Author: Alan

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    Diez sitios para la descarga gratuita de modelos imprimibles en 3D

    He aquí una selección de portales en Internet desde los que se pueden descargar gratuitamente modelos parea su impresión en 3D:

    Youmagine

    En respuesta a Makerbot y su plataforma Thingiverse, el fabricante de impresoras 3D Ultimaker creó Youmagine en 2013. Los anfitriones de la plataforma holandesa tienen ya más de 14.000 archivos de stl para descargar gratis y para imprimir en cualquier impresora 3D FDM. Con el fin de proteger las creaciones de sus diseñadores, Youmagine ha creado un licencia específica de código abierto llamada 3DPL. Disponible en tres tipos de autorización según las condiciones de uso del modelo 3D, con esta licencia de impresión 3D se pretende garantizar que el diseño se utiliza según lo previsto.

    https://www.youmagine.com/

     

    Thingiverse

    Creada en 2008 por el pionero de la impresión personal Makerbot 3D, Thingiverse es una de las plataformas de modelos 3D más conocida y apreciada por los ‘makers’. Gracias a una comunidad muy activa, compuesta por más de 2 millones de fans, el sitio alberga más de un millón de archivos STL gratis, desde piezas de repuesto hasta juguetes. Thingiverse ofrece una amplia variedad de modelos con la configuración de impresión óptima.

    https://www.thingiverse.com/

     

    Cults

    Disponible en español e inglés, esta plataforma ofrece más de 22.000 modelos 3D, gratuitos o de pago. El sitio destaca por su interfaz y su comunidad de 2 500 diseñadores especializados en impresión 3D. Cults que también ofrece otros servicios como digitalización en 3D, es responsable de seleccionar al mejor diseñador según la naturaleza de su proyecto.

    https://cults3d.com/es

     

    MyMiniFactory

     

    Lanzada en 2013, MyMinifactory es una plataforma internacional donde son alojados sólo archivos STL gratuitos y 100% imprimibles en tres dimensiones. El sitio tiene 8000 diseñadores y más de 45.000 modelos 3D para imprimir. En colaboración con las principales marcas y fabricantes, la plataforma ofrece a los diseñadores 3D una amplia elección de concursos para ganar  impresoras 3D.

     

    https://www.myminifactory.com/

     

    Yeggi

     

    Yeggi no es una base de datos o un maketplace, sino un motor de búsqueda especializado archivos  para la impresión 3D. Lanzado en el año 2015, el sitio refiere más de 1,5 millones de modelos de muchas plataformas de todo el mundo. Más pequeña en número de archivos disponibles (unos 100.000), Printmeasheep es muy práctico, ya que permite la búsqueda en diversos idiomas como francés, Italiano, español y por supuesto inglés.

    http://www.yeggi.com/

     

    Happy 3D

     

    Happy 3D es una plataforma para archivos 3D creada  por el especialista francés  deaparatos electrodomésticos Boulanger. Lanzada en colaboración con Cults en 2016, esta base de datos está especializada en modelos 3D de partes de código abierto para electrodomésticos. Galardonado con el  premio Fevad, el sitio  tiene como objetivo luchar contra la obsolescencia programada y facilitar la reparación independiente. Hoy hay más de 400 patrones descargables gratis, incluyendo teclas del termostato, pies de proyectores o incluso bisagras de lavavajillas.

    https://www.happy3d.fr/fr/

     

    Pinshape

     

    Otro sitio conocido por la calidad de sus diseños, Pinshape ofrece más de 30.000 modelos 3D pagados o gratis . Nacido en el año 2014 y asumido en el año 2016 por el fabricante americano Formlabs, este sitio cuenta con una comunidad muy activa de 7 0 000 fabricantes y diseñadores. Yeggi soporta varios formatos de archivos 3D, STL y el OBJ, pero también archivos ZIP.

     

    https://pinshape.com/

     

    Grabcad

     

    Gracias a sus casi 5 millones de miembros, en gran parte ingenieros, Grabcad ofrece una biblioteca de archivos 3D de alto nivel. Comprada en el año 2014 por la americana Stratasys, esta plataforma profesional se distingue por su política de uso muy libre y la capacidad para descargar archivos en su formato original. Por lo tanto, los archivos propuestos no siempre están optimizados para impresión 3D pero se pueden reutilizar  y cambiar. La base de datos cuenta con más de 2,8 millones de modelos 3D.

    https://grabcad.com/

     

    CG Trader

     

    CG Trader es un maketplace creado en 2011 por un diseñador llamado Marius Kalytis. El sitio alberga  650 000 modelos  libres o de pago, incluyendo los archivos de realidad virtual y aumentada. Nueve categorías están disponibles para el usuario: arte, moda, ocio y bricolaje, hogar, joyería, juguetes, ciencia, gadget y miniaturas.

     

    https://www.cgtrader.com/

     

    Sketchfab

     

    Creado en 2012 por Cédric Pinson y Alban Denoyel, Sketchfab es un sitio de alojamiento y reproducción de archivos 3D. Esta plataforma francesa es reconocida por su comunidad de diseñadores y la tecnología WebGL que permite  visualizar en 360 grados los modelos con texturas y ambientes. Entre los 2,8 millones de modelos 3D alojados, los hay descargables en una sección dedicada; para otros es necesario hacer la petición al creador.

    https://sketchfab.com/

     

     

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  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

     

    Tras
    la proclamación de la República en España
    el catorce de Abril de 1931, la depuración de responsabilidades
    de determinados miembros del régimen anterior por
    su actuación durante la dictadura primorriverista
    se convirtió en un clamor popular a escala nacional.
    La recién elegida corporación gijonesa estuvo
    en la vanguardia de esta reivindicación y el capitán
    de la Guardia Civil Lisardo Doval, comandante del puesto
    de Los Campos, de Gijón, fue el primero en merecer
    su atención.

    Por
    entonces, primavera de 1931, Doval llevaba casi quince
    años destinado en Asturias.
    El general Sanjurjo,
    jefe de la Guardia Civil, le había ordenado presentarse
    en Madrid una vez pasadas las elecciones de Abril, motivo
    por el que permaneció en la capital, en comisión
    de servicio, hasta el día veinticuatro, en que
    regresó a Gijón. Fue al reincorporarse a
    su destino cuando Doval se enteró de lo que el
    Ayuntamiento preparaba contra él y, para defenderse,
    escribió una larga carta autoexonerándose
    de cualquier culpa. Sería esta carta, publicada
    en los diarios “El Comercio” y “La Prensa”
    la que daría lugar a una serie de réplicas
    inculpatorias que en los días siguientes aparecieron
    en las páginas del periódico melquiadista
    “El Noroeste”.

    Parece
    claro que la campaña contra Doval estaba capitaneada
    por la CNT y el movimiento republicano gijonés.
    La Corporación municipal aprobó la creación
    de una comisión municipal de responsabilidades,
    integrada por los concejales Dionisio Morán Cifuentes
    y Joaquín Suárez, además de otra
    comisión encargada de depurar las responsabilidades
    en que pudieran haber incurrido los empleados municipales.

    Tras
    la publicación de las cartas inculpatorias que
    se reproducen más abajo,

    el ocho de Mayo de 1931 se convocaba a los trabajadores
    a una reunión en la Casa del Pueblo de Gijón
    (CNT) para tratar “la cuestión relacionada
    con las responsabilidades en que pudieran haber incurrido
    ciertas autoridades y sus subordinados durante los pasados
    años”. En un salón abarrotado de
    trabajadores y bajo la presidencia de Segundo Blanco,
    se explicó el acuerdo adoptado en el reciente
    congreso de la CNT para que en toda España se abriesen
    informaciones públicas para recoger las denuncias
    concretas de los ciudadanos que hubieran sufrido malos
    tratos y cualquier clase de abuso. En esa reunión
    se aprobó la propuesta de constituir una comisión
    integrada por seis obreros que funcionaría diariamente
    en la Casa del Pueblo durante varias horas para recoger
    todas las denuncias que se le presentasen. Estas denuncias
    debían de ser lo más concretas posibles
    e ir firmadas, sin que fuera obstáculo el estar
    afiliado o no.

    El
    abogado asesor propuesto, y aprobado por la asamblea,
    fue Mariano Merediz, “constante defensor de los proletarios
    perseguidos”. Mientras que a nivel nacional, los
    abogados encargados de dar forma jurídica a las
    acusaciones y elevar éstas al Gobierno provisional
    exigiendo el castigo de los culpables serían Eduardo
    Barriobero y Jiménez de Azúa.

    Respecto
    del capitán Lisardo Doval, nada se sabe de su posible
    depuración o no, y sí de su paso por la
    Escuela de Guardias Jóvenes de Valdemoro y de que
    en 1934 fue nombrado delegado de Orden Público
    para Asturias y León, encargándose de la
    represión que siguió a la derrota de la
    Comuna Asturiana de Octubre.


    Comandante
    de la Guardia Civil Lisardo Doval y Bravo. (Archivo Ayalga)

    De
    Asturias a Africa, y en Abril de 1935 el ya comandante
    Doval es nombrado jefe de Seguridad en el Protectorado
    español de Marruecos. Al producirse la sublevación
    de Julio de 1936, Alfonso Camín le señala
    como uno de los que encabeza las fuerzas que parten de
    Avila y son severamente derrotadas por las milicias madrileñas
    en Peguerinos. Gómez Fouz sitúa su fallecimiento
    en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid en
    1975. Contaba Lisardo Doval ochenta y siete años
    y llevaba más de veinte retirado, habiendo alcanzado
    la graduación de coronel. Lisardo Doval había
    nacido en un pueblecito de La Coruña en 1888. Llegó
    destinado a Asturias en 1917, como jefe de línea
    en Gijón, y también estuvo destinado en
    Sama de Langreo.


    Carta de Segundo Blanco publicada en “El Noroeste”.

    “Por
    mi actuación intensa y constante en la lucha social,
    en un período de más de catorce años,
    creo estar bien acostumbrado a ver cómo los servidores
    de la justicia burguesa hacen objeto de los más
    vituperables vejámenes y atropellos

    a todos cuantos tienen la desgracia de chocar con quienes
    hacen uso de la autoridad y de la fuerza que ésta
    les da, para someter a sus caprichos y bastardos intereses
    a quienes por alguna razón están en pugna
    con ellos y, muy especialmente, a los trabajadores que
    luchan por su emancipación. Muchos centenares de
    cuartillas había de escribir, si fuera a citar
    cuantos atropellos he visto cometer, y muchas también
    para comentar la manera audaz, incalificable, con que
    después de haberlos cometido se disculpan los victimarios.

    Pero
    pese a mi costumbre, confieso mi asombro al leer ayer
    el escrito de Doval: No podía pensar que el mismo
    refinamiento de crueldad que en todo momento usó,
    valido de la impunidad, para masacrar a los detenidos,
    habría de usarlo para mentir de manera tan descarada.
    No podía pensar en que, de manera tan audaz, tan
    cínica, lanzase públicamente el insulto
    que su escrito supone a tantas víctimas como en
    Gijón y en Asturias ha hecho y en las cuales su
    perversidad retadora de ahora habrá levantado una
    tempestad de odios.

    No
    le parece a Doval que la actitud del Ayuntamiento refleje
    el estado general de protesta del pueblo de Gijón
    por su funesta y criminal actuación, y aún
    considera que su “modesto nombre” debe ser reivindicado.
    Quiere ignorar que su nombre adquirió proporciones
    gigantescas por sus crueldades precisamente, y que durante
    la etapa dictatorial, especialmente, era el terror de
    las gentes, sin distinción de sexos ni de edades
    ni categorías.

    Pero
    no hemos de seguir argumentando de esta manera porque
    no es materia de una carta y sí habría suficiente
    material para un libro. Yo acuso a Doval, seguro de que
    si se somete a la prueba con la misma valentía
    con que maltrataba a las personas indefensas, el Código
    de Justicia Criminal, en nombre del cual cometía
    sus fechorías, lo sepultaría en un presidio
    para siempre, de los hechos siguientes:

    De
    haber detenido o mandado detener a sus esbirros en 6 de
    Diciembre de 1926, al abajo firmante y mandándolo
    atar con unas cadenas que hubieran sujetado suficientemente
    a un animal a un pesebre.
    De haberle sacado el mismo
    día a las doce de la noche, criminalmente amarrado,
    en un coche lleno de guardia civil, conducido por un embozado
    hasta los ojos que resultó ser el somatén
    Rogelio Martínez;
    de haberlo llevado entre
    dos coches más -conducido uno por el otro somatén
    Enrique Cangas
    – llenos también de guardias
    civiles, hasta La Felguera. De haberle puesto los cañones
    de los fusiles al pecho en distintas ocasiones durante
    el trayecto;
    de haber permitido que en el cuartel
    de la Guardia Civil de La Felguera le insultase y tratase
    de interrogar Enrique Cangas; de haberle pegado un puñetazo
    el propio Doval estando amarrado por haber negado autoridad
    a Cangas para interrogar, y responder con energía
    y dignidad a los insultos; de haber dado orden a un
    guardia civil para que con la amenaza constante del fusil,
    no le permitiese sentarse ni arrimarse a ningún
    sitio, ni siquiera satisfacer la imperiosa necesidad natural
    de orinar. De haberle tenido en esta situación
    hasta las seis de la mañana.

    De
    hacer que por la misma crueldad se haya puesto enfermo,
    cayendo al suelo, Eladio Fanjul, también detenido
    en aquella localidad. De haber llevado con dos pistolas
    puestas a la cabeza por la vía del Ferrocarril
    de Langreo a Francisco Díaz,
    también
    detenido allí, hasta casa de Agapito González
    para sorprenderlo con engaños. De haber tenido
    en el cuartel de Los Campos después a Agapito González,
    Eladio Fanjul, Francisco Díaz, Amalio Sarabia,
    Ceferino Fernández y Segundo Blanco siete días
    .
    De haberles hecho las más terribles amenazas, metiéndoles
    a muchos de ellos en las cuadras entre los caballos; de
    dar orden a los esbirros para no dejarles sentarse ni
    pasear, tenerles amarrados día y noche constantemente.
    De tenerles tres días enteros sin comer para
    que “cantasen”; de no permitirles lavarse ni
    clase alguna de aseo; de atormentarles constantemente
    con las más terribles amenazas y de negar a las
    familias, por añadidura, que estuviesen en el cuartel.

    De
    que sus esbirros han matado en la estación de Malvedo
    del Puerto de Pajares a Ramón Hernández
    Vera, con el pretexto de intento de fuga, cuando por las
    fotografías pudo comprobarse que murió amarrado
    y por herida producida de frente. De haber hecho que por
    los malos tratos enloqueciese Ceferino Fernández,
    que aún está en el Manicomio de Oviedo,
    y que su joven compañera se hubiera muerto al conocer
    tanta desgracia, dejando en desamparo al reciente fruto
    de sus amores.

    Y
    digo que no hago esto público ahora porque la revolución
    haya triunfado, sino que lo he dicho a tiempo ante el
    capitán general de Madrid, señor Ardanaz,
    durante
    sus visitas a la cárcel de Madrid, donde estaban
    las víctimas de Doval, encartadas por su obra y
    gracia en el proceso llamado del “Puente de Vallecas”;
    que el expediente hecho por mis actuaciones tuvo efectividad
    a los 28 meses en que un nuevo juez que no era instrumento
    de Doval, como lo había sido el otro, le hizo declarar
    a él a la fuerza,
    y que de por grado se resistía,
    y careó conmigo a los esbirros de Doval que habían
    obedecido sus órdenes. Y digo también que
    a los 28 meses una comisión de médicos militares
    pudo comprobar en mis muñecas huellas producidas
    por las cadenas que tuve puestas durante los siete días.

    Y
    también digo que pudiera relatar tantos crímenes
    del capitán Doval que haría esto interminable,
    puesto que hay materia para todo un libro, pero que si
    bien no lo hago, afirmo categóricamente que con
    otros más desgraciados que los aquí citados
    ha hecho cosas aún peores.

    Y
    nada más, Gijón, que sabe mucho de Doval,
    ahí tiene unos botones más de muestra. Y
    sepa también, que si molestó a los patronos,
    como dice en su escrito, no fue para actos de caridad,
    sino para pagar los servicios de tanto soplón,
    de tanto confidente, como él ha hecho en Gijón,
    para cometer toda clase de felonías. Esa es la
    realidad.

    Muchas
    gracias, señor director, y sabe que de usted atento
    y s.s.
    Segundo Blanco. Gijón, 28-4-31.


