Author: Alan

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    En
    recuerdo de Coll y Puig.


    Por F. Pi y Arsuaga.
    El Nuevo Régimen.
    Semanario republicano federal.
    Hemeroteca Municipal de Madrid


    Antonio María Coll y Puig era, según parece,
    asturiano. Creíasele de Santander porque en Santander
    vivió aún niño y en Santander recibió
    la educación y la cultura de que dio tan patentes
    muestras. Se dedicó de joven a la contabilidad, y
    contador de la Diputación provincial fue primero
    en Soria y después en el mismo Santander, donde lo
    era aún el día de su muerte.

    Su
    cargo, con ser oficial, no le ató nunca para defender
    y difundir sus ideas, siempre liberales: ayer, simplemente
    democráticas y republicanas, después, federalistas.
    Las defendió en la prensa y en las calles,

    que no le faltó nunca valor para concurrir a las
    revoluciones que aquí hubo desde el año 1854,
    en que se alzó O’Donnell. En todas prestó
    servicios y en ninguna trató de cobrarlos. Por oposición,
    y en tiempos conservadores, ganó las plazas de contador
    que tuvo.

    Lo
    que sus ideas le acarrearon fue serios disgustos. Vio con
    malos ojos una de las Diputaciones provinciales de Santander
    que fuese contador un federal, a quien no cabía doblegar
    ni con halagos ni con amenazas, y le acusó calumniosamente
    de faltas cometidas en el ejercicio de la contaduría,
    suspendiéndole de empleo y sueldo. Con ser la acusación
    completamente falsa, tuvo que luchar Coll bastante tiempo
    para la salvación de su honra y de su plaza. Habérselas
    con toda una Diputación bajo un gobierno enemigo,
    harto comprenderá el lector que había de ser
    difícil, sobre todo imperando ya en toda España
    el más vergonzoso caciquismo.

    Era
    hombre verdaderamente apto para la lucha nuestro amigo y
    correligionario. Bien claramente lo dio a conocer en su
    periódico La Voz Montañesa, que fundó
    del año 1872 al 1873 con Abelardo Unzueta y Ernesto
    Fernández, sostuvo del año 1874 al 1878 con
    Evaristo López Herrero, y continuó desde el
    año 1878 con sus solas fuerzas.
    A las denuncias
    y procesos fiscales que le trajeron ya multas, ya prisiones,
    según las leyes de imprenta en vigor, se añadieron
    persecuciones de muy distinta índole. Ya fueron contra
    él los más de los abogados santanderinos,
    ya el obispo Calvo, que le excomulgó en solemne forma
    ,
    ya Cobián, que tiene aún pendiente del Tribunal
    Supremo un recurso de casación contra una sentencia
    absolutoria.

    No
    se arredró nunca Coll, ni nunca se detuvo en la senda
    de la verdad y el progreso. Fustigó siempre a los
    malos gobiernos, combatió los proyectos de ley contrarios
    al interés públicos, defendió la democracia
    y el federalismo contra todos sus impugnadores, no perdonó
    medio de atajar el paso a la Iglesia, la conspiración
    eterna con el Estado y contra la libertad de pensamiento
    y la conciencia.

    Fue
    Coll en el partido federal un verdadero atleta. Dirigió
    el de Santander, y fue desde el año 1888 individuo
    del Consejo.
    Estuvo en casi todas las asambleas
    que celebramos, y en la de Zaragoza de 1883 contribuyó
    no poco a redactar y discutir el proyecto de Constitución
    y el de reformas sociales que allí se aprobó,
    proyectos con que contestamos a los que injustísimamente
    nos acusaban de no tener definido nuestro programa. Terció
    en todas las contiendas que dentro del partido se suscitaron,
    y en todas obró con energía, no vacilando
    en combatir a cuantos quisieron dividirlo, bien a impulsos
    de la ambición, bien movidos por rivalidades y celos.
    No se separó jamás un solo punto del buen
    camino.

    Desvivíase,
    además, Coll por los intereses de la provincia en
    que moraba. Años ha venía trabajando para
    que se construyera un ferrocarril directo de Santander a
    Madrid, y se redujese a diez o doce horas el trayecto entre
    las dos capitales.
    Calculaba, y calculaba bien,
    que por este medio había de mejorar considerablemente
    la afluencia de buques y mercancías al puerto de
    Santander, y aumentar, por consiguiente, la riqueza de la
    provincia; y no se cansaba de buscar medios de realizarlo.

    Tenía
    Coll 61 años, y habría podido prestar aún
    a la provincia y a la nación nuevos servicios. Es
    su muerte una sensible pérdida para cuantos quisiéramos
    ver regenerados por la federación y el trabajo nuestra
    abatida patria.

     

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

    No
    se alarmen los católicos: ellos mejor que nadie
    saben que santo no quiere decir otra cosa sino “elegido”.
    Y estos masones elegidos aquí son hombres que
    han pasado a la Historia por alguna excelencia o virtud.

    Si
    vivieran los Papas o los Reyes que les han aplicado
    los adjetivos más crueles y repugnantes, no es
    difícil que se sintieran arrepentidos.

    El
    Menologio masónico pudiera haber sido mucho más
    extenso, porque he descartado a los que entregaron su
    nombre a la posteridad a causa del martirio sufrido
    y porque no me he propuesto dar a este libro carácter
    de diatriba o acusación contra quienes no tuvieron
    inconveniente en usar y abusar de ella contra la Francmasonería.
    Las injurias se castigan o se perdonan; la retorsión
    no es noble,

    Son
    los prohombres, no todos, de la Institución que
    han florecido durante los dos siglos últimos.
    ¿Podría la Iglesia formar, con referencia
    a igual período, un catálogo semejante?

    Abascal
    (José).-Alcalde de Madrid. 1830-1890.
    Abd-el-Kader.- 1807-1883.
    Aboud (Edmond).-Escritor francés. 1828-1885.
    Acuña (Rosario de).-Escritora y poetisa eminente.
    Adams (John).-Segundo Presidente de los EE. UU. 1735-1836.
    Adolfo Federico.-Rey de Suecia. 1710-1771.
    Alameda (Fray Cirilo).-Arzobispo de Toledo en el reinado
    de Isabel II.
    Alava (Miguel de).-General y diplomático español.
    1771-1880.
    Alaminos (Juan).-General español. 1813-1899.
    Albaida (Marqués de).-Político español.
    1803-1878.
    Alcalá Galiano (Antonio).-Escritor, político
    y diplomático español. 1789-1866.
    Alcalá-Zamora (Manuel).-Político y escritor.
    d 1881.
    Almodóvar (Conde de).-General español.
    1777-1854.
    Alvarez Guerra (Juan).-Escritor y político. 1789-1845.
    Alvarez Lorenzana (Juan). -Periodista y político.
    1819-1883.
    Alvarez Mendizábal (Juan).-1790-1853.
    Amadeo I de España.
    Anderson.-Pastor protestante. Londres. 1840-1878.

    Andrassy.-Historiador
    y político húngaro. 1823-1890.
    Anspachs.-Notabilísimo Burgomaestre de Bruselas.
    D 1857.
    Antillón (Isidro).-Político, abogado,
    escritor español. 1778-1814.
    Arago (D.).-Sabio Físico y Geógrafo francés.
    1786-1853.
    Arago (E.).-Sabio y político francés.
    1812-1896.
    Aranda (Conde de).-1718-1799.
    Arco Agüero.-General español del reinado
    de Isabel II.
    Arenas (Anselmo).-Ilustre Catedrático. N. 1844.

    Argenteau.-Belga. Arzobispo de Tyr. 1789-1879.
    Argüelles (Agustín) (“El Divino”).-1776-1844.

    Arriaga (Manuel).-Presidente de la República
    portuguesa.
    Astor.-Filántropo americano. 1763-1848.
    Atalayuelas (Marqués de las).-Político
    del reinado de Carlos IV.
    Atmeller (Narciso) -General español. 1820-1885.
    Auerbach -Gran escritor alemán. 1812-1882.
    Avalos (Simeón).-Arquitecto y Alcalde de Madrid.
    1829-1904.
    Ayguals de Izco.-Escritor español del siglo XIX.

    Azanza (Miguel José de).-Ministro y diplomático
    de Carlos IV.
    Azara (José N. de).-Embajador de España
    en Roma a principios del siglo XIX.
    Badía (Domingo).-Orientalista y viajero. 1766-1822.

    Bailly.-Astrónomo, literato y Alcalde de París.
    1736-1793.
    Balaguer (Víctor).-Literato y político
    español 1824-1901.
    Ballesteros (Juan Manuel).-Médico y escritor.
    1794-1869.
    Barcia (Roque).-Escritor y político. 1823-1885.
    Barrantes y Moscoso (Alonso M.).-Político y escritor.
    1800-1876.
    Bassols (Joaquín).-General español. 1797-1877.
    Batuecas (Martín de).-Ayudante de Wellington
    y escritor.
    Beaumarchais.- Gran poeta satírico francés.
    1732-1799.
    Becerra (M.).-Político y Matemático español
    1823-1896.
    Beránger (José).-Almirante español.
    1824-1907.
    Berliot.-Músico eminente. 1803-1869.
    Bernardotte.-General francés. Rey de Suecia 1763-1844.
    Blanc (Louis).-Diputado y escritor francés. 1811-1882.
    Blanc (Luis).-Politico y periodista español.
    1834-1887.
    Blasco Ibáñez (Vicente).-1867-1928.
    Blücher.-Uno de los héroes de Waterlóo.
    1742-1819.
    Blunschli.—Gran jurisconsulto y escritor. 1808-1881.
    Bolívar (Simón).-I783-1830.
    Bombarda (Dr. M.).-Estadista portugués.
    Bonaparte (Luis).-Rey de Holanda. 1778-1846.
    Borbón (Francisco de Paula de).-1794-1847.
    Borrego (Andrés) -Periodista español.
    1802-1891.
    Bourgeois (León).-Premio Nóbel.
    Braga (Theofilo).-Estadista portugués.
    Bretón (Tomás) -Gran músico español
    contemporáneo.
    Bríand (Arístides).-Político francés
    contemporáneo.
    Braud.-Presidente del Estado libre de Orange. 1823-1888.
    Buchnan.-Presidente de los EE. UU. 1791-1868.
    Bucher-Heller.-Presidente del Bureau Int. de la Paix.
    1868-1925.
    Buffon.-Naturalista y escritor. 1707-1788.
    Bürger.-Gran poeta alemán. 1748-1794.
    Bürgers.-Presidente del Estado libre de Orange.
    Burke.-Gran político inglés. 1729-1797.
    Busms.-Gran poeta escocés. 1759-1796.
    Byron (Lord).-1788-1824.
    Caballero (Fermín). – Escritor y político
    español. 1800-1876.
    Cabarrús (Conde de). -Hacendista español.
    1752-1810.
    Cabrera (Juan Bautista).-Obispo evangélico. N.
    1837.
    Cala (Ramón).-Escritor y político español.
    1828-1890.
    Calatrava (Ranión María) -Político
    y jurisconsulto. 1786-1876.
    Calderón Collantes (Fernando) -Político
    y jurisconsulto. 1811-1890.
    Calvo (Ricardo).-Gran actor español. 1844-1895.

    Calvo Asensio (P.).-Político, periodista y farmacéutico.
    1821-1863.
    Calvo de Rozas.-Corregidor de Zaragoza en 1808.
    Cámara (Sixto).-Político del siglo XIX.

    Cambacères.-Jurisconsulto. Autor del Código
    de Napoleón. 1753-1824.
    Cambrone.-Heroico General francés. 1770-1842.

    Campomanes (Conde de).-Diplomático, escritor
    y economista español. 1723-1803.
    Caning.-Gran político inglés. 1770-1827.
    Cano Manuel.-Magistrado y político. 1768-1836.
    Carlos Augusto.-Duque de Sajonia. 1757-1828.
    Carlos X.-Rey de Francia. 1757-1836.
    Carlos XV.-Rey de Suecia. 1826-1872.
    Carvajal (José).-Político y jurisconsulto.
    1834-1899.
    Casado del Alisal.-Pintor. 1832-1886.
    Castaños.-Heroico General español. 1758-1852.
    Castelar (Emilio).-1832-1899.
    Castro (Felipe).-Académico y escultor de Carlos
    III.
    Cavour (Conde de).-1810-1861.
    Cazzotte.-Escritor francés. 1720-1793.
    Cerralbo (Marqués de) -Diputado y Alcalde de
    Madrid en 1836.
    Claretie (J.) -Escritor francés. 1840-1916.
    Claudius (Math.).-Poeta alemán. 1740-1815.
    Clavé (José Antonio).-Músico, poeta
    y gran revolucionario. 1824-1874.
    Combes.-Presidente de la República francesa
    Concha (M. G., de la).-Heroico General español.
    1808-1874.
    Condillac.-Filósofo francés. 1715-1780.
    Condorcet.-Filósofo y matemático francés.
    1743-1794.
    Contreras (Juan).-General español. 1760-1826.
    Córdova.-General y Presidente del Gobierno. 1806-1886.
    Cortina (Manuel) -Eminente jurisconsulto. N. 1802.
    Couder (Jerónimo S.).-Magistrado. D. 1878.
    Cremieux.-Político francés. 1796-1880.
    Crispi.-Político italiano. 1819-1901.
    Cumberland (Duque de).-1721-1765.
    Cumberland (Ernesto Augusto).-Rey de Hanover. 1781-1851.
    Curros Enríquez (Manuel).-Gran poeta español.
    1851-1908.
    Chang-Kai-Sek.-Emperador de China.
    Chao (Eduardo).-Escritor y político. 1821-1887.
    Chartres (Duque de) -1747-1793.
    Chestersfield.-Gran político inglés. 1694-1773.
    Christian IX.-Rey de Dinamarca. 1818-1906
    Dabrosky.-Jesuita. 1753-1829.
    D’Alembert.-Filósofo y matemático francés.
    1717-1783.
    Danton.-1759-1794.
    Daoíz (Luis).-1767-1808.
    D’Arlincourt.-Escritor francés del siglo XVIII.
    David (J. L.).-Pintor de la Revolución francesa.
    1748-1825.
    Dawes.-Financiero americano. N. 1855.
    De Coster.-Gran literato belga. 1827-1879.
    Delgado (Pedro).-Gran actor español. 1824-1904.
    Delille.-Sacerdote y poeta francés. 1738-1813.
    Desaguilliers.-Físico inglés eminente.
    1691-1770.
    Descaces.-Ministro de Carlos X. 1760-1860.
    Desmoulins (C.). -Abogado y revolucionario. 1760-1794.
    Dewey.-Almirante americano. 1837-1917.
    Dewez.-Gran Médico belga. 1858-I929.
    Días de Benjumea (Nicolás).-Escritor.
    1829-1884.
    Días y Pérez (Nicolás).-Escritor.
    1841-1898.
    Díaz Quintero (Francisco) -Político y
    jurisconsulto. 1819-1878.
    Diderot.-Enciclopedista. 1713-1784.
    Disraeli.-Novelista y político. 1805-1881.
    Dombrowski.-Héroe de Polonia. 1755-1818.
    Dom Pedro I de Alcantara.-Emperador del Brasil. 1798-1834.
    Dos Reis (Cándido).-Almirante portugués.

    Doumer (Paul).-Presidente de la República francesa.
    1857-1932.
    Douwes-Dekker (Multatuli).-Gran escritor holandés.
    1820-1887.
    Ducommun.-Premio Nóbel.
    Dunant.-Premio Nóbel.
    Doyle (Arturo Conan).-1859-1930.
    Dulce (Domingo) -General español. 1808-1889.
    Eça de Queiroz.-Gran escritor portugués.
    Echegaray (José).-Político y literato.
    N. 1833.
    Eduardo VII.-Rey de Inglaterra. 1841-1910.
    Eiffel.-Gran Ingeniero francés. 1832-1923.
    Ensenada (Marqués de la).-Gran estadista español.
    1802-1881.
    Esperabé (Mamés).-Catedrático.
    1830-1906.
    Escosura (Patricio de la).-Político y literato.
    1807-1878.
    Espartero.-Regente del Reino. 1793-1879.
    Espoz y Mina.-Heroico General español. 1781-1836.
    Espronceda (José de) .-1810-1842.
    Estanislao I.-Rey de Polonia.
    Estanislao II.-Rey de Polonia.
    Fairbanks (Douglas>.
    Falk.-Politico holandés. 1777-1843.
    Fauchez.-Obispo francés. 1744-1793.
    Faure (Félix).-Presidente de la República
    francesa. 1809-1880.
    Favou.-Político suizo. 1843-1902.
    Favre.-Político francés. 1809-1880.
    Federico.-Príncipe de Gales y Rey de Inglaterra.
    1738-1820.
    Federico II de Prusia.-1712-I786.
    Federico Guillermo II.-Rey de Prusia. 1744-1840.
    Federico III.-Emperador de Alemania. 1831-1888.
    Federico Guillermo III.-Rey de Prusia. 1770-1840.
    Federico Guillermo IV.-Rey de Prusia. 1795-1861.
    Federico VIII.-Rey de Dinamarca. 1843-1912.
    Federico Guillermo Carlos.-Rey de Wurtenberg. 1754-1816.
    Fernández de Córdoba (Francisco) -General
    español. D. 1873.
    Fernández Elías (Clemente.)-Escritor y
    Catedrático. D. 1897.
    Ferrer Guardia (Francisco) .-D. 1909.
    Ferri.-Político francés. 1832-1893.
    Fessler.-Fraile capuchino alemán. 1756-1839.
    Fichte,-Filósofo alemán. 1762-1814.
    Figueras (Estanislao).-Presidente de la I República
    española.
    Flórez Estrada.-Economista español. 1770-1852.
    Floridablanca (Conde de) -1730-1808.
    Flourens.-Psicólogo francés. 1838-1871
    Ford.-Rey del automóvil.
    Forner (Juan Pablo).-Gran escritor. 1756-1797.
    Francillón.-Suizo, fundador de la fábrica
    Longines. 1834-1900.
    Francisco I.-Emperador de Austria. 1708-1765.
    Francklin (Benjamín).-1706-1790.
    Fried.-Escritor austriaco. Premio Nóbel.
    Furrer.-Primer Presidente de la Confederación
    suiza. 1805-1861.
    Galán (Fermín).-Héroe de la sublevación
    de Jaca.
    Gallardo (Bartolomé José).-Gran escritor
    español. 1776-1852.
    Gallego (Juan Nicasio).-Sacerdote, gran liberal y gran
    poeta. 1777-1853.
    Gálvez (Antonio, “Toñete”).-Héroe
    de la Revolución cantonal.
    Gambetta (León).-1838-1882.
    Garat.-Ministro de la Convención. 1749-1792.

    García Ruiz (Eugenio) -Abogado, político
    y periodista. 1819-1883.
    Garfield- Presidente de los EE. UU. 1831-1881.
    Garibaldi (Giussepe).-D. 1841.
    Garnier-Pagés.-Jefe de los republicanos franceses.
    1801-1841.
    Garrido (Fernando).-Escritor y político. 1834-1883.
    Gauthier (T.).-Escritor francés. 1811-1872.
    Gelpke.-Teólogo belga del siglo XIX.
    Genisson (V.).-Gran pintor belga. 1805-1860.
    Gey.-Político inglés contemporáneo.
    Gibbon.-Historiador inglés. 1737-1794.
    Glocester (Duque de).-1775-1834.
    Goethe.-1749-1832.
    Gómez Becerra . – Jurisconsulto y político
    español. 1771-1855.
    Gretry.-Gran músico belga. 1741-1813.
    Guillermo I.-Emperador de Alemania. 1797-1888.
    Guillermo II.-Rey de los Países Bajos. 1792-1849.
    Guillermo IV-Rey de Inglaterra. 1745-1770.
    Gustavo III.-Rey de Suecia. 1746-1792.
    Gustavo IV-Rey de Suecia. 1778-1837.
    Guyot (Ives).-Economista y sociólogo francés.
    1843-1927.
    Haakon IV.-Rey de Noruega.
    Habibullah Khan.-Soberano del Afganistán.
    Hahnenman.-Famoso homeópata. 1755-1843.
    Hankar.-Arquitecto belga. 1859-1901.
    Hansseas-Gran músico belga. 1802-1871.
    Harding.-Presidente de los EE. UU. 1865-1923.
    Haydn.-Músico. 1732-1809.
    Heesen.-Historiador alemán. 1760-1842.
    Helvetius-Filósofo francés. 1715-1771.
    Herculano (Alejandro).-Gran escritor portugués.
    Herder.-Filósófo y poeta alemán.
    1744-1803
    Heredia (J. M. de).-Poeta francés. 1842-1905.
    Heros (Martin de los).-Político español.
    1770-1859.
    Hobbes.-Filósofo inglés del siglo XVII.
    Hottinger.-Teólogo suizo. 1783-1860.
    Humbert.-Pintor suizo. 1819-1900.
    Humbold.-Viajero alemán. 1769-1850.
    Irving (H.).-Actor inglés. 1838-1905.
    Istúriz.-Politico español. 1790-1864.
    Jackson.-Presidente de los EE. UU. 1767-1845.
    Jenner.-Inventor de la vacuna. 1840-1913.
    Joffre.-Mariscal de Francia. 1852-1931.
    Jones.-AImirante norteamericano. 1747-1792.
    Jorge IV-Rey de Inglaterra. 1762-1830.
    Jorge V.-Rey de Hanover. 1819-1878.
    Jovellanos (Melchor Gaspar de).-1744-1810.
    Juárez.-Estadista norteamericano. 1806-1872.
    Kane.-Explorador del Polo. 1820-1857.
    Kant.-Filósofo. 1724-1804.
    Keller.-Escritor holandés. 1829-1899.
    Kennedy.-Autor dramático americano.
    Kipling (Ruyard).-Premio Nóbel.
    Kitchener.-General inglés. 1850-1915.
    Kleber.-General francés. 1758-1809.
    Klinger.-Poeta alemán del siglo XVIII.
    Klopstok.-Poeta alemán. 1724-1803.
    Koseinszko.-Héroe de Polonia. 1746-1817.
    Krabbe.-Pintor holandés. 1869-1932.
    Krausse.-Filósofo. 1781-1832.
    Lacy (Luis).-General español. 1775-1819.
    Lachenal.-Presidente de la Confederación suiza.
    1849-1918.
    Lafarga (Vicente).-Sacerdote y escritor. 1801-1882.
    Lafayette.-1757-1834.
    Lafontaine (Henri).-Premio Nóbel.
    Lagunero.-General español. 1828-1879.
    La Harpe.-Enciclopedista del siglo XVIII.
    Lamballe (Princesa de).-1749-1793.
    Landero.-Teólogo y político español.
    1784-1868.
    La Rochefoucauld.—Pensador francés. 1779-1863.
    Larra (Mariano José de, “Fígaro”).-1809-1837.
    Latorre (C.).-Gran actor español. 1799-1850.
    Lavater.-Médico y químico suizo. 1740-1826.
    Lavoisier.-Químico. 1743-1794.
    Layret.-Abogado español, mártir, como
    Ferrer, de sus ideas.
    Lefèbre.-Mariscal de Francia. 1755-1820.
    Legouvé.-Historiador francés. 1807-1903.
    Leopoldo I.-Rey de Bélgica. 1790-1865.
    Lessing.-Filósofo y poeta alemán. 1729-1781.
    Letamendi.-Médico y escritor español.
    1828-1897.
    Ligne (Príncipe de).-Mariscal de Francia y escritor.
    1737-1814.
    Lincoln.-Presidente de los EE. UU. 1809-1865.
    Lindberg.-Aviador americano.
    Lista (Alberto).-Sacerdote, poeta y pedagogo. 1789-1848.
    Liszt-Músico. 1811-1886.
    Littré.-Filósofo y filólogo francés.
    1801-1881.
    López (Joaquín M.ª).-Gran orador
    y político español. 1798-1855.
    López de Ayala (Angeles).-Escritora y poetisa
    española. 1858-1926.
    Löwe.-Músico alemán. 1796-1869.
    Llano y Persi.-Escritor y Alcalde de Madrid. 1826-1903.
    Llorente.-Secretario del Santo Oficio. 1756-1823.
    Lloyd (Harold).-Actor cinematográfico.
    Macanaz (Melchor de).-Político y escritor español.
    1670-1760.
    Macdonald.-Mariscal de Francia. 1765-1840.
    Machado (Antonio).-Escritor español.
    Machado (Bernardino).-Estadista portugués.
    Machado Santos.-Estadista portugués.
    Madoz (Pascual).-Político y escritor español.
    1806-1870.
    Magalhaes Lima.-Político y periodista portugués.
    Magnan.-Mariscal de Francia. 1791-1865.
    Máiquez (Isidoro).—-Gran actor español.
    1766-1820.
    Maisonave (E.).-Político y periodista. 1840-1890.
    Mac-Kinley.-Presidente de los EE. UU. 1843-1901.
    Malcampo.-Marino y político español. 1828-1880.
    Marchena (Abate).-Escritor y político. I768-I82I.
    Marschal.-Obispo de Kanín. 1732-1786.
    Martín (Juan, “El Empecinado”).-Guerrillero
    español. 1775-1825.
    Marina (A. M.).-Sacerdote, historiador. 1754-1833.
    Marmontel.-Literato francés. 1729-1796.
    Martínez de Robledo.-Presidente de los cinco
    Gremios Mayores de Madrid en tiempo de Carlos III.
    Martínez Villergas.-Escritor español.
    1817-1894.
    Martos (Cristino).-Abogado y político español.
    1830-1893.
    Massena.-Mariscal de Francia. 1758-1817.
    Maximiliano José I.-Rey de Baviera. 1756-1825.
    Mazzini-Gran político italiano. 1805-1872.
    Medina (Tristán).-Sacerdote cubano. 1824-1886.
    Meléndez Valdés.-Poeta español.
    1754-1817.
    Méndez (Catulle).-Escritor francés. 1841-1909.
    Méndez Núñez.-Héroe del
    Callao. 1824-1869.
    Méndez Vigo.-General español. 1790-1860.
    Merelo.-Político y escritor español. 1829-190I.
    Mestner.-Descubridor del magnetismo animal. 1733-1815.
    Meyerbeer.-Músico. 1791-1864.
    Miláns del Bosch.-Guerrillero español.
    1829-1889.
    Mina “el Joven”.-Guerrillero español.
    1779-1817.
    Mirabeau.-1749-1791.
    Mohamed Kan.-Soberano del Afganistán.
    Monet (C.).-Gran pintor francés.
    Monroë.-Presidente de los EE. UU. 1758-1831.
    Montemar (Francisco) -Político y escritor. 1825-1889.
    Montgolfier.-Inventor del globo aerostático.
    1740-1810.
    Montijo (Conde del).-Político del reinado de
    Fernando VII.
    Montesquieu.-Jurisconsulto y filósofo. 1689-1755.
    Monturiol (Narciso).-Inventor y marino español.
    1819-1885.
    Morayta (Miguel).-Catedrático, político
    y escritor.
    Moratín (Leandro F. de).-1760-1828.
    Moreau (J. Víctor).-General francés. 1743-1813.
    Moriones.-General español, héroe de las
    guerras civiles.
    Moreno Benítez.-Periodista y político
    español. 1822-1887.
    Moret (S.) -Político español. 1838-1913.

    Morillo.-General español del reinado de Fernando
    VII.
    Moyano (C.).-Pedagogo y Ministro de Isabel II.
    Mozart-Músico. 1756-1791.
    Muñoz Torrero.-Sacerdote y gran político
    español. 1761-1827.
    Murat.-Rey de Nápoles. 1767-1815.
    Muro (José).-Abogado y político español.
    1842-1914
    Munster.-Obispo de Copenhague. 1761-1830.
    Mustafá Kemal.-Gran político turco contemporáneo.
    Naquet.-Jurisconsulto y político francés.
    1834-1916.
    Notomb.-Gran político belga. 1805-1881.
    Navas (Conde de Ias).-Político español
    del pasado siglo.
    Nelson.-Héroe de Trafalgar. 1758-1805.
    Newton.-Físico y matemático. 1643-1727.
    Ney.-Mariscal de Francia. 1769-1815.
    Nouvilas.-General español. 1812-1880.
    Núñez de Arce.-Poeta y político.
    1834-1902
    O’Connell.-Patriota irlandés. 1775-1847.
    O’Donnell.-General español. 1760-1845.
    Oersted.-Gran físico danés. 1777-1851.
    O’Farril.-General español. 1754-1831.
    Olavide.-Gran escritor y político. 1725-1802.
    Oliver.-Historiador inglés. 1783-1867.
    Olózaga (Salustiano de).-Político español.
    1805-1873.
    Oneken.-Historiador alemán. 1838-1905.
    Oráa.-General español. 1788-1851.
    Orcasitas (Bernardo).-Alcalde de Madrid en el siglo
    pasado.
    Ordax Avecilla (José).-Periodista y político.
    1813-1856.
    Oreiro (Jacobo).-Ministro de la primera República.

