- Manuel Bernardo.-
    Amador Martínez.- Daniel Cantero-Martín
    Calderón.-Eladio Hevia.- José Buey.- E.
    Sanga.- Gaspar Alvarez.-Emilio García.-José
    Castañeda.-Manuel G. Seara.-José Santirao.-Eusebio
    Uría.- José Moneado.- Domingo A. Bernardo.-
    Bernardo Jovellanos.- Juan Carro.- Marcos Madera.- Jesús
    Flórez.- Manuel
    Gutiérrez.- Raimundo Cordero.- Isidro Acebal.-
    Fernando Carbajal.- Sergio Tecino.- Angel Angel Luis.-
    Alfredo Marcos.- Arturo García.- Constantino Díaz.-Faustino
    Campillo.- Manuel Adrados.- Isidro Isabel.- Luis Rodríguez.-
    Manuel Fernández.- Amador Beltrán.- Domingo
    Brinaga.- Baldomero Alvarez.-Francisco Pérez Prieto.-
    Federico Hinojal.- Guillermo Pérez.- Alfredo López.-Maximino
    Longoria.- Pedro Grasa.- José Fernández
    Alvarez.- Manuel Vega.- Benjamín García.-
    Octavio Alvarez.- Manuel Fernández.- José
    Morada.- Manuel A. Blanco.- José Bargado.- Luis
    A. de la Fuente.- Cándido Miranda.- Marcelino Martínez.-
    Sergio Suárez.- Francisco García.- Luis
    P. Blanco.- Juan Bahillo.- Vicente Martínez.- Laureano
    Fernández.- Manuel Pérez.- José Mª
    Clemente.- Florentino Encina.- José de Villanueva.-
    Manuel García.- Ramón Pérez.- Eusebio
    Rey.- José G. Velasco.- Juan García.- José
    García.- Emilio Rodríguez.- Daniel Martínez.-
    Nicolás Pérez.- José Fernández.-
    Emilio Fernández.- José Rubín.- Manuel
    Fernández.- Mariano Berrocal.- Leonardo Cadena.-
    Aladino Fuentes.- Santos García.- Julio Pérez.-
    Alfonso Domínguez.- Adolfo Alvarez.- Arístides
    Castañón.- Pedro Cantero.- Marcelino García.-
    Joaquín de Mendivil.- Aquilino González.-
    José Eladio Granda.- José Alonso.- Gustavo
    Fernández.- Armando G. Díaz.- Olegario Rodríguez.-
    José González.- Balbino Alvarez.- Ramiro
    García.- Laureano Zapico.- Luciano García.-
    Teófilo González.- Manuel González.-
    Antonio Fernández.- Francisco Fernández.-
    José González.- José Menéndez.-
    David Alvarez.- Prudencio Fernández.- Severino
    González.- José Menéndez.- José
    A. Díaz.- Benjamín Díaz.- Luis Díaz.-
    Joaquín Cárcaba.- Neptalí Barció.-
    Jesús Fernández Rodríguez.- Rafael
    García.- Enrique Alvarez.-Benjamín Alonso.-
    Angel Buznego.- Laureano Martínez.- Benjamín
    Moro.- Luis Morán.- Eulogio García.- Ricardo
    Fernández.- Arturo Medio.- Jesús Fernández.-
    Jeremías Santiado.- Mariano Hernández.-
    Isaac Blanco.- Elías Alvarez.- Luis Marula.- José
    María Flores.- Laureano González.- Ramón
    Fernández.- José Rodríguez.- Luciano
    García.- Florentino Menéndez.- Rufino Prieto.-
    Miguel Alvarez.- Luis Prendes.- Sergio Prieto.-Francisco
    Fernández.- Raimundo Rodríguez.- J. Río.-
    Rogelio Pérez.- Vicente Rodríguez.- Sindulfo