    Segundo
    Blanco, dirigente de la C.N.T. asturiana. (Archivo Ayalga)

     

    Segundo
    Blanco
    . Fue uno de los líderes más importantes
    de la CNT en Asturias. Nacido en Gijón en 1899,
    albañil, durante la dictadura de Primo de Rivera
    fue el encargado de mantener la estructura organizativa
    de la CNT de Asturias en la clandestinidad. Estuvo en
    prisión en 1926, en 1931 y en 1934. Al iniciarse
    la sublevación militar en Julio de 1936, presidió
    el Comité de Guerra formado en Gijón. Más
    tarde, se encargo de la Consejería de Industria
    del Consejo Gobierno de Asturias y León, y pasó
    a formar parte de la Comisión de Guerra al declararse
    dicho Consejo “Soberano”. Al derrumbarse el
    frente Norte, consiguió llegar a Francia y pasar
    a Cataluña. Desempeñó en el Comité
    Nacional de la CNT el cargo de secretario de Defensa y,
    en Abril de 1938, pasó a formar parte del gobierno
    presidido por Negrín como ministro de Instrucción
    y Sanidad Pública. Al final de la guerra se exilió
    en la ciudad francesa de Orleans y, más tarde,
    consiguió pasar a México, donde murió
    en 1957.

    Francisco
    Díaz.
    Aparecen dos personas con ese mismo nombre
    y, a lo peor, no se trata de ninguna de las dos: Francisco
    Díaz Ardisana, vecino de La Felguera, de 51 años,
    soltero y ebanista de profesión, que fue condenado
    en Gijón a 20 años de prisión acusado
    de pertenecer a FAI, esconder armas de las de la Revolución
    del 34 y presidir un sindicato. Francisco Díaz
    Alvarez, natural de Cenero, Gijón, y vecino de
    Pruvia, en Llanera, de 52 años, casado, labrador
    e industrial, que fue condenado a pena de muerte en consejo
    de guerra celebrado en Gijón y fusilado el día
    10 de Enero de 1938.

    Carta
    enviada a “El Noroeste” por el abogado gijonés
    Mariano Merediz.


    “Por mi profesión, conozco muchos casos
    en que el capitán Doval maltrató y ordenó
    maltratar a varios desgraciados que fueron detenidos por
    las fuerzas a sus órdenes. Comprendí, con
    harto sentimiento por mi parte, que aquel capitán
    se había impuesto a los mismos jueces,
    los
    cuales, olvidándose que se trataba de un agente
    de la policía judicial, parecían subordinados
    suyos, y llegaban, como en el caso que voy a referir,
    a pedirle “palabra de honor” de que no maltrataría
    a los que habían sido puestos en libertad por orden
    judicial, a los cuales volvía a detener la Guardia
    Civil y tenían durante varios días en el
    cuartel de Los Campos. Llegó a tanto la omnipotencia
    del capitán Doval, que éste se asombró
    cuando uno de los jueces que hoy actúan en Gijón
    lo colocó, como vulgarmente se dice, en su sitio,
    y le advirtió que la policía judicial actuaba
    única y exclusivamente a las órdenes del
    juzgado.

    Quiero
    contar la persecución sufrida por Severino Camín.

    Este hombre, labrador, llevaba en arriendo una casería
    en la parroquia de Caldones, de la que fue desahuciado,
    pidiendo ante el Juzgado las mejoras que creía
    le correspondían, efectuadas en la hacienda por
    él trabajada. Cuando fue lanzado de las fincas,
    compró en Gijón el establecimiento de bebidas
    denominado “La Habana”, y en él fue sorprendido
    un día por la presencia de la guardia civil, que
    lo llevó ante el capitán Doval, el cual
    acusándole de haber cortado unos árboles
    -cosa que por fortuna pudo comprobarse que no era cierta-
    le pegó él, personalmente, varios puñetazos,
    dejándole en poder de los guardias, a los cuales
    ordenó: “Duro, correa en él”.
    Pasó Camín al Juzgado, y el entonces juez
    de Oriente, don Adolfo García, lo puso en libertad
    por no existir nada contra él.

    A
    los pocos días, nuevamente fue conducido Severino
    Camín al cuartel de Los Campos y allí, encerrado
    en la cuadra de los caballos, de la cual y por indicación
    de un buen guardia civil escapó, porque lo iban
    a maltratar.
    Camín pudo quitar la tranca del
    portón y salir corriendo a la calle, atravesando
    los jardinillos de la calle Uría y Carretera de
    Villaviciosa, que estaban entonces en construcción,
    arrancando en su precipitada huida los cordeles que servían
    para el trazado de los mismos. Llegó a la plaza
    de San Miguel, número 2, donde entonces tenía
    yo el despacho. La situación de aquel hombre era
    tal, que me costó gran trabajo convencerle de que
    nada le pasaría. Su única preocupación
    era que se le escondiese, cosa que se hizo, trasladándolo
    a la casa del amigo periodista, señor Prieto, yendo
    yo a ver al juez, señor Adolfo García,

    el cual con su bondad y su blandura características
    prometió hablar con Doval, a fin de que no pegase
    a Camín. Naturalmente que yo ya conocía
    cómo era Doval -sabía de muchos y muy vergonzosos
    casos de maltratos- aconsejé que siguiese Camín
    escondido, como se realizó hasta cinco días
    después, en que ante mis argumentos, el juez, desde
    el hotel Malet, llamó por teléfono a Doval
    y le dijo que “si le daba palabra de honor de que
    no maltrataría a Camín que se lo llevaría
    el alguacil al cuartel”, y ante la promesa de Doval,
    fue al día siguiente Camín y en presencia
    del alguacil, por desgracia hoy muerto -murió hace
    unos días- el capitán amenazó al
    desgraciado Camín, víctima de la iracundia
    de quien ahora quiere aparecer como pacífico cumplidor
    de su deber; pero hay que reconocer que en esa ocasión
    no le pegó.

    A
    los pocos días, fue nuevamente detenido Severino
    Camín, y llevado a la presencia de Doval, el cual
    en su despacho, y ante Marcos, administrador de fincas
    de Caldones, lo abofeteó hasta cubrirle la cara
    de sangre, obligándole a que limpiase la sangre
    del suelo, cosa que no podía hacer el desventurado
    Camín por estar esposado.
    Entonces, Doval llamó
    al guardia Constantón, el cual, so pretexto de
    que las esposas estaban flojas, le llevó en unión
    de otros cuatro guardias a una cocina desamueblada, donde
    el dicho Constantón le pegó dos fuertes
    puñetazos en el pecho -magnífica hazaña
    pegar a un hombre amarrado- y cuando Severino Camín
    se tambaleaba, otro guardia, grueso, que Camín
    ignora cómo se llama pero a quien conoce, le pegó
    un fuerte patada que le lanzó al suelo, donde el
    Constantón le pisoteó y poniéndose
    sobre él le decía: “De aquí
    a Ceares” (nombre del cementerio), perdiendo entonces
    Camín el sentido,
    que recobró porque
    en su sadismo los verdugos metieron la cabeza de la víctima
    en el albañal, a fin de que el agua le hiciera
    recobrar la noción de vida, friccionándolo
    con alcohol, y cuando ya estuvo algo repuesto, volvieron
    a abofetearlo hasta el punto que otro guardia, que entonces
    entró, protestó de aquellos malos tratos,
    lo que impidió que siguiesen maltratándole.

    En
    el cuartel estuvo Camín, en esta ocasión
    cuatro días, no permitiéndosele tomar ningún
    alimento, como no fuese agua,
    devolviendo a su hija
    la comida que todos los días le llevaba por la
    mañana y por la noche. Durante estos cuatro días,
    estuvo amarrado de pies y manos. Fue puesto en libertad,
    sin que el juez le tomase declaración.

    Todas
    estas notas fueron tomadas por mí en la época
    en que los hechos ocurrieron. Ayer estuvo en mi despacho
    el propio Severino Camín y me suplicó se
    hicieran públicas, para poner en evidencia a quien
    afirma por su honor no haber maltratado a nadie.

    Tengo
    el encargo de formular querella contra don Lisardo Doval
    y si éste no hubiera publicado su carta, nunca
    hubiese accedido a que se publicasen estas notas de los
    maltratos de Severino Camín, que es sólo
    “un botón de muestra”. Existe mucho
    más y aún peores que esta narración
    que yo hago
    , de la que respondo, porque vi a la pobre
    víctima siempre, cuando salía del cuartel,
    o a los pocos instantes.

    En
    cuanto a que Doval molestó a diversos patronos
    para colocar obreros, no creo, porque como muy bien dice
    Segundo Blanco, el número de confidentes y soplones
    era grande en Gijón, entre los obreros, y en
    su afán policíaco, llegó a intentar
    introducir en mi despacho un espía,
    hijo de
    quien le servía de confidente y quien él
    colocó, por cierto tan bien, que después
    de la Dictadura no fue posible echarlo a pesar de que
    desde su omnipotencia, como amigo predilecto de Doval,
    faltó al respeto a sus superiores.

    Sin
    embargo, LA JUSTICIA llega y en esta hora todos, todos,
    tenemos la obligación de aportar nuestro esfuerzo
    para conseguir que se depuren estas monstruosidades, que
    no alarmaban a esas gentes llamadas de orden, de esa Patronal
    que le regaló un automóvil al capitán
    Doval.”

    Firmado.-
    Mariano Merediz

    Mariano
    Merediz.
    Destacado dirigente del partido de Melquíades
    Alvarez y probablemente afiliado a la Masonería.
    En las elecciones de Febrero de 1936, formó parte
    de la “Candidatura Contrarrevolucionaria” que
    agrupaba a las derechas en Asturias. Pese a obtener más
    votos, no salió diputado por ir en la sexta plaza.
    Al iniciarse la guerra, fue detenido y, días más
    tarde, fusilado en la “saca” ilegal de presos
    que se hizo en la iglesia de San José, habilitada
    como prisión provisional, el viernes 14 de Agosto
    de 1936, después de que la aviación nacionalista
    bombardease la ciudad causando un elevado número
    de víctimas civiles.

    Severino
    Camín
    . Natural y vecino de Caldones, Gijón,
    de 64 años, casado, labrador, fue declarado en
    rebeldía por el auditor de guerra en Mayo de 1938.
    Hecho prisionero, fue condenado a 12 años de prisión
    en un consejo de guerra celebrado en Oviedo en Enero de
    1940.

    Prieto.
    Se trata, sin ningún género de dudas, del
    periodista Eduardo Prieto Menéndez, nacido en Gijón
    en 1896, casado y con seis hijos. Durante la guerra estuvo
    como capitán habilitado en un destino de retaguardia,
    en Infiesto. Renunció a intentar la huida por mar
    a Francia y permaneció en su domicilio, junto con
    su familia, a la entrada de los nacionales. Le fue a detener
    una patrulla de falangistas de la “Bandera de Santander”
    y fue conducido a la cheka de Falange en la calle Corrida.
    Fue torturado y asesinado en el típico “paseo”
    el 28 de Octubre de 1937.

    Carta
    publicada en “El Noroeste” por el abogado gijonés
    de Dionisio Morán Cifuentes.

    “Parador
    Nacional de Gredos. 1 de Mayo de 1931.

    Señor
    Alcalde Presidente del Ilustre Ayuntamiento de Gijón.
    Mi querido amigo y compañero. Leo en la prensa
    gijonesa una carta que a usted dirige el capitán
    de la Guardia Civil don Lisardo Doval, en la que tras
    ensalzar sus propios méritos y hacer un canto a
    la labor realizada durante la época de su “virreynato”
    en nuestra villa, se lamenta del poco aprecio que hacemos
    de su ejemplar conducta y califica de despreciables a
    las gentes que lo combaten empleando, según él,
    ruines procedimientos.

    Habiendo
    sido yo el autor responsable y consciente de la proposición
    que interesaba del Ayuntamiento el inmediato traslado
    del capitán Doval,
    es a mí a quien corresponde
    arrostrar las consecuencias de una inmediata justificación.

    De
    una manera escueta y sin perjuicio de más amplias
    referencias, quiero dar por medio de esta carta también
    testimonio de algunas intervenciones en las que el citado
    capitán, o sus subordinados, rebasaron de una
    manera patente el límite de actuación que
    se les atribuye por las Ordenanzas de su Instituto
    .
    Y a fin de no incurrir en ligereza, me limitaré
    al relato de aquellos hechos de los que tuve conocimiento
    directo en virtud de denuncias de los propios interesados,
    que buscaban en mí apoyo o consejo profesional.

    Sin
    más motivo que cierta amistad con un individuo
    inculpado por varios delitos de estafa, fue detenida una
    joven gijonesa cuyo nombre no hace, naturalmente, en esta
    ocasión al caso. Toda una noche se la retuvo en
    el cuartel de Los Campos y las esposas sujetaron sus muñecas
    ante la posibilidad de una evasión.
    Como abogado
    de la citada joven, visité en su cuartel al capitán
    Doval, al que expuse mi convicción de la inocencia
    patente de mi defendida. Fui recibido con la más
    exquisita amabilidad, es justo consignarlo, pero mis argumentos
    se estrellaron ante la contundente afirmación del
    señor Doval sosteniendo que él sabía
    era culpable la detenida. Si la memoria no me traiciona,
    transcurrieron tres días antes de que se pasase
    al juez competente el correspondiente atestado. La audiencia
    absolvió a la inculpada reconociendo su inocencia.

    Con
    motivo de un robo realizado en los alrededores de Gijón,
    fue detenido un obrero. Una vez en la cárcel, me
    dirigió una carta, que conservo, en la que habla
    de martirios sufridos en el cuartel de la Guardia Civil
    y anuncia el propósito de poner fin a una vida
    tan poco respetada. En entrevista celebrada en la cárcel
    con dicho recluso, me confirmó sus manifestaciones
    y, al poco tiempo, epilogaba tristemente su dolor abriéndose
    las venas. La muerte daba un tinte de verdad a su denuncia.

    En
    virtud de desavenencias conyugales fue llamado al cuartel
    de Los Campos un ex empleado público.
    En acta
    levantada en mi despacho y autorizada con su firma se
    hace constar que tras permanecer detenido toda la noche,
    fue maltratado de obra y libertado a la mañana,
    no sin antes advertirle que de manifestar a alguien lo
    ocurrido volvería a ser objeto de igual trato,
    aunque aplicado en más enérgica dosis.

    Un
    conocido industrial gijonés pasó toda una
    noche recluido en las oficinas del señor Doval,
    sin que se le permitiera alimentación ni descanso,
    no obstante su delicado estado de salud. Las causas que
    fundamentaron tan radical medida fueron motivos ínfimos
    de orden familiar
    en los que la sola intervención
    de una autoridad, excepto la judicial, y esto previa la
    correspondiente querella, supone una vejación incalificable
    y, desde luego, una injustificable extralimitación
    de funciones.

    En
    juicio de faltas seguido por el Juzgado municipal de Oriente,
    de Gijón, contra don Lisardo Doval, fue éste
    condenado al pago de una multa. El secretario judicial
    correspondiente, en el desempeño de una función
    sagrada, se personó en el cuartel de Los Campos
    para notificar al interesado la sentencia. Un asistente
    del señor Doval desacató la representación
    de la Justicia negándose a firmar la notificación,
    insultando al secretario y amenazando agredirle. A los
    pocos días, escarnio intolerable, se procesaba
    al aludido funcionario porque según las declaraciones
    de los guardias a las órdenes del señor
    Doval, había aquel penetrado en el cuartel, allanándolo
    y poco menos que sembrando el pánico entre sus
    ocupantes.

    Con
    motivo de los sucesos de Diciembre, fue llamado a declarar
    ante el señor juez instructor de la causa un muchacho,
    casi un niño, el cual fue puesto en libertad
    por no aparecer contra él cargo alguno. No obstante
    esto, sin que precediera orden de detención, la
    Guardia Civil le condujo a su cuartel, en el que permaneció
    dos días, impidiendo a sus padres no sólo
    el visitarle, sino hacer llegar al menor algún
    alimento.
    Fue necesario el que yo denunciase el hecho
    al señor juez especial para que éste reclamara
    por teléfono al señor Doval la inmediata
    entrega del detenido.