    Orense (J. M., Marqués de Albaida).-Presidente
    de las Cortes de la I República.
    Oscar I.-Rey de Suecia y Noruega. 1799-1859.
    Oscar II.-Rey de Suecia.
    Osmán Pachá.-General turco. 1837-1900.
    Ostwald (W.).-Premio Nóbel.
    Pablo I de Rusia.
    Palacio (Manuel del).-Escritor. 1823-1906.
    Panzano y Aminall (Francisco).-Historiador.
    Peary.-Explorador del Polo. 1856-1920.
    Pécher.-Jurisconsulto belga. 1885-1926.
    Pedro III de Rusia.
    Pelletán (E.).-Ministro francés. 1813-1884.
    Peral (Isaac).-GIorioso marino e inventor español.
    1851-1895.
    Pérez del Alamo.-Revolucionario del siglo XIX.
    Petion.-Alcalde de París cuando la Revolución.
    1756-1793.
    Pi y Margall (Francisco).-Presidente de la I República.
    1824-1901.
    Pierrad (Blas).-General español. 1813-1872.
    Polo (Fr. Eusebio).-Agustino. 1719-1774.
    Polk.-Presidente de los EE. UU. 1795-1849.
    Pontejos (Marqués viudo de).-Gran Alcalde de
    Madrid. 1790-1840.
    Pope-Gran poeta inglés. 1688-1744.
    Porlier (E. D.).-Marino español. D. 1819.
    Preston.-Historiador inglés. 1742-1818.
    Pretorius.-Presidente de la primera República
    del Africa del Sur. 1818-1891.
    Prim (Juan).-Glorioso General español. 1814-1870.
    Proudhon.-Economista y filósofo. 1809-1865.
    Putshkin.-Poeta ruso. 1799-1837.
    Queintal (Anthero de).-Escritor portugués.
    Quinet (Ed.).-Poeta, historiador y filósofo francés.
    1803-1875.
    Quintana (M. J.).-Poeta español. 1777-1852.
    Ramos Calderón.-Político y periodista
    español. 1835-1904
    Reclus (Elíseo).-Escritor y geógrafo francés
    1830-1905.
    Renard.-Geólogo jesuita del siglo XIX.
    Retera.-Escritor holandés. 1858-1930.
    Reus y García (José).-Jurisconsulto y
    escritor. 1816-1883.
    Rey.-General boer. 1847-1914.
    Richet (Carlos).-Premio Nóbel.
    Richter.-Escritor alemán. 1766-1825.
    Riego (Rafael del) -General español. 1784-1823.
    Riquelme (José).-Actor español. 1865-1903.
    Rispa y Perpiñá.-Periodista y político
    de siglo XIX.
    Rivas (Duque de).-Poeta español. 1791-1857.
    Rivera (Nicolás María).-Político
    español. 1814-1878.
    Robert (Roberto).-Escritor español. 1827-1873.
    Rodil.-General español. 1789-1853.
    Rodríguez (Ventura).-Arquitecto español.
    1717-1785.
    Romea (Julián).-Actor y poeta español.
    1813-1868.
    Romero Girón.-Abogado y político. 1835-1900.
    Romero Ortiz.-Abogado y político. 1822-1884.
    Ros de Olano.-General español del siglo XIX.
    Ros (Vizconde de).-General español del sigo XIX.
    Roosevelt (Teodoro).-Presidente de los EE. UU. 1858-1919.
    Premio Nóbel.
    Rousseau (Juan Jacobo).-1712-1778.
    Rubio (Carlos).-Escritor español. 1832-1871.
    Rubio (Federico).-Eminente cirujano. 1827-1902.
    Ruckert.-Poeta alemán. 1788-1861.
    Ruchet.-Presidente de la Confederación suiza.
    1853-1912.
    Ruiz Zorrilla.-Político español. 1833-1895.
    Sagasta (Práxedes Mateo).-Político español.
    1827-1903.
    Salmerón (Francisco).-Político español.
    1822-1878.
    San Miguel (Evaristo).-General español y escritor.
    1785-1862.
    San Miguel (Santos).-General español de la Guerra
    de la Independencia.
    Santa Marta (Marqués de).-Prohombre republicano
    del siglo pasado.
    Sandoval (Marqués de).-Prohombre republicano
    del siglo pasado.
    Scott (Walter).-Gran literato inglés. 1771-1832.
    Schiller.-Poeta eminente. 1759-1805.
    Seoane (Mateo).-Gran Médico de principios del
    Siglo XIX.
    Serrano.-General español, Regente del Reino.
    1810-1885.
    Serrano Bedoya.-Ministro de Alfonso XII.
    Shakleton.-Explorador del Polo. 1874-1922.
    Sièyes (Abate).-Parlamentario de la Convención,
    escritor. 1748-1836.
    Silva (Carolina). -Escritora americana contemporánea.
    Simarro (Luis) -Médico eminente. 1851-1921.
    Simon (Jules).-Filósofo y estadista francés.
    1814-1896.
    Singer.-Político alemán. 1844-1911.
    Smith (Adam) -Economista inglés. 1723-1790.
    Sonora (Marqués de la).-Ministro de Carlos IV.

    Sorní (J. C.).-Ministro de la I República
    española.
    Soult.-Mariscal de Francia. 1769-1851.
    Spinoza.-Filósofo holandés del siglo XVII.
    Suchard.-Creador de las industrias de su nombre. 1838-1925.
    Sué (Eugenio).-Escritor francés. 1804-1857.
    Sut-Yat-Sen.-Emperador de China.
    Suworow.-Mariscal de Rusia. 1729-1800.
    Stael (Mad.).-Escritora francesa. 1766-1817.
    Stein.-Político alemán. 1757-1831.
    Sterul.-Escritor inglés. 1713-1768.
    Stressemann.-Politico alemán. 1878 – 1929. Premio
    Nóbel.
    Swiff.-Escritor inglés. 1607-1745.
    Taft.-Presidente de los RE. UU. 1857-1930.
    Tejado (Gabino).-Escritor español del siglo XIX.

    Terradas (Abdón) -Escritor y revolucionario del
    siglo XIX.
    Tewfik Pachá.-Kedir de Egipto. 1852-1892.
    Tilz.-Pintor belga. 1859-1932.
    Tirpitz.-Almirante alemán. 1849-1929.
    Topete.-Marino y político del siglo XIX.
    Toreno (Conde de).-Político, historiador. 1786-1843.
    Tornos (Cipriano R.).-Obispo evangélico del pasado
    siglo.
    Torres Amat (Félix).-Obispo de Astorga. D. 1850.
    Torrijos.-General español mártir de la
    libertad.
    Troelstra.-Estadista holandés. 1860-1930.
    Tschudy.-Historiador suizo. 1724-1769.
    Twain.-Escritor americano. 1835-1910.
    Urquijo (Marqués de).-Estadista del reinado de
    Fernando VII.
    Urquijo (L.).-Filósofo y hermano del anterior.
    Vadillo (Juan M.).-Ministro de Fernando VII.
    Valdés (Cayetano).-Marino y estadista español.
    1767-1835.
    Valladares (Gabino).-Teólogo, Obispo electo de
    Barcelona del siglo XIX.
    Van Campenhout.-Músico popular belga. 1779-1848.
    Van der Noot.-Político belga. 1750-1826.
    Van Halm.-Marino y militar español. D. 1858.
    Varela (Félix).-Canónigo de Madrid. D.
    1889.
    Vega (Ventura de la).-Escritor y político. 1807-1865.
    Velarde (Pedro).-Héroe del Dos de Mayo.
    Velbruk.-Obispo de Lieja. 1719-1884.
    Verhaegen.-Profesor belga. 1796-1862. Fundador de la
    Universidad Libre de Bruselas.
    Vernet.-Pintor francés. 1789-1863.
    Villacampa (Pedro).-General español del siglo
    XIX.
    Vincent (A.).-Gran Médico suizo. 1850-1906.
    Viennet (T. G.).-Literato francés. 1777-1868
    Volney.-Filósofo, orientalista, viajero. 1767-1820.
    Voltaire.-1694-1778.
    Vosmaer-Escritor holandés. 1860-1930.
    Voss.-Poeta alemán. 1751-1826.
    Wallace (Levis).-Escritor americano. 1827-1903.
    Wáshington.-1732-1799.
    Wellington (Duque de).-Insigne militar. 1769-1852.
    Wemer.-Poeta alemán. 1786-1823.
    Wesley.-Pastor metodista. 1703-1791.
    Wet.-General boer. 1854-1922.
    Wieland.-Poeta y filósofo alemán. 1733-1813.
    Willems.-Literato flamenco; 1793-1846.
    Wienner.-Jurisconsulto belga. 1851-1914.
    Wolf.-Filólogo y jurista alemán. 1759-1824.
    Wolsledy.-General inglés. 1833-1913.
    Yung.-Naturalista y escritor suizo. D. 1918.
    Zajón (Fr. Juan).-Benedictino, Catedrático
    de la Universidad de Barcelona.
    Zayas.-General español del siglo XIX.
    Zurbano (Martín).-Guerrillero español.
    1790-1845.


    Del libro: “La Francmasonería. Sus apologistas
    y sus detractores”.
    De Eduardo Barriobero y Herrán
    Madrid, 1935

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    En los últimos días de Agosto de 1937, mientras
    se desencadenaba en Aragón la ofensiva republicana
    de Belchite, se producen en el Frente Norte, tanto en
    el plano militar como en el político, una serie
    de acontencimientos de gran transcendencia e íntimamente
    relacionados entre sí. El detonante fue la caída
    de Santander el día 26 en manos de los nacionales.
    Lo de Santander fue un desastre militar superior al
    de Bilbao y solamente comparable al que tendría
    lugar en Asturias, pero sin la resistencia encarnizada
    que al avance de las fuerzas nacionales se opuso en esta
    última región.

    Miles y miles de milicianos fueron hechos prisioneros
    en los sucesivos copos que se produjeron durante las dos
    semanas que duró la ofensiva. Las pérdidas
    de material fueron igualmente cuantiosas, además,
    sin la posibilidad de sustitución. Ya se ha dicho
    antes que la táctica elegida por el Estado Mayor
    republicano y por la Junta Delegada del Gobierno en el
    Norte de España, presidida por el general Gámir
    Ulibarri, siendo gobernador civil de la provincia Roberto
    Alvarez, sobrino de Melquiades Alvarez, esa táctica
    de retirarse hacia Santander capital en vez de hacia Asturias
    fue lo que propició la magnitud del descalabro.

    Ante
    lo ya irremediable, la primera reacción fue
    la proclamación del Consejo Interprovincial de
    Asturias y León en Consejo Soberano
    , según
    decreto que apareció publicado el mismo día
    26 de Agosto en la prensa republicana asturiana, que creo
    que conviene reproducir íntegramente, dada su brevedad,
    por si pudiera servir de ilustración, de reflexión,
    de comparación, entre los razonamientos de aquella
    izquierda republicana y los “autonómicos”
    de nuestra época:

    Decreto

    «Quien
    repase en su memoria hechos históricos hallará
    la confirmación de que una ciudad sitiada asumió
    siempre la integridad de su responsabilidad. Dos encontradas
    corrientes coinciden en el punto de esta necesidad: una,
    la dificultad, cuando no la imposibilidad de consultar
    las decisiones con el supremo poder político del
    país; otra, la inaplazable urgencia de resolver
    minuto por minuto.

    Los
    medios actuales de ataque y defensa en la guerra imprimen
    a los movimientos tal rapidez, fuerzan hechos a tan larga
    distancia, que bien puede asimilarse el caso de una provincia
    o región sitiada hoy al caso de una ciudad y su
    contorno sitiada antaño.

    Caracteriza
    a una ciudad o región sitiada la desaparición
    de líneas divisorias entre lo civil y lo militar.
    Todo se funde en la estrechez de combatir por salvar la
    propia vida. No queda espacio detrás del frente
    para actividades propias de la paz. No hay frente militar
    y retaguardia civil: todo es frente.

    Siendo
    todo frente, siendo todo un conjunto indiferenciado, ese
    frente, ese conjunto, no puede ser más que civil.
    El poder civil invistió a los militares con una
    especialidad que reasume cuando lo estima pertinente.
    Otra interpretación es pretorianismo, el funesto
    pretorianismo causa de la actual desdicha de España.

    El
    Consejo Interprovincial de Asturias y León, por
    las razones expuestas, cree llegado el momento de asumir
    la plena responsabilidad del mando soberano en el territorio
    de su autoridad. Da por supuesto el asentimiento del Gobierno
    de la República; la República cuyo bien
    e integridad es el anhelo de todos.

    Adopta
    la resolución que sigue en plena serenidad, y dispuesto
    firmemente a imponer serenidad al que quiera perderla;
    seguro de contribuir a la indudable victoria sobre el
    fascismo en España.

    De
    conformidad con todo lo expuesto, el Consejo decreta:

    Artículo
    1º.– El Consejo Interprovincial de Asturias
    y León, a partir de la fecha y hora de este Decreto,
    se constituye en Consejo Soberano de gobierno de todo
    el territorio de su jurisdicción y a él
    quedan íntegramente sometidas todas las jurisdicciones
    y organismos civiles y militares que funcionan y funcionen
    en lo sucesivo dentro del referido territorio.

    Artículo
    2º.– El propio Consejo Soberano, a la vista
    de los acontecimientos favorables que se produzcan en
    el curso de la guerra, determinará el momento de
    despojarse de las funciones soberanas que hoy asume.

    Artículo
    3º.– De este Decreto se dará cuenta
    al Gobierno de la República para su convalidación;
    sin perjuicio de su absoluta vigencia, impuesta por imperio
    de las circunstancias, desde este mismo momento de su
    promulgación.

    Dado
    en Gijón, a veinticuatro horas del día veinticuatro
    de agosto de mil novecientos treinta y siete.»

    En
    el discurso pronunciado con este motivo por Belarmino
    Tomás, presidente del ahora Consejo soberano, se
    hizo un duro llamamiento a la disciplina como base indispensable
    para la victoria, y a él pertenecen estas palabras:
    «Ni en la trinchera ni en la ciudad, ni en el
    taller ni en el campo, ni en el hogar ni en la calle,
    toleraremos la más leve actitud divergente ni la
    más leve palabra disconforme. No habrá siquiera
    petición que consideremos respetuosa. Nadie tiene
    que pedir nada. Nadie tiene sino obedecer y callar.»

    Previamente,
    Belarmino Tomás se había referido a “las
    tempranas alegrías de la quinta columna”,
    a cuyos supuestos componentes había enviado este
    mensaje: «Imagínense los traidores qué
    complacencias habremos de tener con ellos cuando para
    los nuestros, para nuestros propios hermanos, nos vemos
    en la necesidad de anunciar las más severas determinaciones.»

    Consejo
    Soberano

    *
    Rafael Fernández (JSU) se ocupa también
    de Justicia y Orden Público de la que era titular
    Roca Albornoz (JSU).

    Al
    mismo tiempo, el Consejo Soberano, sin que desaparezcan
    las consejerías, acuerda funcionar por comisiones,
    creándose las siguientes:


    Comisión de Guerra, Industria y Fortificaciones;
    de la que forman parte Belarmino Tomás, los consejeros
    de Industria, Trabajo, Instrucción Pública
    y el Estado Mayor del Ejército de Asturias.


    Comisión de Abastecimiento, Transporte y Evacuación;
    integrada por los consejeros de Comercio, Obras Públicas,
    Pesca y Marina.


    Otra comisión para Sanidad y Asistencia Social;
    otra para Orden Público, Justicia, Propaganda y
    Comunicaciones, y otra de Economía, integrándose
    en cada una de ellas los consejeros del ramo.

    En
    la reestructuración del Ejército republicano,
    el coronel Prada, que en Santander mandaba el XIV Cuerpo
    de ejército, es nombrado jefe del Ejército
    de Asturias, y el capitán Fancisco Ciutat pasa
    a ser el jefe del Estado Mayor.
    El mando del reconstituido
    XIV Cuerpo de ejército, encargado de defender el
    frente oriental de Asturias, es asignado al teniente coronel
    Francisco Galán; el XVI Cuerpo de ejército,
    desplegado en el frente Sur, zona de León y puertos,
    lo manda el coronel Gallego Argües, y el XVII Cuerpo
    de ejército, en el frente occidental, queda al
    mando del coronel Linares Aranzabe. Son, en total, unos
    80.000 hombres con 45.000 fusiles, pocas armas automáticas
    y algo de artillería. Tras el desastre del Santander,
    la aviación republicana ha quedado reducida
    a dos escuadrillas de cazas, la mitad de los cuales son
    biplanos.

    Enfrente,
    tienen a las fuerzas del general Solchaga, que avanzan
    por el Este, y a las de Aranda, que presionan desde León.
    Son 110.000 hombres perfectamente armados y equipados,
    a los que hay que sumar los pertenecientes a unidades
    auxiliares de ingenieros, zapadores, etc. La superioridad
    aérea de la aviación de los nacionales con
    la Legión Cóndor es apabullante.

    En
    el mar, los republicanos siguen conservando sus dos destructores,
    los tres submarinos y el torpedero,
    más algunas
    unidades menores, pesqueros y lanchas habilitadas para
    el dragado de minas y la vigilancia costera. Los bous
    artillados de la desaparecida Marina Auxiliar de Euzkadi,
    “Bizcaia”, “Guipuzkoa”, “Gasteiz”,
    e “Iparreko Izarra”, permanecen solamente unos
    días en El Musel.

    En
    la Marina de los nacionales que opera en el Cantábrico,
    aparte del hundimiento del “España”,
    la única variación que se produce es la
    entrada en servicio de un nuevo minador, el “Vulcano”,
    mientras que el destructor “Velasco” continúa
    reparando en El Ferrol.

    En
    esos últimos días del mes de Agosto, el
    puerto de El Musel y el de Avilés fueron sometidos
    a duros bombardeos por la aviación de los nacionales,
    como si fuera un anuncio de todo lo que les venía
    encima, una vez ocupada la provincia de Santander. El
    bombardeo del día 28, en El Musel, fue especialmente
    intenso.
    Varios buques surtos en el puerto fueron
    alcanzados por las bombas y el petrolero Elcano, incendiado,
    tuvo que ser remolcado aguas afuera.

    Esos
    bombardeos traerían muchas consecuencias.
    En
    primer lugar, los bous “Bizcaia”, “Guipuzkoa”
    y “Gasteiz” aprovecharon la orden de salir con
    destino a Cabo Mayor para embarcar a militares y civiles
    allí embolsados y huyeron a Francia. Lo mismo hicieron
    los submarinos “C-2” y “C-4” que,
    pretextando averías, se refugiaron en puertos franceses.
    Sus comandantes, Ferrando Talayero y Las Heras, se pasaron
    a los nacionales y su intención era entregarles
    también los submarinos que mandaban. El destructor
    “José Luis Díez”, comandante García
    Presno, huyó al puerto inglés de Falmouth.
    El “Ipareko Izarra” aprovecharía su oportunidad
    diez días más tarde y también huiría
    a Francia. Así que a primeros de Septiembre, las
    Fuerzas Navales del Cantábrico quedaron reducidas,
    sin necesidad de que los buques de los nacionales disparasen
    un solo cañonazo, al submarino “C-6”,
    al destructor “Císcar” y al torpedero
    “Nº 3”. A todo esto hay que añadir
    que el jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    Valentín Fuentes, como carecía de medios
    para comunicar con los buques que estaban en la mar, tenía
    que ser el propio ministro, Prieto, quien le pusiese al
    corriente de la situación según se iban
    recibiendo en el Estado Mayor Central de la Marina los
    radios enviados por los comandantes de los buques.

    En
    los bombardeos de El Musel resultaron también alcanzados
    los mercantes ingleses “Hilde Moller”, “African
    Trader”, “Stanwood” y “Stanbridge”.

    Estos mercantes, según estaban a medio descargar
    y por lo tanto, sin poder evacuar población civil,
    partieron de El Musel con las tripulaciones aterrorizadas,
    con graves desperfectos y haciendo agua, para intentar
    ganar los puertos franceses y reparar las averías.

    Cuando
    huían de Santander en dirección a Asturias
    cargados de milicianos y civiles, los pesqueros “Vírgen
    de los Remedios” y “Constante Manuel”,
    otras lanchas y pesqueros sin identificar y el vapor “Aller”
    fueron capturados por los barcos de guerra de los nacionales.
    El mercante inglés “Bramhill” estuvo
    a punto de ser apresado frente al cabo Peñas por
    el bou artillado “J. Ignacio”, que le dispararó
    nueve cañonazos intimidatorios. El “Bramhill”
    se salvó del apresamiento por la valentía
    de su capitán y la providencial cercanía
    del destructor inglés “H-67”.

    Respecto
    a los bombardeos aéreos, el Consejo Soberano adoptó
    dos decisiones: trasladar a 500 presos de la cárcel
    del Coto y de “La Iglesiona” al mercante “Luis
    Caso de los Cobos”, situado en El Musel, y modificar
    el horario escolar, estableciéndolo en horas de
    7,30 a 9,30 de la noche.


    El “Luis Caso de los Cobos” fue convertido en
    prisión flotante.
    (Colec. Rubén)

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    La
    Libertad es un bien muy preciado

    María
    Teresa Menéndez Rugarcía



    La guerra vista por María Teresa Menéndez
    Rugarcía

    Yo
    nací en 1915, en Gijón, encima de la actual
    tienda de aparatos musicales que hay en Begoña,
    Musical Tommy, en el primer piso, que es todavía
    de mi hermana. El de al lado fue de Carantoña,
    nos lo compraron a nosotros, era de los abuelos, se le
    vendió a él y se trató mucho con
    mi hermana. Y mi hermana, como tiene un hijo paralítico
    y los vecinos no quisieron poner ascensor, se marchó
    a otro piso y ése lo alquiló a la academia
    de inglés de Trevor.

    Mis
    primeros recuerdos de la infancia están relacionados
    con los soldados que marchaban para la guerra de Africa.
    Desfilaban por la calle Covadonga, al costado de Begoña.
    Nos llamaban las muchachas para ir a verlos. Esa noche,
    mi padre no cenaba, su único hijo era muy pequeñito,
    pero marchaban a la guerra los hijos mayores de sus amigos,
    y mi madre, lo mismo, pero a mi padre, que se fueran a
    la guerra, lo hundía.

    Tuve una infancia feliz con unos padres
    y abuelos que, para mí, no tuvieron defectos. El
    dinero, que lo hubo, se gastó en cultura. Todos
    aprendimos a tocar el piano, y dibujo y pintura, con Nemesio
    Lavilla; él y Eulogio Llaneza entraban por casa
    como por la suya. Un día, en la finca de verano
    de los abuelos, revolvió toda la casa buscando
    a su alumna Juanita y la encontró en ropas menores
    en su habitación, vistiéndose.

    A los 17 años, empecé a trabajar
    en la academia,
    una academia de bachillerato
    que tenía por nombre los apellidos de la familia,
    no ningún santo. Se abrió el día
    que empezó la revolución de Octubre (en
    1934). Se estrenó el local, se bendijo y hubo la
    misa de principio de curso ese mismo día.

    Mi padre era muy sociable, había tratado con muchos
    obreros y le habían hecho quebrar una fábrica
    de vidrio (¿Vidriera del Llano, Cristales del Llano?).
    Mi padre fue gerente de Gijón Industrial. Cuando
    se casó, era gerente de Gijón Fabril. Le
    gustaba la cosa técnica y estudió muchísimo.
    Cuando heredó al abuelo, metieron mucho dinero,
    suyo y de la familia, en montar una fábrica suya,
    que empezó bien y acabó en quiebra completa
    a consecuencia de las huelgas del 17, del 18, del 20…

    Era de carácter muy liberal, de tal manera
    que los propios obreros de Gijón Fabril, siendo
    el patrón, lo nombraron presidente del Ateneo Obrero
    de La Calzada, y eso habla de su mentalidad abierta.

    Mi padre celebraba todos los años con sus amigos
    el aniversario de la República de Cuba, y eso le
    costó la única noche en su vida que durmió
    fuera de casa, porque la pasó en la cárcel.
    Estaban cenando no sé donde y dando vivas a la
    República (cubana), y Mauricio Morán, que
    era el comandante militar de la plaza en la época
    de Primo de Rivera, y que tenía a todo el mundo
    bajo sospecha, pues les cogieron a todos los de los vivas
    a la República y les metieron en la cárcel,
    y eso que mi padre no era político para nada. Al
    día siguiente, los soltaron; estaba Villa, el médico,
    y un montón de gente, toda conocida de Gijón.


    Mi padre empezó a trabajar en la casa Juliana,
    eran íntimos amigos y don Clodomiro lo quería
    como un hijo. Yo s
    eguí
    estudiando. Iba a la Universidad y tenía
    de profesor a Leopoldo Alas, el hijo de Clarín,
    el catedrático más pacifista que tuve.

    Era una chiquilla feliz. Cogía el autobús
    por la mañana para ir a clase, iba a la Universidad,
    y un día me preguntaron que por qué estudiaba
    tanto, y contesté que porque una mujer viene a
    la Universidad a estudiar o no viene. Eramos siete
    mujeres en la clase de Leopoldo Alas.
    Por la
    tarde, daba las clases en la academia y alguna alumna
    era mayor que yo. De las primeras que preparé,
    una entró de la primera en Telégrafos y
    otra en Hacienda.

    Pasó la Revolución de Octubre y
    la represión ponía los pelos de punta,

    sobremanera a mi padre que conocía a muchísima
    gente. El local de la academia lo asaltaron y lo deshicieron
    a balazos, y estaba recién inaugurado.

    La
    Guerra

    Una
    mañana, las muchachas vinieron corriendo: “¡señoritas,
    no salgan a la calle que hay un lío horroroso!”
    “¿Qué pasa?” “Pues que hay
    mucho barullo, dicen que los militares…” Fue el
    domingo. Mi padre y mi madre se miraron y dijeron: “¿vamos
    a misa o no vamos?” Mi madre pidió la opinión
    de todos para ponernos de acuerdo, pero fue mi padre quien
    lo decidió rotundamente: “vamos a misa”.
    Y en la misa de San Lorenzo debió de haber mucho
    barullo a la puerta porque fuimos a parar detrás
    del altar mayor. Ya había empezado el tiroteo.

    Teníamos
    a cinco muchachas, inmejorables personas, no hubo gente
    más adicta ni más buena ni que mejor se
    portara; trece meses sin cobrar una peseta de sueldo.
    Toda la vida comieron lo mismo que nosotros y, durante
    la guerra, comíamos todos juntos. Dos eran de mi
    abuelo; una, de la academia; una, de mi casa, y otra,
    una niñera que había venido de Madrid con
    los niños pequeñitos de una tía,
    como todos los años, a veranear. El matrimonio
    quedaba allí, recogiendo la casa y divirtiéndose
    un poco, y luego venía para acá. Así
    quedó partida esa familia. El era alemán.
    No nos atrevimos a ir a la finca de veraneo. No acabábamos
    de marchar para allá.

    Quemaron
    las iglesias… Fue la tercera vez que vi llorar a mi
    padre: la primera, cuando murió su madre; la segunda,
    cuando murió su suegra, y la tercera, el día
    que las campanas de San Lorenzo cayeron al suelo y sonaron.

    Debió de ser el domingo. Era toda una vida allí:
    los bautizos, la primera comunión, la catequesis…
    El veinte de Julio (de 1936), salió una compañía
    del Simancas. Ese libro pone con Juanito Rivas, pero yo
    creo que no. Juanito Rivas estaba aquí de vacaciones
    y es imposible que le dieran el mando, habieno allí
    muchos otros con mando. (¿Otro militar del Simancas?)
    Era viudo de una mora y tenía una niña morita
    preciosa. Nosotros teníamos la impresión
    de que había salido el viudo de la africana, pero
    no lo vimos. Empezaron en el cuartel de Asalto, que estaba
    en el antiguo Instituto Jovellanos, a repartir armas.
    Donde estuvo el cuartel de Asalto en Begoña, después
    de la guerra, era un convento de monjas Reparadoras, donde
    íbamos mucho a coser y hacer ropa para los pobres,
    pero cuando la Revolución de Octubre ya lo cerraron
    y tuvieron miedo. Fue cuando se metieron más con
    los conventos. Hubo que ir a buscar a mis hermanas a Oviedo,
    al internado, que estaban estudiando en la Universidad.
    Se marcharon los Agustinos, que estaban donde el mercado
    de San Agustín, porque todo ese terreno era de
    los Agustinos y de las Agustinas, con sus huertas y una
    iglesia en el medio, gente muy culta. Se sublevó
    la Guardia Civil y ahí se fueron unos primos míos
    que eran de Gil Robles. No tenía de Falange más
    que un primo y salvó la vida: fue a un batallón
    disciplinario, le tocaron todos los fregados, pero no
    le mataron, era dentista.

    Entonces,
    el cónsul de Cuba llamó a mi padre y le
    dijo: “mira, aquí se va a armar un fregado
    muy gordo, tú, ¿cuántos hijos varones
    tienes?”
    “Uno.” “Bueno, pues
    quiero hablar con tu hijo, que venga.” Mi hermano
    tenía dieciocho años y empezaba un curso
    de Medicina en Valladolid. Valladolid y Pontevedra tenían
    fama de muy falangistas. Y no porque en casa lo fomentaran,
    al contrario, que había una hostilidad hacia la
    violencia terrible, pero era un chico muy joven y por
    si acaso. El cónsul le llamó y le dijo:
    “¿tú juras sobre el Evangelio que no
    eres fascista ni recibes ninguna revista fascista, que
    nunca fuiste a ninguna reunión, que no eres muy
    amigo de ningún falangista y que no andas por ahí
    alborotando?” “No, -contestó mi hermano-
    nunca; bueno, amigo, puede ser que alguno, pero no amigo,
    conocido; yo solamente voy al catecismo de los niños
    de Tremañes.” “Bueno -dijo el cónsul-,
    entonces no corre prisa que te saquemos de aquí;
    te vas a llevar la documentación tuya de cubano,
    porque tú eres cubano.” Pasó meses
    y meses sin salir a la calle; en cuanto salía,
    iban a por él porque estaba en edad de quintas.
    Entonces, mi padre tenía que volver al consulado,
    pedir la documentación…, la presentaba y se lo
    llevaba para casa. Nosotras, sí salíamos,
    con los primos pequeñitos. Todos nosotros éramos
    cubanos porque eramos hijos de cubanos, de españoles
    nacidos en Cuba: mi padre y mi madre habían nacido
    en Cuba, pero eran hijos de españoles. Cuba
    se portó sensacional, sacó gente de aquí
    que no tenía nada que ver con Cuba;
    tuvo
    allí acogido al señor Valdés Hevia
    y alguien de su familia, porque habían estado primero
    en una finca de una tía mía, en Cabueñes.
    Era un capitalista ultra de derechas, buena persona, muy
    religioso, no era por el lado político, era por
    la beatería; era muy ayudante de su parroquia,
    salía a las procesiones con estandartes, era gente
    de bien, de buenas costumbres. En casa de mi tía
    no podía seguir porque la registraban, tenía
    cuatro hijos varones, dos de ellos de ir a los mítines
    de AP, los otros dos, completamente apolíticos;
    vive todavía el mayor de todos y otro murió
    hace poco, que era farmaceútico de la calle Menéndez
    Valdés, Angel Llanos, apolítico completamente.
    Entonces, detuvieron a los dos.

    En
    casa había una bandera enorme de Cuba. Mi casa
    la registraron doce veces
    y, sin embargo, al
    llegar a la puerta y ver la bandera de Cuba, el jefe de
    los milicianos decía: “¡Shiiiit, súbditos!”
    Podían revolverlo todo, se llevaron de todo, el
    aparato de cine de mi hermano, de todo lo que pudieron,
    menos la radio, porque la cocinera se sentaba encima de
    la radio, le ponía un trapo muy sucio y muy viejo
    y se ponía a pelar patatas, y a nadie se le ocurrió
    que estaba sentada encima de la radio. Todos eramos una
    piña, los ventitrés que allí vivíamos.
    Lo que no se llevaron fue a nadie, que por eso a nosotras
    no nos tocó ir a fregar. Todas mis compañeras
    de Acción Católica fueron a fregar todos
    los locales, escupían en el suelo y mandaban ir
    a fregar esto y lo otro. A mí me tocó ir
    por las aldeas a buscar comida, porque las cinco muchachas
    iban de expedición las cinco y no nos permitieron
    salir de casa a buscar nada. Eran de todas las aldeas
    de los contornos: una, de Peón, madre de los Castiellos,
    de Baldornón, de Fano, de Villaviciosa… Se portaron
    de maravilla, seguimos con el trato y una murió
    en la casa a los treinta y un años de haber entrado;
    otras, se casaron; otra, tuvo un tropezón y se
    marchó.
    Cuando
    se acabó la guerra y se empezó a normalizar
    esto, se les pagó el sueldo. Empezaron a pagar
    a los accionistas de la Hidroeléctrica, de Laviada
    y de todas esas industrias, de las que era accionista
    mi abuelo.

    Mi
    padre era fundador del Club de Regatas y de la Filarmónica,
    el número diecisiete, pero eso no daba nada. Bueno,
    pues mi padre fue a ver a Belarmino Tomás a ver
    qué pasaba con los dos chavales que tenía
    detenidos.
    Su padre, Manuel Llanos, médico,
    estaba medio loco, muy trastornado con el asunto. Belarmino
    Tomás le dijo que no quería a ésos,
    sino a los gallitos de los mítines, y entonces
    mi padre le dijo que a ver si a ésos los echaba
    a la calle y, efectivamente, los echó a la calle,
    pero los otros estaban escondidos y un día dieron
    con ellos. El último día, entrando ya las
    tropas de Franco, a uno de ellos, que se había
    pasado todo el tiempo insultando a los carceleros, le
    mataron a culatazos y, mientras, sus hermanos estaban
    bailando y bebiendo champán creyendo que quedaban
    liberados.