    Rodríguez.- Manuel Alonso.- Simón González.-
    Antonio Gallego.- Avelino A. Alonso.- Jesús García
    Fernández.- Manuel Suárez.- Serapio Alvarez.-
    Amaro Moro.- Domingo González.- Victorio Rodríguez.-
    Adolfo González.- Amador Fernández.- Juan
    García Montero.- Melquiades González.- Ramón
    Martínez.- Ramón Guzmán.- José
    Fernández Chacón.- Mariano Rodríguez.-
    Adolfo Madera.- Valentín García.- José
    Eugenio Menéndez.- Angel Menéndez.- Bienvenido
    Díaz Campa.- José García.- Manuel
    Viña.- Juan Díaz.- Laudelino García.-
    Manuel Baizán.- Marcelino Fernández.- Armando
    G. Sierra.- Florentino Vega.- Manuel Alvarez.- M. García.-
    Paulino Núñez.- Servando G. Palanca.- Pedro
    Pinín Pérez.- Fermín López.-
    Mariano Sánchez.- Alfonso Pola Viejo.- Máximo
    Gómez.- Nicolás Martínez.- Joaquín
    González.- Julio Paulino G. de Ablanedo.- Víctor
    del Campo.- Mariano Rodríguez.- Felicísimo
    Rodríguez.- Bautista García.- Tomás
    Iglesias.- Antonio Bernardo.- Bernardino Pérez.-
    Emilio Núñez.- Emilio Fernández.-
    José Alonso.- José Gutiérrez.- Manuel
    Díaz.- Rodolfo Tuñón.- Manuel Soto.-
    Manuel F. Lastra.- Manuel Iglesias.- Celso Fernández.-
    Ricardo G. Domínguez.- Cesáreo Menéndez.-
    Aníbal Roces.- José García.- Senén
    Espina.- Manuel Tieso.- Emilio Expósito.- Eliseo
    Ardura.- Primitivo Fernández.- Bernabé Faustino
    Rodríguez.- Marcelino Bárcena.- Pedro Pérez.-
    José Zapico.- Amador Fernández Llaneza.-
    Francisco González.- Eladio García.- Laureano
    Gaspar.- José Zapico.- Etelvino Fernández.-
    Tomas Ubro.- Primo Fernández.- Jesús Carballo.-
    Jesús Cepedal.-Fermín García.- Roque
    Tejón.- José García.- Arturo Rodríguez.-
    Francisco Escalante.- Macías Alonso.- Francisco
    López.- Ramón Díaz.- Bautista Díaz.-Pedro
    González.- José Vitos.- Félix Carballo.-
    Herminio Pérez.- Delfín Suárez.-
    Manuel .López.- Graciano Montes.- J.A. González.-
    Herminio Varela.-Constantino Granda.- Germán Sánchez.-
    J. Alonso.- Juan Solís.- Abel Alín.- Sixto
    Alonso.- José Viesco.- Gaspar Gómez.- M.
    Trías.- Alejo Cepeda.- Modesto Martínez.-
    Luis Matilla.- Manuel Baizán.- Santiago A. Daile.-
    Jaime Díaz.- Carlos García– Sebastián
    Moreno.- Amador Montes.- Bienvenido Montes.- Justo García.-
    Belarmino Fernández.- Joaquín León.-
    José Tejón.-José Figueroa.- Guillermo
    Peláez.- Bienvenido Díaz.- Valentín
    García.-A. Sanmartín.- Julio Macías.-
    Marcelino Iglesias.- Manuel Ménendez.- Francisco
    Herrero.- José Riosa.- Juan González.- Nicanor
    García.- Luis Fernández.- Andrés
    Braña.- Manuel Fernández.- E.N. Carrandi.-
    Diego Vez Suárez.- Perfecto Martín.- Constantino
    Zapico.- Ramón Bouché.- Senén A.