    No
    es preciso seguir. En breve regresaré a Gijón
    y mostraré a quien deba, al propio señor
    Doval si así lo quiere, la prueba, algunas veces
    documental, de estos hechos y otros análogos. Yo
    no dudo que la conciencia del señor Doval se sienta
    plena de satisfacción por lo que él estima
    haber logrado en el cumplimiento de sus funciones, pero
    la nuestra, al servicio de una profesión que debe
    atacar todo atropello aunque aparezca encubierto tras
    el prestigio de la ley, se envanece de no haber callado
    nunca, aún en aquellos tiempos, no tan distantes
    para olvidados, en que la fuerza imperaba sobre el derecho
    y el temor amordazaba justas indignaciones.

    Firmado.-
    D. Morán Cifuentes.

    Dionisio
    Morán Cifuentes.
    Nació en Gijón
    el día 4 de Octubre de 1900. Casi adolescente,
    partió para Estados Unidos, donde permaneció
    una corta temporada realizando estudios comerciales y
    aprendiendo el idioma. Estuvo en Cuba, donde pretendió
    iniciarse en la actividad comercial, pero regresó
    a Gijón al poco tiempo. Estudió Derecho
    en Oviedo y se doctoró en 1925 en Madrid. De nuevo
    en Gijón, se dedicó a su profesión,
    participando también en la política dentro
    de las filas melquiadistas. Se casó en 1933 y pasó
    a militar en las filas de Izquierda Republicana, siendo
    su presidente en Gijón, pero como consecuencia
    de la Revolución de Octubre de 1934 abandonó
    toda actividad política.

    Durante
    la guerra, defendió con éxito ante el Tribunal
    Popular a numerosos acusados derechistas, mereciendo en
    la prensa el público reconocimiento y recibiendo
    el apelativo de “abogado de la República”.
    Las autoridades republicanas le ofrecieron varios cargos,
    entre ellos el de comandante auditor y fiscal general,
    pero no los aceptó. Pese a todo ello, fue sometido,
    junto con el también abogado defensor ante los
    tribunales populares, Saturnino Escobedo, a consejo de
    guerra. Se celebró este consejo de guerra en Gijón
    el día 28 de Marzo de 1938 y aunque, finalmente,
    fueron absueltos, se nota que no lo fueron de muy buena
    gana, pues el auditor, a la hora de aprobar la sentencia
    lo hace con una serie de consideraciones que viene a suponer
    para los dos encartados la inhabilitación para
    toda función pública, la posible incautación
    de bienes y su pase a disposición del “Excmo.
    Sr. General Gobernador Militar de Asturias en concepto
    de detenidos”. Dionisio Morán Cifuentes murió
    en Barcelona en 1955.


    Carta del obrero Enrique Martínez Rivas publicada
    en “El Noroeste”.


    Señor director de El Noroeste.
    Muy señor mío. Ruégole dé
    cabida en el periódico de su digna dirección
    a las cuartillas que adjunto le remito, para que Gijón
    vea que existe otra víctima más del capitán
    Doval y de los esbirros a sus órdenes.
    Confiando en su caballerosidad, tratándose de hacer
    justicia, me reitero de usted seguro servidor q. e. s.
    m.
    Enrique Martínez Rivas, obrero de la plantilla
    de la Patronal de El Musel.- Gijón, 1 de Mayo de
    1931.


    El 18 de Mayo de 1928 se me acercaron dos hombres en la
    calle Corrida, y con frases despóticas me hicieron
    seguirles. Me condujeron al cuartel de la Guardia Civil.
    En presencia del capitán Doval, me pregunta éste:
    -¿Dónde vio usted a uno que se llama Hermógenes?
    -No sé nada de Hermógenes, hace tres años
    que no sé nada de él.
    -¿Con que no sabe, eh? Pues para que vaya haciendo
    memoria, ¡toma!
    Y me dio tres puñetazos en el vientre. Después
    me llevaron a una habitación donde me tuvieron
    32 horas sin comer ni beber. A las diez de la noche vino
    el teniente Pablo y me acometió a patadas y puñetazos.
    Además, me esposó y me apretó cruelmente
    las esposas hasta hundírmelas en las muñecas
    .
    No se fue sin ordenar a un guardia que me vigilase toda
    la noche, que me tuviese siempre de pie y sin moverme,
    con el rostro pegado a la pared y un papel de fumar en
    las ventanas de las narices. El guardia, hombre compasivo,
    me permitió sentarme cuando advirtió que
    me iba a caer desmayado. Al día siguiente me pusieron
    en libertad, y como estaría de desfigurado por
    los golpes, que al llegar a mi casa, mi compañera
    no me conoció. Entonces me enteré de que
    aquella maldita noche habían estado dos guardias
    civiles en mi casa, en la que habían entrado haciendo
    ceder la puerta a patadas, con el natural susto de mi
    compañera, que estaba sola.

    El
    guardia llamado Constantón registró como
    le dio la gana y se llevó algunos instrumentos
    de trabajo que aún no me han devuelto, aunque sí
    dijeron “que fuese a por ellos”. Quise dar conocimiento
    al gobernador civil de lo que me habían hecho,
    y cuando me disponía a tomar el tren para Oviedo,
    me detienen en la estación y me vuelven a llevar
    al cuartel.

    Otra
    vez me acometieron a puñetazos en el vientre y
    otra vez me tuvieron otras 29 horas sin comer. ¡Y
    no estaba acusado de ningún delito y se me atropellaba,
    vejaba y maltrataba de manera tan cruel porque no sabía
    decir dónde estaba un hombre del que hacía
    tres años que no tenía referencias!

    ¡Viva
    la República que nos ha venido a redimir de estas
    tiranías!
    Pero la República debe hacer justicia.

    Carta
    firmada por Manuel Pérez-Conde Malet y Tomás
    Guerra Valdés publicada en “El Noroeste”.

    Señor
    Alcalde-Presidente del Ilustre Ayuntamiento de Gijón.

    Distinguido
    señor nuestro: No hemos tenido antes de hoy conocimiento
    del texto íntegro de la carta que al abandonar
    esa ciudad por su traslado al pueblo de Valdemoro, de
    esta provincia, como instructor en el Colegio de Guardias
    Jóvenes, dirigió a usted el que, hasta hace
    días, fue capitán de la Guardia Civil de
    esa demarcación, don Lisardo Doval y Bravo.

    Nada
    más natural que sus protestas de magnanimidad,
    ecuanimidad y de amor al prójimo, aunque de notoria
    candidez, por ser precisamente al genuino representante
    del pueblo de Gijón a quien dirigida iba la carta
    que, redactada, por lo demás, en términos
    de relativa mesura, aunque sofística desde el principio
    hasta el fin, no hubiera provocado de esta manera réplica
    de no dejar flotar cierta reticencia para los autores
    de las denuncias contra su actuación, entre los
    que tenemos el honor de encontrarnos en lugar preeminente.
    Fueron dos estas denuncias: una ante los tribunales de
    justicia, que ganada por nosotros la competencia de jurisdicción,
    fue resuelta por la ordinaria de Gijón condenando
    al capitán Doval y Bravo a multa y costas judiciales;
    la otra, la presentada ante el jefe de Gobierno de aquel
    entonces, en la que se refieren hechos concretos que afectan
    a personas de reconocida solvencia y mediante los testimonios
    de las mismas; testimonios que obran en nuestro poder.

    Encamina
    el señor Doval su vasto escrito a la justificación
    de su gestión “meritísima”, lamentándose
    de no haber sido mejor comprendido, para haber sido quizá
    estimado. Pero es tan pequeña la fortuna que en
    la ocasión presente le acompaña, que seguros
    estamos de que sus argumentos han de ballestear contra
    el propio lanzador. Echando una mirada al pasado, declara
    que fue a Gijón animado de entusiasmo y buena fe
    a laborar intensamente por el bien público, manteniendo
    la autoridad como principio y cumplimiento de la Ley.

    ¿Por
    la autoridad como principio y por el cumplimiento de la
    Ley?… El señor Doval y Bravo confunde lastimosamente
    el orden con la tiranía organizada, la autoridad
    con el exceso, la ley con la arbitrariedad.

    Nuestra
    concepción de la Ley es muy otra, sin duda alguna.
    No estimamos como actos ajustados a la Ley el que un capitán
    de la Guardia Civil intervenga en asuntos íntimos
    de familias; en desavenencias conyugales; en cuestiones
    mercantiles; practique caprichosos registros domiciliarios
    y arbitrarias detenciones; formule interrogatorios y en
    la lobreguez de una mazmorra obtenga “espontáneamente”,
    “libérrimamente”, las declaraciones que
    su imaginación forjara; maltrate de palabra y de
    obra a los ciudadanos; levante atestados a mamporros y
    vergajazos, y desobedezca órdenes de los jueces,
    sus superiores, ya que legalmente son considerados como
    oficiales del poder judicial.

    Un general famoso, ex director de Seguridad, “no
    entiende de leyes”; el señor Doval acaso entienda;
    pero lo que es comprenderlas, no las comprende. ¿Está
    claro?

    Agrega
    el señor Doval que si en los años que lleva
    prestando servicio en Asturias hubiera empleado tales
    procedimientos de violencia, hubieran merecido severa
    sanción sus desafueros. El razonamiento es pueril
    en extremo. No sabemos ciertamente si el señor
    Doval fue reprendido o no; pero lo que sí sabemos
    (quizá su modestia haya omitido tal detalle) es
    que ha sido agraciado con determinada Cruz en épocas
    de Primo de Rivera-Martínez Anido, y hasta creemos
    recordar que como premio por el “descubrimiento”
    de cierto novelable complot llamado de “Vallecas”,
    a cuyo consejo de guerra, de indeleble recuerdo, tuvimos
    ocasión de asistir.

    Perseguidos,
    maltratados y hasta fusilados algunos en la ominosa etapa
    de las dictaduras, lo fueron militares insignes como Weyler,
    Aguilera, Cabanellas, Queipo de Llano, López Ochoa,
    García (don Segundo), Cueto, Franco, Galán
    y García Hernández; ilustres figuras de
    la Magistratura con don Buenaventura Muñoz, don
    José Prendes Pando y otros; hombres eminentes como
    Sánchez Guerra, Ossorio, Alba, Barriobero, Alcalá
    Zamora, Galarza, Maura, De los Ríos, Azaña,
    Albornoz, Prieto (don Indalecio, declarado “gente
    ¡¡maleante!!” por la policía de
    Bilbao), etc., etc.; sabios catedráticos como Unamuno,
    Ortega y Gasset, Sánchez Román, Jiménez
    de Asúa y muchos más que sería prolijo
    enumerar.

    ¿Quiénes
    fueron, por el contrario, los halagados y los recompensados?
    Pues individuos a lo Calvo Sotelo, Ponte, Callejo, Bermejillo
    ,
    y, siguen las firmas, que piden también “una
    voce dicentes” se les juzgue para que resplandezcan
    sus varias virtudes, pero que, algunos de ellos -por si
    acaso- trotan veloces rostro al extranjero; militares
    tipo Marzo y Mola, y otros de tanta y distinta jerarquía;
    jueces prevaricadores, premiados por sus “servicios”
    con gobiernos civiles… ¡Para qué seguir!

    ¿Puede,
    pues, considerarse como argumento en pro el hecho de no
    haber sido castigado y -no pretendemos restar merecimientos-
    el de haber sido, incluso, recompensado? Evidentemente,
    no; consideramos, por el contrario, la circunstancia como
    hija legítima de un sometimiento y de un acoplamiento
    al abominable régimen dictatorial.

    El
    procesamiento no implica sanción, como parece entender
    el señor Doval. El procesamiento nada prejuzga
    y es lo menos que puede pedirse para el funcionario público
    acusado de extralimitaciones por toda una gran masa de
    opinión.

    Y
    puesto que el propio señor Doval solicita se abra
    una amplia información, creemos que ese ilustre
    Ayuntamiento de su acertada presidencia, deferente para
    con el peticionario, debe solicitar de la superioridad,
    hasta conseguirlo, la autorización para la práctica
    de la pública información,
    manifestando,
    a la vez, de manera expresa y difusa a todos los ciudadanos
    del concejo -de cuyo civismo tantas pruebas han dado-,
    que la deposición de los hechos será asistida
    de la más invulnerable garantía.

    Niega
    el señor Doval hayan tenido carácter de
    expediente dos informaciones cuyas diligencias -dice-
    “fueron archivadas (ya se desarchivarán) al
    comprobarse la tendenciosa falsedad de los escritos”,
    y hasta insinúa (ello motiva esta carta) la conveniencia
    de no resucitarlo de nuevo “por bien -agrega- de
    los mismos denunciantes”.

    No
    pretendemos entrar en disquisiciones en cuanto al extremo
    de mera nomenclatura, que nada modifica el fondo de la
    cuestión; no así en lo referente a las “razones”
    por las cuales pretende demostrar fueron archivadas las
    denuncias mencionadas. Llega el señor Doval a esa
    conclusión por métodos inductivos, y no
    tendrán menor base quienes admitan, en ese archivo
    de documentos, otra recompensa, muy en consonancia con
    los procedimientos del régimen caído, vista
    la importancia y gravedad de las acusaciones.

    Concedemos
    al señor Doval los elogios que de sus “elevadísimos
    sentimientos” puedan hacer determinadas clases patronales,
    ya que no ignoramos las gestiones que, tanto de carácter
    personal como epistolares, se llevaron a cabo por los
    pasados meses de Diciembre y Enero, vedándonos
    un elemental deber de discreción, el reproducir
    párrafos de determinadas cartas enviadas al general
    Sanjurjo. Pero no es, en verdad, la clase patronal -con
    ser muy respetable- quien haya de informar sobre las denuncias
    por atropellos a la clase obrera, sino ésta, no
    menos respetable que aquélla.

    Por
    lo demás, nos resta lamentar no hayan sido cumplidos
    los vaticinios que el señor Doval anunciaba en
    una auto-interviú publicada y comentada por un
    diario de esa localidad a fines del pasado verano.

    Rogando
    a usted sepa perdonar la molestia que ésta pueda
    originarle, y suplicándole encarecidamente ordene
    la lectura de la misma en la primera sesión de
    esa Corporación municipal de su digna presidencia,
    significándole nuestro agradecimiento, reiterándonos
    suyos afectísimos ss. ss. q. e. s. m.

    Firmado.-
    Manuel Pérez-Conde Malet, Tomás Guerra Valdés.

    Madrid, 30 de Abril de 1931.

    Manuel
    Pérez-Conde Malet

    Tomás
    Guerra Valdés

    Carta
    de Jerónimo Riera, obrero de La Felguera, publicada
    en “El Noroeste”.

    Aunque
    la carta del compañero Segundo Blanco dice lo suficiente
    para apreciar el trato que el capitán Doval daba
    a los presos que tenían la desgracia de caer en
    sus manos, un deber de conciencia nos obliga a exponer
    lo sucedido a los que nombraremos en este escrito.

    Como
    el citado capitán sorprendió a todo el mundo
    con una carta suya publicada en los periódicos
    y en la que quiere aparecer como persona de sentimientos
    nobles, callar nosotros sería dar la razón
    a quien hizo del sufrimiento de los demás una norma.

    Hemos
    de hacer constar que a nosotros no se nos presentó
    el capitán Doval en los hechos que relataremos,
    sino el teniente Rubio, que operaba a sus órdenes.

    En
    Mayo de 1928 fuimos detenidos a altas horas de la noche
    los compañeros José Antuña, José
    Pueyo, Pedro Martín, Francisco Díaz y yo.
    No comprendimos, por el momento, el objeto de estas detenciones.
    Por esa fecha no había conflictos que justificasen
    una represión gubernativa.
    Esposados fuertemente,
    fuimos sacados del cuartel de la Guardia Civil de La Felguera
    y trasladados a Gijón en automóvil. Nos
    bajaron en el cuartel de Los Campos; se nos metió
    en una habitación y se nos colocó mirando
    para la pared, sin poder hablar ni mirar para atrás;
    y en esta posición se nos tuvo hasta el siguiente
    día, que se nos despachó en el tren para
    Madrid.

    En
    el cuartel de Gijón fue amenazado el compañero
    Francisco Díaz por el teniente Rubio, por haber
    contestado aquél a un insulto de éste.

    Cuando
    bajamos del tren en Madrid, se nos metió en una
    camioneta cerrada sin permitirnos hablar. Como no se nos
    dejaba mirar hacia fuera, no sabíamos a dónde
    nos conducían. Más tarde pudimos enterarnos
    que se nos llevó a un cuartel de la Guardia Civil
    en la Ciudad Lineal. Aquí, nos metieron en un patio,
    y como en Gijón, nos colocaron mirando para
    la pared, con guardias de vista, que tenían orden
    de no dejarnos sentar ni hablar.