    Porque, claro, de qué idea va a ser una persona
    que despierta y viene la muchacha y te dice: nena, no
    salgas a la calle; hay tiros, mataron a tu compañero
    de bachillerato; a dos chicos que iban al catecismo con
    tu hermano, por el mero hecho de enseñar el catecismo
    a los niños de los barrios; al ingeniero jefe de
    Moreda, compañero de mis tíos; y a no sé
    cuántos más.

    Carbajal Villamandos, padre de un pretendiente que tuve
    yo durante ocho años, y al chico también
    los mataron los rojos; a mí no me gustaba, pero
    era un chico muy bueno, dio la vida por un cuñado
    que tenía muchos hijos, estaban escondidos e iban
    a registrar la casa y él se quedó para que
    su cuñado pudiera escapar por una ventana. Heroicidades
    hubo a patadas. Cuando me marché de España,
    no lo habían matado, estaba preso. Así que,
    de quién vas a ser, pues de los que van a venir
    a liberarnos, no teníamos otro camino, que nos
    liberaran de aquello que había caído como
    una tormenta. No sabíamos el origen, no sabíamos
    nada. La única persona que nos lo podía
    contar, no nos lo contó (el comandante Costell).

    Un comandante
    que había en Gijón, casado con una hija
    de Antón Alvargonzález, que había
    presentado a mis padres, abuelita llevaba mucha amistad
    con ese matrimonio porque una de sus hermanas era …;
    iban con ella todos los domingos a merendar, porque él
    estaba aquí como disponible forzoso con el mínimo
    de sueldo y su tío … Alvargonzález, le
    ofreció su casa, que estaba en la calle Jovellanos.
    Sus hijos fueron a nuestra academia y a ella la veíamos
    como si fuera de la familia; a él, no; porque era
    venido de fuera y era catalán. A su madre, le mataron
    este hijo y al otro hijo, que era guardia civil, (¿con?)
    los rojos, les fusilaron a los dos y se quedó sin
    hijos. Ese señor se fue voluntario al Simancas.
    Llamó por teléfono a un tío mío
    que era cirujano (Casimiro Rugarcía); había
    dormido en la misma cuna: su mujer y sus dos hijas, en
    la calle Corrida. Y le dijo: “oye, yo si voy al cuartel
    ahora, me detienen los de Asalto por el camino, pero si
    tú me llevas en tu coche, no.” Eso no se hace,
    de ninguna manera. Casimiro Rugarcía, lo llevó
    y eso fue un acto heroico, porque se jugó el pellejo.
    Cuando bajó del coche de mi tío en el cuartel
    de Simancas, los obreros dijeron: ¡Atiza, Casimiro
    Rugarcía con los facciosos! Ese militar
    es el de la historia del cuartel: Manuel Costell Salido,
    comandante de Infantería, ése es el verdadero
    jefe del cuartel.
    Mi tío Casimiro lo dejó
    allí y se volvió para el Hospital, que era
    donde estaba. Costell iba sin uniforme, con una gabardina.
    En el Hospital, al otro día, las monjas
    le dijeron: “don Casimiro, están preguntando
    por usted los milicianos.” Mi tío dijo: “no,
    si ya sé que me van a fusilar.”
    “No,
    no, -contestaron las monjas- mientras esté aquí
    dentro, no, pero usted no puede salir a su casa.”
    “¿Y qué hago con mi mujer?” “Pues
    llévela a casa de suegro, donde quiera.” Entonces,
    un médico muy izquierdista, que resultó
    ser una buenísima persona en la guerra, que se
    llamaba Honesto Suárez,
    que era oculista
    y se encargaba de la graduación de la vista para
    ir al frente o no, y que salvó a una cantidad de
    gente infinita diciendo que tenía lo que no tenía.
    Honesto Suárez, que era presidente del
    Tribunal Militar, se portó con él colosalmente
    y le dijo: “Mira, Casimiro, te voy a mandar de médico
    imprescindible, de cirujano, al frente de Mieres. Yo,
    lo siento, pero si no, aquí te matan.” Allí
    estuvo trece meses operando: 23.000 casos de vientre y
    cabeza, exclusivamente.

    A
    la primera persona que a mí me mataron que quería
    mucho, era un Bertrand, compañero de bachillerato,
    no sé si hijo del que fue alcalde.
    Desapareció,
    no encontraron el cuerpo; porque aquí, si desaparecía
    alguien, iban a La Piedrona del Hospital a buscar el cadáver.

    Guillermo Rionda fue el de la reforma urbana, era amigo
    de mi padre; tiró muchas casinas al fianal de la
    calle Corrida, hizo la plaza de el Parchís.

    No
    recuerdo más que al principio unos cuantos asesinatos,
    eran propietarios de minas, jefes de industrias, que se
    ve que el odio se fue acumulando, y los curas. Me mataron
    al profesor de latín. Mi reacción espontánea
    era que vengan los otros, es lo lógico.

    Quién quiera que sean, que vengan y arreglen esto.
    Pero cuando ya se estuvo poniendo más duro el ambiente,
    abrieron las iglesias y los teatros para que durmieran
    los niños que venían evacuados, muchedumbres,
    y era desolador verlos acurrucados en los teatros y de
    mala manera. Así fue como nos dimos cuenta de que
    había habido otra batalla que habían ganado
    los nacionales. La mañana aquella que llegaron
    los vascos, que debió de haber sido el ventinueve
    de Agosto de 1937, que yo tenía a mi profesora
    presa en el barco Caso de los Cobos. El cónsul
    de Cuba, Pena, llegó y dijo: “mira, esto es
    ya la última batalla, yo me marcho y os llevo a
    todos:
    a tí y a Herminia, a tus cuatro
    hijos, a tu suegro, que tiene 89 años, a tu hermano
    Casimiro y su mujer, que está en muy mala situación,
    porque está de jefe de Cirugía en Mieres
    y muy fichado por los rojos; que en el fregado último
    no garantizo nada y tienes hijas muy jóvenes; don
    Luis, yo me marcho, me voy, vengan conmigo, los llevo
    a Francia, a Bayona, y ustedes pueden ir con el tío
    Eugenio.” El tío Eugenio se comunicaba con
    nosotros por La Cruz Roja Internacional continuamente,
    y era director general de Industria en Zamora. Sacó
    el número uno de las oposiciones y llegaron a suspenderlas
    porque murió mi abuelo y para que pudiera venir
    al entierro.

    Papá
    al cónsul de Cuba, Peña, no lo conocía
    de antes y él siempre conocía a los cónsules
    de Cuba porque el día de la independencia lo iban
    a celebrar dando voces y gritando ¡viva la República!
    Nos criaron con una amor por Cuba que tuve siempre dos
    patrias, siempre.
    Entre la añoranza de
    ellos por Cuba, que vinieron ya mocitos, vienieron al
    acabarse la guerra… Mi abuelo paterno tenía entierro
    con honores de capitán general con mando en plaza
    por haber sido uno de los siete primeros voluntarios en
    la última batalla, y dijo que en el momento de
    ver arriar la bandera española y subir la norteamericana,
    que ya no lo soportaba más y que se marchaba. El
    abuelo materno creo que se había marchado un año
    antes. Siempre tuvieron la añoranza de Cuba y nosotros
    nacimos con un amor a Cuba enorme, y hasta que me muera
    tendré dos patrias. La música de Cuba se
    oía en mi casa siempre: guajiras, habaneras y todos
    eso, como se oían los pasodobles. Entonces, el
    cónsul llegó y nos llevó a todos,
    y a mí me parece que era el destructor nº
    233 de la Escuadra de La Florida. Yo marché el
    treinta o el treinta y uno de Agosto. A las ocho
    de la mañana, nos fuimos para la punta de Liquerica.
    Nos tuvimos que meter en el refugio que había en
    el espigón,
    que es hueco y era un refugio,
    porque andaban aviones por arriba sin parar, fue cuando
    hundieron el teatro Dindurra. Allí estuvimos acurrucados
    bastante rato porque el barco no llegaba. Ya teníamos
    miedo de tener que volvernos otra vez, porque ya empezaban
    a preguntar: “estos de dónde vienen y quiénes
    son”. Los carabineros estaban allí, vigilando.
    Por fin, llegó una motora. Yo llevaba la
    boca llena, llena de billetes, no podía hablar.

    Papá nos llenó la boca de billetes y no
    podía ni vomitar ni nada, y si nos hablaban decir:
    no sé, no sé. Nos metieron en una motora
    que iba llena, y el que fue alguna vez en una motora,
    sabe lo que es. Todo el mundo vomitando y nosotras teniendo
    que tragarnos los billetes, aunque los hubiera echado
    con un gusto, que bueno… El destructor nos esperaba
    a unas millas y ese trasbordo fue horroroso. Por fin,
    llegamos al “Kane”, 235 de la Escuadra de la
    Florida,
    que eso no se me olvidará nunca.
    Creo que ese barco hizo muchísimos viajes como
    éste. Embarcamos y salimos hacia alta mar. Lo primero
    que hicieron fue mirarnos detrás de las orejas
    para ver si teníamos piojos, y cuando vieron que
    no teníamos piojos, se tranquilizaron. ¿Quién
    se creerían que eran los españoles? No estábamos
    acostumbrados y dijimos a mamá: “pero qué
    pasa”; “pues que están mirando a ver
    si tenemos piojos.” Entonces, nos trajeron bocadillos
    de pan blanco, que fue lo que pedimos.

    Fueron
    muy amables. Se quedaron espantados al ver el pan que
    llevábamos, que era color chocolate y hecho con
    harina de lentejas, se quedaron pasmados porque era duro
    como una piedra. Y gracias que teníamos lentejas
    que llegaban de Méjico y de Rusia cuando el Cervera
    no nos visitaba, porque cuando estaba el Cervera temblabamos,
    porque no había nada que comer. Méjico se
    portó excepcional, mandando habas pequeñinas
    blancas…; pero hubo días que el Comité
    daba una saca cacahuetes para comer toda la semana, y
    otro día que te daban un cabo de vela y una caja
    de cerillas por persona.

    En
    el destructor iban cubanos, gente de aquí que conocíamos
    como cubanos, y unas chicas argentinas, que también
    las conocíamos de vista de aquí. Seríamos
    más de cincuenta. Había un marinero que
    sabía francés con el que hablé bastante.
    Nos teníamos que sentar en el suelo y las planchas
    de hierro abrasaban de calor, así que teníamos
    que coger agua con calderos y baldear para que se pudiera
    aguantar el calor, y volver a echar más agua. Teníamos
    que cuidar de cuatro niños que se delizaban y podían
    caer al mar porque en los destructores la borda está
    abierta; así pasamos toda la noche, sujetando a
    los cuatro primitos. Así que no pudo dormir nadie,
    ni un minuto.

    Nos
    habilitaron un servicio con unas tablas y un agujero en
    la misma cubierta. Dentro del destructor no nos dejaron
    pasar a nada. A mi madre, a mi abuelo y a la tía
    les dieron una tumbona como esas de la playa. Le dieron
    camarote a mi abuelo, que tenía noventa años,
    y a mi madre y a una tía; los demás hicimos
    el viaje tirados en cubierta. Durante todo el viaje vimos
    calderones, que yo no sabía lo que eran. Durante
    la noche vimos las luces de la costa, y nos dijo el marinero
    en francés que era Santander. Le dijimos al capitán
    del destroyer que por qué no nos dejaban bajar
    allí y nos dijo que no, que teníamos que
    desembarcar en puerto extranjero. A nosotros ya nos apetecía
    estar en España. Abuelito fue el que dijo: “Oye,
    hija, porqué no nos vamos a Cuba que ya conozco
    aquello tanto y tengo muy buenos amigos.” A abuelito
    le hubiera gustado volver a Cuba. Mi madre dijo que no,
    que aunque allí nos podíamos manejar todos
    porque teníamos estudios…, ningún hijo
    suyo iba a pasar lo que ella cuando salió de Cuba.

    En
    San Juan de Luz tampoco podía entrar el destructor,
    tenía que ser en Bayona. Entramos en Bayona. Mi
    padre se tuvo que ir a Burdeos con los cuatro niños
    apátridas,
    los hijos de mi tía
    Juanita, para hacer la documentación para entrar
    en España, y le dijeron que los hijos de mi tía
    de Madrid, hermana de mi madre, que eran pequeños,
    la mayor tenía catorce años, eran apátridas
    y que no les podían dejar pasar a España
    y que España los había declarado apátridas
    porque eran hijos de alemán tachado por Hitler,
    de origen judío; claro, se apellidaban Salomón.
    Mi padre los coacionó diciendo que entonces los
    dejaba allí a los cuatro niños en un hotel
    de primera hasta que acabe la guerra “y se hacen
    cargo de la manutención, yo ya buscaré una
    persona que se haga cargo de ellos”. Entonces el
    cónsul alemán cogió miedo a meterse
    en algún gasto y le dio los papeles. En Gijón,
    les había negado la ciudadanía un señor
    que había sido amigo de toda la vida de mis padres,
    que era el cónsul alemán en Gijón,
    que se llamaba Jaecnike. Las hijas tienen ahora esos hornos
    de alfarería, decoran loza. Ese señor tuvo
    el valor de decirle a mi padre que no salían de
    España porque eran apátridas. Mi padre le
    dijo que se pusiese como quisiera pero que iban a salir
    como cubanos.

    El padre de los niños era católico
    practicante desde los diecisiete años.

    Vino con su madre para aquí escapando de la guerra
    del catorce porque era lorenés, de una famila muy
    acaudalada e hijo de un rabino. Se dedicó a dar
    clases de alemán en Gijón y uno de sus alumnos
    fue el tío mío que llego a ser director
    de Industria, y entró en casa. Se terminó
    haciendo católico por nuestra casa. Se hizo cargo
    de él un fraile para enseñarle los temas
    y se hizo católico con venticinco o más
    años. Se casó con la hermana menor de mi
    madre. El salió con su mujer de Madrid por Valencia,
    como cubanos, para Francia. Mi tía, como cubana,
    entró en España y vino para Gijón,
    pero él aquí no podía entrar, en
    cuanto entraba, le detenía la policía porque
    Hitler había dicho que eran apátridas. Se
    quedó en Francia y como ya se barruntaba la guerra
    dijo que iba contra los alemanes, pero le dijeron que
    no, que no le podían coger, pero sí de intérprete.
    No conoció el odio, tenía un diario que
    era una maravilla. Era una mezcla de cristiano y judío,
    una de las personas de nivel moral más alto que
    he conocido. Durante el franquismo, viví muchos
    años de maestra en Barcelona, 17 años, y
    cuando el tío Roberto tenía que ir a allí
    por asuntos de negocios, mi marido lo tenía que
    avalar de que no realizaba ninguna actividad política.

    En Bayona, nos vacunaron a todos contra la viruela,
    menos a mi abuelo, que se negó,
    y mi madre
    les dijo en francés lo de a la vejez viruelas,
    y se echaron a reir y le dejaron pasar. En Francia estuvimos
    dos días en total. De Bayona, donde nos dejó
    el barco, fuimos a San Juan de Luz en tren, en tercera,
    y todos dijimos: como la primera de España. En
    San Juan de Luz ya econtramos amigos; estaba José
    Antonio García Sol, el de la finca…
    ,
    muy amigo de mi padre y de mis tíos; andaba a caballo
    detrás de mi tía, y mi abuelo dijo: “señoritos
    de a caballo, no, así que ya puedes ir mirando
    a otro”, y no la dejó andar con él.

    Se
    presentó un amigo de mi padre, muy amigo de la
    juventud, Ismael Figaredo, un ricacho, con el coche a
    buscarnos.
    Le dijo mi padre: “pero Ismael
    a quién crees que vienes a buscar.” Pues a
    Herminia y a tus cuatro hijos. “¡Que te crees
    tú eso!, somos trece.” “¡Caray,
    trece!; trece no me caben en el coche, Luis; bueno, pues
    me llevo a Herminia y a las chicas.” “No, no,
    no, -dijo mi padre-, tú no te llevas a nadie; mañana
    o pasado, cuando arregle los papeles, nos vamos todos
    juntos y ya nos veremos en San Sebastián.”

    Encontramos en San Juan de Luz, en el mismo hotel,
    un caseron del siglo XVII, a Gerardo Diego Cendolla, el
    catedrático y poeta.
    Había llegado
    a Gijón muy pinturero y muy joven a la cátedra
    de Gramántica del Instituto Jovellanos. Saludó
    a mi madre y nos dijo que quería entrar en España.
    “Y nosotros también, estamos arreglando papeles.”
    “Y yo, cómo haré, porque no tengo ningún
    aval”. le preguntó Gerardo Diego. Mi madre
    le dijo que nosotros no éramos aval, pues íbamos
    avalados por Ismael Figaredo. Gerardo Diego, entonces,
    nos pidió si podríamos ir a hablar con un
    tío de él que era organista de los Jesuitas.
    Nosotras dijimos que sí. Nos pidió que le
    dijéramos a su tío que él era de
    la derecha, muy religioso. Gerardo Diego era de
    izquierdas;
    por ejemplo: con ocasión de
    examinarme yo con él, yo llevaba colgada la cruz
    de la primera comunión, y me dijo: “para que
    trae ahí ese amuleto”, y me dejó tan
    fría que no le supe contestar. Era terrible, le
    gustaba meter miedo y asustar a los alumnos; era francamente
    de izquierda y, luego, se volvió arrebatado
    del régimen de Franco.
    Estaba casado con
    una francesa ya entonces, y la francesa vino aquí
    a trabajar y tuvieron una hija. Gerardo Diego no encontraba
    quién le avalase. Le preguntaban qué era,
    decía que catedrático y le contestaban que
    nada, que todos los catedráticos de la última
    hornada eran rojos. Nos preguntó a quién
    conocíamos en San Sebastián y le dijimos
    que al padre Elorriaga: “¡Oh!, mi tío
    es organista de los jesuitas.”

    Cuando
    vimos al tío de Gerardo Diego, era una estampa
    de la edad media, todo vestido de negro, con una cosa
    blanca aquí arriba y una chapela imponente. Lo
    fuimos a saludar. “¿En nombre de quién?”,
    nos preguntó. “Del padre Elorriaga”,
    le dijimos. “¡Aaaah!, garantizadísimas
    las señoritas, pueden sentarse.”

    Hablaba con un vocabulario de la edad media, creo que
    hasta nos trató de vos. “¿Qué
    les trae por aquí?”, nos preguntó.
    “Bueno, es que tiene usted un sobrino, hijo de una
    prima, y no puede pasar a España, no tiene dinero,
    no puede pasar porque nadie le avala”, le contestamos.
    “¿Y es de espíritu cristiano?, ¿ustedes
    saben si es de meditación diaria?, ¿ustedes
    están seguras de que…” Bueno, las preguntas
    fueron de juerga, y nosotras, todas muy seriecitas, “sí,
    sí, de meditación diaria, sí, señor,
    sí.” “¿Y es muy amigo de los jesuitas?”
    “Sí, sí, sí, muy amigo del padre
    Elorriaga”; todo mentira, seguro que no los podía
    ver; pero así pudo pasar a España, gracias
    a nosotras. Mi madre dijo, mira, es una buena persona,
    da igual que sea lo que sea, quiere ir y tiene derecho
    a estar allí trabajando, no hay lugar a nada, qué
    derecha ni qué izquierda ni qué narices.
    Le dijimos que era de velo, de roquete, de sobrepelliz
    y de todo lo que hiciera falta, y el hombre entusiasmado.
    Todo lo que había allí, era raro y anacrónico,
    hasta tenía un espejo tapado con una sábana
    negra, que antiguamente se hacía eso cuando había
    algún luto en la familia; era una persona fúnebre
    y muy antiguo, muy antiguo.

    Cuando llegamos a Irún, pasamos por el puente de
    Santiago. Lo primero que encontramos fue un miliciano
    con el uniforme unificado, como con el que yo hice el
    servicio social, o sea, uniforme de Falange y gorra de
    requeté. El miliciano ese fue el que nos dijo que
    nos teníamos que afiliar a un partido, a uno de
    los dos; pero mi hermana mayor, que tenía mucho
    desparpajo, dijo que no, que no, que había un decreto
    de unificación, un solo partido; pero el miliciano
    le contestó que eso eran cuentos, que allí
    andaban todos a la greña.

    En
    el hotel de San Sebastián, nos fueron a buscar
    unas señoritas de Gijón que llevaban allí
    mucho tiempo, para que fueramos a arreglar el altar de
    las monjas Reparadoras. Nosotras que no, que nunca habíamos
    arreglado altares; ellas que sí, que era fácil.
    Terminamos yendo las tres hermanas. Era en la iglesia
    de Santa María del Coro. Allí vinieron las
    de la Virgen de la Paloma y las de la Virgen del Coro
    a decirnos que allí no podíamos poner el
    cuadro de la Vírgen. Primero es la de la Paloma;
    no, señor, primero es la del Coro… ¡Claro,
    como todas son el ocho de Septiembre! Se pelearon todas
    y nosotras dijimos que para casa y que hicieran lo que
    quisieran.

    En San Sebastián estuvimos cinco o seis días,
    combinando con los bancos a ver quién prestaba
    su dinero, a ver si íbamos a Zamora a un hotel
    o alquilábamos un piso. El dinero que llevábamos
    de aquí valía, ya lo había conseguido
    mi padre aquí, en Gijón, del Banco España,
    gracias a Entrialgo que era un alto empleado del Banco
    de España, una persona muy de bares, amigo de todo
    el mundo y sin opinión política aparente,
    y lo recibieron los rojos y los nacionales.

    Llegamos
    a Zamora reclamados por el hermano de mi madre, Eugenio
    Rugarcía González Chavez, que era jefe de
    Industria en Zamora.
    Nos dijo que no abriéramos
    la boca, que no podíamos hablar de nada porque
    estaban “paseando”, allí se decía
    “paseando”, nosotros nunca lo habíamos
    oído; aquí se decía: “fueron
    a por fulano y le pegaron cuatro tiros”. Allí,
    sacaban a la gente de la cárcel y “paseaban”
    por la noche a la gente y aparecía por las cunetas,
    y que se decía que los “paseadores” eran
    todos de Falange.

    Mi
    tío tenía treinta y ocho años, se
    iba a casar, y puede que llevara cuatro o cinco en Zamora.
    En Zamora estuvimos dos meses. En La Coruña estuvieron
    mi padre, que ya estaba muy enfermo, mi hermano y el tío
    médico y su mujer. Esperaron en La Coruña
    a que se apaciguara el panorama de Asturias, porque algún
    rumor les había llegado. Mi padre no nos decía
    ni pío cuando se enteraba de fusilamientos, no
    sabíamos nada, estuvimos meses y meses en la luna
    de Valencia; no sabía que aquí, en El Cerillero,
    fusilaban gente, y creo que fusilaron. Tenía una
    amiga, Hartasánchez Alvargonzález, que esa
    familia se marchó también amparados por
    el cónsul cubano y se fueron a Valladolid; me decía
    que por la mañana, cuando iba a misa, los “paseados”
    estaban muertos, tirados por las cunetas. El obispo de
    Zamora, que es el que menciona el hijo de Sénder
    en su libro Sucedió en Zamora, tengo el dolor de
    decir que fue el que vino a casarme a mí, sin saber
    yo sus ideas; mi amiga monja dice que era completamente
    inclinado a Hitler.

    En Zamora estuvimos aprendiendo el “Cara al Sol”,
    porque nosotros éramos contrarios a la violencia,
    incluida la de la Falange; éramos, más bien
    de Gil Robles, la democracia cristiana y todo eso. Operaron
    a mi padre, se puso gravísimo, cogió un
    infección renal, no había antibióticos.
    El ventiuno de Octubre ya vino muy mal para Galicia, pero
    como venía con su cuñado, que era médico,
    su mujer y mi hermana, nosotras quedamos a esperar, teníamos
    a nuestro cargo cuatro niños. Volvimos a abrir
    la academia en cuanto entraron los nacionales. Tuvimos
    que cambiar el local, porque el primer local, que estaba
    en la calle Cabrales, esquina a Dindurra, que era un chalé
    de la familia Suárez, estaba destrozado. Entonces,
    alquilamos un chalé, tambien con jardín,
    en la calle 17 de Agosto, que la tiraron hace dos años,
    construyeron un rascacielos y abrieron para Pryca; era
    de una familia Fresno, que inicialmente en la guerra mataron
    a tres hermanos el mismo día, y creo que los tiraron
    por algún sitio de mala manera; lo único
    que tenían era que eran rezadores, de iglesia en
    iglesia, tradicionalistas, soñando con don Carlos;
    yo conocí mucho a las hermanas que fueron las que
    nos alquilaron el chalet.

    En
    Zamora, estuvimo en el hotel Suizo, que era donde vivía
    mi tío y era el mejor hotel que había; la
    dueña del hotel daba por teléfono las órdenes
    a Millán Astray,
    que eso lo he visto yo:
    “general, qué hace que no da órdenes
    de salir a la calle a celebrar la entrada en tal pueblo”;
    en Colunga, Villaviciosa…; daba ella las órdenes;
    era hija de uno que había sido general cuando los
    carlistas, de la última guerra carlista, Moriones.
    En cuanto llegamos al hotel, las camareras nos dijeron:
    “señoritas, que no las coja por la
    escalera el general Millán Astray; porque las coge
    por los brazos y las obliga a besarle en la cara una herida
    que tiene y diciendo: soy España, bésame”.

    Una noche, el general Millán Astray quiso detener
    a los italianos. El comedor estaba lleno de oficiales
    italianos de las Flechas Negras. Parece ser que la mujer
    de un oficial italiano se tropezó en las escaleras
    con Millán Astray, que la cogió y le dijo
    lo de bésame, que soy España; la mujer gritó;
    su marido, el oficial italiano, fue para allá y
    parece ser que le dio de bofetadas en la escalera. Quería
    detenerlo; la señora Moriones decía que
    no podía ser, que era italiano y que no podía
    haber líos entre España e Italia, y fue
    la que lo arregló. En el comedor solía estar
    un falangista que era un fantoche, presumía de
    escandalizar comiéndose una buena chuleta en viernes
    de vigilia; nos dijo que se iba a enterar él quiénes
    éramos nosotros, que habíamos venido de
    Asturias; cuando se enteró que eramos familia del
    jefe de Industria y que su hija daba clase de piano con
    la novia de mi tío, entonces ya todo fueron amabilidades,
    ya no éramos dinamiteras…

    Estuvimos en Zamora mes y medio, y como lo del hotel era
    un dineral, mi madre buscó una casa para alquilar.
    Alquilamos un chalet muy pequeñito que
    era de la viuda de un cartero que le habían fusilado
    al marido los nacionales
    porque decía
    que pasaba correspondencia al otro lado; había
    quedado con una hija y nos la alquiló menos una
    habitación para dormir ella y la hija. Fue donde
    conocimos más de trato al obispo, que tenía
    una sobrina casada con un primo segundo de mi madre. Nos
    llamaba para ver si queríamos jugar con el al tresillo,
    pero no fui porque me daba reparo. No sabía que
    era tan falangista. Luego vino para Asturias y seguimos
    el trato. Traté mucho a los canónigos de
    Covadonga, porque siempre fui a pasar días allí;
    y siempre me preguntaban cómo era el obispo que
    había conocido en Zamora, querían saber.
    Mi padre salió para La Coruña con su cuñado
    y mi hermano el ventiuno de Octubre, y estuvo allí
    quince días. Cuando estuvieron en Gijón,
    nos avisaron. A mediados de Noviembre diluviaba.

    Don
    está ahora Musical Tommy, había una fábrica
    de monos, que primero había sido fábrica
    de boinas vascas,
    cuando yo tenía cuatro
    o cinco años; dejaron de fabricarlas cuando se
    dejaron de usar aquí. Era de Luis Alvarez Entrialgo.
    Primero había estado ahí Basurto, Manolo
    y Luis Basurto. Los Basurto decían a mi padre,
    cuando tenía la fábrica de vidrio del Llano:
    “don Luis, usted nos está haciendo a nosotros
    millonarios y usted no va a juntar ni un millón
    por culpa de los líos de los obreros”. Y papá
    decía: “pues va a ser verdad”; y fue
    verdad. Le compraban vidrio plano, que era lo que fabricaba;
    luego, hizo botellas, y luego, vinieron las huelgas que
    fue lo que le hizo suspender pagos.

    La
    tela para los monos la traían del País Vasco
    y siguió vendiendo monos durante toda la guerra
    y ganando dinerales. Juntaron una millonada de belarminos

    y cuando ya vieron que iban a entrar las tropas nacionales,
    compraron muebles y pusieron la casa nueva, gastaron todos
    los belarminos y se plantaron en Zamora disparados. Seguramente
    que como combayaban tanto con unos y con otros, tuvieron
    un poco de miedo. Eran muy buena gente. Fueron los que
    nos contaron los que habían matado aquí:
    Villa, el médico, una gran persona, muy generoso
    con la gente pobre; lo fusilaron aquí después
    de caer Santander. El ventiséis de Agosto le mandamos
    nosotros un carrete de hilo verde a la profesora que estaba
    presa en el barco para que supiera que Santander ya estaba
    con los nacionales; era la consigna, no podíamos
    hablar con ella, pero sí mandarle comida.

    Antes
    de la guerra, en el verdadero Teatro Jovellanos, que era
    del Ayuntamiento, era donde se celebraban los conciertos
    de la Filarmónica. Se puede decir que era el único
    espectáculo al que íbamos habitualmente,
    mi hermano, desde los siete años. Entonces, cuando
    llegaba un intérprete de pro: recuerdo a Rubinstein,
    a Iturbe, a Shawuer, a Querol… Desfilaban por aquí
    los primeros artístas del mundo. Si no se podían
    pagar tres al mes, se pagaban dos o uno. A la hora de
    tocar las campanas del Sagrado Corazón, que tocaban
    un cuarto de hora entero, el artista cruzaba los brazos
    delante del piano y esperaba que acabaran las campanas.
    No sé si exagero con lo del cuarto de hora… eran
    las campanas eléctricas, se tocaba un botón
    y ¡hala!, ¡hala!, un ruido ensordecedor. Nos
    decía que cómo era posible eso. Son los
    jesuitas y tanto poder tenían.