    de la Fuente.- Mario Corugedo.- Adelino Suárez.-
    Fabián Campa.- Arcadio Pumares.- Baltasar Suárez.-
    José Martínez.- Manuel García.- Julio
    Bernardo.- Juan Cejarina.- Adelino Rodríguez.-
    Baldomero Fernández.- Jesús Rodríguez.-
    José A. Alonso.- Francisco Martínez.- Antonio
    Palaciá.- Manuel Sánchez.- Paulino Fernandez.-
    Juan Rueda.- José García.- Manuel Pereira.-
    Arsenio Somohano Coro.- Miguel Corugedo.- Alfredo García.-
    Luis García.- Argentino Menéndez.- Luis
    Marcos.-Laureano Suárez.- Ramiro Pantiga.- Francisco
    Vázquez.- Francisco Fernández.- Baudilio
    García.- Eulalio Leonardo.- Manuel Huerta.- José
    Fernández.- Julián López.- G. Sánchez.-
    Patricio Palacios.- Elías Canteli.- Angel Alonso.-
    Ernesto Alvarez.- Manuel Alonso.- Gabriel García.-
    Marcelino Rodríguez.- Gerardo Machergo.- Fermín
    Rodríguez.- Pedro Cabañés.- José
    Cano.- César Valles.- Francisco Rodríguez.-
    Mariano Fernández.- José Hevia.- José
    González.- Matías Suárez.- Manuel
    Areces.- Avelino Menéndez.- José Suárez.-
    L. Suarez.- Aniceto Puente.- Segundo Iglesias.- Sergio
    García.- Maximino García.- Gumersindo Fernández.-
    V. Escobar.- Aquilino Vega.- Faustino Fernández.-
    José Saavedra.- José García.-Benigno
    Martín.- Rufino Alvarez.- José San José
    Durán.- José Díez.- Joaquín
    Ferreira.- Tomás García Vizcaíno.-
    Armando Suárez.- Alvaro Carpintero.- Juan Antonio
    Suárez Iglesias.- Fernando Suárez.- Florencio
    Gago.- Suárez.- Armando Suárez.- Antonio
    Alvarez.- Jovino Suárez.- José Saavedra.-
    Valentín Fernández.- Germán López.-
    Ezequiel García.- Dositeo Abuin.- Antonio Díaz.-
    José Muñiz.- Calixto Espeso.- Alfredo Fernández.-
    Julio Alvarez.- Salvador Colodrón.- Hilario Suárez.-
    Ciriaco Urrutia.- Rafael García.- Joaquín
    Vélez.- Isidoro García.- Celestino Fernández.-
    Angel Grossi.- José González.- José
    Vázquez.- Julián Mateo.- Félix Crespo.-
    Celestino Vázquez.- Mariano García.- Ernesto
    Llorente.- Angel Ortea.- Celedonio Casero.- José
    Ramón.- Tirso Ramón.- Manuel Fernández.-
    Valentín Prieto.- Manuel Echevarría.- Julio
    Vallino.- Eladio Suárez.- Alfredo Díaz.-
    José Muiño.- Tomás Vélez.-
    Alfredo Alvarez.- Juan Antonio Castro.- Vicente Vélez.-
    Aurelio Alvarez.- Cándido Alvarez.- Segundo Gómez.-
    Faustino Bango.- José Martínez.- Rodrigo
    Bango.- Emilio González.- Armando Fernández.-
    Arturo Rojo.- José Fernández.- J. González.-
    José Acebal.- Constantino Pérez.- Francisco
    Artigo.- Jacinto García.- Jesús Ribera.-
    Epifanio Blanco.- Jorge Alvarez.- Ramón Rodríguez.-
    Manuel Castañón.- Ramón Aldeiturriaga.-
    Angel García.- Daniel Barrio.- Lino Escudero.-
    Manuel Alvarez.- Manuel Aldeiturriaga.- José Bango.-
    Marcelino Fernández.- Manuel Colorio.- Julio Cayo.-
    Sandalio García.- Marcelino Oroto.- C. Nistal.-
    E. Revilla.- Casimiro Infiesta.- Braulio Gómez.-
    Ramón González.- Jesús Martínez.-
    Mario García.- Leopoldo Calvillo.- Ramiro García.-
    Luis Mateo.- José Castañón.- Pedro
    Ponte.- José Veiga.- Luis García.- José
    Navarro.- Rafael González.- Baltasar Abeñes.-
    José Gutiérrez.- Julio Cortés.- Pedro
    Pérez.- Manuel Cartón.- Manuel Villanueva.-
    Baudilio Pedregal.- Santos Suárez.- José
    García.- Juan Alvarez.- Eulogio Alvarez.- Manuel
    García Prado.- Rafael Fernández.- Olegario
    Acebal.