    El
    teniente Rubio ordeno que fuésemos llevados uno
    a uno a la cuadra de los caballos. Allí pretendieron
    arrancarnos declaraciones por los procedimientos que les
    son peculiares.
    A cada palabra un insulto o una grosería.
    No pudiendo sacarnos nada, nos dejaron vigilados por los
    guardias de aquel puesto.

    Se
    dio la orden de que no se nos diese de comer. ¿Qué
    declaración pretendían arrancarnos? ¿Qué
    nos hiciésemos responsables de un atentado que
    se trataba, según ellos, de cometer en la Exposición
    de Barcelona? Por lo visto, se nos tomaba en rehenes para
    que no sucediese nada en Barcelona a Primo de Rivera.

    A
    las 36 horas se nos dejó en libertad, recogiéndonos
    el dinero que llevábamos, no dejándonos
    sino el importe de los billetes de regreso. Ni siquiera
    nos dejaron lo necesario para alimentarnos. El teniente
    Rubio nos apretó en persona las esposas, de tal
    manera, que si tardan en quitárnoslas dos horas
    más, el compañero Pedro Martín hubiera
    salido de allí para el hospital. Los tormentos
    le hicieron desfallecer.

    En
    los sótanos del mismo cuartel había dos
    compañeros que fueron peor tratados que nosotros.

    Firmado.-
    Jerónimo Riera.

    Jerónimo
    Riera.
    Es probable que se trate de Jerónimo
    Riera Alvarez, natural y vecino de La Felguera, que tenía
    42 años cuando fue fusilado en Oviedo el día
    once de Mayo de 1938. Había intentado huir a Francia
    por mar pero fue capturado y conducido campo de concentración
    de Camposancos, donde fue identificado y trasladado a
    Oviedo para someterlo a un consejo de guerra que le condenó
    a pena de muerte.

    José
    Antuña.
    Si se tratase del mismo José
    Antuña Fernández, natural y vecino de Langreo,
    casado, chófer de profesión, presidente
    de la asociación de obreros y empleados del Ayuntamiento
    de Sama, donde trabajaba. Al ocupar totalmente Asturias
    las tropas nacionalistas, habría consiguido evacuar
    a Francia y pasar a Cataluña. Hecho prisionero,
    en consejo de guerra celebrado en Oviedo el día
    cinco de Noviembre de 1939 fue condenado a pena de muerte.
    Tenía cincuenta años y fue fusilado el 16
    de Abril de 1940.

    José
    Pueyo.
    Quizás se trate de José Fueyo
    Pañeda, natural y vecino de La Felguera, metalúrgico,
    de cuarenta y seis años, condenado a pena de muerte
    en consejo de guerra celebrado en Oviedo el dos de Marzo
    de 1938 y fusilado el día treinta de Mayo del mismo
    año.

    Pedro
    Martín.
    Probablemente se trate de Pedro Martín
    Martín, natural de Mancera de Abajo, Salamanca,
    y vecino de La Felguera, casado y con dos hijos. Durante
    la guerra, al frente de grupos de Langreo participó
    en los ataques a los cuarteles de Gijón y formó
    parte del Comité de Control de la Duro Felguera.
    Capturado cuando huía a bordo del vapor “Gaviota”
    al derrumbarse el Frente Norte, fue internado en el campo
    de concentración de Camposancos. El día
    nueve de Junio de 1938 fue sometido a un consejo de guerra
    que le condenó a pena de muerte y fue fusilado
    el día dos del mes siguiente. Tenía cuarenta
    y cinco años.


    Carta de Nicolás Fernández Busto, vecino
    de La Calzada Alta, de Gijón, publicada en “El
    Noroeste”.

    Señor
    director de “El Noroeste”.

    Muy
    señor mío: Puesto que el capitán
    Doval dice en su carta que está dispuesto a ser
    careado con los que le acusan de maltrato, yo estoy dispuesto
    a sostener los siguiente:

    El
    28 de Junio de 1928 me detuvo la Guardia Civil de La Calzada
    a causa de estar bebido. En este estado dije algo contra
    el capitán Doval y, entonces, la ronda secreta
    me llevó detenido a Los Campos. Era un domingo
    a las cinco de la tarde. Me pusieron las esposas y
    me las apretaron hasta hacerme reventar las muñecas.
    Me las tuvieron puestas hasta el miércoles a las
    nueve de la noche. Durante ese tiempo no me dejaron comer
    nada, a pesar de que todos los días me mandaban
    la comida de casa, que desde allí devolvían.
    ¡Setenta y seis horas sin comer!

    Pasado
    ese tiempo fui llevado a presencia de Doval, quien me
    preguntó a qué partido político pertenecía.
    Al socialista, le respondí. -Pues sígame
    usted -contestó. Y me metió en una habitación
    donde me entró a puñetazos. Me dio uno en
    el cuello, otro en la cara, que evité con el brazo;
    cambió de mano y me dio otro en el lado derecho
    de la cara y, por último, me tiró al suelo.
    En el suelo me pegó tres patadas en el vientre
    y una en el ojo izquierdo. Creí morir y, entonces,
    le supliqué por mi madre que no me pegase más.

    -Póngase
    de pie -me dijo. Pero como yo estaba sin energías
    por la debilidad y los golpes, no puede hacerlo. Entonces
    el me cogió por el pelo y me levantó. Me
    mandó marchar y me amenazó con darme otra
    paliza mayor si decía nada de lo que me había
    hecho.

    Yo
    salí de allí para la Casa de Socorro, donde
    me curaron el ojo y me desinfectaron las heridas causadas
    en las muñecas por las esposas. A los seis meses
    aún me puso una multa de 50 pesetas.

    Hasta
    ahora he callado por temor a que cumpliese sus amenazas,
    pero ahora que nos ampara la República creo que
    ha llegado el momento de la justicia.

    Firmado.-
    Nicolás Fernández Busto.
    La Calzada Alta, 10 de Mayo de 1931.


    Nicolás Fernández Busto, al derrumbarse
    el Frente Norte fue hecho prisionero y sometido a consejo
    de guerra, que se celebró en Gijón el diez
    de Diciembre de 1937. Fue condenado a pena de muerte y
    ejecutado el día veintinueve del mismo mes y año.
    Tenía cincuenta y nueve años, estaba casado,
    era natural de Pola de Allande y vecino de La Calzada
    Alta. Pertenecía a la CNT.


  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    En
    1943 funcionaban en Asturias los destacamentos penales
    de Ciaño, perteneciente a la empresa “Carbones
    Asturianos”, con 180 presos; Pozo Fondón,
    en Sama de Langreo, de la Duro Felguera y con 215 presos;
    Pozo San Mamés, en Sotrondio, de la misma empresa
    y con 175 presos. En Oviedo, trabajando para la Dirección
    General de Regiones Desvastadas, había 800 presos.

    El
    pozo Fondón pertenecía a Duro Felguera,
    antigua mina de montaña La Nalona, de 1840.

    Vista
    parcial del Destacamento Penal del pozo Fondón.

    Mineros
    prisioneros a la salida del trabajo en el Campamento
    Penal de El Fondón.

    Mineros
    prisioneros y funcionarios de prisiones del Destacamento
    Penal del Pozo El Fondón.

    Destacamento
    penal de El Fondón, vista parcial.

    Destacamento
    penal del pozo Fondón. Jugando a los bolos en
    la explanada.

    Panorámica
    de las instalaciones del Destacamento penal del pozo
    El Fondón, capilla incluida.

    Cocinas
    del Destacamento Penal de El Fondón.

     

     

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

    Campo
    de Concentración (provisional) de la Plaza
    de Toros de Gijón


    Muy
    dañada durante los combates de Julio y Agosto
    de 1936 contra los militares nacionalistas sublevados
    en los cuarteles de Simancas y Zapadores, la Plaza
    de Toros de Gijón presentaba este aspecto en
    Octubre de 1937.

    La
    Plaza de Toros de Gijón fue utilizada provisionalmente
    como campo de concentración durante las semanas
    posteriores a la ocupación de Gijón
    por las tropas nacionalistas.
    Según el relato de Enrique Llera, que estuvo
    detenido en la Plaza de Toros de Gijón, el
    número de prisioneros era de varios miles.
    La mayoría eran milicianos, pero también
    había civiles. La custodia exterior del recinto
    corría a cargo de tropas del ejército
    franquista y la vigilancia interior la hacían
    policías de Asalto. Los de Asalto golpeaban
    a los prisioneros al menor pretexto, por contra, los
    oficiales que mandaban a los soldados de la guardia
    exterior, durante el tiempo que estuvo Llera, no permitieron
    el paso a las patrullas de falangistas que pretendían
    sacar prisioneros para asesinarles. En este sentido,
    los prisioneros de la Plaza de Toros estuvieron mucho
    más seguros que los de otras cárceles
    y prisiones provisionales de Gijón.

    Los
    prisioneros podían pasear libremente tanto
    dentro de la plaza como en el recinto exterior cercado
    con verjas que la rodeaba, dormían en el suelo
    y combatían el frío haciendo hogueras
    con tablas de la propia Plaza. La comida era escasa,
    pero se permitía que los familiares entregasen
    paquetes con ropa y comida a los prisioneros.

    El
    chalet y clínica psiquiátrica del doctor
    Salas, colindante con la Plaza de Toros, se utilizó
    como oficina para tomar la filiación de los
    prisioneros. Un día de mediados de Noviembre
    se ordenó formar a todos los prisioneros asturianos.
    A pie y escoltados por los guardias de Asalto, fueron
    conducidos al puerto de El Musel, donde embarcaron
    a bordo del “Alfonso Senra” que les condujo
    hasta La Coruña. La expedición estaba
    formada por un total de 1.047 prisioneros. En La Coruña
    se les volvió a tomar declaración antes
    de ser conducidos en el buque hasta la ría
    de Arosa, donde fueron internados en el Campo de Concentración
    de Rianjo.


    Las instalaciones de La Harinera de
    Gijón Fabril fueron utilizadas como campo de
    concentración de prisioneros. (Foto: C. Suárez
    . “Gijón 1920-1935” Fundación
    Alvargonzález)

    Este
    campo de concentración funcionó durante
    los primeros meses que siguieron a la ocupación
    total de Asturias por las tropas nacionalistas.



    Relación de prisioneros que
    son trasladados desde La Harinera a la prisión
    provisional de El Cerillero.


    Ejemplo de una relación de presos trasladados
    al campo de concentración de Candás
    desde la cárcel de El Coto de Gijón.

    Luis
    Suárez Alvarez, 34 años, de Bigaña-Belmonte
    José Rodríguez Polo, 32 años,
    casado, jornalero, Mieres
    Francisco Labarga Serrano, 39 años, casado,
    guardia municipal, Gijón (en el Coto)
    Eugenio Pérez Rodríguez, 23 años,
    soltero, Ujo-Cortina.
    José Alvarez Trelles, 54 años, casado,
    reconocedor obras, Trubia.
    Braulio Carrasco Juzgado, 53 años, zapatero,
    Avilés.
    Antonio López Menéndez, 44 años,
    viudo, marinero, Avilés.
    Francisco Agudo Solana, 33 años, soltero, zapatero,
    Balmori.
    Benito Encinas Mangas, 26 años, soltero, militar,
    Salamanca.
    Bernardo Valdés Fernández, 46 años,
    soltero, médico, Belmonte.
    Aurelio Rodríguez Rodríguez, 46 años,
    casado, labrador, C. Narcea.
    Ricardo Méndez Beltrán, 33 años,
    soltero, panadero, Luarca.
    Alfredo Bayona Muñiz, 22 años, soltero,
    músico, La Luz-Avilés.
    José González García, 37 años,
    soltero, oficinista, Luarca.
    Belarmino González Rodríguez, 22 años,
    soltero, minero, Villablino.
    Amadeo Fernández García, 36 años,
    casado, comerciante, San Juan de la Arena.
    Nicanor Fernández González, 40 años,
    casado, pescador, San Juan de la Arena.
    Manuel Rodríguez González, 25 años,
    soltero, labrador, Cangas del Narcea.
    Manuel Rodríguez Vega, 22 años, soltero,
    labrador, Pola de Allande.
    Antonio González Fernández, 46 años,
    casado, pescador, La Arena.
    Antonio Fernández Ramos, 26 años, soltero,
    minero, Ciñera-Lugo.
    Eustaquio Puente Pérez, 38 años, casado,
    aserrador, Eiros-Tineo.
    José Manuel García García, 32
    años, casado, labrador, Pravia.
    Manuel Rodríguez Cortina, 43 años, casado,
    chófer, Tineo.
    Adelino Fernández López, 29 años,
    soltero, labrador, Tineo.
    Alejandro Alvarez Amores, 38 años, soltero,
    labrador, Tineo.
    Aurelio Alvarez Amores, 28 años, soltero, labrador,
    Tineo.
    Segundo Alvarez Amores, 26 años, soltero, labrador,
    Tineo.
    Manuel Vega Villarejo, 22 años, soltero, labrador,
    Tineo.
    Enrique Alvarez García, 56 años, casado,
    panadero, Tineo.
    José Rodríguez García, 45 años,
    casado, hojalatero, Tineo.
    José Miguel Cortina, 39 años, casado,
    madreñero, Tineo.
    Generoso Fernández Sánchez, 20 años,
    soltero, labrador, Los Calvos-Avilés.
    Faustino de Pablo Pascual, 39 años, casado,
    peón, Mieres.
    Ramón Román García, 20 años,
    soltero, jornalero, Pravia. (cárcel de Pravia)
    José Fernández Morán, 49 años,
    casado, labrador, Pravia.
    Alvaro Verdasco, 37 años, soltero, labrador,
    Belmonte.
    Mariano García Fernández, 27 años,
    soltero, camarero, Tineo.
    José Menéndez de Llano, 21 años,
    soltero, labrador, Tineo.
    José Blanco García, 27 años,
    soltero, labrador, Tineo.
    Mateo Arias Rabanal, 22 años, soltero, ferroviario,
    León.
    Crisanto González Pérez, 27 años,
    soltero, chófer, Luarca.
    Emilio Díaza del Valle, 26 años, casado,
    peón, Muros del Nalón.
    Fernando García Fernández, 49 años,
    casado, caminero, Cartabio-Coaña.
    Ramón Menéndez García, 42 años,
    casado, madreñero, Ranón-Soto del Barco.
    Melchor Fernández González, 43 años,
    casado, marinero, Moreda-Aller.
    Nicolás Fernández Fernández,
    26 años, soltero, chófer, Ranón.
    Segundo Rodríguez Martínez, 37 años,
    casado, labrador, Alava-Salas

    TOTAL:
    48 (menos los ingresados en la cárcel del Coto
    y en la de Pravia)



  • Asturias Republicana – DICTADURA FRANQUISTA.

    Sobre
    Cristino García (II).

     

    Por
    Gregorio Morán.

    Miseria y grandeza del PCE (1939-1985).

     


    Está
    firmada la sentencia. Carrillo ha cogido en sus manos la
    organización de Madrid, la más importante
    del interior; ya no es aquel grupo orientado por el dúo
    Monzón-Trilla,

    sin grandes acciones, aunque las pregonen, y con
    discretos contactos políticos. A Madrid ahora le
    ha sonado la hora de su liberación. Acaba de llegar
    José Vitini, en enero; Cristino García en
    abril. Cada uno, como el Cid, viene con algunos de los suyos,
    dispuestos a demostrar con un heroísmo sin igual
    y una ignorancia política absoluta, cómo hay
    que hacer las cosas para que se repita lo de Francia.

    EI
    gran Vitini, un antiguo oficial de Asalto durante la guerra
    civil,
    formado como luchador en la resistencia
    francesa, dura cuatro meses. Pone bombas en el diario pro-nazi
    Infomaciones y en la Delegación falangista de Prensa
    de la calle Montesquinza, pero su obra va a ser el asalto
    a un local de Falange en el barrio de Cuatro Caminos; el
    comando mata a dos falangistas de la clase de tropa, Martín
    Mora y Daniel Lara. Luego, algún atraco de poca monta
    y mal organizado que no sale a pedir de boca y la represión
    los diezma. En abril es ya un detenido que va para cadáver;
    heroico cadáver quizá, pero cadáver
    al fin y a la postre, mientras la organización del
    partido está esquilmada. No importa, en 1945 las
    cosechas de militantes se suceden.