    La
    madre de los Castiello venía de Peón a recoger
    la ropa para lavar; la llevaba en un saco y la traía
    a la semana siguiente. Es de la gente más buena
    que he conocido yo.
    Un día le preguntó
    a mi madre si uno de sus hijos no podría venir
    a estudiar a la Fundación Revillagigedo porque
    quería ser mecánico. Mi madre se lo arregló
    porque tenía allí un sobrino, Manuel Llanos
    Menéndez, que era perito industrial, que fue el
    que hizo y conservó el plano inclinado del Langreo;
    Revillagigedo eran los jesuitas. Uno de los hijos se hizo
    de los sindicatos y se lo contó a mi madre. Los
    nacionales fuera a buscarle a casa: se llevaron al abuelo
    viejo, a la madre, quisieron violar a las hijas, tuvieron
    que escapar, se esparcieron todos; habían tenido
    guardado al cura todo el tiempo; cuando se liberó
    esto, para ellos vino el infierno; el cura hizo lo que
    pudo y no pudo nada. Ella venía continuamente a
    vernos y a decirnos lo que estaba pasando. Se marcharon
    a los montes y yo ya no supe más. Pero muchos años
    más tarde, yo fui a dar a Galicia casada y un marido
    de una sobrina era militar y de la Guardia Civil; y un
    día la cocinera dijo, “¡uy! el señorito
    de casa si que gana dinero, porque recibe un sobre de
    la soldada y otro sobre de los servicios especiales de
    los fugados por los montes de Asturias y León;
    le pagaban entonces doce mil pesetas más.

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Digo
    barcos y voy a empezar hablando de aviones, porque se
    puede decir que los mensajeros de la gran huida que
    iba a tener lugar en Asturias llegaron a Francia, no
    por mar, sino por aire. Se trataba de los pilotos, algún
    mando de la aviación republicana y los asesores
    soviéticos que, con los aviones disponibles,
    consiguieron ganar el aeródromo francés
    de Biarritz-Parme.

    El
    miércoles día 20 de Octubre, por la mañana,
    debieron de despegar del aeropuerto de Carreño
    cinco aviones. Según lo que he podido averiguar,
    se trataba de un avión de observación
    de fabricación checa con dos personas; tres cazas,
    uno de los cuales era un “Mosca”,
    llevando cada uno también dos personas, y un
    “Farman” con otras seis personas
    más. No está claro si el avión
    de la compañía “Air Pyrinées”,
    encargado de la línea de viajeros y del transporte
    del correo entre Asturias y Francia, que era el que
    normalmente utilizaban las autoridades asturianas y
    los rusos cuando precisaban salir de Asturias, había
    despegado el martes 19 por la tarde o el mismo miércoles
    por la mañana. En el avión de “Air
    Pyrinées”, a tenor de las informaciones
    de la prensa francesa, llegaron a Biarritz un general
    y tres oficiales rusos.
    Seguramente, estos asesores
    rusos son los mismos a los que se refiere Ramón
    Álvarez en su entrevista, cuando dice que acudieron
    a despedirse de Belarmino Tomás y a ofrecerle
    una plaza en el avión.

    Hay
    que recordar que los asesores militares soviéticos
    tenían órdenes estrictas de su gobierno
    de encontrarse siempre fuera del alcance de la artillería
    enemiga, medida con la que se pretendía evitar
    que en ningún caso pudieran ser hechos prisioneros.

    Uno
    de los cazas que salieron de Carreño, cuando
    sobrevolaba ya la costa francesa, perdió contacto
    con el resto al atravesar unos bancos de niebla y tuvo
    que realizar un aterrizaje de emergencia en una playa
    próxima a Capbretón. Iban en ese
    avión los sargentos pilotos Miguel de Diego
    y José Martínez
    , que salieron indemnes.
    No así el avión, un modelo de marca inglesa
    con motor de 450 HP, del que solamente se pudieron retirar
    las ametralladoras antes de que fuera alcanzado por
    las olas. Al día siguiente, pudo ser recuperado,
    aunque con grandes daños, siendo transportado
    en un camión al aeródromo de Biarritz-Parme.
    Los jóvenes pilotos declararon que habían
    recibido la orden de refugiarse en Francia a las 8h.
    45m. de esa misma mañana, toda vez que, según
    el jefe de la escuadrilla, en Gijón, las autoridades
    ya no controlaban la situación, «desarrollándose
    violentos combates en el interior de la ciudad entre
    gubernamentales y anarquistas». Sin comentarios.

    La
    misma tarde del miércoles 20, el avión
    de “Air Pyrinées” despegó
    del aeródromo de Biarritz con destino a Gijón,
    pero tuvo que regresar sin poder conseguirlo. Los mandos
    rusos, en el momento de despedirse de Belarmino Tomás,
    se habían comprometido a enviar tres aviones
    para que pudiesen evacuar en ellos las principales autoridades
    republicanas.

    La
    compañía aérea “Air Pyrinées”
    se había creado al iniciarse la Guerra Civil
    con aportaciones de capital del gobierno español,
    del gobierno vasco y de los rusos, aunque parece ser
    que eran estos últimos los que la controlaban
    de una manera efectiva.
    Operaba  desde
    el aeródromo de Biarritz-Parme con pilotos y
    aviones franceses, enlazando las capitales del Norte
    republicano con el resto de la España gubernamental,
    previa escala en Francia. Los pilotos eran los franceses
    Dary, Lebeau, Laporte y Gally, que vivían con
    sus familias en las proximidades del aeródromo.
    Los vuelos, además de todos los riesgos de la aviación
    de aquella época, incluían los propios
    de volar a zona de guerra, incluyendo la posibilidad
    de ser derribado. Así ocurrió con el avión
    de “Air Pyrinées” que el 8 de
    Septiembre se dirigía a Gijón y fue derribado
    por aparatos nacionalistas a la altura de Ribadesella,
    pereciendo el piloto, el francés Abel Guidez,
    y resultando herido el copiloto
    . Abel Guidez había
    sido uno de los primeros pilotos voluntarios llegados
    de diferentes países del mundo que formaron la
    escuadrilla “España”, mandada por el
    escritor francés, premio Goncourt, André
    Malraux
    . Esta escuadrilla se encargó de la
    defensa de los cielos de Madrid frente a los bombardeos
    de la aviación legionaria alemana e italiana.
    Al crearse la compañía “Air Pyrinées”,
    Abel Guidez fue nombrado subdirector de la misma. Como
    compensación por el riesgo, se decía que
    los pilotos tenían asignado un sueldo mensual
    de 50.000.- francos.

    El
    jueves 21, al día siguiente de su llegada, despegaban
    del aeródromo de Biarritz-Parme los dos aviones
    de caza y el de observación con destino a Barcelona,
    vía Pau.

    Ese
    mismo jueves, hay otra noticia referente a la aviación
    republicana del Norte; se trata del aterrizaje en
    Cazaux, cerca de Arcachón, de un avión
    procedente de Gijón
    , en el que viajaban el
    piloto, un mecánico y un observador. Si no está
    equivocada la fecha, este avión habría
    despegado del campo de Carreño venticuatro horas
    después que el resto y cuando ya la entrada de
    las tropas nacionales en Gijón era inminente.

    De
    vuelta de las nubes al mar, a los barcos que huyen de
    los últimos puertos republicanos de Asturias
    y consiguen llegar a Francia, que es de lo que trata
    este capítulo, he creído más conveniente,
    para llevar un poco de orden, organizar el relato siguiendo
    un criterio geográfico de Norte a Sur de la costa
    Atlántica francesa. Es decir, que empiezo por
    el puerto francés más septentrional al
    que tengo constancia de que llegasen por vía
    marítima refugiados de Asturias en esas fechas
    de finales de Octubre del 37, y voy descendiendo hacia
    el Sur, para finalizar en el más meridional de
    ellos: San Juan de Luz.

    En
    cada puerto, menciono el nombre del buque o embarcación,
    la fecha de su llegada, el número de evacuados
    que traía a bordo y el puerto asturiano del que
    procedía. Claro está, siempre y cuando
    haya podido averiguarlo. En muchas ocasiones tendré
    que limitarme a la parquedad descriptiva de «un
    vapor» o «un pesquero» porque me ha
    sido imposible averiguar más detalles.

    Es
    más que probable que falten algunas embarcaciones,
    pero hay que darse cuenta que en la huida se utilizó
    cualquier cosa que flotase, desde un mercante a una
    draga, desde un bou a una lancha del abareque. Me viene
    ahora a la memoria la historia que me contaron de un
    pescador, creo que de Avilés, que salió
    él solo en una lanchina de motor. Estuvo tres
    o cuatro días navegando bien pegado a la costa.
    Cuando veía algún barco de los nacionales,
    paraba el motor y hacía como que estaba pescando.
    Y así, poco a poco, pues consiguió llegar
    a Francia. Lo más probable es que no quedara
    reflejada en ninguna parte la entrada de una lancha
    con un pescador. Y como este caso, tantos otros, por
    no hablar de los que naufragaron o fueron hundidos y
    nunca más se volvió a saber nada de ellos.
    Una posibilidad de comprobación podría
    haber sido por medio del asiento de cada buque o lancha
    en el Registro de Buques de cada Capitanía Marítima,
    pero en todos los que he visto, no hay referencia alguna
    a la recuperación del buque o lancha por sus
    propietarios en puerto francés al terminar la
    guerra, pese a que todas estas embarcaciones que llegaron
    a Francia quedaron retenidas, algunas embargadas por
    los pescadores franceses que las recogieron en alta
    mar, y no empezaron a ser devueltas hasta finales de
    1939. En cualquier caso, tanto la fecha de llegada como
    el número de evacuados debe entenderse como aproximado,
    pues muchas veces no concuerdan las distintas fuentes
    al ser cotejadas entre sí.

    A
    Douarnenez, puerto pesquero situado en la rada de Brest,
    llegaron el viernes día 22, en las últimas
    horas de la tarde, dos pesqueros con refugiados de Asturias:
    “La Mensajera”, procedente de Avilés,
    y el “Abascal”, que había salido
    del puerto de El Musel
    . “La Mensajera”
    llegó sobre las cinco y media de la tarde y traía
    a bordo 78 personas, 12 de las cuales eran mujeres;
    el resto, lo formaban en su mayoría milicianos.
    “La Mensajera” fue conducida hasta Douarnenez
    por el pesquero francés “Saint-François”,
    patroneado por monsieur Guivarch, que había encontrado
    al pesquero español en los alrededores de la
    isla de Sein.

    En
    el “Abascal” venían un total de 66
    personas y entre ellas, como ya se ha dicho, la práctica
    totalidad del Consejo Soberano de Asturias y León,
    con el presidente de dicho Consejo y diputado socialista,
    Belarmino Tomás, a la cabeza. Acompañaban
    a “Belarmo” en este viaje tan especial,
    Maldonado, Segundo Blanco, Ramón Alvarez,
    Rafael Fernández, Onofre García, Llamedo

    Antes
    de ser autorizados a desembarcar por las autoridades
    francesas, los milicianos fueron desarmados y las armas
    requisadas por el servicio de Aduanas. Al conjunto de
    los refugiados se les suministraron alimentos y, a continuación,
    fueron conducidos a las dependencias de “L’Abri
    du Marin”, donde pasaron la noche. Los dos diputados
    en Cortes allí presentes, por órdenes
    de la prefectura, fueron separados del grupo y conducidos
    en un automóvil a un hotel. A la mañana
    siguiente, por indicación del consulado español
    más próximo y siguiendo instrucciones
    de la embajada española en París, se enviaron
    unos coches a recoger a las autoridades asturianas,
    que partieron hacia la frontera con Cataluña.
    Al mismo tiempo, se organizó la inmediata repatriación
    por ferrocarril de los milicianos y del personal civil.

    Unos
    treinta kilómetros más al sur, cerca de
    la península de Penmarch, un pesquero español
    que llevaba a bordo un total de 118 milicianos huidos
    de Asturias estaba a punto de naufragar.

    A partir del viernes 22, la mar se había ido
    encrespando hasta hacerse tempestuosa, mientras que
    chubascos torrenciales con vientos racheados azotaban
    la cubierta del pesquero, atestada de seres humanos.
    Con las primeras horas del amanecer del sábado
    día 23,  la lancha francesa de salvamento
    “León Defour”, estacionada en el
    puerto de St. Pierre-Penmarch y patroneada por Thomas
    Stéphan, zarpó en auxilio del pesquero
    en apuros.
    También colaboraron
    en el rescate muchos pescadores, destacándose
    los patrones Michel Bougéon y Lucas Thomas.

    A
    pesar del riesgo y de las dificultades de la operación,
    dado el mal estado de la mar y el elevado número
    de personas que había a bordo del buque en peligro,
    la lancha de la Sociedad Central de Salvamento de Naúfragos,
    auxiliada por los pesqueros, consiguió poner
    en tierra firme, sanos y salvos, a la totalidad de los
    118 milicianos y refugiados que viajaban a bordo del
    pesquero español, entre los que se encontraban
    varios oficiales del ejército republicano. Una
    vez en tierra, se les suministró comida caliente
    y ropa seca, siendo conducidos, por orden de la prefectura,
    al pueblo de Poulgoazec, cerca de Audierne. Tal vez
    se tratase del pesquero “Huerta”, que habría
    salido de Gijón.

    En
    la propia península de Penmarch, próximo,
    por tanto, al lugar en el que se desarrollaron los dramáticos
    acontecimientos antes relatados,  se encuentra
    un pequeño puertecito pesquero llamado Guilvinec.
    A este puerto, y sin mayor contratiempo, arribó
    el viernes 22 un pesquero del que lo único que
    se sabe es que procedía de Asturias y traía
    a bordo a 29 personas, entre ellas, dos oficiales republicanos.

    En
    Quimper, la capital departamental situada a orillas
    del Odet, donde este río comienza a hacerse navegable,
    se presentó el viernes, hacia las seis de la
    tarde, el “Hermania”, que tal vez se trate,
    más bien, del “Herminia”, un pesquero
    de San Juan de la Arena que hacía pareja con
    “La Mensajera”.
    Los franceses quedaron
    sorprendidos por la audacia de los marinos asturianos
    que, sin ayuda de ningún práctico, consiguieron
    superar los peligros de la barra aprovechando la pleamar.
    El “Herminia”, pesquero de 30 TM, había
    salido de Avilés el miércoles 20, a las
    nueve de la noche, y a pesar de que un barco nacionalista
    le disparó tres cañonazos, consiguió
    huir. A bordo viajaban un total de 26 personas, 14 de
    las cuales pertenecían a la tripulación,
    otras cuatro eran mujeres y el resto, milicianos. Uno
    de los milicianos, que venía herido, fue conducido
    al hospital. Por orden de la prefectura, la casa Pernez
    sirvió inmediatamente un tentempié a los
    refugiados, estableciéndose que las comidas las
    hicieran a partir de entonces, y mientras permaneciesen
    en la ciudad, en el restaurante Friand.

    En
    Lorient recalaron, en días sucesivos, varios
    pesqueros que habían conseguido burlar el bloqueo
    impuesto por los buques de guerra nacionales a los últimos
    puertos republicanos del Norte.
    Los milicianos y
    refugiados que ganaron Lorient en esos pesqueros, estuvieron
    precedidos por la llegada, una semana antes, de unas
    cuantas personalidades asturianas, las cuales habían
    organizado, con previsora anticipación, su propia
    y clandestina huida.

    Fue
    en la medianoche del jueves 14 de Octubre cuando recaló
    en aguas de Lorient el gánguil “Somo”,
    perteneciente a la Junta de Obras del Puerto de Avilés.

    Había conseguido zarpar secretamente de la ría
    avilesina llevando a bordo, junto a los 21 miembros
    de la tripulación, medio centenar de personajes
    asturianos, pertenecientes en su mayoría a los
    tribunales de Justicia y a la Junta de Obras del Puerto
    de Avilés.

    Al
    conocerse la huida, algunas organizaciones políticas,
    como Izquierda Republicana y el PSOE,
    publicaron en el diario “Avance”
    notas en las que se daba el nombre de algunos de los
    huidos y se anunciaba su expulsión. Hay que tener
    en cuenta que por esas fechas el gobierno asturiano,
    ante la gravedad de la situación militar, ordenaba
    extremar las medidas de represión contra desertores
    y derrotistas. Así, por ejemplo, se dictaron
    disposiciones para que se fusilase sobre el terreno
    a los mandos de las unidades militares que se retirasen
    de sus posiciones sin haber perdido, al menos, la mitad
    de sus efectivos; también podían resultar
    detenidos los padres o la mujer de los milicianos a
    los que se considerase desertores. Por otra parte, no
    era menos cierto que la mayoría de los huidos,
    de caer en manos de los nacionales, eran candidatos
    seguros al paredón. Claro que en esa misma situación
    se encontraban también varios miles de personas
    más que seguían en sus puestos, tanto
    en el frente como en la retaguardia.

    Entre
    los nombres que se dieron a conocer figuraban los de
    Juan Pablo García (presidente del Tribunal Popular),
    Santiago Blanco, Ramón González Ania,
    José San Martín, Guzmán García,
    Maximino Trincado, Fernando Trincado y Manuel Sisniega,
    expulsados del PSOE; Justo Fernández Casero,
    Luciano Cimadevilla López, José Antonio
    Fernández Vega, Leandro Pubillones Soto, Juan
    Fernández Lavandera, Manuel García Vidal,
    Marcelino Rico, Manuel Arganza de la Uz, Renato Ozores,
    Luis Martínez García, Francisco Acacio
    Martínez García, expulsados de Izquierda
    Republicana; y José Fernández Miranda,
    del Comité Ejecutivo de Ias Juventudes de Izquierda
    Republicana; David Arias, secretario de la JOP de Avilés,
    Rogelio Iglesias Pola, depositario pagador de la JOP,
    Nicanor González, capataz, y Severino García,
    maquinista del remolcador “Plutón”.
    Este remolcador, el “Plutón”,
    del servicio de la JOP de Avilés, sería
    uno de los barcos que, una semana más tarde,
    conseguiría ganar las riberas de la Garona cargado
    de refugiados. A bordo del “Somo”
    viajaban también el ex-gobernador de Málaga
    y la hija del capitán. La Ejecutiva de la Federación
    Socialista Asturiana hizo constar, así mismo,
    «su protesta ante el Gobierno de la República
    por haberse otorgado cargos en Valencia y otros lugares
    de la España leal a afiliados socialistas que
    abandonaron el Norte sin autorización de esta
    Federación Socialista y están, por consecuencia,
    pendientes de que su conducta sea juzgada.»

    El
    viernes día 22, a las 10h. 35m. de la mañana,
    entraba en el puerto de Lorient el pesquero “Palacio
    Valdés”,
    perteneciente a la flota de
    Ojeda. Había salido de Gijón el miércoles
    20, hacia las ocho de la noche, con el patrón,
    un miembro de la tripulación, 26 hombres y una
    mujer, figurando entre los milicianos un comandante
    y un capitán. Sobre el muelle se dispuso un importante
    servicio de orden a cargo de la gendarmería marítima
    y poco tiempo después llegaban al lugar el sub-prefecto
    de Lorient, Bousquet, el canciller del Consulado de
    España, Ramos, y el cónsul de España
    en Nantes, Aguilar. El sub-prefecto de Lorient se encargó
    de que se avituallara a los recién llegados,
    que habían hecho el viaje sin víveres
    a bordo. Desde el hospital “Bodélio”
    se les hizo llegar comida caliente. La mujer de cabellos
    rubios que venía a bordo, con aspecto de estar
    agotada por el viaje, fue autorizada a desembarcar,
    partiendo hacia la ciudad acompañada por el vice-cónsul
    Ramos.

    Toda
    la prensa francesa, sin excepción, se hizo eco
    de los incidentes que se produjeron al encontrarse los
    que venían en el “Palacio Valdés”
    con los del “Somo”. Una de las acusaciones
    lanzadas fue la de que los del “Somo”, se
    habían llevado con ellos cuatro millones de pesetas
    oro.

    Entre
    el viernes y el sábado llegaron a Lorient
    dos nuevos pesqueros con refugiados procedentes de Asturias.
    Uno era el “Toñín”

    que,  atracaba con 160 refugiados según
    la lista oficial; pero, en realidad, a bordo venían
    un total de 193 personas, entre ellas, 17 mujeres.

    Al
    poco de salir de Gijón, el “Toñín”
    fue capturado por el “Cervera”.
    Del
    “Cervera” pasaron al “Toñín”
    tres oficiales con una dotación de presa para
    identificar al pasaje, pero los del “Toñín”
    prepararon una estratagema escondiendo en lo más
    profundo de las bodegas a los militares y permaneciendo
    en la cubierta las mujeres y la gente mayor, haciendo
    creer, de esta manera, que eran simples civiles que
    huían aterrorizados de Gijón a causa de
    los bombardeos. Uno de ellos incluso subió al
    “Cervera” para acreditar su condición
    de “persona de orden”, mostrando para ello
    una serie de justificantes, por importe de varios miles
    de pesetas, de todas las mercancías de su comercio
    que le habían incautado los rojos. El mando del
    “Cervera” ordenó al “Toñín”
    dirigirse hacia el cabo Peñas, que era donde
    estaban concentrando los barcos apresados esa noche,
    custodiados por otros buques nacionalistas. Una vez
    reembarcados los tres oficiales y la dotación
    de presa en el “Cervera”, partió
    de nuevo, veloz e imponente, a la captura de más
    barcos. El “Toñín” mantuvo
    el rumbo ordenado durante unas horas, hasta que viéndose
    sólos en medio de la negrura de la noche y el
    mar, se decidieron a huir; así que, a todo vapor,
    arrumbaron al Norte y consiguieron escapar.

    Lo
    que pasaba realmente era que los barcos de guerra nacionalistas
    no daban abasto para perseguir, capturar y custodiar
    tantas y tantas embarcaciones de todas clases como esa
    noche surcaban la mar hacia Francia en aquella huida
    a la desesperada.

    Cuando
    el “Toñín” se encontraba,
    perdido el rumbo, a 20 millas al suroeste de Belle-Ile
    ,
    alcanzaron a divisar  un pesquero francés,
    que resultó ser el “Lucien-Thérèse”,
    hacia el que se dirigieron. El patrón del
    “Lucien-Thérèse” les entregó
    todos los víveres que tenía a bordo y
    les condujo hasta el puerto de Pallais, en Belle-Ile,

    donde recalaron para comprar pan. A continuación,
    el patrón francés tomó él
    mismo el timón del “Toñín”
    y puso rumbo a Lorient. Una vez en puerto y por orden
    de la Prefectura, fueron conducidos al “Fourneau
    Economique de Merville”, donde se les dio de comer.

    A
    bordo del “Toñín” iba el alcalde
    de Gijón, Avelino G. Mallada
    , a quien pertenece
    esta descripción, recogida por Ramón Alvarez,
    de sus compañeros de odisea:

    «Un
    marinero se pone al timón, unos metalúrgicos,
    a la máquina y caldera… Salimos de El Musel.
    ¿Qué gente somos? Tenientes coroneles,
    comandantes, médicos militares y civiles, delegados
    del Gobierno de Euzkadi, un periodista que por “radio”
    hizo mucho “de rabiar” a Queipo “la
    borracha”, 17 mujeres, oficiales del pueblo, milicianos,
    magistrados del Tribunal Popular, personalidades políticas,
    secretarios de departamentos del Consejo… Total, unos
    cincuenta “cabecillas” fusilables.»

    Además
    de Mallada, J.P. me facilita el dato de que a bordo
    del “Toñin” llegaron a Francia el
    diputado Carlos Martínez y los tenientes coroneles
    Ibarrola y Semprún, jefe de la 3ª División.

    Sin que se pueda precisar el barco, parece ser que 
    también arribaron al puerto de Lorient el
    diputado del PCE Manso
    y dos miembros
    del Consejo Soberano; casi con toda seguridad que uno
    de ellos era Ramonín Posada, consejero
    de Sanidad y cuñado de Mallada; el otro podría
    ser Ambou.

    El
    lunes día 25, a las seis de la tarde, partía
    del andén nº 3 de la estación de
    ferrocarril de Lorient un tren especial con destino
    a la frontera de Cataluña. Todos los vagones
    de ese tren estaban ocupados por los refugiados llegados
    días antes en el “Toñín”,
    el “581” y el “Mar del Medio”.
    En el momento de partir, los evacuados españoles
    cantaron la “Internacional” y la “Marsellesa”.


    El
    “Toñín”, costero de 160 TRB,
    atracando en Lorient con el alcalde de
    Gijón, Avelino G. Mallada y otras autoridades.
    (Mediatheque de Lorient)

    A
    Port Tudy, en la isla de Groix, situada frente a Lorient,
    arribó el sábado 23, a las seis y media
    de la mañana, el bou republicano armado “581”.

    Había salido de Gijón y entre dotación
    y algún refugiado, un total de 35 personas (o/f.76p.)
    habían completado el viaje. Una vez atracado
    a puerto, excepto uno que permaneció a bordo
    vigilando las armas, el resto desembarcó y estuvo
    paseando por el muelle, almorzando en el “Café
    du Port”. A las dos de la tarde, en un remolcador,
    llegó a la isla el sub-prefecto de Lorient, acompañado
    de las autoridades marítimas y de la gendarmería,
    para hacerse cargo de todas las armas y organizar la
    repatriación de los recién llegados.

    Cincuenta
    kilómetros al sur de Lorient, en una estrecha
    península que se adentra en la mar, como si las
    fuerzas telúricas del continente hubiesen querido
    terminar con la insularidad de la cercana Belle-Ile,
    se encuentra el pueblo de Quiberon, de cuyo muelle
    parte, precisamente, el transbordador que enlaza la
    isla con tierra firme. Félix Liquiniano, dirigente
    de la CNT de San Sebastián
    , que hizo toda
    la campaña del Norte, relata en el libro de los
    Jiménez de Aberásturi, “La guerra
    en Euzkadi”, la aventura de la huida de Asturias
    en el pesquero “Mar del Medio”. El
    pesquero iba abarrotado de gente, consiguiendo llegar
    todos, sanos y salvos, a este puerto francés.
    Cuando salieron de Avilés, tuvieron que
    esconderse en las bodegas y tumbarse sobre la cubierta
    para protegerse de las ametralladoras de los combatientes
    llegados del frente que, desesperados ante la falta
    de sitio en los barcos, amenazaban con disparar. A bordo
    del pequeño pesquero viajaban un total de 198
    personas, entre ellas, tres mujeres y un niño.
    Pasaron tres noches en la mar, la última, capeando
    un fuerte temporal delante de las costas francesas,
    sin carbón y teniendo que quemar en la caldera
    trozos de madera de la cubierta. El domingo por la mañana
    se presentaron frente a Quiberón y embarrancaron
    el barco, salvándose todos los que venían
    en él. Bajo la directa dirección de M.
    Robert, alcalde de Quiberon
    , fueron atendidos y
    recibieron los primeros socorros en la Cooperativa
    de Pescadores del Sud Morbihannais
    , sirviéndoseles
    a continuación una comida caliente en la cantina
    escolar.

    Tres
    pesqueros, con un total de 524 personas, arribaron a
    los muelles de Saint Nazaire sobre la once de la noche
    del viernes día 22.
    Estos pesqueros eran:
    el “Santa Teresa de Jesús”, el
    “Feliciano Fiejo” (sic) y el “Bayona”.

    Los tres habían recalado antes en la isla de
    Yeu, donde uno de ellos entró para taponar
    una vía agua. Tras denegarles las autoridades
    el permiso de atraque, y una vez hecha la reparación
    de emergencia, continuaron viaje hacia Saint Nazaire.

    El
    “Santa Teresa de Jesús”
    traía
    a bordo junto con los tres marineros de la dotación,
    31 milicianos, cuatro de los cuales venían heridos,
    dos mujeres y un niño. “La Santa”,
    como era conocida popularmente, había zarpado
    en las primeras horas de la noche del miércoles
    20 del Puerto de Luanco. También salieron
    de Luanco esa misma noche otros tres pesqueros más;
    uno, desapareció, los otros consiguieron llegar
    a Francia.

    El
    pesquero que aparece registrado con el nombre de “Feliciano
    Fiejo” es casi seguro que se trata del “Feliciano
    Álvarez Feijoo”,
    que formaba pareja
    con el “Nuevo Álvarez Feijoo”, ambos
    de la matrícula de Vigo. Estos dos pesqueros
    habían sido capturados un año antes, sobre
    las siete de la mañana del día once de
    Septiembre de 1936, por el submarino republicano
    “C-4”
    cuando se encontraban a unas 80
    millas al norte de cabo Villano, de regreso de los mares
    de Irlanda, donde habían estado faenando. Los
    dos pesqueros trataron de burlar al submarino, entonces
    el “C-4” cañoneó y hundió
    al “Nuevo Álvarez Feijoo”, y a continuación,
    el comandante del submarino ordenó al patrón
    del “Feliciano Álvarez Feijoo”, José
    Allú Martínez, patrón de cabotaje,
    que con las dos tripulaciones a bordo se dirigiese a
    Gijón. Embarcaron a bordo del submarino, en calidad
    de rehenes, el capitán que mandaba las dos parejas,
    que era el gijonés José Luis Marqués
    Álvarez, el patrón Enrique Armada y los
    maquinistas Francisco Armada y José Muñiz.
    Al día siguiente, el submarino entró en
    El Musel y el pesquero capturado quedó amarrado
    en el muelle de Liquerica, con la tripulación
    a bordo bajo vigilancia armada. Según la información
    del diario gijonés “La Prensa”, el
    pesquero apresado «llevaba a bordo gran cantidad
    de pescadilla, 250 merluzas y setenta cajas de otras
    clases de pescado, todo lo cual fue desembarcado y ahora
    servirá para el abastecimiento de la población
    gijonesa.»

    Pues
    bien, a bordo de este mismo pesquero, un año
    y pico después, consiguieron llegar a Francia
    un total de 230 milicianos, una mujer y los siete marineros
    de la dotación
    . El anterior patrón
    de este barco y el maquinista José Martínez
    fueron sometidos en Gijón, tras la entrada de
    las tropas nacionales, a un consejo de guerra sumarísimo
    en el que se les impuso la condena de doce y veinte
    años, respectivamente, después de que
    el fiscal pidiera la pena de muerte para ambos.

    Del
    “Bayona”, un pesquero de casco hierro
    de Ojeda, gemelo del “Abascal”, con el que
    formaba pareja, no tengo más información
    que su llegada a Saint Nazaire con unas 250 personas
    a bordo.

    A
    las nueve de la mañana del domingo 24 alcanzó
    las aguas del puerto de Saint Nazaire el gánguil
    de la JOP de Avilés “Sabugo”.

    Había salido de la ría avilesina y a Saint
    Nazaire arribó procedente del puerto de Palais,
    en Belle-Ile, donde había recalado el sábado
    por la mañana. Traía a bordo 100 civiles,
    30 mujeres y 67 milicianos
    . Entre estos últimos,
    y junto con otros oficiales, se encontraba el mayor
    Esteban Errandonea, que tenía a su mando una
    división en Asturias
    . Las autoridades portuarias
    ordenaron al “Sabugo” dirigirse al muelle
    trasatlántico, donde, una vez atracado, fue,
    como en casos anteriores, puesto bajo custodia de la
    gendarmería e inspeccionado por personal de la
    Marina y del servicio de Aduanas, que recogieron y precintaron
    las armas encontradas a bordo. A las once de la mañana,
    las autoridades francesas enviaron al buque, para su
    reparto entre todo el personal de a bordo, pan, charcutería,
    queso, vino y café. Poco más de una hora
    después, los milicianos, en perfecta formación
    y bajo el mando del coronel Galán, se dirigieron
    a tomar un tren especial en el Boulevard Leferme, que
    partió a la una en punto con destino a Puigcerdá,
    en la frontera catalana, vía Burdeos y Toulouse.

    En
    la isla de Yeu
    , después de que no se permitiese
    atracar a los tres pesqueros antes mencionados, el
    sábado por la tarde lo hicieron otros dos que
    venían de Gijón. Se trataba de los pesqueros
    “Milagrosa” y “Campanal”, que
    llegaron con 304 milicianos, 15 mujeres y 5 niños
    en total
    . Tras las visitas de inspección
    y una vez requisadas todas las armas, los 31 heridos,
    las mujeres y los niños fueron conducidos al
    hospital.

    Miguel
    de Amilibia
    , diputado socialista del Frente Popular
    por San Sebastián, que estuvo presente en las
    evacuaciones de Bilbao y Santander, y que también
    le tocó vivir la de Asturias, cuenta, en el citado
    libro de los Jiménez Aberásturi, que a
    él le había sacado de Asturias Larrañaga
    en un pesquero que había custodiado un destacamento
    de carabineros. En ese pesquero, uno de los dos que
    llegaron a la isla de Yeu, venían junto con
    Larrañaga y Amilibia milicianos de los tres batallones
    de la brigada vasca que continuó operando en
    el frente de Asturias tras la rendición de Santoña,
    además del destacamento de carabineros que, como
    es lógico, también se embarcó a
    bordo
    .

    En
    el puerto de Sables d’Olonne entró el viernes
    día 23 un pesquero con un total de 70 personas,
    de las cuales 62 eran milicianos y los 8 restantes,
    mujeres.
    Este pesquero procedía del puerto
    de Luanco y no puede ser otro que “La
    Romana”.
    Como ya he contado, en las
    primeras horas de la noche del aquel miércoles
    20 de Octubre, zarparon de Luanco un total de cuatro
    pesqueros: “Adelina”, “Santa Teresa
    de Jesús”,  “Aurora” y
    “ Romana”. La “Adelina” y “Santa”
    iban tripuladas por marineros de Luanco y llevaban,
    sobre todo, civiles y milicianos de allí, del
    mismo Luanco; la “Adelina” arribó
    a Burdeos y la “Santa”, a Saint Nazaire.
    Sin embargo, del pesquero “Aurora”, del
    que se habían apoderado un grupo numeroso de
    milicianos que habían llegado al puerto de Luanco
    directamente del frente, nunca más nada se supo,
    suponiéndose que naufragó o fue hundido.

    Casi
    la mitad de los 62 milicianos que llegaron al puerto
    de Sables d’Olonne en la “Romana”
    venían heridos de diversa consideración.

    A falta de otro lugar, fueron conducidos al salón
    de baile del pueblo, donde recibieron las primeras atenciones
    sanitarias antes de ser evacuados hacia Cataluña
    o, en los casos más graves, trasladados en ambulancias
    a los hospitales de Nantes y La Rochelle.

    Fueron
    numerosos los barcos que procedentes de Asturias recalaron
    en aguas de la bahía rochelesa,
    siendo desviados,
    una vez autorizado el atraque, hacia la “môle
    trasatlantique”, un muelle de reciente construcción
    destinado a las escalas de los modernos y veloces transatlánticos
    que por entonces hacían la travesía del
    Atlántico Norte, entre Europa y Norteamérica,
    en menos de una semana. Este muelle estaba, y está,
    situado en La Pallice, a la entrada de la bahía,
    muy próximo al puente de peaje que salva el canal
    que separa la isla de Ré del continente
    .

    Precisamente
    a la isla de Ré llegó, según información
    que me facilita J.P., el “Goya” con un total
    de 500 evacuados.

    A
    lo largo de la tarde del viernes, arribaron al puerto
    de La Rochelle-La Pallice los costeros “Sancho
    Panza” y “Zuloaga”, un pesquero llamado
    “Norte” y otro vapor llamado “José
    Mª Trevilla”. Todos habían salido
    de Gijón en las últimas horas del miércoles
    20.
    El “Sancho Panza” partió
    del muelle de Fomento con 200 milicianos y un grupo
    numeroso de mujeres y niños que rondaba el medio
    centenar a bordo; según otros testimonios, en
    ese vapor no iba ninguna mujer, y si no había
    mujeres, pues tampoco habría niños. En
    el “Zuloaga” consiguieron hacer la travesía
    y ganar la costa francesa 287 milicianos y 168 civiles
    (otras fuentes, 450p.); del total de evacuados de este
    buque, unos 200 estaban heridos. Los pasajeros de los
    tres navíos fueron inmediatamente aprovisionados
    de pan y charcutería. El “Norte”,
    nada más desembarcar a 22 milicianos, alguno
    de ellos también herido, recogió en el
    puerto unos pilotos conocedores de aquellas costas y
    se hizo de nuevo a la mar en ayuda de un pesquero español
    señalado en apuros por el semáforo de
    la punta de las Ballenas, en la isla de Ré
    .
    En el “José Mª Trevilla” llegaron
    a Francia unos 700 evacuados.

    Hacia
    las diez de la noche del viernes, varios pescadores
    rocheleses comunicaron a las autoridades que acababan
    de conducir hasta la Tour de la Chaine varias lanchas
    de pesca que habían encontrado a la deriva en
    alta mar, con alrededor de un centenar de refugiados.

    El prefecto Giacobbi autorizó a desembarcar a
    los refugiados, que fueron conducidos a la sala de L’Oratoire,
    donde se les sirvió una comida caliente y pudieron
    acostarse a dormir. Quizás se tratase, entre
    otros, de dos pesqueros llamados “Ebro nº
    2” y “Ebro nº 3”, que llegaron
    a La Pallice con un centenar de refugiados cada uno.

    El
    sábado a mediodía, las autoridades rochelesas
    estimaban que habían desembarcado un total de
    1.800 refugiados de los doce barcos procedentes de Asturias
    .
    A todos se les había suministrado comida y bebida,
    mientras que el armamento que traían consigo
    fue reunido y depositado en el Arsenal con la ayuda
    de aduaneros, gendarmes y artificieros.

    El
    pesquero “Carreño”, que llevaba a
    bordo 80 milicianos, 4 mujeres y un niño (o/f
    117p.), se encontraba el viernes al mediodía
    sin víveres, falto de combustible y sin rumbo.
    Fue entonces cuando avistó a otro pesquero y
    aproó hacia él. Se trataba del rochelés
    “Les Baleines”, que se encontraba faenando
    a unas noventa millas de puerto. El pesquero “Les
    Baleines” suspendió la pesca y, después
    de recoger las artes, dio remolque al “Carreño”
    y lo condujo al puerto de La Pallice, donde llegaron
    sin novedad.
    Dos días después, el
    lunes 26, a petición de los armadores de “Les
    Baleines”, el “Carreño” fue
    embargado por las autoridades marítimas, quedando
    retenido en el puerto de La Pallice.

    También
    fue a parar a aguas de la rada de La Rochelle-La Pallice
    el pesquero “José-Elisa”, que el
    domingo 24, por la mañana, arribó con
    55 milicianos y 5 mujeres a bordo.

    Ese
    mismo domingo, cuando se dieron por  finalizadas
    las operaciones de desembarque de los vapores y pesqueros
    llegados hasta entonces a La Rochelle-La Pallice, tuvo
    lugar la repatriación del grueso de los milicianos,
    unos mil cien en total, quedando en la ciudad solamente
    los heridos más graves, que permanecían
    ingresados en el hospital Saint Louis. El viaje hasta
    Cerbère lo hicieron en dos trenes, que salieron
    de La Rochelle a las tres y a las cuatro de la tarde,
    respectivamente. Como se ve, las cifras oficiales sobre
    el número de evacuados tampoco coinciden.

    Un
    último contingente de refugiados procedentes
    de Asturias que llegó a aguas rochelesas, lo
    hizo a bordo de un crucero de la Royal Navy, el “Southampton”.
    En el “Southampton” estaba el contralmirante
    inglés que mandaba la patrulla naval británica
    encargada de vigilar el cumplimiento de los acuerdos
    del Comité de No Intervención, o de lo
    que quedaba de él, en el Cantábrico
    .
    En el momento de producirse el derrumbamiento del Frente
    Norte y la huida masiva por mar de las fuerzas republicanas,
    el “Southampton” se aguantó un tiempo
    fuera de las tres millas, frente a las costas asturianas
    junto a los dos destructores que le daban escolta. Después,
    dejó a los destructores que continuasen con la
    vigilancia y se dedicó a patrullar por el
    Cantábrico y el golfo de Vizcaya a la búsqueda
    de naúfragos, auxiliado eficazmente en esas tareas
    tan humanitarias por el pequeño hidroavión
    que llevaba a bordo.

    Cuando
    en la noche del martes 26 al miércoles 27 el
    “Southampton” fondeó en la bahía
    de La Rochelle, traía a bordo 280 milicianos,
    8 mujeres y 2 niños, recogidos todos ellos en
    alta mar y que, de no haber sido por el barco de guerra
    inglés, seguramente hubieran perecido. Estos
    naufragos se encontraban a bordo del pesquero de altura
    “Mary-Tere”, que con la máquina totalmente
    inutilizada, navegaba con un velamen de fortuna improvisado
    con los cobertores y trozos de lona de los “coys”
    que había a bordo.

    Los
    vigías del “Southampton” creyeron
    en un principio que se trataba de un pecio, de una especie
    de navío fantasma, porque no se veía a
    ningún ser humano a bordo. Fue necesario que
    el acorazado inglés mostrase el pabellón
    británico para que a bordo del “Mary-Tere”
    se viera aparecer una cabeza que al poco volvió
    a ocultarse.

    Transcurrieron
    unos segundos y, como por ensalmo, una masa asombrosa
    de gente afloró a la cubierta, abarrotándola
    y provocando un estruendo con sus exclamaciones de alegría.
    Había pasado lo de siempre, que los del “Mary-Tere”,
    al descubrir la columna de humo del crucero inglés,
    en lo primero que pensaron fue en el “Cervera”,
    así que corrieron a ocultarse en el interior
    del pesquero y allí permanecieron hasta que el
    marinero que vigilaba vio la bandera inglesa y lo anunció
    al resto de sus compañeros de odisea.

    Una
    vez a bordo del “Southampton”, se les dio
    a los náufragos una comida caliente, el primer
    alimento que probaban en cuatro días
    . Los
    milicianos fueron obligados a arrojar todas sus armas
    a la mar y antes de continuar rumbo hacia La Pallice,
    el “Mary-Tere” fue hundido a cañonazos.
    El “Mary-Tere” había sido militarizado
    y durante la guerra prestó servicios como patrullero.

    El
    “Southampton” arribó a la rada de
    la La Rochelle-La Pallice a las diez de la noche del
    mismo martes, pero los casi tres centenares de españoles
    permanecieron a bordo hasta la mañana siguiente.
    Los primeros en ser desembarcados fueron los heridos,
    las mujeres y los niños, hasta un total de 90
    personas, que fueron transbordadas al remolcador “Qui
    Vive” y conducidos a los muelles. El resto, antes
    de ser llevado a tierra, pasó al vapor inglés
    “Celerol”, a cuyo costado se encontraba
    abarloado el “Southampton” repostando combustible.

    Una
    vez todos en tierra, siguiendo las instrucciones de
    las autoridades de la Charente-Inferior, se les suministraron
    comidas calientes y los heridos graves, 7 en total,
    fueron ingresados en los hospitales; el resto subió
    a un tren especial que partió hacia la frontera
    con la España republicana poco después
    del mediodía.

    La
    prensa rochelesa, incluida la conservadora, hizo un
    reconocimiento expreso del buen comportamiento de los
    asturianos y de la ausencia de incidentes dignos de
    mención, pese a la insólita circunstancia
    de la afluencia masiva de combatientes extranjeros armados
    .
    Para el semanario “La Gazette d’Aunis”,
    «estos asturianos tienen bastante buena presencia.
    Acostumbrados desde hace meses a la escasez y las privaciones,
    sabían esperar pacientemente por los víveres
    que se les distribuían. No hay que olvidar
    que eran los mejores soldados al servicio de la España
    roja y que mostraron siempre un coraje delante del cual
    todo el mundo debería descubrirse.»

    En
    la costa occidental de la isla de Olerón naufragó
    otro pesquero que venía de Asturias cargado de
    milicianos y civiles. Se trataba del “San José”,
    que había salido de Avilés y, falto de
    combustible, terminó su viaje embarrancando en
    un lugar denominado “Les Hutte”, próximo
    a St. Denis de Olerón
    . En las primeras horas
    de la mañana del domingo 24, la marejada, con
    la pleamar, le hizo zozobrar y el centenar largo de
    personas que permanecían a bordo hubo de ganar
    la orilla en medio de un fuerte oleaje y con el agua,
    literalmente, llegándoles al cuello. No se sabe
    con exactitud el número de víctimas, pero
    las diferentes informaciones aparecidas en los periódicos
    de esas fechas hablaban de una veintena de desaparecidos.
    En los días siguientes, al menos siete cadáveres
    fueron recogidos a lo largo de la costa.

    La
    travesía del “San José” debió
    de ser espantosa.
    Salieron de Avilés a la
    aventura, sin ningún marinero a bordo y prácticamente
    sin víveres ni agua potable, y con el combustible
    escaso. Después de dos días de navegación,
    estuvieron otro vagando por la mar, sin rumbo, en medio
    de una fuerte tempestad y con dos cadáveres
    a bordo
    . Uno de ellos era el de una chica de unos
    dieciocho años que había caído
    a la mar a consecuencia del excesivo número de
    personas que abarrotaban la cubierta del pesquero. Cuando
    pudo ser recogida de las aguas, ya estaba muerta. El
    otro cadáver era de un hombre que, desesperado,
    se había suicidado pegándose un tiro.
    Un teniente de milicias enloqueció a consecuencia
    de los tensos momentos vividos a bordo
    y cuando
    se vio en tierra, lo primero que hizo fue correr a internarse
    en el bosque, donde permaneció oculto hasta que,
    un día más tarde, fue hallado por patrullas
    de la gendarmería y de gentes del lugar, tendido
    en el suelo y completamente extenuado, incapaz de articular
    una sola palabra. Este teniente fue enviado a la vecina
    Rochefort e ingresado en un hospital.

    El
    centenar de personas que consiguió llegar a tierra
    y sobrevivir al naufragio del “San José”
    fueron rápidamente socorridos en St. Denis, donde
    la población les dio albergue, comida y ropa
    seca,
    a la espera de que desde la sub-prefectura
    de Rochefort se tomasen las disposiciones adecuadas
    para pasarlos al continente. Siguiendo las instrucciones
    de la alcaldía, les condujeron a la colonia de
    vacaciones de la Abbaye de l’Ormeau, donde se
    les suministró la comida del mediodía.
    La inmesa mayoría de los naúfragos eran
    milicianos, pero se contaban también algunos
    civiles y tres mujeres con algunos niños. Hacia
    las tres de la tarde partían hacia Barcelona,
    vía Rochefort, en tres autobuses. Dejaban
    atrás cinco muertos que fueron enterrados en
    una fosa común, aparte de los cadáveres
    que irían apareciendo por la costa en los días
    siguientes.


    El
    costero “Sancho Panza”, de Suardíaz,
    de 200 TRB, zarpó de Gijón y arribó
    a La Rochelle. (C.M.A.)

    La
    flotilla más numerosa de barcos con refugiados
    huidos de Asturias en la tétrica noche del miércoles
    20 fue la que llegó a Burdeos.
    Bueno,
    a Burdeos propiamente dicho, no, que ya las autoridades
    francesas se encargaban de desviarlos antes hacia los
    tingladillos portuarios de los pequeños pueblos
    de la orilla izquierda de la Gironda,  próximos
    a la desembocadura. En general, mercantes y pesqueros,
    según llegaban, permanecían primero fondeados
    en Le Verdon y después,
    a tenor de las disponibilidades, iban siendo enviados
    hacia Pauillac, un pueblecito situado a unos
    treinta kilómetros del centro de Burdeos. En
    casos excepcionales, cuando el número de heridos
    a bordo era elevado, se autorizaba a los buques a subir
    hasta la zona de Bassens, donde estaba atracado el
    trasatlántico español “Habana”,
    el mismo que había participado en la evacuación
    de Bilbao y que ahora había sido reconvertido
    en barco-hospital.

    El
    adelantado de la evacuación en aguas de la gran
    ría bordelesa no fue, sin embargo, ni un pesquero
    ni un mercante, sino un antiguo velero motor llamado
    “Rubio”. El “Rubio” se encontraba
    cargando cajas de sidra champanada en la ría
    de Villaviciosa cuando fue asaltado por un grupo de
    milicianos en retirada
    y su patrón conminado,
    bajo la amenaza de las armas, a zarpar y poner rumbo
    a Francia. El “Rubio” llegó a la
    Gironda el jueves 21, y sobre las tres de la tarde fue
    autorizado a atracar en los pontones de Pauillac-Trompeloup.
    En esa embarcación consiguieron forzar el bloqueo
    y realizar sin contratiempos la singladura 124 milicianos
    y una miliciana (o/f 130p.). En el detalle de los aduaneros
    franceses en el que se consigna el armamento intervenido
    figuran 3 fusiles ametralladores, 2 metralletas, 50
    fusiles de guerra y otros 3 de caza, y 160 revólveres
    automáticos.

    El
    viernes 22, poco después del mediodía,
    atracaban escalonadamente en los muelles de madera de
    Pauillac-Trompeloup dos mercantes ingleses, otros dos
    españoles, un remolcador, tres pesqueros y dos
    motoras, todos con milicianos y civiles.
    Los dos
    mercantes ingleses eran el “Bramden”,
    con 250 evacuados
    , y el “Stangrove”;
    el “Stangrove” había zarpado de
    Gijón en la mañana del miércoles
    20 con 706 personas a bordo
    (o/f 600p.), en su mayoría
    mujeres, niños y hombres no combatientes que
    huían de la ciudad. Parte de la dotación
    del “Císcar” y del “C-6”
    evacuó de Gijón en este buque
    . Detenido
    y apresado en la mar por un bou armado nacionalista,
    ya hemos visto como solamente la dedicidida intervención
    del “Southampton” pudo impedir que
    fuese apresado e internado en un puerto nacionalista
    con su tripulación y pasaje. Los mercantes españoles
    eran los costeros “Cervantes” y “María
    Santiuste”; el “Cervantes” había
    salido de Gijón, con 291 personas (o/f 300p.)
    y en el “María Santiuste”, procedente
    también de Gijón, venían 639 evacuados
    (o/f 542p.; 650p), de ellos, 50 estaban heridos, 50
    eran mujeres y había 10 niños.

    El
    remolcador “Plutón”, de la JOP de
    Avilés, procedía del puerto de Gijón
    y traía a bordo 184 personas, entre ellas, parte
    de la tripulación del “Císcar”
    (o/f 220p).
    De los tres pesqueros, he podido averiguar
    que uno de ellos era el “Adelina”, que
    había salido de Luanco con 33 hombres, 3 mujeres
    y un muchacho;
    otro debía de ser el “Victoria”,
    que hacía de remolcador, procedente de Gijón,
    con 30 evacuados (o/f 13p.);
    el tercero podría
    ser el “Justiniano”, un pesquero gallego
    que hizo de dragaminas en las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    procedente de Gijón con 56 personas.
    Las
    motoras que se mencionan quizás fuesen la
    L-1, perteneciente a la Marina de Euzkadi y transferida
    en Agosto a las Fuerzas Navales del Cantábrico
    ,
    en Santander; se trataba en realidad de un pesquero
    de Motrico que, ya en Gijón, según me
    comunica J. P., fue el encargado de remolcar al submarino
    C-6 el 20-10-37 para hundirlo en alta mar. Esta motora
    llegó a Francia con 5 personas y patroneada por
    León Aguirregomezcoa Mancisidor, de Motrico
    .
    La otra motora podría ser la V-7 (ó
    17), que era una lancha guardapesca de la Marina Mercante
    que llegó a Pauillac, al parecer, con los fondos
    del EM de las Fuerzas Navales del Cantábrico.

    El
    mismo viernes 22, a la una de la tarde, llegaba a Le
    Verdon el torpedero gubernamental “Nº 3”
    que había salido del puerto de El Musel con Valentín
    Fuentes, jefe de la Marina; al coronel Prada, jefe del
    Ejército; sus respectivos estados mayores, y
    parte de la dirección del PCE a bordo. En total,
    venían 90 personas, de las que 38 pertenecían
    a la tripulación.
    El torpedero “Nº
    3” llegó a Le Verdon muy averiado y tuvo
    que ser remolcado hasta Pauillac por el torpedero francés
    “Vauquois”. Este torpedero “Nº
    3” terminaría sus días en Francia,
    donde fue desguazado.

    Hacia
    el mediodía del sábado, el pesquero “Alfredo”,
    procedente de Gijón (o/f. Avilés), arribaba
    a Royan con 215 milicianos y oficiales gubernamentales
    (o/f. 200p; 400p.), varios de ellos, heridos
    . Tras
    entrevistarse con las autoridades marítimas,
    partió de nuevo hacia Le Verdon, población
    situada en la otra orilla de la Garona, frente a Royán.

    Los
    vapores ingleses “Hillfern” y “Bramhill”,
    que habían fondeado el viernes en Le Verdon,
    fueron autorizados el sábado a remontar la Garona
    hasta los pontones de Pauillac. En el “Hillfern”
    llegaron  300 evacuados y en el “Bramhill”
    otras 598 personas.

    La
    noche del viernes al sábado se calcula que llegaron
    a Le Verdon una docena de pesqueros y vapores con refugiados
    procedentes de Asturias.
    Yo creo que, como media,
    en cada pesquero vendrían unas cien personas,
    milicianos en su inmesa mayoría, pero también
    mujeres, niños y hombres en edad no militar.
    Entre estos pesqueros se encontraban los llamados
    “San Félix”, “Fortunato”,
    “Manuela”, “Alonso” (o “Alfonso”),
    “Musel”, “María Elena”,
    “San José”, “Marona-L”
    y “Fontana”
    . Al mediodía
    del sábado se les dio la orden de remontar hacia
    los tinglados portuarios de Pauillac-Trompeloup, a donde
    llegaron en las primeras horas de la tarde, comenzando
    entonces a desembarcar todos los refugiados que traían
    a bordo. Solamente el “María Elena”,
    por el elevado número de heridos que traía,
    recibió autorización para subir aguas
    arriba, hasta Bassens, casi frente por frente de Burdeos,
    y transbordar los heridos al  buque hospital “Habana”.

    A
    bordo del “María Elena” llegó
    a Francia Javier Bueno, el director del periódico
    socialista “Avance”.
    El “María
    Elena” era un costero de casco de hierro de unas
    500 Tm., que el día 20 estaba atracado en el
    Muelle de Oriente de Gijón, frente a las tiendas
    que vendían lonas; debió de zarpar aprovechando
    la pleamar de la madrugada del 20 para el 21, que era
    a las 3h. 40m. Es muy probable que, dada la proximidad
    del palacio de Revillagigedo, donde entonces había
    un hospital militar, muchos de los heridos que allí
    se encontraban trataran de huir embarcándose
    en los pesqueros y vapores que se aprestaban a zarpar
    del Muelle. Según los últimos datos
    que me fueron facilitados por J. P., en el “María
    Elena” llegaron a Francia 1.800 personas (o/f.
    2.000 p.), de las cuales unas 800 venían heridas.

    El
    periodista y escritor Cabezas, que era uno de los redactores
    de “Avance” en esa época, cuenta
    en su libro sobre la guerra civil todos los avatares
    que les tocó vivir a él y al resto de
    la redacción del periódico socialista.
    Parece ser que en la mañana del miércoles
    20 habían mantenido una reunión con Javier
    Bueno, el director, para preparar la evacuación.
    Siguiendo las instrucciones recibidas, el director les
    citó a todos de nuevo a las siete de la tarde,
    en el local del periódico, para salir desde allí
    todos juntos en los coches hacia El Musel, donde embarcarían
    en el barco designado. ¿Sería éste
    el torpedero “Nº 3”? Cabezas no lo
    aclara, aunque lo sugiere. El caso es que cuando llegaron
    las siete de la tarde, el que no aparecía en
    la redacción era, precisamente, Javier Bueno,
    el director. Preocupados por la tardanza, uno de ellos
    fue a ver si le encontraba en casa y, efectivamente,
    allí estaba. Lo que había ocurrido era
    que, ante el temor de que los milicianos del frente
    se presentasen en Gijón, los del torpedero
    “Nº 3”
    adelantaron la hora de salida
    para las cuatro de la tarde y se fueron. Javier Bueno,
    aunque recibió el aviso, se negó a partir
    dejando al resto del personal del periódico en
    la estacada. No solamente eso, sino que también
    se preocupó de asegurarles una plaza en el “María
    Elena”, que estaba en el Muelle y tenía
    previsto zarpar de madrugada. Al enterarse el resto
    de la redacción, resolvieron no esperar más,
    sino partir inmediatamente a pie hacia El Musel y embarcar
    donde pudiesen. Por el camino tuvieron que abandonar
    a un compañero de redacción que era cojo
    y no podía seguirles el paso. Llegados a El Musel,
    el grupo consiguió meterse en el “Mont
    Seny”
    , un viejo carguero de casco de madera.
    Uno de ellos, el famoso Ovidio Gondi, cambió
    en el último minuto de bordo y se pasó
    a un pesquero. El resultado final fue que solamente
    consiguieron llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio
    Gondi. El “Mont Seny” fue capturado por
    los buques de la Armada de los nacionales y conducido
    a Ribadeo y después a Ferrol. Los
    prisioneros pasaron al campo de concentración
    de “Camposancos”, en la provincia
    de Pontevedra, a la espera de ser sometidos a consejos
    de guerra sumarísimos.

    Pero
    volviendo de nuevo a las aguas de la Gironda, en el
    pesquero “Alonso” llegaron 255 personas
    procedentes de Avilés; en el “Manuela”,
    254 de Gijón, y en el remolcador de la JOP de
    Gijón “Musel”, 40 evacuados. El “San
    José” era un dragaminas santanderino perteneciente
    a las Fuerzas Navales del Cantábrico, que hacía
    pareja con el “San Antonio”; había
    salido de Gijón patroneado por Antonio Suárez
    Barbazán y también consiguió ganar
    la costa francesa.

    El
    lunes 25, por la mañana, llegó a Le Verdon
    el mercante inglés “Stanleigh”, con
    19 refugiados recogidos en la mar frente a Asturias,
    refugiados que desembarcó en Pauillac.
    Los
    cuatro barcos ingleses que habían recalado en
    aguas bordelesas transportando evacuados asturianos,
    el “Hillfern”, el “Bramhill”,
    el “Stanleigh” y el “Stangrove”,
    después de desembarcarlos en Pauillac, remontaron
    hasta Bassens para aprovisionarse de combustible y avituallarse
    de víveres. Finalizadas esas operaciones, zarparon
    de nuevo hacia las costas españolas bajo dominio
    republicano, que eran ya las del litoral mediterráneo.

    La
    primera unidad de la improvisada flotilla de evacuación
    asturiana que hizo su aparición en aguas de la
    bahía de Arcachón, se había anticipado
    también a la huida general de Gijón y
    había salido de ese puerto un día antes,
    el 19, hacia las ocho de la noche. Se trataba de la
    lancha de “Salvamento de Náufragos”,
    que el jueves, a las doce y cuarto de la mañana
    ganaba el abrigo del puerto de Arcachón con 17
    personas a bordo, entre las cuales había una
    mujer, un hombre de 56 años y un chico de 16,
    perteneciendo los 14 restantes a la tripulación
    .
    En sus declaraciones manifestaron haber dejado la ciudad
    de Gijón envuelta en llamas a consecuencia de
    los bombardeos de la aviación y haber sido perseguidos
    por dos barcos nacionalistas hasta el límite
    de las aguas territoriales francesas.

    Una
    lancha de vigilancia costera llamada “Mitote”,
    que había zarpado de Gijón en la noche
    del 20 al 21, arribó al puerto de Arcachón
    a las 9 de la mañana del viernes. A excepción
    de dos refugiados civiles, las otras 38 personas que
    venían a bordo eran marinos de las Fuerzas Navales
    del Cantábrico,
    29 de los cuales, incluido
    algún oficial, pertenecían a la dotación
    del destructor “Císcar”, de
    donde habían sido recogidos al ser hundido éste
    por uno de los últimos bombardeos de la aviación
    nacionalista al puerto de El Musel. Hasta las diez y
    media de la noche no se les autorizó a desembarcar,
    siendo entonces instalados en un hangar situado en el
    número 6 de la Coste, en el cual pasaron la noche.
    Uno de los marinos, que venía herido, fue evacuado
    en una ambulancia al hospital Saint André de
    Burdeos. Según J. P. la lancha “Mitote”
    era la antigua “Sogalinda”, de la
    matrícula de Bilbao, que pertenecía a
    la condesa de Zubiría.

    En
    la mañana del sábado 23, atracaba en los
    muelles del puerto de Arcachón el remolcador
    “Gaditano”, de la J.O.P. de El Musel, con
    130 milicianos y 49 civiles. Entre los evacuados había
    4 oficiales, 23 militares y 61 guardias de Asalto.

    En
    los días siguientes, tres pesqueros franceses
    entrarían en Arcachón trayendo cada uno,
    a remolque, otro pesquero español con refugiados
    de Asturias.
    Las primeras noticias partieron de
    la Radio Marítima de Arcachón que recibió
    el domingo, a las ocho y media de la mañana,
    un primer mensaje del pesquero francés “Princesse
    Marie-José”
    , en el que comunicaba que
    había recogido un barco español a la deriva
    con refugiados a bordo, que carecía por completo
    de carbón, agua y víveres. Se trataba
    del pesquero “Aralarco-Mikel-Duna”, en
    el que venían un total de 49 personas
    . El
    “Princesse Marie-José” pertenecía
    a las Pêcheries Cameleyre y estaba mandado por
    el patrón Causac. A pesar del mal estado de la
    mar, los marineros franceses consiguieron embarcar a
    su bordo a la totalidad del pasaje y tripulación
    que venían en el pesquero español, y traer
    a éste a remolque hasta Arcachón, en cuyo
    puerto entraron el domingo con la marea de la tarde.

    En
    la tarde de ese mismo domingo 24 de Octubre, arribaba
    a Arcachón el pesquero francés “Le
    Soufleur”, con 36 refugiados a bordo y el pesquero
    “Nueva Balbina” a remolque.

    El
    “Aralarco-Mikel-Duna”, de Candás,
    y el “Nueva Balbina”, de Avilés,
    habían partido los dos en la noche del 21 de
    Bañugues
    ; el “Aralarco” traía
    a bordo 38 milicianos y 11 civiles; entre los militares
    había un oficial y diez milicianos que venían
    heridos, y entre los civiles, dos mujeres. En el “Nueva
    Balbina” venían 9 milicianos y 27 civiles.
    Una vez en el puerto, fueron desembarcados rápidamente,
    ya que estaban totalmente extenuados. Se les buscó
    alojamiento y se les suministraron alimentos y comidas
    calientes. Diez heridos graves fueron enviados en ambulancias
    hacia Burdeos; nueve de ellos ingresaron en el barco-hospital
    español “Habana” y el otro,
    en el hospital “Saint André”.

    El
    lunes, a las seis de la tarde, 73 refugiados partían
    de Arcachón en autocar hacia Burdeos, donde,
    por ferrocarril, continuarían viaje hacia Cerbère,
    en la frontera francesa con Cataluña.