    A
    Vitini le sustituye en la actividad guerrillera de la capital
    de España, otro asturiano, Cristino García.

    La continuidad política la sigue manteniendo Agustín
    Zoroa, que hace escasos viajes a Francia y que va a ser
    detenido en el terrible verano de 1945, casi al unísono
    que otros dos enviados al interior, Sebastián Zapirain
    y Santiago Álvarez, miembros del Comité Central.
    Zapirain dura en libertad, desde su entrada clandestina,
    poco más de un mes, y Álvarez apenas si llega
    al mes, el tiempo que tardó en buscar casa para dormir
    y contactar con el partido. Zapirain y Álvarez, no
    obstante, marcarán un hito en la historia del partido
    porque serán los dos primeros miembros de la dirección
    que consiguieron librarse del fusilamiento gracias a la
    solidaridad internacional. Caído Zoroa y con Zapirain
    y Álvarez en la cárcel, ya no habrá
    más Delegación del Comité Central en
    el interior.

    Cristino
    García, el sustituto de Vitini, alcanza Madrid a
    finales de abril. Llega con la aureola de su legendaria
    actividad en Francia,
    luchando en el Gard, en Lozere
    y Ardeche. Es el vencedor de la batalla de La Madeleine,
    con un balance de 1.500 prisioneros y 600 bajas al enemigo;
    es el liberador de Foix y el asaltante de la prisión
    de Nimes. Tiene cuando llega a Madrid, 31 años, es
    un veterano que ya luchó en el 34 y que hizo la guerra
    en el XIV de Guerrilleros. Conserva un inconfundible acento
    asturiano y el aspecto de minero batallador: alto, delgado,
    puro nervio. Apenas si durará seis meses, un récord
    para este hombre que no se arredra ante nada; realiza brillantes
    atracos, limpios, sin sangre y muy rentables; utiliza el
    desconocido “plástico” para volar el transformador
    eléctrico que da corriente a la fábrica Barreiros
    en la periferia madrileña Tiene un talento innegable
    de activista nato.

    Todos
    son éxitos y crea el “Grupo Especial”,

    seis hombres como él, dispuestos a todo. La afluencia
    de militantes, las ganas de pelea entre la gente es tal
    que se ve obligado a incorporar a más guerrilleros
    de los que puede controlar. El Grupo Especial se transforma
    en un estado mayor que no alcanza a orientar a cada partida
    de la guerrilla urbana. El ritmo de la actividad es imparable
    y todos están metidos en la vorágine sin tiempo
    para pensar que el enemigo algún día logrará
    detener a alguien del “estado mayor” y todo se
    vendrá abajo.

    Ese
    momento llegó días después de la aparición
    de un cadáver de mujer en la calle Amor de Dios.
    Una pobre prostituta que frecuenta un antro denominado El
    Brasero.
    La investigación policial les acerca
    a un cliente habitual de la casa, un derrochón que
    nadie sabe dónde de trabaja, se llama Francisco Carranque
    y no tiene nada que ver con esa muerte, pero sí tiene
    mucho que ver con las actividades guerrilleras. En el partido
    se le conoce por “Paquito” y es uno de los seis
    del Grupo Especial de Cristino García.

    “Paquito”
    va armado el día que le detienen, un 16 de octubre
    de 1945. El resto no es más que la sordidez de una
    historia de la época. Le ofrecen la libertad y pasaje
    para Argentina si lo cuenta todo y la policía, para
    hacerlo más verosímil, contacta con su hermana
    en Buenos Aires y le provisiona de la documentación
    precisa. Él no irá nunca a América,
    sino al paredón, y los demás, con él.

    El
    20 de octubre detienen a Cristino en la Plaza Mayor. Ha
    durado seis meses y no ha podido consumar su proyecto: sublevar
    a los presos políticos el 20 de noviembre,

    coincidiendo con la marcha falangista sobre la tumba de
    Jose Antonio Primo de Rivera en El Escorial. Sólo
    alcanzó a ver la primera parte: la fuga, en mayo,
    de 33 presos del campo de concentración de Valdemanco.

    Le
    fusilarán el 21 de febrero de 1946 con nueve de los
    suyos
    y el gobierno francés cerrará,
    por orden del general De Gaulle, la frontera francesa en
    su honor. Le concederán, a título póstumo,
    un año más tarde, la más alta condecoración:
    la Cruz de Guerra. Su detención arrastró la
    de casi todo el partido en el interior, que se renovará
    a las pocas semanas con un entusiasmo suicida, desbordante
    de satisfacción por el fin del franquismo, que se
    ve cerca. De veinte en veinte, grupos de activistas mantienen
    la llama sagrada de la fe con aquel tipo de actividad guerrillera
    entrecomillada, que apenas necesitaba de más gente
    para cumplir su único objetivo: desestabilizar y
    crear inseguridad en el régimen. Pretenderán
    debilitarle y sí demostrarán que se trata
    de un régimen débil, pero el terror individual
    le fortalecerá. Si el valor y el heroísmo
    que demostraron aquellos hombres que cruzaron la frontera
    para liberar España hay que escribirlo con letras
    de oro, la incompetencia política de quienes les
    mandaron debería esculpirse en piedra y ponérsela
    al cuello, de ronzal.

    La
    actividad guerrillera urbana, concentrada fundamentalmente
    en Madrid, donde se traen a los mejores hombres y que tuvo
    en el año 1945 su mayor derroche de capacidades y
    energías, no sólo fue una historia negra,
    donde se mezcla el heroísmo y el crimen político,
    sino que fue un error de incalculables consecuencias para
    la lucha antifranquista, para el Partido Comunista y para
    los aliados políticos de dentro y fuera de España.

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  • El destino de los prisioneros

     

     

    En
    los sistemas de terror todo el mundo es sospechoso y todo sospechoso
    es encarcelable.
    Si a esto añadimos el creciente número
    de prisioneros de guerra, se comprenderá que en la España
    nacionalista un rosario de cárceles, prisiones provisionales,
    depósitos y campos de concentración cubría
    su territorio.

    Sobre
    la vida de los prisioneros en campos de concentración y
    cárceles, todos los testimonios coinciden en estas características:
    hambre, hacinamiento, ausencia de higiene, enfermedades, malos
    tratos y arbitrariedad.

    Del
    hambre que pasaban los presos, baste decir que aquel preso que
    no recibía paquetes de comida de su familia y dinero para
    suministrarse en el economato de la prisión, lo más
    probable era que se terminase muriendo.
    En muchas cárceles
    y campos, los asturianos se hicieron famosos por sus “comunas”.
    En esas “comunas” lo que cada uno recibía de
    la familia era equitativamente repartido entre todos los demás
    compañeros.

    Según
    informes del coronel jefe de la Inspección de Campos de
    Concentración, las delegaciones y campos habían
    ahorrado de la asignación para alimentos de los prisioneros
    las siguientes cantidades:

    Santander,
    año 1937.

    Septiembre:    
    281.292,15 pts.

    Octubre:         
    252.328,55 pts.

    Noviembre:    
    141.697.-  pts.

    Asturias,
    año 1937.

    Noviembre:    
    35.050,40 pts. (Con unas existencias de carne en conserva por
    valor de 98.000.- pts.)

    Campo
    de Concentración de San Marcos, León, año
    1937.

    De
    Octubre a Diciembre: 101.445,75 pts.

    Total
    ahorrado en los campos dependientes de la Inspección:

               
    1.002.843,66 pts. de economías.

    Dado
    en Burgos, el 31 de Diciembre de 1937 por el comandante de Intendencia.
    VºBº el coronel Inspector. Conforme del Comisario de
    Guerra. Esta cantidad se reintegra al Tesoro]       

    El
    hacinamiento era extremo.
    Todas las personas con las que hablé
    coinciden en la misma frase: “como sardinas en lata”.
    En las celdas de la cárcel de El Coto, de unos dos por
    tres metros, estaban catorce presos, y en las aglomeraciones,
    todos los días se calculaba en centímetros el ancho
    que podía ocupar cada preso.

    La
    falta de higiene era total:
    nada de duchas, solamente unos
    retretes precarios, incapaces de sumir los detritus de aquella
    masa humana; a veces, simples baldes que se retiraban una vez
    al día. Plagas de chinches y piojos. El agua escaseaba
    o llegaba a faltar totalmente. Su potabilidad era siempre más
    que dudosa. En muchos casos, para empeorar las condiciones, se
    daba la orden de que las ventanas permaneciesen cerradas y el
    aire se hacía irrespirable.

    El
    hambre debilita las defensas del organismo humano. La ausencia
    de higiene provoca brotes epidémicos y el hacinamiento
    y la ausencia de ventilación favorecen el contagio.

    Hubo
    cárceles y campos de concentración en los que los
    presos morían como moscas. No sé si habrían
    planificado la eliminación de presos creando las condiciones
    precisas para que enfermasen y se muriesen.
    Lo cierto es que
    las condiciones de vida de los presos en las cárceles,
    en los campos de concentración y en los batallones de trabajadores
    dependían, sobre todo, del director o mando superior de
    los mismos, también del capellán y, en menor medida,
    de jefes y guardianes. El director de una cárcel o el jefe
    de un campo de concentración podían permitir o no
    que se robase, que se estraperlase con el presupuesto y con la
    comida de los presos; podía imponer un régimen severo
    y vengativo, u otro que beneficiase a los presos. Por eso en unos
    sitios se comía mejor y en otros se morían de hambre;
    en unos, las palizas eran frecuentes, y en otros, excepcionales.

    Las
    enfermedades fueron para muchos presos otras condenas de muerte
    de las que, como si de una cruel repesca se tratase, no se pudieron
    librar.
    Siempre rondó la muerte en las prisiones, siempre
    el temor a los ruidos nocturnos, a que cualquier traslado pudiera
    terminar en una cuneta o en la pared de cualquier cementerio.
    Si la mortandad en las cárceles fue siempre muy elevada,
    en el año 1941 y en algunas prisiones en particular
    alcanzó cotas de exterminio.

    En
    Abril de 1937, las autoridades franquistas aprobaron una ley que
    reconocía el derecho al trabajo de los prisioneros de guerra
    y presos políticos.
    Se les pagaba dos pesetas diarias,
    de las que se les retenía una con cincuenta céntimos;
    si estaba casado legalmente y la familia residía en la
    zona nacionalista, se le entregaba a la mujer dos pesetas diarias
    y otra peseta más por cada hijo menor de quince años.

    En
    Julio de ese mismo año se creó la Inspección
    de los Campos de Concentración para prisioneros, nombrándose
    como jefe de la misma al coronel Luis de Martín Pinillos:

    «(…)
    Habida cuenta del gran número de los mismos (prisioneros
    de guerra) que se iban acumulando a medida que nuestro Ejército
    adelantaba en su carrera victoriosa, y habida cuenta también
    de la índole especial de la guerra que mantenemos, diferente
    en muchísimos aspectos de una guerra internacional y de
    la mayor parte de las guerras civiles que han ensangrentado el
    suelo de nuestra Patria y el de otras naciones, pues no se trata
    en nuestro caso de dilucidar cruentamente una discordia meramente
    política, pero en la que los bandos contendientes, por
    lo demás, estén formados por hombres honrados que
    profesan sus ideales de buena fe y que al luchar guardan el respeto
    debido a la dignidad humana y a las leyes caballerescas de la
    guerra, sino que desgraciadamente, en este caso de España,
    frente al Ejército Nacional no se alza otro Ejército,
    sino una horda de asesinos y forajidos y junto a ellos, y como
    menos culpables, unos bellacos engañados por una propaganda
    infame
    y no es eso lo peor, sino que junto a esas dos clases
    de elementos, asesinos y bellacos, forman también, aunque
    a la fuerza, buen número de hermanos nuestros, de nuestras
    ideas y convicciones y que la desgracia los ha llevado a estar
    entre los rojos al estallar el glorioso alzamiento nacional y
    salvador de nuestra Patria y de la civilización cristiana.
    Estas circunstancias complican extraordinariamente el problema
    a resolver por la Inspección de prisioneros, pues el régimen
    a aplicar a los mismos ha de ser distinto al que habría
    que seguir en una guerra regular, internacional o civil. No
    obstante y por disposición especial de nuestro magnánimo
    Generalísimo, los prisioneros que no hubiesen realizado
    crímenes y delitos comunes han de gozar de todas las garantías
    del Convenio de Ginebra de 1929.»

    La
    Inspección de Campos de Concentración tenía
    su sede en Burgos y estaba estructurada en cinco secciones: Personal;
    Intendencia e Intervención; Sanidad y Farmacia; Trabajos
    y Obras, y Justicia.
    Al frente de las mismas había
    un jefe de Ingenieros, otro de Intendencia y otro de Sanidad;
    un capitán de Estado Mayor de Infantería y otro
    capitán de Farmacia; un teniente Auditor de 2ª y un
    capellán. Aunque su misión, organización
    y dependencia orgánica no habían sido definidas
    en ninguna disposición oficial, “la fuerza incontrastable
    de la realidad ha hecho que la Inspección dependa exclusivamente
    del Cuartel General del Generalísimo”.

    La
    caída de Santander en poder del ejército nacionalista
    en Agosto del treinta y siete trajo consigo la captura de unos
    cincuenta mil prisioneros.
    Tan elevado número ocasionó
    serias dificultades al mando nacionalista, de tal modo que el
    coronel jefe de la Inspección de Campos, en la memoria
    que envía en Mayo de 1938 al “Generalísimo”
    y al general Dávila, considera uno de los mayores logros
    de esa Inspección el haber conseguido solucionar el problema
    de “alojar” y “alimentar” a aquella masa
    enorme de prisioneros en pocas horas. Para ello, se crearon
    en Santoña cuatro campos de concentración con un
    total de 1.200 prisioneros; varios campos en Laredo para unos
    9.000 prisioneros; otros más en Castro Urdiales que albergaban
    a 10.000 prisioneros, y cuatro en Santander para un total de 12.000
    prisioneros.
    Hay que suponer que el resto de prisioneros serían
    trasladados a otros campos fuera de Cantabria. Para dirigir y
    administrar todos estos nuevos campos de concentración,
    se creó en Santander una delegación de la Inspección
    de Campos, a cuyo frente se puso un teniente coronel y varios
    jefes y oficiales. Posteriormente, se crearían otras delegaciones
    en Asturias, Galicia, Bilbao, Zaragoza, Baleares, Cáceres
    y Andalucía.

    Para
    llevar a cabo la clasificación de los prisioneros, los
    generales de división o al mando de fuerza estaban autorizados
    para constituir en las ciudades conquistadas y en el número
    que considerasen oportuno las llamadas Comisiones Clasificadoras
    de Prisioneros y Presentados
    . Cada una de estas Comisiones
    estaba formada por un jefe del Ejército o de la Armada,
    dos oficiales, uno de los cuales tenía que ser del cuerpo
    Jurídico, y personal subalterno. Su misión consistía
    en “proceder rápidamente, con amplitud y libertad
    de procedimiento, a clasificar a los prisioneros y presentados
    según su presunta o comprobada conducta o responsabilidad.”
    Esta clasificación se hacía en cinco grupos, de
    acuerdo con el supuesto mayor o menor grado de responsabilidad
    política, militar, etc., del prisionero. Los clasificados
    en el grupo “A” eran puestos en libertad o enviados
    a la Caja de Recluta si estaban en edad militar. Los de los grupos
    “A” dudosos y “B” eran enviados a campos
    de concentración en expectativa de ser destinados a Batallones
    de Trabajadores si su edad y estado de salud lo permitían.
    Los de los grupos “C” y “D” quedaban a
    disposición de las correspondientes autoridades judiciales.
    Previamente, todas las actas de clasificación tenían
    que ser remitidas a la Auditoría de Guerra correspondiente,
    que podía aprobarlas u ordenar que se practicasen diligencias
    escritas sobre todos aquellos casos en los que discrepara de la
    clasificación propuesta por la Comisión.