    En
    el torpedero “Nº 3” llegó a Francia
    la cúpula militar del
    ejército de Asturias y otras personalidades.
    (Museo Naval. Madrid)

    Ese
    mismo lunes 25, a las ocho de la mañana, llegaba
    al puerto de Arcachón el pesquero francés
    “Alcyon” con otro pesquero español
    a remolque. El pesquero español aparece citado
    con el nombre de “Madalia de Cantas” (sic)
    que, procedente de Gijón y con 176 personas a
    bordo (o/f 170p.), fue encontrado en apuros al Oeste
    de La Coubre
    . No he podido encontrar en ningún
    registro o lista de buques ningún pesquero con
    ese nombre. Lo más probable es que haya un error
    y en realidad se trate del “Natalia”,
    de Candás
    , propiedad de Cipriano Cuervo.
    Los refugiados fueron conducidos a los muelles de madera
    de Eyrac, y después de las correspondientes visitas
    de las autoridades de Marina y de los servicios aduaneros,
    una vez requisado el armamento, fueron autorizados a
    desembarcar. Los autocares que les aguardaban les trasladaron
    hasta las antiguas instalaciones Chevillet, donde se
    les sirvió comida caliente y se les suministró
    ropa seca. Los ocho heridos que había entre ellos
    fueron atendidos de urgencia allí mismo, y a
    continuación, enviados en una ambulancia a un
    hospital de Burdeos. El resto de los refugiados fue,
    así mismo, conducido posteriormente a Burdeos
    para su repatriación por ferrocarril.

    J.
    P. me facilita la información de la llegada al
    puerto de Arcachón el viernes 22 de la motora
    “Loly” procedente de Gijón. Traía
    a bordo un total de 38 personas, 29 de las cuales eran
    marinos de la dotación del “Císcar”,
    encontrándose entre ellos el propio comandante
    del destructor, Antonio Castro Izaguirre, y uno de los
    oficiales, llamado Antonio Fernández. Resulta
    sorprendente que el comandante del “Císcar”
    no viajase en el torpedero “Nº 3” con
    el jefe de las Fuerzas Nacionales del Cantábrico.

    Por
    último, un pesquero procedente de Gijón
    llegó a San Juan de Luz a la una de la tarde
    con 25 hombres a bordo, uno de ellos casi un niño
    (o/f 38p).
    Habían empleado treinta y seis
    horas en realizar la travesía y, una vez desembarcados,
    se les suministraron alimentos y bebidas. Por la tarde,
    fueron conducidos al tren en el que partieron hacia
    Barcelona, vía Perpiñán.

    El
    lunes 25, a primeras horas de la mañana, surcaban
    las aguas de la rada de San Juan de Luz dos pesqueros
    procedentes de Avilés con un total de 223 milicianos
    a bordo (o/f 400p.).
    Los milicianos no fueron autorizados
    a desembarcar hasta que el armamento que portaban hubo
    sido requisado y precintado por las autoridades francesas.
    Las armas eran de una gran variedad y múltiple
    procedencia, las había incluso alemanas, y fueron
    depositadas en los almacenes de las Aduanas bajo la
    vigilancia de un destacamento de la Guardia Móvil.
    Los milicianos fueron reavituallados y los que precisaban
    atención médica fueron conducidos al dispensario
    de las Soeurs de la Charité, donde recibieron
    los cuidados necesarios. A continuación, fueron
    conducidos al Ayuntamiento, en cuyas inmediaciones se
    agolpó una gran muchedumbre. A las ocho y media
    de la tarde partieron por ferrocarril hacia Cerbére.

    Por
    otra parte, no quiero dejar de mencionar aquí
    dos referencias que tengo respecto a los barcos de la
    evacuación. La primera es que según una
    fuente, uno de los pesqueros que consiguió salir
    de Avilés y llegar a Francia, se llamaba “San
    Luis”,
    sin embargo, no he podido localizar
    el puerto francés al que arribó ni averiguar
    cuántas personas llevaba a bordo. La segunda,
    se refiere a la draga del puerto de Avilés llamada
    primero “Elshout”; durante la guerra,
    “Manolín Rodríguez”, en homenaje
    al primer miliciano de Avilés muerto, y después
    de la guerra, “Alvargonzález”, en
    recuerdo del que fuera ingeniero director de la JOP
    de Avilés, que había sido fusilado por
    los rojos. Se trataba de una draga de succión
    construida en Holanda en 1919, de casco de acero y 500
    Tm. de desplazamiento. Esa draga, la noche de la evacuación,
    intentaron sacarla de Avilés cargada de gente
    y sin marineros a bordo, embarrancando en la escollera,
    frente a La Maruca, donde terminó el viaje.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Participantes.–
    Por un lado, la Flota, la aviación, la artillería
    costera, y los mercantes republicanos; por otro, la Marina
    de los  nacionales; y por el otro, la Patrulla naval
    del “Control”, formada por buques de la Marina
    británica, y los barcos mercantes extranjeros,
    que en su inmensa mayoría eran de bandera inglesa.
    Los mercantes se subdividían en extranjeros o de
    una de las dos partes contendientes; los extranjeros se
    subdividían, a su vez, en pertenecientes a los
    27 países signatarios del “Acuerdo de la
    No Intervención” o no, y éstos, en
    británicos y no británicos. Tan complicado
    como la propia situación y momento.

    Normas.–
    Aunque los nacionales reivindicaban las seis millas, de
    hecho, todas las partes aceptaban como límite de
    las aguas territoriales las tres millas. Fuera de las
    tres millas, la flotilla británica protegía
    a los mercantes, excepto a los republicanos y a los de
    los sublevados; a su vez, los mercantes británicos
    estaban sujetos a una ley inglesa aprobada en Diciembre
    del 36 que les prohibía transportar armas a España
    ,
    por lo que en todo momento podían ser inspeccionados
    en alta mar por los buques de guerra de su país
    y, en caso de incumplimiento, ser conducidos a puerto
    inglés y sancionados. Es por esto por lo que la
    mayoría del transporte de armas hacia la República
    descansó sobre la propia flota mercante republicana
    o sobre barcos de países no signatarios del “Acuerdo
    de la No Intervención”, atraídos por
    los altos fletes que se pagaban. Dentro de las tres millas,
    todos los mercantes extranjeros navegaban por su cuenta
    y riesgo, pero antes de ser cañoneados, tenían
    que ser conminados a entregarse haciéndoles un
    disparo de advertencia por la proa al tiempo que se les
    ordenaba virar 90º y parar; si el mercante obedecía,
    se consideraba “buena presa” y era conducido
    con escolta hacia un puerto nacional; si se resistía,
    podía ser cañoneado hasta que se sometiera
    o hundiera, siempre, repito, que estuviera dentro de las
    tres millas.

    Uno
    de los puntos conflictivos era, precisamente, establecer
    hasta donde llegaban las tres millas y, sobre todo, verificar
    si el apresamiento se producía realmente dentro
    o fuera de ellas.

    El
    gobierno inglés llegó a tener situadas frente
    a Bilbao y Santander a una poderosa flotilla compuesta
    por dos acorazados y cuatro destructores, al mando de
    un almirante.
    Es de reseñar la presencia durante
    veinte días del “Hood”, un crucero
    de batalla de 42.000 toneladas y 31 nudos de velocidad,
    que con sus 8 cañones de 203 mm., pasaba por ser
    el buque de guerra más poderoso del mundo.

    En
    esas circustancias, lo normal era que un mercante inglés
    cargado de trigo, por ejemplo, llegase frente al puerto
    de destino y se mantuviese a diez millas de la costa esperando
    el momento propicio de entrar. Esta espera podía
    llegar a durar días, hasta que, bien por tener
    que ir a repostar o por tener que cumplir otras misiones,
    la vigilancia de los buques de guerra nacionalistas se
    atenuaba, momento en que el mercante aprovechaba para
    colarse a toda máquina y entrar en puerto.

    La
    Marina sublevada carecía del número de buques
    precisos para vigilar permanentemente una costa que se
    extendía desde Ondárroa hasta San Juan de
    la Arena, en la desembocadura del Nalón. Por eso,
    a medida que la ofensiva en el Frente Norte se iba desarrollando
    de manera favorable para los insurgentes, el trozo de
    costa a vigilar se iba haciendo más pequeño,
    las bases se situaban en lugares más próximos
    y el bloqueo se iba volviendo cada vez más intenso
    y efectivo
    .

    Las
    fuerzas republicanas protegían el tráfico
    manteniendo alejados con la artillería costera
    a los buques de guerra enemigos
    , acosándolos
    en determinadas ocasiones con la aviación y muy
    rara vez haciendo salir a combatir a los destructores
    que, por supuesto, jamás se arriesgarían
    frente al “Cervera”. Pero mientras se mantuviesen
    en existencia, aunque fuera sin salir de puerto, los submarinos
    y destructores republicanos eran una amenaza potencial
    que obligaba a los mandos navales de los nacionales a
    adoptar toda una serie de precauciones y reservas que
    mermaban efectividad y restaban posibilidades a la acción
    de sus navíos de guerra. Otra tarea fundamental,
    que sí que cumplieron las fuerzas navales republicanas,
    era la de mantener, con los pesqueros habilitados a tal
    fin, permanentemente limpios de minas los canales de acceso
    a los puertos. Según Marceliano F., El Musel estaba
    protegido por dos baterías, una emplazada en la
    Campa Torres y la otra en el cabo S. Lorenzo, en La Providencia.
    En la Campa Torres había dos cañones Krupp,
    del 10,5, de cureña; y en La Providencia dos del
    32. La batería de La Campa Torres entró
    en servicio en Mayo del 37. La artillería de costa
    estaba al mando del teniente coronel Flores.

    El
    tráfico mercante hacia los puertos republicanos
    del Norte se mantuvo hasta la caída de Bilbao a
    pesar de las dificultades propias de la guerra. Un nuevo
    asunto vendría a complicar aún más
    la situación y a incidir en el tráfico marítimo:
    se trataba de la evacuación de civiles no combatientes.

    Los bombardeos aéreos de pueblos y ciudades indefensas,
    de manera especial el de Guernica, provocaron tal temor
    entre la población de la zona republicana y tanta
    indignación en todo el mundo, no digamos ya en
    Francia e Inglaterra, que los “no intervencionistas”
    gobiernos de estos dos países se vieron obligados
    a ir bastante más allá de lo que eran sus
    deseos. Buques de las marinas de guerra francesa e inglesa
    iban a tener que proteger a los barcos republicanos y
    extranjeros, cargados con refugiados, en su ruta hasta
    puertos franceses o ingleses. La Marina de guerra francesa
    solamente aceptó proteger a los mercantes de su
    nacionalidad, mientras que la Royal Navy extendía
    su protección, fuera de las tres millas, también
    a los mercantes republicanos que desempeñaban esta
    labor humanitaria.

    La
    evacuación de mujeres, niños y civiles no
    combatientes era supervisada y controlada por la Cruz
    Roja y el cónsul inglés en Bilbao, Mr. Stevenson.

    El gobierno francés fletó para esta operación
    el paquebote “Meknès” y los mercantes
    “Montesquieu”, “Carimare”, “Château
    Margaux” y “Château Palmer”; para
    protegerlos, envió toda una escuadra, formada por
    los acorazados “Lorraine” y “Bretagne”,
    el crucero “Émile Bertin”, los contratorpederos
    “Le Terrible” y “Le Fatasque”
    y los avisos “Somme” y “Aisne”,
    a las órdenes del contralmirante Odendhal. Después
    de realizar un único viaje, en el que evacuaron
    a un total de 1.960 refugiados, el gobierno francés
    suspendió su participación en esta misión
    humanitaria y retiró todo su dispositivo naval,
    dejando solamente en esas aguas un torpedero y un aviso.
    Frente a ese giro radical del gobierno francés,
    tomó el relevo la naviera “France-Navigation”,
    auspiciada por el Partido Comunista francés y la
    Internacional comunista
    , que envía a
    los mercantes “Ploubazlanec”, “Trégastel”
    y “Perros-Guirec”. Los dirigentes comunistas
    franceses consiguieron arrancar al gobierno de Blum el
    compromiso de una mínima protección naval,
    realizada por el torpedero “Le Terrible” y
    los avisos “Épinal” y “Audacieuse”.
    Solamente consiguió entrar en Bilbao, antes de
    que esta ciudad cayera en manos de los nacionales, el
    “Ploubazlanec”, que regresó a Francia
    con refugiados. Estos y otros buques de “France-Navigation”
    realizaron después diversos viajes entre puertos
    franceses y los de Santander y Gijón, trayendo
    víveres y retornando con refugiados, resultando
    alguno de ellos capturado por la Marina de los nacionales. 

    El
    armador vasco De la Sota puso a disposición del
    gobierno vasco, para llevar a cabo la evacuación
    de civiles, al trasatlántico “Habana”,
    de 10.000 toneladas, y a su yate, el “Goizeco-Izarra”.

    Estos dos buques hicieron varios viajes hasta puertos
    franceses; el “Habana”, con unos cuatro mil
    refugiados por viaje, atracaba en el muelle de trasatlánticos
    del puerto de La Rochelle-La Pallice, y el “Goizeco-Izarra”,
    con unos quinientos, en el muelle de madera de Pauillac,
    próximo a Burdeos. El “Habana” rindió
    también un viaje al puerto inglés de Southampton
    con 4.000 niños vascos que fueron acogidos por
    diversas organizaciones británicas de ayuda a la
    infancia y de solidaridad con la España republicana;
    la mayor parte regresó, una vez acabada la guerra,
    en el verano de 1939, pero unos centenares se quedaron
    en Gran Bretaña. También participaron en
    esta operación de evacuación de población
    civil los mercantes republicanos “Galea”,
    “Cabo Corona” y “Zurriola”.

    La
    escuadra británica encargada de la vigilancia del
    “Control de la No Intervención” y de
    proteger fuera de las tres millas a los buques mercantes,
    incluidos los que evacuaban a la población civil,
    estaba formada por los acorazados “Royal Oak”,
    con el almirante Ramsey a bordo, y el “Resolution”,
    más una flotilla de destructores con cinco unidades
    permanentemente en la mar, entre los que se encontraban
    los siguientes: “Faulkner”, “Fearless”,
    “Firedrake”, “Forrester”, “Fortune”,
    “Foxhound”, “Fury” y “Kemperfelt”.

    Bilbao
    fue tomada por los nacionales el 19 de Junio de 1937.
    En los días precedentes, cuando ya el puerto se
    encontraba al alcance de los cañones enemigos,
    al éxodo terrestre vino a sumarse la huída
    de multitud de barcos y lanchas con destino a Santander;
    también se aprovechó la presencia de los
    últimos mercantes ingleses para conducir en ellos
    más evacuados con destino a Francia. El día
    16 de Junio, los destructores “J. L.Díez”
    y “Císcar” salieron de Bilbao con la
    misión oficial de proteger a unos mercantes cargados
    de refugiados, hasta entregarlos en aguas internacionales
    al amparo de la Marina británica, y después
    continuar viaje hacia Santander. La realidad fue que el
    “J. L. Díez” y el “Císcar”
    se dirigieron a buscar refugio en los puertos franceses
    de Le Verdon y La Pallice, respectivamente. Este hecho
    se produjo a las dos semanas de que las antiguas dotaciones
    de estos buques fueran sustituidas por otras vascas y
    enviadas al frente a fortificar y cubrir bajas.
    En
    el “Císcar” viajaban 116 refugiados
    “selectos”, podríamos decir, además
    del Jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico,
    capitán de fragata Enrique Navarro Margati, el
    jefe de su Estado Mayor, capitán de corbeta Vicente
    Agulló, y otros destacados personajes. Navarro
    y Agulló huyeron del “Císcar”
    en un bote y desertaron. Lo mismo hicieron en Le Verdon
    el comandante del “J.L. Díez”, teniente
    de navío Evaristo López, al que acompañaron
    el capitán de Intendencia Raimundo Fidel Martínez,
    el capitán auditor Rafael Bermejo y el segundo
    maquinista Manuel Pardo. Hasta los comisarios políticos,
    del PNV, desertaron. Los submarinos, cuya eficacia se
    medía, no por las decenas de miles de toneladas
    hundidas, sino por el hecho más prosaico de lanzar
    o no lanzar un torpedo, partieron para Santander.

    Desde
    un punto de vista estrictamente naval, las consecuencias
    de la caída de Bilbao fueron las siguientes:

    la Marina de los nacionales iba a disponer de una base
    situada cincuenta y tantas millas más próxima
    a la costa enemiga; y que en seguida iría a contar
    con una infraestructura mucho mejor que la de Pasajes;
    por otra parte, se acortaba la costa republicana a vigilar,
    por lo que el bloqueo tenía, por fuerza, que volverse
    más intenso. Además, los nacionales incrementaron
    su flota con el bou artillado “Araba”, que
    se encontraba reparando en Bilbao, y que, una vez operativo,
    pasó a llamarse “Álava”.

    Paralelamente,
    el compromiso y la firmeza de los gobiernos francés
    y británico, y de sus respectivas autoridades de
    Marina, frente a los barcos de guerra nacionales, irían
    atenuándose a medida que la indignación
    de la opinión pública en ambos países
    se iba calmando. En los medios de comunicación
    se pasaría, en sucesivas matizaciones semánticas,
    de “los pobres vascos, tan católicos y respetuosos,
    masacrados por la aviación alemana”, “a
    las fuerzas gubernamentales de Santander” y a “los
    anarquistas de Belarmino Tomás”
    . Otro
    aspecto significativo es que, un mes y medio después
    de la entrada de los nacionales en Bilbao, los mercantes
    ingleses estaban de vuelta en ese puerto para reanudar
    las relaciones comerciales y continuar con las exportaciones
    de mineral de hierro y las importaciones de carbón
    inglés.

    Por
    lo que respecta a los republicanos, la pérdida
    de Bilbao resultó un golpe imposible de encajar,
    que, además, dejó sentenciada la guerra
    en el Norte y, por tanto, en el resto del país.
    Para sustituir a Navarro como jefe de las Fuerzas Navales
    del Cantábrico, se nombró al capitán
    de navío Valentín Fuentes López,
    que ya había desempeñado este cargo desde
    Noviembre del 36 hasta Marzo del 37. Valentín Fuentes,
    procedía de la base de Cartagena, en cuya jefatura
    había cesado después de que una explosión
    producida en el acorazado “Jaime I”, que se
    encontraba reparando, causara más de trescientos
    muertos. “Don Valentín”, como era conocido
    entre las autoridades civiles y militares, era un marino
    leal y competente; uno de los pocos oficiales del Cuerpo
    General que tras los días aciagos de Julio del
    36 había conservado el mando de su buque, el destructor
    “Lepanto”, llegando en su carrera, con la
    República, a ser contralmirante. Para jefe de la
    flotilla de los tres submarinos, el “C-2”,
    el “C-4” y el “C-6”, se nombró
    al ruso Burmistrov, pasando el “C-6” al mando
    de su compatriota Eguipko, que aunque no tengo noticia
    de que llegara a hundir ningún barco, sí
    que, por lo menos, mantuvo a su submarino en actividad
    hasta el último momento. Ambos alcanzarían
    el almirantazgo en la Marina soviética, y Eguipko
    desempeñaría en los años setenta
    el puesto de almirante-jefe de la base de Leningrado.

    Uno
    de los problemas fundamentales de las autoridades republicanas
    era, como ya he dicho, el relacionado con los refugiados
    procedentes de las zonas ocupadas: había que albergarles
    y alimentarles.
    Cada vez que los nacionales conquistaban
    nuevos territorios, se producían auténticos
    éxodos que no hacían sino agravar aún
    más la situación. Ésta ya era de
    por sí de penuria en todos los aspectos para la
    población habitual, así que es fácil
    de imaginar lo que ocurriría con la llegada de
    cien o doscientas mil personas más a cada ciudad.
    Los barcos que conseguían burlar el bloqueo y entrar
    con víveres no eran suficientes, y aunque se procurase
    que la mayoría hiciesen el viaje de vuelta a Francia
    con refugiados, tampoco bastaba para descongestionar las
    grandes ciudades. Según cuentan los que lo vivieron,
    después de la caída de Santander, en Gijón
    había tanta gente que se hacían hogueras
    para cocinar en la plazuela de San Miguel, se dormía
    en los portales y se defecaba en las calles.

    Los
    barcos de guerra ingleses continuaron dando escolta a
    los mercantes que salían de Santander con refugiados,
    pero la presión de la Escuadra de los nacionales
    iba en aumento y la protección de la artillería
    de costa y de la aviación eran más débiles
    que en Bilbao, así que los apresamientos empezaron
    a hacerse más frecuentes
    .

    El
    día 4 de Julio fue capturado el “Trégastel”,
    de la naviera “France-Navigation”, organizada
    por los comunistas franceses, que venía cargado
    de víveres para Santander. Ese día, se encontraban
    patrullando por esas aguas el “Resolution”
    con tres destructores, mientras que el mercante inglés
    “Latymer”, procedente de Amberes con carga
    general, esperaba en alta mar el momento de colarse en
    Santander, pese a que las autoridades navales británicas
    en la zona le trataban de disuadir y le recomendaban dirigirse
    a San Juan de Luz.

    Veamos
    ahora, como muestra de lo que solía ocurrir en
    estos casos, lo que fue la captura del “Trégastel”
    según quedó recogida en el parte de operaciones
    del “Cervera”:

    «A
    las 6h. 15m. se reconoció el vapor “Trégastel”,
    que navegaba con bandera del “Control” y dijo
    se dirigía a Santander.

    A
    9h. 20m. se vio a este mismo barco que navegaba a la altura
    de cabo de Ajo pegado a la costa. Me dirigí a su
    encuentro, y a 9h. 30m., encontrándome 5 millas
    al N. de dicho cabo y con el vapor francés enfilado
    con cabo Quintes y a una distancia de 7.500 mts., abrí
    el fuego, haciéndole 3 disparos de aviso por la
    proa al mismo tiempo que le izaba la señal de hacer
    rumbo al N.
    Cesé de disparar al observar que
    variaba el rumbo, que, de momento, fue al NW, en dirección
    a unos destructores ingleses a los cuales pedía
    auxilio. Estos, le pusieron la popa, alejándose.

    Me
    dirigí a su encuentro por si no distinguía
    mi señal, al mismo tiempo que la repetía
    por proyector. Como se le oyese pedir auxilio, primero
    al “Resolution” y luego a Lorient, demandando
    el envío urgente de un buque de guerra, y continuase
    haciendo rumbo NW, le mantuve izada la señal de
    rumbo N y en francés, por proyector, le comuniqué
    que hiciese rumbo N y que de no obedecer mis órdenes
    le echaría a pique. Como a pesar de esto, no obedecía,
    a las 9h. 55m. le hice un nuevo disparo de aviso por
    la proa.

    Seguidamente
    arrumbó al N y ordené al “Ciudad de
    Valencia” lo convoyase hasta cabo Villano, donde
    lo entregaría a los bous para internarlo en Bilbao.

    Como
    continuase llamando con estación de chispa, entorpeciendo
    las comunicaciones por radio, le ordené no la utilizara,
    lo cual obedeció seguidamente. A las 10h. 40m.
    se vieron dos aviones rojos que se dirigían al
    “Ciudad de Valencia”. Me dirigí nuevamente
    a su encuentro para apoyarlo. Dicho buque hizo 6 disparos
    sobre los aviones que se alejaron. Al pasar cerca de este
    buque, les hice 6 disparos de 101,6 mm. que fueron suficientes
    para mantenerlos alejados.

    El
    torpedero “Nº 7” comunicó que
    le habían atacado sin consecuencias. A las 13h.
    30m. volvió a aparecer otro avión enemigo
    sobre el que se hicieron 9 disparos del 101,6 mm., alejándose
    en dirección a Santander.

    A
    mediodía, al pasar cerca del acorazado “Resolution”,
    me comunicó lo siguiente: «El barco inglés
    Latymer se va.»

    Se
    le contestó: «Muchas gracias.»

    Desde
    la llegada a estas aguas de ese barco, el acorazado inglés
    le había aconsejado dirigirse a San Juan de Luz,
    según pudo desprenderse de radios sorprendidos.

    A
    14h. transmití el siguiente despacho al comandante
    del “Resolution”:

    «Cervera”
    a “Resolution”: Si no hay inconveniente, le
    agredeceré me diga el nombre de los dos destructores
    ingleses que estaban más cerca del barco francés
    que apresé.»

    «Resolution”
    a “Cervera”: “HMS Kemperfelt”
    y “HMS Boadicer”.»

    Se
    le dieron las gracias y a 21h. 40m. se sorprendió
    un radio cruzado entre el “Resolution” y el
    “Medusa”, en el que el primero daba cuenta
    de que un barco francés había sido capturado
    dentro de las aguas jurisdiccionales por un barco nacionalista.

    A
    las 17h. el “Ciudad de Palma” hizo entrega
    a un bou frente a cabo Villano del vapor apresado “Trégastel”.
    Según me comunicó, momentos antes de llegar
    a dicho cabo, el capitán del vapor le rogaba le
    dejase continuar a San Juan de Luz.

    El
    “Galerna” apresó un pesquero que se
    dirigía a Bermeo y le ordené quedarse con
    el patrón y dejarle continuar viaje. Este pesquero
    es el “Boladura”.»

    Por
    esas mismas fechas de primeros de Julio del 37, un comando
    nacionalista capturó el petrolero republicano “Campoamor”,
    cargado con 10.000 TM de gasolina
    , que se encontraba
    en un puerto francés a la espera de poder entrar
    en un puerto republicano del Norte, conduciéndolo
    a Pasajes.

    El
    cinco de Julio, el bou artillado “Galerna”
    apresó al pesquero francés “Liberté”,
    que transportaba un cargamento de azúcar y
    harina con destino a los mineros de la empresa belga “Solvay”
    en Santander. A pesar de ser atacado por la aviación
    republicana, el “Galerna” condujo a su presa
    a Bilbao.

    El
    día 9, es el “Cervera” el que apresa
    al mercante inglés “Gordonia” en aguas

    territoriales, haciéndole dos disparos de advertencia
    y enviándole órdenes por proyector. El mercante
    pareció someterse y obedecer, pero cuando se encontraba
    fuera de las aguas jurisdiccionales, el comandante
    del “Resolution”, capitán de navío
    Sturdee, lo tomó bajo su protección. El
    “Gordonia”,
    con un destructor inglés
    por cada banda y el “Resolution” por la popa,
    arrumbó al Norte, donde se reunieron con el acorazado
    “Royal Oak”, almirante Ramsey a bordo, que
    llegaba a estas aguas en esos momentos. El comandante
    del “Cervera”, capitán de navío
    Moreu, envió un mensaje expresando su protesta
    por habérsele hurtado la presa, al mismo tiempo
    que anunciaba que pondría el hecho en conocimiento
    de sus superiores. Por la noche, el almirante Ramsey envió
    por proyector al comandante del “Cervera”
    el siguiente mensaje de disculpa:

    «Deseo
    expresar vd. en nombre de mi Gobierno su sentimiento por
    el mal entendido entre el “Resolution” y vd.
    esta mañana. Propietarios del “Gordonia”
    han ordenado a su capitán que no entre en Santander.
    Almirante “Royal Oak”.»

    La
    respuesta del comandante del “Cervera” fue
    esta:

    «Agradezco
    sus explicaciones que lamento no poder aceptar mientras
    no se me entregue vapor “Gordonia”, capturado
    legalmente dentro aguas jurisdiccionales a la vista de
    sus destructores.»

    Un
    destructor norteamericano, el “Kane”, estuvo
    durante bastantes semanas navegando por las aguas del
    Cantábrico
    , probablemente en misión
    informativa para su Gobierno, pero también evacuando
    súbditos extranjeros. Concretamente, el 20 de
    Agosto fondeó frente a Gijón,
    fuera
    de las tres millas, para embarcar a un centenar de súbditos
    cubanos y a dos ciudadanos belgas.

    El
    día 14, frente a Santander, resultó apresado
    por el “Cervera” el vapor inglés “Morton”,
    que venía en lastre a por refugiados. El “Morton”
    llevaba cinco días aguantándose en alta
    mar, entre las diez y las quince millas, esperando la
    ocasión para colarse en el puerto. A las seis
    de la mañana, cuando el “Cervera” comprobó
    que el “Morton” se encontraba dentro de las
    tres millas, le hizo tres disparos por la proa y el mercante
    se entregó.
    En esos mismos instantes salía
    de Santander el también inglés “Stanhill”,
    cargado de refugiados, al que el “Cervera”
    consideró igualmente capturado por encontrarse
    próximo al “Morton” en el momento de
    desencadenarse los acontecimientos. El capitán
    del “Stanhill”, sin embargo, no obedeció
    las órdenes del “Cervera” y con un
    destructor inglés por una banda y el acorazado
    de la misma nacionalidad por la proa, continuó
    navegando al Norte, no sin la correspondiente protesta
    del comandante del “Cervera”. El “Cervera”
    entregó después el “Morton”
    al “Galerna”, que lo condujo a Bilbao.

    Cuando
    el “Cervera” capturó al “Morton”
    se encontraba a unos 8.000 metros de distancia de este
    mercante y a unos 14.000 metros de la costa, pese a lo
    cual fue hostilizado con varios cañonazos de las
    baterías costeras situadas en cabo Ajo y en cabo
    Mayor. Los buques de guerra nacionales, como es natural,
    rehuían la proximidad de las baterías costeras
    y no solían acercarse a más de seis millas
    de la costa, lo que, como se ve, no les impedía
    apresar mercantes. El problema de los republicanos,
    aparte la debilidad de la aviación y la inoperancia
    de la Flota, era el pequeño número de baterías
    costeras de que disponían y, sobre todo, la permanente
    escasez de proyectiles, que obligaba a reservarlos para
    las distancias cortas.

    Tres
    días después, el minador “Júpiter”,
    de patrulla frente a Gijón, apresaba al “Candlestone
    Castle”, no pudiendo evitar, pese a cañonearlo,
    que el “Sarastone” entrara en El Musel.

    El “Candlestone Castle” y el “Kellwyn”
    , de pabellón británico como los anteriores,
    habían salido el día uno de Julio de Santander
    hacia Francia con refugiados, protegidos por dos destructores
    y un acorazado ingleses. Después de ese viaje,
    ambos barcos llevaban varios días esperando para
    entrar en Santander, dirigiéndose a Gijón
    ante la imposibilidad de hacerlo en aquel puerto. El “Candlestone
    Castle” procedía de Burdeos y el “Sarastone”,
    también en lastre, había salido de Saint
    Nazaire. El “Candlestone Castle” fue conducido
    al Ferrol por el crucero auxiliar “Ciudad de Palma”.

    Mas
    todos estos incidentes no eran suficientes para interrumpir
    el tráfico mercante.
    Los fletes que se pagaban
    eran muy elevados y los riesgos, que eran de apresamiento
    y rara vez de hundimiento, salvo durante los bombardeos
    aéreos de los puertos, no desanimaban a los armadores.
    Por otra parte, los barcos nacionales no podían
    estar en todas partes a la vez, pese a que el “Cervera”,
    con sus 34 nudos, tuviera una velocidad tres o cuatro
    veces superior a la de cualquier mercante. Tenían
    que relevarse en las zonas de vigilancia asignadas a cada
    buque de guerra, ir a puerto a repostar y avituallarse,
    conducir a los barcos apresados, patrullar a la busca
    de los submarinos…; así que los capitanes de
    los mercantes ingleses se tiraban días esperando
    su oportunidad para entrar en puerto, mientras por el
    TSH recibían un torrente de mensajes de apremio
    que les enviaban sus armadores. Era lo que le pasaba al
    capitán del mercante inglés “Marion
    Moller”, cargado de automóviles y manteniéndose
    en alta mar a la espera de poder entrar en El Musel. El
    capitán radiaba este mensaje de respuesta al representante
    del armador en Santander que resumía claramente
    la situación:

    «Esperando
    frente a Gijón, pero barco rebelde, esperando por
    mí.»

     

  • Asturias Republicana – ENTRE REPUBLICAS

    En
    defensa del anarquismo (II).

     

    Por
    Ricardo Mella.

    Biblioteca de Tierra y Libertad.

    Calle Cadena, nº 39, 2º Barcelona
    Precio: 15 céntimos. Año 1919.
    Imprenta Germinal. Rda. de S. Pablo, 36
    Barcelona.

     

     

    La falta
    de paralelismo entre los dos modos del progreso humano
    hémosla atribuido al privilegio económico
    y a la dominación política. Y, en efecto,
    la permanencia de una organización de clases
    ha hecho que los beneficios inmensos de la mecánica
    moderna sean nulos para la mayoría de los hombres,
    reduciendo a (…) condiciones tan mezquinas, que
    en la lucha por la vida, el obrero se ha convertido
    en la más despreciable de las mercancías
    por su baratura y su fácil sustitución.

    Si la máquina no ha lanzado de golpe a la miseria
    a millares de hombres, hace en cambio cada día
    menos necesario el concurso del jornalero, y al (…)
    elimina también un no despreciable número
    de brazos que va a engrosar las nutridas filas del ejército
    del hambre.

    El capitalista halla fácil rendimiento
    a sus dineros en la potencia multiplicadora de la máquina,
    al paso que el trabajador es cada vez menos indispensable.

    Al contrario, su labor se deprecia continuamente, sustituyéndola
    a veces con la labor femenil y la de los niños.
    Así, aunque la máquina multiplica o por
    lo menos puede multiplicar prodigiosamente los productos,
    este progreso resulta inútil para el obrero porque
    dada la depreciación de los jornales y la continua
    paralización de brazos, cada vez le es menos
    fácil obtener dichos productos en el mercado.
    No de otro modo se explica el terrible espectáculo
    del hambre al lado de los mismos almacenes atestados
    de mercancías, que malviven y se cierran frecuentemente
    por falta de ventas.

    El obrero, no sólo sufre estos perjuicios ocasionados
    por el progreso mecánico, sino también
    sus derivados. Para él son cuentos maravillosos
    todos nuestros adelantos científicos; la educación
    moral y artística y sus (…) indeclinables,
    poco menos que nada. Y como la clase media no se cuida
    gran cosa tampoco de las modernas conquistas, sobre
    todo si no le son inmediatamente útiles, resulta
    que el tremendo avance de la ciencia en su más
    amplio significado sólo beneficia a unos cuantos
    dilettandi, y cuya influencia en la vida social es,
    por tanto, poco menos que nula.

    ¿Hubiera prevalecido esta enorme diferencia en
    los beneficios si el estado de castas no estuviese mantenido
    por un estado de fuerza? La dominación política
    es como el complemento del privilegio económico
    y recíprocamente. La dominación
    política tiene a su cargo no sólo la subordinación
    presente, sino también la continua transmisión
    de los hábitos de obediencia. La bayoneta y el
    fusil no le bastan, y dispone de la escuela, de la iglesia,
    del circo y de la taberna, de la prensa, del libro y
    del teatro. Todo conspira a un mismo fin.

    Normalmente la labor es sencilla, tranquila. Se reduce
    a asediar continuamente las facultades más hermosas
    de la personalidad, hasta anularlas o adormecerlas;
    si por acaso la normalidad se perturba, entonces la
    pólvora hace su oficio y las cárceles
    se abren para una multitud desamparada, y se levanta
    el patíbulo para el sedicioso que salió
    o pensó en salir a la calle en defensa de su
    sueño, de su utopía querida, utopía
    tras la que ha caminado y camina la humanidad sin rendirse
    (…) a la engañadora evidencia de la enseñanza
    oficial.
    Así, debido a esta compenetración del
    privilegio económico y el dominio político,
    obsérvase en el (…) social, de una parte, una
    pequeña minoría en posesión de
    todos los derechos y de todos los elementos, constituyendo
    por sí y para sí el organismo propiamente
    dicho de la sociedad
    , y de otra, una enorme
    masa de esclavos que carece de todo: derechos políticos,
    personalidad social, instrumentos de trabajo, riqueza,
    instrucción, arte y ciencia.

    De hecho, sólo han cambiado los términos
    de la apariencia. Nuestro mundo moderno es continuación
    fiel de aquel mundo antiguo tan fieramente combatido
    por los ascendientes, por los generadores de nuestra
    actual burguesía.

    Todo en la vida material ha cambiado prodigiosamente.
    En la vida social, merced al hecho señalado,
    vivimos todavía para alimentar, recrear y conservar
    a una casta de hombres que tiene de su parte una sola
    cosa: el dinero.


  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Discurso
    pronunciado por Francisco Largo Caballero
    en el teatro-cine Pardiñas de Madrid
    el 17 de Octubre de 1937 (I).


    Francisco Largo Caballero (Madrid, 1869; París, 1946)
    Vicepresidente
    de la UGT (1908-1918) y secretario general (1918-1938).
    Diputado
    en Cortes en 1918. Ministro de Trabajo (1931-1933). Presidente

    del Gobierno y ministro de la Guerra (Sep. 1936-Mayo 1937).

    Tras ser forzado a dimitir, se inició el acoso para
    echarle de la
    Secretaría General de la UGT. Se le privó
    de los periódicos afines y tras
    este discurso de Madrid, no se le autorizó ninguno
    más y llegó a estar
    bajo arresto domiciliario. Exiliado en Francia, fue hecho
    prisionero
    por la policía de Petain y conducido a un campo de
    concentración nazi,
    donde permaneció hasta que fue libertado por el ejército
    ruso. http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Largo_Caballero
    http://www.ugt.es/fflc/

    El discurso del cine Pardiñas fue retransmitido en
    directo a otros cinco cines
    madrileños que, a pesar de ser los de mayor aforo,
    se llenaron a rebosar,
    instalándose altavoces en la calle para la gente
    que no había podido entrar.
    Texto del folleto: La U.G.T y la Guerra. Editorial Meabe,
    Valencia 1937.
    Archivo General de la Guerra Civil, Salamanca.

     

    TRABAJADORES:

    Sean
    mis primeras palabras, de salutación a todos los
    combatientes que luchan en España contra el fascismo
    y por la independencia de nuestro país, y un recuerdo
    de gran emoción para todos aquellos que han caído
    luchando por la misma causa. Este saludo y este recuerdo
    debemos dedicarlos todos a estos hombres, que combaten,
    como he dicho, por nuestra independencia, libres de muchos
    prejuicios y de muchas miserias humanas.

    Os
    ruego que, a pesar de la multitud que aquí hay y
    de la incomodidad que tendréis todos por esta misma
    circunstancia, tengáis un poquito de paciencia. Yo
    procuraré tenerla también.

    Ya
    hacia tiempo que no me ponía en comunicación,
    en reuniones públicas, con la clase trabajadora.
    Tengo que recordar, aunque sea incidentalmente, que la última
    campaña de propaganda que yo hice, fué la
    campaña electoral, con la cual se contribuyó
    grandemente al triunfo de las izquierdas frente al fascismo,
    que ya se estaba incubando en nuestro país. Recuerdo
    bien que en aquella campaña de propaganda eran tres
    o cuatro los puntos principales de que yo trataba: primero,
    la amnistía para todos aquellos hombres que estaban
    en las cárceles con motivo de los sucesos de octubre;
    segundo, un llamamiento a las mujeres españolas para
    que cooperasen al triunfo de las izquierdas; tercero, un
    llamamiento a los camaradas de la C.N.T. para que en aquella
    ocasión, dando de lado a ciertas actitudes que habían
    tenido hasta entonces, cooperasen al triunfo, y
    cuarto, que, a pesar de que en las candidaturas había
    muchas personas indeseables, los electores no mirasen las
    personas, sino las candidaturas. Así lo hicieron
    y por eso se triunfó.

    Desde
    entonces han sucedido muchas cosas. Después, sabéis
    que se constituyó el Gobierno presidido por mí.
    Yo tuve interés en que ese Gobierno estuviera
    constituido por todos los elementos que luchaban en las
    trincheras.
    Me parece que nadie podrá negar
    el propósito de dar de lado muchos rozamientos, muchas
    cuestiones que había entre nosotros. Cuando
    constituí ese Gobierno, lo realicé con el
    interés de ganar la guerra. No hice exclusión
    de ninguno de los elementos que tenían hombres luchando
    en las trincheras: estaban en él las tendencias del
    Partido Socialista, los comunistas, los vascos, los catalanes,
    los republicanos, y, por fin, se logró que la C.N.T.
    hiciese un acto más de abnegación y entrase
    en el Gobierno, con lo cual se completó todo el cuadro
    antifascista dentro de aquel Gabinete.

    EXPLICACION
    DE UN SILENCIO

    No
    os voy a referir ahora lo que ese Gobierno hizo. Lo reservo
    para otras conferencias, con lo cual contestaré a
    aquella campaña de injurias y de calumnias que quien
    es hoy todavía ministro de Instrucción pública
    tuvo el descaro de iniciar en un acto público.

    Muchos se habrán dicho: ¿cómo Largo
    Caballero no contestó a esas infamias? Ahora lo digo
    con franqueza: no porque no tenga qué contestar,
    sino porque para mí, por encima de esas miserias,
    estaba el ganar la guerra (muy bien; grandes aplausos),
    y no quería ir a la tribuna pública
    porque con ello podía, sin querer, contribuir a algo
    que pudiera perjudicar la marcha de la guerra.

    Unas veces, por la situación internacional. Era preciso
    que España saliera del pleito de la Sociedad de Naciones,
    para que jamás se pueda decir que ninguno de nosotros
    habíamos contribuido con nuestra palabra a que España
    no logre en Ginebra lo que tenía derecho a conseguir.
    Otras veces, por si se estaban haciendo operaciones en tal
    o cual frente, también callamos, para procurar que
    a esos frentes no llegase el eco de lo que se manifestase
    y que pudiera desmoralizar a los combatientes y perjudicar
    a la guerra. Os aseguro que uno de los mayores sacrificios
    que he hecho en mi vida ha sido guardar silencio durante
    estos cinco meses. Pero no me pesa, porque aunque los calumniadores
    y los difamadores hayan hincado sus uñas y sus dientes
    en mi persona, tengo la tranquilidad de conciencia de que
    mi silencio ha contribuido al bien de España y al
    bien de la guerra. (Muy bien; prolongados aplausos.)

    EL
    POR QUE DE UNA CAMPAÑA

    Se
    dirá: ¿qué es lo que ha ocurrido aquí
    para que contra aquél a quien antes consideraban
    todos como un hombre representativo de la clase trabajadora
    se haya hecho esa campaña difamadora? ¿Es
    que Largo Caballero ha cambiado de ideología? ¿Es
    que Largo Caballero ha hecho traición? (Voces: ¡No!)
    Eso digo yo: que no. ¡Ah! Entonces, ¿por
    qué se ha hecho esa campaña? ¿Sabéis
    por qué? Porque Largo Caballero no ha querido ser
    agente de ciertos elementos que estaban en nuestro país
    y porque ha defendido la soberanía nacional en el
    orden militar, en el orden político y en el orden
    social. (Aplausos.) Y cuando esos elementos comprendieron,
    bien tarde por cierto, que Largo Caballero no podía
    ser un agente de ellos, entonces, con una nueva consigna,
    se emprendió la campaña contra mí.

    Yo
    afirmo aquí que hasta poco antes de iniciarse la
    campaña se me ofrecía todo cuanto hay que
    ofrecer a un hombre que pueda tener ambiciones y vanidades.
    Yo podía ser el jefe del Partido Socialista Unificado;
    yo podía ser el hombre político de España;
    no me faltarían apoyos de todos los elementos que
    me hablaban. Pero había de ser a condición
    de que yo hiciera la política que ellos quisieran.
    Y yo dije: de ninguna manera. (Clamorosa ovación.)

    Decía yo que tarde me conocieron. Podían haber
    comprendido desde el primer momento que Largo Caballero
    no tiene ni temperamento ni madera de traidor para nadie.
    Me negué rotundamente, hasta el extremo de que en
    alguna ocasión, en mi despacho de la Presidencia
    del Consejo de Ministros, tuve escenas violentísimas
    con personas representativas de algún país,
    que tenían el deber de tener más discreción
    y no la tenían, y yo les dije, delante de algún
    agente suyo, que por cierto desempeñaba entonces
    cartera de ministro, que Largo Caballero no toleraba ingerencias
    de ninguna clase en nuestra vida interior, en nuestra política
    nacional. (Aprobación; aplausos.)
    Estas
    escenas violentas, que, como digo; tuvieron testigo que
    no sería capaz de negarlo, fueron el comienzo de
    la campaña en contra mía. La iniciaron contra
    Largo Caballero, pero viendo que esa campaña personal
    no les daba resultado, porque había muchos trabajadores
    que no comprendían cómo se podía hacer
    eso, mudaron de consigna y fueron contra la Ejecutiva
    de la Unión General, pero al ir contra la Ejecutiva
    de la Unión General, contra quien iban principalmente
    era contra Largo Caballero.
    Ahora os explicaré
    lo ocurrido en la Unión para que veáis la
    injusticia, las falsedades y las maniobras de toda clase
    que se han producido para llegar a la situación en
    que estamos.

    LA
    VERDAD DE LO SUCEDIDO

    ¿Por
    qué me he decidido a empezar a hablar? Este
    acto es el primero de la serie que pienso dar (aprobación)
    para enterar a España de la verdad de lo sucedido,
    y para que España comprenda quiénes son los
    que contribuyen con sus campañas a empeorar nuestra
    situación en todos los órdenes.
    Yo
    vengo a hablar aquí porque creo que no habrá
    ya nadie que pueda achacar a lo que yo manifieste en este
    acto lo ocurrido en Ginebra, que tenga el cinismo de decir
    que soy el responsable de lo sucedido allí. Creo
    que tampoco perjudico en estos momentos a la acción
    militar. Todos sabemos en qué situación estamos;
    aunque no nos lo digan claramente, aunque nos lo oculten,
    el que más y el que menos la sabemos.

    Además,
    camaradas, yo vengo aquí a hablar porque veo que
    nuestro Partido Socialista y nuestra U.G.T. están
    en peligro, y quiero contribuir a salvar a este partido
    y a salvar a la U.G.T. de España. Lo que
    se pretende, para servir ciertos intereses políticos,
    es provocar la disidencia en el Partido Socialista y en
    la U.G.T.
    Pero yo lo he dicho y lo repito: Largo
    Caballero no provoca la disidencia en el Partido ni en la
    Unión General. El que quiera, que la provoque. Es
    decir: ya la han provocado, ya la han producido. ¡Largo
    Caballero, no!

    ¿Qué
    es lo que ha sucedido en la U.G.T. de España? Os
    lo voy a contar con la mayor brevedad posible. El
    origen de esta campaña contra la Unión arranca
    de la crisis política de mayo, crisis que yo tengo
    que declarar aquí que la considero como la más
    vergonzosa de cuantas he conocido en la Historia de España.
    Incluso con la monarquía, no he conocido yo una crisis
    que pueda sonrojar tanto como ésta a cualquier buen
    español.
    Aunque no entre ahora en muchos
    detalles, que ya lo haré en otra ocasión,
    debo manifestaros que esta crisis se provocó
    por los representantes del partido comunista en el Gobierno.

    El día anterior al planteamiento de la crisis, algunos
    periódicos madrileños anunciaban ya acontecimientos
    políticos como resultado de aquel Consejo. En
    él, la representación comunista produjo el
    escándalo, pidiendo un cambio de política
    en la guerra y un cambio de política en el orden
    público.
    Ese era el pretexto, porque en
    lo que se refiere a Guerra, el partido comunista sabía,
    como yo, lo que ocurría, porque tenía representación
    en el Consejo Superior de Guerra. Y en la cuestión
    de orden público respecto a Cataluña, nosotros,
    como Gobierno central, no teníamos ninguna jurisdicción.

    Fué
    un pretexto. En aquella reunión se me pidió
    a mí que el Gobierno disolviese una organización
    política disidente del partido comunista.

    Yo, que he sido perseguido con las organizaciones a las
    cuales he pertenecido y pertenezco, por los elementos reaccionarios
    de nuestro país, manifesté que, gubernativamente,
    no disolvía ninguna organización política
    ni sindical; que yo no había ido al Gobierno a servir
    intereses políticos de ninguna de las fracciones
    que en él había; que aquél que tuviera
    que denunciar hechos, que lo hiciese y los Tribunales serían
    los que interviniesen y disolvieran o no la organización,
    pero que Largo Caballero, como presidente del Consejo
    de ministros, no disolvería ninguna de esas organizaciones…
    (Grandes aplausos que impiden oír el final de la
    frase.)

    Y
    antes de terminar el Consejo de Ministros, en vista de que
    no recibían satisfacción los proponentes,
    como si estuvieran en un Comité de pueblo o en un
    Casino, con la mayor irresponsabilidad, se levantaron
    los ministros comunistas y abandonaron el Consejo.

    En el acto, antes de levantarse, yo hice unas manifestaciones,
    y las manifestaciones fueron que me parecía un crimen
    que en aquellos momentos se plantease una cuestión
    política. Si eso se hubiera hecho pasados
    unos días, no tendría tanta trascendencia,
    pero en aquellos momentos yo lo consideraba como un crimen.

    El
    hecho es que se marcharon y que yo tuve que dar conocimiento
    del asunto a quien debía hacerlo. Lo hice por la
    noche, y aquél a quien yo di cuenta me pidió,
    dada la importancia del asunto, unas horas para reflexionar.
    Y fui llamado al día siguiente, para decirme
    que la crisis no se plantease en aquel momento, puesto que
    había entre manos unas operaciones que pudieran hacer
    cambiar la faz de la guerra en España,
    y
    que había que hacer esas operaciones antes de producirse
    la crisis. Hechas las operaciones, podía plantearse.
    Me sometí, y dije: «no tengo inconveniente;
    la crisis, por mi parte, queda aplazada unos días;
    se van a hacer las operaciones y veremos lo que resulta».
    ¡Ah! Pero por la tarde me encuentro con que
    se presentan los ministros socialistas en mi despacho, y
    estos correligionarios fueron a comunicarme que la Ejecutiva
    Nacional del Partido había acordado que dimitiesen
    todos los ministros socialistas.
    Cuando yo oí
    esto, comprendí la jugada, y dije: «bueno,
    señores, pues ya daré conocimiento a quien
    tengo que darlo». Y, naturalmente, aquella decisión,
    no mía, sino de alguien que estaba por encima de
    mí en aquel momento, de aplazar la crisis
    para hacer unas operaciones, la impidió el Partido
    Socialista, por conducto de su Ejecutiva, poniéndose
    incluso frente a los deseos de aquél que deseaba
    que se aplazara la crisis.

    Tuve
    que dar cuenta del nuevo hecho, porque si del Gobierno se
    marchaban los socialistas y los comunistas, no era posible
    aplazar la crisis. Existía, además, un gran
    interés por precipitarla, porque una de las cosas
    que me dijeron esos dos socialistas, fué que habían
    acordado dimitir y, además, que me rogaban resolviese
    la crisis con urgencia. Es decir, uno de los objetivos
    de la crisis —¡que tenía varios!—
    era impedir esas operaciones a que antes hacía yo
    referencia. Y, efectivamente, esas operaciones no se realizaron.

    Yo no sé el resultado que habrían podido tener,
    pero sí puedo echar la responsabilidad de todo esto
    a quienes las impidieron, porque si esas operaciones se
    hubiesen realizado, acaso España estaría en
    otras condiciones en el terreno de la guerra. (Muy bien.)

    De
    esta manera se produce la crisis. Después, me encargaron
    otra vez, tras unas consultas, de formar nuevamente Gobierno.
    Yo hablé con todos, absolutamente todos, y, como
    siempre —porque a estas triquiñuelas de política
    burguesa en seguida nos adaptamos—, todos dieron buenas
    palabras, todo el mundo se ofrecía, pero en cuanto
    salían del despacho del jefe del Gobierno se ponían
    de acuerdo para poner toda clase de inconvenientes. Recuerdo
    bien que una de las condiciones que a mí me ponía
    el partido comunista para colaborar en el Gobierno que estaba
    encargado nuevamente de formar, era que yo no fuese ministro
    de la Guerra.
    Yo les objetaba: «¿qué
    fundamento tenéis para esto?» «Que el
    Ministerio de la Guerra y la Presidencia es muchísimo
    trabajo (risas), y no conviene que tengas tanto trabajo»
    (más risas.) Yo les dije que no me parecía
    un fundamento verdadero y sólido, porque quien tenía
    que examinar eso no eran ellos; era yo. Agradecía
    íntimamente el buen deseo (siguen las risas), la
    buena voluntad que tenían de quererme descargar del
    trabajo que sobre mí pesaba… Pero no era eso; era
    algo de lo otro que os decía antes. Si hoy
    no puedo entrar en detalles, ya lo haré en otro momento.

    EN
    EL MINISTERIO DE LA GUERRA

    Yo,
    en Guerra, tuve que comenzar a ponerme, como vulgarmente
    se dice, en pie para impedir muchos abusos que se estaban
    cometiendo. Entre ellos, me encontré un día
    con que los socialistas en quienes había depositado
    mi confianza, en el Comisariado de Guerra, habían
    permitido que se nombrasen a espaldas mías, y con
    documentación firmada por quien no lo podía
    hacer, más de mil Comisarios. (Sensación;
    aplausos.)
    Habían nombrado más de
    mil Comisarios, y los habían nombrado poniendo la
    firma en los nombramientos quien no tenía derecho,
    legalmente, para hacerlo, porque el único que lo
    podía hacer era yo. Y cuando llamé a aquellas
    personas de confianza, correligionarios nuestros, y les
    dije que cómo habían hecho eso, me contestaron
    que creían que lo podían hacer. Dio
    la casualidad de que la inmensa mayoría de los Comisarios
    de guerra que habían nombrado así eran comunistas.
    (Muy bien; muy bien; aplausos.)

    Me
    encontré con más. Me encontré con que
    en el Comisariado de Guerra, a espaldas mías, se
    había hecho un pequeño «straperlo».
    Me encontré con que se habían hecho unas asimilaciones
    a generales de brigada y generales de división, para
    algunos correligionarios, con 22.000 y con 16.000 pesetas.
    (Una voz: ¡Granujas!) Cuando yo les llamé,
    también, para decirles: «bueno, ¿y cómo
    han hecho ustedes esto a espaldas mías?», me
    respondieron: «¡Ah! Creíamos que usted
    estaba enterado y que usted…». «Pero, ¿qué
    voy a estar yo enterado de que ustedes se han nombrado generales
    de división y de brigada para cobrar?» (Risas.)
    Además, mensualmente, disponían de más
    de 200.000 pesetas para propaganda, para periódicos,
    para tal cual otra cosa. Así me explicaba yo, mejor
    dicho, me expliqué después, cómo había
    tanto dinero para hacer la propaganda comunista en España.
    (Formidable ovación.)

    De
    ahí el por qué yo publiqué una disposición
    anulando todos los nombramientos de Comisarios y ordenando
    que el que quisiera continuar siéndolo me lo pidiera
    a mí, para yo revalidar su nombramiento. (Muy bien.)
    Y ya recordaréis todos la campaña que se hizo
    contra mí con este motivo, diciendo que yo quería
    deshacer el Comisariado.
    No. Yo he entendido siempre,
    cuando publiqué la disposición creando el
    Comisariado y después, que éste haría
    una gran labor, que había de tener un gran trabajo
    en el Ejército, si cumplía con su deber. Pero
    no creía yo ni podía pensar que el Comisariado
    sirviera para hacer un Ejército de partido. ¡Eso,
    no! (Aprobación; grandes aplausos.)

    Todo
    esto fué haciendo ambiente. Se produjo la crisis,
    y cuando llega la consulta a la Ejecutiva de la Unión,
    para dar un ministro pone condiciones. Yo, amistosamente,
    fraternalmente, tengo que decir que al poner aquellas condiciones
    se cometió, a mi entender, un error, error de detalle.
    Yo sé los buenos propósitos de la Comisión
    Ejecutiva al proceder así. La Ejecutiva vio que se
    había producido una crisis algo oscura, por maniobras.
    No estaba bien enterada, y la Ejecutiva al decir: «nosotros
    no damos ministros si no es para un Gobierno Largo Caballero»,
    expresaba, no que fuera ministro Largo Caballero. Es
    de advertir que los comunistas querían que yo continuase
    de presidente del Consejo, pero no de ministro de la Guerra.
    La verdad, yo dije: «ponerme de espantajo para que
    ellos pudieran hacer desde Guerra lo que les diera la gana,
    ¡ah!, no, no y no. (Aprobación.)

    Yo,
    socialista internacional, tengo amor a mi país; lo
    tengo a mi pueblo, que es éste, Madrid; lo tengo
    a España porque soy español, que no es incompatible
    con ser internacionalista, ni mucho menos.
    Y yo,
    delante de quien debía decirlo, manifesté
    en una reunión: «no puedo dejar de ser ministro
    de la Guerra por varias razones: primera, porque yo no he
    hecho motivos para que se me eche del Ministerio de la Guerra,
    y segunda, porque creo que, como español, tengo la
    obligación de defender al Ejército español
    y conducirle en forma que pueda conseguir el triunfo».
    (Muy bien; grandes aplausos.)

    CONTRA
    LA EJECUTIVA DE LA U.G.T.

    Pero
    no creáis que estas arrogancias de españolismo
    quedan impunes en algunas ocasiones, y en aquélla
    no quedó. Realizaron lo que todos sabemos. Pues bien,
    la Ejecutiva de la Unión, dijo: «no».
    Pero lo dijo por ese motivo, no porque fuera Largo Caballero
    ministro, pues últimamente no tenía por qué
    decirlo, porque Largo Caballero, si hubiera querido, hubiera
    sido presidente del Consejo de Ministros, hubiera continuado
    siendo jefe del Gobierno. Yo no iba allí por ser
    jefe del Gobierno. Yo iba a cumplir un deber: aquél
    que estaba cumpliendo en Guerra. Lo que ocurría
    era que yo estorbaba en Guerra.

    Esta era la cuestión. Y desde aquel momento
    empezó la campaña contra la Ejecutiva, pidiendo
    la reunión del Comité Nacional.
    Yo
    todavía no me había reintegrado al cargo de
    secretario. Y, efectivamente, se celebró Comité
    Nacional y la inmensa mayoría de las Federaciones
    que celebraron ese Comité Nacional estaban fuera
    de los Estatutos. Todos eran muy amantes de la Unión
    y de la disciplina; del U.H.P. y de todas esas cosas, pero
    no se acordaban de cumplir con la Unión General en
    lo que se refiere a cotizaciones.
    ¡No los
    cotizantes! No los obreros pertenecientes a las Secciones,
    que ésos pagaban; no. Los que no pagaban
    eran los Comités, que no sabemos lo que harían
    con el dinero. (Aprobación; aplausos.)
    Porque,
    últimamente, cuando hay una Federación que
    no recauda cotizaciones, no tiene más que decirlo,
    y si no tiene asociados, no paga por nadie o paga por los
    que sean. Pero, no; había Federaciones que
    no pagaban una cotización desde el primer trimestre
    del año 33; había algunas que debían
    cuatro y cinco años.

    LA
    REUNIÓN DEL COMITÉ NACIONAL

    Se
    celebró, sin embargo, el Comité Nacional,
    porque en la Unión ha habido siempre mucha tolerancia
    en eso, y aquellos amigos, abusando de esa tolerancia, llegaron
    allí, tomaron acuerdos, y no solamente tomaron acuerdos,
    sino que inmediatamente comenzaron una campaña en
    la Prensa contra la Ejecutiva, diciendo: ya lo veis; hemos
    desautorizado a la Ejecutiva. La habían desautorizado
    unos individuos, o unos compañeros, que decían
    representar a organizaciones que se hallaban en aquella
    situación. Pero el caso es que se celebró
    la reunión y que continuó la campaña
    contra la Ejecutiva.

    LA U.G.T. Y LA GUERRA

    La
    Unión General ha sido uno de los organismos que durante
    la guerra ha cumplido mejor su misión. Recuérdese
    bien que, cuando empezó la guerra, nosotros
    organizamos en la calle de Fuencarral una oficina de información
    al Gobierno.
    No quisiera yo que lo tomaseis a exageración,
    pero si queréis, si tenéis medios, preguntad
    al que era jefe del Gobierno entonces, y él puede
    deciros de dónde recibía el Ministerio de
    la Guerra, las informaciones exactas sobre la situación
    militar en España. (Una voz: ¡De Fuencarral,
    93!) ¡De Fuencarral, 93! (Aplausos.) Y entonces
    se dio el caso de que en el Ministerio de la Guerra no había
    más referencias verídicas que las de Fuencarral,
    93,
    porque no tenían medios de informarse
    ni por los alcaldes ni por los gobernadores, porque todo
    estaba trastornado. Lo único que existía
    y tenía conexión con nosotros eran las organizaciones
    obreras de la Unión, y por medio de esas organizaciones
    obreras, en todos los pueblos, sabíamos la situación
    militar del enemigo y la nuestra, y se la decíamos
    al Gobierno para ayudarle a ganar la guerra. (Muy bien.)

    Después,
    la Unión General ha realizado una labor permanente
    hasta que el Gobierno se marchó de Madrid. No voy
    a hablar de eso. (Risas.) No, no. (Más risas; una
    voz: ¡Que hable!) No puede ser hoy. Todos lo sabéis.
    Cada
    cosa en su momento. Salió el Gobierno de Madrid y
    tuvo que salir la Unión General. Voy a aprovechar
    la ocasión, por si hay aquí compañeros
    que interpretaron entonces mal las cosas, para decir que,
    al marcharse el Gobierno de Madrid y salir organizaciones,
    lo lógico es que fueran las nacionales las que salieran.
    Porque esos Comités Nacionales no representaban sólo
    a Madrid, sino que representaban a todos los obreros, y
    tenían que irse a sitios donde pudieran estar en
    relación con sus representados. Ahora bien; los locales,
    el Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, o la Federación
    local de Madrid, o la Agrupación Socialista Madrileña,
    todo lo que fuera local, debía quedarse aquí.
    Todo lo nacional, fuera de Madrid, para cumplir sus deberes
    con los demás afiliados y con los de Madrid.