    A
    finales de 1937, las cifras oficiales de prisioneros en poder
    del ejército nacionalista eran las siguientes:

               
    Grupo A:                   
    58.972

               
    Grupo A (dudosos):   15.753

               
    Grupo B:                   
    13.925

               
    Grupo C:                  
      9.483

               
    Grupo D:                  
      2.282

               
    Pendientes clasificar:    6.407

               
    Total:                       
    106.822

    Aunque
    en la memoria de la Inspección de Campos de Mayo de 1938
    se dice que el número de prisioneros pasaba de 160.000,
    es difícil saber
    si esa respetable cifra era la cantidad
    total de presos en la zona nacionalista o, como yo me inclino
    a creer, no se incluía a los condenados en consejo de guerra
    que cumplían condena en Pamplona, Burgos y Puerto de Santa
    María, ni a los presos civiles encerrados en cárceles
    dependientes de Instituciones Penitenciarias, en las “chekas”
    de Falange, en comisarías y cuarteles de la policía
    y Guardia Civil y en los calabozos de los Ayuntamientos. Por
    esas mismas fechas, estuvo estudiándose un proyecto para
    trasladar a la isla de Annobón, isla de diecisiete kilómetros
    cuadrados situada en la Guinea Ecuatorial, a todos los presos
    condenados a entre veinte y treinta años de cárcel,
    y a los catalogados como inadaptables o peligrosos
    .  

    La
    mayor parte de los prisioneros hechos en Asturias en 1937

    fueron internados en campos de concentración y prisiones
    provisionales situadas en la propia Asturias y en las regiones
    vecinas. Ahí permanecieron hasta que fueron clasificados,
    trasladándoseles después a la ciudades donde actuaban
    los tribunales militares o a los batallones de Trabajadores.

    He
    aquí una relación de cárceles y campos de
    concentración cuyo nombre y ubicación he podido
    averiguar:

    En
    Asturias:

    Campo
    de Concentración de Celorio (Llanes).

    Plaza
    de Toros de Gijón.

    Cárcel
    de El Coto (Gijón).

    Prisión
    provisional de El Cerillero (Gijón).

    Prisión
    provisional de La Harinera (Gijón).

    Cárcel
    de Oviedo

    Campo
    de Concentración de La Cadellada (Oviedo).

    Campo
    de Concentración de Candás.

    Campo
    de Concentración de La Vidriera (Avilés)

    Campo
    de Concentración de Canero

    Campo
    de Concentración de Ortiguera

    Campo
    de Concentración de Andes (Navia)

    Campo
    de Concentración de Figueras (Castropol)

    Además,
    con una duración más efímera, también
    se utilizaron las cárceles de partido judicial, cines,
    escuelas y fábricas a lo largo y ancho de la región.

    El
    campo de concentración de Celorio desapareció en
    Febrero del 38, trasladándose la
    Jefatura
    a Avilés.

    En
    Galicia:

    Campo
    de Concentración de Ribadeo (Lugo)

    Campo
    de Concentración de Betanzos (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de Cedeira (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de Muros (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de la Puebla del Caramiñal (La
    Coruña)

    Campo
    de Concentración de Santiago (La Coruña)

    Campo
    de Concentración de Rianxo (Pontevedra)

    Prisión
    habilitada en el cuartel de Artillería de Figueirido (Pontevedra)

    Campo
    de Concentración del Lazareto de la isla de San Simón
    (Pontevedra)

    Campo
    de Concentración de Camposancos (Pontevedra)

    Campo
    de Concentración del monasterio de Santa María de
    Oya (Pontevedra)

    Prisión
    provisional de Celanova (Orense)

    En
    León:

    Campo
    de Concentración del Monasterio de San Marcos

    Campo
    de Concentración de Santa Ana

    Campo
    de Concentración de Santocildes (Astorga)

    En
    Cantabria:

    Campo
    de Concentración del seminario de Corbán

    Prisión
    provisional de La Tabacalera (Santander)

    Prisión
    provisional de Las Oblatas (Santander)

    Campo
    de Concentración de La Magdalena (Santander)

    Penal
    de El Dueso (Santoña)

    Campo
    de Concentración del Instituto Manzanedo (Santoña)

    Campo
    de Concentración del cuartel de Infantería (Santoña)

    Campos
    de Concentración (provisionales) de Laredo

    Campos
    de Concentración (provisionales) de Castro Urdiales

    En
    Vizcaya:

    Prisión
    de Larrínaga (Bilbao)

    Prisión
    provisional de Los Escolapios (Bilbao)

    Prisión
    provisional de El Carmelo (Bilbao)

    Campo
    de concentración de la Universidad Comercial de Deusto

    Prisión
    de mujeres de Amorebieta.

    Campo
    de Concentración de Orduña.

    En
    Guipúzcoa:

    Prisión
    de Mujeres de Saturrarán (Motrico).

    Prisión
    de Mujeres de Ondarreta.

    En
    Alava:

    Campo
    de Concentración del colegio convento de Murguía.

    Campo
    de Concentración de Nanclares de Oca.

    En
    Navarra:

    Penal
    del castillo de San Cristóbal.

    Campo
    de Concentración del Monasterio de Irache.

    Campo
    de Concentración de Estella.

    En
    Logroño:

    Campo
    de Concentración de la plaza de toros

    En
    Burgos:

    Penal
    de Burgos.

    Campo
    de Concentración de Miranda de Ebro.

    Campo
    de Concentración del Monasterio San Pedro de Cardeña

    Campo
    de Concentración de Lerma.

    Campo
    de Concentración de Aranda de Duero.

    En
    Valladolid:

    Campo
    de Concentración del Monasterio de la Santa Espina

    Campo
    de Concentración de Medina de Rioseco.

    En
    Zaragoza:

    Campo
    de Concentración de San Gregorio (en la antigua Academia
    General Militar)

    Campo
    de Concentración de San Juan de Mozarrífar

    En
    Cáceres:

    Campo
    de Concentración de Los Arenales

    Campo
    de Concentración de la plaza de toros de Plasencia.

    Cádiz:

    Penal
    del Puerto de Santa María.

    Campo
    de Concentración de la almadraba de Rota.

    La
    Inspección de Campos también creó su propia
    red de hospitales para prisioneros.
    Estos hospitales estaba
    situados en el colegio de los Sagrados Corazones, de Santander;
    en el balneario de Liérganes, en el antiguo hospital militar
    de Santoña y el hospital para infecciosos del lazareto
    de Sanidad exterior de Maliaño, los cuatro en Cantabria;
    y en Vizcaya, el hospital de la Universidad Comercial de Deusto
    y el hospital del colegio de los Agustinos de Guernica. El número
    total de camas era 2.285. La cantidad diaria asignada por cada
    prisionero hospitalizado era de dos pesetas y quince céntimos,
    cantidad que, según la propia Inspección de Campos,
    exigía un verdadero esfuerzo para mantener “el excelente
    régimen de comidas a que están sometidos los heridos
    y enfermos”.

    También
    se estaban realizando obras para convertir en hospital para tuberculosos
    el convento de Legarrea, en Oyarzun, mientras que a los prisioneros
    dementes se les internaba en los manicomios de Santa Agueda y
    Mondragón.

    Seguramente
    que debía de haber otros campos de concentración
    en Andalucía, donde el número de presos, según
    informes de los propios auditores militares, había alcanzado
    niveles nunca vistos antes; y en Mallorca, y en las islas Canarias,
    desde donde se pidieron barcos mercantes para utilizarlos como
    prisiones flotantes ante la imposibilidad de encontrar locales
    suficientes para tantos presos; y en Melilla y en Ceuta… Se
    conoce la existencia de más campos de concentración
    en Soria, en Talavera de la Reina y Córdoba.

    La
    falta de precisión en todo lo referido a prisioneros y
    campos de concentración se debe a que buena parte de la
    documentación existente en los archivos militares permanece
    clasificada y no se permite que los investigadores la consulten,
    y ello a pesar de que haya pasado ya con creces el plazo de cincuenta
    años que marca la ley.



    Lazareto
    de la isla de San Simón, en la ría de Vigo, convertido

    en campo de concentración.



    Campo
    de concentración de Rianxo (Pontevedra)

    Presos
    extranjeros en poder del ejército franquista el 31-9-38
    por nacionalidades:

    Estados
    Unidos:         69
    Francia:                     55
    Portugal:                   
    54
    Argentina:                  
    41

    Cuba:                         41
    Inglaterra:                  
    39
    Polonia:                      30       

    Holanda:                    
    21
    Canadá                    
      17       
    Yugoslavia:                
    14
    Suecia:                       14       
    Checoslovaquia:         
    13
    Islandia:                     
    12       
    Escocia:                     12
    Suiza:                         11       

    Dinamarca:                  
    8
    Hungría:                       
    7       
    Noruega:                      
    5
    Bélgica:           
               
    5       
    Grecia:                         4
    Chile:  
                            4       

    Estonia:           
               3
    Bulgaria:         
               
    3       
    Rusia:                          2
    Rumanía:        
               
    2
    Méjico:          
               
     2
    Perú:   
                           2       

    Filipinas:                    
     2
    Turquía:         
                
     2       
    China:                        
     1
    Uruguay:        
               
     1       
    Puerto Rico:               
     1
    Finlandia:       
               
     1
    Letonia:          
               
     1

    Sin
    determinar:           
    88       

    TOTAL:        
    587

    Algunos
    campos de concentración tuvieron una vida corta y se iban
    cerrando a medida que los prisioneros que albergaban eran sometidos
    a consejos de guerra o destinados a Batallones de Trabajadores.
    Al mismo tiempo, se abrían otros nuevos en los territorios
    que iban cayendo en poder del ejército nacionalista, de
    manera especial con la conquista de Cataluña y, finalmente,
    con la rendición del ejército republicano.

    El
    campo de concentración de San Juan de Mozarrífar,
    en Zaragoza,
    se convirtió en centro distribuidor de
    todos los prisioneros procedentes de los campos de concentración
    instalados en Cataluña. Otro campo de concentración
    famoso, el de Miranda de Ebro, tal vez el de mayores dimensiones
    y mayor número de presos, estaba situado aprovechando las
    instalaciones de una antigua fábrica de azúcar,
    a la orilla del Ebro. Posteriormente fue ampliado con terrenos
    pertenecientes a la S.A. de Sulfatos Españoles.
    Este
    campo de concentración de Miranda debió de ser el
    que más tiempo permaneció en funcionamiento. Albergó
    primero a prisioneros de los frentes vascos, pasando, más
    tarde, a funcionar también como centro distribuidor de
    los prisioneros de la zona Norte destinados a Batallones de Trabajadores.
    Durante la II Guerra Mundial, los extranjeros pertenecientes a
    los países beligerantes, o que estuvieran indocumentados
    o resultaran sospechosos, eran internados en este campo de concentración.
    En 1943 había allí 3.500 prisioneros extranjeros,
    a pesar de que su capacidad había quedado oficialmente
    establecida en 2.600. La propia dirección del campo se
    quejaba, además, de que todos los días les enviaban
    un número creciente de prisioneros que no tenían
    donde meter.

    Uno
    de los mayores problemas de los campos de concentración
    en general, y del de Miranda de Ebro en particular, era el suministro
    de agua potable a los prisioneros.
    En ese año de 1943,
    según informes de las propias autoridades franquistas,
    el campo de Miranda de Ebro contaba con una sola fuente de un
    solo grifo para que los prisioneros pudieran coger agua para beber.

    Los
    prisioneros extranjeros se agrupaban por nacionalidades y tenían
    un jefe de grupo que era el encargado de enlazar con el oficial
    español. El trato que se les daba era el de soldados, formaban
    para izar y arriar la bandera, y permanecían el resto del
    día sin ninguna otra obligación. Las deplorables
    condiciones de vida del campo de Miranda hicieron que en ese año
    de 1943 los prisioneros organizaran diversas protestas y hasta
    una huelga de hambre.
    Los representantes consulares solicitaron
    a las autoridades españolas permiso para poder visitar
    el campo y conocer así la situación real de sus
    compatriotas, pero todos esos permisos fueron sistemáticamente
    rechazados hasta que, un año después, con la realización
    de ciertas mejoras en las instalaciones del campo de concentración
    y una drástica disminución del número de
    prisioneros, la situación mejoró ostensiblemente.
    Se autorizaron entonces las visitas de los representantes diplomáticos,
    los cuales, además, se encargaban de entregar a los prisioneros
    de sus países respectivos alimentos, ropa y dinero.

    A
    principios de 1944, ante la evolución de la guerra en Europa
    y en previsión de una gran avalancha de refugiados y evadidos,
    el Estado Mayor franquista propuso que en las regiones militares
    IV y V, Aragón y Cataluña, se buscasen emplazamientos
    para nuevos campos de concentración.
    Se sabe de la
    existencia de los de Jaca, Sabiñánigo y Boltaña;
    los de Cervera, en Lérida, y Figueras en Gerona; los de
    Vendrell y Sitges, Caldas de Malavella, Llano de Balaguer, Jaraba
    y Alhama de Aragón. En Jaraba, Zaragoza, estuvieron internados
    los oficiales pertenecientes a los ejércitos de los países
    beligerantes. Entre los nuevos emplazamientos en los que se planeaba
    construir campos de concentración, figuraba también
    una antigua fábrica de papel situada a 3 kms. del pueblo
    de La Riba, en la comarca de Valls-Montblanch; y otro en la zona
    de La Almunia, próximo al pueblo de Calatorao.

    Los
    prisioneros hechos por las fuerzas franquistas al rendirse Asturias
    en Octubre de 1937

    Al
    cesar la resistencia republicana en Asturias, el número
    de prisioneros capturados por los nacionalistas fue muy elevado.
    Los que fueron capturados por la Armada nacionalista en la mar,
    a bordo de los mercantes y pesqueros en los que trataban de alcanzar
    la costa atlántica francesa, se les condujo convoyados
    hasta Ribadeo.
    Allí, a unos se les desembarcó
    para internarlos en los campos de concentración de Figueras
    y Ribadeo
    ; otros, la mayoría, fueron trasladados
    por mar a la base naval de Ferrol y al campo de concentración
    de Camposancos
    . Días después, los que estaban
    en Ferrol, en los mismos barcos en que se encontraban detenidos,
    fueron trasladados a La Coruña, donde, una vez clasificados,
    se les distribuyó por los campos de concentración
    de Cedeira, Rianxo y Muros de San Pedro
    .

    Según
    las instrucciones dadas por el coronel jefe de la Inspección
    de Campos, los prisioneros internados en ellos estaban militarizados
    y sujetos al Código de Justicia Militar y a los convenios
    de Ginebra.
    Al mismo tiempo, se redactó un reglamento
    de régimen interior, en el que venían detallados
    todos los aspectos de la vida en un campo de concentración.
    Los prisioneros tenían que formar por la mañana,
    para izar la bandera, y al anochecer, para arriarla, además
    de otras llamadas a formación a lo largo del día.
    Estaban también obligados a saludar brazo en alto, cantar
    los himnos y dar los tres “vivas” de rigor. De la
    labor religiosa entre los prisioneros se encargaba el clero castrense,
    contando con sacerdotes todos los campos de concentración
    y batallones de Trabajadores. Así mismo, la asistencia
    a misa los domingos era obligatoria, concurriendo a ella los prisioneros
    en formación.

    Los
    prisioneros capturados en Asturias que no habían intentado
    huir por mar fueron internados en campos de concentración
    provisionales como los instalados en Llanes, Celorio, en la Plaza
    de Toros, en “La Harinera” y en el Cerillero, en Gijón;
    en Candás, en “La Vidriera” de Avilés;
    en “La Cadellada”, en Oviedo; en Luarca, en Ortiguera,
    en Andes (Navia) y en Figueras.
    Todos estos campos, con un
    total de unos treinta mil prisioneros, quedaron adscritos a la
    recién creada delegación de Asturias de la Inspección
    de Campos de Concentración. Además, en cada capital
    de concejo de la parte de Asturias que había permanecido
    en manos republicanas, se ordenó la presentación
    de los mozos de las quintas que habían sido movilizadas
    y, una vez concentrados, se les trasladó a depósitos
    provisionales, como los que hubo en Infiesto, Pola de Siero, Grado
    y otras partes. A su vez, la Falange, la Guardia Civil, la Guardia
    de Asalto y la policía procedieron a detener y encarcelar
    en sus respectivas dependencias a todo aquel que consideraban
    sospechoso.

    En
    un telegrama del coronel jefe de la Inspección de Campos
    de Concentración dirigido al Cuartel General del Generalísimo,
    fechado el veintiocho de Febrero de 1938, se comunica que ya habían
    sido trasladados fuera de Asturias todos los prisioneros de los
    campos de concentración y evacuados a hospitales de prisioneros
    los más de 700 heridos hospitalizados en la zona republicana
    de Asturias. A los 387 heridos que estaban ingresados en los hospitales
    de Gijón se les trasladó a Bilbao.