    LA
    U. G. T. EN EL EXTRANJERO

    Y
    salió también la Unión General, pero,
    inmediatamente, en vista de la marcha de la guerra, comprendió
    que había que realizar una intensa labor en favor
    de España y en favor de nuestra guerra. ¿Quién
    ha movido a las Internacionales, lo mismo la socialista
    que la sindical, más que la U. G. T. de España?
    Todas las reuniones que se han celebrado, todo el apoyo
    internacional por parte de la clase trabajadora organizada,
    ¿quién lo ha hecho más que la Unión?

    Han ido otros organismos políticos que se llaman
    también obreros y no los ha hecho nadie caso. A la
    Unión ha sido solamente a la que se le ha hecho caso,
    porque la Unión ha sabido ganarse un prestigio internacional
    que no tienen muchos, ni lo podrán tener. (Aprobación.)
    Y la Unión General provocó la reunión
    de Londres para apoyar al Gobierno, y luego la de París.

    Todos
    sabéis que hubo un movimiento de la clase trabajadora
    en el extranjero, favorable a nosotros; que, por cierto,
    se atenuó luego, no por culpa nuestra, sino por errores
    políticos que se cometían en España.
    Poco después de la crisis, hubo un momento en que
    corrieron rumores más allá de las fronteras,
    según los cuales se hacía aquí tal
    política de persecución contra elementos discrepantes.
    Todos sabéis que ha habido casos verdaderamente desgraciados,
    que aún no se han esclarecido, de personas hechas
    desaparecer por elementos que no son el Gobierno, y que
    han constituido un Estado dentro de otro Estado. Esto ha
    trascendido, compañeros, hasta el extremo de que
    han venido a España representantes de las Internacionales,
    a averiguar expresamente qué había de verdad
    en ello, y a nosotros, personalmente, se nos ha dicho: «desde
    que esto ha ocurrido, nosotros no podemos levantar el entusiasmo
    en el extranjero, entre nuestros compañeros, porque
    sospechan que aquí quienes dominan y quienes influyen
    son los elementos —lo dicen claramente— comunistas,
    y todo el mundo se pregunta si van a ayudar a España
    para que luego sean los comunistas quienes rijan los destinos
    de España».
    ¡Eso han venido
    a preguntarnos! Y no os extrañe. Una de las cosas
    que yo he censurado eran esos excesos que, a juicio mío,
    se cometen; por ejemplo, que hubiese mandos militares de
    gran importancia que asistiesen a congresos comunistas,
    a desfiles en honor de comunistas. De todo ello se sacaban
    fotografías que se publicaban en los periódicos,
    y esos periódicos iban a Londres, iban a París,
    iban a otras partes, y cuando allí veían que
    los jefes del Ejército, en gran número y de
    gran influencia, asistían a esos actos, decían:
    «¡entonces, es verdad que allí lo que
    domina e influye es el comunismo!» Esto nos perjudicaba
    mucho, muchísimo.

     

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA


    (Según lo relata Josefa García Segret
    en
    su libro “Abajo las dictaduras”.)

    Saturrarán,
    Febrero de 1938.

    «Vallecito
    risueño y encantador, cuya cara azotada por todos
    los vientos, dulcifica en brisa suave los sinsabores
    y amarguras que anidan en los pechos. Alivia el presente
    con sus risas de sol inundadas de luz y alimenta nuestras
    esperanzas con aureolas de color, que el deseo espera
    plasmar en ansiosa realidad.

    Este
    pequeño valle, de forma triangular, sin más
    salida que el mar o la entrada de la prisión,
    es de un conjunto hermosísimo, que cautiva la
    vista donde quiera que ésta se pose.

    Constituimos
    la población penal unas mil setecientas presas
    políticas a causa de la guerra civil que se desarrolla
    en España.

    Hállanse
    los edificios al fondo de unas elevadas lomas, matizadas
    de distintos verdes que hermosean las pequeñas
    vistas que desde el interior, por las ventanas, podemos
    apreciar. Forman estas lomas como un cinturón
    que sólo permite ver un limitado horizonte. Cortando
    la loma que se eleva al Oeste, pasa una carretera bordeando
    la costa en todo su contorno. Por los senderos que surcan
    las lomas, ascendiendo en forma de serpentina, vemos
    como patrullan los soldados al ir a relevar las guardias.

    Los
    pabellones que sirven de prisión están
    separados unos de otros y algunos a distancia de más
    de doscientos metros. Están edificados a distintos
    lados de un riachuelo, que es nuestra delicia cada vez
    que bajamos a lavar nuestras ropas; metiéndose
    muchas con los pies en las corredizas aguas, lo cual
    ocurre una vez cada semana. Pero nuestra satisfacción
    sería que nos dejaran llegar a la playa, para
    poder disfrutar del fuerte oleaje que bate en las negras
    rocas, besando la arena cada vez que las olas se deshacen
    en rizada y blanca espuma. Como quiera que no tenemos
    esa grata satisfacción, nos contentamos con el
    deseo, y algunas con darse unas chapuzaduras de pies
    en este riachuelo, cuyas aguas, claras cuando nadie
    lava y nunca cristalinas, vemos correr a juntarse con
    el mar. Digo nunca cristalinas porque era el desagüe
    de los “wáteres” y las defecaciones
    corrían arrastradas por las aguas y a veces las
    lentejas se veían flotando.

    (…)
    Contrasta este hermoso y risueño panorama con
    el rígido vivir, que en el interior de los edificios
    se practica; dolor sobre dolor, no amontona nunca más
    que rencor.

    (…)
    Los edificios que nos sirven de prisión son cinco,
    aparte las casitas en que viven el director, el portero
    y los soldados que nos dan guardia. Estos edificios,
    que hoy puede decirse están en ruina, se hallan
    al fondo de las lomas y debieron estar dedicados a balneario,
    por la excelente situación que ocupan, aunque
    sus aguas llamadas potables son de pésimos resultados,
    pues destrozan nuestro pobre organismo, que constantemente
    se ve atacado de las fiebres tíficas. Tampoco
    sería de extrañar que estas casonas, que
    hoy sirven de prisión siendo mansión de
    dolor, hayan sido dedicadas, cuando alguna regia persona
    veraneaba en San Sebastián, a ciertas recepciones
    de carácter un tanto licenciosas. Lo que sí
    puede decirse con certeza es que antes de la guerra
    estaba dedicado a seminario.



    Saturrarán, situado entre Motrico y Ondárroa,
    antes había sido
    balneario y seminario.(Colec. Zubicaray)

    El
    clima es húmedo y frío, debido a que están
    edificados estos edificios en la misma playa; pertenece
    al Ayuntamiento de Montrico y está en el límite
    de Guipúzcoa y Vizcaya. Sus terrenos son fértiles,
    a juzgar por el verdor que los hermosea. Se cosecha
    la patata, las legumbres, algo de trigo, poco maíz;
    pero la mayor abundancia que se nota la produce el Cantábrico
    con su rica pesca.»

    La
    vida cotidiana en el penal

    «Días
    y días que se hacen meses… sin noticias.

    Los
    “gavilanes” rapiñan mis misivas.

    Hay
    que andar al salto con direcciones fingidas.

    Hambres,
    miserias, latrocinios rodean nuestras tristes vidas.

    (…)
    Un conjunto revuelto en efervescencia de todas las clases
    sociales; desde lo más elevado en sentir hasta
    lo más bajo en denigrar, con amplia escala de
    intelectualidad y crecido número de analfabetismo;
    con adolescentes desde los dieciséis años
    y respetables abuelas hasta los ochenta; sin contar
    la cantidad de inocentes parvulitos (los hijos pequeños
    de las presas)
    que, como los mayores, sufren, pobrecillos,
    las consecuencias de una incomprendida maldad humana.

    Sujetas
    a una disciplina férrea, tan férrea en
    Saturrarán, cuya superiora, sor María
    Aranzazu -conocida entre nosotras por la “Pantera
    blanca”- sólo satisfacía sus entrañas
    con castigos glaciales; la más ligera ondulación
    en la disciplina acarreaba un castigo, que podía
    llamarse ejemplar.
    Había que ceñirse,
    pues, a la disciplina si no se quería ir a parar
    a los sótanos, lugar de tortura e inundados por
    el río, siempre que la crueldad lo requería.
    Testigo experimental fue mi amiga Dolores Valdés
    (de Mieres, Asturias), que “navegó”
    milagrosamente durante más de media hora en el
    agua, que ya le llegaba al estómago, estando
    encerrada en un calabozo del sótano por haber
    escrito lo que a la sedición militar se refería
    y juzgar a la perfección en hermosos versos la
    imperfección de la religión llevada a
    la práctica, con actos antihumanos, que con las
    reclusas las monjas hacían. Y gracias al juez
    instructor, que se la llevó inmediatamente a
    San Sebastián, dándose perfecta cuenta
    de lo que ocurría, con pretexto de juzgarla,
    pudo así salvar la vida.

    Penal
    disciplinario era éste, porque la superiora de
    las carceleras (eran monjas mercedarias), con sus castigos,
    así lo hacía;
    cogida infraganti con
    un gesto cualquiera (en el comedor todas nos reuníamos
    a la hora de la comida), una sonrisa, una simple mirada,
    que la creyeran significativa, era lo suficiente para
    privarte de lo que más te dolía; eso si
    no eras llevada a la celda de castigo por la monja que
    te cogía; a ella se iba por lo más insignificante,
    por una seña a la repartidora del agua, o por,
    simplemente, mirar hacia ella mientras echaba el precioso
    líquido en el recipiente que de vaso nos servía.»

    Testimonio
    de Leonor Ruipérez  Cristóbal
    (de
    las memorias inéditas tituladas “Relato
    de mi vida”)

    Cuenta
    Leonor Ruipérez en su libro que al llegar a Saturrarán
    las monjas mercedarias les quitaron todos los paquetes
    que llevaban. Se encontraron con que en la cárcel
    no había bancos ni asientos ni camastros, por
    lo que tenían que comer en el suelo y dormir
    sobre una manta y taparse con otra. Así, durante
    días, hasta que llegaron los petates de cada
    una. La escasa dieta alimenticia era la siguiente: para
    el desayuno, una sopa de ajo, prácticamente sin
    grasa, o cuatro higos de no muy buena calidad o una
    pastilla de chocolate de una clase tan mala que Leonor
    confiesa no haber visto nunca antes; una barra de pan
    integral para todo el día; para comer, unas patatas
    que, a veces, iban acompañadas de unos garbanzos;
    la cena, lentejas, con tal cantidad de bichos que no
    eran capaces de comerlas. Pasaron mucho hambre. Además,
    tenían prohibido recibir paquetes alimenticios
    del exterior. Hasta transcurridos cinco meses no se
    inauguró el economato de la cárcel que,
    además, estaba muy poco surtido.

    (Leonor
    Ruipérez y su hermana Encarna, naturales de Peñaranda,
    Salamanca, maestras las dos, fueron condenadas en consejo
    de guerra por “auxilio a la rebelión”
    a nueve años de prisión)

    Autorización
    del Ministro de Justicia franquista,

    Tomás
    Domínguez Arévalo,

    al
    Jefe del Servicio Nacional de Prisiones. BOE 5-9-38.

    Ilmo.
    Sr. : Atento este Ministerio a intensificar los valores
    morales que actúan en las Prisiones
    , y, recogiendo
    el fruto de una dilatada y muy favorable experiencia,
    ha tenido a bien disponer:

    Primero.-
    Que se autorice a V.I. para celebrar contratos con las
    distintas Comunidades de Religiosas -Hijas de la Caridad,
    Mercedarias de la Caridad, Oblatas, etc.,- que puedan
    prestar asistencia en los Establecimientos de reclusión,
    en cuyos convenios se encomiende a las respectivas Comunidades:

    a)
    El régimen y los servicios de las prisiones de
    mujeres.

    b)
    La administración y contabilidad de las mismas
    Prisiones, facultándose a la respectiva Superiora
    para la percepción de libramientos y la rendición
    de cuentas.

    c)
    Los servicios de Cocina y Despensa, con intervención
    directa en la adquisición de los géneros
    para el racionado y en las mismas cuentas justificativas
    de las mismas; de Enfermería, Lavadero y Almacenes
    de Vestuario y utensilios, en las prisiones de hombres.

    Segundo.-
    Que todos los contratos que se establezcan se ajusten
    al proyecto aprobado con esta fecha por este Ministerio
    como modelo, en el que se determinan los derechos y
    obligaciones de las partes contratantes. (…)

    «El
    bullicio en el departamento a las horas de expansión
    era de franca alegría, unas y otras formando
    corro (mientras la monja no aparecía) con las
    de más simpatía, batíamos el cobre
    que era una maravilla. Cada agrupación, a las
    horas del recreo, se divertía lo mejor que podía;
    la belleza del concepto y la gracia en el estilo atraen
    adornos que algunas poseían, y ello daba lugar
    a diversiones honestas, muy distraídas, que con
    toda el alma aplaudíamos, con nuestras risas
    medio asfixiadas para que no trascendieran detrás
    de la mirilla; jugábamos al parchís, contábamos
    novelas, chistes ocurridos en la vida de alguna, en
    los viajes; además de que las profesoras dedicábamos
    ciertas horas a la enseñanza. En fin, distraíamos
    el hambre y entreteníamos la imaginación
    de la mejor forma posible. No, no decaía ni
    un instante la moral, ni aún en los momentos
    trágicos de las pérdidas en la guerra,
    nacional o mundial
    ; no nos veían las monjas
    con caras largas; gesto enérgico e impávido,
    figurando entretenidas, mientras la campana del penal
    de Saturrarán volteaba, celebrando las cogidas
    (las conquistas de nuevas capitales republicanas por
    los nacionales); o las monjas de Palma entraban fiscalizando
    nuestras fisonomías.

    Y
    aquí me trae el recuerdo la primera impresión
    que recibí, a mi llegada al penal de Saturrarán,
    al hallarme ante una monja, alta, doble de figura y
    nada fea, que sin más preámbulos, al llegar
    a la celda, empezó a registrar mi cuerpo, palpándolo
    y luego ahuecando los vestidos, mirando el seno con
    ansia investigadora. Tal acto me produjo la impresión
    de encontrarme ante una de esas mujeres del hampa, de
    esas mujeres de mal vivir, que se disfrazan para cometer
    actos de gangsterismo. Instintivamente, sentí
    repulsión, repulsión cuyo reflejo abarcaba
    a todo lo que aquella mujer representaba, porque aquella
    monja no hizo más que cumplir con una misión
    que le había sido encomendada por su superiora.
    Baja misión, por cierto, que en cualquier mujer
    repugna, pero en una monja, por favor, en una monja
    es prostituir la moral que Cristo vino al mundo a predicar.



    Edificios de Saturrarán convertidos en penal
    de mujeres.
    (Colec. Zubicaray)

    Pero,
    ¿qué os importa a vosotros la moral? Vuestra
    moral consiste en taparos con unos sayones: en mirar,
    con la máxima negligencia, como se revolcaba
    la honestidad de las reclusas en la grosera impudicia
    al realizar estos actos ineludibles de necesidades perentorias,
    desalojando lo que en el vientre estorba, unas en presencia
    de otras, a veces ante todas las de un departamento
    en cola. Despreocupación sin límites la
    vuestra, que tácitamente aprobaba tal desacato
    a la decencia. En querer exacerbar la carnalidad de
    aquel hacinamiento de mujeres encerradas, obligando
    a escuchar aquellas pláticas, en la capilla,
    que estomagaban. En acibarar el dolor de los que vosotros
    llamáis enemigos, porque no hagan lo que vosotros
    deseáis. En hacer el alijo de los suministros
    que os entregaban para sustento de las cautivas, cociéndoles
    luego un poco de vitualla en calderadas, bazofia, que
    al pobre estómago sumergía en baño
    maría.

    Cuántas,
    cuántas vidas arrancasteis a la existencia con
    vuestra piratería. Cuánto dolor selló
    la muerte en el abandono de las enfermerías;
    si hasta la leche que les pertenecía la vendíais
    en el economato a las que más dinero tenían.
    Crimen, crimen execrable es el que habéis hecho
    con tanta superchería.

    Moderaos,
    católicos, moderaos en vuestras ambiciones y…,
    ganaréis más, porque esas monjas en sus
    conventos estarían mucho mejor que esgrimiendo
    tanta inmundicia lacerante en una guerra civil, que
    vosotros mismos levantasteis…

    Claro
    que hubo ya en los primeros tiempos quien, por falta
    de civismo, fundándose en que había que
    distraerse más, infiltró la corriente
    de hacer teatro, ofreciéndose para la preparación
    y dirección del mismo, y era de ver entonces
    la monstruosa profanación del ideal con brillantes
    veladas teatrales, presididas por las autoridades civiles
    y militares del fascio, y a las cuales, invitadas, concurrían
    los representantes extranjeros, haciéndose cantidad
    de fotografías, en las que aparecía la
    “población penal”, cual si viviendo
    estuviera en el más espléndido edén
    de las delicias.
    Falsa cortina de flameante propaganda
    fascista,
    en la que la negación idealista
    de una y la inconsciencia de otras se envolvía,
    tapando de esa forma la “cremación de dolor”
    que en los penales se derretía.

    Mujeres,
    flor de juventud, de lozanía y de madurez, que
    rendisteis en el más completo abandono sin el
    aliento de un cariño, sin el consuelo de un corazón
    fraterno, vuestro último suspiro en las negras
    y frías losas de un presidio, sudario de vuestro
    lento sufrir; yo os dedico la esencia del libre pensamiento
    en recuerdo de vuestro padecer.»

    Algunas
    relaciones de presas trasladadas desde la cárcel
    del Coto de Gijón a Saturrarán.

    Eloína Suárez Peón

    Alejandrina Zaragoza Pérez

    Amor Gutiérrez López

    Azucena Fernández García

    Rosa Castaño Con

    Julia Cuesta Rendueles

    Angeles Casanueva González

    Mª Luisa Casanueva González

    Concepción González Madera

    Josefa Casanueva González

    Palmira Carriles Estrada

    Mª Luisa Garnelo Menéndez

    Isabel Colina Bueno

    María Menéndez Rodríguez

    Mercedes Alvarez Alvarez

    Emilia López Arango

    Lidia Carpintero Gutiérrez

    Inocencia Molledo Fernández

    Marina Muñiz Rodríguez

    Encarnación González Collado

    María Pinín García

    Rosa González Martínez

    Trinidad Gutiérrez Suárez

    Elena Alonso Prieto

    Emilia Sevares Acebal

    Felisa Alvarez García

    Milagros Cuevas Alvarez

    Funcisla Rodríguez García

    Remedios Campillo Noriega

    María Fernández Díaz

    Elvira García Gutiérrez

    Elicia Suárez Cueto

    Angelina García Alvarez

    Amelia Noriega Martínez

    Paulina Alvarez González

    Consuelo González Menéndez

    Sagrario Merodio Hoyos

    Adela Suárez López

    Palmira Irene García Cueto

    Amparo Alonso Heres

    Leonides Granda García

    Marina González García

    Generosa González Díaz

    Concepción Pidal Noriega

    Natividad Díaz Alonso

    Josefa Graña Aparicio

    Maruja Alonso Rodríguez

    Rafaela Rodríguez González

    Marina Alvarez Alvarez

    Petra González Cuadrado

    Concepción Díaz Fernández

    Margarita Pérez Argüelles

    Antonia Díaz Díaz

    Balbina Teleñas Méndez

    Matilde Atichati Morón

    Rosa González Suco

    Silvina García López

    Mª Teresa Llanos González

    Hortensia Amodia Rubio

    Josefa Argüelles Fernández

    Belarmina González Lastra

    Aveliana González Suárez

    Remedios Villamor Solís

    Ascensión Domínguez Barrera

    Olvido Alvarez García

    Ernestina Fernández Suárez

    Adamina Meré Argüelles

    Elvira Lobo Díaz

    Esperanza Díaz Rodríguez

    Leonides Iglesias Inclán

    Zulima Iglesias Inclán

    Nieves Suárez García

    Marina Iglesias Fernández

    Rosa Sánchez Mier

    Josefa Fernández Pérez

    Ana Mª Palacios Pérez

    Vicenta Alvarez Picorell

    TOTAL.: 67

     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Emilio
    Castelar y el golpe de Pavía.
    Por Eduardo Barriobero


    Emilio Castelar y el golpe de Pavía


    Por Eduardo Barriobero

     

    La
    cuestión religiosa puso a Castelar en discordia con
    Salmerón; para solucionar esta discordia hubiera
    sido preciso aplazar por medio de un decreto la reunión
    de las Cortes. Propusiéronselo a Castelar, y replicó,
    indignadísimo, que su honor le impedía hasta
    escuchar la frase “golpe de Estado”.
    Fue, pues, a las Cortes en la fecha de antemano fijada,
    de 2 de enero de 1874. Como hasta él habían
    llegado ciertos rumores, llamó antes a su
    despacho al capitán general de Madrid, señor
    Pavía, para darle cuenta de que se aseguraba en todas
    partes que intentaba sublevarse contra las Constituyentes.
    Como Pavía lo negara, Castelar le exigió palabra
    de honor, y Pavía la dio, añadiendo que él
    “jamás, jamás se sublevaría mientras
    ejerciera un mando”.
    La circunstancia de
    haber sido ayudante de Prim, haber estado siempre en excelentes
    relaciones con los republicanos y desempeñado cargos
    de importancia con los gobiernos de Salmerón y Pi,
    abonaban la palabra de honor.
    Al abrirse aquella sesión memorable se comenzó
    a discutir la conducta del Gobierno mediante algunas proposiciones
    presentadas por diferentes grupos de diputados. Durante
    el debate pronunció Castelar un notabilísimo
    discurso, al que puso fin con estas palabras: “El
    partido republicano tiene que transformarse en dos grandes
    partidos: en un partido de acción progresivo, muy
    progresivo, a quien le parezcan estrechas y mezquinas nuestras
    ideas, y otro partido pacífico, nada de dictatorial,
    nada de autoritario, nada de arbitrario; legal, muy legal;
    demócrata, muy demócrata; pero con grandes
    instintos de consolidación y conservación.
    Mi política es la natural, y podréis maldecirla,
    no sustituirla, porque ante la guerra no hay más
    política que la guerra.”
    Se votó. Castelar fue derrotado por 120 votos
    contra 100; los demás se abstuvieron. Entregó
    a la Mesa la dimisión del Gobierno, y fue aceptada.

    Se acordó nombrar un nuevo Gobierno, y para que los
    diputados concertaran sus candidaturas, se suspendió
    la sesión por menos de dos horas.
    Terminada la votación, cuando comenzaba el escrutinio,
    Salmerón, que presidía la Cámara, llegó
    presuroso a su sitial; pero para continuar la narración
    conviene ceder la palabra al Diario de Sesiones.
    “Presidente: Señores diputados: Hace
    pocos momentos que he recibido un recado u orden del capitán
    general, creo que debe ser ex capitán general de
    Madrid, por medio de dos ayudantes, para decir que se desalojara
    el local en un término perentorio.
    (Varias
    voces: Nunca. Nunca.) Orden, señores diputados: la
    calma y la serenidad es lo que corresponde a ánimos
    fuertes en circunstancias como ésta; para que desalojara
    el local en un término perentorio, o de lo contrario
    lo ocupará a viva fuerza. Yo creo que es lo primero,
    y lo que de todo punto procede. (El tumulto que se levantó
    en el salón interrumpió al señor presidente.
    Se oye decir: Esto es ofensivo a la dignidad de la Asamblea.)
    Señores diputados: sírvanse oír la
    voz… (Continúa el tumulto.) Orden, señores
    diputados. (Mucha calma, mucha calma, se grita por algunos.)
    Yo recomiendo a los señores diputados la calma y
    la serenidad… (Continúa la agitación.
    El señor Chao: ¡Esto es una cobardía
    miserable!) Señores diputados: vuelvo a recomendar
    la calma y la serenidad.
    El gobierno presidido por el ilustre patricio don Emilio
    Castelar, es todavía Gobierno, y sus disposiciones
    habrá adoptado ya. Entre tanto, yo creo que debemos
    de seguir en sesión permanente, y seremos fuertes
    para resistir hasta que nos desalojen por la fuerza, dando
    un espectáculo que, aun cuando no sepan apreciarlo
    en lo que vale, aquellos que sólo pueden conseguir
    el triunfo por ciertos medios, las generaciones futuras
    sepan que los que éramos adversarios, ahora todos
    hemos estado unidos para defender la República. (Varios
    señores diputados: ¡Todos, todos! Un señor
    diputado: ¡Viva la Soberanía Nacional! ¡Viva
    la República! ¡Viva la Asamblea! Estos vivas
    fueron contestados por todos los lados de la Cámara.)
    No esperaba yo menos, señores diputados. Ahora seremos
    todos unos. (Varios señores diputados: ¡Todos!
    ¡Todos! Se han borrado en este momento todas las diferencias
    que nos separaban, hasta tanto no quede reintegrada esta
    Cámara en la representación de la Soberanía
    Nacional (Muy bien.), y que se le podrá arrancar
    por la fuerza de las bayonetas, pero no se le arrancará
    el derecho que tiene.
    El señor presidente del Poder Ejecutivo, señor
    Castelar: Pido la palabra.
    El señor presidente: la tiene S.S.
    El señor Castelar: Yo siento no participar de la
    opinión de S.S. respecto al escrutinio, porque yo
    creo que el escrutinio debe continuar como si no sucediera
    nada fuera de esta Cámara. Puesto que aquí
    tenemos libertad de acción, continuemos el escrutinio,
    sin que por eso el presidente del Poder Ejecutivo tenga
    que rehuir ninguna responsabilidad. Yo he reorganizado el
    Ejército, pero lo he reorganizado, no para que se
    volviera contra la legalidad, sino para que la mantuviera.
    (Aplausos.) Y, señores diputados, no puedo hacer
    otra cosa que morir el primero con vosotros. (¡Bravo!
    ¡Bravo!)
    El señor Benot: ¿Hay armas? Vengan.
    Nos defenderemos.

    El señor presidente: Señores diputados: inútil
    sería nuestra defensa y empeoraríamos nuestra
    causa. (Un señor diputado: no se puede empeorar.)
    Digo que nosotros nos defenderemos con aquellas armas que
    son las más poderosas en estos momentos: las de nuestro
    derecho, las de nuestra dignidad y las de nuestra resignación
    para recibir semejantes ataques.
    El señor Castelar: Pero una cosa hay que hacer…
    (Un señor diputado: que se dé un voto de confianza
    al Ministerio que ha dimitido.) De ninguna manera; aunque
    la Cámara lo votara, este Gobierno no puede ser Gobierno,
    para que no se dijera nunca que había sido impuesto
    por el temor de las armas a una Asamblea Soberana. Lo
    que está pasando me inhabilita a mí perpetuamente
    para el Poder.
    (Un señor diputado: ¡No,
    que te creemos leal!) Así es, señores diputados,
    que a mí me toca demostrar que yo no podía
    tener alguna parte en esto. Aquí, con vosotros,
    los que esperéis, moriré y moriremos todos.

    El señor Benot: Morir, no; vencer.
    El señor Chao: Me atrevo a hacer una declaración
    y una petición a la Cámara y al señor
    presidente del Poder Ejecutivo, y es que, si lo tiene a
    bien, expida un decreto declarando fuera de la ley
    al general Pavía y otro decreto sujetándole
    a un Consejo de guerra, y si es necesario desligándole
    del deber de la obediencia al soldado.

    Recibida con aplauso unánime la propuesta, el ministro
    de la Guerra escribió en el acto el decreto indicado,
    y cuando varios diputados solicitaban ser ellos quienes
    hicieran entrega de él a Pavía, dijo:
    El señor Calvo: La Guardia Civil entra en
    el edificio preguntando a los porteros la dirección
    de este salón y diciendo que se desaloje de orden
    del capitán general.

    El señor Benítez de Lugo: Que entre, y todo
    el mundo a sus asientos.
    El señor Presidente: Ruego a los señores diputados
    que se sirvan ocupar sus asientos y que sólo esté
    en pie aquel que haya de hacer uso de la palabra.
    El señor Benítez de Lugo: Pedí la palabra
    para rogar a los señores diputados de la izquierda
    y del centro que han votado conmigo, yo que no puedo ser
    sospechoso, porque he consumido un turno en contra de la
    política de Castelar, que en este momento la Cámara
    entera dé un voto de confianza al señor Castelar.
    (Muchos señores diputados: ¡Por unanimidad!)
    El señor Castelar: Ya no tendría fuerza y
    no me obedecerían.
    El señor Presidente: Ruego a los señores diputados
    que ocupen sus asientos. No tenemos más remedio que
    sucumbir a la fuerza; pero ocupando cada cual su puesto.
    Vienen aquí y nos desalojan. ¿Acuerdan los
    señores diputados que debemos resistir? ¿Nos
    dejamos matar en nuestros asientos?
    (Varios señores diputados: Sí, sí,
    todos.)
    El señor Castelar: Señor presidente, ya estoy
    en mi puesto y nadie me arrancará de él. Yo
    declaro que me quedo aquí y que aquí moriré.
    Un señor diputado: ¡Ya entra la fuerza en el
    salón!
    (Penetra en el salón tropa armada.)
    Varios señores diputados: ¡Soldados! ¡Viva
    la República Federal! ¡Viva la Asamblea Soberana!

    (Otros señores diputados apostrofan a los soldados,
    que se repliegan a la galería, y allí se oyen
    algunos disparos, quedando terminada la sesión en
    el acto.)
    Eran las siete y media de la mañana.”
    Hasta aquí el relato del Diario de Sesiones. El
    concienzudo historiador don Miguel Morayta, que fue además,
    como diputado, testigo presencial
    de aquellos sucesos,
    añade que varios de sus colegas lucharon cuerpo a
    cuerpo con la fuerza armada, y envueltos por ella salieron
    muchos a los pasillos.
    Salmerón, cuando ya la Cámara había
    sido violada por la planta de muchos soldados, abandonó
    la presidencia, y Castelar, firme en su banco, derramando
    lágrimas de dolor y rodeado por diez o doce amigos
    suyos, cuando ya todos los escaños y el hemiciclo
    se encontraban del todo desalojados, empujado por aquéllos
    salió del Congreso, sin que le hicieran víctima
    de ninguna grosería.
    Se sabe que rodeaba el Palacio de las Leyes una
    fuerza de dos mil hombres; en el recinto penetraron como
    unos doscientos, y más de treinta balas quedaron
    incrustadas en las paredes.

    “El general Pavía –comenta el
    señor Morayta- faltó, como caballero, a la
    palabra dada a Castelar; como militar, cometió uno
    de los delitos más horrendos registrados en la Historia,
    y como político, dio pruebas de increíble
    cortedad de inteligencia,
    pues creyó servir
    a la Patria, impidiendo la vuelta de los intransigentes
    y que su resolución no interrumpiría la marcha
    ordenada de la República, y así, cuando ya
    el Congreso quedó desalojado, envió
    un ayudante en busca de Castelar para pedirle que continuara
    en el Poder,
    habiéndole admirado la respuesta
    merecida, pero desvergonzadísima, que Castelar dio
    a dicho ayudante cuando le encontró en el Prado,
    cerca de la Fuente de Neptuno.
    Para levantar una barrera infranqueable entre los vencedores
    y los vencidos, Castelar dijo aquel mismo día en
    los periódicos: “De la demagogia me
    separa mi conciencia; de la situación que acaban
    de levantar las bayonetas, mi conciencia y mi honra.”