     

  • Asturias Republicana – SEGUNDA REPUBLICA

     

    Este
    Campo de Concentración se instaló en
    la finca y edificios que habían sido propiedad
    de los jesuítas. Situado a las orillas del
    Miño, casi en su desembocadura, Camposancos
    pertenece al municipio de La Guardia. La finca, rodeada
    de altos muros, cuenta con grandes edificios separados
    por amplios patios, que en su día fueron utilizados
    como colegio y dormitorios del internado regentado
    por la Compañía de Jesús.

    Desde
    las primeras semanas de la guerra, las autoridades
    militares lo utilizaron como centre de reclusión
    que se transformó a finales de 1937 en campo
    de concentración. En él fueron internados
    la mayoría de los prisioneros capturados en
    alta mar al derrumbarse en Asturias el Frente Norte.

    En
    el informe citado de la Inspección de Campos
    de Mayo de 1938 se dice de este de Camposancos lo
    siguiente:

    “Situación.-
    Antiguo colegio convento de Jesuitas, situado en la
    desembocadura del río Miño a dos kilómetros
    del pueblo de La Guardia. Amplias naves dormitorios
    y locales para oficinas y destacamento para custodia.
    Excelente ventilación. Patio amplio y cocinas
    al aire libre.
    Comunicaciones.- Carretera de segundo orden a 20 kilómetros
    de la general con enlace en Tuy.
    Capacidad.- Para ochocientos sesenta y ocho hombres.
    Agua de bebida.- Canalizada, excelente y abundante.
    Retretes.- Bien instalados y suficientes para la capacidad
    que se indica. Insuficientes para mayor número
    de alojados.
    Enfermería.- Bien instalada para treinta camas.
    Resumen.- Buen campo para ochocientos sesenta y ocho
    prisioneros. Actualmente se alojan en él mil
    sesenta y seis.”



    Fachada principal del colegio de los jesuitas de Camposancos
    utilizado como campo de concentración durante
    la guerra.



    Plano de las instalaciones del Campo de Concentración
    de Camposancos (Archivo Militar de Avila).

    Según
    relata Avelino Fernández Cabricano, que fue
    teniente de milicias destinado en el Estado Mayor
    del XIV Cuerpo de Ejército, serían entre
    mil y dos mil los prisioneros que fueron trasbordados
    al vapor nacionalista “Arichachu”, que los
    condujo desde Ribadeo hasta Bayona, en Pontevedra.
    Durante los cinco días que permanecieron a
    bordo la tripulación, probablemente falangistas,
    les tuvo sin comer ni beber. En Bayona, por falta
    de calado, fueron trasbordados a lanchas y desembarcaron
    en el muelle, donde les esperaban mujeres con cubos
    de agua para beber. Se les dio un tanque de agua y
    los soldados entregaron un bollo de pan y una lata
    de sardinas a cada prisionero. De Bayona fueron conducidos
    en camionetas hasta Camposancos. Hacinamiento, miseria
    y piojos. La comida, berzas con patatas, no era escasa.
    La guardia exterior la hacían soldados, probablemente
    del reemplazo de 1929, y la interior, “falangistas”
    reclutados entre la gente de los pueblos vecinos.

    Los
    prisioneros, todavía sin identificar, fueron
    organizados por centurias al frente de las cuales
    se puso a un responsable encargado del recuento. Formaban
    dos o tres veces al día en el patio para efectuar
    el recuento. A los pocos días empezó
    a funcionar un “Comisión Clasificadora
    de Prisioneros y Presentados” encargada de identificar
    y clasificar a los prisioneros. Primero se tomó
    declaración a los que acudían de forma
    voluntaria, es decir, aquellos prisioneros que no
    estaban comprometidos. A las tres semanas empezaron
    a salir del Campo los prisioneros ya clasificados
    que no habían prestado ningún servicio
    de armas ni ocupado ningún puesto y habían
    recibido los dos avales necesarios de las autoridades
    de su lugar de residencia. Por esas fechas también
    empezaron a llegar a Camposancos las primeras denuncias
    y las primeras visitas de los “chekistas”
    de la Falange y de la policía franquista.

    Por
    las declaraciones de unos prisioneros se iba identificando
    a otros. A los prisioneros que tenían alguna
    denuncia o se había descubierto los cargos
    o puestos de responsabilidad que habían ocupado,
    los llevaban a interrogar al denominado “pabellón
    de la tortura”, para sacarles más información.
    Luego, se formaban con ellos expediciones y eran conducidos
    a Gijón o a Oviedo para ser sometidos a consejo
    de guerra. Para finales de Diciembre de 1937 eran
    muy pocos los prisioneros que aún no habían
    prestado declaración. Hubo presos que consiguieron
    escapar, la mayoría vistiéndose como
    falangistas y aprovechando el cambio de guardia al
    anochecer. Pocos fueron los que lograron evitar que
    los detuvieran a los pocos días. Entre éstos,
    Avelino recuerda el caso de dos tenientes de milicias,
    uno de Lada, en Langreo, y el otro de Gijón,
    que había estado destinado en “Carros
    blindados”. Lograron evadirse y entraron a trabajar,
    con identidad falsa, en las minas de Wolfran que se
    explotaban en Galicia. Vivieron el resto de su vida
    con esa identidad falsa que se habían inventado.
    Otro caso distinto es el de Aurelio Bernaldo de Quirós,
    responsable de una centuria de presos de la que en
    un recuento se descubrió que faltaban cinco
    prisioneros. Fue conducido al “Pabellón
    de la tortura” y nunca más se volvió
    a saber de él.

    El
    día nueve de Febrero de 1938 siete prisioneros
    consiguieron huir del Campo de Concentración.
    Lo sabemos por José Mª Alvarez que coincidió
    con uno de los protagonistas de la fuga, José
    Rodríguez, cumpliendo ambos condena en la prisión
    de Figueirido. A las ocho de la noche de aquel nueve
    de Febrero tres prisioneros vestidos de falangistas
    consiguen salir por la puerta principal sin levantar
    sospechas. Una hora más tarde otros cuatro
    prisioneros escapan de la misma manera. Se separan
    y huyen en distintas direcciones. José se une
    a su padre, Casildo, que había salido en el
    primer grupo, marchan por el monte con intención
    de pasar a Portugal por la zona de Orense. En la tarde
    del tercer día les descubre una partida de
    falangistas. Se separan y consiguen evitar que los
    cojan. Al día siguiente capturan a José.
    No le fusilan sobre el terreno, sino que es conducido
    a la cárcel de Tuy, donde ya están encerrados
    otros tres compañeros de fuga. Permanece dos
    días en la cárcel de Tuy y es interrogado
    por la Guardia Civil. De regreso al Campo de Concentración
    de Camposancos, se le encierra en el calabozo. Cuatro
    días más tarde meten en el mismo calabozo
    a un prisionero que trae grilletes en las piernas:
    es Casildo, el padre de José. Unos meses más
    tarde, el día ocho de Junio, en distintos consejos
    de guerra, Casildo fue condenado a pena de muerte
    y su hijo José a reclusión perpetua.
    Casildo Rodríguez Alvarez, de 56 años,
    casado, marinero, natural de Muros del Nalón
    y vecino de San Juan de la Arena, era un viejo y destacado
    militante socialista amigo de Indalecio Prieto. Había
    participado en el alijo de armas del vapor “Turquesa”
    y en la revolución de Octubre. Tras la victoria
    del Frente Popular en las elecciones de Febrero de
    1936 fue nombrado delegado gubernativo en La Arena,
    y al producirse la sublevación fue elegido
    presidente del Comité de Guerra que se formó
    en dicho pueblo. Su hijo José, de 21 años,
    que ya había participado en los preparativos
    de la Revolución de Octubre, al estallar la
    guerra se fue voluntario al frente, luchando en los
    batallones “Somoza” y, más tarde”
    en el “Pablo Iglesias”. A Casildo le fusilaron
    el día dos de Julio de 1938.

    Según
    iban siendo identificados, los presos más comprometidos
    eran trasladados a Gijón y Oviedo para ser
    sometidos a un consejo de guerra. Al mismo tiempo,
    prisioneros que estaban en Asturias eran trasladados
    a Camposancos antes de ser enviados a batallones de
    trabajadores. En Febrero de 1938 llegó al Campo
    de Concentración de Camposancos una expedición
    muy numerosa de prisioneros procedente de Oviedo.
    Este sistema les pareció lento a las autoridades
    franquistas, motivo por el que decidieron que el tribunal
    militar permanente nº 1, presidido por el comandante
    de Caballería Luis de Vicente Sasiaín,
    que venía actuando en Gijón, se trasladó
    a mediados del mes de Mayo al Campo de Concentración
    de Camposancos para celebrar allí los consejos
    de guerra. A primeros de Junio se empezaron a celebrar
    consejos de guerra, entre tres y cuatro al día,
    pasando veinte prisioneros de media por cada consejo
    de guerra. No todos los condenados a pena de muerte
    fueron ejecutados en el cementerio de La Guardia,
    sino que fueron llevados en grupos y ejecutados en
    otras partes de Galicia, tales como en el cuartel
    de San Francisco, en Orense; en Celanova, en Vigo,
    en Pontevedra y en San Simón. A finales de
    1940 el Campo de Concentración de Camposancos
    pasó a ser otra vez un centro de cumplimiento
    de condena de presos sentenciados en consejo de guerra.

    En
    general, la gente del pueblo de La Guardia y de las
    aldeas vecinas de Camposancos fue muy solidaria con
    los presos. Pronto se establecieron acuerdos entre
    mujeres de la zona y los presos para lavarles la ropa
    semanalmente a cambio de una cantidad de dinero. A
    partir de ahí, empezó a crecer una relación
    de ayuda y solidaridad que iba desde la entrega de
    comida a los presos para atenuar el hambre que pasaban,
    hasta acoger en sus propias casas a las mujeres de
    los prisioneros que acudían a visitarles desde
    los lugares más remotos de España. Y
    también hubo casos de prisioneros de guerra
    que se terminaron casando con las mujeres que les
    lavaban la ropa.

    Quizás
    una de las mejores muestras de esa solidaridad que
    existió entre gran parte del pueblo gallego
    y los prisioneros republicanos sea el monumento a
    los fusilados en el cementerio de La Guardia. Estos
    prisioneros que fueron condenados a pena de muerte
    en los primeros consejos de guerra que se empezaron
    a celebrar en el Campo de Concentración de
    Camposancos, fueron fusilados contra las tapias del
    cementerio y enterrados allí mismo en una fosa
    común en lo que hasta entonces habían
    sido terrenos de labranza. Espontáneamente,
    la gente dejó de trabajar aquellas tierras,
    nunca más se cultivó en ellas y la maleza
    que allí creció fue el guardián
    más eficaz contra las profanaciones. De vez
    en cuando y a hurtadillas, algunas personas acudían
    a depositar flores. Hubo intentos de levantar una
    marmolería sobre esos terrenos, pero la propietaria
    siempre se negó a todo trato expeculativo.
    Hasta que a los pocos años de morir Franco,
    Juan Noya se puso de acuerdo con el hijo de la propietaria
    y compró un trozo de terreno de treinta metros
    de largo por tres de ancho que ocupaba la fosa común.
    Juan Noya, natural de La Guardia, tuvo que pasar varios
    años escondido durante la guerra porque los
    falangistas le querían matar, consiguiendo
    exiliarse en América y regresando a la muerte
    de Franco. A continuación, se formó
    una comisión presidida por Manuel Domínguez
    Pacheco y se empezó a recabar la ayuda de los
    familiares de los fusilados para levantar, de ayuntamientos
    y sindicatos y asociaciones, hasta que se consiguió
    levantar el monumento a las víctimas por suscripción
    popular.


    El día quince de Agosto de 1986, casi cuarenta
    y ocho años después, y en presencia
    de las viudas, hijos y otros familiares, Manuel Domínguez,
    presidente de la Comisión Pro Fosa Común
    pronuncia unas palabras en el acto de inauguración
    de monumento a los prisioneros republicanos fusilados
    en el cementerio de La Guardia.



    Juan Noya y Manuel Domínguez colocan una corona
    de laurel delante del monumento. También se
    ofrendaron flores ante las tumbas de Angel y Antonio
    Domínguez, Manuel Noya y Brasilino Alvarez,
    republicanos guardeses asesinados.


    Prisioneros
    fallecidos en el Campo de Concentración de
    Camposancos que aparecen inscritos en el
    Registro
    Civil de La Guardia.

    Cleominio
    Muñiz Lorenzo. Falleció a las 21,30h
    del 18-11-37 a consecuencia de disparo de fusil hecho
    por un centinela del campo de concentración.
    Natural de Avilés, hijo de Joaquín y
    Manuela, 18 años.

    Anastasio
    Hernández Martín. Falleció a
    las 19h del 8-12-37 a consecuencia de fiebres tifoideas.
    Natural de Salamanca, vecino de Machichaco, Vizcaya,
    hijo de Isidoro y Teresa, 21 años, soltero.

    Maximino
    Díez (¿Pérez?) Llorente. Falleció
    a las 19h del 9-12-37 a consecuencia de colapso cardiaco.
    Natural de Valencia de Don Juan, León, vecino
    de Gijón, hijo de Servando y Marcela, 54 años,
    casado.

    Isidoro
    Prieto Pola. Falleció a las 16h del 20-12-37
    a consecuencia de A. firastático. Natural de
    Mieres, hijo de Félix y Pilar, 28 años,
    soltero.

    Ramón
    Llerandi Vallejo. Falleció a las 22h del 16-1-38
    a consecuencia de neumonía. Natural de Villamayor,
    Piloña, hijo de Ramón y Basilia, 21
    años, soltero.

    Inocencio
    Cuena Estalayo. Falleció a las 18h del 7-3-38
    a consecuencia de nefritis. Natural de Mudas, Palencia,
    hijo de Francisco y María, 44 años.

    Carlos
    Fernández López. Falleció a las
    15h del 8-3-38 a consecuencia de infección
    intestinal. Natural y vecino de Gijón, hijo
    de Santos y Carmen, 17 años, soltero.

    Camilo
    Alvarez Fernández. Falleció a las 22,45h
    del 27-3-38 a consecuencia de uremia consecutiva (angina
    gangrenosa). Natural de San Martín de Luiña,
    Cudillero, 23 años, soltero, labrador.

    Ovidio
    Arango García. Falleció a las 20,35h
    del 1-4-38 a consecuencia de laringitis tuberculosa
    consecutiva a tuberculosis pulmonar. Natural de Los
    Cabos, Pravia, hijo de Lucindo y Felisa, 38 años,
    soltero, jornalero.

    Vicente
    Rodríguez González. Falleció
    a las 20,45h del 5-4-38 a consecuencia de edema pulmonar
    (bronconeumonía). Natural de La Cabaña,
    hijo de Dimas y Encarnación, 19 años,
    soltero.

    Antonio
    Leal Jiménez. Falleció a las 17,45h
    del 17-8-38 a consecuencia de bronconeumonía
    (gripe). Natural de Málaga, hijo de Antonio
    y Araceli, 31 años, soltero.

    Domingo
    Carbonell Sabaté. Falleció a las 22h
    del 8-2-39 a consecuencia de colapso cardiaco (gripe
    cardiaca). Natural de Las Franquesas, Barcelona, hijo
    de Pedro y Margarita, 20 años, soltero, labrador.

    Isidro
    Morlans Armengol. Falleció a las 2h del 16-2-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (gripe cardiaca).
    Natural de Puig Gros, Lérida, hijo de José
    y Cecilia, 40 años, labrador, casado.

    José
    Llenas Cruañas. Falleció a las 18h del
    25-2-39 a consecuencia de meningitis bacilar (psicosis
    mental). Natural de San Feliu de Guixols, Gerona,
    hijo de Pedro y Agustina, 28 años, soltero,
    escribiente.

    Nicolás
    Vives Monsán. Falleció a las 24h del
    15-3-39 a consecuencia de insuficiencia cardiaca (uremia).
    Natural de San Pol de Mar, Barcelona, hijo de Pedro
    y María, 38 años, soltero, labrador.

    Francisco
    Pedreny Mestre. Falleció a la 1h del 16-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (nefritis). Natural
    de La Figuera, Tarragona, hijo de José y Raimunda,
    38 años, casado (3 hijos), chófer.

    Pedro
    Paituvi Giraut. Falleció a las 12h del 16-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (septicemia). Natural
    de Barcelona, hijo de Vicente y Margarita, 26 años,
    casado, jornalero.

    Joaquín
    Ruiz Durá. Falleció a las 21h del 22-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis tuberculosa).
    Natural de Elche, Alicante, hijo de Francisco y Carmen,
    19 años, soltero, labrador.

    Salvador
    Ortiga Torres. Falleció a las 9h del 24-3-39
    a consecuencia de tuberculosis pulmonar (embolia cerebral).
    Natural de Barcelona, hijo de Salvador y María,
    28 años, soltero, jornalero.

    Juan
    Calaf Fusalba. Falleció a las 18,45h del 26-3-39
    a consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis tuberculosa).
    Natural de La Llacuna, Barcelona, hijo de José
    y Dolores, 24 años, soltero, labrador.

    Celestino
    García Fornet. Falleció a las 6,40h
    del 30-3-39 a consecuencia de asistolía (miocarditis).
    Natural de Barcelona, hijo de José y Carmen,
    62 años, casado, chófer.

    Angel
    Pérez Sabal. Falleció a las 12,45h del
    31-3-39 a consecuencia de asistolía (asma cardiaca).
    Natural de Benidorm, Alicante, hijo de Domingo y Antonia,
    51 años, casado, carabinero.

    Manuel
    Morraja Buj. Falleció a las 6h del 6-4-39 a
    consecuencia de colapso cardiaco (peritonitis aguda).
    Natural de Iglesuela del Cid, Teruel, hijo de Manuel
    y Adelaida, 20 años, soltero, labrador.

    Simón
    Gubán Clou. Falleció a las 9,35h del
    6-4-39 a consecuencia de neoplasia intestinal (caquesia).
    Natural de Santa Coloma de Farnés, Gerona,
    hijo de Pedro y María, 40 años, casado,
    madreñero.

    José
    Borrull Canet. Falleció a las 15h del 6-4-39
    a consecuencia de coma urémico (escleriosis
    renal). Natural de Barcelona, hijo de Feliciano y
    Ursula, 49 años, casado, comerciante.

    Agustín
    Salvador Marimón. Falleció a las 8,30h
    del 11-4-39 a consecuencia de colapso cardiaco (tuberculosis
    pulmonar). Natural de Omelles de Nagaya, Lérida,
    hijo de Antonio y Antonia, 19 años, soltero,
    labrador.

    Antonio
    Pérez Dueñas. Falleció a las
    8h del 2-5-39 a consecuencia de tuberculosis pulmonar.
    Natural de Ubeda, Jaén, hijo de Martín
    y Ana Mª, 30 años, soltero, carpintero.

    Jaime
    Ribalta Rius. Falleció a las 9h del 2-5-39
    a consecuencia de septicemia (edema pulmonar). Natural
    de Guisona, Lérida, hijo de Juan y Teresa,
    38 años, casado, labrador.

    Benedicto
    Pedreira Puentes. Falleció a las 21,55h del
    6-5-39 a consecuencia de embolia gaseosa (antrax gangrenoso).
    Natural de San Miguel de Oya, Vigo, hijo de Celestino
    y Adelina, 23 años, soltero, músico.

    Juan
    Solé Sampé. Falleció a las 9,40h
    del 12-5-39 a consecuencia de caquesia y colapso cardiaco
    (tuberculosis pulmonar). Natural de Villalba, Tarragona,
    hijo de Lorenzo y Josefa, 32 años, casado,
    carpintero.

    Rafael
    Castelnou Caballé. Falleció a las 21,55h
    del 6-5-39 a consecuencia de edema pulmonar (bronconeumonía).
    Natural de Tivisa, Tarragona, hijo de Domingo y María,
    29 años, soltero, labrador.

    Guillermo
    Ruiz Peña. Falleció a las 8,30h del
    11-2-40 a consecuencia de tuberculosis pulmonar. Natural
    de Arija, Burgos, hijo de Narciso y Leonor, 24 años,
    soltero.

    Anselmo
    Gómez Guerra. Falleció a las 1h del
    26-3-40 a consecuencia de colapso cardiaco (uremia).
    Natural de Santa Cruz de Retamar, Toledo, hijo de
    Restituto y Regina, 66 años.

    Juan
    Lafuente Utrilla. Falleció a las 7h del 1-4-40
    a consecuencia de parálisis general progresiva
    (lesión medular). Natural de Aguaviva de la
    Vega, Soria, hijo de Pedro y Gregoria, 62 años,
    viudo, empleado.

    Antonio
    Martínez Rivero. Falleció a las 10h
    del 9-4-40 a consecuencia de asistolía (tuberculosis
    pulmonar). Natural de Astillero, Cantabria, hijo de
    Tomás y Lorenza, casado (3 hijos).

    Regino
    Rodríguez Tuñón. Falleció
    a las 10,30h del 12-4-40 a consecuencia de caquesia
    (tuberculosis pulmonar). Natural de Paradaseca, León,
    hijo de Agustín y Concepción, 34 años,
    casado, labrador.

    Eugenio
    Díez Castillo. Falleció a las 23h del
    19-4-40 a consecuencia de insuficiencia cardiaca (tuberculosis
    renal y pulmonar). Natural de Castillo, Cantabria,
    hijo de Lorenzo y María, 29 años, casado,
    labrador.

    Santiago
    Zaldívar Rodríguez. Falleció
    a las 6h del 28-4-40 a consecuencia de asistolía
    (bronquitis crónica). Natural de Santander,
    hijo de Melquiades y Germana, 58 años, casado.

    Felipe
    Alba García. Falleció a las 18h del
    29-4-40 a consecuencia de insuficiencia mitral (reumatismo
    articular agudo). Natural de Porquerizas, León,
    hijo de José y Constantina, 29 años,
    soltero, labrador.

    Tomás
    Rodríguez Gómez. Falleció a las
    14h del 16-4-40 a consecuencia de tuberculosis laríngea
    (tuberculosis pulmonar). Natural de Reinosilla, Cantabria,
    hijo de Casto y Simplicia, 24 años, soltero,
    labrador.

    Ramón
    Uncilla González. Falleció a las 7h
    del 29-6-40 a consecuencia de embolia (miocarditis
    de origen reumático). Natural de Sestao, Vizcaya,
    hijo de Epifanio y Carolina, 41 años, casado,
    armero.

    Mariano
    Villegas García. Falleció a las 6h del
    11-7-40 a consecuencia de pleuritis (de origen tuberculoso).
    Natural de Sotillo, Guadalajara, 42 años, casado,
    labrador.

    Ricardo
    Ruiz Sanz. Falleció a las 6h del 13-7-40 a
    consecuencia de hemotipsis (tuberculosis pulmonar).
    Natural de Oreña, Cantabria, hijo de Antonio
    y Pilar, 28 años, casado, comerciante.

    Juan
    Bachero Safont. Falleció a las 3h del 11-8-40
    a consecuencia de asistolía (nefritis urémica).
    Natural de Alcora, Castellón de la Plana, hijo
    de Juan y Paula, 39 años, casado, carnicero.

    Lorenzo
    Mingo Esteban. Falleció a las 11h del 17-8-40
    a consecuencia de tuberculosis pulmonar. Natural de
    La Bodera, Guadalajara, hijo de Narciso y Nicolasa,
    41 años, casado, labrador.

    Ciriaco
    Hidalgo García. Falleció a las 22h del
    24-9-40 a consecuencia de meningitis tuberculosa (tuberculosis
    generalizada). Natural de Huermeces del Cerro, Guadalajara,
    hijo de Fermín y Rosa, 24 años, soltero,
    labrador.

    Manuel
    de la Rica Calderón. Falleció a las
    7h del 28-9-40 a consecuencia de uremia (mal de Bright).
    Natural de Guadalajara, hijo de José Mª
    y Carmen, 68 años, soltero, maestro nacional.

    José
    Alfonso Varea. Falleció a las 8h del 21-10-40
    a consecuencia de uremia (insuficiencia renal). Natural
    de Valencia, hijo de José y María, 70
    años, casado, albañil.

    Antonio
    Viejo Espino. Falleció a las 16h del 26-12-40
    a consecuencia de debilidad senil (diabetes crónica).
    Natural de Ahillones, Badajoz, hijo de Carlos y María,
    52 años, casado, labrador.

    Bartolomé
    García Cetán. Falleció a las
    4h del 5-1-41 a consecuencia de peritonitis (flemón
    inguinal). Natural de Lupiana, Guadalajara, hijo de
    Antonio y Segunda, 65 años, viudo (4 hijos),
    albañil.

     

  • Asturias Republicana – PRIMERA REPUBLICA

    Relación
    (probablemente incompleta) de prisiones
    y
    establecimientos penitenciarios
    existentes en España en 1939

     

    En
    1939 había en las prisiones nacionales 45.999 hombres
    y mujeres. Esta cifra se duplicó al año siguiente.
    La consignación diaria para alimentación por
    persona y día era de 1,15pts.

    En
    1939 se habilitaron como prisiones centrales un edificio
    en Orduña y otro en Castuera. En 1940, las prisiones
    habilitadas de Portacoeli y Monasterio del Puig (Valencia)
    pasaron a funcionar como centrales. La prisión habilitada
    de Amorebieta pasó a tener el carácter de
    prisión central, lo mismo que la prisión habilitada
    de Santa Isabel, en Santiago de Compostela. También
    la prisión de partido de Gijón y la de Yeserías,
    pasaron a funcionar como prisiones centrales.

    En
    1941 se elevó a la categoría de prisión
    central la de Ventas (Madrid), dependiendo de ella la de
    Claudio Coello y la de la Carrera de San Isidro (¿Madres
    lactantes?).

    La
    prisión de partido de Almadén (Ciudad Real)
    pasó a ser considerada prisión central; se
    declaró prisión autónoma a la habilitada
    en Santa Rita y como prisión central la de partido
    de Talavera de la Reina.

    En
    1943 fueron suprimidas las prisiones centrales de Astorga,
    Celanova, San Simón, Figueirido, Monasterio de Uclés,
    la de mujeres de Palma de Mallorca, Tabacalera de Santander,
    Totana, Valdenoceda, la de mujeres de Calzada de Oropesa,
    reformatorio de Mujeres de Alcalá; así como
    las de partido que funcionaban con el carácter de
    habilitadas de San Vicente (Albacete), Elche, Novelda, Alcoy
    y Orihuela (Alicante); Sto. Domingo de Mérida (Badajoz);
    Tabacalera de Bilbao, la de mujeres de Ciudad Real; Betanzos
    (La Coruña), La Campana (Granada), Santa Clara (Jaén),
    la de mujeres de Astorga; Seminario Viejo, en Lérida;
    Torrijos, en Madrid; Caravaca y Castillo de Caravaca (Murcia),
    Abadía de Levanza (Palencia), La Puncha (Tarragona),
    Habilitada nº 3 de Toledo y San Juan de Mozarrífar
    en Zaragoza.

    Albacete:
    Prisión provincial. Prisión Central de Chinchilla.

    Alicante:
    Prisión de Elda. Reformatorio de Adultos. Monóvar.
    Orihuela.

    Almería:
    Prisión provincial. Prisión de Canjayar.

    Avila:
    Prisión provincial. Dos prisiones habilitadas.

    Badajoz:
    Mérida. Fregenal de la Sierra.

    Barcelona:
    Prisión Provincial. Prisión de Misiones. Prisión
    celular. Prisión de Pueblo Nuevo. Prisión
    de San Elías. Prisión de Manresa. Prisión
    de Mataró. Prisión de Tarrasa. Prisión
    de Sabadell.

    Bilbao
    (Vizcaya):
    Prisión de El Carmelo (también
    funcionaba como hospital). Prisión de Escolapios.
    Prisión de Larrínaga. Prisión de Mujeres.
    Prisión de Tabacalera. Prisión central de
    Orduña. Prisión hospital de Amorebieta. Campo
    penitenciario de Deusto. Prisión de Mujeres de Durango.

    Burgos:
    Prisión provincial. Prisión Central. Prisión
    de Valdenoceda.

    Cáceres:
    Prisión provincial (vieja y nueva). Prisión
    de Trujillo. Prisión de Plasencia.

    Cádiz:
    Prisión provincial. Prisión de Jerez de la
    Frontera. Prisión Central del Puerto de Santa María.

    Castellón:
    Prisión provincial. Prisión de Benicarló.

    Ciudad
    Real:
    Prisión provincial. Prisión
    de Manzanares. Prisión de Valdepeñas.

    Córdoba:
    Prisión provincial.

    Coruña:
    Prisión provincial. Prisión de Santiago.

    Cuenca:
    Prisión provincial. Prisión del Seminario.
    Prisión de San Clemente. Prisión de Huete.
    Prisión de Tarancón. Prisión de Belmonte.

    Gerona:
    Prisión provincial. Prisión de mujeres.

    Granada:
    Prisión provincial. Prisión de Baza.

    Guadalajara:
    Prisión de Pastrana. Prisión de Sigüenza.
    Prisión de Molina de Aragón.

    Huelva:
    Prisión provincial.

    Huesca:
    Prisión provincial. Prisión de Barbastro.

    Jaén:
    Prisión provincial. Prisión habilitada de
    San Andrés. Prisión de Santa Clara. Prisión
    de La Carolina. Prisión de Linares. Prisión
    de Úbeda. Prisión de Andujar. Prisión
    de Martos.

    Las
    Palmas:
    Prisión provincial.

    León:
    Prisión provincial. Prisión Central de Astorga.

    Lérida:
    Prisión provincial. Prisión Habilitada. Prisión
    de Seo de Urgel.

    Logroño:
    Prisión provincial.

    Lugo:
    Prisión provincial.

    Madrid:
    Prisión provincial de Porlier. Prisión de
    Atocha. Prisión de Barco. Prisión de Cisne.
    Prisión de Comendadoras. Prisión Duque de
    Sexto. Prisión Conde de Toreno. Prisión de
    San Antón. Prisión de San Lorenzo. Prisión
    de Santa Engracia. Prisión de Santa Rita. Prisión
    de Torrijos. Prisión de Yeserías. Prisión
    de Ventas (mujeres). Talleres Penitenciarios de Alcalá.

    Málaga:
    Prisión provincial.

    Murcia:
    Prisión provincial. Prisión de Cartagena.
    Prisión de Cieza. Prisión de Mula. Prisión
    de Totana. Prisión de Lorca.

    Orense:
    Prisión provincial. Prisión central de Celanova.

    Oviedo:
    Prisión provincial. Prisión de Gijón.

    Palencia:
    Prisión provincial. Prisión habilitada de
    Palencia. Prisión de S. Isidoro de Dueñas.

    Palma
    de Mallorca:
    Prisión provincial. Prisión
    habilitada de Estaciones. Prisión de Manacor.

    Pamplona:
    Prisión provincial. Prisión central de San
    Cristóbal.

    Pontevedra:
    Prisión provincial. Prisión de Vigo. Prisión
    central de Figueirido. Prisión Isla de San Simón.

    Salamanca:
    Prisión provincial. Prisión de Sancti Spiritus
    (Ciudad Rodrigo).

    San
    Sebastián:
    Prisión provincial. Prisión
    de Azpeitia. Prisión de Saturrarán (mujeres).

    Santander:
    Prisión provincial. Prisión de Salesianos.
    Prisión de Oblatas (mujeres). Prisión central
    del Dueso (Santoña). Prisión central de La
    Tabacalera. Prisión nº 3 de Torrelavega (mujeres)

    Santa
    Cruz de Tenerife:
    Prisión provincial.

    Segovia:
    Prisión provincial. Hospital Asilo Penitenciario
    de Segovia. Prisión central de Cuéllar.

    Sevilla:
    Prisión provincial.

    Soria:
    Prisión provincial.

    Tarragona:
    Prisión provincial. Prisión habilitada de
    Tarragona. Prisión habilitada de Oblatas. Prisión
    de Reus. Prisión Pilatos. Prisión La Puncha.

    Teruel:
    Prisión provincial.

    Toledo:
    Prisión provincial. Prisión de Orgaz. Prisión
    central de Ocaña. Prisión de Talavera de la
    Reina.

    Valencia:
    Prisión provincial. Prisión central de San
    Miguel de los Reyes. Prisión Celular. Prisión
    de Mujeres. Prisión de Santa Clara. Prisión
    Porta Coeli. Prisión Monasterio del Puig.

    Valladolid:
    Prisión provincial.

    Vitoria:
    Prisión provincial. Prisión Paz. Prisión
    Carmen. Prisión Seminario.

    Zamora:
    Prisión provincial.

    Zaragoza:
    Prisión provincial. Prisión (?) de San Juan
    de Mozarrifar.

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